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Hugo van der Goes Ee expresionismo tiene un rostro menos secreto y cuando, exento de todo humorismo, se desenmascara entregindose en formas de angustia, nos conmueve mucho mas. Hugo van der Goes, pintor gan- tés, condiscipulo y amigo de Justo de Gante, que hizo casi toda su carrera en Italia, es, en el siglo xv flamenco, el representante de esta’ forma de arte en aquellas fechas bastante inesperada, Las obras. que pinta durante trece afios, entre 1476 y 1480, en las cuales el grafismo Sotico de Rogerio est substituido por los voliimenes lenos y las formas sensibles de van Eyck, por primera vez verdaderamente sentido en toda su riqueza innovadora, no son ya imagenes apacibles. Aqui todo se es-, Sremece, patético ¢ inquietante, como el pintor que termina su existencia’, en el Rouge Cloitre, entre la locura y la musica. Todo toma asimismo proporciones inusitadas. Van der Goes necesita tablas de vastas dimen. siones, formas de gran tamafio. Rechaza las que son reducidas, los cons juntos demasiado poéticos y minuciosos semejantes a miniaturas. Es grande pero atormentado y extrafio y en todos los terrenos un innovador. Pero si la mano dibuja ampliamente, si el espiritu medita composiciones monumentales, la exigente sensibilidad artistica se expresa por medio de un oficio seguro. Admirable colorista y, en ciertos aspectos, el igual de van Eyck, van der Goes une paradojicamente una atenta y delicada perfeccién pictorica a la mayor audacia en Ja iconografia, a la més alta fiebre en la expresién de las almas. Van der Goes ama los contrastes, Pero hace mas que desnudar su alma en sus cuadros: prepara los pintores flamencos del siglo xv1 a asimilar sin esfuerzo las prodigiosas revelaciones de Leonardo de Vinci. : Las primeras obras de van der Goes contienen en potencia todas las formas de su arte. El muy redueido diptico de Viena que pinté hacia 1470, consagrado a La tentacién de Adén y al Descendimiento de la Crus, opone de una manera muy conmovedora ios draméticos sufrimientos del Salvador a los goces ilusorios del pecado. La iconografia esta renovada, aqui por Ja forma original de Ia sierpe, la actitud inconsciente de la pri. mera pareja; alli, por un esealonamiento en elevacién y una composicion 65 niohumental. El gusto por la antitesis se manifiesta hasta en las actitudes y-el colorido, fresco y riente para el”Paraiso terrenal, frio y apagado para el Descendimiento. Las angustias de la vida interior aparecen con evi- dencia. Sin embargo, el trazo és de una perfecta limpieza, el colorido, por ejemplo el hermoso iris azul, de una gran finura. Estas calidades se afirman y se equilibran en la obra maestra del pintor: el triptico de Portinari, pintado hacia 1476 y ofrendado por Tomas Portinari a santa Maria Nuova de Florencia. Este vasto retablo que en su total extension mide 2,50 de alto por 6 m de ancho, muestra en su tabla central una Adoracién del Nifio por la Virgen, san José, los Angeles y los pastores, y en Tos postigos, de un lado, el donador Tomas Portinari y sus HUGO VAN DER GOES (1440-1482): ADORACION DE LOS PASTORES, FRAGMENTO. FLORENCIA, UFFIZI HUGO VAN DER GOES (1440-1482): ADAN Y EVA. VIENA, KUNSTHISTORISCHES MUSEUM. dos hijos acompafiados por santo Tomas y’sin Antonio’ Abad; del ‘otro, : Ja donadora, Maria Portinari y su hija, acompafiadas de santa’ Margarita y santa Maria Magdalena, . La tabla central esté construida con una ciencia audaz. El pintor rehtisa la disposicién tradicional y halla en el concierto de lineas y de tonos una belleza grandiosa que la talla de sus personajes acentita, No sin relacionarse en cierto modo con la Adoracién de los Reyes Magos de — Bouts que se encuentra en Munich, el establo de la Natividad esta subs. Uituido como en una decoracién de teatro bien colocada, por las ruinas de un edificio del que sélo se ve un enorme pilar y un lienzo de pared, una casa romana perpendicular a estas ruinas y un tejadillo con clara. boya. Este decorado afianza s6lidamente la composicién, opone una parte sombria y maciza a una parte clara y ligera, permite distribuir sin con fusion diecisiete figuras principales en armonia con la potencia del colo- Tido en el cual dominan el ultramar profundo, el pardo, el rojo carmesi, aclarados por las vestiduras azules de los angeles. Un plano luminoso central rodea al Nifio, simbélicamente aislado en un gran espacio vacio, Hace asi mas emocionante el homenaje que recibe ese pequefio ser de tan grande destino, y, ligado al plano luminoso del paisaje de invierno, Se impone con mayor fuerza por el hecho de que los postigos, mediante grandes superficies de un colorido muy denso: bermelion, rojo obscuro, \negro_violadoyverde sombrio, lo enmarean sélidamente. En torno al Nitio, Jos grupos bien equilibrados y diversos convergen hacia él como fuerzas vivas. El espacio queda asi admirablemente sugerido en su profundidad, su centro siendo una presencia y una idea. Sin embargo, la mirada es también dirigida de un grupo a otro y percibe que un misterio dramatico se desarrolla entre la Virgen, de una humanidad simple y grave, como presintiendo dolorosamente sus infortunios, José, em- bargado de un tierno fervor, y los