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Miedo al cambio. Come, reza, ama.

Querido David, no nos hemos comunicado durante un tiempo y eso me ha


dado un espacio que necesitaba para pensar.

¿Recuerdas cuando dijiste que debíamos vivir juntos e infelices para poder
ser felices? Considera como un testimonio de lo mucho que te amo que me
esforcé todo lo que pude para lograr que esa oferta funcionara.

Pero un amigo me llevó a un lugar más increíble el otro día, se llama el


Augusteum. Octavio Augusto lo construyó para conservar sus restos.
Cuando llegaron los barbaros acabaron con eso y con todo lo demás. El
gran Augusto, primer gran emperador romano… ¿Cómo hubiera podido
imaginar que Roma, el mundo entero como lo había concebido, estaría un
día en ruinas?

Es uno de los lugares más solitarios y silenciosos en Roma. La ciudad ha


crecido a través de los siglos, se siente como una herida preciosa, como un
corazón roto que no quieres dejar ir porque el dolor es placentero. Todos
queremos que las cosas permanezcan igual David, aceptando vivir en la
ficción porque tenemos miedo al cambio a que todo termine en ruinas.

Luego vi alrededor de ese lugar el caos que había permanecido y la forma


en que se había adaptado tras ser quemado, saqueado y luego vuelto a
construir una vez más. Y me sentí tranquila.

Tal vez mi vida no ha sido tan caótica. El mundo es el caótico y la


verdadera trampa es atarse emocionalmente al caos. Las ruinas son un
presente. Las ruinas son el camino a la transformación.

Aún en esta ciudad eterna, el Augusteum me mostró que siempre debemos


estar preparados para las interminables olas de la transformación. Ambos
nos merecemos algo mejor que seguir juntos porque tememos quedar
destruidos si no lo hacemos.

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