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Mil preguntas

«La vida de Mike cambia drásticamente después de conocer a Anna, un desastre


rodante, alguien que le llevaría a desentrañar sus pensamientos más profundos,
esos que poco se atreve a meditar, los que, tal vez, ni siquiera pasan por su
cabeza».

El viento resoplaba, aquel día, sobre el césped, las blancas esferas de plástico se
movían en su dirección sin despegarse de su lugar el cual adornaban en
compañía de más bombas doradas. Personas bien presentadas esperaban en
aquellas sillas, unos miraban atrás, impacientes; otras no le tomaban importancia,
algunas solo deseaban irse; un personaje de oscuro traje observaba el camino
decorado con pétalos de flores, parecía nervioso, tal vez ansioso o quizá
«arrepentido», pensaría Mike desde el último asiento con el teléfono sostenido
suavemente por su mano derecha a la espera de una pequeña vibración que le
indicase alguna notificación a mirar para desaburrirse, su ojos oscuros
permanecían clavados al frente viendo el pastel de bodas, queriendo la porción de
una vez. La gente miró hacia atrás de repente, supuso que venía la prometida, él
no se molestó en girar hasta que, por el rabillo del ojo, vio cómo un hombre
retiraba la silla a su lado para acomodar la silla de ruedas en la que se hallaba una
joven.

—Gracias —le susurró al hombre con voz dulce, él le sonrió para susurrarle algo
de vuelta e irse para sentarse en otro lugar—. Mjum —Asintió en un sonido de
labios cerrados para dirigir sus manos a los frenos de la silla y acomodarlos.

Mike no le tomó interés al asunto. Minutos después, el vestido blanco asomó por
el camino y la música empezó a sonar, direccionó su mirada a la chica sonriente
que iba a casarse, los ojos de ella solo veían los de su prometido en una mirada
que no parecía ser normal, desvió la cabeza para no pensar cosas absurdas,
entonces su atención cayó sobre ella, la chica a su lado, el cabello rizado caía
sobre los brazos, la vista presa al frente como si no quisiese ver nada más, las
manos reposaban sobre las piernas. Como alguien que presiente que es
observado, volteó su rostro para mirarlo, él redireccionó sus ojos al frente de
manera rápida, escuchó el pequeño suspiro de una risa proveniente de la
pelinegra. «¿Ella… es normal?», se preguntó, pensando que era la primera vez
que se cuestionaba algo tan… extraño.

1.

La ceremonia acabó más rápido de lo pensado, se levantó de allí en busca de su


porción de pastel o posiblemente dos. El lugar era grande, consistía en una casa
de tantas habitaciones como puertas, ubicada en un extenso campo con una
cancha de fútbol y otra de tenis, incluso piscina, Mike se dispuso a recorrer el
lugar para entretenerse un poco, era tan gigante como un colegio, también tenía
un salón parecido a un restaurante, aunque estaba vacío, caminó por varios
pasillos hasta que en una esquina no muy lejana se encontraba la chica en su silla
de ruedas, sus brazos apoyados sobre la mesa de plástico que, al parecer, alguien
había puesto ahí para ella, ya que estaba alejada de las demás, se acercó con
lentitud y duda, dispuesto a pasar por su lado para seguir el trayecto, escuchó un
leve murmullo, ella cantaba una canción que no logró identificar completamente,
nuevamente, como una persona que presiente que alguien viene, dejó de mirar su
teléfono para comprobar si se aproximaba un ser humano o quien sabe qué. Se
sobresaltó levemente al verlo a él, el ojinegro no evitó sonreír, ella fingió una
sonrisa y rascó su cabeza para volver su vista a la pantalla. «¿Le hablo?», se
cuestionó el pelinegro, «¿y si no me entiende?», pero dentro de sí tenía una
extraña curiosidad por saber… saber, ¿saber qué? Sin controlar sus movimientos
y con miles de preguntas en su cabeza se quedó de pie al otro lado de la mesa,
ella le miró no ocultando muy bien la sorpresa en el rostro, con su dedo buscó el
audífono en su oreja para presionar el botón en él, pausando así la música.

—Hola.
—Hola, Mike —contestó ella con formalidad.

Él hizo un gesto de confusión.

—¿Me conoces? —indagó con curiosidad.

—Mjum —asintió con un sonido de labios cerrados—. Estamos en el mismo grado


—Añadió.

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