Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Bonnie Drake
Las relaciones entre Anne y Mitch eran muy particulares. Cuando se conocieron,
ambos necesitaban calor humano y comprensión, y se apoyaron mutuamente. Pero
ninguno de los dos quería comprometerse, por lo que trazaron un plan. Se verían sólo
durante las vacaciones, en un lugar aislado. Ninguno sabría quién era el otro, ni
siquiera cuál era su apellido.
Pero Anne pronto se dio cuenta de que necesitaba algo más, cada vez se le hacía más
insoportable no saber nada sobre el hombre que amaba... y Mitch se negaba
obstinadamente a aclarar sus dudas. ¿Quién era él? ¿Cuáles eran los secretos que con
tanto celo ocultaba?
Capítulo 1
2
Bonnie Drake Flores para despertar
3
Bonnie Drake Flores para despertar
4
Bonnie Drake Flores para despertar
que había estado viviendo con una familia, en un pueblito al oeste de Limoges.
El medio de transporte había sido una bicicleta; el medio de comunicación,
una sonrisa brillante, hasta que descubrió que ella hablaba inglés. Desde ese
momento, fueron inseparables y él acomodó su plan de viaje para que
coincidiera con el de ella.
Cuando volvieron a los Estados Unidos a fines de agosto, la amistad se
había transformado en verdadero amor. También era de Nueva York y la casa
de su familia quedaba a una hora de la suya. En enero, ella pasó del colegio a
una universidad del Oeste; se casaron el verano siguiente. Había sólo dos años
de diferencia entre ellos, por lo que crecieron juntos, y pasaron los años de
idealismo del colegio con tierna camaradería, más que amor. Ambos
provenían de familias en situación acomodada que los ayudaron
económicamente hasta que lograron independizarse. Pero el dinero no había
importado, ni siquiera cuando lo obtenían del éxito creciente de Jeff como ase-
sor de inversiones. Por el contrario, siempre habían sido Jeff y Anne, Anne y
Jeff. Ahora, súbitamente, era Anne... sola.
Cuando el aturdimiento comenzó a desaparecer se obligó a analizar su
situación. Tenía una casa: un piso hermoso, totalmente amueblado, decorado
con estilo, completamente equipado y amplio. Tenía dinero suficiente como
para vivir en él cómodamente, con un capital que sobraría para invertir una
vez que todos los papeles estuvieran arreglados. Tenía amigos. Tenía una
familia. Tenía automóvil propio. Y tenía trabajo.
Como hablaba con fluidez tanto español como francés, Anne había
trabajado como intérprete la mayor parte del tiempo que estuvieron casados.
Al principio, el dinero había sido una ayuda importante en sus ingresos; más
tarde perdió importancia. Pero le gustaba su trabajo y al no tener otras
responsabilidades que la retuvieran en casa, llenaba las horas en que Jeff
estaba en la oficina. Era ideal. Si planeaban hacer un viaje, trabajaba menos, el
tiempo necesario. Si Jeff tenía que hacer un viaje de negocios y no podía
acompañarlo trabajaba más para mantenerse aún más ocupada hasta que
volviera.
Más de una vez, durante los largos meses de recuperación de la pérdida,
su mente la había torturado con una angustia enfermiza. ¿Qué habría pasado
si hubiera estado con él en ese último viaje fatal? Quizás estarían todavía
juntos.
Pero no era así. Estaba sola. Poco a poco fue cogiendo más trabajo,
introduciéndose además en la tarea de traducir libros de texto para varias de
las universidades del lugar. Había más flexibilidad en la traducción, lo que no
sucedía con la interpretación, en que debía estar personalmente en un lugar
5
Bonnie Drake Flores para despertar
determinado, con fecha y hora precisas. Una vez que recogía el trabajo a
realizar podía organizarlo a su manera, cómodamente recluida en su
apartamento. Felizmente, había una montaña de trabajo de este tipo para
escoger. Parecía que su habilidad, disponibilidad, competencia y velocidad
para entregar los encargos, la hacían muy solicitada.
Algunas veces, reflexionando acerca de los profesores que le daban el
trabajo, Anne había llegado a la conclusión de que su estado civil alterado
recientemente era el responsable de la deferencia que tenían estos intelectuales
jóvenes y atractivos hacia ella. Y aunque apreciaba profundamente la tarea y se
esforzaba por ser cortés con todos, rechazaba instantáneamente cada uno de
los intentos de acercamiento, disimulado o no. Le molestaba, hasta la enojaba,
que los hombres pensaran que ella pudiera o quisiera salir después del mo-
mento por el que había pasado.
«Quizá los hombres lleven las cosas de un modo diferente», se había
dicho en un intento de explicar y perdonar su insensibilidad. Ella no tenía
ganas de salir. Los recuerdos de Jeff estaban muy próximos, muy reales, muy
queridos como para permitirle pensar en compartir con otro hombre lo que
había vivido con él. Con el tiempo, los recuerdos tendrían otro lugar en su
mente y podría buscar compañía masculina nuevamente. Por ahora el
pensamiento resultaba molesto e inapropiado. Abrirse otra vez al amor con el
dolor que implicaba le llevaría mucho tiempo.
Quizá éste era otro motivo por el que intentaba alejarse. Allí tendría que
acabar con mucho trabajo atrasado y no cabía la posibilidad de que encontrase
ningún hombre.
En la chimenea, el repentino desmenuzamiento de un leño encendido la
deslumbró. Girando sin rumbo con los ojos ensanchados por el temor, le llevó
un momento tranquilizarse después de estar tan profundamente ensimismada
en sueños melancólicos. Incluso entonces, los puños cerrados no sintieron la
presión de las uñas contra las palmas de las manos hasta que despertaron al
dolor. «Esto también deberá cambiar», murmuró. Lentamente, extendió cada
dedo examinando las uñas que después de meses de estar cortas y carcomidas,
habían crecido, dando elegancia a sus dedos, largos y delgados como sus
manos. Entonces, el fuego se hizo escuchar otra vez, pidiendo ser realimentado
con un chisporroteo que llenaba la habitación. Se arrodilló delante de la piedra
caliente, tomó un pedazo de leña seca y partida de la gran canasta de la
madera y la puso cuidadosamente sobre las brasas. Miraba con satisfacción
cómo ardía, prisionera en la chimenea, con llamaradas traviesas. Era un presa-
gio, prometió, mientras recogía el libro del suelo, se ponía las gafas y volvía a
instalarse entre los anchos brazos del sillón.
6
Bonnie Drake Flores para despertar
7
Bonnie Drake Flores para despertar
de atún con ensalada, poner una cafetera y hacer dos tostadas de pan de
centeno. Luego, con el plato de emparedados en una mano y la taza de café en
la otra, volvió sobre sus pasos, apagando las luces detrás de ella hábilmente
con el codo.
El hambre que sentía la sorprendió. Terminó la cena con calma y volvió al
sillón, mientras la taza calentaba sus manos igual que el fuego los dedos de sus
pies que se meneaban alegremente delante de las llamas danzarinas. De
pronto, una sensación de sentirse viva surgió y luego ardió dentro de ella,
aparentemente ansiosa de compensar los meses de ensueño en que había sido
insensible a cosas tales como el rico aroma del café o sentir descalza la
suavidad de la alfombra. Ahora, algo en su cuerpo renacía. Sus sentidos pare-
cían haberse liberado de las restricciones que ella misma se había impuesto en
la casa en la que vivía con Jeff. La casa que llevaba «su» sello en cada sofá,
cada silla, tetera, almohada, sábana y toalla. Pero lo había amado tan
profundamente que nunca habría deseado hacer que su recuerdo
desapareciera. Vivir con ese recuerdo pero sin él, ése era el desafío.
Subiendo las gafas aún más sobre el puente de la nariz, bajó la vista para
dedicarse a la biografía. No, quizá no fuera ésta una noche para una biografía.
Suspiró al levantarse y volver al dormitorio a buscar otro libro. Un libro de
misterio o una novela: la elección era bastante simple. Tal vez le gustara una
novela más adelante, el misterio ahora le atraía.
Empezó a leer, perdiendo su propia identidad para transformarse en la
heroína de libro. Apenas se dio cuenta de que la lluvia se había hecho más
intensa, golpeando con fuerza creciente ahora contra el techo y los cristales de
la ventana. Era una sinfonía de fondo adecuada para la historia de una joven
desamparada en una cabaña en la espesura del bosque, en una situación no
demasiado diferente a la suya. Anne se estremeció ante la comparación,
pensando seriamente en elegir la novela después de todo, pero le fue imposi-
ble dejar de leer la obra escrita hábilmente. Se movió en su asiento para
arrellanarse más profundamente en el almohadón del sillón y se abandonó al
desarrollo intrincado de la lectura.
Durante una o quizá dos horas estuvo leyendo, deteniéndose sólo una vez
para llenar nuevamente la taza de café. El reloj pulsera de oro indicaba que
eran las once de la noche, mas pese al día largo y agotador, su mente estaba
totalmente despierta con la excitación de los acontecimientos que relataba la
historia.
De capítulo en capítulo la intriga crecía. Alguien estaba detrás de la
protagonista; no, «algo» estaba detrás de ella, por lo menos ese le parecía por
las extrañas huellas de pies o patas, señaladas en la nieve invernal. El terror
8
Bonnie Drake Flores para despertar
9
Bonnie Drake Flores para despertar
10
Bonnie Drake Flores para despertar
El fuego languidecía, pero permitía ver las facciones del huésped que
mostraba las mandíbulas tensas, la boca en una mueca despectiva y los ojos
profundos e impenetrables.
—¡Eres una estúpida! ¿Por qué has tardado tanto? ¡No puedes ver cómo
está el tiempo! —los truenos del exterior no eran nada comparados con el de
su voz—. Además, ¿quién te envió aquí? ¿Fue Joe?
Sus ojos se contrajeron maliciosamente al tiempo que escudriñaba sus
formas con una insolencia que la turbó.
—No, debe haber sido Lennie. Él siempre las prefiere del tipo huesudo y
de pecho chato.
Aun en la oscuridad la mirada insistente sobre su cuerpo tendido era
humillante y el asombro por el repentino giro de los acontecimientos, la dejó
sin habla. Era un monólogo que él parecía tener intención de terminar.
— ¿Qué? ¿No hay rechazos? ¿Ni protestas recatadas?
Mientras hablaba, con la mano derecha se desabrochó los botones de la
chaqueta de lana. Se quitó el abrigo empapado y lo dejó caer sobre una silla
vacía. Era una figura imponente, que irónicamente vestía igual que ella: con
pantalones cómodos y ceñidos y un suéter oscuro de cuello alto. Para su
desesperación, se adelantó un paso, luego dos, hasta quedar directamente
sobre ella, con las manos en las caderas y las piernas separadas.
—Bien. ¿No tienes nada que decir? ¿O vas a quedarte simplemente ahí,
desamparada y sugerente?
La sugerencia la indignó. Anne encontró finalmente las palabras.
—Usted no debería estar aquí. ¡Váyase!
Una risa burlona se escuchó a través de los sonidos de la tormenta.
—Ah, ¿así que con segundas intenciones, no? ¿Renuncias tan pronto a tu
trabajito?
—Creo que aquí ha habido un error...
