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Era su primera clase del día, el reloj aún no marcaba las ocho de la mañana y

luego de la tercera llamada su maestro de Ciencias Sociales lo volteó a ver con gesto de
desaprobación, Richard metió la mano al bolsillo para activar el botón de silencio en su
celular sin sacarlo del pantalón, pero el maldito iPhone no dejaba de vibrar allí adentro,
cuando se hartó lo sacó del bolsillo para echarlo a su mochila no sin fijarse en la
pantalla y ver que varias de las llamadas provenían del periódico. —¿Para qué mierdas
me llaman si ya saben que estoy en clase? —Se preguntó dejando caer el celular a la
mochila, haciendo caso omiso de que podía tratarse de su jefe en el periódico, ¿qué
querría el señor Bachman con tanta urgencia para molestarlo en sus clases? ¿Pedirle que
escribiera otro artículo de la noche a la mañana? Imposible, si bien apenas el día
anterior había escrito oficialmente su primer artículo, Richard aún no era un periodista,
seguro debía tratarse de otra cosa menos urgente, pero… ¿de qué?

La tarde anterior había aparecido el cuerpo de una chica de veintiún años en un


lote baldío de los barrios bajos de Brawley, tenía hematomas en el cuello y el estomago
abierto. Richard no sólo se había encargado de escribir en el periódico la noticia de ese
espantoso crimen, también se había encargado de asesinarla y ahora, dos días después
del asesinato y un día después de escribir el artículo… su teléfono no paraba de sonar.
Había hecho todo al pie de la letra, se aseguró de no dejar ningún rastro y claro que
omitió poner en su artículo aquellos detalles que sólo el asesino conocería… ¿Para qué
lo llamaban?

Pasó el resto de la clase sacando conjeturas y llegó a la conclusión de que era


muy poco probable que se sospechara de él. Lo más probable es que querían que
escribiera un artículo secundario sobre el asesinato, y como el plazo de entrega es la una
de la tarde, por eso la urgencia. Cuando el profesor se retiró del aula Richard se apuró a
sacar el celular de la mochila para devolver las llamadas —El que nada debe nada teme,
diría un inocente. —Había dieciséis llamadas y un mensaje de voz ya no del periódico,
sino del número personal de su jefe, el Director del periódico, abrió el mensaje.
<<Richard, el artículo se viralizó en la página del periódico. Hay que darle
seguimiento con algunas entrevistas. Tu primer artículo será también tu primer caso.
Sáltate las clases que yo me encargo de que… >> No pudo seguir escuchando porque
unas femeninas manos robustas le empezaron a masajear la nuca.

—Hola Rick, ¿tomaste tu café? Yo no, ¿me acompañas por uno? —No necesitó
voltear para saber que esa voz ronroneante era de Sary, esa gorda fastidiosa a la que sin
importar cuántas veces rechazara siempre lo invitaba al café, al desayuno, al cine, a la
comida, a esto, a aquello, a lo otro.
—Sary —Dijo dedicándole una amplia sonrisa que aunque fuera fingida, se
contagió en el rostro regordete de la chica. —Ya tomé café y debo responder una
llamada del trabajo. Pero mañana me vengo sin tomarlo, ¿qué dices?
—Que te tomes otro para que te despiertes bien porque mañana es sábado y no
hay clases.
—Carajo ya es viernes. —Respondió sonriente simulando sorpresa.
—Andas en la luna he, ¿así de mal te pongo? —Preguntó ella con un coqueteo
exagerado para dejar en claro que era falso y se echaron a reír.
—Nos lo tomamos el lunes, ¿va?
—Okay. —Respondió ella y salió del salón.

Richard volvió a su celular. Había también llamadas de números desconocidos y


algunos mensajes de Messenger y Whatsapp, cosa extraña. Antes de abrirlos terminó de
escuchar el mensaje de voz de su jefe y al devolver la llamada, esta vez fue el director
del periódico quien no respondió. Como en su mensaje de voz se comprometía a
justificarle las faltas por colaborar en un caso de importancia, Richard le escribió un
mensaje diciéndole que salía para allá, pero se quedó a su clase de las ocho, así sólo
tendría que ponerse al corriente con tres y no con cinco apuntes.

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