Está en la página 1de 24

HISTORIA AGRARIA' JI • Dlciembre 200j • pp, 87-l/0 • © SEHA

Hacienda y pequeña producción de añil en la


Provincia de Caracas: complementariedad
y contradicciones, ss. XVIII-XIX

Germán Pacheco Troconis

1. INTRODUCCiÓN

El artículo analiza el tema de la hacienda en la historiografía latinoamericana;


los resultados alcanzados en los nuevos estudios sobre las regiones hispanoamerica-
nas muestran la presencia de distintas formas productivas, entre ellas la hacienda,
cuya relación con el mercado fue estratégica en su gestación y evolución, por opo-
sición al modelo establecido por Chevalier, en el cual ésta resultó de la contracción
de los mercados, la desmonetización y la crisis demográfica, erigiéndose durante
cierto tiempo en sinónimo de la gran propiedad territorial. Presenta las unidades
económicas surgidas en la producción de añil de la Provincia de Caracas, producto
de su articulación a un mercado en expansión, Propone una tipología de las hacien-
das, que fue una de las unidades fundamentales, y constata la presencia de ciclos
de trabajo que responden a circunstancias históricas que involucran la Provincia, el
espacio colonial y las relaciones con las metrópolis, Estos ciclos enmarcaron el des-
envolvimiento de las haciendas de añil y condicionaron su direccionalidad hacia la
implantación de uno u otro régimen de trabajo: el esclavista, el asalariado o el mixto,
Caracteriza asimismo la pequeña producción mercantil, y muestra cómo ella y la
hacienda mantuvieron durante los siglos XVIII y XIX relaciones de complementariedad
y contradicciones, necesarias de desentrañar para comprender su funcionamiento,

Fecha de recepcion de! origina!: Febrero de 2002, VerIión defi nitio«: Junio de 2003,

• Germán Pacbeco Troconis es Profesor Asociado de !a Uniuersidad de Venezue!tt, Fttcu!tttd de Agronomítt,


Instituto de Economía Agríco!a, Dirección para correspondencia: Urhanizacián San Isidro, 3, a Avenida,
Residencias Sonia, Apto, 9 A, Marttcay t v enezneia}. Esmai]: petchecogermetn@hotmtti/,com

87
Germán Pacbeco Troconis

2. LA HACIENDA EN LA HISTORIOGRAFíA LATINOAMERICANA: EL CASO


DE LA PROVINCIA DE CARACAS, ELEMENTOS PARA UNA REVISiÓN
ANALíTICA

El estudio de la hacienda tiene importancia para explicar las estructuras agra-


rias latinoamericanas. Las primeras investigaciones fueron realizadas en México hacia
fines de los cuarenta, revistiendo el trabajo de Chevalier carácter de pionero 1 Su
propósito fue explicar el origen de la gran propiedad territorial y su evolución. La
hacienda clásica, en su tesis, fue una resultante de la contracción de los mercados,
la desmonetización y la crisis demográfica. Este arquetipo se erigió en sinónimo de
la gran propiedad rural de espacios complementarios, con un elevado grado de au-
tosuficiencia y sistemas de trabajo forzado ligados a su escasez, que tuvo en la falta
de circulante un inductor de la fijación del trabajador a la tierra. Estas unidades en el
norte mexicano surgieron articuladas a las minas ante la necesidad de contar con
materias primas para las fundiciones, terrenos para sus bueyes y muladas y alimentos
a precios no especulativos. A estas haciendas se sumaron las orientadas por propó-
sitos agrícolas y ganaderos, pues las economías externas advenidas con la minería
creaban oportunidades para colocar los excedentes de capital en las nuevas alterna-
tivas (Chevalier, 1982: 210-211).
El modelo, que recordaba rasgos medievales, se extrapoló para explicar la
formación de los grandes dominios en el México de los siglos XVI y XVII, e influyó en
la historiografía latinoamericana sobre el medio rural. Dada la influencia marxista sig-
nificó la traslación del modo feudal a América. Esto devino del carácter pionero de su
trabajo que aunado al intento de presentar una síntesis socioeconómica del mundo
rural en la Nueva España, condujo al sacrificio de la profundidad local (Cuello, 1988).
Los nuevos estudios y técnicas de investigación han revelado un mapa complejo de
circunstancias rurales y unidades económicas que lo trascienden (Morner, 1979)
La controversia surge del comportamiento de la producción frente a la crisis del
XVII; de la forma en la que interactúa la hacienda frente al mercado, de su grado de
apertura hacia su entorno económico, y del régimen de trabajo que prevalece con sus
consecuencias sociales. Brading (1975) al analizar la crisis ha alertado acerca del
peligro de sobredimensionar sus efectos en la Nueva España, pues si bien la depre-
sión económica de mediados del XVII estuvo asociada a ella, no comportó igual
intensidad ni fueron ruinosas todas sus consecuencias; la industria doméstica de
telas, apunta él, derivó estímulos de la contracción del comercio trasatlántico estos
años; esta situación abrió también posibilidades disímiles para las haciendas: en el
norte algunas fueron abandonadas y otras medraron en condiciones de autarquía
esperando mejores tiempos, como acotó Chevalier; en el centro ocurrió lo contrario:
la naturaleza biológica del rubro, el tipo de producción y la ubicación geográfica
permitió una respuesta productiva favorable (Brading, 1975: 31). Las haciendas de
cereales y caña y las ganaderas lo ilustran: las primeras orientadas hacia el mercado
y con niveles altos de capital no tuvieron la flexibilidad de las de ganadería mayor,

La obra de Chevalier "La formación de los latifundios en México" fue publicada por primera
vez en 1950.

88 I1ÍJ!. Aprdr. oí / • Diri(!!Ibrt .)()(J.) • JljJ. I JO


Hacienda y pequeñ« produccián de añil en la Provincia de Caracas: complementariedad y
contradicciones, ss. XVIII -XI X

cuyo carácter extensivo y baja demanda de fuerza de trabajo, les permitió un mayor
ajuste (Berthe, 1966:102 en Brading, 1975; Chevalier, 1982:146).

Chevalier (1982) asimismo circunscribió su tesis al reseñar la presencia de


tendencias contrapuestas en la formación de las grandes propiedades, y prevenir
sobre el carácter no unívoco de sus conclusiones, Observó además la resistencia
encontrada por la hacienda para erigirse en la unidad predominante donde hallaba
una densa población indígena, como Oaxaca, México (Chevalier, 1982: 236-237). En
esta región se contaba para 1810 con 83 haciendas de cara a 928 poblados indíge-
nas (Brading, 1975: 35); allí el modelo económico basado en la hacienda, por su
limitado número y dimensiones -no mayores de 1,200 hectáreas- había mostrado
limitaciones para abastecer las ciudades, Por oposición las comunidades indígenas
tuvieron importancia en proveer alimentos básicos a precios razonables, trabajando
sus miembros en las haciendas sólo temporalmente (Miño, 2001: 168),
Los estudios de Taylor (1975) en el México colonial mostraron diferencias entre
la haciendas norteñas y las oaxaqueñas, sitas en las tierras altas de este Valle, Las
de Oaxaca se alejaban del modelo de Chevalier: no eran inmensas unidades indepen-
dientes económica y administrativamente, capaces de autoabastecerse, ni de impartir
justicia dentro de sus limites, Eran empresas mixtas: con combinaciones de activida-
des agrícolas y ganaderas, orientadas al mercado regional, cuya demanda fundamen-
tal la representaba el mercado de Antequera, y si bien incluían trabajadores perma-
nentes, atados por el sistema de peonaje, dependieron del trabajo transitorio de las
comunidades cercanas. Otras formas de propiedad rural fueron los ranchos ganade-
ros y las tierras de labor intensiva articuladas al mercado (Taylor, 1975),
Lockhart (1982) reseña la coexistencia funcional de las grandes propiedades
de los encomenderos en el Perú colonial temprano, cuya base era el tributo indígena,
con los estancieros dedicados a una agricultura intensiva estrechamente imbricada
con la ciudad, sustentadas en el trabajo esclavo; ellos conformaban un grupo social
diferente integrado por pequeños hortelanos y agricultores con habilidades agronómicas
especificas, Él ha apuntado también que los términos estancia y hacienda eran inter-
cambiables en el siglo XVII, exhortando a estudiar el latifundio en sus múltiples ma-
nifestaciones para evitar reconstrucciones enajenadas de la realidad,
En un estudio sobre las haciendas neogranadinas Villamarín (1979) revela el
mercado como inductor de su establecimiento y le resta peso al argumento de la
opresión del trabajador indígena por la hacienda, En la Sabana de Bogotá éstas se
distanciaban del modelo de Wolf y Mintz, cuyas particularidades básicas eran: su
orientación hacia un mercado de dimensiones reducidas, el uso de una limitada do-
tación de capital y la importancia de la ganancia como soporte de prestigio y poder,
Ellas además de abastecer el mercado de Santa Fe proveyeron a lejanos espacios
mercantiles, Los estímulos para la inversión de capital y las variaciones de la produc-
ción dependieron de la dinámica mercantil, El peonaje por deudas, observa Villamarín,
no fue predominante en la colonia, la hacienda pudo ser un régimen de trabajo menos
opresivo que el minero, una suerte de refugio de los trabajadores, Tovar (1988),
también sobre la Nueva Granada del siglo XVIII, resalta el impacto del mercado sobre
la evolución de las empresas agrarias desarrolladas por los grandes hacendados, las

f-l ist, ) J • Üíriembre • !'!', 110 89


Germán Pacheco Troconis

cuales no estaban pensadas en "términos de autoconsumo, sino en términos de la


circulación de sus productos." Sus motivaciones básicas fueron el dinero y la riqueza,
valores principales del capital mercantil.
Un caso particular fueron las haciendas jesuitas. Colmenares (1998) para el
Virreinato Neogranadino y Konrad (1995) para el novohispano, destacan su raciona-
lidad orientada por el cálculo económico. Y apuntan que sus inversiones y las com-
binaciones productivas además de inscribirse en las economías regionales se guia-
ban por la obtención de ganancias. La generación de beneficios era imprescindible
para sus fines religiosos, sociales y culturales, lo económico sin perder su racionali-
dad se supeditaba a estos cometidos.
La historiografía venezolana sobre la propiedad territorial no escapa a la in-
fluencia del modelo de Chevalier. Brito Figueroa ha sido el representante más cons-
picuo; sus estudios orientados a construir una síntesis socioeconómica de la Venezue-
la colonial influenciaron los análisis de la cuestión rural, velando las particularidades
de las regiones. El desarrollo de la historia regional en las últimas décadas al relevar
la importancía de seleccionar las unidades económicas como objeto de investigación
y destacar la existencia de diversos tipos de haciendas, muestra la inexactitud
metodológica de establecer un arquetipo, de cara a la complejidad de la realidad
regional y local".
Una expresión de la heterogeneidad de la hacienda es la connotación impre-
cisa del término en los documentos. Éste designa indistintamente a fines del siglo
XVIII y principios del XIX, a una unidad económica dedicada a explotar uno o más
rubros para satisfacer las necesidades internas o el mercado externo, mediante el uso
de trabajadores permanentes o/y transitorios, trátese de mano de obra esclava y/o
asalariada, y empleo de tierra y capital con una intensidad variable, cuyos fines eco-
nómicos no estaban asociados necesariamente a la obtención de prestigio y poder.
Las haciendas de la Provincia de Caracas en el siglo XVIII tenían su razón de
ser en la producción mercantil; el hacendado con una mentalidad arcaica ganado por
la apropiación y adquisición de tierras como medio esencial de prestigio social y
poder, había dejado de ser el leit motiv, sin negar el papel de la tierra como símbolo
de poder. Eran las ganancias del mercado su motivación económica. De cara a esta

