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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 1

LOS
ALCANCES
DE LA
REDENCION

Por Ariel Romero


Un Estudio de los Beneficios de la Salvación
Revelados en los Nombres Redentivos de Dios

HECHO EN MEXICO
© 2000 Producciones “Gloria Postrera”
PROHIBIDA ESTRICTAMENTE LA REPRODUCCION

Todas las citas bíblicas mencionadas son tomadas de la Versión Reina-Valera, revisión 1960. El texto y arte de esta obra
literaria son propiedad exclusiva del autor. Se prohíbe estrictamente la reproducción, copia o duplicación parcial o total por
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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 2

CONTENIDO
Página

__________________________
INTRODUCCION 3
________________________________________________________________
Capítulo 1: REDENCION COMPLETA: La Entera Salvación del Hombre 4
________________________________________________________________
Capítulo 2: JEHOVA, EL YO SOY: El Dios de la Redención 7
________________________________________________________________
Capítulo 3: JEHOVA-JIRE: El Dios que Proveyó un Sacrificio 12
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Capítulo 4: JEHOVA-SIDKENU: El Dios que nos Justifica 17
________________________________________________________________
Capítulo 5: JEHOVA-MAKADES: El Dios que nos Santifica 21
________________________________________________________________
Capítulo 6: JEHOVA-ROJI: El Dios que nos Pastorea 25
________________________________________________________________
Capítulo 7: JEHOVA-RAFA: El Dios que Sufrió Nuestros Dolores 28
________________________________________________________________
Capítulo 8: JEHOVA-SALOM: El Dios de Nuestra Estabilidad 33
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Capítulo 9: JEHOVA-NISI: El Dios que nos Abandera 38
________________________________________________________________
Capítulo 10: JEHOVA-SABAOT: El Dios que nos da Protección 42
________________________________________________________________
Capítulo 11: JEHOVA-SAMA: El Dios que Comparte su Presencia 45
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Capítulo 12: REDENCION EFICAZ: La Apropiación de los Favores de Dios 49
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Tabla de Resumen 52
________________________________________________________________
Trabajo de Calificación 54
________________________________________________________________
Abreviaturas Usadas 56
________________________________________________________________

INTRODUCCION
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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 3

Los nombres que estudiaremos a continuación fueron dados al


hombre a manera de promesas o pactos que Dios hizo con su pueblo, y
a través de los cuáles prometía y se comprometía ser su benefactor si
ellos fuesen su pueblo. Un pacto es una alianza, un trato, un convenio,
una relación entre dos personas, en este caso entre el hombre y Dios, y
esto es precisamente lo que son estos nombres divinos, en los que Dios
toma la iniciativa en su deseo eterno de arreglar las imperfecciones y la
ruina que el diablo ha traído a la raza humana.

Con cada uno de estos nombres con los que Dios se ha identificado él
ha querido dar apoyo a aquellos que lo han dejado todo para seguirle en
todas sus demandas (Gen.22:14).

Con esta variedad de revelaciones Dios atiende la amplia gama de


necesidades que tienen sus hijos, cada nombre cubriendo un área, y así
no dejando nada sin suplir.

Este libro analiza uno por uno los nombres redentivos de Dios para
sacar a relucir cada uno de los beneficios de la salvación de Cristo en la
cruz. Trata de los diversos aspectos que cubre la redención del hombre
efectuada por Jesucristo mediante su muerte, según fueron revelados a
Israel bajo el Antiguo Pacto en los nombres compuestos de Jehová el
Señor.

Este libro defiende que cada uno de estos beneficios está disponible y
vigente para todo creyente. Por causa de estar realizando este esfuerzo
bajo mandato expreso del Señor de Señores, sabemos que Dios hará
grandes cosas y maravillas en la vida, mentalidad y obra de su Iglesia a
través de este estudio de su Palabra. Usted será grandemente edificado
y establecido en la verdad al profundizar en cada capítulo de este libro.

Capítulo 1
REDENCIÓN COMPLETA:
La Entera Salvación del Hombre.
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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 4

LA PROMESA DE REDENCION.
La grandeza de la misericordia de Dios y la belleza de su amor hacia el hombre
tienen su máxima expresión en la redención que él realizó a su favor por medio del
sacrificio de Cristo. En la caída del hombre este no solo había perdido la vida
espiritual sino también la garantía de toda otra bendición divina sobre su vida. Las
consecuencias de su pecado dañaron cada aspecto de su existencia. Las
enfermedades, los peligros, el temor y la ansiedad son solo algunas de las cosas
que se manifestaron y que él no había conocido, amén de la culpa y el poder del mal
que ahora le aprisionaban.
Pero desde el mismo día en que el hombre pecó Dios proveyó para su redención
por medio de la promesa de Uno que vendría. Él dijo a la serpiente: “Y pondré
enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya (proféticamente
Jesús); esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Gen.3:15). Estas
palabras eran una bendición para quien él quería bendecir, el hombre, y una
maldición sobre el que había venido a maldecir, el diablo. Simbólicamente, después
de que el Señor habló esto, confeccionó para el hombre y para la mujer “túnicas de
pieles”, figura de cobertura y protección; esto para cubrir su desnudez, símbolo de
vergüenza y afrenta al pacto; pero para esto tuvo qué matar un animal, derramando
su sangre como tipo de la redención que Cristo efectuaría en la cruz por el género
humano.

LA CONSUMACION DE LA REDENCION.
Cuando nuestro Señor expresó sus últimas palabras en la cruz y dijo “consumado
es” quedó suprimido legalmente para siempre todo el poder del diablo (Jn.19:30). El
asumía en ese momento todo el castigo de la culpa por todos nuestros pecados,
pero también todas las dolencias de nuestros padecimientos: “El castigo de nuestra
paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is.53:5). Así mismo,
triunfaba arrasadoramente sobre todos los demonios que inflingían sobre nosotros
toda clase de ataques y opresiones, llamáranse escasez, ansiedad, soledad,
inseguridad, condenación, toda clase de peligros, y hasta falta de dirección en la
vida (Col.2:15). Con su sacrificio hecho en nuestro lugar terminaba con el régimen
antiguo de la ley de Moisés, que nos señalaba el camino pero no transformaba
nuestra naturaleza ni nuestra situación exterior, y así se sellaba un nuevo pacto,
“establecido sobre mejores promesas” (Heb.8:6). Con su cuerpo roto y su sangre
derramada ofrecida como una ofrenda sin mancha ante Dios “Cristo nos redimió de
la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición” (Gal.3:13,14).

LA MAGNITUD DE LA REDENCION.
Sin embargo, aún después de que este Jesús fue entregado por nosotros para
darnos completa redención, son todavía muchos los creyentes que no han conocido
la amplitud y alcance de esta salvación, y por tanto no se han apropiado de todos
sus beneficios, en ocasiones solo limitando el efecto de este pacto al perdón de
pecados y la vida eterna. Pero aunque indiscutiblemente este primer favor es sin

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duda el más importante y básico, la redención de nuestra vida incluye muchas otras
gracias y frutos, tan seguros y firmes como nuestra misma salvación del alma.
Ya el salmista lo había dicho en Salmos 103:2: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no
olvides ninguno de sus beneficios”, y precede a mencionar que Dios le perdona, le
sana, le rescata, le corona de favores y le sacia de bienes. Pablo dice que, por el
Espíritu, los creyentes debemos saber “lo que Dios nos ha concedido” (I Co.2:12). El
escritor de Hebreos también expresa acerca de esta “una salvación tan grande”,
contemplando el sentido de su amplitud y extensión (Heb.2:3). Y Pedro mismo
menciona las “preciosas y grandísimas promesas” sobre las que se descansa
nuestra fe, y cómo se nos han dado “todas las cosas que pertenecen a la vida” (II
Pe.1:3,4).
Pero sin duda que el ejemplo más claro de esta pluralidad de provechos ganados
por Cristo para nosotros es el ministerio terrenal de Jesús, el cuál él mismo concibió
como una regeneración del alma primero, pero aunada a una restauración completa
de su ser entero, tal como él mismo lo dijo en Lucas 4: “El Espíritu del Señor está
sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres, me ha
enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y
vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable
del Señor” (Lc.4:18-19). Vemos aquí que para Jesús el evangelio no era una sola
buena nueva, sino muchas “buenas nuevas”, en plural, una ministración que incluía
perdón de pecados, sanidad física, liberación de ataduras y consuelo del corazón.

LOS NOMBRES REDENTIVOS DE DIOS.


Una de las maneras en que Dios reveló en el Antiguo Testamento todo lo que él
logró para nosotros en Jesucristo fue a través de sus nombres compuestos, entre
ellos Jehová-Jireh, Jehová Rafah, Jehová-Shalom, Jehová-Makadesh. En ellos está
plasmada la completa redención del hombre y constituyen una seguridad de victoria,
así como la garantía de lo que él es para nosotros y de lo que podemos esperar que
él hará en todo tiempo en nuestro beneficio (Heb.6:9; II Pe.1:3,4).
De esta manera, el nombre YO SOY con que se dio a conocer a Moisés, y que
está relacionado con su nombre Jehová, era a la vez un prefijo después sobre el
cuál él pondría otra parte, con el fin de revelarse a su pueblo y auxiliarlo según sus
necesidades (Ex.3:13,14). Y también así a nosotros, a través de estas fuertes
revelaciones de su persona, el Señor nos dice a cada uno Yo soy tu sanador, Yo soy
tu estandarte, Yo soy tu justicia, Yo soy su pastor, yo soy tu prosperidad... yo soy
todo lo que tu necesitas.

LOS MINISTERIOS DE DIOS.


Por así decirlo, cada uno de los nombres redentivos con los que Dios se dio a
conocer a su pueblo ponen de manifiesto un papel, rol o función distinto de Dios en
particular. Las opresiones demoniacas que nos han atacado son de diversos tipos,
pero para cada una de ellas Dios tiene una solución. Por tanto, tales nombres son
muestra de que él es todo para nosotros, sus hijos. Salvador, sanador, protector,
liberador, pastor, compañero, etc., son cada uno una misión del Señor, un trabajo

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que ha asumido movido por su amor compasivo, para restaurar para los que están
en Cristo todo lo que el hombre perdió en el huerto del Edén.

Dios tiene tantos ministerios como el hombre tiene necesidades.

La Escritura dice acerca del Padre: “Por esto te dará gloria el pueblo fuerte, te
temerá la ciudad de gentes robustas. Porque fuiste fortaleza al pobre, fortaleza al
menesteroso en su aflicción, refugio contra el turbión, sombra contra el calor”
(Is.25:3,4). Esto anuncia que Dios es para el hombre lo que este necesite que él sea.
También se dice lo mismo de Cristo, que sería la respuesta a cada problema del
hombre en particular y ministraría a cada uno según su necesidad: “He aquí que
para justicia reinará un rey. Y será aquel varón como escondedero contra el viento, y
como refugio contra el turbión; como arroyos de aguas en tierra de sequedad, como
sombra de gran peñasco en tierra calurosa. No se ofuscarán entonces los ojos de
los que ven, y los oídos de los oyentes oirán. Y el corazón de los necios entenderá
para saber, y la lengua de los tartamudos hablará rápida y claramente” (Is.32:1-4).
Jesús es “el todo en todos” (Col.3:11).

Capítulo 2
JEHOVA, EL YO SOY:
El Dios de la Redención.
Antes de adentrarnos en el estudio de los nombres redentivos de Dios de Dios en
sí, que también llamaremos “nombres compuestos” por componerse del nombre de
Jehová y luego uno de sus títulos ministradores, debemos considerar el nombre de
Jehová por sí solo y, por supuesto, el significado del mismo.

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EL NOMBRE DE JEHOVA.
El nombre Jehová es importantísimo con respecto a la relación de Dios con su
pueblo y en referencia a su carácter de benefactor de la humanidad. El nombre
“Jehová” aparece en el hebreo de esta manera: , palabra que ha sido
conocida como el Tetragramatón, por componerse de “cuatro letras”, las
consonantes yod, he, waw y he, leídas de derecha a izquierda, que así se escribe
ese idioma. Estas tienen los sonidos de Y-H-W-H respectivamente (sonando he
como una jota suave). Como podemos ver, este nombre en realidad no suena como
JEHOVA en hebreo, sino como YAWE, más o menos, pero sucedió que como el
hebreo se escribía originalmente sin vocales, se agregaron las letras a y e a la
pronunciación del nombre, tomándolas de la palabra hebrea adonai, que quiere decir
“Señor”, dando así el sonido de “Jehová”. Pero aunque no es incorrecto usar la
forma Jehová que se halla en muchas versiones bíblicas, es importante saber que el
nombre real de Dios en hebreo es YAHWEH.
En ocasiones el nombre de Dios aparece en la Biblia en su contracción “Jah”, pero
el significado es el mismo (Sal.68:4,18). Esta es la forma poética del nombre
sagrado, una forma corta que también se halla como sufijo en muchos nombres
hebreos, por ejemplo de varios de los patriarcas y profetas cuyos nombres terminan
en “ías”, que aparece como “yah” en el original. Este es el caso, por ejemplo, de
Isaías (Yisha-Yah = Jehová es Salvación), de Elías (El-Yah = Jehová es Dios), de
Jeremías (Yirem-Yah = Jehová Exalta), ó de Zacarías (Zecar-Yah = Jehová se
Acuerda), etc.
El nombre de Jehová era llamado por los judíos antiguos “el nombre sagrado” y
era tan venerable para ellos que usaban una pluma nueva de tinta dorada cada vez
que lo escribían al hacer copias de los escritos inspirados. Además, consideraban
sus labios tan indignos de mencionarlo que cuando leían la ley y los profetas lo
cambiaban por “Adonai”, que significa “Señor”, para no usarlo demasiadas veces y
correr el peligro de “tomarlo en vano” (cf.Ex.20:7; Lev.24:16). Incluso llegó a tal
extremo el respeto y devoción por este nombre que ciertos maestros de la ley
consideraban un pecado ofensivo el mencionarlo sin antes haberse uno lavado bien
la boca. Pero aunque estas prácticas denotaban en verdad un profundo respeto por
el nombre, no poseían todavía la comprensión del propósito de lo que este revelaba,
que Dios quería no hacerse más lejano sino más cercano a un pueblo que compró
de entre las naciones para ser suyo propio (Dt.7:6-8).

SIGNIFICADO DEL NOMBRE DE DIOS.


El nombre Jehová proviene del hebreo “hayah”, una raíz primitiva que significa
“existir”, el propio verbo ser. Esta, a su vez, se relaciona con “havah” que significa
“aliento” y “existencia”. Es por esto que cuando Moisés preguntó a Dios cuál era su
nombre, él le dijo “YO SOY” (Ex.3). Jehová significa entonces, “el que es”. Esto
implica que él es el único que tiene existencia real en sí mismo; sólo él es y nadie
más. También significa “Eterno” y “auto-existente”, porque él no necesita de nadie
para existir y nadie lo creó a él; no tuvo principio y no tendrá fin. A diferencia de
todos los otros seres del universo, él no necesitó que alguien le diera origen, sino
que es el origen de todo; no hubo otro antes que él y por tanto no habrá jamás otro

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igual (Is.47:4; Jer.50:34). Su nombre, pues, significa “el que existe en sí mismo”,
pues él es por él, y “la existencia misma”, porque todo lo que existe es por él.
Cuando Dios dijo a Moisés “mi nombre es Jehová” en Exodo 6:3 está queriendo
decir que ese es su nombre propio, y se puede decir por esto que sus otros nombres
tienen más la característica de títulos divinos o de apelativos descriptivos (en su
caso), pero este la de ser su nombre personal. El nombre sagrado tiene la
implicación de que Dios es quien rige y gobierna sobre todo, que él es de quien todo
proviene y quien dice la última palabra, que él es el Dios supremo a quien se debe
temer y adorar.

UN DIOS ACTIVO Y MINISTRADOR.


Desde otro aspecto, Jehová es un nombre que involucra actividad eficaz. El verbo
“hayah”, ser, de donde proviene este nombre, también significa “venir a ser” o “llegar
a ser”. Dios no solo ES en el sentido de existir, sino que también llegó a convertirse
en varias cosas para beneficiar a su pueblo. Así, aunque siempre ha sido eterno y
autoexistente, también se hizo para su pueblo un libertador, un sanador, un redentor,
un pastor.
La comprensión de estos dos aspectos fundamentales de la persona de Dios es
vital para conocerle y disfrutarle plenamente: El aspecto que se refiere a su esencia
y el que se refiere a su relación con el hombre. El primero incluye sus atributos que
podemos llamar naturales, es decir, que están en su naturaleza y respecto a los
cuales Dios no necesita de otro ser mostrar estas cualidades; aquí entra su
eternidad, su sabiduría, su perfección, su inmutabilidad, y aún su omnipotencia y
omnisciencia. Pero luego, el segundo aspecto de Dios es el de sus atributos que
podemos llamar morales, aquellos que tienen qué ver con su trato y convivencia con
el hombre, entre ellos su santidad, su amor, su justicia, su bondad, su rectitud, su
equidad, así como su fidelidad y su gracia. Estos son dos lados o facetas de la
persona de Dios que debemos percibir y gustar.
Según la raíz de donde proviene, Jehová es el nombre propio de Dios que habla
de su ser entero puesto en acción para beneficiar al ser humano. ¡Dios es y está
siendo! También es su nombre como un Dios de pactos, pues significa “el que
continuará siendo activamente” dando a entender que no cambiará sino que
cumplirá lo que ha prometido (Dt.7:9-11).
Dios puso en su nombre toda esta riqueza de amor, perfección y poder para que al
ser invocado por su pueblo este estuviera consciente de todo lo que él es, y así
pudiera adorar su santidad a la vez que tener una firme fe y disfrutar de su respaldo
y bendición.
Podemos decir que Dios es, pero que también viene a ser. El siempre ha sido
Dios, pero a través de la redención vino a ser nuestro Dios. En su majestad es Dios
de todos los hombres, pero en la redención es el Dios personal de su pueblo (I
Cr.17:20-22). En su autoridad rige sobre nosotros, pero en la redención nos bendice
con toda clase de bendiciones.

