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De la Literatura Venezolana
7
YOLANDA PANTIN: CASA O LOBO, LA QUIETUD
TRÁNSITO
II
ESTADO DE GRACIA
III
DEUDA DE GRATITUD
IV
MIEDOS/DUELO
V.
SUEÑOS
VI
METÁFORAS
8
HANNI OSSOTT: ESCRIBIR DESDE LA
ENFERMEDAD
PLEGARIAS Y PENUMBRAS
PÉRDIDAS
LA NOCHE
9
SALVADOR GARMENDIA: UNA MANERA DE
ESCRIBIR
NOVELA Y CUENTO
CUENTOS
POESÍA
LITERATURA Y POLÍTICA
CRISIS, FRACASO Y DERROTA
ESCRITURA
FICCIÓN
LOS PEQUEÑOS SERES
10
MIYÓ VESTRINI
11
MIYÓ VESTRINI Y SALVADOR GARMENDIA,
PASILLO POR MEDIO
12
ALEJANDRO ROSSI, LA ESCRITURA DISTRAÍDA DE
UN DISTRAÍDO ESCRITOR
PEQUEÑOS GESTOS
ÉPICA DE LA COTIDIANIDAD
PRIMERA PERSONA
RELATOS
PÁGINA PERFECTA
LIBROS
EL CIELO DE SÓTERO
13
ELISA LERNER, LA FELICIDAD DE LA INFANCIA
14
ADRIANO GONZÁLEZ LEÓN
UNA INVESTIGACIÓN DEL LENGUAJE
LA DECISIÓN DE ANDRÉS BARAZARTE
15
ALFREDO SILVA ESTRADA: UNA IRRUPCIÓN EN EL
TIEMPO
EXISTIR EN LA ELABORACIÓN DEL POEMA
16
JUAN SÁNCHEZ PELÁEZ, EL MIEDO SIEMPRE
ANIMAL DE COSTUMBRE
17
RAFAEL CADENAS, ME HA COSTADO MUCHO
LLAMARME POETA
ANOTACIONES
FICHAS BIOBIBLIOGRÁFICAS DE LOS
ENTREVISTADOS
ACERCA DE LA AUTORA
I.
Mientras editaba el libro de Blanca Elena Pantin, Voces/Escrituras de la
Literatura Venezolana, tuve un accidente informático. No es frecuente
que me ocurra, pero ocurrió. Y en mi afán obsesivo de respaldar los
archivos, respaldé el corrompido, perdí casi todo y he aquí que tuve que
darme a la tarea de recuperar los textos (pues siempre guardo algo
aparte) y reformatearlos de acuerdo con el diseño establecido. Eso me
obligó a realizar una tercera lectura de estas entrevistas.
II.
Desde la primera lectura he tenido la impresión de que Blanca Pantin
trasciende aquí la labor de una entrevistadora. Y, por supuesto, va más
allá del enfoque del habitual ejercicio periodístico. En primer lugar, hay
un conocimiento profundo de la obra de los entrevistados y del
contexto en que fue producida.
En segundo lugar, hay un gran respeto por la voz del entrevistado, lo
que no es usual debido a ese narcisismo de los periodistas (me voy a
incluir) que nos hace intervenir e interactuar, escamoteando
protagonismo, en el desarrollo de las entrevistas. Pero no se nota eso en
Pantin, que se acerca con humildad a esas voces en las que ella misma
se reconoce, por su sensibilidad de poeta.
En tercer lugar, y es lo más notable, ese prolongado tránsito de la
edición: el esfuerzo realizado durante 30 años, convierte las entrevistas
en un documento oral invaluable. No sólo por el aporte a la historia y el
conocimiento de la Literatura Venezolana sino por el sonido íntimo que
emanan en conjunto las voces y las escrituras que, como en Spoon River,
brotan de todas partes en una versión de la más antigua música
polifónica.
III.
Son 17 entrevistas a escritores, la mayoría de ellos poetas. Sus voces van
desde la evocación, como en Ana Enriqueta Terán o Elisa Lerner, hasta
la reflexión sobre el oficio poético, como en Armando Rojas Guardia,
Alfredo Silva Estrada o Rafael Cadenas. Sus temas van desde la soledad
a la locura, como en Antonia Palacios, Miyó Vestrini o Hanni Ossott.
Las tesituras van desde la preclara precisión de Yolanda Pantin, al
desordenado intento de encontrar un orden de Adriano González
León. O de Alejandro Rossi. Es límpida y maravillosa la entrevista a
Salvador Garmendia sobre su obra. Y también cuando él habla sobre
Miyó Vestrini. A veces se entrecruzan vidas, pasillo de por medio. Aparecen
los relatos, las anécdotas, de la legendaria República del Este. O de la
Sabana Grande de Pancho Massiani. O en la historia de amor entre
Hilda Kehrig y Julio Garmendia. Sí. Polifónico todo.
Conmovedor hasta el llanto, pues a todos los conocí y casi todos están
muertos. Y aun así, viven en nosotros, en las estanterías de las
bibliotecas, en la memoria, en cada lectura, en cada guiño travieso, en
cada lágrima derramada por sus textos o en cada risa expansiva. Y
vuelven a vivir en este libro indispensable.
IV.
Blanca Elena Pantin (Caracas, 1957) es periodista egresada de la
Universidad Católica Andrés Bello. Entre 1990 y 1999 trabajó en El
Diario de Caracas y El Universal, como editora de las páginas
culturales y en esos períodos realizó estas entrevistas.
Siempre me sentí así, muy sola, muy dentro de mí; no porque no tenga amigos,
nunca me faltaron, pero mi soledad es distinta: un estado de ánimo.
Esa lucidez para percibirse, sin negarse, la condujo a estructurar Ese
oscuro animal de sueño:
Tus pies cambiaron de tierra. Quisiste caminar hasta las claridades. Pensaste el
nombre amado como única meta. Te empeñaste en seguir adelante, atravesar las
honduras, saltas sobre las fuentes vaciando con estrépito la espuma de las aguas.
Cruzaste altos fuegos que apenas te rozaron. Te arrastraste hasta el confín del
tiempo. Dejaste atrás los sitios de lo oscuro, los filos de la piedra. Pensaste con tu
aliento alcanzar resplandores, blanquear cerradas tinieblas contemplando las
estrellas como vecinas almas temblando allá en lo alto. La noche llegó de pronto
borrando tus caminos y te quedaste sola, sin lámpara, sin palabra.
Ese oscuro animal de sueño anunció su definitivo silencio cerrando el
círculo que anticipó en Textos del desalojo. Bradley le daría la clave para
esos últimos poemas: La poesía debe darnos la impresión no de descubrir algo
nuevo sino de recordar algo olvidado.
Antonia Palacios habla de fantasmas, de los dictados de esas sombras
espectrales: Ahora sé que fui yo quien escribió todo.
La luz parece incomodarla. Al fondo, ella por Guayasamín. Así se ve
desde todos los ángulos de su cuarto. Ya no recuerda nada: No escribo, no
leo, no hablo. Aquí estoy sentada en esta silla como una imbécil sin hacer nada.
Espera sin miedos porque supo desde siempre que llegaría el momento
en que se mirarían ella y su sombra: Estamos muy juntas. Somos las dos una
sola.
Espera de frente a la nada, diciéndose: Quisiste salir afuera, mirar de nuevo
al sol. Saber de las denuncias que la vida te impone. No pudiste dar un paso, te
quedaste varada con tu costado abierto en medio de un fuego apagado.
Esa tarde estaba íngrima de seda roja, recostada sobre el azul del sillón
que detesta.
2.
ANA ENRIQUE TERÁN: EL DOMINIO DE LAS
COSAS Y LAS PALABRAS
I.