Algunos estudios de las haciendas con nuevas propuestas son: el de PINEIRO (1992) que
analiza las haciendas de cacao en la Provincia de Venezuela hacia fines del siglo XVIII. él
destaca el condicionamiento ejercido por las características botánicas del cultivo sobre la
función de producción y enfatiza en su administración y prácticas contables. FERRY (1989) ha
ahondado en la caracterización de estas unidades en los siglos XVII y XVIII. Los estudios
sobre las haciendas de añil en los siglos XVIII y XIX en la Provincia de Caracas y la de
BARINAS DE PACHECO (1989) (1994) Y (2000) han revelado su papel como soporte del crecimien-
to económico local y regional de importantes zonas de la Provincia de Caracas, y estable-
cido una tipología de haciendas, considerando variables, como el tipo de productor, su
racionalidad económica y forma de gestión, el régimen de mano de obra, los niveles de
capital y la tecnología. la propiedad y tenencia, el tamaño y uso de la tierra, la articulación
con la economía regional, y el papel del mercado en su dinámica. Para el siglo XX los
trabajos de Ríos (1988) sobre la Hacienda son de particular importancia para la historiografía
venezolana.

90 Hísr. Agrtlr. 31 • Diciembre )()(}3 • Pll. ¡lO


Hacienda y pequeña producción de añil en la Provincia de Caracas: complementariedad y
contradicciones, ss. XVIII-XIX

orientación al interior de algunas de ellas su economia tuvo un bajo grado de


monetización; la combinación de lo no monetario con lo monetario se correspondía
con uno de sus rasgos centrales (Macera, 1979).
Las tierras de la hacienda tenían un carácter complementario: existían los es-
pacios para producir los coloniales que demandaba ultramar o para los frutos de
consumo interno, áreas de producción de subsistencia, zonas de pastos para las
bestias de labor y transporte y de corrales para su manejo, así como bosques para
la madera para las labores; además los espacios de edificaciones para el beneficio
y las viviendas, y las requeridas para las labores artesanales complementarias de la
actividad agrícola.
La diversificación productiva atemperaba las dificultades de mercados inesta-
bles, como los exteriores. Su mayor requerimiento de fuerza de trabajo era una limitante
por las dificultades para obtenerla.
¿Se enmarcó la hacienda de añil bajo este perfil? Si lo hizo, ¿en qué medida se
acercaba o distanciaba de esta descripción? ¿Podemos hablar de una hacienda de añil
tipo? A estas preguntas intentaremos dar respuesta en la segunda parte del artículo.

3. LA HACIENDA DE AÑIL Y LA DINÁMICA DEL MERCADO

Su aparición y expansión estuvo ligada en gran parte a la diversificación eco-


nómica que ocurría en la Provincia, inscrita en el contexto de los cambios industriales
europeos y del nuevo régimen mercantil establecido por la política borbónica. El
índigo era una materia prima estratégica para la industria de punta de la época: la
textil; su origen tropical le imprimía limitaciones ecológicas y de adaptación para
producirlo en Europa, de cara a su creciente demanda; los intentos por establecerle
en el sur España a fines del siglo XVI lo constataron: los suelos y el clima condujeron
al fracaso de las experiencias (Sarabia, 1981: 41-48).
La industria textil europea tuvo un pilar en la del estampado, que hizo del
algodón y de los tintes sus rubros fundamentales. Las indianas y pintados, que venían
en sus inicios por la India y otros regiones del mediano oriente, fueron producidas
progresivamente en Europa desde mediados del XVII (Martín, 1992). Su demanda se
convirtió en una fuerza de gran rnaqrutud", acicateada por los gustos de los consu-
midores, las imposiciones de la moda, los incrementos de ingresos y el mayor gasto
de ciertos sectores (Chapman, S. y Chassagne, S., 1981; Berg, M., 1991). A estos
requerimientos se sumaría la demanda colonial surgida en el desarrollo de la econo-
mía atlántica, abierta a la égida de la revolución industrial. Las necesidades america-
nas le daban la demanda de los obrajes, del sistema doméstico y de la industria a
domicilio de México, Perú y la Audiencia de Quito. Estados Unidos también fue un
consumidor de añil, cuyas necesidades cubrió con su producción, principalmente de

En 1785 Francia producía 800.000 piezas, Inglaterra, 13.5 millones de yardas y Barcelona,
90.000 piezas (CHAPMAN, S. y CHASSAGNE, S, 1981: 228). Mulhouse, una ciudad del alto Rhin,
fabricaba 146000 piezas en 1786. Este dinamismo potenció la demanda de tintes, entre
ellos el añil

Hist, AgrtlY. ,31 • Déciembre ..!OOj • pp. 87-110 91


Germán Pacbeco Troconis

Carolina del Sur, hasta su declinación hacia los ochenta; su más importante mercado
fue Londres, al cual se exportaron 561.340 libras, como promedio quinquenal en 1770.
(Nash, 1992: 689)

Una aproximación cuantitativa del consumo de índigo evidencia su importancia


comercial; para Inglaterra, solamente: las importaciones de sus colonias de América
continental fueron ascendentes hasta 1773, situándose para 1750, 1760 Y 1770, como
promedios de cinco años, en 57.460,481.140 Y 561.340 libras, respectivamente (Ibid)
y las realizadas por Cádiz, mayormente añil de Guatemala y de la Provincia de Vene-
zuela, sumaron entre 1784-1795: 4.206.126 libras por un valor de 580.361 libras ester-
tinas". De la India, su fuente principal desde inicios del XIX, ingresó entre 1805-1814,
una media anual de 5600.000 de libras (Alden, 1965: 58) A ello se sumaba el de
Brasil ingresado vía Portugal. Holanda y Francia que fueron también importantes con-
sumidores. Para los mercados de las colonias españolas americanas se ha estimado
que el añil de Guatemala hacia Perú y México entre 1772-1800, representó un 10% del
total exportado, lo cual equivalió a 2.400.000 libras, es probable que una porción fuese
reexpedida hacia la Península, pues los obrajes habían declinado (Floyd, 1959: 237).

CUADRO 1. COMERCIO EXTERIOR DE LA GUAIRA Y EXPORTACIONES DE


AÑIL: 1784·1795 (VALORES EN PESOS FUERTES)

Años Exportaciones Globales Exportaciones de añil Porcentaje

1784 1.089.006 157.791 14.49


1785 1958695 266.465 1360
1786 2.004.210 338.756 16.90
1787 1.796.330 457.125 25.45
1788 2.050.381 632.445 30.85
1789 2388183 790.346 3309
1790 1.928.843 586.7 46 30.42
1791 2.476.236 875.997 35.38
1792 2.747.112 850.286 3095
1793 2.735.974 874.822 31.98
1794 3.067.264 1.122.241 36.59
1795 2.729193 870.485 31.90

Fuente: AGI, Caracas, 902 e Indiferente General, 2647, en García-Baquero A (1985) Boletín de
la Academia Nacional de la Historia, t LXVIII (271 673-701) Humboldt, A (1941), t 111, p. 89
Archívo General de la Nacíón, Real Hacienda, Libro Manual de la Real Caja de La Guaira, tomos
1544, 1548, 1.556, 1561, 1.563, 1566, 1.569, 1573, 1.585 Y 1.588. Cálculos propios.

El núcleo principal de añil de la Capitania General de Venezuela estaba en la


Provincia de Caracas. La Corona española por la importancia del tinte para la indus-

(NADAL, 1978: 322) Cálculos propios. Para este período el añil de estos dos centros fue su
fuente principal.

92 H ¡JI. Agrilr, ,1 J • D'iriembre lOO.) • jJjJ_ 1 J()


Hacienda y pequeña producción de añil en la Provincia de Caracas: complementariedad y
contradicciones, ss. XVIII-XIX

tria textil mundial promovió su establecimiento: indirectamente, al propiciar el comer-


cio general mediante el sistema de Libre Comercio, y directamente con sus medidas
para fomentar el cultivo. La primera remesa importante fue en 1775, cobrando noto-
riedad desde entonces: entre 1774-1778, salieron para España, 82.351 libras, de ellas
a Cádiz 52.806 libras (Pacheco, 1999: 597); entre 1784-1788: 1.567.187 libras, y entre
1791-1795, 3.748.919 libras (Ibid: 435). El crecimiento inusitado del añil se refleja en
su aporte a las exportaciones globales por La Guaira, nunca inferiores del 13.6% en
la época de mayor auge:
El añil venezolano se erigió entonces en un competidor importante del guate-
malteco.

