Está en la página 1de 6

INTRODUCCIÓN A UNA MORFOLOGÍA ARQUITECTÓNICA

La forma

Forma todo objeto que penetra a nuestra contemplación por el sentido de la vista.

Las formas en las artes técnicas o manuales son por igual construcciones. Mas no todo lo que se
construye es arte, porque puede también construirse sin arte, sin técnicas, sin perseguir consiente
y deliberadamente la belleza en lo construido. Todo construir humano es un hacer; mas no
tampoco todos los quehaceres son construcciones, si falta en ellos la intención causal de
trasformación de la materia prima.

Premisas teórico-constructivas de la forma

El programa es el conjunto de exigencias que debe satisfacer una obra arquitectónica determinada
(finalidad causal): dimensión vertical, horizontalidad bilateral, proporción, simetría y ritmo.

Calidades óptico-hápticas de las forma: la figura, la métrica, la cromática y la háptica

Espacio: parte no sólida que media entre los cuerpos. El espacio habitable es el que ocupamos y el
edificado es el que lo limita en las tres dimensiones.

La figura: es la frontera delimitativa de las espacialidades formadas. Dos tipos de geometrías que
se unifican dentro de las autenticidad arquitectónica: la útil-habitable y la mecánico-edificatorio

La métrica: proporción lógica o racional que es la útil; el de la proporción psicológica y el de la


proporción estética. Así denominamos a las tres por el aspecto que cada una de ellas representa
en el hombre y edificada con determinada materia física; la segunda por impresionas
psicológicamente al contemplador en determinada dirección que el arquitecto, cuando posee
educado su propio personal estilo métrico, oriente según su astro creador y hace concurrir con el
tercer aspecto de la proporción; el estético: instrumento trascendental que, aliado sabia e
intencionalmente a los otros dos aspectos, es capaz de producir la belleza de su obra.

La calidad cromática: es el color que presenta el objeto arquitectónico, el juego de la luz sobre la
superficie de la obra.

La háptica: son los efectos combinados en la experiencia sensorial por la vista, el color y la textura,
o mejor aún, la profundidad de los espacios contemplados. Esta calidad está directamente ligada
con una escala arquitectónica.

La finalidad causal; el programa; su estructura teórica

Determinantes fácticos. Categorías programales

Entendemos al programa come le conjunto de exigencias que debe satisfacer una obra por
proyectar.

Nuestra ciencia se orienta al servicio del conglomerado social por medio de la técnica, cuyas
aplicaciones contribuyen, en ciertos aspectos, a mejorar la existencia de las masas y hacerla más
grata y placentera, a la vez que más productivo el esfuerzo de la humanidad.
Nuestro objetico es sencillamente aclarar conceptos para mejor iluminar el camino y los talentos
creadores del arquitecto, y hacer más constructivos y sólidos los juicos, tanto del crítico como del
sencillamente gustados de las obras del hacer arquitectura y, muy particularmente, del hombre
que habita las espacialidades que ella le dedica.

Dar forma construida arquitectónicamente a las problemas de espacialidad que cualquier tema le
plantea es su propio campo, el de la arquitectura, es la esencia teórica del programa
arquitectónico.

Supongamos que se nos solicita construir una casa, la primera, pregunta qué sea una casa, qué
tipo o especie de casa se quiere y penetrar en la concreción de una casa en lo especial, en lo
individual. He ahí nuestro primer determinante formal: el para qué, el destino. Determinante de la
localización. La segunda y elemental pregunta que haremos, al lado del la primera ¿el para qué?
Será: ¿el donde?. En posesión de los dos determinantes destino y ubicación, nuestra creación
puede ya llevarse a cabo. Solo faltaría un determinante más el ¿con qué se va a hacer la casa?

Con esta trilogía de determinantes formales, nuestra imaginación creadora dispondrá de los
elementos que precisaba para lanzarse a la objetivación, en espacios arquitecturables, de la casa
que se le ha solicitado hacer, en la imaginación primero, en el papel en seguida y en la
espacialidad ubicada al final.

