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Otras Miradas

Presencias femeninas en una historia de larga duración

Walter Sánchez Canedo y Claudia Rivera Casanovas Editores)

Memoria de la Reunión-Taller “Otras Miradas: La presencia de la mujer en la prehistoria de Bolivia”.


Realizada en Cochabamba, Julio-Agosto de 2014.
Otras Miradas. Presencias femeninas en una historia de larga duración

© Instituto de Investigaciones Antropológicas y Museo Arqueológico


de la Universidad Mayor de San Simón (INIAM-UMSS)

INIAM-UMSS
Jordán E-199, esq. Nataniel Aguirre
Telefax: (591-4) 4250010
Casilla: 992
Email: iniam@umss.edu.bo
Website: www.museo.umss.edu.bo
Cochabamba – Bolivia

Primera edición, 2016

D.L. 2-1-509-16 PO.


ISBN: 978-99974-65-85-6

Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o
procedimiento comprendidos la fotocopia y el tratamiento informático, sin autorización del titular del
Copyright, bajo las sanciones previstas por las leyes.

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Diseño de tapa y diagramación: Gabriela Antezana B.

Impresión
Talleres Gráficos “Kipus”
Telfs.: 4237448 - 4582716
Cochabamba
203

El centro de Wata Wata en los valles orientales Kallawaya:


género, ritualidad e intercambio en los períodos
Formativo y Tiwanaku

Sonia Alconini1

Bastante se ha discutido sobre la naturaleza de los Kallawaya quienes, junto a otros grupos étnicos,
ocuparon parte importante de los valles orientales y segmentos de piedemonte yungueño al Este
de la cuenca del Titicaca. Famosos curanderos y médicos herbolarios itinerantes, los Kallawaya
hablaban Machajuyu, una lengua que combinaba Quechua y Puquina como derivación del Arawak
(Bastien 1978; Saignes 1984). Gracias a patrones culturales compartidos con grupos orientales
de la selva, los Kallawaya se constituyeron en importantes intermediarios y comerciantes. Con el
arribo Inca, estos recibieron un trato privilegiado, convirtiéndose en sus aliados, facilitando así la
expansión hacia la vertiente tropical. Además, se sabe que los Kallawaya llevaban la litera real del
soberano Inca, privilegio reservado solo a ciertas etnias (Meyers 2002; Saignes 1985)

La llegada Inca involucró una serie de cambios en la estructura socioeconómica. Como reportan
las fuentes etnohistóricas, enclaves altiplánicos establecidos en estos valles con fines agrarios
y mineros fueron expulsados por el imperio. A su vez, el incario promovió el arribo masivo de
colonias de mitmaqkunas de diferentes lugares del Tawantinsuyu como los Chahapoya, Canas y
Canchis entre otros, con el objetivo de expandir la producción agraria y pastoril (Meyers 2002).
A nivel arqueológico, esto se manifiesta en la expansión de antiguos sistemas de terraceo en los
flancos montañosos, en la ampliación de los sistemas de corrales y qochas de la Puna y en la
implantación de centros Incas administrativos a lo largo del sistema vial Inca que penetraba hacia
el oriente (Alconini 2008, 2011b; Chávez y Alconini 2016).

Todos estos cambios no hubieran sido posibles sin la presencia de previas prácticas e instituciones
sociales. De particular importancia son los períodos Formativo y Tiwanaku para entender los
cambios en la economía política regional. Con Tiwanaku, por ejemplo, estudios del patrón de
asentamientos revelan la presencia de centros regionales junto a otros asentamientos menores
en las zonas agrícolas, aunque no se entiende, en su totalidad, su naturaleza (Alconini 2008,
2011a; Chávez y Alconini 2016). Ocupando rutas de intercambio surgidas con anterioridad, se
han documentado una serie de cuevas funerarias con parafernalia ritual Tiwanaku. Un singular
ejemplo es la cueva de Niño Korin (Wassén 1972), a los pies de Kalla Kallan, como centro
ceremonial y de intercambio de la región.