CUADRO 2. AÑIL: GUATEMALA V VENEZUELA: EXPORTACIONES


TRIENALES 1784-1796 (MILES DE LIBRAS)

Períodos Guatemala Venezuela Proporción

1784-86 2637 627 4.2:1


1787-90 3799 2.050 1.8:1
1791-93 3766 2.134 1.7: 1
1794-96 2.507 2426 1.1: 1

Fuente: Archivo General de la Nación, Real Hacienda. Libro Manual de la Real Caja de La Guaira,
tomos 1.544,1.548,1.556, 1.561, 1.563,1.566,1.569,1.573,1.585 Y 1588: Libro Manual de la Real
Tesoreria Foránea de Puerto Cabello, tomos 1723,1738,1740,1745,1751,1754 Y 1757. Correo
Mercantil de España y sus Indias, Octubre 1792-Septiembre 1794 y Julio-Diciembre 1802 Humboldt
(1941), t 111, p. 89; Y Troy, F. (1959) (Cálculos propios).

Constatando este dinamismo las exportaciones del añil entre 1775-1796, cre-
cieron a una tasa del 24.6% mientras que las de Guatemala lo hicieron al 1.6%, cifras
que contrastan (Pacheco, t 11. 2000: 447).
El añil venezolano iba a Cádiz, esencialmente, donde la mayor parte de los
índigos americanos se reexportaban, consumiéndose una corta porción en la Penín-
sula".

En las primeras décadas del siglo XIX, el rubro aún cuando había perdido
importancia en la estructura económica venezolana", conservaba el tercer lugar entre
los principales productos agrícolas de exportación, siendo superado sólo por el café
y el cacao. Sus principales mercados para fines de la primera mitad del XIX eran:
Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania, destacando el primero con las
plazas de Nueva York, Boston y Filadelfia (Pacheco, 2000). España ya no tenía signi-

Para 1785 el consumo español, principalmente el de Cataluña, era cerca del 20%.(AGI,
Guatemala 669. Informe de 9 de junio de 1786, sobre la Representación 497 de 15 de enero
de 1786 con testimonio de ....).
La participación del añil en términos relativos osciló entre el 845% y el 14.87% de las
exportaciones estos mismos años (FERRIGNI, 1986: 60).

HiN, Agrar. 31 • Diciembre 2003 • pp. 87~110 93


Germán Pacheco Troconis

ficación mercantil en su comercio. Para entonces las primeras tres naciones tenían
un consumo promedio anual de índigo de 4.910.738 libras castellanas, de las cuales
Gran Bretaña y Francia concentraban el 94.28%. Otros países de consumo importan-
te eran los Países Bajos, Rusia, Italia, los Estados del Norte y Turquía (Ronquillo,
1851: 208).

Bajo la expansión del mercado hacia fines del XVIII se fueron estableciendo las
haciendas de añil y labranzas campesinas en la Provincia; el cultivo se inscribió en
un contexto, cuyos elementos a favor fueron las dificultades atravesadas por la pro-
ducción de la Audiencia de Guatemala hacia 1770 7 y los problemas de los produc-
tores de cacao de Venezuela".

Las haciendas de añil fundadas estos años" pudieron superar uno de los pro-
blemas neurálgicos en las economías provinciales de la colonia: la disponibilidad de
fuerza de trabajo. Las estadísticas arrojan una población para la Provincia hacia el
último tercio del XVIII de 252.242 habitantes, de estos 111.743 pardos, 39.501 esclavos
y 40.360 indios". Los Valles de Aragua, la región añilera más importante de la Provin-
cia, a fines de 1760 contaban con una población estimada entre 25.000 y 30.000
habitantes, y una densidad demográfica de 961.5 habitantes por legua cuadrada, ra-
sero elevado (Pacheco, 2000, t 1: 138). Para 1795, en pleno apogeo del añil, los Valles

El añil de Guatemala confrontaba hacia 1770 dificultades: una inflación de los insumos
agrícolas y de los alimentos por la concentración de los recursos en la producción del
índigo: una escasez de medios de transporte, los cuales se volvieron insuficientes porque su
oferta crecía a menor tasa que su demanda, extendiéndose la inflación al precio de las
mulas: este problema era neurálgico por la gran distancia que había entre las áreas de
siembra, que miraban al Pacífico, y los puertos de exportación ubicados en el Golfo Dulce
en el Caribe. Adicionalmente hubo eventos naturales que afectaron la producción y el comer-
cio: se presentaron pérdidas en las plantaciones durante seis años por una infestación
endémica de langostas: y el tráfico mercantil se vio constreñido asimismo por el terremoto
de Santa Marta, que destruyó gran parte de las casas e infraestructuras comerciales de
Santiago de Guatemala; finalmente estuvieron los daños por los ataques ingleses al puerto
de Omoa, donde la captura del índigo y averías de otros bienes, representó cerca de
1.000000 de pesos (FLOY, 1965; GORDILLO, 1980).
La producción de cacao tuvo distintas limitantes: sus características botánicas, las dificul-
tades de navegación ligadas a las coyunturas bélicas de 1756-1763, que agravaban sus
mermas; la declinación de su demanda por el techo presentado en el consumo europeo y
la competencia del cacao de Guayaquil en sus más importantes mercados: Nueva España
y España; las restricciones de un sistema de precios administrados y los problemas de
eventos naturales, como una gran sequía que desoló las plantaciones en 1766 (PACHECO,
2000: 194)
Para 1785-1787 se reseñan un total de 220 haciendas, 121 de ellas asentadas en jurisdic-
ción del partido de La Victoria, en los Valles de Aragua, siguiendo en importancia los de
Ocumare y las jurisdicciones de las ciudades de San Sebastián y Valencia (Castro y Araoz,
José de. Estado general en el extracto de la población y producciones de la Provincia de
Venezuela, 1785-1787, Archivo de la Academia de la Historia, Colección Traslados 6, salón
115, Caracas).
10 Hemos utilizado como fuentes los siguientes documentos: AGI, Caracas, 269. Extracto que
contiene el número de personas de esta Provincia de Venezuela, según matricula de los
curas de ellas en los años de cincuenta y nueve, sesenta, sesenta y uno y setenta y dos;
y Castro y Araoz, José de, op cit. Para los cálculos (PACHECO, 2000: 137).

94 HiJ/, Aí:rdY, .31 • Díciembre 200.3 • pp. 87-110


Hacienda y pequeña producción de añil en la Provincia de Caracas: complementariedad y
contradicciones, ss. XVIII-XIX

habían mejorado notoriamente su demografía acorde con los avances de su economía,


situándose sus habitantes en 52.000 y su población relativa en 2.000 personas por
legua cuadrada, casi igual a las regiones mejor pobladas de Francia (Humboldt, t 111
1941: 88). La demanda estacional del cultivo atraía de los llanos numerosos jornaleros,
estimados en 4000 a 5.000 hombres en la temporada (Humboldt, T 111, 1941: 89) cifra
que debió ser superior considerando los procedentes del interior de los Valles. Un
informe de 1787 cuantificó la población ocupada en estas labores en 20.000 personas,
una elevada porción de ella trabajadores libres, sin embargo pudo ser una cifra abul-
tada por los hacendados que reclamaban ayuda para el cultivo ".
La Provincia globalmente no tenía una situación poblacional tan propicia, pues
comprendía los llanos, su densidad demográfica era de 35 habitantes por legua cua-
drada. Sus valles centrales y los centro occidentales, donde estaban las principales
áreas añileras, presentaban una demografía favorable con mejoras sustanciales para
la década de los ochenta de la misma centuria, que permitió el desarrollo del cultivo,
pues sus exigencias de mano de obra no eran fuertes salvo labores como la escarda
y el beneficio. Coexistió esta producción con otros rubros, sin presentarse situaciones
insolubles en una época donde la expansión de los mercados y la diversificación
habida demandaban mayores recursos.".
Las haciendas de añil aunque compartieron caracteres comunes de las agríco-
las de la Provincia, manifestaban particularidades que les diferenciaban. Su comple-
jidad de funcionamiento y sus relaciones con el entorno social y económico exige la
consideración de variables, conducentes a establecer sus particularidades. Las varia-
bles ponderadas fueron: el tipo de productor, su racionalidad económica y forma de
gestión, el régimen de mano de obra, los niveles de capital y la tecnología, la propie-
dad y tenencia, el tamaño y uso de la tierra, la articulación con la economía regional,
y el papel del mercado en su dinámica.

Ellas asumieron tres modalidades": haciendas con régimen de trabajo esclavista,


haciendas con régimen de trabajo asalariado y haciendas con régimen de trabajo
mixto, que eran una combinación de los dos anteriores. La coexistencia de relaciones
de producción y trabajo diferentes expresaban los procesos sociales que se venían
dando. En la jurisdicción de la Audiencia de Guatemala, las haciendas establecidas
se explotaban mayormente con mano de obra india mediante el sistema de reparti-

11 AGI: Caracas 501. Representación de cosecheros del añil de Caracas al Intendente, Fran-
cisco de 8aavedra, 2 de julio de 1787, en Informe de 8aavedra, 23 de noviembre de 1787.
12 El cacao era poco exigente en mano de obra fija, requería menor cantidad que el algodón,
el café y la caña. Las haciendas cañeras cubrieron sus exigencias sin antagonismos inso-
lubles con el añil, por cuanto algunas unidades eran mixtas, permítiendo una mejor distribu-
ción del recurso con aminoración de los tiempos muertos, y las monoproductoras no tuvieron
la intensidad de la antillana. El tabaco no interfíríó con el cacao ni con los otros cultivos de
plantación; él no despertaba interés en los hacendados, no era sencillo de producir y exigía
cuidados cuyas condiciones de trabajo sólo los podría asegurar la producción familiar, a la
cual se ligó; contó además con una fuerte intervención de la Corona. El café cobró impor-
tancia cuando el añil declinaba (PACHECO, 2000)
13 La tipología y caracterización de las haciendas que presentamos es un resumen, basado en
las investigaciones de PACHECO (1989) (1994) Y (2000).

