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1. INTRODUCCiÓN
Fecha de recepcion de! origina!: Febrero de 2002, VerIión defi nitio«: Junio de 2003,
87
Germán Pacbeco Troconis
La obra de Chevalier "La formación de los latifundios en México" fue publicada por primera
vez en 1950.
cuyo carácter extensivo y baja demanda de fuerza de trabajo, les permitió un mayor
ajuste (Berthe, 1966:102 en Brading, 1975; Chevalier, 1982:146).
Algunos estudios de las haciendas con nuevas propuestas son: el de PINEIRO (1992) que
analiza las haciendas de cacao en la Provincia de Venezuela hacia fines del siglo XVIII. él
destaca el condicionamiento ejercido por las características botánicas del cultivo sobre la
función de producción y enfatiza en su administración y prácticas contables. FERRY (1989) ha
ahondado en la caracterización de estas unidades en los siglos XVII y XVIII. Los estudios
sobre las haciendas de añil en los siglos XVIII y XIX en la Provincia de Caracas y la de
BARINAS DE PACHECO (1989) (1994) Y (2000) han revelado su papel como soporte del crecimien-
to económico local y regional de importantes zonas de la Provincia de Caracas, y estable-
cido una tipología de haciendas, considerando variables, como el tipo de productor, su
racionalidad económica y forma de gestión, el régimen de mano de obra, los niveles de
capital y la tecnología. la propiedad y tenencia, el tamaño y uso de la tierra, la articulación
con la economía regional, y el papel del mercado en su dinámica. Para el siglo XX los
trabajos de Ríos (1988) sobre la Hacienda son de particular importancia para la historiografía
venezolana.
En 1785 Francia producía 800.000 piezas, Inglaterra, 13.5 millones de yardas y Barcelona,
90.000 piezas (CHAPMAN, S. y CHASSAGNE, S, 1981: 228). Mulhouse, una ciudad del alto Rhin,
fabricaba 146000 piezas en 1786. Este dinamismo potenció la demanda de tintes, entre
ellos el añil
Carolina del Sur, hasta su declinación hacia los ochenta; su más importante mercado
fue Londres, al cual se exportaron 561.340 libras, como promedio quinquenal en 1770.
(Nash, 1992: 689)
Fuente: AGI, Caracas, 902 e Indiferente General, 2647, en García-Baquero A (1985) Boletín de
la Academia Nacional de la Historia, t LXVIII (271 673-701) Humboldt, A (1941), t 111, p. 89
Archívo General de la Nacíón, Real Hacienda, Libro Manual de la Real Caja de La Guaira, tomos
1544, 1548, 1.556, 1561, 1.563, 1566, 1.569, 1573, 1.585 Y 1.588. Cálculos propios.
(NADAL, 1978: 322) Cálculos propios. Para este período el añil de estos dos centros fue su
fuente principal.
Fuente: Archivo General de la Nación, Real Hacienda. Libro Manual de la Real Caja de La Guaira,
tomos 1.544,1.548,1.556, 1.561, 1.563,1.566,1.569,1.573,1.585 Y 1588: Libro Manual de la Real
Tesoreria Foránea de Puerto Cabello, tomos 1723,1738,1740,1745,1751,1754 Y 1757. Correo
Mercantil de España y sus Indias, Octubre 1792-Septiembre 1794 y Julio-Diciembre 1802 Humboldt
(1941), t 111, p. 89; Y Troy, F. (1959) (Cálculos propios).
Constatando este dinamismo las exportaciones del añil entre 1775-1796, cre-
cieron a una tasa del 24.6% mientras que las de Guatemala lo hicieron al 1.6%, cifras
que contrastan (Pacheco, t 11. 2000: 447).
El añil venezolano iba a Cádiz, esencialmente, donde la mayor parte de los
índigos americanos se reexportaban, consumiéndose una corta porción en la Penín-
sula".
En las primeras décadas del siglo XIX, el rubro aún cuando había perdido
importancia en la estructura económica venezolana", conservaba el tercer lugar entre
los principales productos agrícolas de exportación, siendo superado sólo por el café
y el cacao. Sus principales mercados para fines de la primera mitad del XIX eran:
Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania, destacando el primero con las
plazas de Nueva York, Boston y Filadelfia (Pacheco, 2000). España ya no tenía signi-
Para 1785 el consumo español, principalmente el de Cataluña, era cerca del 20%.(AGI,
Guatemala 669. Informe de 9 de junio de 1786, sobre la Representación 497 de 15 de enero
de 1786 con testimonio de ....).