1
Universidad de Texas en San Antonio (E.E.U.U.). E-mail: sonia.alconini@utsa.edu
204 Sonia Alconini

Centros ceremoniales y de intercambio: dinámica ocupacional


Los centros ceremoniales y de intercambio más importantes en la región Kallawaya tuvieron
una larga dinámica ocupacional. Estos se encontraban emplazados en pequeñas elevaciones y
estaban estratégicamente localizados a lo largo de las rutas de intercambio que unían estos valles
atemperados con la vertiente tropical. Entre otros, destacan Kalla Kallan, Wata Wata y Kaata
Pata. Todos fueron inicialmente ocupados desde el período Formativo, aunque difieren en su
trayectoria ocupacional (Fig. 1). Mientras que Kaata Pata fue ocupado hasta la época Inca, Wata
Wata fue progresivamente abandonado a inicios del Horizonte Medio. En comparación, Kalla
Kallan se convirtió en un centro Tiwanaku de importancia (Alconini 2011).

Fig. 1. Localización de la región Kallawaya y del centro de Wata Wata.

En este capitulo discutiremos los cambios ocurridos en Wata Wata en base a trabajos de excavación
que consideren su arquitectura, áreas de actividad y material cultural asociado. Considerando los
objetivos de esta publicación, es de particular importancia poner en relevancia la manera en que
estos cambios iluminan el rol de las mujeres en dichos procesos.
El centro de Wata Wata en los valles orientales Kallawaya 205

Objetivos de investigación y la etnografía como middle-ground


Específicamente, los objetivos de investigación de este trabajo son:

• Entender el rol de Wata Wata en cuanto a las rutas de intercambio regional.


• Revelar el rol que tuvieron las mujeres en las diferentes áreas de actividad en cuanto a
los conjuntos alfareros asociados.

Con el objetivo de desarrollar modelos explicativos, se hará también uso de información etnográfica
relevante sobre los Kallawaya. Al respeto, información etnográfica suele ser importante para el
desarrollo de teorías de alcance medio (middle-ground theory) (Binford 1967; Kent 1987). Este
nivel intermedio es, en general, útil para la generación y contrastación de diferentes líneas de
evidencia a la hora de dilucidar diferentes modelos interpretativos. En este sentido, este trabajo
está dirigido a dilucidar el surgimiento de centros de intercambio, así como los asociados a roles
de género.

Al respecto, es importante recalcar que, en la actualidad, existe un vibrante sistema de ferias y


mercados regionales organizados secuencialmente de acuerdo a un calendario religioso. Hace
algunos años, muchos de estos puntos eran conocidos como tambos2, lugares donde se congregaban
caravanas de llamas y poblaciones de diversos sectores (Meyers 2002)1. Considerando que esta
región se caracteriza por una diversidad ecológica en un espacio relativamente corto, este sistema
de intercambio facilita el acceso a recursos de diversos pisos ecológicos. Estos espacios incluyen
la Puna frígida, los valles encajonados intermedios y, más al oriente, los Yungas del trópico.

Schoop (1984), por ejemplo, registra una serie de ferias anuales y semanales en la región
Kallawaya. Asociados a un calendario ritual, estas festividades están dedicadas a una variedad
de santos y patrones de diversas comunidades y pueblos, cuya celebración sucede de manera
coordinada y alterna. Por ejemplo, en Charazani se celebra a la virgen del Carmen el 16 de Julio,
mientras que en Chulina la fiesta del pueblo es el 29 de Septiembre en honor a San Miguel. De
manera similar, la fiesta de Kalla Kallan ocurre en el mismo sitio arqueológico y se celebra el 8
de Septiembre (Schoop 1984).