Hiss. AXt'ar, 31 • Diciembre 200J • pp. 87-1 lO 95


Germán Pucbeco Troconis

miento impuesto a raíz de la prohibición de su empleo en los obrajes de añil en 1737


(Solórzano, 1993) o con ladinos (mestizos), cuya importancia se acrecentó con la
declinación de la mano de obra indígena. El empleo de sistemas compulsivos o el
pago de salarios, en uno y otro caso, estuvieron en su base. El uso de esta fuerza de
trabajo deparaba mayor flexibilidad sin exigir desembolsos iniciales de capital. La
operación con esclavos estuvo reservada a los cultivadores más ricos, cuyos tamaños
de hacienda les permitía atemperar algunos efectos de la rigidez del trabajo esclavo
(Mac Leod: 1973). Ellas eran propiedad de españoles, aún cuando las hubo de la
Iglesia o de corporaciones religiosas (Solórzano, 1993: 34).
Las haciendas con régimen de trabajo esclavista: éstas pertenecían a grandes
propietarios, usualmente orientados por criterios rentistas, asentados en las ciudades,
o eran de hacendados con experiencia agronómica y vinculación al negocio agrícola,
algunos con conocimiento en el cultivo. Los primeros en su mayoría eran los llamados
mantuanos, criollos descendientes de encomenderos o de españoles llegados a la
Provincia en calidad de funcionarios o en actividades mercantiles, donde algunos
casaron con criollas adineradas. Los nuevos hacendados no conformaban un grupo
homogéneo: la mayoría eran españoles de origen vasco, muchos relacionados con la
Compañía Guipuzcoana, pues habían venido a la Capitanía por su mediación; un
número menor procedía de otras regiones: Cataluña y las Islas Canarias, conformaban
un núcleo de medianos productores, muchos al frente de sus haciendas, donde solían
habitar. Este grupo cobró importancia a raíz de la implantación del sistema de Libre
Comercio, eje del diseño de la política comercial borbónica.
Estas haciendas se constituyeron sobre terrenos privados, cuya posesión y
propiedad tenía generalmente raíces históricas, sustentada sobre: compra-ventas,
herencias, donaciones, dotes matrimoniales, composiciones y permutas. La apropia-
ción de tierras realengas y de los naturales fue también importante.
Su superficie osciló entre las 188 y 864 hectáreas, es probable que algunas
sobre las cuales disponemos de información parcial fuesen de mayor tamaño, éstas
tenían numerosos esclavos y sembraban dos o más cultivos para el mercado; nuestras
cifras para los valles aragüeños, donde estaba el núcleo más importante, revela que
de 15 haciendas, seis sembraban dos o más rubros, siendo el añil en éstas un cultivo
complementario (Pacheco, 2000: 279). MacKinley (1995) encontró datos similares en
una muestra de doce haciendas esclavistas.

La explotación de la tierra integraba áreas complementarias. La producción de


subsistencia por su elevado número de esclavos era parte de su funcionamiento
intrínseco y garantía de su equilibrio poblacional, soporte imprescindible de la opera-
ción agrícola, de allí la presencia del binomio articulado plantación-conuco 14 Usar
esclavos, únicamente, para la producción agrícola planteaba una restricción: la rigi-
dez de su mano de obra, consistente en que la dotación de trabajadores de una

14 El conuco era una pequeña parcela donde se le permitía al esclavo desarrollar sus cultivos
de subsistencia. Fue común en el Caribe. Y cumplía fines económicos y políticos: garanti-
zaba el mantenimiento de los esclavos a menor precio y les mantenía ocupados en su
"tiempo de ocio", impidiendo conatos de rebelión (PACHECO, 2000)

96 11ist, Agrdr. j J • Dícmnbre 2()()j • fi/!. 87 - J J ()


Hacienda y pequeña producción de añil en la Provincia de Caracas: complementariedad y
contradicciones, ss. XVIII-XIX

plantación, permanece inalterada de cara a las variaciones de trabajo exigidas por las
diferentes actividades estaciónales de su producción. A ello se adicionaban las carac-
terísticas botánicas y agronómicas del añil, que hacían más marcada la estacionalidad
del trabajo agrícola, sobre todo en épocas punta de mayor demanda de fuerza de
trabajo. De forma análoga, sucedía con los efectos por las variaciones del mercado:
cuando éste era desfavorable o en expansión el hacendado tenía una capacidad
restringida de juego para ajustar el factor productivo trabajo, de modo que el recurso
presentaba bajo este régimen una baja plasticidad económica; concurríendo las leyes
de la rigidez de la mano de obra esclava (Gorender 1988). Con estas particularida-
des, quienes estaban en mejores condiciones para emplear esclavos eran los hacen-
dados de mayores posibilidades financíeras, que explotaban sus tierras con combina-
ciones productivas que comprendían más de un rubro, atemperando así el problema
de la rigidez de la mano de obra esclava frente a la estacionalidad ligada a la natu-
raleza biológica del rubro. Además de la diversificación productiva se disminuía la
rigidez alquilando los esclavos para la actividad agrícola a otros hacendados o para
actividades complementarías de lo rural y aún para servicios urbanos (Pacheco, 2000:
311-312). No fue ajena a otras regiones de Hispanoamérica esta práctica. En el Perú
colonial temprano cuando un proyecto requería de mano de obra extraordinaria se
acudía a esta modalidad (Lockhart, 1982: 239-240).
La estructura de inversiones estaba constituida esencialmente por la tierra,
incluyendo los cultivos, y las infraestructuras, a ellos se adicionaba el capital de
trabajo representado por los esclavos, y los equipos y semovientes para el trabajo y
transporte. Los esclavos, considerados como bienes de producción, representaban
una porción sustancial del desembolso productivo (en las haciendas estudiadas, entre
el 27.9% y el 38.5%) (Pacheco, 2000: 278). Su número estaba condicionado, entre
otros por la combinación de cultivos usada y la acumulación de capital del hacenda-
do": La dotación tecnológica no guardaba mayor diferencia entre las haciendas, sien-
do las mayores variaciones en el equipamiento de las oficinas.
Las haciendas con régimen de trabajo asalariado: se explotaban en la Colonia
con asalariados, remunerada en moneda o en moneda y especie, determinado, esen-
cialmente, por la escasez monetaria, escasez que entorpecía los cambios y operacio-
nes al menudeo (Pardo, t 1.1973). Los trabajadores eran indios no tributarios, mestizos
o negros libres provenientes de los mismos valles o áreas circunvecinas, donde el tipo
de producción predominante, la ganadería extensiva, determinaba bajos niveles de
ocupación y la emigración en algunas temporadas del año. Las características
agronómicas del cultivo con épocas exigentes en mano de obra, que hacían al trabajo
de marcada estacionalidad, las restricciones del trabajo esclavo, el tamaño de las
haciendas y los menores niveles de acumulación de sus propietarios, propiciaron su
implantación. Fueron las más numerosas, erigiéndose la modalidad en hegemónica
hacia mediados del siglo XIX, cuando las relaciones de trabajo se modificaron con la

15 Un documento de 1793 reseña la presencia de 320 esclavos en 15 haciendas de añil de los


valles aragüeños, con una media de 21 esclavos por explotación; en la misma área geográ-
fica hemos encontrado haciendas de grandes propietarios, con dos y tres rubros para el
mercado que pasaban de los 100 esclavos (PACHECO, 2000:278-279).

H ¡JI. ARrar, 31 • Diciembre 200.) • pp. 87 -1 J () 97


Germán Pacheco Troconis

fijación del trabajador a la tierra por los mecanismos de endeudamiento, entre ellos
las deudas hereditarias, ausentes en la colonia.
Se constituyeron sobre terrenos propios o arrendados, cumpliendo el arrenda-
miento un papel importante en su fundación. El arrendamiento de tierras comunales
pertenecientes a los indígenas estuvo presente, al igual que en la Audiencia de
Guatemala. Fue particularmente importante en su constitución, aunque no exclusivo
de eüas". El valor del canon, a diferencia del papel del mercado en los arrendamien-
tos de tierras privadas, era tasado acorde a los intereses de los hacendados con el
aval del Estado Colonial", siendo el precio pagado por el uso de éstas tierras fijo e
inferior al mínimo del rango de valores de las particulares.
Las tierras eran explotadas a título individual y en sociedades o compañías,
forma organizativa con tradición en la América hispánica, pues los españoles eran
dados a la creación de compañías (Lockhart, 1982); por lo cual se hizo presente en
la agricultura de la Provincia cuando la necesidad de capitales lo demandó; el añil fue
su principal impulsor por ser un cultivo semipermanente y un negocio altamente es-
peculativo. Varias de ellas se hicieron con participación de comerciantes urbanos,
presencia de relaciones contables y capitales mixtos, que denota su carácter de
empresas. Estas haciendas fueron unidades de menor tamaño, con promedio cercano
a las 60 hectáreas y una elevada especialización sobre la base del añil.
Las haciendas con régimen de trabajo mixto: operaron bajo una combinación de
relaciones esclavistas y de trabajo libre. Se constituyeron en terrenos privados, adqui-
ridos por lo general, por la vía de compraventa, y en terrenos arrendados, algunos a
naturales. Su superficie osciló entre las 24 y las 160 hectáreas, siendo escasos los
valores superiores en el rango; se trataba frecuentemente de una explotación mediana
con una especialización en el cultivo. También se encontró ocasionalmente en hacien-
das de mayor tamaño La diversificación productiva no concurrió en ellas con el marcado
grado de las esclavistas.

4. LAS HACIENDAS DE AÑIL Y LOS CICLOS DE FUERZA DE TRABAJO


EN LOS SIGLOS XVIII-XIX

El predominio de uno u otro régimen de trabajo en las haciendas varió a lo


largo del siglo XVIII y primeras décadas del XIX. Su preponderancia era determinada
por la conjunción de varios elementos: cuando se facilitó la importación de esclavos
y fue económico su uso, sin problemas de naturaleza política, se privilegió el esclavista,
en caso contrario la prioridad la tuvo el régimen de trabajo asalariado, o bien se

16 El informe levantado por Pedro Estebanot, por orden del Gobernador y Capitán General ante
la querella introducida por los indios contra el Corregidor Antonio Carvajal, situó en 25396
pesos el monto recaudado por arrendamiento de tierras comunales en la jurisdicción de los
pueblos de Turmero, Cagua y Escobar de la Provincia, entre 1786-1796 (Registro Principal
de Caracas, Caracas, Sección Tierras, Año 1795, Letra T Nº 1 Y 7, fs 1-33).
Nuestros cálculos para hacer la conversión en superficie, arrojan unas 5.079 fanegadas, la
mayoría dedicadas a la siembra del índigo (PACHECO, 2000: 321)
17 Registro Subalterno del Distrito Mariño, Turmero. Protocolo Año 1786, fs 53v-54.

