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Creo que una de las mejores definiciones está dada por vía de metáfora en un
antiguo proverbio taoísta: “Si te identificas con el leño, cuando lo hachen serás
cortado“. Identificarse implicaría “fijar la identidad” en eso que no soy: fijo mi
identidad en objetos externos (que si pierdo o no llego a alcanzar me generan
sufrimiento); fijo mi identidad en roles (que si ya no puedo ejercer me dejan al
desnudo, o para sostenerlos hipoteco mi salud); fijo mi identidad en contenidos
internos (emociones, pensamientos, sensaciones…) que son mutables,
impermanentes, como las vaporosas nubes lo son respecto del cielo.
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Considerémoslo de esta manera: nuestra esencia (el Sí Mismo al cual aludía Carl
G. Jung) encarna para vivir la experiencia humana, como lo señalan tradiciones
espirituales de diversos tiempos y culturas. Al nacer va siendo obstruida por
múltiples condicionamientos: va quedando dormida, como la princesa de
diferentes cuentos antiguos. El príncipe valiente deberá, con su espada, abatir
todo obstáculo, llegar hasta ella y, con un beso, despertarla nuevamente.
Para que ese despertar sea posible el camino implicará, en un continuo proceso,
darse cuenta de nuestra identificación con esto o lo otro… y procurar
desidentificarnos: redescubrir la naturaleza impermanente de los estados
internos y de la realidad toda, y nuestra propensión a aferrarnos a esto y
aquello, aferramiento que solo puede producir dolor.
Para ser sabio no hace falta estar en una ermita en medio de la montaña; el
monasterio más arduo puede ser la vida común, ejerciendo en medio de ella un
propósito permanente de discernimiento y de desidentificación; eso implicará el
reconocimiento vivencial de nuestra esencia respecto de sus condicionamiento:
del cielo respecto de las transitorias nubes, de lo inmutable respecto de lo
impermanente.
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Ojalá haya podido ser, aunque sea un poquito, clara en un tema que es tan
hondo de abarcar, pues es la clave de la libertad. Y con la misma honestidad con
que ni hace falta que diga que no estoy iluminada (¡con tanto “maestro” suelto,
por si acaso vale la pena aclararlo!), también puedo decir que el propósito de la
práctica de la desidentificación es mi norte cotidiano desde mis 17 años de
edad.