Llama la atención que la mayoría de estas celebraciones sean entre Mayo y Septiembre, época de
cosecha en la región. Entonces, estas festividades, facilitan el intercambio del excedente agrícola
después de la cosecha, siendo las ferias anuales las más importantes (Schoop 1984; Schulte 1999).
Aunque en la actualidad una economía mercantil caracteriza este intercambio, todavía en muchos
sectores existe el trueque directo de productos con el objetivo de que dichas comunidades se
aprovisionen de diferentes bienes. Este sistema incluye carne, lana, papas y otros tubérculos de
la Puna; maíz y arvejas de los valles atemperados; así como coca, ají y frutas del piedemonte
yungueño. Dichas ferias servirían para facilitar interacción social, celebraciones religiosas,
y cohesión inter-étnica. Resta entender la antigüedad de dicho sistema de ferias, así como sus
consecuentes ajustes como respuesta a emergentes cambios económicos.
2
En Charazani, por ejemplo, el “Hotel Charazani” era considerado un tambo donde caravanas de llama e individuos
se congregaban y alojaban para intercambiar una serie de recursos. Muchos de estos llegaban desde la Puna y, hacia
el oriente, desde Camata y Carijana (Comunicación personal dueño hotel).
206 Sonia Alconini

Otro aspecto importante de recalcar es el rol de las redes de parentesco como una manera de acceder
a recursos variados. Aunque desconocemos la estructura de los ayllus en épocas prehispánicas,
en la actualidad estos están formados por una serie de comunidades a lo largo del eje altitudinal.
Aunque hay variedad, los ayllus son en general endógamos y de naturaleza patrilineal. Como
metáfora de la montaña, el ayllu Kaata por ejemplo, está compuesto por las comunidades de
Apacheta, Kaata y Niño Korin representando respectivamente a los niveles alto, centro y bajo. De
ahí que “el matrimonio ritual enfatiza el intercambio de personas en matrimonio; este intercambio
siempre se lleva a cabo entre gente de dos diferentes niveles del espacio, ya sea esto a nivel real o
simbólico” (Bastien 1987: 116). Entre estos, el patrón patrilocal es preferido considerando que “la
matrilocalidad es mal vista entre los Kaateños, quienes llaman a dichos hombres como huéspedes
sin tierra” (Bastien 1987:118).

De esta manera, en un sentido complementario, la elección de consortes dentro del ayllu,


respondería a una estrategia familiar dirigida a optimizar acceso a diversas ecologías (e.g.
hombres de los valles buscan esposas de la puna, o viceversa). Esta estrategia sería conocida
como tinka; la unión ritual de partes diferentes (Bastien 1987). En el caso de los curanderos
Kallawaya, y siguiendo un patrón patrilocal, existen casos en que muchas de las esposas no son
de la región y, más bien, “adquiridas” en sus distantes viajes. Algunas de ellas provienen incluso
de la costa peruana (Schoop 1984). Además, sistemas como el ayni aseguran el acceso a fuerza
laboral agrícola, particularmente cuando estos curanderos se ausentan en sus viajes periódicos.
Actualmente, muchos de estos herbolarios residen en las comunidades de Chajaya, Curva y Chari
entre otros (Schoop 1984).

Aunque desconocemos a detalle los cambios en las relaciones de género al interior de la


organización familiar Kallawaya, se vislumbra la importancia económica y social de las mujeres.
Considerando la existencia de patrones de residencia patrilocal, así como la naturaleza transeúnte
de los herbolarios Kallawaya, muchas de las tareas agrícolas, productivas, domésticas y sociales
pudieron haber recaído en las esposas, aunque esta siuación no sea necesariamente reconocida
públicamente. En este sentido y considerando que la Arqueología como disciplina se basa en el
estudio de los restos materiales más allá de lo aparentemente visible, su estudio provee la singular
oportunidad de evaluar dichos procesos tanto a nivel doméstico como comunal. Entonces, con el
objetivo de visibilizar a las mujeres prehispánicas en esta región, nos centraremos en el caso de
Wata Wata.