98 Hist. Agrar. 31· Diciembre 2()(),) • pp. 87-1 lO


Hacienda y pequeña producción de añil en la Provincia de Caracas: complementariedad y
contradicciones, ss. XVIII-XIX

acudió a una combinatoria de ambos, acorde a las circunstancias. Nosotros hemos


distinguido cuatro ciclos:
(a) Primer Ciclo (inicios del siglo XVIII hasta comienzos de 1780): la explotación
de las haciendas se hizo mediante esclavos, o con mano de obra libre, mayormente
oriunda de las Islas Canarias, o con una combinación de ambas, prevaleciendo el
régimen de trabajo asalariado. El ciclo presentó dos fases: inicialmente primaron
condiciones a favor de la vía esclavista, pues el tratado de Utrech, en 1713, le confirió
a los ingleses el privilegio de proveer de esclavos a las colonias españolas de Amé-
rica, entre ellas la Capitanía. Al suspenderse éste hacia mediados del lapso hubo
restricción para la importación de esclavos, situación superada por la disponibilidad
de indios, mestizos, zambos y blancos de pocos recursos, la mayoría canarios. El
incremento de esta inmigración tuvo partícular importancia en la transición hacia el
régimen de mano de obra asalariada en la segunda fase (Hernández, 1999).
(b) Segundo ciclo (comienzos de 1780 hasta fines de 1790): en él distinguimos
una primera fase caracterizada por la oxigenación de la vía esclavista, desde fines de
los ochenta hasta mediados de los noventa, apuntalada en la Real Orden de 13'de
junio de 1777, aprobada al fínal del período anterior por las necesidades crecíentes
de fuerza de trabajo planteadas en la Provincia de Venezuela con la diversificación
agrícola, cuyos efectos se sintieron avanzados los ochenta. Este lapso se correspon-
de con la incorporación de los grandes hacendados, después de que los medianos
y pequeños cultivadores desbrozaron el camino inicial de la incertidumbre. Ello gene-
ró presiones para la introducción de esclavos, mayormente por los grandes propieta-
rios, pues la diversificación agrícola y especialmente la expansión del añil al ejercer
una fuerte presión sobre la demanda de trabajo frente a su oferta, habían encarecido
los salarios de los jornaleros; ello se hizo con apoyo financiero y facilidades otorgadas
por la Corona": y mediante el concurso privado, con autorización Real. El ciclo co-
menzó a agotarse en la segunda mitad de los noventa, ligado a las insurrecciones
esclavistas presentadas en algunas colonias españolas y francesas y en la Capitanía,
que repercutieron en Tierra Firme por los temores de índole ideológica surgidos entre
los hacendados y por la supresión de la importación de negros por la Corona durante
un tiempo (Izard, 1979). Hubo asimismo una escasez de esclavos en los mercados
exteriores por las demandas simultáneas de las economías provinciales americanas
en desarrollo.
(e) Tercer ciclo (fines de 1790 hasta 1830): el clima reinante entre las esclavi-
tudes en la Provincia de Caracas, sensibilizó a importantes funcionarios y a un sector
dirigente sobre la importancia de reconducir la esclavitud hacia el trabajo libre; una
de las ideas concebidas fue el desarrollo de proyectos de colonización en tierras de
los grandes hacendados que reforzaron el uso de jornaleros de cara al empleo de
mano de obra negra. Los pequeños productores y sus familias: blancos de origen
canario y negros manumisos fueron el componente humano de estos planes (Humboldt,

18 El total de negros adquiridos por los productores de añil entre 1784-1788 con auxilios finan-
cieros de la Corona, según cálculos de Pacheco (2000), fueron 545 esclavos distribuidos
entre 27 hacendados, por un monto de 94.564 pesos (AGI, Caracas 727. Testimonio del
inventario, corte y tanteo de los caudales existentes en las oficinas de la Real Hacienda).

HÍJt. A~rar. 31 • DICiembre 2003' P/J. R7-110 99


Germán Pacheco Troconis

1941; Hernández, 1999: 44 y ss). La erosión del esclavismo, como sistema, se acen-
tuó durante el período independentista, apuntalándose la vía asalariada.
(d) Cuarto ciclo (desde 1830 hasta 1870): en él se-asiste a la imposición defi-
nitiva del uso de fuerza de trabajo asalariada. Alcanzada la Independencia las posi-
bilidades de obtener esclavos eran remotas: a las dificultades económicas se suma-
ron las restricciones de la nueva legislación en países de tradición esclavista y la
situación que primaba entre las esclavitudes. La ineficiencia económica del esclavismo
llevó a su abolición en 1854. La escasez de mano de obra acentuada en estos años
condujo a su fijación y a la figura del peonaje presente a fines del período colonial de
forma circunscrita. Esta tuvo un puntal neurálgico en lo que Carvallo y Ríos (1984) han
denominado el binomio plantación-conuco, base productiva de la hacienda. Para hacer
más efectivas las relaciones serviles de producción se aprobaron las ordenanzas de
trabajo. La inmigración tuvo gran importancia para aliviar la carencia de fuerza de
trabajo en el proceso de sustitución de un régimen de trabajo por otro. Los trabaja-
dores que llegaban a la nación, muchos oriundos de Canarias 19, debieron encarar las
normativas que establecían los procedimientos adoptados por los hacendados para
impedir la libre movilidad de la mano de obra.
A la par que se constituían las haciendas de añil surgían en la Provincia mo-
dalidades de la pequeña producción mercantil, muchas de naturaleza campesina y
otras de vínculos urbanos.

5. LA PEQUEÑA PRODUCCiÓN DE AÑIL Y SUS PARTICULARIDADES

Esta unidad la hallamos en las distintas vaguadas de la Provincia, revistiendo


mayor importancia en las aragüeñas, excepto en las de la Victoria, donde operó
fuertemente la concentración de la tierra. Ellas se fundaron sobre terrenos de propie-
dad privada o en tierras arrendadas, siendo éstas las de mayor frecuencia. Cuando
se trataban de tierras propias solieron adquirirse por distintas vias: las herencias y las
compras-ventas fueron las más comunes. En ocasiones ocurría un fraccionamiento de
antiguas heredades mayores, que servía para consolidar otras propiedades cuyos
dueños estaban interesados en hacerse de una mayor cantidad del recurso". Las
superficies transadas se situaron usualmente bajo las 24 hectáreas.
El arrendamiento fue otra manera de acceder a las tierras los pequeños pro-
ductores de índigo, un número importante de ellos blancos de origen español. Su
importancia se percibe igualmente en otros cultivos, entre éstos la caña de azúcar, en

19 El derrumbe de las exportaciones de vino y las de barilla presentado al cese de las guerras
napoleónicas en las Islas Canarias, arrastró a la quiebra a sus principales casas mercantiles,
destruyendo capacidad productiva, con la expulsión de sus pobladores en la segunda y
tercera década del siglo XIX (HERNÁNDEZ y PAZ, 1992)
20 Registro Subalterno del Distrito Mariño, Turmero Protocolo. 1790. ts 1-4: Registro Subalterno
del Distrito Girardot, Maracay: Protocolo Año 1789, Is42-42v y I 53; Protocolo Año 1790. IS.1-
4, y Is 11v-14 Protocolo Año 1798. fs 97-97v y Is 99 v-102; Protocolo. Año 1799. Is. 100v-
102; Protocolo Año 1809. Is. 4 v - 6, Y I 26.

100 !1 ÍJt. A,l;1'dr. 3 J • Diciembre 2003 • jJjJ. 87 -11 ()


Hacienda y pequeña producción de añil en la Provincia de Caracas: complementariedad y
contradicciones, JJ. XVIII-XIX

la zona de la Victoria, lo cual permite formarnos una idea de su carácter extendido


para ésta época". Pensamos que su frecuencia estuvo asociada a la flexibilidad
económica que le comunica esta figura al productor en relación a la fijeza de la tierra
y sus implicaciones agronómicas, superando los beneficios a las restricciones.

Estos arrendamientos se hicieron en tierras privadas e indígenas, y en ocasio-


nes los arrendadores fueron pequeños y medianos propietarios, algunos de ellos
cultivadores de añil; como estos arrendamientos solían pagarse en especie a precios
futuros, ello debió constituir un inductor de la figura, pues la capacidad de negocia-
ción abonaba a favor de los propietarios en la fijación del precio del producto. La
redacción de los contratos era minuciosa y las variaciones presentadas en los montos,
plazos y cláusulas contenidas en ellos, eran función de diversos factores. Para los
montos eran determinantes las condiciones agronómicas de los terrenos, su localiza-
ción, y las perspectivas de mercado del rubro susceptible de producirse en los terre-
nos en arrendamiento; para los plazos y acuerdos, las condiciones personales de los
arrendatarios y su poder de negociación tenían importancia.

En una muestra de negociaciones de esta índole en los Valles de Aragua, con-


formada por 19 transacciones, las superficies oscilaron entre las 4 y las 40 hectáreas,
siendo este último valor atípico, el valor modal, para las transacciones con información
sobre el área arrendada, fue de 4 hectáreas'", Los plazos de arrendamiento fluctuaron
entre 2 y 7 años y el canon varió entre 7 y 10 pesos/ fanegada/ añ0 23 .

A despecho de que las condiciones se estipulaban en forma taxativa, no fueron


extraños los juicios por el incumplimiento de compromisos adquiridos, con sus con-
secuencias para la producción agrícola. Las reclamaciones obedecían a diversas
causas: los problemas agronómicos, la inexactitud de la cabida señalada en los con-
tratos, lo oneroso de los cánones, la no desocupación de las tierras arrendadas, o la
violación del lapso estipulado. Ello expresa las restricciones de los usos jurídicos e
instrumentos legales. El carácter engorroso de los trámites legales en cualquier recla-
mación civil, determinaba que las querellas además de onerosas eran cosa de nunca
acabar, arruinándose muchos hacendados (Depons, 1960).

