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DÁMASO ALONSO y J O S É M ANUEL BLECUA

ANTOLOGIA DE LA
POESÍA ESPAÑO LA
LÍRICA DE TIPO TRAD ICIO N AL

S E G U N D A ED ICIÓ N CO RREGIDA

EDITORIAL GREDOS — SALA Y GRIJALBO, LTDA.


MADRID SANTIAGO DE CHILE
«9 Editorial Gredos, M adrid, 1964.

N .° de R egistro : 7 0 3 2 -6 3 .— D epósito L e g a l: M . 1710 7 -19 6 3

G raficas Cóndor, S . A . — A viad or L in d b ersh . 5. — M adrid-2. 2039


EN EL P Ó R T IC O D E U N A A N T O L O G ÍA
D E L A P O E S ÍA E S P A Ñ O L A

por

D á m a so A lo n so
SO BRE LA VALORACIÓN DE
LA PO ESÍA CONTEMPORÁNEA

E l primer axioma de la crítica es (para mí) que mn-


guna época se equivoca estéticamente, es decir, que hay-
unas misteriosas apetencias, distintas en cada momento,
y que el arte tiende a llenarlas, como la materia tiende a
ocupar el vacío. Los períodos inmediatos, anterior y pos­
terior, suelen desconocer esa razón estética de su compa^
ñero, y aun negarla violentamente. E l valor que en defi­
nitiva haya de tener el arte de una determinada época, es
ya fallo de la historia : una sedimentación valorativa que
va dejando — a lo largo de su trascurso— la Humanidad^
Para conocer la sensibilidad de un hombre, le pre­
gunto primero por el arte que se está creando a su alre­
dedor. Porque creo que quien no participa en la com­
prensión del arte de su época, difícilmente comprenderá
el antiguo. Quiere decir esto que dudo mucho de un crí­
tico literario si le veo vuelto de espaldas a la poesía viva,
manante. ¡ Cuántos críticos de fama indiscutible mostra­
rían su baja ley si los ensayáramos en esta piedra de
toqu e!

IX
Pero los juicios sobre la poesía contemporánea carecen
de validez. V ivim os esa poesía, la sentimos, porque esas
misteriosas apetencias se producen también en nosotros.
Nuestros juicios son justos dentro del fanal de la época.
Pero son incomparables con los juicios críticos de lo pre­
térito. Son incomparables, sencillamente porque son otra
cosa, porque no son reducibles a la misma unidad.
Si yo doy mi juicio sobre la poesía española del si­
glo X X , tengo en seguida que decir — y lo he dicho ya
por escrito alguna vez— que hemos vivido estos años
uno de los períodos áureos de nuestra lírica. ¡ Qué modo
de sucederse las generaciones y los grupos! ¡ Qué m ovi­
miento poético! : apenas una ciudad de alguna impor­
tancia en España, sin su grupo selecto de poetas atentos
a los avances de la poesía española y muchas veces de la
mundial. ¡ Cuántas revistas, a veces nacidas en los sitios
más inverosímiles; cuántas colecciones de libros de poe­
mas, alguna de las cuales ha pasado ampliamente el cen­
tenar de volúmenes! Para encontrar algo semejante ten­
dríamos que mirar al panorama poético de la España de
principios del siglo XVII. Tam bién allí — si sustituimos
las revistas por las copias manuscritas que circulaban de
mano en mano— ese hervor, esa diseminación por toda
España, ese entusiasmo. '
Y una cosa curiosa : desde la implantación del moder­
nismo (con el injerto de Rubén) hasta nuestros días, no
ha habido ningún rompimiento definitivo de la tradición
poética. Cada grupo, cada generación, trae elementos
nuevos, de modo que en cada escalón, la técnica y los
temas se modifican bastante. Pero siempre hay otros ele­
mentos que, trasmitidos, aseguran la continuidad. Se pro­
duce esto que a primera vista parecería im posible: entre
un poeta de la generación que llamamos modernista o
del 98, según la perspectiva que sigamos, y uno de los
m is jóvenes de los V einte poetas reunidos hace poco en

X
antología, la diferencia es enorme. Sin embargo, no hay
un momento en que se vea producirse el rompimiento.
L o mismo en las opiniones críticas generacionales. Por
ninguna parte (o todo lo más algún poeta aislado) estas
generaciones sucesivas han negado o execrado las inme­
diatamente anteriores. ¡ Cuán distinta la conducta del
“ modernismo-noventayocho” con relación a los escritores
de fines del siglo X I X !
Sí, un período áureo, por su abundancia, por la ferti­
lidad, por el prurito de acercamiento al centro misterioso
de la actividad poética, por la personalidad de las voces,
este desarrollo de la poesía a lo largo de la primera mitad
del siglo X X , con dos grandes generaciones bien cono­
cidas ya en el mundo (en los sectores del mundo que se
interesan por la poesía): la inicial, entre “ modernismo”
y “ 9 8 ” , y la, hoy ya central, de 19 2 7 . Entre las dos,
otros grupos interesantes. Y , después de 19 2 7 , lo menos
tres nuevas generaciones españolas (la mayor todavía a
caballo entre 19 3 6 y 1939), que crecen hoy hacia la fama.
Pero éstas son opiniones de contemporáneo. Dirijamos
ya nuestra mirada en perspectiva histórica.

H A LLA ZGO S Y NUEVAS VALORA­


CIONES CRÍTICAS DEL SIGLO X IX

A unque parezca mentira, creo que sólo ahora, a me­


diados del siglo X X , puede un crítico (yo o cualquiera)
tratar de dar en m uy pocas páginas una visión orgánica y
justa de la poesía española, de lo que ha sido y es para
nosotros, los españoles, y de lo que debe ser, es decir, de
la estimación que se le deberá dar dentro de la gran poe­
sía del Hombre.
La poesía en estado químicamente puro es, para mí,
la lírica. H acia 18 5 0 no se sabía (así: literalmente) lo

XI
que era la lírica de España, de la que se conocía apenas un
fragmento de un fragmento, porque se conocía sólo algún
aspecto de la lírica del Siglo de O ro ; fuera de eso, de lo
verdaderamente importante, nada más.
Sólo ahora, gracias a investigaciones y valoraciones
llevadas a cabo por la crítica de estos últimos treinta años»
hemos ganado una visión, por de pronto, mucho más com­
pleta, y, además, creo, bastante justa, de lo que fue la
lírica española. Sólo desde nuestros días sabemos qué ad­
mirable y completo desenvolvimiento tuvo la lírica espa­
ñola del Siglo de Oro, su intensidad, su abrasada tempe­
ratura, sus altas metas, su individualizadora variedad. Y
sólo por investigaciones y valoraciones aún más recientes^
de estos veinte últimos años, sabemos hoy qué fue lo-
verdaderamente importante que en lírica se produjo en
España durante el siglo X IX . L a crítica anterior a nues­
tra época había sido incomprensiva y en cierto modo des­
tructiva, respecto a esos dos panoram as: para el del S ig la
de Oro, porque los dogmatismos estéticos mutilaban el
bello arco de atrevidísimo desarrollo, al negarle algunas
de sus dovelas, y al malcolocarle otras; y para la misma
poesía del siglo X IX , porque la crítica de la segunda,
mitad de esa época, atenta a lo brillante rotundo y formal,
desconoció o sólo reconoció a regañadientes y de un modo-
tardío, la veta de la poesía más pura, íntima, esa vena
temblorosa que comienza a brotar precisamente a media­
dos del siglo X IX , y que, a través de Bécquer y de R o­
salía de Castro, fluye emocionadamente hacia nosotros-
H e ahí dos reconstrucciones críticas: las de los panora­
mas líricos del Siglo de Oro y del siglo X I X : del centro,,
pues, y del final de todo el desarrollo.
Una gran casualidad iba a hacer que también fuerau
los últimos años del siglo X IX y la primera mitad dcL
X X los descubridores del inmenso tesoro de nuestra
poesía de tipo tradicional, enraizada en las entrañas de la

XII
Edad Media. Y , coronamiento, ápice de esa casualidad,
son los hallazgos (procedentes del campo del hebraísmo
y arabismo) que nos revelan hoy un siglo más de la lírica
de España, un siglo más profundo, más metido en la
noche de la Edad M edia, y anterior a cualquier otra lírica
conocida, de Europa.
Estas recientes y fundamentales variaciones de núes-
tra apreciación de las partes central, final e inicial del des­
arrollo lírico de España son lo que permite que el crítico,
al ponerse a escribir en marzo de .1956 estas brevísimas
páginas, tenga confianza en que lo que dice es nuevo, y
mucho más completo y mucho más justo que lo dicho
por toda la crítica anterior. N o por mérito suyo, del crí­
tico. Sino porque, al escribir, está aprovechando (quizá
por primera vez en una ojeada de conjunto) esos tres
hallazgos recientes.

LA LÍRICA DEL SIGLO DE ORO

E l español que se pone frente a la lírica española


del siglo XV I se queda primero temeroso y aprensivo,
al irse dando cuenta de que nuestra poesía en esa época es
imitación de la italiana. La aprensión cesa y el asombro
comienza, cuando al tomar al primer imitador, a Garci-
laso (pues Boscán queda como anulado tras él), el lector
que puede comparar con la poesía italiana de ese mismo
momento, comprende que en Garcilaso hay una vibración
en la voz, que es como si el alma le palpitara en ella y en
ese temblor se nos comunicara, todo de una manera tan
sedosa, tan, diríamos, entredormida, que (y esto es el
milagro) el dolor de Garcilaso vive, vive aún, vive en
nosotros. N ada semejante en el petrarquismo italiano del
siglo X V I. La voz de Garcilaso se proyecta sobre nos­
o tro s: es decir, Garcilaso no es arqueología, es un poeta

XIII
moderno. En cierto sentido, el primer poeta moderno
europeo» '
Fondo, paisaje, representación, todo, sin embargo, éra.
aún italiano en Garcilaso de la V ega. Pero el germen
fecundante que había traído iba a producir una gran
trasformación. Entra ahora la nueva poesía italianizante
en el espíritu español* en un espíritu todo contrastes y
extremos. Y primero se siente arrebatada en un sentido-
espiritual. En esa forma italiana vierte Fray Luis su pro­
testa contra la injusta y cruel persecución, las angustias
de sus momentos más desesperanzados, su anhelo de unión
con la Divinidad y — aunque siempre como el desterrado
que contempla de lejos— diáfanos, maravillosos “ rompi­
mientos” a través de los cuales se columbra la serena v i­
sión beatífica. Tam bién está lleno de emoción su senti­
miento de la naturaleza real. Y , m uy im portante: el pai­
saje, clásico, italianizante aún en Garcilaso, ha desapa­
recido; es el humilde paisaje castellano lo que está al
fondo de los versos de Fray L u is : primera valoración es­
tética del terruño humilde (el otoño castellano, la tormen­
ta súbita del verano en la meseta, la pobre fuentecilla...),
o cuando no, la diáfana profundidad estrellada de las
noches del Sur.
Más arrebato a ú n : y el metro italiano le sirve a San
Juan de la Cruz para describir los misterios de la más
alta unión, y para, a través de la sequedad de las “ no­
ches” , desembocar a la belleza de un mundo intacto y
nítido, como esmaltado por pinceles de eternidad. Con
esa belleza — revestida de palabras de hermosa precisión:
las “ ínsulas extrañas” , los “ ríos sonorosos” . . . — , evoca el
alma la hermosura sin límite de su Enamorado. O a v e ­
ces, en una especie de vuelta o giro veloz, como por gusto
del contraste, el poeta verterá, en coplas a la antigua cas­
tellana, nuevos experim entos: porque ya no le basta para
expresar la unión la imaginería erótica en la tradición del*

XIV
Cantar de los C an tares; y en el furor de su anhelo, busca
comparaciones impredecibles, raras imágenes crueles: el
alma tras Dios, es como un halcón que se apodera de la
zahareña g a rz a :
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.

¡ Cuán distinto de estos dos últimos poetas nuestro


Lope, el humanísimo (aunque no sin ramalazos ascéticos,
y aun de anhelo místico) Lope de V e g a ! Distinto, pero
de la misma v e t a : la del extremado frenesí. E l de Fray
Luis era un anhelo, y el de San Juan de la Cruz un gozo,
de D ivinidad. E l frenesí de Lope se vierte hacia la v id a :
el hombre se entrega a ella y la vida le devuelve, sin
filtro, sin selección, los materiales de su poesía. Esta unión
de vida y poesía, este verterse la primera sobre la segunda,
es un adelantarse Lope a toda la lírica de Europa.
Otro frenesí — y también m uy diferente de todos los
anteriores— es el que hostiga a don Luis de Góngora.
E l mundo es vario, y ya para este gran barroco, el arte
no es sólo ponderada arm onía: el dulce equilibrio y la
monstruosa pasión luchan en esta concepción estética.
Pero el empeño de Góngora es el encerrar la múltiple
variedad del mundo en un cielo inmutable y depurado,
un “ mundo poético” creado por su fantasía, mas con tal
propiedad que, término a término, evoca o reproduce la
cambiante variedad natural. Naturaleza y arte Se corres­
ponden como dos planos enfrentados: a lo perecedero, a
lo variable, a lo mezclado o borroso (plano real) sustituye
lo eterno, lo nítido, lo exacto (plano del arte). La tras­
mutación se efectúa, término a término, por medio de la
imagen. ¡ Y qué maravillosa doma de la palabra, obligada
a describir mil lazos, mil arabescos, mientras nos deja
todas sus posibilidades de sugestión sensorial: aroma, co­
lor, música, m ovim iento!

XV
N o menos grande, Quevedo. N o menor artífice de la
palabra. Y en cierto modo más novedoso en cuanto que
la trasmutación no es ya en el sentido del impulso rena­
centista (como aún lo era en Góngora aunque éste extre­
mase la velocidad y el alcance). E n Quevedo se rompen
muchas convenciones: una fuerza naturalista y popular
quiebra en él muchas cosas. En Quevedo, entre el alto
poeta lírico y el desgarrado troquelador de gracias, hay
muchos trasvases. Siempre, siempre apretando la palabra
y el concepto, que entran como prensados en el cerebro
del lector, para sólo allí libertarse. Pero el lector — y es
muy importante— no resulta así modificado sólo en sen­
tido estético (como en el caso de Góngora), sino en su
totalidad humana, porque el arte de Quevedo — con todo
su furor expresivo y mediante la concentración de su
pensamiento— apunta a nuestra esfera moral.
Garcilaso, Fray Luis, San Juan de la Cruz, Góngora,
Q uevedo... Si dejamos aparte el primero — maravilloso
resonador de la melancolía, superación, junto con Ca-
moens, de todo el petrarquismo del siglo XVI— , todos
los demás tienen un desasosiego, un frenesí bien de E s­
paña. Todos, extremo, anhelo último de algo. N otable,
cuán diferentes, cuán personales todos. D ovelas del es­
pléndido arco de la lírica de España entre los dos arran­
ques, siglo XVI, siglo XVII. Y ahora comprendemos que
la imitación italiana, la forma italiana, sirvió sólo de cau­
ce por el qué libremente fluyó para buscar su expresión
autoctona, el espíritu español.
Cuando se vuelve la vista a la literatura europea de
esos dos siglos, no se encuentra en ellos nada que se pueda
comparar. E l momento lírico de Italia había pasado ya
(aunque más tarde tendrá un vigoroso renacer). Francia,
constante siempre — que habrá de tener un espléndido
siglo X IX poético— , tiene también una lírica interesante
en esos dos siglos x v i y X V II : es poesía, en general.

