Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
en los estudios
de género
Volumen 1
Conceptos clave
en los estudios
de género
Volumen 1
Diseño de la colección:
Estudio Sagahón/Leonel Sagahón y Marcela Morales
Cuidado de la edición:
Cecilia Olivares Mansuy
Corrección de estilo y de pruebas:
Alberto Alazraki y Gabriel Soto
Imagen de portada:
Rosana Mesa Zamudio
Formación, interiores y forros:
Alina Barojas Beltrán
Primera edición
Junio de 2016
isbn: 978-607-02-7927-0
Esta edición y sus características son propiedad de la unam. Prohibida la reproducción total
o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.
9 Introducción
Hortensia Moreno y Eva Alcántara
15 Afectividad y emociones
Priscila Cedillo Hernández, Adriana García Andrade
y Olga Sabido Ramos
35 Ciencia y género
Fabrizzio Guerrero Mc Manus
51 Diferencia sexual
Karine Tinat
105 Feminicidio
Mariana Berlanga Gayón
139 Feminismos
Ana Lau Jaiven
155 Género
Marta Lamas
171 Globalización
Griselda Gutiérrez Castañeda
187 Homosexualidad
Rodrigo Laguarda
197 Interseccionalidad
Nattie Golubov
247 Pospornograf ía
Fabián Giménez Gatto
277 Representación
Adriana González Mateos
307 Trans
Alba Pons Rabasa y Eleonora Garosi
327 Transfeminismo(s)
Sayak Valencia
Hortensia Moreno
Eva Alcántara
del territorio como para quienes son expertas o expertos en algún sentido,
pero requieren una guía para abordar nuevos parajes. De esta manera, las
autoras y los autores que participan en este libro escribieron con la enco-
mienda de hacer un esfuerzo de síntesis sobre la temática de su especialidad.
Esto significa que el libro reúne verdaderos tesoros, pues quienes escriben
conocen a fondo la complejidad del territorio que recorren.
Es notable el esfuerzo de traducción y reflexión realizado por colabo-
radoras y colaboradores. Nos han entregado un conjunto muy rico de plan-
teamientos y discusiones, siempre desde un posicionamiento crítico en el
sentido definido por Foucault en “¿Qué es la crítica?”: “un proyecto que no
cesa de formarse, de prolongarse, de renacer en los confines de la filosof ía y
sus alrededores, contra ella, a sus expensas, en la dirección de una filosof ía
por venir, quizás en el lugar de toda filosof ía posible” (Foucault 1995: 5). El
pensador afirma que la actitud crítica se contrapone a la idea —originada en
Occidente alrededor de la pastoral cristiana— de que cada individuo debía ser
gobernado y dejarse dirigir hacia su salvación en una relación de obediencia.
De esta gubernamentalización —dice Foucault— no se puede disociar la
cuestión de cómo no ser gobernado; la actitud crítica implica entonces “una
especie de forma cultural general, a la vez actitud moral y política, manera
de pensar, etc., que yo llamaría simplemente el arte de no ser gobernado o
incluso el arte de no ser gobernado de esa forma y a ese precio. Por tanto
propondría, como primera definición de la crítica, esta caracterización ge-
neral: el arte de no ser de tal modo gobernado” (Foucault 1995: 7).
A partir de esta idea, más que textos llenos de citas y referencias a pie
de página, pedimos a quienes colaboraron en esta tarea que escribieran
ensayos. Elegimos este tipo de escritura porque invita a exponer de manera
libre, con estilo propio, algunas claves sobre el conocimiento acumulado
en torno a un tema. Cada texto traza una posible ruta de reflexión para
explorar el denso continente de los estudios de género. Con frecuencia, las
rutas de los textos se entrecruzan y muestran que el campo está conformado
por una red de términos y referentes. El libro propone mapas que invitan
a explorar un camino propio. Alentamos a quienes se acercan a este libro
a iniciar el trayecto por cualquiera de las entradas, para después explorar
los puentes que en él se sugieren o brincar a una nueva región, según pre-
fieran. Indicamos en letras negritas los términos que están presentes en el
conjunto, para orientar una primera aproximación. Pero el libro también se
12 HORTENSIA MORENO Y EVA ALCÁNTARA
Referencias
Evans, Mary y Carolyn H. Williams (comps.). 2013. Gender / The Key Concepts, Londres
y Nueva York, Routledge.
Foucault, Michel. 1995. “¿Qué es la crítica? [Crítica y Aufklärung]”, en Daimon, revista
de filosof ía, núm. 11, pp. 5-25.
Kuhn, Thomas S. 1971. La estructura de las revoluciones científicas, México, Fondo de
Cultura Económica.
Pilcher, Jane e Imelda Whelehan. 2004. Fifty Key Concepts in Gender Studies, Londres,
Sage.
Afectividad y emociones
Introducción
¿Qué significa sentir? ¿Es algo cultural o biológico? ¿Qué efectos tienen los
otros en lo que sentimos y viceversa? ¿Cómo puede estudiarse aquello que
sentimos? Estas son solo algunas de las preguntas que se inscriben dentro
del denominado giro emocional y afectivo en las ciencias sociales, que he-
mos presenciado en años recientes. Si bien el interés por las emociones ha
estado presente en otros momentos de la historia intelectual de Occidente,
la conformación de un campo específico de investigación a este respecto
comenzó hacia 1970, cuando se renovó el interés por el significado y las
implicaciones de las emociones desde la perspectiva de disciplinas como la
filosof ía, la psicología y la sociología. Este viraje se profundiza en la década
de 1990 bajo otras coordenadas analíticas y disciplinarias: los llamados
estudios sobre el affect,1 provenientes no solo de la filosof ía o la psicología,
sino también de los estudios culturales y las neurociencias.
En este recuento de procedencias disciplinarias, los estudios feministas y
de género merecen mención aparte, ya que, por un lado, este giro emocional
2 “Visible” en el sentido de Remi Lenoir, quien señala que los problemas sociales (en este caso,
de salud pública) cobran visibilidad gracias al trabajo de evocación y legitimación que distintos
actores llevan a cabo y que culmina con el reconocimiento público (estatal) de dichos problemas
(Lenoir 1993).
18 PRISCILA CEDILLO, ADRIANA GARCÍA Y OLGA SABIDO
investigan las emociones y los afectos, sino que subyacen a estas; entre
ellos están:
3 Otra socióloga que ha tratado el tema de las emociones recientemente, aunque desde otras
coordenadas, es Eva Illouz. Su propuesta no busca definir qué son las emociones en general,
sino qué papel desempeñan en la actualidad. Por ello, no la hemos incluido aquí. Sin embargo,
en varios de sus libros ha desarrollado la idea de que la psicología y el psicoanálisis se han con-
vertido en una parte estructural de las sociedades modernas, ya que al tematizar las emociones
y los intercambios emocionales han contribuido a que estos desempeñen un papel crucial en
lugares públicos como la empresa. Sin embargo, esto no ha significado una humanización del
capitalismo, sino una utilización y manipulación emocional para los propios fines del capital
(Illouz 2007).
4 Krystin Gorton (2007) también identifica como integrantes de este grupo a Lauren Berlant,
Anne Cvetkovich, Sianne Ngai, Elspeth Probyn, Denise Riley y Eve Kosofsky Sedgwick.
24 PRISCILA CEDILLO, ADRIANA GARCÍA Y OLGA SABIDO
de affect. Inclusive, parecería que estas dos ramas, que tienen intereses
tan similares, carecen de interconexiones. Dentro del propio campo de
las emociones esta dificultad parece tener raíces en la diferenciación
entre emociones básicas y secundarias que sostienen una gran cantidad
de estudiosos del tema. La diferenciación no es meramente conceptual,
sino que supone una posición ontológica. Si asumimos que compartimos
emociones como especie, más allá de las particularidades culturales, admi-
timos a un ser humano apegado a la necesidad de reproducción biológica.
Desde esta perspectiva, el ser humano y sus acciones (emociones) existen
y aparecen siempre como consecuencia de la necesidad de la especie. Si,
por el contrario, asumimos que las emociones son significaciones cultu-
rales, entonces el ser humano es más que un ente biológico y sus acciones
tienen un sentido que trasciende a la especie y a la mera reproducción.
De este modo, si se está en uno de los extremos, no es necesario buscar
explicaciones más allá de lo biológico; por el contrario, desde la perspec-
tiva cultural, lo biológico es simplemente reduccionista y por ende poco
útil para la explicación de la vida social.
En el caso del affect, algunos autores afirman que está en la raíz de la
emoción (Tomkin); de ser así, la diferencia es conceptual: se trata de dos
partes del mismo proceso. Quizá por eso entre los sociólogos de las emo-
ciones ha aparecido la teoría del affect control como parte de la tradición.
Por el contrario, para Massumi y todos los que se refieren al affect como
excedente de sentido (o fuera del sentido social), emociones y affect son
distintos. El affect es algo que existe como totalidad, pero solo se delimita
en sus efectos o en sus registros conscientes. El affect parece tener más
relación con los actuales desarrollos de la neurociencia, que muestran
cómo la capacidad de procesamiento consciente es infinitamente menor a
la información recibida sensorialmente (Wetherell 2012: 63).
Así, las definiciones globales iniciales marcan la pauta para la gene-
ración de tradiciones de investigación que se comunican poco entre sí:
otro problema es que hay una deriva disciplinar o de especialización que
impide establecer puentes. Por ejemplo, la sociología de las emociones es
un campo en sí mismo en el que encontramos tradiciones tan distintas
como la mencionada affect control theory, que se aplica al estudio de los
movimientos sociales y la manipulación política; la teoría del ritual, que se
aplica al estudio de grupos y organizaciones, así como de las emociones ahí
AFECTIVIDAD Y EMOCIONES 27
Como en muchos otros temas, son más visibles los trabajos sobre emo-
ciones y affect europeos y anglosajones; sin embargo, esto no quiere decir
que no existan trabajos al respecto en América Latina y México. De hecho,
30 PRISCILA CEDILLO, ADRIANA GARCÍA Y OLGA SABIDO
Referencias
Aguilar, Miguel Ángel y Paula Soto Villagrán (coords.). 2013. Cuerpos, espacios y
emociones. Aproximaciones desde las ciencias sociales, México, uam-i/Miguel
Ángel Porrúa.
Bericat, Eduardo. 2000. “La sociología de la emoción y la emoción en la sociología”, en
Papers, núm. 62, pp. 145-176.
Biess, F. y D. M. Gross (eds.). 2014. Science and Emotions after 1945. A Transatlantic
Perspective, Chicago, The University of Chicago Press.
32 PRISCILA CEDILLO, ADRIANA GARCÍA Y OLGA SABIDO
Blackman, Lisa y Couze Venn. 2010. “Affect”, en Body & Society, vol. 16, núm. 1, pp. 7-28.
Blackman, Lisa. 2012. “The Subject of Affect: Bodies, Process, Becoming”, en Immaterial
Bodies. Affect, Embodiment, Mediation, Londres, Sage, pp. 1-25.
Blanco, Darío. 2014. “El cuerpo y las afectividades en Colombia: entre el esteticismo y
el miedo”, en A. García Andrade y O. Sabido (coords.), Cuerpo y afectividad en la
sociedad contemporánea. Algunas rutas del amor y la experiencia sensible en las
ciencias sociales, México, uam-a, pp. 393-434.
Bourdieu, Pierre. 2005. La dominación masculina, Barcelona, Anagrama.
Butler, Judith. 2015. “Performatividad de género, precariedad y ciudadanía sexual”,
conferencia presentada en Mesas de diálogo. Subjetivación Sur-Norte, Biblioteca
Vasconcelos, Distrito Federal, 24 de marzo.
Collins, Randall. 2009. Cadenas rituales de interacción, Barcelona, Anthropos/uam-a.
Damasio, Antonio. 2005. Descartes’ Error, Nueva York, Penguin Books.
Dogan, Matei y Robert Pahre. 1993. Las nuevas ciencias sociales. La marginalidad
creadora, México, Grijalbo.
Elias, Norbert. 1998. “Sobre los seres humanos y sus emociones: un ensayo sociológico
procesual”, en N. Elias, La civilización de los padres y otros ensayos, Bogotá,
Norma, pp. 293-329
____________. 1999. Sociología fundamental, Barcelona, Gedisa.
Enríquez Rosas, Rocío y Oliva López (coords.). 2014. Las emociones como dispositivos
para la comprensión del mundo social, Guadalajara, iteso/fes Iztacala-unam.
García Andrade, Adriana y Olga Sabido Ramos (coords.). 2014. Cuerpo y afectividad
en la sociedad contemporánea. Algunas rutas del amor y la experiencia sensible
en las ciencias sociales, México, uam-a.
Gorton, Kristyn. 2007. “Affecting Feminism: Questions of Feeling in Feminist Theory”, en
Feminist Theory, vol. 8, núm. 3, pp. 333-348.
Gould, Deborah. 2012. “When Your Data Make You Cry: Feelings in Research”, ponencia
presentada en la sesión Methods for the Sociological Analysis of Affect and
Emotion del Segundo Forum isa, Buenos Aires, 4 de agosto.
Hochschild, Arlie. 2008. La mercantilización de la vida íntima. Apuntes de la casa y el
trabajo, Buenos Aires, Katz.
Illouz, E. 2007. Cold Intimacies. The Making of Emotional Capitalism, Cambridge, Polity
Press.
Jasper, James. 2013. “Las emociones y los movimientos sociales: veinte años de teoría
e investigación”, en Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y
Sociedad, vol. 4, núm. 10, pp. 48-68.
Jimeno, Miriam. 2004. Crimen pasional. Contribución a una antropología de las
emociones, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia.
Lenoir, Rémi. 1993. “Objeto sociológico y problema social”, en P. Champagne et al.,
Iniciación a la práctica sociológica, México, Siglo xxi Editores, pp. 57-102.
AFECTIVIDAD Y EMOCIONES 33
mundo, de tal suerte que lo que aquí se plasma queda fuera de toda duda
razonable, ya que “así es el mundo”. En el caso particular de las ciencias
biopsicosociales, este nivel es crítico, ya que nosotros mismos figuramos
en él como objetos/sujetos de investigación; lo que allí se dice de nosotros
puede, por tanto, interpretarse como una verdad indiscutible que, paradó-
jicamente, puede terminar por naturalizar diversos procesos sociales que
han conducido a la inequidad y quedan, de este modo, invisibilizados (a
este proceso se le ha denominado “the looping effect of human kinds” o “el
efecto bucle de las clases humanas” [Hacking 2001]).
Segundo, habría de igual modo un nivel institucional en el cual
lidiamos con universidades, revistas, sociedades científicas, etc.; en el
que elementos como la proporción de profesoras versus profesores son
puntos nodales de análisis, al igual que el número de posiciones de alto
rango que de hecho son ocupadas por mujeres —este problema se deno-
mina coloquialmente glass ceiling o “techo de cristal”, pues implica que
dicho límite es invisible y, sin embargo, representa un punto tras el cual
los varones ocupan el grueso de las posiciones. En este nivel es donde nos
interesa indagar si hay políticas institucionales dedicadas a atender las
necesidades específicas de algún sector (Etzkowitz et al. 2008).
A modo de ejemplo, esto último es particularmente importante porque
mucha de la inequidad que se encuentra tanto en la ciencia como en la so-
ciedad en general obedece a la confluencia cuasi paradójica de situaciones
en las cuales el trato no diferenciado entre hombres y mujeres conduce
a la discriminación. Esto es particularmente claro en lo que respecta a la
decisión de tener hijos y los costos asimétricos que ello tiene para hombres
y mujeres. Desafortunadamente, estos procesos suelen verse exacerbados
por el trato diferenciado en otros ámbitos. Por ello Etzkowitz et al. (2008)
consideran que, si bien la elección de tener hijos afecta la productividad de
forma diferenciada —dado que, en el caso de los varones, dicho efecto suele
ser mínimo—, este factor no logra explicar cabalmente la disparidad en las
contrataciones entre hombres y mujeres. Ello se debe, sostienen, a que los
factores son múltiples y obedecen tanto a procesos de trato diferenciado en
los que no debería haberlo como a procesos de trato no diferenciado donde
sí debería haberlo.
Finalmente, habría un tercer nivel que estaría conectando a las insti-
tuciones de la ciencia con los contenidos de sus teorías (ejemplo más cla-
38 FABRIZZIO GUERRERO MC MANUS
ramente ilustrado por el segundo caso referido). Este sería el nivel propio
de los mecanismos de evaluación y validación de los productos generados
por los profesionales de la ciencia.1 Este último nivel es estratégico, ya que es
ahí donde se seleccionan los contenidos que habrán de figurar en el primero
y es, por ende, el nivel en el cual la invisibilización de los sesgos institucio-
nales se traduce en mecanismos de evaluación sesgados que son incapaces
de eliminar de forma eficaz los contenidos sesgados. Y en la medida en que
dichos contenidos se usan para formar nuevas generaciones de profesio-
nales, su efecto se amplifica al presentar como un hecho bruto del mundo
un contenido que, dentro de un esquema de evaluación más robusto, no se
habría admitido como válido. Evidentemente este ciclo de retroalimentación
termina justamente por generar y propagar contenidos que fungen como
ideologías misóginas, sexistas o intolerantes ante la diversidad sexo-genérica.
Los efectos, como cabría esperarse, suelen traducirse en la naturalización
de un prejuicio que termina por fortalecer los sesgos institucionales, ya sea
al fomentar la entrada de aquellos favorecidos por el sesgo o al desmotivar
la entrada de aquellas o aquellos no favorecidos.
Todo lo anterior no niega, desde luego, que haya elementos de fondo
que no son propios de las ciencias sino del conjunto de las instituciones
y prácticas sociales dentro de las cuales se inserta, y que sin duda siguen
desempeñando un papel en nuestro análisis. Por ejemplo, las interseccio-
nes entre raza, etnicidad, lenguaje, clase social o capacidad f ísica no son
específicos a estos tres niveles; sin embargo, pueden hacerse presentes
de tal forma que una alta posición de clase, así como la pertenencia a un
grupo étnico, racial o lingüístico favorecido por encima de otros, puede
traducirse en que los mecanismos de exclusión se vean reforzados o mi-
tigados en función del resto de identidades, roles o posiciones sociales
que también se ocupan.
1 Trabajando desde una perspectiva feminista informada por herramientas de la filosof ía analítica,
Jennifer Saul (2013) ha desarrollado una poderosa crítica acerca de los efectos generados por
los sesgos implícitos. Su argumento consiste en señalar que dichos sesgos engendran un escep-
ticismo global que pone en tela de juicio nuestra responsabilidad como agentes epistémicos y
cuyo alcance no admite soluciones individualistas. La fuerza de su argumento radica en que, a
diferencia de los escepticismos globales más tradicionales, este escepticismo no puede ser ig-
norado en nuestra práctica cotidiana, ya que sus efectos rebasan la esfera de la epistemología al
generar diferentes formas de injusticia —incluida la injusticia testimonial—, pero que, en todo
caso, afectan la calidad de vida de otros seres humanos.
CIENCIA Y GÉNERO 39
Epistemologías feministas
2 Longino (2002) ofrece una descripción algo más extensa de estas posiciones y señala a algunas
de sus principales expositoras.
CIENCIA Y GÉNERO 41
versas formas en las cuales se pueden ocupar ambas posiciones. Por si fuera
poco, Haraway articula una de las defensas más agudas de la importancia
del feminismo, en general, y de la epistemología feminista, en particular,
ya que señala que, en el momento en que se cobra conciencia de la propia
posición de enunciación desde la cual se articula un saber o un discurso,
se abre, por tanto, la posibilidad de una profunda reflexión acerca de las
limitaciones de la propia perspectiva y de los posibles aportes de otras
perspectivas, ya sean posiciones que están presentes pero no habían sido
incluidas, o bien posiciones que se encuentran absolutamente ausentes de
la situación sobre la cual se reflexiona.
Al señalar que el conocimiento no se produce de forma descorporizada
sino bajo cierta posición de enunciación, Haraway hace ver que el feminismo
y las epistemologías situadas conducen justamente a un cuestionamiento
radical de las formas que gobiernan las dinámicas de inclusión y exclusión
de la sociedad y sus instituciones. La ciencia es un caso particularmente
central de estas últimas.
Ahora bien, a pesar de que Haraway adopta una posición abiertamente
crítica, su proyecto parece centrarse en cuestionar la pretensión de que la
objetividad de la ciencia emana de la cancelación de la posición de sujeto
desde la cual se enuncia. En este sentido, Haraway parece señalar que la
objetividad se construye justamente al incorporar perspectivas diferentes
que nos hacen a todos conscientes de nuestra propia condición en cuanto
sujetos situados. Asimismo, al menos para el caso de la primatología y las
ciencias de la conducta, Haraway (1989) ha establecido la importancia que
tiene la incorporación de nuevas perspectivas para evitar que las consecuen-
cias interpretativas asociadas con una perspectiva sesgada terminen por
considerarse como hechos brutos del mundo sobre los cuales se construye,
de forma posterior, una lectura acerca de la propia naturaleza humana.
Esta suerte de dialéctica entre el Sujeto que mira y el Objeto mirado
suele desencadenar la atribución de propiedades a dicho objeto, las cuales
son el resultado de los sesgos interpretativos del observador. Sin embargo,
una vez atribuidas, terminan por dotar al objeto con una suerte de agencia
en la cual —y recordemos que Haraway analiza sobre todo la primatología
y a sus sujetos de estudio: monos y primates— se presentan como una ma-
nifestación auténtica de una naturaleza precultural y ajena a lo humano.
Empero, dada la relación de filiación entre los seres humanos y los primates,
42 FABRIZZIO GUERRERO MC MANUS
esta naturaleza termina por postularse como algo que también está presen-
te en nosotros y de una forma por demás particular: por la vía de nuestra
propia pertenencia a la naturaleza. Así, este proceso sería característico de
la forma en la cual operan los sesgos de género o raza y que suelen verse
naturalizados por las ciencias biopsicosociales.
Reconocer esta dialéctica resultará por tanto fundamental para una
crítica feminista de los contenidos de nuestras teorías. De acuerdo con
Haraway, la mejor forma de abordar este riesgo es justamente reconocer
que la objetividad es intersubjetividad y que esta se forja en el encuen-
tro entre miradas siempre parciales pero fluidas, por esto último capaces
también de trascender sus propios chovinismos epistemológicos.
Sea como fuere, las epistemologías situadas no son las únicas episte-
mologías feministas. Un ejemplo notable de una epistemología feminista
que rebasa este ámbito es el proyecto desarrollado por la filósofa Helen
Longino, que puede caracterizarse como una epistemología social de cor-
te feminista que, si bien se centra en el individuo, lo concibe ya como so-
cializado e inmerso en redes de valores, instituciones y prácticas que tanto
guían y encauzan como acotan y limitan su agencia.
A diferencia de Haraway, Longino atiende a los tres elementos que
distinguíamos en la introducción de este texto, ya que su análisis incorpo-
ra una reflexión tanto de los contenidos de la ciencia como de las institu-
ciones que la generan y los procesos de evaluación que median entre estos
dos elementos. En su opinión, una perspectiva feminista requiere prestar
atención a estos tres niveles para asegurar así una noción de objetividad
que, si bien no puede fungir como garante de que hemos accedido a una
verdad eterna, sí puede garantizar que estamos ante contenidos que resul-
tan de un proceso confiable —aunque inacabable— en el cual los sesgos
son sistemáticamente combatidos.
Para ello, Longino señala la necesidad de construir mecanismos de
evaluación que obedezcan a las siguientes cuatro normas:
4. Debe existir una paridad intelectual atemperada; por esto debe en-
tenderse que, si bien solemos darle cierto peso a la trayectoria de
aquellos expertos con más experiencia, ello nunca debe desembocar
en una confianza irrestricta en la cual el prestigio se vuelva el único
mecanismo de confianza.
vi. Difusión del poder. Finalmente, la virtud anterior podría dar lugar a
formas de colonialismo francamente indeseables si no existiera esta última
virtud, que justamente tiene como objetivo enfatizar la importancia de
distribuir el poder, entendido no solo como conocimiento, sino como la
capacidad de intervenir exitosamente en nuestro mundo social y natural.3
3 El tema del poder no es menor, precisamente porque la ciencia y la tecnología inciden en la calidad
de vida de los seres humanos de múltiples formas y a niveles tanto materiales como simbólicos.