EL “YO SOY”.

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El nombre con que Dios se dio a conocer a Moisés cuando este preguntó “¿cuál es
su nombre?” fue YO SOY EL QUE SOY, que se halla relacionado con el nombre Jehová,
porque la palabra “soy” es el hebreo hayah, el mismo verbo “ser” de donde proviene
el nombre sagrado. Con esta respuesta Dios quiso decir a Moisés y por él al pueblo
“Yo soy el que es (por sí mismo), el que existe (en sí mismo), el que vive (o que
tiene vida por sí mismo). Por medio de este nombre Dios se ponía ante el ser
humano como el Superior Máximo y Supremo sobre todo, pues él es el único en
todo lo que existe que puede decir esto. Todos los demás seres provenimos de él,
sean ángeles, demonios o seres humanos, pero él no depende absolutamente de
nadie.
Este nombre fue dicho a manera de introducción antes de dar su nombre propio,
Jehová, en el mismo pasaje (Ex.3:13-15). A través de su revelación por estos
nombres, Dios estaba diciendo a su pueblo que él solo era digno de la adoración y el
reconocimiento del hombre, y nadie más, puesto que no hay otro como él (Ex.15:11;
Is.43:8-13; 44:6); pero también, a la vez, les estaba indicando que por su posición
que le faculta para tomar las decisiones últimas del universo él podría librarlos de la
opresión en que se hallaban (Is.43:13; cf. Ef.1:11).

EL NOMBRE DE DIOS Y LA PERSONA DE CRISTO.


Muy especialmente se debe mencionar el hecho de que todo lo que el nombre de
Dios encierra fue consumado en la persona y obra de Cristo. El nombre de Jehová
se halla dentro del mismo nombre del Salvador, que en hebreo es Yahshua
(sonando yájchua, más o menos y traducido como Jesús). Nótese que la primera
parte de su nombre es en sí el nombre de su Padre, Yah. El nombre de Jesús
significa, no como Isaías “Jehová salva”, sino “la salvación de Jehová” (Mt.1:21). El
no solo salva, temporal u ocasionalmente, sino que es la salvación personificada (I
Co.1:30). No es solo un salvador, sino el único Salvador de la humanidad (I Jn.4:14
cf. Jn.14:6; Hch.4:12).
Jesús dijo “yo he venido en nombre de mi Padre” (Jn.5:43). El hecho de que el
nombre Dios se halle dentro del nombre del Salvador concuerda con el hecho de
que en su persona se halla la completa expresión de todo lo que Dios es (Jn.14:7-9;
Heb.1:3), pero también indica el hecho de que a través de él Dios logró la
consumación total de la redención del género humano, salvándole de toda la
desgracia en que se hallaba, en todas sus formas, la eterna, la espiritual, la
personal, la física y la material (Jn.10:10; 19:30). Así, concluimos que Jesús es la
representación de todo lo que Dios es y todo lo que Dios hizo, la expresión perfecta
de Dios en naturaleza, carácter, palabra y obra (Col.1:15,20).

JEHOVA: EL NOMBRE DE UN DIOS REDENTOR.


Como ya dijimos, “Jehová” no es otra cosa que el nombre propio de Dios con el
que se reveló a su pueblo cuando se dispuso a rescatarlos para sí (Ex.3:13,14). El
mandó a Moisés: “Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros
padres... me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me
recordará por todos los siglos” (Ex.3:15). “Jehová” se convirtió así en el nombre judío
nacional de Dios, a partir de que el Señor sacó a Israel de Egipto y lo convirtió en

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una nación independiente y propia. Concluimos así que Jehová no solo es una
alusión a Dios, sino a Dios tratando con un pueblo (I Cr.17:20-22).
El nombre divino “Jehová” se relaciona en manera particular con la redención.
Aunque Dios tiene otros nombres en la Escritura, como Elohim (“Dios”), Adonai
(“Señor”) o Shaddai (“Todopoderoso”), se presentó como Jehová cuando se dispuso
a librar a Israel de las pesadas cargas de Egipto (Ex.3:1-18). En una ocasión, el
Señor dijo a Moisés que antes se había presentado con otro nombre, pero que ahora
que se trataba de salvar a su pueblo y redimirlo de la opresión se revelaba a ellos
como Jehová el Señor, Yahweh, el Dios de la Redención que los libertaría para
hacerlos una nación exclusiva para sí (Ex.6:1-8).
Es interesante considerar que cuando Jehová se presenta a Faraón, este dijo no
conocerle y expresó: “¿Quién es Jehová? Yo no conozco a Jehová” (Ex.5:2). Allí
entonces, Jehová “se presenta” a Faraón, dándose a conocer a sí mismo con
muestras de poder y diciendo con cada plaga “para que conozcas que Yo soy
Jehová”, y que “Jehová es Dios”, o sea, el único supremo y verdadero Dios sobre
todos los dioses (Ex.7:16,17; 8:10,22). Verdaderamente, la redención es una
manifestación de Dios para darse a conocer, y el nombre de Jehová es una
revelación de un Dios consciente de la opresión de su pueblo, pero también redentor
de ese pueblo en opresión. Con este nombre y todos sus actos relacionados con él,
Dios se hizo cercano a su pueblo y vino a ser para ellos el redentor eterno (I
Cr.17:20-22).

LOS NOMBRES REDENTIVOS.


Actualmente, en los días de la gracia, Dios muestra la amplitud de su amor hacia a
nosotros los creyentes por medio de las promesas que nos hace en sus nombres
compuestos, que le presentan como un Dios de pactos, y por tanto un Dios fiel.
Evidentemente, el motivo detrás de la exposición personal de Dios a través de estos
nombres es su deseo de que le conozcamos, le creamos y entendamos todo lo que
él es para nosotros, pero también lleva el propósito de que cuando le invoquemos
esté en nuestras bocas una declaración de su majestad, su amor y sus atributos, y
así pueda él impartirnos confianza para ejercer autoridad y poder. Si ponemos
nuestra confianza en este Dios tenemos asegurado todo éxito y victoria en toda área
de nuestra vida.
Los nombres de Jehová compuestos son nombres de promesas de quién es Dios
y qué hizo por nosotros en la cruz del calvario, pues en Cristo Jesús están todos
estos beneficios. Conforme Dios fue revelando a Israel lo que se proponía hacer a
través de Jesús, él usó diferentes nombres para diferentes ocasiones y necesidades;
sin embargo, ahora nos ha dado un solo nombre en el cual se conjugan todos estos
bienes y favores, el nombre de Jesús, ante el cual se dobla “toda rodilla”, y
aplicándolo así, todo tipo de problema o necesidad humana (Is.47:4; Jer.50:33,34;
Fil.2:9-11).
A través de la muerte de Jesús nosotros somos también redimidos de toda
opresión. En este sentido, los nombres redentivos de Dios anunciaban desde el
Antiguo Testamento la redención completa del ser humano en la cruz del Calvario.
En Cristo y su sacrificio fue expresado y consumando el corazón y carácter redentor

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de Dios, pues por él somos redimidos de toda opresión maligna en nuestra vida
(Rom.3:24; Gal.3:13; Tit.2:14; Heb.9:12; Ap.5:9,10).

IMPLICACIONES DE ESTE NOMBRE PARA LA IGLESIA.


El nombre de Jehová tiene qué ver con nosotros, la Iglesia porque, tal como en el
Exodo, en la redención de la cruz de Cristo fue cuando Dios adquirió para sí un
pueblo propio, librándonos de toda opresión.
Por otra parte, tal como el pueblo de Israel en Egipto no conocía a Jehová, su
Dios, los hombres tampoco conocieron a Dios clara ni directamente sino hasta el
momento de la redención cuando Jesús murió por nosotros.
Así también, después de esta redención, el camino de Egipto a Canaán que
caminó Israel por el desierto es tipo de la trayectoria del cristiano desde su
conversión hasta llegar a la presencia de Dios. En este transcurso, Dios será el Yo
Soy para todas sus necesidades.
Finalmente, la mayoría de las veces que Dios usó su nombre Jehová conectado
con otro, es decir, precisamente los nombres que estamos estudiando, se revelaron
en situaciones en las que El libra, salva o redime a su pueblo de alguna situación de
desventaja, prueba o fracaso. De igual modo, los creyentes somos victoriosos sobre
las diversas situaciones de prueba que nos sobrevienen, gracias a la amplia gama
de virtudes del sacrificio de la cruz.

Capítulo 3
JEHOVA-JIRE:
El Dios que Proveyó un Sacrificio.
Por su importancia, el primero de los nombres de Dios que debemos considerar en
un estudio como este es el de Jehová-Jire, ya que a través de este nombre Dios
prometió proveer un Cordero para sacrificar como ofrenda agradable a él en favor de
los hombres pecadores.
Este nombre se halla en el pasaje de Génesis 22, donde Dios probó a Abraham
pidiéndole sacrificar a su hijo. En un acto de obediencia, el padre de la fe se lo
ofreció sin rehusarse, pero el Señor le proveyó un sacrificio sustituto en lugar de

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 12

Isaac, un carnero, que es figura de Cristo, quien habría de ser provisto por Dios
como nuestro representante vicario (Gen.22:13). Abraham llamó allí entonces al
lugar con el nombre de Jehová-Jire (Gen22:14).

SIGINIFICADO DEL NOMBRE “JEHOVA-JIREH”.


El nombre de Jehová-Jire se compone del nombre de Jehová y un segundo
vocablo hebreo, yireh, que quiere decir “mirará (para suplir)”, o “proveerá”; este
viene de una raíz que significa “ver”, “tener cuidado de” y “poner atención”, pero
también “asegurarse de”, “encargarse de algo” y “proveer”. Este nombre apunta al
hecho de que Dios proveyó un sacrificio sustitutivo a través del cuál quedó abierto
nuevamente el camino hacia él que estaba bloqueado por causa del pecado. En este
sentido, Dios Padre prometió que miraría y consideraría con atención la necesidad
de los pecadores, y que tendría el cuidado de encargarse él mismo con seguridad de
proveer el sacrificio de un sustituto que muriera la muerte que nosotros merecíamos.
Este nombre puede ser traducido “el Señor proveerá”, “el Señor que dará la
provisión”, “la provisión del Señor será vista”, “el Señor cuya provisión se verá” y “el
Señor proveedor”. Este nombre es una profecía que daba a entender que él es aquel
Dios que se manifestaría o se daría a conocer a través de la provisión de una
ofrenda que él haría, concretamente Cristo Jesús, quien fue la ofrenda provista en
sacrificio de su carne por los pecados de la humanidad. La idea aquí no es de
provisión material o sustento, sino la de proveer un sacrificio de salvación, suficiente
de hacer paz con Dios.

LA NECESIDAD PRINCIPAL DEL HOMBRE.


Sabemos que el ser humano tiene una gran diversidad de necesidades, entre ellas
sociales, físicas y psicológicas, todas ellas importantes. Sin embargo, el principal
problema del hombre es su separación de Dios por causa de la caída de Adán, y de
seguir en esa necesidad, su perdición por toda la eternidad. Por tanto, la primera y
más imperiosa necesidad del hombre es la de un Salvador que lo reconcilie
totalmente con su Creador.
En esta luz, podemos entender que un salvador se hizo necesario a causa del
pecado, porque fue allí que el hombre se metió en un grave problema con la justicia
divina, cuando deliberadamente desobedeció ofendiendo gravemente la santidad de
Dios (Gen.3:6). Pero con ese pecado no solo fue contaminado el primer hombre,
sino también toda la raza humana con él, y todos se hallan bajo el mismo estado de
rebelión ante Dios (Sal.51:5; Rom.3:9,10). Pero con todo, desde el mismo día en que
el hombre cayó universalmente como raza, le fue dada la promesa de un Mesías
que los salvaría del poder del mal (Gen.3:15). Este sería un Cordero sin mancha,
que no participaría del pecado, ni por herencia ni por acción (Heb.4:15).

CONSECUENCIAS DEL PECADO.


El pasaje de la caída es el capítulo más negro y triste de toda la Biblia, pues allí se
registra la desgracia del derrumbe espiritual del hombre en su desprendimiento de
Dios, después de que había sido colocada en una posición de incomparable

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 13

autoridad y honra (Gen.3; cf. Sal.8). Allí el hombre y Dios rompieron relaciones y
hubo consecuencias terribles:
) Consecuencias Espirituales. El hombre quedó destituido de la gloria de Dios y
ya no pudo tener comunión con él, porque el precioso espíritu humano con todas
sus capacidades murió (Is.59:2; Rom.3:23).
1) Consecuencias Morales. El hombre experimentó la culpa y ya jamás tuvo paz.
Se dio cuenta de su desnudez y se escondió atemorizado (Gen.3:10),
condenación que lo persigue hasta hoy (Pr.28:1). Las intenciones del hombre
fueron infectadas por el pecado y la naturaleza humana quedó propensa y
predispuesta a pecar (Rom.7:17-25).
2) Consecuencias Físicas. Como fruto de la caída llegó también la muerte física
(al menos prematura), así como la enfermedad y el riesgo de padecimientos
físicos (Gen.3:16).
3) Consecuencias Naturales. La creación fue sujetada a decadencia, el reino
vegetal quedó afectado en su proceso de producción, y aún los animales se
salieron de su orden original (Gen.3:17,18; Rom.8:19-22).
4) Consecuencias Sociales. El hombre es un ser social, y todo lo que hace
repercute en los demás. Cuando este cayó, se rompieron las buenas relaciones,
y pronto se registró el primer homicidio. El hombre no puede limitar el pecado a
sí mismo, y siempre afectará a su familia o amigos. Esto lo podemos constatar
viendo cómo el pecado de nuestros padres trascendió hasta nosotros y cómo la
corrupción se ha diseminado por todo el mundo (Gen.6:5; Ex.20:5; Rom.3:23).
Todo este paquete de resultados catastróficos dejaron al hombre en una situación
de terrible desastre espiritual. Esto hizo necesario un sacrificio de redención que
liberara al hombre de su ruina. Principalmente, Dios quería restaurarle a la comunión
con él, porque mientras el hombre estuviera viviendo en pecado no podría tener
relación con Dios y por tanto no tendría paz ni podría gozar plenamente de todas las
demás bendiciones de su amor (Is.59:2).

POSIBILIDADES DE ACCION DIVINAS.


Cuando sucedió la caída, Dios pudo haber hecho tres cosas con el hombre:
Primero, pudo haberlo destruirlo, pero esto hubiera significado que Dios fracasó, y
un fracaso hubiera contradicho su perfección. Luego, también pudo haberlo tolerado
en su carrera de pecado, pero esto significaría que Dios es condescendiente con la
maldad, y sería una contradicción a su santidad, a su justicia y a su rectitud. Y
finalmente, también pudo haberlo abandonado, pero esto hubiera significado que
Dios no ama al hombre y que no le importa su destino eterno, lo que sería una
contradicción a su amor.
Pero cuando el hombre desobedeció a Dios, el Señor no lo destruyó, ni lo toleró, ni
tampoco lo abandonó a su destino y consecuencias. Lo que hizo fue que proveyó un
camino de salvación. La ira de Dios que había sido provocada por la desobediencia
del hombre tenía qué irse a algún lado para que así quedara satisfecha la justicia
divina. Entonces, por amor Dios escogió no ponerla sobre nosotros, sino sobre su
propio Hijo, para que al creer en él pudiéramos tener comunión nuevamente con el
Padre (Rom.5:8; I Pe.3:18).

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 14

LA PROMESA DE SALVACION.
Es muy importante comprender la primer promesa de redención hecha por Dios en
la Biblia, que se halla registrada en Génesis 3:15. Allí se avisó al diablo lo que
Jesús, la simiente de la mujer, le haría: “Esta te herirá en la cabeza”, o como dice el
original “te aplastará la cabeza” (con los pies). Dios le advirtió que habría enemistad
entre su simiente y la simiente de la mujer. ¿Cuál esa “simiente” del diablo? Todos
los no creyentes, hasta que nazcan de nuevo (Jn.8:44). Y ¿cuál la simiente de la
mujer? Es Jesús, el Hijo de Dios (Gal.3:16).
Sin embargo, allí también se anunció que el diablo lastimaría al Salvador. Se le
dijo “tú le herirás en el calcañar”, la parte trasera del talón. Esto sucedió en la cruz
del Calvario cuando el Maestro fue “herido por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados” (Is.53:5). Sin embargo, aunque allí Satán hizo su mayor esfuerzo
y su más feroz hazaña, aún así se quedó corto, pues no pudo tocar la cabeza, el
espíritu de Jesús que es intocable. Una herida en el calcañar en una batalla no es
una lesión para ser derrotado completamente, sino para ser debilitado
temporalmente. El diablo tocó solo una parte de su ser, su cuerpo, y no por mucho
tiempo.
Luego también aquí, en esta promesa de redención, hay una poderosa implicación
referente a la Iglesia de Cristo, la cuál es su cuerpo (I Co.12:12; Ef.1:22,23). Con
Jesús como su cabeza, los creyentes también vencerían al mismo diablo en sus
propias vidas. A ellos dio Jesús “potestad para hollar (o pisotear en señal de
dominio) serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo” (Lc.19:10). Los
pies de Jesús que el diablo hirió luego le pisarían a él para aplastarle (Rom.16:20; I
Jn.2:13; Ap.12:11).

JESUS: EL PRINCIPE DE PAZ.