El centro de Wata Wata


Wata Wata (6.5 ha) es un montículo terraceado adyacente a una ruta antigua de intercambio hacia
Camata y la vertiente tropical oriental (Fig. 2). Con cinco plataformas concéntricas, el sitio es uno
de los asentamientos más tempranos y con una secuencia que va desde el Formativo Temprano
hasta principios de Tiwanaku. Excavaciones revelaron la presencia de diferentes áreas de actividad
en el sitio. En la Plataforma superior del montículo (1-C), identificamos dos etapas ocupacionales.
En la primera (durante el período Temprano-Medio), se evidenciaron construcciones circulares
semi-hundidas en piedra. Mientras que en la porción Sur, estas estructuras (2 m diámetro) fueron
usadas como repositorios funerarios; las construcciones de la sección Sur fueron más pequeñas
El centro de Wata Wata en los valles orientales Kallawaya 207

(1 m diámetro) y utilizadas para almacenamiento. Los entierros eran, en general, secundarios


y múltiples. Al borde de esta plataforma, había un basural con restos cerámicos y de camélido
(Alconini 2011).

Fig. 2. El centro de Wata Wata. La foto también muestra un detalle de la Plataforma 1-C donde se
encontró la ofrenda de cabezas decapitadas.
208 Sonia Alconini

En la segunda fase (durante la transición Formativo Tardío-Tiwanaku), muchas de las estructuras


de la Plataforma 1-C caen en desuso, siendo re-utilizadas como repositorios de basura o
de entierros secundarios. Además, se formaliza la arquitectura con un piso de arcilla y grava
asociada a muros lineales. Como parte de la influencia Tiwanaku, surgen entierros primarios
individuales depositados en cistas, así como sacrificios humanos. Esto se materializa en prácticas
de decapitación, extracción del cuero cabelludo, mutilación de los ojos y cortes de la mandíbula
inferior (Becker y Alconini 2015).

Dichos cambios son también documentados en la plataforma 2-A, justo debajo de la cima. Durante
el Formativo Temprano-Medio se construye un complejo residencial semi-hundido formado
por dos estructuras circulares de piedra y áreas de basura con fragmentos cerámicos y restos de
camélidos. En algún momento, esta residencia es abandonada, siendo que una de las habitaciones
es subdividida para acomodar más estructuras de almacenaje. En la fase posterior (transición
Formativo Tardío-Tiwanaku), este sector es abandonado y las construcciones reutilizadas como
pozos de basura. A nivel general, la presencia de escasos bienes importados incluyendo a obsidiana
y lapislázuli muestra la participación de este centro en las emergentes redes de intercambio inter-
regional de la época (Alconini 2011).

Visibilizando a las mujeres


Los restos del equipo de cocina y servicio utilizados en contextos tanto públicos como domésticos,
dan cuenta de la importancia de actividades comensales, así como del rol de las mujeres en dichos
procesos. Siendo que la preparación de alimentos conlleva una serie de etapas y preferencias
culinarias y que grosso modo van de la limpieza, preparación, condimentación y cocción de una
serie de ingredientes, éstas pueden ser actividades consecutivas llevadas a cabo por una sola
persona, o alternativamente, por un grupo más grande si las cantidades son mayores. En este
sentido, existen dos escenarios posibles.

La primera es una estrategia individual, donde la preparación de alimentos es llevada a cabo por un
solo individuo. A nivel familiar, esta tarea estaría delegada a las esposas o madres como miembros
de una familia nuclear o extendida. Dada la limitada cantidad de alimentos a preparase, se
esperaría encontrar pocas ollas y menaje de cocción. Aunque existirían ollas grandes, dominarían
las de mediano y pequeño tamaño. Considerando que la preparación de alimentos no alcanzaría
una escala comunal, esto mostraría que la mínima unidad social de producción sería la familia.
En comparación, una estrategia grupal, involucraría la preparación de alimentos para un grupo
mayor, ya sea en un contexto doméstico como público. Esto, a su vez, significaría la presencia de
una entidad corporada, formada por una serie de unidades familiares con fuertes lazos sociales.
Siendo que dichas actividades de cocina son compartidas por las mujeres de este grupo esto, a
su vez, involucraría fuertes lazos consanguíneos y de cohesión social. Arqueológicamente, se
comprendería en la dominancia de ollas y contenedores de mayor tamaño, así como la preparación
de alimentos en espacios grandes y compartidos.
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Consumo y celebraciones públicas