El sol vacío de la mente
Se explaya sobre la arena fría
A partir de ese momento no paré hasta terminar. Escribía todos los días durante
horas, horas enteras. La escritura total del libro me tomó cinco meses.
IV.
Busco el envés de las palabras
Después de la crisis traté siempre de nunca perder la paz. Incluso, traté de estar
permanentemente reconciliado con la tristeza, el tedio, la melancolía que me
sobrevinieron después. Traté de estar retirado, interiorizar el dolor, la insensibilidad,
la apatía, la abulia. Traté de no desasosegarme, de prestar una atención profunda al
clima interior que estaba viviendo.
V.
Estoy libre del poder
Del disimulo, de la página social,
De la etiqueta. Yo sólo miro distraído
Las sombras jugar con las paredes
Y un crepúsculo a salvo, indomeñable
Creo que no hay nada más alejado de la poesía que yo quiero hacer que el mero
artificio. El simple escarceo del álgebra verbal me produce náuseas. Nosotros hemos
continuado fieles a esa poesía de la experiencia que era una de nuestras propuestas
fundamentales: neohumanizar a la poesía venezolana a través de lo vivido, de lo
trajinado interior y exteriormente por el poeta. Para escribir La nada vigilante me
limité y ceñí al fondo de la experiencia de una gran dificultad psíquica y del bloqueo
mental que vivía y transcribirla de la manera más diáfana posible.
El libro significó una cura espiritual y una cura psíquica para mí. Poderlo terminar
fue el fin de una terapia completamente inesperada. Representó una liberación de tipo
psicológico. Siento que tengo otra vez una relación como carnal y erótica con la
palabra. Fueron cinco meses de proceso terapéutico solitario que culminó en una
expansión de la conciencia y en una recuperación de la capacidad verbal que había
perdido.
4.
Y ASÍ FUE COMO EMPECÉ A LLAMARME
LUCILA PALACIOS
Pensaban que moría. Pálida, con la fiebre en los ojos, soportaba los mandatos
maternos: no podía jugar, no podía saltar, no podía correr, no podía hacer nada.
Nada como no fuera pasar los días en la oscura biblioteca de la casa, relata.
La infancia de Mercedes Carvajal de Arocha trascurrió así entre la vida
y la muerte y los vapores del Orinoco, la austeridad de Ciudad Bolívar y
las historias de río debajo de donde los hombres regresaban con oro y
la violencia en la mirada. Eso evoca ella que se recuerda una niña
enfermiza:
Cada dos años tenía una gravedad; me daba fiebre todos los días; después me daba
fiebre un día sí y un día no; después fiebre tres veces a la semana; una vez a la
semana; una vez al mes; unas fiebres horribles; temblaba, me veía los alrededores de
la boca morado, negro; me friccionaban la espalda con vinagre pero después, en vista
de que las fricciones me daban tanto horror a mí, el médico resolvió recetarme baños
de agua tibia que me aliviaran la temperatura.
De niña también oyó de orquídeas perdidas en la selva: orquídeas que
nadie ha visto, que nadie sabe cómo son, así es la selva: intrincada” Y supo de
cosas terribles, de cosas que no eran cuentos de mi papá. Esas no eran historias,
eso lo presencié yo.
ENTONCES, CUENTA
Resulta que Ciudad Bolívar era una ciudad donde acudían todos los rionegreros, los
que iban a Río Negro a buscar oro. Cuando llegaban, Ciudad Bolívar era un
fiestón porque venían cargados de oro, bolsitas llenas de morocotas. En una ocasión
dos de los rionegreros, René Espinoza y Policarpio Espejo, mi padrino, llegaron
antes que los otros. Entonces les preguntaron: “¿qué pasó, por qué se vinieron antes
de tiempo?” Y contaron. Contaron que Funes se había alzado contra el general
Pulido, que lo había matado, que había matado también a su esposo, que aquello
era una masacre. Toda Ciudad Bolívar se conmovió y no se hablaba sino de Funes y
del Territorio Amazonas que era como otro país.
Relata que eran siete hermanos, que los cuatro varones murieron
chiquitos; que su abuelo, Ramón Isidro Montes, era profesor y escritor:
Dejó un libro de versos y cartas que en esa época se estilaba mucho escribirlas. Era
un hombre muy conservador, se atenía a las normas. Sus hijas decían: papá dijo esto
y eso se hacía.
Habla de Ciudad Bolívar, donde siempre vivieron así, aislados del país:
Tan aislados que nos sentíamos más identificados con la cultura caribeña. Yo misma
nací en Trinidad, ahí nos quedamos hasta que se apaciguara el país que estaba en
plena Revolución Libertadora.
Después vinieron años terribles, testimonia: su padre, opositor del
régimen gomecista, se vio obligado a dejar la política para dedicarse a la
agricultura, una tarea de la que no sabía nada: De ahí le vino la enfermedad,
una cosa en la garganta que le fue tomando todo el cuerpo, ¿no ve que no se
cuidaba?; él no estaba acostumbrado a sembrar ni a nada de eso. Murió mi padre,
murieron María Cristina y Cecilia, papá Ramón y tía Luisita.
Después, mucho después, se casó: ¿Para qué escribes y guardas?, me preguntó
un día mi esposo. El que escribe es para que los conozcan los demás” me dijo.
Yo no sabía si era buena o mala escritora, pero fue así como decidí y así fue como
empecé a llamarme Lucila Palacios.
5.
FRANCISCO MASSIANI: LA BELLEZA
DEMORA EL TIEMPO
OÍR A TU CORAZÓN
El tipo de la mesa de al lado lo ve sin entender mucho; sabe que ese
hombre puntual y de mirada capaz de abrir un hueco en la pared, llega y
se sienta en la mesa del fondo, la que hace esquina resguardándose de
sabe Dios quién.
Hoy llegó furioso: ¡Coño!, no es bobería una caminata de Chacaíto hasta La
Florida; caminé más que una puta, vale, más que una puta, le dice al barman que a
esa hora tiene todo en orden.
Siempre caminó así: ¿Hay acaso otra manera de conocer las cosas? Yo me alimento
de mi corazón, no de mi cabeza. Oigo a mi corazón y oigo todo. La desconfianza te
distancia de la realidad. Nunca vas a conocer nada de la vida si no oyes a tu
corazón. Hay que entregarse a la vida; no importa que después le caigan a patadas a
uno. Si yo le tuviera desconfianza, temor a la realidad, fuera político y no escribiría
nada. Por eso me zambullo en ella para saber qué diablos pasa.
Así escribió Piedra de mar y todos los relatos de Las primeras hojas de la
noche, El llanero solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes, Con el
agua en la piel, Muñeca de madrugada, Sueños compartidos y El fútbol o la vida:
procurando saber qué diablos pasa y cuando lo sabe, escribe y piensa en
Dios.
A veces también toca el piano y compone canciones para muchachas
bonitas. Y dibuja, entonces se le va la tristeza.
El mesero se permite libertades y tutea al escritor como si tal cosa:
cigarrillos van y vienen. Una pareja, a tres, cuatro metros, discute.
Massiani ve la escena y se espanta: No me gusta lo que acabo de ver, dice y
lamenta la violencia de la escena.
BUENA GENTE
¡Palabra! Yo no conozco hombre más bueno que yo; me considero bueno porque
¡coño! Lo he sido. Soy el hombre más serio y consecuente que he conocido. Es bonito
que uno se vea así, buena gente.
Buena gente como Corcho, el adolescente de Piedra de Mar y de Cuando
las hojas de la noche esperan que todos duerman para crecer, el que se traga
la saliva cuando se le tranca la garganta después de ver al Pelón, con su
cabeza pelada de Llanero Solitario, llorando en el patio y todos esos
tipos gritando, ¿no?, todo porque Pelón se quedaba mirando desde el
arco, atravesado ahí, justo, para que no entraran goles.