La historia de la Biblia es el desenvolvimiento del plan de redención, y la muerte y
la resurrección de Cristo son el centro de la redención. Como el primer deseo de
Dios desde que el hombre cayó fue la salvación eterna de su alma, se hacía
necesario un sacrificio que hiciera paz entre Dios y el hombre, y allí es donde entra
Jesús.
En la antigua ley de Israel se ofrecían a Dios diversas clases de sacrificios de
animales, todos tipificando algún aspecto de la obra del Redentor, por ejemplo las
ofrendas expiatorias y las ofrendas por el pecado (Lv.4,5). Pero existían también las
ofrendas de paz que se ofrecían mediante vacas, ovejas o cabras. Estas se
llamaban así porque eran un símbolo de la amistad y compañerismo de Dios con el
hombre (Lv.3). De este modo, en su aplicación del Nuevo Testamento, la muerte de
Cristo fue un “sacrificio de paz” que sellaba la concordia, la reconciliación y la
comunión del Creador con las criaturas (Is.53:5).
El Señor Jesús es llamado “príncipe de paz” en Isaías 9:6. Esto es porque por
medio de su sacrificio nos dio “paz con Dios” en el sentido de que ya no estamos en
enemistad con él (Rom.5:1). Antes éramos enemigos de Dios, más ahora hemos
sido reconciliados con él mediante Cristo (Rom.5:10). Su mensaje es el “evangelio

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 15

de la paz” (Hch.10:36; Rom.10:15; Ef.2:17; 6:15). Pablo dijo que “él es nuestra paz”,
pues hizo “la paz mediante la sangre de su cruz” (Ef.2:14; Col.1:20).

LA REDENCION POR CRISTO.


Redención es la compra de un esclavo con el fin de hacerlo libre, y la palabra
griega que así se traduce viene de una raíz que significa “comprar de nuevo”.
Redención es la libertad de toda clase de mal por medio de un precio pagado por
otro. Todo acto de redención siempre cuesta un precio que tiene qué pagarse para
liberar el objeto que desea rescatarse. La muerte de Cristo fue el precio de nuestra
redención, a través de la cuál fuimos “comprados por precio” (I Co.6:20). Jesús “dio
su vida en rescate” por nosotros (Hch.20:28; I Tim.2:6). Redimir conlleva la idea de
sustitución, que se paga una cosa por otra; en este caso, la sangre de Cristo fue
dada por la liberación de los condenados.
En el Antiguo Testamento se nos dan varios tipos de este sacrificio del Señor,
como la ofrenda de Abel, el cordero pascual, la serpiente de bronce y las ofrendas
llevadas al tabernáculo; pero ningún caso ejemplifica mejor el pago sustituto de
Cristo como cuando Dios manda a Abraham que sacrifique a Isaac. El pecador es
esclavo de Satanás y del pecado, pero a través del precio redentor de la sangre de
Cristo es hecho enteramente libre. Y esto es precisamente lo que vio Abraham a
futuro cuando Dios puso un carnero a su vista para liberar a Isaac, quien tenía qué
morir para satisfacer a Dios. Al entender en ese momento cómo Dios traería
salvación a su descendencia espiritual, el padre de la fe no pudo más que llamar a
ese Monte Moriah con el nombre de Jehová-Jire, el Señor Proveerá. Abraham
claramente entendió acerca del plan redentor de Dios en ese momento, pues Jesús
mismo dijo: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio y
se gozó”. (Jn.8:56).
Todo en aquel día era tipo del Calvario. Isaac tipifica el pecador, y la leña que se
cargó sobre él la carga del pecado; el cuchillo en la mano de Abraham representa la
muerte, y el fuego que tomó simboliza el castigo que viene después de la muerte.
Aún el zarzal en que estaba trabado el carnero es figura de la corona de espinas que
se puso sobre el Maestro poco antes de morir. Pero las palabras más reveladoras
son las que dicen que Abraham “ofreció en holocausto el carnero ‘en lugar’ de su
hijo” (Gen.22:13). Esto es precisamente lo que hizo el Padre al ofrecer a su Hijo en
nuestro lugar para que nosotros pudiéramos vivir delante de él y servirle.
Abraham sabía que si su hijo había de vivir delante de Dios, él se encargaría de
proveer qué cosa sacrificar en lugar de Isaac, y por esto dijo: “Dios se proveerá de
cordero para el holocausto” (Gen.22:8). Ciertamente Dios lo hizo, y desde ese día se
dijo en fe “en el monte de Jehová será provisto”, anunciando así la venida del
Redentor (Gen.22:14).

LOS 3 TIEMPOS DE LA SALVACION.


Por medio de Cristo podemos decir que somos salvados para siempre. De acuerdo
a la Biblia somos salvos en 3 sentidos. Primeramente, fuimos salvos (tiempo
pasado) el mismo día cuando nos convertimos a Dios (II Tim.1:9; Tit.3:5). Sin
embargo, también se dice que somos salvos (tiempo presente), pues esta es nuestra

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 16

nueva vida cada día mientras crecemos y obedecemos a Dios (Ef.2:5,8). Y por
último, también podemos decir que seremos salvos (tiempo futuro), cuando
finalmente lleguemos a ver al Salvador cara a cara (Rom.5:9,10; Ap.2:10). Jesús
habló de ese momento futuro como una “redención”, pues es la parte culminante de
su propósito redentor (Lc.21:28; Rom.8:23; Ef.1:14; 4:30).
Disfrutemos esta salvación que nos trajo el sacrificio de Cristo, pero vivamos
agradecido profundamente para con él por tan grande misericordia que nos hizo al
librarnos del castigo eterno tomando nuestro lugar en la cruz.

Capítulo 4
JEHOVA-SIDKENU:
El Dios que nos Justifica.
Por estar en relación con el anterior, el siguiente de los nombres de Dios que
consideraremos en este estudio es el de Jehová-Sidkenu. A través de este nombre
Dios reveló la justificación de los pecadores por medio de Cristo, que los haría estar
en pie ante su presencia perfectamente limpios de toda culpa de pecado.
Este nombre se halla en el pasaje de Jeremías 23, donde Dios reveló a este
profeta acerca del regreso del remanente de Israel en el milenio, “de todas las tierras
a donde los había echado” para regresar a su propia tierra. Allí se señala a Cristo
como el “renuevo justo” que “hará justicia y juicio en la tierra” y cuyo nombre será
“Jehová, Justicia Nuestra” (en el original Yahweh-Tsidkenuh, Jer.23:6).

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 17

SIGNIFICADO DEL NOMBRE “JEHOVA- SIDKENU”.


El nombre de Jehová-Sidkenu se compone del nombre de Jehová y un segundo
vocablo hebreo, tsidkenu, que quiere decir “nuestra justicia”, y el cual viene de
tsedek, que significa justicia, equidad y rectitud (sea esta natural, moral o legal).
Estos vocablos provienen del verbo hebreo sadak que quiere decir ser recto, hacer
justicia, limpiar a alguien, justificar o tornarse a rectitud. Apunta
Este nombre significa “el Señor, justicia nuestra”, “el Señor mi justicia” o “el Señor
es nuestra justicia”. También se puede traducir “Jehová es nuestra rectitud”. Este
nombre es un epíteto simbólico del Mesías, y constituye una garantía de nuestra
justificación en Cristo Jesús, a través de la cuál somos libres de la culpa y del
castigo por el pecado, y somos presentados ante Dios como si nunca hubiésemos
pecado (Rom.5:1,2). Al decir “nuestra” se está enseñando que el pueblo toma la
justicia perfecta de él y se cubre con ella para mostrarse justo por los méritos del
otro.

NECESIDAD DE JUSTIFICACION.
Como consecuencia directa de su desobediencia a Dios, el ser humano adquirió el
grave problema de la culpa del pecado (Ro.5:16,17). La justificación se hizo
necesaria primeramente debido a la condenación en que el hombre incurrió por su
transgresión de la ley de Dios, pero también porque su deuda era tan grande ante
Dios que jamás hubiera podido pagarla por sus propios méritos o esfuerzos. Nada
menos que la santidad de Dios había sido ofendida, y nada menos que el castigo
divino podía satisfacer a Dios en su justicia.
Desde el momento en que nacen, todos los hombres están bajo sentencia de
muerte eterna, habiendo heredado de su padre Adán la culpa por el pecado ante
Dios. Por tanto, ningún hombre es justo por sus obras (Sal.143:2), así que debe
apoyarse en la justicia de Dios (Jer.23:6). En el Antiguo Testamento Abraham fue
justificado por su fe en Dios (Gen.15:6; Dt.6:25); y en el Nuevo Testamento también
el hombre es justificado mediante creer en la justicia del único justo que agradó al
Padre a plenitud, Cristo quien nos ofrece “justificación” de nuestros pecados
(Jn.6:27; Rom.1:17; I Pe.3:18).

DEFINICION BIBLICA DE JUSTIFICACION.


Hay qué entender muy bien lo qué es la justificación bíblica, pues actualmente por
justificación se entiende una excusa o explicación que se da a alguno con la
intención de que se dispense por un incumplimiento. Pero la justificación que es
según Dios no significa “apapachar” al pecador o condescender con sus acciones, ni
tampoco ser tolerante o transigir aceptando los pretextos evasivos que alegue el que
peca para argumentar su defensa.
Según lo usa la Biblia, justificación es considerar justo a un pecador, y tratar con él
sin hacer caso de su falta de rectitud anterior absolviéndole de los castigos penales,
de la ira de Dios, y de la muerte eterna. La justificación es la única manera de cómo
Dios acepta al pecador arrepentido para poderlo llevar hacia una reconciliación
completa y plena con él.

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 18

Podemos decir en pocas palabras que la justificación es el acto mediante el cuál el


Padre aplica la pureza de Jesús a nosotros y nos ve como puros por medio del Hijo.
Dios no justifica a los pecadores solo por su propia voluntad, sino por causa de la
justicia de Cristo (Rom.3:23).
En la justificación Dios funge en sus cargos de soberanía y de gobierno. Como
soberano nos perdona la culpa, pero como gobernador y juez nos remite
completamente el castigo; de esta manera es que nos acepta como justos
(Hch.13:38,39; Rom.2:24-26; 4:5-8; 10:4).
La justificación bíblica no es una justificación personal o propia, en que nadie lo
acusa a uno de nada (Lc.7:29; Rom.2:13). Tampoco es una justificación legal, en
que lo acusan a uno pero le hallan inocente (Dt.25:1). Más bien es una justificación
evangélica, en que a usted se le acusa, se le halla culpable y es condenado, y
donde la única manera de salir es ser perdonado.

JESUS: NUESTRA JUSTICIA ACTUAL.


Jesús fue perfectamente justo, no solo en la forma en qué vivió aquí en la tierra
sino en su relación con el Padre, de obediencia y pureza. La Biblia dice que él “no
hizo pecado, ni se halló engaño en su boca” y se le llama “el justo” (I Pe.2:22; 3:18).
Por otra parte, “no hay justo, ni aún uno” entre los hombres que lo sea o lo pueda ser
por sus propios méritos (Rom.3:10), pero Isaías profetizó que este Siervo justo que
vendría justificaría a muchos (Is.53:11). Ahora, nuestra justicia actual ante Dios
descansa únicamente en que Jesús ofreció su vida justa como sacrificio en nuestro
lugar, viniendo así a ser nuestra justificación (I Co.1:30).
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Dios siempre justifica con
sangre, y así nos justifica ahora en Jesús (Is.53:5,6; Heb.9:22). Nuestra justificación
se basa en Jesucristo, en la satisfacción de la justicia divina por la ofrenda
propiciatoria de Cristo como representante del hombre. Esta justicia nos es aplicada
mediante nuestra fe en su sangre (Rom.3:24,25; 10:4).

LA RECTITUD COMO RESULTADO DE LA JUSTIFICACION.


Hoy ya casi no entendemos el término “justicia” según la Biblia. Ahora el concepto
de justicia siempre se asocia con la defensa de los derechos del hombre, o la
exigencia de su cumplimiento y respeto. Pero justicia en la Biblia significa un camino
derecho, vivir y actuar de la manera correcta. Pero, ¿qué es lo recto? La respuesta
es: Dios mismo, puesto que su carácter revela lo que es absolutamente recto. En la
Biblia el justo es el hombre que ama la rectitud de acción, de pensamiento, de
corazón, y que teme a Dios.
Por nuestra parte, justificados ahora en Jesús podemos vivir en justicia, es decir,
en una manera que agrada a Dios y cumple sus propósitos en nosotros. Antes
éramos impíos e injustos, pero ahora justificados y justos (Rom.3:23), porque Dios
transfiere la justicia de Cristo a los que creen en él (Rom.5:1,2). Cristo es nuestra
justificación, y al tenerle a él como Señor somos verdaderamente justos (I Co.1:30).
Nuestro estado espiritual ha venido a ser tan limpio ante el Padre que somos la
expresión más exacta de la justicia de Dios, la misma personificación y
representación de su santidad, rectitud y pureza (I Co.5:21).

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 19

Como quiera, es importante aclarar que la justificación por sí misma no llega a


hacer a los hombres santos, sino que solo los declara o pronuncia libres de toda
culpa y pena del pecado. Para hacerlos santos se necesita otra obra divina llamada
santificación, que también fue realizada en Cristo. La justificación es un cambio en la
relación del individuo para con Dios, mientras que la santificación es una cambio en
la naturaleza moral del individuo. La santificación hace que no se le castigue como
pecador, pero la santificación hace que deje de practicar el pecado. La justificación
le permite pararse ante Dios como justo, pero la santificación le da poder para vivir
en justicia ante los hombres.

DISFRUTANDO NUESTRA JUSTIFICACION.


La justificación es un acto y a la vez un estado. Como acto es soberano, pues fue
hecho por misericordia, sin que salga de la ley ni de la justicia. Como estado es la
situación real de quien es perdonado por Cristo. La justicia es ahora nuestra
identidad y situación espiritual delante de Dios por los méritos de Cristo. Ya no
somos más pecadores sino justos ante él (Rom.8:10; 9:30; 10:10). Jesús es nuestra
justicia, y de este modo también nuestra protección y liberación segura contra la
condenación y separación de Dios por el pecado (Rom.5:18; I Co.1:30).
Al efectuarse la justificación y ser consumado el milagro del perdón, el diablo no
puede entonces hacer ya nada contra nuestro estado de justicia ante Dios por
Cristo, ya que Jesús tiene el poder de “perdonar pecados”, y si él nos justifica ya
nadie puede acusarnos (Mr.2:10; Rom.8:1; 31-35). El Padre ama al Hijo, y hace todo
lo que este le pide, y además le ha dado “toda autoridad en el cielo y en la tierra”
(Mt.28:18; Jn.3:35); así que cuando el Hijo nos perdona ya no somos condenados,
pues dice que somos “justificados gratuitamente por su gracia... por medio de la fe
en su sangre” y que Dios “justifica al que es de la fe Jesús” (Rom.3:24-26).
Si nos viéramos atacados por la condenación del diablo, podemos defender
nuestra justicia por la fe, con la “coraza de justicia”, porque el diablo trata de
condenarnos todo el tiempo queriendo dañar nuestra buena relación con Dios
(Rom.5:1; 8:1). Sin embargo, somos tan justificados o justificados tan genuina, real,
legítima y ampliamente que el mismo Jesús defiende este estado nuestro ante Dios
mediante la intercesión (Heb.7:25). Debemos de guardarnos de la carne, sí, pero a
la vez debemos depender de su justicia con toda confianza (Rom.8:1; I Co.5:21).
El nombre de Jehová-Sidkenu contiene algo que podemos reclamar en todo
tiempo de duda, condenación o debilidad: “¡Señor, tú eres mi justicia!”. También es
una declaración de fe en el beneficio salvador del Calvario. El llevó nuestros
pecados en la cruz, y por tanto me gozaré de que ya se pagó por ellos (Rom.5:17-
19; II Co.5:21; I Pe.3:18).

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 20

Capítulo 5
JEHOVA-MAKADES:
El Dios que nos Santifica.
Siguiendo un orden lógico en relación con el nombre que estudiamos
anteriormente, consideremos ahora el nombre de Jehová-Makades, que es aquel a
través del cual Dios reveló la santificación que él haría en los creyentes mediante el
nuevo nacimiento, una obra interior que transformaría su naturaleza pecaminosa
inclinada hacia el mal en una naturaleza nueva que los despertara hacia Dios y les
hiciera poder agradarle en su vida.
Este nombre se halla en el libro de Exodo (31:13), libro que narra los sucesos que
sucedieron en la salida de Israel de tierra de Egipto, y durante los cuales Dios se
estaba dando a conocer a su pueblo. Entre las ordenanzas y leyes que ahora los
regirían como nación escogida, el Señor se menciona a ellos como “Jehová, que os
Santifico” (Yahweh-M’kadesh, en el original hebreo). Con este nombre les daba a
entender que él era el Dios que los había apartado para ser un pueblo propio y
santo, separado de lo malo para servirle y agradarle en santidad.

SIGNIFICADO DEL NOMBRE “JEHOVA-MAKADES”.

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 21

El nombre de Jehová-Makadesh se compone del nombre de Jehová y un segundo


vocablo hebreo, el verbo kadash, que quiere decir limpiar, escoger, consagrar,
santificar o hacer santo. En el Antiguo Testamento se aplicaba tanto en el sentido
ceremonial, de las cosas o personas que se purificaban y consagraban para el uso
del santuario, como también moralmente, en el sentido de darse una persona a una
vida devota hacia las cosas sagradas y los valores divinos, pero demostrado esto
prácticamente.
Este nombre puede ser traducido "el Señor, mi santidad", “el Señor que santifica”,
“el Señor de mi santidad”, o “el Señor que me santifica”. Este nombre revela el
hecho de que Dios proveyó para nosotros no solo el perdón de nuestros pecados,
sino también el poder para vencer el pecado, realizando un cambio radical en
nuestra naturaleza espiritual y moral (I Co.6:11; I Jn.1:7-9). Apunta al hecho de que,
por la muerte de Jesús, Dios santificaría a los creyentes de toda impureza de
corazón, haciéndolos un pueblo devoto, inclinado, asiduo, apegado y dispuesto
hacia él (I Co.1:30; 6:9-11; II Tes.5:23; Heb.13:12; I Jn.1:7-9).

NECESIDAD DE SANTIFICACION.
Aparte de ocupar ser perdonados y justificados, los seres humanos tenemos la
necesidad de ser santificados. No solo teníamos el problema de la culpa del pecado,
sino también el problema del poder del pecado, esto es, la perversión o la
impotencia de ser santos y llevar la santidad a la práctica (Rom.7). Pero por su
sacrificio Jesús nos hizo “perfectos” como sus santificados, limpiándonos de todo
pecado (Heb.10:14; Ap.1:5).
Aunque Dios nos separa a cada uno de nosotros para alguna tarea en especial
dentro de su reino, el nombre de Jehová-Makades tiene el sentido de santificación
en una forma general, de que el Señor nos ha llamado a todos los creyentes para
consagrarnos a él como su pueblo (Ex.19:4-6). Este Dios nos ha apartado para con
él porque nos anhela celosamente (St.4:5). Dentro de él nada nos hace falta, porque
“estamos completos en él” (Col.2:10).

