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Tema 5 Desarrollo y Globalización 2
Tema 5 Desarrollo y Globalización 2
AUTOR:
RUBÉN DARÍO UTRIA1
E-mail:
rutria@cable.net.co
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Ex Asesor Internacional de la CEPAL/Naciones Unidas en Planificación del Desarrollo Nacional por más de 20 años.
Colombiano, Miembro de Número de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas y Vicepresidente de la
Asociación de Economistas de Latinoamérica y el Caribe. Ex Consultor ocasional del Banco Mundial y el BID y ex
profesor del Instituto de Planificación Económica y Social de las Naciones Unidas y en varias universidades nacionales
y del extranjero.[rutria@cable.net.co]
R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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ABSTRACT
Ante este adverso panorama, corresponde a la región iniciar un proceso de reflexión sobre
las opciones estratégicas elementales posibles para enfrentar la situación, las cuales podrían
sintetizarse en tres: (i) Más de lo mismo; (ii) Ajustes cosméticos a su modelo neoliberal y su
“capitalismo salvaje; y (iii) El replanteamiento de las teorías y políticas económicas en boga, en
procura de un nuevo pensamiento social y económico y un camino nuevo y propio para el
desarrollo. Teniendo en cuenta las citadas restricciones y lastres estructurales, hay que reconocer
que la situación ha llegado a un punto insostenible que nos obliga a repensar y replantear los
paradigmas vigentes, al menos, en cuanto respecta al curso del desarrollo nacional y la economía.
Para enfrentar este reto los latinoamericanos y caribeños debemos comenzar por
preguntarnos ¿Qué nos ha pasado en estos 200 años?, ¿Nos han faltado recursos y potencialidades?,
¿Ha fallado nuestra dirigencia política?, ¿Nos han anclado los saldos feudales y coloniales? ¿Nos ha
castrado la dependencia externa?, ¿Nos ha faltado una teoría eficiente del desarrollo?, ¿Y como
podemos liberarnos del subdesarrollo y encontrar nuevos caminos para nuestros pueblos?
Ante este desafío, se hace evidente que la opción de seguir soportando los impactos adversos
del “Consenso de Washington”, no sólo entrañaría una actitud de inaceptable conformismo
económico y político, sino que consolidaría la situación de estancamiento y dependencia externa, y
agudizaría aun más el conflicto social y político. Por su parte, la opción de los ajustes paliativos en
la aplicación de dicha doctrina —como lo proponen Williamson, Stiglitz, Krugman, Rubini y otros
destacados neoliberales del Norte y lo repiten irreflexivamente la mayoría de economistas de la
región— ha probado ser inocua, y aun perjudicial.
Por esta vía de análisis, la tercera opción —el replanteamiento de los modelos y objetivos
económicos, sociales y políticos del desarrollo— aparece como la única capaz de permitirle a la
región encontrar su propio camino. Este ejercicio debe comenzar por el replanteamiento de nuestro
ordenamiento social y del paradigma vigente del desarrollo nacional, para humanizar y dignificar al
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primero; e imprimirle dinámica sistémica y societaria al segundo, para que la sociedad juegue al
tiempo el rol de sujeto, objeto y beneficiaria. Y a partir de esta nueva visión, identificar la nueva
economía que garantice la creación de la riqueza necesaria. Esta tarea no será fácil, porque hay
muchos escollos científicos que superar y muchas fuerzas exógenas y endógenas que vencer. Pero
este es un reto histórico y político que los países de la región no pueden seguir eludiendo.
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INDICE
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Primera Parte:
1. INTRODUCCIÓN
Todo esto como consecuencia de la incapacidad de los “estilos” de desarrollo y las políticas
económicas neoliberales aplicados, para superar el exiguo dinamismo de la economía, el
desempleo y el subempleo estructurales, la pobreza en ascenso, la inequitativa distribución del
ingreso, el desbarajuste de los servicios sociales, el colapso de los asentamientos humanos y otros
problemas críticos como la violencia y la delincuencia organizada. A esta situación ha venido a
sumarse la consolidación y agudización de la crisis financiera y económica norteamericana y su
“efecto dominó” sobre gran parte de la economía mundial —incluida la de LAC— que está
conduciendo a la recesión. Con ello han quedado amenazados sus exportaciones y sus precios, así
como la inversión extranjera realmente benéfica y el crédito privado interno y de los mecanismos
financieros multinacionales.
Ante este desafío, se hace evidente que la opción de seguir soportando los impactos adversos
del “Consenso de Washington”, no sólo entrañaría una actitud de inaceptable conformismo
económico y político, sino que consolidaría la situación de estancamiento y dependencia externa, y
agudizaría aun más el conflicto social y político. Por su parte, la opción de los ajustes en la
aplicación de dicha doctrina —como lo proponen ahora Stiglitz (2006), Krugman (2003), Sach
(2005) y otros destacados neoliberales del Norte— ha probado ser inocua, debido al la
inconsistencia científica, política e histórica de dicha doctrina, su dogmatismo estructural y el
agresivo fundamentalismo de sus promotores y ejecutores; así como su compromiso insalvable con
el neoimperialismo y sus grandes empresas transnacionales. La ineficacia de esta medicina se
muestra fehacientemente en los Estados Unidos, Europa y Japón, así como en LAC y África.
Por esta vía de análisis, la tercera opción —el replanteamiento de los modelos y objetivos
económicos, sociales y políticos del desarrollo— aparece como la única capaz de permitirle a la
región construir un nuevo camino, su propio camino, como bien lo señaló hace más de un siglo el
ilustre académico venezolano Andrés Bello, lo promovieron con tesón el peruano José Carlos
Mariátegui y el colombiano Antonio García; y lo buscan hoy por vías y énfasis diferentes Cuba,
Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otros países, como Argentina, Uruguay, Paraguay Brasil.
Cuatro poderosas razones principales imponen hoy a los países de la región latinoamericana
y caribeña el reto político e intelectual de hacer un alto en su rutina de atraso y dependencia, para
reflexionar sobre su destino histórico y replantear y reorientar su desarrollo y su economía, así
como sus respectivas políticas y estrategias.
La tercera razón se relaciona con el nuevo ciclo de crisis económica que comenzó en los
Estados Unidos y amenaza arrastrar al resto de la economía mundial, incluida la latinoamericana y
caribeña. Como es ya vox populi, no se trata simplemente de una crisis hipotecaria, bursátil y de
confianza en los mercados sino, fundamentalmente, de la explosión incontrolable de las burbujas
económicas producidas por la aplicación desenfrenada de las doctrinas neoliberales y la deificación
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del mercado. La compulsiva sed de ganancia fácil indujo el traslado de parte importante de la
producción industrial a China y otros países asiáticos; y la necesidad de contrarrestar la masiva
pérdida de empleos domésticos condujo a la creación de una peligrosa burbuja en la actividad
constructora de viviendas, en torno a la cual se creó artificialmente una significativa corriente de
demanda basada en créditos laxos (subprime) que finalmente no pudieron ser honrados por los
nuevos adquirentes. Se abrió paso así a una grave crisis del sistema hipotecario, que está trayendo
aparejada la de los sistemas bancario y bursátil. Y últimamente a los de los propios gobiernos. Por
su parte, la citada reducción de empleos y el endeudamiento de los consumidores (1.5 veces el
ingreso real) inducido por un mercado anárquico e irresponsable —inspirado en el evangelio
neoliberal— debilitaron la demanda interna y precipitaron la desaceleración de la economía, que
hoy todos los expertos la asocian a la recesión y la stangflacion, que el propio gobierno acaba de
reconocerla. Frente a esta grave situación —y en el desespero irreflexivo— el gobierno
norteamericano y los organismos de orientación de la economía están bajando aceleradamente las
tasas de interés, introduciendo subsidios e inyectando grandes dosis de capital provenientes de
emisiones inorgánicas y nuevos endeudamientos para pagar previos endeudamientos, inflando aun
más la burbuja financiera y bursátil. Al mismo tiempo el sector privado renegocia con nuevos
créditos y grandes descuentos las obligaciones que la población no puede cubrir, mientras que las
bajas tasas de interés están precipitando la salida masiva de capital en procura de mayor
rendimiento. Esto se suma al fuerte endeudamiento federal, y los peligrosos desbalances fiscal y
comercial que contradicen las recetas del evangelio neoliberal y el FMI. Frente a este desastre, que
algunos reputados economistas lo consideran como “el más grave desde la recesión de comienzos
de los años treinta”, el gobierno de Washington y sus principales gurúes neoliberales han
comenzado a acudir al Estado como tabla de salvación ante el fracaso, dejando así en evidencia la
falacia de la deificación del mercado y “la infalibilidad de su invisible mano”.
En esta loca carrera las economías desarrolladas del mundo están quedando amenazadas,2
como en el mientras que en las atrasadas —incluyendo las de LAC— se configuran dos impactos
preocupantes: Por una parte, la desaceleración y la recesión en Estados Unidos y otros países
industrializados están afectando seriamente el volumen de las exportaciones de las commodities a
esos mercados; y por otra, la desvalorización del dólar ha comenzado a depreciar las reservas
internacionales de los países de la región —depositadas tradicionalmente en la banca
norteamericana— y la desviación de los productos alimenticios hacia los biocombustibles ha
comenzado a encarecer significativamente los precios de aquéllos.
La cuarta, finalmente, consiste en que, como consecuencia de este dramático escenario, los
pueblos de la región están comenzando a levantarse democráticamente y el péndulo político está
moviéndose hacia el centro y las izquierdas. Si este fuera el caso —como parecen evidenciarlo
Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Argentina, Brasil, Uruguay, Salvador y Paraguay— estos
positivos esfuerzos no podrán cohesionar y orientar a sus respectivas sociedades y encauzarse hacia
la reconstrucción de sus economías e imprimirle un rumbo sólido y cierto mientras no cuenten con
una nueva visión política, un renovado pensamiento económico y un camino propicio, que les
permita superar el atraso y el neoliberalismo que lo estimula; ni fortalecer sus sociedades y sus
economías, ni transitar con paso firme en el iniciado siglo XXI. Sin estos instrumentos políticos y
económicos de superación, esos corajudos pueblos y los que se sumen más adelante a la nueva
epopeya liberadora latinoamericana y caribeña podrían desorientarse y ver pronto frustrados sus
propósitos y esfuerzos. Frente a esta nueva realidad es preciso preguntarse: ¿Se necesitan nuevos
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Este es el caso de España, Portugal, Grecia, Italia, Irlanda, Hungría y otros países europeos.
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enfoques y paradigmas del desarrollo y la economía nacionales?, ¿Cuáles serían los rasgos
principales de esta nueva visión?, ¿Cómo iniciar y concretar el repensamiento del desarrollo y la
economía de la región?