LLEGAR AL HUESO
Cuando escribo pienso en mis padres, en los amores rotos que tengo en la vida que
son bastantes, ¡carajo!, llegar al fondo de las cosas con las palabras. De eso se trata y
eso cuesta mucho. Para escribir uno no solamente tiene que poner las palabras; eso no
tiene sentido. Hay que procurar la metáfora en el cuento. Hay que llegar al hueso y
por Dios que no es fácil. No basta con contar y agarrar la máquina de escribir. Eso
no sirve para nada. Un cuento debe ser como un poema, una gran metáfora, algo que
comienza y termina.
Vivió en París, en Barcelona, en Nueva York, en Macuto y en Caracas:
Cada una de esas ciudades me dejaron la imagen de una muchacha bellísima, todas
menos Caracas, pero yo amo este disparate de ciudad aunque me ponga rabioso todos
los días.
Es así: cada quien tiene un destino desde que nace, ¿no? Un destino para ser loco,
estúpido, mala gente; yo nací para esto del cuento. Siempre supe lo que tenía que ser
en la vida, mi padre también supo que yo escribiría; lo hacía desde muy chiquito,
escondido debajo de la cama; leía a Thomas Mann y Joseph Conrad, el único
maestro que reconozco. Y nunca publiqué mi primer cuento, no lo hice jamás por
tímido. ¿No te dije que era el hombre más tímido del mundo? A veces necesito
tomarme como 50 tragos para poder conversar con la gente, no solamente para
conversar con la gente sino con los gatos, las flores, con los perros, ¡por Dios Santo!,
¿cómo se hace?
Los asiduos del Royal le oyen esas cosas, que si hablar con gatos y
perros, hablar con flores, y esa frase, la belleza demora el tiempo y una
advertencia al tipo de al lado que lo veía como para buscarle pleito: Sepa
que yo fumo, por si acaso.
6.
JULIO GARMENDIA/ HILDA KEHRIG: VIDAS
CRUZADAS
I.
TRÁNSITO
En el tránsito de Casa o lobo a La quietud veo un camino muy largo, muchas
páginas escritas, errores, fracasos, alegrías. Veo la vida de una persona, la pérdida
de la inocencia y la aceptación, muy dolorosa, por cierto, muy difícil, de que hay un
término para todo, un límite. Veo, entre un libro y otro, a una persona que ha
perdido su juventud y con ello la inocencia pero que ha logrado articular algo para
bien o para mal. Cuando escribí Casa o lobo tenía 25 años. Ahora tengo 42 y
creo que al final el tiempo pesa. Veo también algo que me llama la atención y que
no sabría explicar sino señalar: antes podía, era capaz de intelectualizar mis
procesos, ahora no podría o me resultaría muy difícil. Ya no hay blancos y negros en
el discurso, respuestas tajantes y a mano. Me encuentro un poco perdida de esa falta
de respuesta, un poco abandonada, también, ahora que tengo tan poco tiempo para el
ocio, abandonada por la poesía o por eso que derivará luego en poesía.
II.
ESTADO DE GRACIA
Para escribir y también leer poesía hay que estar en estado de Gracia, ocioso, si no es
así la poesía se va, nada recibirás de ella, lo más sublime te parecerá banal y
estúpido y lo que es más tonto una maravilla. A lo más que he llegado, un lugar
donde me puedo sentir más o menos segura, una única certeza que a nadie le hace
daño, es que la poesía da testimonio de vida. De ella se puede despender lo que pensó
y sintió una persona en un espacio, en un tiempo. Pensar eso me da cierta
tranquilidad.
III
DEUDA DE GRATITUD
En mi deuda de gratitud con los poetas que he leído y que me han iluminado zonas
oscuras, que me han ayudado a entender ciertas cosas, que me han dado forma,
escritura, a mí me han sostenido las palabras. En esa relación amor-odio con las
palabras, de confianza y desconfianza, se ha estructurado una persona. La lectura de
poesía me ha formado en un sentido muy amplio. Se ha dicho, es un lugar común,
que el artista es una persona inacabada, una suerte de niño monstruo. Yo he
pensado, en relación a la poesía, que ésta les pertenece a los adolescentes, que
solamente los adolescentes pueden escribir y leer con pasión. Así leí Cumbres
borrascosas, la novela que mencionas, una novela de iniciación para mí porque
me encontré en ella con la explosión de los contrarios donde también me debatía:
blanco-negro, bueno-malo, cielo-infierno, y en medio de todos adolescentes torturados,
las grandes víctimas que eran Heathcliff y Catalina. Los adolescentes se confiesan,
buscan confidentes y en la confidencia de sus emociones buscan también su identidad.
Un poco ésa ha sido mi relación con la poesía, un poco ésa la relación que he perdido
y por la que he hecho un largo duelo. Pero pienso ahora, después que ha pasado el
tiempo, que más allá de esa relación cerrada, tan absorbente, tan torturada, existen
otras formas de acercamiento a la escritura.
IV
MIEDOS/DUELO
Los vampiros, los murciélagos -que no son lo mismo pero se parecen- han sido una
constante en todos mis libros desde Casa o lobo cuando aparecen poblando los
techos de la casa grande. No es algo artificial en mí, no es algo que he traído
solamente de la literatura, eran presencias familiares, cercanas, cotidianas. Los
caballos en Turmero amanecían con un collar de sangre en el pecho. Eso no lo leí, lo
vi con mis propios ojos y me impresionaba mucho aun cuando era muy natural que
sucediera.
La literatura me dio pie para tratar de entender mis miedos o nuestros miedos
familiares, el miedo a ser devorados, por ejemplo, una de las metáforas de los
vampiros literarios, miedo a ser parasitados por los otros o ser tú un parásito de los
otros. Pero en La quietud aparece un pequeño vampiro con dientes de leche,
alguien que tiene mucho miedo a quedarse solo con el silencio.
V
SUEÑOS
El psicoanálisis, siendo uno de mis grandes apegos y la lectura de los sueños una de
sus herramientas de trabajo, me ha ayudado a avanzar en ese proceso casi obligante
de autoindagación. Muchos de mis poemas son transcripciones de sueños. Yo llevo un
diario de vida que al final es un diario de sueños y que será, en mi deseo, un libro:
Crímenes y misterios donde los crímenes no son sueños sino pesadillas y los
misterios esas cosas un poco siniestras que suceden a diario.
VI
METÁFORAS
A mí me mueve el deseo y uno de mis mayores deseos es la escritura de una novela
hipotética que he llamado Los hornos, por darle un nombre. No me interesa en
este momento el tema de la publicación sino de la escritura. En todo caso, esa
novela hipotética siendo un calco de la realidad, se escribe también en el aire, sin
palabras, en las acciones. Al final, tú o yo, o quien sea, escribe su propia y única
novela a la que vamos añadiendo capítulos que debemos ir ordenando alrededor de
un eje central. Es difícil encontrar ese eje. Yo estoy muy atenta a eso.
El diario que te decía puede llamarse Diario de una novela. Lo que me fascina
de todo esto que te digo es poder descubrir en la cotidianidad, en nuestras acciones
banales, en los sueños, un sentido oculto, una metáfora que pueda darse un sentido a
la vida, si esto fuera posible, y si no sentido, al menos un orden, una estructura.
8.
HANNI OSSOTT: ESCRIBIR DESDE LA
ENFERMEDAD
Cuando Hanni Ossott tenía tres años y medio alguien dijo Muerte.
Fueron entonces los objetos, la nítida imagen de un vestido, la Casa
donde transcurrió su infancia en La Florida y el primer texto, la primera
confesión, cuando supo que eso que había escrito era poesía. Le dio
miedo esa excursión a su interior. Tenía ocho años.
