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MICHO - EXPERTO

G.P. ~ORDAN
"'

LOS BYTES DE LA ABEJA


RECONOCIMIENTOS:
Especialmente a APPLE COMPUTER INC. y
J . S. Barckley, Ritch Bremmer, Ed Cm·son , Na ncy Co lbe rt , S tcve
Dowell, Tim & Mary Eaton, Lillian Goodm a n. Bill Ho ll zma n ,
Daniel Johnson , Don Lon ey , Robert and Pa tdcia Su th e rl and·
Cohen, y como siempre a Anne.
G. P. JORDAN

L s bytes de la abeja
! •

Título original:
THE CAGEY BEE BYTE
© Copyright 1984 by G. P. Jordan
Traducción de : C. Peraire
Diseño de cubierta: R. Escolano
Ilustración cubierta: J . M. Miralles
Ilustraciones interiores: R. Escolano

© EDITORIAL MOLINO, 1985


Apartado de Correos, 25
Calabiia, 166 - 08015-Barcelona

Depósito legal: B. 35.379-1985


ISBN: 84-272-3301-9

Impreso en España Piinted in Spain

Limpergraf, S.A. Calle del Río, 17, nave 3. RIPOLLET (Barcelona}


INTRODUCCIÓN

En inglés Bit es significa picotazos o picadas de abeja,


p ero al cambiar la i por una y se convierte en Bytes,
la palabra informática m á s importante (véase el vo-
cabulario) y que nos indica que estas abejas pueden
ser muy especiales.

A propósito, Bit significa también la cantidad más pe-


queña de información o dígito binario con dos va-
lores posibles, O y 1, mientras que Byte se refiere a un
grupo de 8 bits agrupados en lo que se llama <<octeto»
y que puede representar ya un carácter alfabético ya
uno numérico.
~--------------~----------~~·· ·

CAPÍTULO PRIMERO

ATAQUE POR SORPRESA

-¿Añoras tu casa?
-Eso es lo que he dicho.
-¡Pero si sólo llevas aquí un día!
-No necesito más.
-Echa un vistazo a tu alrededor. Al final de este ca-
mino hay un lago para nadar y practicar el windsurfing.
Aire fresco, todo el que puedas respirar. -Kevin Powell
habló exasperado sin comprender el problema de su ami-
go un poco más joven que él-. Este campamento lo
tiene todo, Thor. ¿Cómo puedes echar de menos tu
casa?
-Echo de menos a «Mister Chips» -musitó Thor
Benson.
Kevin se echó. a reír. A sus dieciséis años, tenía uno
más que el muchacho que echaba de menos la ciudad de
Stanton. Aunque Kevin era más alto y más corpulento,
ocupaba un segundo plano en cuestiones de alta tecno-
logía en relación a Thor Benson. Muchos de los chicos
de la escuela, tal vez celosos, reconocían la superiori-
dad de Thor con las microcomputadoras y se mante-
8 Los bytes de la abeja

nían a distancia. Kevin no tuvo problemas p a ra supe-


rar esto; ¡su amigo vivía al otro lado d e la calle!
-¿«Mis ter Chips»? -río Kevin Powell-. Pero si no
le importa nada.
-¿Lo dices porque es un robot - replicó Thor-, o
porque no es tuyo?
Kevin se volvió para coger su mochila . Deseab a evita r
las discusiones. Thor parecía muy susceptible con cual-
quier cosa de este nuevo ambiente, y por lo visto le
contrariaba haber tenido que d ej ar en casa e l robot
doméstico que construyeron en el laboratorio d e Thor.
Era otro sacrificio necesario para acudir a es te campa-
mento de verano .para el aprendizaj e d e computadoras.
-Puede que aquí podamos construir o t ro robot -di jo
Kevin al fin.
-Seguro. La pareja ideal para «Mister Chips » -aña-
dió Thor-. ¡Y lo llamaremos la señora Chips !
Rieron mientras se ajustaban las mochilas . Se ayu-
daron mutuamente a abrochar las h ebillas .
Al salir de su cabina, vieron a varios grupos de
campistas que se dirigían a diversos centros de activi-
dades. Este campamento era muy parecido al que es-
tuvo Kevin el año anterior. Ofrecía la posibilidad de
aprender infinidad de actividades básicas, que se com-
plementaban con varias horas de trabajo en la última
generación de microcomputadoras .
-Ese grupo va a pasar la noche de acampada -ob-
servó Kevin.
Cinco muchachos y una monitora estaban comproban-
do su equipo. Todo lo necesario para pasar un par de
días tenían que llevarlo a cuestas. La monitora, Silvia,
una joven graduada en la universidad, les decía que
cada uno se desprendiera de un p ar de kilos.
Ataque por sorpresa 9

-Cada gramo tiene suma importancia cuando hay que


acarrearlo durante treinta kilómetros -le habían oído
repetir cientos de veces.
Thor y Kevin pasaron de largo dando gracias por
no tener en su programa la acampada hasta últimos de
semana. Siguieron el camino y pasaron por la cocina y
el recinto donde se servía el rancho. Como la abeja va
a la miel, la nariz de Kevin deseaba examinar su interior.
-Ya has desayunado dos veces -le recordó Thor.
-Pero es que no es como la comida de mamá -pro-
testó-. Por lo menos allí tomo una ración normal. -Para
él eso significaba la cantidad suficiente para colmar dos
platos.
-Ahora eres tú el que echa de menos tu casa -rió
Thor.
Jugando, Kevin levantó una nube de polvo de una
patada. Los muchachos comenzaron a correr por el ca-
mino del lago.
Canoas, patines a pedales y tablas de windsurfing
aguardaban sobre la arena. Algunos madrugadores esta-
ban ya en el lago disfrutando del ardiente sol y la brisa
fresca. El encargado de los deportes acuáticos, un hom-
bre de unos cuarenta años llamado Charlie les entregó
unos chalecos salvavidas.
-No os alejéis demasiado , muchachos -les dijo-.
Puede parar el viento y tardaríais horas en regresar.
-Tenemos que estar de vuelta para el Seminario de
Programación -replicó Thor.
-¿Cómo sabréis la hora? -les preguntó Charlie.
Kevin alzó el brazo para mostrarle su reloj de pul-
sera sumergible musical.
Una vez colocadas las velas, arrastraron sus tablas
de windsurfing hasta el agua. Colocaron bien el palo ma-
10 Los by tes de la abeja

yor y las orzas, y se montaron. A los pocos momentos


llegó a la playa una ráfaga de viento, qu e hinchó la s ve-
las y dio comienzo el paseo.
Thor y Kevin eran muy diestros en el winds urfing, ya
que aprendieron a dominar este deporte t1·es ai'íos atrás,
en una población costera del sur. Una vez qu e se sintie-
ron cómodos y en equilibrio, danzaron alrededor de la
vela de abigarrados colores según la dirección d el v ien-
to Y, a impulsos de las ráfagas , fueron los amos d el lago.
-El viento arrecia - gritó Kev in cuando su vela
se hinchó con una nueva ráfaga .
La playa quedaba muy lejos y los árboles impedía n
ver el muelle del Campamento Especial-K d e Computa do-
ras . Las olas comenzaban a encresparse indi cando un
fuerte mar de fondo. Thor diri gió su tabla hacia el otro
lado del lago donde había una zona resguardada del
viento. Kevin hizo varias piruetas rutina r ias como ent re-
namiento para el campeonato del campamento.
-Puede que éstas sean unas vacaciones rel a jantes
-se dijo Thor-. Demasiada presión en casa y poco aire
fresco. Lo pasé mal este último semestre en la escuela.
Mientras observaba como el agua discurría por enci-
ma de la tabla cuando ésta la cortaba, Thor reflexionó
sobre sí mismo . .A sus quince años, hijo único de Edward
y Laraine Benson, sabía perfectamente que le era pre-
ciso mantenerse siempre ocupado. Siendo su padre ase-
sor profesional de proceso de datos (1), Thor creció ro-
deado de computadoras.
-Y eso sí que es una familia -pensó en voz alta.
Cuando le aburrieron los simples juegos de vídeo, Thor

(1) N. del T. Electronic data co11sultant = Creemos impor-


tante que el lector conozca el término en inglés.
·--

Ataque por sorpresa 11

comenzó a programar sus propios juegos de computado-


ra. Su padre le había ayudado a desarrollar un programa
en particular, Starbryte, que ahora se vendía en cartu-
chos para computadoras domésticas. Con el producto
de estas ventas, había conseguido reunir fondos sufi-
cientes para construir un taller-laboratorio en el garaje
al lado de su casa y pagarse las vacaciones . Thor también
hubiera podido comprarse un automóvil con sus ingre-
sos, pero todavía no tenía edad para obtener el permiso
ele conducir.
-¡Eh, mira! -El grito de Kevin Powell le llegó desde
lejos.
Asomado por el borde de su vela, Thor vio a Kevin
se ntado a horcajadas encima de su tabla, y la vela en el
agua. Kevin señaló hacia el cielo.
Algo pasó por delante del sol. Thor continuó gober-
nando su tabla y admirando el enorme pájaro que tra-
zaba círculos perezosamente.
-¡Un águ ila! - exclamó Kevin.
Puesto que su amigo estaba más cerca del objeto
volante, Thor fue en aquella dirección. Era muy raro ver
águilas por allí, pensó, y no quería perderse la oportu-
nidad de verla de cerca, tal vez sumergiéndose en busca
ele pescado.
De pronto Thor apartó la mirada de su vela al oír
un grito. ¡El enorme pájaro descendía sobre Kevin!
El muchacho, asustado se tiró en el agua. El pájaro
rozó la superficie y luego remontó el vuelo. Kevin asomó
la cabeza por debajo de la protección que le ofrecía
su vela.
Thor dirigió su tabla hacia el lugar y observó como
el águila ahora era tan sólo un puntito en el cielo y
describía círculos.
12 Los bytes de la ab eja

-Ha debido tomarte por un pez -dijo Thor al llegar


a su lado.
-Por un trucho en vez de una trucha, como mucho
-rimó Kevin.
-Yo no creía que hubiesen todavía á guilas en es ta
zona -comentó Thor.
-Vaya suerte la nuestra -dijo Kevin.
Señaló el pie del mástil, donde un a pieza d e goma lo
sujetaba a la tabla; el acoplamiento elástico se h ab ía
soltado, cuando Kevin se tiró al agua .
Los muchachos se encontraban a m ás de dos kilóm e-
tros de la playa y era necesario tomar r á pidamente una
decisión. Pensaron que lo m ejor era que Thor navegara
hasta un punto donde Charlie, el encargado, pudie ra ver-
les y acudir en su ayuda.
Cuando Thor comenzaba a izar su vela del agua, Ke-
vin le advirtió:
-¡Ahí vuelve ese pájaro!
Thor consiguió levantar toda la vela. El águila inició
una maniobra en picado, rizó un ri zo y, rozando la su-
perficie del lago, se dirigió h acia ellos.
Kevin y Thor saltaron al agua. Con un crujido estre-
mecedor la poderosa bestia volante atravesó la vela cu-
yos fragmentos cayeron al agua cuando los muchachos
emergieron para respirar.
-¡Eso no era un pájaro! -Thor se estremeció.
-¡Fuera lo que fuese quería aniquilarnos! -afirmó
Kevin.
Montaron en sus maltrechas tablas. El «águila» vola-
ba por encima del lago, hasta que empezó a perder
altura.
-Tiene problemas -adivinó Thor.
En el aire y a toda velocidad, el «águila >> se ladeó.
14 Los by tes de la abeja

Una de sus alas tocó el agua, dio una vuelta de campana


y luego desapareció bajo la superficie.
-¿Qué es lo que pasa aquí? -se preguntó.
Thor examinó el mástil. Había sido rebanado limpia-
mente, hazaña imposible para cualquier animal.
-Eso tiene que ser un objeto de metal ultraligero y
que alguien dirige por control remoto , desde la playa.
- 0 tal vez volase siguiendo una trayectoria progra-
mada de antemano -sugirió Kevin-. Y tuvimos la mala
suerte de encontrarnos en su camino.
-Qué broma más pesada, ¿eh, Kev? Mira lo que ha
quedado de esto.
Con la vela y el mástil destrozados, y la tabla de
Kevin inutilizada, no había manera de seguir el plan ini-
cial. Ahora debían emplear el método de emergencia:
quitar las orzas de las tablas y utilizarlas como remo,
para poder así regresar, lentamente a la playa.
-Ese águila era realmente peligrosa -dijo Kevin al
iniciar la marcha.
-Deja en muy mal Jugar a nuestro pájaro nacional ( 1)
-rió Thor-
Mientras remaban más de prisa empezaron a pensar
cómo reaccionaría Charlie. Puede que ya no les dejase
navegar. Y Jo peor de todo, es que iban a perderse el
Seminario de Programación. Thor no quería perderse la
clase inaugural y le insistió a su amigo que remase más
de prisa.
El ruido de un motor les sobresaltó. Miraron hacia
la playa, pero no vieron que se acercase a ellos ningún
bote_ Kevin, mirando por encima de su hombro, atrajo
la atención de Thor.
(1) N . del T. Se refiere a que un águila real figura en el em-
blema norteamericano.

11
Ataq ue por so rpre sa 15

Un p equ eño h overcraft se desl izaba por el lago, con


dos hombres a bordo. Ambos ves tían monos impermea-
b les d e color naranja. No hicieron el menor caso de los
d os n á ufragos que agitaban los brazos frenéticamente.
-¿Es que esa gente no sab e que la ley del mar obli-
ga a socorrer a los náufragos? -gritó Kevin lleno d e
furor.
El hovercraft es taba dem asia do lejos para que los
hombres le oyeran, pero seguro que vieron a la pareja
fl otan do a la deriva en sus mal trechas tablas . Sin embar-
go, los desconocidos no les hicieron el menor caso.
Fl ota ndo sobre su colchón de a ire, el hovercraft co-
me nzó a trazar círculos en una zona del lago . Uno de los
homb res sujetó una bombona de ai re a su espalda, se
,· p uso u na m á scara de bucear y se lanzó al agua.
Thor y Kevin contemplaron con asombro como el
otro h ombre continuaba dando vueltas a lrededor de aque-
lla zon a , e intercambi aron una mirada. Ambos pensaban
lo mismo.
-¡Ya lo tiene ! - exclamó Thor.
El buceador emergió a la superficie y los muchachos
distinguieron un trozo del «águila>>. Cuando la embarca-
ción se hubo acercado bastante, el que la pilotaba se
agach ó para recoger y subir el objeto a bordo. Cuando
el hombre del traje de goma color naranja salió del agua,
le fue entr egada de nuevo el <<águila >> para que la exa-
minase. El gigantesco objeto volante, casi del tamaño del
buceador, fue atado encima del hovercraft. A toda má-
quina dieron la vuelta y se alejaron ocultos tras su pro-
pia estela.
-¿No te dije que este campamento tenía de todo?
-rió Kevin .
Volvieron a r emar lo mejor que pudieron dadas las
16 Los bytes de la abeja

circunstancias. De vez en cuando, Kevin echaba una ojea-


da a su reloj; aquél era realmente un mal día: se lo
había roto contra la tabla la primera vez qu e se lanzó
al agua.
Poco a poco, el muelle del Campamento E specia l-K
de Computadoras protegido por su barracón de madera,
fue apareciendo ante su vista. T odos los demás navegan-
tes en botes y windsurnstas hacía rato que habían regre-
sado a tierra .
-Me sorprende que Charlie no haya salido a buscar-
nos en su la ncha motora -dijo Thor-. Sabía que yo no
quería perderme el seminario .
-Me figuro qüe tendrá cosas m ás importantes que
hacer -replicó Kevin cuando llegaron a la playa.
No había nadie por allí para ayudarles a subir sus
tablas. Ayudándose mutuamente, Kevin y Thor las colo-
caron en sus soportes. Cuando se disponían a echar a
andar por el camino, Kevin dijo:
-¿Para que sirve ese tipo si no está aquí para ayu-
darnos en un apuro? ¿A dónde habrá ido Charlie?
Thor cogió el brazo de su amigo y le señaló una cuer-
da tendida entre dos árboles.
¡Había un traje impermeable color naranja tendido
a secar!
CAPÍTULO II

COSAS DEL CAMPAMENTO

El S eminario d e Programación h abía terminado una


ho ra antes de que los dos muchachos entra ran en el edi-
ficio de las computadoras conocido como Aula Electróni-
ca. Algun os estudiantes se habían quedado para examinar
la docena de microcomputadoras recién llegadas, y pro-
b aban afa nosamente los comandos d e las máquinas.
-¿Está aquí e l señor Einsgram? -preguntó Thor.
Una de las chicas del fondo de la sala señaló hacia la
ventana .
-Está revisando la instalación eléctrica.
-¿Habéis tenido algún - problema? -quiso saber
K evin.
-Una bajada de tensión -dijo otro estudiante ojean-
do el libro de códigos-. Nos arruinó la primera clase del
seminario.
Kevin se volvió hacia Thor al comprender que des-
pués de todo no se habían perdido nada en la primera
sesión. La repentina falla de tensión eléctrica había bo-
rrado todo el programa y arruinado la primera clase.
Víctor Einsgram habló con rudeza al joven electri-

2- Los bytes ...


18 Los byt es d e la ab eja

cista que tuvo la mala fortuna de acudir a s u ll amada .


Mientras el hombre subido a una escalera revisaba los
cables, Víctor protestaba contra la compañía.
-¿Cómo podemos mantener una sala llen a de com pu-
tadoras sin el adecuado suministro d e energía? - gritaba
Einsgram-. La electricida d es un ele m ento indi spen-
sable.
-¿Por qué no las hace funcionar con bate rías y co n-
versores de continua a alterna? -murmuró el ataread o
electricista.
-¿Oyen eso? ¡Puede estar seguro d e qu e la e nca rga-
remos en nuestro próximo pedido'
A Thor le había gustado aquel hombre m ayo r des de
su primer encuentro en el campamento. En c ie rtos as-
pectos, Einsgram se parecía a su padre , pero e n tempe-
ramento era muy distinto. El libro del campame nto decía
que Victor Einsgram era licenciado en física aplica d a
y matemáticas , que su esposa viajaba como fot ógrafo ele
la naturaleza, y que su afición favorita era el coleccio-
nismo de monedas.
-No pudimos llegar a tiempo para su clase -elij o
Kevin al hombre.
-¡La electricidad tampoco! -gritó Einsgram-. La
daremos esta noche después de cenar. Es decir, si no
necesitamos velas.
El electricista gruñó en lo alto de la escalera.
En aquel preciso momento cuatro jovencitas subían
por el camino del lago. Entre ellas estaba Pamela Po-
well, la hermana de Kevin de quince años. Sus ojos te-
nían un ligero parecido con los de su hermano, pero,
como Thor solía decir a menudo bromeando: «Gracias
a Dios no os parecéis en nada más».
-Queríamos salir en las canoas, pero no habían
Cosas d el campa111ento 19

chal ecos sa lvav id as -dijo Pamela-. ¿Tenéis alguna idea


de a dónde h a ido Charlie?
Los muchachos alzaron los hombros como respues-
ta . Parec ía se r la pregunta de actualidad ... Y, después
el 1 ex traño suceso del lago, los hombres del hovercraft,
y el ves tido impermeable nara nja tendido junto al ba-
I-racón el e n á utica, Charlie tenía que responder a mu-
chas preguntas .
Ante la in sistencia de Pamela, Thor y Kevin fueron
presentados a Ana y Ellen, dos hermanas de las mismas
edades de los muchachos, y a Mary, un año mayor. Inter-
cam biaron divertidos comentarios con las chicas para
ta ntear su sentido del humor. Kevin dijo que era el medio
m ás senci ll o para conocer a la gente. Pamela esperaba que
le gus tase a lguna de las tres, para poder concentrarse en
Tho r. No era ningún secreto que sentía una gran sim-
patía por su vecino. No obstante, Thor Benson no esta-
ba predispuesto al noviazgo.
Todos estuvieron de acuerdo en que el Campamento
Especial-K de Computadoras estaba maravillosamente
in talado y tenía muchas ventajas. Todos tenían inten-
ción de aprovech arse de las actividades recreativas así
como de la s nuevas microcomputadoras Mynd. El grupo
planeó reunirse aquella noche alrededor de la hoguera.
Los muchachos se iban ya, cuando oyeron a las chicas
susurrar a sus espaldas.
-Es bastante mono -decía Ellen a su hermana.
-Pero es la edad y la inteligencia lo que cuenta -re-
plicó Mary.
-No está mal -comentó Ana.
-¿No os lo dije? -exclamó Pamela.
Entretanto Kevin y Thor rieron entre ellos al oír la
conversación de las chicas. Las mismas palabras se oían
20 Los by te s de la abeja

a menudo por los pasillos de la Escuela Super ior ele


S tan ton.
Delante de la oficina principal del campamento es-
taba aparcado un todo-terreno con el motor en marcha ,
cuyos gases de escape empañaban el aire puro d el cam-
po. Momentos después, salió un hombre alto con barba
con una cartera de cuero marrón. Montó en el vehículo
y se fue .
-Tiene prisa -comentó Thor.
-Probablemente será de la compañía de electricidad
-rio Kevin.
Se apartaron del camino para dej a r pasar al todo-
terreno cuando se dirigía a la verja. Ellos iban a infor-
mar a la directora del Especial-K, la señorita Kate Ki-
loug, de los desperf~c tos sufridos por sus tabla s de
windsurfing.
La directora les saludó en el porche . Conocía sus
nombres, ya que cada acampado debía inscribi rse con
una fotografía y una entrevista previa. De esta forma, el
campamento conservaba un alto nivel de di sciplina y
prodigaba una especial atención personal. E so, por lo
menos, era el reclamo del folleto del campamento.
-Esta es la tercera queja que recibo por no estar
ese hombre en su puesto -les dijo la señorita Kiloug-.
Me temo que ésta va a ser su última semana entre no-
sotros.
-Pero nosotros no queremos que Charlie pierda su
trabajo -dijo Thor-. Probablemente estaría ocupado
con otros problemas.
-¡0 creándolos! -declaró la mujer, que al parecer
tenía poca paciencia con sus empleados.
Kevin se preguntó qué era lo que preocupaba a la
directora . A sus treinta y tantos años, Kate Kiloug era
Cos as d el campamen to 21

ya una veterana especializada en marketing (1) de Com-


putadora s RAQ, que había aba ndonado el tablero de
di seño por el aire libre. Su aspecto dulce y natural se
a dapta b a más a ese a mbiente, según convinieron los
muchachos m á s tarde. Sin embargo, la señorita Kiloug
e ra mu y exigente en cuanto a r esponsabilidad.
Cuando les p r eguntó cómo se les rompieron las velas
en el lago, K a te hizo que los muchachos repitieran la
histori a otra vez _dentro de la oficina.
-¿Es un a broma? -preguntó al final.
Thor y K evin se sorprendieron.
-Ha bl a mos en se rio .
- N o es posible -rio.
Su indiferen cia les cogió d esprevenidos.
-Haya ocurrido lo que haya ocurrido, y no pienso
pregun tá roslo m ás, tien e que haber sido un accidente,
por raro que parezca -les dijo-. No os preocupéis por
las vela s. Tenemos un s tock nuevo de r epuesto. Pero, en
el futuro, chicos , hacedme un favor.
-¿Cuál? -preguntó Thor.
-La próxima vez inventad un cuento mejor.
Y sonrió ampliamente. A los muchachos les resultó
muy difícil encontrar respuesta.
A continuación Kevin y Thor fueron a la sala de es-
tar a jugar al V ector 7, un juego de vídeo en disco óp-
tico (2). Sus dos compañeros de habitación, Fred Turner,
un joven rechoncho algo mayor, y «El pequeño Jack», al
que llamaban así por su contraste con Fred, ya estaban
jugando.

(1) N . del T . Estudio del mercado y prospectiva de ventas.


(2 ) N. del T. Los programas de computadoras pueden alma-
cenarse ta mbién en discos ópt icos, parecidos a los Compact-
Disk musicales, y luego son leídos por un rayo láser.
22 Los by tes d e la abeja

-Os perdisteis muchas emociones e n e l semin a ri o


cuando se cortó la corriente -les dij o «El p equ ei'ío
Jack».
-Primero se oyó un sonido sibilante , Ein sg ra m es·
taba hablando, y luego todo quedó a oscuras -dijo Fred
por la comisura de sus labios mientras se concentraba
en su juego-. Todo el programa que h a bía entrado en
memoria viva (1) se borró al fallar la corrie nte.
Cuando le tocó a Kevin manejar los mandos s taba
deseando descubrir la causa de aquel ruido sibilante .
-¡No! -gruñó Fred. Estaba perdiendo el juego .
-Era una especie de pájaro -inte rv inó Jack mi en-
tras bebía su zumo de naranja.
-¿Cómo lo sabes? -preguntó Th or.
-Porque lo dijo alguien que lo vio -declaró Jac k-.
Tenia el aspecto de un águila .
-Toma, me has dado el día -le dijo Kev in a l de-
volver los mandos a J ack.
-Eh, yo no te pedí que jugaras -protestó Fred.
-¿Tienes miedo de perder? -Jack pasó directamen-
te a Vector 6.
Thor había vuelto al lago en busca de Charlie . No
se le veía por ninguna parte. Mientras miraba en el ba-
rracón de los equipos acuáticos, el muchacho observó la
cuerda de tender. ¡El traje impermeabl e naranja había
desaparecido!
-¿Qué ocurre? -preguntó Pamela Powell.
(1) N. del T. Las memorias internas (RAM) ele las com pu-
tadoras sólo guardan la información mientras tienen ten sión.
Para guardar el programa definitivamente hay que grabarlo en
cassette o en disco magnético. Se llaman vivas porque pueden
ser grabadas y leidas, a diferenc ia de las memorias ROM, que
sólo pueden ser leídas y son permanentes e inalterables , por lo
que podríamos llamarlas muertas .
Cosas del campamento 23

Thor se volvió y allí estaba Pamela con las dos her-


m a na s, Ell en y Ana, ajustándose los chalecos salvavidas.
-¿Cómo los conseguisteis? -preguntó Thor.
-Nos los dio Charlie.
-¿Ha vuelto?
-Es tá ahí -replicó Paro señalando.
Tho r dio la vuelta al barracón. Abajo en la playa,
ce rca de la s tabla s de windsurfing, Charlie estaba repa-
ra ndo la pi eza de acoplamiento de goma que Kevin había
roto . Thor se acercó a él.
-Eh, Charlie.
- ¿Có mo pu edes venir tan sonriente cuando has roto
es ta ta bl a, has perdido dos velas y casi has conseguido
que m e despida n?
El h o mb re est a ba seriamente disgustado.
- Sien to lo de las tablas, pero no te creerías lo que
ocurrió -tra tó de explicar Thor.
- Dej a qu e adivine. Un águila metálica gigantesca
b ajó del cielo y pasó a través de tu vela -gruñó el hom-
bre s in alza r la cabeza.
Thor d edujo que había estado h a blando con Kate Ki-
loug . O mej o r dicho , que ella le había reprendido. ¿Cómo
sino iba a conocer sus intenciones de despedirle?
La tensi ón cedió cuando se acercaron Pamela y sus
ami gas . Charlie sonrió a las chicas y les ayudó a colocar
Jos más tiles y las velas en las tablas . Una vez estuvieron
montadas las lleva ron al agua.
-No salgáis de la cala -gritó-. Es una nueva orden.
-Pero si la mejor brisa está en el centro del lago
-dijo Thor.
-Precis a mente donde perdisteis esas dos velas, ¿acier-
to? -Charlie echó a andar hacia su cabina-. Eso es
para que todos estéis al alcance de mi vista.
24 Los bytes de la abeja

Caminando al lado de Charlie, Thor hizo un esfuerzo


para alejar cualquier resentimiento. No era conveniente
enemistarse con uno de los encargados del campamento
desde el principio de la acampada.
-¿Te importa si vamos a bucear?
-No tenemos equipo para eso -replicó Charlie.
-¿Y ese traje de goma color naranja?
-No sé de qué me hablas -contestó el encargado
en tono apacible, pero enérgico. Y dicho esto, se metió en
su cabina y cerró la puerta.
Si Thor Benson hubiese decidido curar su añoranza
y abandonar el campamento aquel mismo día, hubiera
tenido toda la razón del mundo. No sólo estuvo a punto
de ser seriamente lesionado por el ataque de un extraño
objeto volante, sino que ninguna autoridad tomaba en
serio sus protestas.
-Lo cual significa que existe una explicación rara
-se dijo para sí.
Un misterio de algún tipo se presentaba ante él y
Thor daba la bienvenida a la aventura que representaría
el desentrañarlo.
En el barracón donde se servía la comida, Kevin co-
noció las últimas noticias. Le sorprendió saber que Char-
lie negaba ·conocer la existencia del traje de goma naran-
ja y, entre bocado y bocado de pollo a la barbacoa, ex-
plicó su nuevo descubrimiento.
-¿Quieres saber cómo llegó a ser directora de este
campamento la señorita Kate Kiloug? -preguntó Ke-
vin en voz baja.
-¿Le tocó como primer premio en una lotería?
-No te hagas el gracioso ahora, Thor. ¡El propieta-
rio anterior fue asesinado!
Thor dejó de comer.
Cosas del campamento 25