pastores, animados de rustica realidad. Es ésta la otra riqueza del cuadro: ese misterio espiritual y divino esta presentado por una humanidad de osado naturalismo. Todos los tipos han sido aqui renovados, escogidos en ambientes humildes. El pintor ha tomado la decision de acentuar el infortunio de los rostros, el grosor de las manos nudosas. En contraste, y con una belleza de factura que sobre- pasa los logros de van Eyck, van’ der Goes coloca en la parte inferior de Su cuadro, formando una preciosa naturaleza muerta, el litio y los iris dentro de un florero, 1a rama de aguilefia en un vaso, los pensamientos desparramados en el suelo. Esta fina rebusca de lo real, elegante o Tudo explica el arte admirable de,los retratos, donde el acento esencial se fu. siona, en los rostros de nifios, con una tierna delicadeza. 68 HUGO VAN DER GOES (144041 MUERTE DE LA VIRGEN, BRUJAS, MUSEO MUNICIPAL Sin embargo. he aqui el punto en que nos separamos de van Eyck. A la verdad escrupulosa —en que ciertos acentos plebeyos son preludio de tantas obras religiosas 0 profanas del siglo siguiente — se une wn vivo expresionismo del que las flores participan por su rareza surgida de un exceso de elegancia. Todo posee aqui una vida temblorosa. La eleccion de una manera de componer dindmica, reuniendo fuerzas convergentes en lugar de distribuir las masas, constituye el primer elemento. Luego, los rostros y las manos nos manifiestan una inquietud. Esta Natividad es presentada como un acontecimiento que anuncia mds dramas que mara- villas y viene a trastornar un orden establecido, El fervor brota, si, mas con él la tristeza, Ja turbacién ¢ incluso el extravio. El primer signo de ello se encuentra en el plano posterior, en la agitacién de los pastores gue parecen como sacudidos y levantados por alguna subita tempestad, Los personajes tradicionales han tomado una expresidn inesperada. José, de ordinario tranquilo, por mas que junte con aplicacién sus manos nu. dosas, muestra una frente que se frunce, unos ojos que interrogan. La igen, livida, doblada, parece vencida por sus recientes dolores y por otros futuros. Los tres pastores, sobre todo, resumen los diversos senti- mientos que dbsesionan al pintor. Antes de Leonardo de Vinci, con una admirable seguridad y sin recurrir a los sortilegios del claroscuro, van der Goes nos los entrega por medio del dibujo de los rostros y las manos, Escoge tres edades de la vida, tres etapas de un mismo movimiento. Un pastor arrodillado ya esté en reposo; el segundo se coloca y se inclina; el tercero héllase atin en pleno impetu. El anciano junta las manos y sonrie con ternura. £1 no ve.en este misterio mas que a un adorable recién na- cido. El mds joven abre Jas manos con una timida delicadeza, pero su media sonrisa traduce un asombro no disimulado. El tercero, tenso y jadeante, las manos crispadds sobre el cayado y el sombrero, tiene en él rictus de la boca abierta, en los ojos desorbitados, algo de intensidad salvaje. Esta emocién no proviene tnicamente del hecho de haber legado sin aliento sino que es el signo de la turbacién que asimismo estremece cl alma del pintor. La relacién entre esta fisonomia expresionista _y la_ impecable_nitidez de Tos vasos de flores constituyen un valor en cierto aspecto surrealista. ~~ En esté vasto triptico, desgraciadamente muy restaurado, notase ya también, mds alla del naturalismo y de la gran espiritualidad de los seres, los tormentos de un artista amenazado de locura y que ira a re- fugiarse al Rouge Cloitre. Las otras obras nos los revelan con una fuerza impresionante. Una aspereza mayor dentro de una misma preocupacién por las formas mo- 70 ‘ numentales vese en El Eniierro, del Louvre, una de las numerosas ré- plicas de un original perdido. Una vida mas desordenada, un patetismo Hevado hasta lo barroco caracterizan en toda su amplitud al gran cuadro de 1a Adoracién de los pastores, que se encuentra en Berlin. Recuerds tina y henos aqui ante el misterio, en movimiento tumuliuoso de Angeles que se inclinan sobre la euna, de pastores que se precipitan al esteblo. Tos colores frescos, en que estallan un rojo escarlata sonoro, un verde intenso, aparecen también estremecidos por una técnica nueva, de modula, Giones, de tonos quebrados, de matices suavizantes. Pero la intensidad expresiva del alma, levada hasta la alucinacién, se impone a ciertos rostros, Nos hallamos aqui ante las confesiones de un ser interiormente devestacy ¥, por otra parte, es sin duda la locura lo que se pinta con una potencia admirable en esa otra obra maestra: la Muerte de ta Virgen, de Brujas. Este amplio cuadro (1,47 x 1,21 metros) que parece provenir de la antigua abadia de Dunes, en Koksijde, ha sufrido muchas vicisitudes ¥ ha sido audazmente restaurado, pero muestra todavia cualidades pro- iundas del pintor. Una original composicion en diagonal distribuye ere: mente todos los apéstoles en ritmos palpitantes, en formas contrapuestas £n toro a la base geométriea del, lecho donde teposa la Virgen. El colo, Tido sorprende por su.expresionismo. Su gama es voluntariamente fin, Un verde, un rosa, un amarillo olivaceo hacen més estridente el aca dominante en que se unen tonos muy matizadosEn ese doble tema ane Uiguo del