Por ello los estudios recientes sobre la ciencia han problematizado las injusticias asociadas a las
dinámicas de exclusión encontradas en dichas prácticas cognitivas, al señalar que no solo se afecta
la capacidad de acceder a los productos y contenidos de la ciencia sino que, asimismo, se imposi-
bilita la discusión de las axiologías que deben guiarlas —reduciendo, por ejemplo, estos debates
a problemas técnicos ajenos a la esfera de la democracia. Hoy en día se busca, por ello mismo,
fomentar una justicia conmutativa, distributiva, retributiva y contributiva como eje rector de
las prácticas científico-tecnológicas; sobre el tema, véase Guerrero Mc Manus (en prensa).
CIENCIA Y GÉNERO 45
Conclusión
Si bien los ejemplos con los cuales comencé este texto se basan en problemas
que afectan a las mujeres científicas, las relaciones entre género y ciencia
no deben circunscribirse a esto. Una mirada feminista debe, en este sentido,
seguir las contribuciones de las epistemologías situadas que han articulado
pensadoras como Donna Haraway, y apostar por un análisis radicalmente
46 FABRIZZIO GUERRERO MC MANUS
Referencias
Bernstein, Rachel. 2015. “PLOS ONE ousts reviewer, editor after sexist peer-review
storm”, en Science (daily news), 1 de mayo. Disponible en <http://news.
sciencemag.org/scientific-community/2015/04/sexist-peer-review-elicits-furious-
twitter-response> (consultado el 7 de junio de 2015).
Etzkowitz, Henry, Stefan Fuchs, Namrata Gupta, Carol Kemelgor y Mariana Ranga.
2008. “The Coming Gender Revolution in Science”, en Edward Hackett, Olga
Amsterdamska, Michael Lynch y Judy Wajcman (comps.), The Handbook of
Science and Technology Studies, Cambridge, MIT Press, pp. 403-427.
Foucault, Michel. 1978. La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa.
Garry, Ann. 2012. “Analytic Feminism”, en Stanford Encyclopedia of Philosophy, Stanford
University. Disponible en <http://plato.stanford.edu/entries/femapproach-
analytic/#Rel> (consultado el 7 de junio de 2015).
Goldenberg, Suzanne. 2005. “Why Women are Poor at Science, by Harvard President”,
en The Guardian, 18 de enero. Disponible en <http://www.theguardian.com/
science/2005/jan/18/educationsgendergap.genderissues> (consultado el 7 de
junio de 2015).
CIENCIA Y GÉNERO 49
Guerrero Mc Manus, Fabrizzio. 2016. “Los géneros del saber. Feminismo analítico,
filosof ía de la ciencia y conocimiento científico”, en Interdisciplina (revista del
ceiich), núm. 8, enero-abril.
Hacking, Ian. 2001. “Degeneracy, Criminal Behavior, and Looping”, en D. Wasserman
y R. Wachbroit, Genetics and Criminal Behavior, Cambridge, Cambridge
University Press, pp. 141-168.
Haraway, Donna. 1989. Primate Visions: Gender, Race, and Nature in the World of
Modern Science, Nueva York, Routledge, Chapman and Hall.
______________. 1999 [1988]. “Situated Knowledges: The Science Question in Feminist
and the Privilege of Partial Perspective”, en M. Biagioli (comp.), The Science
Studies Reader, Nueva York, Routledge, pp. 172-188.
Harding, Sandra. 1986. The Science Question in Feminism, Ithaca, Cornell University
Press.
Longino E., Helen. 2002. The Fate of Knowledge, Princeton, Princeton University Press.
Saul, Jennifer. 2013. “Scepticism and Implicit Bias”, en Disputatio, vol. 37, pp. 243-263.
Diferencia sexual
Karine Tinat
En una entrevista con Judith Butler en 1994, Gayle Rubin afirma que utiliza la
expresión diferencia sexual como sinónimo de diferentes prácticas sexuales.
Butler se asombra. Para ella, el marco conceptual de la diferencia sexual
remite a cierto uso del psicoanálisis, a una especie de posición simbólica
de lo masculino y lo femenino. Rubin insistió, recordando el surgimiento
de la cuestión de la diferencia sexual en pleno feminismo de la década de
1970; según ella, esta terminología designa lo que en otra parte se denominó
posteriormente “perversión, desviación sexual, variación sexual o diversidad
sexual” (Berger 2015). En este intercambio entre las dos teóricas, resalta el
carácter nebuloso e inestable de la expresión diferencia sexual, que siempre
genera vivas discusiones. Aquí quisiéramos restituir algunos elementos de
la historia y de la evolución del concepto: primero, contrastándolo con la
expresión diferencia de los sexos con la que muchas veces se ha confundido;
segundo, sumergiéndonos en el contexto del feminismo de la segunda ola y
la emergencia del concepto de género, y tercero, restituyendo algunas de las
ideas rectoras del famoso ensayo “¿El fin de la diferencia sexual?” de Butler.
los seres humanos tienen pene, el niño teme la castración de parte del padre, se
aleja de su madre y sustituye el afecto hacia ella por una mayor identificación
con el padre; por su parte, la niña no se siente amenazada por la castración,
pero sabe, y ha visto, que los niños tienen pene y quiere tenerlo. La envidia
del pene es, para Freud, el motor de la evolución hacia la feminidad. Nu-
merosas psicoanalistas —Karen Horney, Hélène Deutsch y Melanie Klein,
entre otras— criticaron esta visión, defendieron la idea de una feminidad
no reductible a la privación del miembro viril y lucharon por no definir la
sexualidad femenina en función de la sexualidad masculina. Heredero de
Freud, Lacan también cuestionó la exclusividad y la centralidad fálicas.
Este paso de la diferencia de los sexos a la diferencia sexual ha sido
objeto de interpretaciones, entre las cuales sobresale el modelo del sexo
único de Laqueur (1994). El historiador demuestra que, desde la Antigüedad
hasta el siglo xviii, a nivel anatómico, las diferencias entre hombre y mujer
no son importantes, ya que los órganos sexuales de la mujer aparecen de
manera invertida dentro del cuerpo, mientras que los del hombre están en
el exterior. En este modelo de sexo único, la mujer, macho menor, no existe
como categoría ontológicamente distinta del hombre. Ahora bien, esta
representación de lo biológico cambia en el siglo xviii cuando surge otro
modelo: el de la diferencia sexual. Los ovarios dejan de ser el equivalente
de testículos interiorizados y la vagina ya no es un pene invertido que sirve
como receptáculo de este. La menstruación se convierte en lo propio de la
mujer y la aleja de las actividades públicas. La diferencia sexual no es algo
dado, sino que es el imperativo de la cultura, o más bien de las relaciones
políticas hombre-mujer que dictan su funcionamiento.
Cabe aportar dos precisiones en esta conversión del modelo de sexo
único al de la diferencia sexual. Primero, los dos modelos no se han su-
cedido en orden lineal: el modelo de sexo único siguió suscitando repre-
sentaciones y reflexiones. La teoría freudiana de la sexualidad femenina,
que se define en función de la envidia del pene, no es más que una versión
moderna del modelo antiguo del sexo único, concluye Laqueur (1994).
Segundo —esta vez siguiendo a Preciado (2008)— es ineludible vincular
la aparición de la diferencia sexual con la sexopolítica disciplinaria del
siglo xix, es decir, la imposición de las técnicas de normalización de las
identidades sexuales. Inventadas en 1868, estas identidades se convierten
por primera vez en objeto de vigilancia y represión judicial; a la vez que se
54 KARINE TINAT
Referencias
varones, y las que carecen de prestigio y son consideradas inferiores son las
que se asocian con lo femenino y las mujeres. La antropología feminista y su
amplísimo trabajo etnográfico, realizado a lo largo de varias décadas, han
mostrado cómo opera esta lógica de género jerarquizada y desigual en el
reparto y asignación de labores, en una amplia gama de grupos humanos,
con distintos modos de producción, en diversas regiones del mundo y épocas
históricas. Las investigaciones al respecto son numerosas, pero habría que
apuntar el trabajo pionero realizado por la estadounidense Margaret Mead
en comunidades ágrafas de Papúa Nueva Guinea en las décadas de 1920 y
1930, vertido, entre otros, en el libro Sexo y temperamento (1935). Uno de
los principales aportes de las investigaciones de Mead es que muestran la
amplia variación de tareas, roles y prácticas que es posible encontrar entre
mujeres y hombres en diversos grupos humanos. Mead vio el contraste
entre las actividades que se consideraban “naturales” en la sociedad de la
que ella provenía (los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo
xx) y las que se realizaban en las comunidades en las que estuvo, pero
también entre aquellas comunidades donde los trabajos, tareas, prácticas
y marcadores relacionados con el género presentaban muchas variaciones:
1 Un buen análisis de este sesgo de género en el pensamiento de Adam Smith y la economía clásica
se puede encontrar en Mayordomo 2000.
DIVISIÓN SEXUAL DEL TRABAJO 67
Como podemos ver, Durkheim también asocia la división del trabajo entre
mujeres y hombres a lo sexual, que para esta época ya tiene una connotación
claramente biologicista, como si las mujeres tuvieran en exclusiva funcio-
nes afectivas debido a sus supuestas naturaleza y esencia femeninas. Muy
lejos quedaba la posibilidad de que este autor realizara una lectura crítica
de dos hechos que él constató en sus investigaciones y en el contexto en
que vivió: uno, que las mujeres participaban en sociedades premodernas
en actividades como la guerra y la política (en sus palabras), y dos, que
de formas diversas lo seguían haciendo en su época. Durante el siglo xix
hubo, entre otros, dos grandes movimientos sociales en los que participa-
ron y se organizaron miles de mujeres, tanto en Europa como en los países
anglosajones: el sufragismo y el feminismo socialista, desde los cuales las
mujeres tomaron el espacio público a través de diversas formas de lucha
política por sus derechos.2
Desde la economía política marxista, El origen de la familia, la pro-
piedad privada y el Estado (1884), de Friedrich Engels, ha sido una referencia
de gran importancia sobre la noción de división sexual del trabajo y ha tenido
gran influencia en el tratamiento del problema desde el pensamiento feminista.
Se debe señalar que el feminismo socialista en general, tanto en su versión
clásica como en la marxista, realizó una aguda crítica del matrimonio
(burgués) y de la subordinación en que se encuentran dentro de este las
mujeres, y lo consideró una institución perniciosa que debía desaparecer
—junto con la burguesía y el orden capitalista— para crear una nueva so-
ciedad sobre nuevos cimientos. En un intento por mantener esta crítica,
una de las principales preocupaciones de Engels en este texto es mostrar
que la familia burguesa no es natural, sino producto de una historia que
también es la del origen de la propiedad privada y el Estado burgués. Su
análisis sobre los orígenes de la familia, desde la visión del materialismo
histórico, donde recupera las investigaciones antropológicas de su época,
2 Sobre la historia del sufragismo y el feminismo socialista, puede consultarse Anderson y Zinsser
1992: 396-458.
68 MYRIAM BRITO DOMÍNGUEZ
La división del trabajo no es en absoluto espontánea: solo existe entre los dos
sexos. El hombre va a la guerra, se dedica a la caza y a la pesca, procura las
materias primas para el alimento y produce los objetos necesarios para dicho
propósito. La mujer cuida de la casa, prepara la comida y hace los vestidos;
guisa, hila y cose. Cada uno es el amo en su dominio: el hombre en la selva,
la mujer en la casa. Cada uno es propietario de los instrumentos que elabora
y usa: el hombre de sus armas, de sus pertrechos de caza y pesca; la mujer,
de sus trebejos caseros (Engels 1955: 306).
crianza de hijas e hijos, atención del marido y cuidado del hogar. Uno de los
autores que contribuye de forma por demás importante a delinear la figura de
la mujer doméstica es Jean-Jacques Rousseau, sobre todo en su libro Emilio
o de la educación (1762), que ha sido un texto fundamental en la pedagogía.
El modelo de la mujer doméstica es uno de los discursos dominantes de
género más eficaces en las sociedades modernas. Opera como importantí-
simo referente en la conformación de las identidades de género, así como
en los mandatos, prácticas y relaciones desiguales entre mujeres y hombres
a que da lugar. Es posible además considerarlo un elemento central para la
justificación moderna de la subordinación femenina, como reacción a las
demandas y luchas del feminismo desde diversos frentes durante sus poco
más de tres siglos de existencia.3
Esta forma de pensar y definir a las mujeres como seres domésticos
influye de manera importante en la división sexual del trabajo, al producir
varias tensiones: la ficción doméstica borra de los imaginarios sociales de
género hegemónicos las características particulares de las mujeres, ya que
las homogeneiza y representa como si fueran la encarnación de una esencia
femenina en cuanto esposas, madres y amas de casa, asignadas obligato-
riamente al espacio que se considera el lugar ideal para que desarrollen
esa supuesta esencia doméstica. Sin embargo, las mujeres concretas son
de múltiples y sumamente variadas formas, pueden o no ser esposas, ma-
dres y amas de casa e históricamente nunca han estado ni están solo en el
“hogar”, sino en todos los espacios sociales, económicos y políticos, lo cual
puede acaecer de diversas, complejas e incluso contradictorias formas. En
algunos casos esa presencia puede ser irregular y recibirse de manera hostil.
Esta adscripción obligada y desigual de las mujeres a la casa está
relacionada también con la división de espacios sociales que se produce
en las sociedades modernas. El pensamiento político moderno en general
ha trabajado esta división de espacios a partir de la dicotomía público-
privado, que tiene como referente el pensamiento político grecolatino que
establece una división entre la polis como espacio de los iguales y el oikos
3 El feminismo nace como crítica ética y política contra la desigualdad entre mujeres y hombres
en los siglos xvii y xviii. Diversas plumas recuperan en esa época la demanda ética de igualdad y
libertad naturales para todos los seres humanos trazada por el pensamiento ilustrado, exigiendo
que esta se cumpla sin distinción de sexo. Al respecto se puede consultar Anderson y Zinsser
1992: 379-396; también Cobo 2009: 13-20.
DIVISIÓN SEXUAL DEL TRABAJO 73
4 Para profundizar sobre esta división de tres espacios sociales, la crítica a la dicotomía público-
privado y su importancia para el análisis feminista, véase Brito 2008.
74 MYRIAM BRITO DOMÍNGUEZ
Referencias
Anderson, Bonnie y Judith Zinsser. 1992. Historia de las mujeres: una historia propia,
t. 2, Barcelona, Crítica.
Armstrong, Nancy. 1991 [1987]. Deseo y ficción doméstica. Historia política de la
novela, Madrid, Cátedra/Universidad de Valencia/Instituto de la Mujer.
Brito Domínguez, Myriam. 2008. “Más allá de la dicotomía: la distinción entre lo
público, lo privado y lo doméstico”, tesis de maestría, México, Universidad
Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Disponible en <http://tesiuami.izt.uam.
mx/uam/aspuam/presentatesis.php?recno=14644&docs=UAMI14644.pdf>
(consultado el 1 de agosto de 2015).
Cobo, Rosa. 2009. “Otro recorrido por las ciencias sociales: género y teoría crítica”, en
M. Aparicio, B. Leyra y R. Ortega (eds.), Cuadernos de género: políticas y acciones
de género. Materiales para la acción, Madrid, icei-Universidad Complutense, pp.
11-52. Disponible en <eprints.ucm.es/9638/1/estudios_e_informes_nº_4.pdf>
(consultado el 1 de agosto de 2015).
Durkheim, Émile. 1987. La división del trabajo social, Madrid, Akal.
Engels, Friedrich. 1955. “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, en
Obras escogidas, t. ii, Moscú, Progreso, pp. 168-325.
5 Sobre este tema se pueden revisar las investigaciones del Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo (pnud): <http://www.undp.org/content/undp/es/home.html>; las investigaciones
de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal): <http://www.cepal.org/
es/areas-de-trabajo/asuntos-de-genero>, y el trabajo de la economista feminista Naila Kabeer
(Kabeer 2006).
76 MYRIAM BRITO DOMÍNGUEZ
Problemas
Momentos
Objetos
El cuerpo
1 Al respecto existe en las ciencias sociales en general y en la sociología en particular lo que Olga
Sabido (2011) ha denominado un repunte a nivel mundial de los temas del cuerpo y la afectivi-
dad en la década de 1990, cuya relevancia ha dado lugar al affective turn o “giro afectivo” que se
expresa en este elevado interés por pensar e investigar las emociones y los afectos.
2 Aunque cuerpo y corporeidad en muchas ocasiones se toman como sinónimos, coincidimos con
McDowell (2000) en diferenciar ambos conceptos y considerar que la corporeidad tiene mayor
eficacia, en tanto que logra captar el sentido de la fluidez y las representaciones como elementos
imprescindibles en el momento de teorizar sobre la relación entre anatomía e identidad social.
84 PAULA SOTO VILLAGRÁN
La casa
La ciudad
Los hombres y las mujeres utilizan de forma distinta ese espacio exterior
según la división sexual del trabajo, lo que condiciona que sea la mujer
quien realice la mayor parte de movimientos por compras y servicios (como
asistencia a centros sanitarios, llevar a los niños a la escuela), con lo cual
la percepción del espacio será muy distinta para hombres y mujeres, con
independencia de que estas trabajen fuera del hogar o no (Sabaté 1984: 43).
Para cerrar
Referencias
McDowell, Linda. 2000. Género, identidad y lugar. Un estudio de las geograf ías
feministas, Madrid, Cátedra.
Molina, Irene (ed.). 2006. Rompiendo barreras: género y espacio en el campo y en la
ciudad, Santiago, El Tercer Actor.
Monk, Janice y Susan Hanson. 1989. “Temas de geograf ía feminista contemporánea”,
Documents d’Anàlisi Geogràfica, núm. 14, pp. 31-50.
Ortiz, Anna. 2006. “Usos de los espacios públicos y construcción del sentido de
pertenencia de sus habitantes en Barcelona”, en Alicia Lindón, Miguel Ángel
Aguilar y Daniel Hiernaux (eds.), Lugares e imaginarios en la metrópoli,
Barcelona, Anthropos/uam-i, pp. 67-84.
Rose, Gillian. 1993. Feminism and Geography: The Limits of Geographical Knowledge,
Cambridge, Polity Press.
Sabaté, Ana. 1984. “La mujer en la investigación geográfica”, Anales de Geograf ía de la
Universidad Complutense, vol. 4, pp. 273-282.
Sabido, Olga. 2011. “El cuerpo y la afectividad como objetos de estudio en América
Latina: intereses temáticos y proceso de institucionalización reciente”, en
Sociológica, año 26, núm. 74, septiembre-diciembre, pp. 33-78.
Soja, Edward. 2008. Postmetrópolis. Estudios críticos sobre las ciudades y las regiones,
Madrid, Traficante de Sueños (Mapas, 21).
Tuan, Yi Fu. 1974. “Space and Place: Humanistic Perspective”, en Progress in Human
Geography, vol. 6, pp. 213-252.
Familia: en resignificación continua
Lucía Melgar
1 En este ensayo, las reflexiones acerca del concepto de familia se limitan al mundo occidental, lo
que ya implica una gran generalización, y se centran en particular en el caso mexicano, aunque
se alude también a otros contextos.
92 LUCÍA MELGAR
es el que se actualiza en los discursos del papa (aci Prensa 2015), en los
debates actuales en torno a la familia en México y otros países; en los ser-
mones, discursos e iniciativas de ley contra el derecho al aborto y contra
los derechos de las parejas del mismo sexo.
La resistencia de las fuerzas conservadoras al cambio ha constituido,
como saben las feministas, un obstáculo para el avance hacia la igualdad
de las mujeres. La persistencia de imágenes falsas de la realidad social las
afecta directamente a través de estereotipos sexistas y expectativas irreales.
Las afecta también, en el neoliberalismo, a través del diseño de políticas
públicas enfocadas en “la familia” que no toman en cuenta la pluralidad y
diversidad que hoy caracteriza a las familias.
Referencias
aci Prensa. 2015. “Papa Francisco: ideología de género contradice el plan de Dios”, 15
de abril. Disponible en <https//:www.aciprensa.com/noticias/papa-francisco-
ideologia-de-genero-contradice-plan-de dios-35559/>.
Ariès, Phillippe. 1987. El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, Madrid, Taurus.
Arriagada, Irma. 2010. “Familias sin futuro o futuro de las familias”, en Susana Lerner
y Lucía Melgar (coords.), Familias en el siglo xxi. Debates actuales y políticas
públicas, México, El Colegio de México/pueg-unam, pp. 53-71.
Badinter, Elizabeth. 1980. L ‘Amour en Plus. Histoire de l’Amour Maternel. xvii-xx
siècles, París, Flammarion.
Echarri, Carlos. 2010. “Hogares y familias en México: una visión sociodemográfica”, en
Susana Lerner y Lucía Melgar (coords.), Familias en el siglo xxi. Debates actuales
y políticas públicas, México, El Colegio de México/pueg-unam, pp. 73-113.
Echeverría, Tessa y Andrew Sernatinger. 2014. “The Making of Capitalist Patriarchy:
An Interview with Silvia Federici”, Black Sheep, A Socialist Podcast. Disponible en
FAMILIA 103
<http://blacksheeppodcast.org/2014/02/23/the-making-of-capitalist-patriarchy-
interview-with-silvia-frederici/>.
Engels, Friedrich. 1986 [1884]. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado,
Barcelona, Planeta.
González Montes, Soledad y Julia Tuñón (comps.). 1997. Familias y mujeres en México.
México, piem-El Colegio de México.
inegi. 2011. Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares.
México, Instituto Nacional de Estadística y Geograf ía. Disponible en <http://
www.inegi.org.mx/est/contenidos/Proyectos/Encuestas/Hogares/especiales/
endireh/endireh2011/default.aspx>.
Lévi-Strauss, Claude. 1992. Tristes trópicos, México, Paidós.
Melgar, Lucía y Susana Lerner. 2013. “¿Adónde vamos a ir a dar? Los obispos mexicanos
ante la familia y el matrimonio”, en Evelyn Aldaz y María Consuelo Mejía
(coords.), De la brecha al abismo. Los obispos católicos ante la feligresía en
México, México, Católicas por el Derecho a Decidir, pp. 137-73.
Ojeda, Norma. “Diversidad en la formación y en la disolución de las familias en México”,
en Lerner y Melgar (coords.), Familias en el siglo xxi. Debates actuales y políticas
públicas, México, El Colegio de México/pueg-unam, pp. 137-159.
Robichaux, David (comp.). 2007. Familias mexicanas en transición. Unas miradas
antropológicas, México, Universidad Iberoamericana.
Rubin, Gayle. 1986. “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo”, en
Nueva Antropología, vol. viii, núm. 30, pp. 95-145.
Sedesol. 2014. “Avances y retos de la política social. La evolución de las estructuras
familiares en América Latina”. Disponible en <www.sedesol.gob.mx/work/
models/SEDESOL/Resource/142/1/images/boletin_77_DGAP(1)-pdf>.
Feminicidio
Sin embargo, todos tienen en común que las mujeres son utilizables, pres-
cindibles, maltratables y desechables. Desde luego, todos coinciden en su
infinita crueldad y son, de hecho, crímenes de odio contra las mujeres.
Es necesario destacar la importancia de la definición de Lagarde, no
solamente porque da cuenta de una realidad que a estas alturas es innegable
en nuestra región, sino porque señala a un responsable. Considero que esa
es la máxima aportación de Marcela Lagarde: afirmar que el feminicidio es
un crimen de Estado, ya que esta es una característica del fenómeno en
América Latina y se vincula directamente con la estrategia que debemos
seguir para contrarrestarlo. Por si fuera poco, nos revela su dimensión po-
lítica: los asesinatos de mujeres no solo no son casuales, sino que tampoco
corresponden meramente al ámbito privado, pues sucede que el Estado es
el principal responsable.