-S í, señor, es la historia que circula -prosiguw


Kevin-. Se supone que el hombre murió ahogado, pero
la policía que investigó el caso no encontró el cuerpo.
Desapa reció.
-Entonces, ¿ cómo dicen que fue asesinado?
-Alguien lo denunció.
-Eso m e da escalofríos, Kevin.
-Y eso n o es todo -dijo mirando el plato que Thor
había dejado a un lado-. Espero no estropearte la
comi da .
-No , sólo como p a ra parecer m ás sociable -replicó
Thor con sarcasmo.
-¡Este campamento está encantado!
- ¿Quién lo dice?
-Lo dicen cuatro p ersonas -contestó Kevin muy
t ra nquilo .
Thor se n egó a comer nada m ás. Su apetito se había
d esva neci do d esde ·el momento en que Kevin le contó
los terribles h echos cometidos en aquella zona, varias
temporada s atrás. Sin embargo, no hicieron mella en la
voracidad de su amigo, que una vez terminó su plato,
r eb a ñ ó lo que le había sobrado a Thor.
-¡Y ocurren cosas realmente fantásticas durante la
luna llena!
Thor d escargó su puño sobre la mesa .
-Deja eso, Kevin . ¡No son más que supercherías!
-Thor se enfadó-. ¡Estamos casi en el siglo X-"'<1!
-Pero la luna -llena se aproxima -repuso Kevin-.
¡Sólo tenemos que esperar tres días para verla!
CAPÍTULO III

UNA ANTIGUA LEYENDA

El Seminario de Programación dio comienzo de nue-


vo aquella noche con Víctor Einsgram. La asistencia
fue ca si total al Aula Electrónica. Era la primera vez
que Thor B enson veía al completo el Campamento Espe-
cial-K de .Computadoras. Todos -los asistentes contaban
entre diez y dieciséis años de edad, y el número de mu-
chachos sobrepasaba ligeramente al de chicas. Contraria-
mente a lo que ocurre en los campamentos de verano
ordinarios, aquí lo primordial era estudiar, y la diver-
sión ocupaba un segundo término. Y puesto que la ma-
yoría d emostraba una gran afición a la microtecnología,
la diversión y el estudio iban unidos.
-No es un error hacer una predicción racional del
futuro -decía Einsgram-, si se especula con las con-
diciones actuales. Las gmndes equivocaciones de hoy en
día ocurren por nq prestar la debida atención al pasado.
Cuando hoy programamos las computadoras , lo hacemos
con la intención de utilizarlas de un modo creativo para
resolver los problemas del mañana.
Señaló la hilera de pantallas rutilantes que tenía a
su espalda.
-De manera que jugad con esta inteligencia artificial
28 Los bytes de la abeja

-'-les desafió d a ndo una palmada sobt·e un montón d e


discos magnéticos llenos d e programas- y probad vues-
tras microcomputadoras Mynd para ver lo que atesoran.
Tras una rápida lectura del programa previsto d e e n-
señanza de la programación, Victor Einsgram dividió la
clase en grupos de tres. Ca da uno de estos grupos te nía
que trabajar e n una unidad de las nuevas Myncl, e in-
vestigar un programa . Grac ias a una opor tun a coinci-
dencia, Thor, Pamela y K evin formaron g rupo.
De una caja ele discos fl exib les, Pamela eli gió un o a l
azar y lo colocó en la mitad de di sco (1). Pu lsó el START,
RUN y LIST en el teclado para que el programa apare-
ciera en la pantalla d el monitor.
DE-BUNKER, leyó Kevin mientras aparecía e l título
del programa: PROGRAMA DE UTILID AD PARA EL
DEPURADO {2) DE PROGRAMAS EN LENGUAJE MA-
QUINA .
-Vaya un comienzo -suspiró Pam . H a bía esperado
algo mejor.
Thor examinó las opciones de la pantalla, y lu ego
hizo una sugerencia.
-Se supon e que ti ene un ensamblador y desen sam-
blador (3) interno -dijo con una sonrisa-. P robemo s

(1) N. del T. Es la unid a d lectora de d iscos magnéticos a la


que podríamos llamar 'tocadiscos», s ino fuera porque n o «toca»
música.
(2) N. d el T . DEPURADOR = Debugger: es un programa de
ayuda al programador para localizar bugs o errores en un pro-
grama con defectos.
(3) N . del T. ENSAMBLADOR Y DESENSAMBLADOR= As-
sembler and disassembler : programas de ayuda que permiten
escribir programas directamente en el cócligo interno de la má-
quina o código-máquina (ensamblador) y, a la inversa, permiten
lueer un programa interno de la máquina de forma má s asequi-
ble (desensamblador).
Una amigua ley enda 29

a utiliza r el desensambl a dor para desensamblado a sí


mismo.
-Pe ro eso echaría a perder el programa -protestó
Pam.
-N o n ecesariam ente - replicó Thor-. Averiguare-
m os en qué p a rte de la memoria está el desens a mblador.
Kev in le dejó que r eorga nizara el programa, y fue a
ve r Jo que hac ían otros g rupos. El más próximo estaba
descifra ndo un s imulador del juego de golf con unos
g ráficos de difícil soluci ón . Otro trío trabajaba con un
ro mpeca bezas circul a r Zenoz. Varios juegos eran estu-
di a dos por otros que buscaban los puntos flacos, para
intentar gan a rlo.
Fue el g rupo del extremo de la fila el que llamó la
aten ción de K evin y le hizo detenerse unos segundos a
mira r. El t r ío es taba formado por «El pequeño Jack»,
Mary y Ana . Habían introducido un disco flexible que se
id entifica ba como: Abeja: Su Aerodinámica y Modifica-
ciones.
-Thor, ve a echa r un vis tazo al del extremo -su-
surr ó K evin al r egresar.
Ocupó la posición de copiloto mientras Pamela conti-
nua ba trabaj a ndo en el teclado. Cuando más intentaba su
hermana acceder al desensamblador, el programa más se
proteg ía . Al parecer tenía un sistema perfecto para pre-
venir s u propia destrucción.
-No consigo encontrar una entrada -dijo exaspe-
rada-. ¿Dónde está Thor? Puede que él tenga alguna
idea.
Por encima de los hombros de Mary y Jack, Thor con-
templaba una relampagueante exhibición de experimen-
tos físicos en túneles aerodinámicos, dibujos animados
por computadora de abejas en vuelo y listas de coman-
30 Los bytes de la abeja

dos de control. Con su propia autorización, sacó el di s-


co y miró la cubierta .
-¿Os importa que lo cambiemos en la próxima ron -
da? -preguntó.
-¿Tenéis vosotros algún juego espacial? -quiso sa-
ber Jack.
-Todo lo que tenemos aquí son juegos espaciales
-le aseguró .
Convinieron en intercambiar los discos.
-Tienes los ojos muy abiertos -le dijo Thor a Ke-
vin.
-Para verte mejor -fue otra de las salidas de Ke-
vin, y esta vez no tuvo que deletrearla.
-En este momento me gustada tener aquí mi Porta-
RAK -dijo Thor al cabo de un rato-. Así podría copiar
ese disco y sacar un duplicado para nosotros.
Desde el otro lado de la sala , Víctor Einsgram iba vi-
sitando cada grupo. Preguntaba a cada uno de sus miem-
bros cuál era su contribución, en que forma había alte-
rado el programa, y que observaciones tenían que hacer.
Einsgram observó que Kevin y Thor iban a ver la compu-
tadora del extremo.
-¿Y qué es eso que os parece tan fascinante? -les
preguntó el hombre cuando estuvo detrás de ellos.
-Oh, la variedad de discos -dijo Thor.
-Juegos, contabilidades, hojas de cálculo, progra-
mas de utilidades -recitó Kevin-. Todo lo que hay
actualmente en el mercado.
-La mayor parte del material nos lo ha prestado la
oficina, del campamento. Todavía no hemos recibido el
envío especial de la compañía -murmuró Víctor mien-
tras se inclinaba sobre la pantalla del monitor-. Admite
más posibilidades. Por lo menos las Micro Mynd ya
Un a antig11a leyen da 31

es tá n aquí. ¡Primero ha vuelto la electricidad, luego ven-


drán nuestros discos !
Pareci ó contento con el orden que reinaba y con el
modo ele com probar el DE-BUNKER del terceto.
Mientra s Einsgram revisaba sus alteraciones, otro con-
sej ero entró en el Aula Electrónica. Llevaba una caja
nu eva llena ele discos y comenzó a cambiar los que te-
nían en las unida des por los nuevos . Algunos protesta-
ron y esto atrajo la atención de Víctor Einsgram.
-¿Por qué se entromete en nuestra sesión?
-Pregu nte a la señorita Kiloug -replicó el recién lle-
ga do-. Ha habido un error en la oficina y les han en-
v iado un a serie equivocada.
-No h ay ningún error -replicó Víctor-. ¡Y empie-
ce a devolve r los discos que se ha llevado!
-No p uedo hacer eso, señor. Ordenes.
De mala gana, todos los discos fueron sacados de las
computado ras y se insertaron otros nuevos. Pronto la
opinión tmá nime de todos los grupos fue que éstos eran
menos complicados y más para principantes que los
originales.
-Ah, ya los hemos visto antes -eran las palabras que
se oían por todas partes.
Thor y Kevin tuvieron una ligera sospecha acerca del
cambio r epentino, especialmente cuando el titulado Abe-
jas fue el primer disco que se llevó .
Los muchachos perdieron interés en la sesión cuando
el título de su nuevo programa apareció en la pantalla
del monitor. Simple-Simón era tan vulgar como sonaba:
una cocinera tenía que preparar pasteles cada vez más
de prisa para que el pastelero los recogiera y tratara de
correr más que el siempre hambriento Simple-Simón.
La primera en observar que aquel personaje tenía un li-
32 Los bytes de la ab eja

gero parecido con Kevin, fue su hermana. Pam sonreía


irónicamente mientras seguía el programa y sustituía el
nombre del hambriento por el d e su hermano .
Durante el descanso en el exterior del Aula El ectró-
nica, los dos muchachos se sentaron a disfrutar d el a ire
fresco. El canto de los grillos y el d e un p á jaro zamb u-
llidor ponían música de fondo a la escena. Aquél era el
lugar tranquilo que todos deseamos poseer.
Unos faros d es de la entrada rasgaron la oscuridad.
El todo-terreno se dirigió a la oficina princip a l.
-Es Mister Prisa -comentó Kevin.
El hombre de la barba que habían visto antes se
apeó del vehículo en cuanto lo aparcó d elante de la ofi-
cina. Permaneció en su interior cosa de ci nco minutos y
luego volvió a su vehículo. Y se march ó por el mi s mo
camino. Sus faros iluminaron a dos figuras que iban ha-
cia la oficina.
Puesto que los muchachos habían visto una actividad
similar durante el día, se despertó su curiosidad. En
silencio se dirigieron a la ventana de la parte de atrás
de la oficina. Habían encendido una luz fluorescente.
La señorita Kate abría una maleta marrón de la que
sacó un estuche para guardar discos flexibles y una bol-
sa de plástico conteniendo varios microchips o circuitos
integrados.
-¡Largo de aquí!
El haz de luz de una linterna cayó sobre los mucha-
chos.
-¿Qué es lo que tramáis ahora? -Charlie les había
pescado en la parte lateral del edificio.
-Oh, regresábamos del seminario -dijo Kevin.
-Sí, ése es el último lugar donde estuvimos -aña-
dió Thor diciendo la verdad a medias.
Una antigua leyenda 33

Charlie mantuvo la luz en sus caras. Deseaba intimi-


dades, ya que le habían creado problemas. Dio unos gol-
pecitos en una ventana y poco después salía la directora
del campamento.
-Les he pillado husmeando detrás de la oficina -dijo
el encargado de deportes náuticos.
-Regresábamos del Aula Electrónica. Puede pregun-
tar al seí'ior Einsgram.
Kate Kiloug miró a Kevin, luego a Thor, y les mandó
volver a sus cabinas.
-Ah, Charlie, quisiera hablar con usted.
El hombre la siguió al interior de la oficina.
Cuando los muchachos llegaron a su cabina B-4 en-
contraron una nota prendida en la puerta.
CUIDADO CON EL AGUILA DE ACERO.
-¡Un aviso! -exclamó Kevin.
-Hemos dado con algo importante -susurró su
amigo.
Abrieron la puerta de su cabina con cautela. ¡La ha-
bían arrasado! ¡Ropas, libros, papeles y equipos de de-
portes estaban esparcidos por doquier!
-¡Nos han robado! - gritó Kevin.
De pronto una de las fundas de las almohadas comen-
zó a moverse. Thor cogió su palo de béisbol dispuesto
a defenderse. Un sonido agudo salió de entre las sába-
nas. Con delicadeza, alzó una de las esquinas y luego se
echó a reír ante su descubrimiento.
-¡Valiente bandido! -rió con alivio-. Mira.
Un joven mapache temblaba debajo de la almohada.
Su traviesa naturaleza le había conducido a desparra-
marlo todo en busca de comida.
-¡Ah! ¡Ya sé lo que andabas buscando! -exclamó
Kevin.

3- Los bytes ...


34 Los byt es d e la abeja

Abrió un cajón y sacó una lata . En s u inte rio r h a bía


una bolsa con bollos que su madre le había envi a d o co m o
golosina .
-Has quebrantado el reglamento, K evin . Recue rd a,
no se permite tener alimentos en las cabinas .
-Esto no es comida -dijo K evin de bue n hum o r-.
Es un premio.
Partió uno de los bollos en pedazos y los utili zó co m o
cebo para sacar el mapache al exte rior. Una vez a llí , la n-
zó el resto de los fragmentos por el bos que.
Sin embargo a ellos todavía les quedab a estudi ar m ás
a fondo el aviso prendido en su puerta y r ecoger e l
desorden causado por el pequeño intruso mi e ntras m edi-
taban sobre él. Llamaron a la puerta.
Allí estaba Pamela envuelta en una manta . Co n a tu en-
do similar iban Ellen, Ana y Mary . Cada una ll evab a un a
linterna.
-Vamos hacia el fuego del campam ento -dij o Pa t-.
Un grupo de chicos ya están allí.
-Esperad un momento -fue la respuesta.
A los pocos momentos los muchachos sali e ron vis-
tiendo jerseys y sombreros tejanos . Las chicas gimi eron
al ver su aspecto.
-Eh, es para espantar a los bichos -les dijo Thor.
Seguir el camino a la luz de las linternas fu e una ex-
periencia nueva para ellos . De día no habían r eparado
en los hoyos y salientes del sendero. Al parecer cuando
caía la noche sobre el bosque, surgía un nuevo mundo .
A través de los árboles pudieron ver el resplandor de
la hoguera. Diez compañeros se hallaban sentados en
semicírculo. El humo flotaba sobre el lago iluminado por
la luna.
-¿Sabéis alguna historia de fantasmas?
Una antigua leyenda 35

Una de las chicas se levantó para dar la bienvenida


a los recién llegados. Era amiga de Pam y acababa de
termina r de contar su cuento. Parecía el lugar perfecto
para interca mbiar secretos en la oscuridad.
Una vez hubie ron tomado asiento, las historias con-
tinua ron . Cada uno había de contribuir con un cuento
de miedo. Pasaron casi una hora recordando espantosos
rela tos d onde el terrot· reinaba por entero. Sólo la mi-
ta d de l grupo h abía h ablado. Algunos estaban ya a pun-
to de marcharse cu and o Fred Turner, el miembro mayor
de los a ll í re unidos, alzó su voz.
-Yo sé una hi s toria de fantasmas auténticos . ¡Y ocu-
rrió aquí, en este Jugar!
Y lanzó un a pi edra al lago que fue a caer justo en
la ori ll a.
- ¿Prom e téis mantenerlo todos en secreto?
-Cla ro - fue la respuesta de todos.
- Ya sabéis qu e he estado viniendo a este sitio varios
años -comenzó- . Mis padres alquilaron una cabaña
cuando esto era conocido como el campamento del Águi-
la de S u nd a nce . Su propietario era un hombre llamado
Luke Vvynn . Mi padre le conocía porque ambos comen-
za ron en la misma compañía aeronáutica. De todas for-
mas, compró este terreno para poder retirarse y seguir
efectu an do toda clase de pruebas con mini-cohetes y avio-
nes que diseñaba . Eran, en su mayor parte, pequeños
aparatos p a ra la vigilancia. Durante el verano le gustaba
tener compañía y por eso alquilaba las cabañas a per-
sonas conocidas.
-Olvida lo material -le interrumpió Mary-, y con-
tinúa con la parte espeluznante.
Se alzaron las llamas de la hoguera, y un tronco cru-
jió bajo el calor.
36 Los by re s d e la ab eja

-Está bien, lleva tiempo explicarlo bien - le dijo a


Mary. Y volviéndose hacia los otros continuó- : La razón
de que se llamase campamento del Águila de Sundance
era debido a una antigua leyen da india . Esta era la zona
donde se celebraban los sacrificios a los dioses. Las tri-
bus se reunían, d e jaban alimentos y ofrendas, y lu ego
represaban a los bosques. Si las cosas desaparecían, en-
tonces se suponía que los dioses es tab an contento s. De
lo contrario los indios traían nuevas ofrendas . Bien, un a
noche después de la ceremonia de Su1"1dance, cuando los
sacrificios fueron colocados j unto c. c."'uc., la tribu se
marchó como de costumbre. S in ~ m' a:-go, d s h ombres
blancos, comerciantes, ll egaron aq uí en una canoa. Vi e-
ron los alimentos y los objetos artesanos, remaron hasta
la playa y empezaron a cargar su bote. Una joven squaw
oyó sus risas y avisó a los otros. Los indios lo cons ide-
raron como una profanación a sus creencias. Hubo lucha ,
la squaw fue herida y, como venganza, ahogaron a los
dos blancos.
Una ligera brisa sopló des de el lago. Por un momen-
to el grupo pareció desaparecer bajo una nube de hum o.
Una ráfaga de viento surgió de entre los árboles y disipó
la bruma.
-Cuando se aproxima la luna llena, un águila vuela
sobre este lago. Dicen que es el espíritu de la squav.
buscando paz para su alma.
Kevin miró a Thor para ver si los dos pensaban lo
mismo . Fred continuó:
-Sea como fuere, hace dos años, cuando yo estaba
aquí con mi familia, ocurrió.
-¿Qué? ~preguntaron todos .
-El lugar estaba desierto . El propietario había he-
cho marchar a todos los demás, excepto a mi familia . Se
- --'1

U11a a111igua leyenda 37

comportaba d e un modo extraño, pues todavía llevaba a


cabo pruebas secretas con algunos gobiernos para su-
mini s trarl es equipos de vigilancia aérea. Le dijo a mi
padre que estaba al borde de un gran descubrimiento.
Le pidió que estuviera aquí, junto al lago, para hacerle
una demos tración de su nuevo invento. Mientras mi pa-
dre p ermanecía e n pie aguardando vio a un águila gigan-
tesca que describía círculos sobre la ca la ... Pero Luke
Wynn jamás apareció.
-¿Qué ocurrió? - susurró Pamela.
-Mi madre creyó oír un disparo en la playa y luego
un fuerte chapoteo.
-¿Se ahogó? -preguntó otra chica.
-Esa es la conclusión a la que llegó la policía - ex-
plicó Fred-, porque encontraron su camisa y una za-
pati ll a suya al día siguiente flotando ahí mismo.
Y luego con gran énfasis suspiró:
-¡Y no encontraron s u cuerpo jamás!
Un estremecim iento recorrió todo el grupo . Oír his-
torias de fantasmas que eran sólo historias y que en
realidad no habían sucedido era una cosa. Pero los de-
talles de un asesinato sin resolver, otra muy distinta.
Y el que hubiera ocurrido en aquel mismo lugar mu-
chos no fueron capaces de soportarlo. Encendieron sus
linternas y echaron a andar por el sendero.
-¿Es que nadie canta canciones típicas? -dijo Pa-
mela intentando animar el ambiente.
Después de haber cantado tres veces el estribillo de
«Boga, boga, buen remero» el humor del grupo había
cambiado considerablemente. Habían desaparecido las
caras pálidas y los oyentes aterrorizados. A través del
penacho de humo de la hoguera la superficie del agua per-
manecía en calma junto a la playa.
L

38 Los b y tes d e la ab e ja

-¿Es eso un murciélago? -exclamó Ana.


Los otros miraron hacia los árboles donde se ñalaba.
Los murciélagos son portadores de todo tipo de e nfe r-
medades y depredadores de conejos . Había qu e e vitar-
los a toda costa.
-No veo nada -replicó Fred.
Como veterano de aquellos lugares durante mucho s ve-
ranos, Fred Turner adoptaba gustoso e l papel de «ex-
perto».
Un rato más tarde, cuando el grupo cantaba : «Déja-
selo a César», Pamela se levantó de un brinco, sobresal-
tada.
-¡Lo he visto! -gritó-_ ¡Un murcié la go e norme!
Eso illzo que todos se pusieran en pie. Sem ejante v i-
sión, pisándole los talones a una auté ntica historia de
terror, era una invitación para regresar a las cabina s .
Todos se fueron excepto Kevin, Thor y Fred. El fu ego
se apagó cuando los muchachos lo cubrieron de arena.
-¿Cuándo dijiste que suele aparecer el águila? -pre-
guntó Thor a Fred_
-Alrededor de la luna llena, ¿por qué?
-Porque eso es lo que vieron las chicas. No un mur-
ciélago, sino un águila- ¡Un águila de acero!
¡De pronto se oyó un grito en el camino!
¡Pamela había gritado pidiendo socorro!
CAPÍTULO IV

UN DULCE DESCUBRIMIENTO

-¡Nos ha atacado! -gritaba Pamela Powell.


Las otras niñas se agruparon tapándose con sus man-
tas para protegerse.
- ¿ Pero quién? -dij eron los muchachos.
-Era como un murciélago, sólo que más pequeño
-lloriqueó Pamela-. ¡Zumbaba por el cielo y se lanzó
sobre cada una de nosotras !
-Yo pensé que era un vampiro --exclamó Ana.
-Pero su zumbido sonaba como el de una abeja
-dijo Ellen.
Los muchachos miraron a las niñas, confundidos. Por
fortuna estaban sanas y salvas, pero equivocadas.
-Imposible -replicó Thor-. Las abejas no salen
de noche.
-Sólo vuelan durante el día -añadió Kevin-. Si
era una abeja, debisteis tocar su colmena. Debéis dar
gracias de que no os persiguiera todo el enjambre.
Pero las chicas se mantuvieron en sus trece. Dijeron
que ellas no habían pisado ninguna colmena. Y en reali-
dad, ¿cómo iba a permanecer intacta una colmena en
40 Los bytes de la abeja

aquel camino que recorrían docenas de personas a diario?


-¿Quién tie ne problemas? -se oyó preguntar en voz
alta.
Detrás del haz de luz de su linterna el encargado ele
los deportes acuáticos se aproximaba hacia el grupo.
En cuanto Charlie vio a los dos muchachos adivinó que
habrían complicaciones flotando en el aire.
-Debí suponerlo -dijo .
-Lo siento, ha sido culpa mía -replicó P am- . Nos
asustamos. En realidad no fue nad a.
-¿Entonces por qué g¡·itaste? -musitó Charlie-.
¿No conoces el cuento del pastor que gri taba : ¡Que vie-
ne el lobo!?
Y dicho esto echó a andar en dirección del barracón
donde se guardaban los equipos acuáticos . Todos p er ma-
necieron en silencio hasta que la lu z de s u linte rna desa-
pareció en el recodo.
-Siempre me pone nerviosa -dijo Ellen.
Al regresar, en la zona de viviendas ya habían apaga-
do las luces. En el interior de la cabina B-4 la conversa-
ción continuaba. Thor y K evin ocupaban las dos lite ras
altas, uno frente al otro. En las camas de abajo estaban
Fred Tumer y «El pequeño Jack ». Mientras el muchacho
más joven dormía profunda mente, los otros hablaban en
VOZ baja.
Thor Benson volvió a confesar que añoraba su casa.
Kevin Powell declaró que le encantaba el aire libre.
Fred Turner repitió fragmentos del misterio del ase-
sinato.
Y la más curiosa variedad de sueños descendió sobre
los durmientes de la cabina B-4.
42 Los bytes de la. ab eja

Los ejerciCIOS matutinos diri gidos por la señorita


Kate Kiloug trajeron una nueva oleada de e nergía. El
método aerobic hizo maravillas para espabilar a los po-
cos que no acostumbraban a estar despiertos a a qu ella
hora. Además, era dive rtidísi mo. Para a lgunos much a -
chos, como Fred, que no estaban en forma, fue un mar-
tirio. El permanecer sentados ante la s computa doras
tantas horas a menudo ocasionaba dificu ltades e n la
circulación, repetía la señorita Kiloug. Nadie se atrevió a
contradecirle. Cuando terminaron , todo s transpiraban y
se les ordenó correr hasta el lago. Les esperaba un baño
reconfortante.
A continuación se sirvió el desa yuno. Los coc in ero s
del campamento tuvieron que pre para r más r acio nes ex-
tra de -huevos y cereales a p e tición. La comida desa pa -
recía como por arte de magia a los pocos minutos de ser
servida.
Había que elegir entre : una excursió n por la playa;
una clase sobre pintura electrónica e n pantalla; una se-
sión con la señorita Kiloug sobre nutrición , o una confe-
rencia sobre diseño de microcircuitos integrados.
Kevin se decidió por el paseo por la playa, Pam ela
por la clase de cocina, y Thor fue el prime ro en optar por
el seminario de diseño de microchips.
Mientras Víctor Einsgram proyectaba una serie de
diapositivas en color sobre la pared del Aula Electróni-
ca, los ocho estudiantes hacían bocetos rudimentarios.
Cada uno de ellos utilizaba un lápiz óptico, y un tablero
sensible que al instante trasladaba su interpretaci ó n a la
pantalla. De aquellos dibujos intuitivos podían surgir
grandes descubrimientos.
Víctor fue explicando paso a paso el proceso del sis-
tema de diseño de las nuevas microcomputadoras Mynd.
U1 1 dulce d escubrimiento 43

Su s definiciones resultaron imprescindibles para com-


prend er sus fun cion es revolucionarias . E sta nueva Mynd
no só lo se p rogra m aba a sí misma, sino que también era
capaz el e enviar el programa del circuito diseñado a ki-
ló m etros d e di s tancia ... ¡sin hilos!
Th o r tomó nota d e es te principio. Tenía r elación con
el fenómeno de las «tormentas o r uido de conmuta-
ció n de co mputa doras» (1) en las cuales las señales digi-
ta les de u na computadora podían ser captadas y devuel-
tas a s u forma origi n al por otra computadora. Thor lo
ig noraba, p ero esta información ll evaría un día a nues-
tros expertos a otra aventura.
-Pu es to qu e tenemos aquí estas nuevas micros, co-
nozca mos toda s sus ventajas en esta lección -dijo Eins-
gr am.
Descubr ió el p a n el superior de una de las computado-
ras e hi zo que los jóvenes se ·agruparan a su alrededor.
Utiliza ndo un lá piz óptico con rayo láser, Víctor tras-
ladó el di seño del circuito integrado a uno de los chips
a uto-programa do res .
-¿Qué puede ocurrir si esos circuitos pulsan de un
modo preciso y s incronizado? -preguntó al grupo.
Las resp u es tas surgieron en seguida.
-¿Una sobrecarga en el bus de datos (2)?
- ¿Se borrará ?
-¿Nada, luego todo?

( 1) N. del T. Los ab ruptos flancos de los impulsos di gitales


de las comp ut ado ras se propagan como las chispas de un in·
terruptor en fo rma de ond as de radio, que p roduce n in te r fe ren·
cías en radioreceptores vecinos.
(2) N . del T. Bus de datos: Se llama bus al conjunto de ocho
o 16 cables que tra nsportan las 8 o 16 señales digitales que re-
parten la inform ac ión o los datos por toda la computadora.
44 Los bytes de la abeja

-Un bucle (1) perfecto repetitivo.