Después fueron mudanzas y otras casas; fue largo también el viaje del
abuelo Ossott desde la antigua Alsacia hasta el puerto de La Guaira con
la guerra en los ojos. Friburgo, Estrasburgo, un mapa familiar, Berlín, la
ciudad materna, el helado perfil de sus casas, el paso del tren que no
conoció nunca porque ella, Hanni Ossott, intuía la dura belleza de
Berlín que prefirió reservar en esa memoria de Madre.
Buscó sus huellas, las de Madre, en Italia y allí las encontró. Las supo en
collares y en olorosas maderas; las vio en los gestos de algunas
personas. Su padre no se había equivocado. Madre era como la dibujó:
joven, con un rapto de melancolía. Es el retrato que la mira desde un
ángulo de su estudio: Y al fondo una ventana para quien mira solo.
PLEGARIAS Y PENUMBRAS
Primero fue su libro Espacios para decir lo mismo (1974) y luego
Formas en el sueño figuran infinitos (1976) Sin embargo, es con
Espacio en disolución cuando encuentra una voz poética propia:
Antes era fabricada, estudiada, influencia de mis lecciones y maestros de la Escuela
de Letras (Gustavo Díaz Solís, José Balza, María Fernanda Palacios). Al
principio creí en el experimentalismo hasta que me di cuenta del equívoco.
Supo así que era necesario escribir desde la enfermedad, una tesis que
plantea en el ensayo Imágenes, voces y visiones en el cual se extiende
sobre el origen del poema.
El poeta tiene que trabajar con la enfermedad al lado. Es una necesidad expresiva;
no escribir desde la enfermedad es hacerlo fría, calculadamente. Cuando se trabaja
desde la enfermedad, trabajas desde el dolor, desde la pasión.
Rilke le reveló claves que reconoce en sus notas a propósito de su
traducción de Elegías de Duino: Quedé deslumbrada ante la imagen del Ángel
en Rilke. Ese Ángel que concentra y reúne la totalidad, lo absoluto, palabras que ya
no existen en los diccionarios de filosofía moderna. Me asombró también la lucidez
del pensador que había en Rilke. A todo esto debo agregar mi pasión por el idioma
alemán. Ella pertenece a un pasado hace ya tiempo escindido, roto.
Desde ese deslumbramiento, la palabra Diele, pasillo (ese pasillo que se oye
crujir de noche en los pasillos de la infancia) fue la suya y la de sus hermanos.
Sus dedos tienen el color del alquitrán, el mismo color que, a veces,
impregna las hojas sueltas en las que escribe. Debe angustiarla el
temblor de su mano izquierda: la toma con la derecha y la mano
izquierda obedece. Ulises, su gato (negro como el demonio) el de sus
poemas, salta y se instala en el centro de la mesa. El gato se acomoda
ahora en las piernas de su ama. Los ojos del gato son amarillos. Los de
Hanni están rojos. Una cerveza, dice, para apagar la sed.
PÉRDIDAS
Hay mucho dolor en sus libros. El tío Willy que inventó una casa, una
genealogía, el tío Willy que dictó palabras, dibujó un jardín y soñó un
río. Conciencia de la pérdida que vierte en El reino donde la noche se abre,
editado por Mandorla, la exquisita editorial de Juan Liscano.
Cada uno de los poemas de ese libro expresa un estadio específico. Del
país de la pena lo abre un epígrafe de T.S. Eliot (te enseñaré el miedo en un
puñado de polvo) que le dio pie para sumergirse en los laberintos de sí
misma en un largo poema escrito en una noche de vigilia:
-Mi alma ha sido partida en dos.
La casa (siempre la Casa) ahora descrita con la manifiesta intención de
exorcizar fantasmas, recuerdos, para, finalmente, ser alivio:
La casa....
ese depósito de ángeles
todos yertos
todos ya yermos
y sin embargo cantantes
LA NOCHE
Hanni Ossott escribe en las noches: nunca más de dos poemas, precisa.
Escucha a María Callas, el Réquiem de Mozart. Escribe a mano, sin el
ruido, la perturbación, que le provoca la computadora. La escritura la
entiende lenta, reflexiva, agotadora. Cada jornada la deja exhausta.
Entonces lee a los que siempre leyó: Rilke, Joyce, Faulkner, Eliot,
Chedid, Ponge.
9.
SALVADOR GARMENDIA, UNA MANERA DE
ESCRIBIR
ÓRDENES AL CORAZÓN
En 1996 Elisa Maggi me habló de un conjunto de relatos que halló
entre los papeles de Miyó después de su muerte en 1991. Se trataba de
Ordenes al corazón, cuentos que me atravesaron haciéndome
escuchar una voz tensa y contenida, lacerante y desolada, expuesta,
diciéndose a solas, fractal, frente a sí misma sin huida posible. Así, con
Órdenes del corazón, coeditado con Memorias de Altagracia,
inauguré éste el sello editorial que vuelve a ella.
Hubo otro encuentro. Esta vez en Buenos Aires, un helado invierno del
año 2000. De regreso a Caracas, le dejaba a Claudia Schvartz, escritora y
amiga entrañable, una pequeña torre de libros de autores venezolanos y
“éste”, le dije al entregarle esa primera edición de Órdenes al corazón
con el pudor de quien evidencia el deseo de hacer común una pasión
porque ya, para entonces, Miyó Vestrini lo era para mí. Ocurrió, así, un
tercer encuentro, el de Schvartz y Vestrini, días de intensa lectura (“Leer
a Miyó Vestrini no es fácil: provoca sed”) que derivaron en el prólogo
que escribió Schvartz a la segunda edición de Órdenes al corazón y en
el ensayo El encierro del espejo que siguió a esa experiencia como
una segunda lectura necesaria.
Cuando me proponía editar El encierro del espejo por el aporte que
supone para la lectura de su obra y lo que lo que desentraña en esa
intrincada madeja tejida entre la poesía y su narrativa de Vestrini,
cuando Elisa Lerner me dejó en la Peluquería Ana de Los Palos
Grandes un delicado sobre, con una delicada nota, poemas inéditos de
Vestrini. Pensé entonces que sólo había que obedecer el curso que la
voz de Miyó Vestrini señala, a su tiempo. El encierro del espejo y 8
poemas inéditos, sigue esos dictados al reunirlos.
11.
MIYÓ VESTRINI Y SALVADOR GARMENDIA,
PASILLO DE POR MEDIO
La idea del libro fue germinando en Miyó muy lentamente. Las entrevistas
empezaron cuando vivíamos en Chuao, mucho antes de los años cuando
estuve en España y Miyó en Italia como agregados culturales de las
embajadas de Venezuela y se reanudaron ahora cuando, por coincidencia,
nos encontramos viviendo en el mismo edificio. Ella vivía frente a esa
puerta. Nosotros alquilamos aquí y Miyó ya vivía en Jardines de Sebucán.
Y con un cariño inmenso hacia todos ellos, con un gran afecto. Y luego la
imagen de la Venezuela sórdida de la época de Pérez Jiménez que luego se
abre a la democracia, el proceso de la revolución cubana y todo lo que
significó: el entusiasmo, el sueño de la revolución que se planteó para
nosotros en lo inmediato. Todo eso está allí. Eso le da al libro una
importancia mayor que una confesión sentimental porque es el país, la
miseria de un país, el momento de la transición.
La ternura en Miyó siempre estuvo ahí, como algo que tiene urgencia y
necesidad de brotar y no lo logra, no puede, hay una lápida encima que lo
impide pero está llena de ternura, de sentimiento amoroso.