El consumo de alimentos es una actividad social de importancia. A nivel doméstico, esta sirve para
reforzar lazos familiares entre sus miembros y, en una esfera pública, puede constituirse en una
importante estrategia de poder político. Bastantes trabajos han documentado que en situaciones de
competición social, el consumo de alimentos como practica comensal sirve para reforzar el estatus
y prestigio de los anfitriones (Bray 2003; J.Vaughn 2004; Lau 2002). Dichas celebraciones son
también propicias para establecer o reforzar alianzas entre sus participantes, para la consecución
de trabajos colectivos, e incluso para promover la participación en la guerra. Arqueológicamente,
y en contextos de desigualdad social marcada, estas celebraciones se materializan en la presencia
de vajilla de servir elaborada (ya sea estandarizada o finamente decorada) como símbolo de
estatus y poder. En contextos patrilocales y patrilineales con marcada diferenciación social, es
factible que la presencia de las mujeres sea invisibilizada.

Alternativamente, estas festividades comensales pueden ser de naturaleza más simétrica. En este
caso, la participación de los diferentes segmentos sociales involucraría relaciones relativamente
horizontales y, por lo tanto, entre casi iguales. Etnográficamente, éste es el caso de los ajtapis
aymara donde cada unidad familiar lleva alimentos para compartir con el resto del grupo. A
diferencia de prácticas comensales destinadas a reforzar diferencia, este tipo de festividades
servirían para enfatizar un ethos más bien corporativo. En este contexto, es de esperar una mayor
visibilidad femenina en dichas prácticas comensales. Arqueológicamente, esto se manifestaría en
la dominancia de vajilla de servir de naturaleza más utilitaria y escasamente decorada.

Resultados
Los resultados revelaron importantes cambios en Wata Wata y en el rol de las mujeres tanto
en contextos públicos como privados. Estos se discuten a continuación, poniendo énfasis en el
conjunto alfarero para poder discernir las diferentes posibilidades enunciadas.

Período Formativo
Area Residencial

En el sector residencial de la Plataforma 2-A, durante las fases del período Formativo, se evidencia
un escaso número de ollas y vasijas de servir utilitarias. En general, las ollas de cocina eran
de diversos tamaños, aunque las con capacidad mediana eran preponderantes. Como se observa
en la Fig. 3, existió una diversidad de pastas. Mientras que las pastas locales del estilo Yunga
se caracterizaban por tener inclusiones de pizarra de forma laminar, las pastas no locales se
asociaban tecnológicamente a la cuenca del Titicaca. Estas tenían restos de paja quemada, cuarzos
granulares cristalinos y blanquecinos a manera de antiplástico, sugiriendo emergentes procesos
de intercambio. Una tercera variante incluyó una combinación de ambas tecnologías y pastas; la
definimos como variante mixta. En general, considerando el contexto de hallazgo, estas vasijas
de cocinar y servir eran utilizadas en contextos domésticos y en actividades de preparación de
alimentos a una escala relativamente limitada.
210 Sonia Alconini

Fig. 3. Distribución de alfarería en la Plataforma 2-A, durante el período Formativo de la región.