Imaginar y construir esta nueva utopía —que entraña también la concepción de una nueva
sociedad— y construir este nuevo pensamiento político-económico y sus respectivas políticas y
estrategias constituye el grande y prioritario reto de la región latinoamericana y caribeña. Se trata de
idear nuevos caminos y metas basados en una nueva sociedad humanista, integrada, participativa,
educada, justa, solidaria, equitativa, comunitaria e inspirada en valores, actitudes, motivaciones e
ideales que privilegien la dignidad y los derechos humanos, la solidaridad social, los intereses
auténticamente nacionales y sociales, la paz y la cooperación internacional, la defensa de la
naturaleza y sus recursos. Se requiere una economía al servicio de la sociedad y no al contrario, que
destierre la pobreza, la explotación, la desigualdad social y la exclusión; que integre a toda la
población y libere, desarrolle y exalte el talento humano y la capacidad creativa individual y
colectiva; una globalización solidaria y una competitividad equitativa, sin explotación colonialista y
respetuosa de las autonomía y seguridad de nuestras naciones; que integre a los pueblos y no
simplemente al capital transnacional; una economía sólida, con efectiva capacidad competitiva y de
pleno empleo, producción limpia y equilibrada territorialmente, que incorpore todos los recursos
naturales, preserve el medio ambiente y se comprometa con la mitigación del calentamiento global;
un comercio internacional equitativo e impulsador del desarrollo económico de los pueblos y una
clara e institucionalizada responsabilidad social y nacional del capital, la ciencia y la tecnología. Y,
obviamente, todo esto lleva aparejada la toma de conciencia de los dirigentes y pueblos de la región
sobre el esfuerzo deliberado, inteligente, organizado, disciplinado y sacrificado que debe ser
realizado en la construcción del nuevo desarrollo nacional y la nueva economía.
No son pocas las propuestas e iniciativas que están emanando de la región, ni lo son las
importantes experiencias que nos brindan los países asiáticos que han encontrado ya o están
encontrando su propio camino. Todas estas ideas y vivencias —y otras nuevas— pueden
constituirse en insumos invaluables que deben ser contextualizados, analizados y tenidos en cuenta
como materia prima en esta desafiante epopeya de la construcción del nuevo y propio camino: El
camino propio de Latinoamérica y el Caribe. ¡Y he aquí el gran reto intelectual de los economistas,
los estrategas del desarrollo y los académicos en general de Latinoamérica y el Caribe!
En el marco de este empeño y como contribución inicial al debate que debe precederlo,
aparecen a continuación dos temas clave para el ejercicio del replanteamiento, propuestos más con
propósitos metodológicos y de referencia que e ideológicos. Estos son: (i) algunos aspectos del
escenario histórico de referencia, incluidos la naturaleza y los impactos de la actual crisis financiera
y económica internacional; y (ii) algunos elementos básicos a tener en cuenta en el diseño de la
sociedad deseada para la región, su “modelo” de desarrollo y su correspondiente economía, así
como un nuevo paradigma del desarrollo nacional. Debido a este carácter de sugerencias simples
propuestas para el debate, deliberadamente el presente ensayo no incluye un diagnóstico
convencional estadísticamente fundamentado de la realidad de la región, sino que apunta hacia una
visión de futuro, a la identificación de un conjunto de ideas alternativas para el ejercicio de repensar
y replantear los enfoques vigentes de la sociedad regional, su economía y su paradigma de
desarrollo nacional en busca de de una transformación humanista y liberadora.
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Está constituido por el fenómeno más trascendente de la historia contemporánea y sus derivaciones.
Éste es la presencia de una nueva ciencia que, superando las limitaciones cartesianas del pasado, se
presenta y opera como única, integrada, sistémica y sin fronteras en la búsqueda, la profundización,
el perfeccionamiento y la difusión del conocimiento. Consecuentemente, es multidisciplinaria,
interdisciplinaria, transdisciplinaria y, por tanto, multidimensional. Esta nueva ciencia ha
permitido y seguirá impulsando un sorprendente desarrollo tecnológico que ha conducido a una
Tercera Revolución Industrial que —además de ampliar asombrosamente la capacidad de
generación de riqueza a las empresas y países que la están incorporando— está dejando atrás todos
los sistemas tradicionales de producción y abre paso a nuevos enfoques de la generación del valor,
la productividad, las relaciones sociales de producción, el desempeño del trabajo, la generación de
empleo, la organización de los procesos productivos y muchos otros aspectos fundamentales de la
producción y de la economía en general.3 Todo esto a partir principalmente de la nanotecnología, la
ingeniería genética, la física cuántica, la robótica, la electrónica, la modelística computacional, las
imágenes diagnósticas, las telecomunicaciones, las teorías de los Sistemas y del Caos y muchas
otras innovaciones científicas y tecnológicas.
Varias derivaciones de esa concepción adquieren una función determinante: Una es el nuevo
desempeño del talento humano, el conocimiento científico y la capacidad innovativa y su dinámica
continua e indetenible, que exige a los países un elevado y estructural nivel de desarrollo científico
y tecnológico, proceso sociocultural éste que debe ser endógeno en buena medida. Otra consiste en
que sólo unos pocos países cuentan con este grado de desarrollo y estas capacidades de innovación
tecnológica, lo cual significa una ampliación geométrica de la brecha tecnológica tradicional y la
consecuente desigualdad en la producción, la productividad y la capacidad competitiva en el
mercado mundial. Con esto se agudiza aún más la inequidad tradicional en los términos de
intercambio comercial internacional y se consolidan la dominación y la dependencia de todos los
países subdesarrollados. Otra —y muy grave por cierto— es que ese desarrollo científico y
tecnológico está permitiendo una manipulación masiva y e implacable de los valores, actitudes,
motivaciones y pautas de conducta y de consumo de los pueblos de la región y del mundo, por parte
de las potencias desarrolladas y sus grandes empresas transnacionales de actividades industriales,
comerciales y culturales. Esto les permite crear nuevos y alienantes estados de conciencia e
imaginarios colectivos, que facilitan su control mediante poderosos medios de comunicación y
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Para una extensión del tema véase, por ejemplo, Rubén D. Utria (2005)
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sofisticadas tecnologías de la telecomunicación. Este fenómeno —que históricamente se activaba a
través de la cooptación de las élites y con base en el púlpito y la educación— hoy se ejerce en forma
directa e incontrolable sobre toda la sociedad, a través de la televisión, la radio, el cine, la prensa y
la Internet, que penetran compulsivamente en todos los ámbitos de la vida cotidiana tanto social
como íntima. Ya en varios países la captura y la movilización del electorado político está
haciéndose cibernéticamente mediante las llamadas “redes sociales”. Y otra derivación es que tal
desarrollo científico y tecnológico ha ampliado la capacidad militar y policiva que se ha traducido
en un nuevo sistema de poder mundial coercitivo y de prácticas imperiales de control político,
económico y cultural; y, también, de un nuevo sistema de represión interna en los países, que les
permite a los grupos dominantes controlar tecnológicamente la acción de los partidos y grupos
sociales de presión y frenar y desviar a la fuerza las tentativas de cambio social y político.
Por las características de este escenario pueden preverse de antemano las limitaciones que
la gran mayoría de los países de la región tienen hoy para intentar salvar una de las brechas más
decisivas en los procesos del desarrollo nacional contemporáneo, como lo es el conocimiento
científico y tecnológico. La situación se complica si se tiene en cuenta que este conocimiento se
encuentra monopolizado y protegido con celo por los países ricos, y que cualquier esfuerzo de
actualización implica la capacitación previa de más de una generación, inversiones cuantiosas y una
gestión muy eficiente.
Está constituido por un cuadro lamentable de uso inadecuado y depredación sistemática de los
recursos naturales en todos los países de la región; y últimamente por los impactos catastróficos
iníciales del calentamiento planetario y las imprevisibles alteraciones climáticas.
La región cuenta prácticamente con todos los recursos necesarios para asegurar su
progreso y desarrollo, que incluyen la extensa prodigiosa selva tropical amazónica, un valioso
conjunto de bosques tropicales y un fabuloso patrimonio hídrico que incluye algunos de los ríos
más grandes del mundo, miles de cursos y cuerpos de agua, cientos de casquetes nevados; dilatadas
extensiones de tierras fértiles de todos los climas, cuantiosas potencialidades de generación
energética, un incalculable patrimonio minero, un rico acervo faunístico y una biodiversidad de las
mayores del mundo; así como dilatados y ricos litorales en dos océanos. Su variada y desafiante
geografía, que contiene todos los pisos térmicos y sus respectivos climas y dispone de atractivos
microclimas, playas, paisajes y monumentos arqueológicos y naturales maravillosos, representa
una gran potencialidad para la recreación local y el turismo internacional.
Por todos estos y otros atributos, Latinoamérica y el Caribe contienen una de las mayores
reservas de recursos naturales del mundo que, además, funcionan como proveedores de aire limpio
y recuperado y base de estabilidad climática para todo el hemisferio norte, así como para la captura
de CO2 para la mitigación del calentamiento planetario. Todo este patrimonio puede beneficiar —y
ya viene haciéndolo― no solo a la región sino también para el resto de la economía mundial.
A esta situación se agrega ahora la amenaza de los impactos catastróficos del calentamiento
planetario y la consecuente desestabilización climática mundial, proceso de alteración ambiental
generado a primera vista por el exceso de emisiones de gases de invernadero y otras de efecto
térmico, así como por la depredación general de los recursos naturales y sus efectos climáticos.4
Aunque aun se carece de estudios más precisos y detallados, los científicos pronostican que el
calentamiento de los casquetes polares y continentales hará subir significativamente el nivel del
mar, amenazando catastróficamente a buena parte de las tierras y asentamientos de todo el mundo
ubicados en los litorales y conformados por territorios insulares, incluidos los de LAC. Asimismo,
estiman que grandes extensiones de tierra agrícola continentales y andinas serán destruidas por las
intensas lluvias, las inundaciones, la sedimentación y la sequía, con consecuencias graves para la
economía y la seguridad alimenticia Y, también, que las alteraciones climáticas —a golpes de
lluvias prolongadas y torrenciales y subsiguientes sequías extremas— destruirán áreas urbanas
continentales enteras y su infraestructura y sus servicios sanitarios, y arruinarán la producción
agrícola y estimularán la presencia de plagas y vectores de graves enfermedades. Como lo pregona
con insistencia el ex vicepresidente norteamericano Al Gore (2006, 11) basado en la opinión de más
de 200 científicos: “La crisis climática es, realmente, dañina. De hecho es una verdadera
emergencia planetaria.”
Este sombrío panorama, abalado por los científicos, representa un grave desafío para la
estabilidad y la aceleración del desarrollo de los países de la región y, por tanto, constituye una
amenaza seria que debe ser adecuadamente percibida y manejada con la suficiente anticipación.
Este escenario es altamente preocupante puesto que los países de la región no disponen de los
recursos financieros y tecnológicos para enfrentar la emergencia.
Este aparece constituido por dos fenómenos principales: Una compleja diversidad en el proceso
histórico tradicional y una fuerte tendencia hacia un cambio cultural inducido desde afuera.
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masivos internos de población, así como las diferencias en sus condiciones socioeconómicas. Más
allá de la aparente unidad sociocultural de la región, todos estos elementos han contribuido a
configurar un panorama cultural diverso y complejo, que debe ser estudiado y debidamente tenido
en cuento en el propuesto replanteamiento del desarrollo y la economía de la región. Se trata de una
seria dificultad que debe ser adecuadamente abordada, porque no caben aquí las generalizaciones
simplistas y los esfuerzos deben ser encaminados más bien hacia el conocido concepto de unidad
dentro de la diversidad.
Con estos nuevos valores, actitudes y motivaciones también han surgido nuevas formas de
microorganización social, nuevos liderazgos y nuevos ídolos, particularmente en las grandes
barriadas urbanas y se ha venido acrecentando la delincuencia común y el crimen organizado en
casi todos los países. Todo ello agravado por la presencia del narcotráfico y sus mafias criminales.
Estos y otros fenómenos conexos han determinado una sustitución abrupta de la cultura tradicional
por esta nueva que algunos han comenzado a llamar “cultura pop” y que ha producido una ruptura
con las tradiciones culturales de la región.
En este campo LAC presenta un complejo conjunto de fenómenos de índole política que han
logrado en los últimos 25 años alto grado de unidad y coherencia mundial, tanto en su dimensión
global como en su expresión nacional en la mayoría de los países.