Desde mi punto de vista, este es un aspecto que no hemos problema-
tizado lo suficiente. Cuando Lagarde alude a los distintos tipos de asesinos
que participan en un feminicidio, abre un intenso debate en relación con el
tipo de homicidio cometido (destaco esto último, porque precisamente uno
de los contraargumentos que han esgrimido los gobiernos tanto federales
como estatales para no detener la ola de asesinatos de mujeres, es que la
mayoría de las muertes de estas son producto de la violencia intrafamiliar).
Cuando se introduce este término, se subraya que el asesinato ocurre en
el ámbito privado, dando a entender con ello que la autoridad no puede
ejercer una acción concreta.
El carácter público o privado, el móvil del asesinato, la planeación o
no de este al parecer no implican una diferencia sustancial en esta primera
definición, dado que igualmente constituyen atentados contra la integridad,
la salud, las libertades y la vida de las mujeres. Estoy de acuerdo con el razo-
namiento que lleva a ubicar todos estos asesinatos bajo una misma lógica,
porque lo público y lo privado no están disociados, como lo ha planteado
la teoría feminista. Sin embargo, desde un punto de vista estratégico, para
enfrentar los contraargumentos considero que debemos separar los asesinatos
que ocurren en estos dos ámbitos, para luego explicar la liga que los une.
Lagarde es muy clara al poner el énfasis en la responsabilidad del Estado,
sobre todo en el hecho de no garantizar a las mujeres el derecho a la vida. Su
aportación es de gran ayuda por el simple hecho de que perfila un marco en
que los asesinatos de mujeres pueden ser denunciados en su especificidad.
112 MARIANA BERLANGA GAYÓN
Este fenómeno social está ligado al sistema patriarcal, que predispone en mayor
o menor medida a las mujeres para que sean asesinadas, sea por el solo hecho
de ser mujeres, o por no serlo de manera “adecuada”. La falta de adecuación
presupone que la mujer se ha “salido de la raya” y ha “traspasado los límites
de lo establecido” (Monárrez 2005: 200).
Uso y abuso del cuerpo del otro sin que este participe con intención o volun-
tad compatibles, la violación se dirige al aniquilamiento de la voluntad de la
víctima, cuya reducción es justamente significada por la pérdida del control
sobre el comportamiento de su cuerpo y el agenciamiento del mismo por la
voluntad del agresor. La víctima es expropiada del control sobre su espacio-
cuerpo (2004: 4).
Aquí, el agresor se dirige a sus pares, y lo hace de varias formas: les solicita
ingreso en su sociedad y, desde esta perspectiva, la mujer violada se comporta
como una víctima sacrificial inmolada en un ritual iniciático; compite con ellos,
mostrando que merece, por su agresividad y poder de muerte, ocupar un lugar
en la hermandad viril y hasta adquirir una posición destacada en una fratría que
solo reconoce el lenguaje jerárquico y una organización piramidal (2004: 6).
tor que solo puede ser identificado, localizado, perfilado, mediante una
‘escucha’ rigurosa de estos crímenes como actos comunicativos”. Segato
apuesta a que el autor del crimen es un sujeto que valora la ganancia y el
control territorial por encima de todo, incluso por encima de su propia
felicidad personal. A través de este tipo de crímenes, “le confirma a sus
aliados y socios en los negocios que la comunión y la lealtad del grupo
continúa incólume. Les dice que su control sobre el territorio es total, que
su red de alianzas es cohesiva y confiable, y que sus recursos y contactos
son ilimitados” (2004: 10).
Referencias
Campa, Homero. 2015. “Con Peña Nieto, 13 desaparecidos al día”, en Proceso (en línea),
7 de febrero. Disponible en <http://www.proceso.com.mx/395306/con-pena-
nieto-13-desaparecidos-al-dia> (consultado el 15 de febrero del 2016).
Caputi, Jane y Diana E. H. Russell. 2006. “Feminicidio: sexismo terrorista contra las
mujeres”, en Jill Radford y Diana E. H. Russell (eds.), Feminicidio: la política del
asesinato de las mujeres, México, ceiich-unam/Comisión Especial para Conocer
y dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios
en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada, pp. 53-72
(Diversidad Feminista).
Carcedo, Ana y Montserrat Sagot. 2002. Femicidio en Costa Rica, 1990-1999, San José,
Consejo Directivo de Violencia Intrafamiliar del Sector Salud, Ministerio de
Salud/Caja Costarricense del Seguro Social/Instituto Nacional de las Mujeres.
cnn. 2013. “La lucha anticrimen de Calderón causó 70,000 muertos, dijo Osorio Chong”,
en CNN (en línea) 15 de febrero, p. 1. Disponible en <http://mexico.cnn.com/
nacional/2013/02/15/la-lucha-anticrimen-de-calderon-dejo-70000-muertos-dijo-
osorio-chong> (consultado el 15 de febrero del 2016).
Dworkin, Andrea.1997. Life and Death, Nueva York, Free Press.
Foucault, Michel. 2009. Vigilar y castigar, México, Siglo xxi Editores.
Human Rights Watch. 2015. “Informe Mundial 2015: México”, HRW (en línea) 2015,
p. 1. <https://www.hrw.org/es/world-report/2015/country-chapters/268132>
(consultado el 15 de febrero del 2016).
Lagarde, Marcela. 2005. “El feminicidio, delito contra la humanidad”, en Feminicidio,
justicia y derecho, México, Comisión Especial para Conocer y dar Seguimiento a
FEMINICIDIO 119
El psicoanálisis
1 Agradezco a Natalia Guillén y Antonio Sáizar la lectura de este texto y sus generosos comentarios.
2 Entendemos un concepto como un símbolo mental, una noción abstracta que corresponde a un con-
junto de características comunes a una clase de seres, objetos o entidades abstractas, y que determina
cómo son las cosas. Un concepto “expresa las cualidades de una cosa o de un objeto, determinando
lo que es y su significado e importancia” (http://www.significados.com/concepto/).
122 CRISTINA PALOMAR VEREA
ofrecer una teoría del inconsciente, sino que también logra explicar cómo
la estructuración psíquica se realiza fuera de la conciencia y de la racio-
nalidad de los sujetos, y cuya explicación de la sexualidad a partir de la
castración simbólica es fundamental para la comprensión del proceso de
estructuración de la identidad psíquica y de la subjetivación (Wright 2004).
El psicoanálisis es un campo de estudio del psiquismo construido por
Sigmund Freud (1856-1939), médico neurólogo vienés, quien, si bien era tribu-
tario de los principios de la ciencia moderna, logró renovar las explicaciones
de su tiempo sobre los fenómenos psicológicos y psicopatológicos, e incluso
sobre el ser humano en general (Laplanche y Pontalis 1981: xiii). Es decir,
aunque el psicoanálisis fue fruto de la confluencia de los saberes y discursos
de la época en distintos campos de la cultura y de la ciencia moderna, Freud
participó en la ruptura de las ideas en torno al sujeto de la modernidad y
fundó un campo inédito de pensamiento, útil no solamente para explicar
el funcionamiento psíquico individual y para desarrollar un procedimiento
clínico y técnico específico con el fin de atender el malestar emocional, sino
que también significó la apertura de una nueva vía para la investigación, así
como una manera nueva de leer y entender diversos fenómenos culturales,
religiosos, artísticos y de otros órdenes.
Las ideas de Freud nacen, de hecho, en un escenario dibujado por las
preocupaciones filosóficas de la época respecto al papel de la conciencia en
la determinación subjetiva. Tanto Karl Marx (1818-1883) como Friederich
Nietzsche (1844-1900) habían rechazado la idea de una conciencia trans-
parente y habían cuestionado el enorme poder atribuido a la razón para
gobernar tanto el destino individual como el de la humanidad en general;
Heidegger (1889-1976) trabajó después también en una manera nueva de
pensar la subjetividad.3
Freud confrontaba la idea del sujeto cartesiano —cuyos atributos
esenciales eran la razón y la autoconciencia, entendida esta como un acto
de voluntad— al postular la existencia de lo inconsciente. El psicoaná-
lisis puso en primer plano las dimensiones no racionales del psiquismo
(las pulsiones, el deseo, las fantasías) que, junto con la propuesta sobre
lo inconsciente, mostraban que las verdaderas causas de las conductas
3 En 1927 apareció el trabajo de Heidegger titulado Ser y tiempo, fecha de publicación de las obras
de Freud tituladas El porvenir de una ilusión y El malestar en la cultura.
FEMINISMO Y PSICOANÁLISIS 123
4 A pesar de que actualmente la psicología del yo se vincula con la corriente estadounidense llama-
da contemporary freudians, es todavía una línea importante dentro del psicoanálisis anglófono,
particularmente el estadounidense. Su desarrollo ha tenido dos fases, la primera se inicia con
Hartmann y sus colaboradores que introducen entre 1950 y 1960 en Estados Unidos una línea de
pensamiento psicoanalítico que se apartaba en distintos aspectos teóricos de las ideas freudianas.
La segunda es la desarrollada a partir de 1960 por Arlow y Brenner con una perspectiva que se
distancia de la de Hartmann. Los elementos generales más significativos de la psicología del yo
son los siguientes: la noción de adaptación, el abordaje psicológico en psicoanálisis, el recono-
cimiento de una zona aconflictual y de funciones autónomas del yo, el rechazo de la noción de
pulsión de muerte, la introducción de la noción del self y el refuerzo de la perspectiva genética
en psicopatología (Tessier 2010).
FEMINISMO Y PSICOANÁLISIS 125
Psicoanálisis y sexualidad
5 Las referencias a los escritos freudianos son de la edición de Amorrortu, Buenos Aires, 1976.
128 CRISTINA PALOMAR VEREA
8 Helene Deutsch escribió diversos ensayos sobre psicología femenina, además de otras obras
generales; Marie Bonaparte escribió La sexualidad de la mujer, donde exploraba la naturaleza
de la mujer a partir de la idea de que esta tenía un componente viril yuxtapuesto que formaba la
condición bisexual de la mujer, vinculada con una especie de inadaptación en su funcionamiento
erótico. Karen Horney, por su parte, desarrolló el tema del complejo de castración en la mujer
en su trabajo titulado Psicología femenina.
9 Tal es el caso de Joan Rivière, quien fue su colaboradora y autora del ensayo titulado “La femini-
dad como máscara” (1929), donde describe la envidia de pene y el complejo de masculinidad en
ciertas mujeres y plantea que la feminidad fue utilizada como un medio para evitar la angustia,
más que como vía de goce sexual.
10 Aunque el tema también fue trabajado por psicoanalistas varones, entre ellos Lacan (1901-1981),
Granoff (1924-2000), Perrier (1922-1990) y Safouan (1921), entre otros.
130 CRISTINA PALOMAR VEREA
Psicoanálisis y feminismo
11 Al parecer, también hay una cuestión de identidades profesionales involucrada en estas discu-
siones y un temor a ser considerado “mal psicoanalista” por atreverse a cuestionar las posturas
institucionales en relación con el feminismo y los estudios de género, áreas que suelen ser vistas,
por la generalidad de los psicoanalistas, con mucha desconfianza y no poco desconocimiento.
134 CRISTINA PALOMAR VEREA
12 Es notable que, a pesar de la reconocida confusión semántica que implica el término género
(Palomar 2015), algunos psicoanalistas le atribuyan un significado que critican como si este fuera
pleno y transparente, y hacen señalamientos que muestran más un afán autoafirmativo que un
conocimiento de los debates en el campo de los estudios de género (v. Gerber 2012). Vale la
pena señalar que el término fue utilizado por primera vez por John Money (psicólogo) y Robert
Stoller (psiquiatra y psicoanalista). Véase "género" en este mismo libro.
FEMINISMO Y PSICOANÁLISIS 135
Referencias
1 Hay que aclarar que los feminismos no representan a todas las mujeres ni a todas las clases
sociales, razas o edades. No todas las mujeres son feministas ni pertenecen a estos movimientos.
140 ANA LAU JAIVEN
2 Trayectoria similar que después tendrá la categoría de género. V. García Mina 2003.
FEMINISMOS 141
3 El arzobispo primado de México, Norberto Rivera, en su homilía del 3 de agosto de 2015, dijo
que el costo —a pagar por los hombres— de que las esposas y madres trabajen “es muy alto, pues
conduce a una sociedad quizá mas rentable mecánicamente, pero menos rentable humanamen-
te”. V. “Exigen aplicar medidas legales contra arzobispo Rivera por discriminación”, La Jornada,
sábado 8 de agosto de 2015, p. 4.
142 ANA LAU JAIVEN
La institucionalización y el género
En los últimos años de praxis feminista los sujetos del feminismo se han
transformado y unido a los movimientos por la democratización del país, al
tiempo que se ha dado una reorganización de los grupos y de sus corrien-
tes. El feminismo se vuelve elitista y su campo de acción se concentra en la
academia. De todos modos, el terreno en el que se mueven las feministas
se ensancha, su influencia simbólica permea conciencias y acciones de in-
numerables personas, y por fin sus propuestas se conocen, aunque también
se las despoja de contenido y se las despolitiza. La plataforma de acción
de Beijing (1995) permitió que las demandas de género se difundieran en
todos los ámbitos al recomendarse la creación de mecanismos estratégicos
para eliminar las formas de discriminación, aunque la categoría de género
perdió su potencial transformador.
150 ANA LAU JAIVEN
5 En el país se dio una alternancia en el gobierno: Vicente Fox y Felipe Calderón resultaron electos
presidentes. Provenían del Partido Acción Nacional. Estas administraciones tuvieron una clara
influencia de las organizaciones de la iglesia y de la ultraderecha. Se llevaron a cabo acciones en
contra de las conquistas logradas por los movimientos sociales.
6 Los asesinatos y desapariciones de mujeres ocurren con mayor frecuencia en todos los estados
de la República. Con diferencia de un mes se declararon alertas de género en el Estado de México
y en Morelos, lo que muestra cómo ha escalado la violencia hacia las mujeres.
FEMINISMOS 151
7 En 2015, la presión social y de los grupos feministas obligó a que se emitiera la “Alerta de género”
en algunos municipios del Estado de México y de Morelos, v. <www.inmujeres.gob.mx/inmujeres/
images/stories/normatica/legislacion2014>.
152 ANA LAU JAIVEN
Referencias
Alvarado, Lourdes (comp.). 1991. El siglo xix ante el feminismo. Una interpretación
positivista, México, unam.
Bowden, Peta y Jane Mummery. 2009. Undestanding Feminism, Londres, Acumen.
Butler, Judith. 2001. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad,
México, Paidós/pueg-unam.
Espinosa, Gisela. 2009. Cuatro vertientes del feminismo en México. Diversidad de rutas y
cruce de caminos, México, uam-x.
Espinosa, Gisela y Ana Lau (comps.). 2013. Un fantasma recorre el siglo. Luchas
feministas en México. 1910-2010, México, uam-x/itaca/Ecosur.
FEMINISMOS 153
Marta Lamas
Entre los logros significativos del activismo feminista resalta la cada vez
más amplia inserción de la categoría de análisis social género tanto dentro
del discurso político como del académico. Este concepto, que ha logra-
do permear también los ámbitos oficiales, literarios y populares, ha ido
adquiriendo poco a poco fuerza, pues obliga a reflexionar sistemática y
constantemente sobre un tema que no puede ni debe ser esquivado: las
relaciones de desigualdad entre las mujeres y los hombres.
En estas páginas recupero y reviso reflexiones que he desarrollado en
distintas oportunidades, y que he planteado a distintos públicos, con el
propósito de contribuir —acaso con nuevos matices— a un debate cuyo
único propósito es reforzar, cada vez más, el desciframiento de la compleja
construcción de la diferencia sexual.
Género y sexo
c) La crítica a su fetichización
Además de las definiciones amplias y/o ambiguas de género, el
concepto se ha vuelto también un fetiche dentro de los campos aca-
démico y político. La fetichización suele petrificar lo que está vivo
y en transformación, y quienes usan género como un fetiche para
interpretar la complejidad de las relaciones entre mujeres y hombres
lo reifican como algo inamovible; por ejemplo, las mujeres siempre
son víctimas y los hombres siempre victimarios o verdugos. Además,
se usa el fetiche género para establecer una “explicación” tautológi-
camente reiterativa: todo lo que ocurre entre mujeres y hombres es
producto del género.
166 MARTA LAMAS
comprensión del género facilita entender que las mujeres y los hombres no
son un reflejo de la anatomía, sino el resultado de una producción histórica y
cultural basada en el proceso de simbolización y de internalización psíquica.
Hoy en día, cuando las vidas de mujeres y hombres se están igualando
en terrenos laborales, políticos y culturales, resulta sospechoso que las
simbolizaciones derivadas de la diferencia sexual persistan y cobren tanta
importancia. Justamente cuando la ciencia y la tecnología han tenido un
desarrollo espectacular, la diferencia relativa a la diferencia sexual se quiere
presentar como algo irreductible, casi como una “esencia” distinta de cada
sexo. Las personas que desaf ían los límites culturales, resistiéndose al com-
portamiento tradicional de género, socavan la idea de que la normatividad
hegemónica sea el estado natural de la condición humana. Los impresionantes
cambios en las actitudes de género a nivel macro, y las resistencias a nivel
micro, documentan que las personas cruzan constantemente los límites de
género. En el discurso social, el nuevo concepto de género se ha convertido
en un recurso estratégico para desnaturalizar concepciones esencialistas
sobre las mujeres y los hombres y, por ende, sobre la inevitabilidad de la
desigualdad en sus roles laborales y políticos, sexuales y afectivos. Esta
es una ardua labor, ya que la sexuación del cuerpo es el dato que produce
género. La sexuación no es una convención humana; sin embargo, el hecho
de que la diferencia anatómica no sea una forma producida por la cultura,
no implica en lo absoluto que los cuerpos escapen a la inscripción histórica
y cultural: los cuerpos están marcados por el género, la pertenencia étnica
y la clase social, entre otros aspectos, y el dato corporal se entreteje con
elementos imaginarios y simbólicos.
Finalmente, hablar de género es referirse a un tamiz cultural, a una
identidad y a un conjunto de prácticas, creencias, representaciones y
prescripciones sociales. La exigencia de la reflexividad —entendida como
la manera en que las personas procesan datos y hacen uso de sus recursos
de cognición— para reconocer la presencia del género obliga a revisar
nuestra propia mirada, más allá de pensar al género como un constructo
epistemológico. Si bien en los esquemas del conocimiento científico la cate-
goría género sigue movilizando elaboraciones teóricas, debates intelectuales
y cuestionamientos políticos, también en la vida cotidiana se ha vuelto
una herramienta que sirve para explicar muchos de los conflictos que se
viven en sociedad y en las relaciones interpersonales. Por ende, no basta la
GÉNERO 169
Referencias
Beauvoir, Simone de. 1999. El segundo sexo, Buenos Aires, Editorial Sudamericana.
Bourdieu, Pierre. 2000. La dominación masculina, Barcelona, Anagrama.
Bourdieu, Pierre y Loïc J. D. Wacquant. 1995. Respuestas. Por una antropología
reflexiva, México, Grijalbo.
Butler, Judith. 1990. Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity, Nueva
York, Routledge.
Crenshaw, K. W. 1989. “Demarginalizing the Intersection of Race and Sex: A Black
Feminist Critique of Antidiscrimination Doctrine, Feminist Theory and Antiracist
Politics”, en The University of Chicago Legal Forum, núm. 140, pp. 139-167.
Ferree, Myra Marx. 2009. “Inequality, Intersectionality and the Politics of Discourse:
Framing Feminist Alliances”, en E. Lombardo, P. Meier y M. Verloo, The Discursive
Politics of Gender Equality. Stretching, Bending and Policy-making, Londres,
Routledge, pp. 86-104.
Fine, Cordelia. 2010. Delusions of Gender, Nueva York, Norton.
Fitoussi, Jean Paul y Pierre Rosanvallon. 1997. La nueva era de las desigualdades,
Buenos Aires, Manantial.
Hawkesworth, Mary. 1997. “Confounding Gender”, en Signs: Journal of Women
in Culture and Society, vol. 22, núm. 3, pp. 649-685 (traducción al español:
“Confundir el género”, en Debate feminista, núm. 20, octubre de 1999, pp. 3-48).
Héritier, Françoise. 1996. Masculino/femenino. El pensamiento de la diferencia,
Barcelona, Ariel.
McCall, Leslie. 2005. “The Complexity of Intersectionality”, en Signs: Journal of Women
in Culture and Society, vol. 30, núm. 3, pp. 1771-1800.
McKinnon, Susan. 2012. Genética neoliberal. Mitos y moralejas de la psicología
evolucionista, México, fce.
Moliner, María. 1992. Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos.
Money, John, J. G. Hampson y J. L. Hampson. 1955. “An Examination of Some Basic
Sexual Concepts”, en Bulletin Johns Hopkins Hosp. 97: 301-319.
____________. 1957. “Imprinting and the Establishment of Gender Role”, en American
Medical Association Archives of Neurology and Psychiatry, vol. 77, núm. 3, pp.
333-336.
170 MARTA LAMAS
Rubin, Gayle. 1975. “The Traffic in Women: Notes on the ‘Political Economy’ of Sex”, en
Rayna R. Reiter (ed.), Toward an Anthropology of Women, Nueva York, Monthly
Review Press, pp. 157-210 (en español: “El tráfico de mujeres: notas sobre la
economía política del sexo”, en El género. La construcción cultural de la diferencia
sexual, Marta Lamas (comp.), México, pueg-unam/Bonilla Artigas Editores,
2015, pp. 35-91).
Scott, Joan W. 2015. “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en Marta
Lamas (comp.), El género. La construcción cultural de la diferencia sexual,
México, pueg-unam/Bonilla Artigas Editores, pp. 251-290.
Stoller, Robert J. 1968. Sex and Gender i: On the Development of Masculinity and
Femininity, Nueva York, Science House.
Globalización
las lógicas que la estructuran, el análisis tanto de los efectos sistémicos que
se producen en los distintos ámbitos de la vida social como de las pautas
que estructuran en un sentido sistémico la inserción de las y los agentes
sociales en tales procesos; entre estas últimas, la construcción social del
género es un activo crucial —parafraseando a Sassen— en la propia forma-
ción y viabilidad no solo de la economía global (Sassen 2003: 80), sino en
la redefinición de patrones de identidad, de construcción de subjetividad,
de formas de interacción y relaciones sociales.3
Son muchas las voces que desde el feminismo comparten la tesis de
que la comprensión de la complejidad de la globalización no es posible
sin la incorporación de la construcción de género, tanto en su carácter de
“significante de las relaciones de poder [como en] el (re)ordenamiento del
sistema en los niveles locales y globales”, de acuerdo con Marchand y Runyan
(2010: 1-2 y 223). Estas autoras proponen el uso del término reestructuración
de la globalización como estrategia teórica para captar el carácter multidi-
mensional, los distintos ritmos y el carácter inconsistente que suponen las
tendencias de la globalización en los fenómenos políticos, económicos y
culturales. Esa misma estrategia teórica permite analizar las variadas formas
de interseccionalidad de la identidad de género, racial, étnica, nacional,
sexual, de edad y religión, que explicaría cómo hombres y mujeres se insertan
e inciden en el proceso de reestructuración global.
