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Cuadro: Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú

En 1866, Perú y Chile encabezaron una alianza sudamericana contra la


poderosa escuadra española. Un controvertido tratado de paz, una
revolución, el suicidio de un comandante, un combate naval en el que
futuros enemigos lucharon juntos, el bombardeo de un puerto indefenso y
la heroica defensa del Callao, fueron algunos de los episodios de este
conflicto, cuyo evento más recordado es el Combate del 2 de mayo.
Resumen

- A inicios de agosto de 1863, un incidente en la hacienda de Talambo (La


Libertad), en el que murió un español, desató un conflicto con el gobierno
de España.

- En abril de 1864, una flota de la armada española que transportaba a una


expedición científica por aguas americanas ocupó militarmente las islas
Chincha.

- Bajo la presión de un ultimátum, el gobierno peruano, presidido por el


general Juan Antonio Pezet, suscribió el Tratado Vivanco-Pareja en enero
de 1865, el cual motivó una revolución encabezada por el entonces
coronel Mariano Ignacio Prado.
- Entre otras cosas, este tratado comprometía al Perú a pagar una deuda a
España por la guerra de independencia, perdida por este último país.

- Una vez en el poder, Prado suscribió una alianza con Chile y declaró la
guerra a España. A la alianza luego se unieron Bolivia y Ecuador.

- El 31 de marzo de 1866, la escuadra española bombardeó el indefenso


puerto de Valparaíso, destruyéndolo parcialmente.

- El 2 de mayo de 1866, se produjo el enfrentamiento entre la escuadra


española y las defensas del Callao.

- Los españoles abandonaron el litoral peruano y no se cumplió con el


Tratado Vivanco-Pareja.

Antecedentes

El 10 de julio de 1863, llegó al Callao una flotilla de la armada española


conformada por las fragatas Resolución, Triunfo y la goleta Covadonga.
Estas naves estaban bajo el mando del almirante Luís Hernández Pinzón y
conducían una comisión científica que desde el año anterior venía
recorriendo diversos países americanos. Ese mismo mes, la flotilla
española zarparía del Perú para seguir recorriendo el continente, pero
volvería en diciembre y, luego, sería parte fundamental del conflicto entre
Perú y España.
(Luis Hernández-Pinzón Álvarez. Imagen: Wikimedia Commons)

En el Perú, gobernaba interinamente el general Pedro Diez Canseco,


debido al fallecimiento del presidente Miguel de San Román. Diez Canseco
era segundo vicepresidente y esperaba la llegada del primer
vicepresidente: el general Juan Antonio Pezet, en Francia por motivos de
salud, quien llegó al Perú el 5 de agosto de 1863.
(Juan Antonio Pezet. Imagen: Wikimedia Commons)

El día anterior a la llegada de Pezet, se produjo un incidente con graves


consecuencias en la hacienda de Talambo, Pacasmayo. El hacendado
peruano, Manuel Salcedo, tenía problemas con los trabajadores españoles
que había contratado. Estas disputas derivaron en un enfrentamiento
armado en el que hubo heridos y muertos en ambos bandos, entre ellos un
ciudadano español de apellido Ormázabal.
(Miembros de la llamada Comisión Científica del Pacífico. Foto:  Rafael
Castro y Ordóñez)

Este hecho motivó a la corte de Madrid a enviar a un diplomático con el


sorprendente título de “comisario regio” (cargo de la época del virreinato),
con la misión de pedir reparaciones por la muerte y heridas de sus
compatriotas. 
(Islas Chincha, ubicadas al norte de la Península de Paracas a unos 19. kms
de la costa. Autor: Mariano Felipe Paz Soldán)

El comisario regio fue Eusebio Salazar y Mazarredo, personaje


que exacerbó el conflicto. De acuerdo con el capitán de fragata
chileno Luis C. Escobar Doxrud, Salazar “tenía una verdadera obsesión por
recuperar Gibraltar”, territorio en la península ibérica bajo control británico
desde 1704. Este deseaba recuperar Gibraltar pagando a los ingleses unos
15 o 20 millones de duros (moneda de la época), que pretendía “conseguir
vendiendo el guano de las islas Chincha”.
(Eusebio Salazar y Mazarredo. Imagen: La Ilustración Española y
Americana)