Trénsito de la Virgen y de los ritos funerarios (san Pedvo toma de ‘manos de santo Tomés el cirio de los agonizantes) van der Coes ve menos la serenidad de la Virgen o la presencia — a decir verdad bastante Gbagada — de Cristo, que las reacciones de los apéstoles. Sus expresiones fementes armonizadas con actitudes complicadas, con la crispatura de {2 Conciencia Iiicida. Los apéstoles activos, san Pedro y santo Tomas fienen una mirada meditativa y vaga, pero gqué decir de tal otra mireds fja y amarga, de aquella mueca alelada, de este rostro de inocente nan tido, de este personaje Irenético, espumeante y erispado, de aquel que se alucinante es aleanzada por un apostol que, la cabeza cubiects por un Gabuchon, con los ojos extraviados, la boca fruncida, el aire avieso, parece atormentado por una pesadilla y arafia el lienzo del lecho presa de una 72 EEE EIEESSSSSISSS Se ee obsesién insuperable. Todos dicen una angustia turbadora que la pintura no habia ofrecido atin hasta ese grado. Jerénimo Bosch ira més lejos pero con espiritu licido y sarcastico. Hay que esperar a van Gogh o a los Surrealistas para hallar una expresion semejante de los desérdenes patéticos del alma. Ahora bien, el hecho maravilloso, en lo que concieme a van der Goes, estriba en que las escenas reveladoras estén pintadas con una sutileza de matices y de modelado que atestigua en el artista enfermo el intacto dominio desu arte. Este ser aparte, que traduce una n del mundo absolutamente personal, este jalén importante entre van Eyck, J. Bosch y Bruegel, tuvo una gran influencia sobre el arte extranjero. Se la descubre en Francia en el Namado Maestro de Moulins, en el llamado Maestro de Saint Gilles, y en Portugal, en Nuno Gonealves. Van Mander, quien, por otra parte, sélo conocia algunas obras de van der Goes, habia visto bien cuando le situaba «al margen» y, por una presciencia de los gustos del siglo xX, afiadia: «Confio su nombre ala esposa de Heéreules, Lebe, es decir, ala inmortalidadn. HUGO VAN DER GOES (1440-1499) LA PEQUENA PORTINARI, EN EL POSTIGO DE LA ADORACION DE LOS PASTORES, FLORENCIA, UFFIZI Hans Memlinc A suavidad de Memline descansa del arte hurafio y tenso de van der Goes, pero parece insipida. Este pintor, que van Mander confesaba conocer mal, tuvo la fortuna, tras un largo olvido; de ser uno de los pri- meros en ser descubiertos. Una leyenda enternecedora, luego los sabios estudios de James Weale y las paginas fervientes de Fromentin, difundie- ron su gloria. Convirtiése en el primitivo flamenco por excelencia, a tal punto que se le atribuian la mayor parte de las obras anénimas. Estamos de vuelta de este entusiasmo y cuanto mas crece la personalidad audaz de van der Goes més declina la estrella de Memlinc. Su eclecticismo hace ano- dinos los temas tomados de Bouts, de Rogerio, de Goes, de van Eyck, y acusa el divoreio entre la imagen transmitida por los pintores y la realidad sombria y brutal de la vida politica y social del siglo. gSe diria que ha.pin- tado en tiempos del Temerario? Hay que reconocer que este aleman de la region de Francfort del Maine, convertido en burgués de Brujas a partir de 1465, amigo de magistrados, de banqueros, de comerciantes de especias y muy pronto uno de los hombres mis ricos de la ciudad, expresa a menudo mas que la paz silenciosa de los claustros, el sentimentalismo blando que disfraza ala brutalidad germanica. Cuando se piensa en Memlinc los térn inos suaye, exquisito, delicado, tierno, encantador, bonito, surgen espontanea- mente. No es nunca un gran elogio, Junto al robusto van Eyck, al tragico Rogerio, al inquietante van der Goes, Memlinc parece con frecuencia un artista de tono menor. El clisé abunda en una obra casi innumerable y que comprende una parte excesiva de produccién comercial, de imagi- neria religiosa pobre de interés. Sus Madonas estereotipadas, sus com- posiciones narrativas como La Pasién, de Turin, la de Ltibeck, Los gozos de la Virgen, de Munich y el excesivamente famoso Relicario de Sante Ur- sula, le han valido faciles admiraciones pero no afiaden nada a su gloria. Sin embargo, si se elimina de su produccién las pinturas triviales o de una ejecucién facil, restan una docena de obras de verdadero valor. Zstas obras traducen una piedad dulce y recogida, un embelesamiento, la eva-_, sion hacia los refugios serenos que seducen siempre al visitante del Museo del Hospital de San Juan, de Brujas. Ellas son testimonio de firmes cali- dades pictéricas. 