DEFINICION DE SANTIFICACION.
Es importante entender qué es “santificación” en el sentido bíblico. Santificar
significa “apartar a alguno para consigo”. En el Antiguo Testamento llevaba la idea
de “apegarse a la ley de Dios”, mientras que en el Nuevo tiene la connotación de
“una obra que cambia la naturaleza del hombre”.
En el Nuevo Testamento, el concepto de santificar proviene del griego jaguiazo,
que quiere decir consagrar, dedicar, purificar y apartar. Bíblicamente, es un acto por
el cuál la persona es consagrada para el uso exclusivo de Dios como posesión suya
y ya no para usos y propósitos profanos. Para el creyente significa estar separado
del pecado para Dios.
La santificación es algo nuevo que trajo el Nuevo Pacto de Dios hecho en Cristo,
algo con lo que no contaba el hombre durante el antiguo pacto. La ley fue dada para
que nos apartáramos de lo malo hacia Dios (Rom.7:12), pero no tenía el poder para
quitar las malas intenciones del corazón del hombre (Heb.10:1-4). Sin embargo,
Jesús hizo una obra que quita los pecados (Heb.10:11-14). Esta obra es la

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 22

santificación, una operación sobrenatural transformadora que toma lugar al suceder


el nuevo nacimiento (I Co.6:9-11). Esto quiere decir que al momento en que uno se
convierte no solo es justificado o perdonado, sino que también es santificado o
limpiado de la práctica de pecar (I Jn.3:4-9).
La naturaleza pecaminosa sigue existiendo aún en él creyente, pero ahora se haya
completamente superada por un impulso y devoción hacia los caminos de Dios. Las
tentaciones siguen siendo un peligro para el creyente, pero su espíritu humano antes
muerto ha sido revivido y posee un amor, interés y anhelo por la persona de Cristo,
su evangelio y la forma de vida cristiana.

SANTIFICACION INMEDIATA Y PROGRESIVA.


En la Biblia, la santificación tiene un aspecto inmediato y otro aspecto progresivo.
Por una parte se nos asegura que ya hemos sido santificados (II Tes.2:13; I Pe.1:2),
pero a la vez se nos exhorta a santificarnos (Rom.6:19; I Tes.4:3,7). Aunque el
creyente ya ha sido lavado de sus pecados, aún falla a veces porque está siendo
santificado en la práctica (I Jn.1:9; 2:1). Hebreos 10:22 nos da una explicación de
esto cuando habla de nuestro ser interior y de nuestros ser exterior, haciendo una
diferencia entre:
a) Ser “purificados los corazones”, es decir, nuestro ser interior, el de nuestras
intenciones e impulsos, el cuál es lavado con sangre al momento de la
conversión (Heb.10:10).
b) Ser “lavados los cuerpos”, es decir, nuestro ser exterior, de nuestras acciones y
conducta, el cuál es limpiado con la Palabra, que es como agua para lavar
(Sal.119:107; Jn.15:3; Jn.17:17; Ef.5:26).
II Pedro 1:14-22 es un pasaje que nos habla de que la verdad contenida en la
Palabra de Dios es el agente divino que nos limpia en la práctica. Esa verdad La
verdad de la Palabra nos limpia de dos formas. Primero, nos enseña lo que es
bueno y lo que es malo para que tomemos las decisiones que agradan a Dios.
Luego, en segundo lugar, nos da revelación del poder nulo del pecado sobre
nosotros, los hijos de Dios, y nos va explicando qué tan libres del pecado hemos
sido hechos ahora en Cristo. Así renunciamos al pecado con la confianza de que
tenemos poder sobre él.
En la conversión la sangre nos lava de nuestros pecados (Heb.13:12), mientras
que en la vida cristiana el agua nos lava de los efectos de la vida natural de nuestro
viejo hombre (manchas o arrugas, según Efesios 5:26,27). En la Biblia somos
llamados “santificados” como algo que ya somos (Hch.20:32; 26:18; I Co.1:2); pero
luego también dice que seguimos siendo santificados (I Tes.5:23; I Jn.1:7; Ap.22:11).
El poder de pecar sigue existiendo en el creyente, pero el corazón está ya purificado,
por lo que se ha ido el deseo y el disfrute de pecar y ahora ha sido reemplazado por
un impulso nuevo hacia las cosas de Dios (I Jn.3:9).

FORMA EN QUE OBRA LA SANTIFICACION.


En el Antiguo Testamento tenemos que había santificación de cosas, como los
utensilios del templo, pero también de personas, como los primogénitos o los
sacerdotes. Pero en el Nuevo Testamento la santificación que Dios hace en nosotros

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 23

incluye un limpiamiento o purgación del pecado, y un apartamiento o separación del


mal.
La santificación del creyente fue obtenida a través de la ofrenda del cuerpo y
sangre de Jesús (Heb.10:10; 13:12), pero sucede al creyente en el mismo instante
de la conversión, por medio de la fe, y es obrada por el Espíritu Santo (Hch.15:9;
Rom.15:16). La Biblia dice claramente que el corazón del hijo de Dios es purificado
en la regeneración (Rom.6:6; Gal.5:24; II Tes.2:13,14; Tit.3:5; I Pe.1:2,22).
El pecado es vencido en la conversión, por lo que realmente sí podemos triunfar
sobre los malos impulsos que nos atacan. Gracias a esta santificación tenemos
poder sobre el pecado, y podemos vencer toda tentación (Rom.6:14; I Co.10:13). La
Biblia nos considera “muertos para el pecado” y libertados de su poder
(Rom.6:2,11,17,18,22).

LA SANTIFICACION Y LA REGENERACION.
Una de las cosas que nos ayudan a entender la santificación es el concepto de la
regeneración, que es otro nombre de la experiencia del nuevo nacimiento. Cuando
realizamos dentro de nosotros que al convertirnos a Cristo verdaderamente
“nacimos de nuevo” podemos caminar en una vida nueva (Jn.3:3; Rom.6:4).
Regeneración en el idioma griego original quiere decir renacimiento, renacer, nacer
otra vez, volver a nacer y volver a comenzar. Tiene la idea de un “cambio de genes”
o de naturaleza espiritual, con referencia a una vida nueva, un nuevo comienzo o
empezar a vivir de nuevo. También es una “renovación” porque nos revive al estado
original en que agradamos a Dios (Tit.3:5). Ya que la santificación nos cambia de
simiente desde adentro y nos hace hijos verdaderos suyos, somos entonces santos
porque participamos de su santidad (Heb.12:10; I Pe.1:3,4).
Renacer no es una metáfora de la “adopción”, sino un nuevo nacimiento real que
nos concede participación real de la naturaleza divina (II Pe.1:3,4)..

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 24

Capítulo 6
JEHOVA-ROJI:
El Dios que nos Pastorea.

Analicemos ahora el nombre de Jehová-Roji, a través del cuál Dios revela a su


pueblo su corazón cálido y amoroso mediante el cuál está dispuesto a derramar
sobre ellos todas sus bendiciones. Este nombre se halla en el conocido Salmo 23, el
“salmo del pastor”, que dice “Jehová es mi pastor” (o Yahweh-Roji, en el hebreo
original), y luego completa “nada me faltará” (Sal.23:1).
Este pasaje fue inspirado por Dios al rey David, quien había sido pastor de ovejas
y después vino a ser “pastor” o guía sobre todo Israel (I Sam.7:8). Habiendo
conocido el oficio y por haber visto la mano de Dios sobre su propia vida, David
podía atestiguar de la ternura paternal del Señor para con su pueblo, y de su atento
cuidado sobre ellos, como el de un pastor sobre sus ovejas. Este rey había sido
personalmente pastoreado por Dios y expresa en este salmo su confianza y
seguridad en la calidez del amor divino.

SIGINIFICADO DEL NOMBRE “JEHOVA-ROJI”.


El nombre de Jehová-Roji se compone del nombre de Jehová y un segundo
vocablo hebreo, raaj, que quiere decir “uno que atiende un rebaño”, “líder”, “pastor”,
“compañero”. Este nombre apunta al hecho de que Dios convive de una manera
cercana y compasiva con sus hijos, y que tiene cuidado de cada uno de ellos. En
este tenor, Dios Padre prometió por este nombre que él se derramaría a sí mismo en
amor hacia aquellos que se hicieran creyentes en su Hijo, y que guiaría a los
miembros de a Iglesia hacia la plenitud de las bendiciones que él preparó para ellos
(I Co.2:9).
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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 25

La idea aquí es de un Dios no solo provechoso y benefactor, pero también


apetecible y “disfrutable”, amable y agradable, a la vez que perfectamente confiable,
pues que siempre nos guiará a pastos verdes. Este pastor dirige nuestras vidas
hacia donde podemos comer alimentos saludables.
Este nombre también puede traducirse “el Señor que nos pastorea”. Es una fuerte
revelación del carácter amoroso, cuidadoso, paciente, abnegado, entregado,
dispuesto y cariñoso del Padre, quien tiene un cuidado personal sobre cada una de
sus ovejas (Sal.23; Jn.10:11,27,28; Heb.3:20). Este nombre quiere decir acerca de
Dios: “Jehová el que me pastorea a mí”. Todos los que no le siguen son también
ovejas, pero descarriadas, pues han seguido otro pastor. Pero nosotros podemos
decir “el Señor es mi pastor”, mi guía personal.
Este nombre muestra una relación muy íntima y única de cuidado personal
motivado por el amor. Su vara de corrección y su cayado de dirección nos dan
aliento para continuar.

DEFINICION Y BENDICION DE UN PASTOR.


Todos los creyentes tenemos la necesidad de ser pastoreados por un pastor que
nos provea de alimento para nuestra alma. Un pastor es uno que cuida del ganado,
es decir, ovejas espirituales, y lo lleva al campo a pastar. Tiene tres funciones, las
cuales también el Señor realiza con destreza por nosotros:
) Alimentación (Is.55:1,2). Pastor viene de “pasto” y “pacer”, que no es otra cosa
que apacentar, pastorear, comer el ganado hierba en el campo para alimentarse.
Dios nos lleva hacia donde hay lo que necesitamos y nos ofrece “delicados
pastos” que nos nutren verdaderamente (Sal.23:2). Jesús dijo: “El que por mí
entrare hallará pastos” (Jn.10:9).
a) Guianza (Sal.5:8; 27:11). Todos comemos por naturaleza, pero él nos lleva
donde debemos comer. Jesús dijo que el pastor “va delante de las ovejas, y ellas
le siguen, porque conocen su voz” (Jn.10:4). Este pastor nos habla por nombre y
nosotros podemos reconocemos su voz (Jn.10:4,27).
b) Protección (Ef.5:29). La extensión de su cuidado pastoral llega hasta librarnos
de los malos guías que llegan a nuestra vida, ya sea “el ladrón” o Satanás
(Jn.10:10), ya sean malos obreros que vienen a escondidas, llamados “ladrones”
y “salteadores” (Jn.10:1), o ya sean los que se presentan abiertamente, llamados
“extraños” o “asalariados” (Jn.10:5,12). En su responsable protección, este
pastor nos habla por nombre y cuando nosotros reconocemos su voz nos libra
del lobo (Jn.10:3,27).
Pero para realizar esta triple función se necesitan dos cosas. Primeramente
paciencia, es decir calma o tranquilidad en la espera, la virtud cristiana que se opone
a la ira y nos capacita para no desesperarnos de los otros con el fin de auxiliarles en
amor (Sal.103:13,14).
Pero luego también, para pastorear se ocupa la comprensión. Esta es la tolerancia
y la bondad de ponerse en el lugar del otro para comprender y respetar su nivel de
entendimiento y madurez, pero también para escuchar sus temores y sufrir sus
lágrimas. Podemos decir que Jesús por este motivo vino a la tierra, a ser como uno

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 26

de nosotros (Heb.2:9-18). No podemos comprender hasta que nos ponemos en el


mismo lugar del otro, y así hizo el Maestro con nosotros.
El ser humano tiene 3 necesidades básicas: (a) Dar y recibir amor (Jer.31:3;
Rom.5:5); (b) Seguridad y confianza (Jn.10:27-29); y (c) Aceptación (Ef.1:6,7;
Jn.6:36). Cuando estas cosas faltan en la vida de alguno causan golpes y mal
funcionamiento en nuestras vidas. Pero cuando él nos pastorea nos arregla en lo
que estamos descompuestos. Dios suple ampliamente para cada una de nuestras
necesidades morales.

EL PASTOREO DE JESUS.
Jesús es el pastor por excelencia (I Pe.5:4). El mismo dijo “yo soy el buen pastor;
el buen pastor su vida da por las ovejas” (Jn.10:11). Y verdaderamente lo hizo pues,
siendo pastor, tomó forma y castigo de oveja al ser llevado al matadero, tomando el
lugar de una oveja por su rebaño (Is.53:7; Rom.8:36). Aquí la palabra “buen” quiere
decir excelente, noble, ideal, apuesto y de semblante agradable. El es llamado “el
gran pastor de las ovejas” y “el obispo de nuestras almas” (Heb.13:20,21; I Pe.2:25).
El Señor Jesucristo ya ha demostrado ser un buen pastor para sus ovejas en
varias cosas:
1. Vino desde el cielo para proveernos su vida, o “hacernos vivir” (v.10).
2. Nos compró una vida abundante (v.10).
3. Dio su misma vida por las ovejas (v.11).
4. Tiene cuidado personal de cada una de sus ovejas (v.14); las trata y se deja
conocer de cada una de ellas.
En Juan 10:9 Jesús dijo que quien entrare por él “entrará y saldrá”. ¿A qué se
refieren estas cosas? La vida cristiana es un constante entrar y salir. “Entramos” a lo
espiritual cuando vamos al templo, a la oración, a la palabra, al compañerismo, al
retiro y al ayuno; pero luego “salimos” a lo temporal cuando vamos al trabajo, a la
vida diaria, a la convivencia con el mundo, a los retos de la vida y a los ataques del
enemigo. Todos necesitamos entrar, pero también salir, porque dentro estamos
seguros recibiendo los beneficios y cuidados de su rebaño, no cumplimos a plenitud
la voluntad de Dios. Fuera puede haber peligros, pero también dentro
(Jn.10:1,12,13). La prueba, entonces, de ser verdaderas ovejas no es solo estar
dentro de la iglesia, sino oír su voz y seguirle en verdad (Jn.10:4,27,28). Lo que
define a un verdadero seguidor en realidad es más bien no estar siguiendo a otro
guía, sino solo a Cristo.

PERFECTA SATISFACCION DE NUESTRA NECESIDAD.


El nombre de Jehová-Roji nos enseña que Dios está consciente de nuestras
necesidades morales más íntimas, y que siempre estará dispuesto a darnos el
consejo y la guianza precisa que necesitamos para cada situación, pero también las
palabras de consuelo y fortaleza que nos mantengan de pie en la carrera espiritual
(Jn.10:27,28).
El salmo 23 establece que nada nos faltará para sustento cuando el Señor es
nuestro pastor y estamos en su rebaño, porque siempre nos guiará a buenos pastos
y a aguas saludables. Aquí el verbo “faltar” tiene un sentido muy amplio. No solo

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 27

lleva el concepto principal de que no nos faltará el cuidado, manejo y atención


adecuada del pastor para nosotros, su rebaño, sino que también lleva la idea
profunda de estar tan perfectamente satisfecho con el cuidado del buen pastor que
no se anhela ni se desea nada más, y ni siquiera se piensa en salir de su rebaño
porque todo lo que necesitamos como persona humana y espiritual lo hemos
encontrado en él. Este concepto está relación directa a lo que Jesús dijo acerca de
la “vida en abundancia” que él vino a darnos, y lo que dijo Pablo acerca de que
“estamos completos en él” (Jn.10:10; Col.2:10).
¿Dónde podría encontrarse mayor satisfacción que en el aprisco del pastor que
“en su brazo lleva los corderos, y en su seno pastorea suavemente a las recién
paridas”? (Is.40:10,11). Este guía es tan afable y gentil que “te pastoreará siempre, y
en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos” (Is.58:11).

Capítulo 7
JEHOVA-RAFA:
El Dios que Sufrió Nuestros Dolores.
Consideremos ahora el nombre de Dios que tiene qué ver con su revelación como
el Dios que sana los padecimientos de nuestro cuerpo físico, Jehová-Rafa, por
medio del cuál prometio ser nuestro médico y que curaría todas nuestras
enfermedades.
Este nombre se halla en el pasaje de Exodo 15, donde se registra que los hijos de
Israel llegaron a Mara, donde las aguas eran amargas. Cuando el pueblo murmuró
contra Moisés, este clamó a Jehová quien le mostró un árbol que endulzó las aguas
al entrar en contacto con ellas. Allí fue donde, después de esta prueba, les dio
estatutos y ordenanzas, y les prometió que si las seguían no tendrían “ninguna
enfermedad”, “porque” dijo “Yo soy Jehová, tu sanador” (Yahweh-Rafah, en el
original hebreo, Ex.15:26).

SIGINIFICADO DEL NOMBRE “JEHOVA-RAFA”.


El nombre de Jehová-Rafa se compone del nombre de Jehová y un segundo
vocablo hebreo, rafah ó rofe, un verbo que quiere decir remendar, reparar,
recomponer y mejorar, y también sanar, curar, aliviar y restablecer físicamente, todo
esto en el sentido de devolver la salud al cuerpo humano.
Este nombre también puede ser traducido como “Jehová, tu sanador”, “Jehová, tu
médico”, “el Señor quien te sana” y “el Señor que te cura (o te alivia de la
enfermedad)”. Claramente, estas palabras se refieren de forma directa a aliviar los
dolores físicos, no los espirituales, de los hijos de Dios, porque precisamente antes
de revelarse en este nombre Dios da la promesa “ninguna enfermedad de las que
envié a los egipcios te enviaré a ti” (Ex.15:26).
Este nombre compuesto de Dios es la promesa firme de que en Cristo se nos ha
comprado completa sanidad física. En él miramos el anhelo latente de Dios por

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librarnos de toda queja corporal y su interés de que gocemos de una salud perfecta
(Ex.23:25,26).

