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ÁSPERO de Antonio Arráiz: LA BUSQUEDA DE ORIGEN

En la misma medida de la ambición que la motiva -si atendemos a la afirmación de


Michel Collot1- de cambiar la vida y el lenguaje, después de Rimbaud, así mismo
la poesía moderna está expuesta a verse exigida periódicamente por el orden de
la realidad. También en la Venezuela de comienzos del XX, luego de cierta fatiga
ante excesos y juegos superficiales de las formas, sobreviene la necesidad del
inevitable “abrazo de la rugosa realidad”. Y una de las marcas más visibles de
todo ello lo constituye, entre otras, la aparición de Áspero del joven poeta Antonio
Arráiz.

Áspero fue no sólo un documento de exaltación vital, como muchos han dicho
sino, y más esencialmente, un documento de una excepcional necesidad
expresiva. Esfuerzo de apertura hacia un decir nuevo, sumun de esa necesidad.
Hazaña de simplificación y desnudez exigidas por la necesidad de nacer de
nuevo, de empezar otra vez, de mirar prístinamente, de decir originalmente con
los mínimos adornos, en el seno mismo de la poesía de su época.

Originalmente aparecido en 1924, constituye el primer libro publicado por Arráiz,


seguido inmediatamente de Parsimonia (1932), Cinco sinfonías (1939) y Preludios
(1945). Sólo después de su muerte se publican los Poemas Póstumos incluidos
por Miguel otero Silva y Juan Liscano en su Suma Poética de 1966. En otros
géneros cabe destacar la excelente novela de su experiencia carcelaria Puros
hombres (1938), Dámaso Velázquez (1943) reeditada después como El mar es
como un potro (1946), Todos iban desorientados (1951), el popularísimo e
insoslayable libro de relatos Tío Tigre y Tío Conejo (1945) y El Diablo que perdió
el alma ((1954), y los de reflexión histórica como Culto Bolivariano (1940), Este
Congreso debe disolverse (1941) y Los días de la Ira (1991), aparte de algunos
textos de estudio sobre historia, geografía y cultura venezolana como su
Geografía física de Venezuela (1941), la Vida ejemplar del Gran Mariscal de
Ayacucho (1948) y su Historia de Venezuela (1952), que fueron el apoyo de
muchos estudiantes venezolanos de los años cuarenta y cincuenta.

Quizás algunos hechos esenciales de su biografía podrían arrojar alguna luz


sobre la vitalidad y la pasión creadora y telúrica de la obra de Arráiz y,
fundamentalmente, sobre los rasgos renovadores de este libro para la poesía
venezolana. Nacido en Barquisimeto en 1903, a los nueve años su familia se
traslada a Caracas en donde culmina sus estudios secundarios. A los 16 años se
aventura a viajar a Nueva York para probar fortuna como guionista de cine, actor

1
Michel Collot: “Lyrisme et realité”, en: Litterature (Larousse, Paris), 110, 1998. Pp. 38-48.
o aviador y regresa en 1922, oportunidad en la cual traba amistad con el poeta
Luis Enrique Mármol, quien lo acompaña en su pasión por la esgrima y,
probablemente, lo inicia en la poesía, de todo lo cual surge, dos años después, el
libro del cual nos ocupamos.

En 1928, se suma a las luchas estudiantiles y es hecho preso durante siete años
al final de los cuales se va, desterrado, a Colombia y a Ecuador para regresar en
1936, después de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez. Ejerce distintos
cargos públicos en Carabobo y Caracas y realiza diversas actividades
intelectuales y periodísticas, entre ellas, la de director fundador de El Nacional.
Posterior a lo cual, en 1949, a raíz del golpe de Estado contra Rómulo Gallegos en
1948, decepcionado y profundamente herido en su amor por el país, decide
exilarse voluntariamente en los Estados Unidos en donde finalmente muere en
1962. Todos estos hechos van a ser decisivos para la comprensión de su obra: su
imprevista y vital aventura neoyorquina, su oposición tenaz a la injusticia social y
política y su larga prisión, su labor divulgativa y periodística y su pasión
venezolanista. Para Liscano, los temas de su obra poética e incluso de toda su
obra ensayística y narrativa, están condensados en los 40 poemas iniciales de
Áspero: “Permanecerán fiel a esa intuición primera de su americanidad y de su
vitalidad, inclusive cuando parezca repudiar a Venezuela, como sucedió hacia el
final de su acaecer terrestre. Rara vez un poeta ha sido tan fiel a su poesía, a las
intuiciones iniciales de su espíritu y de su emoción vital” 2.