-¿Quién ha dicho eso? -preguntó Víctor alzando la
cabeza.
Thor levantó la mano con una sonrisa.
-Bien, bien -observó el hombre-. Parece que sabes
algo también sobre microprogramación.
Thor no contestó. Prefería aprender el m áximo posi-
ble del experto profesor, que alardear de sus conocimien-
tos. Si empezase a exponer sus propias ideas y teorías ,
la clase podría reducirse a un simple diálogo.

Un grupo mucho más numeroso se reunió en la co-


cina del Campamento Especial-K de Computadoras. Pues-
to que la clase de la señorita Kiloug incluía la educa-
ción física y la investigación bionutritiva, guió a los acam-
pados por estos caminos. Referente a los alimentos y a
la salud, cuanto más natural mejor. Con tres cocineros
que demostraban su conferencia, Kant hizo una lista de
alimentos equilibrados. Los hidratos de carbono y las
proteínas recibieron una atención especial. Era la clase
ideal para Pamela Powell, a quien le fascinaba el tema,
por una parte, y el rechoncho Fred Turner por otra.
-Ahora olvidemos todo lo que he dicho -les dijo
después-. Y pensemos sólo en un alimento mágico ... ¡la
miel!
Señaló un montón de tarros con la etiqueta «Oro de
la Naturaleza». Pamela calculó que habrían unos cuatro-
cientos litros de miel almacenados contra la pared del
fondo.

(1) N. del T. Bucles (Loops): Zonas del programa que se re-


piten varias veces hasta conseguir el resultado deseado.
Un dulce descubrimie11to 45

-Lo utilizamos para todo, como puede que ya os ha-


yá is dado cuenta. La miel es una fuente de energía de
que ha di sfru tado la humanidad desde el comienzo de los
tiempos - recitó-. Este producto del néctar de las flo-
res es un auténtico regalo de la naturaleza. Por eso la
recolecta mos y almacenamos para nuestro disfrute. Es
un proceso sencillo si se posee una g ranja apícola .
Pam ela se inclinó hacia adelante . ¿Había oído correc-
tamente?
-Pe rdone, ¿pero es que hay abejas en el campa-
m ento? -preguntó.
-No, pero hay una granja a pocos kilómetros de
aquí - le dijo a Pamela-·. Las abejas y las personas
n o se llevan demasiado bien.
i Así que pudo ser un enjambre lo que la aterrorizó
la noche pasada! Al enterarse de que existía una granja
semejante en la vecindad se sintió aliviada; ¡las abejas
eran m ás aceptables que los vampiros!

¡Que se lo contaran a su hermano y a otros diez ex-


cursioni s tas! Por espacio de casi dos horas habían esta-
do escondidos debajo de un montón de hojas y ramas.
De vez en cuando uno se asomaba para ver si ya no
había p eligro. ¡ Kevin Powell y el grupo que salió de
excursión alrededor del lago habían buseado cobijo para
huir de un enjambre de abejas!
-¿De dónde vienen? -gritó un muchacho desde de-
bajo de un poncho .
-De la granja apícola -replicó Vivien, la monito-
ra-. Pero eso está a varios kilómetros. Nunca había
visto nada parecido.
La declaración sirvió de poco para calmar el terror
46 Los bytes d e la abeja

del grupo. Est aban echados ele bruces en el sue lo , inde-


fensos, y parecía que se hab ía h echo ele noche ta l e ra
el espesor del enjambre.
-Tal vez no puedan r egresar a sus colmen as -dij o
la voz de una njña en tre unos helecho s.
-Tenemos que h acer algo - suplicó o tra .
-¿No podría mos salir corriendo? -pregunt ó alg ui en
a la monitora .
-Lo siento -murmuró Vivien-. Se ría dema siado pe-
ligroso .
La paciencia era su única esperanza.

El seminario d e Diseño de Microcii·ctlitos tenía a l-


gunos bugs o d efecto s.
Los estudiantes es tudiaban un a diminuta p as till a o
microchip d e circuito integrado b ajo la lente de un mi-
croscopio biolectrónico . Grab a dos en esos crups estaban
los prototipos del circuito Range finder ( 1).
-Tened mucho cuidado al llegar a l centro - les re-
cordó Víctor Einsgram-. E so es el núcleo de todo el
programa.
El tiempo parecía transcurrir minuto a mjnuto, p ero
en realidad se habían esfumado cinco hora s . Ninguno d e
los estudiantes había completado su tarea.
Los trabajos en proceso fueron delica damente colo-
cados en contenedores limpios de polvo a lo largo d e
sus tableros de diseño. Einsgram hizo una crítica cons-
tructiva de dos diseños. Al mirar uno de ellos le dijo
al muchacho que prestara más atención a los perfiles
más finos. El otro diseño fue comprobado, resultando ino.

( 1) N . del T . Rangefinder : Loca li za d or ele distancia.


------~-----------~· ·

Un dulce descubrimiento 47

pe rante. Se volvió hacia Thor y le pidió que se quedara


d es pués de la clase.
Cuando los otros se marcharon a disfrutar del período
d e relajación, Thor Benson fue sometido a un tranquilo
inte rroga torio.
- ¿ Por qué no te quedaste en Stanton? -le preguntó
e l hombre-. ¿Por qué perder un tiempo valioso aquí
dond e los otros no tienen siquiera un diez por ciento de
tu h abi lidad?
-Es una oportunidad para mezclar los dos mundos
-confesó Thor-. Yo deseaba aire fresco y seguir mis
es tudios de alta tecnología.
-¡Entonces búscate un empleo tres días de la sema-
na y así te qued aran libres los otros cuatro!
-Usted no lo comprende, señor Einsgram. Tengo quin-
ce años, aún estoy creciendo y ahora no me interesa un
trabaj o fijo. Ad emás, esto es divertido .
El cie ntífico miró con envidia al muchacho. De haber
tenido él una m ente brillante a edad tan temprana, Víctor
Ein sgram ahora no estaría dando clases en un campamen-
to d e computad oras. Hizo señas a Thor para que fuera a
retmirse con los demás.
Tres windsurfistas se deslizaban por la cala del lago.
Unas cuantas canoas se mecían perezosamente cerca de la
playa. Observando aquella actividad estaba Charlie en una
tumbona frente al barracón, sorbiendo un refresco.
-¿Quieres una tabla? -le preguntó el hombre.
Thor se encogió de hombros. No quería causar proble-
mas.
-Adelante si quieres. Había que cambiar esas velas de
todos modos -continuó Charlie--. Toma esto.
Y le lanzó un chaleco salvavidas. Thor se apresuró a
ponérselo y fue a recoger la tabla . A los pocos minutos es-
48 Los by te s de la ab eja

taba en el agua con el mástil y la vela puestos y alejándose


de la playa.
La fresca agua del lago pasaba por encima de la ta-
bla y de los dedos de sus pies. El barracón estaba cada
vez más lejos. Podía ver el canal que se abría h acia la
mayor masa de agua. Dos barcas pescaban a rra s! ra ncio
sus sedales a poca velocidad.
-Puede que Charlie viviera tiempos difíciles a ntes ele
venir al campamento -se dijo Thor-. No es ta n viej o ,
pero da la impresión de que ha vivido mucho y qu e
está resignado a atender los d eseos d e los dem ás. Y eso
cuesta un gran esfuerzo. -Por su parte, Thor Benson de-
cidió ser más paciente y comprensivo con el monitor.
La vela se llenó con una ráfaga d e viento repentina
y se deslizó hacia la abertura de l cana l. Uno de los b otes
de pesca describió un círculo. E sta era la maniobra obli-
gada para recoger una red cargada de pescado. Thor
observó como los tres pescadores se inclinaban para su-
bir la red. Al instante siguiente, con el motor a toda
marcha, se dirigían de regreso al embarcadero.
El bote pasó muy cerca del windsurfista y e l oleaj e
que levantó casi hace volcar la tabla de Thor. Mientt-as
luchaba por conservar el equilibrio no vio lo que ha-
bían recogido en sus redes los pescadores.
Como el viento arreciaba, Thor se puso al otro lado
de la vela para cambiar de borda. Una mirada hacia el
embarcadero le permitió ver un grupo de gente que ro-
deaba la barca. Charlie se mantuvo lo más cerca posible
del embarcadero. Los pescadores alzaron la red.
Entre sus mallas había un inconfundible objeto bri-
llante: ¡los pescadores habían sacado una maleta roja!
Inmediatamente Thor dirigió su tabla hacia la playa.
Deseaba examinar el descubrimiento antes de que se lo
4 _Los by tes ...
50 Los by tes d e In ab e ja

llevaran . Charli e estaba sacand o la m a le ta co n d eli ca deza


ele entre la enmarañada red .
Cuando Thor hubo d ejado su ta bl a e n la are na, la mul.
titud seguía a Charlie camino a rrib a .
-Tal vez la lleve a la oficin a principa l -p en só el mu-
chacho.
Se quitó el chaleco salvavidas y lo pu so en e l es ta n-
te exterior del barracón . La puerta de alumjni o es ta ba
parcialmente abierta . Era la primera vez que lo ve ía
abierto sin que Charlie anduvi e ra por allí. La curi osida d
pudo más que él.
La luz iluminaba el 'lóbrego interior. Parecía una ca-
silla de botes reformada. Velas a e r eca mbi o , moto r es fu e-
ra borda, remos, chalecos salvavida s y p os te r s d e revis-
tas colga:ban ele las pare d es . Un a s poca s sill as y w1
catre junto a una mesilla de noche indi cab a n qu e Ch a r-
lie también dormía allí. A Thor le invadió una ex tra fí a
sensación.
Un saco de lona se hallaba tirado entre dos sill a s con
la cremallera medio abierta . El muchacho se inclinó y
alzó la solapa. ¡Por allí asomaba parte d e un tra je im-
permeable de color naranja! ¡Thor estaba conve ncido
que era el mümo que Kevin y él vieron ll evar a los ocu-
pantes del hovercraft cuando recuperaban el águila su-
mergida!
Volvió a meter el conterudo en la bolsa y se marchó
dejándolo todo tal como lo había encontrado. La lenta
ascensión por el camino le dio tiempo de reflexionar so-
bre la situación.
-Por alguna razón, la gente niega la existencia del
hovercraft y sus ocupantes -pensó-. ¿Por qué tiene
tanto miedo de admitirlo?
La respuesta le llegó a través de Kate Kiloug.
Un dulce descubrimiento 51

-¡Malditas abejas 1 -gritaba Kevin.


El enjambre zumbaba peligrosamente cada vez más
cerca d e los asus tados excursionistas que seguían am-
pa rá ndo se deb ajo de cu alquier cosa que les ofreciera pro-
tecció n, y el ruido del e njambre pulsaba una nota de pro-
fundo tem o r en ca da uno ele ellos. Los feroces insectos
e ta ba n p repa rándose para ataca r.
-¿Esta mos todos a quí? -gr itó Vivien la monitora.
Llegar on las r espues tas apagadas.
Dos niií a s esta ban llorando. Al parecer las abejas
continu ab a n su ataqu e .
Jus to en el momento en que Vivien había decidido
que se lanzara n en un a ca rrera desesp erada a través del
b osque h as ta llegar al lago, un ruido extraño sonó en
la par te norte. El volumen del zumbido comenzó a decre-
cer. Por espacio de t res minutos los excursionistas per-
maneci eron quietos mientras volvían a p ercibir los rui-
dos del bo sque. Vivien fue la primera en levantar la ca-
b eza para asomarse entre el lecho de hojas.
-¡Todo despejado! -gritó.
Los m altrechos excursionistas salieron de sus escon-
dites. El horror vivido hizo mella en los más pequeños.
Para algunos, aquello era definitivamente su último pa-
seo por los alrededores del lago.
-¿Por qué habrán desaparecido tan de repente? -pre-
guntó Kevin.
-De un modo tan fantástico como aparecieron -dijo
Vivien-. Y antes de que lo averigüemos lo más impor-
tante es regresar. ¡Excursionistas, en marcha!
El grupo se congregó en el claro. Se pasó lista para
comprobar que estaban todos presentes. Vivien consoló
a los que les daba miedo el camino de vuelta.
52 Los by tes de la ab eja

-Iremos por la orilla del lago -les dijo-. Si las


abejas vuelven todo el mundo a l agua, ¿entendido?
Los excursionistas corrieron por el corto trecho d e
bosque que les separaba del lago . Metieron los pi es e n
el agua y comenzaron el regreso . Kevin oyó como algunos
niños pequeños juraban que abandonarían el campamen-
to. La monitora hizo caso omiso de esos comentarios in-
fantiles.
-Es una lástima que no llegásemos hasta las colinas
-dijo Vivien abriendo la marcha-. Desde allá arriba
se ve todo el bosque. No hay un ser humano en cientos
de kilómetros.
-¿No hay cotos de caza o d e pesca? -se extraiió
Kevin.
-Ninguno . Este es un bosque protegido -replicó la
monitora-. La fundación privada a la cu al pertenece
prohíbe toda inéursión.
-¿Entonces cómo han conseguido instalar el campa-
mento en esta zona protegida? -insistió Kevin .
-Yo también me he preguntado lo mismo -replicó
Vivien-. Eh, ¿por qué preguntarlo? ¡Sólo hay que dar
las gracias !
Vivien se hizo a un lado para dejar paso a la fila de
excursionistas, y se quedó atrás para apresurar a los
rezagados. De vez en cuando se detenía para contemplar
y admirar el paisaje. Atrajo su atención un objeto que
avanzaba por el lago.
-¡Un águila de cabeza blanca! -exclamó.
Los excursionistas se detuvieron para verla. Planean-
do sobre el agua contemplaron a un águila gigantesca.
Parecía trazar círculos de un modo extraño. Kevin Powell
entrecerró los ojos para verla con claridad. Aquel águila
era idéntica a la que había atravesado la vela de su
Un dulce descubrimiento 53

windsurfing y que, luego de desaparecer, había sido re-


cogida por los buceadores.
Mientras volaba contra el sol su silueta se recortó
nítidamente. Al tener la oportunidad de observarla con
detenimiento, Kevin se dio cuenta de por qué el «águila ,
tenía un aspecto tan fantástico. ¡Tenía las alas fijas,
estables y extendidas!
Trazando círculos cada vez más bajos, el objeto vo-
lante ahora se aproximaba a la superficie del lago. Ate.
rrizó en la playa a unos cien metros de distancia y luego
desapareció hacia un claro del interior.
Kevin se volvió para echar a andar con los otros,
cuando de pronto Vivien lanzó un grito de atención.
-¡Preparados para nadar!
El águila volaba directamente hacia ellos seguida de
una extraña nube negra. ¡El zumbido dio la alarma .. .
era el enjambre de abejas!
CAPiT ULO V

SOMBRAS DE DUDA

Los excursionistas se metieron en el agua. Era su


(mica espera nza para evitar ser atrapados por el enjam-
bre. El recuerdo de su encuentro en el bosque seguía
latente.
Cuando la enorme águila de metal descendía sobre
ellos, de r epente se alejó por encima del lago seguida
de la nube negra de abejas que luego pareció perder la
dirección. Sólo cuando el objeto voló de nuevo entre
ell as el enjambre reaccionó y lo persiguió locamente ha-
cia el bosque.
-¿Es tamos todos? -gritó Vivieri.
Contestaron con voz ronca.
-Salgamos -les dijo .
Chorreando, los excursionistas tenían ahora otra in-
comodidad que soportar. El cansancio y el miedo a los
ataques de las abejas habían hecho que los nervios y la
tensión alcanzaran su punto álgido. Varios niños llora-
ban sin disimulo mientras corrían por la playa.
-¿No te gusta la miel? -preguntó Pamela Powell.
Thor Benson se encogió de hombros con indiferencia.
-Es el Oro de la Naturaleza -añadió.
56 Los b y t es de la ab eja

La dorada substancia brilló en la cuchara mi en tras


la sostenía delante de la boca del muchacho en esp e ra
de que la probara.
-¿Y si digo que no? -preguntó é l.
-¿Nunca has usado un champú de mie l:>
Una vez que hubo abierto la boc a ligeramente, P a m
le metió la cuchara. Con los ojos mu y abi ertos p o r la
sorpresa, él trató de apartarla, p ero la mi e l, a c tu a ndo
como un engrudo, la mantuvo sujeta . Thor s int ió com o
el dulce néctar bajaba por su garganta.
-Mmmmmm, deliciosa- suspiró .
Sonriendo ante su cumplido, Pamela cogió la cuch a·
ra y la introdujo de nuevo en el tarro .
-Con una tengo bastante -le dijo Thor-. Guard a un
poco para tu hermano .
-Aquí hay cientos de tarros -dijo Pam ela-. Ti ene n
su propia granja apícola. La sei'iorita Kiloug es una fa .
nática de este mejunje . Permíteme que te expliqu e la
energía natural que contiene.
Evidentemente las charlas de Kate Kiloug h a bí a n
causado profunda impresión entre sus oyentes . Cad a es-
tudiante que asistió a su clase salió con un tano de mi el.
-Granja Apícola Especial-K - leyó Thor en la eti-
queta del tarro.
Pamela quería ir al Centro de Actividades y le pidió
a Thor que la acompañara. Echó a andar al lad o de la
joven y le habló del seminario de Diseño d e Microcir-
cuitos. El muchacho admitió que la mayoría de temas del
cursillo eran conocidos por él.
-Entonces disfruta del aire libre -le dijo Pam-.
Nunca se sabe cuándo podrás tener otra vez unas vaca-
ciones como éstas.
Tenía sentido, como la mayoría de cosas que Pam
So111bra s d e duda 57

decía . Aunque Thor no q u ería admitir abiertamente el


afecto que sentía por ella, la muchacha lo percibía . No
tenía m ás qu e espe rar a que llegase el momento oportuno.
En el Centro de Actividades, junto al Aula Electróni-
ca, g rupos de jovencitos estaban muy atareados con una
g ra n vari edad de trabajos manuales. Muchos eran ya tra-
dicional s en los campam entos de verano para llenar el
ti empo lib re: cerá mica, litogra fía , m a de ra tallada. Pero
a dem ás d e es ta s cosas habían vídeo-juegos de diseño
g rá fico, pintura co n lápiz óptico (1 ), y equipos de enla-
ces por fib r a ó pti ca.
Cuando K a te Kiloug s e paseó por el Centro de Acti-
vida de , f-ue r odea da de un g ran núme ro de admiradores
qu e p edían s u ap r obación para su actividad . Ella les de-
di có to da clase de fras es amables. Entre dos comenta-
ri os sob re ce rá mica y dibujo con lá piz óptico, Thor abor-
dó a la direc tora del campame nto .
-S eñorita Kiloug, me pregunto si esa maleta roja
que saca ron del agua era una broma.
La muj er fijó su mirada a lo lejos como si quisiera
ve r lo que había provocado la p regunta .
-Pos ib lem ente, Thor. Y puedes estar seguro de que
te lo confirm a ré, ¿de acuerdo?
Se dirigió a otra área del centro donde se desarrolla-
ba otra actividad. Para una observadora como Pamela,
fue evidente que la directora encontró a lgo molesta la
p reg unta del muchacho .
-Parece que se ha puesto nerviosa -susurró Pamela .
- Tal vez le remuerda la conciencia - replicó Thor.

( 1) N . del T. Especie de lápiz con una célula fotoeléctrica


que permite seña lar y dibujar en el punto de la pantalla a la que
se apoya .
58 Los .by t es ele la ab e ja

El asunto no iba a ser olvidado, sólo lo dejaron de


lado por el momento.
Un jovencito entró corriendo en el Centro de Acti-
vidades jadeante y sin aliento. Fue al encuentro d e la
señorita Kiloug y le dijo algo en voz baja que le hi zo
abandonar el local a toda prisa . E sto d esencadenó un a
reacción en cadena, y todo el mundo la siguió.
Vivien y sus excursionistas subían por el camino d el
lago empapados, arañados y maltrechos. Al ver a los
· otros que corrían hacia ellos, varios pequeños se echa-
ron a llorar.
La responsable del campamento inmediatam ente or-
denó a tres niños que fuesen a curarse sus cortes y m a-
gulladuras, Vivien fue con la señorita Küoug a su oficina
para informarle ampliamente . El resto del grupo se m z-
cló entre los otros acampados, y la hi storia d erivó en
una docena de versiones distintas.
Kevin Powell consiguió dedicar una sonrisa a su her-
mana y a Thor. No quiso poner de relieve todo el h orro r
sufrido por temor a asustar a Pamela.
-Cuidado con el águila de acero -recitó el joven.
El aviso que encontraron en la puerta de su celda
ahora tenía un nuevo significado.
-Lo que hizo que ese enjambre de abejas nos tu-
viera secuestrados tiene que ver con ese águila -conclu-
yó Kevin-. Parece volar bajo control remoto. ¡Por la
manera como le seguía el enjambre, se diría que era la
propia abeja reina quien lo dirigía!
Mientras Kevin se ponía ropa seca y tomaba una sopa
caliente, Thor le explicó lo que había descubierto. ¡ Qui -
zá la maleta roja fuese la clave de aquellos extraños su-
cesos!
Pamela intentó restablecer un cierto orden en la con-
Sombras de duda 59

versación. No le gustaba que los muchachos tuvieran pro-


blemas por algo que podían evitar.
-¿No estáis sacando conclusiones demasiado pron-
to? -Les miró a los dos-. ¿Por qué estropear unas bue-
nas vacaciones intentando resolver un misterio?
Su reacción fue idéntica.
-¡Entonces serían unas vacaciones perfectas!

La clase vespertina de Víctor Einsgram se reanudó


más tarde en el Aula Electrónica. Parte del grupo estu-
dió los diseños de microcircuitos, y el resto trabajó con
prog ramas antiguos. Hubo quien modificaba programas
ya ex istentes haciéndolos capaces de funcionar en otras
computadoras. Serias discusiones surgían alrededor de
Víctor mientras iba de grupo en grupo.
-Quiero que todos estos aspectos de las computado-
ras se conviertan en parte de vuestro ser -predicó-. Sé
que ese es el caso de algunos de vosotros. Pero, para los
otros, que consideren un viejo y sabio proverbio chino:
El que crea que es un caballo, correrá como un caballo.
Ahora meteos eso en vuestras cabezas.
Einsgram pasó gran parte de la clase ayudando a los
que tenían dificultades. Estas nuevas Micro Mynd po-
seían varias alternativas interesantes que intrigaban in-
cluso al propio Einsgram. Eran parte del plan de mar-
keting de la compañía. Les dijo: «Dejad que los niños
descubran los errores antes de producirlos en serie».

Kevin Powell y Thor Benson no necesitaron ayuda


alguna. Habían conseguido conectar con la computado-
ra federal del Departamento de Agricultura a través de
60 Los bytes de la abeja

la red de commutación del Estado . Buscaba n GRAN-


JAS APlCOLAS y específicamente, LA GRANJA APlCO-
LA ESPECIAL-K .
-NO DATA ON FILE (1) -apareció en la pan tall a del
monitor.
-Prueba por otro concepto -dijo Kevin.
Thor se volvió a Pamela que se encogió d e hombros
con indiferencia.
-¿Puedes traer ese tarro de miel? - le pregunt ó.
Pocos minutos d es pués regresaba con el tarro de Oro
de la Naturaleza .
Abajo en la etiqueta se leía : Granja Apícola E sp e-
cial-K, y la dirección RR S, Leam to n.
-Eso es lo que necesitábamos -dijo Thor de vol-
viéndole el tarro.
Tecleó el número del TeJe-Correo electrónico, el s e r vi-
cio de intercambio de mensajes electrónicos. Transcurri e-
ron unos segundos antes de que ocurriera nada. Tecleó
el nombre y direcció n de la granja apícola pidiendo diez
tarros. Luego se ofreció a ir a recoger el pedido y aña-
dió la solicitud de un permiso para visitar la granja.
-¿Quién serás? -le preguntó Kevin.
Había que dar el nombre del solicitante para que
pudiera ser aceptado el mensaje por el Tele-Correo elec-
trónico.
-Papá -replicó el muchacho muy tranquilo.
Tecleó el nombre de su padre, Edward Benson, y e l
número de teléfono de su oficina. Luego, rompiendo la
conexión, Thor llamó al número particular de su padre .
Planeaba activar su desviador automático: una puerta

( 1) N . del T . SIN DA TOS EN FICHERO.


¡-
r

.r¡- '
~ . . .. ·-.
.._;
~~
. - . .
62 Los by tes d e la ab eja

trasera . De obt en e r r espuesta ele la Gt·a nja Apícola, és ta


sería r egistrada en la oficina ele su padre en Sta nton,
pero sólo Thor conocería el código para acceder a ella,
pues el desviador le ca mbiaría automáticamen te el có di-
go de acceso.
-Esto nos da cierta protecci ó n - confesó.
El trío abandonó e l Aul a Elec trónica antes de oscure-
cer. Había sido un día muy a tareado para todos . Kev in ,
sobretodo, estaba deseando dormir y relajarse después
de la apurada excursión .
Al salir vieron a varios m o nitores del campamento que
abandonaban la oficina principal. Cada uno ele ellos lle-
vaba una mochila con a ire sombrío. Cerra ndo la m a rch a
iba Vivien muy fati ga da. El día h a bía si do d e prueba .
-¿Preparada p a ra un bu en su ei1o? -rió Kevin.
-Oj alá -murmuró Vivi en .
-¿A dónde van los otros? -preguntó Thor al ver
que el grupo continuaba hacia el camino del lago.
-¿Recuerdas a Silvia y su grupo que iban a pasar
la noche de acampada? -le confió la monitora-. Pues
se han perdido.
Los tres jóvenes de Stanton reaccionaron con la mis-
ma preocupación. Les habían visto preparar sus cosas
y salir de excursión ayer por la m a ñana.
-¿Y si les buscaran desde un avión? -preguntó Pa-
mela.
-Todo lo que podemos hacer es seguir con exactitud
su señal de socorro cuando nos llegue aquí. Y entonces
podremos traerles .
Vio que sus rostros expresaban temor.
-Por favor no se lo digáis a nadie hasta que Kate
hable con todos -dijo Vivien, y salió corriendo para
alcanzar a los demás.
Sombra s de duda 63

Pamela les dio las buenas noches, intranquila, y se


fu e a su cabina.
Los mu chachos permanecieron callados unos instantes.
-Si esos excursionistas han sido atrapados en mitad
de esa torm e nta de abejas acabarán como acericos -dijo
Kev in.
-Me pregunto cuá l es la causa de todo esto -pre-
g untó Thor-. Las abejas atacan únicamente para de-
fe nd er su s colmenas.
Pensando que tal vez podrían encontrar la respuesta
a tra vés de Charlie, ambos miraron hacia el camino del
lago. La última luz del día se apagaba detrás de las
colinas y la s sombras iban cubriendo el sendero.
-¡No puedo creerlo! -exclamó Thor en voz baja.
Los sie te monitores salían del barracón de equipos
acuáticos, ¡y todos vestían monos de color naranja!
¡Y su aspecto era idéntico al de las personas que habían
recogido el águila de acero con el hovercraft!
CAPÍTULO VI

CONTINDAN LAS SORPRESAS

Más tarde, en su cabina, Thor y Kevin recordaban las


circunstancias que condujeron al descubrimiento que
reali zaron e n el lago. Seguro que no todos los monitores
del Campamento Especial-K de Computadoras iban a es-
tar complicados con el misterio del águila del hover-
craft. La pregunta danzaba en cada una de sus mentes,
pero al fin Kevin se quedó dormido de cansancio.
Thor Benson no podía dormir. Estaba nervioso por
la marcha de los monitores . Desagradables presentimien-
tos le impulsaron a abandonar el lecho y, en silencio, sa-
lió de la cabina.
Casi amanecía . Faltaban todavía dos horas para los
ej ercicios aeróbicos y el desayuno. El rocío de la maña-
na humedecía los árboles. Aquel era el aspecto apacible
de l campamento de verano que preconizaban los fo-
lletos.
Thor dio una vuelta alrededor del campamento pa-
sando por detrás del despacho de la directora. No se
veía ninguna luz dentro, lo cual indicaba que la seño-
rita Kiloug dormía profundamente. Al mirar la ropa

5 - Los bytes ...