IMPORTANCIA DE LA PROMESA DE SANIDAD.


Este nombre es la declaración de una parte trascendente del plan redentivo de
Dios: La sanidad de nuestros cuerpos mortales como una obra ganada en su
sacrificio. Para Dios es importantísimo que sus hijos estemos en condición de
caminar sin quejas ni obstáculos, tal como en el pasaje de Exodo 15 se les mostró
como Sanador para que estuvieran en condiciones de continuar su camino por el
desierto (Sal.105:37).
Al decir “ninguna enfermedad TE ENVIARE” Dios está mostrando su poder y
control completo sobre las enfermedades del hombre. Él puede hacer que vengan o
que no vengan sobre el hombre, sin embargo no las hará venir a nosotros que
estamos en Cristo, pero lo menciona para revelar su potestad sobre todo
padecimiento. Jesús mostró esta autoridad sobre la enfermedad en su propio
ministerio, echando fuera a las enfermedades (Lc.4:39). Luego dio esta misma
potestad a sus discípulos (Mt.10:1ss).
Podemos decir que Dios quiso sanarnos por dos motivos:
1. Porque la sanidad de nuestro cuerpo físico es muy importante para que
trabajemos en la obra de Dios, y por tanto, para el extendimiento del evangelio.
2. Porque sanar es parte del carácter amoroso de Dios. El Señor ama a sus hijos en
todas las áreas que los componen, su espíritu, su alma y su cuerpo.
Se puede decir que por estas dos razones la sanidad de nuestro cuerpo físico fue
incluida en la redención efectuada por Cristo.

EL REQUERIMIENTO DE LA OBEDIENCIA.
Según Exodo 15:26, para podernos dar esta bendición Dios solo nos pide (1) oír
atentamente su voz, (2) hacer lo recto delante de sus ojos, (3) oír sus
mandamientos, y (3) guardar todos sus estatutos. Esto no significa que vayamos a
obtener la sanidad por nuestros méritos, pues es dada por gracia, pero Dios pide de
nosotros obediencia para que esta bendición ya obtenida no tenga obstáculos, ni
Satanás interponga acusación alguna en nuestra contra. Como todo médico, el
Señor nos da aquí su receta para ser curados: La dosis de su Palabra y de
obediencia a la misma. Si seguimos sus instrucciones Dios no tendrá inconveniente
en manifestar su sanidad a nosotros (Pr.3:6-8; 4:20-22).
El Señor es un médico que siempre quiere atendernos, pero a quien también
tenemos qué confesarle todo lo que sentimos, y luego seguir sus prescripciones al
pie de la letra para ser curados.

EL CARACTER COMPASIVO DEL SANADOR.


El nombre de Jehová-Rafa es una revelación de Dios en su esencia de amor,
brotando como una fuente de compasión desde lo más profundo de su ser, en su
deseo de llevar nuestros dolores, atendernos, ayudarnos y librarnos de todo dolor y
sufrimiento.
También es una clara expresión de su voluntad de sanar toda enfermedad. Si se
reveló a su pueblo tomando el título de médico, fue para mostrar su anhelo y
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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 29

facultad de sanar. Su voluntad es la sanidad completa de su pueblo, pues para esto


es su sanador, su médico. El nombre es una invitación a confiar y a recibir su ayuda
total.
Al revelarse con este nombre Dios está diciendo: “Deja que te sane. Confía en mí,
para que así te muestre mi amor y mi interés, mi compasión y mi apoyo, y luego mi
poder disponible para tu necesidad”.
Varios atributos de la personalidad y carácter de Dios son demostrados en su
nombre Jehová-Rafa, y se manifiestan cuando ocurre su sanidad, entre ellos:
a) La bondad (Sal.23:6; 31:19; 52:1). Esta es la cualidad voluntaria de no hacer el
mal sino obrar el bien. Es la ausencia de deseos malos o perversos, y la
inclinación de realizar solo el bien. Verdaderamente Dios es buena, pues desea
la felicidad de sus hijos.
) La misericordia (Sal.86:15; 103:11; 145:9). Esta cualidad es definida como el
amor ejercido hacia el miserable o que padece necesidad.
a) La piedad (Is.63:7). Esta es la práctica del favor al prójimo, la realización de todo
acto que favorezca a otros.
b) La compasión (Is.54:8,9). Esta es la aflicción por los males ajenos.

SANIDAD DIVINA Y SALUD DIVINA.


En la redención Dios proveyó para el hombre dos cosas en cuanto a su salud
física, relacionadas pero distintas: Sanidad divina y salud divina. La primera es una
obra que Dios hace cuando estamos enfermos, y la otra es una altura de fe en la
que no enfermamos de nada por la convicción que da el Espíritu acerca de que
hemos sido hechos libres de toda enfermedad.
La sanidad divina se manifiesta cuando hemos enfermado y alguien, mediante la
oración de fe, la imposición de manos o el ungimiento con aceite, nos ministra
sanidad y recibimos de nuevo el restablecimiento físico. Esta obra sobrenatural sirve
al que no conoce a Dios (Mt.10:5-8; Mr.16:17,18), pero también sirve al creyente que
no ha crecido en fe hasta vivir en salud divina por sí solo (I Co.12:24-31).
Por otra parte, la salud divina, es la que goza el creyente cuando ha recibido
suficiente revelación espiritual acerca de la victoria que se le ha provisto contra la
enfermedad. Este creyente, aunque es atacado por la enfermedad, no enferma sino
que vence la enfermedad antes que esta le toque. Esto puede hacerlo porque ha
entendido 3 cosas: (1) La extensión de la obra de Cristo, que llega hasta su cuerpo,
(2) la superderrota y vergüenza del poder de la enfermedad y de la muerte, y (3) la
suficiencia del poder sanador de Dios, que no necesita depender de los medios
físicos, naturales o científicos para ser sano.
Todo creyente puede llegar a gozar la bendición de vivir en salud divina,
compenetrándose de la revelación de las Escrituras que tratan de este tema.
Conforme su fe se desarrolla experimentará mayores niveles de victoria. Sin
embargo, los creyentes deben respetare unos a otros cuando se hallan en diferentes
niveles de fe, porque es normal que unos se desarrollamos más rápido que otros.
Tampoco debemos medir nuestra propia relación espiritual con Dios o la de otros
según el grado la sanidad de que gocemos, ya que nuestra relación con Dios sincera

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por medio de Cristo nos hace aceptos desde el principio ante Dios, no importando
nuestra condición física.

LAS 4 PIEDRAS ANGULARES DE LA SANIDAD DIVINA.


La bendición de la sanidad divina es un hecho incuestionable establecido en la
Escritura. He aquí los cuatro puntos que resumen esta doctrina bíblica:

1. La Perfecta Voluntad de Dios es la Perfecta Salud del Hombre.


Primeramente, debemos estar convencidos de que la sanidad del hombre es
voluntad de Dios. El Señor hizo al hombre en un estado de perfecta salud física, y
ahora cuando padece enfermedad para esto es su sanador (II Jn.2; Mt.7:11).
La salud divina siempre es la voluntad de Dios y él la hizo disponible para su
pueblo a través de la fe, e incluso para el inconverso a través de la ministración
poderosa de los creyentes (Sal.103:3; Mt.8:2,3; Mr.16:16-18).

2) Origen Satánico de la Enfermedad.


Cuando entró el pecado en la humanidad por medio del diablo fue cuando entró la
enfermedad. Por tanto, toda enfermedad es de origen satánico, sea directamente
(cuando él ha puesto tal opresión en la persona), o indirectamente (cuando la
persona a enfermado por causas naturales). Sea como sea que se presente la
enfermedad, de todos modos es obra del diablo, porque no fue nunca parte del plan
original de Dios para el hombre, pero sí del plan destructivo de Satanás (Hch.10:38).
La destrucción y opresión del hombre corresponden al carácter de Satanás y no al
de Dios (Sal.108:4; Jn.10:10).
Con esto no queremos decir que esté endemoniado todo el que la padezca, sino
más bien que es demoniaco que la enfermedad exista y es que intención demoniaca
que una persona esté oprimida de tal manera (Luc.13:16). La Biblia afirma que
cuando reinó el pecado, reinó la muerte, la cuál es un espíritu que comanda a la
enfermedad (Rom.5:12).

3) El Tiempo Pasado de la Redención Sanadora.


Un hecho de importancia para recibir sanidad es reconocer que el Sanador ya nos
sanó, pues venció la enfermedad en la cruz del Calvario (Is.53:4,5). En realidad, la
toda la enfermedad ya está derrotada, y solo nos resta a nosotros apropiarnos de las
promesas de Dios aquí y ahora. Cuando resistimos la enfermedad en el nombre de
Jesús, estamos peleando contra un enemigo derrotado, pues cuando el Señor
Jesucristo murió por el pecado, murió también por la enfermedad (I Pe.2:24). ¡El
Sanador ya nos sanó! El nos ha redimido y ahora somos sus “redimidos” (Gal.3:13).

4) La Apropiación por Fe de la Sanidad por Parte del Creyente.


Cualquiera que cree puede ser sanado ahora. La sanidad ahora ya tiene qué ser
comprada por nuestras obras, sino que es nuestra por la obra ya completada de

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 31

Jesucristo en la cruz del Calvario (Ex.23:25,26; Dt.7:12-15). Hoy solo es cuestión de


poner nuestra fe en los padecimientos sustitutorios de Jesús según las promesas de
las Escrituras y creer por la fe que los recibimos (Heb.11:1,6).
En su nombre Jehová-Rafah Dios mostró de antemano lo que haría al momento
de la muerte de Cristo en cuanto al bienestar de nuestro cuerpo físico, en ese mismo
instante que Jesús dijo “consumado es” (Jn.19:30). Este nombre nos muestra su
poder de sanar (sanidad posible), así como su anhelo de sanar (sanidad disponible).
Esto, sumado a la fe del creyente, es la victoria sobre toda enfermedad. Así tenemos
que:
Poder divino de sanidad
Anhelo divino de sanar
+ Apropiación del creyente
Sanidad y salud divina
Si nos acercamos a nuestro Sanador con la fe de aquella mujer que tocó el borde
de su manto, podemos hacer que su poder fluya hacia nosotros (Lc.8:43-48). El nos
ha hecho muchas promesas de sanidad en la Biblia (Jer.30:17), y estas son las que
debemos de leer y releer hasta que entren profundo en nuestro hombre interior y se
hagan parte de nuestra convicción cristiana (Pr.4:20-22). Así se va fortaleciendo
nuestra fe y recibiremos sanidad, y luego también viviremos sobrenaturalmente en la
salud que Jesús ya compró en nuestro favor (Rom.10:17).

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 32

Capítulo 8
JEHOVA-SALOM:
El Dios de Nuestra Estabilidad.
Nos toca ahora estudiar a fondo el nombre de Dios que tiene qué ver con su
revelación como el Dios que nos brinda una vida de seguridad en el sentido exterior
y temporal de nuestra vida. Este nombre es Jehová-Salom, por medio del cuál
prometió suplir nuestras necesidades materiales y controlar las circunstancias de
nuestro alrededor para que vivamos confiadamente.
Este nombre se halla en el pasaje de Jueces 6, donde el ángel de Dios apareció a
un varón llamado Gedeón cuando Israel estaba siendo saqueados por los
madianitas. En su miedo por ser atacado constantemente, él estaba apurado
limpiando trigo para no ser sorprendido por los saqueadores, cuando el ángel le dijo
que no temiera porque su visita era para darles la paz de Jehová, devolviendo
tranquilidad y prosperidad a su territorio nuevamente. Jueces 6:24 dice que “edificó
allí Gedeón altar a Jehová, y lo llamó Jehová-Salom” (Yahweh-Shalom, en hebreo),
que quiere decir “Jehová es paz”.

SIGINIFICADO DEL NOMBRE “JEHOVA-SALOM”.


El nombre de Jehová-Salom se compone del nombre de Jehová y un segundo
vocablo hebreo, shalom, que quiere seguridad, bien, felicidad, bienestar. Indica una
prosperidad perfecta y completa que incluye salud, prosperidad material y paz. Se
traduce por todo el Antiguo Testamento como seguridad, plenitud, perfección,
aseguranza, restitución, paz, establecimiento, estabilidad, bienestar y prosperidad.
Esta palabra, a su vez, se deriva del verbo shalam, que significa completar, hacer
prosperar y estar seguro (en mente, cuerpo y las circunstancias alrededor de una
persona).
Este nombre se traduce “el Señor es mi paz” y “mi Dios es paz”. Es una indicación
de que en la cruz se nos ha provisto de una vida de goce, tranquilidad y estabilidad
durante nuestra estancia temporal en la tierra, una forma de vivir en la que somos
libres de toda inseguridad y desasosiego, y en la que recibiremos sustento seguro y
tendremos la provisión para cada necesidad (Fil.4:19).

TIPOS DE PAZ QUE CUBRE EL SHALOM DE DIOS.

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 33

Paz es tranquilidad y sosiego, lo opuesto a la turbación. El Señor es nuestra paz


en dos sentidos, de los cuáles el primero trae como resultado el segundo:
1. Paz interior (Rom.5:1,2). Esto es paz con lo celestial, para con Dios, de quien
estábamos caídos y con estábamos en conflicto por causa del pecado.
2. Paz exterior (Sal.37:11; Jer.33:6). Esto es paz en cuanto a lo terrenal, paz en
medio de la tempestad de la vida, y tiene qué ver con protección, seguridad y
confianza.
De estos dos tipos de paz el primero fue ya considerado bajo el nombre Jehová-
Jire, donde Dios proveyó un sacrificio que nos reconcilió con Dios. Todo otro tipo de
paz depende de nuestra paz interior. Jesús es llamado “sar-shalom”, Príncipe de
Paz (Is.9:6,7; Nah.1:15). Tenerlo a él y sentirlo cerca es tener paz (Jn.14:27). Pero la
revelación de Dios como Jehová-Salom nos habla más bien del segundo tipo. Jesús,
que es el pan de vida espiritual, también se preocupa porque tengamos el pan
material (Mt.6:25-34). Aparte de su perdón, en él tenemos también el suplir para
cada necesidad. Su paz incluye salvación y bendición, pero también maravilloso
bienestar.

ESTABILIDAD ECONOMICA COMO FACTOR DE PAZ.


La paz a que Dios se refiere en este nombre también tiene qué ver con el factor
económico, porque las cosas materiales son las que tienen un fuerte potencial de
preocuparnos y traernos desasosiego y temor. Pero él dice que si cuida de las aves
cuidará también de nosotros (Mt.6:25-34).
En el pasaje de Jueces 6 los madianitas personifican a espíritus demoniacos
devoradores (cf.Mal.3:10,11). Analicemos todas las veces que se menciona el
asunto de lo material en este pasaje, y veremos que lo que estaba atacando a los
israelitas eran el devorador y la pobreza, dos espíritus diferentes pero que trabajan
juntos, uno destruyendo lo que tenemos y el otro impidiendo que tengamos más.
Esta estabilidad que Dios nos promete a través de su nombre también es
financiera, porque el hebreo shalom también significa “prosperidad” (como en
Sal.73:3). Para el judío está muy ligado el ser librado de los enemigos y prosperar, y
descansan firmemente en el hecho de que como hijos de Abraham Dios bendecirá el
trabajo de sus manos. Así mismo, en el pensamiento del Antiguo Testamento el
concepto de paz dentro del pueblo de Dios casi siempre toma en cuenta el sustento;
shalom da a entender una estabilidad que trae consigo toda bendición material.
La paz que necesitamos incluye el sustento, pues no es fácil tener paz cuando no
hay comida, cuando se descompone todo, cuando no hay calzado o vestido, cuando
hay grandes deudas y perdemos poder adquisitivo, o cuando no tenemos trabajo. En
una situación así es fácil que se presente el desasosiego, la angustia, la
preocupación, el estrés familiar, conyugal y personal, o aún hasta úlceras, nervios y
cambios en nuestro carácter. Allí nos sentimos como en aquel tiempo de Gedeón,
cuando la tierra no estaba dando su fruto y lo poco que daba se lo comían los
enemigos, que hoy pueden ser los cobradores y acreedores, o las situaciones
imprevistas, como robos y accidentes. Cuando estas cosas suceden a este grado
constituyen una seña de que hemos perdido la estabilidad (shalom) de Dios y
necesitamos conseguirla de nuevo.

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 34

UN DIOS QUE SUPLE A UN PUEBLO QUE CREE.


Dios suplió a su pueblo aguas dulces en medio del desierto, y así calma nuestras
angustias en calma (Ex.15:22-25; 17:1-7). El Dios de Paz es quien nos protege de
ataques exteriores, que todos tenemos. Según Romanos 8:35 somos más que
vencedores sobre 2 tipos de enemigos. Primero, los ataques a nuestra integridad
personal, que son la tribulación, angustia, persecución, peligro y espada. Pero luego
están también los ataques a nuestro sustento, que son hambre y desnudez, los
mismos que mencionó Jesús cuando dijo que a veces preguntamos “¿qué
comeremos?”, y “¿qué vestiremos?” (II Co.11:27). Dios nos ha dado muchas
promesas de que proveerá nuestro sustento (Sal.23:1; 37:25; Jn.10:10; Rom.5:17;
8:2,32; I Co.10:13; Gal.3:13,14; Fil.4:13,19). Si de su mano recibe sustento toda la
creación, también El suple cada necesidad de su pueblo.
Cuando Dios suple nuestras necesidades esto nos da paz, pero como nuestra paz
no debe estar basada en las cosas materiales en sí mismas sino en Dios, existe
entonces un proceso por el que tenemos qué pasar para aprender a confiar y
descansar en Dios para las cosas de la vida. El Señor es un buen suplidor, pero
prueba nuestra fe para estirarla y enseñarnos a creer tranquilamente en él, porque
se agrada que le sirvamos por fe y no por vista. No podemos conocer plenamente a
Dios hasta que le hemos aprendido a esperar en él sin quejas ni dudas (I Pe.1:7).
Generalmente nuestra confianza atraviesa una jornada de tres niveles:
(1) Poca fe (Mt.6:30; 8:26). Esto sucede cuando pensamos todo el día en nuestras
necesidades y carencias.
(2) Mucha fe (Mt.15:28). Esto sucede cuando ya podemos decir “Dios proveerá”, con
esperanzas pero todavía sin cierta inseguridad.
(3) Plena fe (Mt.8:10). Esto sucede cuando, aunque no veamos las cosas, decimos
con certeza “nada me falta” y hemos conocido a Dios como “más que suficiente”.
La fe es como un músculo, que se desarrolla con el uso. Jesús dijo que aunque
fuera muy pequeña, como un grano de mostaza, podría llegar a hacer grande si se
ponía a trabajar (Mt.17:20; Mr.4:31,32; Lc.17:5,6).