Mucho de ese amor a la tierra, se expresa, precisamente, desde uno de los


primeros poemas de Áspero, tema cuya forma de aparecer constituye una
novedad para su época. Su aparición rompe con una poesía “madrigalera” según
la expresión de Picón Salas. Dominaba entonces una poesía de nota
“schubertiana”, en que degeneró lo que de mejor se recibió del modernismo, el
decadentismo y el romanticismo tardío de los nuestros. Es el exceso de lo
demasiado trasegado, en cuyas rutinas repetitivas y alambicadas ya no se repara
en la conciencia de sí mismo y de la propia realidad o en los automatismos de lo
no vivido ni sentido:

“Un rococó literario poblado de lacas y marfiles, abates madrigalescos y Pompadoures de


cromo es lo que saben tomar e imitar al gran poeta algunos liróforos de provincia. Los malos
imitadores intentan un rubendarismo puramente formal, de palabras escogidas de adjetivos
raros. La palabra en ellos es ornamento suelto más que signo. Lo que entre nosotros se
llamó el ‘orfebrismo’ fue esa tendencia a la complicación y el enrevesamiento verbal. ”3

2
Juan Liscano: “Un hombre, un poeta”, en: A. Arráiz, Suma Poética, Caracas: INCIBA, 1966, p. 15.
3
Mariano Picón Salas: “Paseo por nuestra poesía”, en: Obras selectas, 2ª edic., Caracas: Edime, 1962, p.p.
154-155.
Pero el ambiente dentro del cual surge el libro de Arráiz es mucho más complejo,
pues, si bien en la mayor parte de los casos se corresponde con la descripción de
Picón Salas, al lado de ello también empiezan a surgir matices y nuevos giros en
algunos libros de comienzos de siglo que evidencian un cambio de orientación en
la poesía de Venezuela. Nada fácil es ordenar e interpretar esta complejidad sin
pecar de generalizaciones que destacan y ocultan a un mismo tiempo pero que
circunstancialmente nos ayudan a construir paisajes cuya utilidad resulta relativa
sino siempre discutible. Es lo que ha ocurrido en la crítica del país cuando se trata
de marcar los inicios de la vanguardia en Venezuela fijando fechas distintas y
nombre diversos, respecto a lo cual difieren Oscar Sambrano Urdaneta junto a
Domingo Miliani, José Ramón Medina, Juan Liscano y Rafael Arráiz Lucca, entre
otros.

Podríamos nombrar libros muy significativos que contribuyeron creando los


fundamentos de lo que será luego la vanguardia. Aquí no podríamos dejar de
agregar la obra de otro raro venezolano, descubierto recientemente por Gustavo
Guerrero4, que merecería entrar en discusión, si no fuese porque su obra se
publicó toda en Paris y fue casi completamente desconocida en Venezuela. Me
refiero a Víctor Vélez Reina de Niñas del sol de 1904 y Perlas sueltas de 1911. Lo
seguiría cronológicamente la Carta de Salustio para su mamá que estaba en
Nueva York de Salustio González Rincones, publicada en 1907. El importante libro
de Enrique Planchart Primeros poemas, en 1919, libro precursor de la vanguardia
venezolana para Humberto Cuenca5. De nuevo Trece sonetos con estrambote de
Salustio González Rincones en 1922. Áspero de Antonio Arráiz en 1924. La Torre
de timón de 1925 de Ramos Sucre. Y de Ismael Urdaneta, publicado en 1927
Cantos de Gloria y de martirio y en 1928 Poemas de la musa libre.