Cima montículo

En comparación, en la cima del montículo terraceado (Plataforma 1-C), se identificaron


estructuras circulares semi-subterráneas utilizadas para almacenamiento (sector Norte) y como
receptáculos mortuorios (sector Sur), además de una zona de basural. En cuanto a la cerámica,
esta era relativamente escasa. Mientras que las estructuras de almacenamiento tenían ollas de
diversos tamaños con una dominancia de pasta importada, las cistas funerarias tenían, en general,
ollas de producción local. En lo que se refiere al sector de basura, existía una relativamente alta
frecuencia de cerámica siendo dominantes las jarritas de servir medianas. Entre estas, ceramios
no-locales y de tecnología mixtas fueron más numerosos (Fig. 4).
El centro de Wata Wata en los valles orientales Kallawaya 211

Fig. 4. Plataforma 1-C durante el Formativo. Distribución de la cerámica.

Entonces, se puede argumentar una asociación entre conceptos de fertilidad, almacenaje y un


emergente rito a los muertos. En este contexto, llama la atención que la alfarería local esté
directamente asociada a los entierros, quizás como una manera de enfatizar patrones locales. En
comparación, el uso de contenedores utilitarios foráneos en las estructuras de almacenamiento
sugeriría una emergente red de intercambio inter-regional asociada a un culto dedicado a los
muertos.

Considerando la presencia de vajilla de servir no decorada utilitaria, es factible que estas prácticas
comensales no hayan estado destinadas a reforzar jerarquía o diferencia social. Al respecto, la
dominancia de alfarería no-local proveniente de la región circum-Titicaca, así como su reproducción
local con variantes mixtas, muestra la influencia que estos grupos distantes tuvieron en el centro
de Wata Wata. Como sabemos, en este período, surge la tradición Yaya-Mama como una ideología
integradora que facilitó la circulación de bienes y principios religiosos a escala regional en una
serie de entidades políticas autónomas. Entonces, es factible que Wata Wata haya sido parte de
esta esfera de interacción e, incluso, que algunos migrantes altiplánicos se hayan asentado en este
centro como un punto de avanzada. Considerando la estratégica localización de Wata Wata al
lado de una ruta de intercambio hacia los valles y la vertiente tropical, así como la presencia de
estructuras de almacenaje y de entierros, es posible que estemos frente a una emergente ideología
religiosa destinada a facilitar interacción social e intercambio a larga distancia.

Además, es factible el origen no local de las mujeres si uno considera el equipo de cocina y
las asociadas preferencias culinarias, tanto en el área residencial como pública. No podemos,
sin embargo, descartar la posibilidad de una preferencia femenina por tecnología no-local de la
cuenca del Titicaca en cuanto al uso de ollas, y asociado a menaje de cocina y de servir. Junto a
esto, surgen procesos de hibridación tanto a escala familiar y privada, como pública.
212 Sonia Alconini

Período Formativo Tardío - Tiwanaku


Plataforma 2-A

Como explicáramos, la presencia Tiwanaku en la transición Formativo - Horizonte Medio, lleva


consigo una serie de cambios en el centro de Wata Wata. En la Plataforma 2-A, el complejo
residencial es abandonado y, el área, es incorporada como espacio público. Las estructuras son re-
utilizadas como pozos de basura, quizás como parte de las crecientes actividades comensales de la
cima. En estas, se recuperaron ollas de diferentes tamaños, aunque llama la atención la creciente
presencia de vajilla de servir incluyendo vasijas, tazones abiertos y, en menor escala, fuentes y
kerus asociadas al estilo Tiwanaku. Muchas de estos contenedores de servir fueron importados
y son de manufactura local mixta (Fig. 5). En comparación, en los sectores de basura habían
fragmentos de ollas. Considerando los cambios promovidos en esta época, es de razonar que el
incremento en las vasijas de servir indique mayores actividades comensales en el sitio.

Fig. 5. Alfarería de la Plataforma 2-A durante la Transición Formativo Tardío-Tiwanaku.