—¡Ya lo creo! No sé quién eres, pero no te quiero ni a ti ni a ninguna otra
mujer aquí. Así que sugiero que tomes tu pequeño esqueleto y lo saques de
aquí.
—¡No lo haré! —estalló, mientras se alejaba del hombre.
En un ágil y súbito movimiento se arrodilló ante ella, inmovilizándola con
sus rodillas.
—¿Qué has dicho?
11
Bonnie Drake Flores para despertar
—He dicho que no me iré. Me quedaré aquí toda esta semana. Si hay
alguien que tiene que irse es usted. ¡Ahora!
Para su descontento, la orden tuvo el efecto contrario sobre el hombre.
Con determinación, se adelantó apoyando todo el peso de su cuerpo en la
mano derecha que se movió sobre el suelo duro hasta quedar a pocos
milímetros de su cadera.
—¿Así que éste es un nuevo estilo de juego? —se burló.
—No sé de qué está hablando. Esto no es un juego.
Fue un susurro que expiró cuando su cara se aproximó aún más a la de
ella. Delineados por el anaranjado pálido del fuego sólo podían verse sus
labios firmes y bien formados que se distendían en una mueca perversa. Todo
el resto se desdibujaba en la violencia de la tormenta, la oscuridad de la
habitación y el terror súbito que la invadió. Los ojos del hombre se contrajeron
ante sus labios trémulos, demostrando por un instante sus intenciones.
—¿No es un juego? —se hizo eco de sus palabras mientras ella luchaba
por zafarse de la presión de sus piernas.
Entonces, con la gracia de una atleta y la fuerza de un león apretó su
cuerpo contra el de ella, hundiéndola casi en el piso frío. El pánico se apoderó
de ella.
—¡Déjeme! ¡Aléjese de mí! —inútilmente presionó con los puños sobre sus
hombros para arrancarlo de sí.
El peso del cuerpo era enorme y le quitaba el aliento que necesitaba para
gritar. Jadeando, continuó forcejeando mientras sus labios se acercaban
inexorablemente a los de ella.
—No... —murmuró, meneando la cabeza de lado a lado.
— ¿No es un juego, has dicho? —Susurró junto a su boca—. ¡Eso lo
veremos!
Con decisión, sus labios abarcaron los de la mujer callando su derrota con
una firmeza que le hizo mantener la cabeza contra las placas de roble del
suelo.
Anne luchó desesperadamente mientras se retorcía debajo de él. En un
movimiento que le pareció increíble, el desconocido cogió en la mano derecha
las dos suyas y las sujetó contra el suelo sobre la cabeza. Sólo entonces se
separaron sus labios. Ahora no eran las gotas de lluvia las que desdibujaban su
imagen, sino las lágrimas que bañaban sus ojos.
12
Bonnie Drake Flores para despertar
13
Bonnie Drake Flores para despertar
14
Bonnie Drake Flores para despertar
—¿Por qué, qué? ¿Por qué he venido directamente o por qué estoy aquí?
—Ambas cosas —a medida que Anne tomaba confianza, bajaba
lentamente el atizador, aunque todavía lo asía firmemente.
—Vine porque tuve un compromiso hoy por la tarde y no pude irme de la
ciudad hasta que terminó. Vine porque necesito una semana de descanso, lejos
de todo contacto humano. Todo contacto humano.
—¿Por qué está usted aquí? —los ojos oscuros lo desafiaron de una forma
en que ninguna mujer lo había hecho antes.
—Acabo de decírselo.
—¿Pero por qué aquí en esta casa? —dijo Anne empezando a desconfiar
menos.
—Vengo a menudo aquí. Y estoy seguro de haber arreglado este fin de
semana con Miles.
«Bien, al menos conoce al empleado de la inmobiliaria», pensó. Por lo
tanto, debía creerle. Lentamente bajó el atizador.
—Entonces, aquí hay un terrible error —comenzó, bajando la cabeza,
confundida.
Aprovechando la distracción momentánea, Mitch se adelantó
bruscamente, arrebatándole el atizador antes de que advirtiera su presencia. El
terror se renovó ante la mirada oscura y brillante.
—Bien, querida. Ahora usted contestará mis preguntas —ordenó
triunfalmente.
El temor la hizo retroceder un paso, pero la detuvo la presión firme de dos
manazas sobre los hombros. Uno frente al otro, erguidos, Anne tomó nota de
la gran diferencia de alturas. Incluso considerando que estaba descalza. Mitch
le llevaba unos treinta centímetros.
—¿Quién es usted?
Comenzó a temblar nuevamente, maldiciendo en silencio su timidez.
—Anne.
—¿De?
—Nueva York.
—Así que somos de la misma raza —dijo Mitch sonriendo.
—Difícilmente —la mirada firme y la respuesta concisa borraron la
sonrisa.
15
Bonnie Drake Flores para despertar
—¿Cuándo llegó?
En su interior, le molestaban las preguntas. Después de todo tenía todo el
derecho de estar allí.
—Mire, no creo que...
Los dedos se incrustaron con firmeza en la carne de sus hombros.
—Contésteme. ¿Cuándo llegó aquí?
—Esta tarde temprano.
—¿Y por qué está aquí?... Las dos versiones —anticipándose
correctamente a la réplica, aflojó la garra sobre sus hombros.
—¿No podría... no podría sentarme? Siento que las piernas no me
sostienen —dijo casi suplicándole.
—Está bien, siéntese.
Rápidamente se arrellanó en su viejo sillón, mirando en silencio al intruso
que echaba más leños en la chimenea con habilidad usando sólo la mano
derecha. La izquierda permanecía en el bolsillo, y Anne intuía que evitaba
usarla, aunque no tuvo tiempo de preguntar.
—De acuerdo —comenzó, acercándose con paso arrogante, alto e
imponente, dando la espalda al fuego—. ¿Por qué vino?
—Estoy aquí de vacaciones. Lo arreglé y pagué una semana por
adelantado al señor Cooper.
—¿Tiene pruebas?
—Por supuesto.
—Déjeme verlas.
—¿Por qué? ¿Por qué tengo que mostrarle nada? Es usted el que apareció
sin que nadie lo invitara.
Como respuesta, avanzó dejando caer la mano en el brazo del sillón
mientras acercaba los labios a milímetros de su oreja.
—Tráigalas —pidió con una amenaza implícita.
Se enderezó lentamente para dejarla pasar.
Momentos después, reapareció y lo encontró con el brazo en el hogar de
piedra contemplando absorto las llamas. Se dio la vuelta y cogió el papel con
tranquilidad.
—Realmente parecen auténticos —era una admisión recelosa, teñida de
enojo—. ¡Ese loco!
16
Bonnie Drake Flores para despertar
—¿Y dónde están sus pruebas? —lo desafió, con las manos en las caderas
y una audacia que hasta a ella misma la sorprendió.
—Tendrá que creer en mi palabra.
—No, gracias. ¡Quiero pruebas, si no usted cogerá sus cosas y se irá de
este lugar! No he conducido todo el camino hasta aquí arriba para compartir
mi chalet con un hombre al que ni siquiera conozco. Vine a este lugar para
estar sola, y es eso exactamente lo que pretendo hacer. Si tuviera un teléfono
llamaría a la policía local para que se lo llevara. Pero como no lo hay, y no
tengo intenciones de salir con este tiempo, le pido que se retire como un
caballero.
—¿Quién le dijo que soy un caballero?
—Le daré el beneficio de la duda. Ahora, o se va o yo... —se apagó la voz
al mismo tiempo que advertía lo indefensa que estaba en realidad.
Lentamente se dio la vuelta y avanzó hacia ella.
—O usted... ¿qué?
—Escuche... Mitch... No sé quién es el culpable de esto pero le agradecería
que se fuera. Ha sido un día muy largo y estoy cansada. Es obvio que ha
habido un malentendido, pero tengo todo el propósito de pasar una semana
aquí, sola, y ya pagué por ello. Así que, ¿se va?
—¿Esta noche? No.
—¿Qué quiere decir con no? Usted no tiene derecho a estar aquí.
—Tengo todo el derecho de estar aquí, pero eso lo sabemos Miles Cooper
y yo. Déjeme aclararle una cosa. No la quiero aquí más que lo que usted me
quiere a mí en este lugar. Parece que al menos por esta noche, tendremos que
estar juntos. Mañana tendremos que acordar algo.
—Lo siento, pero usted no puede quedarse esta noche.
—¿Por qué no? —por un momento la diversión jugó en las líneas de sus
labios.
—¡Porque soy yo la que está aquí! ¡Por eso! —vociferó.
—¿Y qué?
—Pensé que había quedado claro que no formo parte de ninguna
conspiración. Bien, déjeme llegar un poco más lejos —le faltaba el aliento al
tener que hablar de cosas que había estado ocultando a todo el mundo durante
semanas—. No me interesa ni usted ni ningún otro hombre. ¿Es posible que
pueda entender eso?
17
Bonnie Drake Flores para despertar
18
Bonnie Drake Flores para despertar
Capítulo 2
Anne no se movió por un buen rato de donde estaba. ¿Qué podía hacer?
No podía hacer otra cosa que dormir. Por la mañana, como Mitch había dicho,
encontrarían la solución. Tendrían que encontrarla, porque como ella había
dicho, no tenía intenciones de sacrificar la paz de una semana por ningún
hombre. Aunque estaba exhausta no le fue fácil conciliar el sueño. Dio mil
vueltas en la cama mientras maldecía las dos tazas de café que la habían
estimulado, la lectura inconclusa que había despertado su imaginación y al
hombre que, en el piso de arriba, le recordaba su presencia con cada crujido a
través del techo. Cuanto más tiempo pasaba sin dormirse, más se enfurecía.
Era la primera noche en el campo, el comienzo de una semana que supuso de
descanso y relax. No tenía ninguna de las dos cosas.
De pronto, se le ocurrió pensar que no había estado lamentándose por la
pérdida sufrida como lo había hecho durante los últimos ocho meses... Con esa
irónica advertencia cayó en un sueño intranquilo del que despertaba ante cada
pequeño ruido con el enfado de constatar que provenía de arriba. Era casi de
mañana cuando un sueño profundo se apoderó de ella.
19
Bonnie Drake Flores para despertar
Los muchos amigos que sabían que Anne era una mujer tranquila,
comprensiva y agradable, jamás habrían reconocido como suya la explosión
que siguió. El de ayer había sido un día demasiado largo, igual que la noche
anterior, demasiado angustiante la prueba de esos meses como para que le
quedara una pizca de equilibrio.
—¡Usted va a limpiar eso! ¡No fui yo quien armó ese lío y no soy su
esclava! No toqué ese armario cuando llegué. ¡Acuse a quien le venga en gana
mientras no sea yo! ¿Y qué derecho tiene a despertarme de esa manera? Estas
son mis vacaciones, ¿o no lo entendió ayer noche? —dijo indignada y
gritando—. Con este ruido se habría despertado hasta un muerto. Pero no era
necesario algo tan enorme para molestarme: ¡su movimiento incesante sobre
mi cabeza toda la noche fue suficientemente malo! ¡El que usted tenga in-
somnio no es motivo para que yo tenga que sufrirlo también!
—Realmente se levanta con un humor adorable, ¿no es cierto? Muy
distinto al de mis mujeres habituales —arrastraba la voz baja mientras la
examinaba de pies a cabeza—. Y ésa es toda una vestimenta, también muy
diferente...