74 - La originalidad de Memline consiste antes que nada — por influencia tal vez dela Virgen del canénigo van der Paele— en la eleccion de una formula personal y flamenca de la «sacra conversazione» italiana: la imagen de Ia Madona entre santos y santas. Tres veces ha dado a este motivo una ver- dadera belleza: en el sobrio Triptico Donne, en el deslumbrante Desposorios misticos de Santa Catalina, en el austero Retablo de Jaime Floreins. La formula afortunada consiste en escoger como marco un arbitrario interior MANS MEMEINC (1435-1494): TRIPTICO DE LOS DESPOSORIOS MISTICOS DE SANTA CATALINA. BRUJAS, HOSPITAL DE SAN JUAN ~ a ~de. iglesia, sin paredes, abierto a derecha e izquierda a la naturdleza; en colocar a la Virgen en el centro, frente a un dosel suntuoso, en agrupar Simétricamente a su. alrededor los personajes.sagrados. Los postigos estan Teservados ora a motives complementarios, ora a los donadores A veces éstos se convierten, como en Ja tabla central, en compafieros de los santos Esta formula permite distribuir claramente las' figuras, alia a un deosragy espléndido una imagen de intimo recogimiento, sugiere por el efecto de as lineas verticales, por la inmovilidad de los personajes, una impresién de Peboso y de estabilidad tranquilizadoras. La riqueza adquiere un aire ama. ble. El artista, utiizande el ejemplo: de van Eyck, puede ofrecernos a eas anchas todos los sortilegios de la pintura puesto que el cuadro agrupa ob- ietos, joyas, telas, paisajes urbanos o rurales, personajes. Su vittucsisms consigue crear entre estos tres dominios: pintura de rostros y de almas, pin- tura de paisaje y pintura de objetos, una unidad de encanto, de frespura. Memline sobresale en esto. Su pensamiento es reducido, su tension aleete Xa limitada, su vida espiritual somera, pero se mueve en un universo de { femura que la calidad exquisita del colorido acentiia. Su gama os menos franca, sus Iuces menos poéticas, sus tonos menos untuosos que los de van Eyck, pero tiene unos rojes,-unos violetas, unos azules profundos fina, mente matizados por las medias tintas y las pinceladas suliles: Los-réatza con oros, los aclara ‘cone cielo-y Ta vegetacion, con las suavidades de las encarnaciones rosadas, Sabe hallar rincones de paisajes familiares: una calle ciudadana, una pradera, un rio con su molino oculto entre los drbeles La sonrisa de la anéedota asoma por medio de breves siluetas divertides EI humorismo aparece en ocasiones, como en el postigo del retable de tg coleccién, van Beuningen, donde se ven dos caballos en el abrevadero acom= paiiados por un mono. Entre esas grandes composiciones, los Desposorios misticos de Santa Catalina, de Brujas, es una fiesta para los ojos, y para el coravon ua ene, * cionante placer. La tabla central muestra a la Virgen, con vestidura berme, llén y manto azul, rodeada de los dos san Juanes, de un Angel tocando el ~ organo, de otro angel que tiende un libro abierto sobre el que la Virgen ~ Posa un dedo. En el primer plano estén sentadas santa Catalina, que vis- te un traje de tonos dorados, y santa Barbara; vestida de verde y con un Manto granate. Una lee su libro de horas, la otra recibe el anillo de esponsa- Tes de manos del Nifio Jesus. La decapitacin de san Juan Bautista, cuya cabeza recoge Salomé, la visién apocaliptica de san Juan Evangelista en Patmos completan la imagen en Ios postigos. En el reverso estén pintadas las figuras de los donadores, dos frailes y unas monjas del Hospital de San Juan, Protegidos por su santo patron, y miembros de la familia de Antonio Seghers. 76 HANS MEMLINC (1435-1490: BARBARA VAN VLAENDERBERGHE, ESPOSA DEL DONADOR, EL POSTIGO DE SAN CRISTOBAL, SAN GIL. Y SAN MAURO. ‘TRIPFICO DE GUILLERMO MOREEL. BRUIAS, MUSEO MUNICIPAL ANS MEMLING (1435-1494): LA VIRGEN DE LA MANZANA. BRUIAS, HOSPITAL DE SAN JUAN [HANS MEMLING (1435-1494): MARTIN VAN NIBUWENHOYE. BRUJAS, HOSPITAL DE SAN JUAN 80 La tabla central complace por su composicion simétrica, por un ritmo que asocia felizmente grandes ver- ticales a figuras inscritasen los tri- angulos que las afinan, a grupos organizados segiin paralelogramos armoniosos. Dos santos, dos angeles, dos santas jévenes en torno a la Madona, Puede sofiarse un orden mas sereno? La monotonia se evita por la eleccién de las actitudes, la variedad un poco discorde de un colorido decorativo y deslumbrante. La belleza més sélida proviene de la reserva que se desprende de las dos clegantes figuras de santa Catalina y santa Barbara. El retablo del Louvre, encargo del comereiante especiero Jaime Flo- reins, posee una mayor sobriedad y fuerza. Mas tardio, fue pintado hacia 1490 después de la peste que diezma el Hospital de San Juan y afecté cruelmente a Ja familia del donador. La verticalidad domina todavia. La disposicién fria y_ severa, el apreta- miento de los donadores en torno a la Virgen, la actitud firme de san Jaime, de santo Domingo, la tona- Tidad sombria, en que se impone el negro sostenido por el violeta, el azul oscuro, el pardo, el rojo apagado muestran a Memline capaz de una fuerza sobria y monumental que ex- trae de circunstancias dramaticas. HANS MEMLINC (1435-1494): BALTASAR. FRAGMENTO DE LA ADORACION DE LOS MAGOS. BRUJAS, HOSPITAL DE SAN JUAN a Esta mezcla de suavidad y nobleza se encuentra en los mejores retratos del pin- tor. Sabe decir francamente, yla Anciana del Museo del Louvre lo demuestra, la ver- dad cruel de un rostro. Pero la mayoria de las veces, se atenga a la robusta sobriedad dela composicién de losrasgos, de los tonos, como en el hermoso triptico de Guillermo Moreel y su esposa Barbara, o persiga con el pintoresquismo decorativo un encanto mas sensible y mas suntuoso, como en el diptico de Martin van Nieuwenhove, con- fiere a sus personajes las cualidades de su alma meditafiva, los pinta con matices delicados, en un fino modelado; los idea- liza, los apacigua, hace de un aventurero un alma sin malicia, de un aspero caleu- lador un ser ingenuo y de una ejemplar