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Luis Gerardo Ramírez Ramírez

Constitución apostólica
Laudis Canticum
Pablo VI

El cántico de alabanza con el que iniciamos nuestras oraciones cotidianas desde los
ministros consagrados hasta los fieles ha tenido un proceso renovado y reformado desde
el antiguo Testamento y nuevo Testamento con el cual nosotros podemos adorar a Dios
en cualquier momento del día. Para esto se desarrollo la liturgia de las horas, la cual es
complemento del sacrificio eucarístico y además es también el fundamento principal de la
oración de la Iglesia local.
El Oficio divino, se convirtió en un instrumento apropiado para la acción sagrada, no
obstante, no podía mantenerse con una primera edición, sino que ha sufrido una serie de
modificaciones notables como apoyo de la liturgia. A este libro del oficio divino se le
concedió el nombre de Breviario. El concilio de Trento le encomendó a la Sede Apostólica
terminar la reforma del breviario para renovar la oración de la Iglesia. San Pio X hizo la
renovación del salterio, suprimiendo la repetición y añadiendo valor a la oración por los
Santos, así como mayor fuerza al Oficio dominical.
Con el Concilio de Vaticano II, San Juan XXIII, trato a la liturgia en general y la liturgia de las
horas con gran fuerza. Fue Pablo VI quien continuo esta obra y con ayuda del Sínodo de
los obispos en 1967 se aprobaros los principios y la estructura de toda la obra y de cada
una de sus partes. El Oficio entonces es la oración de todo el pueblo de Dios y esta
desarrollado para que los clérigos, religiosos y los mismos laicos para que participen con la
iglesia universal.
Se estructuro en Laudes y Vísperas como partes fundamentales del Oficio, ya que son la
oración de la mañana y de la tarde, adaptando el oficio de lectura para cualquier hora del
día. La oración cristiana es, ante todo, oración de toda la familia humana, que en Crsito se
asocia, puesto que la oración de la Iglesia es “oración que Cristo, unido a su cuerpo, eleva
al Padre” (SC n.84).

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