En el contexto de los cambios expuestos es frecuente el uso del término
feminización, que anuncia un amplio universo problemático con múltiples
aristas. Su aplicación, lejos de agotarse en la mera determinación del dato
cuantificable o visible del incremento del número de mujeres en el ámbito la-
3 Cabe precisar el significado que se atribuye a algunos términos empleados, como lógica sisté-
mica o efectos sistémicos. En los estudios actuales sobre las sociedades posindustriales, en las
que destacan una amplia división del trabajo y ámbitos funcionales diferenciados (económico,
político, jurídico, científico, etc.) que se regulan con códigos operativos específicos, la interde-
pendencia de estos ámbitos funcionales o subsistemas alcanza niveles de complejidad que ya
no responden en sentido estricto a intervenciones calculadas e intencionales por parte de los
agentes sociales, sino que son procesos que responden a una dinámica propia a la manera de un
sistema que autorregula sus propios equilibrios. De manera que al hablar de una lógica o de
efectos sistémicos, más que referirnos a regularidades circunstanciales o contextuales, hablamos
de tendencias, de conexiones con base en las cuales opera la dinámica del sistema social, y que
posibilitan su viabilidad y continuidad. Si a ello sumamos que dentro de la globalización esas
interdependencias e interconexiones se proyectan a nivel interregional e internacional, cobra
sentido el que dichas tendencias permitan hablar de un sistema-mundo.
GLOBALIZACIÓN 177
4 Tanto la competencia como los vínculos que enfrentan las empresas en relación con los merca-
dos interno y externo, en aras tanto de la eficiencia como de la productividad, da lugar a que se
fragmenten en unidades operativas que ya no responden a instancias de control centralizado y
jerárquico. De manera creciente se segmentan muchos de los procesos de producción, que son
ejecutados por compañías o unidades externas mediante la subcontratación o outsourcing —meca-
nismo que representa una importante reducción de gastos—, lo cual implica una reestructuración
del modelo organizativo de las empresas, que es a lo que alude el término terciarización. De igual
manera, el término servicios remite a que muchas de las formas de trabajo se realizan de manera
independiente sin vínculos contractuales claros, e incluso fuera de los espacios y horarios que
tradicionalmente se concentraban en el espacio fabril o empresarial.
178 GRISELDA GUTIÉRREZ CASTAÑEDA
vez más débil la línea que distingue los flujos migratorios del fenómeno de
la trata de personas.
Por ello resulta programática la tesis que invita a “abordar el género
como una estrategia para repensar las migraciones y a la vez abordar las
migraciones como una estrategia para pensar el género” (Bedolla 2012: 5),
en cuya línea hay múltiples aportaciones significativas. Al respecto, Sassen
realiza análisis muy productivos, al dar cuenta del nuevo modelo de orga-
nización urbana que representa la “ciudad global”, organizada como red
que integra funciones de innovación, coordinación con espacios transfron-
terizos y funciones de comando. Y que, además de tecnologías avanzadas
y sectores profesionalizados, requiere para su funcionamiento trabajo no
calificado (agricultura y maquila) y trabajo en las áreas de servicios y cui-
dado (ventas; mantenimiento; servicios en las industrias turística y sexual;
trabajo doméstico y de cuidado), rubros en que destaca la incorporación de
mujeres e inmigrantes. A su juicio, estos circuitos alternativos o contrageo-
graf ías son una dimensión fundamental para entender la globalización y su
complejidad, ya que tienen conexiones sistemáticas con la productividad y
la rentabilidad de la economía global —al tiempo que son circuitos alter-
nativos de sobrevivencia en los que se vinculan la economía productiva y
la reproductiva—, y condiciones de laxitud en las que coexisten el trabajo
formal con el informal, la legalidad con la ilegalidad.
Esta dimensión del fenómeno migratorio pautada por las tendencias
sistémicas globales se vuelve más compleja debido a las políticas neolibe-
rales de ajuste estructural y la incorporación de estrategias carcelarias y
perspectivas conservadoras como formas de gobernanza. La complejizan,
asimismo, las políticas militares que, particularmente después del 9/11, han
estimulado el nacionalismo, el racismo y la xenofobia, y en alguna medida
han contribuido al repunte del fundamentalismo y el terrorismo (Mohanty
2003; Yuval-Davis 2009; Marchand y Runyan 2010). Son tendencias que en
conjunto contribuyen a que los sectores de migración económica legal e
ilegal, los de migración política y los desplazados por las guerras, enfrenten
en los países de destino condiciones de inserción marcadas por la hostilidad,
la discriminación y la marginalidad.
Aunque el uso del término feminización de la pobreza es objeto de
debate entre los especialistas, no se pueden eludir cuestiones como la seg-
mentación y precarización del tipo de trabajo al que pueden acceder las
GLOBALIZACIÓN 181
5 La agencia como pilar que sustenta el horizonte sociopolítico de la modernidad, el cual concibe
el trabajo productivo y la política como las vías de afirmación por excelencia. El feminismo como
heredero de dicha tradición recupera el papel de la agencia por su potencial crítico y emancipa-
torio.
182 GRISELDA GUTIÉRREZ CASTAÑEDA
Referencias
Rodrigo Laguarda
La palabra
Una identidad
Ahora bien, imaginar las relaciones erótico-afectivas como uno de los asun-
tos centrales en la vida de un sujeto, tal como ocurre hoy en día, muestra
que una identidad homosexual específica ha sido, en efecto, construida
(Altman 1996: 83) y consolidada, de manera creciente, gracias al proceso
que comúnmente denominamos globalización (Altman 2001: 86). Una vez
superado el contenido patológico que esta noción tuvo, en gran medida,
dentro del mundo de la psiquiatría, historiadores con muy distintos enfo-
ques han considerado la creciente aceptación y visibilización de las y los
homosexuales como uno de los cambios más significativos en el mundo
moderno durante las últimas décadas; en particular, a partir de 1970. Desde
el campo de la historia cultural, podemos mencionar a Phillipe Ariès (1987:
103-104), y desde una postura neomarxista, son notables las afirmaciones
de Eric Hobsbawm (1995: 335).
El paso, complejo y en curso, de la marginación a la conformación
de un grupo capaz de reivindicar sus derechos y conquistar espacios
sociales gracias al sentido de pertenencia que la categoría homosexual
posibilita, es notable y da cuenta de la centralidad de dicha noción dentro
de la sociedad en que vivimos. En efecto, la aparición de este concepto
HOMOSEXUALIDAD 189
La academia
pese a que sus trabajos son comúnmente tachados de faltos de seriedad por
gran parte de sus colegas. Particularmente, las posibilidades de realizar
estas indagaciones se han dado en México, España o Argentina, los países
de habla hispana que tienen un mayor número de instituciones dedicadas
a la investigación.
Una figura central, en este sentido, es la de John Boswell (1992), quien
comenzó a utilizar el concepto homosexual dentro del mundo de la inves-
tigación. En su libro Cristianismo, tolerancia sexual y homosexualidad
—publicado originalmente en 1980—, que se ha convertido en un clásico,
utilizó dicho término para mostrar distintos momentos de mayor aceptación
o rechazo hacia quienes se involucraban en prácticas homosexuales durante
la era cristiana, desde sus orígenes hasta el siglo xiv. Este trabajo mostró
el valor heurístico (esto es, como herramienta dentro de la investigación
social) que el concepto podía tener. Para Boswell, la homosexualidad alude
a un fenómeno general del erotismo entre personas del mismo sexo que
puede encontrarse, en términos generales, en todos los espacios y tiempos.
Al usarlo, pretende ser lo más cuidadoso posible para evitar proyecciones
del presente en el pasado y respetar las diferencias que nos separan de mun-
dos distintos al que nos ha tocado vivir; es decir, muestra un gran respeto
por los que ya no pueden hablar. A la vez, expresa su preocupación por no
exagerar las diferencias entre otras sociedades y las nuestras. Este asunto
implicaría, para quienes nos preocupamos por ello, el peligro de poner en
duda la noción de humanidad y convertir al otro en un ser incomprensible
con el que no es posible establecer el más mínimo diálogo. John Boswell
fue una figura que sin duda inspiró la proliferación de estudios sobre la
homosexualidad y uno de los interlocutores más importantes para los
investigadores que habrían de ocuparse de temas afines. Sin embargo, no
estuvo exento de interesantes críticas.
Una figura que representa muy bien las críticas realizadas a John Boswell
y a quienes se inspiraron en gran medida en él para construir un campo
específico de indagación es Michel Foucault, quien también ha tenido gran
número de seguidores, si bien no todos asumen las afirmaciones sostenidas
en sus textos hasta sus últimas consecuencias, sino que a menudo las utilizan
para problematizar y complejizar sus propios trabajos de investigación. De
manera notable, en una de sus multicitadas obras, Historia de la sexuali-
dad. 1. La voluntad de saber [1976], muestra que, como se ha descrito al
HOMOSEXUALIDAD 191
Una herramienta
En el esfuerzo por entender las prácticas sexuales entre personas del mismo
sexo, cualquier investigador enfrenta dificultades. En el mundo moderno,
es evidente que estas prácticas ocurren en ciertos espacios sin que ello
implique que quienes las practican puedan ser definidos o definidas como
homosexuales; por ejemplo, en lugares donde no existe la presencia de
personas del sexo opuesto, como cárceles, internados, monasterios o bar-
cos. También, durante periodos específicos de la vida, como la pubertad,
en los que suelen ocurrir juegos sexuales entre sujetos del mismo sexo ante
la dificultad de encontrar mayor cercanía con personas del otro, como la
generalidad de los partícipes desearía. Hay otro tipo de situaciones excep-
cionales marcadas por la curiosidad, el abuso sexual, el uso de drogas, la
necesidad de afecto, que no nos permiten hablar de sujetos homosexuales,
sino de prácticas sexuales entre hombres o mujeres.
Una vía para pensar lo que hoy denominamos prácticas homosexuales
en tiempos anteriores a la existencia de este término (“antes del siglo xix
la ‘homosexualidad’ existía pero el ‘homosexual’ no”, sugiere Jeffrey Weeks
192 RODRIGO LAGUARDA
[1998: 208]) consiste en evadir el uso de este concepto por tratarse de una
invención moderna que, como se ha dicho, comenzó a proliferar en el
mundo durante la segunda mitad del siglo xix e inicios del xx. Sin embar-
go, como ocurre con las grandes cuestiones del mundo —y ciertamente
de la investigación— no hay respuestas definitivas o fáciles, ya que otros
términos como homoerotismo u homosociabilidad, que son utilizados por
muchos académicos, tienen su origen en la categoría homosexual. Es cierto
que dicho concepto es, claramente, una construcción lingüística. Sin em-
bargo, esto ocurre con todas las palabras de cualquier lengua del mundo,
lo que no necesariamente significa que su uso sea arbitrario, pues podemos
pensar en un referente externo: hombres y mujeres que se han involucra-
do primordialmente (pese a vivir en sociedades en las que se enfrentaron
a mayores o menores restricciones y, por tanto, a riesgos derivados de su
conducta) en relaciones eróticas o afectivas con personas de su mismo sexo
y que han sido comúnmente percibidos como sujetos que transgreden las
normas sociales. Aun si ciertas prácticas homosexuales fueron institucio-
nalizadas en determinadas sociedades, como la Grecia clásica, la antigua
Roma o Japón antes de la apertura forzada al mundo moderno en el siglo
xix —por mencionar algunos de los ejemplos más famosos—, también hubo
sujetos que, siguiendo sus deseos, se atrevieron a desafiar los espacios de
permisión o las reglas sociales establecidas para mantener dichas prácticas,
y continuaron sosteniéndolas. Se enfrentaron, entonces, al riesgo de sufrir
algún tipo de sanción social, de acuerdo con cada época y lugar del devenir
humano; desde la burla o el escarnio hasta la muerte en condiciones que
hoy consideraríamos brutales.
La organización contemporánea de la homosexualidad, en específico de
las identidades construidas a partir de dicho término y en torno a las comu-
nidades gay (en el caso de los sujetos de sexo masculino) y lésbicas (en el del
sexo femenino) a partir de la segunda mitad del siglo xx, ha posibilitado
el establecimiento de relaciones exclusivamente homosexuales para los ac-
tores sociales involucrados, la construcción de redes entre personas afines y
la creación de un sentimiento de pertenencia a una comunidad más amplia
y con la suficiente fuerza y conciencia de su propia existencia como para em-
prender la lucha por sus derechos y buscar la creación de una sociedad más
equitativa para todos. En este sentido, si bien se han logrado reivindicaciones
cruciales a partir de la década de los setenta, existen regiones del globo donde
HOMOSEXUALIDAD 193
El diálogo
Una posibilidad
Referencias
Adam, Barry D. 1998 [1985]. “Structural Foundations of the Gay World”, en Peter Nardi
y Beth Schneider (comps.), Social Perspectives in Lesbian and Gay Studies: A
Reader, Nueva York, Routledge, pp. 220-229.
Altman, Dennis. 1996. “Rupture or Continuity? The Internalization of Gay Identities”, en
Social Text, núm. 48, pp. 77-94.
____________. 2001. Global Sex, Chicago, The University of Chicago Press.
Ariès, Phillipe. 1987 [1982]. “Reflexiones en torno a la historia de la homosexualidad”, en
P. Ariès (comp.), Sexualidades occidentales, México, Paidós, pp. 103-122.
Boswell, John. 1992 [1980]. Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad, Barcelona,
Muchnik Editores.
D’Emilio, John. 1990 [1981]. “Gay Politics and Community in San Francisco since World
War II”, en Martin Duberman, Martha Vicinus y George Chauncey (comps.),
Hidden from History, Reclaiming the Gay and Lesbian Past, Nueva York,
Meridian, pp. 456-473.
Epstein, Steven. 1998 [1987]. “Gay Politics, Ethnic Identity: The Limits of Social
Constructionism”, en Peter Nardi y Beth Schneider (comps.), Social Perspectives
in Lesbian and Gay Studies: A Reader, Nueva York, Routledge, pp. 134-159.
Foucault, Michel. 1998 [1976]. Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber,
México, Siglo xxi Editores.
Fraser, Suzanne. 2008. “Getting Out in the ‘Real World’: Young Men, Queer and
Theories of Gay Community”, en Journal of Homosexuality, vol. 55, núm. 2,
pp. 245-264.
Halperin, David M. 2000. “How to Do the History of Male Homosexuality”, en glq,
vol. 6, núm. 1, pp. 87-124.
Hobsbawm, Eric. 1995. Historia del siglo xx, 1914-1991, Barcelona, Crítica.
Murray, Stephen O. 2000. Homosexualities, Chicago, The University of Chicago Press.
Villamil, Fernando. 2004. La transformación de la identidad gay en España, Madrid,
Catarata.
Weeks, Jeffrey. 1998. “La construcción de las identidades genéricas y sexuales. La
naturaleza problemática de las identidades”, en Ivonne Szasz y Susana Lerner
(comps.), Sexualidades en México. Algunas aproximaciones desde la perspectiva
de las ciencias sociales, México, El Colegio de México, pp. 199-221.
Interseccionalidad
Nattie Golubov
1 Women of color es un término adoptado en 1977 con motivos políticos para sustituir la palabra
minoría y demostrar la solidaridad entre mujeres de diversos orígenes: no se trata de crear una
identidad colectiva a partir de la raza o etnia sino de crear una presencia política para las mujeres
minorizadas.
2 Todas las citas que en el texto original están en inglés han sido traducidas por mí.
198 NATTIE GOLUBOV
puede partir del supuesto de que existe una identidad negra o de género
que preexista a su representación y operación en las relaciones sociales y la
experiencia, sino que es en las interacciones donde se producen y reafirman
las identidades. Más adelante retomaremos este tema para proponer que un
análisis interseccional analiza el contingente y provisional punto de sutura
entre distintas identidades —o, más precisamente, de los materiales culturales
con los que se forma una amalgama identitaria— que se manifiesta cuando
el sujeto es interpelado en un lugar concreto.
De acuerdo con este concepto de identidad, la interseccionalidad sería
resultado de un conjunto de procesos distintos pero interrelacionados, más
que un estado, y por ello se rechaza la noción aditiva de la identidad, que
sería aquella que suma identidades de tal manera que una de ellas sobrede-
termina a las demás. La pregunta sería, más bien, cuántas diferencias deben
incorporarse en una investigación; cuándo, dónde y cómo son relevantes,
y cuándo no lo son (Anthias 2012: 128).
Ante las potencialmente ilimitadas diferencias que podrían incorporarse
al análisis de algún grupo o persona, Nira Yuval-Davis propone la siguiente
solución: en situaciones históricas específicas y en relación con personas
concretas hay algunas divisiones que son más importantes que otras para
la configuración de las posiciones sociales de grupos y personas. Asimis-
mo, hay algunas divisiones como el género, la etapa en el ciclo de vida,
la etnicidad, la clase, que inciden en la vida de las personas en una buena
cantidad de situaciones sociales, mientras que otras divisiones —como
aquellas relacionadas con la pertenencia a una minoría étnica, el estatus
de los refugiados o de los migrantes— globalmente afectan a menos per-
sonas (2006: 203). Añadiría a esta sugerencia la puntualización de Anthias:
el grado de importancia de cualquier diferencia y el tipo de intersección
variará de acuerdo con el ámbito social, como lo sería una institución o la
familia, así como de acuerdo con las fuerzas sociales en juego en diferentes
tiempos y lugares (2012: 129). Esto significa que posiblemente una categoría
sea predominante y se manifieste más visiblemente que otras en un lugar
particular. Hay que tener en cuenta, además, que los procesos de diferen-
ciación operan de maneras diversas, así podríamos examinar:
Las demandantes no han podido citar ninguna decisión que haya establecido
que las mujeres negras son una clase particular que debe ser protegida contra
la discriminación. El propio estudio de la Corte no ha podido revelar que haya
una decisión judicial semejante. Las demandantes claramente tienen derecho
a una reparación si han sido víctimas de discriminación. Sin embargo, a las
demandantes no se les debe permitir combinar reparaciones de ley para crear
una nueva “súper reparación” que les daría una compensación más allá de lo
que fue la intención del legislador. De esta manera, esta demanda debe ser
examinada para ver si establece una causa de acción por discriminación racial,
discriminación sexual, o cualquiera de las dos por separado pero no por una
combinación de ambas (Crenshaw 1989: 141).
a veces las marcas de los derrapes y las lesiones simplemente indican que
sucedieron simultáneamente, frustrando los esfuerzos por determinar
qué conductor causó el daño. En estos casos la tendencia parece ser la de no
responsabilizar a ningún conductor, no se administra ningún tratamiento y
las partes involucradas se meten en sus autos y se van (1989: 149).
Anthias señala que la metáfora sugiere que hay puntos específicos en los
que se encuentran las categorías para producir desigualdades, pero que en
la realidad las categorías ya están formadas y constituidas mutuamente y
se expresan de formas diversas de acuerdo con los “panoramas del poder”
en los que operan, incluyendo los panoramas políticos y económicos que
no pueden reducirse a ninguna de las categorías (2012: 129). Por esto sería
muy dif ícil rastrear los orígenes de cada tipo de discriminación indepen-
dientemente. Por otro lado, Yuval-Davis señala que las divisiones sociales
están vinculadas con procesos muy distintos, de tal manera que algunas
son más importantes que otras, quizá no desde la perspectiva de la expe-
riencia vivida, pero sin duda sí para las políticas públicas y los discursos
institucionales. Algunas —la clase, la etnia y el género— suelen permear
la vida de mucha gente, mientras que otras, como la ubicación geográfica
(rural o urbana) resulta más significativa para unas que para otras. La
comparación de Crenshaw es un tanto engañosa: en el caso de un choque
entre dos autos puede ser relativamente fácil reconstruir las trayectorias
de los acontecimientos y sus consecuencias, pero en la vida cotidiana es
bastante más dif ícil discernir de qué prejuicio se trata cuando se vive un
acto discriminatorio.
Lo que sugiere la metáfora de Crenshaw es que las mujeres negras pueden
vivir la discriminación de manera similar y diferente a la experiencia de
las mujeres blancas y los hombres negros. En ocasiones la experiencia
de distintos tipos de discriminación es simultánea, en otras puede des-
tacar una identidad sobre otras. Esto significa que puede haber muchos
INTERSECCIONALIDAD 205
sexualidad y edad que funcionan en dos niveles, uno concreto y otro abs-
tracto. Las categorías sociales tienen criterios particulares para clasificar a
las personas, pero estas clasificaciones no necesariamente coinciden con la
forma en que esos grupos se describen a sí mismos. Por ejemplo, una mujer
puede identificarse como mexicana, pero para una institución u otro grupo
social pertenece a una minoría étnica o a una ciudad particular. Esto abre la
posibilidad de que los miembros de un grupo de personas no se reconozcan
en ninguna de las clasificaciones disponibles, pero que tengan que asumirlas
estratégicamente para interactuar en algún contexto particular. En palabras
de Crenshaw, “El proceso de categorizar —o, en términos de la identidad,
de nombrar— no es unilateral. Las personas subordinadas pueden participar
y de hecho lo hacen —en ocasiones hasta lo subvierten— en el proceso de
nominación, de manera que se empoderan” (1991: 1297).
En el segundo nivel de análisis, de acuerdo con Anthias, conviene pre-
guntar qué rasgos comparten las categorías sociales que entran en juego en
la situación de las mujeres discriminadas, pese a que no son equivalentes.
Ya lo había dicho Yuval-Davis: “Ser negra o mujer no es solo otra forma de
ser obrera” (2006: 200). Todas las categorías sociales establecen fronteras y
jerarquías, ya que esencialmente disponen a las personas en el mapa social
a partir de sus diferencias y similitudes de tal forma que unos grupos tienen
más poder económico, político y simbólico que otros. Al establecer fronteras
entre grupos, las categorías ofrecen versiones binarias de la diferencia y la
identidad, homogeneizan a los miembros de los grupos sociales y los dotan
de atribuciones colectivas con las cuales se determina lo que se considera
“normal” y lo que no lo es. En este sentido, “las categorías parecen operar
de manera independiente, es decir, tienen una influencia dinámica en tanto
representaciones y en tanto reclamos identitarios y atribuciones, pero de
manera fluida y situada en un contexto espacio-temporal” (Anthias 2013: 7).
La manera en que aparecen las categorías en los discursos y en la práctica
cambia históricamente; también varía la manera en que se manifiestan en la
práctica de acuerdo con los contextos locales y específicos de las relaciones
sociales y en la experiencia de las personas. De ahí que sea necesario aten-
der al contexto y la variabilidad del significado de esas categorías, porque
tienden a ser naturalizadas.
El tercer y último nivel de análisis sería el de la concreción de las cate-
gorías en las relaciones sociales. A diferencia de los niveles anteriores, que
INTERSECCIONALIDAD 209
A partir de las estructuras, nos preguntamos primero dónde y cómo los hechos
estructurales afectan las normas y las ideologías y cómo las representaciones
simbólicas se presentan a sí mismas en concordancia. En sentido contrario,
analizamos si y cómo las normas y los valores mencionados afectan el nivel
INTERSECCIONALIDAD 211
Idealmente, con esto sería posible discernir cómo las estructuras y las re-
presentaciones se estabilizan mutuamente.
La metodología expuesta es solo un posible camino para una investiga-
ción interseccional entre muchos otros, pero sigue el modelo de Crenshaw
que podemos identificar como sistémico porque asume que la sociedad está
estructurada de acuerdo con divisiones sociales más o menos identificables
y estables. El género, la raza y la clase se conciben como sistemas de domi-
nación, opresión y marginación que determinan o estructuran identidades.
Esto significa que las categorías identitarias dominantes subordinan por
medio del ejercicio jerárquico y unilateral del poder material y simbólico-
discursivo, y que las personas están constituidas en estos sistemas de do-
minación: al emerger como sujetos, están ubicadas ya en lugares sociales
y en cierto sentido son portadoras pasivas de las categorías sociales y sus
significados. Floya Anthias y Yuval-Davis tienen una perspectiva más rela-
cional y dinámica, la cual enfatiza la ubicación social de los grupos —que
siempre es relacional— más que las estructuras de dominación.
