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ÁSPERO La Busqueda de Un Origen
ÁSPERO La Busqueda de Un Origen
Áspero fue no sólo un documento de exaltación vital, como muchos han dicho
sino, y más esencialmente, un documento de una excepcional necesidad
expresiva. Esfuerzo de apertura hacia un decir nuevo, sumun de esa necesidad.
Hazaña de simplificación y desnudez exigidas por la necesidad de nacer de
nuevo, de empezar otra vez, de mirar prístinamente, de decir originalmente con
los mínimos adornos, en el seno mismo de la poesía de su época.
1
Michel Collot: “Lyrisme et realité”, en: Litterature (Larousse, Paris), 110, 1998. Pp. 38-48.
o aviador y regresa en 1922, oportunidad en la cual traba amistad con el poeta
Luis Enrique Mármol, quien lo acompaña en su pasión por la esgrima y,
probablemente, lo inicia en la poesía, de todo lo cual surge, dos años después, el
libro del cual nos ocupamos.
En 1928, se suma a las luchas estudiantiles y es hecho preso durante siete años
al final de los cuales se va, desterrado, a Colombia y a Ecuador para regresar en
1936, después de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez. Ejerce distintos
cargos públicos en Carabobo y Caracas y realiza diversas actividades
intelectuales y periodísticas, entre ellas, la de director fundador de El Nacional.
Posterior a lo cual, en 1949, a raíz del golpe de Estado contra Rómulo Gallegos en
1948, decepcionado y profundamente herido en su amor por el país, decide
exilarse voluntariamente en los Estados Unidos en donde finalmente muere en
1962. Todos estos hechos van a ser decisivos para la comprensión de su obra: su
imprevista y vital aventura neoyorquina, su oposición tenaz a la injusticia social y
política y su larga prisión, su labor divulgativa y periodística y su pasión
venezolanista. Para Liscano, los temas de su obra poética e incluso de toda su
obra ensayística y narrativa, están condensados en los 40 poemas iniciales de
Áspero: “Permanecerán fiel a esa intuición primera de su americanidad y de su
vitalidad, inclusive cuando parezca repudiar a Venezuela, como sucedió hacia el
final de su acaecer terrestre. Rara vez un poeta ha sido tan fiel a su poesía, a las
intuiciones iniciales de su espíritu y de su emoción vital” 2.
2
Juan Liscano: “Un hombre, un poeta”, en: A. Arráiz, Suma Poética, Caracas: INCIBA, 1966, p. 15.
3
Mariano Picón Salas: “Paseo por nuestra poesía”, en: Obras selectas, 2ª edic., Caracas: Edime, 1962, p.p.
154-155.
Pero el ambiente dentro del cual surge el libro de Arráiz es mucho más complejo,
pues, si bien en la mayor parte de los casos se corresponde con la descripción de
Picón Salas, al lado de ello también empiezan a surgir matices y nuevos giros en
algunos libros de comienzos de siglo que evidencian un cambio de orientación en
la poesía de Venezuela. Nada fácil es ordenar e interpretar esta complejidad sin
pecar de generalizaciones que destacan y ocultan a un mismo tiempo pero que
circunstancialmente nos ayudan a construir paisajes cuya utilidad resulta relativa
sino siempre discutible. Es lo que ha ocurrido en la crítica del país cuando se trata
de marcar los inicios de la vanguardia en Venezuela fijando fechas distintas y
nombre diversos, respecto a lo cual difieren Oscar Sambrano Urdaneta junto a
Domingo Miliani, José Ramón Medina, Juan Liscano y Rafael Arráiz Lucca, entre
otros.
“Tendríamos una primera ruptura, protagonizada en solitario por Salustio González Rincones
en 1907, y sin consecuencias detectables. Una segunda, ya diversificada, que incluiría los
Primeros Poemas (1919) de Enrique Planchart –el adelantado de la generación del 18-
Trizas de papel (1921) de Ramos Sucre; los dos libro de 1910 de Salustio (Trece sonetos
con estrambote a Sigma y Corridos sagrados y profanos); culminando en 1924 con Áspero
de Arráiz y El barro florido de Queremel, no ‘como primeros conatos de reacción contra la
estética modernista’ (Sambrano Urdaneta-Miliani) sino como indiscutibles realizaciones de lo
nuevo. Y una tercera etapa, abierta en 1925 por La torre de Timón ramosucreana,
4
Gustavo Guerrero: “Inventamos o erramos: nota sobre Vélez Reina”, en: Cuadernos hispanoamericanos,
mayo 2002, n° 623, p.p. 77-84. Incluido también en: G. Guerrero, La religión del vacío y otros ensayos.
México: F.C.E., 2002, p.p. 197-206.
5
H. Cuenca: “Prolegómenos a la vanguardia”, en: Revista Nacional de Cultura, (Caracas),11, mayo-junio de
1955, p.p. 117-127.
proseguida por los cuatro poemarios de Queremel de 1926 a 1928; por Poemas de la musa
libre (1928) de Urdaneta; El cielo de esmalte y Las formas del fuego (1929) de Ramos Sucre;
La yerba santa (1929), Viejo jazz (1930) y Cantando germinan (1932) de González
Rincones; Parsimonia (1932) de Arráiz. En este marco, que ya es de vanguardia, se
integrarían perfectamente los libros iniciales de varios miembros de la generación del 18 (La
locura del otro, póstumo de Luis Enrique Mármol, 1927; La voz de los cuatro vientos, de Paz
Castillo y Respuesta a las piedras de Barrios Cruz, ambos de 1931, Virajes de Fombona
Pachano, 1932), los siguientes de Planchart (Dos suites en verso blanco y Poema a Mucky
Götz, 1931 los dos) y los primeros de la generación del 28 (Poemas sonámbulos, 1931,
Pablo Rojas Guardia) o de algún coetáneo (Música de cuatros, 1928, y Cantas, 1932,
Alberto Arvelo Torrealba). Súmase, al menos, esta propuesta a las anteriores 6.
6
Julio E. Miranda, “Generaciones, movimientos, grupos, tendencias, manifiestos y postulados de la poesía
venezolana del siglo XX”: En: Antología histórica de la poesía venezolana del siglo XX: 1907-1996. Puerto
Rico: Universidad de Puerto Rico, 2001. P 74.
7
Rafael Arráiz Lucca, “Una poesía a ras de tierra”, en : Literatura venezolana del siglo XX,Caracas: Editorial
Alfa, 2009, p. 156.
8
Juan Liscano, “Un hombre, un poeta”, op. cit., p. 15.