Un gritito evidenció la confusión de Anne al darse cuenta de que, con el
enojo, había dejado la bata en el ropero. Giró sobre los talones con el cabello
flotando tras ella y regresó al dormitorio, se puso la bata y cansada, se sentó en
el borde de la cama, con los codos en las rodillas y la cara entre las palmas.
¿Qué le había pasado? ¿Dónde estaba su autocontrol? ¿Qué ganaba con esa
aspereza? Lo que tenía que hacer, se dijo, era hablar con ese hombre
razonablemente, y encontrar una solución rápida y satisfactoria. Sus mujeres...
¡sus mujeres, realmente! ¡Ella no era ni su mujer ni la de nadie! Un sentimiento
de pena repentino se adueñó de ella ante este pensamiento. ¡Si Jeff la viera
ahora! Avergonzada, cogió una toalla y jabón. Una ducha larga y tibia podría
disminuir la tensión y ponerla de mejor humor.
Por un rato corto lo hizo. La presión del agua era fuerte y proporcionaba
un masaje a los músculos agarrotados de la nuca y la espalda. El champú dejó
su pelo suave y brillante, descendiendo en ondas por su espalda. Finalmente
salió, se secó con fuerza y volvió al dormitorio para vestirse.
El aseo personal la había alejado de todo otro sonido, otro pensamiento,
hasta que media hora después se encaminó a la cocina para hacerse un café.
Vestía un suéter liviano, unos vaqueros y zapatillas. El horno ya estaba
caliente. La sorprendió ver que el suelo estaba limpio y la vajilla ordenada
cuidadosamente en el armario del que había caído. Una sonrisa satisfecha se
instaló en sus labios. ¡Así que él lo había limpiado! ¡Cuánto para un machista!
20
Bonnie Drake Flores para despertar
21
Bonnie Drake Flores para despertar
22
Bonnie Drake Flores para despertar
23
Bonnie Drake Flores para despertar
24
Bonnie Drake Flores para despertar
25
Bonnie Drake Flores para despertar
—Tengo libros que leer y trabajo que hacer. Deseaba tomar aire fresco,
vagabundear y disfrutar de la soledad.
—Mire, esto tal vez le resulte ridículo, pero creo que podemos quedarnos
aquí los dos —levantó una mano para detener la protesta inminente—. Parece
que necesitamos lo mismo: paz y soledad sobre todo. No hay motivo para que
no podamos hacer cada uno lo suyo con un mínimo de interferencia. Conozco
la región y, créame, no hay otro lugar donde poder quedarse en cuarenta
kilómetros a la redonda.
Anne se puso el pelo detrás de la oreja con pereza y evaluó la sugerencia.
No era ésta la clase de vacaciones que había planeado, aunque tuviera razón.
Desechó totalmente la idea de volver a Nueva York presumiendo que él sería
tan obstinado como ella acerca de esto. En apariencia, no había alternativa.
—No es esto lo que yo tenía previsto... —dijo Anne.
—No es tampoco lo que yo había imaginado. Pero parece ser la única
posibilidad. Si voy a tener que tolerar sus duchas calientes usted tendrá que
acostumbrarse a mi café fuerte.
—¿Y acerca de las camas? Cada movimiento suyo resuena en el techo.
¡Tenía planeado dormir!
—¡Yo también! ¡Pero esa cama de arriba es tan pequeña e incómoda! ¿Por
qué no trata de dormir usted allí?
—¡Porque usted está en ese lugar!
—Entonces, ¿por qué no duermo yo abajo?
—¡Porque yo estoy ahí! —su voz se elevó un tono.
—Demonios, mujer. No tengo la más mínima intención de compartir su
cama. ¿Por qué no nos mudamos simplemente?
—¿Después de que me ha dicho lo pequeña e incómoda que es la cama
del desván? ¡Nunca!
—Entonces, no se queje por el ruido —con un ágil movimiento se levantó,
recogió los platos y los llevó al fregadero. Sólo entonces se dirigió a ella—.
Usted fregará los cacharros, puesto que yo he cocinado —se fue tan
velozmente que la protesta de Anne se estrelló contra el aire.
—Pero... era... mi comida...
Lentamente, se encaminó hacia el fregadero, disimulando su mal humor
con un gesto de irónico enfurruñamiento. Si esto era el presagio de la semana
de compañía, las cosas parecían difíciles. Porque, pensaba mientras empezaba
a fregar los platos, este Mitch era capaz de mostrarse violento o
26
Bonnie Drake Flores para despertar
27
Bonnie Drake Flores para despertar
—¡Suélteme! No necesito que usted haga nada —la dejó sobre la cama con
un golpe poco elegante.
Alarmada y totalmente despierta, su mirada se encontró con la de Mitch,
helada.
—No se preocupe. No le estoy haciendo ningún favor. Estoy pensando en
mí.
—¿De qué está hablando? —preguntó apoyándose sobre los codos.
—Muy sencillo. ¡Quiero sentarme en ese sillón! —antes que pudiera
comenzar a desafiarlo, salió de la habitación dando un fuerte portazo.
Cuando regresó, cogió el primero de los trabajos que tenía que traducir y
progresó mucho hasta que el hambre hizo que se detuviera. Para entonces ya
había ajetreo en el cuarto de arriba. Deliberadamente había ignorado al
hombre, estirando el trabajo hasta que él estuvo en el baño, permaneciendo en
la cocina hasta que volvió al dormitorio. Cuando finalmente bajó la escalera
una vez más, ella estaba trabajando nuevamente.
Luego, comenzaron las cosas negativas. Por ejemplo, la observación
silenciosa de su trabajo sobre el hombro durante más de diez minutos
28
Bonnie Drake Flores para despertar
29
Bonnie Drake Flores para despertar
30
Bonnie Drake Flores para despertar
31
Bonnie Drake Flores para despertar
—¿Puede andar?
—No hay problema —insistió con obstinación, pero aunque trataba de
ocultarlo, arrastraba levemente la pierna al volver a la casa.
Sus largas zancadas aventajaron el paso lento de la mujer y cuando llegó a
la cocina, él ya había dejado la carga sobre la mesa y desaparecido.
Contenta de quedarse a solas, se dejó caer en una silla retorciendo el brazo
para verse el codo. Se subió casi hasta el hombro la manga del suéter gris
perla, para observar mejor la herida.
—A ver, déjeme echar un vistazo.
La orden fue firme. Antes de que pudiera resistirse, Mitch puso una
botella de desinfectante y un paño sobre la mesa, apartó una silla y cogió su
brazo para examinarlo. El calor de su contacto le quemó la piel, pero con
firmeza evitó que lo retirara. Cuando el antiséptico rozó la zona lastimada dio
un respingo.
—¡Aj! ¡Es suficiente!
Pero él no estuvo de acuerdo, y lavó cuidadosa e insistentemente la
suciedad de la herida. Cuando terminó, se arrodilló frente a la pierna para
continuar con la rodilla que se había golpeado contra el tronco áspero.
—¡Ya basta! —la protesta hizo que él elevara la cabeza hasta encontrar su
mirada, con la mandíbula contraída y las mejillas rojas por la furia.
Pero los ojos castaños brillaban con ternura y la conmovieron.
—Hago lo posible para que no le duela, pero hay que curar estas heridas
—sostenía la pantorrilla entre las manos, pero no comenzó la aplicación hasta
que la mirada sumisa le dio permiso.
Trabajaba suavemente, centímetro a centímetro. No era sólo el temor al
dolor lo que la angustiaba ahora. Su contacto delicado le recordaba una
situación similar en esa misma habitación.
—Ya está —murmuró con suavidad—. No fue tan malo, ¿verdad?
La invadió una ola de emoción ante la delicadeza de sus palabras y su
contacto. Cuando levantó la cabeza, la respiración de la mujer se detuvo, ya
que la mirada parecía ahogarla. El pulso se aceleró independientemente de la
agitación del accidente.
Su propia respiración se alteró ante la hermosa imagen que tenía delante
de él. Los rasgos perfectos se habían ablandado con la vulnerabilidad; los ojos
negros, redondos, hablaban de una soledad que él también conocía. Manejadas
por una fuerza desconocida, sus manos rodearon el cuello con suavidad. Ella
32
Bonnie Drake Flores para despertar
33
Bonnie Drake Flores para despertar
34
Bonnie Drake Flores para despertar
35
Bonnie Drake Flores para despertar
36
Bonnie Drake Flores para despertar
—No iba a irse sin decir adiós, ¿verdad? —inclinó la cabeza para hablarle
a través de la ventanilla abierta del automóvil.
—Justamente iba a hacerlo ahora mismo.
—¿No olvida nada?
—Creo que no. Dejé el resto del pastel de manzana para usted.
—Gracias. Le salió muy rico, aunque el café es todavía poco fuerte.
—Entonces, estará feliz de librarse de mí —dijo sonriendo—. ¿Cuándo se
va usted?
—Hoy, más tarde.
—¡Oh! —no parecía haber nada más que decir.
La mirada recayó en los dedos robustos, más bronceados que una semana
atrás, que se aferraban a la portezuela del coche.
—¿Volverá alguna vez a este lugar? —preguntó con dulzura.
Se estremeció. No había pensado llegar tan lejos.
—No estoy segura. Ha sido una semana estupenda. Lamento... Lamento
tener que irme.
Sintiéndose culpable, desvió la vista, sin poder impedir que él leyera entre
líneas.
—No fue todo tan malo, ¿no es cierto? Mire, yo volveré aquí la semana
anterior al Día Acción de Gracias —dijo tentando el terreno—. Es para darme
el último impulso antes de las vacaciones. No lo olvide.
Lentamente, volvió a mirarlo. Encontró en él una complicidad que le hizo
sentir deseos de escapar.
—Lo recordaré —la voz era casi un susurro—. Bien, adiós, entonces.
—Adiós.
Cuando se apartó, dio marcha atrás para encarar el camino sin dejar de
pensar qué hermoso habría sido que la hubiera besado nuevamente. Su
imagen quedó reflejada en el espejo retrovisor mientras se alejaba con un
extraño sentimiento de pérdida. Luego, el camino dibujó una curva y sus
pensamientos se dirigieron exclusivamente a Nueva York y a la vuelta a la
realidad.
37
Bonnie Drake Flores para despertar
Capítulo 3
38
Bonnie Drake Flores para despertar
39
Bonnie Drake Flores para despertar
40
Bonnie Drake Flores para despertar
41
Bonnie Drake Flores para despertar
42
Bonnie Drake Flores para despertar
43
Bonnie Drake Flores para despertar
44
Bonnie Drake Flores para despertar
45
Bonnie Drake Flores para despertar
46
Bonnie Drake Flores para despertar
—Creo que sí. Pero sucede que a veces... ayuda hablar de eso. Todavía
pareces enojado y amargado...
—¿Cómo murió Jeff?
Tragó saliva con dificultad, miró a su alrededor buscando algo que le
evitara tener que responder. Pero le era tan imposible escapar como negar la
necesidad de hablar. Sostuvo la mirada sobre el anillo de casada. Comenzó a
jugar con él, nerviosa.
—Él... ah... tuvo un accidente.
Mitch le reprochó con gentileza.
—Eso ya me lo dijiste antes. ¿Qué tipo de accidente? ¿Estabas con él?