El 14 de abril de 1864, la flota de la expedición científica ocupó militar y


sorpresivamente las islas Chincha, principal centro productor de guano del
Perú. Allí, los españoles capturaron a la guarnición de 150 soldados de la
marina peruana y la barca Iquique, con su tripulación de 65 hombres. A
continuación, el gobierno español reforzó su escuadra con el envío a
aguas peruanas de las siguientes naves: las fragatas Blanca, Berenguela y
Villa de Madrid, la goleta Vencedora y el blindado Numancia, uno de los
barcos más poderosos del mundo en esos años.

Ante esta situación y bajo la presión de un ultimátum, el gobierno de Pezet


tuvo que suscribir el llamado Tratado Vivanco-Pareja el 27 de enero de
1865. En nombre de España, firmó el jefe de la escuadra, el almirante José
Manuel Pareja (quien había reemplazado a Hernández Pinzón); y en
nombre del Perú, el entonces ministro de Guerra, Manuel Ignacio de
Vivanco. Mediante dicho tratado, España se comprometía a abandonar las
islas guaneras de Chincha, pero a cambio de que el Estado peruano, entre
otras cosas, pagara una indemnización por los gastos que a España le
había causado el conflicto y los gastos por la guerra de independencia
que, 40 años antes, el Perú se había comprometido a cancelar.

Resulta que, tras la victoria independentista en Ayacucho (1824), el


Ejército Libertador comprometió al Estado peruano a pagar a España
gastos por la guerra que el país europeo había perdido. Tal compromiso
estaba estipulado en la llamada Capitulación de Ayacucho, el tratado
suscrito con España tras la batalla del mismo nombre y que selló la
independencia del Perú.

(José Manuel Pareja. Cuadro: Museo Naval de Madrid)

La revolución de Prado

El Tratado Vivanco-Pareja generó la indignación popular, motivando una


revolución encabezada en Arequipa por Mariano Ignacio Prado y en
Chiclayo por José Balta (ambos posteriormente fueron presidentes del
Perú). El gobierno de Pezet cayó el 6 de noviembre de 1865, con lo que
Diez Canseco volvió a ejercer la presidencia interinamente. Sin embargo,
Diez Canseco no declaró la guerra a España, puesto que ello correspondía
al Congreso, de acuerdo con el artículo 59 de la Constitución de 1860. Diez
Canseco también se negó a asumir poderes dictatoriales, como se lo
había pedido el ejército.

(Mariano Ignacio Prado. Imagen: El Museo Universal)

El descontento hacia la política de Diez Canseco frente a España condujo


a que Prado accediera al poder. Según el capitán de navío José Valdizán
Gamio, autor de los tomos III y IV de Historia Naval del Perú, el 25 de
noviembre de 1866 se celebró una “reunión concurridísima en la Plaza de
Armas de Lima y en su Municipalidad”, en la cual “se proclamó en
comicios populares a Prado como dictador”.
El 5 de diciembre, el Perú suscribió una alianza con Chile (ya en guerra con
España desde setiembre), y el 14 de enero de 1866 se le declaró la guerra
a España. El 30 de enero de ese año, se adhirió Ecuador y, el 22 de marzo
de 1866, Bolivia, conformándose una cuádruple alianza que implicó que,
desde el cabo de Hornos hasta Guayaquil, la escuadra española no tuviera
dónde abastecerse y descansar.

Guerra Hispano Sudamericana (1865-1866)


El 26 de noviembre de 1865, la goleta española Virgen de Covadonga fue
capturada por la goleta chilena Esmeralda, capitaneada por Juan Williams
Rebolledo. Días más tarde, al enterarse de este suceso, el jefe de la
escuadra española, José Manuel Pareja, se suicidó y fue reemplazado por
el capitán de navío Casto Mendez Núñez.