piedad. Ahi radica su lirismo, y sus retra- tos lo revelan mejor que sus composiciones Teligiosas, pues la poesia que de ellas emana puede parecer nacida del propio tema, mien- tras que la surgida de sus retratos demues- tra que el cuadro es para él, como para van der Goes, una confesion personal. En lo que la diferencia de temperamento entre ambos pintores se hace més palpable. ~ El talento de Memline posee no obs- tante cualidades profundas reveladas por algunas obras. No me refiero a cuadros co- mo la Madona, de Viena 0 la Resurreccién con San Sebastidn, del Louvre, en el cual, hacia 1485, aparecen por primera vez los elementos ornamentales de angeles soste- niendo guirnaldas de flores, inspirados en HANS MEMTINC (1435-194) SAN SEBASTIAN. POSTIGO DEL TRIPTICO DE LA RESURRECCION. "MUSEO DEL LOUVRE Mantegna. Me vienen a la mente tres obras ins6litas.La Virgen de la Anun- ciacién, de la coleccién Mathiesen, de Londres, obraen que el rojo domina al azul, en que la forma incisiva y escueta indica en la primera parte de la carrera del pintor una rebusea curiosamente abstracta de los ritmos geo- métricos, El muy hermoso triptico de Guillermo Morel, de Brujas, pinta~ do en 1484, impone la innegable grandiosidad de las figuras de san Cris- tobal, san Gil y san Mauro y contiene tal vez los mas bellos retratos colectivos que Memline haya pintado. La Betsabé en el baiio, de Stutgart, pintada hacia 1485, es més sorprendente todavia. Ejemplo, a nuestro Juicio inico en el arte nérdico del siglo xv, de un gran desnudo femenino (el cuadro mide 1,92 x 0,86 metros) y de una escena de género que alla a la imagen flamenca de las estufas un plano posterior de edificio italiano, este cuadro une a un tipo de belleza sensible y formal, a una construccién abstracta_en Ia que son estudiados con exactitud los planos, las propor- ciones, los ritmos lineales, un modelado de gran finura. Revela ademas una gran reserva espiritual, una firmeza, una armon{a soberana que hace pensar en el arte, matizado por la sensibilidad nérdica, de Piero della Francesca. Un Memline completamente distinto se descubre de pronto. Preludia las investigaciones_diversas del humanismo del siglo xvr. Tales obras in- clinan a menos reticencia en lo concerniente a un pintor demasiado a me- nudo seducido por lo mas amable que la naturaleza y elhombre pueden ofre- cer, y que llena de un encanto casi dulzén la sonrisa de los nifios, las miradas de las mujeres, los impulsos piadosos. Desgraciadamente, el aspecto facil y endeble de Memline fue el que imitaron con més frecuencia los artistas menores de la escuela de Brujas y en particular el Maestro de Ja Leyenda de santa Lucia o el Maestro de la Leyenda de santa Ursula. Por lo menos su mejor discipulo, Gerardo Da- vid, supo muy pronto no conservar de él sino los elementos validos para crearse un estilo de la mas alta calidad. [HANS MEMLINC (1435-1494 SANTA. VERONICA. REVERSO DE UN POs. "GO. TRIPTICO DE JUAN FLO. REINS. BRUIAS, HOSPITAL DE SAN IUAN 83 ‘Gerardo David S es injusto con Gerardo David al no ver en: él otra cosa que un con- servador de las viejas tradiciones en.un tiempo en que los talleres de Amberes intentan nuevas aventuras, Se es atin mas injusto limitando sus cualidades a la expresién de la dulzura brujense. En realidad pose mas fuerza que Memline y esta séducido por las nuevas corrientes. Llegado de Holanda, se ha formado muy pronto una sensibilidad bru- jense y ha asimilado en un principio las ensefianzas de Memlinc, Desde su admision a la gilda hasta la muerte de su maestro, no es durante una do- cena de afios sino un ecléctico, perfeccionando. ese oficio académico que une a las lecciones de van Eyck las formulas de Rogerio, de Bouts, de van der Goes. Empieza a liberarse hacia 1497, en la época de la Adoracién de los Magos, de Bruselas. Es posible que haya pasado, hacia 1511, una tempora~ da en Lombardia, pero ya en ese cuadro un poco confuso, donde aparece un sentido plistico vigoroso, se le ve buscar Ia sobria y monumental grandeza de Piero della Francesca, a quien conoce a través de las ensefian- zas de sus maestros y.a quien recuerda en sus obras mejores. Los dos cuadros que narran el Juicio de Cambises, encargados hacia 1491 por los concejales de Brujas y uno de los cuales Heva la fecha de 1498, expresan una personalidad més’ segura. Herodoto cuenta que al juez Sisam- nés, por haberse dejado corromper, le condend el rey Cambises a ser desollado vivo. El hijo del juez, que le sucedié:en el cargo, tuvo qire sentarse sobre la piel curtida de su padre, colocada en el sillon de la justicia, en sim- bolica leecién de integridad. Todos los detalles de la historia aparecen en los dos cuadros, el primero de los cuales muestra sobre todo el arresto de Si- samnés, el segundo su suplicio. Se juzgan mal las condiciones pictéricas, pues las tablas estn cargadas de capas superpuestas de pintura y de es- esos barnices. Al menos, aparte la presencia de decoraciones italianas, pue- de verse el sentido Meno de originalidad de la composicién horizontal, la expresion justa de la perspectiva, la calidad maciza de las formas, la mez~ Gla de realismo y de elegancia. En la escena un poco rigida del arresto, toda la vida se refugia