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1. INTRODUCCIÓN
taleidoscópico es el término que han usado comparatistas italianos para describir el ori-
gen de las normas argentinas'. Vsi bien al asídecir hacían referencia al derecho privado, el mis-
mo calificativo puede bien aplicarse a nuestro derecho público que sigue un modelo constitu-
cional norteamericano, imita al derecho administrativo francés en lo sustantivo y al español en
lo adjetivo2, reconoce —especialmente en ciertos temas— una fuerte influencia italiana, agrega
doctrinas del derecho alemán y no desconoce las citas de derecho portugués y aún del griego
(siempre, en este último caso, que se trate de obras escritas en francés). Todo ello compone un
popurrí donde se mezclan reglas y teorías, a veces incompatibles entre sí, interpretadas con la
exageración propia de los discípulos y teñidas de un autoritarismo bien autóctono.
Con la arrogancia, pero también con la ingenuidad, propias de una nueva nación, desde me-
diados del siglo XIX las clases dirigentes argentinas importaron los que consideraron los mejo-
res modelos que podían ofrecer Europa ylos Estados Unidos. De allí la yuxtaposición del modelo
constitucional de los Estados Unidos, la primera república del continente, con el derecho admi-
nistrativo francés que, en esos años, estaba mucho más adelantado que el norteamericano.
Cada colectividad extranjera aportaba también los conocimientos y las ideas de su madre pa-
tria. Así, por ejemplo, el derecho comercial argentino tuvo inicialmente una fuerte impronta ita-
liana, porque muchas de las industrias que se crearon a fines de ese siglo fueron establecidas
por inmigrantes italianos quienes, para constituir sus sociedades, se asesoraban con abogados
que integraban su misma comunidad. La clásica obra de Bolaifio, Rocco y Vivante era infaltable
en los estudios argentinos especializados en derecho comercial3.
AbeledoPeiTel c
iA t f265
Algo similar ocurre con la definición del acto administrativo, con respecto a la cual un sutil
corrimiento de significado cuando se compara las definiciones argentinas con las del derecho
italiano, unido al cambio de la legislación ocurrido desde que dichas definiciones se lanzaron a
la palestra de las ideas, han desembocado en una excesiva y peligrosa amplitud del concepto9.
Antes de adentramos en el tema es necesaria una advertencia terminológica: cuando en Ar-
gentina se habla de 'acto administrativo" se hace referencia —por lo general— a lo que, en Italia,
se denomina el 'pro wedimento administrativo", es decir a la decisión que produce, directamen-
te, efectos externos a la administración y modifica la esfera jurídica del particularW. Los actos
que producen efectos internos, como los dictámenes u otros actos preparatorios, son llamados
'actos de administración". En el medio de esas dos nociones están los 'meros actos administra-
tivos" que en nuestro derecho —al igual que para parte de la doctrina italiana— comprenden las
declaraciones de opinión, conocimiento o juicio que se expiden a pedido del particular interesa-
doy que, por ende, producen efectos externos, para diferenciarlos de las dos categorías que se
vienen de describir o sea, por una parte, de los dictámenes y pareceres que sólo tienen efecto
directo dentro del ámbito interno de la administración y, por la otra, de las declaraciones de vo-
luntad que se externalizan yen las que, como dice la doctrina, 'la administración quiere el acto
en sí quiere su efecto jurídico"11.
La cuestión terminológica está relacionada con los propósitos perseguidos al proponer una
definición del acto administrativo: ¿qué se busca: cubrir toda la actividad administrativa con un
régimen exorbitante, individualizar los actos que pueden ser impugnados jurisdiccionalmente o,
en fin, individualizar los actos que deben ser así impugnados para no considerárselos consenti-
dos por el particular? Porque existe una tensión entre la necesidad de restringir el concepto de
acto administrativo a los actos que modifican el entorno jurídico de los particulares, y la conve-
niencia de extenderla a toda decisión administrativa de relevancia jurídica, aunque no produz-
ca ese efecto, para ampliar así la posibilidad de la revisión judicial de la actividad de la admi-
nistración12. Sin embargo, esta 'trascendencia procesal" del concepto de acto administrativo
—para usar las palabras de Jesús González Pérez13— encierra el peligro que se pase, inadverti-
damente, de la posibilidad de impugnar todas las decisiones administrativas aunque no consti-
tuyan verdaderos actos administrativos, a la obligación de hacerlo para que no queden consen-
tidas. Éste es, precisamente, el problema que presenta la definición del acto administrativo en
el derecho argentino.
14 Santi Romano, Principii di Diritto Amministrativo Italiano, 2a ed., p. 48 (una pronunzia speciale di
un' autoritá nell'esercizio di una funcione amministrativa").
15 Oraste Ranelletti, Teoría Degli Atti Amministrativi Speciali, 7a ed., Milán 1945, p. 3: una dichia-
razione concreta, di volontá, di opinione, di giudizio, di scienza, di un organo amministrativo dello Stato o di
altro soggetto di diritto pubblico amministrativo nellesplicamento dell'attivitá di amministrazione'.
16
Guido Zanobini, Corso di diritto amministrativo, t. 1, 8a ed. (1958), p. 243: "Qualunche dichiara-
zione di volontá, di desiderio, di conoscenza, di giudizio, compiuta da un soggetto della pubblica ammlnlá-
trazione nell'esercizio di una potestá amministrativa". Para nuestro medio la definición de Zanobini tuvo el
importante apoyo de ser seguida, en su parte sustancial, por respetados administrativistas españoles, que
eran, y siguen siendo, asiduamente leídos en la Argentina: Eduardo García de Enterría y Fernando Ganido
Falla: Eduardo García de Enterría y Tomás Ramón Fernández, Curso de Derecho Administrativo, hoy en su
17" ed., 2015, t. 1, p. 585; Fernando Garrido Falla, Tratado de Derecho Administrativo, 11" ecL. 1989, t. 1,
p384. Más recientemente se expresa en el mismo sentido José Luis Meilén Gil, El acto administrativo como
categoría jurídica, ED, SupI. Administrativo 2009, ps 663 y 679.