XVI
medida, diáfana, contenida. ¡ Cuán distinta de ese pnu
rito, ese variado anhelo de superación, de perforación, de
cima, que da su grandeza a este desarrollo lírico español
del Siglo de O ro! Buscando lírica entre los pueblos eu­
ropeos (en esos dos siglos XVI y x v il) sólo colocaría
cerca a Inglaterra: es tema largo.

POR UN CLAVO S E PIERDE UN REINO

Pero la crítica del siglo X IX consideró a Góngora


como un dem ente; censuró a Quevedo, y aunque no le
negó, no comprendió nunca su valor europeo de gran
p oeta; equivocó a Fray Luis, considerándole místico y
sólo fuente de serenidad ( ¡ al poeta más atormentado de
todo el Siglo de Oro, místico sólo en el anhelo de unión!);
y pasó volanderamente por San Juan de la Cruz, aunque
llenándole de alabanzas.
¿C óm o se querría que la crítica extranjera, encandi­
lada entonces con nuestro teatro y nuestra picaresca, tu­
viera ojos (y sobre todo oídos) para la lírica española del
Siglo de Oro?
Esa lírica nuestra, ese maravilloso desfile de mundos
poéticos, intensos y contrastados, y de individualísimos
seres humanos, creadores de esos mundos, ha sido en su
valor conjunto casi desconocida por la crítica general eu­
ropea. Pero ahí está: realidad v iva y casi tangible. La
he concretado en esos seis nombres, pero cuántas voces,
ya graves y sentenciosas, ya de aristocrática delicadeza,
ya ligeras y graciosas, cualquier lector echará de menos
en esa lista, que cada uno puede añadir (Herrera, Epístola
moral, Argensola, Rioja, Medrano, etc.). El fondo de
excelentes poetas que ofrece España entonces, es cierta­
mente asombroso en país tan poco poblado y tan entre­

XVII
gado por aquellos días a empresas de conquista y colo­
nización.
A l español que se pone — como yo ahora— a hacer
recuento y resumen del valor de la lírica de España, des­
pués del susto inicial (la imitación italiana en el Siglo de
Oro) le esperan aún otros temores. Está tan divulgada
en el mundo la idea de que Castilla es tierra épica, y que
en la península lo lírico es occidental..., etc., que y o no
sé si algún día podremos desterrar tópicos tan vacíos. L o
peor es que los mismos españoles y aun en este mismo
siglo nos hemos dedicado a propagarlos.
N o nos extraña, pues, que en el siglo X IX — tan
atento, repito, a los valores realistas— no hubiera primero
comprensión para la totalidad de nuestra lírica cuando
se desconocía aún ese alto grito — tan español y al mismo
tiempo con tanto anhelo de universalidad— de la poesía
del Siglo de Oro.

SU SPIR ILLO S D EL SIGLO X IX

Y a sabemos cómo desde la segunda mitad del siglo


XVII desaparecen en España los grandes líricos, y cómo
el siglo XVIII puede ofrecernos sólo una serie de poetas
excelentes, no geniales, los mejores hacia el final del si­
g lo : Fray Diego González, Meléndez Valdés, Jovella-
nos... N o podemos ni comparar con el magnífico desarro­
llo lírico del Siglo de Oro. Pero en casi todo el mundo,
el siglo XVIII es un decrecimiento en lírica, y no nos
extraña nada que así sea en España.
Pero el romanticismo español parece confirmar nues­
tros temores. Cuando Inglaterra ha pasado de los laquis-
tas a Byron, Keats y Sh elley; cuando Alem ania acaba
de perder a Goethe y H eine acaba de publicar el Buch
der Lieder; cuando en Francia están en plena producción
Víctor H ugo, Lam artine, V ig n y y Musset, cuando en
i
XVIII
Italia, recién desaparecido Fóscolo, está llegando a sus
últimos años Leopardi, España, si contemplamos las co­
sas con desapasionamiento, no tiene mucho que presentar.
Nuestro romanticismo es tardío, y por eso muy rebotado,
m uy gastado ya. Quizá a veces nos atraen el garbo y el
señorío de Espronceda, y las animadas y coloreadas evo­
caciones de Z o rrilla; y otros poetas de segundo orden
esperan quizá una revaloración : eso es todo.
Y el siglo X IX no nos da, hacia su final, sino la poe­
sía filosófica de Campoamor, intento generoso, no logrado,
pero m uy interesante (empieza aquí, queramos o no, una
importante veta de poesía — el prosaísmo como medio de
expresión poética— , y, con intermitencias, tendrá un des*
arrollo, cuyos últimos reflorecimientos bien evidentes son
ahora, en 1956). A l lado de Campoamor, las frías estruc­
turas de N úñez de Arce. '
Fue N úñez de Arce quien, despectivamente, habló de
los “ suspirillos germánicos” . E l culto don Gaspar, pontí*
fice poético de su época, casi se rasgaba la levita — entre
indignación y desprecio— ante esos “ suspirillos” .
Esos suspirillos, en su fórmula más intensa, se llama*
ron Gustavo A dolfo Bécquer y Rosalía de Castro. H o y
representan, entre todo el siglo X IX , la poesía que sen­
timos mejor y la que más próxima consideramos a
nuestras necesidades expresivas. Sólo hoy, después de
una serie de trabajos y valoraciones de varios investiga*
dores y críticos (es ésta la segunda novedad que anuncié
al comienzo de estas líneas), vemos cómo, entroncada por
un lado en la poesía de H em e, y por otro en la idea ro*
mántica de la poesía popular, se forma desde mediados
del siglo X IX toda una línea de lírica que ha pasado del
estruendo y el arrebato romántico al tono menor, de la
desesperación a la suave melancolía, de los atropellos y
alocadas competencias de ritmos y rimas ( ¡ esas carreras
cuesta arriba y cuesta abajo como en los D jm ns!), a una

X IX
modestia rítmica que prefiere el asonante, con una expre­
sividad nueva que sabe el valor de lo indeciso, del tem ­
bloroso matiz.
Que existía esta dirección heiniana era una cosa co­
nocida por la crítica \ N o su continuidad ni su valor.
Después de los estudios más recientes2, sabemos bien
cómo están- en esa línea Eulogio Florentino Sanz, no sólo
con sus versiones, sino también con 'sus poemas originales,
Vicente Sainz Pardo, Selgas, el chileno Guillerm o Blest
G ana, Ferrán y muchos otros; sabemos cómo varios de
esos poetas pueden ser agrupados en torno a la figura de
Bécquer, como prebecquerianos y postbccquerianos; sa­
bemos, en fin, que la aparición de esta veta de poesía,
muchas veces breve, siempre menor, ligera, no insistente,
interior, intimista, es un hecho totalmente nuevo, de
tina trascendencia enorme. Y he aquí cómo la atención
d e nuestra mirada al posarse sobre el siglo X IX ha sido
desviada de unas puntas enterizas y bailadoras a las que
antes exclusivamente atendía, hacia este desarrollo de
algo tierno, nuevo, hacia estos deliciosos “ suspirillos ger­
mánicos” . La poesía española del siglo X X (Juan Ramón
Jiménez, Antonio Machado), saltándose a don Gaspar
Núñez de Arce, va a empalmar con esta veta de los “ sus­
pirillos” . N o es, exactamente, que proceda de ellos. N o :
se trata sólo de afinidad, de una posición parecida ante la
expresión, de un palpitar, un matiz, una nostalgia.

LA PO ESÍA DE TIPO TRADICIONAL

Novedades críticas hacia el medio (totalización del pa­


norama poético del Siglo de Oro), hacia el final (descu­
brimiento de línea intimista). ¿ Y hacia el principio?

1 V éase, por ejemplo, el capítulo que le dedica el P . Blanco G arcía.


2 Entre otros, Dionisio Gam allo Fierros, J. F . Gómez de las C or­
tinas, José Luis V arela, José Pedro D íaz, y el autor de estas líneas.
> •
XX
Acabamos de hablar del ligero matiz popular, que
mezclado con el hemiario se nos revela ahora en el si­
glo X IX . Pero los poetas de 18 5 0 , de lo popular apenas
si podían tener más concepto que la idea romántica de
las dos poesías (popular frente a culta), o si no las coplas
del pueblo, vivas siempre en tradición española. E l tesoro
de la poesía española de tipo tradicional apenas si era
conocido por alguna de sus muestras, y nadie, nadie se
daba cuenta del fabuloso conjunto a que esas piezas per­
tenecían.
La crítica negaba la poesía lírica popular. La poesía
popular era sólo épica (canciones de gesta y romances)?
la lírica era siempre culta. A sí, con algunas restricciones*
lo propagaba Valera en su discurso de ingreso en la ReaE
Academ ia Española. De él lo aprendió Menéndez Pe-
layo, y (sin restricción alguna) categóricamente lo afirmó
en su juvenil Horacio en España. Pero una sene de casua­
lidades que no son de este lugar (estudio hecho por él
mismo del teatro de Lope, publicación, llevada a caba
por otros, de los cancioneros gallego-portugueses), fueron
descubriendo ante los ojos asombrados del gran crítico,
la poesía de tipo tradicional, y con ella un tesoro de emo­
ciones fresquísimas, virginales... ¡M enéndez Pelayo aca­
ba de comprender que sí, que existe la lírica popular! Lo
comprende, y también su importancia en la historia de
la literatura española : porque la poesía de tipo tradicional
de la Edad Media, ya anónima, ya glosada o refundida
y glosada (versiones a lo divino), se prolonga a lo largo
del Siglo de Oro. A Menéndez Pidal y su escuela le tocó
el estudiar en pormenor esa veta que penetra adelgazán­
dose por los siglos XVI y XVII.
Sabíamos que era de origen medieval, pero apenas si
poseíamos algunos testimonios que nos vinieran directa­
mente de la Edad M edia. Cuando he aquí que hace pocos
años todo se vino a coronar del modo más inesperado.

XXI
E l semitista Stern publicó algunas jarchas escritas en len­
gua española, si bien con el matiz dialectal mozarabe.
Las jarchas son estrofas finales de las composiciones lla­
madas muguasajas, usadas por los moros de España (y a
imitación suya por nuestros judíos). Estas jarchas proce­
den, las más antiguas, de la primera mitad del siglo X I.
Es decir, de una época de la que no nos ha llegado poesía
lírica en ninguna otra lengua europea. Estas jarchas se
sitúan a la cabeza de toda la lírica española, y muchas de
ellas parecen ser el más remoto testimonio de esa veta de
tipo tradicional, que se prolonga hasta el Siglo de Oro.
H e aquí, pues, cómo es cierto que la crítica del si­
glo X X tiene grandes novedades que contar al público
cuando habla de poesía tradicional.
Lo importante, ahora, es señalar la enorme riqueza
de este tesoro. Podemos asegurar que un conjunto seme­
jante al que forman el Romancero y los Cancioneros pen­
insulares ninguna otra región europea lo posee.
Y más importante a ú n :
E l valor vivo, la capacidad de mover al hombre del si­
glo X X , que tiene esa lírica de tipo tradicional, es enor­
me. Esa poesía, blanca, breve, ligera, que toca como un
ala, y se aleja dejándonos estremecidos, que vibra como
un arpa, y su resonancia queda exquisitamente tem blan­
do, esa poesía “ popular” , que definían los románticos, y
nuestros postrománticos también, que es la que los poetas
de tendencia intimista buscaban a mediados del siglo
X IX , tiene en la poesía de tipo tradicional castellana una
perfecta realización.
Es un emocionado tesoro. Para mí, el conjunto del
Romancero y el Cancionero de tipo tradicional representa
tanta belleza, tanta emoción humana como todo el con­
junto de la gran poesía del Siglo de Oro.

XXII
P O E SÍA C U L T A D E S D E LA EDAD MEDIA

En la poesía narrativa de carácter culto, de la Edad


Media — en los poemas de cuaderna vía— , también se
abren a veces breves descansaderos líricos de exquisito
encanto, no menos bellos por el hecho de que m uy fre­
cuentemente se les puedan encontrar paralelos en poesía
europea, ante todo francesa.
Por su parte, la lírica culta medieval, tal como la ve­
mos en colecciones como el Cancionero de Baena (poesías
de los siglos XIV y x v ), ofrece aquí y allí, entre discre­
teos y manidas fórmulas trovadorescas, destellos de au­
téntica pasión y voz emocionada. U na veta muy especial
forma en esa época la poesía de meditación del acaba­
miento : que tiene su expresión máxima en las Coplas
de Jorge Manrique, genial primera condensación lírica de
nuestro espíritu, plasmada en una lengua que también,
por primera vez, se manifiesta adulta.

LA PO ESÍA ÉPICA MEDIEVAL

H asta el reciente descubrimiento de las jarchas, la


obra más antigua de la literatura española era el Cantar
de M ío C id, que Menéndez Pidal fecha hacia 1.140 (y
otros eruditos algo más tarde). Es la única pieza bastante
bien conservada y casi completa de nuestra antigua épica
juglaresca. De enorme valor, por su técnica y por su en­
foque estético de la v id a : frente a la épica francesa más
arreada y fantástica, que apela más a la exageración y a
lo maravilloso, la épica española tiene un carácter sobrio,
real, escueto, en consonancia con el medio en que se mue­
ven los héroes del poema. Es objetivo primero del poeta
del viejo cantar, el alma hu m an a: ante nuestros ojos de

XXIII
lectores del siglo X X palpitan, psicológicamente varían,
es decir, viven, estas criaturas creadas por el arte del XII.
Tras el rostro venerable del Cid — como siglos más tar­
de en el Enterramiento del Conde de Orgaz— el friso
de los rostros de sus compañeros: actitudes, modos, ros­
tros, almas, diversas, individuales.
Rasgos semejantes debían existir en otros poemas épi­
cos, que sólo se nos han conservado prosificados, en las
Crónicas. Esta sobriedad se alteró profundamente en épo­
ca tard ía: como lo muestran las Mocedades de Rodngo,
poema que conservamos (aunque en mal estado): en él
dominan la exageración y la desmesura.
T ed a la antigua materia épica va a dar, fragmentada,
a los romances. E l pueblo retuvo así alguno de los epi­
sodios más apasionantes de las antiguas gestas; también
hubo romances en que un poeta resumió brevemente todo
el contenido de un antiguo poema extenso.
Junto con esa materia épica de la tradición española
van a dar al romancero temas novelescos tratados ya en
una forma ya en otra en la literatura europea. En el ro­
mancero español concurren, pues: i.°) leyendas tradicio­
nales españolas; 2.0) narraciones internacionales.
E l gran valor del romancero ha sido reconocido desde
el mismo romanticismo; y no hay absolutamente nada
que rectificar en ese alto aprecio. Las novedades que aquí
aporta el siglo X X son en especial de tipo científico, gra­
cias a los rigurosos estudios de Menéndez Pidal (plantea­
miento de multitud de problemas técnicos referentes a los
romances: su tradicionalidad hasta hoy, su relación con
las gestas, su fragmentación, su pervivencia en A m éri­
ca, etc., determinación de los rasgos que distinguen a
viejos y juglarescos, etc.).
N o podemos olvidar el romancero artístico. T ras los
romances tradicionales, los juglarescos. Y unos y otros se
vierten sobre la gran literatura del Siglo de Oro. Los es­
* .

X X IV
critores de esta época, no sólo se impregnan de toda esa
tradición, sino que la prolongan con creaciones originales.
Romancero artístico: garbo y picardía de Lope, lumino­
sas y coloreadas visiones de Góngora, malicioso desgarro
y activísima y entrecruzada malicia conceptual de Que­
vedo. ..