66 Los by tes de la abeja

puesta a secar en el porche, su s ojos descub1·ieron un ob-


jeto abultado. ¡La maleta roja!
Thor subió al porche y la abrió. E s taba m ojada por
encima, y vacía. Thor sufrió una d ecepción. Cuando daba
media vuelta para march arse, llamó su atenci ón un p e-
queño montón de libros, que habían sido colocados n
secar encima de un trozo d e tela absorbente. Cogi ó e l
volumen más a mano y regresó a su cabina.
Cuando Kevin se despertó vio a su amigo hoj eando un
libro de texto húmedo . Frotándose lo s ojos para a par-
tar de ellos el sueño, le habló e n voz baja para no d es-
pertar a Fred y a Jack.
-¿Qué es eso?
-La Enciclopedia de Entomología.
-Ya -dijo Kevin con un bostezo-. Debes es tar
bromeando .
-Ojalá -susurró Thor-. Mira.
Y le entregó una hoja suelta y Kevin la acercó a la
luz que entraba por debajo de la cortina.
-Abejas «La Super Raza» -leyó en voz a lta. Se
volvió a mirar a su amigo-. Que bien, ahora ya sab emos
lo que nos atacó.
-Dale la vuelta y mira el nombre del autor.
Kevin hizo lo que le decía.
-Luke Wynn.
-Cierto -declaró Thor-. Ese era el anterior pro-
pietario de este campamento. ¡El hombre que se ahogó!
Cierta conexión empezó a vislumbrarse, aunque seguía
estando confusa.
-¿Y qué haces tú mirando Jos libros de un muerto?
-le preguntó.
-Estaban en la maleta roja. La que sacaron del lago.
A los pocos momentos, Kevin estaba ya vestido Y
Continúan las sorpresas 67

pre parado para aquel día. No se atrevía a especular so-


bre lo que pudiera brindarles. Le bastaba con recordar
la nube zumbadora que descendió el día anterior.
Entre ellos acordaron no comunicar su descubrimien-
to a Fred Turner. Temían que su compañero de habita-
ción, que había conocido a Luke Wynn, pudiera hacer
alguna locura . No era momento para correr semejantes
riesgos .
Antes de los ejercicios matutinos, la señorita Kate
Kilou g les informó de la desaparición de los excursionis-
tas. Les dijo que los monitores que les buscaban habían
informado que vieron al grupo junto a una colina, y que
un h elicóptero se dirigía hacia el lugar.
Muchos de los presentes se inquietaron.
-Puede que ellos también fuesen atacados por el
enjambre -fue la opinión general.
El paso ligero y los ejercicios gimnásticos aliviaron
algo la tensión, pero la mayoría decidió no ir a nadar
al lago después. El miedo a las abejas era casi epidémico.
Y en vez de eso r egresaron a sus actividades y juegos
de interior. Era una lástima con el sol que brillaba en
un cielo sin nubes. Condiciones perfectas para la búsque-
da y rescate. Un hidroavión sobrevoló el campamento.
Pamela asistió a otra clase sobre nutrición. Le fasci-
naba su forma de presentar los temas. Su «Oda a la Miel»
formaba parte de la atracción.
La mayoría de alumnos a la clase de Víctor Einsgram
continuaban trabajando en su programa, pero a Kevin
y Thor les interesaba otro asunto. Tuvieron buen cui-
dado de no despertar sospechas. Cada vez que la clase
miraba al señor Einsgram, ellos también. Cada vez que
comenzaban a trabajar con sus microprogramas, ellos
igual. Pero tenían un objetivo personal.
68 Los b ytes ele la abeja

-No había nada para mí e n el buzón de TeJe-Correo


electrónico -concluyó Thor. Había conectado con la
oficina de su padre utilizando el nuevo código de pue rta
trasera que secretamente traspasaría la posibl e respues ta
a la microcomputadora Mynd, al entrar le e l código se-
creto de Thor.
-Veamos si hay algo sobre el propietario anterior
-sugirió Kevin en voz b a ja, conectando con la base de
d a tos del campamento.
-LUKE WYNN -tecleó Thor r áp idamente.
La pantalla permaneció en blanco. Al fin apareció la
palabra: SEARCHING (1) . Y a continuación un a no ta de-
cepcionante: NO DATA ON FILE.
-Aguarda un momento -susurró Thor- . Tal vez ha-
ya mos puesto la abeja antes que la miel.
Kevin vio como su amigo tecleaba la palabra ABEJAS.
De pronto una vasta lista de informa ción aparec ió en la
pantalla.
- i Aquí lo tenemos todo! -explicó Thor r á pidamen-
te-. ¡Y mira esos proyectos de investi gación! ¡Todos es-
tán registrados con las iniciales «L. W .» !
-Luke Wynn -concluyó Kevin .
-¡Chicos!
La llamada sobresaltó a toda la clase. Víctor Einsgram
fue a situarse detrás de los dos amigos. Su grito hizo
que Thor pulsara la tecla CLEAR SCREEN (2) que lim-
piaba la pantalla del monitor. De este modo, el instruc-
tor no supo lo que habían procesado.
-Hay un tiempo de libre acceso ·a estas Mynds an-
tes de comer. Si no participáis en esta clase, dejad sitio

( 1) N. del T. Buscando.
(2) N. del T. Borrado de pantalla .
Continúan las sorpresas 69

para quienes lo deseen -declaró el hombre furioso-.


Y por favor no carguéis la computadora central con vues-
tros estúpidos juegos.
Esta humillación bien valía la pena por los datos ob-
tenidos. La llave que abría el misterioso rompecabezas
estaba disponible. Ahora el problema era ... ¿cómo po-
drían utilizarla unos buenos expertos?

La comida en el barracón-comedor parecía una bata-


lla campal. En vez de arrojarse los alimentos unos a
otros, el objetivo era engullirlos lo más de prisa posible.
Tal vez fu ese el aire. O más bien, la buena cocina. Cual-
quiera de las dos razones era válida para Kevin.
Fred y Jack se reunieron con Kevin y Thor en su
mesa .
-¿Habéis oído las últimas noticias? -preguntó Fred.
-No -repuso Kevin.
-Han cancelado todas las excursiones. Una de las
chicas oyó como la señorita Kiloug se lo decía a un ins-
tructor.
-No hay nada que hacer -murmuró «El pequeño
Jack» .
-Aquí hay mucho espacio -replicó Thor-. Además,
en la cala se navega muy bien a vela.
-No podremos ir si no tenemos supervisor -inter-
vino Fred-. Es otra cosa que he oído. ¡Van a despedir
a Charlie!
Fred rió divertido. Los otros dos no se rieron. Si
el encargado de los deportes acuáticos iba a ser despe-
dido, sin duda existiría una razón muy interesante. Y ellos
deseaban averiguarla.
El ruido del motor del hidroavión hizo temblar el
70 Los bytes de la abeja

techo acanalado del barracón, y todos salieron al exte-


rior. Vieron moverse los alerones del avión hacia atrás
y hacia adelante a modo de saludo. Luego d esapareció
de su vista, pero el ruido de su motor les indicó su pró-
xima maniobra. El hidroavión se preparaba para ameri-
zar en el lago.
La señorita Kiloug y los dos instruc tores que queda-
ron con ella aguardaban en el embarcadero. El hidro-
avión penetró desde el lago por la entrada en la cala.
Sus flotadores se hundían en el agua. Al acercarse, los
pasajeros que iban a bordo saludaron con la mano ale-
gremente.
Fuertes vítores surgieron de ent re los acampados con-
gregados en la playa. ¡Los excursionis tas desaparecidos
habían vuelto! Como rehenes liberados de su cautividad
fueron saludados con gran alegría.
El hidro puso en marcha de nuevo sus motores y
partió en busca del resto del grupo, porque, debido al
número de excursionistas, fueron precisos dos viaj es. La
señorita Kiloug pidió a todos los que habían vuelto que
fueran a su despacho.
Una persona en particular brillaba por su ausencia.
Charlie no estaba en su cabina ni nadie le había visto
desde la tarde anterior. Quizá Fred tuvo razón al d ecir
que le iban a relevar de su cargo. Tal vez ya había
sucedido.
-Contadnos donde os perdisteis.
-Si hubiera sabido donde estaba no me hubiese per-
dido -fue la sarcástica respuesta que uno de los joven-
citos dio a Thor.
-¿Muy lejos? -preguntó Kevin a otro.
-Cerca de las colinas. Al otro lado del lago.
Kevin y Thor imaginaron que debía estar bastante
Con/ inúan las sorpresas 71

lejos. Una excurswn por la playa sería unas diez veces


más larga que atravesar el lago en un bote en línea recta.
-¿Por qué os parasteis? -preguntó alguien.
-Por las abejas -repuso una muchacha alta.
Cuando corrió la voz de este último incidente, por el
campamento subió la marea del descontento. Algunos
jóvenes acudieron a la oficina principal pidiendo el in-
mediato regreso a sus casas. Pero el barracón estaba ati-
borrado del primer grupo de excu-rsionistas rescatados
por el aire.
Llegó el segundo vuelo mientras los dos muchachos
aguardaban en el embarcadero. Los excursionistas e ins-
tructores fueron escoltados en seguida hasta el despacho
el e la señorita Kiloug.
El piloto ayudó a Vivien a desembarcar una enorme
bolsa. Con un saludo a los que quedaban, puso en mar-
cha el motor y se dirigió a la abertura de la cala.
-Eh, Vivien , le echaremos una mano -se ofreció
Thor.
Kevin cogió la tercera esquina y llevaron la pesada
bolsa hasta muy cerca del barracón de equipos acuáticos.
-¿Se trajeron un montón de piedras? -preguntó
Kevin.
-Es sólo el equipo.
Metió la mano en la bolsa y sacó un traje de una sola
pieza . ¡Un mono de color naranja!
Los muchachos se miraron extrañados y sorprendi-
dos, pero Vivien lo explicó con naturalidad.
-Repele a las abejas.
El comentario les pareció demasiado sencillo.
-¿Este traje mantiene alejadas a las abejas? -mur-
muró Kevin-. Yo pensé que se utilizaban para bucear.
La monitora rio, relajada:
72 Los bytes d e la ab eja

-Si te sumerges con esto ya n o sa les -le advirti ó.


Al examinarlo más ele cerca el mono n a ranja r esu ltó
ser muy fino y endeble, y des de luego mu y di s tinto del
pesado material utilizado para los tra j es de bu cea r. Cre-
malleras y una capucha con un visor ele a ce tato lo con-
vertían en una prenda totalme nte hermé ti ca. E l tejido
de la parte externa era un nuevo tipo de Vinilo Plu s,
el mate rial que los astronautas emplean a h ora durante
sus paseos espaciales. No sólo es capaz de evita r la pe-
netración de los r ayo s cósmicos, s in o, por sorprend ente
que parezca, en tierra ofrece una protección id ea l contra
insectos peligrosos , especialmente abej a s.
Esto acla ró parte del misterio. ¿Pero y el ág uila m e-
tálica, la causa de los ataques de las abejas?
-Kevin, ¿con qué h e mos de hab é rnos la s ?
-¿Quieres saber lo que pie n so?
-Ah, ¿pero tú pi ensas? -bromeó ThoL
-El secreto está en la mieL
-Ya sabía que lo relacionarías con la comida.
Se echaron a reír y descansaron el resto d el día. Thor
fue a su celda para leer otra vez el artículo «Ab ejas . .. la
Super Raza», busca ndo algún mensaj e oculto.
En el Aula Electrónica, Thor encontró a otros dos
muchachos que aprovechaban el tiempo ele libre acceso.
Faltaba una hora para la comida, y eso era mucho tiem-
po . Utilizó la misma Micro Mynd de antes y la pantall a
se iluminó. Conectó con la base de da tos.
Tecleó «ABEJAS». Tal vez apareciera una nota espe.
cial de citas y artículos firmados por Luke Wynn.
-NO DATA ON FILE
Thor permaneció atónito ante la respuesta. Volvió a
probar, pero obtuvo la misma contestación negativa. ¡El
banco de datos había sido alterado o protegido!
Continúan las sorpresas 73

Al conectar con el servicio de Tele-Correo electrónico


ob tuvo distinto resultado . Utilizando una vez más el có-
di go especial d e acceso por la puerta trasera que almace-
naba aquellos da tos , Thor llamó a la oficina de su padre.

LAMENTAMOS DECEPCIONARLE. LA GRANJA


AP!COLA ESPECIAL-K. NO VENDE AL PúBLICO.
POR RAZONES OBVIAS DE SEGURIDAD NO SE
PERMITEN LAS VISITAS. GRACIAS POR SU INTE-
R:tS .

Las palabras permanecieron en la pantalla vídeo del


monitor mientras Thor consideraba su significado. Si la
Granj a Apícola no vendía al público, ¿cómo mantenía el
negocio? La m ención de por «razones obvias de seguri-
dad» te nía sen tido, teniendo en cuenta los recientes ata-
qu es de enjambres.
Al salir, Thor se detuvo para ver el trabajo que rea-
liza ban los dos jovencitos. Se habían perdido en un pro-
gra m a . Thor escuchó lo que querían hacer, listó el pro-
g ra ma y señaló cuatro lugares para modificarlo. Los mu-
chachitos pronto gritaron triunfalmente ante su logro.
A estas alturas del día de campamento, se habían for-
mado varias pandillas para comer. Los muchachos de la
cabina B-4 habían invitado a unos cuantos y un buen
número de invitados se sentaban con ellos.
Esta noche, se unió a ellos un muchacho que había
logrado una cierta popularidad por ser uno de los ex-
cursionistas rescatados.
-¿Visteis alguna especie de pájaro antes de que lle-
gasen las abejas? -le preguntó Kevin directamente.
-Yo no, pero alguien dijo haber visto un cuervo gi-
gante.
74 Los by tes d e la ab e ja

-¿Que trazaba círculos perezosamente en el a ire?


-dijo Thor.
-No lo sé. Cuando empezaron los chillidos yo fu i
hacia la colina pensando que les perseguía un o so -dij o
el muchacho-. Entonces fue cuando bajó esa nub e de
abejas.
Les contó que antes había estado escud riñando la
zona con su telescopio electrónico de alta resolu ción . La
vista era sobrecogedora sin el menor signo d e presencia
humana.
-Por lo menos hasta que llegó el hove rcraft - se co-
rrigió .
Kevin y Thor r eaccionaron a l unísono. Era la prim e-
ra vez que alguien admitía haber visto un h ove rc raf t .
-¿Viste de dónde venía? -preguntó Kevin .
-No, navegaba muy cerca de la playa - repu so el
chico-. Pero tomaron tierra. Lo sé segu ro porqu e el
ruido del motor sonaba muy fuerte. Probablem ente eran
algunos pescadores ricos acampados en algún camino
polvoriento que quizás atravesaron el pantano y sali eron
al lago.
Parecía razonable. Sin embargo, cuando Thor y Ke·
vin estaban practicando windsurfing el otro día, d es de
luego que no fue un pez lo que aquellos hombres saca-
ron del agua.
Los dos amigos renunciaron a ir h as ta la hoguera a
cantar canciones. En vez de permanecer sentados sobre
troncos contemplando como se quemaban otros, estaban
decididos a investigar el misterio de los datos desapare-
cidos del archivo.
Encontraron al Aula Electrónica cerrada. Atisbando
a través de las persianas vieron a dos técnicos trabajan-
do en las Micro Mynds . Les pareció innecesario que lo
Conlimía11 las sorpresas 75

cerrasen sólo para realizar algunas tareas de manteni-


miento.
Era luna llena y su resplandor llenaba la noche de
sombras. El aire era denso y cargado de humedad . Como
Fred Tum er recordó a todos, el águila de la leyenda
india debía aparecer esta noche.
Volvi eron a contar historias terroríficas en la cabi-
na B-4. Fred sabía que alguien no podía soportar las de
caníbales sa lvajes, e insistió en contar «sólo una». Así
es taba seguro de asustar a los demás.
Thor se entretuvo hojeando la Enciclopedia de Ento-
m ología, y se maravilló de la ciencia que estudiaba a los
in sec tos. Decía que existían un billón de insectos que
pobl aban la tierra; que sobrevían en todos los climas y
b ajo todas las condiciones; y que habían vivido incluso
a ntes que los dinosaurios.
-Abejas ... la Super Raza -explicaba Luke Wynn en
sus estudios e investigaciones para conseguir un nuevo
tipo ele criatura. Esta <<Superabeja», como él la llamaba,
era resistente a los venenos de los incontables pesticidas
que se aplican para proteger las cosechas contra los in-
sectos destructivos. La abeja es un agente necesario para
la polinización de las plantas, así como para la produc-
ción de miel. Pero sin desarrollar cierta resistencia a
los diversos pesticidas químicos, la especie estaría en
peligro.
Luke Wynn detallaba también otras cosas tales como
maniobras de vuelo y el guía invisible que siguen las
abejas. En el sumario, el señor Wynn especulaba sobre
<dos enjambres de abejas conducidos por control remoto.
Este experimento está en proceso».
Thor dobló el papel.
-Me pregunto cuáles habrían sido los resultados de
76 Los bytes de la abeja

estas pruebas de no h aberse ahogado -se dijo Thor in-


teriormente- . ¿Acaso la teoría de Luke Wynn sobre el
control del vuelo de un enjambre habría de conducir
a una revolución científica?
-Creo que ese señor Wynn estaba descubriendo a lgo
tan poderoso que atrajo a elementos equivocados - le
decía más tarde a Kevin mientras paseaban por el cam-
pamento-. Alguien quiso utilizarlo en beneficio propio.
-Puede que ten gas razón -admiti ó Kevin .
-De ahí s u muerte misteriosa des p u és de reali zar to-
das estas investigaciones secretas -comentó Thor.
Fue interrumpido en aquel momento por los faro s
de un vehículo que entraba por la verja principal. Era
el todo-terreno que efectuaba otra visita a la oficina
del campamento. Ahora el hombre de la barba llevaba /.
chófer. A la luz de la luna su identidad quedó de mani-
fiesto . ¡El chófer era Charlie !
Thor y Kevin permanecieron en la penumbra de la
sala comedor. Charlie aguardó en el coche mientras el
hombre de la barba entraba en el despacho de Kate
Kiloug. A juzgar por las siluetas que se recortaban con-
tra la cortina, parecían sostener una conversación. A los
pocos minutos, las dos formas parecieron abrazarse.
Poco después el barbudo salió del despacho, y en su
mano llevaba un objeto que depositó en e l asien to pos-
terior. La luna llena hizo posible que vieran lo que era.
¡Los muchachos se miraron atónitos mientras Charlie
y el hombre de la barba se alejaban con la maleta roja !
CAPÍTULO VII

MARA VILLAS DE LA CIENCIA

¡El misterio se iba acrecentado y Kevin y Thor se


dispusieron a actuar!
Bajaron por el camino iluminado por la luna. El
barracón de los equipos acuáticos estaba cerrado con
llave. Kevin se ·aseguró de que no había nadie más por
allí. Utilizando su navaja múltiple del ejército suizo, Thor
consiguió abrir el cerrojo.
Los muchachos sabían perfectamente lo que querían
del barracón. Apoyada contra una silla estaba la bolsa
grande de lona. Kevin desató las cuerdas y echó hacia
atrás la solapa. Thor sacó de ella dos monos color na-
ranja.
A continuación, sacaron dos tablas de windsurfing al
exterior. En poco tiempo estuvieron listas para navegar
con sus mástiles y sus velas, y los monos naranja a
bordo dentro de dos mochilas impermeables. Thor volvió
a poner el candado en el barracón como si hubiera com-
pletado la primera parte de su operación.
-¿Juráis mantenerlo en secreto? -preguntó Kevin.
La cabina B-4 se convirtió en el centro de planes se-
cretos donde Jack y Fred hicieron su juramento.
80 Los bytes de la abeja

-Y entregadle esta nota a mi h erm a na -les dijo clan-


do a Fred un pedazo de papel-. Así sabrá qu e todo va
bien.
Mientras Fred y Jack la leía n , los mu chach os pusi e-
ron algo de comida y la tas de zumos en sus mochila s .
Se pusieron pantalones cortos tejanos y jerseys p ara
resguardarse del frío de la mañana. Cuando los prim e-
ros rayos de luz iluminaron el cielo, Thor y Kevin sa li e-
ron sigilosamente.
Izaron las velas y colocaron las botavaras en sus
tablas de windsurfing. Cuando la niebla se levantó del
agua, los muchachos d esapa r ecieron en la cala.
-¡Vaya día para viajar! - exclamó Kevin.
-¡Es un a lástima que no sea oficial! -le recordó
Thor.
El viento soplaba con firmeza a sus espaldas impu l-
sando sus velas. Cortaron las suaves olas del lago durante
un tiempo que a ellos les pareció eterno. El sol brillaba
con fuerza sobre el agua, pero, debido a la velocidad,
los muchachos tenían frío.
-Cuidado ahí -dijo Kevin señalando.
Esquivaron una formación rocosa cerca d e la playa.
Ambos deseaban detectar e l embarcadero o el canal por
donde salieron los misteriosos buceadores. Pero aquella
zona era rocosa y el espeso bosque llegaba hasta el agua .
Por razones de seguridad navegaron a unos diez me-
tros de distancia de las rocas . Al estar a tantos kiló-
metros de distancia de su campa mento sin permiso, no
podían arriesgarse a sufrir ningún accidente.
Delante de ellos se alzaba la cadena de colinas donde
Silvia y los excursionistas subieron cuando les atacaron
las abejas. Pero con los trajes anti-abejas en sus mo-
chilas, a ellos no les preocupaba .
Maravillas de la ciencia 81

-Parece que nos va a costar llegar a tierra -comen-


tó Thor.
Más rocas y grandes peñascos abundaban en aquella
zon a que e ra un depósito de piedras arrastradas por
gl aciares d erre tidos , los cuales, a través de muchísimos
años, h a bía n dejado sus residuos sobre el terreno. Eso
si gnificaba que el acantilado rocoso era una morena de
los últimos vestigios del glaciar.
Los muchach os desm ontaron sus windsurfing y los
pu sieron al amparo d e las roca s. Ca da vela fue enrosca-
d a a lrededor del palo p a ra que no cayera n al agua. Des-
pu és d e navega r de pie y contra el viento por espacio de
dos hora s, los d os amigos estaban agotados .
-Es toy hecho polvo -dijo Kevin .
-No hay tiempo p ara descansar - le recordó Thor-.
Cuando hallamos subido a lo alto de la colina y bajado
por el otro lado será casi de noche. Y eso significa na-
vegar de noche, cosa a la que no estoy acostumbrado.
-Pero tendremos luna llena -le r ecordó Kevin .
-¿Y eso será buen a o mala suerte?
Ninguno de los dos se atrevió a predecirlo.
-Estoy listo. Cuando quieras -dijo Thor.
Subieron por la colina entre matorrales y arbustos,
ascensión que agotó sus e nergías. Parecía que el bosque
era cada vez m ás espeso y la luz del sol más escasa. Los
altos árboles les privab a n de toda vista.
Al llegar a un claro, la montaña se hizo más accesible.
Un sendero parecía llegar hasta la cumbre.
-Yo pensaba que toda esta parte no estaba habitada
-dijo Kevin por encima de su hombro-. ¿No dijo Vi-
vien que la compañía particular, la fundación propietaria,
no permitía la presencia del público?
-Eso es lo que pensaba yo también.

6- Los bytes ...


.1

82 Los by tes d e la abeja

La vista desde lo alto resultó se r espectacul a r. El lago


brillaba dominando un la do , en tanto que el bosqu e c ir-
cundante añadía su contraste n atural.
Era hora de come1·, decid ió Kevin . ¿Había otro modo
mejor para corona r el éx ito de la asce nsión? S acaro n los
bocadillos y lat as d e r efr esco de s u s mochil as y conte m-
plaron el panorama mi entra s comían. Al fin , Th o r a lzó e l
telescopio electrónico.
-Veamos lo que vemos -pensó e n voz a lta.
Ajustando el telém etro y el filtro ult raviole ta, Thor
comenzó a escu driñar el vas to espacio d e a bajo. Vio t a n
sólo algún animalito busca ndo comid a o r efu gio.
-Deja que pruebe yo -dijo Kevin.
Puesto que el aparato era suyo, Kev in sabía como
alternar los filtros y enfoques del s is tema elec trónico
para poder ver toda clase d e obj e tos. Du ran te di ez mi-
nutos estuvo observando lent a m ente toda la zona.
-Hermoso bosque - dijo decepciona d o.
Thor cogió de nuevo el aparato y empezó a revisar d e
nuevo todo el área que examinara antes. De pronto un
edificio de metal apareció en el vi sor.
- ¡Ya lo tengo! - exclam ó.
- ¡Déjame verlo! - le pidió Kevin .
Thor entregó el aparato a su amigo. Cua ndo Kev in
vio el edificio alzó la voz maravillado.
-¡Pero si es imposible! ¡Acabo de mirar h acia esa
misma zona y estaba cubierta de hoj a s y musgo!
-Debes haber visto visiones -comentó Thor.
Comenzaron a bajar por la ladera de la colina.
El misterio fue en aumento a medida que los mucha-
~-hos se acercaban . El edificio de metal constaba en rea-
~dad de varias estructuras conectadas unas con otras.
odeando los edificios había una pantalla de tela metá li-
Mnravilln s de ln ciencia 83

ca de la estruc tura que se usa como protección contra


los insectos.
Los dos muchachos se refu giaron en un hoyo en el
bosq ue. Vi e ro n con claridad el chalet y dos edificios m ás
pequ eños que con s tituía n aquella hacienda remota.
-Por es o no la vi la primera vez -dijo Kevin .
Sei'íaló una serie de p os tes colocados alrededor de la
prop iedad. Una r ed de alambre cubierta ele un ca muflaje
ve rd e p a recido a l mu sgo es taba tendida en el suelo. Cuan-
do se izaba la r ed h asta lo a lto de los postes los edifi-
cios qu edaban totalmente ca mufla dos. ¿ Pe ro por qué?
Sa li ó un hombre de uno ele los edificios . Vestía un
mono naranja, y su an da r era torpe y desgarba do. Des de
aq uell a di sta ncia, los m uch achos observaron las m arca-
das fa ccion es de su ros tro y que u saba unas gafas gran-
des ele cri sta les redondos. Por su modo de andar y su
parecido con una lechuza , a Kevin se le ocurrió pone rle
un apodo : «Lechuzo », le susurró a Thor.
Lechuzo entró en uno de los edificios p equeños. Pocos
minutos des pués sali ó otr o hombre también visti endo un
mono .
-¡ Estuvo en n u es tro campamento! -musitó Thor.
-¡En el todo-terreno! -añadió Kevin.
¡Era el mi smo hombre barbudo que, la noche ante-
rior, había ido a r ecoger la male ta roja!
El hombre de la barba sacó una llave de su bolsillo y
]a introdujo en uno de los postes. Inmediatamente parte
de la red metá lica verde comenzó a levantarse. -
-Es una especie de pantalla protectora -dijo Thor.
Observaron como el hombre de la barba se calaba
la cap ucha y se la ajustaba. Lechuzo salió del edificio,
esta vez con el capuchón puesto .
-Prepárate -dijo Kevin.
84 Los bytes de la ab eja

De sus mochilas sacaron sus monos nm-anja y se los


vistieron cubriéndose bien la cabeza .
Un rumor pareci do al moto r de un j e t hi zo apa r ición
en la escena . De pronto el cielo se e nsombrec ió, y el aire
se llenó de millones de abejas qu e salían de l edific io
pequeño.
Protegidos con sus trajes antiabeja ~, Thor y Kev in
lo observaban todo desde el h oyo. A p esar d e que pro nto
quedaron cubiertos de los peligrosos insectos, no p erdie-
ron la calma.
Las abejas curiosas fueron sacudidas d e las viseras
de plástico. Mientras el enj am bre iba llena ndo el a ire,
Kevin vio que Lechuzo tenía en la m ano un obj eto que
le era familiar.
Thor murmuró a través de la visera:
-¡El águila negra de acero!
Ambos observaron como el h ombre introducía algo
en la parte frontal del objeto metálico. A continu ación
lo elevó en el aire. Como por arte de magia sali ó vo-
lando de su mano y comenzó a describir círculos.
¡Por sorprendente que parezca el enjambr e fue tras
ella! Su zumbido ensordecedor comenzó a decrecer, y
la luz del sol volvió a iluminar aquella zona.
Una vez que las abejas hubieron desaparecido , los hom-
bres se quitaron la capucha. Lechuzo parecía contrariado
Y discutió unos momentos con el hombre d e la barb a.
Luego, por sorpresa, el barbudo empujó a Lechuzo h acia
atrás ' haciéndole
. perder e1 equ1.11.b no
. y caer al sue l o .
Kevm y Thor d .
que e¡ h om b re de lase compa ec¡eron de Lechuzo puesto
barb a era mue h o más pesado. Cuan-
do apartó .
1
a una persaos OJOS del hombre caído, Kevin r econoció
- ·Ch _na que salía del chalet.
1 arhe! -susurro' K evm. .
Maravilla s de la ciencia 85