en los rostros. El espanto del juez es sobriamente expre- sado. Basta con un acento de luz sobre los ojos, el movimiento de unos me- 84 ichones de cabello, las cejas alzadas-y un pliegue en Ja frente y en Ja boca Discretamente, contrastan con el verdugo, riistico de rasgos’groseros y asi- métricos, dos rostros puros, admirablemente modelados, muy italianos de estilo y uno de los cuales parece provenir de los cuadros de Botticelli. La, novedad del arte de Gerardo David consiste precisamente en este intento de unir las adquisiciones italianas a las ensefianzas de van Eyck, sefialada por el reflejo de una torre sobre el casco de un soldado. Si se piensa que la ambicién mayor de los pintores del siglo xv1 sera precisamente la de reali- zar en provecho de Flandes una sintesis de las tradiciones nordicas y de las innovaciones de la técnica italiana, podra medirse la audacia de Gerardo David. En la escena del suplicio, en que aparecen las mismas calidades, se es, naturalmente, més sensible al estudio de desnudo que constituye el deso- Mado, a la frialdad sddica heredada de Bouts pero transformada por la nueva forma expresiva que presenta a cada verdugo, ya sea con trazo vigo- 1050, ya fino, entregado a un trabajo artesano de mozo de carniceria cui- dadoso de no estropear la piel. Resulta de una crueldad casi irresistible, pero da fe de una concepcién que preludia los grandes cuadros de Rembrandt. Si nos detenemos a observar los rostros, notamos todavia la reserva en la expresién diversa de los sentimientos, la mezcla integrada por las realistas figuras de los verdugos y el rostro casi rafaelesco de un joven melancélico. No proviene este rostro de Rafael pero si podria ser del Pinturicchio. En esta sobriedad de efectos reside la fuerza de Gerardo David. Tal fuerza se impone hacia 1501-1503 en el cuadro de Londres en que el Canénigo Salviati aparece acompaiiado de los santos Bernardino, Martin y Donaciano y donde los volimenes firmemente modelados hacen mds intensa la serenidad de los seres. Constituye la belleza de Las bodas de Cand, del Louvre, Para medir la aportacién de Gerardo David es preciso comparar este cuadro a los de Memline, a La Cena, de Bouts. El grafismo gotico de éste ha des- aparecido, la interpretacin suelta del espacio se libera de perspectivas in- clinadas; las formas, tratese de naturaleza muerta o de personajes, no son ya en absoluto exiguas. Por otra parte, componiendo por medio de hori- zontes en vez de verticales, Gerardo David alcanza mas netamente que Memlinc lo monumental. La composicién, donde vuelven a encontrarse los motivos iconogréficos tradicionales,es original porque apartandolos del cen- tro inserta los personajes sagrados, de tipo trivial, en un medio colectivo profano. La escena religiosa alcanza la pintura de género reproduciendo un banquete en una rica morada burguesa. Esta concepcién tiene su punto de partida en van Eyck, pero la forma adoptada demuestra una importante evolucién de las corrientes pictérieas. El modernismo de Gerardo David se transparenta hasta en el detalle del hermoso paisaje urbano. 86 GERARDO DAVID (1460-1523): PAISAJE. DETALLE DEA VIRGEN DE LA SOPA DE LECHE. ‘MUSEO DE DRUSELAS. 87 Este modernismo toma otra forma en el gran triptico de Juan de Trom- pes consagrado al Bautismo de Jess y pintado entre 1502 y 1507. Bien con- servado y de aspecto atractivo, el retablo muestra un vasto paisaje que se extiende’en las tres tablas y asocia a los donadores mas apretadamente al tema principal. Juan de Trompes, burgomaestre de Brajas en 1507, lnego recaudador general, es, acompafiado de su hijo, presentado por san Juan Evangelista. Su primera mujer, Isabel van der Meersch, presentada por Isabel de Hungria, se halla acompafiada de sus cuatro hijas. Su segunda mujer, Magdalena Cordier, aparece pintada en el reverso ante una Virgen con el Nifio. Los retratos, el de Magdalena Cordier sobre todo, son muy hermosos. El colorido, con el dominio de los azules y los rojos, es de una gran lumino- sidad. La capa del angel indica una preocupacion eyckiana por el virtuo- sismo en los efectos de las suntuosas telas, Pero lo mejor del retablo lo constituye el paisaje. El sentimiento de la naturaleza es, por su amplitud y sus matices, de una calidad completamente nueva. Hallamos, es cierto, como en van Eyck y Thierry Bouts, la vegetacion pintada minuciosamente, hoja por hoja, la preocupacién del botanico por caracterizar perfectamente las especies, por distinguir la haya del castaiio, por cincelar las flores, iris, adormidera, sello de Salomén, fresera. Pero bajo la suave luz del atarde- cer, con un arte exquisito de la perspectiva aérea he aqui por primera vez los grandes bosques, las masas de ramajes, los sotos hendidos por una gran abertura que conduce la mirada hacia un hermoso horizonte de colinas, de rincones ciudadanos, de ‘rocas dominadas por un castillo. Los tonos verdes y ocres tienen finos matices. Del conjunto emana una deliciosa im- presién de frescura, No nos ofrecen ya la vision de la tierra como un paraiso donde los sortilegios de la luz brindan en su més simple detalle la impresion de una maravilla. Nos proponen la poesia de un paisaje plausible y de natu- ral organizacién