LA ÉPICA CULTA DEL SIGLO DE ORO

U n gran salto nos sitúa ahora frente a otro tipo de


épica completamente distinto. Con el Renacimiento llega
un gusto de competir con la antigua épica griega o latina.
El ejemplo italiano (del Orlando o la Jerusalén) es imitado
repetidas veces en España. Poemas como la Araucana, el
Bernardo o la Cristíada todos tienen grandes valores y
trozos admirables. Pero ¿se me permite expresar el poco
entusiasmo que siento por este tipo de poemas — ya es­
pañoles, ya italianos— ? E l mundo, el conjunto humano,
ha pensado sin duda lo mismo. Mientras que la novela,
que nace más o menos por la misma época pero que m i­
raba limpiamente hacia el futuro, resulta un enorme éxi­
to y tiene la portentosa floración que en toda su pujanza
llega hasta nuestros días, el poema épico renacentista,
rechinante de antiguallas, arqueológico, en suma, es flor
de un d í a : produce unas cuantas obras maestras y se
extingue.

LA VETA C U L T A ; LA V E­
TA DE TIPO TRADICIONAL

Hemos venido llevados por el viento. En bordadas


de capricho, en un zig-zag que parecía desordenado,
como quien no quiere la cosa, henos llegados al final de
nuestra senda. H abrá que señalar ahora que ese desorden

XXV
externo seguía una imperiosa pauta interior. Reduzca-
moslo todo a un puro esquema cuasi geom étrico:
Sólo vemos ya dos enormes vetas, y en cada veta
dos ramas.
La primera veta es la de tipo tradicional. T iene dos
ram as: la narrativa (cantares de gesta y romancero) y la
lírica (cancionero de tipo tradicional).
L a veta tradicional penetra (con sus dos ramas) pode­
rosamente, en el Siglo de Oro. Las alusiones a elemen­
tos de tipo tradicional (sobre todo romances y canción-
cillas) son tan frecuentes en esta época que prueban que
esa poesía estaba en la memoria de todos. E l Siglo de
Oro prolonga — de muchos modos— la poesía de tipo
tradicional (el teatro vuelve a tratar las leyendas de nues­
tra historia, o desenvuelve dramáticamente breves can­
ciones ; los poetas cultos glosan de nuevo viejos villan ­
cicos, o los vuelven a lo d ivin o ; o inventan nuevos ro­
mances, de tipo morisco, etc.). A través del siglo XVIII,
llegado el romanticismo, la poesía narrativa de tipo tra­
dicional se pone de moda entre los eruditos (y así dentro
de esa tradición se producen nuevos poemas y dramas).
L a crítica científica desde fines del siglo X IX y en lo
que va del X X , vuelve a tratar estos temas, y origina
con ello un nuevo reflorecimiento (cancionero y popu-
larismo poético en la generación de 19 2 7 , etc.). Se puede
decir que, en cierto modo, la veta tradicional de nuestra
poesía se prolonga hasta hoy.
La segunda veta es la de la poesía culta. T ien e una
rama épico-narrativa que se manifiesta principalmente en
dos momentos: uno el de los poemas medievales de cle­
recía; otro, el de la épica culta. A l innegable interés de
la rama épico-narrativa supera, sin posible duda, el de la
rama lírica. Hemos prescindido, por no tener aún una
visión histórica, de enjuiciar lo contemporáneo (aunque no
-negaremos que nuestra impresión provisional es que la
i
XXVI
lírica española de la primera mitad del siglo X X ha de
tener una importancia extraordinaria en las futuras histo­
rias de nuestra poesía). Prescindiendo, pues, de lo contem­
poráneo, y registrando el interés de la (hasta hoy poco
valorada) línea intimista del siglo X IX , nuestra atención
entre las distintas épocas de la lírica culta se ve irremisi­
blemente atraída por el desarrollo lírico del Siglo de Oro,
y admirada de la grandeza, de la altura e ímpetu del
anhelo, de la intensidad de la fuerza expresiva, de la
portentosa variedad, de la personalidad de cada voz.

LA PO ESÍA ESPAÑ O LA AN­


TE LA PO ESÍA DEL MUNDO

U n momento contemporáneo (que parece ha de ser


áureo en la historia de nuestra lírica). U n desarrollo líri­
co de frenética intensidad durante el Siglo de Oro. Una
poesía de tipo tradicional con un arranque tan antiguo
que, en su rama lírica, procede de unos anos de los que
no nos queda otro testimonio sino ése, en Europa; y con
un desarrollo tan largo que atraviesa el Siglo de Oro, y
en muchos aspectos llega hasta hoy.
¿C u ál es el valor de toda esa masa de poesía, dentro
del cuadro de la europea?
Por la extensión temporal, por la cantidad, por el
valor vivo de evocación y emoción, cuando se escriba una
verdadera historia de la poesía europea, el capítulo de
la veta tradicional española (narrativa y lírica) habrá de
ser uno de los más interesantes: inmenso río anchuroso,
estrellado, bajo noche de siglos, por el que la belleza y
la emoción del alma de España se mueve buscando su
destino. '
Aspecto m uy distinto ofrece la linca culta. La nues­
tra de la Edad M edia es inferior a la italian a; en el si­

XXVII
glo X IX es inferior a la francesa y a la italiana, y a la
inglesa y a la alemana. Pero durante el siglo XV I y XVII^
no hay un desarrollo lírico en Europa que se pueda com­
parar al frenesí hacia lo absoluto, a la rotura de límites,
al anhelo espiritual, o al frenesí de vida humana, con el
que España se lanza, una vez más, a su doble alta em ­
presa : expresarse a sí misma y verterse hacia Dios.

XXVIII
I N T R O D U C C I Ó N

por

Jo s é M a n u e l B l e c u a
Y o fui el primero que abrió tienda de
la lengua latina en España, y todo lo que
en ella se sabe de latín se ha de referir
a mí.
N e b r i ja

Don Ramón Menéndez Pidal, el gran maestro de los


romanistas, puede m uy bien hacer suya esa célebre frase
de N ebrija y afirmar, con el mismo orgullo, que todo lo
que se sabe de nuestra lírica prim itiva — y de otras mu?-
chas cosas— se ha de referir a él. Incluso lo que no pudo
decir en 1 9 19 , fecha de su perfecta y ya clásica confe­
rencia \ lo adivinó con tanta penetración, que los descu­
brimientos posteriores sólo vinieron a confirmar sus hipó­
tesis. (No es que nuestro gran filólogo se sacase de la
manga toda una lírica, pero le faltó m uy poco.)
Pero antes de seguir adelante, invito al lector a que
piense por su cuenta en este curioso problema que se
plantea en la corte de Alfonso X el Sabio, quien reúne
a su alrededor trovadores gallegos y provenzales, sabios
árabes, judíos e italianos, juristas e historiadores caste­

1 La prim itiva poesía lírica española, publicada en Estudios lite'


rarios, Colección A ustral, págs. 197-269.

XXXI
llanos. Estamos a mediados del siglo X IIIt en pleno apo*
geo de la lírica trovadoresca en Cataluña y de la galaico*
portuguesa. La política de Alfonso no parece satisfacer
mucho a los gallegos; sin embargo, él usará la lengua
gallega para escribir sus cantos mariales y resolverá pro*
blemas de poesía p roven zal2. A su vez, escribirá muchas
de sus cantigas en zéjeles, forma que deriva del mundo
poético arábigo-andaluz.
Compliquemos un poco más el problema y pensemos
con toda lógica que si A lfonso el Sabio tiene que elevar
a lengua historial, jurídica o científica la lengua vulgar
o romance, es porque esa lengua ha llegado ya a su m a­
durez, y que los castellanos que hacía más de un siglo que
oían el Poema del C id no cantarían sus penas o sus amo­
res en una lengua extraña, que además ignoraban. Sin
embargo, esas cancioncillas de los castellanos no alcanza­
ron el fervor cortesano hasta la segunda mitad del si­
glo X V , y por esto carecemos de espléndidos cancioneros
como los galaico-portugueses, por ejemplo, en los que se
reúnen más de dos mil cantigas. T a l riqueza ha hecho que
los eruditos dirigiesen su atención hacia esa poesía y des­
atendiesen durante muchos años el estudio de la caste­
llana, en la que tampoco se podía estudiar gran cosa, puesto
que sólo ncs quedaban dos o tres poemillas y algunas
'referencias en las crónicas o en obras literarias puras. Me-
néndez Pidal ha podido escribir recientemente: “ A prin­
cipios del presente siglo dominaba la creencia de que C as­
tilla no había tenido lírica p rim itiva: Castilla era el solar
de la poesía épica, mientras la lírica era sólo gallego-por­
tuguesa ; las producciones de esta lírica del Noroeste, pe­
ninsular durante los siglos XIII y X IV estaban abundante­
mente documentadas en los cancioneros, donde, además

2 V éase R . M e n é n d e z P id a l , Poesía juglaresca y juglares, M adrid,


1924, págs. 14 y sigs.
»
XXXII
de muchas imitaciones de la lírica provenzal, encontrá­
bamos unas quinientas cantigas de amigo, indudable­
mente inspiradas en cantos populares de aquellas tierras;
por el contrario, de Castilla nada conservan esos siglos,
en los cuales se da el hecho bien significativo de que los
poetas castellanos escribían sus obras líricas en gallego.
Peí o contra esta negación de una lírica castellana expuse,
en 19 19 , una réplica tradicionalista” 3.
Menendez Pidal, fiel a su tesis tradicionalista, re­
construyó toda esa lírica perdida basándose en referencias
de las crónicas como ya veremos— y en los cantarcillos
de los siglos X V y X V I . Suponía, con toda lógica, que
esos cantarcillos utilizados por un G il Vicente o un Lope
de V ega obedecían a una tradición innegable, ya por la
forma, ya por la temática, y hasta por la función que
desempeñaban en el drama. T odo parecía confirmar la
existencia de una corriente lírica paralela a la galaico-
portuguesa. A pesar de todo, los testimonios reales se­
guían sien do. m uy escasos y nuestra poesía tradicional
seguía teniendo para los estudiosos un papel muy secun­
dario. Era la Cenicienta de las líricas románicas.
Sin embargo, los arabistas vinieron a soplar en el
rescoldo de una tesis que había expuesto ya Julián Ribera
en 1 9 1 5 cuando afirmó que ciertas formas estróficas y
ciertos temas de la lírica occidental procedían de los ára­
bes andaluces4. Más tarde, el mismo Menéndez Pidal
insistió en esta tesis y allegó más razones y más testi­
monios en virtud de los cuales es innegable que la estrofa

3 Cantos románicos andalusíes, en el Boletín de la A cad. Española,


X X X I , 19 5 1, pág. 190.
4 J u l iá n R ib e r a , Disertaciones y opúsculos, I, M adrid, 1928. A . R.
N y k l , en A U A ndalus, I, 19 33, págs. 385 y s ig s .; del mismo, sus intro­
ducciones al Cancionero de A b en Guarnan, M adrid, 1933, y del T a n q
al'ham am a, T h e D o v e ’ s N ec k -R in g , París, 19 3 1.

XXXIII
conocida con el nombre de zéjel, inventada por Mucád-
dam ben M uafa, el Ciego, que vivía en Cabra a fines del
siglo IX , y utilizada insistentemente por A ben Guzm an
(-j~ en i i 6o), había sido imitada por los poetas proven-
zales, gallego-portugueses, italianos y españoles. Y aun­
que estos trabajos de Menéndez Pidal se han divulgado
muchísimo en los últimos años, convendrá que recorde­
mos qué es un z é je l5.

5 Poesía árabe y poesía europea, Colección Austral, n .° 190. Sin


embargo, los musicólogos y los partidarios de los orígenes latino-litur-
gicos de la lírica románica no acabaron de aceptar la tesis. A sí, por
ejemplo, escribe Is a b e l P o p e en su estudio sobre E l villancico p o lifo -
nico, que figura al frente de la edic. mejicana del Cancionero de U psala
(México, 1944, pág. 28) : “ L a teoría del origen árabe de la forma — a
falta de otros hechos que puedan probarla— parece difícil de sostener
después de los trabajos de Gennrich, Spanke y otros especialistas antes
citados, que establecen claramente la procedencia latina medieval de
los metros y tipos de estrofa en la poesía románica prim itiva, así como
demuestran también que su música está basada en el sistema modal
del canto llano y que, además, utiliza e imita los giros melódicos de
los himnos y tropos, al igual que otras melodías arregladas o compues­
tas de nuevo para textos métricos latinos. E l hecho de que no exista
ninguna huella de la música del zéjel, así como tampoco de la música
andaluza medieval, hace imposible la prueba del origen árabe del zéjel
desde el punto de vista musical. Por otra parte, un estudio reciente
de Adolfo Salazar *, en que examina de nuevo las formas musicales y
rítmicas latinas de donde nacieron la forma del zéjel y de otras for­
mas fijas de la lírica vernacular, lleva aun más adelante las implica­

* A d o lfo S a l a z a r , Poesía y m úsica en las prim eras form as de v e r -


sificación rim ada en lengua vulgar y sus antecedentes en lengua latina
en la E d ad M edia (Filosofía y L etras, n .° 8, 1942. Págs- 287-349). V éase
también H a n s S p a n k e , L a teoría árabe sobre el origen de la lírica ro­
mánica a la luZ de las últimas investigaciones (A nu ario M usical, I, 1946,
págs. 5 y, sigs.) y M a r iu s S c h n e id e r , A propósito d el in flu jo árabe,
(ibidem, págs. 3 1 y sigs.).

X X X IV
Frente a la poesía aristocrática de las casidas árabes,
escrita en una lengua llena de artificios y dificultades 6,
el zéjel se caracteriza por lo contrario: por el uso de la
lengua vulgar, callejera (incluso con la admisión de voces
románicas 7), y por su forma, que constituía una novedad
extraordinaria: una sene de trísticos monorrimos, se­
guidos de un verso más cuya rima es igual a la de un
markaz o estribillo inicial, markaz que da también el
tema a desarrollar. H e aquí un ejemplo español, nada

ciones importantes de este origen . Encuentra que la forma del "ron-


deau” :
Rimas M elodía

Estribillo | g

a
( A
a copla
Copla < ^
/ A a
. ( B b

Estribillo )
I B

en la cual el segundo verso de la copla es una repetición íntegra del


prim er verso del estribillo, tanto en el texto como en la música, es,
en esencia, la forma más sencilla de la cual el zéjel y virelai son meras
variaciones” . Pero Isabel Pope no niega — como es lógico— la influen­
cia del zéjel en la lírica posterior española. Para las relaciones entre el
virelai y el villancico, vid . P. L e G e n t il , L e virelai et le villancico,
Lisboa, 19 53. R . M enéndez Pidal piensa que el estrofismo del zéjel pue­
de ser de origen románico (R F E , X L III, 1960, pág. 320).
6 “ Los poetas, desde antes de em pezar a componer, son ya escla­
vos de los símbolos y tópicos creados por sus predecesores, como lo
son de unos metros intangibles.” E . G arcía G ó m e z , Poem as arábigo'
andaluces, Colecc. A ustral, n .° 162, pág. 4 1. (V id. también Poesía ara-
bigoandaluga y poesía gongorina, de D ám aso A l o n s o , en Ensayos sobre
poesía española, M adrid, 1944, págs. 29 y sigs.)
7 ‘‘Las voces románicas andaluzas m en u d ean : rotonda, redondo;
bono; carnaza; atrabixan, travesañ o; foto ben kíreyo, todo bien creo;

XXXV
menos que de Lope de V ega, uno de los muchos ejemplos
que podrá encontrar el lector en nuestra selección:
¡ A y , F o rtu n a:
cógeme esta aceituna ! Estribillo

. Aceituna lisonjera,
verde y tierna per defuera Mudanza i.a
y por de dentro m ad era:
fru ta dura e im portuna. Vuelta
¡ A y , F o rtu n a:
cógeme esta aceituna!