La participación del añil en términos relativos osciló entre el 845% y el 14.87% de las
exportaciones estos mismos años (FERRIGNI, 1986: 60).
ficación mercantil en su comercio. Para entonces las primeras tres naciones tenían
un consumo promedio anual de índigo de 4.910.738 libras castellanas, de las cuales
Gran Bretaña y Francia concentraban el 94.28%. Otros países de consumo importan-
te eran los Países Bajos, Rusia, Italia, los Estados del Norte y Turquía (Ronquillo,
1851: 208).
Bajo la expansión del mercado hacia fines del XVIII se fueron estableciendo las
haciendas de añil y labranzas campesinas en la Provincia; el cultivo se inscribió en
un contexto, cuyos elementos a favor fueron las dificultades atravesadas por la pro-
ducción de la Audiencia de Guatemala hacia 1770 7 y los problemas de los produc-
tores de cacao de Venezuela".
Las haciendas de añil fundadas estos años" pudieron superar uno de los pro-
blemas neurálgicos en las economías provinciales de la colonia: la disponibilidad de
fuerza de trabajo. Las estadísticas arrojan una población para la Provincia hacia el
último tercio del XVIII de 252.242 habitantes, de estos 111.743 pardos, 39.501 esclavos
y 40.360 indios". Los Valles de Aragua, la región añilera más importante de la Provin-
cia, a fines de 1760 contaban con una población estimada entre 25.000 y 30.000
habitantes, y una densidad demográfica de 961.5 habitantes por legua cuadrada, ra-
sero elevado (Pacheco, 2000, t 1: 138). Para 1795, en pleno apogeo del añil, los Valles
El añil de Guatemala confrontaba hacia 1770 dificultades: una inflación de los insumos
agrícolas y de los alimentos por la concentración de los recursos en la producción del
índigo: una escasez de medios de transporte, los cuales se volvieron insuficientes porque su
oferta crecía a menor tasa que su demanda, extendiéndose la inflación al precio de las
mulas: este problema era neurálgico por la gran distancia que había entre las áreas de
siembra, que miraban al Pacífico, y los puertos de exportación ubicados en el Golfo Dulce
en el Caribe. Adicionalmente hubo eventos naturales que afectaron la producción y el comer-
cio: se presentaron pérdidas en las plantaciones durante seis años por una infestación
endémica de langostas: y el tráfico mercantil se vio constreñido asimismo por el terremoto
de Santa Marta, que destruyó gran parte de las casas e infraestructuras comerciales de
Santiago de Guatemala; finalmente estuvieron los daños por los ataques ingleses al puerto
de Omoa, donde la captura del índigo y averías de otros bienes, representó cerca de
1.000000 de pesos (FLOY, 1965; GORDILLO, 1980).
La producción de cacao tuvo distintas limitantes: sus características botánicas, las dificul-
tades de navegación ligadas a las coyunturas bélicas de 1756-1763, que agravaban sus
mermas; la declinación de su demanda por el techo presentado en el consumo europeo y
la competencia del cacao de Guayaquil en sus más importantes mercados: Nueva España
y España; las restricciones de un sistema de precios administrados y los problemas de
eventos naturales, como una gran sequía que desoló las plantaciones en 1766 (PACHECO,
2000: 194)
Para 1785-1787 se reseñan un total de 220 haciendas, 121 de ellas asentadas en jurisdic-
ción del partido de La Victoria, en los Valles de Aragua, siguiendo en importancia los de
Ocumare y las jurisdicciones de las ciudades de San Sebastián y Valencia (Castro y Araoz,
José de. Estado general en el extracto de la población y producciones de la Provincia de
Venezuela, 1785-1787, Archivo de la Academia de la Historia, Colección Traslados 6, salón
115, Caracas).
10 Hemos utilizado como fuentes los siguientes documentos: AGI, Caracas, 269. Extracto que
contiene el número de personas de esta Provincia de Venezuela, según matricula de los
curas de ellas en los años de cincuenta y nueve, sesenta, sesenta y uno y setenta y dos;
y Castro y Araoz, José de, op cit. Para los cálculos (PACHECO, 2000: 137).