¡ Ahi es taba un miembro del Campamento Especial-K


de Computadoras, al parecer trabajando en aquel chalet
misterioso!
Los muchachos vieron una posible conexión: ¿sería
es te luga r en realidad la Granja Apícola Especial-K?
-¿Por qué no obedeció sus órdenes? -gritó Charlie
al hombre caído.
Lechuzo no contestó.
-Si no quiere cooperar - le dijo Charlie en tono
am enazador-, ¡tendré que hacerle cambiar de opinión!
Los muchachos vieron con horror como Charlie co.
menzaba a propinar patadas a aquel hombre indefenso.
Les parecía increíble que aquella persona fuese el en-
cargado d e los deportes acuáticos del campamento. Su
cruelda d se hizo más r epelente cuando la sangre comen-
zó a bro tar de la boca de Lechuzo.
-¡Pobre hombre! ¿Por qué le tratan así? -se pre-
guntó Thor.
Los dos muchachos d ecidieron ayudarle en cuanto les
fuera posible . Sin embargo ahora no podían poner en
peligro s u propia seguridad.
-¿Quieres que empecemos a movernos? -preguntó
Thor.
-Bue no, tal vez así consigamos una vista mejor.
Utilizando el bosque para cubrirse, los muchachos
se fueron arrastrando alrededor del perímetro de la gran-
ja. Consiguieron llegar a un sitio desde donde divisaban
un gran ve ntanal. Kevin comenzó a ajustar su telescopio
electrónico. Cuando le puso el filtro de infrarrojos, el
oscuro interior del edificio se aclaró.
-Lechuzo está trabajando -dijo Kevin al describir
lo que veía a su amigo-. Este lugar parece un labora-
86 Los b y t es d e la ab eja

torio. Veo un generador de RF, un par d e ana li za dores


de espectro -p ara micro-ondas y algo que pa1·ece u n
tanque.
Pasó el visor a Thor. Entretanto Kevin contempl ó el
entorno. Vio el todo-terreno aparcado junto al chal et.
Evidentemente aquello era una residencia. Ot ro d escu-
brimiento más confirmó la identid ad d e aqu ell o s h om-
bres: un hovercraft estaba aparcado entre el veh íc u lo y
el chalet.
-Al parecer Lechuzo está mezclando líquidos -in-
fOlmó Thor.
Bajó el visor cuando el homb re r ea pareció en la puer-
ta del edificio. Le vieron destapar un a bot ell a de crista l
de cuyo interior salió un enorme ab ej orro . Dio un as vuel-
tas alrededor del hombre y luego desapa r eció.
Fascinados los muchachos vieron com o Lechu zo sa-
caba una bola negra de su b olsi llo . La lanzó a l aire, y
¡ya no bajó!
Thor y Kevin procuraban a ti sbar por entre los árbo-
les para ver a dónde h abía ido la bola. Su asombro
aumentó cuando la pelota comenzó a d escender flotando
en el aire. Cuando estuvo a dos palmos enc ima de Le-
chuzo se paró. ¡La bola negra estaba parada en el aire!
-¡No puedo creer lo que es toy viendo! - excla m ó
Thor con un susurro excitado.
Kevin permaneció callado mirando h acia adela nte.
Lechuzo volvió a abr ir la botella d e cristal. El abejo-
rro apare
.
· · d eb aJo
CIO
· de la bol a negra . H abía co <> ido y
sostemdo aquel ob Jeto · al vuelo y ahora regresaba"' feliz-
. .
mente a la botella.
Lechuzo par ·ó .
Sonrío' t d ec¡ satisfecho con aquel experimento.
an es e ent
Th 01_ . rar en el laboratorio.
Y Kev111 .
permanecieron como hechizados a nte
i\llara vil/as de la cien cia 87

a quell a demostración. El modo con que aquel hombre


conseguía controlar las abejas era sin duda un invento
revolucionario.
Se oyó cerrar una puerta de golpe. Charlie salió como
una flecha h acia el edificio más pequeño, y gritó a Lechu-
zo que le siguiera. Los dos hombres regresaron al chalet.
Charli e le dejó con el hombre de la barba, luego
mon tó en el todo-terreno y se marchó.
El hombre de la b arb a sal ió solo d el chalet vestido
con el mono naranja. Ll evaba en la mano un aparato de
co ntro l. Con r ápidos movimientos comenzó a accionar
el aparato dirig iendo s us on das invisibles hacia el lago.
Los mu ch ac hos ll evaban varias horas sudor osos den-
tro de los mon os y ya tenía n bastante. Un fuerte zumbi-
do ll enó el a ire . Observa ron como el hombre de la bar-
ba, r esguardándose en s u capucha, dirigía el águila de
metal e n círculo descen dente. Tras ella iban las abejas
en loca p ersecución. ¡Siempre que el águila de metal es-
cog ía un a dirección los millones de abejas la seguían
inmedi a ta m ente !
-Esto es d emasiado -dijo Kevin lleno de asombro.
La úl tim a luz del sol poniente desapareció detrás de
la nube de abejas. Era el momento ideal para que los
muchach os se marcharan.
Cuando llegaron al lugar donde dejaron escondidas
s us ta blas de windsurfing, ya se había puesto el sol. Al
otw la do del lago , Thor y Kevin vieron salir la luna llena
cuya luz iba a guiarles.
CAPÍTULO VIII

ACONTECIMIENTOS INESPERADOS

-¿Hay fuego? -preguntó Kevin.


Un resplandor amarillento se elevaba entre los árbo-
les cerca de la playa. Los windsurfistas se acercaron a la
en trada de la cala.
-Es una hoguera -dijo Thor cuando pudo verlo
mejor.
Las voces del campamento llenaban el aire de la no-
che. Thor y Kevin oyeron risas y gritos mezclados con
una serie de canciones.
-Procuremos pasar desapercibidos -sug1no Ke-
vin-. Busca un sitio donde podamos dejar las tablas
hasta que sepamos que el embarcadero está despejado.
Para evitar problemas, los muchachos buscaron un
espacio abierto para sus tablas, y eso les permitió re-
gresar al campamento bajando por el camino, en vez
de aparecer navegando delante de los allí congregados.
Cuando Thor y Kevin se unieron al grupo que rodea-
ba la hoguera parecía como si no se hubieran marchado.
Cuando estuvieron sentados, Pamela y sus tres amigas
se acercaron a ellos.
90 Los bytes de la abeja

-Bien venidos --sonrió Pamela.


-¿Nos habéis echado de menos? -se maravilló
Kevin.
-No -respondió ella mirando a sus amigas-. Ni
nosotras ni nadie.
-¿Quieres decir que no habéis tenido que dar nin-
guna excusa rara para justificar nuestra ausencia? -pre-
guntó Thor.
-Las guardaremos para otra ocasión - les dijo a los
muchachos-. Hoy h a habido aquí tanto agitación que
nadie se ha preocupado p or nadie.
- ¿Qué clase de agitación? -preguntaron los mu ch a-
chos al punto.
Las chicas se echaron a r eír. Pamela se volvió h acia
Ellen , Ana y Mary que a l parecer compartían su rego-
cijo. Cuando comenzó otra canción, Pam aprovech ó para
hablar sin ser oída.
-Han despedido a Víctor Ein sg ram -comenzó a
decir.
-¿Qué? -preguntó Thor.
El ruido aumentaba así que no podían oírla bien. Re-
pitió la noticia que llenó de sorpresa a Jos muchachos.
Ella les dijo qu e todo formaba parte del d espido general.
-¿Por qué despecür a los ocho instructores? -se ex-
trañó Kevin-. ¿Quién les reemplazará?
-La señorita Kiloug se supone que tiene una lis ta
de candidatos preparada en la ciudad -le informó P a-
mela-. Oímos como dos instru c tores discutían con ell a
en su despacho .
· -Es a prueba de ruidos -declaró Thor-. ¿Cómo
pudiste ... ?
-Es muy fácil, ¡si se tiene la oreja p egada a la
puerta!
Acontecimientos inesperados 91

Rió ante la ingenuidad de la muchacha. Tan sólo unas


noches antes, Kevin y él hicieron lo mismo.
Les dijeron que Víctor Einsgram había estado ausen-
te durante la mayor parte de sus clases y de que, a últi-
ma hora del día, había ido a notificar a la clase su in-
tención de renunciar. Había sido un día desorganizado,
con mucha confusión entre los instructores y falta de vi-
gila ncia, y que tuvo como resultado que nadie tomara
nota de la asistencia. Los muchachos no podían haber
escogido un día m ejor para su escapada.
Se uni eron a las canciones con sus compeñeros sin
dejar de p ensar en el misterioso chalet del otro lado del
lago. Lo que habían visto pudiera servir muy bien para
explicarlo junto a la hoguera como un cuento de terror.
-Vamos a dar un paseo -dijo Kevin más tarde.
Thor y él abandonaron el grupo y echaron a andar por
el camino. La luz de la hoguera y la luna llena ilumina-
ban el cielo de modo que podían ver a distancia. Obser-
varon que la oficina principal del campamento tenía to·
das las luces encendidas.
-Me pregunto a quién estará despidiendo · ahora
-elijo Thor.
-Proba blemente a alguien que no se lo merece.
Decidieron regresar a la cabina B-4 y aguardar el
momento de entrar en acción. Allí encontraron la bolsa
ele lona conteniendo el libro rescatado. De la Enciclope-
dia de Entomología Thor sacó el recorte suelto. Le pasó
el artículo ele las «Abejas, la super-raza», a Kevin para
que lo estudiara.
-Me maravilla como esas gentes han aplicado las
investigaciones de Luke Wynn -dijo Thor-. Basándome
en lo que vimos con esa abeja grande y cómo sostenía la
bola negra, parece que han estado utilizando el águila
92 Los bytes de la abeja

metálica como abeja reina para dirigir el vuelo del e n-


jambre.
Pero ¿para qué? Los muchachos no fueron capaces de
llegar a una conclusión. El ruido de una puena al ce-
rrarse con estrépito atrajo su atenci ón hacia la ventana.
Vieron a Víctor Einsgram que salía del Aula Electrónica
y se dirigía a la oficina principal.
Agazapados entre las sombras los muchachos no tar-
daron el llegar a la parte posterior del porche. En el
interior se oían varias voces h a blando al mismo tiempo.
- ... y esto es definitivo! ¡Si algui en más se decide,
que hable conmigo primero! - gritaba Kate al gru po-.
¡Hemos trabajado demasiado en esto para dejarlo es-
capar tan fácilmente!
Thor miró a Kevin. Con las orejas contra la pu erta
cada uno de ellos trató ele desentraña r el senti do de la
conversación. ¿A qué se r efería la directora del campa-
mento? Cuando oyeron hablar a Víctor Ein sg ram se acla-
ró parte del misterio.
-Cuando fui contratado para venir a es le campamen-
to, señorita Kiloug, ignoraba que tendría que llevar a
cabo además investigaciones adicionales -dijo en tono
nervioso-. Y ahora que debo cumplir esos requisitos
para una fundación privada me siento realmente enga-
ñado.
Otros dos instructores alzaron la voz asin tiendo, y
esto hizo que Víctor continuara .
-No sólo ha mentido a sus empleados, señorita Ki-
loug --exclamó-, sino también a los chicos y chicas
aquí acampados.
Thor desvió la atención de Kevin hacia el Aula Elec-
trónica. Una sombra se movía junto a la pared. Los mu-
chachos se retiraron hasta un grupo de arbustos para
Acontecimientos inesperados 93

no ser vistos. Perdieron de vista a la sombra cuando do-


bló la esquina y entró en el despacho de la directora.
-Parece que la señorita Kiloug tiene ·algún compro-
miso con alguien de fuera del campamento -susurró
Thor.
-Y no ha dicho la verdad a nadie -añadió Kevin-.
Ojal á pudi ésemos ver lo que ocurre ahí dentro.
Una nube pasó por delante de la luna llena cubriendo
la zona de momentánea oscuridad. Esto permitió a los
muchachos salir de su escondite y regresar corriendo a
su cabina. Fred y Jack ya estaban sentados en sus li-
teras.
-Sí, lo sabemos -le dijo Kevin a Fred cuando éste
le h abló de los cambios de personal.
-¿Recordáis la historia que contaron junto a la ho-
guera del águila que aparece con la luna llena? -les dijo
Fred-. Pues bien, ha aparecido.
«El pequeño Jack» añadía los detalles en los puntos
donde Fred se detenía. El muchacho más joven estaba
muy excita do con aquella visión.
-Dos de nosotros estábamos en la canoa, justo don-
de la cala se abre al lago. Alguien dijo que una nube ne-
gra se movía por encima del agua. -Jack hablaba en
voz baja como si el sonido de su voz pudiera atraer de
nuevo la aparición-. Al parecer iba siguiendo a un águi-
la negra. Uno de los muchachos dijo que parecía la
misma cosa que voló sobre el Aula Electrónica y que
ocasionó el corte de fluido.
Como su interés iba en aumento, Kevin mostró a
Fred y a J ack el artículo de Luke Wynn.
-Este era el propietario del campamento que se
ahogó -les dijo Fred.
-¿Recuerdas qué aspecto tenía? -preguntó Kevin.
94 Los bytes de la abeja

-Un poco, pero no sabría describirle con exactitud


-repuso-. Han pa sado varios afíos.
-¿Llevaba barba ? ¿O u saba gafas?
-No -co ntestó Free!- . ¿Por qué? ¿A dónde quie res
ir a parar?
Kevin miró a su am igo y comprendió que debía dejar
el interrogatorio. De m asiadas preguntas podrían despe r-
tar sospechas y entonces les sería difícil ocultar sus inves-
tigaciones .
-Lo que queremos es co nsultar a lgunos es tudios que
Luke Wynn hizo antes de morir -dijo Thor.
Esta respues ta pareció sa tisface r a Free! Turner. Jun-
tos, sali e ron de la cabina y ech a ro n a anclar por el ca-.
mino.
Entretan to a lrededor de la h oguera se h abía r e unido
un grupo que escu ch a ba e n sil en cio más cuentos de te-
rror. Algui e n contó el del cazador loco que atrapaba a
sus víctima s con trampas de caza r a nimal es . Otro el del
autostopista que se con ve rtía e n es quele to. Una niña
relató un caso en el que la gente se volvía loca despu és
de beber a gua d el grifo , y que, más tarde, se d escub r ió
que contenía residuos nucl eares. Eran las mi smas hi s-
torias que se explic aban alrededor d e in contables h o-
gueras aquella noch e de ve rano por todo el país .
-¿Queréis que os cue nte otra historia de terror
auténtica?
Todos se volvieron, mientras Free! Turn er se aproxi-
maba al corro. Las ll a mas ponían e n sus ojos un brillo
espectral y captó la atención de todos . ·
-Se refiere a un asesinato sin solución. Y ocurrió en
un lugar que todos los aquí presentes conocéis. Pero no
lo diré hasta el final porque no quiero que echéis a co-
rrer demasiado pronto .
Acontecimie11/0S i11esperados 95

Cuando Free! comenzó su historia se oyó un rumor


entre los árboles. Lo notaron primero Kevin y luego Pa-
m ela.
-¿Qué es eso? -Pam le interrumpió con un grito.
Free! dejó de hablar y todos miraron hacia el bosque .
La mayoría pensó que era una broma adicional por par-
te del narrador. Nadi e esperaba lo que iba a seguir a
continuación.
Los a rbustos se movieron y un muchacho alto cogió
un palo p a ra asustar al animal que creía allí escondido.
Ento nces un a fantástica visión surgió d e la oscuri-
d a d . ¡Una enorme criatura sin cabeza avanzó hacia ellos!
Ent re g ritos y alaridos la zona quedó despejada a los
pocos segun do s mientra s aquel ser se dirigía hacia el
fu ego dando tumbos. ¡Algunos de los que huían al vol-
ve r se vieron a la bestia en el centro de la hoguera!
Kevin Powell contemplaba el espectáculo. Su herma-
na y sus amigos habían huido con los demás. Thor Ben-
so n es taba e n el otro ex tremo del claro, cerca del lago ,
blandiendo un remo ele canoa para protege rse.
La horripil an te criatura pisaba las llamas ap<>.gán-
cl olas con un gruñido que helaba 1a sangre en las vena s.
Luego, con la misma rapidez con que apareció, la bestia
vo lvió a l bosqu e dando tumbos . El chasquido de las ra-
mas al quebrarse en la maleza llegó hasta el camino.
-¡Eso no e ra un animal! -declaró Thor.
-Tien es razón. Era un monstruo -añadió Kevin.
Fred regresó corri endo de la colina para unirse a
ellos . R espiraba trabajosamente y estaba asustado.
-Nunca más -declaró-. ¡Eso pasa por contar una
vez más esa historia cuando hay luna llena!
Se alzó viento, y les trajo las voces asustadas de los
niños mezclad as con un sonido bien distinto.
96 Los bytes de la abeja

-¿Habéis oído ese grito? -preguntó Kevin.


Los otros negaron con la cabeza.
Escucharon con más atención en la oscuridad .
Se oyó un chapoteo en la playa.
-¡Alguien se ha lanzado al agua! - susurraron.
Mientras corrían por la playa Thor pensó e n voz alta:
-Puede que sea la bestia.
Pronto estuvieron en el embarcadero. La luna ll e na
ponía en el agua un resplandor iriscente destacando la
línea de la orilla.
Otra vez se volvió a oír el chapoteo.
Mientras los muchachos obse rvaban llenos de curio-
sidad, una forma bien definida s a lió de l bosque. El ex-
traño rumor fue aumentando de volume n a m edida que
el objeto se adentr-aba en la cala. Varias figuras estaban
agazapadas a un lado de la e mbarcación.
¡El hovercraft huía a toda velocidad!
CAPiTULO IX

UNA OCASION PERFECTA

-¡ Charlie ha vuelto! -dijo Pamela a su hermano


cuando és te r egresó a su celda.
-¿Cómo lo sabes?
-¡Le h e visto!
Le condujo hasta un lugar desde donde podía verse
la actividad reinante en el porche de la oficina principal.
Un grupo de instructores se hallaban allí reunidos es-
cuchando a Cha rlie . .f:l les condujo hasta el Aula Elec-
trónica y entraron todos . Se encendieron las luces y to-
dos se situaron alrededor de Charlie.
-¡Condenado farsante! - exclamó Kevin.
-Desde luego no actúa como el encargado de depor-
tes acuáticos que todos conocemos -añadió Thor.
El trío continuó observando sin atreverse a aproxi-
marse al edificio ya que el patio estaba demasiado ilu-
minado.
Por a lguna razón especial. Kate Kiloug había comi-
sionado a Charlie para que celebrase una reunión con
varios instructores.
-Parece que se dispone a darles una auténtica con-
ferencia académica -comentó Pamela.
Debido a los últimos acontecimientos, el cansancio

7- Los bytes.
98 Los bytes de la ab eja

hizo mella en ellos. La falta de sueño de la noche ante-


rior, y el largo y agotador día d e hoy, fueron la causa
de que Kevin y Thor casi se durmiera n de pie. Pamela
les acompañó a su cabina. Era preciso recuperarse .

A la mañana siguiente, la señorita Kiloug reunió a


los muchachos para hablarles antes de los ejercicios ele
aerobic . Parecía fatigada y sus ojeras indica ban que ha-
bía pasado mala noche.
-A p esar de Jos rumores que hayái s podido oír, el
Campamento Especial-K d e Computadoras sigue en fun-
cionamiento, pero con algunos cambios en el p er son a l
-declaró-. Lamentamos los inconvenientes y el trastor-
no. También me han dicho que anoche una ex traña cri a-
tura irrumpió en el campamento junto a la hoguera.
Un murmullo de preocupación se alzó entre los pre-
sentes.
-En realidad era Charlie -dijo ante la desilu sió n
de muchos-. Su broma de cada año: vestirse de m ons-
truo para asustaros, ¿surtió efecto?
Muchos gritaron aliviados. Se habían asustado y a ho-
ra podían relajarse sabiendo que se t rataba ele una bro-
ma. Pero para Kevin y Thor aquella explicación no ba s-
taba. Sabían que era una excusa trivial para ocultar
algo más .
Después del ejercicio, cinco instructores cargaron s us
maletas en la camioneta del campamento. Silvia y Vivien
estaban en el grupo. Eran las monitoras más simpáticas
y, como los otros, tal vez habían sido despedidas injus-
tamente.
-Por lo menos, eso es lo que yo pienso - les dijo
Thor directamente a ellas .
Una ocasión perfecta 99

-¿Por qué no han protestado? -preguntó Kevin.


Las monitoras se sonrieron mutuamente, y Silvia se
metió la mano en el bolsillo de su camisa en el que lle·
vaba un sobre.
-Llegamos a un acuerdo -dijo en voz baja-. Nada
de discusiones, ni problemas.
-Y cobro al contado -añadió Vivien tocando su so-
bre correspondiente.
Los dos muchachos se apartaron cuando Charlie salió
del despacho d e la directora. Les miró de soslayo. Le
seguían otros tres monitores . Todos llevaban los papeles
del despido y dinero efectivo en un sobre, y en sus labios
la s onrisa de quien ha salido beneficiado en un trato.
La señorita Kiloug salió para despedir al grupo.
-A prop ós ito , ¿dónde está el señor Einsgram? -pre·
guntó Thor.
Con un movimiento lento y sereno la directora del
campamento se volvió para responder al muchacho.
-Pues, se marchó al amanecer -replicó con calma-.
Tu vo una oferta m ejor en la ciudad.
Thor y Kevin la observaron mientras intercambiaba
fra ses amables con el grupo. Cuando Charlie puso la
camione ta en marcha subieron todos y allá se fueron
dando tumbos hacia la verja.
-¿Dice que Einsgrarn se fue temprano? -comentó
K evin más tarde- . ¿Y cómo? ¿Andando?
Ningún vehículo había abandonado el campamento
aquella mañana. Los muchachos estaban seguros de que
lo habrían oído puesto que el camino de grava pasaba
junto a su cabina.
-¿Si se ha ido, quien ocupa ahora su puesto? -se
preguntó Thor indicando con la cabeza el Aula Elec-
trónica.
lOO Los by tes de la abeja

Allá se fueron a inves tigar . La puert a principa l se


abrió con bastante facilidad. Evidentemente, los monito-
res que anoche se reunieron con Charlie se olvidaron de
cerrarla.
Las microcomputadoras les aguardaban. Mientras
Thor ponía en funcionamiento una Mynd, Kevin cerró
los posti gos. Sin vigilancia y h a biendo pagado un buen
precio por acudir al campamen to, se creyeron con dere-
cho a utilizar el equipo en su tiempo libre. El prime r
programa que solicitaron fue : EINSGRAM, VICTOR.
-NO DATA ON FILE - leyó Kcvin en el monitor.
-Prueba «ABEJAS » otra vez -di jo Thor.
-Nada - replicó Kevin cuando la nota negativa apa-
reció de nuevo en la pantalla-. P a rece que estamos e n
un círculo vicioso .
El muchacho m ayor se levantó para d ej ar que su
amigo se sentara ante e l teclado. Thor marcó el núm ero
de la oficina de su padre . A los pocos segundos tenía su
Tele-Correo electrónico particular discurriendo por la
pantalla del monitor.
-GRANJA APíCOLA ESPECIAL-K - leyó Kevi n cuan-
do la p a n ta lla se iluminó- . LAMENTAl'vlOS MALENTEN-
DIDO ANTERIOR REF.: VISITA A NUESTRA GRAN-
JA . PUEDEN ORGANIZARSE PEQUEÑOS GRUPOS SI
EL TIEMPO Y LAS CIRCUNSTANCIAS LO PERMITEN.
SI SIGUE INTERESADO, LLAME A ESTE NúMERO .
Thor escribió el número en una hoja de papel, luego
borró la respuesta de la memoria de la computadora, y
llamó el programa de búsqueda de la base de datos.
Sin pensarlo dos veces, tecleó la pala bra: HOVER-
CRAFT.
La Micro Mynd reaccionó al instante. Bajo el sub-
título CONSERVACION apareció en la pantalla una lista
Una ocasión perfecta 101

de chequeos m ecánicos, fechas, piezas de recambio y sis-


temas relacionados con el hovercraft.
-Me alegra saber que no es un fantasma -dijo Kevin.
-Todavía sigo preguntándome por qué la señorita
Kiloug niega que hubi era uno en el lago -añadió Thor.
Cuando hubieron leído la lista completa, los mucha-
chos probaron para ver si lograban que saliese el nom-
bre del propietario. Lo intentaron con todas las varia-
ciones que se les ocurrieron: PROPIETARIO, LICENCIA,
GARANTíA, y PAGOS.
-Nada.
-Parece que se trata de un as unto privado -con-
cluyó Thor echándose hacia atrás para dejar vagar su
imag inación-. ¿No te gustaría saber quién programa las
computadoras de este sistema?
Pamela Powell entró en el recinto. Por su expresión
sonriente comprendieron que era portadora de buenas
noticias .
-Adivinad a dónde me voy - les dijo.
-A buscar miel -rio su hermano .
-A casa -dijo muy contenta.
-¿A S ta nton? -preguntó Thor-. Pero si todavía te
queda un mes de estar aquí.
-La señorita Kiloug me ha dicho que me lo descon-
tará el año que viene. Un par más se va n también -dijo
Pamela-. Esto no es lo que esperaba. Además, han
ocurrido demasiadas cosas desagradables.
Los muchachos no pudieron negarlo .
-¿Alguno d e vosotros quiere venir conmigo?
Era una invitación inesperada. Cuando Kevin m1ro
a su hermana vio que ella miraba a Thor, pero éste
dedicaba su atención a la pantalla.
-M~ figuro que no -dijo volviéndose para marchar-
102 Los bytes de la abeja

se-. De todas formas la camioneta volverá den tr o de


un par de horas, así que ya me d espediré ento nces.
Se marchó tan silenciosamente como había llegado.
Al salir del edificio Kate Kiloug se acercó a ella en el
césped. La directora del campamento ll evaba un montón
de impresos.
-¿Realizando algún programa final? -le preguntó
mirando hacia el Aula Electrónica .
-No, sólo he ido a mirar - replicó Pam-. ¿He de
firmar uno de esos papeles?
-Si no te importa. Es un formulario de r enuncia di -
ciendo que has decidido dej ar el campamento antes por
tu propia voluntad.
Pamela estampó su firma en el lu gar indicado.
-No te olvides de h acer el equipaje cuanto ante s
-fueron las últimas palabras de Kate.
Después de que Pamela abandona ra el recinto, Thor
empezó a registrar la mesa del in structor. Faltaban va-
rias cajas y archivos. Las huellas grabadas en la alfombra
indicaban que el material de Víctor Einsgram había de-
saparecido de aquel lugar hacía muy poco.
-¿Utilizaría algún otro lugar? - se preguntó Thor.
Kevin se encogió de hombros mientras revisaba o tra
mesa escritorio de la que sacó una caja llena de discos
duros.
-Echa un vistazo a esto -dijo contento entregán-
dole el material.
-Mini-Microcircuitos -leyó Thor en la etiqueta la-
teral-. Qué lástima que no tengamos una unidad de
disco adecuada.
El disco duro era un modelo antiguo VIa, que re-
quería una unidad especial. Probablemente contenía tra-
bajos básicos de Einsgram sobre el tema.
104 Los bytes de la abeja