LA ADORACION A DIOS: EL SECRETO PARA OBTENER ESTABILIDAD Y


CONSERVARLA.
La operación del devorador siempre está ligada a la desobediencia o al apartarse
del Señor, y venía como un castigo sobre el pueblo del Señor. Shalom es un pacto.
El hombre no puede estar en conflicto con Dios y tener tranquilidad terrenal o
estabilidad material. El “shalom” que da Dios es firme porque tiene qué ver con
darnos firmeza, no solo suplirnos las cosas, porque usted no solo necesita provisión
sino estabilidad y seguridad.
En Jueces 6 miramos que el pueblo de Dios estaba en una situación de
decadencia espiritual, y esta era la razón por la que experimentaban desgracia
material. A la muerte de Josué el pueblo perdió su gobierno central, por lo que “cada
quien hacía lo que bien le parecía” (Jue.17:6; 21:25). Se apartaron de Dios adorando
ídolos por lo que Dios los entregaba en manos de sus enemigos (Jue.2:11-23). En
su opresión al pueblo clamaba a Dios y él los libró en este tiempo por medio de

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 35

jueces como Sansón, Barac y Jefté. También Gedeón fue escogido para este
trabajo.
Como solución a su decadencia y sufrimiento, el ángel de Jehová (que no era otro
sino Dios Hijo) mandó a Gedeón: “Derriba el altar de Baal... y edifica altar a Jehová”
(Jue.6:25,26). Con esto constatamos que nuestra situación material depende
directamente de la espiritual, de nuestra adoración o a quién tenemos en el centro
de nuestro corazón. Siempre somos saqueados cuando dejamos de rendir adoración
a Dios y ponemos nuestra atención en otras cosas, porque la bendición de Dios está
cuando él es el centro de toda nuestra vida. ¿Cómo librarnos de quién nos ha
quitado nuestro “shalom”, el sustento y la estabilidad? Pues haciendo paz (shalom)
con Dios. Nuestros problemas a menudo vienen a causa de que nos apartamos
poco a poco de nuestro Dios.
Levítico 26 también habla de “shalom”, y nos da una explicación de qué es y cómo
viene a nuestra vida. Allí vemos que “shalom” viene solo de parte de Dios y que es
esa seguridad y estabilidad en el sustento que tanto necesitamos. El versículo 2 nos
da una fórmula para hacer que la bendición no se convierta en un dios para
nosotros: (a) Guardar el día de reposo, y (b) revenciar el santuario, esto es, con
nuestros diezmos y nuestras ofrendas. Dios es el factor de la estabilidad. Si usted no
hace estas dos cosas, entonces ya no está dándole la gloria, y tarde que temprano
perderá su “shalom” y volverá a batallar en las circunstancias de la vida.
Isaías 48 habla del “shalom” que Dios da, y nos da las tres avenidas infalibles por
las que viene la prosperidad a nuestra vida: [1] Elección, o estar en la perfecta
voluntad de Dios para nosotros (v.15); [2] Conocimiento espiritual (v.17); y [3]
Obediencia (v.18).

LAS 10 REGLAS DE SABIDURIA PARA PROSPERAR.


Aunque Dios ha prometido suplirnos todas las cosas que necesitemos, la actitud
del cristiano hacia las cosas materiales debe ser limpia y sabia. He aquí varios
puntos que hemos de considerar en todo momento para que la bendición de Dios
repose en todo momento sobre nuestras vidas:
1. Dios desea que reconozcamos que él es el verdadero dueño de todas las cosas,
y que él es la fuente de todo lo que disfrutamos (Dt.8:11-20; I Cr.29:11; Sal.24:1;
St.1:17).
2. Dios no ha prometido hacer millonario a todo el que cree en él, pero sí suplir
todas nuestras necesidades y aumentar la bendición sobre nuestras vidas
(Pr.4:18; Fil.4:19).
3. Dios nos desea que nos perdamos eternamente por causa de las cosas
materiales (Lc.12:15-21; I Tim.6:9-10). Dios requiere que mantengamos la
perspectiva correcta acerca de las cosas materiales (St.1:9-11; Ap.3:15-18).
4. Dios no quiere que sacrifiquemos carácter ni testimonio por causa de las cosas
materiales. La verdadera prosperidad involucra temer a Dios, ayudar al
necesitado y obedecer la Palabra (Sal.112).
5. Dios no va a prosperar a quienes no son disciplinados, trabajadores y
responsables (Pr.10:4,5; 12:24). Dios no apoya la desobligación en el mundo (II
Tes.3:6-13; I Tim.6:5).

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 36

6. Dios no quiere que el dinero se convierta en nuestro dios (Mt.6:24). Por tanto
entonces nos pide un porcentaje de nuestra semana para adorarlo (Ex.20:8-12),
y un porcentaje de nuestra ganancia, el diezmo (Lv.27:30-33), para demostrarle
que él es a quien adoramos y servimos.
7. Dios requiere que sostengamos la obra del reino para podernos prosperar
(Hag.1:1-11; I Co.9:6-14; II Co.9:5-13).
8. Dios empezará siempre por prosperarnos espiritualmente primero, antes que
derramar sus bendición material (Mt.6:33; III Jn.3).
9. Dios no quiere que estemos ansiosos, o que perdamos la paz o la cabeza por
loas cosas materiales, ni que dejemos de alabarlo cuando haya necesidad
(Mt.6:34; Fil.4:6,11,12; I Tim.6:6-8).
10. Dios no quiere que hagamos diferencia entre las personas en base a sus
posesiones materiales o nivel económico, sino que veamos a todos por igual (I
Co.1:26-29; St.2:1-9).
Por su misma naturaleza, las cosas materiales tienen el potencial de distraernos o
hasta apartarnos de nuestro Dios, y así perder para siempre nuestro propósito. Pero
con todo, si guardamos el balance correcto necesario en cuanto a ellas, se
convierten en un medio de bendición para nuestra persona, nuestra familia y para el
reino de Dios.

LA PAZ Y SEGURIDAD DEL CRISTIANO ANTE LA VIDA.


¿Cómo se logra la paz del alma? Buscando la presencia de Dios y no ocultando
nada delante de él (Sal.4:8; Ef.4:3). La paz de Dios guarda nuestros corazones y
nuestras mentes cuando practicamos la oración (Fil.46,7); es un fruto que produce el
Espíritu en nosotros conforme andamos en él (Gal.5:22,23).
Jehová-Salom nos brinda una paz interior preciosa que nos guarda de toda
preocupación y nos hace sentirnos seguros en él (Col.1:20-22; Fil.4:6,7; II Tim.1:7).
Jesús nos ha prometido esa paz (Jn.14:27), una que no es como la que da el
mundo, pasajera y dependiente de las circunstancias externas. Cuando Jesús dijo
“mi paz os doy” nos heredó su paz, es decir, su tranquilidad y confianza en el control
y reinado del Padre; por tanto es nuestra y tenemos derecha a tomarla, dependiendo
de Dios tal como Jesús lo hizo. Parémonos frente a toda circunstancia violenta y
digámosle: -No me asustas más, pues he heredado paz y confío. El Dios que vive
dentro de mí es paz, y por eso tengo paz en mi alma. Puedo alabarle porque sé que
él está moviéndose a mi favor. Le creo que me cuida y que trabaja ahora mismo
para bendecirme.- Tomemos esta paz, porque Jesús nos dio el derecho de tomarla
como herederos de Dios. Recordemos que la mano de Dios se mueve en nuestra
confianza.

Capítulo 9
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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 37

JEHOVA-NISI:
El Dios que nos Abandera.
Nos toca ahora estudiar a fondo el nombre de Dios que tiene qué ver con su
defensa y protección de nuestra persona en momentos de dificultad y amenaza.
Este nombre es Jehová-Nisi, una revelación de Dios como aquel que está enfrente
de nosotros en la batalla, tanto personalmente y también como pueblo del Señor.
Este nombre se halla en el pasaje de Exodo 17:8-16, un evento conocido como “la
guerra con Amalec”. Allí el pueblo de Dios libró una batalla grande contra el ejército
de las amalecitas, pero también así fue la victoria que Dios les dio. “Josué deshizo a
Amalec”. Sin embargo, se aclara que el secreto de tan grande triunfo por parte de
Israel consistió en la intercesión poderosa de Moisés, quien comprendió en ese día
que no era posible ganar sin poner a Dios al frente de la lucha. Así, subió “a la
cumbre del collado” para orar por los que peleaban, y después del éxito obtenido
Moisés dio la gloria a Dios levantándole un altar y llamándolo Jehová-Nisi (Yahweh-
Nissi, en el hebreo original), que quiere decir “Jehová es mi estandarte”.

SIGINIFICADO DEL NOMBRE “JEHOVA-NISI”.


El nombre de Jehová-Nisi se compone del nombre de Jehová y un segundo
vocablo hebreo, nissi, que quiere decir “mi estandarte”, y este del hebreo nace que
significa una bandera, un estandarte, una vela, una señal, una insignia.
Este título puede ser traducido “Jehová es mi estandarte”, o bien “Jehová es mi
bandera”. Prácticamente significa “el Señor es mi capitán”, y para nosotros indica
una victoria y un éxito seguro en todas las cosas a las que nos enfrentamos, sean
luchas personales, interpersonales y aún las espirituales. Este nombre es una
afirmación del respaldo divino del que podemos gozar siempre delante de nuestros
enemigos que osaren levantarse contra nosotros, dado que él está por nosotros
(Rom.8:31,37; I Co.15:47).

ENTENDIENDO LO QUE ES UNA BANDERA.


El hecho de que el Señor sea llamado “nuestra bandera” tiene muchos puntos
interesantes que se aplican a nuestra vida. Una bandera es la insignia de una
nación, el distintivo de un cuerpo militar. Es una señal que nos identifica y nos une, y
a la vez nos recuerda constantemente a quién estamos sirviendo y por quién
estamos peleando. Esto tiene mucho significado para nosotros, los hijos de Dios,
porque somos una nación y también un ejército, y como tal tenemos al mismo Dios
como nuestra insignia militar.
Luego, la colocación también es importante. Una bandera o estandarte siempre va
adelante de un ejército. Así podemos decir que si Dios es nuestra bandera, él
siempre estará entre nosotros y nuestros enemigos.
Otro aspecto que tiene un significado es el del efecto que produce la bandera
propia en una nación. En primer lugar, alienta a nuestro ejército a pelear sabiendo
que de la victoria de esa bandera depende el bienestar de nuestras familias. Nos da

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 38

fe para pelar cuando levantamos su nombre porque cuando vemos nuestra bandera
nos acordamos que él ya fue vencedor y estamos dispuestos a lo que sea por traer
más gloria a su nombre.
La bandera es un símbolo de nuestra cobertura, para nosotros Cristo Jesús.
Nuestra protección y victoria consiste en que somos de su ejército. Cuando nosotros
levantamos a Dios como nuestro estandarte esto hace temer al enemigo al vernos
unidos bajo esa bandera. Una bandera indica sin vergüenza de quién es este
territorio y esta propiedad, esto es, nosotros, que somos de Dios y él es nuestro.
Por otra parte, una bandera indica a quién damos la gloria. Por su hermosura, los
colores de una bandera representan la gloria de un pueblo y a qué objeto atribuyen
sus virtudes. Cada color, objeto y figura de una bandera tiene siempre un por qué, y
encierran un profundo significado para los ciudadanos. Si no fuera por sus colores
ondeando alrededor del campamento pronto olvidaríamos nuestras raíces y
perderíamos nuestra motivación de pelear. Dios como nuestra bandera nos rodea
con la hermosura de su gloria, y nosotros le atribuimos todo el honor de las victorias
(Sal.34:7; 139:5; Is.58:8).
Por último, también hay una fuerte responsabilidad en este nombre sobre
nosotros. Cada soldado debe honrar a su patria. ¿Cómo podemos nosotros levantar
este estandarte tan valioso? No solo con la alabanza sino también por medio de
tener fe en él, de honrarle con nuestra vida y con la disponibilidad de nuestros
bienes, viviendo en santidad, obteniendo la victoria, laborando sacrificadamente por
su reino, amándonos unos a otros, viviendo en orden y fidelidad dentro de su
ejército.

LA DEFENSA DE DIOS.
La promesa encerrada en el nombre de Jehová-Nisi tiene qué ver con la defensa
que viene de parte de Dios en nuestro favor. Si el Señor es nuestro punto de apoyo
nunca nos avergonzará, sino que nos defenderá del ataque del enemigo. Moisés le
puso el nombre de Jehová-Nisi precisamente por el hecho de que él los defendió
cuando lo pusieron por delante. Siempre hay victoria cuando ponemos a Dios de
frente.
Hay muchas promesa de defensa en la Escritura que debemos conocer y
podemos usar (Is.11:10; Rom.8:31-37; I Co.15:57; II Tim.1:10; Heb.2:14,15; I Jn.4:4).
Dios sabe cumplir sus promesas cuando sabemos esperar en él, y es fiel en cubrir a
los que han venido a cubrirse bajo la sombra de sus alas y los defiende cuando el
enemigo les declara la guerra (Sal.91:1-4; Rom.12:19). En la cruz triunfó sobre todo
principado y potestad, y por esto podemos decir “gracias sean dadas a Dios que
SIEMPRE nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (I Co.15:57).

ENEMIGOS Y PROBLEMAS DEL CREYENTE.


¿Cuándo necesitamos defensa? Cuando alguien nos declara la guerra. Esta
guerra es contra todo lo que quiere detener nuestro avance en el propósito de Dios,
contra lo que está en contra del plan de Dios. Estos enemigos pueden ser de dos
tipos:

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 39

a) Estorbos, trabas y obstáculos enviados por el diablo. Amalec es tipo de


enemigos que llegan de sorpresa, que molestan, que estorban, que obstruyen,
de esos problemas tercos y traicioneros (Dt.25:17-19).
) Enemigos humanos: Personas que no quieren vernos victoriosos (II Tes.3:2), o
que en ignorancia se oponen a nuestro éxito por medio de desaliento y
desánimo. También los que nos persiguen por causa de la fe (Mt.5:10-120.
No todos los problemas que nos atacan son iguales. Por ejemplo, el problema al
que se enfrentó Israel ante los amalecitas fue un problema muy diferente al del
evento del Mar Rojo. En aquél no fue necesario hacer guerra, pues ya todo estaba
decidido por Dios y el mar se abrió; el Señor les había dado la victoria, y no tuvieron
qué luchar. Pero en este caso contra Amalec si hubo qué pelear, y allí necesitaron a
Dios como su bandera. Hagamos una comparación entre estos dos casos:
MAR ROJO (Ex.14) AMALEC (Ex.17).
No tuvieron qué orar Hubo qué orar
Era su liberación Era defender su liberación
Dios peleo por ellos Ellos pelearon por Dios
Era recoger una bendición prometida Era luchar contra un ataque
El nombre de Jehová-Nisi tiene qué ver con defendernos de nuestros enemigos
humanos. A veces nuestros problemas más duros son cuando envuelven la voluntad
de otras personas que nos atacan, ya que el hombre es más terco que la naturaleza.
Jesús mismo habló de los enemigos humanos del creyente cuando dijo:
“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen, y os persigan, y digan toda
clase de mal contra vosotros mintiendo”, y además dijo “amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los
que os ultrajan y os persiguen” (Mt.5:11,44).
Jehová-Nisi nos sirve cuando alguien nos está causando problemas. El creyente
tiene 4 enemigos como tal: El diablo, la carne, el mundo y el pecado. Pero en
comparación con el hombre, estos se someten relativamente fácil, pues no tienen
voluntad propia. Sin embargo, el hombre, cuando se hace enemigo del cristiano, es
terco, pues tiene voluntad y personalidad, mientras que cuando el enemigo está
causando problemas solo lo reprendemos y seguimos avanzando, porque ya está
vencido; pero cuando el enemigo es el hombre (o al menos está envuelto en el
asunto) tenemos qué clamar y orar a Dios poniéndolo como nuestra bandera para
que él nos defienda.
Nuestra victoria sobre los ataques por parte de otras personas consiste en 4 pasos
muy sencillos:
1. No tome venganza por sí mismo (Mt.5:28-38; Rom.12:19; I Pe.2:18-23).
2. No se deje vencer rápidamente, ni sienta lástima de sí mismo.
3. Insista por su liberación (Lc.18:1-8). Eso es fe y confianza positiva.
4. Luche. El Señor le dirigirá y le dará la inteligencia para saber qué hacer
(Sal.144:1). Defienda lo que es suyo, pero no dirija ataques para dañar a la
persona que lo ofende (Rom.12:17-21; Ef.6:12).
Jesús experimentó la defensa del Padre ante sus enemigos durante su vida
terrenal. El Padre fue su bandera al librarlo de ser muerto por mano de Herodes
(Mt.2:13-23), al no dejarlo en vergüenza ante los fariseos (Mt.16:1; 19:3; 22:18), y al

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librarlo de los intentos de asesinato por parte de los judíos (Jn.10:31-39). Luego,
finalmente, cuando se cumplió el tiempo de Dios murió por nosotros a mano de sus
enemigos, pero por esta redención en la cruz Jesús nos compró a nosotros el
privilegio de ser defendidos por el Padre también, tal como él lo fue. Él nos dijo: “En
el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn.16:33).
Ciertamente siempre vamos a ser atacados por nuestra fe, pero debemos tomarlo
con gozo (II Tim.3:12; I Pe.1:6-9). La revelación contenida en este nombre divino
será de mucha importancia para confianza en este último tiempo, en el que Pablo
dijo que vendrían hombre amadores de sí mismos que resistirían a la verdad (II
Tim.3:1,2,8). En estos días finales miraremos a Jesús, nuestro estandarte, ondeando
alrededor de nuestro campamento asegurándonos su presencia y respaldo
(Sal.60:4,5; Is.59:19).