El segundo fenómeno político es la crisis de los partidos tradicionales, que —con las
excepciones de rigor— consiste en el debilitamiento cada vez mayor de sus ideologías originales,
sus maquinarias electorales, la pérdida del compromiso con sus respectivos países y pueblos y el
agotamiento de sus liderazgos tradicionales; todo ello acompañado de ineptitud, clientelismo y
corrupción en el gobierno, cooptación de sus líderes y asesores por parte de los Estados Unidos y
las corporaciones transnacionales y los empresarios nacionales, así como un desprecio por las
reivindicaciones populares y los intereses nacionales, un expreso desden por el progreso y el
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desarrollo del país, y una inocultable vocación para el uso de la violencia de clase para garantizar y
preservar los privilegios.
El séptimo lo constituyen los conflictos fronterizos de larga data aun no resueltos y que en
algunos casos últimamente están siendo utilizados para enfrentar a países y pueblos hermanos e
impedir así las tentativas de cambio político e integración económica. Recientemente se ha
alentado desde afuera la confrontación bélica y Colombia perpretó una agresión militar territorial a
Ecuador, alegando el derecho que le concede la doctrina de la “guerra preventiva” del presidente
Bush, para perseguir a las guerrillas.
Finalmente, el décimo consiste en que, con la iniciación del nuevo siglo, el péndulo político
de la región ha comenzado a moverse democráticamente y con diversas características hacia el
centro y la izquierda, creando expectativas político-sociales en los sectores populares y la
respectivas reacciones defensivas de las clases dirigentes del resto de la región. Con todo ello están
emergiendo mutuas desconfianzas entre algunos gobiernos y nuevas tensiones en la estabilidad
política regional y en desarrollo de la contención de esta nueva tendencia un presidente elegido
constitucionalmente ha sido derribado del poder por los militares; y en dos países —Panamá y
Chile— las derechas políticas han recuperado electoralmente el poder, mientras que en Colombia
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éstas siguen consolidándose a pesar de las aspiraciones de cambio político que animan a amplios
sectores de la población.
Tras casi 30 años de firme vigencia de las doctrinas neoliberales y la globalización económica en
los países de la región, este escenario presenta síntomas de un proceso acelerado de inestabilidad y
transición.
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La nueva doctrina y sus estrategias y políticas produjeron en corto plazo un cambio
significativo en la trayectoria de crecimiento y de sustitución de importaciones que caracterizó la
economía regional durante casi 30 años, justificado con la promesa de que el libre comercio y la
globalización de la economía y las nuevas exportaciones conectarían pronto y favorablemente a los
países con las corrientes más intensas y nichos del mercado, los capitales y la tecnología mundiales.
Sin embargo “los ríos de leche y miel” prometidos no han llegado hasta ahora, y el crecimiento
económico descendió del 5% en promedio al 2% en el período dominado por el nuevo evangelio
económico neoliberal.
Tampoco se hizo realidad la quimera del libre y competitivo acceso a los mercados
internacionales al impulso de la Globalización de la economía y el mercado, debido a varias
razones. En primer lugar, la persistencia de las asimetrías en la oferta productiva y la inequidad de
los términos de intercambio comercial. En segundo lugar, porque la competitividad globalizada
opera sobre bases de un alto valor agregado de origen científico y tecnológico, que solo las grandes
potencias y sus empresas transnacionales pueden lograr. Y en tercer lugar, porque dichas grandes
potencias han acumulado gran capacidad en la producción industrializada subsidiada y de altas
productividad y eficiencia de las materias primas que —con diversos matices— los países de la
región producen todavía casi en forma preindustrial.
El balance del período evidencia que los países que más aplicaron la nueva doctrina les fue
mal, mientras que los que reaccionaron a tiempo lograron defender sus economías; las balanzas
internacionales se tornaron negativas, la inyecciones de capital extranjero promovidas por las altas
tasas de interés condujeron a la apreciación artificial de las monedas nacionales; el endeudamiento
aumentó y provocó desastres financieros nacionales en países como México, Argentina, Brasil y
otros, el desarrollo humano declinó, la producción manufacturera cedió terreno a los productos
importados; las actividades agropecuarias no pudieron competir con la producción altamente
tecnificada y subsidiada de los Estados Unidos y la generada a menor costos en los países asiáticos.
Sólo muy recientemente algunos países con buena producción de alimentos y materias primas
industriales han podido comenzar a beneficiarse; y no precisamente por las estrategias neoliberales
sino por la colosal demanda que el ritmo acelerado de desarrollo y crecimiento de China, India y
otros países asiáticos está generando, así como la derivada de la frenética producción de
biocombustibles emprendida por los países industrializados ante los altos precios del petróleo
alcanzados hasta hace poco. Pero no debe dejar de considerarse que economías como la
norteamericana, la canadiense y la australiana, y algunas asiáticas y africanas pueden muy pronto a
entrar a competir con los países de la región en la producción de las citadas commodities, ahora que
éstas han alcanzado precios atractivos.
Al concluir estos seis lustros de neoliberalismo económico, las economías de los países de
la región han experimentado un nuevo proceso de colonización y dependencia, que se expresa en
una profunda penetración del capital extranjero y el predominio de las grandes empresas
transnacionales de Estados Unidos, Europa y Japón. Todo ello caracterizado por la apropiación de
los mejores activos empresariales, las fuentes energéticas y mineras, los bancos y corporaciones
financieras, las más grandes empresas comerciales, las fábricas y ensambladoras de vehículos, los
laboratorios farmacéuticos, la infraestructura básica, los servicios urbanos y los servicios médicos,
los fondos de pensión, las telecomunicaciones, los medios de comunicación, la asesoría técnica, las
industrias culturales y de entretenimiento y otros activos de gran valor estratégico. Por esta vía,
dichas transnacionales también han capturado en gran medida el Estado y los mecanismos de
decisión política y económica, y han penetrado y vulnerado las respectivas culturas nacionales.
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Además, casi todos los países de la región han vuelto al modelo agro-minero-exportador que estaba
siendo superado por procesos de industrialización, lo cual significa un retroceso histórico de alta
significación.
Ahora y con gran sorpresa de muchos incautos, las “burbujas” hipotecaria y financiera de
los Estados Unidos y sus repercusiones sobre Europa, Japón y otros países están dejando al
descubierto las falacias del neoliberalismo económico. Es decir, que el país que nos impuso en la
región sus doctrinas y prácticas parece resultar ahora la mayor víctima de su propio invento. Esto no
sería grave si los efectos de este desastre —ya confirmado por la FED, el FMI, el Banco Mundial y
la propia Casa Blanca, así como reconocido por la OECD, el Foro Económico Mundial y
numerosos académicos neoliberales como Krugman (2003) y Stiglitz (2006) y muchos
contestatarios— no tuviera graves repercusiones para Latinoamérica y el Caribe y el resto de la
economía mundial. Pero es ya una percepción generalizada que LAC sufrirá creciente e
intensamente su impacto, en un momento en que sus economías nacionales se encuentran
debilitadas y vulneradas y sus Estados nacionales despojados de su poder de intervención.
La profunda crisis financiera y económica que desde 2007 ha comenzado a afectar a los Estados
Unidos y que ya empezó a manifestarse en Europa puede constituirse en el mayor factor
perturbador del escenario económico de Latinoamericano y caribeño y, por eso, merece una
descripción y un análisis especial.
Este fenómeno ya está teniendo serios impactos en la mayoría de los países de la región y de él
depende en buena medida la configuración del futuro panorama económico de la región. Aunque se
ha originado en los Estados Unidos, se le otorga a este fenómeno alcances mundiales, se le asigna
básicamente una naturaleza de simple “crisis financiera”, y su análisis se centra en la explosión de
la “burbuja hipotecaria” y no en la eventualidad de una crisis sistémica del modelo económico
capitalista neoliberal y su globalización o, peor aun, de una crisis estructural del capitalismo
como la vislumbrada por Wallerstein (2007), o de la posibilidad de una crisis de civilización, como
lo afirma Dierkxsens (2008).
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industria automoviliaria como condición para lanzarles el salvavidas. 5 Pero se omite el hecho de
que no solo opera la burbuja del sector privado sino también la del gobierno —el cuantioso y
desbocado endeudamiento externo, el excesivo déficit fiscal, el creciente desbalance comercial, el
absurdo y desmedido gasto militar, la incontrolada emisión sin respaldo, y otros desaciertos— que
puede estar próxima a estallar con consecuencias imprevisibles para toda la economía mundial y el
valor de las reservas internacionales de la gran mayoría de los países.
Lo sucedido hasta ahora parece indicar que no se trata de una simple crisis coyuntural de los
subsistemas financieros norteamericano, británico, alemán, español y de otros pocos países, debido
a prácticas irresponsables en el manejo del crédito; sino, más bien, de una crisis estructural de
todo el sistema capitalista —particularmente en su actual versión neoliberal globalizante— que ha
comenzado en Estados Unidos y que, por comprender su economía el 25% del PIB mundial y por
efectos de la “globalización”, está teniendo ya la correspondiente repercusión en todos los países
que aplicaron las doctrinas y prácticas neoliberales, de acuerdo a la intensidad y profundidad de tal
aplicación. Aunque aparentemente el desastre parece operar básicamente en el subsistema
financiero, también operan procesos críticos en, entre otros, los subsistemas de la economía real, el
institucional, el social y el político, como corresponde al funcionamiento de todo sistema complejo,
como lo es el de la economía.6
En el segundo —la economía real— contribuyen al desastre las consecuencias adversas del
traslado masivo durante los últimos 20 años de las actividades productivas norteamericanas y de
algunos países europeos a las periferias internacionales como China, India, Corea, Taiwan, Malasia
y Singapur y otros enclaves industriales y comerciales del Pacífico asiático; así como al norte y el
sur de África y varios países latinoamericanos y caribeños utilizados para el maquilaje. En su
afán irrefrenable de lucro, los empresarios norteamericanos y un importante sector de los europeos
trasladaron a dichas periferias sus fábricas; y, para ello, transfirieron buena parte de su tecnología y
gran parte de su capacidad financiera y gerencial, y entregaron “en bandeja” los propios mercados
centrales a dicha producción. En esta forma sacrificaron el empleo local en sus propios países, 7
desfinanciaron las empresas locales, cedieron el mercado de materias primas y productos
intermedios y generaron capacidad competitiva rival por parte de dichas periferias. Todo ello para
maximizar el lucro a base de salarios e impuestos mínimos y prebendas en subsidios fiscales,
infraestructuras y servicios. Esta estrategia ya había sido aplicada en Japón, Corea, Taiwán, Hong
Kong y otros enclaves asiáticos a comienzos de la posguerra.
5
Se hace referencia a la reunión de los 7 países más ricos y unos cuantos “emergentes” en Noviembre de 2008 y el
aplazamiento del salvamento financiero solicitado por la GM, la Ford y la Crysler por parte del Congreso en sus sesiones del 18 y 19
de Noviembre del mismo año.
6
Se alude aquí al comportamiento típico de los sistemas en general y a los sistemas complejos, en conformidad con las
teorías General de los Sistemas y del Caos.