Más recientemente, Jasbir Puar, a partir de la noción de ensamblaje, ha
problematizado la aproximación interseccional porque supone la existencia del
sujeto, que es su punto de partida, mientras que otro marco analítico destaca
las fuerzas que hacen que la formación del sujeto sea tenue, “si no imposible
e incluso indeseable” (2012: 49). Puar sugiere que la interseccionalidad como
herramienta política debe suplementarse con la noción del ensamblaje, tér-
mino prominente en la obra de Gilles Deleuze y Felix Guattari, aunque ella lo
retoma de Brian Massumi. Ensamblaje, explica Puar, es una traducción del
francés agencement, que significa diseño, distribución, organización, arreglo
y relaciones: “el enfoque está no en el contenido sino en las relaciones, las
relaciones de configuraciones” (2012: 57). Desde esta perspectiva, los con-
ceptos adquieren sentido a partir de sus conexiones con otros conceptos; los
conceptos no prescriben las relaciones, sino que las anteceden porque, más
bien, es de las relaciones de fuerza, conexión, resonancia y configuración de
donde surgen los conceptos. En otras palabras, el ensamblaje se refiere no a
un estado de cosas ni a un arreglo, sino al incesante proceso productivo de
dispersión y unión que organiza cuerpos heterogéneos, cosas o conceptos
que conectan entre sí antes de desunirse.
212 NATTIE GOLUBOV
Referencias
Un recorrido histórico
1 Este artículo se desarrolló en el marco del proyecto de investigación PAPIIT UNAM IN300214,
“Género, poder y comunicación. La influencia de las mujeres en los procesos de toma de decisión
en las industrias de comunicación”.
216 AIMÉE VEGA MONTIEL
2 Se considera como especialistas de las tic a aquellas personas con conocimientos y habilidades
para desarrollar, operar y dar mantenimiento a estas tecnologías y suministrar software y hard-
ware. Se considera como usuarias/os avanzadas/os a aquellas personas competentes en el uso
de herramientas de software. Usuarios básicos son aquellas personas competentes en el uso de
herramientas básicas (Word, Excel, Outlook) para el desarrollo de su trabajo o estudios.
220 AIMÉE VEGA MONTIEL
Morin y Friedmann, sin que los estudios en esta línea recibieran atención
especial. En Gran Bretaña fue particularmente notable el trabajo de los
estudios culturales, pues, con la inauguración del Center of Contemporary
Cultural Studies, en 1964, y acorde con su intención política de reivindicar
las prácticas de las subculturas, entre las cuales figuraba el feminismo,
dio un importante impulso a los estudios feministas en comunicación. La
relevancia que tuvieron los estudios culturales en esta línea impactó en las
agendas de investigación de otras regiones. En los Estados Unidos, el im-
pulso fue creciente, al grado de que muy pronto —apenas en la década de
1980— los programas de estudios sobre las mujeres se institucionalizaron
en la mayoría de las universidades.
Aunque en México los primeros trabajos se registran desde la déca-
da de 1960, podemos afirmar que la perspectiva feminista se introduce y
mantiene en los estudios de comunicación a partir de la segunda mitad de
la década de 1980. La institucionalización en este campo se inició con la
creación de los primeros programas académicos en estudios de género,3
el lanzamiento de publicaciones especializadas,4 y la emergencia de semi-
narios y conferencias.
Durante la década de 1990 las líneas de investigación sobre repre-
sentación y contenidos, acceso de las mujeres a la planta laboral en los
medios de comunicación, participación de las mujeres en los puestos de
toma de decisiones, audiencias y recepción y nuevas tecnologías regis-
traron una producción importante (Vega Montiel y Hernández 2008). De
acuerdo con el diagnóstico realizado por estas autoras, las preocupaciones
de las comunicólogas en México se han centrado principalmente en los
siguientes ejes:
Mujeres Periodistas, junto con otras iniciativas del insi, como publicaciones
y capacitaciones a mujeres que trabajan en los medios.
En este contexto, también debemos mencionar la violencia contra muje-
res que trabajan en medios comunitarios, que son cruciales para garantizar
el derecho humano de los miembros de una comunidad a comunicarse. En
particular, los medios comunitarios se han convertido en herramientas para
el empoderamiento de las mujeres en comunidades rurales. Sin embargo,
durante décadas, la mayoría de estas mujeres se han visto obligadas a
operar sus estaciones de radio incluso en la ilegalidad, dada la ausencia de
regulaciones oficiales para medios comunitarios e indígenas (en México,
la reforma de 2015 los contempla por primera vez). Esta circunstancia ha
coexistido con un contexto de violencia de género que prevalece en dichas
comunidades y que coloca a las mujeres en condiciones de alta vulnerabilidad.
Finalmente, una nueva dimensión que se añade a la violencia de género
en la comunicación es el incremento de actos de violencia y discriminación
contra mujeres activistas que difunden contenidos en el internet. En todo
el mundo se repiten los casos de mujeres que se han visto obligadas no solo
a cerrar sus páginas electrónicas y clausurar sus perfiles en redes sociales,
sino a exigir medidas de protección por parte del Estado.
Por lo anterior, es posible afirmar que los medios de comunicación
tradicionales y las nuevas tecnologías promueven en conjunto la violencia
de género contra las mujeres y las niñas, sin olvidar que, paradójicamente,
representan un potencial transformador para su vida y su libertad.
Apunte final
Respecto a contenidos
• Promover el incremento de contenidos producidos por mujeres y por
ong, con la garantía de que serán difundidos a través de los medios
—comerciales y públicos— y de las ntic.
• Promover el desarrollo de contenidos relevantes para las mujeres.
• Impulsar regulaciones y políticas que erradiquen la difusión de estereo-
tipos sexistas y otras formas de violencia de género en los contenidos.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN 229
Referencias
Byerly, Carolyn y Ross, Karen. 2006. Women and Media. A Critical Introduction,
Londres, Blackwell.
Feminist Peace Network. 2006. Pornography-The Obscene Statistics. Disponible en
<http://www.feministpeacenetwork.org/2010/10/20/pornography-the-obscene-
statistics/> (consultado el 13 de abril de 2011).
Gallagher, Margaret. 2002. “Women, Media And Democratic Society: In Pursuit
Of Rights And Freedoms”, United Nations, Division for the Advancement of
Women (daw) Expert Group Meeting on “Participation and Access of Women
to the Media, and the Impact of Media on, and its Use as an Instrument for the
Advancement and Empowerment of Women”, Beirut, Líbano, 12-15 de noviembre
de 2002. Disponible en <http://www.un.org/womenwatch/daw/egm/media2002/
reports/BP1Gallagher.PDF>.
____________. 2014. “Feminist Scholarship and the Debates on Gender and
Communication”, en Aimée Vega Montiel (ed.), Media and Gender. A Scholarly
Agenda for the Global Alliance on Media and Gender, París, unesco/iamcr,
pp. 11-14.
____________ . 2015. “Gender and Media: A Critical Analysis After 20 Years of the bpfa”,
conferencia magistral presentada en el Foro Internacional Género, Medios, tics
y Periodismo: A 20 años de la Plataforma de Acción de Beijing, México, ceiich,
unam/cimac/onu Mujeres/iamcr/unesco/gamag, 27 y 28 de mayo.
Hafking, Nancy. 2003. “Some Thoughts on Gender and Telecommunications/ict
Statistics and Indicators”. Disponible en <http://www.itu.int/ITU-D/pdf/5196-
007-en.pdf> (consultado el 18 de mayo de 2013).
Maltzahn, Kathleen. 2006. Digital Dangers. Information and Communication
Technologies and Trafficking Women, Association for Progressive
Communications (apc Issue Papers). Disponible en: <http://www.genderit.org/
sites/default/upload/digital_dangers_EN_1.pdf> (consultado el 4 de julio de
2013).
Martin, Stana. 2002. “The Political Economy of Women’s Employment in the
Information Sector”, en E. Meehan y E. Riordan (eds.), Sex & Money, Feminism
and Political Economy in the Media, Minneapolis, University of Minnesota Press,
pp. 75-87.
Mattelart, Michelle. 2007. “Mujeres y medios. Memorias de un pensamiento crítico”, en
María José Sánchez y Alicia Reigada, Crítica feminista y comunicación, Madrid,
Comunicación Social Ediciones.
Mulvey, Laura. 1975. “Visual Pleasure and Narrative Cinema”, en Screen, vol. 16, núm. 3,
pp. 6-18.
MEDIOS DE COMUNICACIÓN 231
Oliveira, Orlandina de y Marina Ariza. 1999. “Un recorrido por los estudios de género
en México: consideraciones sobre áreas prioritarias”, ponencia presentada en la
reunión sobre Género y Desarrollo, Montevideo, septiembre.
Riordan, Ellen. 2002. “Intersections and New Directions: On Feminism and Political
Economy”, en E. Meehan y E. Riordan (eds.), Sex & Money, Feminism and Political
Economy in the Media, Minneapolis, University of Minnesota Press, pp. 3-15.
Sánchez, María José y Alicia Reigada. 2007. Crítica feminista y comunicación, Madrid,
Comunicación Social Ediciones.
Tuchman, Gaye. 1978. “Introduction: The Symbolic Annihilation of Women by the Mass
Media”, en Gaye Tuchman, Arlene Kaplan Daniels, James Benet (eds.), Hearth
& Home: Images of Women in the Mass Media, Nueva York, Oxford University
Press, pp. 3-38.
Vega Montiel, Aimée. 2015. “Gender Dimension of icts in Latin America”, en Interna-
tional Journal of E-Politics (ijep), vol. 6, núm. 4, pp. 1-14.
Vega Montiel, Aimée y Josefina Hernández. 2008. “Género y comunicación: las claves de
una agenda académica y política de investigación”, en Aimée Vega Montiel, La
comunicación en México: una agenda de investigación, México, ceiich/fcpys-
unam/uam/uabc/amic.
Poder: relación de fuerzas,
enfrentamiento, lucha, batalla
Una sociedad “sin relaciones de poder” no puede ser más que una
abstracción (Foucault 1994); por lo tanto, toda actitud crítica debe actuar
siempre al interior de dichas relaciones y de las normas que imponen, las
cuales el sujeto acepta, consiente, resiste, denuncia, rechaza, fragiliza o con-
testa, sin deshacerlas jamás. Solo podrá imaginar otras formas, diseñarlas
bajo otras coloraciones, trabajar para su modificación en aquello en lo que
han devenido inaceptables, reducirlas en su intensidad. La actitud crítica
es en sí misma una actitud política.
Referencias
Butler, Judith. 1998 [1990]. “Actos performativos y constitución del género: un ensayo
sobre fenomenología y teoría feminista”, en Debate feminista, año 9, vol. 18, pp.
296-314.
____________. 2002 [1993]. Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y
discursivos del "sexo", Buenos Aires, Paidós.
Chevallier, Philippe. 2014. Michel Foucault. Le pouvoir et la bataille, París, puf.
Foucault, Michel. 1976. “iv. Le dispositif de sexualité”, en Histoire de la sexualité i. La
volonté de savoir, París, Gallimard, pp. 99-173.
____________. 1994 [1982]. “Le sujet et le pouvoir”, en Dits et Écrits. 1954-1988, t. iv,
París, Gallimard, pp. 222-243.
____________. 1994 [1984]. “Foucault”, en Dits et Écrits. 1954-1988, t. iv, París,
Gallimard, pp. 631-636.
____________. 1994 [1984]. “Polémique, politique et problematisations”, en Dits et Écrits.
1954-1988, t. iv, París, Gallimard, pp. 591-598.
____________. 1997. “Cours du 7 de janvier 1976” y “Cours du 14 de janvier 1976”, en Il
faut défendre la société. Cours au Collège de France 1976, París, Gallimard-Seuil,
pp. 3-36 (Hautes Études).
Pospornografía
De esta forma, sería posible distinguir entre lo pornográfico, tal como sur-
ge en la modernidad —es decir, como un género bien definido y con una
documentada historia que se remonta a los orígenes de la fotograf ía— y,
por otra parte, sus representaciones no pornográficas, encarnaciones de
la discursividad hardcore en clave soft, arty, chic, glam, camp, alt, indie
o punk (estas categorizaciones no pretenden ser exhaustivas y deberían
acompañarse de un dilatado etcétera).
En el terreno del arte contemporáneo, las cosas no son muy diferentes.
También a inicios de la década de 1990, Annie Sprinkle retomará, en el con-
texto de su espectáculo multiperformance “Post-Porn Modernist”, el término
acuñado por el artista holandés Wink van Kempen y definirá la pospornografía
como “un nuevo género de material sexualmente explícito que es, quizás,
visualmente más experimental, político, humorístico, ‘artístico’ y ecléctico
que el resto” (Sprinkle 1998: 160). De esta forma, el gesto fundacional de
Sprinkle inaugura nuevos devenires de lo pornográfico en la cultura visual
contemporánea, emergencia de una discursividad pospornográfica en que
la inclusión de los códigos de la representación pornográfica en el registro
artístico problematizará el estatuto de la imagen sexualmente explícita.
Desde entonces, arte y pornograf ía dejarán de ser términos opuestos, dan-
do lugar a una serie de desterritorializaciones, derivas e hibridaciones, que
prefiguraban las coordenadas de un nuevo territorio, mucho más complejo,
incierto y fascinante.
La deriva, nos dirá Roland Barthes, “adviene cada vez que no respeto
el todo” (1995: 32). En este sentido, suspender el carácter unario de la
representación pornográfica, trazar sus líneas de fuga, establecer otras
líneas de visibilidad que conformen otras figuras del deseo, nos remite,
creo yo, a la singularidad de ciertas prácticas teóricas y artísticas, derivas
de la escritura y la visualidad en los márgenes del dispositivo pornográ-
fico, más allá de sus agenciamientos de deseo, de sus codificaciones del
placer, de sus efectos masturbatorios. Parafraseando a Barthes, la deriva
POSPORNOGRAFÍA 249
1 Quisiera mencionar, adelantando una disculpa por el desliz autobiográfico, a un puñado de ar-
tistas que considero, en lo personal, referentes clave del posporno latinoamericano: Rocío Boliver
(México), Felipe Osornio (México), Felipe Rivas San Martín (Chile) y Nadia Granados (Colombia).
2 Entre las producciones teóricas y ensayísticas más interesantes, en el contexto latinoamericano,
quisiera destacar los trabajos de Naief Yehya (México), Alejandra Díaz (México), Laura Milano
(Argentina) y Roberto Echavarren (Uruguay).
250 FABIÁN GIMÉNEZ GATTO
Retratos vúlvicos
Retrato hardcore
para adultos, sino parejas reales. Los rituales amatorios parecen investirse
de cierto manierismo, un efecto de singularidad acompaña cada gesto de
placer, cada estremecimiento de goce. Estaría tentado a pensar esta sin-
gularidad en términos de lo que Deleuze llamaba el encanto: “En la vida
hay una especie de torpeza, de fragilidad f ísica, de constitución débil, de
tartamudeo vital, que constituye el encanto de cada uno” (Deleuze y Parnet
1980: 9). Me parece que esta desnudez expuesta en su fragilidad, en su vul-
nerabilidad irrepetible, constituye el punctum, más o menos inconfesable,
de los retratos sexualmente explícitos de Michael Rosen.
Por último, arribamos a la dimensión más significativa del retrato
hardcore, sugerida en las dos primeras rupturas: lo que podríamos llamar,
simplemente, Eros, esto es, siguiendo a Barthes, “un compromiso, ya se-
ductor, ya repulsivo, con el afecto” (2001: 145). El afecto traza el plano de
inmanencia del retrato hardcore, su agenciamiento de deseo. En este sen-
tido, podríamos pensar al afecto como una suerte de esbeltez en la imagen
sexualmente explícita, un estado de gracia donde la maquinaria represen-
tacional necesita, en términos visuales, muy poca energía para crear efectos
de significación: bastará el roce de los cuerpos, un estremecimiento, una
mirada, una sonrisa. Nos dirá Jean-Luc Nancy, a propósito del afecto —es
decir, a propósito de afectar y ser afectado, tocar y ser tocado— lo siguiente:
La definición androcéntrica del sexo como una actividad reconoce tres pasos
esenciales: preparación para la penetración (“juego previo”), penetración y
orgasmo masculino. La actividad sexual que no involucra al menos los dos
últimos no ha sido popularmente, médicamente (y si vamos al caso, legalmente)
vista como “la cosa real”. Se espera de la mujer que alcance el orgasmo durante
el coito, pero si no lo hace, la legitimidad del acto como “sexo real” no queda
disminuida (Maines 1999: 5).
llegar a los signos elocuentes del paroxismo sexual, del momento orgásmico
y de su resolución. Esta “instancia de intimidad”, de “participación” o de
“diálogo” (expresiones usadas por el director a la hora de reflexionar sobre
las condiciones de posibilidad de este cuadro sintomatológico del placer
femenino) lo colocan en la posición de un participante involucrado más
que de un mirón anónimo, o bien en el lugar de un retratista más que de
un pornógrafo (me atrevería a decir, un retrato de la pequeña muerte que
funciona más en el registro del amor que en el del sexo).
Esta suerte de compromiso con el afecto no ha hecho más que po-
tenciarse en la visualidad contemporánea, a través de una multiplicidad
de aliteraciones de la fórmula de Dwoskin. Va un apresurado recuento. El
cortometraje feminista Come Together (2006), de Mia Engberg: una explo-
ración de la hermandad femenina en una oda visual a la amistad, a la mas-
turbación y al orgasmo, a partir del montaje de seis autorretratos hardcore
realizados, por Engberg y cinco de sus amigas, con teléfonos celulares. La
serie de cortometrajes Hysterical Literature (2012), de Clayton Cubbit: un
divertido experimento orgásmico-literario en torno a la confesión involun-
taria del placer femenino durante sesiones de lectura en voz alta, gracias
a los incontrolables efectos erotizantes del célebre masajeador de espalda
Hitachi Magic Wand. Por último, pero no menos importantes, son las re-
sonancias digitales del placer escópico prefigurado por Moment, en sitios
electrónicos como Beautiful Agony (en línea desde 2004), donde una suerte
de empoderamiento femenino parece articularse, desde la autenticidad del
placer, con la visibilidad orgásmica en el espacio de la rostridad. Síntomas,
todos ellos, de una “ética de la mirada antivoyerística” (Crimp 2005: 180),
es decir, de placeres visuales no pornográficos.
Coda
Referencias
Barthes, Roland. 1993. Fragmentos de un discurso amoroso, México, Siglo xxi Editores.
____________. 1995. El placer del texto, México, Siglo xxi Editores.
____________. 2001. La Torre Eiffel. Textos sobre la imagen, Barcelona, Paidós.
Baudrillard, Jean. 1994. El otro por sí mismo, Barcelona, Anagrama.
Crimp, Douglas. 2005. Posiciones críticas. Ensayos sobre las políticas de arte y la
identidad, Madrid, Akal.
Deleuze, Gilles. 1984. La imagen-movimiento. Estudios sobre cine 1, Barcelona, Paidós.
Deleuze, Gilles y Claire Parnet. 1980. Diálogos, Valencia, Pre-textos.
Foucault, Michel. 1993. “Sade, sargento del sexo”, en Relaciones, núm. 115, Montevideo,
diciembre, p. 23.
Irigaray, Luce. 2009. Ese sexo que no es uno, Madrid, Akal.
Maines, Rachel P. 1999. The Technology of Orgasm. “Hysteria”, the Vibrator, and Women’s
Sexual Satisfaction, Baltimore, Johns Hopkins University Press.
McNair, Brian. 2010. Striptease Culture, Nueva York, Routledge.
Milano, Laura. 2014. Usina posporno. Disidencia sexual, arte y autogestión en la
pospornograf ía, Buenos Aires, Ed. Titulo, edición para Kindle.
Nancy, Jean-Luc. 2007. La comunidad enfrentada, Buenos Aires, Ediciones la Cebra.
Sontag, Susan. 1990. Against Interpretation and Other Essays, Nueva York, Picador.
262 FABIÁN GIMÉNEZ GATTO
Pamela J. Fuentes
1 El concepto de pánico moral se fundamenta en la idea de que las aseveraciones sobre un hecho
pueden ser interpretaciones desproporcionadas, imaginarias o a modo de la evidencia existente.
Su difusión tiene el objetivo de encuadrar un fenómeno dentro de un esquema moral cuya rup-
tura ocasionaría daños irreparables a la sociedad. Como parte de este proceso, grupos sociales,
características f ísicas o culturales, así como ciertos lugares se señalan como amenazas para los
valores e intereses de todo el conjunto (Goode y Ben-Yehuda 2009: 17).
PROSTITUCIÓN/TRABAJO SEXUAL 269
asegura que 99% de las mujeres que practican el comercio sexual en áreas
como La Merced son explotadas por redes criminales. En gran medida,
esta cifra puede explicarse por la postura de quienes escribieron el reporte,
pues el libre albedrío no forma parte de esta perspectiva.
Los números que se utilizan para justificar la lucha contra el tráfico
de mujeres han sido cuestionados a nivel internacional (Bernstein 2014;
Weitzer 2014). Si bien no es posible negar la existencia ni la gravedad de este
problema, tampoco debe anularse la opinión que los trabajadores sexuales,
cualquiera que sea su sexo, tienen sobre la actividad que desempeñan. La
instauración de medidas coercitivas con el fin de presentar cifras positivas en
el combate a la trata ha tenido como consecuencia deportaciones, arrestos
y una fuerte oposición a leyes que protegen la salud y seguridad de quienes
han decidido dedicarse a la compraventa de servicios sexuales por dinero o
incluso en detrimento de las mujeres consideradas como víctimas. Quizá
uno de los mayores retos del feminismo actual sea conciliar las medidas
que ayudan a erradicar la trata de personas con el respeto a la provisión de
servicios sexuales que necesitan una legislación adecuada. Sobre todo, será
necesario hablar con las personas involucradas en el trabajo sexual más que
hablar de ellas o en su nombre.
Referencias
Guy, Donna. 2000. White Slavery and Mothers Alive and Dead. The Troubled Meeting of
Sex, Gender, Public Health, and Progress in Latin America, Lincoln, University of
Nebraska.
Krizna. 2014. “Con la ley en la mano”, en Nexos, septiembre. Disponible en <http://www.
nexos.com.mx/?p=22363> (consultado el 29 de julio de 2015).
Lamas, Marta. 1993. “El fulgor de la noche. Algunos aspectos de la prostitución callejera
en la Ciudad de México”, en Debate feminista, año 4, vol. 8, pp. 103-134.
____________. 2014. “¿Prostitución, trabajo o trata? Por un debate sin prejuicios”, en
Debate feminista, año. 25, vol. 50, pp. 162-186.
Luna Elizarrarás, Sara Minerva. 2015. “Género, prostitución y familia: acciones
moralizadoras del Departamento del Distrito Federal, 1952-1966”. Ponencia
presentada en el primer congreso internacional de la Asociación Latinoamericana
e Ibérica de Historia Social, Ciudad de México, 23 al 25 de marzo.
Madrid Romero, Elvira, Jaime Montejo y Rosa Icela Madrid. 2014. “Trabajadoras
sexuales conquistan derechos laborales”, en Debate feminista, año 25, vol. 50, pp.
139-159.
Muriel, Josefina. 1974. Los recogimientos de mujeres, México, iih-unam.
Núñez Becerra, Fernanda. 2002. La prostitución y su represión en la ciudad de México,
siglo xix. Prácticas y representaciones, Barcelona, Gedisa.
Pateman, Carole. 1995. El contrato sexual, Barcelona/México, Anthropos/uam-i.
Pliley, Jessica. 2010. “Claims to Protection. The Rise and Fall of Feminist Abolitionism in
the League of Nations’ Committee on the Traffic in Women and Children, 1919-
1936”, en Journal of Women’s History, vol. 22, núm. 4, pp. 90-113.
Satz, Debra. 1995. “Markets in Women’s Sexual Labour”, en Ethics, vol. 106, núm. 1, pp.
63-85.
Weitzer, Ronald. 2014. “El movimiento para criminalizar el trabajo sexual en Estados
Unidos”, en Debate feminista, año 25, núm. 50, pp. 189-219.