UN NOMBRE DE GUERRA.
Según el contexto en que aparece el nombre de Jehová-Nisi, la Biblia nos enseña
que toda batalla en lo visible debe ser ganada primero en lo invisible. En la lucha
contra Amalec había dos equipos en el ejército de Israel, uno intercedía y el otro
atacaba, uno hacía lucha espiritual y el otro lucha natural. Este nombre, por tanto, es
un nombre de guerra, porque el estandarte es un instrumento de batalla. Así que nos
enseña una grande lección: Que para tener una completa victoria en una situación
habremos de pelear en dos frentes, y hacer un buen papel en ambos, primero en el
espiritual y luego también en lo natural.
Las implicaciones de este nombre también tienen una fuerte relación con la
práctica de la alabanza. Una bandera debe ser levantada para levantar el espíritu del
ejército y su fe para obtener la victoria. Así mismo nosotros, que peleamos en el
nombre de él, conforme levantamos su nombre en alabanza, hacemos temblar a los
demonios (nuestro ejército enemigo), quienes al ver nuestra bandera huyen de
nuestra presencia. Solos no podemos vencer y nuestras fuerzas se debilitan cuando
la fe, la moral y el ánimo se bajan, pero cuando tomamos nuestro estandarte y lo
levantamos empezamos a vencer otra vez (Dt.28:7).

Capítulo 10
JEHOVA-SABAOT:
El Dios que nos da Protección.
Estudiemos ahora el nombre de Dios que tiene qué ver con la protección de
nuestras vidas, y por medio del cuál Dios se ha revelado a sí mismo como el
comandante de todas las huestes angelicales. Este nombre es Jehová-Sabaot, y es

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 41

una afirmación que nos da confianza al saber que él ha provisto millones y millones
de ángeles con el mandato de servirnos, cuidarnos y fortalecernos.
Este nombre se halla en el pasaje de I Samuel 17, donde se registra el suceso en
que David derrotó a Goliat, el gigante filisteo. Después de oír las burlas hacia su
persona, David, sabiendo a quién había creído, dijo al filisteo: “Tu vienes a mí con
espada y lanza y jabalina; más yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los
Ejércitos” (Yahweh-shabbaot, en hebreo, I Sam.17:45). Con estas palabras de
confianza podemos saber que David estaba consciente de que aparte de los
soldados de Israel Dios tenía otro ejército que luchaba en los aires para defender el
nombre de Dios y a su pueblo.

SIGINIFICADO DEL NOMBRE “JEHOVA-SABAOT”.


El nombre de Jehová-Sabaot se compone del nombre de Jehová y un segundo
vocablo hebreo, shabbaot, que quiere decir “de los ejércitos”, una variación del
hebreo tsabah que denota una masa de personas, un ejército organizado para la
batalla, una hueste de fuerzas armadas, una compañía de soldados, y una multitud
en servicio esperando ordenes de guerra.
Este nombre también se puede traducir “el Señor de los ejércitos”. Caracteriza la
autoridad que se nos ha concedido sobre las fuerzas del mal mediante la cuál, a la
sola declaración de fe de nuestros labios, los innumerables ejércitos angelicales que
Dios tiene a su disposición y para nuestro servicio se moverán en nuestro favor y
beneficio (Is.8:11-14; 9:7; 10:12,24-27; 31:4,5; Hag.2:4-9).

PROTECCION CONTRA LOS PELIGROS.


Aunque Dios mismo es omnipresente, él se vale de las innumerables huestes
angelicales que ha creado para realizar sus propósitos. De este modo, nos es
garantizada a los creyentes la protección de todo peligro que se presente a nuestra
vida, si solo pedimos su protección, pues él mandará a sus ángeles a guardarnos del
mal (Sal.91:11,12).
La protección de nuestras vidas contra el peligro es una promesa de Dios para sus
hijos y también fue pagada en la cruz para hacerse efectiva a nosotros
(Dt.28:3,6,7,10; Sal.91; 121).

JEHOVA COMO UN GENERAL.


Es cierto que nosotros, la Iglesia de Cristo, somos también un ejército. David
mencionó a ambos ejércitos en I Samuel 17:45 cuando dijo “Jehová de los ejércitos”,
refiriéndose a los celestiales, y “el Dios de los escuadrones de Israel”, en referencia
a su ejército terrenal. Pero cuando nuestro señor se identifica como Jehová-Sabaot,
es decir, Jehová de los Ejércitos, se está refiriendo a sus huestes angelicales que
obedecen a la voz de su Palabra (Sal.103:20,21).
Este nombre claramente nos da a entender que Dios se desempeña como el
general de este grande ejército. Un general tiene dos funciones básicas en una
batalla. Primero, él diseña el plan de guerra seguro para la victoria. Luego, él

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 42

distribuye las tropas en sus posiciones correctas y vigila sus acciones hasta obtener
el triunfo. Así el Señor tiene perfectamente organizadas y disciplinadas sus tropas,
cuyo número se cuenta por millones de millones (Dn.7:10; Mt.26:53; Heb.12:22;
Ap.5:11).

EL PODER Y MINISTERIO DE LOS ANGELES.


Los ángeles de Dios son seres santos que poseen fuerza sobrenatural y sirven
incondicionalmente a Dios y a sus propósitos (Sal.103:20; Heb.1:7). Cuando llega la
liberación ministrada por los ángeles a un creyente o al pueblo de Dios, todo
obstáculo humano o satánico es suprimido (Hch.12:6-11). Los ángeles son ministros,
dispensadores y siervos de Dios para nuestro beneficio.
Los ángeles libran batallas espirituales a favor del reino de Dios y sus hijos. En
ocasiones usan instrumentos de guerra tales como espadas, caballos o carros de
fuego, y pueden presentarse por millares a pelear contra las fuerzas del mal (II
Rey.6:15-17).
Otra de las principales actividades de los ángeles es ministrar al pueblo de Dios
supliendo para sus necesidades trayendo del cielo sobre los hijos de Dios, por
ejemplo, aquellas bendiciones materiales que nos han sido prometidas en la
Escritura (Mt.4:11) y así mismo proveyendo fortaleza y consuelo en tiempos de lucha
personal por el propósito de Dios (Lc.22:42-44; Mt.4:11).
Una de las maneras más poderosas en que estos ministros de Dios nos bendicen
es suministrándonos la protección divina provista en nuestra redención
guardándonos de toda clase de peligros o aún de la muerte (Sal.91:9-12).
También los ángeles nos tren mensajes del Señor a nuestra vida personal
concerniente a cosas en nuestra vida. Tal fue el caso del ángel que avisó a José
acerca de la intenciones del rey Herodes de matar al niño Jesús (Mt.2:13-15).
También en ocasiones los ángeles nos preparan el camino hacia donde vamos
para que nos hallen las bendiciones que esperamos, como pasó cuando Abraham
mandó buscar esposa para su hijo Isaac, y dijo al siervo encargado de esto:
“Jehová, Dios de los cielos, él enviará su ángel delante de ti” (Gen.24:7).
La Biblia hace claro que los ángeles están para beneficio de los creyentes. En el
Nuevo Testamento dice: “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para
servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (Heb.1:14). Esta
revelación debe abrir nuestros ojos a una nueva realidad y darnos la confianza de
David en Jehová-Sabaot, nuestro Padre. Una ocasión el criado del profeta Eliseo
miró el ejército de los sirios que sitiaba la ciudad donde se hallaban, con gente de a
caballo y carros. Al ver esto el siervo se asustó y exclamó a Eliseo: “¡Ah, señor mío!
¿Qué haremos? El le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con
nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo y dijo: Te ruego, oh Jehová, que
abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró y he
aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor
de Eliseo” (II Rey.6:15-17).
Nuestra confianza en medio del peligro se engrandecerá conforme conocemos
todas las promesas de Dios en este respecto y las repasamos pidiendo revelación
de Dios por acción de su Espíritu directamente a nuestro espíritu.

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 43

LIBERACION EN MEDIO DEL PELIGRO.


Las situaciones de riesgo a las que nos enfrentamos a cada momento pueden ser
afectadas directamente para bien si nos encomendamos a Dios y pedimos su
protección. La Biblia dice que oremos diariamente “líbranos del mal”, lo que por
supuesto incluye sucesos negativos inesperados que el diablo pone o a los que
simplemente quedamos expuestos normalmente (Mt.5:13). Aún en situaciones en
las que pudiéramos perder la vida Dios nos ha dado promesa de liberación (cf.
Pr.24:11). Los Salmos abundan en oraciones que dicen “líbrame” (Sal.25:20).
El apóstol Pablo fue un ejemplo vivo de cómo el Señor rescata a los suyos del
peligro. Una vez fue librado de la cárcel mediante un terremoto (Hch.16:23-26), otra
de la muerte al ser apedreado (Hch.14:19,20), y otra ocasión sobrevivió a un terrible
naufragio en el mar (Hch.27). Haciendo un recuento de los padecimientos en su vida
y menciona “peligros de muerte, peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de
los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el
desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos” (II Co.1:23-28); y aún
así, hablando de sus persecuciones dice “y de todas ellas me ha librado el Señor” (II
Tim.3:11).
Las promesas de liberación en medio de las pruebas y de los peligros son muy
abundantes en la Palabra de Dios, mismas que nos convienen conocer y tener
siempre en mente para confiar y descansar en él. Entre ellas promete que aunque
muchas son las aflicciones del justo “de todas ellas le librará Jehová” (Sal.34:19). El
mismo nos dice “invócame en el día de la angustia; te libraré y tu me honrarás”
(Sal.50:15). Dios promete librarnos de la muerte (Sal.56:13), y aún cuando vamos
por el camino (Sal.121). También nos cuidará en la casa y en el trabajo (Dt.28:3-6).
Muchas promesas referentes a esto se hallan por doquier en el libro de los Salmos
(Sal.31:23; 41:2; 97:10; 116:6; 145:20; 146:9), pero existen tres de ellos que tratan
especialmente con este asunto y son una fuente fuerte de confianza: Los salmos 18,
91 y 12.
No olvidemos que toda esta protección nos es entregada gracias a la redención
efectuada por Cristo en la cruz, según fue revelada a nosotros por medio del nombre
divino Jehová de los Ejércitos.

Capítulo 11
JEHOVA-SAMA:
El Dios que Comparte su Presencia.
Finalmente en este estudio, consideraremos el nombre de Dios que resume todos
los beneficios de la redención que hemos venido examinando. Este es Jehová-
Sama, el cuál constituye la promesa de una de las bendiciones más valiosas de la
redención, la misma presencia de Dios en nuestras vidas para llenarnos de todo
gozo. La revelación contenida en este nombre supera a las otras en que ofrece y

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garantiza la máxima bendición posible para el hombre, que no es ser sanados o


estar prosperados, sino estar con él.
Este nombre se halla en el último capítulo del libro del profeta Ezequiel (48:35),
donde se describe el futuro glorioso de la ciudad de Jerusalén en el Milenio. Allí se
explica que el nombre de la ciudad será cambiado por el de Jehová-Sama (Yahweh-
Shammah, en hebreo), que quiere decir “Jehová allí”. Esta porción bíblica que relata
todas las bendiciones y glorias de la hermosa ciudad concluye con este nombre de
Dios que implica su presencia permanente, como la bendición especial que todo lo
encierra.

SIGINIFICADO DEL NOMBRE “JEHOVA-SAMA”.


El nombre de Jehová-Sama se compone del nombre de Jehová y un segundo
vocablo hebreo, shammah, que quiere decir “allá”, “allí”, “en ese lugar”, palabra que
a su vez proviene de la raíz hebrea sham que se usa para señalar un sitio.
Este nombre significa "Jehová allí”, pero también se ha traducido “el Señor está
presente" o “el Señor está allí”. Es la promesa de la manifestación de la presencia de
Dios en nuestra vida, como un recurso cercano, suficiente y seguro, pero también
como la fuente suprema del mayor gozo que el ser humano puede conocer: Tener
comunión con Dios. El salmista dijo “En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a
tu diestra para siempre” (Sal.16:11).
Aunque la expresión “presencia de Dios” en la Biblia a veces se refiere a la
omnipresencia de Dios, su capacidad de estar en todo lugar (Sal.139:7), a veces al
cielo (Jer.36:7; Ap.8:4), y también es una manera de referirse al templo de Dios en el
que servimos (I Sam.2:18; Jer.35:19), aquí nos estamos refiriendo a su presencia
manifiesta del Señor en nuestras vidas.

LA PROMESA DE LA PRESENCIA DE DIOS.


Su presencia fue la promesa de Dios a Israel, de que él estaría presente con ellos
en todo lugar si ellos guardaban su pacto (Ex.33:14,15). Sin la presencia de Dios en
nuestra vidas no hay garantía de victoria en ningún sentido, pues podemos fracasar
en cualquier cosa que emprendamos (Jn.15:5). La ausencia de Dios es tan terrible
que este será el castigo eternos de los infieles (II Tes.1:8,9). Pero si estamos en la
presencia de Dios y andamos a la luz de ella experimentamos una actitud de gozo y
una vida de alegría y satisfacción (Sal.21:6; 139:7-12). Es tan bella que resulta difícil
comprender como tantas personas la rechazan (Is.30:10,11).
Cada redimido debe estar firme en su seguridad de que Dios está con él, y no
dudarlo ante el enemigo (Mt.28:20; Heb.13:5), pero también andar agradable ante él
para no perder esta bendición en ningún momento (II Cr.7:20; Ez.9:3; 10:4,18).
Este nombre tiene el sentido de que el Señor que estará con nosotros en cada
situación, en ese momento en que lo necesitamos, y esto para estar al pendiente de
nuestra necesidad. En su amor por nosotros, Dios va aún más allá de solo mirarnos
o saludarnos desde el cielo: Va a estar allí donde nosotros estamos, y se va a
quedar allí durante el quebranto para ministrarnos su fidelidad y su amor que no
cambiarán jamás (Sal.121:3-8; 139:7-12; I Co.3:16; Ef.2:13; Heb.13:5,6). El estará

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con nosotros los días buenos y los días malos, cuando hace frío y cuando hace
calor, que nunca nos dejará ni se irá de nosotros (Mt.28:20).

EL EFECTO DE LA PRESENCIA DIVINA.


La promesa de la presencia divina sobrepasa a todas las otras en que en ella se
halla todo lo que necesitamos, y es muy especial porque tiene el potencial de
acelerar o facilitar que obtengamos todas las otras promesas de Dios. En su
presencia el ciego puede ver y el sordo oír, los demonios huyen, su protección está
disponible, somos resguardados de la maldad, recibimos poder contra el pecado y
tenemos paciencia para esperar el suplir de Dios con fe. Con este nombre Dios nos
muestra que no solo nos ha prometido los beneficios de la salvación, sino que él
mismo está ahora mismo con nosotros para suministrárnoslas.
La realidad y seguridad de su presencia fortaleció a los antiguos para cumplir el
propósito de Dios (Ex.33:14,15) y fortaleció a Cristo en su vida terrenal (Jn.16:32). Y
según vemos en el libro de los Hechos, la iglesia del principio fue poderosa gracias a
que tenía el entendimiento de que la presencia de Cristo estaba donde ellos
estaban, cosa que les hacía realizar grandes milagros, soportar grande persecución
y predicar con una valentía impresionante. Esto lo basaban en la que pusieron en las
últimas palabras de Jesús que les dijo antes de ser levantado: “Y he aquí yo estoy
con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt.28:20). Aún en cuanto a las
reuniones, para ellos tenía la idea y seguridad de que se reunían con Cristo, y por
esto hablaban con él y él les hablaba (Mt.18:20; Hch.4:31).

EL DISFRUTE DE LA PRESENCIA DIVINA.


Pero la presencia divina no es solo una bendición deseada por el hombre, sino
también el anhelo ardiente de Dios mismo para con sus hijos, razón por la que en la
Nueva Jerusalén pondrá su trono, que hasta ahora ha estado en el cielo, y vendrá a
morar a la Nueva Tierra con ellos sin estar dentro de un templo (Ap.21:22). Allí será
la realización del sueño más grande de Dios desde la eternidad: Morar con su
pueblo.
La promesa de la presencia de Dios a través del nombre Jehová-Sama, y ya
comprada por la sangre de Cristo Jesús, tiene una fuerte connotación de
restauración, pues lo que se había perdido en el jardín del Edén a causa del pecado
fue precisamente la comunión con Dios. Se nos dice que Adán y Eva “se
escondieron de la presencia de Dios” (Gen.3:8). Pero desde allí en adelante Dios,
tan bueno y misericordioso, ha venido trabajando en un acercamiento hacia el ser
humano, de menos a más. Por medio de la persona del Padre se manifestó a Israel
como el “Dios de nosotros”; luego, a través de Cristo como “Dios con nosotros”.
Después a través del Espíritu Santo ha venido a ser “Dios en nosotros”. Dios
siempre ha querido vivir y moverse libremente entre nosotros, pues disfruta de la
comunión con el hombre tanto como nosotros nos deleitamos en los mejores
momentos con nuestros hijos (St.4:5).
Como en cualquier asunto de la vida humana, la presencia de una persona es
mucho mejor que cualquier representación de la misma. Aunque una novia reciba
constantes regalos de su novio, ella seguirá anhelando el momento en que estén

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juntos en el matrimonio. Un hijo valora más la presencia de su padre y de su madre


que cualquiera de las cosas materiales que estos pudieran darle. Igualmente, la
presencia de Dios en nuestras vidas, viva y latente, es mejor que cualquiera de sus
dones. La presencia de Cristo en el cielo será la más grande causa de gozo y
felicidad, muy por encima de lo que pueda transmitirnos toda la belleza de sus
tesoros. De este mismo modo, toda nuestra vida cristiana carece de sentido y de
sabor si no tenemos una seguridad y un disfrute de su presencia (Sal.21:6;
Hch.3:19).