Fruta en madurar tan larga,


que sin aderezo amarga, M udanza 2 .a
y aunque se coja una carga,
se ha de comer sola una. V u elta
¡ A y, F o rtu n a:
cógeme esta aceituna! [ N .° 455 de la
selección]

a la mujer amada se la requiebra llamándola mejilla de sol, m ahsella


d o sol. U na estrofa del zéjel 20 suena :

Y a , m utarnani Salbato,
tú 'n hazin iú ’ n penato
tara al-yauna wastato
lam taduq fih luqeym a

que, traducido en ritmo y rima sem ejantes, es dirigido a un cierto


Salvado, nombre antiguo español (conservado en catalán, S a lva t), en
vez del moderno S a lv a d o r:

O h, mi locuelo Salvado,
til estás triste, tú penado,
verás el día gastado,
sin probar más que un poquito.

A d virtien d o que la interjección árabe ya, del comienzo, era m uy usada


.por los cristianos de entonces, m uy empleada en el Poem a del C id, y
.que el verso segundo, tú un haZmo tú un penato, lo entendían por
igual los moros cordobeses que cualquier español de entonces ignorante
d el árabe, pues el arabismo hacino, triste, había penetrado en el ro­
m ance, donde conservó algún uso hasta el siglo X V .” R. MENÉNDEZ
P id a l. P oésía árabe y poesía europea, pág. 25.

XXXVI
Esta fórmula poética se difunde tan poderosamente
por todo el Oriente, que aún hoy se cantan zéjeles reli­
giosos escritos nada menos que por Aben Arabi Mohidin
( 116 5 - 12 4 0 ) , el célebre místico de Murcia. De cómo el
zéjel ha podido penetrar en occidente, da abundantes
referencias Menéndez Pidal, a cuyas magistrales páginas
remito al lector interesado en estas cuestiones.
Si los trabajos de un romanista de la talla de Menén­
dez Pidal, inclinándose a favor de la tesis de Ribera, obli­
garon a rectificar muchas opiniones, un descubrimiento
sensacional vino a confirmar una de sus tesis más que--
rid as: la existencia real de una lírica autóctona anterior*
a los más viejos testimonios conocidos. (En 1 9 1 9 afif;-
maba que tanto la lírica galaico-portuguesa como la cas­
tellana debían de tener una misma raíz común — véase
más adelante— , y los descubrimientos posteriores parecen
darle la razón.) Es el famoso hallazgo de las jaryas (es­
cribiremos siempre parchas) mozárabes 8. Pero, antes de
seguir adelante, conviene hacer un breve paréntesis.

8 E n Cancioncillas " d e am igo” m ozárabes, de D ám aso A lo n so (R F E ,


X X X III, 1949, págs. 298-301) y en Cantos románicos andalusíes, de
R . M e n é n d e z P id a l , encontrará el lector la bibliografía referente a los
descubrim ientos y estudios sobre las jarchas. A ella hay que añadir el
reciente trabajo de E . G arcía G ó m e z , en AU A ndalus, X V I I, 1952?
págs. 5 7-12 7, Veinticuatro jarchas romances en m uwassahas árabes, y
el libro de S. M . S t e r n , Les chansons moZarabes, Palerm o, [19 5 3 ]*
Como trabajos de orientación para los no especialistas véanse : E . G a r ­
cía G ó m ez, El apasionante cancionerillo m ozárabe, en C lavileño, I,
1950 (mayo-junio), págs. 16 - 2 1; y Más sobre las “ jarchas” mozárabes en
“ m uwassahas” árabes, de D arío C a b a n e l l a s , en la misma revista, IV ,
1953, n .° 23, págs. 55-58. Para otras relaciones extrapeninsulares, con­
sú lte se: T h eo d o r F r i n g s , Altspanische M adchenheder aus dem M in '
nesangs F rüh lin g, en P. B. B ., L X X I I I , 1951» i 79 ' 9 ^> L eo S p it z e r ,
L a lírica mozárabe y las teorías de T h eo d o r Frings, en Lingüística €
historia literaria, M adrid, 1955, págs. 65-102, y P. F. G a n z , T h e “ C an-
cionerillo m ozárabe’’ and the origin o f the m iddle high G erm án Frauen-
lied, en The M odern Languages R ev iew , X L V III, i 953 > págs. 3 OIi

XXXVII
E n el siglo X V , cierto poeta, que parece ser el M ar­
qués de Santillana, escribe un delicioso villancico en el
cual intercala hasta cuatro cantarcúlos de tipo tradicional.
Dice así una estrofa :
Por mirar su fermosura
destas tres gentiles damas,
yo cobríme con las ramas,
metíme so la verdura.
La otra, con gran tristura,
comentó de sospirar
e dezir este cantar
con m uy honesta m esu ra:
“ La niña que amores ha,
sola, ¿cóm o dorm irá?” [ N .° 3 3 3 ]

¿Cóm o sabemos que estos versillos últimos son una


'cancioncilla tradicional y no una creación cortesana? Por
•dos razones: a) porque esos versillos aparecen en otra co­
pia del mismo villancico (pero atribuido ahora a Suero de
Ribera 9), en una forma más arcaica: “ La ninnya que
amores ha / ¿cómo dormirá solá?” ; y b ) porque el ga­
llego Airas Nunes (del siglo XIIl) ya lo había intercalado
a su vez en un poema de estructura m uy parecida:

y s ig s .; F ran cisco C antera, La canción m ozárabe, Santander, 19 57,


con bibliografía al fin al; E . G ar cía G ó m e z , L a s ■jaryas m ozárabes y los
judíos de A l'A n d a lu s, en el B R A E , t. X X X V I I , 1957, págs. 337 y
s ig s .; R a f a e l L a p e s a , S obre el texto y lenguaje de algunas “ jarch ya s"
m ozárabes" , en el B R A E , X L , 1960, págs. 53 y s ig s .; R . M e n é n d e z
P id a l , L a p rim itiva lírica europea. Estado actual del problem a, en
R F E , X L III, págs. 279 y s ig s .; K . H e g e r , D ie bisher veró ffen tlich ten
H argas und ih re D eutu n gen , T ü b in gen , 1960.
9 En el Cancionero de Palacio, edic. de F r a n c isc a V en d rell de
M i l l a s , M adrid, 1945, pág. 1 8 1 , figura con el siguiente e p íg ra fe : “ Otro
dezir de Suero de R ibera” . Sobre este villancico, su estructura y las
fuentes, vid . la nota de L eo S pi TZe r en Lingüística e historia lite­
raria, M adridf 1955, pág. 89.

XXXVIII
Pela ribeyra do río
cantando ia la virgo
d’a m o r:
— Quen amores ha
como dormirá,
¡ ay bela f r o l! 10

Se demuestra así que esa levísima y graciosa canción-


cilla era bastante anterior al siglo X V . Se nos ha conser­
vado dentro de un poema culto, parecido, por el uso de
cantares populares, a los que más adelante se llamaran
“ ensaladas” y ensaladillas n. Algunos romances de fines
del siglo x v i y muchos del siglo x v il intercalan tam­
bién pequeñas cancioncillas o terminan con un villan­
cico, como en este ejem plo:
Cansada estaba la niña
la de los ojos morenos
de que la tengan sus tíos
en tanto retraimiento.
Siendo estrellas de unos ojos
que adoran los suyos bellos...

10 Cantigas d fam igo, edic. de J o s é J oaquim N u n e s , IV , Coimbra,


1026, pág. 234. . . .,
H Rengifo define así la “ ensalada” : “ Ensalada es una composicion
de coplas redondillas, entre las cuales se mezclan todas las diferencias
de metros, no sólo españoles, pero de otras lenguas, sin orden de unos
a otros, al albedrío del p oeta; y según la variedad de las letras se va
variando la música, y por eso se llama ensalada,por mezcla de metros
y sonadas que lleva.” (A rte poética, cap. L X V I .) V éase, por ejemp o,
el romance de Góngora que comienza “ A la fuente ya del olmo , donde
encontrará el lector cinco cancioncillas populares, algunas tan graciosas
como ésta, por ejemplo :

Si viniese ahora,
ahora que estoy sola,
ola, que no llega la ola,
ola, que no quiere llegar. (Edic. de I. y J. MilLe,
pág. 237 -)

X X X IX
así canta y así lio ra
entre celos y deseo:
“ N o duermen mis ojos,
madre, ¿qué harán?
Am or los desvela,
¿si se m orirán?” I2.

T odo lo anterior no ha sido un intento de distraer


ociosamente al lector no especialista» sino que tenía por
objeto demostrar dos cosas: a) la tradicionalidad de un
poemita, y b ) aclarar al lector el papel de la muwassaha
en la conservación de las jarchas.
La muwassaha, frente al zéjel, aunque de estructura
semejante, es un poema escrito en árabe clásico, cuya ca^
racteristica más original consiste en que forzosamente
debe terminar con una cancioncilla en lengua vulgar, en
jerga o en lengua romance. Esta cancioncilla es la llamada
“ jarcha” . Según el tratadista Ibn Sana al M u lk ( f a co­
mienzos del siglo XIll), siendo la jarcha lo esencial de
la muwassaha, conviene que sea compuesta lo primero de
todo, y que a su metro y rima obedezca luego todo el.
poema, ajustándose a ese pie forzado” .
“ Algunos poetas — dice textualmente— por ser inca^
paces de componer una buena jarcha, toman una ajena,
lo cual es mejor que el que compusieran por sí mismos
otra más floja” 13.
Pues bien, como muchos poetas se encontraban ya
con cancioncillas mozarabes bellísimas, no se molestaron
en inventar otras nuevas para sus muwassahas, sino que
utilizaron las que todo el mundo sabía. (García Gómez,
con m uy buen criterio, supone la existencia de una lírica

12 Rom ancero general, edic. de A. G o n zález P a l e n c ia , M adrid,


1947, n .° 643.
13 Cito por E . G a r c ía G ó m e z , Sobre un tercer tipo de poesía arábi-
goandaluZa, en Estudios dedicados a M enéndez P idal, II, M adrid, 19 5 1,
pág. 405.

XL
popular en el mundo arábigo andaluz paralela a la lírica
mozárabe. De ahí el hallazgo de muwassahas con jarchas
no mozárabes 14.) Por otra partet los grandes poetas judeo­
españoles imitaron en hebreo la muwassaha árabe. El
extraordinario descubrimiento de muwassahas hebreas
que terminan con jarchas mozárabes hecho por S. M .
Stern ha sido considerado, y con razón, como uno de los
más notables acontecimientos de la erudición contení*
poránea. Las primeras lecturas, m uy defectuosas, de Stern
fueron mejoradas y completadas por arabistas y romanis­
tas españoles. Luego García Gómez publicó y descifró
veinticuatro jarchas de muwassahas árabes 14 bis. H o y se
conocen ya hasta medio centenar de estas jarchas, que
comienzan por plantear difíciles problemas filológicos,
puesto que al ser copiadas en lengua árabe o hebrea, su
interpretación no siempre resulta m uy fácil. Con todo,
“ un nuevo día amanece en el campo de la investigación
filológica, tanto literaria como científica” , dice Menéndez
Pidal 15. -
Y no deja también de ser extraordinario el que m u­
chas de estas jarchas puedan fecharse con cierta exac­
titud. H asta ahora, la más antigua es de un Joseph el
Escriba, el cual celebra en una muwassaha a Samuel ben
Negrella, visir del rey de Granada, y a su hermano Isaac,
muerto en 10 4 2 . (Es decir: el primer poemita lírico es
nada menos que cien años anterior al Poema del C id .)

14 Ib ídem .
14 bis A U A ndalus, X V III, 1952, págs. 57-12 7. Otras jarchas de mu­
w assahas árabes fueron publicadas después por Stern (L e s chansons
m ozárabes, Palerm o, 19 5 3, págs. 5 1-5 9 ); pero ni sus transcripciones ni
sus traducciones, llegan sino a unas poquitas palabras evidentes. García
Gómez tiene (en el momento de corregir estas pruebas) a punto de pu­
blicarse su libro sobre las jarchas mozárabes de m uwassahas árabes, que
ha de ser de excepcional importancia.
15 Cantos románicos andalusíes, pág. 199.

XLI
V ienen después los dos grandes poetas hebreos, Mosé ben
Ezra ( 10 6 0 ? ' 1 1 4 0 ? ) y Judá L ev í (nacido hacia 10 7 0 .) ,
que no desdeñaron — como harían después un Góngora
y un Lope— las humildes cancioncillas populares.
Y del mismo modo que hemos podido comprobar la
tradicionalidad de un poemita levísimo usado por A íras
Nunes y el Marqués de Santillana (o Suero de Ribera),
con Jas jarchas debió de ocurrir algo semejante, puesto
que un poeta llamado Todros A bulafia ( 12 4 7 -13 0 6 ) ter­
mina una muwassaha con una jarcha que siglo y medio
antes ya había copiado Judá L eví, conservando incluso
los profundos arcaísmos.
Este descubrimiento de las jarchas obliga a los es­
tudiosos a volver los ojos a la lírica castellana,. ya que la
jarcha de Joseph el Escriba es nada menos que el primer
poemita europeo escrito en una lengua vulgar, y bastante
anterior a los mas viejos poemas provenzales. ^
Pero con ser esto algo ya de por sí extraordinario, lo
interesante es otro hecho : la correspondencia tematica y
formal entre las jarchas y los villancicos castellanos pos­
teriores, sobre todo con los que IVIenendez Pidal llamo
“ cantares de amigo” . Y a S. M . Stem observó que casi
todas las jarchas eran lamentaciones amorosas puestas en
boca de una doncella, y las relacionaba con esos cantares
de amigo, parecidos a las famosas “ cantigas de amigo
gallego-portuguesas. Damaso Alonso comprobo inm edia­
tamente estas correspondencias. A sí, por ejemplo, com­
para la jarcha n.° 9 de Judá L eví,
V ayse meu corachón de mib.
¿ Y a , Rab, sí se me tornarád?
¡ T an mal meu doler li-l-habib !
Enferm o yed, ¿cuándo sanarád? CN -° O

con este otro poemita de G il Vicente, con el que coincide


hasta en,el uso de determinadas palabras:

XLIÍ
Vanse mis amores, madre,
luengas tierras van m orar;
yo no los puedo olvidar.
¿Q uién me los hará tomar? 16. [N.° 361]

Por su parte, Menéndez Pidal ha insistido en estas


correspondencias temáticas n, ha estudiado la métrica de
estas jarchas y ha puesto al lado numerosos testimonios
d e villancicos castellanos posteriores. Véase, por ejemplo,
qué parecido formal guardan entre sí estos dos villancicos :
¿Q ué faré yo o qué serád de m ibi?
¡ Habibi,
non te tolgas de m ibi! [N.° 2]

Sospirando iba la niña


e non por m í,
que yo bien se lo entendí. [N-° 333]

Dámaso Alonso resume así lo que ha supuesto el


hallazgo de las jarchas: “ Digámoslo de una v e z : el cen­
tro del interés debe desplazarse del zéjel al villancico.
Estos ejemplos de villancicos mozárabes del siglo X I ,
puestos al lado de toda la tradición castellana tardía, prue^
ban perfectamente que el núcleo lírico popular en la tra*
dición hispana es una breve y sencilla estrofa: un v i'
llancico” 18.
Señalaba también que si para nosotros lo mozárabe
constituye el mejor antecedente, hay que pensar también
que sirve para explicar parte de los orígenes de la lírica
galaico'portuguesa, sobre todo el de las “ cantigas de
am igo,\ como había sugerido ya Menéndez Pidal, que
vuelve a insistir ahora en su tesis t * Las canciones anda-
lusíes primitivas, las cantigas de amigo y los villancicos

16 Cancioncillas “ de am igo’ ’ m ozárabes, pág. 3 13 .


17 Cantos románicos andalusíes, págs. 231 y sigs.
18 E n el artículo citado, págs. 333-4-

XLIII
castellanos aparecen claramente como tres ramas de un
mismo tronco enraizado en el suelo de la Península his­
pánica. Las tres variedades tienen aire de fam ilia incon- .
fundible, y, sobre todo, las tres tienen su mayor parte,
y la mejor, con un doble carácter diferencial com ún: el
ser canciones puestas en boca de una doncella enamorada,
y el acogerse la doncella, confidentemente, a su madre.
Además se confirma que en’ ese conjunto tripartito la
forma andalusí se asocia más íntimamente con el villan ­
cico castellano que con la cantiga galaico-portuguesa” 19.
Es decir : una lírica de tipo nacional ha podido servir
de sustrato a dos ramas — la gallego-portuguesa y la cas­
tellana— , cuya fortuna ha sido bien diversa. M ientras •
los opulentos Cancioneiros derrochaban lujosamente sus
cantigas y ejercían una influencia considerable hasta bien
entrado el siglo X V , Menéndez Pidal se veía obligado
a reconstruir penosamente toda una lírica. E l gran maes­
tro podía encontrar numerosos testimonios en las Cróni­
cas que aludían a los cantos con que recibían las ciudades
a los reyes o caudillos triunfadores 20, pero tenía que acu­
dir a un modesto auto del siglo X V I o a Lope de V eg a
para dar con un testimonio poético que corroborase la
cita cronística:
Bien vengáis triunfando,
Conde lediadore,
bien vengáis, el Conde. [ N .° 4 4 1]

Podemos, pues, suponer el alborozo con que recibiría


la aparición de una jarcha de bienvenida triunfal, ya que
así se demostraba elocuentemente que su hipótesis era
certera:

19 Artículo citado, pág. 230.


20 V éan se las referencias recogidas en De p rim itiva lírica española
y antigua épica, Colee. A ustral, 10 5 1, págs. 1 1 6 y sigs.