—No —susurró, culpable—. Fue en un viaje de negocios. El avión se
estrelló...
El rostro de Mitch palideció mientras miraba la cabeza gacha de la mujer.
Como el silencio se alargaba, levantó la cabeza para encontrar su mirada que
parecía reflejar su dolor con igual intensidad.
—¿Cuándo sucedió?
—En enero.
La profundidad insondable de los ojos se perdía en sus propios
pensamientos. Sólo advirtió la presencia femenina cuando se movió para
acomodarse mientras lo miraba con curiosidad. Recobró la compostura
velozmente, esquivando el tema central de la conversación.
—Hace casi un año.
—¿Sales con alguien?
—No.
—Deberías.
—¿Cuándo murió tu mujer?
—También el invierno pasado.
—Y tú, ¿sales con alguien? —era una pregunta tonta, de la que se
arrepintió inmediatamente.
Frunció los labios.
—No creo que pueda llamársele salir con alguien —el tono de la voz
debería haberla alertado, pero estaba demasiado conmocionada por sus
propias revelaciones como para darse cuenta.
—Entonces, ¿cómo...?
47
Bonnie Drake Flores para despertar
48
Bonnie Drake Flores para despertar
49
Bonnie Drake Flores para despertar
50
Bonnie Drake Flores para despertar
51
Bonnie Drake Flores para despertar
Capítulo 4
52
Bonnie Drake Flores para despertar
El Día Acción de Gracias fue muy tranquilo, con el pavo tradicional para
la cena en casa de sus padres. Fue una reunión agradable, incluso para Anne,
que podía ahora, renovada, ver a sus parientes y amigos como individuos y no
como continuaciones de Jeff.
Era un consuelo saber que mientras estaba en Nueva York, Mitch no era
más que una estrella brillante, una luz prometedora en su imaginación vivida.
Cada día aumentaba la confianza de saber que aunque se estuviera
interesando, sus relaciones no progresarían mal o bien, hasta que lo viera a
finales de diciembre. No podía suponer, mientras la Navidad se acercaba, que
había subestimado la fuerza del destino.
El profesor Robie, o Alex, como insistía en que Anne lo llamara, organizó
una cena para las siete personas que habían estado trabajando ese tiempo. Dos
secretarias, tres asistentes de investigación, Alex, un colega suyo y Anne. Se
reservó una mesa en uno de los restaurantes más elegantes de Nueva York.
Después de mucho insistir, Anne había accedido a que Alex la pasara a buscar
para llevarla a la cena, en vista de que se reunirían rápidamente con el resto
del grupo.
Era la clase de comida con amigos que había disfrutado con Jeff infinidad
de veces. ¿Le gustarían a Mitch este tipo de salidas? Inconscientemente, se
perdió en sus pensamientos, mientras la conversación de los otros la rodeaba.
Recorrió con la vista a las personas que abarrotaban el amplio salón, hasta
detenerse en un hombre que había en el rincón opuesto. Perfilada por la luz
tenue, la figura era tan apuesta y robusta como la de Mitch. Con traje oscuro,
corbata y camisa inmaculadamente blanca, dedicaba toda su atención a su
compañera. ¿Y si hubiera sido Mitch, tan elegantemente vestido, y ella hubiese
sido la destinataria de sus atenciones?
Reprobando su comportamiento en silencio, apartó la vista. ¡Qué trampa
cruel le había hecho su imaginación! No podía ser Mitch, la coincidencia tenía
que ser muy grande.
El resto del grupo notó el súbito interés de Anne por la charla, sin saber
que era una forma de olvidarse de lo que creía haber visto. Pero algunos de los
compañeros comenzaron a preguntarse qué sucedía, cuando casi al final de la
comida, se acercó el camarero a su lado deslizando junto a su oído algunas
palabras discretas y entregándole un pedazo de papel.
—¿Qué es eso, Anne? —preguntó Alex—. ¿Un admirador secreto?
Confundida, Anne desdobló el papel. Entonces comprendió. Había un
mensaje corto escrito con letra firme: Hasta el 31 de diciembre. Al interpretar el
significado de la frase, miró en dirección a la mesa donde se habían sentado el
53
Bonnie Drake Flores para despertar
Anne se sintió muy mal los días que siguieron; le molestaba que la
hubiera puesto en esa situación frente a sus amigos, y se sentía frustrada por
no haber podido hablar directamente con él. Pero los celos eran
preponderantes. Había una mujer con Mitch, aunque se le habían escapado los
detalles de su figura, edad y vestimenta. En el momento, había dudado de que
fuera Mitch. Ahora, ardía en deseos de saber cómo era esa compañera de cena.
Las cosas parecían estar fuera de control. Pensaba en Mitch mucho más a
menudo y con más intensidad de lo que correspondía. Y por mucho que
quería dominarse, le era imposible. Y aunque una parte de su ser insistía en
que debía pasar a salvo el fin de año en su casa no se sorprendió al encontrarse
conduciendo los últimos kilómetros del camino hasta el chalet.
El camino estaba helado. Cubierto de nieve, inmaculado. El hielo creaba
estalactitas en lo alto de los árboles y los techos de las granjas y chalets a lo
largo de la ruta conocida.
Nerviosa, Anne exigió la máxima velocidad al pequeño automóvil. Los
árboles desnudos a ambos lados del camino, iluminados por la luz débil del
sol de media tarde, escoltaban su paso con regularidad. Ensimismada,
disfrutando ese momento, no se dio cuenta de la velocidad que llevaba hasta
que una bocina la sobresaltó a su derecha, en el camino al pueblo. El Honda
azul era inconfundible. Con una sonrisa de placer, lo siguió hasta el borde del
camino, deteniéndose justo detrás de él. Mitch saltó del asiento del conductor
y el pulso de Anne se aceleró. Bajó la ventanilla sonriendo con excitación.
—¿Estás tratando de suicidarte, Anne? No era una velocidad segura para
este camino.
54
Bonnie Drake Flores para despertar
A pesar del enfado, la embargó una inmensa alegría al verlo. Era una
antorcha en medio del campo helado. Bajo la protección de unas gafas oscuras,
se deleitaba en la contemplación de quien, con una dudosa excepción, no había
visto en seis semanas. No pudo reprimir una sonrisa. El cabello parecía más
rubio que plateado con el reflejo débil del sol, haciendo más joven la mirada de
los ojos castaños. Enseguida se dio cuenta de que, a pesar de la bienvenida
dudosa, estaba tan feliz de verla como ella.
—Escúchame, seguirás el viaje detrás de mí. ¿Entendido?
De buen humor, segura de su poder, Anne bromeó.
—¿Compraste todo en el supermercado? ¿Comida? ¿Provisión de vino?
—Detrás de mí —repitió tamborileando los dedos contra la ventanilla.
—¿Y el chocolate caliente? ¿Y la crema? —la divertía mucho haber
descubierto el modo de atemperar los abruptos accesos de Mitch.
Él también lo notó y no tardó en demostrarle que podía detenerla. Con un
rápido movimiento, se inclinó aún más y borró su sonrisa capturando los
labios con un beso veloz y firme que retuvo su boca durante un momento
antes de irse. Entonces se puso de pie y en pocos segundos estuvo dentro de su
coche. La guió a una velocidad no mayor de treinta kilómetros por hora hasta
el chalet.
55
Bonnie Drake Flores para despertar
—Quiero que sepas que no me di cuenta de que eras tú. Creí que eras una
imagen que había... conjurado, hasta que leí la nota —en ese instante, la
invadió la emoción de recordar aquel instante—. ¿Por qué no te acercaste para
saludarme?
—Estaba fuera de las reglas ¿no es cierto? Encontrarnos en el... mundo
real... —las palabras jugaban con el cinismo.
Esa situación tenía que cambiar, aunque no sabía en qué dirección. En ese
momento no quería pensar, estaba con él y eso era lo que importaba.
Como agobiada por las palabras, dejó caer la cabeza contra su pecho. La
comunicación fue intensa, tácita. Los brazos de Anne expresaban cuánto lo
había extrañado y cómo disfrutaba estando tan cerca de él. El latir del corazón
de Mitch parecía querer decir lo mismo. Por último, la llevó con el brazo sobre
el hombro hasta la sala, donde la ayudó a sentarse en el sofá a su lado. Apoyó
la cabeza en el hueco de su brazo, mientras estiraba las piernas delante de él,
entumecidas después de un largo día conduciendo.
—¿Y cómo pasaste las vacaciones, Anne?
Intuitivamente, supo que ésta era una apertura, que esta vez tendrían que
conocer el uno del otro mucho más que lo que habían sabido en el pasado. Si
su suposición era acertada, Mitch debía estar tan perturbado por lo
desconocido como ella. Pero ése no era un consuelo. Porque tanto quería saber
todo acerca de él como temía que esa revelación alterara todo lo que habían
logrado obtener.
—No tan mal como esperaba.
—¿Sin depresiones?
—Unas pocas. Jeff y yo íbamos siempre de casa en casa el día de Navidad.
Fue más sencillo este año... cené en casa de sus padres.
—¿Quiénes estaban contigo aquella noche? —preguntó despreo-
cupadamente.
—¿En el restaurante?
—Sí.
—Gente con la que trabajo.
—Háblame de tu trabajo.
Durante la media hora que siguió, fue contándole con calma cada uno de
los pasos de su carrera, cómo se había acercado a los idiomas y la forma en que
había comenzado a trabajar. Las preguntas eran inteligentes y demostraban un
profundo interés en su vida. Una, en especial la puso en guardia.
56
Bonnie Drake Flores para despertar
57
Bonnie Drake Flores para despertar
—¡Por supuesto que no! ¿Por qué tendría que molestarme? ¡No tiene
absolutamente nada que ver conmigo!
—Tranquilízate, Anne. No quise ofenderte. Es que, a decir verdad, me han
dicho que soy un excelente partido para algunas mujeres que no parecen
amedrentarse ante el presidente de una compañía.
—Estás bromeando. Cualquier mujer que prefiera tu café negro y las
largas duchas calientes tiene que estar un poco loca. Y en lo que a mí respecta
no hay suma de dinero en el mundo que compense la falta de respeto por la
mantequilla de cacahuete.
—Veremos —arrastró las palabras, abrazándola.
—¿Qué negocios tiene tu compañía? —preguntó arrellanándose en sus
brazos.
—Tenemos aparcamientos, grandes almacenes, etcétera.
—¿Algo más?
—Algunos otros... negocios.
—... de los que preferirías no hablar —como no hubo respuesta, lo miró
para encontrar unos ojos alertas—. Por ahora. Hmmm..., el misterio del año.
Como siempre, supo la manera de hacerla callar. Y lo hizo. Con un rápido
movimiento, la tendió de espaldas sobre el sofá. Antes de que pudiera
incorporarse se arrojó sobre ella balanceándose sobre los codos, como había
hecho aquella otra noche, cuando la había atacado. Entonces, el brillo de sus
ojos se había disimulado por el resplandor del fuego que se extinguía. Ahora,
con la luz del día, la mirada refulgía con ardor mayor que la llama.
—Hablas demasiado, mujer —le impedía respirar con su peso, mientras
acariciaba las líneas del rostro—. No sólo eres hermosa, Anne, también eres
afectuosa y dulce.