expresado por un pintor a quien ese paisaje emociona. A Gerardo David le ha ocurrido, por otra parte, pintar en el reverso de los postigos de una Natividad dos puros paisajes de bosque y de rio llenos de grandeza. El colorido verde oscuro es el mismo de la penumbra himeda del interior de un soto; los grandes troneos de los Arboles, los ramajes, de un movimiento exacto, revelan por primera vez el misterio y la paz de una arboleda. Pero la obra maestra de Gerardo David es La Virgen entre las virge- nes, del Museo de Ruan, cuadro de 1509. Una primera idea del tema halla- se hacia la misma época en unos Desposorios de Santa Catalina, de la Na- tional Gallery. La Madona, las santas Catalina, Barbara y Magdalena, el canénigo Ricardo de Capelle estan rodeados de un muro bajo el que trepa una parra cargada de hermosos racimos. El vigor plistico traduce una rea- 88 lidad humana que se nota més intensa en el cuadro de Ruan. Para este tema clisico de la «sacra conversacions, el arte de Gerardo David se ha des- prendido casi totalmente del estilo de Memlinc, Con su dulzura y su calma nos conduce hacia otro mundo, Aqui triunfa ante todo, a pesar dela cons- truccion triangular, la linea horizontal. El decorado ha desaparecido para centrar todo el interés en las figuras y, sobre el fondo neutro son los volii- menes plenos de los personajes y su habilidosa distribucion los que cons- tituyen el espacio. Como Memlinc, Gerardo David conserva la rigurosa simetria matizada solamente por la diversidad de las actitudes. Esta sime- tria esta en la distribucién de las masas, afirmada por la colocacién de la Virgen y de los dos angeles que la enmarean; esta también en Ia armonia de los acordes coloristicos. Realzada por la claridad de las vestiduras de los Angeles y subrayada por el tono rojo del asiento, la vestidura azul obscuro de la Virgen aporta la nota fundamental. Al azul del traje de Dorotea, al rojo claro del de Catalina, al verde obscuro del ropaje de Inés a diestra, responden a siniestra el castaiio anaranjado del traje de santa Genoveva, el verde del de santa Barbara, el rojo oscuro del de santa Lucia. Pero ——y esto nos aleja de Memlinc — el sentido de lo humano se impone al fervor religioso y la fuerza monumental a la ternura. Las figuras, de un gran peso, estan bien modeladas y el amplio drapeado de los ropajes acentiia su corporeidad. La familia del pintor, donante del retablo, se mezela estrechamente al conjunto de los personajes sagrados y los retratos no se distinguen de las efigies santas que, excepto Ja de santa Catalina, de tipo tradicional, respiran vida. Asi, por medio de esos dos grandes cuadros, la naturaleza y el hombre, conyertidos en objetos principales de la inspiracién artistica, hacen su en- trada decisiva en la pintura del Norte. Juan van Eyck habia dicho mucho, pero la visién ha cambiado. El asombro ante el misterio de las criaturas de la tierra, obra e imagen de Dios, se ha transformado en una simpatia mas profana y mas fraternal por la belleza de los seres y de las cosas. El hombre se libera de las tradiciones, se siente un valor nuevo y mira en torno de si con sus ojos de hombre y de artista. En esto muestra Gerardo David que, sin recurrir a préstamos formales, ha sido ya alcanzado por el hilito del Renacimiento del siglo xvr. Asi, después de haber pintado algunas obras de una grandeza mas es- cueta todavia, Gerardo David reside en Amberes, toma contacto a partir de 1515 con las innovaciones de Quintin Metsys y de Patenier y gracias a una evolucién nueva acentia su modernismo en obras de tranquilo espi- ritu, Entonces el paisaje acoge a la anécdota. En Descanso en Egipto, del Museo de Lisboa, da una sensacién més viva del aire libre. Se abandona la profundidad de los bosques para hallar los calveros, los Hanos cultiva- 89 GERARDO DAVID 14s0:5%5) FRAC ‘MUSEO MUNICIPAL GERARDO DAVID (146041523) LAS BODAS DE CANA, FRAGMENTO, ‘MUSEO DEL LOUVRE, er dos. La figura de la Virgen conviértese en imagen de ternura viva y feliz. Gerardo David no ve ya en la Madona, como le ocurria atin en el cuadro de Ruan, la noble efigie de la Madre de Dios: evoca la galanura espiritual, las tiernas atenciones de una madre joven hacia su criatura. La Virgen de Lishoa juega de veras con su hijo, al que tiende un racimo de uvas. En los rostros de las Virgen de la sopa de leche, pintadas hacia 1520, hay algo de los trazos, del modelado, del claroscuro de Leonardo de Vinci. El motivo religioso se ha transformado en escena de la vida familiar, anuncio de los futuros cuadros de género. Uno sonrie ante la torpeza del Nifio, la tierna aplicacién de la madre, el motivo anecdético de la vasija de papilla, el en- canto ingenuo y auténtico de un momento de la vida cotidiana. Sin embar- go, Ja grandeza no esta excluida de todo eso. Gerardo David construye sélidamente un euadro. El vaso de flores, el jarro del angulo superior izquier- do responden a la naturaleza muerta del Angulo inferior derecho. La com- posicién en diagonal coloca de un lado una gran masa Ilena, del otro una superficie mas vacia. Pero la ventana abierta enmarcando un admirable paisaje tratado con la franca audacia de ciertos paisajes de Matisse, resta- blece el equilibrio y prolonga, con