Kate Kiloug entró en el recinto y encontró a los dos


jóvenes inclinados sobre un monitor Mynd al otro ex-
tremo .
-¿Aprovechando el tiempo libre?
-Pues no exactamente, señorita -repuso Thor por
encima del hombro.
La directora del campamento fue a colocarse tras
ellos. Lo que vio en la pantalla no fue un listado de la
base de datos , sino un juego de dibujo electrónico.
-Tenía este disco en mi caja y no lo había utilizado
hacía tiempo -murmuró Thor.
Ella sonrió al ver sus esfuerzos y les d ejó jugando.
Los muchachos no la p erdie ron de vista. Se diri gió al
escritorio donde se guardaba el material , y abrió un ca-
jón de cuyo interior sacó dos cajas. Una de ellas era la
misma donde Kevin acababa de encontrar el disco Mini-
circuitos.
-¿Quiere que la ayude? -le preguntó Thor.
La señorita Kiloug había colocado una caja encima de
la otra y se disponía a marcharse.
-Puedo arreglármelas, gracias -les dijo al salir-,
pero si pudieras pasar por mi despacho dentro de una
hora, Thor, me gustaría hablar contigo.
¿Sabría que habían realizado pruebas en las compu-
tadoras? Aquella posibilidad brilló como un relámpago
entre los muchachos mientras ella se marchaba. Al pul-
sar la tecla para borrar el juego de dibujo electrónico
la pantalla se convirtió en una jungla de letras. Los mu-
chachos se dispusieron a organizar un crucigrama para
disimular su verdadero trabajo .
Kevin introdujo el disco duro en una funda.
-¿Qué ocurrirá cuando descubra que este disco no
está en la caja que se ha llevado? -preguntó.
Una ocasión perfecta lOS

- ¿Cómo sabemos que sea ése el que andaba buscan-


d o? De todas formas no lo sueltes hasta que encontre-
mos un drive apropiado.
-¿Qué te parece Pamela? -exclamó Kevin-. ¡ Dá-
selo a ella! Se va a casa. Tu padre debe tener alguna
unidad antigua de disco duro.
- ¿Es que no te acuerdas? Yo tengo un modelo Vla
en mi tal ler, debajo de la estantería.
Kevin tenía dificultades para recordar todo el equipo
de su a mi go. El taller de Thor, que el señor Benson ha-
bía ayu dado a montar, comenzó a formarse con monto-
nes d e aparatos electrónicos pasados de moda. Mu-
chos los h abía actualizado, y ahora funcionaban tan bien
como los modelos más modernos que costaban diez ve-
ces m ás. El ingenio de Thor no tenía límites.
Regresaron a la cabina B-4 cuando Fred y Jack se
di s ponían a salir para ir al lago.
- Hay un campeonato de windsurfing -dijeron.
Kevi n tardó sólo un momento en unirse a ellos. Se
imag inaba que tenía muchas posibilidades de ganar.
Entretanto Thor estuvo hojeando una revista cientí-
fica por espacio de una hora. Se preguntaba para qué
querría hablar con él la señorita Kiloug. Fuera, a pleno
sol, varios excursionistas aguardaban ansiosos con sus
mochilas y bolsas de lona. Pamela estaba entre ellos.
-¿No has cambiado de opinión? -le dijo el mucha-
cho en broma.
-No, pero me gustaría que tú sí -replicó ella al
punto-. ¿Todavía no has visto al señor Einsgram?
Thor se encogió de hombros.
-Na die le ha visto aún. Alguien dice que se fue a
dar un buen baño al lago anoche, pero yo personalmen-
te, creo que es una idea muy húmeda.
106 Los bytes de la abeja

Se abrió la puerta de la oficina principal. Kate Ki-


loug apareció e hizo señas a Thor para que acudiera.
-Ten cuida do -le advirtió Pam-. Seguro que mu er-
de .
De mala gana fue hasta allí y, una vez dentro , s e sen-
tó en el sofá. La señorita Kiloug se situó detrás de la
mesa escritorio.
-Tengo que hace rte una proposición -le dijo la mu-
jer yendo directa al grano-. Victor Ein sgram nos ha
dejado y, como ya sabes, muchos instructores también .
Serán reemplazados por un grupo que llegará esta no-
che. Para una d e las plazas tendremos que esp erar algo
más .
Thor p ercibió su cambio de actitud.
-Durante cinco días estaremos sin instructor en el
Aula Electrónica. No hay nadie disponible hasta enton-
ces -le dijo-. Bien, he leído tus referencias y oído lo
que el señor Einsgram cuenta de tus habilidades, Thor.
En resumen, me gustaría que fu eses el instructor in-
terino.
-¿Yo? ¿Profesor?
-Sólo temporalmente, para ayudarnos hasta que ll e-
gue el nuevo. Sólo tendrás que ayudar a los estudiantes
que lo soliciten mientras los otros realizan sus propios
trabajos.
Dicho así parecía muy fácil. Y de este modo, obtuvo
la plaza. Y como bonificación el resto de las vacaciones
le resultarían gratis. Sin embargo, había que resolver
otro asunto . Y esto podía proporcionarle una coartada
perfecta.
-Acepto con la condición de que no empezaré hasta
mañana por la tarde -dijo al fin .
-¿Por qué ese retraso?
Una ocasión perfecta 107

-Dentro de poco va a venir una camioneta a reco-


ger a algunos chicos que regresan a sus casas -explicó--.
Bien, me gustaría ir con ellos para traer material de mi
casa.
-¿Algo en particular? -preguntó la directora.
-A <<Mister Chips >>.
-Oh, me temo que no se permite a los adultos . ..
-Es mi robot -le atajó Thor con una carcajada.
La mujer rio también .
-Entonces ten cuidado de que no se acerque al agua.
Thor se rio, pero no pudo por menos de observar el
r epentino cambio de humor de la señorita Kiloug. ¿No
mencionó Pamela el rumor de que Víctor Einsgram ha-
bía ido a darse un chapuzón en el lago?
CAPÍTULO X

LA MEMORIA ELECTRONICA JAMAS OLVIDA

Cada bache de la carretera hacía saltar a los pasaje-


ros . Mientras la camioneta serpenteaba por los caminos
vecinales, los siete pasajeros de regreso a sus casas exha-
laban suspiros de fastidio. Al cabo de muchos kilóme-
tros el vehículo pisó al fin una carretera estrecha pero
asfaltada. Ahora que el trayecto iba a ser más agradable
todos lanzaron vítores.
Senta do frente a Pamela Powell estaba Thor Benson.
Se miraban mutuamente con frecuencia, pero ninguno
quería que el otro le sorprendiera mirándole. Cuando
sus ojos se encontraban reían nerviosos.
-Faltan dos horas -gritó el conductor al grupo-.
Pararemos a descansar en la próxima gasolinera.
En el interior de la cafetería Thor y Pamela se apar-
taron de los demás . Al fin la pareja tuvo oportunidad
de estar a solas y compartir tranquilamente un gran
batido de yogur.
-Tendríamos que hacer esto más a menudo -dijo
Pamela al cabo de un largo silencio-. Sé que te gusta
trabajar con mi hermano y tus computadoras. Pero par-
110 Los bytes de la ab eja

te de ti necesita pasar a lgún r a to con otra persona. Con


alguien como yo.
-Sí, creo que sé a lo que te refieres - respondió
con suavidad- Pero es ... a lgo que .. . bueno . .. a ún n o
estoy seguro.
Se miraron sintiéndose solos en aqu el r estau rante tí-
pico tan concurrido . Thor trató d e resumir Jo que que-
ría decir a Pamela.
-Es una lástima que no regreses a l campamento - le
dijo-. Por lo menos tendríamos la oportunidad ele pa-
sar m ás tiempo juntos .
Pamela soltó una breve r is ita.
-Eso es lo qu e yo p ensab a. Pero dura nte estos últi-
mos días , ¿sab es cu ántas veces h as pasado junto a mí
sin deci rme nada?
Había olvidado todo eso. Entonces lo da ba todo por
hecho. Tal vez esa fuese otra fase del crecimiento, se
dijo: d e tenerse a pensar y agradecer lo que nos rodea
porque todo cambia tan de prisa ...
-Escucha, te conozco, Thor. Eres mi vecino ele la
casa de enfrente; mi h erm a no es tu m ejor amigo, y eres
un chico que tiene computa dora s por cerebro y el único
que m e importa. Ese eres tú.
Sus palabras eran música p ara sus oídos. Thor había
adivinado sus sentimi entos muchas veces, p ero ella nun-
ca le había hablado con tanta f ranqueza .
-No sé qué decir -murmuró.
-Pues no es gran cosa -rio P am.
El chófer avisó a los pasajeros que era hora de par-
tir. Durante el resto del viaje, Pamela se sentó al lado
de Thor con la cabeza apoyada en su hombro. Fingía dor-
mir, pero cada vez que el muchacho la miraba la veía
con los ojos abiertos.
Ln memoria elecrónicn jnmás olvida 111

El vehículo s e acercaba a su ciudad natal. Desde la


a utopista elevada Stanton parecía una colección de jo-
yas de acero y cristal brillando sobre los verdes pastos.
La ciudad terminaba donde comenzaban las granjas.
Parecida a otras incontables ciudades del país, Stan-
ton, hasta diez años atrás, había sido sólo un pueblo con
un bazar, una oficina de correos y una docena de casas.
Y entonces fue cuando el hum de la microelectrónica
llegó con todo su ímpetu. Muchas firmas de alta tecno-
logía n ecesitaban un gran laboratorio y espacio para un
almacén, pero las zonas industriales de los años sesenta
y se tenta estaban superpobladas. La única alternativa
e ra alejarse, y eso significó levantar una ciudad de la
nada en mitad ele una zona agrícola. Aunque muchas
granjas se perdieron con estas nuevas instalaciones, las
que quedaron se beneficiaron. Muchos técnicos se intere-
saron por mejorar el proceso y desarrollo de mejores co-
sechas, ele modo que las granjas producían cinco veces
m ás que antes.
Pamela Powell se arrimó más a Thor Benson que
continuaba contemplando la ciudad pensando en lo afor-
tunado que era por vivir allí. Porque, siempre que lo de-
seaba, podía estar en un laboratorio donde se preparaba
el último satélite espacial, y cinco minutos más tarde,
¡hallarse en pleno campo con un rebaño de vacas! Algu-
nas veces las vacas le parecían más fascinantes que las
computadoras, pero eso tal vez fuese porque no pasaba
el día entero en la granja.
-Estarnos llegando -dijo el chófer.
Dos niñas bajaron primero. Se despidieron de los
demás contentas de estar de nuevo en su casa. Al cabo
de poco tiempo la camioneta se detuvo en el Boulevard
Matrix. Thor y Pamela se apearon delante de sus casas .
112 Los by tes de la abeja

El coche familiar de la señora Powell estaba aparcado


en la calle.
-Sé que mamá va a llevarse una sorpresa -dijo
Pam-. Luego me preguntará si Kevin es tá bien.
-Dile que el Campamento Especial-K de Computado-
ras es único en su especie -río Thor.
-Seguro que lo es - replicó Pam-. ¿Quie res co mer
con nosotras?
-Depende - contestó diciénd ole a di ós con la mano.
En su casa le aguardaba una extrañ a bie nvenida. Al
entrar sonó la alarma contra robos y unos potentes fo-
cos comenzaron a encenders e y apaga rse. Thor se ta pó
los ojos con la mano y s e diri gió dand o tumbos a l in-
terruptor de control.
De pronto tropezó con un obj e to que s e movía .
-¡Maldito seas , «ChipS >>! - gritó aga rrándose un a ro-
dilla.
El peque ño robot estaba activado para efectu a r la
ronda. Dio la vuelta a la h a bita ción y lu ego se fu e a otra
parte.
Thor desconectó la alarma y cerró el panel. Puesto
que estaba programa da en las oficinas de la Comi sa ría
de Policía de Stanton lo m á s probable es que de un mo-
mento a otro aparecie ra uno d e sus coch es p a trulla.
En el videófono marcó el código preciso. El sargen-
to Dalby, amigo de la fami li a , apareció en la panta lla.
-Lo siento, señor - le dijo Thor sin aliento .
-¿Olvidaste quitar la alarma de entrada? -El sar-
gento Dalby adivinó en seguida lo que había ocurrido.
-Pensé que estaría mi madre en casa.
El policía se frotó la mandíbula y se apartó para no-
tificar al coche patrulla.
-Cancelada la alarma de Matrix 208 -dijo el oficial.
La m emoria electrónica jamás olvida 113

Vol vió a aparecer en pantalla una vez más de cara al


muchacho-. Vaya , no pareces de esos que gritan «que
vie ne e l lobo » -sonrió.
S e despidieron y Thor se volvió a mirar a «Míster
Chip s>> qu e corría por el suelo. A pesar de que aquel pe-
q ueñ o r obo t domés tico no era más que un montón de
m e tal, ta rj e tas d e circuito impreso y microchips, la fa-
mili a B en son le tenía el mismo afecto que a un animal
de compañía. El robot tenía tendencia a decir las cosas
m ás curiosas a través de su altavoz. Naturalmente que
eso ta mbi én era una muestra de la versátil programa-
c ión ora l de Thor.
El jove n llevó su saco de viaje a la cocina, sacó un
boca dill o de l congelador, lo m e tió en el horno de micro-
o ndas y lu ego sa lió ma s ticando al exterior.
Abrió s u talle r que es taba junto al garaje presionan-
d o cierta combinación en el teclado del cerrojo. Al entrar
to do lo encontró ta n ordenado como lo dejara. Debajo
de un es tante tenía una serie de unidades de disco anti-
guas. Cogió el modelo VIa y lo colocó encima del banco .
Lo co n ectó a la r ed eléctrica.
-Primero lo primero -pensó en voz alta al coger su
bol sa de viaje.
S acó el disco duro y lo colocó en su unidad. La eti-
que ta del Mini-Microcircuitos de la cubierta describía
sólo parte del material de investigación de Víctor Eins-
gram. El catálogo de programa, reveló por lo menos una
docena de temas distintos. Thor examinó los subtítulos.
S e quedó d e pied r a al ver el penúltimo.

ENTOMOLOGtA - LUKE WYNN, ANTECEDENTES

¡Quedaba establecida una sorprendente relación!

8 - Los bytes ..
114 Los b ytes de la abeja

Apoyando el lápi z ópt ico sob re la pantalla del m o ni-


tor, Thor trazó un círculo alrededor del código que pre-
cedía a l subtítulo. Má s d a tos lle naro n la pantalla. ¡Todo
el catálogo de la computa dora Mic ro Mynd de l campa-
mento es taba allí duplica do 1
Cuando Thor había transferido todo s lo s d a tos del
disco duro a uno pequeño fl exible, sus pad res llegaron
a casa.
Edward Benson , de m ediana eda d y pelo g ris e n las
sienes , era un hombre alto y f-u e rte que con servaba el
físico de sus aii.os d e colegio c u a ndo jugada al ba lonces-
to. Asesor profesional d e la informática con g ra n éxito ,
era s in duda la fu ente del prodigioso ta lento de s u hij o .
Su esposa, Laraine, ta mbi é n h a bía sabido conser varse .
Acababa de volver del Centro ele Fl ex ej ercici o dond e era
instructora. Ambos, n a tura lm e nte , quedaron muy sor-
prendidos ante la inespera da presenc ia de s u hijo.
-Eso es estupendo -declaró el señor B nson al oír
el trabajo temporal conseguido por s u hijo-. Unas cuan-
tas perlas más como ésa en tu expedi ente y la gen te te
contratará a ti y no a mí.
Thor decidió retrasar la comida con Pam y s u m a dre
puesto que quería estar con sus padres, h a blarles del
campamento, y luego volver corri e ndo a su talle r. Com-
portamiento que aquí era completamente normal.
- ¿Qué estás haciendo ahora? -preguntó Edward
Benson al entrar en el taller del muchacho d espués del
café de la sobremesa.
-Nada, sólo comprobando el funcionami e nto.
-¿La Granja Apícola Especial-K forma parte del cam-
pamento de computadoras? -preguntó su padre.
-¿Por qué, papá? -Thor trató de disimular su sor-
presa.
La memoria electrónica jamás olvida 115

-Dejaron un segundo aviso en nuestro buzón de


mensajes electrónico. Algo referente a la dirección para
ir a su granja . Como yo solicité -elijo con énfasis-. O al
m enos, alguien que entró mi código personal de acceso.
E l muchacho se vio atrapado y guardó silencio.
-¿Por qué lo hiciste? Te h e advertido muchas veces
de los peligros que eso en traña, Thor. Puedes utilizar
muchísimas líneas sin utilizar la de mi oficina -le re-
cordó su padre.
-Lo siento, pero necesitaba una base segura.
E l señor Benson miró a su hijo con creciente inquie-
tud.
-¿Ocmre algo malo? ¿Tienes problemas?
-Yo no, papá. Pero alguien los tiene.
Y le explicó el misterio d el águila de metal y el en-
jambre de abejas. Le habló de la desaparición de Luke
Wynn , y sus investigaciones sobre las abejas, la aerodi-
námica y la crianza d e una raza superior. Y por último
del hombre que adiestraba al abejorro para que detuvie-
ra la bola negra en el aire.
-Es una locura difícil de creer -dijo el señor Ben-
son-, pero eso no significa que no sea cierto.
-¿Me ayudarás?
Edward Benson no tenía necesidad de responder. Su
expresión valía más que todas las palabras. Lo que más
qu ería en el mundo eran su mujer y su hijo.
-Haré lo que pueda.
De inmediato conectaron con la computadora de la
oficina utilizando la terminal y el modem (1) del taller.

(1) N. d el T. MODEM: s ignifica Modulador-Demodulador y


es un acoplador telefónico que convierte las señales digitales en
tonos audibles, que pueden circular por líneas telefónicas nor-
males.
116 Los bytes de la abeja

A través d e este circuito el seii.or Benson comenzó a so-


licitar datos para su hijo . Utilizando su propio código
oficial , Edward podía hacer uso de las bases ele datos
confidenciales.
-Todo lo que está en línea y no es tá protegido bajo
las medidas de seguridad del gobierno está abierto a no-
sotros - ·dijo-. Claro que puede que no nos diga exacta-
mente lo que deseamos saber, pero sabremos dónde com-
probarlo.
Thor estaba al corriente de es te sistema. Lo había
probado varias veces sin que su padre lo supiera . Sin
embargo , ahora la clave personal que autor izaba el acce-
so se cambiaba con mayor frecuencia y la lín ea telefóni-
ca que hacía la llamada era comprobada por un marca-
dor automático posterior que la verificaba.
-GRANJA APíCOLA ESPECIAL-K, AGRICULTURA
D. B. $8427-7G -anotó Edward . Pasó el código a un block
iluminado antes de h acer la pregunta siguiente.
-LUKE WYNN, ENTOMOLOG1A, BIBLIOTECA DEL
CONGRESO D .B.S 4-329-779 L.W. -fue la respuesta.
Pero la señorita Kate Kilou g no constaba en ninguna
parte de la computadora. Ni tampoco Victor Einsgram.
-Seguro que están en las bases de datos de la Segu-
ridad Social -suspiró el hombre-, p ero legalmente es-
tán fuera de nuestro alcance.
En los ojos de Thor apareció un brillo especial. El
.señor Benson puso la mano sobre el hombro del mu-
chacho para poner de manifiesto su seriedad.
-¡Y no te atrevas a intentarlo! ¡El gobierno conoce
todos los trucos de los intrusos y ahora los persigue!
Sabiendo que su hijo haría caso de su adverencia,
Edward le dejó que pidiera las dos fichas de la base de
datos que habían descubierto. Este era el momento que
La memoria electrónica jamás olvida 117

Thor saboreaba con placer: trabajar solo en su propia


computadora modificada y acceder a todas las bases de
datos de todo el país.
La Granja Apícola Especial-K, en realidad no tenía
nada de particular, según los informes del Departamen-
to de Agricultura. La cantidad de miel producida el año
anterior, el número considerable de colmenas, incluso el
beneficio antes de impuestos, parecía substancioso. Pero
el propietario y gerente, un tal señor Charles Bray, así
como su dirección, eran desconocidos.
Thor anotó todo este material en el bloc iluminado.
Acto seguido conectó con la base de datos de la Biblio-
teca del Congreso .
El informe sobre LUKE WYNN, ENTOMOLOGlA fue
idéntico al recibido en el campamento por la Micro
Mynd . Utilizando su unidad de disco, Thor grabó todo el
material de las Bibliotecas de Agricultura y del Congre-
so en su propio disco.
Al final de la información llamó su atención la pala-
bra «Necrológica>> . Llamó al New York Times por la red
Compuprint para solicitar la fecha y el número de la
página.
-¡Hola!
A Thor le sorprendió la voz que le saludaba desde la
entrada. Al dar la vuelta en su silla giratoria, vio entrar
a Pamela que traía dos cucuruchos de helado de yogurt.
-Tus padres me envían aquí con esto -le dijo-.
Toma el tuyo .
-Gracias -replicó Thor dándole un lametón.
Pamela echó un vistazo alrededor del taller. Había
utilizado muchas veces sus máquinas e inventos, mien-
tras Thor o su hermano miraban por encima de su hom-
bro . Sus ojos fueron a detenerse en el informe fotográ-
118 Los bytes de la abeja

fico que llenaba la pantalla del vídeo. La p ágina del Ne\V


York Times acababa de ser enviada por el Compuprint.
-¿Quién es ése? -preguntó señalando la foto del
periódico que aparecía en la pantalla.
Thor giró su silla a toda prisa y el helado de yogurt
casi se le cae encima. Al reconocerlo sintió un sobresal-
to. Los gráficos de alta resolución mostra ban a un hom-
bre alto y desgarbado con gafas. Al pie de la foto se leía:
NECROLóGICA - LUKE WYNN, INGENIERO AERO-
NÁUTICO, ENTOMóLOGO AFICIONADO.
-¿Qué pasa? -preguntó Pamela-. Parece como si
hubieras visto un fantasma.
Thor se puso en pie lentamente y se apartó de la
computadora.
-Tal vez lo haya visto .
Y señaló el gráfico de la Compuprint.
-Pam, esa noticia es de hace cas i dos años . ¡ Pero
tu hermano y yo vimos a ese hombre ayer!
CAPÍTULO XI

MISION PERSONAL

El campeonato de windsurfing fue ganado por Kev in


Powell. Sus evoluciones de estilo libre, especialmente m a-
nejando la botavara, le dieron la victoria sobre los otros
participan tes. El trofeo de la semana le fue entregad o
por Charlie.
-No está mal para un principiante -gruñó.
Kevin hizo caso omiso del mal humor del encargado
de los d eportes acuáticos. El trofeo del Campamento
Especial-K de Computadoras era una pieza standard ade-
cuada para cualquier cosa desde locutores hasta el Hom-
bre del Año.
-Y Charlie no se ha clasificado para ninguno de los
dos -pensó Kevin.
En la cabina B-4 el pequeño Jack esperaba el regreso
de Kevin y Frecl Turner. Tenía que comunicarles bue-
nas noticias.
-¿Thor? ¿Instructor? -volvió a preguntar Kevin.
-Bueno -aclaró Jack-, sólo temporalmente.
Esto satisfizo a Kevin en grado sumo. Significaba que
su amigo podría tener acceso a datos que ordinariamen-
120 Los bytes de la abeja

te no estaban a su alcance. Quizá logra sen descubrir el


misterio del chalet y sus experimentos con abejas.
Aquella noche, durante la cena , Ellen y Mary se sen-
taron al lado de Kevin . Preguntaron si Pam ela había
decidido abandonar el campamento antes de lo previsto,
por causa de alguna tonta rivalidad. E.! hizo todo lo
posible para asegurarles que no era así.
-En realidad, Pam es la única chica que conozco
capaz de escribir programas por divertirse , ¡cuando yo
Jos considero de trabajo!
No las convenció.
-Si Pamela es tan lista, ¿por qué se marcha cuando
empieza el trabajo en serio? -preguntó Mary.
Kevin tartamudeó bu sca ndo uoa res puesta, pero se
dio cuenta de que nada de lo qu e dijera podría cambiar
su actitud . Les preguntó si los celos o la cur ios idad mo-
tivaban sus preguntas.
-Ninguna de las dos cosas - re pli có Ell en-. Que-
ríamos averiguar quién era más lista.
-Si queréis sa ber la verdad, esperad a d escubrir
quién es el nuevo tutor interino - les prome tió el mu-
chacho.
Como aquella noche no había hoguera, Jos mucha-
chos buscaron algo que hacer. El Au la Electrónica esta-
ba cerrada «por revisión>>, así que quedaban muy pocas
actividades . Una de las más populares era una versi ón
nueva del juego del escondite.
Cuando iba a comenzar la primera ronda, se oyó un
grito en las cabinas. A los pocos segundos todo el grupo
corría buscando donde cobijarse.
-¡El águila! -fue el grito de atención.
El objeto describía círculos por el aire seguido de
la nube oscura y zumbadora. Kevin observó la actividad
Misión personal 121

desde su escondite. El enjambre actuaba en la forma


acostumbrada, como s i estuviera ensayando otra carrera
nocturna. Con la misma rapidez con que las abejas ha-
bían aparecido, desaparecieron.
Se rea nudó el juego, pero con un participante me-
nos. Kevin d ec idi ó inves tigar.
El b arracó n de equipos acuáticos estaba vacío, y a
Charlie no se le veía por ninguna parte. La mochila de
K evin qu edó bien reple ta con el equipo que precisaba
para su excursión nocturna . En la playa desi erta , colocó
la vela en la tabla de windsurfing y la echó al agua.
El lago r esp landecía bajo los últimos rayos del sol
poniente. Sobre su cabeza, la luna comenzaba a brillar.
K evin se dijo que eran condiciones ideales para hacer
otra visita al chalet.
Loca lizó con facilidad el rastro del hovercraft en el
otro extremo del lago r ecordando su posición durante su
viaje anterior. Desmontó el palo y la vela y los dejó en
la playa.
En lo alto el zumbido se hizo más fuerte. Kevin alzó
los ojos justo a tiempo de ver cómo el enjambre de abe-
j as pasaba por delante de la luna. Se estremeció de
mi edo. Por suerte, el mono naranja es taba en su mochila
y se lo puso apresw·adamente.
«Necesito averiguar cómo es que esas abejas siguen
a esa cosa de metal -pensó Kevin en voz alta-. Y tal
vez pueda rescatar a Lechuzo.>>
La imagen del hombre al ser atacado volvió a la me-
moria del muchacho y comprendió que también corría
peligro su propia seguridad. Sin Thor en quien confiar,
Kevin d ebía velar el doble por su integridad física.
A cubierto del bosque, Kevin se dirigió hacia el linde
de la propiedad . La red metálica de camuflaje descansaba
122 Los bytes de la ab eja

en el suelo. Esto indicaba que el enjambre estaba en el


interior de uno de los edificios, ¿pero en cuál?
Se encendió una luz en el laboratorio. Kevin se aga-
zapó en la oscuridad, sacó el telescopio electrónico de
su mochila y se dispuso a observar.
<<Parece que Lechuzo tiene un ayudante» , -pensó
mientras vigilaba.
El hombre de la barba se movía al fondo del labora-
torio. Parecía revisar el trabajo del científico. Lechu zo
alzó algo muy pequeño hacia la luz. El zoom d el visor
agrandó el objeto: era una abeja reina.
El hombre de la barba cogió un recipiente ele cristal.
Cuidadosamente los dos hombres colocaron a la abeja
reina dentro del tarro.
-¿Cómo podré conseguir ese tarro? - se preguntó Ke-
vin.
Un rato después los hombres se marcharon. Era evi-
dente que Lechuzo era un prisionero que estaba bajo la
autoridad del hombre de la barba.
Kevin les vio atravesar el patio, luego entraron en el
chalet y desaparecieron de su vista.
Transcurrió una hora sin señales de actividad en el
chalet.
-Es hora de actuar -decidió Kevin.
Con cuidado para no ser visto desde el chalet , Kevin
comenzó a moverse. Fue hasta el edificio pequeño que
albergaba el laboratorio y entró sigilosamente. Por la
ventana entraba luz suficiente para ver su entorno.
Una caja enorme ocupaba un rincón. Al examinarla
más de cerca vio que contenía una serie de panales al-
macenados unos junto a otros. Al parecer habían millo-
nes de abejas moviéndose en silencio y orden dentro de
aquella estructura.
Misión personal 123
-Parece una comunidad perfectamente organizada
-pensó Kevin. Había estudiado la organización social
de animales e insectos en la escuela y aquí tenía una
muestra en plena actividad.
Un mostrador blanco para trabajar dominaba la zona
frente a la ventana. Kevin vio a un lado herramientas
científicas y se agachó para mirar por el microscopio.
-¡Abejas muertas! -exclamó en silencio.
Docenas ele abejas grandes estaban encima de la mesa,
algunas con sus partes internas extraídas, y la mayoría
con sus cuerpos a biertos.
-¿Para qué? -se preguntó.
El recipiente de cristal que Lechuzo y el hombre de
la barba habían examinado se hallaba allí cerca. Kevin
cogió el tarro sellado y lo alzó hacia la luz de la luna.
Vio que la a b eja reina de su interior llevaba una pieza
metálica sobre su abdomen.
-Como un chaleco de smoking -rio el muchacho.
Un microscopio electrónico de rayos láser estaba en
un extremo de la mesa . Otra abeja diseccionada estaba
en la platina. Kevin conectó el microscopio. Lo que apa-
reció ante su vista desveló el misterio.
-¡ Microchips! ¡Introducidos en las abejas!
Su m ente comprendió lo que significaba ¡Era la expli-
cación del extraño comportamiento de los enjambres!
-De modo que controlan su vuelo -se imagi.nó-.
¡Todas son dir-igidas por los datos transmitidos a través
de estos microcircuitos!
Ya no tuvo dudas respecto a lo que se le ocurrió a
continuación.
-Esta abeja reina tiene que ser examinada por al-
guien responsable -concluyó. Y, Kevin Powell se refería
a las autoridades pertinentes del gobierno.
124 Los bytes de la abeja

Envolvió el tarro de cristal en un trapo y lo metió en


su mochila . Las ventanas del chalet continuaban a oscu-
ras. Tras escuchar por si oía algún ruido en el ex terior,
Kevin salió del laboratorio.
Una vez en el bosque se quitó el mono naranja que
le daba mucho color, aunque le protegiera contra un
ataque inesperado. Con la abeja reina dentro ele su mo·
chila, Kevin esperaba que el enjambre qu edaría inmo·
vilizado.
Cuando hubo sacado el winclsurfer de entre los arbu s-
tos y colocado su palo y la vela, Kevin comenzó a respi-
rar con más tranquilidad. La peor parte de la aventura
ya había pasado y él navegaba por el lago con su vali osa
carga segura en la mochila .
-Apues to a que Thor se llevará una sorpresa -pen-
só navegando contra el viento-. Además el e salir con
bien, lo hice solo.
Esto último era muy importante para Kevin. A m e·
nudo se sentía inferior a Thor, siempre secundá ndo le .
No es que le importase ver los notables inventos ele
Thor, sino más bien el haber conseguido a lgo por s u
propio esfuerzo ele que poder vanagloriarse.
La vela se mantenía firme h enchida por el viento y a
la luz de la luna llevó su embarcación hacia el campa-
mento.
¡De pronto Kevin se encontró en el agua! ¡Su más til
se había partido por la mitad! ¡Y alejándose sobre la
superficie del agua vio al águila metá lica!
Kevin se subió sobre su tabla. La mochila impermea-
ble permanecía intacta. Desde la playa le llegó el rumor
de un motor. - Al volverse vio la silueta del hovercraft
que se aproximaba.
Entre una nube de espuma, el barco avanzaba con
Misión personal 125

dos homb res a bordo. Uno era el de la barba, y el otro


Cha r!ie.
-¡Merecías hundirte hasta el fondo! -gritó Charlie.
-Trae aquí a ese ladronzuelo.
El muchacho fue izado a bordo del hovercraft y lan-
zado sobre cubierta mientras la embarcación daba la
vuelta.
El hombre ele la barba le quitó la mochila de la que
sacó el recipiente ele cristal que contenía la abeja.
-¡Estúpido! ¿Acaso no te has buscado ya bastantes
problemas?
Charlie conducía la embarcación ·a toda velocidad ha-
cia la playa. Entretanto, el hombre de la barba continua-
ba m ir ando al muchacho con amargura. Kevin compren-
dió que sería necesario algo más que una disculpa.
Un potente faro guiaba al hovercraft hasta la playa
donde una vez en terreno firme continuó subiendo la
colina.
«Es tos hovercrafts son muy útiles para las fugas -se
elij o Kevin a pesar de su pánico-. Lo mismo van por el
agua que por tierra. ¡Qué invento!»
El faro delantero iluminaba la zona limitada por la
r ed de camuflaje. Al parecer habían desplegado todas
la s defensas.
Obligaron a Kevin a entrar en uno de los edificios .
menores. Estaba vacío. Posiblemente lo utilizaban corno
almacén. ¿Y qué haría ahora? ¿Diría a aquellos hombres
lo que intentaba realmente? ¿Confesaría que les había
estado espiando? Entonces se le ocurrió otra cosa: si
se atrevían a hacer daño a un viejo,¿ qué es lo que harían
a quien habían sorprendido con las manos en la masa
robándoles su preciado invento?
-¡ Sal de aqui!
126 Los bytes de la abeja

Las palabras r esonaron en las paredes de a luminio.