XLIV
Des cuand mío Cidiello viénid,
í tan buona albischara !,
como rayo de sol éxid
en W adalachyara 21.

Existieron, por tanto, esos cantos triunfales de que


hablan las crónicas, y no cantos latinos ni galaico-portu-
gueses, aunque los testimonios de las crónicas estén en
latín. A sí, por ejemplo, la Chronica A defonsi Imperatoris
refiere que al llegar a Toledo Alfonso V II vencedor de
los almorávides, en 113 9 » ^ue recibido victoriosamente
por cristianos, moros y judíos, cantando loores a Dios
y alvencedor, cada uno en su lengua, unnsquisque eorum
secundw n hngucim sucim” "2. Que estos cantoseran fre­
cuentes, se comprueba con numerosos testimonios. R e­
cuérdese solamente el capitulo que dedicaba Juan Ruiz a
describir la llegada del am or:
Día era m uy ssanto de la Pascua m ay o r;
el sol salya m uy claro e de noble color;
los ornes e las aves e toda noble flor,
todos van a rresgebir cantando al amor 23.

(Supongo que algún lector relacionará este tipo de canto


de bienvenida con el que ha cantado de nmo en la es­
cuela de su pueblo al recibir la visita de una autoridad.
L a ascendencia y descendencia de estos “ carmina tnun-
falia” son tan claras, que huelga todo comentario. En
N u eva Y o rk los sustituyen con papelillos.)

21 “ Cuando mió Cidiello viene, ¡ qué buenas albricias 1, como un


rayo de sol sale en G uadalajara” . Se encuentra en una m uwassaha de
Judá L e v i, escrita oara que los judíos de Guadalajara recibiesen, entre
10 9 1 y 1095, a Y o se f ben Ferrusiel, “ mió Cidiello” . V éase J. M . M il l a s
V a l l ic r o s a , Sobre los más antiguos versos en lengua castellana, en
Sefarad, V I , 1946, págs. 366-367.
22 Cantos románicos andalusies, pag. 200.
23 Estrofa 1225 de la edic. de Clásicos Castellanos.

XLV
T an viejos como los “ carmina triunfalia", o quizá
más, debieron de ser los plantos, los cantos fúnebres,
cuya difusión es tan extraordinaria, que aún hoy se pue^
den oir entre los gallegos o los sefarditas de T ánger. Me^
néndez Pidal y J. Filgueira V a lv e rd e 24 han recogida
abundantes pruebas de la existencia en los siglos m e '
dios de estos cantos, prohibidos repetidas veces por la
Iglesia española desde el Concilio de Toledo hasta el
siglo pasado. Alfonso X ordenó también que los clérigos
se retirasen de los entierros cuando “ oyessen que dauan
gritos o endechassen” 25. Sin embargo, Filgueira recuera
da a este propósito que en la muerte de San Fernando
(12 5 2 ), plañe o endecha su mismo hijo Alfonso, el que
había de prohibir estas m anifestaciones26. Covarrubias,
bastantes años después — 1 6 1 .1 — testimonia la existencia

24 J. F il g u e ir a V a l v e r d e , E l “ P lanto” en la historia y en la lite-


ratura gallega, en Cuadernos de estudios gallegos, fase. I V , 1945, pági­
nas 5 1 1 y sigs. V id . también J. P é r e z V IDAL, Endechas populares en
trísticos m onorrim ns, L a Lagun a, 1952, y M a n u e l A l v a r , E n dech as ju '
deo'españolas, G ranada, 19 53.
25 Partida I, t. IV , ley X L I V . Tam bién A lfonso X I , en las C ortes
de Alcalá ordenaba “ que nin fagan llanto por ninguno salvo el día
que finare e dende fasta que le entierren, e dende adelante, nin a
cuarenta días que lo non puedan fazer” . (Cit. por F il g u e ir a V a l v e r d e ,
pág. 516 .)
26 En la Prim era Crónica G eneral se describen así los plantos por
la muerte de San Fernando : ¿Q ui podrie dezir nin contar la m aravilla
de los grandes llantos que por este sancto et noble et bienaventurado
rey don Fernando fueron fechos por Sevilla, o el su finam iento fue et
do su sancto cuerpo yaze, et por todos sus reynos de Castiella et de
Leó n ? ¿ E t quien vio tanta dueña de alta guisa et tanta donzella andar
descabeñadas et rascadas, rompiendo las fazes et tornándolas en sangre
et en carne v iv a ? ¿Q uien vio tanto infante, tanto rico om ne, tanto
infangon, tanto caballero, tanto omne de prestar andando balandrando,
dando vozes, mesando sus cabellos et rompiendo las fruentes et faziendo
en si fuertes cruezas? L as m aravillas de los llantos que las gentes de
la cipdat fazien, non es omne que lo podiese contar.” (Cap. 113 4 , pá­
gina 773 b, de la ed. de R . M e n é n d e z P id a l .) <

XLVI
de estos plantos o endechas: “ Este modo de llorar los
muertos se usaba en toda España, porque iban las mu­
jeres detrás del cuerpo del marido, descabelladas, y las
hijas tras el de sus padres, mesándose y dando tantas
voces, que en la iglesia no dejaban hacer el oficio a los
clérigos; y así se les mandó que no fuesen. Pero hasta
que sacan el cuerpo a la calle están en casa lamentando
y se asoman a las ventanas a dar gritos cuando le llevan,
ya que no se les concede ir tras él, y dicen mil imper-
• • t» 27 '
tinencias . *• j u
T od o esto quiere decir que la bellísima endecha que
cantaron las damas canarias a la muerte de Guillén Pe^
raza en 14 4 3 Cn -° 73 responde también a una corriente
de poesía tradicional (de una tradición universal, por otra
parte), aunque por desgracia los plantos que conocemos
sean más literarios, quiero decir cultos, que populares,,
como el Planto por la muerte de la Trotaconventos, por
ejemplo, en el que no es difícil encontrar alguna expre^
sión de tipo tradicional:
¡ A y, mi Trotaconventos, mi leal verdadera!
Muchos te seguían biva, ¡m uerta yases señera!
¿D o te me han levado? ¡N o n sé cosa certera. ^
Nunca torna con nuevas quien anda esta carrera .

Lo que vincula esta estrofa a lo tradicional es la frase


¿D o te me han levado?, que resonará en tantos entierros
españoles y que dará origen a uno de los mas conseguidos
aciertos del Lazarillo de Torm es. E l autor, al describir el.
entierro con que tropieza Lázaro, d ic e : ‘ Arrímeme a a.
pared, por darles lugar, y desque el cuerpo paso, venia

' 27 COVARRUBIAS, T eso ro , s. v . “ endecha” . (Esta descripción de Co^


varrubias es válida aún. Por lo menos lo era siendo yo nmo, ya q u e
todavía recuerdo la profunda impresión que me causaban los gritos e
las m ujeres asomadas a las ventanas.)
28 Estrofa 1569, de la edic. cit.

XLVII
lüego a par del lecho una que debía de ser mujer del
difunto, cargada de luto, y con ella otras muchas m u­
jeres; la cual iba llorando a grandes voces y diciendo :
Marido y señor mío, ¿a dónde os me llevan? ¡ A la
casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y oscura, a la
casa donde nunca comen ni beben! ” 29.
La misma antigüedad y la misma tradición universal
acusan las fiestas primaverales, las marzas y las mayas,
de tan prolongada vida en la cultura europea. Tam poco
se han podido encontrar cancioncillas anteriores al siglo
X V I , pero su existencia es segura. Recuérdese lo que se
afirma en una estrofa del Libro de A lexandre:
Tiem po dulz e sabroso por bastir casamientos,
ca lo tempran las flores e los sabrosos vientos,
cantan las dcncelletas sos mayos a convientos,
facen unas a otras buenos pronunciamientos 30.

Lo mismo debió de ocurrir con las canciones de bodas


y las de bautizos. Es lógico pensar que si en el siglo X V I
se podían oír mayas lo mismo que hoy— y cantos de
bodas, eso no fuese precisamente una novedad, sino una
tradición que aun vive con bastante fuerza en diversas
regiones españolas.

29 Edic. de Cejador y Frauca en Clás. C ast., pág. 205.


30 V id . F. H a n s s e n , Las coplas 1788-1792 del "L ib ro de A le x a n d re ",
en R F E , II, 19 15 , págs. 2 1 y sigs. H anssen cita además esta otra estrofa
(la 239 5):
Sedie el mes de mayo coronando de flores,
afeytando los campos de diversas colores,
organeando m ayas e cantando damores,
espigando las mieses que siem bren lauradores.

Para la historia de este género poético, véase La m aya, de A . CON'


-ZÁLEZ P alencia y E . M e l e , M a d r id ,'1943.

X Lvrrr
¿ Y los enamorados? Como es natural, también can'
taban, quizá más que nadie. En la breve Ra¿ón feita
d ’amor, el escolar d ic e :

en mi mano pris una flor,


sabed, non toda la peyor,
e quis' cantar de fin amor.

Pero si este joven escolar al fin no canta, lo hace en


cambio la doncella enamorada, siguiendo así la tradición
de las jarchas:
De las flores viene tomando,
en alta voz de amor cantando,
e decía :
“ ¡A y , meu amigo,
si me veré yamás con tigo!
Am et sempre e amaré,
cuanto que viva seré” 3I.

(Cualquier aficionado a la lírica tradicional descubre in '


mediatamente que el “ A y , meu amigo, / si me veré ya-
más contigo” , a pesar de los galleguismos, tiene la estruc'
tura de un villancico de amigo.) N o, los jóvenes enamo­
rados no cantarían en lengua extraña, sino en lengua
vernácula, fuera gallego, andaluz, castellano o catalán.
Pero ¿a quién se le podía ocurrir en pleno siglo XIII la
idea de coleccionar esas cancioncillas amorosas o de im i'
tarlas, si aun hoy carecemos de un buen corpus de las
conocidas y los estudios críticos son relativamente re'
cien tes? 32.

31 Edic. de R. M enéndez P id a l en la R evu e H ispaniqu e, T . X III,


1905, pág. 602.
32 V éase lo que dice Dám aso A lonso en la pág. X X I de esta intro­
ducción. (Los vols. de J. C e jad o r y F r a Uca de L a verdadera poesía
castellana [M adrid, 19 2 1-19 3 0 ], sobre ser inencontrables, carecen de
rigor y método.)

XLIX
D el siglo XIIl, y aquí sí que caminamos fuera de las
reconstrucciones, se nos ha conservado una muestra de
lo que debieron de ser los cantos de veladores o centine­
las. Es el famoso cantar de vela de Berceo:
¡E y a , v elar! ¡ E ya, v elar! ¡ Eya, v elar!
V elat, aljama de los judíos,
¡ eya, v e la r!,
que non vos furten al Fijo de Dios.
¡ E ya, v elar! 32°]
Menéndez Pidal ha relacionado esta técnica de la re­
petición coral con otras repeticiones que se encuentran en
cancioncillas de Lope de V ega, como la celebrada canción
de las “ avellanicas” , o esta o tra :
— La V irgen de la Cabeza
— ¡ quién como e lla !,
— hizo gloria aquesta tierra.
— ¡ Quién como e lla !
— Tiene la frente de perlas
— ¡ quién como e lla !
— y de oro fino las hebras.
— ¡Q u ién como e l l a ! . . . 33.

L a técnica es muy sencilla: un solista entona un


verso, y el coro repite el estribillo. Este tipo de canción
fue m uy usado por Lope y Tirso, y todavía sigue vivo,
lo mismo en el canto regional (véase por ejemplo la can­
ción “ A quí cortamos los ramos / los asturianos” , reco­
gida por E . M . Torner 34), que en la poesía mejor de hoy.
Recuérdese el “ son” de F. García Lorca que em pieza:

33 E n L a tragedia d el R ey don Sebastian.


34 índice de analogías entre la Urica española antigua y la m odern a,
trabajo publicado en Sym posium , de la U niversidad de Siracusa (EE .
U U .), en diversos números desde 1946 a 19 4 9 » n,° (Cito por una
tirada aparte y hago referencia al n .° de la canción y no al de la
página.)

L
Cuando llegue la luna llena
iré a Santiago de Cuba,
iré a Santiago.
En un coche de aguas negras
iré a Santiago.
Cantarán los techos de palmeras»
Iré a Santiago.

O esta canción, muy reciente, de R. Alberti r

¡ Bañado del Paraná !


Desde un balcón mira un hombre
el viento que viene y va.

V e las barrancas movidas


del viento que viene y v a ;
los caballos, como piedras
del viento que viene y v a ;
los pastos, como mar verde
del viento que viene y v a ;
el río, como ancha cola
del viento que viene y v a ;
los barcos, como caminos
del viento que viene y v a ;
el hombre, como la sombra
del viento que viene y v a ;
el cielo, como morada
del viento que viene y va.
V e lo que mira, y mirando
ve sólo su soledad 35.

Fuera de la zona galaico-portuguesa, donde la poesía


popular ascendió hasta la corte del rey don Dionís, en el
resto de España no se hizo mucho caso de estas breves y
aladas manifestaciones, desdeñadas por los cultos hasta
mediados del siglo X V . Pero que se cantaban incluso
cancioncillas árabes, lo sabemos por el Arcipreste de H ita,

35 Publicada en E l T ie m p o , Bogotá, 8 de marzo de 19 5 3 , y reco­


gida en Ora m arítim a, B. A ires, 1953, pág. 7 1.