Representación
Freud y la madre del niño interpretan como fort (“ido”, “se fue”). El juego
se complica cuando el niño consigue un carrete atado a una cuerda, de
manera que puede hacerlo desaparecer (“o-o-o-o-o”) y aparecer de nuevo,
lo cual se acompaña de un jubiloso da. El niño repite el juego con su pro-
pia imagen en el espejo y, por fin, saluda con la misma exclamación a la
madre que regresa. Freud concluye que el juego fort-da es una manera de
aceptar la ausencia de la madre, que desaparece y vuelve a aparecer; el niño
compensa la obligación de renunciar a la satisfacción instintiva que siente
junto a ella con un juego que repite su pérdida, pero también su regreso.
La satisfacción del juego radica en la sensación de dominio, que sustituye
al sufrimiento pasivo; el niño tiene la impresión de controlar el proceso.
En una segunda interpretación, complementaria de la anterior, también
de acuerdo con Freud, el niño se desquita de la madre que se va: en vez de
sufrir su abandono, es él quien lo ordena y ejecuta. La repetición del juego
es entonces una manera de afirmarse frente a un suceso amenazante, pero
siempre contiene el recuerdo de la experiencia dolorosa que le dio origen; el
niño se acostumbra a la ausencia de la madre, la recuerda y la sustituye con
otras cosas (los objetos, el carrete, su propia imagen en el espejo), símbolos
que la evocan, le permiten sobrevivir sin ella y constituyen el principio de
incorporación del lenguaje y de la cultura, así como de la constitución del
yo, pues con ellos se inicia la distinción entre el niño y la madre. El proceso
de simbolización está, por dichas razones, emparentado con el duelo, y el
juego fort-da es también una manera de evocar y negar la amenaza de la
muerte. Es importante recordar que el niño en cuestión era nieto de Freud,
y la madre del relato, su hija Sophie, quien murió de influenza durante la
escritura de ese libro (Bronfen 1992: 15-35).
Esta descripción de los procesos psíquicos involucrados en la repre-
sentación se publicó poco después de otra que también tuvo enorme in-
fluencia. En 1916 apareció el Cours de linguistique générale, de Ferdinand
de Saussure, quien describió la composición del signo lingüístico como
una estructura dual integrada por el significante (imagen acústica) y el
significado (imagen mental) cuya relación con su referente es arbitraria,
es decir, establecida culturalmente. Este modelo es parte de una teoría que
describe la estructura del lenguaje, sus unidades mínimas y la manera en
que se articulan entre sí dentro de un sistema de oposiciones binarias que
las definen y permiten su funcionamiento: lengua y habla, paradigma y
REPRESENTACIÓN 279
viable. A su vez, este define las condiciones que hacen posible e inteligible
una representación, pues saber y poder están inextricablemente unidos.
La representación, entonces, es un efecto de prácticas culturales que
determinan las condiciones para que esta sea comprensible y aceptable,
pero también construyen las categorías de seres u objetos designados
como referentes; el proceso de representación los agrupa, los distingue;
estructura la percepción. El discurso hegemónico de una cultura estable-
ce los límites de lo que es posible pensar y vivir dentro de ella. De esta
manera se establece, por ejemplo, la estructura de género, que en las
culturas occidentales produce hombres y mujeres. En la representación
intervienen actores o emisores que recurren a prácticas determinadas por
el contexto histórico, social y cultural, pero también receptores que las
comprenden o interpretan en otras circunstancias también determinadas
por el contexto. Esto implica que una representación puede significar
algo distinto para quien la emite y para quien la recibe; además, puede
llegar a distintos receptores en contextos diferentes, por lo que será re-
significada continuamente. Tal como quien elabora una representación
puede estar expresando cierto mensaje explícito junto con otros más o
menos ocultos, es decisiva la intención de quien recibe e interpreta una
representación, pues puede estar buscando acatar el significado que busca
quien la produjo, pero también puede entenderla con otras intenciones.
Hay numerosos ejemplos: hacia mediados del siglo xx, en países donde la
homosexualidad debía practicarse de maneras clandestinas —o al menos
discretas— los públicos homosexuales aprendieron a descifrar significados
alusivos a su sexualidad en representaciones aparentemente ajenas a ella,
como la interpretación de Over the Rainbow realizada por Judy Garland
en The Wizard of Oz o, en el contexto mexicano, las actuaciones de ar-
tistas como Chavela Vargas (Sontag 1964: 5-7). El análisis de la recepción
fue cobrando cada vez mayor importancia durante la segunda mitad del
siglo xx. La crítica de las representaciones y las distintas maneras en
que ocurre su recepción es una de las áreas del trabajo de Stuart Hall,
fundador de la New Left Review y miembro del Centro para los Estudios
Culturales Contemporáneos de Birmingham. Esta institución, de la que
también formaron parte Raymond Williams y Richard Hoggarth, fue
sede de importantes esfuerzos por analizar el impacto de las culturas
populares y de los productos de la industria cultural en la formación de
REPRESENTACIÓN 281
1 A Room of One’s Own trae a la memoria la defensa de la educación de las mujeres y su derecho
a leer y escribir que hace Sor Juana Inés de la Cruz en su Carta a Sor Filotea. Aunque esta obra
fue escrita en un contexto histórico y cultural muy distinto, lo que impidió que Virginia Woolf
incluyera a Sor Juana entre sus precursoras, vale la pena observar esta coincidencia.
284 ADRIANA GONZÁLEZ MATEOS
Julia Kristeva señaló que el lenguaje no se limita a las dimensiones del sig-
nificante y el significado señaladas por Saussure, sino que está atravesado
por elementos sensoriales, huellas significativas rudimentarias ligadas a la
etapa preedípica, que para ella constituyen el ámbito de lo semiótico. En
su ensayo “Stabat Mater” (1983) desarrolló un análisis crítico del mito de
la Virgen María como representación hegemónica de la maternidad, en
contraste con notas sobre su propia experiencia del embarazo, señalando
así la importancia de representar en un lenguaje propio las experiencias
femeninas. Esta necesidad de escribir el cuerpo femenino es el centro de
la écriture féminine propuesta por Hélène Cixous.
Aunque estas escritoras elaboraron una crítica muy profunda del sistema
de representación falogocéntrico, se ha señalado que argumentaron en torno
a una idea del cuerpo femenino que no es necesariamente común a todos los
seres agrupados dentro de la categoría “mujer” y en cambio corresponde a
cierta cultura y posición social, lo cual se hace evidente a la luz de los trabajos
de Foucault, quien discute la producción histórica y cultural de los cuerpos.
En la misma época surgieron feminismos que señalaron la importancia de
las diferencias de clase y origen étnico entre mujeres, con las dificultades de
representación asociadas con estas desigualdades, entre ellas, desde luego, la
tendencia de algunas mujeres colocadas en situaciones de privilegio a hablar
en nombre de otras, contribuyendo así a invisibilizarlas. Las oportunida-
des y los problemas para escribir desde el lugar fronterizo de las chicanas,
por ejemplo, fueron expresados por Gloria Anzaldúa en Borderlands/La
Frontera. The New Mestiza (1987), un libro escrito en inglés, en español, en
espánglish, que combina narraciones autobiográficas, poemas y secciones
ensayísticas en su esfuerzo por representar la experiencia de alguien que se
vive como extranjera en los lugares fronterizos entre las culturas mexicana y
estadounidense, a las que no pertenece del todo, desde una sexualidad diversa
de la hegemónica, rebelde y habitante de los márgenes. Junto con Cherríe
Moraga, Anzaldúa es la editora de This Bridge Called my Back. Writings by
Radical Women of Color (1981), un libro crucial en el surgimiento de femi-
nismos comprometidos con la investigación, la escritura y el activismo desde
sexualidades, situaciones sociales y orígenes étnicos que problematizan la
universalización de una categoría como “la mujer”.
La compleja relación entre la representación simbólica y la represen-
tación política es uno de los ejes de Gender Trouble (El género en disputa)
286 ADRIANA GONZÁLEZ MATEOS
Referencias
Anzaldúa, Gloria. 1987. Borderlands/La Frontera. The New Mestiza, San Francisco, Aunt
Lute Books (en español: Borderlands/La frontera. La nueva mestiza, trad. Norma
Cantú, México, pueg-unam, 2015).
Anzaldúa, Gloria y Cherríe Moraga. 1983. This Bridge Called my Back. Writings
by Radical Women of Color, 2ª ed., Nueva York, Kitchen Table (en español:
Cherríe Moraga y Ana Castillo (eds.), Esta puente mi espalda. Voces de mujeres
288 ADRIANA GONZÁLEZ MATEOS
Antecedentes
El término inglés queer significa bizarro, extraño, enfermo, anormal. Por mucho
tiempo quiso decir, de modo algo anodino, que alguna cosa era “un tanto bizarra”,
TEORÍA QUEER 291
Hay algo atractivo en ser tanto hombre como mujer, en poder entrar en
ambos mundos. Contrario a ciertos principios psiquiátricos, los mita' y mita'
no sufren de una confusión de identidad sexual, ni siquiera de una confusión
de género. De lo que sufrimos es de una dualidad déspota absoluta que dice
TEORÍA QUEER 295
que solo podemos ser uno u otro. Se afirma que la naturaleza humana es
limitada, que no podemos evolucionar hacia algo mejor. Pero, al igual que
otras personas queer, soy dos en un solo cuerpo, tanto hombre como mujer.
Yo soy la encarnación del hieros gamos: la conjunción interna de cualidades
opuestas (Anzaldúa 2015: 77).
Este sentido que adquiere lo queer en el texto de Anzaldúa sin duda resulta
transgresor de los modelos naturalizados sobre el sexo —los cuales sostie-
nen que el género se construye en torno a este— y, hay que recalcar, es una
idea que se mantiene vigente inclusive entre ciertos sectores feministas.
Así se cuestionan los modelos convencionales ampliamente aceptados que
asimilan sexo y género como una misma dimensión.
La discusión feminista no se centró en el género, sino que tomó otros
aspectos igualmente importantes, entre los cuales hay que recuperar particular-
mente el relativo a la sexualidad. Así, el cuestionamiento a la heterosexualidad
obligatoria fue un asunto central, pero no el único en esta discusión. En sus
“notas para una teoría radical de la sexualidad”, Gayle Rubin (1989) plantea
la manera en que las sociedades establecen jerarquías respecto al ejercicio
de la sexualidad que responden a un modelo heterosexual, monógamo y
con fines reproductivos, rechazando toda otra forma de expresión sexual.
Resulta particularmente importante su discusión acerca del pánico moral1 en
los Estados Unidos frente a la emergencia de sectores diversos reconocidos
por sus formas de vulnerar la heterosexualidad obligatoria, y que permiten
reconocer una amplia diversidad de formas en las que se expresa el deseo.
Por supuesto, no solo desde el feminismo surgieron planteamientos
críticos en torno a la sexualidad. Sin duda, los trabajos de John Boswell
(1992) y Jeffrey Weeks (1998) resultaron fundamentales al plantear el
sentido histórico-cultural de la sexualidad, lo que permitió reconocer a la
heterosexualidad como producto cultural y no como una forma natural
de relación entre los sexos.
No se puede pasar por alto la obra de Michel Foucault cuando se de-
sarrolla la discusión histórica y teórica de la sexualidad. Para este autor, se
1 Roger Lancaster afirma que el pánico moral “se puede definir en términos generales como
cualquier movimiento de masas que surge en respuesta a una falsa, exagerada o indeterminada
amenaza moral a la sociedad, y para hacerle frente a esa amenaza se establecen medidas punitivas
más severas, la llamada ‘cero tolerancia’, la instauración de nuevas leyes, la vigilancia comunitaria
o violentas purgas en el contexto social” (Lancaster 2011: 23).
296 MAURICIO LIST REYES
Más adelante afirma que “el sexo no es algo que uno tiene o uno es, es
una de las normas por las cuales uno puede llegar a ser viable” (Butler
2002: 19). El sentido que le da a esta expresión va en consonancia con el
planteamiento anterior. Ser viable es precisamente ser inteligible, lograr
una “coherencia” entre los elementos planteados, lo cual le da sentido al
sujeto a partir de que asume los elementos normativos de sexo y género.
En este punto será muy importante su consideración acerca de la distin-
ción que señala entre los cuerpos que importan y los cuerpos abyectos.
Los sujetos trans, intersex, los caracterizados por su diversidad funcional
son definidos en estos términos.
TEORÍA QUEER 303
No solo hay una visión camp, una manera camp de mirar las cosas. Lo camp
es también una cualidad perceptible en los objetos y en el comportamiento de
las personas. Hay películas, vestidos, canciones populares, novelas, personas,
edificios camp... Esta distinción es importante. Cierto que la mirada camp
tiene el poder de transformar la experiencia. Pero no todo puede ser percibi-
do como camp. No todo está en la mirada del espectador (Sontag 1996: 357).
Referencias
Lauretis, Teresa de. 1991. “La tecnología del género”, en Carmen Ramos (comp.), El
género en perspectiva. De la dominación universal a la representación múltiple,
México, uam-x.
____________. 2010. “Teoría queer: sexualidades lesbiana y gay”, en Mauricio List Reyes
y Alberto Teutle López (coords.), Florilegio de deseos. Nuevos enfoques, estudios y
escenarios de la disidencia sexual y genérica, México, Eon/buap.
Malinowski, Bronislaw. 1975 [1932]. La vida sexual de los salvajes del noroeste de la
Melanesia, Madrid, Morata.
Mauss, Marcel. 1979 [1934]. Sociología y antropología, Madrid, Tecnos.
Rich, Adrienne. 1996. “Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana”, en Duoda,
Revista d’Estudis Feministes, núm 10.
Rubin, Gayle. 1989. “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la
sexualidad”, en Carole Vance (comp.), Placer y peligro. Explorando la sexualidad
femenina, Madrid, Revolución.
Sedgwick, Eve K. 1998. Epistemología del armario, Barcelona, La Tempestad.
Sontag, Susan. 1996. Contra la interpretación, Buenos Aires, Alfaguara.
Weeks, Jeffrey. 1993. El malestar de la sexualidad. Significados, mitos y sexualidades
modernas, Madrid, Talasa.
____________.1998. Sexualidad, México, pueg-unam/Paidós.
Wittig Monique. 2006 [1980]. El pensamiento heterosexual y otros ensayos, Madrid,
Egales.
Trans
Introducción
Además del ámbito médico, en otros espacios también se han abordado las
experiencias trans. Es importante destacar que difícilmente podemos realizar
cortes radicales entre discursos producidos dentro de unos campos y otros,
porque son narrativas que de alguna forma se tocan, se contagian, se articulan,
y son utilizados estratégicamente en términos individuales y colectivos por
las mismas subjetividades a las que interpelan.
La emergencia del concepto transgénero (trangender) en los Estados
Unidos data de la década de 1970. Varios autores estadounidenses reconocen
a Virginia Prince la autoría del término transgenderist que se adjudicaba a
sí misma y que definía como una “tercera vía” entre la transexualidad y el
travestismo. Para ella, ser transgenderist era vivir plenamente en el género
contrario al asignado a la hora del nacimiento —el sexo registral— sin
necesidad de recurrir a lo que la medicina llama “cirugías de reasigna-
ción genital o sexual”. De hecho usó este concepto para autonombrarse
en 1979, cuando ya se había sometido a tratamiento hormonal y realizado
electrólisis para eliminar su vello facial. Antes de ese año, Prince había
utilizado diferentes categorías como femmiphile, true transvestite o femme
personator. Es importante destacar todo el trabajo de investigación, difu-
sión y organización comunitaria que llevó a cabo entre la comunidad tv
(abreviatura de transvestite) y en relación con médicos clave, como Harry
Benjamin. Su definición de transgenderist se refería solamente a aquellos
TRANS 313
teóricas queer, quienes consideran que tanto el sexo como el género son
productos de la ideología binaria de género y de la matriz heterosexual,
y promueven el cuestionamiento y apertura a lo trans como sujeto polí-
tico del feminismo (de Lauretis 1987; Butler 2002, 2007; Haraway 1995;
Halberstam 1998; Preciado 2002, 2008).
En el marco del feminismo radical, Janice Raymond, en su controver-
tido The Transsexual Empire. The Making of the She-Male (1979), sostiene
que la biología determina el género, y que las mujeres trans (que denomina
male-to-constructed female), aunque se hayan sometido a modificaciones
quirúrgicas y hormonales, siguen siendo hombres que quieren infiltrarse
en los espacios de mujeres y feministas con el objetivo de ejercer poder
sobre ellas, controlarlas y cuestionar el movimiento feminista. De la misma
manera, las lesbofeministas radicales, como Sheila Jeffreys, critican a los
hombres trans por traicionar su naturaleza femenina y su pertenencia a la
comunidad lesbiana.
En la línea que comprende el género como construcción social, dentro
del ámbito de las ciencias sociales, destaca el trabajo publicado en 1978
por Kessler y MacKenna, Gender: An Ethnomethodological Approach,
en el cual analizan los procesos de atribución y reproducción del géne-
ro en el marco de la vida cotidiana, tomando como referente el trabajo
etnometodológico de Harold Garfinkel.2 Las autoras, que no cuestionan
aquí el binarismo de género sino el determinismo biológico, se enfocan a
las personas trans porque su transición de género visibiliza las prácticas
cotidianas a través de las cuales los individuos construimos, a diario, el
género, como una realidad que tiene sentido para todos. El género no
se considera una propiedad natural de los sujetos, sino un proceso de
actuación constante y de reproducción de normas sociales naturalizadas.
Las tesis más innovadoras para reflexionar sobre lo trans vienen, quizá,
de la teoría queer. Se trata de un conjunto de aportaciones que no necesa-
2 Harold Garfinkel, en su famoso artículo “Passing and the Managed Achievement of Sex Status
in an ‘Intersexed’ Person” (1967), explicita el proceso a través del cual Agnes (que nació varón y
fue paciente de Robert Stoller) desarrolla su pertenencia al género femenino. El estudio muestra
los esfuerzos de Agnes para aprender a ser mujer, reproduciendo las normas sociales dominantes
(en su tiempo) sobre la feminidad. Garfinkel trata el género como un performativo, que se hace
continuamente a través de la repetición de narrativas y prácticas compartidas (por ejemplo, el
hecho de que por ser mujer una tiene que tener una vagina es una narrativa compartida entre
Agnes y los médicos que la operaron).
TRANS 317
Estudios transgénero
3 Diana Sacayán fue torturada y asesinada en su domicilio del barrio de Caballito en Buenos Aires
el 13 de octubre de 2015. La comunidad trans, travesti y feminista de Argentina denuncia este
hecho, que aún se está investigando, como un crimen de odio.
322 ALBA PONS RABASA Y ELEONORA GAROSI
Referencias
Lauretis, Teresa de. 1987. Technologies of Gender. Essays on Theory, Film, and Fiction,
Bloomington e Indianápolis, Indiana University Press.
____________. 1992 (1984). “Semiótica y experiencia”, en Alicia ya no. Feminismo,
Semiótica, Cine, Madrid, Cátedra, pp. 251-294.
Preciado, Beatriz. 2002. Manifiesto contra-sexual. Prácticas subversivas de identidad
sexual, Madrid, Opera Prima.
____________. 2008. Testo yonqui, Madrid, Espasa.
Prosser, Jay. 1998. Second Skins. The Body Narratives of Transsexuality, Nueva York,
Columbia University Press.
Raymond, Janice. 1979. The Transsexual Empire. The Making of the She-Male, Nueva
York, Teachers College Press.
Sacayán, Diana. 2010. “El crimen de Rubí”, en El Teje. Primer Periódico Travesti
Latinoamericano, núm. 6. Disponible en <http://www.rojas.uba.ar/contenidos/
revistas/el-teje/Final.pdf>.
Sandoval Rebollo, Erica M. 2008. La transgeneridad y la transexualidad en México:
en búsqueda del reconocimiento de la identidad de género y la lucha contra la
discriminación, documento de trabajo núm. E-12-2008, México, Conapred.
Scott, Joan W. 1992. “Experience”, en J. Butler y J. Scott (eds.), Feminists Theorize the
Political, Nueva York y Londres, Routledge, pp. 22-38.
Stone, Sandy. 1991. “The Empire Strikes Back. A Post-Transsexual Manifesto”, en Julia
Epstein y Kristina Straub (eds.), Body Guards: The Cultural Politics of Gender
Ambiguity, Nueva York y Londres, Routledge, pp. 280-304.
Stryker, Susan y Aren Z. Aizura (eds.). 2013. The Transgender Studies Reader 2, Nueva
York y Londres, Routledge.
Stryker, Susan y Stephen Whittle (eds.). 2006. The Transgender Studies Reader, Nueva
York y Londres, Routledge.
Wittig, Monique. 1992. The Straight Mind and Other Essays, Boston, Beacon Press.
Transfeminismo(s)
Los gurús de la vieja Europa colonial se obstinan en querer
explicar a lxs activistas de los movimientos Occupy, 15M,
a las transfeministas del movimiento tullido-trans-putx-maricx-bollerx-intersex
y postporn que no podemos hacer la revolución porque no tenemos una ideología.
Dicen “una ideología” como mi madre decía “un marido”. No necesitamos
ni ideología ni marido. Lxs transfeministas no necesitamos un marido porque no
somos mujeres. Tampoco necesitamos una ideología porque no somos
un pueblo. Ni comunismo ni liberalismo. Ni la cantinela católico-musulmano-judía.
Nosotrxs hablamos otras lenguas.
Beatriz Preciado, “Decimos revolución”, 2013
Sayak Valencia1
7 El ciberfeminismo es un movimiento asociado a la tercera ola del feminismo que nació a inicios
de la década de 1990 y tomó impulso a partir de la aparición de las tecnologías de la información
y la comunicación. Su referente más importante es el Manifiesto cyborg, de Donna Haraway.
8 Se refiere a las técnicas empleadas por distintos colectivos que cuestionan el orden del discurso
dominante del capitalismo y lo intervienen para que el receptor lo reciba distorsionado a fin de
despertar la crítica a la cultura dominante. Estas técnicas se asocian a una intervención lúdico-
crítica que despertará la reflexión en sus receptores.
330 SAYAK VALENCIA
9 Para profundizar en el tema de los nuevos feminismos en el Estado español consúltese el libro
de Silvia L. Gil (2011).
10 Utilizo el término Estado español en lugar de España porque muchxs de lxs activistas transfemi-
nistas se distancian críticamente de la idea de España como nación, por considerarla conservadora,
monárquica y fascista, además de que sus trayectorias de vida están en conflicto con esa idea
de nación que niega la posibilidad de hablar desde la singularidad de los distintos territorios (y
sus lenguas) que fueron englobados por medio de la ficción política de “España”, especialmente
durante la dictadura franquista, por ejemplo, el País Vasco, Cataluña, València o Galicia, entre
otros territorios.
332 SAYAK VALENCIA
14 Entre los colectivos de México que se identifican como transfeministas están: Bloque Rosa (Cd.
Mx., Puebla, Edo. de México, Pachuca); Laboratorio_de_interconectividades (Puebla); Red de
Juventudes Trans México (Cd. Mx., Veracruz y Guadalajara); morra (Cd. Mx.); Casa Gomorra
(Cd. Mx.), Hysteria Revista (Cd. Mx.); Colectiva Transchangas (Cd. Mx.); Colectiva Manfloras
(Querétaro); Colectivas Gafas Violetas (Cd. Mx.); Invasorxs (Cd. Mx.), entre otros.
TRANSFEMINISMO(S) 337
más amplio y más situado de lo que he podido expresar en este breve texto.
Sin embargo, los movimientos transfeministas se fundan en estrategias y
modos relacionales que no buscan solo representación, sino formas de
transformación del pensamiento y la acción tangibles para sostener la vida
y combatir la violencia exacerbada (f ísica, económica, política, simbólica y
medial) que afecta de manera común a todos nuestros cuerpos.
Referencias
Roberto Castro
1 Esta sección es un resumen de un trabajo más detallado sobre la misma temática publicado en
Riquer y Castro (2008).