Esta vulnerabilidad deparaba inseguridad a los involucrados. Como los arren-


datarios, constituían el sector más débil, los dueños de la tierra, con frecuencia terra-
tenientes, salían favorecidos por sus influencias y vinculaciones con las instancias
legales 24 La debilidad de los arrendatarios, manifestada en su baja capacidad de

21 Registro Subalterno del Distrito Ricaurte. La Victoria Protocolo Año 1776. fs. 50 v-54 y fs. 61
v - 64 v; Protocolo Año 1797 fs 48 y 57; Y Registro Subalterno del Distrito Girardot Maracay.
Protocolo Año 1807 f. 99.
22 Para esta variable se dispuso información en 12 de las 19 negociaciones
23 Archivo General de la Nación. Archivo de Aragua t X. Año 1783, fs 1-6 y f 29; t XIII Año 1785.
f 1; t XIV, f 1; t XVII. Año 1786, fs 1-76; t XXV. Año 1789, fs 4-12v, fs 91-93, fs 97-107, fs
160-175, fs 207-211 y 215; Registro Subalterno del Distrito Girardot, Maracay: Protocolo Año
1788, fs 42v-45; Protocolo. Año 1798. fs 99v-102; Protocolo. Año 1799, fs 49v-50v, y Proto-
colo Año 1806. f 44.
24 En la mayoría de los órganos e instancias de decisión acerca de la vida colonial. de una u
otra forma tenían influencia los grandes propietarios; la Real Audiencia, el Real Consulado,
los Cabildos, constituyen buenos ejemplos de ello

H ist. Agrtlr. 31 • Diciembre .?003 • pp. 87-/ JO 101


Germán Pacheco Troconis

negociación, se expresaba usualmente en los plazos convenidos para el usufructo de


la tierra, por lo general cortos: cuando más nueve años y algunos hasta dos años, lo
cual desincentivaba el mejoramiento de la agricultura, al negar toda posibilidad de
realizar inversiones importantes en las siembras del añil u otros cultivos, dado que las
mejoras, por estipulaciones de los contratos quedaban íntegramente al dueño o a sus
herederos al finalizar el convenio, sin que mediase para el arrendatario ninguna
contraprestación monetaria. Esta falta de estímulos incidía en la productividad del
cultivo. Esta conducta económica inmediatista de los propietarios afectaba a largo
plazo al desarrollo de las haciendas, pues las mejoras eran circunscritas.
Otras figuras de tenencia en precaria se encontraron, aunque con escasa fre-
cuencia, como la medianería, donde las partes: el propietario y el medianero, adqui-
rían el compromiso de compartir los gastos del cultivo ocasionados y de repartir los
beneficios por mitad>.

Esta es una diferencia sustancial con otros núcleos de índigo coloniales: Gua-
temala y Filipinas, donde el sistema de colonato o de inquilinos fue relevante. En
Guatemala en el siglo XVIII su producción tuvo un importante soporte en los
-cpoquiterosc-, pequeños cultivadores con capacidades de producción entre las 6 y
las 100 libras de tinte, acorde a las dimensiones de siembra". Ellos eran esencialmen-
te ladinos (mestizos), que expresaban el quiebre demográfico en los sectores indíge-
nas, siendo su incremento la otra cara de la declinación de la población india en las
zonas añileras, especialmente en las regiones salvadoreñas (Palma, 1993). Este pro-
ductor fue un sostén importante de la producción del índigo, asignándosele la respon-
sabilidad de buena parte de su extracción": sus condiciones productivas hacían
nugatorias las posibilidades de mejorar cualitativamente la producción de la materia
tintórea proveniente de sus parcelas, ya que se trataba de un añil beneficiado en
condiciones rudimentarias y con una tecnología elemental, con batido manual, donde
se obtenía a veces deficiente y hasta fraudulento (Floyd, 1959).
Esta población campesina se asentó en tierras no colonizadas o de origen
indígena, desocupadas por el descenso demográfico anotado. Otras veces ocupaban
tierras de las haciendas, incluso sin conocimiento del propietario o mayordomo (Liendo,
1993; Browning, 1971). Revistió una importancia funcional para el comerciante y para
el hacendado; para los mercaderes era un sector no despreciable en la obtención de
su masa de ganancia, pues los habilitaban con su crédito y les compraban la produc-
ción a precios envilecidos; en las haciendas participaban en la explotación en con-
dición de aparceros, ocupantes u otras formas de colonato; su acceso era incentivado
por el hacendado con el señuelo de la tierra, con el cual atraía el recurso escaso. A
modo de ejemplo en los tiempos de apremio una hacienda grande requería unos 200

25 Archivo General de la Nación. Archivo de Aragua, t XX f. 10.


26 Minuta de la Representación del Presidente de la Real Audiencia de Guatemala, 14 de
septiembre de 1782. AGI, Guatemala, 669.
27 Existen diferencias en los estimados: FLOYD (1959) le asigna la responsabilidad de 1/3 de la
cosecha. SOLÓRZANO (1993), posiblemente sustentado en una representación de los comer-
ciantes de Guatemala y España, del 17 de septiembre de 1782, los sitúa responsables de
2/3 de la producción (AGI, Guatemala, 669)

162 HiJ!. Agrdr. j i · Diciembre 200.) • pp. 87-110


Hacienda y pequeña producción de añil en la Provincia de Caracas: complementariedad y
contradicciones, ss. XVIII-XIX

peones (Browning, 1971: 114). Así en la producción y el comercio del índigo uno y
otro se beneficiaban, pero bajo una relación asimétrica.
En Filipinas la explotación con inquilinos fue adoptada desde los inicios, con-
virtiéndose en predominante en su agricultura avanzado el siglo XIX. En estos acuer-
dos, el hacendado suministraba la tierra y los insumas productivos: carabaos, arados,
peines y semillas, aportaba además las oficinas con sus tanques o cubas. El produc-
tor directo ponía su trabajo y en la fase de beneficio obtenía una remuneración por
cada pila de hierba llevada a los tanques. El sistema presentaba variantes pudiendo
ser que todas las operaciones, incluido el beneficio, fuesen responsabilidad del na-
tivo, para ello recibía anticipos en dinero y especies del hacendado o de un comer-
ciante, a menudo de origen chino, a cargo del cual corría la gestión de intermediación;
como contrapartida comprometía la futura cosecha (Pacheco, 2002: 116).
En la Provincia de Caracas procurados de las tierras, los otros recursos produc-
tivos los obtenían por distintas formas, dependiendo ello de la naturaleza del factor y
de sus peculiaridades como productor; así la mano de obra era provista por medio de
la contratación de jornaleros, variando si se trataba de pequeños arrendatarios de
nexos urbanos o de productores campesinos, entonces debió relevar la participación
del productor directo y de su familia para ciertas labores, posiblemente las menos
duras, jugando la fuerza de trabajo alquilada un papel complementario. El trabajo en
las labores más fuertes, como la cosecha y el beneficio, se dejaba a los jornaleros. La
participación directa de los agricultores en labranzas de añil fue reseñado por Humboldt
(1941) durante su viaje por los valles Aragüeños. En los de vinculaciones urbanas su
concurso debió orientarse más a las tareas administrativas de la unidad, como la
supervisión, el control y la organización, empleando más asalariados.
Los capitales requeridos, cubiertos usualmente con préstamos privados, eran
destinados a inversiones en las infraestructuras necesarias y a la adquisición de
semovientes, equipos y herramientas. Cuando la disponibilidad era menor se alquila-
ban los servicios de obrajes a grandes o medianas haciendas, o se adoptaba la
combinación de las dos modalidades anteriores. La selección de la primera alternativa
al implicar erogaciones de cierta cuantía guardaba correspondencia con las dimen-
siones y necesidades específicas de las unidades: la construcción de algunas
infraestructuras como las piletas para el beneficio del cultivo eran del tipo llamado
"tanques sencillos de mano", que no requerían la fuerza animal o hídrica usada en las
añilerías mayores, ni elevados desembolsos de dinero": esta escala, como era lógico,
demandaba menor consumo monetario en equipos y bestias. El levantamiento de
oficinas de dimensiones superiores, emprendidas algunas veces con racionalidad de
fuerte matiz inmediatista, estuvo determinada por las rachas favorables de precios y
mercados y por las expectativas positivas asociadas a los años de boom económico.
En la Provincia de Caracas no concurrieron otras formas sociales productivas,
no así en la de Cumaná, de la misma Capitanía General de Venezuela, donde los

28 En los materiales revisados, hemos encontrado referencias a estas estructuras, localizadas,


naturalmente, en pequeñas plantaciones del cultivo. (Archivo General de la Nación, Archivo
de Aragua, t XVII f. 1-76 Y t XIV f 23).

HiJ/. Agr(lr. 31. D'iciembre 2003· pp. 87-110 103


Germán Pacheco Troconis

indios sembraron añil en sus tierras o en las Misiones bajo la dirección de los religio-
sos (Pacheco, t 1, 2000: 243). La siembra en terrenos comunales fue un caso frecuente
en el Nuevo Reino de Guatemala, sobre todo en la región salvadoreña, corriendo a
cargo de los sacerdotes de los pueblos, comúnmente, la colocación de sus añiles en
los circuitos Otras veces era subastado en remates públicos con el pretendido pro-
pósito de obtener mejores beneficios. Este tipo de mercado fue pervertido adquirien-
do en algunos pueblos, como los de la Alcaldía Mayor de San Salvador, un carácter
forzado: la venta del índigo se hacía bajo la supervisión de las autoridades que
utilizaban mecanismos de desviación de poder, al establecer de forma arbitraria los
precios y condiciones a los indígenas. (Palma, 1993: 257).

6. HACIENDA V PEQUEÑA PRODUCCiÓN: COMPLEMENTARIEDAD


V CONTRADICCIONES

Los cultivadores del añil fueron un grupo heterogéneo en su origen geográfico,


profesión y posición económica y social, como se expresaba en sus intereses produc-
tivos y conducta económica. Sus divergencias se palparon desde el comienzo. Para
sobrevivir económicamente la hacienda y la pequeña producción desarrollaron proce-
sos de complementariedad en su gestión.
El proceso histórico de conformación de la propiedad generó fuertes asimetrías
en la distribución de la tierra, la concentración encontró límites en las tierras comu-
nales y en la pequeña producción campesina, que ocupaba tierras sin apropiar". lo
cual hizo posible el acceso de productores de menos recursos económicos. En las
zonas de mayor concentración la figura del arrendamiento y aún de los
subarrendamientos también les permitió obtener tierras productivas, ya que la moda-
lidad era funcional al terrateniente, a su lógica económica. Para éste su recurso más
abundante: la tierra, fue un instrumento para suplir las carencias de los otros factores
productivos. La cesión temporal de tierras incultas a los pequeños cultivadores para
fundarlas para la producción de añil le permitió desarrollar áreas de su hacienda bajo
situaciones de restricción de recursos de capital, sin revestir problemas a futuro de
reconocimiento de bienhechurías, ya que los contratos establecían la reversión de las
mejoras al hacendado a su finiquito, sin pago alguno. Otras veces las tierras eran
entregadas en forma de "donación graciosa", figura que permitía usufructuarias por el
período definido, con el compromiso de retornarlas desarrolladas, una vez terminado
éste. Su puesta en producción además de la valorización habida con la fundación, les
generaba una renta para la inversión o el consumo (Pacheco, 1989 y 2000).
La fundación de las tierras presentaba mayor limitación: muchas pequeñas
unidades no podían adquirir compromisos económicos para erigir las infraestructuras
productivas requeridas, pues las inversiones en oficinas, significaban desembolsos de
cuantía, que no podían asumir. El cultivador tenía tres alternativas: en la primera
asumía las inversiones o arrendaba tierras fundadas, circunscribiéndose los desembol-

29 AGI. Caracas 398. Expediente promovido por los vecinos españoles del Pueblo de La Vic-
toria en la Provincia de Caracas para que se elija en Villa, 1793, Colección Traslados,
Archivo de la Academia de Historia.