17
Guido Landi y Giuseppe Potenza, Manuale di Diritto Amministrativo, 71 ed. (1983), p. 193; Ello
Casetta, Manuale di Diritto Amministrativo, 132 ed. (2011), p. 518.
18 García de Enterría, op. cit, t. 1, ps. 587-88.
19 Massirno Severo Giannini, Diritto Amministrativo, 3" ed., t. 2, 1993, p. 236 ("l'atto mediante il
quale l'autoritá amministrativa dispone di ordlne all'interesse pubblico di cul é attributaria, esercitando la
propria potestá e correlativamente incidendo in situazioni soggettive del privato"). El término "provvedimen-
to" también se encuentra en Ranelletti, quien cita una norma de 1933 que lo utilizaba (op. cit., ps 8-9).
20 Op. cit., p305: "Siccome la potestá amministrativa sono attribulte solo dalia norma, no vi é potes-
té lá dove la norma taccia".
AbeIodoPeçrotC.
LA INFLUENCIA
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con fuerza imperativa para modificar la situación jurídica del particular, a la que vinculaba con
el principio de legalidad21.
Alessi, que también efectuaba la distinción entre acto y prowedimento, ofrecía, por el contra-
rio, una definición más amplia del "provvedimento", a saber "La manifestación de un poder so-
berano por parte de una autoridad administrativa, como tal, y con respecto a una relación en la
que dicha autoridad sea parte, para la satisfacción de intereses públicos concretos confiados a
la misma"22. Este último autor, cuya definición —como se observa— no utilizaba el término "po-
testad" sino "poder soberano", también era categórico en cuanto a la necesidad de una norma
de jerarquía legislativa para habilitar a la administración a avanzar sobre la esfera jurídica priva-
da. En efecto, decía Alessi:
"El principio de la división de poderes, como ya sabemos, no permite a la Administración (en-
tendida en sentido subjetivo, como aparato administrativo) el desarrollo directo e inmediato del
poder de imperio mediante actos de producción jurídica primarios (que quedan reservados a
los órganos legislativos) permitiéndosele únicamente, como ya dijimos, el realizar actos de pro-
ducción jurídica que denominábamos complementarios, en el sentido de que son simplemente
la ejecución concreta de un acto de producción jurídica abstracto contenido en una ley anterior.
[ ... ] En caso contrario, el acto del órgano administrativo con el que se quisieran hacer prevalecer
intereses, aunque fueran públicos, pero cuya prevalencia no hubiera sido establecida anterior-
mente y en abstracto por la ley, se convertiría en un acto primario, directo, prohibido a la admi-
nistración por el principio de la división de poderes, con lo que a tal acto de producción jurídica
vendría a faltarle toda basejurídica y su ejecución tendría que basarse simplemente en una pre-
valencia de hecho, en una relación meramente de fuerza, cosa inadmisible en el ordenamiento
constitucional actual"23.
Estas precisiones, basadas en el principio de legalidad, que en Italia se lo ha apoyado en los
arts. 23,24,97 y 113 de su Constitución de 194824, se mantienen hoy día. Leemos en este sentido:
"El resultado más importante de la adopción del principio de legalidad unido al principio de
separación de poderes se expresa en el hecho que los actos que son expresiones de poderes
distintos del legislativo están subordinados a éste, en el sentido que tanto el poderjudicial como
el ejecutivo (administrativo) deben actuar de acuerdo con los dictados impuestos por el legisla-
21 Aldo M. Sandulli, Manuale di Diritto Amministrativo, 15a ed., 1989 t. 1, p. 607 ('tutti gli atti uni-
laterali aventi rilevanza esterna posti in essere da una pubblica Ammlnistrazione nella esplicazione di una
potestá arnministrativa"). Ver también ps. 610 y ss.
22 "Poasiamo definire ¡1 provvedlmento amministrativo, come la manifestazione di un potere sovrano
spettante ad una autoritá amministrativa come tale, relativamente ad un rapporto di cui la detta autoritá
sia parte, perla realizzazione di interessl pubblici concreti ad esa affidati." (Renato Alessi, Instituciones de
Derecho Administrativo, traducción española de la 3° ed. italiana (1970], t. 1, p. 254) (p. 277 de la 32 ed.
italiana de 1960).
23 Alessi, op. cit., p. 195 de la edición italiana y p. 182 de la edición española: E II principio della
divisione dei poteri, come sapplamo, non consente all'aniministrazione (intesa in sonso soggettivo, come
apparato amministrativo) la esplicazione diretta ed inmediata del potere d'lmpem mediante atti di produzio-
ne gluridica priman (che sono riservati, come sappiamo, agli organi legisiativi); all'apparato amministrativo
é consentito soltanto, come si disse, la emanazione di atti di produzione gluridica che abbiamo denominato
complementan (y. nro. 2) nel senso che seno semplicemente l'attuazione concreta di un ato di produzione
gluridica astratto contenuto In una legge antecedente. [..j In caso diverso ¡'atto dell'organo amministra-
tivo col quale si volesse far prevalere interessi sia pura pubbilcl, me dei qua¡¡ la prevalenza non sia stata
in precedenza astrattamente disposta dalia legge, si rlsolverebbe in un ato primario, diretto, interdetto
all'ammlnistrazione da¡ principio dalla divisione dei poteri. Ed allano di produzione gluridica verrebbe a
mancare ogni base giuridica, onda la sua attuazione dovrebbe basarsi sen,plicemente su di una prevalenza
di fatto, su di un rapporto meramente di forza, cosa inammlsibile nell'ordinamento costituzionale attuale".