LI
que menciona la de C alvi arab\ ( el rrabe gritador con J a
su alta nota: / ¡Calbi garabi! va taniendo la su nota” ),
cantarcillo que todavía recordarían Salinas y otros a fines
del siglo X V I 36. ^
Tendrá que llegar el Humanismo y después el Rena­
cim iento con su exaltación de lo N atural para que estos
'cantarcillos sean admirados e imitados por los cortesanos.
S i el Marqués de Santillana calificaba de ínfimos a los
•poetas “ que sin ninguna regla, orden ni cuento hacían
•esos cantares, medio siglo más tarde todo el mundo los
cantaba, los glosaba y los divinizaba. A l mismo tiempo
-que se ensalzaban los refranes, se glosaban los romances
■viejos e interesaban hasta los juegos de niños, la lírica
:popular y tradicional salta de los campos y de las calles
’y se enseñorea de la Corte. Fueron los músicos de la
Corte de los Reyes Católicos los que volvieron de nuevo
los ojos hacia estas breves fórmulas poéticas. T odo pa­
rece nacionalizarse de nuevo. E l mejor conocedor de la
música española, H . Anglés, a quien debemos tanto y tan
excelente estudio, ha podido escribir al frente del Cancio­
nero musical de Palacio estas palabras: “ D e la música
conservada se deduce, asimismo, que a pesar de que nues­
tros compositores conocían el estilo de la escuela franco-
neerlandesa, prefirieron seguir con su tipismo nacional,
el cual tendía siempre al expresivismo dramático, valién­
dose de formas musicales simplicísimas. Quizá en el gé-
ñero de la música profana la simplicidad de medios téc­
nicos es aún más sorprendente. E l repertorio que hoy
ofrecemos señala que así como el poeta pretendió ex­
presar su pensamiento, profundamente amoroso y fina­
mente delicado, con verso sencillo, avaro de palabras y

36 D e M úsica, Salam anca, 15 7 7 , pág. 339 . V éase E . G a r c ía Góm ez,


La can ción . fam osa “ C a lvi vi calvi / calvi ara b i", en A l-A n d a lu s,
.X X I , 1956, págs. 1 y sigs.

LII
generoso de sentimiento, así el compositor sabe encontrar
efectos de emotividad sorprendente con acordes natura­
les, aparentemente arcaicos, que acompañan una melodía
tradicional típicamente hispánica. El sustrato popular que
rezuman tantos villancicos y romances castellanos de la
presente colección, unido a la simplicidad de formas con-
trapuntísticas, es lo que forma contraste con el repertorio
profano de la canción amorosa de las Cortes de Borgoña
y de Francia” 37.
Esta unión tan perfecta de simplicidad musical y
poética es asombrosamente perseguida por los vihuelistas
españoles del siglo X V I , cuyas canciones son tan bellas
que, aun prescindiendo de la parte musical — lo que es
dejar la letra en sus puros huesos— , la poesía es sorpren^-
dente. Por eso afirmó en 1 5 5 4 el ciego Fuenllana: “ F u e
mi intención poner la letra, porque me parece que la letra
es el ánima de cualquier compostura, pues aunque cual­
quier obra compuesta de música sea muy buena, faltán­
dole la letra parece que carece de verdadero espíritu” 38.
E l famoso Cancionero musical de Palacio, publicado
por primera vez por F. Asenjo B arb ieri39, viene a ser
para nuestra lírica tradicional lo que un Cancioneiro para
la gallego-portuguesa. Aunque muchas de sus 22 5 can­
ciones profanas no sean tradicionales, sí, en cambio, se
puede demostrar la tradicionalidad de otras muchas. Pon­
dré un solo ejemplo : el delicioso villancico
A quel pastorcico, madre,
que no viene,
algo tiene en el campo
que le duele. [N.° 64]

37 La música en la corte de los R eyes Católicos, II, Barcelona, 1947,


pág. 1.
38 L ibro de m vsica para vih u ela, intitulado Orphenica lyra, 1554 -
Dedicatoria a Felipe II.
39 Cancionero musical de los siglos X V y X V I , M adrid, 1890.

l iii
D el que podemos ofrecer todas estas n otas:
a) Cinco versiones a lo d iv in o : tres de Fray A m ­
brosio M ontesino40, una de cierto anónimo autor del
Cancionero de nuestra Señora (Barcelona, 1 5 9 1 ) 41 y otra
de Santa Rosa de Lim a ( 15 8 6 - 16 17 ) , que dice así:
Las doce son dadas,
mi esposo no viene,
¿quién será la dichosa
que lo entretiene? 42.

b ) Una imitación en seguidillas de Lope de Rueda


— Coloquio de Tim bria— y de L . Vélez de Guevara
— L a luna*de la sierra— :
Toca la queda,
mi amor no viene,
algo tiene en el campo
que le detiene.

c) Una parodia de Quiñones de Benavente en el


entremés de La puente segoviana:
¿D ónde está Manzanares
que no viene?
A lgo tiene en agosto
que le detiene.

d) Una contaminación con el cantarcillo que traen


D iego Pisador y el Cancionero de Upsala:

40 V id . en el vol. X X X V de R ivad en eyra, págs. 4 4 1, 459 y 4 6 1.


E n una ocasión fue por mandato de la reina Isa b e l: “ Estas coplas at­
usan Juan E vangelista hizo F ray Am brosio M ontesino, para cantar al
so n de A q u e l pastorcico, m adre, que no v ie n e , etc., por m andato de la
xeina doña Isabel, nuestra señora” .
41 Reedic. de A . PÉREZ G ó m e z , Valencia, 19 52, pág. 2 3 . (“ Otras al
tono de A q u el pastorcico, m adre” .)
42 E n P . H enri' q u ez U r e ÑA, L a versificación irregular en la poesía
castellana, M adrid, 19 33, pág. 109.

>
L IV
Si la noche hace escura
y tan corto es el camino,
¿cóm o no venís, am igo?
La media noche es pasada
y el que me pena no v ie n e ;
mi desdicha lo detiene... [ N .° 13 9 ]

que produce el delicioso de L a C elestina:


La media noche es pasada
e no vien e;
sabedme si hay otra amada
que lo detiene. EN*0 343]

e) Dos glo sas: la que publicamos en la selección,


n.° 22.1, y esta otra del Cancionero de la Sablonara:
T añen a la queda;
mi amor no v ie n e :
algo tiene en el campo
que le detiene.
A la queda tañen,
- espadas quitan;
con su esposo cena
quien tiene dicha.
A l salir del día
mi amor no v ie n e ;
algo tiene en el campo
que le detiene.
• ¡ Qué mal hizo en irse
tan de mañana,
si a la media noche
venir pensaba!
Cena, esposa y cama
no me le v u e lv e n :
algo tiene en el campo
que le detiene 43. [N.° 285]

43 Cancionero de Claudio de la Sablonara, en el Bol. A cad. de la


Len gu a, IV , 19 17 , pág. 294.

LV
f) U n recuerdo literario de Lope de V ega en La
D orotea: B e l . “ Estar triste Dorotea y no ir a los toros...,
algo tiene en el campo que le duele” 44.
g ) Una seguidilla recogida por Rodríguez M arín
que todavía se canta por Andalucía y que reza a s í:
Las ánimas han dado,
mi amor no vien e;
alguna picarona
me lo entretiene 45.

Y h ) Esta cancioncilla recogida por E. M . T om er


en su Cancionero 46:
A quel pastorcillo, madre,
pues que no viene,
algo tiene en el campo
que le entretiene.

Claro está que no se puede hacer esta experiencia


con todas las cancioncillas de este corpus, ni es necesario
tampoco. A nosotros debe bastarnos con la limpia belleza
de muchas de ellas.
En el Cancionero musical encontramos “ canciones de
amigo” cuyo entronque con las cantigas galaioo-portu-
guesas no es difícil establecer, ni mucho menos (ni tam­
poco podemos presumir de ser los primeros en señalar

44 L a D orotea, edic. de A . C a s t r o , M adrid, 19 13 , pág. 252.


45 C it. por la obra de H enríquez U reñ a, pág. 109.
46 L a concordancia está señalada por M a r g it F r e n k A l a t o r r e en
L a lírica popular en los siglos de Oro, M éxico, 1946, pág. 65. L a can-
cioncilla emigró y llegó también a Italia. V id . E . M e l e , U n villancico
della Celestina popolare in Italia nel C inquecento, en G iorn . stor. della
letter. ital., CVI, 1935» págs. 288-291. T am bién se cantan hoy en M a­
llorca unas versiones parecidas a las castellanas. V id . J. M a s s o t M u n -
TAÑER, S obre la poesía tradicional catalana, en R evista de D ialectología
3/ tradiciones populares, X V I II , 1962, pág. 432.

LVI
esas correspondencias, bien conocidas por los estudiosos),
como en este caso, por ejem plo:
A l alba venid, buen amigo,
al alba venid.

A m igo el que yo más quería,


venid al alba del día.
A m igo el que yo más amaba,
venid a la luz del alba.
V enid a la luz del día,
non trayáis compañía.
V enid a la luz del alba,
non traigáis gran compaña. [N.° 24]

A su lado, por contraste, podríamos colocar la queja


dramática más intensa de toda nuestra lírica tradicional,
la impresionante y brevísima canción:
En Á vila, mis ojos,
dentro en Á vila.
En Á vila del Río
mataron mi amigo,
dentro en Á vila. [N-8 38]

Pero este bello Cancionero musical no es obra aislada,


sino el más extenso ejemplo del fervor por lo tradicional
y popular que ya comienza tímidamente a aparecer en el
Cancionero de H erberay (posterior a 1458) y que estaba
ausente del famoso Cancionero de Baena. Los poetas cor­
tesanos y los dramaturgos gozarán intensamente con‘ esta
poesía — como les sucederá después a un Lope y Tirso— ,
sobre todo si además son músicos, como Juan del Encina
o Lucas Fernández. Sin embargo, será el portugués G il
Vicente quien llevará más lejos su amor por lo tradicional
y quien nos dejará las muestras más bellas y de más in­
tenso lirismo. “ Entre los ingenios que en las postrimerías
de la Edad Media y en los albores del Renacimiento reju--

LVII
venecieron la exangüe poesía cortesana con el filtro gene­
roso de la canción popular, G il Vicente es, sin disputa, el
m ayor de todos” , según Menéndez Pelayo 47. (Por cierto
que no deja de ser curioso el que portugueses o extreme­
ños, como veremos, muestren en pleno petrarquismo una
extraordinaria afición a los villancicos castellanos, como
se ve en Sá de M iranda y más tarde en un Andrade
Caminha, Montemayor o Camoens.)
Paralelamente, el gran Cancionero general de 1 5 1 1
lanzará a los cuatro vientos toda una corriente de villan ­
cicos de tipo cortesano, algunos de los cuales obtendrán
gran éxito popular, puesto que en los pliegos sueltos figu­
rarán, al lado de los romances o cancioncillas, numerosos
testimonios de un Sánchez de Badajoz o de un Comen­
dador Escrivá, por ejemplo. Estos pliegos sueltos, que
dan entrada, en muchos casos, a una literatura plebeya,
apicarada o procacísima, ayudaron también a divulgar
bellísimas cancioncillas, como las que estudió M argit
Frenk Alatorre en el Cancionero de galanes48, del que
pueden leerse en nuestra selección unos ejemplos tan deli­
ciosos como los núms. 1 7 3 - 18 0 .
Pero serán los vihuelistas y polifonistas los que en
pleno Renacimiento contribuirán con más esfuerzos, y con
más ejemplos de extraordinaria belleza, a mantener este
fervor por la cancioncilla de tipo tradicional. H acia 15 5 0
están en pleno vigor tres grandes corrientes poéticas: la
romanceril, la tradicional y la petrarquista. E l famoso
Cancionero de romances de Amberes, los sonetos y villan­
cicos del mejor polifonista — Juan Vásquez— y la pri­
mera edición de Garcilaso se llevarán muy pocos años de
diferencia49. N o es extraño, pues, que veamos a Camoens
47 Antología de poetas líricos castellanos, III, M adrid, 1944, pág. 389.
45 Valencia, 1952.
49 El Cancionero de romances de A m beres, según M enéndez P i­
da!, podría ser de hacia 1547-1549 , las Obras de Boscán y Garcilaso se
*
L V III
glosar el villancico tradicional que comienza “ Irme quie­
ro, madre, / a aquella galera” , ni a Montemayor, Andra-
de Caminha y Santa Teresa glosar o convertir a lo divino
el conocido “ Véante mis ojos” [núms. 4 0 1 y 40 7l* ni a
San Juan de la Cruz dar saltos de gozo en una N avidad
cantando “ Si amores me han de matar, / agora tienen lu­
gar” , y escribiendo en liras la más alta y arrebatada poe­
sía española de todos los tiempos. Los vihuelistas y poli-
fonistas, desde Luis M ilán a Esteban Daza, pasando por
el extraordinario Juan Vásquez, nos dejarán otro bellí­
simo Corpus de canciones. A l mismo tiempo, los drama­
turgos — como habían hecho los de la generación ante­
rior— continuarán la ya vieja costumbre de intercalar can­
cioncillas en sus piezas dramáticas, como harán Lope de
Rueda y los anónimos autores de los Autos editados por
L . Rouanet. Costumbre que alcanzará su más alto grado
de expresión en el teatro de Lope de Vega.

im prim en por primera vez en Barcelona en 154 3 . y los Villancicos de


V á sq u e z, en la ed. de O suna, son de 1 5 5 1 . (H. ANGLÉS, al hablar de los
■villancicos de J. V ásquez, d ic e : “ A lgo debía de haber en la música de
V ásq u ez, cuando los vihuelistas españoles de aquel siglo tomaron sus
canciones como un repertorio obligado para sus músicas amables y
placenteras. La causa de una tal predilección, acaso no sea otra que el
h echo de que Vásquez cultivó una música que encarnaba algo de típico
y de consubstancial al alma hispánica. ¿ Y en qué consistía un tal tipis­
mo ? Pues, sencillamente, en el hecho de haber cultivado una polifonía
am orosa im pregnada del canto popular racial y con texto castellano
concebido según el molde psicoliterario de Castilla. ... Y éste es el secreto
d e la estética tradicional que rezuma en todos los géneros de nuestra
m úsica del siglo XVI.” Juan VásqueZ, Recopilación de so n eto s..., B ar­
celona, 1946, pág. 1 1.) Tam poco conviene olvidar la influencia que
.ejerce en to d o ' el siglo XVI el Cancionero general de H . del Castillo,
reim preso numerosas veces desde 15 n hasta 1572- V éase ahora MARGIT
pRENK AlaTORRE, D ignificación de la lírica popular en el siglo de Oro,
en Anuario de letras (México), II, 1962, págs. 27 y sigs.

LIX
Es la generación de 15 6 0 , tan aficionada al roman­
cero, a Garcilaso y a cantar con la vihuela o la guitarra 5(V
la que llevará a sus últimas consecuencias las tres direc­
ciones que he señalado anteriormente. En los poemas de
Góngora no ha sido difícil, ni mucho menos, el hallazgo
de ritmos y villancicos tan populares como los siguientes;
Mala noche me diste, casada.
Dios te la dé mala.