7
En Estados Unidos se han perdido 1.200.000 de puestos de trabajo en los primeros 10 meses del 2008; y la tasa de
desempleo es la más alta en los últimos 14 años, con el 11 % de las personas que buscan trabajo.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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Todo esto significó un impacto demoledor sobre el subsistema productivo en Estados Unidos y
demás países centrales involucrados en la producción outsourcing, que se tradujo en pérdida masiva
de empleo local, reducción del poder de compra y subconsumo y la consecuente contracción de la
producción.8 Mientras tanto, y para paliar esta situación —y también para incrementar la
acumulación— se apeló a la acción dinamizadora de la construcción de vivienda basada en un
irresponsable mecanismo de crédito a costa de altos riesgos de incumplimiento en la amortización
por parte de una clientela progresivamente empobrecida por el desempleo y la disminución de su
ingreso. A esta situación contribuyó otra perla del neoliberalismo económico: la privatización
especulativa de las infraestructuras y los servicios públicos y asistenciales, la precarización del
trabajo y la minimización de los salarios, así como la vulneración de la seguridad social, la
agresividad especulativa del mercado en general y varias otras prácticas propias del “capitalismo
salvaje”, transnacional y globalizado.
8
El subconsumo es letal para una economía como la norteamericana en la cual éste representa el 75% del PIB. Como dicha
economía consume el 75% del PIB mundial, el subconsumo allí afecta significativamente al resto de la economía mundial.
9
Buenos ejemplos son la Guerra del Golfo y las invasiones a Afganistán e Irak y las amenazas bélicas a Irán, así como las
constantes agresiones a varios otros países asiáticos del Oriente medio.
10
Según las últimas encuestas solo el 37% la sociedad norteamericana confía ya en sus instituciones, lo que significa el
menor grado de confianza en toda la historia de ese país.
11
La crisis del capitalismo de fines de los años 20 y comienzos de los 30 desembocó en Europa en los regímenes nazi-
fascistas de Hitler, Mussolini y Franco, y posteriormente a la Segunda Guerra Mundial.
24
R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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del cambio climático y la depredación ambiental, que vienen asestando continuos y costosos
desastres naturales en los Estados Unidos y otros países.12
En el quinto —el subsistema político— las cosas tampoco resultaron bien en el escenario
neoliberal norteamericano porque, bajo el dogma del endiosamiento del mercado y la imposibilidad
doctrinaria de la intervención del Estado, una vez perdido el control político de la producción y el
mercado, los gobiernos se quedaron sin instrumentos para actuar oportuna y correctivamente. Ante
el desastre y la necesidad de improvisar un mecanismo de rescate, el único camino expedito ha sido
el endeudamiento desbocado y la acelerada emisión inorgánica para salvar a los banqueros, así
como el traslado de los costos y pérdidas a la sociedad y particularmente a los sectores de menor
ingreso.
Todo el adverso cuadro anterior ha dejado ver el irresponsable manejo político de los países
embarcados en las doctrinas neoliberales, y esta situación ha comenzado a tener serias
consecuencias en la estabilidad política de los países. Ya en las recientes elecciones los Estados
Unidos se vieron enfrentados a un abrupto e imprevisto relevo político en la Casa Blanca, impuesto
por sectores sociales inconformes afectados por la crisis, y un fenómeno similar viene avanzando en
la clase empresarial. Todo esto con consecuencias imprevisibles de disenso y caos, solo
controlables si el presidente Obama logra éxito en su propuesta inductiva de “cambio político y
social” y “audacia de la esperanza”. En Latinoamérica los pueblos ya vienen pasando cuentas de
cobro a la dirigencia neoliberal,13 pero la falta de una alternativa al “consenso de Washington” y de
eficiente liderazgo público, puede conducir a la frustración de los cambios, el populismo
demagógico, o al golpismo fascista y el regreso democrático de los gobiernos conservadores de
siempre.
Pero este preocupante escenario no debe conducir a confusión. Es indudable que el sistema
capitalista está en crisis, pero también lo es que aun le quedan los recursos tradicionales —incluidos
el fascismo y la guerra total— que le permiten alargar su crisis. Sobre esto no debe haber
equivocaciones. Las izquierdas no pueden confundir alegremente la actual crisis financiera y
económica con el fin del capitalismo, aunque —en el marco histórico del colapso del reciente
imperialismo bipolar— no es descartable que la crisis actual de los Estados Unidos y sus aliados
capitalistas pudiera ser la contrapartida tardía de la implosión del comunismo. Tampoco pueden
12
Buenos ejemplos de este fenómeno son los desastres del Katrina y otros huracanes, que destruyeron a New Orleans y
lesionaron otros estados del Golfo, el centro y el oeste; las inundaciones en los valles centrales; los tornados que constantemente
destruyen cientos de miles de edificaciones y cultivos; las grandes inundaciones en el centro del país; los extensos y voraces
incendios en California, y otros traumas.
13
No hay duda de que los nuevos gobiernos de Venezuela, Argentina, Brasil, Uruguay, Bolivia, Paraguay, Chile, Ecuador,
Nicaragua surgieron como reacción a las políticas neoliberales.
25
R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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ilusoriamente las derechas pretender salvar el capitalismo con parches aislados de apariencia
socialista, o con aislados instrumentos keynesianos. El verdadero socialismo no fue concebido para
sustituir ni apuntalar al capitalismo. Las medidas intervensionistas que están proponiendo la Casa
Blanca, la FED y actualmente las autoridades económicas de la Unión Europea no constituyen
socialismo, sino recursos estratégicos recurrentes del capitalismo para salvar a los banqueros
deshonestos y traspasar las pérdidas a los contribuyentes y en particular a los estratos medios y
populares. Tampoco sirven los apresurados proyectos de infraestructura y energía porque todos
ellos demandan un largo período de maduración.
Por todas las consideraciones anteriores y otras conexas, el enfrentamiento de la crisis exige
un planteamiento, un análisis y unas alternativas de inequívoca naturaleza sistémica. Y este
ejercicio deberá tener adecuada incidencia en el rumbo del propuesto replanteamiento del desarrollo
y la economía de la región.
* * * * *
Es en torno al adverso escenario económico dejado por 3 decenios de neoliberalismo y este
nuevo ámbito de inestabilidad e incertidumbre en la economía mundial, en el que hay que iniciar la
búsqueda de los nuevos caminos para LAC. Es decir, la tarea de construir el nuevo pensamiento
para su desarrollo y su economía. Aportes invaluables en este empeño son los interesantes trabajos
de investigación y propuestas de los académicos, economistas, planificadores del desarrollo y
demás científicos sociales latinoamericanos y extranjeros estudiosos de realidad y el destino de
Latinoamérica y el Caribe, que han venido trabajando en la búsqueda de un camino propio para la
región.14
14
Al respecto es preciso mencionar, entre otros, a Roberto Verrier, Atilio Borón, Theotonio dos Santos, Arturo Huerta, Osvaldo Martínez,
Rubén D. Utria, Raúl Alameda, Jhon Saxe-Fernández, Edgar Reveiz, Orlando Caputo, Esther Aguilera, Beethoven Herrera, Oscar Ugarteche, Jan
kregel, Pavel Rondón, Julio Gambina, Eduardo Sarmiento, Norman Girvan, Osvaldo Sünkel, José Antonio Ocampo, Francois Houtart, Eric Toussaint;
así como a los fallecidos maestros Raúl Prebish, Antonio García. José Carlos Mariátegui y otros.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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Segunda Parte
Este concepto juega un papel determinante en el estudio de la realidad de los países de nuestra
región y en el propósito de construir un nuevo pensamiento sobre su desarrollo y su economía.
Es además el aspecto conceptual menos estudiado de toda la temática del desarrollo nacional
y su contenido y sus alcances sólo han evolucionado superficialmente y en forma incremental en los
últimos 60 años. En efecto, entre 1948 y 1960 se concibió solo como el desarrollo de la economía o
“desarrollo económico”, expresado en términos de la tasa de incremento anual de la producción. En
1962, a raíz del programa del Presidente Kennedy para la región denominado “La Alianza para el
Progreso”, se le adicionó el adjetivo social y se habló entonces de “desarrollo económico y social”.
Entre 1979 y 1980 se le agregó el adjetivo ambiental en respuesta a las propuestas de la Primera
Conferencia Mundial sobre el Medio Ambiente y se comenzó a hablar de “desarrollo económico,
social y ambiental”. Entre 1980 y 1985 se le adicionaron los adjetivos regional y urbano y habló
entonces de “desarrollo económico, social, ambiental y regional y urbano”, en respuesta a los
conflictivos impactos de la urbanización en torno a las grandes ciudades. Entre 1995 y 2000 se le
adicionó el adjetivo político, en razón del fracaso de las políticas y el fallido desempeño de los
políticos, y se habló entonces de “desarrollo económico, social, ambiental, regional/urbano y
político”. Y a comienzos del actual decenio se comenzó a tomar conciencia en algunos círculos
académicos y políticos sobre la crisis de este enfoque incrementarista y algunos empezaron a hablar
de “desarrollo” a secas, mientras que otros desviaron la atención hacia la necesidad de mitigar las
desigualdades sociales y la pobreza.
No obstante este via crucis conceptual, hoy después de 60 años se continua confundiendo el
desarrollo nacional —de la sociedad nacional— con el simple incremento cuantitativo de la
economía —básicamente la producción— estructura ésta que apenas constituye una parte del
complejo proceso de desarrollo de las sociedades nacionales, como debería saberse. Por este largo
camino se llegó a un enfoque esencialmente economicista del desarrollo nacional.
Iniciado el nuevo siglo y un nuevo milenio, las sociedades contemporáneas y sus respectivas
naciones —incluidas las latinoamericanas y caribeñas— necesitan un nuevo instrumento conceptual
que les permita entender y manejar los complejos procesos involucrados en su tránsito hacia la
convivencia, el progreso y la supervivencia, así como a la satisfacción de sus más preciadas
aspiraciones y la realización biológica, social, emocional, cultural, política, intelectual y espiritual.
Si bien el desafío fundamental de la vida y de todos los seres vivos ha sido y seguirá siendo la
supervivencia, para los seres humanos este reto no sólo tiene un sentido biológico y vegetativo
como en los animales y las plantas; sino que adquiere también —y fundamentalmente— un sentido
cualitativo de realización individual y colectiva y trascendencia. Sobrevivir si, pero con dignidad,
equidad, libertad y en constante progreso material y espiritual. Además, trascender históricamente
en el espacio, el tiempo y en el ámbito de su propia comunidad y —por extensión y a través de la
sociedad nacional— en el concierto de las naciones. Esta necesidad de sobrevivencia y progreso
material, intelectual y espiritual es el gran desafío de la humanidad de ayer, de hoy y del futuro:
sobrevivir, progresar y perfeccionarse para poder enfrentar los desafíos que cada coyuntura
histórica le plantea; y, mediante ello, progresar y trascender. Y por esta vía lograr la realización
individual y colectiva y la conquista de un destino histórico ascendente y halagador.
En este doble afán de sobrevivencia y progreso y la intensa lucha que todo esto lleva
aparejada, la humanidad y cada una de las sociedades nacionales parecen cumplir una nueva versión
política y socioeconómica de los prodigiosos procesos evolucionistas de los que tan lúcidamente
habló Charles Darwin (2007) hace 130 años en relación con el origen de las especies. Es decir, se
cumple en el plano social y cultural la constante transformación de los organismos vivos para
adaptarse a las circunstancias siempre cambiantes de su hábitat y su entorno, para superar así cada
nuevo reto planteado por el mundo en que viven y el que les rodea, a la manera de la historia de
Arnold Toynbee (1963). Es en esta forma como todas las sociedades nacionales presentes han
podido sobrevivir y avanzar hasta ahora; y es de esta capacidad para evolucionar progresando y
superando cada nuevo desafío, que sigue dependiendo la supervivencia de éstas en el futuro. Las
que no pudieron hacerlo fueron quedando rezagadas a lo largo del transcurso de la historia; y
probablemente lo mismo acontecerá en el futuro con aquellas que sean incapaces de enfrentar y
superar estos retos históricos y políticos. Es en este marco filosófico e histórico y en el contexto de
los escenarios descritos inicialmente sobre los cuales los países de la región necesitan plantear sus
propósitos de desarrollo.