24 Cfr. Roberto Garofoli y Glulia Ferrari, quienes describen los tres significados del principio y analizan
el reciente renacer de la teoría de los poderes administrativos implícitos, tanto a nivel del derecho comunita-
rio como del derecho administrativo italiano (Manuale di Dlritto Amministrativo, 5a ecL. 2012, Ps. 540 y ss.).
dor. En este marco, es fácil comprender cómo ya no es posible sostener hoy día que la adminis-
tración es titular de poderes por así decir Innatos' como, por el contrario se consideraban antes
los poderes de la administración, y aún lo eran, hasta una época relativamente reciente, algunos
de ellos como los relativos al régimen militar. Como se verá mejor seguidamente, las opciones
que caen dentro del ámbito de la administración están rigurosamente limitadas a aquellas espe-
cíficamente configuradas por las normas, de modo tal que la administración pública, en el ejerci-
cio de sus poderes propios y peculiares, está obligada no simplemente a respetar los límites im-
puestos normativamente, sino (a diferencia de lo que ocurre en el derecho privado donde rige el
principio de la autonomía negocia¡) a llevar a cabo solamente y únicamente los comportamientos
previstos y definidos, de una manera más o menos completa, por la norma'25.
Obras más recientes mantienen la noción de 'acto administrativo' para los actos preparato-
rios, de relevancia solamente interna, y definen al prowedimento como el instrumento con el
cual la administración pública, luego de un examen de la situación concrete y de los intereses
públicos y privados involucrados en la misma, y en base a un poder que le ha conferido una nor-
ma legal, atiende concretamente los intereses públicos de modo tal de producir efectos jurídi-
cos, independientemente de la validez del mismo acto, y sin necesidad de colaboración de par-
te del destinatario'26.
Como se observa, la doctrina italiana comenzó por definir al acto administrativo de manera
muy amplia, co-extensiva con las nociones de función o de actividad administrativa. Posterior-
mente, se requirió la presencia de una potestad. Luego se distinguió entre el acto y el provvedi-
mento y se relacionó la definición de este último término con el principio de legalidad y la corre-
lativa necesidad de una habilitación normativa. Cabe preguntarse si esta evolución se debió al
cambiante marco político prevalente cuando escribía cada uno de los autores citados o al con-
traste entre el régimen jurídico de la pre-guerra, que exaltaba las facultades del Poder Ejecutivo,
con la Constitución de 1948. Es muy difícil, desde el exterior, discernir las circunstancias en que
debieron actuar los juristas italianos en esa época y la exacta cronología de sus ideas.
Pero cualquiera sea la definición y la terminología que se prefiera, la doctrina italiana actual
coincide en que, para incidir en la esfera jurídica del particular, la administración requiere la pre-
existencia de una potestad legal que la habilite27.
25
Alberto Azzena, en el Capítulo sobre el acto administrativo en L. Mazzarolli,G. Pericu, A. Romano,
E A. Roversi Monaco y E G. Scocca, Diritto Amministrativo (1993), t. II, p. 1187 (II rlsultato piü Importante
dell'adozione del principio di legalitá collegata al principio di separazione dei poteri é rappresentato del fatto
che gli atti che sono espressione di poteri diversi da quello legislativo, sono subordinati ad esso, nel senso
che sia il potere giudiziario che quello esecutivo (amministrativo) devono agjre in ossequio ai dettami imposti
dal legislatore. In questo quadro di riferlmento, é agevole comprendere come non possa piü oggi sostenersi
che l'emministrazione sia titolare di poteri ed. lnnatr, come invece venivano un tempo considerati i poteri
dell'amministrazione; ed ancore lo erano, fino ad epoca relativamente recente, alcuni di essi, quali quelli re-
lativi all'ordlnamento militare. Come si vedrá meglio in seguito, gIl spazi di scelte dell'amministrazione sono
rigorosamente limitati a quelli specificamente configurati dalle norme; di modo che le pubbliche amministra-
zioni, nell'esercizio dei propri peculiari poteri, sono tenute, non semplicementea rispetare i limiti normativa-
mente irnposti, me (a difíerenza di quanto accade nel diritto privato ove vige il principio dell'autonomia ne-
goziale) a porre in essere solo e soltanto i comportamenti da questa ipotizzati e piü o mano cornpiutamente
definiti').
26
Garofoli y Ferrari, op. cit., p. 836 (lo strumento attraverso II quale la RA., in seguito ad un esame
de la situazione concrete e degli interessi pubblici e privati in essa coinvolti e in base a un potere conferitole
da una norma di legge, cura concretamente interessi pubblici in modo tale da produrre effetti giuridici, mdi-
pendentemente dalle validitá dello stesso prowedimento, e sena bisogno di una collaborazione da parte
del destinatario').
27
Por todos, E Caringella, L. Delpino y Fidel Giudica, Diritto Ammmnistrativo, 18a ed. (2001), p. 333:
'La Administración Pública, por lo tanto, fuera de los casos establecidos por la ley, no puede gozar de nin-
guna posición de poder, privilegio o favor' ('La P.A., psi-tanto, al di fuori dei casi stabiliti dalle legge, non pub
godere di nessuna posizione di potere, privilegio o di favore').
AbeledoPerrct 5
LA INFLUENCIA ITALIANA EN LA DEFINICIÓN ARGENTINA DEL ACtO...
[269
De allí entonces que se sostenga, en Italia, la TMtipicidad" del acto administrativ028, así como
el carácter taxativo de su enumeración, que lleva ala existencia de un 'numews clausus" de ac-
tos administrativos29. De allí entonces, también, que la carencia de potestad se vea como la fal-
ta de atribuciones del organismo administrativo y no como mera incompetencia30, carencia que
produce la nulidad del acto con las graves consecuencias que en Italia ella acarrea (entre otras,
la perpetuidad de la excepción de nulidad, no sujeta a plazo de caducidad alguno), y no la mera
anulabilidad31.