(Retrato de Casto Méndez Núñez. Autor: Pascual Serra y Mas)

Meses después, el 07 de febrero de 1866, ocurrió el Combate de Abtao en


el archipiélago de Calbuco, al sur de Chile. Las fragatas españolas Villa de
Madrid y Blanca se enfrentaron a una escuadra peruano-chilena
que esperaba allí la llegada desde Europa del Huáscar y la Independencia,
naves recientemente compradas por el gobierno peruano.

La escuadra aliada estuvo conformada por seis barcos, todos inferiores a


las dos naves españolas. Del Perú, estaban las corbetas gemelas Unión y
América (compradas durante el gobierno de Pezet en previsión a esta
guerra) y la fragata Apurímac. El Perú también había contado con la
fragata Amazonas, pero naufragó días antes y quedó varada en punta
Quilque, al sur de Abtao. Chile contaba con la goleta Covadonga,
recientemente capturada a los españoles, y los vapores Lautaro, que había
sido obsequiado por el Perú a Chile y se encontraba inutilizado por un
accidente en sus calderas, y el transporte Antonio Varas. Este combate no
tuvo resultados determinantes en la guerra, en palabras del historiador y
jurista Enrique Chirinos Soto:

“La escuadra aliada lo es apenas de nombre. Todos los buques son


peruanos (...) con excepción de la Covadonga, recién capturada por los
chilenos.”

(Retrato de Manuel Villar. Autor desconocido.)

En esta guerra, los oficiales de las armadas del Perú y Chile se conocieron
y combatieron juntos, sin saber que 13 años después se enfrentarían en la
Guerra del Pacífico. Por ejemplo, mientras que Miguel Grau capitaneó a la
Unión, el capitán de la Covadonga fue Manuel Thomson, quien moriría en
la cubierta del Huáscar (ya en manos chilenas desde Angamos) durante el
combate naval de Arica del 27 de febrero de 1880.

ENTÉRATE DE MÁS:  El combate de Angamos, el día que el Perú perdió al


Huáscar
(Cuadro sobre el bombardeo de Valparaíso. Autor:  William Gibbons)

El 31 de marzo de 1866, la escuadra española bombardeó el principal


puerto de Chile: Valparaíso. Este puerto, no poseía defensas y tenía
propiedades de ciudadanos de países neutrales. Es por ello que los jefes
de las armadas de Estados Unidos e Inglaterra en el lugar amenazaron a
Casto Mendez Núñez con atacar a la flota española si esta procedía con el
bombardeo. Ante tal amenaza, el jefe de la escuadra española manifestó
que cumpliría con las órdenes de su gobierno, agregando que:

“La reina, el gobierno, el país y yo preferimos más tener honra sin


barcos que barcos sin honra.”

Luego de destruir Valparaíso, la armada española se dirigió al Perú para


hacer lo mismo con el puerto del Callao. En total, Casto Mendez Núñez
comandaba 10 barcos: las fragatas Numancia, Blanca, Villa de Madrid,
Resolución, Berenguela, Almansa, la goleta Vencedora y los vapores
auxiliares Marqués de la Victoria, Matías Cousiño y Paquete de Maule
(estos dos últimos capturados a los chilenos). De acuerdo con Enrique
Chirinos Soto:
“La Numancia es, a la sazón, uno de los más famosos navíos del
mundo. Desplaza siete mil toneladas. Es blindado o acorazado. (...) Los
buques recién adquiridos por el Perú, y que todavía no han llegado,
apenas desplazan dos mil toneladas, dos mil toneladas la
Independencia, y mil cien el Huáscar.”

(Fotografía de la Numancia. Fuente: Wikimedia Commons)

De las tres naves españolas que llegaron inicialmente con la “comisión


científica”, solo quedaba la fragata Resolución. Esto es porque la fragata
Triunfo se perdió en un incendio accidental en las islas Chincha, a fines de
noviembre de 1864, y la goleta Covadonga había sido capturada por los
chilenos en la acción naval de Papudo, a fines de noviembre de 1865.