Construir es transformar, es cambiar de forma el elemento en proceso constructivo (materia


primera), para que por su nueva forma se adapte a la finalidad-causa, a la que es causa y fin en el
mismo hacer. De otro modo: todo construir es una trasmutación formal con miras a un fin-causa

Lo que diferencia unas artes de las otras, son precisamente sus finalidades causales, sus materias
primas y sus procedimientos específicos y propios.

La edificación es un arte, científicos, porque se auxilia particularmente de la ciencia de la


edificación. Tiene por fin genérico las edificaciones sólidas y constructibles; procedimientos
apropiados al material y técnica elegidos y en la economía resultante.

Lo arquitectónico no sólo comulga con la escultura monumental, en cuanto a su finalidad estético-


simbólica, con significación social y religiosa, sino que también lo hace con lo edificatorio, sólo que
en lo técnico, lo funcional y los económico esto es lo útil y en cierto aspecto lo factológico. No
puede ser ni pura escultura ni puro edificio, sino edificación arquitectónica, y este predicado
significa con precisión una serie de finalidades esenciales que hacen de sus obras lo que son y han
sido a través de civilizaciones y localizaciones.

Entendemos por arquitectura el arte de construir espacialidades en que el hombre integral


desenvuelva parte de su existencia colectiva. Las finalidades causales del hacer arquitectura
consisten en transformar el espacio natural y corpóreo elaborando por la industria humana, para
obtener formas aptas para que el hombre habite en ellas. Ahora bien, estas finalidades
constituyen la esencia del auténtico programa arquitectónico.

La estructura del programa puede, por el motivo, dejar de basarse en una valoración de esencia, la
forma arquitectónica debe vales utilitariamente, a la vez que estéticamente y positivamente.
El programa es, la suma de las finalidades causales arquitectónicas y. por tanto, cabe entender
estas finalidades en dos aspectos fundamentales: uno el esencial o fisionómico, el que se refiera a
construir espacialidades aptas para que el hombre viva en ellas su existencia colectiva, la habite, y
el otro el accidental o genérico: el que dentro de lo esencial o fisionómico cada obra persigue en
su individualidad. El primero abarca el exigir como finalidad la habitabilidad de los espacios
construidos por el hombre y sus cosas

La habitabilidad de la espacialidad arquitectónica, es una finalidad esencial del arte arquitectónico


y, por lo tanto, lo habitable se constituye en categoría esencial del programa arquitectónico. Ésta
no se refiere sólo a los espacios construidos anteriores y cerrados, sino a los espacios que en la
amplia connotación arquitectónica abarcan los delimitados como los delimitantes, como los
edificados y los naturales o paisajísticos

De la habitabilidad como fin se deriva un determinante categórico el mismo que encontramos en


nuestra primera aproximación a la estructura del programa: el de la ubicación. Toda obra que sea
habitable estará ubicada espacialmente.

La ubicación. Ley cronóptica

Ubicar significa etimológicamente, situar algo en el espacio, localizar la obra en un sitio


determinado que proporciona condiciones espaciales y propias(ubicación en el espacio y el
tiempo, en lo geográfico y en lo histórico). Al imaginar una obra, se imagina y crea un momento
propio, en el tiempo que se vive.

El hombre creador , lo mismo que el que habita la casa, reaccionan vitalmente en cada momento
histórico ante el tema y ante los mismos determinantes que es ofrece el ambiente geográfico en
que se asentará. Este ambiente abarca desde lo físico del suelo hasta lo espiritual de la
colectividad que en él habita y vive. Al darse una creación arquitectónica en el tiempo y en la
espacialidad, consecuentemente sus determinantes y exigencias programales le serán propias y
poseerán una ubicación igualmente propia. El destino supone el fin, la ubicación crinóptica.

La economía de los medios, como tercer determinante, presupone de igual manera la ubicación.
La economía de los medios está, por lo que se mira, anclada por igual a la ubicación temporal y
espacial. El ubi como determinante espacial y el quando temporal.