11 AGI: Caracas 501. Representación de cosecheros del añil de Caracas al Intendente, Fran-
cisco de 8aavedra, 2 de julio de 1787, en Informe de 8aavedra, 23 de noviembre de 1787.
12 El cacao era poco exigente en mano de obra fija, requería menor cantidad que el algodón,
el café y la caña. Las haciendas cañeras cubrieron sus exigencias sin antagonismos inso-
lubles con el añil, por cuanto algunas unidades eran mixtas, permítiendo una mejor distribu-
ción del recurso con aminoración de los tiempos muertos, y las monoproductoras no tuvieron
la intensidad de la antillana. El tabaco no interfíríó con el cacao ni con los otros cultivos de
plantación; él no despertaba interés en los hacendados, no era sencillo de producir y exigía
cuidados cuyas condiciones de trabajo sólo los podría asegurar la producción familiar, a la
cual se ligó; contó además con una fuerte intervención de la Corona. El café cobró impor-
tancia cuando el añil declinaba (PACHECO, 2000)
13 La tipología y caracterización de las haciendas que presentamos es un resumen, basado en
las investigaciones de PACHECO (1989) (1994) Y (2000).
14 El conuco era una pequeña parcela donde se le permitía al esclavo desarrollar sus cultivos
de subsistencia. Fue común en el Caribe. Y cumplía fines económicos y políticos: garanti-
zaba el mantenimiento de los esclavos a menor precio y les mantenía ocupados en su
"tiempo de ocio", impidiendo conatos de rebelión (PACHECO, 2000)
plantación, permanece inalterada de cara a las variaciones de trabajo exigidas por las
diferentes actividades estaciónales de su producción. A ello se adicionaban las carac-
terísticas botánicas y agronómicas del añil, que hacían más marcada la estacionalidad
del trabajo agrícola, sobre todo en épocas punta de mayor demanda de fuerza de
trabajo. De forma análoga, sucedía con los efectos por las variaciones del mercado:
cuando éste era desfavorable o en expansión el hacendado tenía una capacidad
restringida de juego para ajustar el factor productivo trabajo, de modo que el recurso
presentaba bajo este régimen una baja plasticidad económica; concurríendo las leyes
de la rigidez de la mano de obra esclava (Gorender 1988). Con estas particularida-
des, quienes estaban en mejores condiciones para emplear esclavos eran los hacen-
dados de mayores posibilidades financíeras, que explotaban sus tierras con combina-
ciones productivas que comprendían más de un rubro, atemperando así el problema
de la rigidez de la mano de obra esclava frente a la estacionalidad ligada a la natu-
raleza biológica del rubro. Además de la diversificación productiva se disminuía la
rigidez alquilando los esclavos para la actividad agrícola a otros hacendados o para
actividades complementarías de lo rural y aún para servicios urbanos (Pacheco, 2000:
311-312). No fue ajena a otras regiones de Hispanoamérica esta práctica. En el Perú
colonial temprano cuando un proyecto requería de mano de obra extraordinaria se
acudía a esta modalidad (Lockhart, 1982: 239-240).
La estructura de inversiones estaba constituida esencialmente por la tierra,
incluyendo los cultivos, y las infraestructuras, a ellos se adicionaba el capital de
trabajo representado por los esclavos, y los equipos y semovientes para el trabajo y
transporte. Los esclavos, considerados como bienes de producción, representaban
una porción sustancial del desembolso productivo (en las haciendas estudiadas, entre
el 27.9% y el 38.5%) (Pacheco, 2000: 278). Su número estaba condicionado, entre
otros por la combinación de cultivos usada y la acumulación de capital del hacenda-
do": La dotación tecnológica no guardaba mayor diferencia entre las haciendas, sien-
do las mayores variaciones en el equipamiento de las oficinas.