Le rodeó el cuello con sus brazos impulsivamente, presionándolo
ligeramente para acercar los labios masculinos a los suyos, ansiosos por la
promesa del contacto. El beso tenía toda la pasión que había faltado al
anterior. Un estremecimiento de excitación surgió de su interior, mientras la
lengua exploraba cuidadosamente cada sector de su boca y sus respiraciones
se fundían. Los músculos de sus hombros se contraían bajo las manos
delicadas, sumando un nuevo motivo de estimulación a sus sentidos. La
proximidad y la esencia de masculinidad que transmitía, la mareaban. Protestó
con un grito corto cuando el cuerpo robusto se instaló a su lado, porque temía
que la privara de las gloriosas sensaciones que experimentaba. Luego profirió
58
Bonnie Drake Flores para despertar
un grito diferente al sentir que los dedos hábiles acariciaban la curva del seno
con exasperante lentitud hasta que las yemas tomaron la firmeza del pezón.
Mientras tanto, los labios dejaban senderos de besos desde los ojos a las
mejillas y el cuello y las manos femeninas desabrochaban a ciegas los botones
de la camisa, uno a uno, para deslizarse sobre el pecho amplio. La piel firme
parecía el cielo bajo sus dedos, la fuerza musculosa era un afrodisíaco natural.
En el momento en que sintió que iba a estallar, la mano dejó sus senos para
tomar el cuello en posesión brutal y ayudarla a soportar el ataque de los labios
que querían devorarla. Agradeció este rapto arqueando el cuerpo para
acercársele.
—Annie, Annie, Annie —gruñó, respirando contra sus labios—. ¿Qué voy
a hacer contigo?
—Tú empezaste esto.
La voz, aunque sin intención, era dulce y sensual. El rubor de las mejillas
agregaba fuerza a las palabras. Tan súbitamente como la había tendido, se
irguió. La sentó y se adelantó con los codos en las rodillas y la cabeza entre las
manos.
—¿Qué pasa, Mitch? —algo lo había alterado.
Esto la angustiaba más aún que el alejamiento real.
—¿En verdad no lo sabes? —había cinismo en la voz y la mueca de la
boca. Como ella no contestó, se arrellanó en la parte más alejada del sofá para
verla—. Te quiero, Anne —confesó con una expresión iracunda que la
confundió completamente—. Creí que podría encasillar todo este asunto como
una relación de vacaciones, pero cada vez que vuelvo a casa, me es imposible
dejar de pensar en ti.
—¿Por qué te altera tanto esta situación? —preguntó con timidez.
—Eres sorprendente. Si no te conociera más, diría que eres una virgen
candorosa que no sabe nada. ¿Tienes idea de lo que estoy diciendo?
—Sí, creo que lo sé. ¡Te refieres a todo lo que me he estado preguntando
yo misma! ¿Qué hago aquí? ¿Por qué he venido? ¿Qué quiero que suceda?
¿Dónde está mi sentido de la corrección? Y la lista continúa interminable —se
detuvo para tomar aliento, cruzando las manos temblorosas en el regazo—.
¿Qué quieres que diga? Sé lo que dices, ¡pero tampoco sé que debemos hacer!
—Oh, Anne. He ido más allá. Ahora me pregunto si estoy preparado para
verte en público, en Nueva York y si tú lo estás. Si estoy listo para un
compromiso mayor que el físico, que ya he tenido con otras mujeres y si tú lo
59
Bonnie Drake Flores para despertar
estás. Ya ves, quiero hacerte el amor, Anne, pero no puedo hacerlo y luego
irme. Por primera vez en mucho tiempo no es sólo una necesidad física...
Pero ahora entendía el dilema tan claramente planteado por sus
preguntas. Aun cuando sus sentimientos hacia Mitch crecían cada vez que lo
veía, no estaba realmente preparada para mantener una relación abierta y
completa. Había algo que terminar en el juzgado. Había una barrera emocional
que vencer, todavía. ¿Podría amar nuevamente como lo había hecho una vez?
Se sacudió involuntariamente ante el giro que habían tomado sus
pensamientos. Los ojos tristes le respondían en silencio.
Estrechó la mejilla fresca contra su pecho otra vez, para que pudiera oír el
latido del corazón que hablaba directamente, mientras los labios se movían
contra la frente.
—Por nada en el mundo quisiera herirte, Anne. Mereces lo mejor.
Necesitas todo el amor y la dedicación de un hombre. Yo no soy... libre aún.
Un alfiler invisible se clavó en el interior de Anne ante la desesperación y
el descorazonamiento de sus palabras. Un sentimiento de opresión se instaló
en su garganta impidiéndole hablar. Se aferró a él durante largos momentos,
con los brazos rodeándole la cintura mientras los de él cruzaban la espalda. Se
apartó finalmente para mirarlo y cuando él secó con su pulgar una lágrima de
la mejilla, comprendió cuánto lo necesitaba.
—No te pediré nada, Mitch —murmuró sin aliento—. No estoy más
segura que tú de lo que quiero. No pediré más que una cosa: que estés aquí
cuando yo venga de vez en cuando.
—Lo haré, querida, lo haré.
Satisfecha con la promesa, Anne se apartó. Eso era todo lo que necesitaba
por el momento: que pudieran seguir viéndose allí, en su mundo fuera del
mundo. Sólo el tiempo podría resolver el resto. Por ahora, tenía su fuerza para
mantenerla, su proximidad para excitarla y la certeza de que habría una
próxima vez, para alimentar la ilusión.
60
Bonnie Drake Flores para despertar
61
Bonnie Drake Flores para despertar
—Ahí está —dijo con evidente agrado—. Ese color te queda muy bien. Tal
vez la próxima vez... usarás un suéter de color brillante para mí.
—Lo haré; y... gracias, Mitch. El anillo es precioso. Lo cuidaré
especialmente —levantó ambas manos para tomarle la cara y delinear con los
dedos las líneas del rostro.
Luego, lo besó para dar fuerza a las palabras que no parecían tener
suficiente elocuencia.
—Sólo desearía poder darte algo a ti.
La respuesta fue casi inaudible, pero ella no perdió una sola letra.
—Ya lo has hecho, Anne. Y gracias.
Fueron palabras que la acompañaron a menudo durante las cuatro
semanas interminables que pasaron antes de que volviera a Vermont.
62
Bonnie Drake Flores para despertar
Capítulo 5
63
Bonnie Drake Flores para despertar
Pasaron treinta minutos, luego otros quince. Exhausta, buscó algo en qué
apoyarse para descansar. Pero todo era blanco, indistinguible. Al mirar hacia
atrás sólo pudo ver sus propias débiles huellas. Sin querer pensar en que podía
haber equivocado el camino, continuó la marcha. Con los huesos cansados y
débil por el esfuerzo de toser, se aterrorizó súbitamente. No había ninguna
señal de vida. ¿Dónde estaba la casa? Se empeñó en seguir subiendo durante
otra media hora que pareció eterna, deteniéndose ocasionalmente para sonarse
la nariz, jadeando al borde de la extenuación, ignorando el calor de las
mejillas.
La nieve seguía cayendo transformando la tierra maravillosa en una
pesadilla grotesca. Trataba de descartar la posibilidad de estar perdida, pero el
camino nunca había parecido tan largo cuando conducía por él o lo transitaba
con mejor tiempo. La llegada de la noche obnubiló sus sentidos. Mareada, cayó
sobre las rodillas en medio del manto helado. Pero ahí no podía dormir,
parecía decirle una voz que la obligaba a ponerse de pie una vez más para
intentar seguir adelante. En las mejillas afiebradas se mezclaban las lágrimas y
la nieve fundida.
Cuando no pudo ir más allá, se dejó caer sobre las rodillas.
—Mitch... Mitch... ¡Por favor, ayúdame!
—Annie...
No podía saber si era una ilusión o la realidad. No le importaba tampoco.
Cuando la figura enorme se arrodilló en la nieve frente a ella, cayó sobre ésta,
agradeciendo el apoyo que le proporcionaba.
—¡Sujétate a mí, Anne! No estamos lejos de casa —la levantaron unos
brazos resistentes y otros pies, comenzaron a recorrer el último tramo.
—¿Eres tú, Mitch? —murmuró, contra la chaqueta abrigada que le
protegía el rostro del viento.
—Soy yo, querida. Calla. Conserva las energías para entrar en calor.
Se abandonó a su amparo. A decir verdad, estaba demasiado cansada
como para pensar.
La luz de la casa lo guió como un faro a través de la nieve. Cerró la puerta
con un toque de la bota detrás de ellos y la apoyó de pie en el suelo, para
volver a sostenerla cuando se aflojaron las rodillas. Sin una palabra, entró en el
dormitorio de abajo para depositarla al borde de la cama y comenzar a quitarle
las ropas mojadas. Aunque Anne hubiera advertido lo que estaba haciendo no
era capaz de levantar un solo dedo en señal de protesta. Calada hasta los
huesos, temblaba sin control.
64
Bonnie Drake Flores para despertar
—Levanta los brazos, como una buena niña —pidió dulcemente. Luego
sacó a un tiempo las dos mangas del suéter que luego pasó por la cabeza.
—Creí que me había perdido, Mitch. Había caminado tanto y no podía
encontrar la casa...
—Shhh... todo está bien ahora. Ahora, quiero que te acuestes, querida. Los
vaqueros están empapados —con ternura, la empujó hacia atrás, bajó el cierre
de los pantalones y los quitó con impaciencia cuando la tela gruesa se resistía.
—Dios, ¡qué mal me siento! —dijo, llevándose una mano a la frente.
—Lo sé, Anne. Pero ahora estarás mejor. Tengo que hacer que entres en
calor, ¿de acuerdo?
No respondió; no protestó cuando le quitó las bragas frías y sumergió la
mitad de su cuerpo bajo el cobertor para terminar quitándole el sostén.
—Ahora estarás bien.
Ella permanecía disfrutando el recorrido de los labios de Mitch, desde los
párpados a las mejillas, trayecto recorrido después por las yemas de los dedos.
Suspiró. El débil sonido lo volvió de pronto a la realidad. La contempló
durante un momento.
—No deberías haberme quitado el suéter —protestó débilmente.
—No seas tonta, estabas calada hasta los huesos y helada. No es el
momento de pudores.
—No me refiero a eso —un acceso de tos interrumpió la sonrisa—. Ese
suéter... me lo puse para ti... ¿te diste cuenta?
—Sí, Anne. Era color rosa.
Hizo una pausa para retirarle un mechón de cabello de la frente.
—Gracias. Voy a calentar un poco de sopa para ti.
—No, no puedo comer... sólo quédate aquí unos minutos... — no pudo
resistirse a tomarla entre sus brazos, masajeando su espalda para darle aún
más calor—. No puedes imaginarte qué asustada estaba. Hacía tanto frío ahí
afuera.
—Te habría buscado siempre. ¡Lo sabes!
—Ni siquiera estaba segura de que estuvieras aquí. No había ninguna
huella en el camino... —la tos la interrumpió.
—Shhh... —la urgió a dejar de hablar—. Llegué antes de que comenzara la
tormenta. En esta época las nevadas suelen ser dramáticas —el intento de
distraerla había tenido éxito.
65
Bonnie Drake Flores para despertar
Pensar en los paseos por el paisaje invernal puso una breve sonrisa en los
labios pálidos.