En definitiva, la definición del prowedimento administrativo no resuelve, per se, la cuestión
acerca de la necesidad de una habilitación legislativa para afectar los derechos de los particula-
res. El uso del vocablo 'potestad», si bien permite una clara vinculación con esa necesidad, no
es por sí definitorio, pues hay quienes, al sostener la existencia de potestades genéricas, permi-
tirían eliminarla. También se puede omitir el vocablo 'potestad", y recurrir al de función o activi-
dad administrativa, pero llegar a la regla correcta aclarando que el principio de legalidad niega la
existencia del poder de afectar derechos si no hay norma habilitante32. 0, por último, omitir tales
precisiones pero considerar nulo —en el sentido indicado en el parágrafo anterior— al acto dicta-
do con carencia total de atribución por inexistencia de norma habilitante.
calificarse de opresiva y que está reñida con los postulados del moderno derecho europeo y, más
aún, con las raíces anglosajonas de nuestro derecho público.
Las definiciones del acto administrativo que han tenido mayor repercusión en nuestro medio
jurídico han sido las de Bielsa, Diez, Marienhoff y Gordillo. Sin embargo, pese a las numerosas
citas de autores italianos de parte, principalmente, de los tres primeros, no se recogieron plena-
mente las enseñanzas ni, lo que es más importante, la evolución de su doctrina.
Para Bielsa, quien citaba a Romano ya Ranelletti, constituía un acto administrativo toda de-
cisión de una autoridad administrativa, en ejercicio de sus propias funciones, sobre derechos,
deberes e intereses de las entidades administrativas o de los particulares respecto de ellas"35.
Diez, con citas de autores franceses e italianos (entre estos últimos, D'Alessio, Ranellet-
ti, Zanobini y Fragola) comenzó definiendo al acto administrativo como "declaración concreta
y unilateral de voluntad de un órgano de la administración activa en ejercicio de la potestad
administrativa"36 (obsérvese el artículo definido "la" como si la administración poseyera por sí
la potestad genérica de emitir actos de tal carácter), pero luego recayó también en el recurso a
la función administrativa como nota definitoria, al proponer la noción de "[D]eclaración unilate-
ral de un órgano del Poder Ejecutivo en ejercicio de su función administrativa que produce efec-
tos jurídicos con relación a terceros"37 .
La definición ofrecida por Gordillo (cuya temprana obra —que citaba, entre otros tratadistas
europeos, a los mismos autores italianos ya mencionados— probablemente influyó en Diez y en
Marienhoff, y que es la que ha seguido gran parte de la doctrina argentina) fue la primera en-
tre nosotros en hacer referencia a la producción de efectos jurídicos, al caracterizara] acto ad-
ministrativo como toda: "declaración unilateral realizada en ejercicio de la función administrati-
va, que produce efectos jurídicos individuales en forma inmediata"38. Con Gordillo se introdujo
así un elemento importante: la producción de efectos jurídicos, que pudo haber significado un
vínculo con la doctrina italiana sobre el pro wedimento administrativo. Sin embargo, la doctrina
posterior no lo desarrolló en ese sentido ni exigió la presencia de una norma habilitante. En con-
secuencia, al no establecerse expresamente ningún requisito especial para que el acto pueda
producir efectos jurídicos, se posibilitó la conclusión que toda declaración administrativa, si pro-
duce efectos, es un acto administrativo, sin distinguir entre los distintos tipos de dichos efectos.
Por su parte, Marienhoff luego de citar a Zanobini y a Giannini, propuso la siguiente defini-
ción: "[D]ecisión de la autoridad estatal en ejercicio de sus propias funciones administrativas
productora de un efectojurídico"39. Si bien dicho autor sostuvo que su definición guardaba "cier-
ta similitud" con la de Giannini, no lo siguió en sus precisiones acerca de la necesidad de una
norma que haga posible ese "efecto jurídico". Más aún, Marienhoff parecía sostener la existen-
cia de potestades innatas de la administración. En efecto, leemos en otra parte de su obra que
la "potestad imperativa, o de mando, es la facultad que tiene la Administración de dar órdenes
y de obligar a su cumplimiento. Esta facultad es la expresión más directa del principio de autori-
dad en el ejercicio del Poder Ejecutivo"40. Al reconocer, en términos tan amplios, la potestad ad-
ministrativa de dar órdenes sin exigir la presencia de ley habilitante al efecto, Marienhoff no ci-
taba autores italianos sino que se basaba en obras españolas anteriores a 1950, algunas de las
cuales criticaban al 'Estado liberal" y defendían el régimen del "nuevo Estado"41.
35
Op. cit, t. II, p. 3.
36 Diez, El acto administrativo, cit., PS. 108-09.
37
Diez, Derecho Administrativo, t. 11(1965), p. 204.
38 Agustín Gordillo, El acto administrativo, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1962, p. 77.
39
Marlenhoff, Tratado de Derecho Administrativo, (1966), t. II, p. 260.
40 Op. cit., t. 1(1965), P. 575.
41
Marienhoff, op. cit, t. 1, p. 576, nota 198. La referencia al nuevo Estado" es de la obra de An-
tonio Royo vilanova (Elementos de Derecho Administrativo, 1. II, Valladolid, 1948, 21' ed, corregida por
Segismundo Royo vilanova, ps. 880-881). cfr., sin embargo, la siguiente afirmación de Pietro Virga: "el acto
AbeJedoPe,,ot O
LA INFLUENCIA ITALIANA EN LA DEFINICIÓN ARGENTINA DEL ACTO...
271
Contrasta con las definiciones doctrinarias que se vienen de mencionar la que utilizó la Cor-
te Suprema argentina al seguir a Otto Mayer, para quien el acto administrativo era todo acto de
autoridad emanado de la administración, que determina, respecto de un sujeto, lo que para él
debe ser el derecho en el caso individual", pero esta definición fue criticada por los autores por
identificarse con el acto jurisdiccional y no tuvo recepción doctrinaria42.