Las haciendas con régimen de trabajo asalariado: se explotaban en la Colonia
con asalariados, remunerada en moneda o en moneda y especie, determinado, esen-
cialmente, por la escasez monetaria, escasez que entorpecía los cambios y operacio-
nes al menudeo (Pardo, t 1.1973). Los trabajadores eran indios no tributarios, mestizos
o negros libres provenientes de los mismos valles o áreas circunvecinas, donde el tipo
de producción predominante, la ganadería extensiva, determinaba bajos niveles de
ocupación y la emigración en algunas temporadas del año. Las características
agronómicas del cultivo con épocas exigentes en mano de obra, que hacían al trabajo
de marcada estacionalidad, las restricciones del trabajo esclavo, el tamaño de las
haciendas y los menores niveles de acumulación de sus propietarios, propiciaron su
implantación. Fueron las más numerosas, erigiéndose la modalidad en hegemónica
hacia mediados del siglo XIX, cuando las relaciones de trabajo se modificaron con la
fijación del trabajador a la tierra por los mecanismos de endeudamiento, entre ellos
las deudas hereditarias, ausentes en la colonia.
Se constituyeron sobre terrenos propios o arrendados, cumpliendo el arrenda-
miento un papel importante en su fundación. El arrendamiento de tierras comunales
pertenecientes a los indígenas estuvo presente, al igual que en la Audiencia de
Guatemala. Fue particularmente importante en su constitución, aunque no exclusivo
de eüas". El valor del canon, a diferencia del papel del mercado en los arrendamien-
tos de tierras privadas, era tasado acorde a los intereses de los hacendados con el
aval del Estado Colonial", siendo el precio pagado por el uso de éstas tierras fijo e
inferior al mínimo del rango de valores de las particulares.
Las tierras eran explotadas a título individual y en sociedades o compañías,
forma organizativa con tradición en la América hispánica, pues los españoles eran
dados a la creación de compañías (Lockhart, 1982); por lo cual se hizo presente en
la agricultura de la Provincia cuando la necesidad de capitales lo demandó; el añil fue
su principal impulsor por ser un cultivo semipermanente y un negocio altamente es-
peculativo. Varias de ellas se hicieron con participación de comerciantes urbanos,
presencia de relaciones contables y capitales mixtos, que denota su carácter de
empresas. Estas haciendas fueron unidades de menor tamaño, con promedio cercano
a las 60 hectáreas y una elevada especialización sobre la base del añil.
Las haciendas con régimen de trabajo mixto: operaron bajo una combinación de
relaciones esclavistas y de trabajo libre. Se constituyeron en terrenos privados, adqui-
ridos por lo general, por la vía de compraventa, y en terrenos arrendados, algunos a
naturales. Su superficie osciló entre las 24 y las 160 hectáreas, siendo escasos los
valores superiores en el rango; se trataba frecuentemente de una explotación mediana
con una especialización en el cultivo. También se encontró ocasionalmente en hacien-
das de mayor tamaño La diversificación productiva no concurrió en ellas con el marcado
grado de las esclavistas.
16 El informe levantado por Pedro Estebanot, por orden del Gobernador y Capitán General ante
la querella introducida por los indios contra el Corregidor Antonio Carvajal, situó en 25396
pesos el monto recaudado por arrendamiento de tierras comunales en la jurisdicción de los
pueblos de Turmero, Cagua y Escobar de la Provincia, entre 1786-1796 (Registro Principal
de Caracas, Caracas, Sección Tierras, Año 1795, Letra T Nº 1 Y 7, fs 1-33).
Nuestros cálculos para hacer la conversión en superficie, arrojan unas 5.079 fanegadas, la
mayoría dedicadas a la siembra del índigo (PACHECO, 2000: 321)
17 Registro Subalterno del Distrito Mariño, Turmero. Protocolo Año 1786, fs 53v-54.
18 El total de negros adquiridos por los productores de añil entre 1784-1788 con auxilios finan-
cieros de la Corona, según cálculos de Pacheco (2000), fueron 545 esclavos distribuidos
entre 27 hacendados, por un monto de 94.564 pesos (AGI, Caracas 727. Testimonio del
inventario, corte y tanteo de los caudales existentes en las oficinas de la Real Hacienda).
1941; Hernández, 1999: 44 y ss). La erosión del esclavismo, como sistema, se acen-
tuó durante el período independentista, apuntalándose la vía asalariada.