15
Para una extensión del tema véase: R. D. Utria “El Desarrollo de las Naciones: Hacia un Nuevo Paradigma” Sociedad
Colombiana de Economistas. Edit. Alfaomega Colombia S.A. Bogotá 2002.
29
R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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sentido de que las sociedades y comunidades de éstos generalmente presentan las mismas
ventajas o dificultades, según el caso, para superar sus desafíos y problemas básicos. 16
(iii) En la conformación de dicha capacidad y su ejercicio es la sociedad en su conjunto la que se
desarrolla, y no simplemente su economía, o cualquiera otra estructura particular, por
importante que ésta parezca; y esta circunstancia convierte a dicha sociedad en sujeto,
objeto y beneficiaria de los procesos del desarrollo.
(iv) Una vez desarrollada la sociedad, este logro —fundamentalmente humano y societario— es
lo que hace posible la generación y la liberación de las energías generadoras e impulsoras, la
movilización de los recursos naturales, económicos y políticos y la capacidad creadora
individual y colectiva; así como la modernización, el crecimiento y el desarrollo de las
estructuras sociales, políticas, económicas, territoriales, ambientales y de toda otra índole
que inciden en el desarrollo nacional.
(v) Una vez desarrollada la sociedad, este logro —fundamentalmente humano y societario— es
lo que hace posible la generación y la liberación de las energías generadoras e impulsoras, la
movilización de los recursos naturales, económicos y políticos y la capacidad creadora
individual y colectiva; así como la modernización, el crecimiento y el desarrollo de las
estructuras sociales, políticas, económicas, territoriales, ambientales y de toda otra índole
que inciden en el desarrollo nacional.
(vi) Dicha sociedad y sus estructuras, procesos y actividades conforman un conjunto holístico,
integrado, mutidimensional, de alta complejidad y de funcionamiento sistémico; y por
ello, son múltiples y de diversa naturaleza los factores, procesos y eventos que inciden en el
fenómeno del desarrollo, y todas las relaciones entre éstos operan en una dinámica circular
—no lineal— de índole sistémica. (véanse Grafico 1: El sistema de Subsistemas del
Desarrollo Nacional; y Gráfico 2:La Interrelación Sistémica de los Cambios en el
Desarrollo)
(vii) Para asegurar la efectividad y la sostenibilidad de los esfuerzos y recursos involucrados en
los procesos del desarrollo nacional es necesario que éstos sean de naturaleza básicamente
endógena y persistente en el tiempo, sin perjuicio de que ciertos factores ocasionales
exógenos puedan aportar una contribución positiva.
(viii) El desarrollo de una nación tiene un único propósito: la constante transformación de ésta
en busca del progreso y el bienestar sociales, concebidos indeclinablemente estos últimos en
función del ser humano y el respeto a su dignidad y sus derechos, tanto en su dimensión
individual como colectiva; y por esta vía, integrarse a la comunidad internacional con
anhelos de convivencia, solidaridad, cooperación y paz. Por esta razón su
desencadenamiento no constituye un punto final y definitivo, sino una condición dinámica
en permanente confrontación con los retos de cada coyuntura histórica.
(ix) Debido a la diversidad de los individuos y los grupos —así como a sus respectivos recursos
y potencialidades individuales y colectivas— que conforman las sociedades nacionales, los
procesos del desarrollo y su dinámica requieren estar acompañados de condiciones efectivas
de integración, inclusión, convivencia, participación, justicia y equidad sociales, ya que
éstas constituyen parte esencial de los logros básicos del desarrollo nacional.
16
Y por extensión —y guardadas las debidas proporciones— también lo podría ser en relación con un individuo o un grupo
social, cuando éstos no disponen de la capacidad, las destrezas, los recursos y las oportunidades para resolver sus problemas de
subsistencia, bienestar e integración benéfica a la sociedad.
30
R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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Una (x)
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generadoras e impulsoras, la movilización de los recursos naturales, económicos y políticos
y la capacidad creadora individual y colectiva; así como la modernización, el crecimiento y
el desarrollo de las estructuras sociales, políticas, económicas, territoriales, ambientales y de
toda otra índole que inciden en el desarrollo nacional.
(xi) Dicha sociedad y sus estructuras, procesos y actividades conforman un conjunto holístico,
integrado, mutidimensional, de alta complejidad y de funcionamiento sistémico; y por
ello, son múltiples y de diversa naturaleza los factores, procesos y eventos que inciden en el
fenómeno del desarrollo, y todas las relaciones entre éstos operan en una dinámica circular
—no lineal— de índole sistémica. (véanse Grafico 1: El sistema de Subsistemas del
Desarrollo Nacional; y Gráfico 2: La Interrelación Sistémica de los Cambios en el
Desarrollo)
(xii) Para asegurar la efectividad y la sostenibilidad de los esfuerzos y recursos involucrados en
los procesos del desarrollo nacional es necesario que éstos sean de naturaleza básicamente
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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endógena y persistentes en el tiempo, sin perjuicio de que ciertos factores ocasionales
exógenos puedan aportar una contribución positiva.
(xiii) El desarrollo de una nación tiene un único propósito: la constante transformación de ésta
en busca del progreso y el bienestar sociales, concebidos indeclinablemente estos últimos en
función del ser humano y el respeto a su dignidad y sus derechos, tanto en su dimensión
individual como colectiva; y por esta vía, integrarse a la comunidad internacional con
anhelos de convivencia, solidaridad, cooperación y paz. Por esta razón su
desencadenamiento no constituye un punto final y definitivo, sino una condición dinámica
en permanente confrontación con los retos de cada coyuntura histórica.
(xiv) Debido a la diversidad de los individuos y los grupos —así como a sus respectivos recursos
y potencialidades individuales y colectivas— que conforman las sociedades nacionales, los
procesos del desarrollo y su dinámica requieren estar acompañados de condiciones efectivas
de integración, inclusión, convivencia, participación, justicia y equidad sociales, ya que
éstas constituyen parte esencial de los logros básicos del desarrollo nacional.
(xv) Para el logro de los anteriores objetivos y como garantía de la supervivencia de la especie
humana y la vida toda, el desarrollo de la sociedad debe estar regido por el respeto,
consciente, deliberado e irrestricto de la naturaleza y sus recursos, lo cual condiciona
ecológicamente todas las actividades económicas, sociales y de ocupación y manejo
territoriales. Esto significa producción económica y actividad social limpias, asentamientos
ecológicamente compatibles y mitigación del calentamiento planetario y el cambio climático
derivado del calentamiento global.
(xvi) Dadas la unidad planetaria y la interconexión y la dinámica sistémicas de la historia, la
economía y demás actividades humanas, el desarrollo de las naciones requiere una
atmósfera internacional de convivencia, reconocimiento de la diversidad, cooperación y paz
interna y externa; así como de respeto a la soberanía de los pueblos.
(xvii) El desencadenamiento de los procesos del desarrollo nacional y su consolidación y
sostenibilidad constituyen el más grande e inaplazable desafío histórico de las naciones
del Tercer Mundo, incluidos los países latinoamericanos y caribeños; y el dilema para éstas
es desarrollarse o sucumbir como naciones dignas y libres, bajo la dominación implacable
de las potencias industrializadas.
(xviii) Para que los valores, las actitudes, motivaciones y aptitudes positivos, así como el
desencadenamiento de la capacidad creadora de los individuos y los grupos surjan y se
consoliden, el fenómeno del desarrollo nacional requiere una auténtica atmósfera de
libertad individual y colectiva, y su ejerció efectivo con la debida responsabilidad social.
Los anteriores postulados entrañan en su conjunto un nuevo y más objetivo paradigma del
desarrollo de las naciones, que postula el rol protagónico de la sociedad nacional y todos sus
miembros en generación y dinámica de este fenómeno, interpreta su naturaleza compleja,
multidimensional e indivisible y su dinámica sistémica, le imprime el compromiso de
compatibilidad con la naturaleza, le asigna una función ideológica precisa sus objetivos y metas, y
le imprime un contenido profundamente humano y social.17
17
Como puede observarse, este enfoque se diferencia con el de los economistas (crecimiento del PIB), el del
PNUD (“Desarrollo Humano”) y el de Amartya Sen (“Desarrollo y Libertad).
32
R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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económico”, que no nos permite visualizar e incorporar la fuerza dinámica de cambio,
transformación, progreso y movilización consciente y deliberada de la sociedad.
Para dignificar a nuestros pueblos y para los fines del desarrollo nacional, nuestros países
necesitan un nuevo concepto de sociedad o de orden social que supere el viciado enfoque vigente
impuesto principalmente por el lastre colonial, el capitalismo y su doctrina neoliberal. Como es
sabido, según este enfoque las sociedades nacionales son en la práctica meras fuentes de materias
primas, mercados demandadores de mercancías y servicios, contingentes de trabajadores formales e
informales y masas electorales para el afianzamiento del mercado y los privilegios de las fuerzas
sociales en el poder. Asimismo, como bases territoriales de influencia económica, geopolítica y
militar de las respectiva potencia hegemónica. Desafortunadamente, y en general, así son
concebidos por las clases dominantes nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños y así son
obligados a funcionar y sobrevivir. Por estas razones el replanteamiento debe comenzar por el gran
debate del tipo o modelo de sociedad que los países de la región requieren para liberarse,
desarrollarse y progresar. Es decir la identificación de un proyecto político de nueva sociedad.
Para el logro de la superación del subdesarrollo y el atraso social, político, económico, ambiental y
cultural los países latinoamericanos y del Caribe necesitan construir y consolidar una nueva
economía cuyos fines principales sean, entre otros: (i) La generación de la riqueza suficiente para
financiar en forma sostenible el bienestar y el progreso de toda la población y la construcción y
operación de la infraestructura y los servicios de la producción, el consumo y el desarrollo social,
así como para constituir los recursos en divisas necesarios para la importación de los bienes de
capital y los insumos no producidos en el país y para las constituir las reservas financieras
internacionales; (ii) La generación de empleo productivo y remunerador para toda la población en
condiciones de trabajar —el pleno empleo— y que la incorpore efectivamente y con equidad a los
procesos de generación y distribución de la riqueza producida; (iii) La integración internacional con
el resto de las economías de la región, incluyendo convenios especiales con países vecinos y afines
y tratados comerciales equitativos con comunidades económicas y países extra-regionales; (iv)
Poner esta nueva economía al servicio de la sociedad y los intereses nacionales, para superar el
malhadado paradigma contrario según el cual la sociedad y los intereses nacional deben estar al
servicio de la economía; y (v) La liberación de la economía nacional frente a la dependencia externa
y las presiones indebidas de gobiernos empresas transnacionales e instituciones financieras
internacionales.
Para estos fines, la nueva economía debe operar fundamentalmente con base las siguientes —
entre otras— políticas instrumentales:
Desarrollo y aprovechamiento del talento humano y la creatividad y sus grandes
contingentes de trabajadores manuales e intelectuales. Los países de la región han venido
desperdiciando uno de los recursos de mayor valor estratégico, como lo es la capacidad creativa
y la disciplina de los latinoamericanos y caribeños. Paralelamente ha venido perdiendo gran
parte de sus profesionales y técnicos más capaces y mejor preparados, los cuales son atraídos
por los países industrializados o se ven obligados a emigrar a ellos en busca de oportunidades de
trabajo y realización personal. El buen desempeño de los inmigrantes y el importante aporte en
transferencias de sus ahorros que hacen a sus respectivos países son buena prueba de esos
atributos. Este recurso bien manejado, mediante programas eficientes de identificación y
retorno de talentos y estímulos adecuados para éstos puede llegar a contribuir significativamente
en la economía nacional, particularmente si el desarrollo de la creatividad individual es
estimulado sistemáticamente desde la niñez temprana y consolidado en la educación media.