Cima del sitio

En comparación, en la cima (Plataforma 1-C) se evidencian cambios arquitectónicos importantes


vinculados a Tiwanaku. Además de la construcción de muros lineales asociada a la renovación
de un piso de arcilla amarilla, muchas de las estructuras son usadas como pozos de basura.
Asimismo, se inicia la práctica de entierros primarios así como de sacrificios humanos. En cuanto
a la alfarería, la densidad de este material en los pozos de basura es marcada. Es particularmente
destacado el caso del sector Sur, con cistas funerarias usadas desde el Formativo, donde se
observa una diversificación de tamaños de ollas, aunque las de volumen mediano y grande son
frecuentes. En comparación, el sector de basura es casi abandonado, quizás como parte de los
cambios arquitectónicos (Fig. 6).
El centro de Wata Wata en los valles orientales Kallawaya 213

Fig. 6. Cerámica de la cima de la Plataforma 1-C durante la transición Formativo Tardío-Tiwanaku.

La distribución de pastas en el sector Sur es intrigante. La mayoría de las ollas tienen tecnología
importada aunque las de estilo mixto también son frecuentes. Pocas de estas tienen una pasta
local. De manera opuesta, el crecimiento de vasijas de servir es acompañado por un incremento
en los de origen local (Fig. 6). A pesar de este énfasis en manufactura local, llama la atención que
se inserten formas como tazones que copian a Tiwanaku. Si bien se emula a ésta entidad política,
esto se hace en base a parámetros fuertemente regionales.

Esto sugiere la emergencia de dos estrategias diferenciadas en cuanto a género. Por un lado, la
diversificación del equipo de cocina con ollas de diferentes tamaños y con tecnología variada
(local, no-local y mixto), muestra una participación femenina diversa. Por otro lado, la vajilla
de servir con una dominancia de tecnología y formas locales, sugiere practicas comensales que
enfatizan lo endógeno y regional.

Además, ante la ausencia de construcciones de almacenamiento, también se percibe un cambio


en la naturaleza del intercambio. Es decir, las nuevas formas de comercio que surgen a inicios
del Horizonte Medio, no necesariamente requerían de espacios permanentes de almacenamiento.
Como ocurre con las ferias actuales, es posible que los recursos fueran trasladados directamente
a una serie de centros como Wata Wata, para ser inmediatamente intercambiados. Es decir, estos
centros habrían congregado individuos de diferentes sectores de manera temporal, donde ritos
dedicados a los ancestros y difuntos habrían servido para facilitar dicha interacción social y
económica. Resta entender el rol de las caravanas de llama o los niveles de integración de las
entidades participantes en dichos procesos.

A manera de conclusiones: relaciones de género, intercambio y


religiosidad
El Sitio de Wata Wata fue un importante centro religioso y de intercambio en la región de Kallawaya.
Las excavaciones muestran una larga secuencia ocupacional que va desde el Formativo hasta
principios de la era Tiwanaku. Durante este tiempo existieron cambios importantes. Se evidencia
214 Sonia Alconini

una creciente formalización del sitio en cuanto a su arquitectura y una disminución en áreas
dedicadas a residencia. Además de la inserción de sacrificio humano, existe un cambio en la
naturaleza misma del intercambio acompañada por emergentes prácticas comensales.

En cuanto a la participación femenina, existen también cambios importantes. En el Formativo, la


presencia de equipo de cocina y de preparación de alimentos en el complejo residencial muestra
la presencia de mujeres de origen no-local provenientes de la cuenca del Titicaca entre otras
regiones. Alternativamente, es posible una preferencia femenina por acceder y usar dichos bienes
como parte de circuitos de intercambio emergentes. Esta diversidad también es reflejada en la
variabilidad de la vajilla de servir en la cima del sitio como área publica, con estructuras de
almacenamiento y cistas funerarias. En la siguiente fase, asociada a Tiwanaku, el abandono de la
residencia sugiere una separación de las áreas domésticas y públicas. Es factible que los espacios
domésticos hayan sido movidos a sectores adyacentes al centro como parte de un proceso de
crecimiento y secularización. A pesar de estos cambios, la participación femenina sigue siendo
importante aunque algo indirecta, siendo que aún éstas participan como proveedoras de alimentos
y bebidas en las crecientes prácticas comensales del sitio.