Todas las definiciones propuestas por la doctrina argentina citada tenían dos notas en co-
mún. Primeramente, hacían referencia a la "función administrativa", silenciando tanto la nece-
sidad de la presencia de una potestad (salvo Diez en su primera definición), como la necesidad
de una norma habilitante de esa potestad, con lo cual se enrolaban en las definiciones más am-
plias que se conocían de la doctrina italiana, o sea las de Ranelletti y Romano, que hemos cita-
do. Y, en segundo lugar, fueron escritas antes de la vigencia de la Ley de Procedimientos Admi-
nistrativos que fuera sancionada en 1972. Como veremos a continuación, ambos aspectos son
significativos.
debe emanar de la implementación de una potestad pública administrativa, es decir, del ejercicio de los
poderes generales de supremacía, que constituyen la exteriorización de la potestad general de imperio de la
administración pública' (II Prowedlmento Amministrativo, 4' ed. [1972], p. 6). ("rano deve essere emanato
nell'esplicazione di una potestá pubblica amrninistrativa e cioé nell'esercizio dei poteri giuridici di suprema-
zia, che costituiscono estrinsecazione della generale potestá d'impero della pubblica amministrazione").
42 En "Elena Carman de Cantón y. Nación', Fallos 175:371(1936), dijo la Corte Suprema que el acto
administrativo es "toda disposición o decisión de autoridad que declara lo que es el derecho en un caso
particular? Ver su crítica en Marienhoff, op. cit, t. II, p. 262-63.
43 Agustín Gordillo, Tratado de Derecho Administrativo, t. 1, 3' ed. (1995), p. IX-47.
44 Arta. 99, inc. 10 y 100, inc. 1°, respectivamente.
fondos. Mientras respete ese marco y esos límites, el Poder Ejecutivo podrá afectar intereses (por
ejemplo, construyendo un camino en un lugar y no en otro), pero no derechos.
Pero cuando la administración invade la esfera jurídica de los particulares para limitar sus
derechos, o imponerles obligaciones, sanciones o prohibiciones, debe contar con una autoriza-
ción legal especifica, si bien ella estará, generalmente, redactada en términos generales y admi-
tirá, según los casos, un mayor o menor margen de discrecionalidad. Es el caso de las leyes que
sancionan la violación del control de cambios o del régimen bancario, por ejemplo, y facultan al
Banco Central a imponer las multas y demás penas correspondientes. Aquí no existe una potes-
tad administrativa genérica sino potestades administrativas específicas. Aquí juega la tipicidad
de que habla la doctrina italiana.
Dicho en otros términos: con la potestad genérica de administrar el país se pueden afectar
intereses, y las leyes actúan como límites externos de esa potestad que no depende de ellas para
su nacimiento. Pero se necesita una potestad legal específica para afectar derechos subjetivos.
Un ejemplo puede contribuir a esclarecer el tema: la decisión administrativa, que se niega a pa-
gar una suma que el interesado reclama (y así se lo notifica por escrito) ¿es un acto administrativo?
Será difícil negar que allí existe el ejercicio de una actividad o función administrativa. Esa decisión
también entra dentro de la potestad constitucional genérica de "administrar el país": pagar lo debi-
do, o rehusarse a pagar lo que no se debe, constituye uno de los actos corrientes en toda adminis-
tración de negocios públicos y privados. Pero, si excluimos del ejemplo los casos en que la adminis-
tración está específicamente habilitada por ley para conceder o denegar ciertos beneficios, como
ocurre con los órganos de la seguridad social que administran el sistema de jubilaciones, es claro
que no existe una potestad específica legalmente conferida a la administración para negarse a pa-
gar cualquier suma reclamada por los particulares. Ello no significa que la negativa administrativa
sea jurídicamente incorrecta, sino que ella no modifica en nada la situación jurídica sustantiva del
reclamante. No hay aquí acto administrativo que impugnar, aunque —en el supuesto especial del
rechazo expreso de la reclamación administrativa previa que se exige para demandar judicialmen-
te al Estado45— pueda comenzar a correr un plazo para accionar judicialmente. Pero el reclamo si-
gue siendo el mismo: el pago de una suma de dinero y no la anulación de la negativa.
¿Y qué decir de la negativa de la administración a pagar una suma de dinero cuando ella es
ordenada por una sentencia judicial? ¿Es también un acto administrativo y como tal debe ser im-
pugnado en término para que no se lo considere consentido y supere así la fuerza de cosa juz-
gada de dicha sentencia? El derecho administrativo argentino carece de los remedios que el Ita-
liano ofrece expresamente para la situación que se crea cuando la administración desconoce,
o intenta eludir, el efecto de cosa juzgada de una sentencia46. Es posible (pero no seguro) que
el juez argentino encauce los reclamos del particular que enfrenta a una administración recal-
citrante, dentro del marco del incidente de ejecución de sentencia. Pero ante los plenos efectos
que, como veremos, se reconocen en nuestro derecho al acto administrativo absolutamente nulo
y las dudas acerca de la categoría del acto inexistente, que parte de la doctrina rechaza47, y que
la Corte Suprema ha utilizado recientemente sólo a favor, pero no en contra, del Estado, de-
berá ser muy valiente el abogado que no impugne esas decisiones administrativas siguiendo al
efecto todo el trámite del agotamiento de la vía administrativa y, eventualmente, promoviendo la
respectiva acción judicial. El resultado bien puede calificarse de kafkiano".
45
Actualmente, ante una denegación expresa de la reclamación administrativa previa, la acción
judicial caduca si no es iniciada dentro de los 90 días hábiles de ser notificada: ello surge del juego de los
arts. 25 y 31 de la UPA.