Kevin se dirigió haci a la puerta al oír d escorrer el ce-
rrojo.
-Ponte esto - le ordenó Charlie.
Le arrojaron un par de esposas de nylon. Se las puso
de mala gana, pero dejó una floja. Charlie, que le obser-
vaba de cerca, comprobó que le ajustaban poco.
-¡Más apretadas!
Descargó su brazo sobre la cabeza del muchacho. Ke-
vin lanzó un grito a l caer al suelo . La sangre resbaló
por su rostro.
-¡Deja al chico en paz!
-¡Idiota! ¡Apártate de él!
Dos voces gritaron por encima del zumb ido que Ke-
vin sentía en sus oídos. Charlie le levantó.
-¡Cobarde, mira que pegar a un nii'io!
-¡Intén talo conmigo y verás lo que te h ago !
-¡Callaos los dos! -El grito del hombre de la bar-
ba rasgó la oscuridad-. ¡Traed el chico aquí! ¡De prisa!
Dos focos cegaron a Kevin. Tuvo que mirar h acia
ellos puesto que el hombre de la barba se h allaba sentado
detrás de ellos para interrogarle.
-Sólo ha sido una tra ves ura, ¿verdad? -dijo el
hombre.
Kevin se frotó la mandíbula con la esperanza de que
el hombre creyera su absurda disculpa, aunque no le
parecía probable .
-Primero robas un mono impermeable, luego sales
de noche en una tabla de windsurfing para atravesar el
lago y te largas con esto. -Alzó el recipiente de cristal.
El insecto con el que habían experimentado se paseó
perezosamente-. ¿Por qué?
El muchacho permaneció inmóvil.
Misión personal 127

-Está bien, pronto lo averiguaremos.


El hombre de la barba se levantó y salió de detrás de
los focos. Sujetando a Kevin por un hombro le empujó
hasta una puerta .
-Déjalo ahí con los otros -le dijo a Charlie-. Y pre-
pá ralo todo para marcharnos mañana.
Charli e condujo a Kevin por el patio hacia un edificio
de mad era . Salía luz por las rendijas de la puerta. Des-
pués de abrirla, Charlie empujó a Kevin hacia adelante
con fuerza tirándole al suelo.
Dos hombres le ayudaron a levantarse y le sentaron
e n una silla. Por sus voces reconoció que eran los que
antes habían protestado. Cuando la habitación dejó de
d a r vu eltas y pudo mirarles, se sobresaltó al descubrir su
identidad .
El prime r hombre era el que llamaban Lechuzo.
¡El otro, Víctor Einsgram!
CAPiT U LO XII

DEFENSA POR COMPUTADORA

-Podéis utilizar mi equipo, p ero con una condición.


¡Que no accedáis a las bases de datos del gobierno! ¿Com-
prendido?
Edward hizo lo posible para parecer severo . Conocía
la h abilid ad de s u hijo p ara hacer precisamente lo que
temía . Sin embargo, se habían celebra do varios juicios
r ec ientem ente contra intrusos que fueron enviados a la
cárcel a l ser hall ados culpables de introducirse en bases
ele datos p rivadas con sus computadoras.
-Lo prometo , papá.
El señor B enson miró a Pamela Powell, que estaba al
lado de Thor.
-Y eso va para ti también, Pam .
-Sí, seíí.or - replicó ella.
Condujo a los j óvenes a BenDaCon, su oficina del cen-
tro de Stanton. Como la mayoría de asesores profesio-
nales de informá tica, la zona de trabajo del señor Bert-
son estaba equipada con los últimos adelantos. Como
t écnico exp erto , utilizaba asimismo una serie de pro-
totipos experimentales. :f.stas eran las máquinas que in-
teresaban m ás a Thor.

9- Los by tes ...


r ----------~~----------------

130 Los bytes d e la ab eja

-Tengo que asistir a una reun ión por vídeoco nferen-


cia que tal vez me ocupe tod a la mañana - les dijo .
-Muy bi en, to davía es taremos por aquí_
- ¿ Puedo ayuda ros e n a lgo más?
-No, g racias, papá: busco mate rial p ara la lecc ió n
que quiero d ar e n mi prim e ra clase --re plicó el much a-
cho. Por varias razones no r e veló el verdadero m o ti vo
de su visita .
El señor B enson creyó su s palabras a pies j untill as.
Y se marchó para ocuparse ele sus negoc ios .
-Por aquí --le indicó Thor.
Pamela s iguió s us instrucc ion es, y se encontró en un
recinto con luz escasa d o nde cu atro técnicos program a-
dores estaban t ra b ajando. Uno ele ell os se vol vió para
saludar a Thor co n una inclin ació n de cab eza.
-Te nd remos que esp e ra r a que quede libre un a ele
las t ermin a les principales - le s u surró Thor a Pa m-.
O que a uno de los programadores se le ocu rra irse a
comer pronto .
Ocurrió primero es to últim o . Pa m le dio un codazo
al ver que uno de los técnicos cogía una bol sa de comicia
y se marchaba.
Thor se aseguró de que la terminal cargaba el pro-
grama de comunicaciones, y a continuación se dis pu so a
actuar utilizando su código personal de a cceso recié n
asignado.
-¿Qué p edimos primero? -preguntó Pa m.
Pero Thor ya hab ía pulsado el tecla do .
-GRANJA AP1COLA ESPECIAL-K, AGRICULTURA
D.B . $ 8427-7G.
Thor transcribió el código en su teclado . La p a ntall a
del monitor contestó a su requerimiento iluminando los
mismos datos que r ecibiera la noche anterior en su ta-
132 Los by tes de la ab eja

ller. Thor detuvo la list a c uando a parec ió la pa labra


«INVENTARIO >> .
-Algo específico - se dijo para s í.
El acostumbrado equipo standard apareció b ajo la
sección INVENTARIO de la granj a. La única cosa poco
corriente en una granja apícola e r a el hovercraft.
-Esto es lo que necesitaba encontra t· a quí -dij o a
Pam por encima d e su h ombro- . Lo vi un día en la Mi c ro
Mynd d el campamento, p ero a l día s iguie nte es tab a bo-
rrado. -Tecleó otra solicitud al te rminal- . E s toy bu s-
cando al distribuidor y al fab r icante.
La pantalla d el monitor se iluminó con una respu esta
d e dos lín eas .
-HOVERCRAFT COMPRADO EN VENTAS HOVER-
ROVER, SUCURSAL COSTA ESTE , P EDID O S433-782
- leyó Pamela.
Los d atos quedaron fij os en un a p an ta ll a a uxi li ar y
Thor los mantuvo a llí mi entras ll amaba a la Compai1ía
Hover-Rover por su s is tema con marcad or a utomático.
-Y el número de p edido - soli citó el much ach o cu a n-
do la otra computadora lo pidió.
Aguar dó unos insta ntes mientras Pa m observaba co mo
iba n apareci endo las le tras en el monitor.
-COMPRADO AL CONTADO POR KENNETH KI-
LOUG.
Pam y Thor se miraron con creciente interés. De modo
que Kate tenía un h erm a no . .. ¿o un m arido? ... r elacio-
nado con la Granja Apícola Special-K.
-Y el Campo de Computadoras es una especie de
pantalla -concluyó Pam rápidamente .
-Aguarda, mira esto -dijo el muchacho .
Datos adicionales comenzaron a s urgir en el monitor.
-NO TIENE IMPUESTOS FEDERALES POR INVEN-
Defensa por computadora 133

TARIO -decía la nota-. LA GRANJA AP1COLA ESPE-


CIAL K ESTA EXENTA DE IMPUESTOS COMO PAR-
TE DE LA FUNDACióN EN MEMORIA DE LUKE
WYNN.
La reacción fue idéntica .
-¡Qué mentira! - exclamó Thor-. Dicen formar par-
te de una fundación en memoria de un hombre que ni
siquiera está muerto.
-¿Qué vamos a hacer? -preguntó Pam.
- Averiguar quién es Kenneth Kiloug realmente . Y lue.
go volver otra vez al campamento.
Thor comenzó a insertar los discos flexibles que ha-
bía traído consigo. Pam reconoció uno de ellos como la
copia que hiciera anoche de las informaciones de la
Biblioteca del Congreso.
-¿Echando otro vistazo a eso?
-Tal vez por si veo algo distinto - replicó.
Apareció el enunciado LUKE WYNN, ENTOMOLO-
G!A. Cuando Thor apretó el comando OUTPUT DATA (1)
la lista que contenía comenzó a deslizarse por la panta-
lla del monitor . Pamela la encontró hipnótica y tuvo que
darse la vuelta. Para s u amigo, era una delicia visual.
Thor detuvo la marcha de la computadora. A conti-
nuación conectó la información acumulada a una de las
nuevas Random Descrambler (2). Varias preguntas fue-
ron entradas en el teclado. Cuando la puso en marcha
comenzaron a surgir los datos.
- ¿Qué es lo que buscamos? -preguntó Pam .
-Algún mensaje que Luke Wynn pudo haber dejado
en esta lista -repuso-. Era un sujeto peculiar que
(1) N. del T. Output Data= Saca los datos.
(2) N. de l T. Descrambler = Descifradora o desenrnarañado-
ra al azar (Ra11dom).
134 Los bytes de la abeja

mezclaba la aeronáutica con los insectos y que pudo ha-


ber guardado cosas para él mismo con a lgú n código es-
peciaL La Descrambler está a la caza de cualquier co-
nexión.
Se levantaron para darse un respiro.
-¿Quieres un poco de zumo de manzana? -le ofre-
ció Thor.
Condujo a Pam al exterior, a la zona de d escanso. Al-
gunos empleados le saludaron preguntándole por s u úl-
timo proyecto. Thor no hizo referencia a nada especí-
fico.
Al cabo de un rato regresaron a la sala ele programa-
ción. La Descrambler ronroneaba quedamente. Parecía
descansar tras un trabajo arduo. La p a ntalla del monitor
estaba reorganizando constantemente una en sa lada de
letras.
-Tal vez nos conduzca a alguna parte -pensó e l mu-
chacho.
Un símbolo conocido se encendi ó en una esquin a ele
la pantalla.
-Vaya t ác tica - susurró en voz a lta .
Era el símbolo de CAD/CAM: Computer Aiclecl De-
sigo (1).
A los pocos minutos, Thor había copiado en su di sco
la totalidad de las instrucciones. Cogió su nuevo disco
grabado, más los que había llevado con sigo, y se marchó
de la sala seguido de Pamela .
Corrió por el vestíbulo de la oficina h acia el departa-
mento de Diseño/Fabricación . Una vez en su interior, un
joven técnico colocó su disco flexible en el Replicator.
(1) N. del T. Diseño ayudado por comput ado ra o progra mas
para diseñar modelos industriales y ensaym· sus características
en la computadora, sin tener que fabricar un prototipo.
Defensa por computadora 135

-¿No se suponía que estabas en el campamento? -le


preguntó.
Thor le ex plicó que era una inter rupción momentá-
nea . Cuando el técnico supo que el muchacho debía dar
clases, se rio .
-¿Qué ha ocurrido? ¿Ya no quedan adultos?
Mientras e l Replica tor estaba en funcionamiento,
Thor marcó e n el Tele-Correo electrónico el número de
la oficina de computadoras. Consi guió la situación y se-
iias de la Granja Apícola Especial-K. Las imprimió en
una impresora fotoest á tica y la metió dentro de un so-
bre. De nuevo sintió curiosidad por la identidad del pro-
p ie tario-gerente, un tal Charles B ray .
- ¿No es una especie de circuito integrado para con-
tro l r emoto? -preguntó el técnico a l entregarle la cinta .
-Posiblemente.
Esta era la gran preocupación de Thor. Había con-
seg uido que le reprodujeran el di seño del integrado sin
qu e el técnico s upi era con qué fin iba a utilizarse. Podía
a plicarse a la medicina pacífica, a gricultura, o para uso
c ientífico. O utilizarlo con propósitos militares. El Re-
plicator e ra capaz d e diseñar y reproducir microcircui-
tos para ayud ar a la humanidad con la misma facilidad
que pod r ía producir m ás armas para la destrucción. Todo
dep endía de la persona que realizara el encargo.
-Lo siento, Thor, pero tu padre no volverá en todo
e l día - le dijo su secretaria-. Ha tenido que atender
un a e m ergencia e n un a instalación exterior. ¿Quieres de-
ja rl e algún recado?
-No, sólo dé le las gracias.
-¿Por qué no se lo cuentas a tu padre? -le pregun-
tó Pamela más tarde .
-Porque no nos d ejaría regresar al campamento.
136 Los by tes d e la ab eja

- ¿Nos? ¡Yo no, Thor !


-Eh, tranquila. La camione ta ve nd rá a mi ca sa den-
tro de una hora . Tú vives enfre n te, d e m o d o que, ¿po r
qué no dices que h a s c a mbi a d o d e o pin ió n? Po d r ías vol-
ver conmigo y nadie se extraña ría .
La mucha cha lo p ensó un m o m e nto y accedi ó . Prefe-
ría resolver el mis te rio con Kev in y Th o1· a es pe ra r
nerviosa en cas a alguna noticia.
Una vez e n su c asa , Th01· dej ó un m e nsaje e n la co m.
putadora RND de la familia . Dejó la s ituac ión y a ntece-
dentes de la Granja Apícola E sp ecia l-K. In s t r uccio nes
al sargento Dalby para que se pu s ie ra e n contac to co n
las autoridades superiores que d a r o n ta m b ié n progra m a-
das. Sin embargo, Thor puso todos los el a tos en el m a r-
cador automático pero r e tarda do para dent ro el e cua t ro
horas .
-Así tendremos tie mpo suficient e para a ve ri g uar s i
todo es tan extraño como parece -pe nsó .
«Míster Chips » iba dando vu eltas p or la ca lzad a,
mientras Thor a y udaba a Pa m a ll evar s u equi paje a l
otro lado de la calle. El pequeño ro b o t p a recía exci ta cl o
por ir a un campame nto p o r p r imer a vez . Cl a ro que él
no tenía sentimientos. Pe ro los j ovenc itos d es de luego
que sí.
El chófer rio al ver a Pam al la do de Thor.
-¡Pensé que me había libra do de ti!
La muchacha contestó a su com e nta rio alzando los
hombros.
-Supuse que valía la pena probarlo o t ra vez - le dijo
mientras subían al vehículo.
«Míster Chips» fue colocado en la parte de atrá s con
un cinturón de seguridad. O, como Pamela lo llamaba :
«Un cinturón de robot >>.
Defensa por computadora 137

Recogieron a otros cuatro nuevos miembros del cam-


p a mento en distintos puntos de Stanton. Todos estaban
deseando experimentar lo que el Campamento Especial-K
de Computadoras prometía en los folletos. Ninguno sa-
bía cómo era en realidad.
-¿Qué crees tú que estará haciendo Kevin ahora?
-preg untó Pam.
Thor r eflexionó un momento . El conductor de la ca-
mione ta parecía que les miraba más de lo necesario por
el espejo retrovisor.
-Proba blemente Kevin estará aburrido sin hacer
nada -repuso el muchacho-. Apuesto a que está desean-
do que ocurra algo emocionante.
CAPÍTULO XIII

MICROCIRCUITOS EN ACCION

Lo último que Kevin necesitaba eran más emociones.


No durmió en toda la noche. El miedo le mantenía sobre
ascuas. El hombre al que habían bautizado Lechuzo era
en realidad Luke Wynn, y llevaba allí prisionero más de
dos años. Luke y Víctor Einsgram habían sido trasla-
dados a otros edificios.·
El ruido de un vehículo que se acercaba lo puso aler-
ta . Atisbando a través de una rendija de la puerta Ke-
vin reconoció a Charlie al volante del todo-terreno.
-El mismísimo Rey de la Simpatía -gruñó Kevin.
El hombre fue a la parte posterior del «Jeep>> y sacó
el águila de metal.
Cuando el hombre de la barba salió del chalet, acom-
pañó a Charlie a otro edificio. Kevin pensó que era el
lugar a donde habían llevado a los otros.
En el otro edificio, el científico cautivo se puso en
pie cuando entraron los hombres. Encima de la mesa
había un recipiente de acero con la etiqueta PRECAU-
CION. PRUEBA QUlMICA.
-Es la hora -declaró el hombre de la barba.
-No -replicó Luke Wynn-. ¡No lo haré!
140 Los bytes de la ab eja

Charlie se abalanzó hacia adelante y le e mpujó con-


tra la pared.
-¡Usted hará lo que se le orde ne!
Y para dar m ás énfasis a sus p alabras le propinó ta l
puñetazo a Luke en el estómago que le hi zo doblarse de
dolor.
Charlie cogió el recipiente de acero y Luke ca minó en-
tre los dos hombres hacia al laborato rio .
Los tres se detuvieron ante la enorme caja del rincó n.
Un zumbido pareció surgir de los monton es de pan a les.
El recipiente de acero descansaba sobre la mesa de tra-
bajo.
-No queremos m ás accidentes -dij o el hombre de
la barba .
Se trajeron los monos naranja para ponérselos. Era
.evidente que Luke \Vynn no quería participa r.
-¡Más de prisa! - le ordenó Charlie.
El hombre de la b arba abrió la tapa del r ec ipiente
de la Prueba Química e indicó qu e debía com enzar el
proceso.
Luke Wynn no tuvo opción. Abrió la caja de las abe-
jas y entró en ella. Al instante su cuerpo quedó cubie rto
por los insectos, pero el uniform e naranja le protegía.
Al abrir el panal central, vio que Su Maj esta d la abe-
ja reina estaba en un departam ento especial protegida
por sus obreras.
A pesar de los millones de abejas, Luke abrió lenta.
mente el recipiente de acero. Salió una mezcla polvorien-
ta que cubrió el interior d e la colmena. Toda s las ab ejas
convergieron hacia ella metiéndose en aqu el polvo ex-
traño.
-¡Salga cuando esté vacío! -ordenó el hombre de la
barba.
Microcircuitos en acción 141

La puerta de la caja fue sellada herméticamente en


cuanto salió Luke. Fue a situarse cerca del mostrador
blanco delante de la ventana.
-Ustedes dos son los únicos responsables -dijo el
prisionero-. Me engai'iaron. Mi trabajo no era para se-
mejantes flnes.
Charlie rio.
-Bien, parecía que era desperdiciar mucho talento
realmente, si hubiéramos dejado que lo hiciera a su modo.
El hombre de la barba ai'iadió su propio interés.
-Un gobierno extranjero aguarda el envío de nues-
tro proceso especial y material -dijo con una sonrisa.
-¡Encima traición! -Luke contuvo el aliento-.
¿Han vendido mi trabajo a espías enemigos?
-A mí no me importa la procedencia del dinero -fue
la cáustica respuesta-. Además «espías» para un gobier-
no son «agentes informativos» para el propio. Y esos
«agentes» hoy están de nuestro lado.
-¡Traidores! -gritó Luke Wynn.
Los dos hombres se rieron del científico y luego le
ll evaron hacia la puerta.
Kevin les vio salir del laboratorio. El hombre de la
barba llevaba el recipiente de cristal.
-¡La abeja reina a la que implantaron un micro-
chip! -se dijo Kevin al reconocerla.
Charlie sostenía en alto el águila de metal, accionó la
unidad de control y el objeto salió volando.
Abrieron el recipiente de cristal y, tras un momento
de vacilación, la reina salió zumbando cielo arriba.
-¡Ahora soltémoslas! -fue la orden de Charlie.
Víctor Einsgram salió de mala gana de una cabina
lejana. Llevaba un mono en la mano y se lo puso.
-De acuerdo, chico, ¡sal de ahi!
142 Los bytes de la abeja

. S e descorrió el cerrojo y dieron a Kevin un mono para


que se lo pusiera. Ignoraba lo qu e t ramaba n, p ero pre-
sentía un peligro inminente.
Des d e el cielo el águila ele m e tal clescenclía sobre la
zona. Mientras iba trazando círculos cada vez m ás ba-
jos, la abeja reina la seguía muy de cerca pendiente de
los m ovimientos del objeto. Al fin el ág uil a aterrizó con
suavidad. La abeja r eina siguió en e l a ire.
-¡Ahora suelta los e njambres!
Charlie fue al laboratorio, pe ro en vez ele entrar, do-
bló una de las esquinas. Allí , levan tó una tapa de pl ás-
tico.
De pronto millones de abeja ll ena ro n el cielo oscure-
ciendo la zona del chalet. Co rría n f re né ticas sin el m e-
nor sentido de la direcc ión.
El hombre ele la ba r b a a lzó un p equeño tran s misor
señalando con él haci a la abeja r e in a . Siguiendo las in s-
trucciones, la reina comenzó a copiar los mo vi mi entos
del águila d e metal. En vez d e vo lar el l rás ele un o bjeto ,
el enjambre ahora seguía a su líde r natura l, su reina.
Luke Wynn obser vab a la demostración con agitación
creciente. El dolor ele ver el trabajo d e toda su vida
malgastado era demasiado insoportable .
- i Estúpidos! ¡ Kiloug, le a horca rán por esto!
Y se quitó la capucha en un arrebato de coraje.
Kevin observó desde la protección de su visor de
plástico cómo varias abejas se posaban en el rostro del
hombre.
-¡Ahhhh! -gritó.
Luke Wynn cayó a l suelo inconsciente.
-¡Cuidad de él! -ordenó Charlie.
Entre Víctor y Kevin le arrastraron hasta el interior
de uno de los edificios cercanos . Volvieron a cubrirle con
M icroci re u i tos en acción 143

la ca pucha y le a pa rtaron las abejas que le acribillaban.


Entre ta nto, Cha rlie y el hombre de la barba conti-
nu a b a n co n te mpl a ndo el exp erimento en acción . Por sus
ges tos e ra ev iden te que a mbos disfrutaban con los re-
s ult ados .
- ¿ Qué h a oc urrido ? -p reguntó Kevin.
Ce rra ro n la pu ert a del almacén y dejaron el cuerpo
de Luk e e n el s uelo . Co mo las ab ej as quedaron fue r a ,
p udi e r on q u it a rse las capuch a s s in p eligro .
-Luk e p idi ó a Kiloug que n o pu siera en práctica su
expe ri m en to -eli jo Victo r.
-¿ K ilo ug ? -pregu ntó Kevi n-. ¿ E l de la barba tie-
n e a lgCm pa rentesco con la señorita K iloug ?
-Es <<seño ra » Kiloug . E s tá n casados - fue la expli-
cación- . Luke m e di o todos los da tos anoch e. Los K i-
.lo ug son los res po nsab les de la hi s to ria de s u mue rte.
Minti er o n dicie nd o que se h a bía ahoga do , para que su
orga n ización se ins ta lase en el p a rque y el ca mpamento,
y p oder secues tra r le.
K evin miró a l h o mbre inco nsciente.
- ¿Se p on d rá bien ?
-Dent ro de u nas h o ras -dijo Víctor- . Me habló de
ese p r oduc to q u ím ico somní fero con el que Kiloug y
B ray, Ch arlie B ray, impregn a b a n los aguijones de las
a b ej as . Lu ego, a l controlar el vuelo del enjambre por
m ed io del r eceptor progr a m a do integrado en un micro-
ch ip que impla n ta ron a la a b eja reina, los blancos hu-
m a nos p odía n ser temporalmente par alizados, o incluso
mu ertos .
Las co nsecuen cias er a n preocupantes.
Co mo un r elá mpago, Kevin vio encajar todas las pie-
zas d el rompecab ezas . ¡Lo que Kiloug había discurrido
e ra un m é todo muy as tuto de batalla en guerrilla! Uti-
144 Los b y tes de la abeja

lizando abejas contaminadas por contro l r emoto, zonas


específicas, como por ejemplo, bases de misiles nuclea-
res .. . ¡podrían ser invadidas y sus ge ntes inhabilitadas !
La camioneta del campamento llegó aquella tarde.
-¡Has vuelto! - gritó Ana al ver a Pam.
-Camb ié de parecer.
Thor bajó a «Míster Chjps» con la ayuda del chófer.
El Campamento Especial-K de Computadoras estaba
inusitada mente tranquilo.
- ¿Dónde está la gente? -preguntó Thor.
Ana le dijo que se estaba celebrando una asamb lea
en la playa. Los pocos que permanecían en la zona de
los barracones habían decidido no asistir.
-Puede que Kevin es té a llí -dij o Thor.
-No lo creo - replicó Ana-. No le h emos visto des-
de anoche.
Thor estaba intri ga do . Prime ro por el ex traño s il e n-
cio que e nvolvía el campamento; lo recordaba como un
lugar lleno de vid a y dispuesto a entrar en acción e n
cualquier momento . Y en segundo Ju ga r , le ex traña ba la
ausencia de Kevin.
-Vamos a dejar nues tras cosas - le dijo a Pam .
Se encontraron minutos despu és y echaron a andar
camino abajo hacia la playa .
-Puede que h ayan salido todos a navegar -sugirió
Thor.
P ero al ll egar a la playa les aguardaba un espectácu-
lo aterrador.
-¡No! ¡No! ¡No!
Pamela gritó horrorizada.
¡La playa estaba sembrada de cuerpos!
Thor sostuvo a Pamela que estaba a punto de desma-
yarse. Permanecieron temblando al pie d el camino.
146 Los bytes de la abeja

¡Era la escena de una masacre espantosa !