Asimismo, la diferenciación de las esferas domésticas y públicas se hace clara. En las diversas
fases, mientras que el utillaje de cocina muestra una variabilidad en cuanto a tecnología, las
actividades de consumo en un contexto comensal, crecientemente enfatiza un patrón local.
Entonces, es posible que tanto las esposas como madres mantengan una diversidad de origen,
filiación cultural o, que estas hayan mantenido acceso a circuitos de intercambio variados. A
nivel más público, las practicas comensales –generalmente asociadas a espacios masculinos–
enfatizarían lo indígeno y local.

Cabe recalcar que la alfarería decorada es mínima y generalmente asociada a Tiwanaku.


Considerando la presencia de sacrificio humano así como el abandono del sitio en esta interface,
se hacen evidentes los cambios dramáticos promovidos por esta entidad en la región. Por un
lado, las prácticas culturales locales refuerzan un ethos corporado y de relaciones relativamente
simétricas. Esta situación es materializada en el uso de vajilla de servir utilitaria local asociada a
un culto a los ancestros y a procesos de intercambio relativamente simétricos. Por otro lado, la
influencia Tiwanaku se asocia a relaciones más jerárquicas y a un intercambio más directo.

En cuanto a los roles de género asociados a patrones de residencia, también se esbozan algunos
escenarios. Usando el caso Kallawaya, es posible que la diferenciación entre espacios domésticos
femeninos diversos y esferas públicas masculinas más homogéneas y locales, muestren una
estructura patrilocal. Mientras que estos curanderos itinerantes enfatizaban la residencia local de
hermanos y parientes varones, sus esposas no eran necesariamente de la zona. Mas, bien, éstas
establecían residencia en las comunidades de sus esposos.

En este contexto, las mujeres tuvieron un rol importante en el rango de actividades llevadas a cabo
en Wata Wata. Ante la ausencia prolongada de sus esposos, ya sea como comerciantes o herbolarios
itinerantes, la residencia permanente del sector femenino en el centro o sus alrededores, habría
asegurado una continuidad en el uso de dicho centro. Después de todo, ellas estaban a cargo de
El centro de Wata Wata en los valles orientales Kallawaya 215

la preparación de los alimentos y las bebidas para las celebraciones comensales dedicadas a los
ancestros y difuntos en el sitio. Ante la ausencia de sus esposos o hijos, es factible que el rol de
anfitrionas también haya recaído temporalmente en ellas.

Para finalizar, es importante enfatizar que este estudio muestra la agencia (agency) de las mujeres
en contextos tanto públicos como privados. Como madres o esposas, ellas podían fortalecer o
debilitar el poder político y aspiraciones de sus contrapartes varones, dependiendo esto de las
circunstancias y condiciones históricas concretas.

Referencias

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1984 Quienes son los Callahuayas. Nota sobre un enigma histórico. Espacio y Tiempo en
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Lothar Mankhe;Thierry Saignes; Silvia Arze; Marta Cajias). La Paz: Instituto de
Estudios Bolivianos, Facultad de Humanidades, Universidad Mayor de San Andres.
1985 Los Andes Orientales: Historia de un Olvido. Cochabamba, Bolivia: IFEA - CERES.

Schoop, Wolfgang
1984 Intercambio de productos y “movilidad regional” en el valle de Callahuaya. Espacio
y Tiempo en el Mundo Callahuaya, pp. 37-58. La Paz-Bolivia: Instituto de Estudios
Bolivianos, Facultad de Humanidades, Universidad Mayor de San Andrés.

Schulte, Michael
1999 Llamores y Caseros. La Economía Regional Kallawaya. La Paz: PIEB.

Wassén, Henry S.
1972 A medicine-man’s implements and plants in a Tiahuanacoid tom in highland Bolivia.
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