El desencadenamiento de la cuantiosa potencialidad económica constituida por sus
grandes recursos naturales que hoy adquieren un alto valor económico y geopolítico, los
extensos territorios colmados de tierras, agua, bosques, paisajes y localización estratégica
comercial. La región y cada uno de los países disponen de importantes recursos naturales,
particularmente tierra, agua, bosques, plantas medicinales, pesca, biodiversidad y minerales y
energéticos. Sin embargo, este rico y estratégico patrimonio no se encuentra debidamente
incorporado a la economía, es deficientemente aprovechado y en general es gravemente
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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depredado. Por esta razón muchos de ellos se ven obligados a importar energía eléctrica,
combustibles, alimentos, maderas, productos piscícolas y marinos, fármacos derivados de los
recursos botánicos y silvícolas, y muchos otros rubros. La nueva economía tendrá que
incorporarlos y agregarles valor para abastecer el mercado interno y generar la riqueza necesaria
para el progreso y el bienestar y para liberarse de costosas importaciones. 18
El aprovechamiento prioritario de los amplios mercados internos nacionales, los cuales en
buena parte de los países constituyen una masa crítica de mercado suficiente para garantizar la
dinámica de crecimiento económico. Varios de éstos cuentan con población suficiente para
sustentar un mercado interno para su propia producción en desarrollo de políticas de
industrialización estratégica, particularmente si se las acompaña de ampliación de del ingreso
familiar. Los de alta y mediana población tienen mercados potenciales superiores a los que los
países europeos tenían al terminar la Segunda Guerra Mundial, y los pequeños —como los
centroamericanos y caribeños— tienen acuerdos de integración de mercados que pueden
permitirles superar las restricciones de demanda interna, si se disponen a hacer efectivos dichos
mecanismos de integración. Varios de los asiáticos cumplían esta condición demográfica y la
aprovecharon con eficacia y hoy son potencias industriales, tales como Korea, Taiwan, Hong
Kong antes de su retorno a China. Por ello puede decirse que los países de la región no están
aprovechando esta ventaja estratégica.
La recuperación del agro. La economía regional ha venido relegando la agricultura con un
triple perjuicio. Por un lado el abandono de un recurso productivo clave para garantizar la
seguridad alimenticia y el nivel razonable de precios en el mercado interno, así como para la
producción de diversas materias primas. Por otro, la disminución de empleo para la población
campesina, la cual ha venido desplazándose sistemáticamente hacia las áreas urbanas en donde
no encuentra trabajo ni adecuados servicios sociales y habitacionales. Y por otro porque en
muchos casos los países tienen que acudir a la importación de alimentos. Como es fácil
recordar, la apertura económica de los años 90 arruinó gran parte de la agricultura de la región.
Entre las estrategia de recuperación vale la pena considerar la propuesta de Tomaso Casciello
(2010) de “vuelta al campo mediante una agricultura familiar”, de productividad baja y
mediana, organización comunitaria y prácticas cooperativistas.
Modernización, del desarrollo científico y tecnológico. Con el aporte de la segunda mitad del
siglo pasado, en el siglo que se ha iniciado ha surgido una nueva ciencia que está dando origen a
una Tercera Revolución Industrial.19 Este fenómeno está llamado a transformar radicalmente los
conceptos y procesos de producción en todos los campos. La electrónica, la informática, la
energética, la física cuántica, la ingeniería genética, la robótica, las imágenes diagnósticas, las
nanociencias y los nuevos materiales —entre muchos otros nuevos aportes científicos y
tecnológicos— están generando un cambio fundamental en la economía, particularmente en la
amplia y asombrosa gama de productos por generar, el desempeño del trabajo humano, la
versatilidad de los productos y del impacto sobre la civilización contemporánea y los valores,
las actitudes y las motivaciones de la población sobre la producción y el consumo. Los países
que no se percaten de esta nueva y desafiante realidad quedarán irremediablemente relegados. Y
es por eso que la región tiene que enfrentar desde ya este contundente desafío.
18
Por ejemplo, en Colombia las tierras de vocación agrícola constituyen el 12% del territorio pero solo el 4.6% están
cultivadas, según el IGAC (1995); cuenta con 2.900 kilómetros de litoral marino en el Atlántico y el Pacífico y una rica plataforma
oceánica; y tiene un desempleo abierto del 12% (DANE, 2009) y más de 4 millones de campesinos desplazados de sus tierras. Sin
embargo importa 10 millones de toneladas de alimentos (DANE, 2009).
19
Para una extensión del tema véase Rubén D. Utria: El Desarrollo Científico y Tecnológico y su Planificación: Un Enfoque
Conceptual y Metodológico. COLCIENCIAS, Documentos de Asesoría. Bogotá, 2005.
40
R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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La compatibilidad de los sistemas de producción, consumo y ocupación del territorio y sus
recursos naturales con la preservación de la naturaleza y sus recursos y el hábitat
humano, así como la contribución efectiva a la mitigación del cambio climático y sus
adversos efecto. En general los recursos naturales de la región se encuentran seriamente
afectados por la contaminación física y química, la depredación avanzada y simultáneamente la
emisión de calor y gases generadores del efecto de invernadero están contribuyendo al
calentamiento planetario. Con algunas excepciones, buena parte de los empresarios productores
y los desarrolladores urbanos no han tomado conciencia de sus responsabilidades ambientales y
su obligación de generar una producción limpia. El desplazamiento de las industrias
contaminantes hacia las periferias internacionales por parte de los países industrializados
estimula el ingreso en la región de tecnologías contaminantes y emisoras de gases
inconvenientes. El debilitamiento de los organismos de control ambiental que los países de la
región han experimentado en los últimos 25 años al impulso del neoliberalismo económico ha
facilitado entre retroceso.
La agregación de valor a la producción, industrialización y sustitución de importaciones.
Al impulso de las doctrinas neoliberales y la globalización, la economía de la región ha venido
involucionando en los últimos treinta años hacia el tradicional modelo agro-minero exportador,
y convirtiéndose en importadores netos de bienes y servicios. Este significa énfasis en
actividades minero-extractivas y agricultura tradicional, que son actividades que generan poco o
ningún valor agregado a la producción. La gran mayoría de los países importan numerosos
productos que podrían ser producidos en el país, no solo de bajo contenido tecnológico sino
también de media y alta tecnología. Los primeros estudios de la CEPAL de los años cincuenta y
sesenta demostraron que existía suficiente capacidad instalada en los países y que con modestas
inversiones y adecuados esfuerzos de desarrollo tecnológico podían sustituir parte importante de
las importaciones, particularmente en los rubros de materiales procesados, herramientas,
pequeños y medianos equipos artesanales e industriales, llantas y repuestos para automotores,
productos químicos, abonos, cableado eléctrico y alambres de cercado y usos domésticos, hilos
y tejidos, confecciones, vidrios y cristales y demás insumos para la construcción, agroquímicos,
fármacos, papel y otros rubros, además del ensamblado de vehículos y la producción de bienes
de capital de mediana tecnología. Los países que siguieron las recomendaciones del citado
organismo lograron en alrededor de 20 años iniciar un proceso sólido y sostenible de
industrialización y agro-industrialización inicialmente para su mercado interno y después para la
exportación de los excedentes. Así lograron Brasil, México, Argentina y Colombia avanzar en
su desarrollo económico por 40 años. Para retornar al camino extraviado, las economías de la
región deben apuntar a una estrategia que combine la modernización con la industrialización,
aprovechando la revolución industrial, los mercados nacionales y el regional y la amplia oferta
de capital extranjero que se vienen desplazando de los países industrializados al impacto de la
actual crisis económica y financiera.
La integración sistémica de las actividades productivas. En general las economías de la
región son desarticuladas intersectorial e intra-sectorialmente, carecen de integración espacial
orgánica, no generan los eslabonamientos productivos pertinentes y no disponen de las alianzas
estratégicas necesarias para la minimización de los costos. El resultado es ineficiencia,
desperdicio de recursos y dependencia de las importaciones, pérdida de competitividad. La
superación de estas limitaciones exige planificación eficiente integrada de la producción.
El ordenamiento territorial de los emplazamientos productivos con fines de eficiencia
económica de localización y distribución estratégica territorial. Por falta de una planificación
regional y urbana en los últimos 60 años, la localización de los emplazamientos productivos —
así como los asentamientos y los mercados generados por éstos— se ha producido un cúmulo de
41
R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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problemas y conflictos en los centros urbanos, debidos a la urbanización acelerada y
concentrada y paralelamente al abandono de regiones y zonas de alta potencialidad derivada de
sus recursos y hasta su propia localización estratégica. Este fenómeno tiene, además, incidencia
importante en los costos de producción (deseconomías), particularmente en el transporte, la
infraestructura vial, la saturación y congestión de las ciudades, el abandono de tierras y
recursos, las desventajas de localización para las exportaciones y otras externalidades. Por esta
razón este factor de la distribución territorial de la producción adquiere la mayor importancia y
debe abordarse mediante un eficiente ordenamiento territorial encaminado a organizar
racionalmente el especio socioeconómico nacional, la organización de redes y clusters y la
preservación ambiental. Como resultado de la inexistencia de un esquema nacional de
ordenamiento territorial del desarrollo, las actividades productivas se implantan sin racionalidad
siguiendo las tendencias generalmente caóticas del mercado, con desatención de las
restricciones ecológicas y de las deseconomías en el transporte y demás desventajas de la
ausencia de integración estructural de la producción.
El aprovechamiento de la estratégica localización geográfica de la región y su acceso
directo a los mercados de Norteamérica, Europa y el Oriente para una participación
remuneradora y equitativa en la economía globalizada. Con excepción quizá de México, los
países de la región no han aprovechado las ventajas económicas comparativas y competitivas y
las oportunidades geopolíticas que les ofrece su localización geográfica. En general la ubicación
de los emplazamientos productivos no responde a una estrategia exportadora ni importadora de
insumos y la infraestructura vial y de transporte no apunta al aprovechamiento de los dos
océanos, el canal interoceánico y otras ventajas.
Integración regional. Las nuevas economías y su nueva capacidad tecnológica de producción
requieren mercados de varios cientos de millones de habitantes. Esta consideración se torna
evidente en los casos de Estados Unidos y Europa y no tiene otra solución que la integración de
los mercados de grupos de países y, ojalá, regiones y subregiones enteras. Además esta
integración trae consigo otra ventaja: el poder de penetración competitiva y de negociación
comercial. Nuestra región requiere indispensablemente concretar los esfuerzos de integración
económica que han venido frustrándose durante los últimos 40 años, debido principalmente a
las presiones y obstáculos interpuestos por las grandes empresas transnacionales y la falta de
conciliación interna entre los intereses de los sectores productivos de los países, así como por la
ausencia de adecuada intervención de los gobiernos.
La seguridad energética. Este factor es clave para la marcha eficiente de todas las actividades
productivas y, por tanto, debe otorgárseles alta prioridad en la inversión a los sistemas de
generación, transmisión, distribución y consumo. Debido a las implicaciones adversas de la
energía de origen fósil para el calentamiento global y la contaminación, es preciso iniciar cuanto
antes la búsqueda y el aprovechamiento de fuentes alternativas.