La fecha que Casto Mendez Núñez escogió para el ataque al Callao fue el
2 de mayo. Esa fecha, conmemora el levantamiento del 2 de mayo de
1808, día en que los madrileños se sublevaron contra el dominio que
Napoleón había impuesto en la península Ibérica. Aquel levantamiento,
que fue duramente reprimido al día siguiente y posteriormente
inmortalizado por los cuadros de Francisco de Goya, dio inicio a la guerra
de independencia española contra la ocupación francesa.
("El dos de mayo de 1808 en Madrid" y "Los fusilamientos del tres de
mayo", cuadros de Goya)

La preparación del Callao para el combate

De acuerdo con Jorge Basadre, en conjunto, los cañones de la escuadra


española sumaban 245 piezas; podían usar 122 cañones a la vez, debido a
que los barcos de aquel tiempo disparaban de costado. A este poder
ofensivo se oponían, en total, 45 cañones peruanos, ubicados en los pocos
barcos disponibles, los fuertes, las baterías y las torres instaladas para la
defensa del Callao.

Los fuertes eran el Ayacucho y el Santa Rosa (posteriormente destruidos


en la Guerra con Chile). Estos, originalmente, se llamaban San Miguel y
San Rafael y eran las fortificaciones auxiliares del Real Felipe, que también
fue renombrado “Castillo de la Independencia”.

Las baterías (conjuntos de piezas de artillería protegidas por sacos de


arena) se ubicaron en puntos estratégicos del puerto. Finalmente, estaban
las llamadas “torres” Junín y La Merced, que, en palabras de Basadre, eran
“simples armazones de fierro que montaban algunos de los más eficaces
y poderosos cañones de la plaza”.
(Réplica de la Torre de La Merced, en La Punta. Foto: Robert Cutts)

De acuedo con el capitán de fragata Fernando Romero Pintado (1934-


1996), autor del tomo VIII de la “Historia Marítima del Perú”, las defensas
del Callao se extendían desde media milla al este del extremo de la
península Chucuito-La Punta hasta una milla y cuarto, aproximadamente,
al Sur de la desembocadura del río Rímac.

Como podemos ver en el mapa de arriba, el norte era defendido por el


Fuerte Ayacucho, las baterías Independencia, Blakely y Pichincha y la Torre
Junín. El sur era defendido por el Fuerte Santa Rosa, las baterías Maipú,
Chacabuco, Abtao y Chalaca y la Torre La Merced. Asimismo, estaba el
batallón Zepita a cargo de una batería, en la zona de la Mar Brava, en caso
de un improbable desembarco español.

(Batería Maipú. Foto: Wikimedia Commons)

Las defensas peruanas a flote se ubicaban al centro, protegiendo los


muelles, y constaban solo de cinco pequeños buques: las goletas Loa y
Tumbes (lo dos más grandes) que sirvieron de baterías flotantes; el
monitor Victoria, con un solo cañón de torre giratoria; y los auxiliares
vapores Sachaca y Colón, con artillería menor. De estos, solamente al Loa
y al Victoria se les había instalado un improvisado blindaje de rieles y de
planchas de hierro como protección.
(Cañón del Pueblo. Foto: Colección Elejade. PUCP)

Tras las naves, estaba el “Cañón del Pueblo”, uno de los 5 cañones Blakely
de los que se disponía, denominado así porque se presentaron más de 10
mil voluntarios para instalarlo. Según Basadre, “se vio trabajar con barro,
arena y piedras a gente de levita y guantes”. Esta pieza estuvo instalada en
24 horas y, de acuerdo con Romero Pintado, fue confiada a “veintiséis
jefes, oficiales y funcionarios navales que estaban en el retiro, pero que
deseaban participar en la lucha con los buques españoles”.
(Cañón del Pueblo en la actualidad. Foto:  ANDINA/Juan Carlos Guzmán
Negrini)