Ia poesia de la naturaleza, la poesia de la morada, He aqui el despertar de la aurora del Renacimiento. ¥ sin duda, junto a Gerardo David, los uiltimos brujenses: Isembrandt, el Maestro de Ia Co- 1 fradia de la Santa Sangre, Adriano Benson-o Juan Provost parecen pin- tores de menor valor, muy ligados a la antigua tradicién. Pero también clos preparan a su manera Ja aparicion de un sentimiento nuevo de la pintura, Gerardo de San Juan van Saint Jans, nacido seguramente en Leyde hacia 1460, en actividad en Haarlem hasta alrededor del 1495 y discipulo de van Ouwater, la naturaleza y el hombre son, a través de los temas religiosos, objeto de una curiosidad enteramente fresca. Basta con contemplar la Virgen y el Nifio, del Museo de Berlin, con sus brillantes fue- gos de vivo bermellon, para encontrar esa intimidad, esa ternura de la ma- dre que sostiene delicadamente a su criatura mientras ésta juega con una aguilefia. El San Juan Bautista del Museo de Berlin nos presenta, por otra parte, un sentimiento de la naturaleza del todo cercano al de Gerardo Da- vid. Sin embargo, el paisaje, mds alegre, tiene el encanto refinado de los tapices representando verdes parajes en que los bosques y los rios se ani- man de amables motivos selvaticos: conejos, ciervos, pajaros. El santo, con la mejilla apoyada en una mano, parece menos entregado a la medita~ cién sobre la divinidad que al encanto del retiro. Ese sentido de la anéedota pasa a ser en otra parte un naturalismo fabuloso Mevado al patetismo o a la caricatura. Se le percibe en los personajes de La resurreceién de Lazaro, del Louvre, 0 en las dos tablas de Viena, resto de un gran triptico pintado para los Caballeros de San Juan; una de las tablas representa diversos epi- sodios de la Leyenda de San Juan y la otra un Descendimiento de la Cruz. Alli unos sepultureros, preludio de las imagenes de Quintin Metsys, como aqui la salvaje escena del Calvario, en que los soldados entierran a los la- drones, atestiguan una inclinacién hacia la escena de género expresionis- ta, hecho nuevo en la pintura. Algo del arte de Jerdnimo Bosch se descu- bre en estos motivos, como en el cortejo de los reyes de la Adoracién de los Magps, de Praga. A veces el pintor llega hasta la grandiosidad bravia; tal ocurre en el Cristo sangrante, portador de la Cruz, en el cuadro de Utrecht. Es que, en efecto, no sdlo hay en Gerardo de San Juan un pintor de aire libre y un artista refinado. Como Gerardo David, Gerardo de San Juan cono- ce las formas monumentales, el modelado sobrio, vigoroso a veces hasta una voluntaria dureza, Todo permite creer que fue formado por tallistas. Los voltimenes evocan casi siempre los planos netos, las aristas agudas, el pulido, Ja talla franca de las esculturas en madera. La Madona de Berlin es el ejemplo ms acabado, pero esta caracteristica puede verse también en el San Juan Bautista, de Berlin, en todas las figuras del Cristo, de Utrecht, en 93 94 (GERARDO DE SAN JUAN (1460-1495): SAN JUAN BAUTISTA. ‘MUSEO DE BERLIN GERARDO DE SAN JUAN (1460-495): GLORIFICACION DE LA VIRGEN, \VIERHOUTEN. COLECCION D.G. VAN BEUNINGEN, el san Juan del Descendimiento de la Cruz, de Viena y en la Adoracién, de Londres, Ese rigor, vecino del de Fouquet, tal vez procede también de los florentinos, El dibujo de las manos adquiere con mucha frecuencia un exal- tado valor dramatico. ‘Al mismo tiempo el modernismo se afirma en la eleccién de los colores raros y finamente matizados, en los efectos uminosos. La Natividad, de Londres, imagen nocturna, esta iluminada por diversos veneros de luz ar- tificial © sobrenatural que producen extraiias fulguraciones. El Nifio res- plandeciente, los angeles, el rostro y las manos de la Virgen, colocados en plena claridad, toman valores vidriosos y translicidos, mientras que san José, en la penumbra, adquiere una misteriosa profundidad de’ ex- presion. ‘Aqui también Jeronimo Bosch est prefigurado, pero con él Lucas de Leyde. Esta rebusca roza a veces, como en la Glorificacion de la Virgen, de la coleccién Beuningen, el preciosismo. La Madona, de un dibujo curioso, de rostro bastante brutalmente tallado, cubierta por un manto carmesi, esta situada dentro de un nimbo de gloria refulgente que se pierde en la obscuridad; y dentro de esta sombra y de esta luz pasan los sngeles vistos como.en un trabajo de filigrana. Este pintor que crea en los cuadros de Viena los primeros retratos co- ectivos realistas de Holanda, es también un buen testigo del estremecimien- to nuevo experimentado por la pintura a fines del siglo xy. Su rigor y su refinamiento, su ingenuidad y su espiritu positivo, su ciencia y su misterio, cuya dosificacién es holandésa, prolongados con variantes por el Maestro de la Virgen entre las Virgenes, el Maestro de la Sibila de Tibur, el Maestro del retablo de san Juan, van a influir por conducto de Mostaert, de Juan Soest, del Maestro de Delft, en todo el arte flamenco del siglo xvi y ante {odo én el estilo de Jacobo Cornelisz, de Engelbrechtsz y de Lucas de Leyde. Ellos hacen menos insélito el arte extrafio de Jeronimo Bosch, cuya apa- ricién es, sin embargo, la mayor sorpresa del agonizante siglo xv. 96

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