La seguridad alimenticia. Compromiso fundamental de una buena economía nacional es la
garantía de que cubrirá adecuada y prioritariamente la demanda de alimentos de toda la
población. Esta garantía incluye la producción de alimentos en condiciones de alta calidad y
exentos de todo tipo de contaminación, alteración genética inconveniente, procedimientos de
manipulación y preparación que afecte la salud de los consumidores y otros factores sanitarios y
médicos conexos.
El manejo ambiental en la minería. Con excepción de la gran minería industrializada, esta
actividad se adelanta artesanalmente en la mayoría de los países, con grave impacto depredador
sobre grandes extensiones de tierras y aguas y condiciones inhumanas y altamente peligrosas
para los trabajadores. Esta situación es particularmente adversa en la minería del carbón, el
estaño, el oro y las piedras preciosas, en donde con frecuencia los mineros queda atrapados en
42
R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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los túneles, se contaminan en los ríos, se mueren de silicosis y otras enfermedades profesionales
conexas. Por su parte la gran minería, generalmente extranjera, también desatiende sus
obligaciones ambientales.
Disciplina fiscal. Toda economía eficiente requiere rigurosa disciplina en el gasto fiscal que
garantice el volumen adecuado de ingresos, los programas de inversión y gasto, el buen manejo
del déficit, el equilibrio de la balanza de pagos, la disponibilidad de divisas, el servicio de la
deuda interna y externa, la disponibilidad de las reservas internacionales y otros aspectos afines.
Igual atención debe otorgarse a la política cambiaria para que ella coadyuve a la actividad
exportadora y al manejo estratégico de la deuda externa,20 la capacidad de importación, la
disponibilidad de divisas y otros aspectos conexos. Asimismo, este amplio concepto de
disciplina fiscal incluye el régimen de impuestos, para que este garantice el ingreso público y
sea socialmente equitativo, progresivo, estimulador de la inversión en actividades prioritarias
para el desarrollo nacional, y no introduzca discriminaciones entre los empresarios e
inversionistas, no otorgue privilegios innecesarios e inconvenientes al capital extranjero y no
permita el traslado indirecto y sistemático de los impuestos de la producción y el capital a los
sectores de ingresos medios y bajos, como es usual en la gran mayoría de los países de la
región.
Tasas de capital y de cambio. Estos dos factores requieren la mayor consideración. El costo
excesivo y usurero del capital encarece la producción y solo puede ser enfrentado por las
actividades de mayor productividad y rendimiento, con el consecuente marginamiento de
empresarios medios y pequeños que constituyen la inmensa mayoría en los países de la región.
Esto es más grave cuando, como sucede en la mayoría de los países de LAC, no existen
sistemas adecuados de microcrédito. Por su parte la política monetaria puede sobrevaluar las
monedas nacionales y desestimular las exportaciones, como también está sucediendo en la
región, particularmente como consecuencia del alza de los precios internacionales de algunas
materias primas, como el petróleo y varios minerales. Los fondos de ahorro de divisas en el
exterior “para emergencias futuras” —de bajo rendimiento— que están siendo recomendados
por organismos internacionales para conjurar la llamada “enfermedad holandesa” carecen de
sentido si los países tienen que endeudarse a tasas más altas para sus gastos e inversiones en
divisas y si tienen alto déficit de bienes de capital. En este caso no se trata de una “enfermedad”
sino de una oportunidad para modernizar la producción nacional.
Gasto militar. Este factor sigue constituyendo un freno para el desarrollo de los países y
generando tensiones políticas en LAC. Según el Instituto Sueco para el Estudio de la Paz —
SIPRI— (2010), En 2009 este gasto aumentó 50% en relación con el año 2000 y está
significando el 2.4 del PIB regional en un momento en que no existen conflictos bélicos. Esta
situación debe ser superada.
La defensa efectiva de los intereses sociales y nacionales frente a la penetración del capital
extranjero y las empresas transnacionales, para evitar la enajenación de activos nacionales de
alto valor estratégico, el monopolio y el control de las actividades financieras y de
comercialización, el desplazamiento de empresarios y productores nacionales, el desempleo
neto que se genera con sus prácticas intensivas de capital, el retorno inequitativo de utilidades,
la fuga de capitales nacionales para inversiones en otros países y otras prácticas inconvenientes.
Esta actitud de defensa debe estar presente hoy más que nunca frente a la actual crisis
20
Se alude al aprovechamiento de las reservas nacionales en dólares y otras divisas depositadas en los grandes
bancos norteamericanos, europeos y japoneses, que desde hace mucho tiempo están recibiendo rendimientos irrisorios
—generalmente del 0.5% al 3%— mientras que los países están pagando por su financiamiento externo dos o tres veces
dicho rendimiento. Ya varios de los países de la región, como Venezuela, Argentina y Bolivia vienen acudiendo a este
recurso estratégico.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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económica de naturaleza sistémica que afecta a los países ricos y amenaza la estabilidad del
capitalismo. A este respecto debe tenerse presente que la región tiene poco futuro mientras se
mantengan las actuales características de la globalización comparativa, porque ella está
concebida para privilegiar productos de alto contenido tecnológico y alto precio. Otro tanto
puede decirse, en general, de los “tratados de libre comercio” Éstos son sanos y convenientes
cuando se trata de países de igual o parecido nivel de desarrollo, pero son perjudiciales cuando
siguen los preceptos del “libre comercio” en boga, por la iniquidad de los términos de
intercambio y porque inviabilizan la industrialización nacional e introducen productos agrícolas
altamente subsidiados en los países de origen.
La liberación de la dependencia externa que ha asfixiado las economías nacionales desde la
Colonia y que continúa saqueándola en los últimos 30 años a través de las políticas neoliberales,
incluidos los inequitativos tratados de libre comercio. Este objetivo involucra la liberación de la
economía regional del capital transnacional expoliador y de las doctrinas neoliberales y los
compromisos del “Consenso de Washington”, para ponerla al servicio de la sociedad. Esto
significa superar la dependencia externa extrema impuesta, la implantación de monopolios
extranjeros, la captura de las actividades productivas, comerciales y financieras nacionales por
parte de las grandes transnacionales, el predominio de las materias primas de exportación, la
enajenación de los activos económicos de mayor valor estratégico, la precariedad de los
salarios, la escasa generación de empleo y su precarización, la liquidación de la seguridad
social, el desmonte de las conquistas sociales de los trabajadores y otros perjuicios. Por otra
parte, nadie discute la contribución que la inversión extranjera directa (IED) puede realizar en la
aceleración del desarrollo económico de los países pobres y, consecuentemente, debe contarse
con una estrategia defensiva y equitativa para contar en la región con este recurso. En este
propósito es necesario corregir el indebido actual desempeño de las grandes empresas
transnacionales que opera básicamente en la siguiente forma: (i) Constitución de abusivos
monopolios que condenan a la quiebra a los productores nacionales. Éstos generalmente operan
en condiciones de altas mecanización, intensividad de capital y elevada productividad,
derivadas de las ventajas de sus altas escalas de producción. Este fenómeno trae aparejado el
desplazamiento de grandes contingentes de pequeños productores locales, que no son
reemplazados en la economía nacional; (ii) Invierten en proyectos de extracción e importación
minera para sus casas matrices, pero no crean nuevas empresas ni invierten en frentes de mayor
valor estratégico para la economía nacional —como la industria— sino preferentemente en los
sectores financiero, de telecomunicaciones y en grandes centros comerciales, mediante la
compra de empresas nacionales ya establecidas y exitosas; (iii) En el comercio se limitan a la
venta de artículos importados con el consiguiente impacto sobre la balanza comercial, y cuando
se trata de productos nacionales les asignan marcas propias de la respectiva transnacional para
aumentar su poder competitivo y monopólico; (iii) La escasa o negativa generación de empleo,
debido a su producción intensiva de capital y liberadora de mano de obra, impacto que viene
acompañado de la elevada pérdida de empleos en el frente de los competidores arruinados:
pequeños industriales y proveedores, así como tenderos de barrio y trabajadores independientes;
(iv) Acaparamiento del crédito disponible en el sistema financiero nacional —porque “son
clientes grandes, ofrecen mayores garantías y facilitan a los dueños de los bancos la fuga
subrepticia de capital”; (v) Ejercen presiones indebidas en el sector público en procura de
jugosas exenciones tributarias, privilegios en el mercado, garantía de estabilidad jurídica, y otras
prebendas, concedidas bajo el pretexto de generar “confianza inversionista y seguridad jurídica”
a la inversión extranjera. Estas concesiones entrañan una vergonzosa discriminación a los
empresarios nacionales y fortalecen el poder monopólico de las empresas transnacionales; y (vi)
Están apoderándose de los medios de comunicación —telecomunicaciones, prensa, radio, etc.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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— y de la industria cultural, con lo cual están conformando un nuevo y peligroso sistema de
penetración política y cultural en los países de la región.
Planificación prospectiva. La construcción y puesta en marcha de una nueva economía para la
región y cada uno de los países no puede ser un ejercicio improvisado y de ejecución errática.
Se trata de una actividad estructural de la mayor importancia que debe ser planificada en forma
altamente eficiente y con base en el mayor respaldo político. Los países europeos superaron la
devastación de su economía producida durante la guerra mediante disciplinados planes
quinquenales nacionales de desarrollo. La URSS se convirtió en gran potencia usando la misma
estrategia. China ha basado su acelerado y vertiginoso desarrollo económico y social con base
en sucesivos planes quinquenales; e India viene construyendo su nueva economía en la misma
forma. En LAC la planificación nacional del desarrollo impulsada y asesorada por la CEPAL
permitió durante 30 años un crecimiento sostenido del 5 % e impulsó un interesante proceso de
industrialización. El actual estruendoso fracaso de “la mano invisible del mercado” de los
últimos tres decenios debe servir en la región para repensar sobre la reincorporación de este
estratégico instrumento.
Como en el caso del modelo de sociedad, ya tratado, el análisis objetivo del desempeño
histórico de las economías capitalista y comunista y sus respectivos logros, beneficios y perjuicios
para la humanidad, así como su crisis actual, ya permite identificar las respectivas ventajas y
desventajas de ambos sistemas; así como sus respectivas capacidades e incapacidades para crear
riqueza y distribuirla, para generar formas y procesos efectivos de integración y desarrollo sociales
en condiciones de respeto a la dignidad humana y de auténticas democracia y libertades ciudadanas.
Esta circunstancia especial que brinda la presente coyuntura mundial puede permitir la búsqueda de
alternativas de modelos eclécticos válidos y viables para dicha opción ideológica, que combinen y
maximicen las ventajas y beneficios, y minimicen las desventajas y costos y sacrificios de la
sociedad latinoamericana y caribeña en su lucha histórica por la liberación, el desarrollo y el
progreso.
Por otra parte, la definición de una opción de esta naturaleza debe estar precedida de la
solución varios problemas científicos y académicos relacionados con ciertas fallas de la teoría
neoclásica, como —entre otras— la relativa al “equilibrio general del mercado” y la ausencia de
consideración para los aspectos sicológicos y sicosociales de las preferencias económicas (Legrenzi
y Ruminiati, 2005), la naturaleza y la dinámica sistémicas del funcionamiento de la economía
(Utria, 2002); así como la no incorporación de nuevos enfoques de la economía, tales como el
experimental, el evolucionista, el cognitivo, el neuroeconómico y el behavioral (Viale, 2005).