46 En Italia es otro de los casos de nulidad previstos por el art. 21 septies, de la Ley 241 de 1990.
47 Gordillo la acepta (op. cit., t. III, p. Xl-22/30) y Cassagne la rechaza (Derecho Administrativo, 9' ed.
[20081, t. 2, p. 252).
48 La Corte Suprema ha considerado inexistentes los contratos del Estado celebrados sin licitación
pública para así rechazar las acciones de cobro del precio Iniciadas por los contratistas que habían cumpli-
do el contrato: ver ingeniería Omega SA y. Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires', Fallos 323:3924
(2000), entre otros.
AbetedopetycI O
LA INFLUENCIA ITALIANA EN LA DEFINICIÓN ARGENTINA DEL ACTO.
{273
49 Hoy día basada en el art. 10, inc. 1° bis, de la ley 241 de 1990, norma que, salvo disposición en
contra de la ley, los sujeta al derecho privado.
50 En Argentina, a diferencia de Italia, el régimen sustantivo de los contratos del Estado se rige
primordialmente por el derecho administrativo, siendo muy pocos los casos en que se aplica el derecho
civil y comercial (ver decreto 1023/2001). El empleo público, hoy regido por la Ley 25.164 (1999), también
cae bajo el derecho administrativo (Marienhoff, op. cit., t. lll-B, Ps. 8 y as.); en ese sentido, el art. 39 de la
ley 25.164 atribuye competencia a la jurisdicción contencioso-administrativa federal. Y la responsabilidad
extracontractual del Estado, que desde la década de 1930 la Corte Suprema había admitido y regido por
el Código Civil, ha sido administrativizada por la sanción en 2014 de la Ley de Responsabilidad del Estado
26.944 que excluye la aplicación directa o subsidiaria de las normas civiles (aceptando sólo la analógica).
51 Gordillo, op. cit., t. III, p. 11-30 y ss.
52 Así lo reconocía Ranelletti, op. cit., p. 14.
53 Argentina (siguiendo el modelo norteamericano) es un país federal y cada provincia (que son los
estados constituyentes de la federación) tiene su propio derecho administrativo que se aplica a la adminis-
tración provincial. El derecho civil, el comercial y el penal son, por el contrario, nacionales. En este trabajo
hablamos únicamente del derecho administrativo nacional, que se aplica a la administración nacional, pero
los problemas de los derechos administrativos provinciales son muy semejantes y las definiciones del acto
administrativo que ellos utilizan son generalmente las mismas del derecho administrativo nacional.
54 LPA, art. 12.
Abel~ 0
LA INFLUENCIA ITALIANA EN LA DEFINICIÓN ARGENTINA DEL ACTO...
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ses pero no a los derechos63, como ocurre en Italia donde la defensa de los derechos subjetivos
está, en principio, encomendada a los tribunales ordinarios y, por ende, exenta del plazo general
de caducidad de 60 días que, como regla, rige frente a los tribunales administrativos.
La jurisprudencia fue cerrando todas estas vías de escape: declaró la regla del agotamiento
obligatoria y no optativa, resolvió que el rechazo de la denuncia de ilegitimidad era judicialmen-
te irrevisable y aplicó el plazo de caducidad tanto frente a actos anulables como absolutamen-
te nulos, y tanto frente a intereses como a derechos. Y, por último, declaró inadmisible la acción
por indemnización de los daños provocados por un acto ilegítimo cuando no se había impugna-
do en tiempo el acto respectivoM.
Como consecuencia de esta jurisprudencia hoy día, en la Argentina, un acto administrativo
del Estado nacional gravemente contrario a la ley puede privar a una persona de un derecho sub-
jetivo o imponerle una obligación, y ese acto se presume legítimo y goza de ejecutoriedad ab-ini-
tío. Además, tiene prácticamente los mismos efectos de una sentencia pasada en autoridad de
cosa juzgada si no es impugnado dentro de los 15 días hábiles de haber sido notificado.
Por lo tanto, a partir de la sanción de la LPA caracterizar una decisión de la administración como
"acto administrativo' devino crucial: ello implica reconocerle no solo presunción de legitimidad y eje
cutoriedad, sino otorgarle fuerza de verdad legal si no es impugnada en el plazo de 15 días.
La mera existencia de un plazo de caducidad permite un razonamiento circular: si determi-
nada decisión administrativa, aunque no esté basada en una potestad, deviene firme e inataca-
ble al no ser impugnada en ese plazo, ella produce efectos y, por ende, debe ser considerada un
acto administrativo.
Alemania, ni los pagos ni las respuestas que da la administración a los requerimientos de los particulares
constituyen actos administrativos (op. cit, pa. 43-45).
67 En este sentido, Dictámenes del 13/10/2000 y del 32/8/2001.
es La Procuración del Tesoro de la Nación, en los dictámenes citados en la nota anterior, citó como
fundamento la definición de Cassagne (ya modificada por este autor: ver nota 88, infra) según la cual es
acto administrativo es «una declaración de un órgano estatal en ejercicio de la función materialmente admi-
nistrativa y caracterizada por un régimen exorbitante, que produce efectos jurídicos individuales, en forma
directa, con relación a los administrados o terceros destinatarios del acto" (Juan Carlos Cassagne, Derecho
Administrativo, 6" ed. (19981, t. 2, Ps. 52-53). como se observa, esta definición no requería la existencia de
ninguna potestad específica para afectar los derechos de los particulares, aunque en otra parte de su obra
ese autor sostenía que oda afectación o limitación sustancial a los derechos de propiedad y de libertad de
los administrados ha de ser impuesta por ley formal". Éste es un ejemplo del riesgo de razonar partiendo
de definiciones y del peligro que las definiciones excesivamente amplias sean usadas por la administración
independientemente de las limitaciones que no las acompañan.