La arquitectura es un hacer humano y de los más evidentes; cuando las culturas se hacen grandes
y fructíferas las construcciones de nuestro arte ha dado fondo a sus múltiples manifestaciones y a
la vida organizada por ellas mismas.

Toda cultura se teje asentándose con el conglomerado humano en un hábitat, del que toma la
materia prima con que paso a paso va fabricando y edificando el monumento que su cultura.
Cualquier cultura particular corresponde a un grupo humano ubicado en lugar y tiempo.

La ubicación cronóptica establece que toda cultura se ubica en un espacio geográfico y el tiempo
histórico, de tal manera que al variar cualquiera de sus coordenadas varía el aspecto total de la
cultura, evolucionando en sentido progresivo ascendente o regresivo, pero evolucionando al fin.
Concretamente la ley de cronotópos aplicada al caso del programa, o sea a las finalidades y
determinantes que lo constituyen, se expresará diciendo que a cada tiempo histórico y a cada
espacialidad geográfica corresponde un programa propio y a la inversa: que todo programa posee
dos delimitantes ubicatorios, uno en la espacialidad geográfica y otro en la temporalidad histórica.

En el momento histórico que vivimos dentro de la civilización de Occidente, los programas


coinciden, mas sólo en la parte que coincide la cultura y hasta donde la ubicación tópica no la
afecta.

Subjetividad y objetividad. El problema y el programa

Debe tenerse presente que hemos identificado el programa, en lo más amplio de su connotación,
como el conjunto o la suma de finalidades causales que una obra debe resolver dentro de una
ciencia normativa. De esto obtenemos los determinantes de toda programación: el destino, la
localización y las condiciones de economía.

El programa acepta por un lado la existencia del objeto independiente del sujeto cognoscente y la
de éste por igual, sin dejar de comprender que al conocer, el objeto determina un estado nuevo
en el sujeto, que es la imagen o conocimiento, y que el sujeto determina a su vez un aspecto del
objeto que si bien no afecta su existencia óntica sí crea una ontológica necesariamente anclada al
sujeto.

La aprehensión de un programa es el arquitecto creador del sujeto que conoce; el objeto, su


objeto, lo construye el conjunto de finalidades que se le proponen para perseguir su satisfacción
en espacios construidos arquitectónicamente. Por esto, surge de esta trilogía la necesidad de
llamar a estas finalidades el problema, para indicar que no son propiamente el programa, sino uno
de sus determinantes objetivos. Estos determinantes extrasujetos, extraarquitecto, son
aprehendidos por el creador y se proyectan sobre el programa, que es una imagen de
conocimientos, un principio de creación y, por lo tanto, de una subjetividad incuestionable, pero
también de una objetividad relativa, pues está determinado por el problema u objeto de la
creación. Establece de aquí que:

a) es categórica la subjetividad y la vez la objetividad en el programa, por ser esencial en el


proceso aprehensivo del programa arquitectónico

b) el programa si bien está determinado por el problema, ambos permanecen correlacionados


pero independientes entre sí y no pueden ser reversibles: el problema no puede convertirse en el
programa, ni éste en aquel

El problema es aprehendido por el arquitecto y el programa es el resultado de esta aprehensión;


constituye el instrumento mediante el que en cierta medida el arquitecto aprehende el problema.
Son tres los elementos que se presentan en este proceso: el problema objetico, el arquitecto como
sujeto y el programa subjetivo-objeto.

El problema está fuera del arquitecto, a él sólo compete su aprehensión y su proyección en el


programa. La cultura se proyecta sobre el problema u sobre el creador y, a su vez sobre el
programa.
Existen dos grupos de finalidades-problemas, unas que son esenciales, por estar basadas o nacer
de la naturaleza sustancial de la arquitectura, y otras que llamaremos circunstanciales o
temporales que se encuentran, dentro de las esenciales anteriores, pero que corresponden a otra
gama de motivaciones y que en un momento determinado pueden hasta salirse del círculo de las
esenciales.

