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HERMANOS, A PESAR DE TODO

Encontrarla allí me había dejado la mente en blanco. Hacía ya


casi 4 años que no la veía. Estaba hecha toda una mujer, había
crecido y se había formado bien. Ya no tenía el aspecto de
chiquilla que yo recordaba, pero, fuera en donde fuera, podría
reconocerla. La última vez que la había visto solo tenía 16 años.
Quería volver a verla, pero sabía que seguía viviendo con mis
padres, razón por la cual no volvimos a establecer contacto desde
que yo salí de casa sin la aprobación de mis padres, para casarme
con la mujer a la que yo amaba.
Sabía que faltaban dos semanas para su cumpleaños y, durante
los últimos años, le había enviado un regalo a casa con una carta
donde le decía que me encontraba bien y que la extrañaba, pero
jamás le había dado mi dirección ni la había invitado a salir.
Unos días más tarde fui a una joyería con mi mujer, quien me
ayudó a escoger un brazalete para regalarle a mi hermana. Al final
nos decidimos por uno que llevaba sus iniciales y algunos otros
detalles. Guardé la carta y el estuche, en donde estaba el
brazalete, dentro de una caja envuelta en papel de regalo. La carta
básicamente decía lo mismo de todos los años y además había
mencionado el encuentro que habíamos tenido en la cafetería
diciéndole que quería volver a verla, si ella lo deseaba así, en el
mismo lugar, el día después de su cumpleaños.
La cafetería estaba más tranquila de lo habitual, pero yo estaba
nervioso. No sabía si mi hermana se presentaría. Comencé a
divagar por los recuerdos que habíamos construido juntos y deseé
ver a esa pequeña que me seguía a donde fuera y que era mi
cómplice en todo, incluso cuando mis padres no aprobaron mi
noviazgo.
Salí de mi ensimismamiento cuando oí la puerta de la cafetería.
Mis ojos contemplaron a una mujer que sonreía tal y como yo lo
recordaba y en sus ojos se podía ver la misma alegría. No se
necesitaron palabras para saber que tenía tantas ganas como yo
de volverme a ver.
Me levanté del asiento y caminé hacia ella al tiempo que ella se
me acercaba. Al encontrarnos nos fundimos en un abrazo que hizo
que el tiempo se detuviera.
- Te extrañé – dije y sentí como mi voz se llenaba de emoción
- Yo también – dijo ella, y entonces supe que, a pesar de que
mis padres no querían volverme a ver, ella pensaba en mi
tanto como yo en ella.

Abril Patiño.

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