(d) Cuarto ciclo (desde 1830 hasta 1870): en él se-asiste a la imposición defi-
nitiva del uso de fuerza de trabajo asalariada. Alcanzada la Independencia las posi-
bilidades de obtener esclavos eran remotas: a las dificultades económicas se suma-
ron las restricciones de la nueva legislación en países de tradición esclavista y la
situación que primaba entre las esclavitudes. La ineficiencia económica del esclavismo
llevó a su abolición en 1854. La escasez de mano de obra acentuada en estos años
condujo a su fijación y a la figura del peonaje presente a fines del período colonial de
forma circunscrita. Esta tuvo un puntal neurálgico en lo que Carvallo y Ríos (1984) han
denominado el binomio plantación-conuco, base productiva de la hacienda. Para hacer
más efectivas las relaciones serviles de producción se aprobaron las ordenanzas de
trabajo. La inmigración tuvo gran importancia para aliviar la carencia de fuerza de
trabajo en el proceso de sustitución de un régimen de trabajo por otro. Los trabaja-
dores que llegaban a la nación, muchos oriundos de Canarias 19, debieron encarar las
normativas que establecían los procedimientos adoptados por los hacendados para
impedir la libre movilidad de la mano de obra.
A la par que se constituían las haciendas de añil surgían en la Provincia mo-
dalidades de la pequeña producción mercantil, muchas de naturaleza campesina y
otras de vínculos urbanos.
19 El derrumbe de las exportaciones de vino y las de barilla presentado al cese de las guerras
napoleónicas en las Islas Canarias, arrastró a la quiebra a sus principales casas mercantiles,
destruyendo capacidad productiva, con la expulsión de sus pobladores en la segunda y
tercera década del siglo XIX (HERNÁNDEZ y PAZ, 1992)
20 Registro Subalterno del Distrito Mariño, Turmero Protocolo. 1790. ts 1-4: Registro Subalterno
del Distrito Girardot, Maracay: Protocolo Año 1789, Is42-42v y I 53; Protocolo Año 1790. IS.1-
4, y Is 11v-14 Protocolo Año 1798. fs 97-97v y Is 99 v-102; Protocolo. Año 1799. Is. 100v-
102; Protocolo Año 1809. Is. 4 v - 6, Y I 26.
21 Registro Subalterno del Distrito Ricaurte. La Victoria Protocolo Año 1776. fs. 50 v-54 y fs. 61
v - 64 v; Protocolo Año 1797 fs 48 y 57; Y Registro Subalterno del Distrito Girardot Maracay.
Protocolo Año 1807 f. 99.
22 Para esta variable se dispuso información en 12 de las 19 negociaciones
23 Archivo General de la Nación. Archivo de Aragua t X. Año 1783, fs 1-6 y f 29; t XIII Año 1785.
f 1; t XIV, f 1; t XVII. Año 1786, fs 1-76; t XXV. Año 1789, fs 4-12v, fs 91-93, fs 97-107, fs
160-175, fs 207-211 y 215; Registro Subalterno del Distrito Girardot, Maracay: Protocolo Año
1788, fs 42v-45; Protocolo. Año 1798. fs 99v-102; Protocolo. Año 1799, fs 49v-50v, y Proto-
colo Año 1806. f 44.
24 En la mayoría de los órganos e instancias de decisión acerca de la vida colonial. de una u
otra forma tenían influencia los grandes propietarios; la Real Audiencia, el Real Consulado,
los Cabildos, constituyen buenos ejemplos de ello
Esta es una diferencia sustancial con otros núcleos de índigo coloniales: Gua-
temala y Filipinas, donde el sistema de colonato o de inquilinos fue relevante. En
Guatemala en el siglo XVIII su producción tuvo un importante soporte en los
-cpoquiterosc-, pequeños cultivadores con capacidades de producción entre las 6 y
las 100 libras de tinte, acorde a las dimensiones de siembra". Ellos eran esencialmen-
te ladinos (mestizos), que expresaban el quiebre demográfico en los sectores indíge-
nas, siendo su incremento la otra cara de la declinación de la población india en las
zonas añileras, especialmente en las regiones salvadoreñas (Palma, 1993). Este pro-
ductor fue un sostén importante de la producción del índigo, asignándosele la respon-
sabilidad de buena parte de su extracción": sus condiciones productivas hacían
nugatorias las posibilidades de mejorar cualitativamente la producción de la materia
tintórea proveniente de sus parcelas, ya que se trataba de un añil beneficiado en
condiciones rudimentarias y con una tecnología elemental, con batido manual, donde
se obtenía a veces deficiente y hasta fraudulento (Floyd, 1959).