El impacto de la cultura es su totalidad sobre los problemas arquitectónicos, genera un aspecto


inamovible y esencial, categórico u otro transitorio circunstancial, pasajero y temporal, con una
temporalidad siempre indeterminada en ese su momento.

Los fines-problema son los objetos que se le dan al arquitecto en cada momento como punto de
partida en su creación. En el proceso genético del programa, la cultura inspira, el creador lo
aprehende y proyecta una imagen. El arquitecto lo primero que hace es formular un resumen de
su vivencia del problema por medio de esquemas que le permitan afinar la misma.

Aspecto general y particular del programa. Ley de las amplitudes inversas

Los cuatro elementos esenciales que concurren en la formación de un programa: la finalidad-


problema, el arquitecto creador, el programa propiamente formulado que, es el inicio de la
creación, que no concluirá sino al objetivar la vivencia del problema en formas de arquitectura
potencialmente aptas para satisfacer las finalidades planteadas y la cultura que influye en la
programación de doble manera: proyectando sus características en lo sustancial y lo accidental de
las finalidades-problema, y en la preparación e imaginación del creador que las aprehende.

La suma de las actividades perspectivas individuales condiciona el esquema colectivo de cada


generación. Las culturas abarcarán áreas geográficas o temporales, históricas, más o menos
amplias, según que sus coincidencias sean más o menos amplias.

El problema se da dentro de la cultura que impera y la vivencia del creador como individuo estará
para determinar los radios de vigencia en lo espacial, lo mismo que en lo temporal, de una
programación.

Por programa general entendemos las finalidades causales que se dan en una ubicación dada
como regentes de todos los programas que ahí tengan asiento; y por programa particular a todas
aquellas que no pueden estar dentro de las que rigen en esa ubicación.

Los programas generales tendrán como unidad conmensurativa las culturas y las amplitudes de los
fines causales que abarquen, los programa como las culturas, se ligan de manera propia partiendo
de la individualidad y alcanzando la abstracción de la generalidad.

Ley de las amplitudes inversas dice: a mayor amplitud espacial o temporal o a ambas a la vez,
corresponde menores finalidades programáticas; y a la inversa, a mayores finalidades
programáticas corresponden menores radios espaciales y temporales.

El aspecto general y el aspecto individual


Entendemos como modernidad a la pertenencia de algo a su tiempo y como regionalidad a una
cualidad de ésta. Lo auténticamente arquitectónico es de igual modo auténticamente regional y,
por lo mismo, moderno. La obra de arte está determinada por un conjunto formado por el estado
general del espíritu y por las costumbres que lo rodean.

Cada obra arquitectónica obedece sólo a un programa, que es el arquitectónico, con tres aspectos:
uno el individual, otro el genérico y por último, el general.

Lo que de general hay en todo problema, necesariamente procede de uno o varios de los
determinantes que lo esquematizan: habitabilidad, cultura, destino. La economía se refiere
específicamente a lo individual

La centralización de lo individual no excluye lo general, o sea, que el origen individual del


programa en este aspecto de amplitud mínima espacial, no debe colocarse fuera de la colectividad
a que pertenece y genera, haciendo caso omiso de ella y produciendo obras de un desarraigo
relativamente total.

La relación de unidad que guardan los aspectos invocados de general y de individual del programa:
uno hace ver la prioridad que guarda todo problema individual, y por ende, todo programa, y el
otro la integración de lo genérico y de lo general, generados por las problemáticas y
programaciones individuales.

En conclusión no es, el arquitecto quien hace el problema, sino quien , a través de su personal
vivencia, lo investiga, incursiona por él (propedéutica arquitectónica) y al final proyecta su primer
paso creador, que es el programa. El arquitecto, basado en su vivencia programática, asciende a la
composición formal y mediante un proceso mitad creativo, mitad técnico, mitad manual, llega a
precisar su creación en todas sus partes de modo de hacerlo posible como una realización espacial
construida. Ningún programa alcanzará su expresión acabada o perfecta si no es a través de la
creación misma.

También podría gustarte