La movilización y el entusiasmo fueron generales. Según Basadre, las


casas “estaban engalanadas con banderas”; con antiguos caudillos
militares, como José Rufino Echenique, expresidente del Perú, y Antonio
Gutierrez de La Fuente, expresidente interino y exalcalde de Lima, se
formó un decorativo Consejo de Guerra de Oficiales Generales; también
hubo otros jefes en puestos ínfimos, vestidos de gala, confundidos con el
pueblo; los presos políticos y los militares del derrocado expresidente
Pezet que habían sido borrados del escalafón (jerarquía de rangos
militares) pidieron un lugar en el combate; los jóvenes y colegiales que no
encontraron cabida en el ejército o en la marina, se organizaron en
compañías de bomberos. Asimismo, en los preparativos de defensa y
ataque, participaron extranjeros, mientras que las mujeres, incluyendo a
las de los conventos, se dedicaron a hilar y coser para el ejército. El
entonces dictador Prado proclamó: “Nuestra causa es la causa de toda
América; defendemos el honor y la libertad de un continente”.
(José Gálvez, político liberal y héroe del Combate del 2 de Mayo. Fuente:
Colegio de Abogados de Lima)

El Combate del 2 de mayo

A las 11 y cuarto de la mañana del 2 de mayo de 1866, las naves


españolas se aproximaron a las defensas del Callao en formación de V. El
ataque era inminente. José Gálvez, secretario de Guerra ubicado en la
Torre de La Merced, ordenó que se dejase a los buques españoles
empezar el ataque.

Al respecto, Basadre recoge el testimonio del general Juan Norberto


Eléspuru, artillero de la Torre de La Merced durante aquella jornada. Según
Eléspuru, al preguntársele si deberían abrir fuego antes que la escuadra
española, Gálvez respondió: "¡No! ¡Justifiquemos nuestra causa!".

A las 12, la Numancia lanzó el primer disparo. Al segundo cañonazo


enemigo, según menciona Enrique Chirinos Soto, Gálvez gritó: “Españoles:
aquí os devolvemos el Tratado del 27 de enero”, y la Torre de La Merced
disparó, seguida de las demás baterías peruanas.

(Óleo del sector defensivo de La Punta-Chucuito. Museo Histórico Militar)

Al primer tiro del Cañón del Pueblo, este se desmontó y sus operadores
buscaron otras posiciones. Por su parte, a los 55 minutos, se produjo una
explosión en la Torre de La Merced que mató a 27 personas, incluyendo a
Gálvez, considerado el héroe de este combate. Según Basadre: “Esta
catástrofe no abatió a los defensores del Callao”. En la explosión de la
Torre La Merced también cayó mortalmente herido el coronel Toribio
Zavala y la Puente, quien era hermano del propio ministro de Marina de
España, Juan Zavala y la Puente. Tanto Toribio como Juan Zavala y la
Puente eran limeños de nacimiento, hijos del marqués de Valle-Umbroso;
sin embargo, tras la guerra de independencia, Juan Zavala partió a España,
donde continuó su carrera militar de forma paralela a la de su hermano
Toribio, quién permaneció en Lima junto a sus otros hermanos. Otro en
fallecer en la Torre La Merced fue el teniente Domingo Nieto, hijo del
mariscal del mismo nombre. Se discute si la explosión de la Torre de La
Merced fue por un disparo de alguno de los barcos españoles, por una
bomba que se deslizó dentro de la misma torre o por un disparo accidental
de la batería Zepita, ubicada en su retaguardia.

Otro héroe fue el niño de siete años Enrique Delhorme. Cuenta Basadre
que, durante el fragor del combate, este se lanzó sobre una bomba
enemiga que iba a estallar, exclamando “¡Viva el Perú!” y arrancándole la
espoleta encendida, con lo cual salvó a varios, incluido él mismo. Por ello,
fue premiado con una pensión del Estado y una beca en el Colegio Militar.
Enrique Delhorme cayó combatiendo tiempo después, a los 22 años,
durante la Guerra con Chile, precisamente en la Batalla de San Juan, el 13
de enero de 1881.