En círculo, desplomados donde estuv ieron reunidos
en asamblea, estaban los cuerpos de los miembros d el
campamento.
Con sumas precauciones, Thor se acercó a un grupo
de tres niñas inertes. Una era Ellen y otra Mary.
-¡Pamela, ven aquí! ¡De prisa!
Todavía en estado de shock la muchacha obedeció .
Thor se había agachado y tocaba el estómago de una de
las víctimas.
-Respiran.
Pamela se arrodilló para escuchar el corazón de otra .
Le tomó el pulso.
-¡Le late con firmeza! ¡Pero está frío!
-¿Qué puede haber ocurrido? - se preguntó Thor.
Pamela descubrió que todos Jos nifi os respiraban. Al-
gunos de forma irregular, pero por lo menos estaban
vívos.
Los gritos de Pamela habían atraído a otros cuatro
que bajaron corriendo a la playa. También quedaron
horrorizados has ta que Pam y Thor se apresuraron a
asegurarles que sus amigos no estaba n muertos.
-Necesitan atención médica -dijo Thor-. Quedaos
aquí y yo iré a la oficina principal.
Subió el camino corriendo y tropezando en su apre-
suramiento con las raíces y ramas de los árboles. Justo,
cuando doblaba la esquina del Aula El ectrón ica, vio el
todo-terreno.
-¡Date prisa! -gritaba Charlie a alguien que queda-
ba fuera de su vista mientras cargaba el vehículo. Lue-
go, Thor vio a la señorita Kate que salía apresurada-
mente de su despacho cargada de cajas y ficheros.
-Hay dos maletas más ahí -dijo en voz baja.
Microcircuitos en acción 147

-¡Sólo el material clasificado! -gritó Charlie-. ¡No


podemos llevar todo tu guardarropa!
Kate Kiloug dejó el material sobre el asiento poste-
rior. Miró de soslayo a Charlie y entró corriendo de
nue vo en su oficina. f.l puso el motor en marcha mien-
tras Kat e salía con la carga final.
Cuando el todo-terreno se alejó entre una nube de
polvo, Thor entró en la oficina. Había sido arrasada, y
libros y papeles estaban desparramados por el suelo
como si se acabara de cometer un robo.
Thor cogió el videófono. No funcionaba . Igual el
radioteléfono. Desde luego la señorita Kiloug no corría
riesgos.
De nuevo en la cabina B-4 Thor sacó el microchip
integrado que había reproducido en la oficina de su pa-
dre. Esta unidad de control remoto tal vez funcionase,
p ensó.
Colocó a «Míster Chips» en el suelo. Se movió por sí
mismo, y luego se quedó quieto.
-Ahora es tu oportunidad, «Chips» -le dijo Thor.
Pulsó una serie de botones y marcó el código selec-
tivo de llamada ( 1) del radioteléfono correspondiente a
la familia Benson en la computadora RND.
A muchos kilómetros de distancia, la transmisión ac-
tivó el mensaje retardado en la RND. Al mismo tiempo
disparó una alarma Mayday (2) para una emergencia
extrema.
El pequeño robot continuaba plantado. Todas las
( 1) N. del T. Los radioteléfonos pueden ir equipados con
unos tonos codificados que activan solamente un receptor pro-
gramado con tonos idénticos (SELCALL).
(2) N. del T. MAYDA Y: es la señal de socorro radiotelefóni-
ca, aunque aquí se aplica a una señal automática de aviso de
socorro.
148 Los by1es de la abeja

transmiSiones tenían luga¡· e n su iri te rior. Además de sus


deberes de guardián de la casa y ayuda doméstica, «Mís-
ter Chips» había sido convertido en una audioteléfono
transmisor, incluso de datos, independiente.
-Buen chico -murmu ró Thor dándole unas palma-
ditas.
Lo dejó todo en manos de las computadoras y r egre-
só a la playa. Pamela se había hecho cargo de todo . Los
otros diez campistas que se libraron de la enfermedad
del sueño, le ayudaron a colocar los cuerpos en posicio-
nes más cómodas. Todos continuaban r espirando lo cual
les dio muchas esperanzas.
-Echa un vistazo a esto -dij o Thor.
Y con la mano cogió agua del lago . Flotan do en la
superficie había un montón d e abejas, todas pegadas.
-Parece engrudo - comentó .
Pamela señaló otro grupo de abejas muertas que ha-
bía sido arrojado a la playa.
-Que extraño -dijo-. ¿Tú crees qu e esto ha sido la
causa de lo ocurrido?
Thor ya había llegado a esa conclusión.
Les pareció que transcurrían horas antes de que las
primeras víctimas recup eraran el conocimiento.
-Las abejas- dijeron en cuanto pudieron hablar-.
¡Nos atacaron tan rápidamente que nos dormimos antes
de caer al suelo!
Encima de sus cabezas, dos hidroaviones sobrevola-
ban la playa. Amerizaron en la cala minutos después y
con los motores casi parados flotaron hasta la playa.
-¡Apartaos! -ordenó el sargento Dalby.
Thor agitó el brazo aliviado al ver que la policía de
Stanton desembarcaba del primer avión. ¡ «Míster Chips»
había enviado el mensaje!
Microcircuito s en acción 149

Hombres con ropa de combate bajaron del otro apa-


¡·ato . Y, como contraste, Edward Benson les siguió en su
traj e y corbata. Al ver a su hijo le saludó con la mano .
Los otros campistas volvían en sí, tal vez sobresalta-
dos por el rui do de los motores de los aviones.
Th or les contó lo ocurrido, quiénes eran los respon-
sables, y dónde es taban los culpables.
-¡Y creo qu e tienen a mi amigo Kevin!
En a qu el momento llegaban ambulancias y equipos
m édicos. Algunos niños aún no habían despertado y
otros se h abían les ionado al caer.
- ¿Dónde di ces que están los Kiloug? -preguntó el
j efe de las fu erzas armadas al ver a Thor.
-En el ch a le t. Tienen allí una granja apícola. Pero
será m ejor que tengan cuidado. Mire lo que ha ocurrido
aquí.
-Está bien, ten go dos compañías ya en camino. Si-
guen el m a pa que dejaste a la policía.
El señor Benson logró sonreír. Ahora que su ·hijo es-
taba a salvo sentía un gran alivio.
-Tu madre es tá subiéndose por las paredes, pero
no pienso llamarla , ni a ella ni a la señora Powell, hasta
que veamos a Kevin .
Dos niñas que estaban en las camillas comenzaron a
gri tar. Al principio los médicos creyeron que sufrían
alucinaciones.
-¡Las abejas! ¡Las abejas!
Entonces todo el mundo en la playa oyó el zumbido.
¡El enjambre regresaba!
Cundió el pánico, y los muchachos ya despiertos hu-
yeron presas del terror, tropezando con los cuerpos y
equipo médico.
Impulsivamente, Thor se llevó la mano al bolsillo y
150 Los bytes de la abeja

sacó el transmisor equipado con el microchip fabricado


aquella mañana y con él apuntó hacia la nube negra que
avanzaba hacia ellos .
El enjambre se dispersó tan repentinamente como ha-
bía llegado. Con asombro y a dmiración, la gente en la
playa observó cómo el muchacho cambiaba el rumbo de
las abejas.
La abeja reina daba vueltas sin ton ni son despistan-
do a los zánganos y obreras que volaban detrás de ella .
Con dos pulsaciones rápidas en el transmisor, Thor
hizo que la abeja reina se sumergiera en el agua del lago .
Como perros tras de la liebre todo el enjambre la siguió
hasta el agua y se ahogó.
Sólo una substancia oscura y viscosa quedó Dotando
en la superficie. Eran los residuos del producto químico
letal del que eran portadoras.
CAPÍTULO XIV

EL úLTIMO SOBRESALTO

El hovercraft volaba por el otro extremo del lago.


Uno de los hidroaviones le alcanzó cerca de la playa y
le obligó a salir lago adentro.
Cada vez que el avión descendía acercaba uno de sus
flotadores a los pasajeros que huían. Agarrados con fuer-
za a la estrecha barandilla iban Kate Kiloug y su barbu-
do marido Kenne th . Permanecían cerca del montón de
cajas metálicas sobre cubierta, en tanto que Charlie con-
ducía e l hovercraft en un desesperado intento de es-
capar.
-Podríamos perderles en la espesura -advirtió el
piloto.
El comandante miró hacia tierra. Desde luego el bos-
que podía ofrecer excelente cobijo para el vehículo an-
fibio . Se volvió para prevenir a Thor y el señor Benson
que ocupaban el asiento posterior.
-Sujétense bien, muchachos. Tenemos que detener-
les .
Thor vio con miedo como se iba aproximando cada
vez más. El hovercraft zigzagueaba en la superficie en su
intento de despistar a su perseguidor aéreo.
152 Los bytes ele la abeja

Con una osada maniobra, el piloto deslizó los flota-


dores justo sobre el agua . Luego, dando un repentino
impulso al acelerador sumergió el flotador d ebajo de la
barandilla posterior del hovercraft.
Los motores ru gieron , y se alzó un a rocia da de es-
puma que se estrelló contra el parabrisas. El hidroavi ón
efectuó una ascensión vertical ele em er gencia .
Thor y su padre miraron la escena que dejaban aba-
jo. El hovercraft había volca do y sus ocupantes flotab a n
en el lago.
-Ahora no irán a ninguna par te - dijo el comanda n-
te-. Les arrojaremos chalecos sa lvavi das y dejaremos
que les recoja el otro avión .
Era un modo muy apropi ado de abandonar a aquel
trío de villanos.
El hidroavión comenzó a s obrevolar la Gra nj a Apícola
Especial-K. Varias compañías estaban registrando la pro-
piedad. Al parecer se había r es ta bleci do el orden . Aunque
Thor miró por todas partes, no pudo ver a su am igo .
-Regresemos al campamento -ordenó el com a n-
dante.
El hidroavión voló por e ncima d el bosque has ta la
cala. El piloto posó el aparato en el lago con peri cia y
luego le dejó flotar hasta la playa.
Allí tuvo lugar un feliz encuentro. Fu e el señor B en-
son quien vio primero a K evin Powell a l lado ele Pame-
la. Se lo señaló a su hijo.
-¿Cómo has llegado aquí tan de pri sa ? - le pregun-
tó Thor.
-Muy sencillo -sonrió Kevin-. Les dije a los hom-
bres de la compañia que tomaran el camino del hove r-
craft hasta el lago y me llevaron en su todo-terreno.
Luego nos recogió el otro hidroavión.
El último sobresalto 153

-¿Nos?
Kevin indicó con un gesto a dos hombres que ha-
bl aban con varios oficiales. Víctor Einsgram les explica-
b a los d etalles de su secuestro.
-Y nuestro amigo Lechuzo -susurró Kevin-, ¡lo
creáis o no, es el «difunto» Luke Wynn!
-Eso ya lo sabe todo el mundo -replicó Thor.
Kevin quedó extrañado y confundido.
-Te lo explicaremos más tarde -dijo Pamela-. Es
otra d e esas la r gas historias de Thor.
Subieron por el camino. El campamento estaba en
es tado de s itio . Por todas partes se veían vehiculos de
la policía , del ejército y ambulancias.
-Los much achos del campamento están a salvo -les
informó Pam-. Algunos rasguños y contusiones debido
a las caídas, pero nada de importancia.
-Sólo hay una desgracia -dijo Thor.
-¿Cuál?
-¡Que no se venderá miel! -bromeó-. ¿Puedes ima-
gi nar que alguien de los que han sido picados por las
ab ejas volverán a tomar miel en toda su vida?
Todos rieron de buena gana .
Llegaron autobuses para trasladar a sus casas al
primer turno de niños. Igual que la granja apícola, el
campamento de computadoras quedaba temporalmente
bajo la custodia del gobierno y tenía que ser evacuado.
Luke Wynn se acercó al terceto.
-Permitidme que os dé las gracias por todo -les dijo
con fervor-. Si no hubierais venido por allí, pudiera
haber pasado varios años más prisionero. ·
Los tres se emocionaron.
-¿Cómo se vio usted mezclado con esa gente? -pre-
guntó Thor.
154 Los bytes de la abeja

El hombre meneó la cabeza.


-Dijeron que querían invertir en mis inves tigaciones.
Yo estaba trabajando en una s uper raza de abejas capaz
de resistir a los insecticidas. Mis estudios llamaron su
atención cuando implanté a las abejas microcircuitos
integrados para controlar sus vuelos.
-¿Y qué hay de Víctor Einsgram ? -preguntó Kev in .
-Le contrataron como experto en diseño de micro-
circuitos, pero se negó a realizar los trabajos que le
exigían --explicó Luke-. De manera que le secu estraron.
-Eso fue cuando el loco d e Charlie saltó encima del
fuego con aquel fantástico di sfraz - explicó Kevin-. En-
tonces se llevaron a Víctor en el hoverc raft.
Kevin también les comunicó que Charlie era Charl es
Bray, el propietario de la g ranj a . Todos se rieron, por-
que no eran capaces de imaginarle dueño d e nada, como
no fuese del mal humor.
El señor Benson había escuchado la e ntrev is ta. f.l
también tenía una pregunta que h acerle a Luke \.1/ynn.
-Si esa abeja llevaba implan tado un microchip, ¿no
podría usted controlar la polini zación d e las cosechas?
-Precisamente ésa era mi intención original. -El
científico sonrió-. Pero esa gente destruyó mi prototipo .
Tendré que volver a empezar desde el p rincipio .
Dio las gracias a todos y se marchó. Era una pena
ver a aquel hombre ante tantos años d e trabajo perdido.
Pero el final de la historia tenía su lado bueno; Luke
Wynn heredaría ahora aquella inmensa propiedad.
-Creo que todos vosotros os merecéis un premio es-
pecial -declaró el señor Benson.
-¿Cómo qué, papá?
-Tal vez unas buenas costillas asadas e n la hoguera
del campamento.
El último sobresalto 155

Estuvieron de acuerdo en que era una de las mejores


sugerencias del día. El señor Benson se las arregló para
conseguir docenas de costillas de primera calidad en la
cocina del campamento.
Montaron la barbacoa y parrilla en la playa. Thor,
Pamela y Kevin se sentaron sobre el mismo tronco. El
señor B enson, Luke Wynn y Víctor Einsgram ocuparon
las sillas. Mientras servían la comida, el sol se ocultó
detrás de los árboles. El rescoldo de la hoguera caldeaba
el ambiente.
Thor se dirigió al barracón de los equipos acuáticos .
Explicó que deseaba comprobar el estado de las tablas
de windsurfing. Pocos minutos había vuelto para disfru-
tar de la comida.
-¡Hace años que no comía así! -exclamó Luke
Wynn-. ¡Y no exagero!
Nadie lo dudó.
La tranquilidad parecía restablecida. Hubo un largo
silencio. Luego , las hojas de los árboles comenzaron a
moverse, y crujieron algunas ramas. ¡Alguien se arras-
traba entre la maleza!
Pamela se puso en pie de un salto gritando. Su reac-
ción inquietó a los demás que se -levantaron preocupados.
La luz de la hoguera iluminaba una pequeña y ex-
tmña criatura que salía del bosque.
Todos se apartaron excepto Thor.
-No te acerques demasiado, Thor -gritó Pamela-.
¡ Es peligroso !
Valiente, Thor avanzó hacia la extraña criatura. Tiró
del disfraz que un día usara Charlie y se lo arrancó a
la bestia.
Debajo apareció «Míster Chips», ¡con sus luces ruti-
lan tes!
156 Los bytes de la abeja

Vítores y risas celebraron la sorpresa. Pero Thor Ben-


son explicó su broma.
-No debéis temer a los robots -dijo-. Sólo a las
personas.
La cercana puesta de sol llevó sus pensamientos ha-
cia lo que iba a brindar el mañana . M á s pronto de lo
que sospechaba , los tres expertos se verían arrastrados
por otras misteriosas aventuras. Quizá lo mejor fuese
que ahora disfmtasen de la apacible puesta del sol cam-
pestre. Pesadillas de la peor clase tecnológica les espe·
raban en su próximo encuentro.

FIN
VOCABULARIO DE INFORMÁTICA
Bases de datos: Conjunto de informaciones clasificadas como
en una enciclopedia o en un archivo, en las que se pueden bus-
car, de manera inteligente, los datos, referencias y artículos
sobre un tema que uno necesite . Estos datos están grabados
en grandes discos duros magnéticos .

BASIC: Lenguaje de alto nivel que sirve para dar instrucciones


al computador en forma de programa y con palabras derivadas
del ingl és . Es uno de los lenguajes más fáciles de aprender y
ha sido adoptado por la mayoría de fabricantes de computado-
ras personales.

Binario: Sistema de numeración en el que sólo se utilizan dos


guarismo s: el O y el 1. Por tanto , todos los números se repre-
sentan por combinaciones de estos dos signos . Su valor depen-
de de su posición, según las potencias del número 2.

BIT: Es la unidad elemental de información . Puede tener dos


estados que se corresponden con los dos valores del sistema
binario : el O y el 1. Agrupando varios bits podemos representar
un número binario, por ejemplo: 101001.

BUGS: Literalmente chinches, se aplica a defectos encontrados


en un programa . Viene de una polilla que se Introdujo en un
relé del primer computador y que paralizó su funcionamiento.

BYTE: Es la unidad básica de información compuesta por la


agrupación de 8 bits . Cada byte puede representar un número
del O al 9 o una letra del abecedario o un signo de puntuación,
pues permite 256 combinaciones . También se llama octeto .
Circuito impreso : Tarjeta con pistas de cobre en la que se suel -
dan los chips o circuitos integrados y quedan conectados entre
sí para formar un ci rcu ito electrónico comple jo . No hay que
confundirlo con el circuito int egrado o chip .

Circuito integrado: Es una pa stilla de si l icio en la que se han


formado miles de tr a nsistor ~s y diodos capaces de rea lizar
una función compleja que ant es exigía tod a una t arjeta de cir-
cuito impreso. Se le llama tambi én chip o microchip , y a veces
se r eprese nta por las inici ale s IC (lntegra ted Ci rcuit).

Clave personal: En ingl és Pas sword, es un código que se da a


cada persona que quiera utilizar una ba se de datos, para con·
firmar su identidad y que debe mantene r secreta para que na-
d ie pu eda hacerse p asa r por él.

Cursor: Punto intermitente qu e gu ía los ojos de l operador en


la pan talla del monitor para que vea dónde se va a escri bir lo
que entre en e l tecl ado.

CHIP. V éase circuito integrado .

Disco duro: Di scos magnético s ríg idos en los qu e se graban


los d atos y programa s d e forma p erm anente para un a uti liza-
ción posterior y qu e , generalm ente, son de capacida d superior
a los 5 Mbytes .

Disco flexible: Di scos magnéticos, dentro de un sobre protec-


tor, en los que se g raban datos y programas de forma perma·
nente, con una capacid ad inferior a 1 M by te .

Disco óptico: Disco fl exi ble en el que lo s programas y datos


se graban de forma ópt ica por medio de un rayo láser y que son
s imilares a los ucompact-disk n.

HARDWARE: Conjunto de componentes electró nicos y tarjetas


de circuitos impresos llenas de chips que forman una compu-
tadora, sus interfases y sus ac cesor ios.

Impresora: Máquina de escribir electrónica que pica directa-


mente los tex to s que le envía · la computadora en papel conti-
nu o o en hojas .

INPUT : Entrada de datos o de señales eléctricas. En BASIC es


la instruc c ión que indica entrar datos por medio del teclado.

Interactivo : Se ll ama así al diálogo que es tablece la computado-


ra a través de la pantalla con el operador qu e man eja el teclado.

Interfase: Tarje ta de circuito impreso o apa rato que permite la


conex ión en tre dos computadoras o de una computadora con
sus pe riférico s.

I<JLOBYTE: Unid ad múltiplo del Byte, pero que no equivale a


1.000 byt es, si no a 1.024 bytes, pues la informaci ón digital se
utiliza en potencias de 2 (1.024=2 3 ) .

Lápiz óptico: Esp ec ie de lápiz con una célula fotoeléctrica que


permite se r1alar y d ibuj ar en el Jug ar de la pantalla a la que
apunta, o que permite leer un código de barras impreso en un
producto para identificarlo .

Lenguaje máquina : Código binario que forma las instrucciones


que r ea lm ente en ti enden las computadoras. Puede escribirse
t amb ién en código hex adec im al, pues la máquina lo convierte
en binario en micro se gundos .

LJST: In strucció n del lengu aj e BASIC y otros lenguajes de alto


nivel qu e indica a la computadora qu e imprima en pantalla o
en un a impres ora la lista de instrucciones que forman un pro-
grama.

LOAD: Ins trucc ión que indica a la máquina la carga de un pro-


grama desde un a de las memorias magnéticas permanentes
(cassettes o di scos ).

Microprocesador: Ll amado también CPU (Central Procesing


Un it) es un computador reducido a un solo circuito integ r ado
un poco grande, y que forma un chip de 40 patillas general-
mente .

1 1 -Los bytes ...


MODEM: Viene de Modulador/Demodulador y es un acoplador
de la computadora a la línea telefónica que convierte los Os y 1s
en dos tonos diferentes que pued en transmitirse a otra compu-
tadora por el sistema de red telefónica conmutada.

Monitor: Pantall a de te levisión en la que se presentan los


caracteres y dibujos. Necesita más definición que un tel evisor
normal, para que las letras se puedan leer mejor. Tambi én se
llama «programa monitor" a un programa pregrabado en ROM
que contiene la s instrucciones básicas de la máquina, como
leer el carácter entrado en el teclado y mo strarlo en la pantalla,
entre muchas otras.

OUTPUT: Salida de datos o señales eléctric as por un periféri co


de la computadora.

Periféricos: Se r efi ere a las unidades auxi l iares que rode an a


una computadora como memorias magnéticas de disco, im pre-
soras, modem s, l ecto r es ópticos, etc.

Programa: Serie de instrucciones en las que se le ind ica a la


computadora las operaciones que debe realiz ar con lo s datos
que le llegan por el teclado u otra entrada. Los programas son
los que le prop orcion an la "inteligencia" a la computadora.

RAM : Random Acces Memory que sign ifi ca "Memoria que se


puede acceder al azar .. , o sea memoria que se puede leer di-
rectamente a voluntad. Se utiliza como memoria interna de la
máquina . Se ll ama también memoria viva porque se puede l eer
y escribir en ella, pero de forma no permanente, pues se borra
al desconectar la computadora.

RETURN: Tecla que se utiliza para confirmar que la entrada


de datos está compl eta y que devuelve el cursor a la izquierda
de la pantalla .

ROBOT: Aparato capaz de movilidad en algún sentido que le


permitirá efectuar operaciones en objetos, siguiendo las ins-
trucciones de su computadora propia .

ROM: Read Only Memory que s ignifica "Me moria de sólo lec-
tura• y que ha sido previamente grabada por el fabricante con
los programas básicos de la máquina (monitor) y que el usua-
rio no puede cambiar. También se llama memoria muerta.

RUN: Instrucción del BASIC y otros lenguajes que indica que


comience a ejecutarse el programa.

Sistema operativo: Llamado también DOS (Disk Operating Sys-


tem) es el sistema de instrucciones que controla la grabación
y lectura de datos y programas en los ficheros de las memorias
permanentes en discos flexibles y duros.

SOFTWARE: Conjunto de programas lógicos que se suminis-


tran a la computadora para que sea capaz de hacer algo. La
" inteligencia• de las computadoras reside realmente en el Soft-
w are, pues, sin él, son incapaces de hacer nada.

START: Instrucción que ordena en algunas computadoras el


arranque de la máquina y la lectura del sistema operativo .

Tele-correo electrónico: Contestadores automáticos telefónicos


con computadoras. en los que se puede dejar y recibir mensa-
jes por medio de una computadora, un modem y una línea te-
lefónica.

Terminal: Conjunto de un teclado y una pantalla que están co-


nectados a una computadora .

Unidad de disco: Aparato lector de discos magnéticos, lo que


podríamos llamar un •tocadiscos•, si no fuera porque no •toca•
música .
PUEBLOS DEL PASADO
Una apasionante colección que nos revela la historia de las
famosas civilizaciones de la antigüedad.
Cada libro nos retrata la vida de la gente corriente .y nos
muestra los hallazgos arqueológicos concretos en que se
basan nuestros conocimientos.
El texto estimulante y vívido está íntimamente integrado a
unas artísticas y descriptivas ilustraciones en color.
Al final de cada libro se incluye una historia cronológica de
la civilización descrita y la relaciona en un gráfico con los
acontecimientos contemporáneos en diferentes partes del
mundo.

l. Egipcios 8. Incas
2. Griegos 9. Sajones
3. Romanos 10. Chinos
4. Vikingos 11. El siglo XVI
5. Aztecas 12. El siglo XVII

6. Normandos 13. El siglo XVIII


7. Celtas 14. El siglo XIX

PIDA CATALOGO
EDITORIAL MOLINO- Calabria, 166-08015 Barcelona
LO MEJOR DE
JULIO VERNE
Las realizaciones de la t écnica moden1a no han superado
todavía a las imaginadas por Verne y sus novelas de a ven-
turas. Esta es una selección de lo mejot· de VERNE.
Tamailo 14 X 21 cm.

l. Un capitán de quince años 21. El faro del fin de l m undo


2. Escuela de Robinsones 22 . E l pu eblo aé reo
3. La vuelta al mundo en 23. La j an gada
ochenta días 24 . La es tre lla del s ur
4. De la Tierra a la Lu na 25. E l sec re to de Mas ton
S. Veinte mil leguas de viaje 26. Los pira tas de l H a lifax
submarino 27 . E l ra yo verde
6. Cinco semanas en globo 28 . E l vol cán de oro
7. Viaje al centro de la Tierra 29. Robur e l conquistador
8. Miguel Strogoff 30. E l Chancellor
9. Dos años de vacaciones 31. Dueño del mundo
10. Las aventuras de tres 32 . Una ciudad fl o ta nte
rusos y tres ingleses 33. Los 500 mill o nes ele la
11. La isla misteriosa
pri ncesa indi a
12. Norte contra Sur
13. Los hijos del Capitán Grant 34. La esfi nge de los hi elos
14. Las tribulaciones de un 35. La caza del meteoro
chino en China 36. Hector Servadac
15. El país de las pieles 36. H éctor Servadac
16. Aventuras del Capitán 37. La agencia de viajes
Hatteras Thompso n y Cia.
17. Las indias negras 38. El casti llo el e los Cárpa tos
18. El testamento de un 39. Un descubrimi ento
excéntrico prodi gioso
19. El secreto de W. Storitz 40. Los ná ufragos de l
20. La casa de vapor Jonathan

PIDA CATALOGO
EDITORIAL MOLINO- Calabria, 166 - 08015 Barcelona
Thor Benson, joven genio en microcomputadoras y sus vecinos
Pamela y Kevin Powell, deciden pasar sus vaca ciones de verano
en el campamento Especial-K de Computadoras. Una serie de ex-
traordinarios acontecimientos les conducen hasta un científico se-
cuestrado, al que quieren arrebatar el resultado de sus investiga-
ciones para utilizarlo con «otros » fines. Gracias a su valor y al
dominio de las computadoras, consiguen resolver el misterio de
LOS BYTES DE LA ABEJA.
Las aventuras de los MICRO- EXPERTOS, son relatos de acción
para jóvenes que gustan de misterios, emociones y del mundo de
las computadoras.
N.o 1. LOS BYTES DE LA ABEJA
N.o 2 VIDEO JUEGOS MENTALES
N.o 3 . CHIPS NUCLEARES
N.o 4. DATOS FANTASMAS

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