—Voy a traer la sopa ahora.
—No, en realidad no tengo hambre.
—Necesitas tomar algo caliente.
—Pero no creo que pueda.
—¡Podrás! Descansa. Ahora vuelvo.
—Pensé que ahora me sentiría mejor —hablar se le hacía cada vez más
difícil.
—En primer lugar, ¿por qué saliste de Nueva York? Deberías haberte
quedado en cama y no conducir con esta tormenta.
—No nevaba en casa. Y no tenía idea que me metería en este lío.
—Olvídate del tiempo. ¡Deberías haberte quedado en cama de todos
modos con ese resfriado impresionante!
—Mi vida no puede detenerse con cada resfriado.
—Mujer, si no aprendes a cuidarte más, tu vida puede llegar a detenerse
para siempre. Si no les das importancia a los simples resfriados pueden
terminar en neumonía, o algo peor. ¿O no se te ocurrió pensar en eso?
La fuerte réplica hizo brotar lágrimas de sus ojos.
—Yo sólo quería estar aquí... contigo.
—Anne, no creas que no tenía las mismas ganas de verte. Pero podríamos
haber venido la semana próxima.
—Podía haber habido alguien más aquí la semana próxima.
—No habrá nadie aquí.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
Con un gesto resignado, sosteniéndola aún, acarició los mechones de
cabello de su frente.
—Esta es mi casa, Anne. Miles Cooper se encarga de alquilarla cuando no
la uso.
Ella le miró, sorprendida.
—Esto explica muchas cosas... y por qué prefieres esta cama. Después de
todo... es tuya.
66
Bonnie Drake Flores para despertar
67
Bonnie Drake Flores para despertar
68
Bonnie Drake Flores para despertar
69
Bonnie Drake Flores para despertar
Las órdenes del doctor se cumplieron al pie de la letra durante los tres
días que siguieron, Mitch ordenaba qué dosis de antibiótico debía tomar y
cuánto debía comer o dormir. La medicación comenzó a surtir efecto un día
después, cuando se atrevió a quejarse del régimen a que la sometía.
—No puedo tomar una sola cucharada más de esta sopa. Es horrible —
dijo cuando la mañana del martes trajo otro tazón—. Me siento mucho mejor.
Te lo aseguro.
La miró con ojos críticos, escudriñando el rostro pálido apoyado sobre la
almohada de la cabecera.
—Pero aún estás ronca.
—Si no quieres oírme, no me des conversación. ¿Y no es hora ya de que
vuelva arriba, al otro dormitorio?
—¿No quieres dormir conmigo? —dijo Mitch.
—Esto no es exactamente dormir contigo sino dormir a pesar de ti. Debes
creer que no me doy cuenta, pero te siento a mi lado. Sé que estás aquí... toda
la noche. Me tocas lo suficiente como para saber que estoy bien... pero eso es
todo. ¿Qué gracia tiene?
Jadeo ante lo que sus propias palabras implicaban, sufriendo un acceso de
tos, del que sólo la salvaron las palmadas de Mitch en la espalda. Para
empeorar las cosas, permaneció acariciándole la espalda y la nuca con un
contacto que se hacía más seductor a cada instante. No se había dado cuenta
de que la otra mano reposaba en su diafragma hasta que la elevó. El pecho
osciló ante la caricia. No podía resistirse. La palma de la mano pasaba sobre su
pezón, tomándolo a través de la tela.
—No tiene gracia, ¿verdad? —dijo Mitch cautelosamente, dejando pasar
un momento de silencio frustrante y exhalando un suspiro resignado—. Pero
por ahora te quedarás aquí para que pueda vigilarte. Dentro de unos días
podrás volver arriba.
—Dentro de unos días me iré a casa —dijo con tristeza.
El brazo masculino la forzó a recostarse sobre la almohada.
—Tendremos que ceder algo. Lo entiendes, ¿verdad, Anne? — asintió en
silencio. Se aproximaba al momento en que el beso apasionado no bastaba y en
que advertían que no era apropiada la semana que ocasionalmente pasaban
juntos—. ¿Estás preparada para algo más?
—¿Lo estás tú? —los dos podían preguntar, pero ninguno respondía.
Anne sabía que aún necesitaba un tiempo, corto. Debía terminar aquel asunto
70
Bonnie Drake Flores para despertar
legal antes de liberar su corazón. Y tenía que saber más sobre ese hombre cuya
otra vida era un enigma—. Háblame de tu familia, Mitch.
—No hay mucho que decir —minimizaba adrede, con despreocupación—
Mis padres viven ambos en Manhattan. Mi padre es jubilado desde hace
muchos años ya. Es bueno... le da tiempo para... hacer otras cosas.
—¿A qué se dedicaba? —continuó, ignorando las pausas entre sus
palabras.
—Era concertista de piano. Seguro que lo reconocerías si te lo dijera.
Anne sonrió incrédula.
—Es un cambio importante: ¡de concertista de piano a magnate industrial
en una generación! ¿No heredaste ningún talento musical?
—Si preguntas si puedo entonar, la respuesta es con dificultad. Si
preguntas si toco el piano, la respuesta es no. Dejé este arte adorable para mi
hermana.
—¿Tienes una hermana también? ¿Es mayor o menor que tú?
Miró hacia el techo para disimular el guiño de los ojos.
—Mayor por... déjame ver... tres no, cuatro minutos.
—Años —lo corrigió.
—No, minutos —repitió, riendo.
—¿Mellizos? ¡Oh, Mitch, qué maravilla! ¡Qué divertido debe haber sido
crecer juntos!
—En realidad, no. Ella siempre fue más alta, encantadora y rápida que yo.
—¿Y ahora?
— ¡Touché! Creo que puedo decir que al final la alcancé.
—Debes haber sacado alguna ventaja de ser el enano de la familia —dijo
Anne burlándose.
—Oh, sí. Mi madre me consentía. Me tenía lástima. Creo que por eso
todavía necesito tocar y ser tocado...
Como si sus palabras lo hubiera autorizado, tomó su mano para recorrer
eléctricamente con los dedos el brazo hasta los hombros, la espalda, la cintura.
Pero Anne no se dejó dominar por la inteligente diversión. Le interesaba
mucho más el tema de la charla.
—¿Hay otros mellizos en la familia?
—Sólo Liz y yo.
71
Bonnie Drake Flores para despertar
72
Bonnie Drake Flores para despertar
—Fue horrible. Soñé que estaba en el avión que se estrelló con Jeff. Yo no
estaba herida, pero tenía que presenciar impotente su sufrimiento. No había
médicos ni medicinas. Nada más que desechos humeantes, gritos de la gente y
luego silencio.
—Lo sé, querida, lo sé. Pero fue sólo un sueño.
Le faltaba convicción, pero ella no podía darse cuenta. En cambio, se
sintió reconfortada por su cercanía, quedándose profundamente dormida
enseguida mientras él permaneció largas horas con los ojos abiertos en la
oscuridad.
73
Bonnie Drake Flores para despertar
74
Bonnie Drake Flores para despertar
Capítulo 6
Anne no esperó hasta el último momento para salir de Nueva York, con
viento, lluvia y humedad, hacia el norte. Aceptando la sugerencia de Mitch iba
a hacer buen uso de la llave que le había dado, llegando unos días antes que él.
La excitación era estar allí, en esa colina, en la casa de Mitch. Nada podría ha-
berla retenido por más tiempo.
En las semanas que habían pasado desde su regreso, había habido
cambios, algunos importantes, otros menos. Se había atrevido a guardar las
cosas de Jeff como la familia le había aconsejado sin que ella oyera la
sugerencia. Además su apariencia física había sufrido una metamorfosis.
Aunque todavía vestía con tonos apagados, el rostro estaba más animado, la
figura menos angulosa. Y por último había comenzado a salir más a menudo,
con amigos y nuevas relaciones. Era extraño. La mayor parte del año anterior
su apartamento había sido un santuario, su retiro privado, la forma de escapar
de los requerimientos del mundo. Antes, el acto de vivir era doloroso; ahora
Anne sentía la alegría de vivir.
En realidad, el piso estaba tan solitario como en los días que habían
seguido el accidente. Pero la causa era distinta. Extrañaba a Mitch. Su ausencia
la lastimaba mucho, hasta el extremo de tener que enfrascarse en el trabajo y la
compañía de otros.
Era la tarde del miércoles cuando abrió la puerta con su llave. Mitch no
llegaría hasta el viernes. Todo parecía más grande, más vacío y más silencioso
sin él pero la certeza de su llegada alejaba la sensación de soledad que podría
haberla invadido de otra manera. Había señales de él en cada habitación, que
la abrigaban con su calor mientras deambulaba por la casa. Para esperarlo, se
impuso alegremente toda clase de tareas manuales.
Llegó la noche del viernes sin señales de Mitch. La espera era devastadora
para Anne. Un pollo esperaba en el horno, había abierto una botella de vino
para que tuviera la temperatura ideal para ¡a cena. La casa estaba arreglada,
las camas con ropa limpia. Anne se había duchado y vestido con un par de
pantalones de lana suave y una blusa estampada. En el tercer dedo de la mano
derecha llevaba el anillo que él le había regalado.
75
Bonnie Drake Flores para despertar
76
Bonnie Drake Flores para despertar
inevitable. Mitch llega domingo noche. Miles Cooper. Con un suspiro de cansancio
miró el camino vacío. ¡Tenía que esperar otro día completo aún! Retraso
inevitable... ¿Qué significaba? El misterio la molestaba, pero durmió
profundamente esa noche.
77
Bonnie Drake Flores para despertar
78
Bonnie Drake Flores para despertar
79
Bonnie Drake Flores para despertar
80
Bonnie Drake Flores para despertar
81
Bonnie Drake Flores para despertar
82
Bonnie Drake Flores para despertar
podía darse cuenta de que las manos de Mitch jugaban con el broche del
camisón, para permitir que la tela sedosa y suave descendiera hasta rodearle la
cintura.
Acarició con la mirada los senos firmes, de pezones rosados que
palpitaban frente a él.
—Eres adorable, Anne.
—Ya me has visto antes... —el susurro se extinguió.
—Sí, cuando estabas enferma, con fiebre, escalofríos y tos. La belleza era
la misma pero a duras penas pude admirarla. Ahora tengo esa posibilidad.
Eres una mujer magnífica, Anne. Te lo diré una y mil veces, cada vez que te
tenga entre mis brazos, cada vez que te haga el amor.
Se estremeció ante sus palabras. La mano que tomaba su seno acentuaba
todas las sensaciones. Acariciaba el pezón con el pulgar y el índice, hasta que
Anne tuvo que sujetarse de sus hombros para no caer.
—Mitch —gritó—, ¿cómo puedes ser tan cruel?
—Haces que surja lo peor de mí —declaró, aunque las manos continuaban
con el juego agonizante sin cesar un instante.
Notando su deseo y llevado por el propio, la depositó con delicadeza
sobre la cama y reemplazó los dedos por la boca. Rodeaba con ella la aureola
rosada del pecho. Inconscientemente, ella arqueó la espalda para ofrecérsele
completamente, mientras se aferraba a Mitch con entrega total.