Esa historia nunca la conocí y no pregunté mucho. Miyó estuvo casada con
un francés que murió hace poco. Tuvieron un hijo, Francois, que vive en
Francia. Miyó lo conoció cuando ya era un hombre y más nada. Lo vio y
ya está. Su hijo Ernesto es un muchacho maravilloso. El papá de Ernesto,
Pedro Llorens es un hombre admirable y quiso a Miyó siempre.
12.
ALEJANDRO ROSSI: LA ESCRITURA
DISTRAÍDA DE UN DISTRAÍDO ESCRITOR
Yo fui a México exactamente por seis meses y fíjate todo lo que me he quedado.
Estaba estudiando en los Estados Unidos y me fui quedando. Claro, he vivido
también largas temporadas fuera. También viví en Alemania, Inglaterra. Son
muchos países y horas de vuelo. En Calles y casas, es verdad, hay mucho de las
ciudades pero tiene una referencia muy específica a México y a un apartamento en el
que yo entonces vivía. No es, como se ha dicho por ahí, que yo “he elegido” México
para escribir como se elige un balneario bonito para pasar tres meses. México es tan
normal para mí, tan el sitio en que he estado, que sería absurdo, injusto decir eso.
Es un hábitat natural que yo en rigor no escojo sino que es la vida mía diaria,
cotidiana, donde no es que yo escriba ni mejor ni peor.
PEQUEÑOS GESTOS
La búsqueda en ese libro de pequeños detalles, como tú dices, de gestos, lugares,
quizá sea la nostalgia precisamente de este muchacho que muchas veces sale en el
libro que muchas veces no tuvo sitios permanentes y que se refugia en esos pequeños
gestos, en esos guiños cordiales e la vida, como en esas pequeñas bahías de
reconocimiento. Es posible que haya algo de eso. Son cosas difíciles de precisar pero
en todo caso es un rasgo claro en el libro.
ÉPICA DE LA COTIDIANIDAD
Siempre me ha llamado mucho la atención la desproporción que hay entre grandes
decisiones, que a lo mejor involucran cambios fundamentales en tu vida, ¿no? y las
causas mínimas y triviales (a veces totalmente, muchísimas veces, azarosas) que las
provocan. Todo eso hace que en el libro haya un subfondo de excavación de estas
pequeñas minas secretas que luego tienen tanto reflejo y explotan.
PRIMERA PERSONA
Se espantan mucho o manejan el “Yo” con pudor o se quieren ocultar tras él. Pienso
que esto ha cambiado mucho en la literatura hispanoamericana. Manual del
distraído es un libro escrito realmente casi en primera persona. Es autobiográfico
en un sentido amplio de la palabra pero yo siento que a medida que se iba
escribiendo, se iba como no sé...inventando otro “Yo” que no necesariamente era el
mío y que se iba constituyendo a veces como una voz narrativa o como una voz
organizadora del relato y de los hechos. Lo autobiográfico está muy cercano a
recuerdos y cosas vividas y algunas veces se asumen como tales; otras son las
situaciones que uno ha vivido, transformadas o no transformadas. Lo otro es ese otro
“yo”; un “Yo” que fue creciendo, que se fue formando él mismo a lo largo de esa
escritura. Hay pedazos de ese libro, digámoslo así, que son francamente como de otra
persona y eso me ha causado a mí situaciones chuscas, como de broma, porque la
gente lo toma como si fuera una cosa de Alejandro Rossi y no es así para nada.
Citan cosas que se refieren a ese “Yo” que es otro personaje como si fuese el “yo”
singular mío. A veces se han producido algunos equívocos no siempre felices.
RELATOS
Relatos es un relato cuyo sujeto es en cierto modo el relato que se quiere contar.
Hay, digamos, un metarrelato que hace del relato directo su sujeto y lo va corrigiendo
como si el relato directo fuera una voz autónoma, tratando de encontrar los motivos
por los cuales dice esto o dice lo otro, pero en rigor es el relato directo el que lleva la
historia. La otra es una voz comentada que pone al narrador en su sitio, lo descubre
en sus trampas, motivaciones. Es lo que hay en todo relato: todo relato está hecho de
lo que dice y de lo que no dice, sobre todo y de las reticencias y silencios y de las
miserables, a veces astucias, que tiene para darle vuelta a un hecho. Es un poco hacer
consciente al narrador de lo que quiere contar, de lo que no quiere contar, de la
forma en que quiere contarlo, por qué quiere contarlo, cómo lo cuenta.
PÁGINA PERFECTA
Página perfecta es un texto que trata de decir algo sobre Borges. Tú eliges o te
llama la atención aquello hacia lo que sientes afinidad, una cierta comunicación
secreta. Hay una anécdota que yo nunca he contado porque me da mucha pena
hacerlo pero te la voy a contar: Una vez, en Buenos Aires, estábamos comiendo José
Bianco (escritor argentino que fue durante años el que llevaba la revista “ Sur”, un
escritor de primer orden que afortunadamente, Venezuela, de alguna manera, dio
con él hace mucho tiempo y Monte Ávila fue de las primeras editoriales que
publicaron La pérdida del reino, una cosa notable que hay que registrar),
entonces, como te decía, un día estábamos almorzando (de esto hace ya.....debe haber
sido en el setenta y tantos, setenta y cuatro, setenta y cinco...) y estaba Borges
también y Danubio Torres Fierro. El caso es que estábamos con Danubio hablando
con Borges y esto y lo otro y de pronto Danubio –que es de estos hombres que yo creo
no tiene estos, yo creo, que adecuados pudores míos (¿o del mismo Bianco, no?)-, de
pronto él con una gran naturalidad, y yo diría desfachatez pero una desfachatez
amistosa hacia mí, le dijo a Borges: “Oiga Borges, fíjese que acá traigo un texto de
Rossi que a mí me gusta mucho. Se lo voy a leer”. Estábamos en plena comida…
Me parecía una imposición al pobre Borges, que Torres Fierro lo ponía en una
situación sin saber qué decir. Pero así fue: lo leyó completo, decía y comentaba cosas.
Pepe estaba en el fondo contento de que Borges lo oyera porque Pepe era una persona
muy bondadosa y bueno... nos quedamos azorados y yo creo que el más azorado era
Borges, y Danubio tranquilazo. Lo terminó de leer y siguió comiendo tan tranquilo.
Después, Borges, cuando nos levantamos de la mesa (luego hicimos un paseo bastante
célebre, tema de otra conversación) me hizo una serie de comentarios sobre el texto.
Me preguntas si alguna vez escribí sobre ese encuentro: nunca lo hice y temo que si
alguna vez lo proponga se me hayan ido muchas cosas graciosas, detallitos de la
conversación. Quizá lo haga y preserve la emoción que hubo en ese paseo en Buenos
Aires. Lo que si escribí sobre Borges fue la primera vez que lo vi hace muchísimos
años (en los cincuenta), también en Buenos Aires; que lo vi quiere decir que lo vi, no
que hablé con él ni que lo saludé ni que lo conocía; yo era un niño y fui a oírlo en
una conferencia y después me quedé viéndolo en la salida. Lo seguí una cuadra o dos.
Eso lo escribí en una cosa que no está recogida en libros que fue cuando murió
Borges.
LIBROS
Para desgracia mía, mis poquísimos libros se han hecho no en forma de libros. No es
que yo empecé a escribir un libro en la página uno y llegué a la doscientos y lo cerré
sino que mis libros están compuestos por mil piezas diferentes que de pronto por un
acto de voluntad arbitraria lo reuní como libros. Mis libros más bien los hace el
tipógrafo, el editor que yo mismo. Yo apenas soy el redactor de sus piezas
individuales.
EL CIELO DE SOTERO
Con El cielo de Sotero me pasa algo muy raro y es que no sé si está bien armado.