Esta definición es urgente e inaplazable porque la economía mundial se debate hoy en una
profunda crisis que debe ser debidamente enfrentada, antes que sus impactos afecten
irreversiblemente a la región. Como se anotó inicialmente, ya no es posible continuar haciendo
“más de lo mismo” porque, como se sabe, el comunismo como sistema colapsó hace 25 años al
impacto de su propia implosión por debilitamiento y agotamiento internos y el desgaste de la
“guerra fría”. Y el capitalismo ya ha comenzado a implosionar por fallas internas y al impacto de
los abusos del mercado inducidos por el “capitalismo salvaje”. La actual crisis financiera y
21
En la práctica en Latinoamérica y el Caribe no existe propiamente la “lucha de clases” sino,
fundamentalmente, el sometimiento de una clase sobre las otras, a través del empleo del Estado, las relaciones sociales
de la producción y otros instrumentos. Los movimientos subversivos pasados y actuales son muy pocos y se encuentran
debilitados y marginados.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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económica —que no es la causa del problema, sino su efecto 22— ya ha comenzado a debilitar las
demás estructuras del sistema en los países capitalistas más desarrollados y probablemente en todos
los demás. Y, por otra parte, los países de la región están enfrentados a dos desafíos históricos:
Sucumbir en el proceso irreversible de la ampliación geométrica de la brecha científica y
tecnológica a favor de los países ricos, que ya están aprovechando la Tercera Revolución Industrial;
y no poder responder adecuadamente a la amenaza del calentamiento planetario y sus catastróficos
efectos, ya en marcha, debido al subdesarrollo.
Son numerosos y de índole diversa los escollos que deben ser superados en el proceso de
replanteamiento. Entre ellos vale la pena mencionar los siguientes: los informativos y estadísticos,
los políticos y los geopolíticos.
Debido a su contundente impacto, en este campo merecen mencionarse, entre otros, los siguientes:
(i) La vigencia predominante de las doctrinas y prácticas neoliberales. No obstante los
graves perjuicios ocasionados a la región ya identificados, éstas continúan vigentes en la
gran mayoría de los países, inclusive en los que tienen gobiernos de centro-izquierda. Son
bien conocidos estos perjuicios en todo el mundo, incluido su propio patrocinador —los
Estados Unidos y sus empresas transnacionales— y toda la economía internacional está
siendo afectada por la actual crisis económica y financiera. Ésta, como ha sido expuesto,
tiene naturaleza sistémica y no sectorial y coyuntural y se origina en las doctrinas y prácticas
neoliberales, particularmente las derivadas del llamado ”capitalismo salvaje”. Mientras
permanezcan en vigencia y en boga tales teorías y prácticas los países de la región seguirán
condenados a frenar su desarrollo económico, profundizar las desigualdades sociales e
incrementar su dependencia externa.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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(ii) El lastre ideológico del colapso del comunismo soviético. Aparte de dejar al mundo en
manos de una sola potencia imperial y sin posibilidades de un contrabalance político y
geopolítico en las relaciones internacionales de poder, este fenómeno ha generado un pesado
lastre ideológico que sicológicamente viene cerrando las puertas en muchos círculos
intelectuales y académicos y de la opinión pública, a cualquier iniciativa en pro de un
pensamiento económico y político alternativo. Asimismo, se afirma falazmente que
cualquiera otra doctrina ajena al capitalismo ―el libre comercio y la globalización de la
economía― es solo una versión disfrazada del “estatismo stalinista”. Además, no obstante
su contundente refutación por la historia y la política y la alteración geopolítica del poder
económico mundial en marcha, los dueños y áulicos del poder en la región y en los países
siguen predicando “el fin de la historia” del profesor Fukuyama (1992); y, por tanto, la
inutilidad de un nuevo pensamiento y un sistema alternativo. Esta estrategia ha hecho
extensa mella en la academia y en el electorado, así como en la gente de la calle, y ha
debilitado la fuerza de los movimientos políticos de izquierda.
(iii) La inexistencia del nuevo pensamiento. Como ya fue mencionado, existen muchos
esfuerzos y propuestas dispersas sobre el tema. Pero todas ellas tienen y tendrán poco peso
mientras no surjan de un esfuerzo cooperativo y coordinado de todas las fuerzas que anhelan
un cambio político en la región y en cada uno de sus países. Hay muchas y diversas
propuestas ideológicas ―ya mencionadas― como la del “Socialismo Siglo XXI” 23 y “El
Comunitarismo” (Alameda y otros 2205), y de mecanismos de integración y acción como la
“Alternativa Bolivariana (ALBA)”, la Unión de los Países Suramericanos (UNISUR), las
propuestas del Foro Social de Porto Alegre, y la “OEA sin Estados Unidos y Canadá” que
acaba de acordarse en Cancún. Pero aun nada concreto, estudiado científicamente,
concertado democráticamente, ni surgido de la propia entraña de los pueblos, e impulsado
por una nueva generación de políticos y dirigentes sociales y comunitarios, sociólogos,
politólogos, economistas y estrategas y planificadores del desarrollo. Y tampoco se
vislumbra un liderazgo eficiente y unificado capar de catalizar los anhelos de cambio de la
comunidad latinoamericana y caribeña. Al contrario, arrecian los conflictos entre países
hermanos, se sobrevaloran las diferencias etnoculturales, gobiernos democráticamente
elegidos son derrocados impunemente,24 se afianza la dependencia externa y el territorio
regional comienza a ser mancillado con nuevas bases militares extranjeras.
(iv) Las resistencias externas e internas. Un pensamiento emancipatorio, como el que se
necesita, será seriamente resistido con todas los medios —incluida la violencia— por las
potencias dominantes y sus socios criollos; y la historia latinoamericana y caribeña está
plagada de dolorosos antecedentes al respecto. La implantación masiva de dictaduras
militares, las invasiones directas a los países, el infame bloqueo de más de 50 para años para
castigar y empobrecer al pueblo cubano, el financiamiento y el entrenamiento de
contingentes paramilitares y brigadas de muerte, el interminable accionar criminal de las
mafias del narcotráfico y muchos otras interferencias e intervenciones externas son
elocuentes ejemplos. Sin embargo, superar este tipo de obstáculos ha sido y seguirá siendo
el requisito de los grandes avances de la humanidad que la historia no rebaja a los pueblos.
Y la región no tiene por que ser menos.
23
Los expositores más lúcidos de esta propuesta son Heinz Dieterich Steffan en su libro El Socialismo del
Siglo XXI. Editado por la Fundación para la Investigación y la Cultura. Bogotá 2007. ISBN 958-9091-77-6; e István
Mészaros en su libro Socialismo o Barbarie: La alternativa al orden social del Capital. Ediciones desde abajo,
Difundir Ltda. Bogotá 2009. ISBN 978-958-8454-06-1.
24
Se alude al caso del gobierno democrático de Honduras en 1009.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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4.1.3 Escollos geopolíticos
Hacen presencia obstaculizadora también poderosos factores de naturaleza geopolítica entre los
cuales se podrían citar los siguientes:
(i) La función de patio trasero de Latinoamérica y el Caribe. A lo largo de la historia del
continente americano nuestra región ha sido considerada por la potencia del Norte como su
“patio trasero” según expresión ya generalizada en los Estados Unidos y en LAC. Esto
significa que la región es la reserva interior de mercado, recursos productivos y escenario
geopolítico de apoyo militar de dicha potencia. Esta función tenderá a ampliarse en la
medida en que ésta continúe perdiendo su poder hegemónico mundial y sus dificultades
económicas y políticas internas se agudicen. Ello entrañaría un severo obstáculo adicional
para las reivindicaciones de la región.
(ii) La presión de las potencias emergentes. La anterior situación y el celo de control de su
área de influencia tenderán a agudizarse en la medida en que las nuevas potencias
emergentes —China, Rusia, India, y en menor escala Irán y otros países del cercano oriente
y Asia Central— aceleren su estrategia de penetración económica, política y cultural en
Latinoamérica y el Caribe. En este caso es previsible que la potencia del Norte acuda a todos
los recursos a su alcance para mantener e incrementar su control político y militar.
(iii) La batalla mundial por el control de los recursos naturales estratégicos. En la medida en
que el agotamiento de los recursos naturales de las grandes potencias comiencen a escasear
—como ya ha comenzado a suceder ya sea por agotamiento físico o por dificultades
tecnológicas— la presión de los altos precios determinará mayor interés y celo competitivo
entre dichas potencias en relación con los recursos de la región. Esto puede entorpecer los
esfuerzos de liberación y desarrollo de nuestros países, porque entre grandes potencias la
competencia se define con instrumentos de poder y cooptación y sometimiento de los países
débiles. Esta misma situación puede producirse en la medida en que recursos básicos como
el agua, tierras para la producción de alimentos y biocombustibles, bosques capturadores de
C02, nuevos metales y otros minerales afines comiencen a escasear en el planeta, como lo
prevén numerosos científicos. Como es sabido, hay quienes pronostican que las guerras del
futuro serán por el agua, los energéticos y el control de los bosques tropicales.
(iv) La geopolítica de los efectos del calentamiento global. Si los impactos del cambio
climático ya en marcha continúan mostrando su agresividad contra los países
industrializados, regiones menos generadoras de calentamiento y en relativo menor deterioro
ambiental —como Latinoamérica y el Caribe— podrían ser objeto de atención geopolítica
de refugio ante dichos efectos cada vez más catastróficos. Esta situación podría también
entorpecer los propósitos liberadores de la región.
(v) La región latinoamericana y caribeña como uno de los últimos refugios del capitalismo.
El debilitamiento de este sistema en Japón, su insostenibilidad en la mayoría de los tigrillos
asiáticos, la creciente agudización de su crisis en Europa, la guerra anti-occidente en el
medio oriente y Asia Central y los avasallantes avances del modelo económico de China e
India, así como los inequívocos síntomas iniciales de implosión del sistema en los Estados
Unidos, abren la posibilidad de que nuestra extensa y rica región latinoamericana y caribeña
pueda llegar a ser considerada como uno de los refugios del capitalismo para protegerlo y
afianzarlo aquí. En este caso las posibilidades de un repensamiento liberador y
transformador serían menores.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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La superación de de esta situación no podrá lograrse fácilmente en forma aislada por cada nación o
grupos de éstas. La búsqueda del nuevo camino implica forzosamente una auténtica y eficiente
integración regional y ambos objetivos requieren ineludiblemente el consenso. Es decir, un
consenso latinoamericano y caribeño que reemplace y supere las limitaciones y excesos del
capitalismo y el “consenso de Washington” y demás formas de dependencia ideológica y
económica.
En general este tipo de fenómenos no es privativo de LAC sino que ha estado presente a lo
largo de la historia de las naciones con las mismas características anotadas, e impuesto por los
diferentes y sucesivos imperios que han dominado el mundo. En la historia reciente ha surgido un
caso excepcional: La Unión Europea está logrando estos dos objetivos como resultado de un
complejo y laborioso proceso de 40 años de búsqueda progresiva de consensos de sus gobiernos y
sus pueblos, quizá inspirados en la necesidad vital de poner fin a sus permanentes y devastadoras
confrontaciones bélicas. Sin embargo, la actual crisis económica internacional parece amenazar este
interesante ensayo histórico.
25 Este es el caso, por ejemplo, de los grupos “México y Centroamérica”, “Grupo del Caribe”, “Grupo Andino”, “Unisur”, etc.
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R.D. Utria: “El Reto Histórico y Político de Latinoamérica y el Caribe: El Replanteamiento de su Desarrollo y su Economía”
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Así, el punto de partida lo constituye el consenso ideológico en torno al desarrollo y la
economía nacionales. Y la presente propuesta de replanteamiento intenta apuntar hacia la
construcción de dicho consenso.
[El reto histórico de LAC. R.D.Utria, Marzo 2010]
5. BIBLIGRAFÍA
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