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Un marinero sueco 

echó al mar una botella con un mensaje con la


esperanza de que alguna joven le contestará. Para su buena
suerte un pescador siciliano encontró el cristal con el papel
enrollado y,  a pesar de que se trataba de una broma, la entregó a
su hija para que contestará. Así fue como la historia de amor
entre Paulina y Ake Viking empezó, todo gracias a un mensaje
dentro de una botella.
Puede que hayan pocas posibilidades de que alguien lea las palabras, ya que la mayoría de
las botellas quedan varadas en el océano sin tocar nunca tierra. Y aunque es una práctica
que se realiza desde el inicio de los tiempos, en la actualidad todavía hay algunos individuos
que lo hacen.
En honor a todos los viajes marinos que estos escritos han realizado por el mundo, hemos
buscado algunas de las anécdotas más entrañables.

Historias conectadas por una botella


En 1953, por ejemplo, una señora de Tasmania encontró la carta que su difunto hijo lanzó al
mar de Francia 35 años antes. Asimismo,  en 1784 un marinero japonés naufragó en una isla
y antes de fallecer decidió escribir todas las peripecias de su vida en una isla desierta; sus
diarios tocaron tierra hasta 1935 y lo hicieron curiosamente en el pueblo natal del  hombre

Sin embargo, no todas las historias tienen un pasado tan antiguo. Recientemente se
encontró en Australia el mensaje de un marinero chino. Durante varias semanasalgunas
personas de las las redes sociales se dieron a la tarea de traducir el mensaje del mandarín al
inglés, y descubrieron que era una carta de amor en la que decía lo mucho que extrañaba a
su prometida. 

EEEEYYYYAAAAAA decía el marinero, al tirar la botella y mirar al horizonte,


fundidos el cielo y el mar en una estrecha consonancia que hacia del rumor de las
olas, una canción de jolgorio y alegría, de esperanza y sueños, de muerte y
nacimiento.

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