2 El concepto de sistemas sociales se refiere a individuos que interactúan entre sí, directa o indi-
rectamente, en un contexto delimitado f ísica o simbólicamente. Por tanto, podemos reconocer
como sistemas sociales a grupos de dos personas (parejas, médico-paciente, etc.), a grupos más
numerosos (familias, escuelas, instituciones, etc.) y a lo que conocemos como “la sociedad” en
su conjunto.
340 ROBERTO CASTRO P.
sión. Por una parte, la de las feministas académicas que debatieron sobre
el origen, las causas y las formas de reproducción de la subordinación
femenina, junto con la de las militantes que se refirieron a la violación.
En dicho debate, la violencia contra las mujeres no tuvo un lugar central
en la comprensión del patriarcado. El instrumento por excelencia del pa-
triarcado, se pensaba entonces, era la violencia simbólica, entendida como
un conjunto de dispositivos que permitían mantener la subordinación de
las mujeres sin usar la fuerza f ísica.
Por otra parte estaba la discusión de la vertiente militante del feminismo,
interesada en actuar ante la violencia contra las mujeres. En esa vertiente,
la violación ocupó un lugar central, pues se la concibió como el mecanis-
mo por excelencia de control de las mujeres por parte de los hombres. En
esa perspectiva, la violación no es un acto de gratificación sexual, sino un
ejercicio de poder y de intimidación, posible en virtud de las diferencias
anatómicas entre hombre y mujer (Griffin 1971; Brownmiller 1975).
Si bien la violación fue el tema central de la década de 1970, práctica-
mente desde los inicios de la discusión las feministas se interesaron en la
violencia doméstica circunscrita al fenómeno denominado “esposa golpea-
da” o battered wife (Dobash y Dobash 1979). También, hacia el final de esa
década, emergió la temática del hostigamiento sexual (McKinnon 1979).
En suma, en los primeros años del debate en torno a la violencia contra
las mujeres, la noción dominante fue violencia sexual. Por violencia sexual
se entienden las acciones ejercidas contra las mujeres (de cualquier edad)
que conllevan el uso de la fuerza, la coerción, el chantaje, el soborno, la inti-
midación o la amenaza para realizar actos sexuales o acciones sexualizadas
no deseadas, no buscadas ni consensuales. La violencia sexual integra la
violación, el abuso sexual de menores y el hostigamiento sexual, las rela-
ciones sexuales bajo coacción en el matrimonio y en las citas (date rape),
las violaciones sistemáticas durante los conflictos armados, la prostitución
forzada y la trata de personas, actos violentos contra la integridad sexual
de las mujeres como la mutilación genital (infibulación) y las inspecciones
obligatorias de virginidad.
Probablemente los primeros desarrollos en torno a la violencia contra
las mujeres adolecían de la misma confusión entre diferencia sexual y
desigualdad social fundada en esa diferencia que ha caracterizado el de-
bate sobre género. Esta confusión impidió ver que el hecho de que el sexo
342 ROBERTO CASTRO P.
3 Un análisis más detallado de los problemas que se describen en esta sección puede consultarse
en Castro 2012.
VIOLENCIA DE GÉNERO 347
miden la violencia ejercida por las mujeres y la sufrida por los hombres
registra tasas similares para ambos sexos. Incluso en México, las encues-
tas que han medido la violencia ejercida tanto por hombres como por
mujeres, como la Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo 2007
y las Encuestas de Exclusión, Intolerancia y Violencia de la Secretaría de
Educación Pública, registran tasas de victimización equivalentes en mu-
jeres y varones. Si bien es evidente que las mujeres se llevan la peor parte
en términos de daños a la salud y muertes, se objeta al enfoque feminista
no reconocer la agresividad de las mujeres y se le critica su deliberada in-
tención de no preguntar a las mujeres acerca de las violencias que ejercen,
en una especie de ánimo de mejor no enterarse (o “para no dar elementos
a las posturas antifeministas”).
Como contraargumentación se ha señalado que, si bien hay mujeres
que recurren a la violencia, dicha violencia se ejerce mayoritariamente en
defensa propia. Pero los teóricos de la simetría han ido más lejos y han co-
menzado a documentar empíricamente que también las mujeres inician la
violencia (no solo se defienden) y también lo hacen con fines de control (no
solo los hombres, como sostiene el feminismo) (Straus 2010). En realidad,
desde una perspectiva feminista, la principal línea de defensa en este sentido
es que la violencia que ejercen las mujeres no forma parte de un sistema
más general de dominación y control, como sí ocurre con la violencia que
ejercen los hombres sobre las mujeres (Gondolf 2014).
Este es sin duda uno de los más encendidos debates que tienen lugar
en este momento en el mundo anglosajón. Johnson (2011) ha propuesto una
solución que permite darle su lugar a ambas posturas: señala que una cosa
es el terrorismo patriarcal que ejercen mayoritariamente los hombres con
fines de control sobre sus parejas, y que es el que se registra sobre todo en
los refugios de mujeres, los hospitales y las agencias del ministerio público;
y otra es la violencia situacional (la que miden las encuestas), que ejercen
ambos sexos por igual sin fines de sometimiento, sobre todo en contextos
en que un conflicto ordinario se sale de control. Los críticos del feminismo
han señalado a su vez que la de Johnson es más bien una solución política
y no una respuesta científica (Dutton 2005; Dutton y Nicholls 2005). Y el
debate continúa.
En todo caso, es importante no perder de vista que la disputa se desa-
rrolla en el marco de la violencia de pareja. Las objeciones antifeministas
350 ROBERTO CASTRO P.
nada tienen que decir respecto del conjunto de violencias de género men-
cionadas en el apartado anterior, cuya existencia y gravedad son incuestio-
nables. Pero es urgente que la investigación feminista se ponga al corriente
en este debate, articulando debidamente nuevos desarrollos conceptuales
y pruebas empíricas, o se correrá el riesgo de perder, o de no saber cómo
ganar, una discusión científica internacional de primera importancia y con
obvias consecuencias políticas.
Conclusión
Referencias
Brownmiller, Susan. 1975. Against our Will. Men, Women and Rape, Nueva York,
Fawcett Columbine.
Castro, Roberto. 2012. “Problemas conceptuales en el estudio de la violencia de género.
Controversias y debates a tomar en cuenta”, en Norma Baca Tavira y Graciela
VIOLENCIA DE GÉNERO 353
Straus, Murray A. 2010. “Thirty Years of Denying the Evidence on Gender Symmetry in
Partner Violence: Implications for Prevention and Treatment”, en Partner Abuse,
vol. 1, núm. 3, pp. 332-363.
Referencias complementarias
Afectividad y emociones
Calhoun Cheshire y Robert Solomon (comps.). 1996. ¿Qué es una emoción?, México,
fce.
García Andrade, Adriana. 2013. Giddens y Luhmann: ¿opuestos o complementarios? La
acción en la teoría sociológica, México, uam-a.
____________. 2014. “Dibujando los contornos del amor. Cuatro regiones científicas”,
en A. García Andrade y O. Sabido (coords.), Cuerpo y afectividad en la sociedad
contemporánea. Algunas rutas del amor y la experiencia sensible en las ciencias
sociales, México, uam-a, pp. 81-129.
García Andrade, Adriana y Olga Sabido Ramos. 2014a. “Condiciones de posibilidad del
vínculo amoroso de pareja. Mundo significativo, nosotros, situación y ‘enminded
bodies’ ”, en Reporte de investigación, dcsh-uam-a, agosto. Disponible en <http://
investigaciondcsh.azc.uam.mx/index.php/reportes-de-investigacion/func-
startdown/217/>.
____________. 2014b. “Introducción: cuerpo y afectividad en la sociedad contemporánea”,
en A. García Andrade y O. Sabido (coords.), Cuerpo y afectividad en la sociedad
contemporánea. Algunas rutas del amor y la experiencia sensible en las ciencias
sociales, México, uam-a, pp. 11-36.
García Andrade, Adriana y Priscila Cedillo. 2011a. “Tras los pasos del amor: un
recuento desde las ciencias sociales”, en Estudios Sociológicos, vol. xxix, núm. 86,
pp. 551-602.
____________. 2011b. “La normalización científica del amor. A propósito de la
perspectiva evolutiva en psicología”, en Revista Latinoamericana de Estudios
sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad, vol. 3, núm. 6, pp. 83-95. Disponible en
<http://www.relaces.com.ar/index.php/relaces/article/view/122/93>.
Hansberg, Olbeth. 1996. La diversidad de las emociones, México, fce.
Le Breton, David. 1999. Las pasiones ordinarias. Antropología de las emociones, Buenos
Aires, Nueva Visión.
Miller, William Ian. 1998. Anatomía del asco, Madrid, Taurus.
Nussbaum, Martha. 2006. El ocultamiento de lo humano. Repugnancia, vergüenza y ley,
Buenos Aires, Katz.
356 REFERENCIAS COMPLEMENTARIAS
Sabido, Olga. 2007. “El sentir de los sentidos y la sociología de las emociones en la
obra de Georg Simmel”, en O. Sabido (comp.), Georg Simmel. Una revisión
contemporánea, Barcelona, uam-a/Anthropos, pp. 211-230.
____________. 2013. “Los retos del cuerpo en la investigación sociológica. Una reflexión
teórico-metodológica”, en M. Á. Aguilar y P. Soto (coords.), Cuerpos, espacios
y emociones. Aproximaciones desde las ciencias sociales, México, uam-i/m.a.
Porrúa, pp. 19-54.
____________. 2015. “Fragmentos amorosos en el pensamiento de Georg Simmel”, en G.
Díaz (ed.), Una actitud del espíritu. Interpretaciones en torno a Georg Simmel,
Medellín, Universidad de Antioquia, pp. 101-119.
Sartre, Jean Paul. 1973. Bosquejo de una teoría de las emociones, Madrid, Alianza.
Scheler, Max. 2003. Gramática de los sentimientos. Lo emocional como fundamento de la
ética, Barcelona, Crítica.
Scheve, Christian von y Rolf von Luede. 2005, “Emotion and Social Structures: Towards
an Interdisciplinary Approach”, en Journal for the Theory of Social Behavior,
vol. 35, núm. 3, pp. 303-328.
Turner, Bryan. 1994, “Los avances recientes en la teoría del cuerpo”, en Revista Española
de Investigaciones Sociológicas, núm. 68, pp. 11-39.
Walton, Stuart. 2005. Humanidad. Una historia de las emociones, México, Taurus.
Ciencia y género
Fausto-Sterling, Anne. 2000. Sexing the body: Gender Politics and the Construction of
Sexuality, Nueva York, Basic Books.
Fricker, Miranda. 2007. Epistemic Injustice: Power and the Ethics of Knowing, Nueva
York, Oxford University Press.
Gornick, Vivian. 2009. Women in Science, Nueva York, The Feminist Press.
Grosz, Elizabeth. 2005. Time Travels: Feminism, Nature, Power, Durham, Duke
University Press.
Guerrero Mc Manus, Fabrizzio. 2013. ¿Naces o te haces? La ciencia detrás de la
homosexualidad, México, Paidós.
Hager, Lori. 1997. Women in Human Evolution, Nueva York, Routledge.
Haraway, Donna. 1991a. “A Cyborg Manifesto”. Disponible en <http://www.egs.edu/
faculty/donna-haraway/articles/donna-haraway-a-cyborg-manifesto/>.
____________. 1991b. Simians, Cyborgs and Women: The Reinvention of Nature, Nueva
York, Routledge.
Harding, Sandra. 1991. Whose Science? Whose Knowledge?: Thinking from Women’s
Lives, Ithaca, Cornell University Press.
____________.1998. Is Science Multicultural? Postcolonialisms, Feminisms, and
Epistemologies (Race, Gender, and Science), Bloomington, Indiana University
Press.
Harslanger, Sally. 2007. On Social Construction, Oxford, Oxford University Press.
Keller, Evelyn Fox. 1985. Reflections on Gender and Science, Binghamton, Yale University.
Keller, Evelyn Fox y Helen Longino. 1996. Feminism and Science, Oxford, Oxford
University Press.
Kourany, Janet. 2010. Philosophy of Science after Feminism, Oxford, Oxford University
Press.
Lacqueur, Thomas. 1990. Making Sex: Body and Gender from the Greeks to Freud,
Cambridge, Harvard University Press.
Laslett, Barbara, Sally Kohestedt, Helen Longino y Evelynn Hammons. 1996. Gender
and Scientific Authority, Chicago, University of Chicago Press.
LeVay, Simon. 1996. Queer Science: The Use and Abuse of Research into Homosexuality,
Cambridge, mit Press.
Lloyd, Elizabeth. 2005. The Case of the Female Orgasm. Bias in the Science of Evolution,
Boston, Harvard University Press.
Longino, E. Helen. 1990. Science as Social Knowledge: Values and Objectivity in Scientific
Inquiry, Princeton, Princeton University Press.
____________. 1995. “Gender, Politics and the Theoretical Virtues”, en Synthese,
núm. 104, pp. 383-397.
Mortimer-Sandilans, Catriona. 2014. Queer Ecologies: Sex, Nature, Politics, Desire,
Bloomington, Indiana University Press.
Morton, Timothy. 2010. “Queer Ecology”, en Modern Language Association of America,
vol. 125, núm. 2, pp. 273-282.
358 REFERENCIAS COMPLEMENTARIAS
Diferencia sexual
Aristotle. 2002. Des parties des animaux, suivi de la génération des animaux, París, Les
Belles Lettres.
Bereni, Laure y Mathieu Trachman. 2014. Le genre, théories et controverses, París, puf.
Bourdieu, Pierre. 2000. La dominación masculina, Barcelona, Anagrama.
Braidotti, Rosi. 1985. “U-topies, des non-lieux postmodernes”, en Les Cahiers du Grif,
núm. 30, pp. 51-61.
Butler, Judith. 2007. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad,
Madrid, Paidós.
CONCEPTOS CLAVE EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO 359
Amorós, Ana. 1995. “División sexual del trabajo”, en Celia Amorós (dir.), 10 palabras
clave sobre mujer, Navarra, Verbo Divino.
Armstrong, Nancy. 1987. Deseo y ficción doméstica. Una historia política de la novela,
Madrid, Universidad de Valencia/Instituto de la Mujer/Cátedra.
Calderón, Coral. 2013. Redistribuir el cuidado. El desaf ío de las políticas.
Santiago de Chile, Cepal-onu. Disponible en <http://repositorio.cepal.org/
bitstream/11362/27871/1/S2012875_es.pdf>.
Flórez–Estrada, María. 2007. Economía del género: el valor simbólico y económico de
las mujeres, San José, Editorial ucr-Universidad de Costa Rica. Disponible en
<http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Costa_Rica/iis-ucr/20120725012806/
economia.pdf>.
García, Brigida y Edith Pacheco (comps.). 2014. Usos del tiempo y trabajo no
remunerado en México, México, El Colegio de México/onu Mujeres/Inmujeres.
360 REFERENCIAS COMPLEMENTARIAS
Hirata, Helena y Daniele Kergoat. 1997. La división sexual del trabajo: permanencia y
cambio, Buenos Aires, Asociación Trabajo y Sociedad/Centro de Estudios de la
Mujer de Chile/piette-conicet.
Instituto Nacional de Estadística y Geograf ía. 2014. Clasificación mexicana de usos del
tiempo 2014, México, Inegi. Disponible en <http://internet.contenidos.inegi.org.
mx/contenidos/productos//prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/
nueva_estruc/702825063498.pdf>.
Lyonette, Clare. 2013. “The Sexual Division of Labour”, en M. Evans y C. Williams (eds.),
Gender: The Key Concepts, Nueva York, Routledge, pp. 198-203.
Mead, Margaret. 2006. Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas, Barcelona,
Paidós.
Pérez, Amaia. 2014. Subversión feminista de la economía, Madrid, Traficantes de Sueños.
Disponible en <http://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/map40_
subversion_feminista.pdf>.
Rodríguez, Corina. 2015, “Economía feminista y economía del cuidado. Aportes
conceptuales para el estudio de la desigualdad”, en Nueva Sociedad, núm. 256,
pp. 30-44. Disponible en <http://nuso.org/media/articles/downloads/4102_1.pdf>.
Rodríguez, Dinah y Jennifer Cooper (comps.). 2005. El debate sobre el trabajo
doméstico, México, ents-ceiich-iiec-unam.
Serret, Estela. 2008. “Identidades de género y división de espacios sociales en la
modernidad”, en A. Sermeño y E. Serret (coords.), Tensiones políticas de la
modernidad. Retos y perspectivas de la democracia contemporánea, México,
uam-a/m.a. Porrúa, pp. 91-120.
Espacio y género
Familia
Feminicidio
Feminismos
Pérez-Gil Romo, Sara Elena y Patricia Ravelo Blancas (coords.). 2004. Voces disidentes.
Debates contemporáneos en los estudios de género en México, México, ciesas/
Conocer/m.a. Porrúa.
Perrot, Michelle y George Duby. 1993. Historia de las mujeres, 5 vols., Madrid, Taurus.
Tuñón, Esperanza. 1997. Mujeres en escena: de la tramoya al protagonismo (1982-1994),
México, pueg-unam/ m.a. Porrúa.
Tuñón, Julia. 1987. Mujeres en México. Una historia olvidada, México, Planeta.
Valcárcel, Amelia. 2001. La memoria colectiva y los retos del feminismo, Santiago de
Chile, Cepal.
Varela, Nuria. 2005. Feminismo para principiantes, Madrid, Ediciones B.
Género
Globalización
Zolo, Danilo. 1994. Democracia y complejidad: un enfoque realista, Buenos Aires, Nueva
Visión.
Homosexualidad
Abelove, Henry, Michèle Aina Barale y David M. Halperin (comps.). 1993. The Lesbian
and Gay Studies Reader, Nueva York, Routledge.
Boswell, John. 1992 [1980]. Cristianismo, tolerancia social y homosexualidad, Barcelona,
Muchnik Editores.
____________. 1996 [1994]. Las bodas de las semejanzas. Uniones entre personas del
mismo sexo en la Europa premoderna, Barcelona, Muchnik Editores.
Carrillo, Héctor. 2005 [2002]. La noche es joven. La sexualidad en México en la era del
sida, México, Océano.
Chauncey, George. 1995 [1994]. Gay New York, The Making of the Gay Male World,
1890-1940, Londres, Flamingo.
D’Emilio, John. 1998 [1983]. Sexual Politics, Sexual Communities, Chicago, The
University of Chicago Press.
Duberman, Martin, Martha Vicinus y George Chauncey (comps.). 1990 [1981]. Hidden
from History, Reclaiming the Gay and Lesbian Past, Nueva York, Meridian.
Foster, David William. 1991. Gay and Lesbian Themes in Latin American Writing,
Austin, University of Texas Press.
Foucault, Michel. 1998 [1976]. Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber,
México, Siglo xxi Editores.
Green, James N. 1999. Beyond Carnaval, Male Homosexuality in Twentieth-Century
Brazil, Chicago, University of Chicago Press.
Greenberg, David F. 1990 [1988]. The Construction of Homosexuality, Chicago,
University of Chicago Press.
Laguarda, Rodrigo. 2009. Ser gay en la Ciudad de México. Lucha de representaciones y
apropiación de una identidad, 1968-1982, México, ciesas/Instituto Mora.
Licata, Salvatore J. y Robert P. Petersen (comps.). 1985 [1981]. The Gay Past. A
Collection of Historical Essays, Nueva York, Harrington Park Press.
Löfstrom, Jan (comp.). 1998. Scandinavian Homosexualities. Essays on Gay and Lesbian
Studies, Nueva York, Haworth Press.
Mc Lelland, Mark. 2005. Queer Japan from the Pacific War to the Internet Age, Lanham,
Rowman and Littlefield Publishers.
Meeker, Martin. 2006. Contacts Desired, Gay and Lesbian Communications and
Community, 1940s-1970s, Chicago, University of Chicago Press.
368 REFERENCIAS COMPLEMENTARIAS
Interseccionalidad
Anthias, Floya y Nira Yuval-Davis. 1992. Racialized Boundaries: Race, Nation, Gender,
Colour and Class and the Anti-Racist Struggle, Londres, Routledge.
Brah, Avtar y Anne Phoenix. 2004. “Ain’t I a Woman? Revisiting Intersectionality”, en
Journal of International Women’s Studies, vol. 5, núm. 3, pp. 75-86.
Carasthatis, Anna. 2014. “The Concept of Intersectionality in Feminist Theory”, en
Philosophy Compass, vol. 9, núm. 6, pp. 304-314.
Cho, Sumi, Kimberlé Williams Crenshaw y Leslie McCall (eds.). 2013. “Intersectionality:
Theorizing Power, Empowering Theory”, en Signs, vol. 38, núm. 4.
Davis, Angela Y. 1983. Women, Race, and Class, Nueva York, Vintage.
Gimenez, Martha. 2001. “Marxism and Class, Gender and Race: Rethinking the Trilogy”,
en Race, Gender & Class, vol. 8, núm. 2, pp. 22–33.
hooks, bell. 1981. “Ain’t I a Woman?”: Black Women and Feminism, Boston, South End
Press.
Lutz, Helma, Maria Teresa Herrera Vivar y Linda Supok (eds.). 2011. Framing
Intersecionality. Debates on a Multi-Faceted Concept in Gender Studies, Farnham,
Ashgate.
Lykke, Nina. 2010. Feminist Studies. A Guide to Intersectional Theory, Methodology and
Writing, Nueva York, Routledge.
McCall, Leslie. 2001. Complex Inequality: Gender, Class, and Race in the New Economy,
Nueva York, Routledge.
CONCEPTOS CLAVE EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO 369
Ang, Ien. 1985. “The Battle between Television and its Audiences: The Politics of
Watching Television”, en P. Drummond y R. Patterson (coords.), Television in
Transition, Londres, bfi.
Grizzle, Alton. 2014. “Enlisting Media and Informational Literacy for Gender Equality
and Women’s Empowerment”, en Aimée Vega Montiel (comp.), Media and
Gender. A Scholarly Agenda for the Global Alliance on Media and Gender:
Towards a Global Alliance, París, Unesco/iamcr, pp. 79-91.
Gurumurthy, Anita. 2015. “The Digital Agenda-The Task Ahead for Beijing plus 20
Feminist Practice”. Ponencia presentada en el Foro Internacional Género, Medios,
tics y Periodismo: A 20 años de la Plataforma de Acción de Beijing, México, ceiich-
unam/cimac/onu Mujeres/iamcr/Unesco/Gamag, 27 y 28 de mayo de 2015.
Hobson, Dorothy. 1982. ‘Crossroads’: Drama of a Soap Opera, Londres, Methuen.
Intel & Dalberg Global Development Advisors. 2012. Women and the Web. Bridging the
Internet Gap and Creating New Global Opportunities in Low and Middle-Income
Countries. Disponible en <http://dalberg.com/documents/Women_Web.pdf>.
International Women’s Media Foundation. 2011. Global Report on the Status of Women
in the News Media, Washington, dc.
Organisation for Economic Co-operation and Development. 2007. “icts and Gender”,
en oecd Digital Economy Papers, núm. 129. Disponible en <http://dx.doi.
org/10.1787/231011217663>.
Radway, Janice. 1988. “Reception Study: Etnography and the Problems of Dispersed
Audiences and Nomadic Subjects”, en Cultural Studies, vol. 2, núm. 3, pp. 376-399.
370 REFERENCIAS COMPLEMENTARIAS
Poder
Deleuze, Gilles. 2014. El Poder. Curso sobre Foucault, t. ii, Buenos Aires, Cactus.
Eribon, Didier. 1992. Michel Foucault, Barcelona, Anagrama.
____________. 2001. Reflexiones sobre la cuestión gay, Barcelona, Anagrama.
Foucault, Michel. 1978. Vigilar y Castigar, México, Siglo xxi Editores.
____________. 1979. Microf ísica del poder, Madrid, La Piqueta.
____________. 1981. Un diálogo sobre el poder, Madrid, Alianza Editorial.
____________. 1984. Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas,
México, Siglo xxi Editores.