Turbias van las aguas, madre,


turbias v a n ;
mas ellas se aclararán 51. [N .° 265]

Y de las comedias de Lope de V ega se puede entre­


sacar un copiosísimo cancionero 52 en el que no faltará
ningún ejemplo, desde canciones de bodas a “ carmina
triunfalia” , pasando por serranillas tan viejas como las
de la Zarzuela, mayas o seguidillas populares. Precisa­
mente han sido las canciones de Lope las más traídas y
llevadas cuando se ha tratado de poner ejemplos diversos.
Muchas de esas cancioncillas, naturalmente, son creación
personalísima del Fénix y obtienen en su época una popu­
laridad extraordinaria — como la de las “ naranjitas” — ;

50 Para las aficiones a lo popular de Góngora, véase, por ejem plo,


lo que dice A . R e ye s en sus Capítulos de Literatura española, M éxico,
1945, págs. 177 y sigs., y para la afición musical de Lo pe y sus conoci­
m ientos, el prólogo de Je s ú s B a l a T rein ta canciones de L o p e de V e g a ,
M adrid, 1935.
51 Para estos villancicos, vid . E . M . T o r n e r , E lem entos populares
en las poesías de Góngora, en R F E , X I V , 1927, págs. 417-424, y L a v e r -
sijicación irregular en la poesía castellana, de H enri'quez U re Ñ a , p ági­
nas 2Ó6'270.
52 E xiste una pequeña selección de MANUEL HIDALGO, Las cien
m ejores poesías (lírico'populares) de L . de V . , M adrid, 19 35. V éa se
también la bella selección de J. F . M o n te sin o s en Clásicos castellanos.
(Eulalia Galvarriato de Alonso hace tiempo que prepara la edic. de todas
las cancioncillas de Lope.)
i

LX
otras veces son tradicionales los estribillos o villancicos
(como en la canción del Caballero de Olmedo o la que
principia “ Velador que el castillo velas” , considerada por
Covarrubias en 1 6 1 1 como “ vieja” 53), y las glosas, lo­
pescas ; pero en otros casos toda la canción sería tradi­
cional, ya que ha sobrevivido en la tradición oral, como
la famosa de las “ avellanicas” , recogida en Salamanca
por Torner y en la Rioja por Sch in d ler:
Las avellanitas, madre,
ya me las varearé,
todas cuatro en un pimpollo,
ayúdamelas a coger.

Las avellanitas, mora,


ya te las varearé.
Si quieres que te las caiga,
ayúdamelas a coger 54.

Como es lógico, los seguidores del teatro de Lope


supieron muy bien aprovechar este ejemplo del maestro,
como les sucede a Tirso, Vélez y Valdivielso. Sin em­
bargo, este amor por lo tradicional se va perdiendo entre
los dramaturgos del ciclo calderoniano. Los gustos corte­
sanos han cambiado, la música da paso a otras fórmulas
de expresión y comienzan a figurar en los dramas can­
ciones que ni remotamente tienen nada que ver con las
tradicionales, si exceptuamos la persistencia de la segui­
dilla, que continuará su vida prodigiosamente a lo largo

53 “ En castellano antiguo a los centinelas llamaban veladores, como


lo dice el cantarcillo viejo ‘ V elador que el castillo v e la s ...’ ” Tesoro. (Otra
referencia a este cantar se encuentra en La Dorotea del mismo LOPE,
act. V , esc. II. L a música de la canción del Caballero de Olmedo puede
verse en Treinta canciones de Lope de Vega, M adrid, 1935- Procede de
las Obras de música para tecla, arpa, vihuela... recopiladas y puestas en
cifra por Hernando de Cabezón, su hijo, M adrid, 1578. Y o lo oí cantar
a un grupo de niñas de Valladolid que jugaban al corro.)
54 V id . E . M . T o r n e r , índice de analogías, n.° 97.

LXI
del siglo X V I I . H asta los villancicos religiosos seguirán
las nuevas corrientes musicales e irán poco a poco aleján­
dose de lo tradicional. A lo sumo conservarán alguna
expresión cercana a las fórmulas viejas, pero nada más.
Basta hojear rápidamente los ejemplos que reúne Cejador
y Frauca en sus volúmenes de L a verdadera poesía caste-
llana para ver qué lejos estamos ya de un Francisco de
Á v ila o de un Lope de V ega 55. A partir de la segunda
mitad del siglo X V I I esta poesía quedará olvidada por los
cultos, hasta llegar al siglo X I X , en que se vuelve de
nuevo los ojos a la poesía popular.
Sin embargo, esto no quiere decir que la canción tra­
dicional, una vez perdido el fervor cortesano, desapare­
ciese íntegramente, puesto que en ese caso lo tradicional
sería m uy escaso y no existiría. A lo sumo cabría hablar
de una moda tradicionalizante que recreó e inventó nu­
merosas cancioncillas desde la segunda mitad del siglo X V
a la primera del siglo X V I I 56. Pero lo cierto es que nadie

55 V éase cómo principia este villancico de 16 9 2 :

M atachín, que estamos en Pascua,


matachín, que el verbo nació,
matachín, que vay a de fiesta,
porque con voces,
porque con ecos
suenen canoros el tiple y tenor
y juntos repitan .
la gloria que canta del ángel la voz.
C ejador, n .° 1249.

56 E l fenómeno debió de ser m uy sem ejante a lo ocurrido con eí


rom ancero; pero lo narrativo persiste más en la memoria que lo lírico.
E s más fácil la transmisión de cincuenta versos de un romance con argu­
mentó, que el recuerdo de un villancico lleno de intim idad. J. F . MON­
TESINOS dice agu dam en te: “ en la poesía popular, lo sustantivo son los
géneros, dentro de los cuales cada cantar es como una varian te” ( N R F H ,
II, 1948, pág. 295). Que se recrearon numerosas canciones y se in ven ­
taron otras (kparte de los mismos textos que el lector puede encontrar

LXII
se ha molestado en reunir en un corpus bien organizado
toda esa lírica y cotejarla con las canciones vivas hoy en
distintas regiones españolas. Cuando esto se ha hecho, los
resultados no dejan de ser sorprendentes. E l musicólogo
Eduardo M . T om er, en su índice de a n a lo g ía s...57, ha
demostrado — y trabajando fuera de España y lejos de
importantes fuentes de información— que muchas de
las letras que se cantaron en el siglo X V I pueden oírse
aún en distintas regiones españolas; incluso en algún
caso le ha sido posible reconstruir la letra de alguna can'
ción viejísima, conocida sólo fragmentariamente, como
ésta, por ejem plo:
Rey don Alonso,
rey mi señor,
rey de los reyes,
el emperador.

Cuatro monteros
del rey don Alonso,
cuatro monteros
mataron un oso.
Rey don Alonso,
rey mi señor,
rey de los reyes,
el emperador 58. 8^]

A l lector no especialista le gustará saber que los estu­


diosos conocían seis versos de esa canción: los dos pri-

en la selección) lo testimonia C o v a r r u b i a s al hablar de las villanescasr


“ Canciones que suelen cantar los villanos cuando están de solaz. Pero
los cortesanos, rem edándolos, han com puesto a este modo y m ensura
cantarcillos alegres. E se mesmo origen tienen los villancicos tan cele­
brados en las fiestas de N avid ad y Corpus C hristi” . (T eso ro , s. v . V i­
llanescas.)
57 V éase la nota 34.
58 ín d ice citado, n .° 15 4 . (La canción procede de H oyocasero (Avila)

y se canta en una danza.)

L X III
meros, que, con su música correspondiente, figuran en el
famoso tratado D e Música del ciego Salinas 59, el amigo
de Fray Luis de León, y los vv . 5-8, que aparecen así en
E l Cortesano de Luis M ilá n :
Tres monteros
matan el oso,
monteros son
del rey don A lo n so 60.

Pondré otro ejemplo, igualmente bello y sugestivo,


y también procedente del mismo estudio de E. M . T o r­
ner. En el Vocabulario de refranes del maestro Correas
se halla este estribillo:
N o hay tal andar .
como buscar a Cristo,
no hay tal andar
como a Cristo b u scar61.

Que en Asturias se oye a s í:


Todos.— N o hay tal andar como buscar a Cristo,
no hay tal andar como a Cristo buscar.
Que no hay tal andar.

Uno.— N o hay tal andar como andar a la una


y veréis al niño en la cuna,
que nació en la noche oscura
de Belén en un portal.
Que no hay tal andar.

Todos.— N o hay tal andar como buscar a Cristo,


no hay tal andar como a Cristo buscar.
Que no hay tal andar.

59 D e M úsica, pág. 339.


60 E l Cortesana, .M adrid, 1874, pág. 148.
61 Pág. 353, de la ed. de M adrid, 1924.

LXIV
U no.— N o hay tal andar como andar a las dos
y veréis al hijo de Dios
que por nos salvar a nos
sangre quiso derramar.

Todos.— N o hay tal andar como buscar a Cristo,


no hay tal andar como a Cristo buscar.
Que no hay tal a n d ar62.

Finalmente, en un ms. d e l siglo XVI figura esta b e-


Ilísima co p la :
Soñaba yo que tenía
alegre mi corazón;
mas a la fe, madre mía,
que los sueños, sueños son. [N.° 198]

La recogió también el maestro Correas en su citado


Vocabulario 63, pero se canta aún en la provincia de León

62 índice, n.° 205. (La canción continúa hasta las doce.) E. M.


TORNER escrib e: “ Esta canción de N avid ad se halla bastante extendida
en el cancionero popular. A dem ás de la asturiana he recogido una ve r­
sión en Salamanca y se han publicado otras varias. V éase C. MoRÁN
BardÓN, Poesía popular Salmantina, y CALLEJA, Cantos de la Montaña” .
E l mismo T orn er señala que Correas, pag. 70, da otro principio vuelto
a lo profano :

Arrem anguém e y hice co lad a:


no h ay tal andar como andar rem angada.

Y que a Góngora se atribuye también una letrilla que com ien za:

Que no h ay tal andar como estar en casa,


que no h ay tal andar como en casa estar.

E n el n.° 277 de nuestra selección puede ver el lector la cancioncilla


que com ienza:. “ Que no h ay tal andar / por el verde olí vico ... .
63 P ág. 466. En A n d ra d e CAMINHA (Poesías inéditas, H alle, 1898,
pág. 383) figura como “ cantiga velh a” , y en DlOGOBERNARDES (Obras,
I, Lisboa, 1945) como mote “ alheo” . Los dos coinciden en las mismas
variantes :

LX V
con la misma le tr a 64. Y debo advertir que el citado
Vocabulario permaneció, inédito hasta bien entrado el
siglo actual, por lo cual no es posible pensar en una fuente
escrita.
Y del mismo modo que los romances emigraron con
los españoles, estas cancioncillas debieron de sufrir la
misma suerte. F. López de Gomara, el célebre historiador,
cuenta en su H istoria de las Indias 65 que en los apuros
de Pizarro en el Perú, y cuando le abandonaban los prin­
cipales de su ejército, “ cantaba Francisco de C a rv a ja l:

. Estos mis cabellicos, madre,


dos a dos me los lleva el aire” .

Cancioncilla que ya conocía Luis M ilán, puesto que


la copia en E l Cortesano 66, que ya había utilizado G il
V ic e n te 67 y que transcribe exactamente Correas en su
Vocabulario 68. Por eso no nos sorprende mucho el que
M argit Frenk A la torre haya podido poner frente a frente
dos cancioncillas, una castellana del siglo X V I, y otra ar­
gentina actual:

Soñaba, madre, que vía


alegre mi corazón,
mas los sueños, madre mía,
madre mía, sueños son.

64 V id . M a r g it F r e n k A l a t o r r e , L a lírica popular en los siglos de


Oro, M éxico, 1946, pág. 66.
65 R ivad en eyra, X X I I , pág. 268 b.
66 Edic. cit., pág. 209.
67 V id . la edición de Dám aso A lo n s o en Cruz y Raya, n .° 10 ,
pág. 116 .
68 E dic. cit., pág. 2 14 . (Pero la canción era todavía parodiada por
A ndrés de Uztarroz en 16 5 2 : “ que estos mis libricos, m adre, / de dos
en dos se los lleva el aire” . V éase en P M L A , L X X V I I I , pág. 59.)

LXVI
Caminad, señora, Camina, María,
si queréis caminar, si puedes andar,
que los gallos cantan, ya los gallos cantan,
cerca está el lugar. cerca está el lugar 69.
[ N .° 2 18 ]

Esta emigración era lógica, como era lógico también


que emigraran otros géneros literarios. A sí, por ejemplo»
H ernán González de Eslava 70 ( 15 3 4 - 16 0 1) compuso ent
Méjico varias “ ensaladas” , y en la llamada “ Ensalada de
la flota” introduce, como es de rigor en esta clase de com­
posiciones, varios cantarcillos populares, uno de los cuales
dice a s í:

69 Obra cit., pág. 66. T o d avía se canta por Castilla esta copla?

— A rrea, calesero.
— N o quiero arrear.
Cuando los gallos cantan
cerca está el lugar.

(N . A l o n s o C o r t é s , Cantares populares de Castilla, pág. 3 3 1). El can-


tarcillo era “ viejo” en 1 6 1 1 , según C o v a rru b ia s (T eso ro , s. v. cerca):

Pues los gallos cantan,


cerca está el lugar.

El villancico figura en S a lin a s , D e M úsica, pág. 308. V uelto a lo divino


se encuentra en el Cancionero de N u estra Señora, ya citado, pág. 48, y
en el Cancionero de F . DE OcaÑa (edic. de A . Pérez Gómez, V alencia,
I 957 > pág- 85). E n A u tos, farsas..., edic. de L . R o u an et, II, pág. 379,
se canta a s í :
Cam iná, chiquito,
si queréis caminar,
porqu’ el rey Herodes
os manda matar.

Para otras muchas supervivencias, véase M. F re n k AlaTORRE,


S u p erviven cias de la lírica popular, en Studia Philologica, H om enaje ofre-
cido a Dám aso A lonso, t. I, M adrid, 1960, págs. 5 1 y sigs.
70 Sobre González de E slava, véase el artículo de A . A lo n s o , en
la R e v . de Filol. H is p ., II, 1940, págs. 2 13 -3 2 1.

LXVII
¡ Pásesme, por Dios, barquero,
de esotra parte del r ío ;
duélete del dolor mío ! 7I.

Para no aburrir al lector amontonando papeletas so­


bre este villancico, le remito a la m uy erudita nota de
M argit Frenk Alatorre en su prólogo del Cancionero de
galanes 72t donde verá la sorprendente vida de esos tres
versillos y su no menos poderosa divulgación.