Cuando creyó que no era capaz de tolerar más, distendió el abrazo con un
gruñido, jugando con la lengua con ligereza sobre el pezón una vez más antes
de enderezarse para quitarse el suéter por la cabeza, revelando a los ojos de
Anne el pecho ancho y musculoso.
El poder de su atracción la hizo adoptar una posición erguida, desde
donde podía recorrer con los labios la contextura musculosa y sentir el gusto
de la piel con su lengua deleitada. Su aroma de hombre la distrajo, junto con el
movimiento de los dedos largos a través de su espalda desnuda. Un
estremecimiento placentero recorrió la columna mientras él deslizaba la mano
una y otra vez despertando un deseo irresistible.
—Oh, Anne —suspiró abrazándola con fuerza para sentir su pecho contra
el de ella, mientras ambos corazones latían aceleradamente.
—Te necesito, Mitch —murmuró cuando pudo recuperar el aliento
durante un instante. Llevando la cabeza hacia atrás, buscó los ojos que
parecían echar fuego—. Por favor...
83
Bonnie Drake Flores para despertar
84
Bonnie Drake Flores para despertar
Capítulo 7
85
Bonnie Drake Flores para despertar
86
Bonnie Drake Flores para despertar
87
Bonnie Drake Flores para despertar
88
Bonnie Drake Flores para despertar
89
Bonnie Drake Flores para despertar
trabajo— los baldes serían de plástico con tuberías del mismo material que los
conectarían a un depósito para que el producto se almacenara directamente.
—Está bien —enunció lo evidente—. Además no tenemos depósito. Y
estoy aumentando de peso. El ejercicio me hará bien.
—Debo admitir que ya no eres una flacucha. Pero... de ahí a creer que hay
peligro de excederte de peso.
—No lo sé. Parece que tú has hecho la mayor parte del trabajo esta
semana —las pestañas largas y espesas ocultaron su mirada.
Dejó que el brazo sobre sus hombros la acercara hacia él.
—Lo mereces. Tuviste que aguantarme la noche que llegué. Cualquier
mujer habría cogido sus cosas y se habría ido.
—Se me cruzó por la mente —dijo Anne sonriendo.
—Bien, me alegro de que te quedaras.
Anne pasó un dedo por la cuchara, y lamió el dulce.
—Hmmm...
—Rachel también adoraba este dulce —dijo Mitch.
Anne frunció el ceño, paralizada, ¿Rachel? ¿Su «obligación»? ¿La otra
mujer de su vida? La tensión se esparcía por cada músculo de su cuerpo por lo
que retiró el brazo que rodeaba la cintura. ¿Rachel? No podía creer que
hubiera sido tan tonto como para hablar de su verdadero amor en un
momento que parecía de tanta intimidad. Lo miraba horrorizada.
Al principio, Mitch no advirtió su desliz por lo que lo sorprendió su
alejamiento.
—¿Qué pasa?
—¿Cómo has podido? —se agitó.
—¿Cómo he podido qué? —su inocencia la alteró aún más.
—¿Cómo has podido hacerme esto, Mitch? —gritó—. ¿Cómo has podido
mencionar su nombre en un momento como este? —las lágrimas comenzaron
a agolparse en sus párpados y a pesar de los esfuerzos no pudo evitar que se
deslizaran por las mejillas.
Mitch la miraba, con el ceño fruncido.
—¿Su nombre? —entonces instantáneamente se dio cuenta de lo que
había hecho y el ceño cedió para dar paso a una expresión triste—.He hablado
de Rachel, ¿no es así?
90
Bonnie Drake Flores para despertar
91
Bonnie Drake Flores para despertar
92
Bonnie Drake Flores para despertar
—Sí. Mis padres han sido maravillosos y se han quedado con ella durante
semanas enteras. A menudo logran ser más joviales que yo —se detuvo,
disgustado consigo mismo, alejándose un poco para poder mirarla a los ojos—.
Pero no podía dejarles una niña enferma que lo único que quería era estar con
su madre y su padre.
—¿Por qué no la trajiste contigo? —preguntó con dulzura.
—No estaba seguro de lo que opinabas de los niños. Además, la discusión
me parecía fuera de lugar. Sé que no tienes hijos propios. ¿Qué ibas a pensar si
te pedía que cuidaras a una niña enferma? ¿Cómo exigirte tamaña
responsabilidad?
La reacción de Anne fue vehemente, sincera.
—Mitch, ¿cómo pudiste pensar eso? No fue mi intención no tener hijos.
Habría disfrutado enormemente de conocer a tu hija, ayudarte a cuidarla. Es
tu hija y yo te amo.
Su «oh, Annie», se enfocó contra la boca que lo besaba respondiendo a su
pedido. Los brazos la estrecharon amoldando los dos cuerpos como tratando
de reiterar la unidad del amor que compartían.
Abandonó sus labios para apoyar la cabeza contra el pecho, contra el
corazón que latía tan fuerte como el de ella. «Te amo.... te amo... te amo»
murmuraba como una canción de la felicidad de ambos. Para Anne, la de
sentirse libre para decirlo, para Mitch la recompensa de escucharlo.
Las manos flanquearon el rostro para llevarlo hacia él, los ojos
preguntaban: los de la mujer dieron su respuesta. En ese instante, la tomó en
sus brazos y la llevó abajo por la escalera estrecha hasta el dormitorio en el que
estaba la cama grande, la suya. Pero esta vez, cuando él comenzó a quitarle el
suéter, lo detuvo.
—Déjame Mitch. Necesito... conocerte.
Entendió rápidamente, se sentó en el borde de la cama y siguió cada uno
de sus movimientos condescendientemente silencioso, mientras lo desvestía
tímida pero experimentadamente. Cuando el cuerpo mostró finalmente toda
su magnificencia masculina delante de ella, se maravilló de su belleza, de la
belleza del amor que sentía por él. Lentamente, las manos exploraron cada
curva, corriendo con inquietud inocente desde los hombros hasta los muslos
siguiendo cada línea, deleitándose con el placer que era capaz de despertar en
él.
Un quejido señaló el punto final de su resistencia.
93
Bonnie Drake Flores para despertar
94
Bonnie Drake Flores para despertar
95
Bonnie Drake Flores para despertar
Capítulo 8
Esperó. Día tras día, noche tras noche, esperó. Saber que Mitch estaba
atravesando una época de mucho trabajo no era consuelo para su corazón
dolorido.
La tarde anterior a la audiencia, el teléfono sonó por fin.
—¿Cómo estás, Annie?
—Bien, Mitch. Te echo de menos.
—Yo también, querida. ¿Estás lista para... mañana?
El solo hecho de que hubiera recordado la fecha que la había estado
preocupando durante tanto tiempo, y de que hubiera llamado para darle
ánimos en el último momento, le gustó.
—No. No creo que alguna vez esté preparada para algo como eso —
respondió honestamente—. Pero mi familia y la de Jeff estarán aquí a primera
hora de la mañana para ayudarme. Creo que no tienen confianza en que me
presente.
—¿Estarán todos allí?
—La mayoría. Tengo mucho apoyo espiritual, creo.
—Me alegro.
El silencio parecía hacer más pesado el auricular que sostenía, por lo que
necesitó una excusa para romperlo.
—Está bien. Todavía le quedan algunas marcas, pero ya va a la escuela —
una pausa larga volvió a interponerse entre ellos—¿Anne?
—¿Sí?
—Te amo... mucho —había melancolía en las palabras.
—También yo. ¿Cuándo nos veremos?
—Pronto, querida, pronto. Volveré a llamarte muy pronto. Recuerda
solamente que te amo.
Se le llenaron sus ojos de lágrimas.
—Lo haré , Mitch. Adiós.
96
Bonnie Drake Flores para despertar
Había mucho tráfico a media mañana. Anne miraba hacia afuera tratando
de distraer su mente el mayor tiempo posible del interrogatorio próximo.
—¿Estás bien, Anne? —la voz de su suegro se adentró en sus
pensamientos. Tienes una mirada extraña.
—Estoy bien —aseguró rápidamente, recordando lo que Mitch había
dicho acerca de su transparencia—. Me alegraré de que todo esto termine, eso
es todo.
—No te preocupes, querida, todo saldrá perfectamente.
—¿Café, señora Boulton? —ofreció el abogado.
—Sí... ah... no. Si pudiera darme un poco de agua se lo agradeceré.
Con el vaso frente a ella, se sentó a un lado de la mesa. Uno de los
hombres se apartó del otro grupo para dirigirse hacia ella.
—Estaremos listos para comenzar dentro de un minuto, señora Boulton.
Mi cliente llegará de un momento a otro.
Terence Carpenter, que se había sentado a su izquierda, se inclinó hacia
ella.
—Ese es Peter Simmons, el abogado de SEAA. Él le tomará declaración,
ya que por él estamos aquí. Él le presentará al resto, pero creo que el hombre
de cabello oscuro es el abogado de Jet-Star Air-craft, el fabricante, y el que está
con él debe ser el presidente.
El ruido de la puerta al abrirse hizo que se volvieran todas las cabezas
hacia allí.
—Ah, mi cliente. Damas y caballeros, el presidente de South East American
Air, Mitchell D. Anderson, hijo.
Lo único que pudo contener a Anne fue la certeza de que las personas que
estaban en la sala no prestaban atención a su rostro, que había perdido todo el
color.
Mitch. Era Mitch. Vestía un traje azul inmaculado. Alto, de buena
contextura, apuesto.
Era Mitch. Presidente de la línea aérea a la que se seguía un juicio. ¿Qué
era lo que había dicho? Tenía «otros intereses» y cuando había querido saber
más, se había negado a contestar. Ahora recordaba la fiereza de su mirada en
aquel momento; ahora la entendía. ¡Debía haberlo planeado todo! ¡Qué
inocente había sido!
97
Bonnie Drake Flores para despertar
Con el horror que crecía dentro de ella, tuvo que luchar contra las
náuseas.
Y el interrogatorio continuó. ¿Cuándo conoció a Jeff? ¿Cuánto tiempo
antes del matrimonio se habían conocido? ¿Cuánto tiempo habían estado
casados? ¿Dónde vivía la familia de él? ¿Y la de ella? ¿De cuántos miembros
constaba cada una? Anne miraba fijamente los ojos de Simmons, controlando
el deseo de estudiar al hombre que estaba a su derecha.
Las preguntas tomaron un cariz más específico. ¿De qué vivía Jeff?
¿Cuánto tiempo había trabajado? ¿Cuál era su ingreso anual? ¿Había sido
aumentado o se mantenía estable? ¿Cuál había sido la situación financiera en
los primeros tiempos del matrimonio? ¿Los habían ayudado sus padres?
¿Viajaban? ¿Con qué frecuencia? ¿Habían vivido siempre donde estaba ahora?
¿Qué suma pagaba de alquiler por mes?
Las preguntas se fueron haciendo cada vez más comprometidas. ¿Había
amado a su marido? ¿Habían sido fieles mutuamente? ¿Qué hacía mientras él
estaba de viaje de negocios? ¿Tenía amigos? ¿Hombres o mujeres? Anne
respondía con voz débil. En ese momento, Mitch le dijo algo a su abogado, que
le respondió con un estremecimiento. ¿Había sido Jeff generoso con ella? ¿Le
hacía regalos? ¿Cuándo viajaba la llamaba? ¿A menudo? ¿La invitaba alguna
vez a viajes de negocios? Anne había comenzado a sudar.
