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Una vez, Jesús llegó a un pueblo de Samaria. Estaba cansado y se sentó junto a un pozo.

Sus
discípulos se fueron a comprar comida. Entonces, llegó una mujer a sacar agua. Jesús le dijo: -
Dame de beber.

Como judíos y samaritanos no se trataban, la mujer, extrañada contestó: -¿Cómo tú, siendo judío,
me pides de beber a mí?- Si conocieras quien te pide de beber, le pedirías que te diera el agua viva
– le respondió Jesús.

La samaritana le contestó.- Señor, si no tienes cubo, ¿De dónde sacas el agua viva? Entonces, Jesús
le contó hechos que ella mantenía en secreto. Al escucharlos, dijo: - Señor, veo que tú eres un
profeta.

Jesús le dijo que Él era el Mesías. La mujer volvió al pueblo y dijo a la gente: - Venid a ver a un
hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. Y muchos creyeron en Jesús por el testimonio de
la samaritana.

Los samaritanos pidieron a Jesús que se quedara. Él se quedó dos días. Al escucharlo, muchos más
creyeron en Él, y le decían a la mujer: - Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos hemos
oído y sabemos que Él es el Salvador del mundo.

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