VIVIENDO CONSTANTEMENTE EN LA PRESENCIA DIVINA.


Los creyentes debemos andar en la presencia de Dios, esto es, conscientes de
que él nos está viendo (Gen.24:30; 48:15; Lm.3:34-36). Por ella juraban los antiguos
I Rey.17:1; 18:15; Jer.34:15,18). Su presencia puede ser para ejecutar juicio
(Nm.16:43; I Sam.26:19; II Cr.19:2; Is.2:10). Es por esto que debemos andar en
temor de Dios y guardar sus mandamientos (I Cr.16:30; II Co.7:19,20).
Debemos buscar su presencia (Sal.119:58; Lam.2:19; Dn.6:11; 10:12). Dios
levanta a todo aquel que la busca en humillación (II Cr.33:12,13; 34:26,27). Se debe
un profundo respeto a la presencia de Dios (Sof.1:7; I Co.1:29). Debemos temer ante
la presencia de Dios para recibir la bendición (Nm.35:34; Ecl.8:12,13; Dn.6:26;
10:12).
La presencia divina es garantía de victoria. El Señor habló a Moisés y le dijo “mi
presencia irá contigo”, y el siervo le contestó “si tu presencia no ha de ir conmigo no
nos saques de aquí” (Ex.33:14,15). Su presencia nos defiende, porque es una
cobertura de protección (Sal.17:2; 31:19,20; 91:11). Los dos medios a través de los
cuáles nos ponemos en contacto y atraemos la presencia de Dios son la oración y la
adoración (Ex.32:11; Sal.22:3; 95:2; 100:2; Dn.6:11).
Por último, nunca rechacemos a Dios en su llamado de estar junto con nosotros
(Jn.1:4). Nosotros tenemos qué poner una parte para disfrutar y beneficiarnos de
este tan grande regalo (Sal.24:6; 27:8). Dios desea acercarse a su Iglesia en este
último tiempo. La presencia de Dios es tan fuerte que la misma naturaleza la siente
(Sal.18:12; 68:8; 114:7). Jonás trató de huir de ella, pero le fue imposible. Dios le
amaba muchos más (Jon.1:3,10). Decidamos para siempre poner “al Altísimo por
nuestra habitación”, morando “en su tabernáculo para siempre” (Sal.61:4; 91:11).

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová,


pensamientos de bien y no de mal, para daros el fin que esperáis.
Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré;
Y me buscaréis, y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón.
Y seré hallado por vosotros dice Jehová”
(Jer.29:11-14).

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Capítulo 12
REDENCIÓN EFICAZ:
La Apropiación de los Favores de Dios.
La bendición práctica para nosotros ahora acerca de todos estos beneficios que
hemos estudiado es el hecho de que las promesas de Dios son seguras para
nosotros los creyentes en Cristo, en la misma forma e intensidad que cuando las dio
a Israel bajo el Antiguo Pacto, pues en Jesús “la bendición de Abraham (con quien
Dios hizo el pacto de las promesas) nos alcanza a nosotros los gentiles” (Gal.3:14).
Para ellos, ciertamente, este pacto se basaba en el cumplimiento de las leyes
espirituales, ceremoniales y civiles que les dio en el Sinaí por medio de Moisés y que
los identificaban como su pueblo escogido; pero para nosotros, este pacto se basa
en la justicia del Hijo de Dios aplicada a nosotros por su obra consumada en la cruz.
Como lo dijo Pablo: “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía
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de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido
hechos cercanos por la sangre de Cristo” (Ef.2:13,13).
Siendo que las promesas de Dios para cada una de nuestras necesidades nos han
sido dadas en la Palabra de Dios, podemos libremente apropiárnoslas mediante la
fe, creyendo en que ya han sido compradas en la cruz y que nos pertenecen. Por
tanto, no hemos de dudar que sea la voluntad de Dios entregárnoslas, porque dice
que: “Si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,
¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le
pidan?” (Mt.7:11).
Tampoco hemos de vernos como tratando de alcanzar las cosas que necesitamos,
sino teniéndolas ya, no como si estuviéramos del lado de los que las desean, sino
como que estamos del lado de los que las poseen, porque tenemos derecho a ellas
como hijos de Dios y ciudadanos del reino de los cielos, pues dice: “Así que ya no
somos extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros
de la familia de Dios” (Ef.2:19).
Y aunque algunas veces el cristiano piensa que honra a Dios soportando vivir con
todas las cargas innecesarias con el diablo le aflige sin derecho, eso no es lo que
dice la Biblia, sino que “sin fe es imposible agradar a Dios” (Heb.11:6). Josué no
hubiera traído honra y gloria al nombre del Señor si no se hubiera esforzado a creer
y pelear por conquistar la tierra prometida (Heb.11:3). Según el capítulo 11 del libro
de Hebreos Dios fue honrado por los hombres y mujeres valientes que se
aprovecharon de los recursos divinos disponibles a ellos para hacer grandes
proezas.
Así, pues, nosotros, habiendo ya sido pagado el precio de nuestra completa
liberación y bendición, y estando ya todos nuestros enemigos vencidos en la cruz,
debemos ser “imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las
promesas” (Heb.6:12); esto en virtud de que somos hijos de Abraham por la fe,
quien “creyó en esperanza contra esperanza... y se fortaleció en fe, dando gloria a
Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que
había prometido” (Rom.4:18-21).

LAS 7 PAUTAS PARA VIVIR EN VICTORIA.


Gracias a Dios, existen varios pasos que podemos segur para lograr hacer efectiva
a nuestra vida personal cada una de estas bendiciones que nos pertenecen en
Cristo. Estos constituyen en sí la fórmula infalible para obtener victoria en
cualquier área de nuestra vida. Son imperativos para alcanzar la plenitud de las
bendiciones que Dios nos ha asegurado.
1. Conocer Nuestras Posesiones Como Creyentes. La ignorancia acerca de las
cosas que nos pertenecen es lo único que puede privarnos de ellas (Gal.4:1-7).
Por esto hemos de saber a través del estudio de la Palabra y la revelación del
Espíritu Santo “lo que se nos ha concedido” (Sal.119:105; Hch.20:27; I
Co.2:12,13). Entre más comprendamos la totalidad de la victoria de Cristo, más
sabremos la derrota de Satanás en la cruz y en nuestras vidas, y así

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disfrutaremos “las riquezas de nuestra herencia” (I Co.3:21-23; Ef.1:11,16-20;


2:12,13). Todas las promesas de Dios son nuestras (II Pe.1:3,4).
2. Admitir Nuestra Posición Como Hijos de Dios. Para alcanzar las promesas de
Dios hemos de comprender cuál es nuestra identidad espiritual actual (I
Pe.2:9,10). Somos hijos y herederos juntamente con Cristo (Rom.8:15-17). Ya no
estamos destituidos de la gloria de Dios como habíamos nacido, sino que somos
testigos de su gloria como creyentes (Jn.11:40) Nuestra privilegiada posición es
ahora una de autoridad para suprimir dominios y reinar con Cristo sobre toda
oposición y sufrimiento (Rom.5:17; I Co.4:8; Ef.2:6).
3. Aceptar la Vigencia de las Promesas de Dios. Jesús anunció que con su venida
empezaba el “año agradable del Señor”, en el cuál cada hombre podría recibir
liberación de sus yugos personales (Is.61:1-3; Lc.4:17-21). Este periodo es
llamado por Dios “el año de mis redimidos” iniciado por el “varón del vestido
manchado en sangre” (Is.63:1-4), y es el tiempo en que estamos viviendo ahora
mismo, hasta que Cristo regrese por nosotros y corone finalmente nuestra
redención (Ef.1:13,14). Estas promesas no son para cumplirse en el milenio, sino
que son actuales (Mt.24:35).
4. Confiar Plenamente en el Poder de Dios. Jesús mismo mostró que estaba ungido
para romper todo yugo del hombre por el Espíritu Santo (Lc.4:17:21). Si vamos a
obtener algún beneficio de parte de Dios es necesario creer que él puede hacer
cualquier cosa (Jer.32:17,18,27). No importa qué tan atado esté un hombre,
Jesús lo puede liberar al instante. Cada favor emanado de la redención que haya
de manifestarse en nuestra vida será en base en la capacidad ilimitada del Dios
omnipotente.
5. Reconocer Nuestro Derecho de Gozar de la Bendición Divina. Será imperioso en
todo tiempo reconocer que es por los méritos de Jesucristo que podemos ahora
disfrutar de todas estas bendiciones (Ef.1:3-12). En el momento que enfoquemos
nuestra capacidad de obtenerlas fracasaremos en alcanzarlas. Sin embargo, por
su gracia y en virtud de su sacrificio acepto ante el Padre tenemos el derecho
legal como hijos de Dios que caminar en esta dimensión de libertad integral y
plena (Ef.1:17-19; 2:5-10).
6. Creer en la Voluntad de Dios. Ya no hemos de estar en duda acerca de que si
será o no la voluntad de Dios bendecirnos, ayudarnos o protegernos. Si fue su
voluntad salvarnos del infierno, ¿no será darnos todo otro bien? (Mt.7:7-11;
Rom.8:31,32,35,37). En su misión de revelar al Padre ante los hombres Jesús
anduvo haciendo bienes, nunca males, y de este modo reemplazó la idea de un
Dios sanguinario por uno de amor y bondad (Jn.9:1-5; 14:8:11; Hch.10:38).
7. Apropiarse Ciegamente de las Promesas de Dios. Será necesario, por último,
creer en Dios, simplemente, con la inocencia de un niño, y caminar sobre su
Palabra sin duda, creyendo lo que está escrito acerca de estos regalos y
sencillamente vivir como que son la verdad, porque lo son (Rom.4:18-22; St.2:17-
20). Una vez que sabemos lo que dice la Biblia acerca de algo, la duda y la
incredulidad deben ser eliminadas completamente (Jn.17:17; St.1:6-8), y la
victoria debe ser confesada con confianza (Mr.11:20-24; Rom.4:17; Heb.11:13),
sin poner la vista en las circunstancias (II Co.5:7).

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 50

Finalmente, es importante recalcar la importancia de esperar en Dios con una fe


inquebrantable en su Palabra, y permanecer con toda la fe aferrada a los méritos de
Cristo hasta ver la mano de Dios manifestarse (Heb.10:35-38). Nosotros somos de
“los que tienen fe”, “por el mismo espíritu de fe” (II Co.4:13; Heb.10:39).

Estamos destinados a la realización de grandes milagros, porque tenemos a


“Aquel que todo lo llena en todo” (Ef.1:23).

LOS ALCANCES DE LA REDENCION


Tabla de Resumen
Beneficios Expresados en los Nombres Redentivos de Dios.
Cada uno se aplica a una necesidad del hombre.

NOMBRE SIGNIFICADO NECESIDAD QUE SUPLE


(Aplicación actual)

JEHOVA-YO SOY “El Eterno”, “Yo Soy el que Redención completa del ser humano
Soy”

JEHOVA -JIRE “El Señor Proveerá” Un sacrificio que nos abriera el camino a la
comunión con Dios
JEHOVA-SIDKENU “El Señor, Justicia Nuestra” Justicia y perdón por la culpa del pecado

JEHOVA-MAKADES “El Señor de mi Santidad” Santificación de la naturaleza humana, es


decir, de la perversión e impotencia contra el
poder del pecado.
JEHOVA-ROJI “El Señor es mi Pastor” Guía, comprensión, consuelo, esperanza,
consejo
JEHOVA-RAFA “El Señor, tu Sanador” Sanidad contra la enfermedad física corporal

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 51

JEHOVA-SALOM “El Señor es Paz” Tranquilidad y completo establecimiento


contra la inseguridad y desasosiego de la
vida diaria.
JEHOVA-NISI “El Señor es mi Estandarte” Protección contra las dificultades y las
enemistades humanas.
JEHOVA-SABAOT “El Señor de los Ejércitos” Protección contra los peligros y los
problemas de la vida diaria causados por el
diablo.
JEHOVA-SAMA “El Señor allí” La presencia de Dios para experimentar
verdadero gozo y satisfacción en la vida.

¿Qué necesita hoy? Le presento a:


JEHOVA, EL YO SOY:
El Dios de la Redención.
¿Sus Nombres?
JEHOVA-JIRE:
El Dios que Proveyó un Sacrificio.
JEHOVA-SIDKENU:
El Dios que nos Justifica.
JEHOVA-MAKADES:
El Dios que nos Santifica.
JEHOVA-ROJI:
El Dios que nos Pastorea.
JEHOVA-RAFA:

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 52

El Dios que Sufrió Nuestros Dolores.


JEHOVA-SALOM:
El Dios de Nuestra Estabilidad.
JEHOVA-NISI:
El Dios que nos Abandera.
JEHOVA-SABAOT:
El Dios que nos da Protección.
JEHOVA-SAMA:
El Dios que Comparte su Presencia.

“Y vosotros estáis completos en él, quien es la cabeza


de todo principado y potestad” (Col.2:10).

Trabajo de Calificación
Elaborar una tabla en la que se hallen 7 columnas de información y en la que vaya
llenando conforme lo aprendido en cada lección. Las columnas se titularán respectivamente:
1. Nombre redentivo.
2. Nombre en hebreo
3. Palabras que lo componen y su significado.
4. Traducción.
5. Cita en que aparece (A.T.).
6. Necesidad que suple.
7. Cita que lo prometa (N.T.).
Cada columna se llenará para cada nombre, 10 renglones en total. Ya terminada, se
presentará como una trabajo tipo poster y se calificará según el contenido y la presentación.
Por supuesto, para que la calificación valga, cada estudiante debe haber leído todo el libro
completo y buscado todas las citas bíblicas que se dan para compenetrarse del tema.
El trabajo debe presentar como portada la hoja que se da enseguida.

Dios le bendiga.

Atte. La Dirección del Instituto de Ministerio Vino y Aceite.

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LOS ALCANCES DE LA REDENCION 53

LOS
ALCANCES
DE LA
REDENCION
Trabajo de Calificación

Elaborado por: ________________________.

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Dirección: ___________________________.

Fecha: ______________________________.

Calificación: ____. Calificó: ____________.

He leído todo el libro 2 veces: ________.

He leído todas las citas bíblicas: ________.

Abreviaturas Usadas

LIBROS DEL LIBROS DEL NUEVO


ANTIGUO TESTAMENTO
TESTAMENTO Mt. Mateo, evangelio según
Mr. Marcos, evangelio según
Gn. Génesis Lc. Lucas, evangelio según
Ex. Exodo Jn. Juan, evangelio según
Lv. Levítico Hch. Hechos de los Apóstoles
Nm. Números Rom. Romanos, carta a los
Dt. Deuteronomio I Co. 1a. Carta a los Corintios
Jos. Josué II Co. 2a. Carta a los Corintios
Jue. Jueces Gal. Gálatas, carta a los
Rt. Ruth Ef. Efesios, carta a los
I Sam. 1er. Libro de Samuel Fil. Filipenses, carta a los
II Sam. 2do. Libro de Samuel Col. Colosenses, carta a los
I Rey. 1er. Libro de Reyes I Tes. 1a. Carta a los Tesalonicenses
II Rey. 2do. Libro de Reyes II Tes. 2a. Carta a los Tesalonicenses
I Cr. 1er. Libro de Crónicas I Tim. 1a. Carta a Timoteo
II Cr. 2do. Libro de Crónicas II Tim. 2a. Carta a Timoteo
Esd. Esdras Tit. Tito, carta a
Neh. Nehemías Flm. Filemón, carta a
Est. Ester Heb. Hebreos, carta a los
Jb. Job St. Santiago, carta universal de
Sal. Salmos I Pe. 1a. Carta de Pedro
Pr. Proverbios II Pe. 2a. Carta de Pedro
Ecl. Eclesiastés
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Cnt. Cantares I Jn. 1a. Carta de Juan


Is. Isaías II Jn. 2a. Carta de Juan
Jer. Jeremías III Jn. 3a. Carta de Juan
Lm. Lamentaciones Jud. Judas, carta universal de
Ez. Ezequiel Ap. Apocalipsis
Dn. Daniel
Os. Oseas
Jl.
Am.
Joel
Amós OTRAS
Abd.
Jon.
Abdías
Jonás
ABREVIATURAS
Miq. Miqueas
A.C. antes de Cristo
Nah. Nahum
cf. compárese con
Hab Habacuc
D.C. después de Cristo
Sof. Sofonías
esp.v. especialmente el versículo...
Hag. Hageo
etc. etcétera
Zac. Zacarías
KJV Versión King James
Mal. Malaquías
p.ejem. por ejemplo
ss. y siguientes versículos
RV-1602 Versión Reina-Valera 1602
RV60 Versión Reina-Valera 1960

PRODUCCIONES “GLORIA POSTRERA”, CON EN SU AMPLIA GAMA


DE MATERIALES DE ESTUDIO BIBLICO Y SIEMPRE A TONO CON
LO QUE ESPIRITU SANTO ESTA HACIENDO EN LA IGLESIA HOY,
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TITULOS POR EL MISMO AUTOR:

“Aptitudes Pastorales”

“Mensajes del Señor: 7 Profecías del Señor Para su Iglesia”

“Un Buen Siervo de Dios”

“Deberes Cristianos”

“El Ministerio del Pastor”

“El Ministerio del Diácono”

“Bosquejo del Antiguo Testamento”

“Operación Espiritual en la Iglesia”

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“Fundamento de la Fe”

“Los 10 Mandamientos para la Iglesia de Hoy”

“La Victoria Personal del Creyente”

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