164 Hísr. Agl"r/r. .3J • Diciembre 2()()j • pp. 87 .¡ ! ()


Hacienda y pequeña producción de añil en la Provincia de Caracas: complementariedad y
contradicciones, ss. XVIII-XIX

sos a gastos corrientes. La segunda era alquilar a los hacendados servicios produc-
tivos, específicamente los de benetícío". disponiendo así de los tanques para las
operaciones bioquímicas requeridas; al no atarse a las restricciones del capital fijo
tenía mayor flexibilidad en el manejo de los recursos y de su producción, pero al no
tener garantía de acceso oportuno al beneficio se arriesgaba a perder el tinte. La
tercera alternativa combinaba ventajas de las otras dos. Contaba con servicios pro-
pios del beneficio, acorde al tamaño de las unidades, mientras que los prestados por
las bestias se cubrían alquilándolas durante las operaciones". Ella aseguraba una
mayor flexibilidad económica y seguridad productiva al permitir combinaciones de
recursos acorde con las necesidades, y determinar lo más conveniente.
Los pequeños y medianos agricultores, con el avance del cultivo se resintieron
económicamente del ascenso de los costos aparejados al mismo. Hacia fines de los
ochenta la situación de muchos era comprometida: su ganancia se achicaba y tenían
serios compromisos con los mercaderes prestamistas, intermediarios del gran comer-
cio, y con los hacendados arrendadores de tierra. La reducción de sus beneficios
provenía del alza de los costos de los recursos e insumas: jornales, arriendo e inte-
reses del capital, y la baja del precio del fruto.
La causa de este mal, anotaba una carta, radicaba en la expansión conside-
rable de las siembras en los últimos años, con sus efectos sobre los costos produc-
tivos; la falta de numerario, y "más que todo por la inteligencia que hay en los
encomenderos del comercio español y los agentes secretos de algunos de esa ciu-
dad, para no ofrecer más que unos precios menguados y viles?".
El poder de mercado de los comerciantes derivado de sus acuerdos mercan-
tiles les permitía obtener ganancias entre 50-65%, pues los cosecheros no tenían
alternativas frente a sus necesidades, presentadas con mayor fuerza en invierno>,
Además el escaso número de comerciantes con caudal debió inducir presiones com-
petitivas entre los productores para realizar sus frutos, facilitando el abatimiento de
sus precios, pues la exportación para España no era posible sino por gracia conce-
dida, estando inmersos en un mercado cautivo.
Ante al alza de los costos algunos productores medianos renovaron las presio-
nes para importar esclavos. Y frente a la comercialización monopólica los pequeños
y medianos cultivadores apoyaron la decisión del Intendente de comprar los frutos
con el dinero de las Cajas Reales, solicitando preferir a los cosecheros frente a los
revendedores, que se aprovechaban del apuntalamiento de los precios por las com-
pras. Ello garantizaría los precios de sostenimiento a niveles que el mercado imper-
fecto había impedido. Según los productores debía privilegiarse a quienes carecían
de recursos para el transporte a la ciudad, que resentían con mayor intensidad el alza
de sus costos por su menor disponibilidad económica>'.

30 AGN, Archivo de Aragua, t V bis fs 453-454; y t XXV, fs 207-211.


31 Archivo General de la Nación, Archivo de Aragua, t LXXXVIII, f 29
32 AGI, Caracas, 501. Representación de los labradores de añil de Maracay dirigida al Inten-
dente, 23 de noviembre de 1787.
33 Ibid.
34 AGI, Caracas, 501. Representación de los labradores de añil de Maracay.

HiJ!< I1grdt', 31· tríricmbre ]O()3 • pp, 87-110 105


Germán Pacheco Troconis

Por oposrcron, los grandes hacendados, con intereses económicos distintos,


por ser los propietarios del principal recurso productivo: la tierra, se habían beneficia-
do del encarecimiento de su valor bajo las presiones de la demanda derivada. El
incremento del arrendamiento, uno de los costos fundamentales, deparaba angustias
a los pequeños y medianos productores que sentían se les asfixiaba económicamente,
al punto que su precio sobrepasaba al valor de la unidad de superficie en tiempos
anteríores". Mientras los precios del añil fueron favorables el problema no se palpó,
cuando esta tendencia se revirtió afloraron las divergencias entre hacendados y labra-
dores. Estas contradicciones se agudizaron con el tiempo. El fomento agrícola y la
aparición de nuevos rubros dejó gravitar con fuerza los efectos negativos de la apro-
piación. Un documento anotaba": "la ambición estimuló a muchas familias a pedir
terrenos considerables sin cultivarlos, y sólo con el objeto de saciar su orgullo y
ambición". Su conducta, en su opinión, desnaturalizaba la asignación de tierras
realengas a los nuevos pobladores de los territorios que pugnaban por incorporarse
al cultivo del añil bajo su dinámica de mercado. Los litigios promovidos por las fami-
lias dominantes impedían además el desarrollo de terrenos baldíos e incultos sobre
los cuales se abrogaban la propiedad, al consumirse los capitales requeridos para la
fundación de las tierras.

El incremento de las tierras incorporadas al dominio privado analizado como


afán de prestigio, vela el problema de la racionalidad económica del gran propietario;
la posesión de una reserva de tierras en la hacienda sirvió para precaverse ante la
vulnerabilidad del mercado o las fluctuaciones climáticas en la época (Florescano,
1971: 95, y 1990: 110-111). Ella serviría para expandir las áreas de siembra del cultivo
o de la combinación de cultivos cuando la tendencia de precios era favorable, o en
caso contrario abocarse a los cultivos de subsistencia, y aún alcanzar un grado de
control de la oferta por la vía de la exclusión, al aumentar la apropiación de las tierras;
la concentración, por otra parte, al vetar el acceso de los pequeños labradores al
recurso significaba la confiscación de su derecho, conduciéndole a vender su fuerza
de trabajo a los propietarios, que la requerían. Los grandes hacendados del añil no
escapaban a los problemas de la economía agraria colonial, entre ellos la descompo-
sición de las relaciones de producción esclavista, base de -sus explotaciones. Los
conatos de alzamiento, las fugas y número de negros libertarios se incrementaron
hacia la década de los noventa, por efectos de las insurrecciones esclavistas. La
erosión de la esclavitud requería a los hacendados: redoblar los castigos, aumentar
la vigilancia y organizar y mantener cuadrillas que redujesen las fugas y capturaran
los evadidos, ello acarreaba pérdidas económicas al acortar la vida útil del esclavo
e incurrir en mayores desembolsos, paralelamente se generaban contradicciones con
los agricultores de menos recursos por negarse a que se les incluyera en la cobertura
de los gastos de las cuadrillas'", cuando ellos no tenían esclavos.

AGI, Caracas, 104. Documentos justificativos.


36 AGI, Caracas, 466. Informe sobre la Representación del Intendente de Caracas, Esteban
Fernández de León, sobre la solicitud de los labradores de reparto de tierras en los Valles
de Aragua, Sevilla, 15 de enero de 1810.
37 Registro Subalterno del Distrito Mariño, Aragua. Protocol01799, fs 72v-74.

106 Hist, /vgrar. } / • DICiembre 200} • pp. 87-/ /0


Hacienda y pequeña producción de añil en la Provincia de Caracas: complementariedad y
. contradicciones, ss. XVIII-XIX

7. CONCLUSIONES

El añil en la Provincia de Caracas surgió bajo una combinatoria de factores,


donde resaltaron las dificultades de la producción de Guatemala hacia 1770 y los
problemas de los productores de cacao de Venezuela. El análisis de la producción
agrícola constata la presencia de ciclos de trabajo en los cuales se inscribe el des-
envolvimiento de las haciendas de añil, ciclos que condicionaron su direccionalidad
hacia la implantación de uno u otro régimen de trabajo: el esclavista, el asalariado o
el mixto. Las haciendas de índigo si bien presentan características comunes de otras
unidades de su tipo en la América hispánica, guardan especificidades que le apartan
del modelo de Chevalier, y aportan a la diversidad de formas de la hacienda. Su
producción se articuló al mercado externo en un período expansivo y estuvo guiada
por la búsqueda de la ganancia, para lo cual ejecutaron una estrategia de recluta-
miento de la fuerza de trabajo bajo los regímenes señalados, acorde a la mayor o
menor escasez de mano de obra, a la política colonial, y a las circunstancias que
privaban en el espacio colonial americano y en la Provincia.

La hacienda y la pequeña producción mercantil: sus unidades econormcas,


mantuvieron una relación funcional, no exenta de conflictos y contradicciones,
agudizadas en las crisis. En las grandes haciendas tendió a predominar el régimen
esclavista: sus mayores dimensiones, recursos de capital y la posibilidad de emplear
combinaciones productivas atemperaron la rigidez del trabajo esclavo. La pequeña
producción mercantil tuvo en el arrendamiento y el subarrendamiento importantes
soportes para acceder a la producción del índigo. A diferencia de Guatemala, donde
prevaleció el sistema de colonato con predominio de la aparcería, en la Provincia de
Caracas fueron unidades autónomas, explotadas mayormente por españoles.
El arquetipo de hacienda establecido por Chevalier no fue característico en la
Provincia, en ella destaca, al igual que lo revelan otros estudios latinoamericanos, una
pluralidad de formas productivas, cuya relación con el mercado fue estratégica en su
gestación y evolución. Dada su importancia en la conformación de las economías
regionales y en el desarrollo rural es menester profundizar en el estudio de su orga-
nización y funcionamiento, para una adecuada interpretación de la estructura agraria
colonial en Hispanoamérica y su evolución a fin de comprender los procesos y fenó-
menos recientes.