("El Combate de el Callao". Cuadro de Rafael Monleón y Torres)

Por su parte, dos de las fragatas españolas sufrieron serias averías y por


ello tuvieron que abandonar el combate, mientras que un impacto en la
Numancia dejó gravemente herido al jefe de escuadra española Casto
Mendez Nuñez. Asimismo, explotaron dos minas submarinas (en aquel
tiempo denominadas "torpedos"), que, en palabras del historiador
Fernando Romero Pintado, “levantaron en el aire columnas de agua de al
menos 150 pies de altura” haciendo retroceder a la escuadra española.
(Casto Mendez Núñez herido en la Numancia. Óleo de Antonio Muñoz
Degrain)

A las 4:40, la Numancia dio la señal de retirada. De acuerdo con Romero


Pintado, esto se debió a “la extenuación de su personal y al agotamiento
de su munición”, lo que “fue placenteramente recibido por la defensa
peruana, cuyo cansancio debió ser mayor”, debido a que los artilleros no
se apartaron de sus piezas durante cuatro horas y media, mientras los
españoles “tuvieron ciertos respiros cuando sus buques cambiaban de
costado”.
Para estos momentos, la nave española Villa Madrid ya había abandonado
el combate remolcada por la goleta Vencedora. También se había retirado
la fragata Berenguela, inundada y empezando a recostarse sobre su
babor (lado izquierdo). Desde las tres de la tarde, únicamente habían
estado batallando la Numancia, la Resolución, la Almansa y la Vencedora.
Sin embargo, según Basadre, “la Resolución se retiró con serios
desperfectos y la Almansa con agua y un incendio a bordo”. Por su parte,
los cañones peruanos siguieron haciendo fuego hasta que las naves
españolas quedaron fuera de su alcance.

Si bien tanto el Perú como España se atribuyen la victoria, autores


peruanos como Romero Pintado, Jorge Basadre y Enrique Chirinos Soto
coinciden en que esta correspondió al Perú. España no obtuvo los
resultados que había buscado: no consiguió destruir el puerto ni acallar la
baterías del Callao, a excepción de la Torre La Merced. La baterías
peruanas quedaron en condiciones de reanudar el combate, a diferencia
de la escuadra de Casto Mendez Núñez. Asimismo, los españoles no
volvieron a ocupar las islas Chincha ni se cumplió con el Tratado Vivanco-
Pareja. De acuerdo con Romero Pintado, fue una victoria peruana porque:

“No recibimos el ‘castigo’ con que se nos había amenazado y (...) la


fuerza naval española no renovó el ataque, retirándose de nuestras
costas, que era lo que habíamos buscado en el encuentro.”

En palabras del español Carlos Martínez de Campos y Serrano (1887-


1975), duque de la Torre, teniente general y miembro de la Real Academia
de la Historia de España, la gesta de Casto Mendez Núñez “consistió,
sencillamente, en realizar una campaña sin objeto ni objetivos y en quedar
perfectamente sin victorias…”.

Finalmente, es importante tener presente al derrocado Juan Antonio Pezet,


ya que bajo su gobierno se armó al país con la compra de las corbetas
Unión y América, utilizadas en Abtao; el monitor Huáscar y la fragata
Independencia, que llegaron después de la guerra; y los cañones que
defendieron el Callao en aquel combate, los cuales, años después,
volverían a defender el puerto durante la Guerra del Pacífico (1879-1883).
Al respecto, Pezet declaró más tarde:

“Esos buques que por sí solos forman la escuadra aliada, esos cañones
que hicieron huir del Callao al pabellón español no fueron fabricados
por el patriotismo del gobierno dictatorial, sino pedidos a Europa por
mí”.

Más de 13 años después del Combate del 2 de Mayo, el Perú y España


firmaron la paz mediante el Tratado de París del 14 de agosto de 1879. En
este contexto, el Perú se encontraba ya en otro conflicto. Chile, principal
aliado del Perú en la Guerra contra España, había declarado la guerra a los
gobiernos del Perú y de Bolivia el 5 de abril de aquel año. Casi todo el
material bélico utilizado en la Guerra Hispano-sudamericana, algo
obsoleto para el año 1879, se utilizó contra un Estado chileno que para
esas fechas había modernizado su poder bélico. Por ejemplo, las fragatas
blindadas chilenas Blanco Encalada y Lord Cochrane se construyeron en
1875, y eran más modernas y poderosas que el monitor Huáscar y la
fragata blindada Independencia, naves construidas 10 antes.

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