—Señora Boulton, usted estuvo casada durante siete años, ¿tiene hijos?
—No.
—¿Por qué no?
—No los tuvimos... nada más.
—¿Querían un niño?
—Sí.
—Entonces, ¿por qué...?
—Suficiente, Peter—Era Mitch que detenía el procedimiento,
irónicamente—. La señora Boulton está alterada. ¿Es necesario?
Todos los ojos se volvieron hacia él.
Peter Simmons se puso de pie.
—Si me excusan un momento, por favor, tengo que hablar con mi cliente.
La tensión del recinto se aflojó; Anne inclinó la cabeza y se llevó una
mano a la frente, inhaló profundamente para tratar de serenarse. A su
98
Bonnie Drake Flores para despertar
alrededor, la figura dominante de Mitch se movía hacia el lado más alejado del
cuarto.
—¿Estás bien, querida? —era su suegro, que acercaba su cabeza a la de
ella.
—Tengo que salir de aquí. ¿Cuánto tiempo más continuará esto?
—No mucho más. Trata de conservar la calma, Anne. Una vez que esto
termine no te volveré a hablar del asunto.
Anne no tuvo tiempo de reflexionar sobre ello porque la discusión entre
Mitch y el abogado terminó y volvieron a sus asientos. Habló Peter Simmons.
—Mi cliente estima que tenemos toda la información que necesitamos. No
haremos más preguntas...
—Discúlpeme —interrumpió el que había sido presentado como
Bradbury Parks, consejero de la empresa constructora—. Si usted no tiene
nada más que preguntar, yo sí.
Peter Simmons intercambió una mirada significativa con Mitch antes de
dirigirse al señor Parks.
—De acuerdo, señor Parks, pero sea breve por favor. La señora parece
estar agotada —luego se volvió hacia Anne—. ¿Aceptaría algunas preguntas
más?
Sólo en ese momento se atrevió a mirar directamente a Mitch, pero la
expresión de su rostro era neutra. Asintió en silencio. El señor Parks retomó el
interrogatorio.
—Ahora bien, señora Boulton. Sobre el tema de los hijos, queríamos saber
por qué después de tantos años y con el expreso deseo de tenerlos, no los
tuvieron.
Miró fijamente a su interlocutor, atónita. Jamás pensó que sería
interrogada con tanta insistencia sobre un tema tan personal. Anticipándose a
su reacción Terence Carpenter trató de explicarle.
—Queremos saber la magnitud de su pérdida en términos de futuro
Tras un receso la sesión siguió pero la presión era ya menor.
—Queremos cuantificar su perdida. Si usted y Jeff deseaban
ardorosamente un hijo y él no está más aquí para procrear, la pérdida es
mayor ¿comprende?
—Queríamos tener un hijo, pero nunca tuvimos... esa suerte.
—¿Quiere decir que nunca concibió?
99
Bonnie Drake Flores para despertar
—Sí que lo hice. Y dos veces. Pero... aborté en las dos ocasiones.
En el silencio que siguió la mano de su suegro tocó la suya de manera
reconfortante.
—Lo siento —pero prosiguió—. ¿Vio a algún especialista?
—¡Por supuesto! No encontraron ninguna razón certera. Insistían en que
la próxima vez el niño estaría bien.
—¿Y usted continuó probando?
—¿Cómo podría haberlo hecho, señor Parks? Mi marido murió —otra vez
se hizo el silencio. Si se hubiera atrevido a mirar a Mitch, habría encontrado
una tormenta en sus ojos, pero no estaba en condiciones de mirar a nada.
Súbitamente, el cuestionario varió el rumbo, pero no hubo alivio.
—¿Sale con alguien, señora Boulton?
Ella murmuró algo en voz baja.
—Lo siento. No puedo oiría.
—No —sabía que era un tecnicismo que le permitía responder de buena
fe; Mitch y ella no salían realmente, en el sentido estricto de la palabra.
—Gracias, señora Boulton. No más preguntas.
Un brazo firme la cogió de los hombros, ayudándola a retirarse. Por un
instante creyó que era Mitch. Pero no era ni la altura ni el peso, ni el aroma, ni
la voz, ni el contacto de la mano. Era Theodore Boulton que la sacó del recinto
y la llevó rápidamente a su casa.
—Deja que llame a tu madre, Anne. Estoy seguro de que querrá hacerte
compañía.
—No. Estaré bien. Es sólo cansancio.
—¿Estás segura? ¿Quieres que me quede un rato?
Se inclinó para besarla en la cabeza, con una sonrisa triste.
—Recuerda que ya ha terminado todo —le puso una mano en el hombro y
luego se fue.
Terminado, eso seguro. Pero Anne y su suegro pensaban en cosas
totalmente diferentes. El corazón lloraba lo que había perdido en ese día de
despertar cruel, aunque la mente se escudaba en la obnubilación para no tener
que enfrentarse con lo que había descubierto. El sonido del teléfono la trajo a la
realidad con un sobresalto.
—¿Anne?
100
Bonnie Drake Flores para despertar
101
Bonnie Drake Flores para despertar
Capítulo 9
Los días que siguieron fueron un infierno para Anne. Cuando cesó el
llanto, comenzó el remordimiento. Había sido ingenua e irresponsable. No
debería haber vuelto jamás a la casa para estar sola con ese hombre después de
la primera semana. Además, tendría que haberse ido el primer o el segundo
día, cuando insistió en quedarse él. Debía ser un castigo este tormento que la
acosaba y que parecía marcar toda su vida, pero, ¿había sido un error amar?
¿Era una equivocación el amor? Todo lo había hecho y sentido de buena fe.
¿Cómo podrían culparla de eso? ¿Cómo podrían acusarla de haber encontrado
la felicidad?
El remordimiento cedió paso a la indignación dirigida contra el que
parecía ser el responsable de su caída. ¿Cómo había podido Mitch tratarla tan
mal? ¿Cómo se había equivocado tanto al juzgarlo?
En los días posteriores al fatal descubrimiento, Anne no pudo pensar en
su futuro. Lo mejor que podía hacer era olvidar a Mitch. Era más fácil en
Nueva York y no en Vermont donde habían compartido tan buenos
momentos. No volvería nunca a ese lugar. No volvería a ver los capullos de
lilas, ni a sentir su aroma.
Desafortunadamente, aunque las llamadas habían cesado después de los
primeros días en que indefectiblemente colgaba el auricular al oír su voz, la
esperanza de que desapareciera de su mente se le apareció como ridícula. Fue
su padre durante una visita de paso al trabajo, quien trajo ese punto a colación.
—Llamó el señor Anderson la otra noche —sacó el tema por casualidad,
por hablar de algo—. Sabes, la cabeza de la SEAA... Parece un muchacho muy
agradable. Quería estar seguro de que estabas bien, porque parece que estabas
muy alterada el día de la declaración.
—¡Qué considerado de su parte! —contestó rápidamente. «Sentimiento de
culpa. Bien. Que sufra»—. Pero, ¿cómo pudo conseguir el teléfono? Sólo me
conoce por el apellido de casada —los labios se cerraron súbitamente, el
corazón le dio un vuelco.
¿La habrían delatado sus propias palabras? No, habían sido presentados
el día de la audiencia por el nombre de casada solamente.
Su padre no advirtió nada.
102
Bonnie Drake Flores para despertar
103
Bonnie Drake Flores para despertar
—No tenemos nada que hablar. Ahora, vete o llamaré a la policía —le
costaba muchísimo mantener la calma cuando su deseo era atacarlo con un
cuchillo.
No podía saber que él estaba tan nervioso como ella.
—Anne, estoy tratando de ser paciente. Te has negado sistemáticamente a
hablar conmigo por teléfono. Ahora tenemos que hablar. Tengo que explicarte
algunas cosas.
—Tuviste la oportunidad de dar explicaciones, pero la dejaste pasar,
¿verdad? Tuviste todos esos días y noches para decirme quién eras
exactamente y cuál era tu ocupación, pero no lo hiciste. Fuiste muy prudente;
ahora entiendo tu «pronto, Anne, pronto» —imitaba su voz irónicamente—.
Pero no te molestaste en decirme cuándo. Bien, Mitch, no quiero hablar
contigo ahora.
Terminó el discurso tomando aliento como si hubiera hecho un
importante esfuerzo físico. Tomando fuerzas, se apoyó en la puerta para
cerrarla. Pero vio con desesperación que él había adelantado un pie para
impedírselo.
—Sal de ahí, Mitch —ordenó.
—¡Demonios, Anne! No puedes ser tan insensible. Si estuviéramos en
Vermont, sabría cómo hacerte cambiar de idea...
—¡Pero no estamos en Vermont! —gritó, sin cuidarse de que otros
pudieran oírla—. Y en lo que a mí respecta, no volveré nunca a ese lugar.
Ahora, ¡vete!
Como advirtiendo su estado cercano a la histeria, suspiró.
—Está bien, Anne. Me iré... por ahora. Pero volveré. Si no es aquí, te
encontraré dondequiera que sea. En la calle, en un restaurante, en casa de tus
padres. Puedo ser muy perseverante.
Retiró lentamente los pies, lo que permitió que Anne cerrara la puerta
para volverse y correr hacia el dormitorio donde se tendió sobre la cama como
un animal asustado. Pasó más de una hora antes de que se atreviera a dejar el
escondite, sabiendo que se había ido. Sabía que volvería a verlo y se sentía
atemorizada.
104
Bonnie Drake Flores para despertar
105
Bonnie Drake Flores para despertar
106
Bonnie Drake Flores para despertar
107
Bonnie Drake Flores para despertar
peligro para esos días que había aceptado pasar con Mitch tan a desgana, era
ella misma. Aún sabiendo cuánto la había lastimado ese hombre, no podía
dejar de amarlo. Lo probaba lo que había sentido ante su aparición esa
mañana. Si iba a ser capaz de mantener la distancia esa semana, no lo sabía.
Ahí radicaba el desafío más importante.
108
Bonnie Drake Flores para despertar
Capítulo 10
Durante los primeros días en el chalet, Anne se fue acercando cada vez
más a la pequeña. Aunque sabía que Mitch contribuía, se abandonó al placer
que le otorgaba ocuparse de las cosas más elementales con respecto a su
cuidado. Bañarla, peinar la cabellera larga y ondeada para ponerla en orden,
ayudarla a atarse los cordones de los zapatos que se desanudaban constan-
temente a pesar de los esfuerzos de la niña por asegurarlos. Había además
otras cosas: los paseos por el bosque, el relato de los cuentos delante del fuego
todas las noches.
Lo único que molestaba en la perfección de la situación era el esfuerzo que
tenía que hacer para mostrarse indiferente ante Mitch. Anne dormía arriba, en
el dormitorio grande. Rachel se instaló en un saco de dormir en la habitación
del padre. Nunca se quejó de la dureza del colchón; es más, disfrutaba de su
camita en el rincón y de compartir la habitación con él. ¡Eso era lo mejor de
todo!
109
Bonnie Drake Flores para despertar
110
Bonnie Drake Flores para despertar
111
Bonnie Drake Flores para despertar
112
Bonnie Drake Flores para despertar
113
Bonnie Drake Flores para despertar
114
Bonnie Drake Flores para despertar
115
Bonnie Drake Flores para despertar
116