Es una sensación que tengo desde que se editó. Siento que ahí están cosas que no
deberían estar ahí sino en otra parte. Con Manual he tenido la tentación de
ampliarlo. Hay muchas cosas que he escrito posteriormente que podrían estar allí.
Me gustaría. Me gusta la idea. Pero no sé... me pareció también que el libro había
que dejarlo como estaba.
13.
ELISA LERNER: LA FELICIDAD DE LA
INFANCIA
¿Tengo que contestar a todo eso, nosotros que sólo hemos sido una pequeña
familia de muy privado talante? Mi padre llegó a Venezuela en 1929, no
muy alto, pero joven y apuesto como un actor judío de una película
americana de los tiempos de la depresión. Venía de la Besaravia, donde sus
tierras de Nova Solitza habían sufrido las consecuencias de la crisis
financiera de ese año y que influyó, como es sabido, en todos los rincones del
mundo. Devaluación, murmullo enigmático. Algo así como un secreto de
familia cuya rotunda significación migratoria sólo he comprendido muchos
años después. Luego de la guerra del 14, Besaravia fue transformada en
una provincia rumana. Mi padre siguió tarareando con fidelidad canciones
de cosaco porque su Besaravia natal había tenido el alma rusa. MI madre
nació en Chernowitz (“Pequeña Viena”), culta ciudad de Bucovina, donde
llegó a culminar el gimnasium (bachillerato alemán) y en 1931, algo a
regañadientes (le era duro, entre otras cosas, separarse de sus amados
progenitores) vino a Venezuela a reunirse con su esposo, mientras de la
mano traía a mi hermana, según las fotos europeas del momento, chiquita
de tres años y medio con mirada voluntariosa. Ellos primero se instalaron
en Valencia y cuando en su ataúd el general Gómez estaba a punto de
llevarse los restos del siglo XIX que quedaban en el país, nació esta
servidora.
- ¿De qué modo marcó ese origen tu escritura?
Supongo que influyó rica y dramáticamente en mí. Por una parte, la noción
vagarosa, y al mismo tiempo siempre presente, de unas lejanísimas
provincias europeas, y por la otra la disciplina nada complaciente del
judaísmo que regía, de igual manera, fiestas, sacrificios, y comidas. De todas
maneras, el rompecabezas familiar nunca estuvo resuelto del todo. ¿Por qué
mis abuelos, tíos y primos, desde Europa o desde donde sea, enviaban uno
que otro retrato, única urdimbre consoladora para unas cartas endebles
escritas en un idioma incomprensible? Un día, sería una niña de cinco o
seis años, comencé por recortar los personajes de la revista Para ti y sin que
en mi hubiera noción alguna de escritura, me distraje invocando diálogos
acaso algo caóticos para mis personajes de papel. No sabía entonces que, a
través de un juego infantil de la imaginación, había salido a la búsqueda de
la familia más variada y completa de la literatura.
-Tu obra abarca casi todos los géneros literarios (teatro, ensayo, crónica,
relato…) ¿Con cuál te sientes más cómoda?
Miedo siempre. ¿Me levantaré mañana? Yo me digo si ese miedo no será por haber
tenido cerca de la Nada. Siempre me pareció terrible la idea de morir de un golpe.
Pienso que uno debe tener conciencia de la muerte. Ya no me angustia tanto. Rilke
habla de la muerte, a la que uno tiene derecho, es decir ya las angustias están
colocadas en el mundo como están colocadas en el firmamento el orden de las
estrellas. Si no existiera la muerte, la vida sería espantosa. Se dice como Reverdy:
“Soy un oscuro sentimiento”. Se desea (es un largo poema) libre alguna vez de mi
tristeza/Libre de este sordo caracol.
ANIMAL DE COSTUMBRE
He publicado tan poco. He escrito tan poco. He tenido siempre ese conflicto. Tengo
muchos borradores. La poesía es una pregunta, de ahí ese limbo trágico que rodea a
los poetas. Trágico y a la vez de plenitud. Es curioso, no se puede hacer poesía si no
se tiene estímulo, si no se está en cierta armonía con las cosas, si no se tiene cierto
sentido religioso (en la concepción de religare), de unirse uno a las cosas, al entorno
que lo rodea a uno. “Mi desgracia, decía Ungaretti, es cuando estoy en armonía con
las cosas”.
Atiende sobre la escena, indicaciones de Ugo Ulive, para su
participación en La poesía en el centro. “Lee, Juan, lee”. Y Juan
Sánchez Peláez lee:
He sentido el paso del tiempo, el tiempo que todo lo deteriora, tiempo existencial.
17
RAFAEL CADENAS: ME HA COSTADO
MUCHO LLAMARME POETA
En cierto modo sí, porque es una poesía distinta a la anterior, es como más
directa; de pronto hay textos que recuerdan tanto a Memorial como
Amante. Lo autobiográfico sigue estando, pero en algunos poemas tienen
que ver con la infancia, aunque eso tampoco se siente mucho y, además, son
pocos. Hay una serie de poemas sobre poesía y otra, breve, relacionada con
el teatro (textos basados en escenificaciones) y, finalmente, una dedicada a
Rilke.
-Uno siente, releyendo sus libros, que la palabra y la poesía son el tema
que los unifica, una larguísima reflexión sobre la palabra.
Hay mucho de esos que tú dices. Pero también hay textos que no podrían
incluirse dentro de esa idea. En Gestiones hay unos 10 poemas sobre
poesía y sobre poetas como si los escribiera alguien que está fuera de la
poesía, que ve a los poetas de manera externa sin considerarse El poeta.
Uno de ellos dice: “admiro a los poetas”. Lo dice como un sentimiento.
Llamarse uno poeta es demasiado. A mí me pasa eso y no se entiende
cuando lo he dicho. Me ha costado mucho llamarme poeta, nunca lo he
hecho. Es algo que me produce desazón.
Pero en Memorial está Angts, un poema sobre ese estado de ánimo que
define esa palabra alemana tan exacta y precisa para expresarlo (No es
nada, nada/algo sin trascendencia, /nada/Una dificultad leve/en la
respiración. /Problema de angostura/parece. /Acaso no sabías/que la puerta es
estrecha?)
Sí, claro; por eso te digo: el libro apunta hacia otras posibilidades, pero
subsisten en ciertos textos eso que tú apuntas. Aunque haya cambios no
significa que de pronto uno no pueda volver a ciertos temas anteriores. La
vida no es lineal.
Derrota tiene que ver, principalmente, con una crisis personal. Lo que
sucede es que esa crisis personal coincide con una crisis colectiva, de ahí
la repercusión del poema. Es un poema limitado en el sentido que
pertenece a un momento, pero después uno cambia y ya ese poema no
lo refleja.
Claro, uno se preocupa porque piensa que no va a poder escribir. Eso está
presente en uno. No me llegan a producir angustia, pero sí preocupa un
poco. Por eso es mi relación con la literatura. De pronto escribo
anotaciones, una charla, un artículo. No tengo esa constancia, esa
continuidad del escritor.
Siempre se nos pregunta qué es la poesía, pero todas las definiciones que se
den –y hay muchas, son incompletas. No existe una que abarque todo lo
que es la poesía; de ahí la dificultad de definirla. No celebro ninguno de mis
libros. He dicho que de ellos prefiero Memorial y Amante.
ANOTACIONES
El ser humano tiene mucho de monstruoso; pienso en las cosas que me
preocupan. Comparto esto con Juan Nuño que ha escrito varias veces sobre
esto. Pienso que mientras el ser humano no vea eso, entonces el mundo
estará en peligro. Cuando terminó la Guerra Fría mucha gente pensó que
ya no iba a pasar más nada. Pero siguen ocurriendo cosas monstruosas,
hechos terribles en todas partes. En Venezuela, tenemos el problema de la
educación, un problema espantoso. Un país culto no puede ser subyugado
jamás.