69 LPA, art. 25, inc. (a).
AbeledoPerrct C
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ta Inicialmente. El tribunal no aceptó esta defensa pero rechazó igualmente la demanda soste-
niendo que una carta presentada en su momento por el socio europeo (y que la administración
nunca había contestado) constituyó, en realidad, un recurso administrativo que impidió que esa
modificación unilateral quedara consentida. La sentencia fue justa, pero el tribunal debió recu-
rrir a un argumento forzado pues no se animó a cuestionar el carácter de acto administrativo de
la decisión de la administración que pretendió modificar unilateralmente los términos de la ofer-
ta pese a carecer de toda potestad legal para ello.
En definitiva, en el derecho argentino actual toda decisión administrativa, aunque haya sido
dictada con total carencia de potestad legal de parte del funcionario que la emite, debe ser im-
pugnada en breves días o se corre el riesgo de que se la considere consentida: del régimen cons-
titucional de obediencia a la ley hemos pasado así a un régimen administrativo que exige obede-
cer al funcionario. Este es el 'régimen administrativo" que, para el sector mayoritario de nuestra
doctrina, habría introducido la LPA en nuestro país, como si una ley fuera suficiente para dero-
gar, en forma general, un principio constitucional.
El problema se agudiza ante otra faceta nada elogiable del derecho argentino: la poca im-
portancia que se asigna al procedimiento administrativo y a la garantía de la defensa en juicio
en esa sede, y que contraría la evolución del derecho comparado que otorga creciente relevan-
cia al procedimiento que se desarrolla ante la administración10. En el derecho argentino actual,
el procedimiento es un "elemento' del acto administrativo o un "requisito esencial" del mismo71,
mientras que en Italia, hoy en día, el acto administrativo es la etapa final del procedimiento ad-
ministrativo72. Lejos estamos nosotros de considerar, como ocurre en Alemania, que el procedi-
miento administrativo es el centro de gravedad y la parte esencial del derecho administrativo73.
Por eso Michael Asimow contrasta el derecho norteamericano, en el cual el énfasis recae sobre
la etapa procedimental que se desarrolla en sede administrativa, con el derecho argentino, en el
cual el énfasis se coloca en la revisión judicial74.
En efecto, por regla general, según la LPA las decisiones administrativas que inciden des-
favorablemente en los derechos de los particulares debieran estar precedidas por un procedi-
miento en el cual se les notifique el acto que se está considerando dictar y se les dé la oportuni-
dad de alegar y producir prueba en su favor75. Cuando se cumple con ese procedimiento previo,
un plazo de 15 días para impugnar el acto definitivo que se dicta al completarse dicho procedi-
miento no es tan irrazonable. Pero, por lo general, pese a ser caracterizado como "esencial' por
la LPA, ese procedimiento previo no se respeta. Se notifican así revocaciones de autorizaciones
o de contratos (algunos de ellos pese a estar totalmente cumplidos) que no han sido precedidas
de ningún tipo de audiencia previa del interesado, quien recién se anoticia del acto de gravamen
cuando se le comunica su dictado. La doctrina defiende la presunción de legitimidad del acto
administrativo fundándose en los procedimientos y recaudos que la administración debe seguir
antes de su emisión76, pero luego los abogados de la administración pretenden —y los tribuna-
les contencioso-administrativos otorgan— tal presunción para actos que no han respetado nin-
70 cassese, Le Basi del Diritto Amministrativo, 4a cd. (1997), ps. 297 y ss.
71 Así, Marienhoff, op. cit., t. III, ps. 305 y ss.; LPA, art. 7°, inc. (a); respectivamente.
72 Así, Casetta: El provvedimento administrativo no es el "acto con el cual se cierra el procedimiento
administrativo' (op. cit., p. 518) ("ano con cui si chiude il procedimento amministrativo").
73 Javier Barnes Vázquez, El procedimiento administrativo en el tiempo y en el espacio: una perspec-
tiva histórica comparada, en Pozo Gowland, Héctor; Halperin, David; AguilarValdez, Oscar; Canosa, Armando
(dirs.), Procedimiento Administrativo (2012), p. 144.
74 Michael Asirnow, Five Models of Administrativa Adjudication (2015)63 American J. of Comparativa
Law 3.
75 LPA, art. 1°, inc. (f), y art. 7°, inc. (d).
76 En este sentido, Marienhoff, op. cit., t. II, ps. 369-71 donde leemos: "La doctrina está conteste en
que dicho fundamento radica en las garantías subjetivas y objetivas que preceden a la emanación de los
actos administrativos", con cita de la obra de Tivaroni, "Teoria degli atti amministrativi".
guno de esos requisitos. En efecto, la jurisprudencia ha permitido —en general aunque no unáni-
memente— la subsanación del defecto de procedimiento en la instancia administrativa o judicial
posterior77, en lugar de considerar inexistentes las decisiones administrativas de gravamen to-
madas sin otorgar la audiencia previa del interesado, así como ha declarado inexistentes —para
favorecer al Estado— los contratos celebrados sin licitación pública 78.
77
La Corte Suprema ha resuelto reiteradamente que las deficiencias del trámite administrativo no
importan violación del principio de defensa en juicio, si el posterior proceso judicial ofrece oportunidad
de subsanados: CSJN, Universidad Bartolomé Mitre", Fallos 273:134 (1969); Olmos, Juan Eduardo y.
Nación' (1975) (Fallos 292:15). Ver al respecto Juan Francisco Linares, La garantía de defensa ante la
Administración, LL, 142-1137; Héctor M. Huici, Subsanación en sede judicial de vicios en el procedimiento
administrativo, comentario al caso Hisi, CNACF, Sala III, 24-6-93, LI, 1994-D-461 (con reseña dejurispru-
dencia al respecto); Fabián O. canda, la teoría de la subsanación en el procedimiento administrativo, en
Procedimiento Administrativo, Héctor Pozo Gowland, David Halperín, Oscar Aguilar Valdés, Femando Juan
Lima y Armando Canosa, directores (2012), t. II, p. 677.
