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Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

Características de la fiesta
La característica principal de la fiesta es tributar homenaje a Jesucristo “por su inmenso
amor” a los hombres. Esta idea fue manifestada a Santa Margarita cuando el Sagrado Corazón
le dijo: “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres y en correspondencia
solamente recibe ingratitudes”.
En la oración colecta de dicha Misa se expresa la doble finalidad de la fiesta: “Concédenos
la gracia de tributarle el homenaje de nuestra devoción, para que así demos la debida
satisfacción por nuestras culpas”. De aquí que este culto nos lleva insensiblemente a un amor
efectivo, de renuncia a lo humano y entrega al que nos amó primero. Por eso, dice Pío XII que
“no se trata de una forma cualquiera de piedad, que uno puede posponer a otras, o tenerla en
menos, sino de una práctica religiosa sumamente apta para conseguir la perfección
cristiana ”, porque “en el culto al augustísimo Corazón de Jesús lo más importante no son las
prácticas externas de piedad, y que el motivo principal de abrazarlo no ha de ser la esperanza
de los beneficios que Cristo Nuestro Señor ha prometido en revelaciones, por demás privadas,
precisamente para que los hombres cumplan con más fervor los principales deberes de la
religión católica, a saber, el deber del amor y el de la expiación, sino que también obtengan,
de la mejor manera, su propio provecho espiritual” (Haurietis aquas, 61 y 62).

El espíritu que le ha impuesto Pío XII


Dice Pío XII: “A la vista de tantos males que, hoy como nunca, trastornan profundamente a
los individuos, las familias, las naciones y el orbe entero (...), deseando ardientemente poner
una segura barrera contra las maquinaciones impías de los enemigos de Dios y de la Iglesia,
como también hacer volver las familias y las naciones al amor de Dios y del prójimo, no
dudamos en proponer la devoción al Sagrado Corazón de Jesús como escuela eficacísima de
caridad divina; de esa caridad divina sobre la cual se ha de construir el reino de Dios en las
almas de los individuos, en la sociedad doméstica y en las naciones, como sabiamente advirtió
nuestro mismo predecesor de pía memoria: “El reino de Jesucristo recibe su fuerza y su
hermosura de la caridad divina: su fundamento y su síntesis es amar santa y ordenadamente. De
lo cual se sigue el cumplir los propios deberes, el no violar los derechos ajenos, el considerar
los bienes naturales como inferiores a los sobrenaturales y el anteponer el amor de Dios a todas
las cosas”.

Revelaciones a Santa Margarita María de Alacoque


1- Primera revelación (1673)
Es la fiesta del discípulo amado (27 de diciembre de 1673). Está la Santa en el coro en
presencia del Santísimo Sacramento. Él la hace reposar en su pecho divino, donde le descubre
“todas las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Corazón sagrado, que
siempre le había tenido ocultos hasta entonces cuando se le abrió por primera vez”.
“Mi divino Corazón, le dice, está tan apasionado de amor a los hombres, en particular hacia
ti, que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las
derrame valiéndome de ti, y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones
que te estoy descubriendo...”. Le pide enseguida su corazón y lo introduce en el Suyo, “en el
que me lo hizo ver como un átomo que se consumía en aquella ardiente hoguera”; se convierte,
a su contacto, en llama encendida, lo saca y se lo vuelve a colocar en su pecho “como una
llama ardiente en forma de corazón”.
Todos los Primeros Viernes se le presenta el Sagrado Corazón como un sol brillante, cuyos
rayos ardorosos caen a plomo sobre su corazón. Parece que todo su ser va a quedar reducido a
ceniza.

2- Segunda revelación (1674)


“El Divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más esplendoroso que el sol y
transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas
significando las punzadas producidas por nuestros pecados y una cruz en su parte superior...”.
El pensamiento de Jesucristo se va precisando; la devoción a su Sagrado Corazón, que
quiere difundir por todo el mundo, es como el último esfuerzo de su amor para abrasar el
frío mundo. Será necesario en la nueva devoción venerar al Corazón divino bajo la forma de
un corazón de carne; la llaga de la lanza está bien visible, le rodearán llamas y le ceñirán las
espinas, llevando en la parte superior una cruz. Los que honren en público esta santa
representación recibirán gracias muy especiales.

3- Tercera revelación (1674)


“Una vez entre otras, escribe la vidente, que se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento,
después de sentirme retirada en mi interior por un recogimiento extraordinario de todos mis
sentidos y potencias, Jesucristo, mi amado Dueño, se presentó delante de mí todo
resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas brillantes como cinco soles, y despidiendo de su
Sagrada humanidad rayos de luz de todas partes, pero sobre todo de su adorable pecho, que
parecía un horno encendido, y habiéndose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón,
vivo manantial de tales llagas.
Entonces me explicó las inexplicables maravillas de su puro amor, y hasta qué exceso
había llegado su amor para con los hombres, de quienes no recibía sino ingratitudes.
Esta aparición es más brillante, más regia que las precedentes. Amante apasionado, se
queja del desamor de los suyos, y, divino mendigo, nos tiende la mano el Señor para solicitar
nuestro amor. Está atenta a mi voz, continúa Jesús, y le dirige varias peticiones: (...)”.

4- La gran revelación (1675)


“Es un día de la infraoctava del Corpus, probablemente el 16 de junio de 1675. La Hermana
Margarita María está ante Su Divina Majestad expuesto. De la blanca nube de los accidentes
eucarísticos se adelanta radiante nuestro Señor Jesucristo, le descubre su divino Corazón y le
dice con acento insinuante y amoroso ademán: “He aquí este Corazón que tanto ha amado a los
hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor, y que
no recibe en reconocimiento de la mayor parte sino ingratitud , ya por sus irreverencias y
sacrilegios, ya por la frialdad y desprecio con que me tratan es este sacramento de amor. Pero
lo que me es aun mucho más sensible es que son corazones que me están consagrados los
que así me tratan. Por eso te pido que se dedique el primer viernes de mes después de la
octava del Santísimo Sacramento a una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando
ese día y reparando su honor con un acto público de desagravio, a fin de expiar las injurias que
ha recibido durante el tiempo que he estado expuesto en los altares. Te prometo además que mi
Corazón se dilatará para derramar con abundancia las influencias de su divino amor sobre los
que le den este honor y los que procuren le sea tributado”.

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