Esta población campesina se asentó en tierras no colonizadas o de origen
indígena, desocupadas por el descenso demográfico anotado. Otras veces ocupaban
tierras de las haciendas, incluso sin conocimiento del propietario o mayordomo (Liendo,
1993; Browning, 1971). Revistió una importancia funcional para el comerciante y para
el hacendado; para los mercaderes era un sector no despreciable en la obtención de
su masa de ganancia, pues los habilitaban con su crédito y les compraban la produc-
ción a precios envilecidos; en las haciendas participaban en la explotación en con-
dición de aparceros, ocupantes u otras formas de colonato; su acceso era incentivado
por el hacendado con el señuelo de la tierra, con el cual atraía el recurso escaso. A
modo de ejemplo en los tiempos de apremio una hacienda grande requería unos 200
peones (Browning, 1971: 114). Así en la producción y el comercio del índigo uno y
otro se beneficiaban, pero bajo una relación asimétrica.
En Filipinas la explotación con inquilinos fue adoptada desde los inicios, con-
virtiéndose en predominante en su agricultura avanzado el siglo XIX. En estos acuer-
dos, el hacendado suministraba la tierra y los insumas productivos: carabaos, arados,
peines y semillas, aportaba además las oficinas con sus tanques o cubas. El produc-
tor directo ponía su trabajo y en la fase de beneficio obtenía una remuneración por
cada pila de hierba llevada a los tanques. El sistema presentaba variantes pudiendo
ser que todas las operaciones, incluido el beneficio, fuesen responsabilidad del na-
tivo, para ello recibía anticipos en dinero y especies del hacendado o de un comer-
ciante, a menudo de origen chino, a cargo del cual corría la gestión de intermediación;
como contrapartida comprometía la futura cosecha (Pacheco, 2002: 116).
En la Provincia de Caracas procurados de las tierras, los otros recursos produc-
tivos los obtenían por distintas formas, dependiendo ello de la naturaleza del factor y
de sus peculiaridades como productor; así la mano de obra era provista por medio de
la contratación de jornaleros, variando si se trataba de pequeños arrendatarios de
nexos urbanos o de productores campesinos, entonces debió relevar la participación
del productor directo y de su familia para ciertas labores, posiblemente las menos
duras, jugando la fuerza de trabajo alquilada un papel complementario. El trabajo en
las labores más fuertes, como la cosecha y el beneficio, se dejaba a los jornaleros. La
participación directa de los agricultores en labranzas de añil fue reseñado por Humboldt
(1941) durante su viaje por los valles Aragüeños. En los de vinculaciones urbanas su
concurso debió orientarse más a las tareas administrativas de la unidad, como la
supervisión, el control y la organización, empleando más asalariados.
Los capitales requeridos, cubiertos usualmente con préstamos privados, eran
destinados a inversiones en las infraestructuras necesarias y a la adquisición de
semovientes, equipos y herramientas. Cuando la disponibilidad era menor se alquila-
ban los servicios de obrajes a grandes o medianas haciendas, o se adoptaba la
combinación de las dos modalidades anteriores. La selección de la primera alternativa
al implicar erogaciones de cierta cuantía guardaba correspondencia con las dimen-
siones y necesidades específicas de las unidades: la construcción de algunas
infraestructuras como las piletas para el beneficio del cultivo eran del tipo llamado
"tanques sencillos de mano", que no requerían la fuerza animal o hídrica usada en las
añilerías mayores, ni elevados desembolsos de dinero": esta escala, como era lógico,
demandaba menor consumo monetario en equipos y bestias. El levantamiento de
oficinas de dimensiones superiores, emprendidas algunas veces con racionalidad de
fuerte matiz inmediatista, estuvo determinada por las rachas favorables de precios y
mercados y por las expectativas positivas asociadas a los años de boom económico.