78 Ver nota 48, supra.
79 En realidad, el principio de legalidad juega diferentemente en los actos de gravamen que en los
actos que otorgan beneficios. En el primer caso, la exigencia de una potestad específica es de rigor. En el
segundo, pueden existir situaciones en las cuales puede bastar con la potestad genérica de administrar el
país: cfr. Sandulli, op. cit., t. 1, p. 616.
80 Por todos, Franco Gaetano Scoca, director, Diritto Amministrativo, 3" cd. (2014), pa. 441-42.
81 Decreto 1023/2001, art. 12, inc. (a).
82 Solamente en los casos en que se otorgan a la administración potestades específicas dentro de
un régimen contractual determinado, debería reconocerse a sus decisiones el carácter de acto administra-
tivo, como ocurre con las órdenes impartidas bajo la Ley de Obras Públicas (ver ley 13.064, art. 29) norma
ésta que el decreto 1023/2001 ha extendido exageradamente a casi todos los contratos que celebra la ad-
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LA INFLUENCIA ITALIANA EN LA DEFINICIÓN ARGENTINA DEL ACTO...
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Y, por último, se encuentran los actos que, aunque enmarcados en una relación determina-
da entre la administración y un particular, carecen de idoneidad para modificar la esfera jurídica
del particular: es el ya mencionado caso de la negativa de pago. Hace algunos años propusimos
llamar a estos últimos actos "meros pronunciamientos administrativos' que no necesitaban ser
impugnados y no quedaban consentidos por esa omisión. Nos apoyamos en algunos fallos de
la Corte Suprema y de la Cámara Contencioso-Administrativa que así lo daban a entender84 pero,
pese a la favorable acogida que parte de la doctrina brindó a la categoría propuesta, no parecen
registrarse fallos posteriores que la apliquen.
IX. CONCLUSIÓN
Como se observa, la noción de acto administrativo, en el derecho argentino, es excesivamen-
te amplia. La administración aprovecha al máximo esa amplitud lo cual, unido a la tolerancia
de vicios graves en la conducta administrativa y a la posibilidad de considerarlos curados cuan-
do los particulares afectados no recurren inmediatamente, termina actuando como un incenti-
vo para la violación de la ley por parte de la administración. Esta posición, si bien es píamente
lamentada por parte de la doctrina, se defiende en definitiva con el argumento de los intereses
públicos que la administración dice defender, argumento éste que "prueba demasiado" dado
que justificaría cualquier abusojurídico cometido con el fin —real o alegado— del interés general.
Sin embargo, las ideas que expresamos en el trabajo ya citado, y que también expusimos en
uno posterio#, parecen irse difundiendo. Gordillo, siempre atento a los desarrollos que mejo-
ran la defensa de los derechos e intereses de los ciudadanos frente a la administración, ha re-
cogido parte de ellas en su nueva definición del acto administrativosa. Tawil, aun manteniendo
la referencia a la función administrativa en su definición, ya admite la necesidad de una previa
atribución de facultade587. Y Cassagne, en la última edición de su "Acto Administrativo", al ana-
lizar el concepto de acto administrativo unilateral, incorpora la noción de potestad y su vincula-
ción con el principio de legalidad.
ministración pretendiendo así darle a la administración una suerte de potestad genérica que excede incluso
las facultades exorbitantes del derecho francés.
83 Héctor A. Mairal, Los meros pronunciamientos administrativos, en MW., Derecho Administrativo
- Obra Colectiva en Homenaje al Profesor Miguel S. Marienhoff, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1998, p. 651.
84 CSJN, "Serra y otro y. Municipalidad de Buenos Aires", LL 1995-A, 397, con nota de Alberto B.
Bianchi, ¿Tiene fundamentos constitucionales el agotamiento de la instancia administrativa?; CNFed. CA,
Sala 1, "Thorne y. Gobierno Nacional", LI, 1982-830, nro. 2; CNFed. CA., Sala 1, 'Polledo SA y. Consejo de
Investigaciones Científicas y Técnicas", ED, 111-537.
85 Ver nota 79, supra; y nuestro artículo Hacia una noción más acotada del acto administrativo
(donde se explica cómo los argentinos pasamos, sin darnos cuenta, de obedecer la ley a obedecer a los
funcionarios públicos), Res Pública Argentina, RAP, 2011, 1.
86 Recientemente Gordillo modificó su definición agregando, como nuevo elemento, que el acto sea
"apto para producir efectos jurídicos" (Tratado de Derecho Administrativo, t. 3, 99 ed. (2007), p. IV-31133).
¿Y ello cuándo ocurre? Pues, en nuestra opinión, cuando existe una potestad administrativa, la cual, para
justificar el cercenamiento de derechos o la imposición de obligaciones, requiere ser específicamente con-
ferida por una ley del Congreso. Por eso pensamos que bastaría con tomar la clásica definición de Gordillo y
reemplazar el término 'función' por "potestad'.
87 Tawil define al acto administrativo como "toda declaración de un órgano estatal emitida en ejerci-
cio de funciones materialmente administrativas que le han sido atribuidas previamente, caracterizada por
un régimen exorbitante al derecho privado, que genera efectos jurídicos directos, inmediatos e individuales
en relaciones jurídicas existentes con los administrados destinatarios del acto'. Acto Administrativo, Guido
Santiago Tawil, director (2014), Ps. 136-37.
88 Juan Carlos Cassagne, El Acto Administrativo (2012), p. 161.
89 Vittorio Emanuele Orlando, Principios de Derecho Administrativo, traducción española de la 2' ed.
italiana de 1892, p. 11 (la obra incluía, al final, un capítulo sobre la protección jurídica de los particulares).
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