Está en la página 1de 3

Lettera 80

Cariss.ma Fig.a

Rispondo allá lettera che mi hai e che non ho ricevuta parché restata a Lucca, anzi ti scrivo perché
mi chiedesti di scriverti ed io tel promisi.

Oh como questa campagna ci richiama a considerare la grandezza e l’onnipotenza di Dio! Quante


delizie, qual magnificenza si para davanti agli occhi che vogliono apprezzare la bontá di un Dio
Creatore del tutto, verso noi vili creature! Ma io, creatura vilissima, come ho corrisposto? Come
ho amato il mio Creatore, il mio Redentore, il mio generoso Benefattore? I miei peccati lo
dimostrano abastanza. La mia ingratitudine servirá sempre a umiliarmi, a domandare misericordia
e perdono, non a sgomentarmi, né mai a diffidare della divina misericorda. Coraggio dunque, dico
anche a te mia cara figlia…, Iddio non vuole la norte del peccatore, ma che si converta e viva.

Poniamo il rostro studio nel correggere i nostri difette ma specialmente nella non curanza del
proprio giudizio, combatendo l’amor proprio e superando i respetti umani e indirizzando tutto e
sempre allá maggior gloria di Dio. Preghiamo con figlial confidenza e tutto speriamo.

Ti lascio nel Sacro Cuore di Gesú, ivi saremo sempre felici in mezzo delle maggiori tribolanzioni.

Prega per la tua aff.ma Mdre.

Mammli 7 octtobre 1866

Viva Jesús

Queridísima hija,

Respondo a la carta que me has escrito y que no he


recibido porque se quedó en Luca; de hecho te
escribo porque me pediste que te escribiera y yo te
lo prometí.
¡Oh, cómo esta campo nos llama a considerar la
grandeza y la omnipotencia de Dios! ¡Cuántas
delicias, qué magnificencia se presenta ante los ojos
que quieren apreciar la bondad de un Dios Creador
de todo, hacia nosotras viles criaturas! Pero yo,
vilísima criatura, ¿cómo he respondido? ¿Cómo he
amado a mi Creador, mi Redentor, mi generoso
Benefactor? Mis pecados lo prueban
suficientemente. Mi ingratitud siempre servirá para
humillarme, para pedir misericordia y perdón, para
no turbarme, ni para desconfiar jamás de la
misericordia divina. Ánimo, pues, yo también te
digo, mi querida hija... Dios no quiere la muerte del
pecador, sino que se convierta y viva.1
Coloquemos nuestro estudio en corregir nuestros
defectos, pero especialmente en el descuido del
propio juicio, combatiendo el amor propio y
superando los respetos humanos y dirigiendo todo y
siempre a la mayor gloria de Dios. Oremos con
confianza filial y esperemos todo.
Te dejo en el Sagrado Corazón de Jesús, allí
seremos siempre felices en medio de las mayores
tribulaciones.

Reza por tu afectuosísima Madre


1
Ez 33,15; Is 48, 18
Hna Ma Brun Barbantini

Mammoli 7 octubre 1866

También podría gustarte