1
Antonia Palacios (Venezuela, 1994-2001). Poeta y escritora venezolana
cuya vasta obra abarca novela, poesía y ensayo. En el año 1976 fue
galardonada con el Premio Nacional de Literatura, siendo la primera
mujer en obtener tal reconocimiento. En su obra destacan: Ana Isabel,
una niña decente (1949); Viaje al frailejón (1955), en colaboración con
Alfredo Boulton; Los insulares (1972); El largo día ya seguro (1975); Ese
oscuro animal del sueño (1991) y Hondo temblor de lo secreto (1993). Su
quehacer en el ámbito cultural fue protagónico. En el año 1977 llevó
adelante el taller de narrativa del Celarg y en 1978 fundó el célebre taller
literario, Hojas de Calicanto.
2
Ana Enriqueta Terán (Venezuela, 1918-2017). Poeta, escritora y
diplomática; formó parte de la denominada Generación del 18 y cuya
obra está centrada en la poesía, recibiendo en el año 1989 el Premio
Nacional de Literatura. Adicionalmente, ese mismo año fue reconocida
con un doctorado honoris causa de la Universidad de Carabobo. En su
obra resaltan, entre otros, los libros: Al norte de la sangre (1946), Verdor
secreto (1949), De bosque a bosque (1970), Libro de los oficios (1975), Música
con pie de salmo (1985), Casa de hablas (1991) y Piedra de habla (2014),
publicada en la Biblioteca Ayacucho tres años antes de su muerte.
3
Armando Rojas Guardia (Venezuela, 1949-2020). Escritor, ensayista y
poeta. Tuvo una participación relevante en el taller literario, Hojas de
Calicanto y formó parte del Grupo Tráfico, además de ser miembro de
número de la Academia de la Lengua de Venezuela. En su vasta obra
poética se cuentan: Del mismo amor ardiendo (1979), Yo que supe de la vieja
herida (1985), Poemas de Quebrada de la Virgen (1985), Hacia la noche viva
(1989), La nada vigilante (1994), El esplendor y la espera (2000), Patria y otros
poemas (2008) y Mapa del desalojo (2014). Asimismo, en ensayo destacan
los libros: El Dios de la intemperie (1985), El calidoscopio de Hermes (1989),
Diario merideño (1991), El principio de incertidumbre (1994), Crónica de la
memoria (1999), La otra locura (2017) y El deseo y el infinito (Diarios 2015-
2017).
4
Lucila Palacios, seudónimo de Mercedes Carvajal de Arocha
(Trinidad, 1902-Venezuela, 1994). Escritora, diplomática y política cuya
obra literaria se basa primordialmente en la narrativa y el teatro. Fue la
primera mujer que formó parte de la Academia Venezolana de la
Lengua. Obtuvo en el año 1943 el Premio Literario de la Asociación
Cultural Interamericana de Caracas y en 1944 el Premio Municipal de
Literatura Infantil. En su obra novelística destacan: Tres palabras y una
mujer (1944), Cubil (1958), La piedra en el vacío (1970), Reducto de soledad
(1975) y Látigo (1983). De igual modo, en teatro, resaltan: Orquídeas
azules (1942) y Juan se durmió en la torre (1956).
5
Francisco Massiani (Venezuela, 1944-2019). Escritor y dibujante cuya
obra está enfocada en la narrativa y la poesía. Fue ganador del Premio
Nacional de Cultura Venezuela, mención Literatura. Es autor de las
novelas: Piedra de mar (1968) y Los tres mandamientos de Misterdoc Fonegal
(1976). Reunió sus relatos en los libros: Las primeras hojas de la noche
(1970), El llanero solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes
(1975), Un regalo para Julia (1991), Con agua en la piel (1998) y Florencio y los
pajaritos de Angelina, su mujer (2006). En poesía publicó: Antología (2006),
Señor de la ternura (2007) y Corsarios (2011).
6
Julio Garmendia (Venezuela, 1898-1977). Escritor, periodista y
diplomático. Formó parte de la denominada Generación del 28. En el
año 1973 recibió el Premio Nacional de Literatura y en 1973 la medalla
Honor al Mérito. En su obra narrativa destacan: La tienda de muñecos
(1927), La Tuna de oro (1951), La hoja que no había caído en su otoño (1979) y
El médico de los muertos (1983). De igual modo, su trabajo crítico está
reunido en los volúmenes, Opiniones para después de la muerte (1984) y La
ventana encantada (1986).
7
Yolanda Pantin (Venezuela, 1954). Poeta y escritora. Entre otros
reconocimientos, recibió en el año 2004 la Beca Guggenheim, en 2017
el Premio Casa de América de Poesía Americana y en 2020 el Premio
García Lorca a su trayectoria literaria. Formó parte del taller Hojas de
Calicanto y del grupo Tráfico. En su obra poética resaltan: Casa o lobo
(1981), Correo del corazón (1985), El cielo de París (1989), Poemas del escritor
(1989), La canción fría (1989), Los bajos sentimientos (1993), La quietud
(1998), El hueso pélvico (2002), La épica del padre (2002), Poemas huérfanos
(2002), Bellas ficciones (2016) y Lo que hace el tiempo (2017). Asimismo, en
literatura infantil destacan: Ratón y Vampiro se conocen (1991), Ratón y
Vampiro en el castillo (1998) y Un caballo en la ciudad (2002). Junto a la
escritora Ana Teresa Torres publicó, El hilo de la voz, antología crítica de
escritoras venezolanas del siglo XX y Viaje al poscomunismo (2020).
8
Hanni Ossott (Venezuela, 1946-2002). Poeta y escritora cuya obra
literaria abarca poesía, ensayo, crítica y traducción. Se dedicó durante
más de dos décadas a la docencia en la Escuela de Letras en la
Universidad Central de Venezuela. En 1976 obtuvo Premio Nacional en
la II Bienal de Poesía Ramos Sucre y en 1988 el Premio CONAC Poesía
Francisco Lazo Martí. En su obra poética destacan: Espacios para decir lo
mismo (1974), Espacios en disolución (1976), Formas en el sueño figuran infinitos
(1976), Espacios de ausencia y de luz (1982), Hasta que llegue el día y huyan las
sombras (1983), Plegarias y penumbras (1986), El reino donde la noche se abre
(1987), Cielo, tu arco grande (1989), Casa de agua y de sombras (1992) y El
circo roto (1996). Autora de traducciones de D.H. Lawrence (Poesía),
Rainer María Rilke (Elegías de Duino) y Emily Dickinson (Poemas). Sus
reflexiones en torno a la poesía se leen en sus libros Imágenes, voces y
visiones. Ensayos sobre habla poética y Cómo leer la poesía.
9
Salvador Garmendia (Venezuela, 1928-2001). Escritor: narrativa,
crónica, humor y realización de guiones para radio y televisión son
cuatro de las vertientes abordadas por Garmendia. En 1973 recibió el
Premio Nacional de Literatura, en 1989 el Premio Juan Rulfo y en 1996
el galardón francés, Dos océanos. Escribió las novelas (SIC): El parque
(1946), Los pequeños seres (1959), Los habitantes (1961), Día de ceniza
(1964), La mala vida (1968), Los pies de barro (1973), Memorias de Altagracia
(1974) y El capitán Kid (1988). Asimismo, en su obra cuentística resaltan: Doble
fondo (1965), Difuntos, extraños y volátiles (1970), El brujo hípico y otros
relatos (1979), La casa del tiempo (1986) y Cuentos cómicos (1991).