AGRADECIMIENTOS

El autor agradece los comentarios realizados por los editores y evaluadores anónimos a las
distintas versiones de este texto.

Hin, Agrar. 31 • D'iciembre 2003 • pp. 87-110 107


Germán Pacheco Troconis

REFERENCIAS

ALDEN, D. (1965): "The growth and decline of indigo production in colonial Brasil a study in
compartive economic history", Journal of Economic History, vol XXV, pp 35-60
ARCILA, E. (1973): Economía Colonial, Editorial Italgráfica, Caracas, t 11.
Banco Central de Venezuela: Sociedad Económica de Amigos del País, Memorias y estudios,
1829-1839, Compilación, prólogo y notas de Pedro Grases, Estudio preliminar de Pascual
Venegas, Caracas, 1958, t 11.
BERG, M. (1991): "Mercados, comercio y manufactura europea", en M. BERG (ed.), (1995): Merca-
dos y manufacturas en Europa, Barcelona, Crítica.
BRADING, D. (1975): Mineros y comerciantes en el México colonial, México, Fondo de Cultura
Económica.
BROWNING, D. (1971): El Salvador. Land scape and society, Oxford, Clarendon Press.
CARVALLO, G. Y Ríos, J. (1984): Temas de la Venezuela agroexportadora, Caracas, Editorial Tropykos.
COLMENARES, G. (1998): Haciendas de los jesuitas en el Nuevo Reino de Granada. Siglo XVIII,
Bogotá, Tercer Mundo Editores-Universidad del Valle- Banco de la Republica -
COLCIENCIAS.
CUELLO, J. (1988): "EI mito de la hacienda colonial en el norte de México", en OUWENEEL, ARIJ y
C. TORALES (Comp.): Empresarios, indios y Estado. Perfil de la economía mexicana (siglo
XVIII), CLAS, (49 X-XIII).
CHAPMAN, S. y CHASSAGNE, S. (1981): European textile printers in the eighteenth century A study
of Peel and Kampf, Londres, Henneimann Educational Books.
CHEVALlER, F. (1982): La formación de los latifundios en México, México, Fondo de Cultura Eco-
nómica. (La primera edición es de 1953).
DEPoNs, F. (1960): Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en la America meridional, Caracas,
Banco Central de Venezuela. (La edición original es de 1806).
FERRIGNI, Y ( 1986): Venezuela: series de historia económica 1828-1848, Caracas, Universidad
Central de Venezuela.
FERRY, R. (1989): The colonial elite of early Caracas. Formation & crisis 1567-1767, Berkeley.
GARcíA-BAQUERo, A. (1985): "EI comercio de neutrales en Venezuela (1796-1802). (Tópico y cam-
bio de las actitudes políticas de las elites venezolanas)", Boletín de la Academia Nacional
de la Historia, t. LXVIII, 271, pp. 673-701.
FLORESCANO, E. ( 1971): Orígenes y desarrollo de los problemas agrarios de México 1500-1821,
México, Era.
FLORESCANO, E. (1993): "Formación y estructura económica de la hacienda en Nueva España", en
L BETHELL (ed.), Historia de América Latina, v. 3, Barcelona, Cambridge University Press-
Editorial Crítica, pp 92-148
GORDILLO, R. (1980): Los comerciantes en la ciudad de Guatemala en la segunda mitad del siglo
XVIII, Escuela de Historia, Guatemala, Universidad de San Carlos de Guatemala.
GORENDER, J. ( 1988): O escravismo colonial, Sao Paulo, Editora Ática.
GUERRA, F. (1984): "Esclavos negros, cimarroneras y cumbes de Barlovento", Cuadernos Lagoven,
Caracas.
HERNÁNDEZ, M, y PAZ, M. DE (1992): La esclavitud blanca, Cabildo Insular de Fuerteventura, Santa
Cruz de Tenerife, Centro de la Cultura Popular Canaria.
HERNÁNDEZ, M. (1999): Los canarios en la Venezuela colonial (1670-1810), Gobierno de Canarias.
Viceconsejería de Relaciones Institucionales Ayuntamiento de la Laguna - Ayuntamiento
de Icod de los Vinos - Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias Centro de la Cultura
Popular Canaria, Tenerife.
HUMBOLDT, A. (1941): Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, Caracas, Minis-
terio de Educación, t 111. (La edición original es de 1813)
IZARD, M. (1979): El miedo a la revolución. La lucha por la libertad en Venezuela (1777-1830),
Barcelona, Editorial Tecnos

lOS 11ÍJt. Agrilr. j 1 • Diciembre 2()()3 • ¡'p. lO


Hacienda y pequeña producción de añil en la Provincia de Caracas: complementariedad y
contradicciones, ss. XVIII-XIX

KONRAD, H. (1995): Una hacienda de los jesuitas en el México colonial: Santa Lucia, 1576-1767,
México.
LOCKHART, J. (1982): El mundo hispano peruano 1532-1560, México, Fondo de Cultura Económica.
LYNCH, J. ( 1991): El siglo XVIII, Historia de España, Barcelona, Editorial Crítica, 1. XII.
MACERA, P. (1971): "Feudalismo colonial americano: el caso de las haciendas peruanas", Acta
Histórica XXXV, pp. 3-42, en M MORNER (1979): Historia social latinoamericana (Nuevos
enfoques), Caracas, Universidad Católica Andrés Bello.
MACKINLEY, M. (1995): Caracas antes de la Independencia, Caracas, Monte Avila Editores.
MAc LEOD, M. (1973): Spanish Central America A socio economic history 1520-1720, Berkeley,
University of California Press.
MARTíN, E. (1992): Consumo de algodón en la Cataluña de la segunda mitad del XVII y el
nacimiento de la indianeria, Actas del VI Simposio de Historia Económica, Bellaterra-
Terrassa.
MIÑo, M. ( 2001): El mundo novohispano. Población, ciudades y economia, siglos XVII y XVIII,
México, El Colegio de México. Fideicomiso Historia de las Américas - Fondo de Cultura
Económica.
MORNER, M. (1979): "La hacienda hispanoamericana: examen de las investigaciones y debates
recientes", en E FLORESCANO, Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina,
México, Editorial Siglo XXI.
NADAL, J. (1985): Comercio exterior con Gran Bretaña (1777-1914), Madrid, Ministerio de Hacienda.
NASH, R. (1992): "South Carolina and the Atlantic economy in the late seventeenth and eighteenth
centuries", Economic History Review, vol XLV.
OLAVARRIAGA, P (1992): Instrucción general y particular del estado presente de la Provincia de
Venezuela en los años de 1720 y 1721, Caracas, Fundación Cadafe.
PACHECO, G. (1989): El cultivo el añil y el crecimiento económico de los Valles de Aragua (1767-
1830), Universidad Central de Venezuela, Facultad de Agronomía. (Trabajo de escalafón
académico).
PACHECO, G. (1994): Las haciendas de añil en los Valles de Aragua en las últimas décadas del
período colonial (1767-1830), Estudios de Historia Social y Económica de América, 11,
pp. 349-363.
PACHECO, G. (2000): El añil: historia de un cultivo olvidado en Venezuela, 1767-1870, Tesis
Doctoral, UAB, Barcelona, 2 tomos.
PACHECO, G. (2002): El añil comercial en Filipinas: surgimiento, consolidación y ocaso 1773-1876,
IIles i Imperis, 6, pp. 101-123.
PALMA, G. (1993): "Economía y sociedad en Centro América (1680-1750)", en J. PINTO, Historia
General de Centro América. El régimen colonial, Madrid, Sociedad Estatal Quinto Cente-
nario-FLACSO, pp. 219-322.
PARDO, C. (1973): Monedas venezolanas, Caracas, Banco Central de Venezuela, 1. 1.
PIÑEIRO, E. (1992): Accouting practices in a colonial economy: A case study of cacao haciendas
in Venezuela 1700-1770, Colonial Latin American Historical Review, vol 1, 1, pp. 37-65.
RONQUILLO, J. (1851): Diccionario de materia mercantil, industriales y agrícola que contiene la
descripción y los usos de todas las mercancías, 1. 1, Barcelona.
Ríos, J. (1988): La hacienda venezolana. Una visión a través de la historia oral, Caracas, Editorial
Tropikos.
SARABIA, M. (1981): Intentos de aclimatar productos americanos en Andalucía en el siglo XVI: el
añil, Actas de las primeras Jornadas de Andalucía y América, Huelva, 1. 1, pp. 41-48.
SOLÓRZANO, J. ( 1993): "Los años finales de la dominación española (1750-1821)", en H. PÉREZ,
Historia General de Centroamérica. De la Ilustración al Liberalismo, Madrid, Sociedad
Estatal Quinto Centenario-FLACSO, p. 13-72.
TAYLOR, W. (1979): "Haciendas coloniales en el Valle de Oaxaca", en E. FLORESCANO, Haciendas,
latifundios y plantaciones en América Latina, México, Editorial Siglo XXI, pp. 71-105.
TOVAR, H. (1988): Hacienda colonial y formación social, Barcelona, Ediciones Sendai.

Hist, Agrar. 31 • Diciembre 2003 • pp. 87-1 JO 109


Germán Pacheco Troconis

TROY, F. (1959): Salvadorean indigo and the guatemalan merchants: a study in Central American
socio-economic history 1750-1850, Berkeley, University of California.
TROY, F. ( 1965): The indigo merchant: promoter of Central American economic development,
1750-1808, Bussiness History Revie w, vol. 4, pp. 466-487.
UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA (1964): "Materiales para el estudio de la cuestión agraria en
Venezuela, (1800-1830)," Estudio preliminar de Germán Carrera Damas, Caracas, v. 1.
VILLAMARíN, J. (1979): "Haciendas en la Sabana de Bogotá, Colombia en la época colonial, 1539-
1810", en E . FLORESCANO, Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina, Méxi-
co, Editorial Siglo XXI, pp. 327-345.
WOLF, E. y MINTZ, S. (1979): Haciendas y plantaciones en Mesoamérica y las Antillas, en E.
FLORESCANO, Haciendas, latifundios y plantaciones en América Latina, México, Editorial
Siglo XXI, pp. 493-502.

110 Híst, Agrar. 31 • Diciembre 2003 • pp. 87-110

También podría gustarte