Sin embargo, compartiríamos casi plenamente las afirmaciones de Julio Miranda,


quien en una larga enumeración, evade la síntesis injusta para una periodización
alternativa:

“Tendríamos una primera ruptura, protagonizada en solitario por Salustio González Rincones
en 1907, y sin consecuencias detectables. Una segunda, ya diversificada, que incluiría los
Primeros Poemas (1919) de Enrique Planchart –el adelantado de la generación del 18-
Trizas de papel (1921) de Ramos Sucre; los dos libro de 1910 de Salustio (Trece sonetos
con estrambote a Sigma y Corridos sagrados y profanos); culminando en 1924 con Áspero
de Arráiz y El barro florido de Queremel, no ‘como primeros conatos de reacción contra la
estética modernista’ (Sambrano Urdaneta-Miliani) sino como indiscutibles realizaciones de lo
nuevo. Y una tercera etapa, abierta en 1925 por La torre de Timón ramosucreana,
4
Gustavo Guerrero: “Inventamos o erramos: nota sobre Vélez Reina”, en: Cuadernos hispanoamericanos,
mayo 2002, n° 623, p.p. 77-84. Incluido también en: G. Guerrero, La religión del vacío y otros ensayos.
México: F.C.E., 2002, p.p. 197-206.
5
H. Cuenca: “Prolegómenos a la vanguardia”, en: Revista Nacional de Cultura, (Caracas),11, mayo-junio de
1955, p.p. 117-127.
proseguida por los cuatro poemarios de Queremel de 1926 a 1928; por Poemas de la musa
libre (1928) de Urdaneta; El cielo de esmalte y Las formas del fuego (1929) de Ramos Sucre;
La yerba santa (1929), Viejo jazz (1930) y Cantando germinan (1932) de González
Rincones; Parsimonia (1932) de Arráiz. En este marco, que ya es de vanguardia, se
integrarían perfectamente los libros iniciales de varios miembros de la generación del 18 (La
locura del otro, póstumo de Luis Enrique Mármol, 1927; La voz de los cuatro vientos, de Paz
Castillo y Respuesta a las piedras de Barrios Cruz, ambos de 1931, Virajes de Fombona
Pachano, 1932), los siguientes de Planchart (Dos suites en verso blanco y Poema a Mucky
Götz, 1931 los dos) y los primeros de la generación del 28 (Poemas sonámbulos, 1931,
Pablo Rojas Guardia) o de algún coetáneo (Música de cuatros, 1928, y Cantas, 1932,
Alberto Arvelo Torrealba). Súmase, al menos, esta propuesta a las anteriores 6.

No es pues este libro inicial de Arráiz el punto de arranque definitivo de la


vanguardia poética venezolana, tal como señala Rafael Arráiz Lucca, quien junto
con Liscano es uno de sus mejores exégetas. Para Arráiz Lucca, no sólo éste sino
muchos otros de los ya citados constituyen un período de transición muy
importante y decisivo, en contra de las “afirmaciones rotundas” que imponen la
fecha de 1924 como un hito fácil y claramente marcado: “Resulta falso suponer la
existencia de tales deslindes; sin embargo, desde una perspectiva amplia,
debemos admitir que el libro constituye, sin duda, un momento importante” 7.

Libro de transición o libro augural, si no representa, como se ha pretendido, la


gran la ruptura entre dos épocas, no cabe duda de que, en lo que concierne a su
receptividad, fue uno de lo más eficaces y el más celebrado por su tono rompedor
y el modo de su irreverencia, como lo testimonian sus propios contemporáneos.
Esto es lo que destaca Liscano en uno de los mejores ensayos sobre Arráiz, cuyos
poemas “…pletóricos de vida, de amor a la naturaleza, viriles, bárbaros, capaces
de oler a alimentos terrenales, a piel, a sudor, a sexo; despojados de rimas,
efectos métricos, rebuscamientos y retórica elegíaca o amatoria, aparecían no
solamente reñidos con todo lo que se estimaba como materia poética y buen
gusto, sino con el buen vivir, las normas de conducta social y el poder
decimonónico y victoriano aún imperante”8.

6
Julio E. Miranda, “Generaciones, movimientos, grupos, tendencias, manifiestos y postulados de la poesía
venezolana del siglo XX”: En: Antología histórica de la poesía venezolana del siglo XX: 1907-1996. Puerto
Rico: Universidad de Puerto Rico, 2001. P 74.
7
Rafael Arráiz Lucca, “Una poesía a ras de tierra”, en : Literatura venezolana del siglo XX,Caracas: Editorial
Alfa, 2009, p. 156.
8
Juan Liscano, “Un hombre, un poeta”, op. cit., p. 15.

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