En la Provincia de Caracas no concurrieron otras formas sociales productivas,
no así en la de Cumaná, de la misma Capitanía General de Venezuela, donde los
indios sembraron añil en sus tierras o en las Misiones bajo la dirección de los religio-
sos (Pacheco, t 1, 2000: 243). La siembra en terrenos comunales fue un caso frecuente
en el Nuevo Reino de Guatemala, sobre todo en la región salvadoreña, corriendo a
cargo de los sacerdotes de los pueblos, comúnmente, la colocación de sus añiles en
los circuitos Otras veces era subastado en remates públicos con el pretendido pro-
pósito de obtener mejores beneficios. Este tipo de mercado fue pervertido adquirien-
do en algunos pueblos, como los de la Alcaldía Mayor de San Salvador, un carácter
forzado: la venta del índigo se hacía bajo la supervisión de las autoridades que
utilizaban mecanismos de desviación de poder, al establecer de forma arbitraria los
precios y condiciones a los indígenas. (Palma, 1993: 257).
29 AGI. Caracas 398. Expediente promovido por los vecinos españoles del Pueblo de La Vic-
toria en la Provincia de Caracas para que se elija en Villa, 1793, Colección Traslados,
Archivo de la Academia de Historia.
sos a gastos corrientes. La segunda era alquilar a los hacendados servicios produc-
tivos, específicamente los de benetícío". disponiendo así de los tanques para las
operaciones bioquímicas requeridas; al no atarse a las restricciones del capital fijo
tenía mayor flexibilidad en el manejo de los recursos y de su producción, pero al no
tener garantía de acceso oportuno al beneficio se arriesgaba a perder el tinte. La
tercera alternativa combinaba ventajas de las otras dos. Contaba con servicios pro-
pios del beneficio, acorde al tamaño de las unidades, mientras que los prestados por
las bestias se cubrían alquilándolas durante las operaciones". Ella aseguraba una
mayor flexibilidad económica y seguridad productiva al permitir combinaciones de
recursos acorde con las necesidades, y determinar lo más conveniente.
Los pequeños y medianos agricultores, con el avance del cultivo se resintieron
económicamente del ascenso de los costos aparejados al mismo. Hacia fines de los
ochenta la situación de muchos era comprometida: su ganancia se achicaba y tenían
serios compromisos con los mercaderes prestamistas, intermediarios del gran comer-
cio, y con los hacendados arrendadores de tierra. La reducción de sus beneficios
provenía del alza de los costos de los recursos e insumas: jornales, arriendo e inte-
reses del capital, y la baja del precio del fruto.
La causa de este mal, anotaba una carta, radicaba en la expansión conside-
rable de las siembras en los últimos años, con sus efectos sobre los costos produc-
tivos; la falta de numerario, y "más que todo por la inteligencia que hay en los
encomenderos del comercio español y los agentes secretos de algunos de esa ciu-
dad, para no ofrecer más que unos precios menguados y viles?".
El poder de mercado de los comerciantes derivado de sus acuerdos mercan-
tiles les permitía obtener ganancias entre 50-65%, pues los cosecheros no tenían
alternativas frente a sus necesidades, presentadas con mayor fuerza en invierno>,
Además el escaso número de comerciantes con caudal debió inducir presiones com-
petitivas entre los productores para realizar sus frutos, facilitando el abatimiento de
sus precios, pues la exportación para España no era posible sino por gracia conce-
dida, estando inmersos en un mercado cautivo.
Ante al alza de los costos algunos productores medianos renovaron las presio-
nes para importar esclavos. Y frente a la comercialización monopólica los pequeños
y medianos cultivadores apoyaron la decisión del Intendente de comprar los frutos
con el dinero de las Cajas Reales, solicitando preferir a los cosecheros frente a los
revendedores, que se aprovechaban del apuntalamiento de los precios por las com-
pras. Ello garantizaría los precios de sostenimiento a niveles que el mercado imper-
fecto había impedido. Según los productores debía privilegiarse a quienes carecían
de recursos para el transporte a la ciudad, que resentían con mayor intensidad el alza
de sus costos por su menor disponibilidad económica>'.
7. CONCLUSIONES
AGRADECIMIENTOS
El autor agradece los comentarios realizados por los editores y evaluadores anónimos a las
distintas versiones de este texto.
REFERENCIAS
ALDEN, D. (1965): "The growth and decline of indigo production in colonial Brasil a study in
compartive economic history", Journal of Economic History, vol XXV, pp 35-60
ARCILA, E. (1973): Economía Colonial, Editorial Italgráfica, Caracas, t 11.
Banco Central de Venezuela: Sociedad Económica de Amigos del País, Memorias y estudios,
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