10
Miyó Vestrini (Francia, 1938-Venezuela, 1991). Poeta, escritora y
periodista venezolana. En Caracas formó parte de los grupos: La
República del Este, El Techo de la Ballena y Sardio, al igual que del
grupo Apocalipsis en Maracaibo. Dirigió las páginas culturales del diario
El Nacional y fue columnista de El Diario de Caracas, La República y El
Universal. En poesía publicó: Las historias de Giovanna (1971), El invierno
próximo (1975), Pocas virtudes (1986), Todos los poemas (1994) y Es una buena
máquina (2014). En el género biográfico escribió: Más que la hija de un
presidente: Sonia Pérez (1979), Isaac Chocrón frente al espejo (1980) y Salvador
Garmendia, pasillo de por medio (1994). Sus relatos fueron reunidos en el
libro póstumo Órdenes al corazón (2001).
11
Alejandro Rossi (Italia, 1934-México, 2009). Escritor y filósofo cuya
obra literaria se centra en el ensayo. Entre otros reconocimientos,
recibió en 1960 y 1961 la beca de la Fundación Rockefeller, en 1985 la
Beca Guggenheim, en 2001 un doctorado honoris causa por la
Universidad Nacional Autónoma de México y en 2002 fue investido
comendador de número de la Orden de Isabel la católica por el
gobierno de España. En autor de los libros: Lenguaje y significado (1968),
Manual del distraído (1978), Sueños de Occam (1982), Ortega y Gasset como
coautor (1984), El Cielo de Sotero (1987), Diario de guerra (1994), La fábula
de las regiones (1998), Cartas credenciales (1999) y Edén. Vida imaginada
(2006).
12
Elisa Lerner (Venezuela, 1932). Escritora y diplomática. Su obra tiene
como ejes la narrativa, la dramaturgia y la crónica. En 1999 recibió el
Premio Nacional de Literatura. Ha publicado en narrativa: En el
entretanto (2000), Homenaje a la estrella (2002), De muerte lenta (2006) y La
señorita que amaba por teléfono (2016). En dramaturgia: En el vasto silencio de
Manhattan (1961) y Vida con mamá (1976). Sus crónicas han sido
reunidas en los libros: Carriel número cinco. (Un homenaje al costumbrismo)
(1983), Crónicas ginecológicas (1984), Carriel para la fiesta (1997) y Así que
pasen cien años (2016).
13
Adriano González León (Venezuela, 1931-2008). Escritor cuya obra
está centrada en la narrativa. Fue fundador del grupo Sardio y en 1968
obtuvo el premio Biblioteca Breve por su novela, País portátil (1968).
Formó parte de los grupos, El techo de la Ballena y La República del
Este. Además escribió la novela, Viejo (1994) y en su obra cuentística
destacan: Las hogueras más altas (1959), Asfalto-Infierno y otros relatos
demoníacos (1963), Hombre que daba sed (1967), Todos los cuentos más Uno
(1998) y Los Tres Espartanos Miedosos (1999). En poesía publicó: Damas
(1979) y Hueso de mis huesos (1997).
14
Alfredo Silva Estrada (Venezuela, 1933-2009). Poeta y traductor
venezolano. Por su trayectoria y obra fue galardonado en 1998 con el
Premio Nacional de Literatura de Venezuela y en 2001 con el Gran
Premio Internacional de Poesía de la Bienal de Lieja en Bélgica. En
poesía publicó: De la casa arraigada (1953), Cercos (1954), Del traspaso
(1962), Integraciones. De la unidad en fuga (1962), Literales (1963), Lo nunca
proyectado (1963), Transverbales I (1967), Acercamientos (1969), Transverbales
II (1972), Transverbales III (1972), Los moradores (1975), Los quintetos del
círculo (1978), Contra el espacio hostil (1979), Variaciones sobre reticularias
(1979), Dedicación y ofrendas (1986), De bichos exaltado (1989) y Al través
(2002). Sus reflexiones en torno a la poesía están reunidas en el libro
La palabra trasmutada - La poesía como existencia (1989). Dedicó
traducciones a Dupin, Verhesen, Reverdy, Chedid, Ponge y Goldel.
15
Juan Sánchez Peláez (Venezuela, 1922-2003). Poeta cuyo trabajo fue
galardonado en 1976 con el Premio Nacional de Literatura. Fue
agregado cultural de la Embajada de Venezuela en Colombia. Fue
colaborador de una multiplicidad de publicaciones, entre las que se
cuentan el Papel Literario de El Nacional, Tabla Redonda y Zona Franca.
Autor de los poemarios: Elena y los elementos (1951), Animal de costumbre
(1959), Filiación oscura (1966), Un día sea (1969), Rasgos comunes (1975), Por
cuál causa o nostalgia (1981) y Aire sobre el aire (1989).
16
Rafael Cadenas (Venezuela, 1930). Poeta y ensayista; recibió la Beca
Guggenheim en 1986 y su obra ha sido distinguida con el Premio
Arturo de Asturias de las letras en 1986, el Premio San Juan de la Cruz
en 1992, el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca en
2015 y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2018. Su
obra poética ha sido reunida en antologías e incluye los libros Cantos
iniciales (1946), siguieron: Una isla (1958), Los cuadernos del destierro (1960),
“Derrota” (1963), Falsas maniobras (1966), Intemperie (1977), Memorial
(1977), Amante (1983), Dichos (1992) y Gestiones (1992) y En torno a Basho
y otros asuntos (2016). En ensayo ha publicado, entre otros: Literatura y
vida (1972), Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística (1977) y En torno
al lenguaje (1984).
ACERCA DE LA AUTORA
https://www.eluniversal.com/entretenimiento/69251/blanca-elena-pantin-la-
poesia-esta-llamada-a-decir-lo-que-se-niega
Maritza Jiménez
La crisis venezolana ha
originado el mayor número de migrantes en nuestra historia. Muchos
son los que se han ido. Pero también los que se han quedado,
apartándose en exilio voluntario. Uno de ellos es Blanca Elena Pantin
(Caracas, 1957), quien, después de diez años, rompe el silencio con el
poemario Estructura/Venado en fuga, publicado por Dcir Ediciones, en el
que esta periodista, poeta y editora conjuga dos mundos de signo
contrario, para expresar el universo que la lastima y aquel en el que se
refugia.
Pero la segunda parte del libro está constituida por el mundo de los
afectos familiares, las memorias, las criaturas de la naturaleza, como
ese Venado en fuga, título procedente de una noticia del diario
brasileño O Globo, y que podríamos pensar deviene su metáfora de ese
animal cuyas imágenes no vacila en presentarnos al cierre, revelándose
como fotógrafa.
“Creo que los libros son en definitiva uno solo, una sucesión, uno da
paso a otro”, reflexiona en torno a la continuidad de su obra. “En
todos me reconozco y creo que eso es importante al momento de
escribir: reconocerse. Esa continuidad puede leerse en los últimos, por
ejemplo. Diario de guerra dio paso a Estructura/Venado en fuga. Mi querida
amiga y poeta Claudia Schvartz posteó estos días en las redes un poema
de Diario de guerra. Ya era guerra la guerra y así la vi desde los primeros
días, hace ya largos años. Lo bello dejaba al descubierto el horror. No sé
bien cómo explicarlo, no era ése el silencio, en todo caso, de la calma,
sino el silencio del espanto. En estos días de pandemia, distópicos,
reviso anotaciones y me sorprendo de lo anotado hace apenas nada,
eternidad. 'Protéjanse', anoté de un sueño, no como profecía sino como
mandato”.
De Turmero, el asombro
@weykapu
EDITORIAL ÍTACA C.A.
PERSÉFONE (Novela)
Perséfone era la personificación de la renovación de la tierra en primavera
OPUS (Una vez al año, publicaremos un libro para difundir temas religiosos
cristianos)
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