____________. 1990. La vida de los hombres infames, Madrid, La Piqueta.
____________. 1991. Saber y verdad, Madrid, La Piqueta.
____________. 1999. Selección de textos: Obras Esenciales, vols. i, ii y iii, Barcelona,
Paidós.
García Canal, María Inés. 2006. Espacio y poder, México, uam-x.
____________. 2010. Foucault y el poder, 3ª ed. México, uam-x.
Halperin, David. 2000, Saint Foucault, París, epel.
Rancière, Jacques. 2007. El desacuerdo. Política y filosof ía, Buenos Aires, Nueva Visión.
Rodríguez Magda, Rosa María. 2004. Foucault y la genealogía de los sexos, México,
uam-i/Anthropos.
Pospornograf ía
Cornell, Drucilla (ed.). 2007. Feminism & Pornography, Oxford, Oxford University Press.
Dennis, Kelly. 2009. Art/Porn: A History of Seeing and Touching, Oxford, Berg.
Di Folco, Philippe (dir.). 2005. Dictionnaire de la Pornographie, París, Presses
Universitaires de France.
Echavarren, Roberto, Amir Hamed y Ercole Lissardi. 2009. Porno y Postporno,
Montevideo, Casa Editorial Hum.
Giménez Gatto, Fabián. 2011. Erótica de la banalidad. Simulaciones, abyecciones,
eyaculaciones, México, Fontamara.
____________. 2015. Pospornograf ías, México, La Cifra Editorial.
Gubern, Román. 2005. La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas, Barcelona,
Anagrama.
Hines, Claire y Darren Kerr (eds.). 2012. Hard to Swallow. Hard-core Pornography on
Screen, Nueva York, Wallflower Press.
Hunt, Lynn (ed.). 1996. The Invention of Pornography. Obscenity and the Origins of
Modernity, 1500-1800, Nueva York, Zone Books.
Ives, Kelly. 2010. Wild Zones. Pornography, Art and Feminism, Maidstone, Crescent
Moon Publishing.
Jacobs, Katrien. 2007. Netporn: diy Culture and Sexual Politics, Lanham, Rowman and
Littlefield Publishers.
____________. 2011. Carnal Resonance: Affect and Online Pornography, Cambridge, mit
Press.
Jacobs, Katrien, Marije Janssen y Matteo Pasquinelli (eds.). 2007. C’lick Me: A Netporn
Studies Reader, Amsterdam, Institute of Network Cultures.
Kauffman, Linda S. 2000. Malas y perversos: fantasías en la cultura y el arte
contemporáneos, Madrid, Cátedra.
Kendrick, Walter. 1996. The Secret Museum. Pornography in Modern Culture, California,
University of California Press.
Kipnis, Laura. 2007. Bound and Gagged: Pornography and the Politics of Fantasy in
America, Durham, Duke University Press.
Lehman, Peter (ed.). 2006. Pornography: Film and Culture, New Brunswick, Rutgers
University Press.
Llopis, María. 2010. El postporno era eso, Tenerife, Editorial Melusina.
Lust, Erika. 2010. Good Porn. A Woman’s Guide, California, Seal Press.
Maes, Hans (ed.). 2013. Pornographic Art and the Aesthetics of Pornography, Hampshire,
Palgrave Macmillan.
Maes, Hans y Jerrold Levinson (eds.). 2012. Art & Pornography. Philosophical Essays,
Oxford, Oxford University Press.
Marzano, Michela. 2006. La pornograf ía o el agotamiento del deseo, Buenos Aires,
Manantial.
McNair, Brian. 1996. Mediated Sex: Pornography and Postmodern Culture, Londres, Arnold.
____________. 2010. Striptease Culture: Sex, Media and the Democratization of Desire,
Nueva York, Routledge.
CONCEPTOS CLAVE EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO 373
____________. 2013. Porno? Chic! How Pornography Changed the World and Made it a
Better Place, Londres, Routledge.
Milano, Laura. 2014. Usina posporno: disidencia sexual, arte y autogestión en la
pospornograf ía, Buenos Aires, Título.
Nagle, Jill (ed.). 2010. Whores and Other Feminists, Nueva York, Routledge.
Nead, Lynda. 1998. El desnudo femenino, Madrid, Tecnos.
Ovidie. 2004. Porno Manifesto, París, La Musardine.
Paasonen, Susanna, Kaarina Nikunen y Laura Saarenmaa (eds.). 2007. Pornification:
Sex and Sexuality in Media Culture, Oxford, Berg.
Preciado, Beatriz. 2008. Testo yonqui, Madrid, Espasa.
____________. 2011a. Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en “Playboy” durante la
guerra fría, Barcelona, Anagrama.
____________. 2011b. Manifiesto contrasexual, Barcelona, Anagrama.
Ray, Audacia. 2007. Naked on the Internet: Hookups, Downloads and Cashing in on
Internet Sexploration, California, Seal Press.
Sabo, Anne G. 2012. After Pornified: How Women are Transforming Pornography & Why
it Really Matters, Washington, Zero Books.
Salanova, Marisol. 2012. Postpornograf ía, Murcia, Pictograf ía Ediciones.
Segal, Lynne y Mary McIntosh (ed.). 1993. Sex Exposed. Sexuality and the Pornography
Debate, Nueva Jersey, Rutgers University Press.
Soble, Alan. 2002. Pornography, Sex and Feminism, Nueva York, Prometheus Books.
Sprinkle, Annie. 1998. Post-Porn Modernist. My 25 Years as a Multimedia Whore, San
Francisco, Cleis Press.
Stüttgen, Tim (ed.). 2009. Post/Porn/Politics Symposium/Reader. Queer_Feminist
Perspective on the Politics of Porn Performance an Sex_Work as Culture
Production, Berlín, b_books.
Taormino, Tristan et al. (eds.). 2013. The Feminist Porn Book. The Politics of Producing
Pleasure, Nueva York, The Feminist Press.
Torres, Diana J. 2011. Pornoterrorismo, Navarra, Editorial Txalaparta.
Williams, Linda. 1999. Hard Core: Power, Pleasure and the “Frenzy of the Visible”,
California, University of California Press.
____________ (ed.). 2004. Porn Studies, Durham, Duke University Press.
____________. 2008. Screening Sex, Durham, Duke University Press.
Yehya, Naief. 2004. Pornograf ía: sexo mediatizado y pánico moral, México, Plaza Janés.
____________. 2012. Pornograf ía. Obsesión sexual y tecnológica, México, Tusquets.
____________. 2013. Pornocultura. El espectro de la violencia sexualizada en los medios,
México, Tusquets.
Ziga, Itziar. 2011. Devenir perra, Tenerife, Editorial Melusina.
374 REFERENCIAS COMPLEMENTARIAS
Prostitución/trabajo sexual
Atondo, Ana María. 1992. El amor venal y la condición femenina en el México colonial,
México, inah.
Bautista López Angélica y Elsa Conde Rodríguez. 2006. Comercio sexual en La Merced:
Una perspectiva constructivista sobre el sexoservicio, México, uam-i/Porrúa.
Brigada Callejera. 2013. El abc de la trata de personas, México, Brigada Callejera de
Apoyo a la Mujer Elisa Martínez A. C.
catwlac-InMujeresdf. 2012. Diagnóstico de las causas estructurales y sociales de
la trata de personas en la Ciudad de México, México. Disponible en <http://
www.equidad.scjn.gob.mx/biblioteca_virtual/publicacionesRecientes/
TrataDePersonas/02.pdf>.
Lamas, Marta. 1996. “Trabajadoras sexuales: del estigma a la conciencia política”, en
Estudios Sociológicos, vol. xiv, núm. 40, pp. 33-52.
Liga de Naciones. 1927. “Report of the Special Body of Experts on Traffic in Women and
Children”, Ginebra.
O’Connell Davidson, Julia. 2014. “¿Podría la verdadera esclava sexual dar un paso
adelante?”, en Debate feminista, núm. 50, octubre, pp. 258-279.
Rivera-Garza, Cristina. 1995. “The Masters of the Streets: Bodies, Power, and Modernity
in Mexico, 1867-1930”, tesis de doctorado, Houston, University of Houston.
Rodríguez García, Magaly. 2012. “The League of Nations and the Moral Recruitment of
Women”, en International Review of Social History, núm. 57, pp. 97-128.
____________. 2014. “Prostitution in World Cities (1600s-2000s)”, en Nina Persak y Gert
Vermeulen (comps.), Reframing Prostitution. From Discourse to Description, from
Moralization to Normalization?, Antwerp, Maklu, pp. 25-51.
Scoular, Jane. 2014. “¿Qué transa con la ley? Por qué y de qué forma es relevante el
derecho para la regulación del trabajo sexual?”, en Debate feminista, núm. 50,
octubre, pp. 220-255.
United Nations Office on Drugs and Crime. 2014. Global Report on Trafficking in
Persons, 2014, Naciones Unidas, Nueva York. Disponible en <https://www.unodc.
org/documents/data-and-analysis/glotip/GLOTIP_2014_full_report.pdf>.
Psicoanálisis
Representación
Anzaldúa, Gloria. 1987. Borderlands. La frontera. The New Mestiza, San Francisco, Aunt
Lute Books (en español: Borderlands: la frontera. La nueva mestiza, trad. Norma
Cantú, pueg-unam, 2015).
Beauvoir, Simone de. 2005. El Segundo Sexo, pról. de Teresa López Pardina, trad. de
Alicia Martorell, Madrid, Universitat de València/Instituto de la Mujer/Cátedra.
Beristáin, Helena. 2010. “Signo”, en Diccionario de retórica y poética, México, Porrúa,
pp. 462-469.
Bronfen, Elisabeth. 1992. Over Her Dead Body. Death, Femininity and the Aesthetic,
Nueva York, Routledge.
Butler, Judith. 1990. Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity, Nueva
York, Routledge.
Guerra, Lucía. 2007. Mujer y escritura. Fundamentos teóricos de la crítica feminista,
México, pueg-unam.
Hall, Suart (ed.). 1997. Representation: Cultural Representations and Signifying Practices,
Londres, Thousand Oaks/Sage-Open University.
Irigaray, Luce. 2007. Espéculo de la otra mujer, Madrid, Akal.
____________. 2009. Ese sexo que no es uno, Madrid, Akal.
Prieto Stambaugh, Antonio. 2009. “Performance”, en Mónica Szurmuk y Robert McKee
Irwin (coords.), Diccionario de estudios culturales latinoamericanos, México,
Instituto Mora/Siglo xxi Editores, pp. 207-211.
Sontag, Susan. 1964. “Notes On ‘Camp’”. Disponible en <www.math.utah.edu/~lars/
Sontag::Notes%20on%20camp.pdf>.
Spivak, Gayatri Chakravorty. 2001. “Can the Subaltern Speak?”, en The Norton Anthology
of Theory and Criticism, Nueva York y Londres, W. W. Norton and Company.
Victoriano, Felipe y Claudia Darrigrandi. 2009. “Representación”, en Mónica
Szurmuk y Robert McKee Irwin (coords.), Diccionario de estudios culturales
latinoamericanos, México, Instituto Mora/Siglo xxi Editores, pp. 249-254.
Woolf, Virginia. 1945. A Room of One’s Own, Londres, Penguin Books.
Teoría queer
Abelove, Henry, Michèle Aina Barale y David Halperin (eds.). 1993. The Lesbian and
Gay Studies Reader, Nueva York, Routledge.
CONCEPTOS CLAVE EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO 377
Trans
Escobar, Manuel Roberto. 2012. “Entre barroco y queer: el cuerpo trans en resistencia”,
en Rodrigo Parrini (coord.), Los archivos del cuerpo. ¿Cómo estudiar el cuerpo?
México, pueg-unam.
Esteban, M. L. 2004. Antropología del cuerpo. Género, itinerarios corporales, identidad y
cambio, Barcelona, Edicions Bellaterra.
Fausto-Sterling, Anne. 2000. Sexing the body. Gender Politics and the Construction of
sexuality, Nueva York, Basic Books.
Garosi, Eleonora. 2011. “Gender, Sex and (Hetero)Sexuality: A Critical Lesson from the
Trans Experience in Italy”, en Burkhard Scherer y Matthew Ball (eds.), Queering
Paradigms ii. Interrogating Agendas, Oxford, Peter Lang, pp. 99-112.
____________. 2012. “ ‘Hacer’ lo trans. Estrategias y procesos de transición de género en
Turín (Italia)”, en Cuicuilco, núm. 54, pp. 139-171.
____________. 2014. “Trans-masculinidades en la Ciudad de México”, en Rodrigo Parrini
(coord.), La memoria y el deseo. Estudios gay y queer en México, México, pueg-
unam, pp. 137-172.
Gerber, M. 1992. Vested Interests. Cross-Dressing and Cultural Anxiety, Londres,
Routledge.
Global Action for Trans* Equality. 2013. gate Statement on the International Day
of Action for Trans* Depathologization. Disponible en <http://transactivists.
org/2013/10/19/gate-statement-on-the-international-day-of-action-for-
transdepatholoziation/>.
Gutiérrez, Ana Paulina. 2015. “Identidades trans femeninas. Sociabilidades, Internet,
narrativas y tránsitos de género en la Ciudad de México”, tesis de doctorado, El
Colegio de México.
Halbertsam, Judith. 2008. Masculinidad femenina, Barcelona/Madrid, Egales (edición
original: Halberstam, Judith. 1998. Female Masculinity, Durham, Duke University
Press).
Hale, Jacob. 2009. Suggested Rules for Non-Transsexuals Writing about Transsexuals,
Transsexuality, Transsexualism and Trans. Disponible en <http://sandystone.
com/hale.rules.html>.
Hausman, Bernice. 1995. Changing Sex. Transsexualism, Technology and the Idea of
Gender, Durham, Duke University Press.
Herdt, G. (coord.). 1994. Third Sex, Third Gender. Beyond Sexual Dimorphism in Culture
and History, Nueva York, Zone Books.
Hines, Sally. 2007. TransForming Gender. Transgender Practices of Identity, Intimacy and
Care, Bristol, Policy Press.
Kulick, Dan. 1997. “The Gender of Brazilian Transgendered Prostitutes”, en American
Anthropologist, vol. 99, núm. 3, pp. 574-585.
____________. 1998. Travesti. Sex, Gender and Culture among Brazilian Transgendered
Prostitutes, Chicago, University of Chicago Press.
Lamas, Marta. 2009. “El fenómeno trans”, en Debate feminista, núm. 39, pp. 3-13.
380 REFERENCIAS COMPLEMENTARIAS
Rubin, Henry. 2006. “The Logic of Treatment”, en Susan Stryker y Stephen Whittle
(coords.), The Transgender Studies Reader, Nueva York y Londres, Routledge,
pp. 482-498.
Sandoval Rebollo, Erica M. 2006. “En diálogo con el propio cuerpo: la experiencia de la
transexualidad en sujetos que habitan la Ciudad de México”, tesis de maestría en
Antropología Social, México, ciesas.
____________. 2011. “La convicción encarnada. Una mirada semiótica a las voces y
relatos de vida de personas transexuales y transgénero en la Ciudad de México”,
tesis doctoral de Antropología Social, México, ciesas.
Sanger, Tam. 2010. Trans People’s Partnerships. Towards an Ethics of Intimacy, Londres,
Palgrave Macmillan.
Scott, Joan W. 2015. “El género: Una categoría útil para el análisis histórico”, en Marta
Lamas (comp.), El género: la construcción cultural de la diferencia sexual, México,
pueg-unam/Bonilla Artigas Editores, pp. 251-290.
Serret, Estela. 2009. “La conformación reflexiva de las identidades trans”, en Sociológica,
año 24, núm. 69, enero-abril, pp. 79-100.
Soley Beltrán, Patricia. 2009. Transexualidad y la matriz heterosexual. Un estudio
crítico de Judith Butler, Barcelona, Bellaterra.
Spade, James. 2006. “Mutilating Gender”, en Susan Stryker y Stephen Whittle (coords.),
The Transgender Studies Reader, Nueva York y Londres, Routledge, pp. 315-332.
Valentine, David. 2007. Imagining Transgender. An Ethnography of a Category, Durham y
Londres, Duke University Press.
Weeks, Jeffrey. 2003. “Necessary Fictions: Sexual Identities and the Politics of
Diversity”, en J. Weeks, J. Holland y M. Waites, Sexualities and Society. A Reader,
Cambridge, Polity Press, pp.119-132.
West, Candance y Don H. Zimmerman. 1999 [1987]. “Haciendo género”, en Marysa
Navarro y Catharine Stimpson (coords.), Sexualidad, género y roles sexuales,
Buenos Aires, fce.
www.stp2012.info
http://anitw.org/Library/Virginia%20Prince%20Transgender%20Pioneer.PDF
http://guerrilla-travolaka.blogspot.mx
http://sandystone.com
http://www.wpath.org
https://transblock.wordpress.com
382 REFERENCIAS COMPLEMENTARIAS
Transfeminismo
Gil, Silvia L. 2011. Nuevos feminismos. Sentidos comunes en la dispersión. Una historia
de trayectorias y rupturas en el Estado Español, Madrid, Traficantes de Sueños.
Green, J. 1993. Paris is burned. Documental. The New York Times. Disponible en <http://
www.nytimes.com/1993/04/18/style/paris-has-burned.html>.
Halberstam, Judith. 2008. Masculinidad femenina, Madrid, Egales.
Haraway, Donna. 1991. “A Cyborg Manifesto: Science, Technology and Socialist-
Feminism in the Late Twentieth Century”, en Simians, Cyborgs and Women: The
Reinvention of Nature, Nueva York, Routledge.
Hill, R. J., J. Childers, A. P. Childs, G. Cowie, A. Hatton, J. B. Lewis, N. McNair, S.
Oswalt, R. M. Perez y T. Valentine. 2002. In the Shadows of the Arch: Safety and
Acceptance of Lesbian, Gay, Bisexual, Transgender and Queer Students at the
University of Georgia, Athens, Georgia, Department of Adult Education.
Holgado, Isabel (ed.). 2008. Prostituciones. Diálogos sobre sexo de pago, Barcelona,
Icaria.
J. Torres, Diana. 2010. Pornoterrorismo, Navarra, Txalaparta.
Lauretis, Teresa de. 1989. Technologies of Gender. Essays on Theory, Film and Fiction,
Londres, Macmillan Press.
Llopis, María. 2010. El posporno era eso, Barcelona, Melusina.
Lugones, María. 2008. Colonialidad y género, Bogotá, Tabula Rasa.
Manifiesto con fronteras no hay orgullo: Lesbianas, Gays, Trans, Bisex, Queer y
Heteros contra la ley de extranjería y la represión a lxs inmigrantes. 2009.
Madrid. Disponible en <http://confronterasnohayorgullo.blogspot.com/>.
Manifiesto para la Insurrección Transfeminista. 2010. Disponible en <morpei.
org/2013/manifiesto-transfeminista/>.
Missé, Miquel. 2013. Transexualidades, Madrid, Egales.
Moraga, Cherríe y Ana Castillo (comps.). 1988. Esta puente, mi espalda. Voces de
mujeres tercermundistas de los Estados Unidos, San Francisco, Ism Press.
Perlongher, Nestor. 1997. Prosa plebeya. Ensayos 1980-1992, Buenos Aires, Ediciones
Calihue.
Platero, Raquel (ed.). 2008. Lesbianas, discursos y representaciones, Barcelona, Melusina.
Preciado, B. 2002. Manifiesto contrasexual, Madrid, Ópera Prima.
____________. 2004. “Multitudes queer. Notas para una política de los ‘anormales’ ”,
en Multittudes. Revue politique, artistique, philosophique, Compléments de
Multitudes, núm. 12, Francia. Disponible en <http://multitudes.samizdat.net/
Multitudes-queer,1465>.
____________. 2008. Testo yonqui, Madrid, Espasa/Forum.
____________. 2009a. “Transfeminismos y micropolíticas del género en la era
farmacopornográfica”, en Artecontexto, núm. 21, pp. 58-61.
____________. 2009b. “Historia de una palabra: queer”, en Parole de queer, núm. 1,
Barcelona.
____________. 2010. Pornotopía, Barcelona, Anagrama.
Salanova, Marisol. 2012. Pospornograf ía, Murcia, Pictograf ía Ediciones.
384 REFERENCIAS COMPLEMENTARIAS
Violencia de género
Bedregal, Ximena, Irma Saucedo y Florinda Riquer. 1991. Hilos, nudos y colores en la
lucha contra la violencia hacia las mujeres, México, Ediciones cicam.
Castro, R. 2014. “Violencia contra mujeres en México: qué sabemos y qué necesitamos
saber”, en Teresa Corona Vázquez, María Elena Medina Mora et al. (coords.), La
mujer y la salud en México, México, Academia Nacional de Medicina/Conacyt,
pp. 93-110.
Castro, R. e I. Casique. 2010. Violencia en el noviazgo entre los jóvenes mexicanos,
Cuernavaca, crim/Instituto Mexicano de la Juventud.
Espinar Ruiz, Eva y Miguel Ángel Mateo Pérez. 2007. “Violencia de género: reflexiones
conceptuales, derivaciones prácticas”, en Papers, núm. 86, pp. 189-201.
Felson, Richard B. y Steven F. Messner. 2000. “The Control Motive in Intimate Partner
Violence”, en Social Psychology Quarterly, vol. 63, núm. 1, pp. 86-94.
Hearn, Jeff. 2012. “The Sociological Significance of Domestic Violence: Tensions,
Paradoxes and Implications”, en Current Sociology, vol. 61, núm. 2, pp. 152-170.
Heise L., Lori. 1998. “Violence against Women. An Integrated Ecological Framework”, en
Violence against Women, vol. 4, núm. 3, pp. 262-290.
CONCEPTOS CLAVE EN LOS ESTUDIOS DE GÉNERO 385
Kilpatrick, Dean G. 2004. “What is Violence against Women? Defining and Measuring
the Problem”, en Journal of Interpersonal Violence, vol. 19, núm.11, pp. 1209-1234.
Maqueda Abreu, María Luisa. 2006. “La violencia de género. Entre el concepto jurídico
y la realidad social”, en Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, vol. 8,
núm. 2, pp. 1-13.
Michalski, Joseph H. 2004. “Making Sociological Sense Out of Trends in Intimate
Partner Violence. The Social Structure of Violence Against Women”, en Violence
against Women, vol. 10, núm. 6, pp. 652-675.
Miguel Álvarez, Ana de. 2003. “El movimiento feminista y la construcción de marcos de
interpretación. El caso de la violencia contra las mujeres”, en Revista Internacional
de Sociología, núm. 35, pp. 127-150.
Mooney, Jayne. 2000. Gender, Violence and the Social Order, Londres, Palgrave.
Osborne, Raquel. 2008. “De la ‘violencia’ (de género) a las ‘cifras de la violencia’: una
cuestión política”, en Empiria. Revista de Metodología de Ciencias Sociales, núm.
15, pp. 99-124.
Scott, Joan W. 2011. “Género: ¿todavía una categoría útil para el análisis?”, en La
manzana de la discordia, vol. 6, núm. 1, pp. 95-101.
Segato Rita L. 2002. Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género
entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos, Buenos Aires,
Prometeo.
Smith, Michael D. 1990. “Patriarchal Ideology and Wife Beating: A Test of Feminist
Hypothesis”, en Violence and Victims, vol. 5, núm. 4, pp. 257-273.
Stark, Evan. 2007. Coercive Control: How Men Entrap Women in Personal Life, Nueva
York, Oxford University Press.
Valdez-Santiago, Rosario y Myriam Ruiz-Rodríguez. 2009. “Violencia doméstica contra
las mujeres: ¿cuándo y cómo surge como problema de salud pública?”, en Salud
Pública de México, vol. 51, núm. 6, pp. 505-511.
Yllö, Kersti y Michele Bograd (eds.). 1988. Feminist Perspectives on Wife Abuse,
Newbury Park, Sage.
Walby, Silvia. 2012. “Violence and Society: Introduction to an Emerging Field of
Sociology”, en Current Sociology, vol. 61, núm. 2, pp. 95-111.
Semblanzas curriculares