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Colegio Pio Gregoriano

Proyecto Grupal Transversal

Integrantes:

Camila Gómez Fuentes

Ania Maryan Onofre Rulfo

Ivanna Rosales Tapia

Taller de Expresión Escrita III

Blanca Domínguez Gallegos

03/11/2022
La habitación donde estaban era alargada y de suave iluminación, la telepantalla había sido
amortiguada hasta producir sólo un leve murmullo la alfombra azul oscuro daba la impresión
de andar sobre el terciopelo. En un extremo de la habitación estaba sentado O’Brien ante una
mesa, bajo una lámpara de pantalla verde, con un montón de papeles a cada lado, Julia era
una chica que le gustaba ir contra las reglas y Winston alguien distraído que dudaba de
cualquier cosa y los dos compartían algo en común querer averiguar más. El Partido Interior
estaba conformado por una atmósfera de inmensos bloques de casas, la riqueza de amplitud
de todo lo que allí había, los olores tan poco familiares a buena comida y a excelente tabaco,
los ascensores silenciosos e increíblemente rápidos, los criados con chaqueta blanca
apresurándose de un lado a otro. Winston temblaba a cada paso por miedo al estar ahí, el
criado de O’Brien los había hecho entrar a los dos (Julia y Winston) sin demora. El criado
era un hombre sencillo, de pelo negro y chaqueta blanca con un rostro inexpresivo y
achinado, el corredor por el que los había conducido estaba muy bien alfombrado y las
paredes cubiertas con papel crema de absoluta limpieza como si jamás hubiera pasado un ser
humano de tanta limpieza que se encontraba. O’Brien tenía un pedazo de papel entre los
dedos y parecía estarlo estudiando atentamente. Su pesado rostro inclinado tenía un aspecto
formidable e inteligente a la vez. Se estuvo unos veinte segundos inmóviles, luego se acercó
el habla escribe y dictó un mensaje en la híbrida jerga de los ministerios, se levantó de la silla
y se acercó a ellos cruzando parte de la silenciosa alfombra. O’Brien tenía una expresión que
era más severa que de costumbre, como si no le agradara ser interrumpido, su maciza figura
los dominaba y la expresión de su cara continuaba indescifrable, era un hombre ocupado
preguntándose con irritación por qué lo habían interrumpido. Después de cerrar la
telepantalla, la habitación parecía mortalmente silenciosa. Su sombrío rostro se iluminó con
el inicio de una sonrisa. Con su gesto característico, O’Brien se aseguró las gafas sobre la
nariz, en la habitación no funcionaba ningún aparato y el criado de cara amarillenta, que
había entrado sin llamar, traía una bandeja con una botella y vasos, al ver Winston que el
criado había escuchado se preocupó y se dirigió con la mirada a O´Brien y fue ahí cuando
menciono “Martín es uno de los nuestros”, pon aquí las bebidas, Martín. Claro que sí, y los
coloco en la mesa redonda. O’Brien menciono, ¿Tenemos bastantes sillas? Bien sentémonos
para hablar cómodamente. Siéntate tú también, Martín. El hombrecillo se sentó a sus anchas,
pero sin abandonar el aire servil. Parecía un lacayo al que le han concedido el privilegio de
sentarse con sus amos. O’Brien tomó la botella por el cuello y llenó los vasos de un líquido
rojo oscuro. A Winston le recordó algo que desde hacía muchos años no bebía, un anuncio
luminoso que representaba una botella que se movía sola y llenaba un vaso incontables veces.
Visto desde arriba, el líquido parecía casi negro, pero la botella, de buen cristal, tenía un color
rubí. Su sabor era agridulce. Vio que Julia cogía su vaso y lo olía con gran curiosidad y
O´Brien con una débil sonrisa le menciona que es vino lo que mas seguro ellos solo lo han
visto en citas de libros Su cara volvió a ensombrecerse y levantó el vaso. Creo que debemos
empezar brindando por nuestro jefe: Emmanuel Goldstein. Winston cogió su vaso
titubeando. Había leído referencias del vino y había soñado con él. Siempre había creído que
el vino tenía un sabor intensamente dulce, como de mermelada y un efecto intoxicante
inmediato. Pero al beberlo ahora por primera vez, le decepcionó. La verdad era que después
de tantos años de beber ginebra aquello le parecía insípido y volvió a dejar el vaso vacío
sobre la mesa. Nunca se sabe de la Hermandad, sino que existe y que uno pertenece a ella.
Ni siquiera los miembros del Partido Interior deben mantener cerrada la telepantalla más de
media hora, O’Brien menciono que, aunque llegaran juntos tendrían que irse separados y que
primero se tendría que ir Julia ya que tenia que platicar ciertos términos y hacerle pregunta
cómo, ¿Qué estaban dispuestos a hacer? Y al parecer Winston le comento que estaba
dispuesto a hacer todo lo que ellos le dijeran, O’Brien había ladeado un poco su silla hacia
Winston de manera que casi le volvía la espalda a Julia, dando por cierto que, Winston podía
hablar a la vez por sí y por ella. Empezó pestañeando un momento y luego inició sus
preguntas con voz baja e inexpresivo, como una rutina, una especie de catecismo, la mayoría
le eran ya conocidas.
- ¿Estarían dispuestos a dar sus vidas?
-Sí.
- ¿Estarían dispuestos a cometer asesinatos?
-Sí.
- ¿A cometer actos de sabotaje que pueden causar la muerte de centenares de personas
inocentes?
-Sí.
- ¿Vender a su país a las potencias extranjeras?
-Sí.
- ¿Estarían dispuestos a hacer trampas, a falsificar, a hacer chantaje, a corromper a los niños,
a distribuir drogas, a fomentar la prostitución, a extender enfermedades a hacer todo lo que
pueda causar desmoralización y debilitar el poder del Partido?
-Sí.
-Si, sirviera de algún modo a nuestros intereses arrojar ácido sulfúrico a la cara de un niño,
¿Estarían dispuestos a hacerlo?
-Sí.
- ¿Estarían dispuestos a perder su identidad y a vivir el resto de sus vidas como camareros,
cargadores de puerto, etc.?
-Sí
- ¿Estarían dispuestos a suicidarse si se lo ordenamos y en el momento en que lo ordenemos?
-Sí.
- ¿Estarían dispuestos, los dos, a separarse y no volverse a ver nunca?
-No
-interrumpió Julia
Arreglaron el trato a pesar de todo lo que O´Brien menciono. Sobre la mesa había una caja
de plata con cigarrillos. Con aire distraído, O’Brien la fue acercando a los otros. Tomó él un
cigarrillo, se levantó y empezó a pasear por la habitación como si de este modo pudiera pensar
mejor. Eran cigarrillos muy buenos; no se les caía el tabaco y el papel era sedoso. O’Brien
volvió a mirar su reloj de pulsera y le dijo a Martin que se retirara. Volveré a poner en marcha
la telepantalla dentro de un cuarto de hora. Más adelante le mandaría un libro que les aclarará
la verdadera naturaleza de la sociedad en que vivimos y la estrategia que hemos de emplear
para destruirla. Y el día que lean los libros serán parte.

Podemos encontrar que este capítulo habla acerca de que Julia y Winston quieren unirse a
O´Brien para ver que secretos hay y poder encontrar respuestas a todas sus preguntas
teniendo que afrontar el miedo que le tenían y descubriendo nuevas cosas.

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