Y como siempre ocurre — sea lírica tradicional o cul­


tísima— , el tema central de estas cancioncillas está cons­
tituido por el amor. La mayor parte son “ villancicos de
am igo” , como las ha llamado Menéndez Pidal, por su
parentesco con las “ cantigas de am igo” galaico-portugue-
sas. Aunque la forma gallega “ se remanse en continuas
repeticiones” , y la castellana estalle apasionadamente en
un dístico, lo cierto es que las relaciones existen. (No
conviene, sin embargo, insistir mucho en estas relaciones,
puesto que también se encontrarán concordancias con
otras líricas bastante alejadas de las románicas. Por de
pronto, véanse las correspondencias que M argit Frenk
Alatorre ha encontrado entre algunos refrains de can-
cioncillas francesas y las jarchas españolas 73.)
Menéndez Pidal y M argit Frenk Alatorre han estu­
diado muy bien estos “ cantares de amigo” 74. Nosotros

71 Cito por Poetas novo-hispanos, I, M éxico, 1942, pág. 48, selec­


ción m uy bien hecha de A . M éndez P la n c a r te .
72 Edic. cit., págs. X X - X X I .
73 Jaryas mozárabes y estribillos franceses, en N R F H , V II, 19 5 3, pá­
ginas 28 1 y sigs. V id . también A u r e l io R o n ca g lia , U na tradizione lírica
pretrovadoresca in lingua volgare, en C w N ., X I , 19 5 1, págs. 2 13 -2 4 9 .
74 R . M enéndez P id a l, L a p rim itiva poesía lírica española, en la
edic. cit., págs. 245 y sig s .; M . F r e n k A l a t o r r e , S obre los textos p o é­
ticos en Juan VásqueZ, M udarra y N arváeZ, en N R F H , V I , 19 5 2, pá­
ginas 3 3 - 5 6 ,»y también las págs. 39-54 de L a lírica popular en los siglos

L X V III
no podemos hacer otra cosa que resumir brevemente es­
tos trabajos, que deberá siempre consultar el lector inte­
resado en estas cuestiones.
L a protagonista será siempre la doncella enamorada,
con todo el cortejo de sentimientos comunes, de confiden­
cias a la m ad re75, encelada o desdeñada, que pasa las
noches en vela, como aquella que exclam a:
Estas noches atan largas
para mí
no solían ser así. [N.° 46],

O lamenta la tardanza de su amigo que no llega pun­


tualmente a la c ita :
Si la noche hace escura'
y tan corto es el camino,
¿cóm o no venís, am igo? [N.° 130]

O protesta de la vigilancia materna ("A guardan a m ít


/ nunca tales guardas v i” ) o de la llegada del alba, que
obliga a dejar amorosos brazos:
Y a cantan los gallos,
amor mío, y v e t e :
cata que am anece. [N .° 78]

d e Oro. Para otros temas relacionados con estos cantares de am igo,


como las quejas de la m orenita, la niña “ en cabello” , el amor que quita
el sueño, etc., v id . las m agistrales notas de DANIEL DEVOTO a su
bellísimo Cancionero llam ado F lor de la rosa, Buenos A ires, 1950.
75 E ran tan frecuentes las confidencias o quejas a las m adres en
estas cancioncillas, que G erarda, después de haber oído cantar a D oro­
tea cierto romance que termina con el siguiente villan cico :
M adre, unos ojuelos vi
verdes, alegres y bellos :
1 ay, que me muero por ellos,
y ellos se burlan de mí 1,
comenta : “ A ti sola te sufriera villancico que entrara con madre» por­
que en fin la tienes y eres tan n iñ a ; pero no a unos barbados, cuando
com ienzan: ‘ M adre mía, mis cab ellos...’ ” (L a D orotea, A ct. II, esc. V .)

LXIX
N i son menos frecuentes las quejas de las niñas more-
nitas, ni las de las' malcasadas, o las protestas de las que
n o quieren malmaridar, como la de G il V ic e n te :
Dicen que me case y o :
no quiero marido, no. [N .° 352]

(A veces es la madre escarmentada la que aconseja


a su hija que no se case: “ N o querades, fija, / marido
tomar, / para su sp ira r../’)
Ellos, como es natural, sufrirán por las mismas cau­
sas, pero más de alguno no sabrá a quién cantar sus
q u ejas:
¿ A quién contaré yo mis quejas,
mi lindo amor,
a quién contaré yo mis quejas,
si a vos no? [N-° T 2] 9
O gritará pidiendo justicia:
Mal herido me ha la niña.
¡ N o me hacen justicia ! [N .° 364]

Y , como siempre, perecerá por una m irad a:


Ojos morenicos,
irm ’he yo a querellar
que me queredes matar. [N.° 41]

Pero lo cierto es que los enamorados se casan y que


deben ser celebrados. Las canciones de bodas y bautizos
viven aún en casi todas las regiones españolas. E s lógico
que nos quedasen testimonios viejos, y algunos bien re­
petidos y conocidos, como el que prin cipia:
Esta novia se lleva la flor,
que las otras n o 76.

76 E. M. T o rn er, en índice de analogías, transcribe esta copla


d e boda cantada en C a stilla :

LXX
(Lo que más diferencia estos villancicos de amigo de
las cantigas gallego-portuguesas es la casi total ausencia
del paisaje. N o interviene con tanta frecuencia ni con
tan maravilloso poder, pero tampoco podemos decir que
no se puedan encontrar algunos paisajes sirviendo de fon­
do a tanta queja :
De los álamos vengo, madre, .
de ver cómo los menea el aire. [N.° 96]

Dejadm e llorar
a orillas del m a r 77.)

Menéndez Pidal estudió con su sabiduría habitual


otros temas, como el de las serranas, cuyo origen quiso
encontrar en una tradición española, en cancioncillas de
viajes y peligros, como el ejemplo tan bello:
Paséisme ahora allá, serrana,
que no muera yo en esta montaña. [N.° 61]

Señaló también la existencia de cantos de trabajo


— de espigadoras, segadoras, vareadoras— , como el que
Salinas calificaba ya de “ rusticae cantionis” :
Segador, tírate afuera,
deja entrar la espigaderuela 78.

Ésta sí que es novia,


ésta, que las otras n o ;
ésta se lleva la gala,
ésta se lleva la flor.

Para el uso y popularidad de la fórmula “ Ésta (o Éste) s í...” , vid . las


págs. 144-145 de la V ersificación irregular en la poesía castellana, de
P . H en ríq u ez U re ñ a .
77 Villancico o estribillo del romance de Góngora La mas btella
niña” , en Obras, ed. de I. y J. MlLLÉ, pág. 5. Figura también en otras
partes, por ejem plo, en Ledesm a, Juegos' de N och e buena (Rivadeneyra,
X X V , pág. 165, dentro de un romance al Nacim iento).
78 D e M úsica, pág. 343.

LXXI
Frecuentes fueron también las canciones de “ m oli­
no” , con ejemplos m uy graciosos y finos, y tampoco de­
bemos olvidar la calidad lírica de algunos pregones:
¡ Si queréis comprar romero
de lo granado y polido,
qu’aun agora lo he cogido! [N .° 168]

Pero los trabajos y los días requieren también sus


fiestas, algunas de antiquísimo abolengo, como las “ m a­
yas” , de que ya hemos hablado, o las de San Juan. En
tomo al día de San Juan pervive en toda Europa una
lírica tradicional, que en España deja restos m uy bellos
y diversos:
A coger el trébol, damas,
la mañana de San Juan,
a coger el trébol, damas,
que después no habrá lugar.

Que no cogeré yo verbena


la mañana de San Juan,
pues mis amores se van. [ N .° 250]

(En relación con este trébol mágico de la mañana de


San Juan, se encuentran otros villancicos m uy glosados,
como el sabido [N .° 2 4 9 ] :
¡ Trébole, ay, Jesús, cómo h u ele!
j Trébole, ay, Jesús, qué o lo r! 79.)

79 Para las canciones de “ T réb ol” , véase E . M . T o r n e r , ín dice de


analogías, n.° 1 . E l mismo T orn er había recogido antes en su C ancio­
nero asturiano, n .° 385, esta bella m u estra :
A coger el trébole, el trébole, el trébole,
a coger el trébole la noche de san Ju a n ;
a coger el trébole, el trébole, el trébole,
a coger el trébole los mis amores van.
¡A y , morena, la noche de san Ju a n ;
ay, salada, los mis amores v a n !
V éase también HENRÍQUEZ U reÑ A, ob. cit., págs. 13 6 , 235, 298 y 300.
»
LXXII
Y como en la literatura española se llegan a “ divini­
zar” hasta las jácaras que cantaban las hazañas de picaros
tan ilustres como Escarramán, nada tiene de extraño que
desde el siglo X V se conviertan a lo divino numerosos
villancicos populares. Desde Á lvarez Gato a Francisco
de Á vila, pasando por Santa Teresa, Horozco o Ledesma,
abundan los autores que divinizan los villancicos profa­
nos 80. Si la letra no se aprovechaba, servía por lo menos
el “ tono” . D e ahí esas indicaciones que se leen con fre­
cuencia d e : “ Otras al tono de Envídram e mi madre / por
agua I a la fuente frida” ; “ Otra canción al tono de S i
mis amores me han dejado. . . ” (Ni se tiene ningún temor
a utilizar el tono de canciones bastante procaces: “ Otro
villancico al tono de M i marido anda cuitado; yo juraré
que está castrado” 81.)
Pero esto no quiere decir que desde un principio no
se cultivase con independencia el villancico culto religioso
con la estructura popular o tradicional. Precisamente una
de las muestras más viejas del género, la canción para
callar al N iño, de Gómez Manrique, está escrita en forma
de zé jel:
Calladvos, Señor,
nuestro Redentor,
que vuestro dolor
durará poquito. [N.° 335]
Y como sucede en otros muchos casos, es siempre
Lope de V ega quien vence a todos los poetas, sin ex­
ceptuar a Góngora, que nos ha legado el más bello ejem­
plo de villancico archiculto en su famoso

80 Para el desarrollo del villancico religioso, consúltese A studry o}


the Villancico up to L o p e d e V eg a, de M a r y PAULINA ST. AMOUR, A .
M ., W ashington, 1940.
81 Los tres ejem plos proceden del Cancionero de N u estra Señora.
ed. cit., págs. 40, 64 y 68.

L X X III
Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno.
¡ Qué glorioso que está el heno
porque ha caído sobre é l!

A l lado de esta poesía que los cortesanos debieron


de elaborar algunas veces o de reelaborar en otros casos
(como sucedió con el romance viejo, y no puede extra-
fiarnos el que coincidan los apogeos de ambas formas
poéticas82) existe otra poesía de tipo menos refinado,
con temas que distan mucho de los anteriores, y que po­
dríamos calificar de vulgar o plebeya por los motivos y
hasta por la forma, como en estos ejem plos:
Toca, toca,
con el pie se toca
la Juana matroca,
Freguelé, freguelé,
bueno a fe.
Freguelé, freguelé.

¡ A l dron golondrón, m ozas!

Bartola y su amigo
bailan el d o m in go;
al drongolondrán 83.

fosé Romeu Figueras, que tan bien conoce este m un­


do de la canción tradicional, llama a estas fórmulas poe­
sía estrictamente popular para distinguirla de la tradicio­
nal 84. E l término se presta a confusiones y convendría
buscarle un sustituto (basta y sobra con las que se origi­

82 M enéndez P id a l, en su precioso y reciente Rom ancero hispánico,


II, M adrid, 1953, cap. X III, coloca este apogeo entre 1 5 1 5 y 1580.
83 D e una ensalada de F le c h a ," Las ensaladas d e F le c h a ..., Praga,
15 8 1. Nosotros las copiamos del Catalech de P e d r e l l , II, págs. i 8 i 'i 8 2 .
84 Jo sé Romeu F ig u e r a s , L a poesía popu lar en los Cancioneros M u ­
sicales españoles d e los siglos X V y X V I , en A nuario m usical, IV ,
1949, págs. 57-91.

L X X IV
n an por el uso de tradicional y popidar), pero esto no nos
incumbe ahora 8S. Sí, en cambio, señalar el acierto de
Romeu Figueras al agrupar y clasificar un buen número
•de estas cancioncillas. De haber extendido su estudio a
los pliegos sueltos, hubiera podido escribir un capítulo
■extraordinario para la historia de la poesía española. De
todas formas lo conseguido es suficiente, ya que ha des­
lindado muy bien un campo de otro. Porque es evidente
que una canción tabernaria y tan procaz como la que
principia “ Dale si le das” , del Cancionero musical de Pa­
lacio, o la que nosotros incluimos como muestra en la
■selección “ Por beber, comadre, / por beber” [N .° 59 ] no
presenta las mismas características internas que la llama­
da canción tradicional. Con todo, yo no me atrevería a
afirm ar que no fueran creaciones como las otras y que no
se divulgasen entre medios m uy cortesanos y hasta muy
religiosos (recuérdese lo dicho a propósito de ciertos “ to­
nos” procaces), puesto que Fray Ambrosio Montesino sa­
bía m uy bien la que comenzaba
La zorrilla con el gallo
mal han barajado 86.

En cuanto a la forma, también hemos de partir de la


magistral conferencia de Menéndez Pidal, quien distin­
guió con nitidez las profundas diferencias existentes en­
tre las formas galaico-portuguesas y las castellanas. Las
“ cantigas de am igo” son siempre cantos paralelísticos o
encadenados, completados por un estribillo; “ la expre-

85 E l mismo Romeu F ig u e ra s reconoce la dificultad “ de asentar unas


conclusiones definitivas sobre el terreno arenoso y movedizo de lo
popular, por la vaguedad de fronteras que existen entre él y lo anónimo
tradicional” . (Pág. 88.)
*6 E n R ivad en eyra, X X X V , pág. 444. (En el Cancionero m usical,
n .° 442, el villancico dice a s í : “ L a zorrilla con el gallo, / zangorro-
mango” .)

LXXV
siónt de una graciosa monotonía, se remansa en continuas
repeticiones” , como en este ejemplo tan b ello :
L evad’, amigo, que dormides as manhanas fr ía s ;
todalas aves do mundo d’amor d izian :
leda m ’ and’eu.

L evad’, amigo, que dorm ideras frias m anhanas;


todalas aves do mundo d’amor can tavan :
leda m ’and’eu. [N*° l 324
En cambio, “ la forma castellana es la de un villancico-
inicial glosado en estrofas, al fin de las cuales se suele
repetir tcdo o parte del villancico, a modo de estribillo.
En la forma gallega el movimiento lírico parte de la es­
trofa, respecto de la cual el estribillo no es más que una
prolongación; en la forma castellana, el punto de partida
está en el villancico, y las estrofas son su desarrollo...
E l villancico temático, que es por sí mismo ya un poe-
mita, está concebido con una más vaga simplicidad que
el resto: es el elemento tradicional conocido por todos,
o fácilmente asimilable por todos y destinado a hacerse
tradicional, propio, en fin, para ser cantado a coro; m ien­
tras las estrofas glosadoras son meramente populares, idea­
das por la improvisación más personal, y propias para ser
entonadas por la voz sola del que guía el canto’ * 87.
Filgueira Valverde opina que estas diferencias se de­
ben a “ dos distintas maneras de cantar en público, res­
pondiendo a la diversa aptitud de los cantores... En
Galicia, como sucedió en las cortes mientras sobrevivie­
ron los “ cossautes” , cantan dos coros o dos improvisados
poetas: uno que inicia el tema con una estrofa o grupo

87 L a prim itiva poesía lírica española, ed. cit., pág. 260. V éa se tam ­
bién L a poética del paralelism o, de E . A se n sio , incluida en Poética y
realidad en el cancionero peninsular de la E d a d M edia, M adrid, 19 57,
págs. 75 y sigs., y J. Romeu F ig u e r a s , E l cantar paralelístico en Cata­
luña, en Anuario m usical, t. I X , i9 £?4.
*
LXXVI
de versos» y otro que responde, variándolo, bien con un
riguroso paralelismo, bien por el simple encadenamiento
de tomar como primer verso el último oíd o; proceso que
exige aptitud de improvisación, o, por lo menos, de varia­
ción en los cantores, y que tiene su paralelo coreográfico
en el “ coger puntos” de la danza. En cambio, el sistema
castellano sólo exige del coro que repita periódicamente,
sin variación alguna, el estribillo, encomendando a una
personalidad aislada su glosa” 88.
En efecto, si se observa bien la bella canción galaico-
portuguesa que hemos copiado, se notará que su parale­
lismo obedece a un ritmo de danza. Son, en realidad,
canciones de danza llamadas bailadas encadenadas. “ La
danza, pues, fue uno de los elementos más decisivos en
la formación del paralelismo verbal perfecto del cósante
culto” 89; lo que no sucedió con los villancicos, aunque
también se bailaron, como algunos que aparecen en el
célebre L libre V erm ell del siglo X I V , que contiene can­
ciones de peregrinos y danzas religiosas en latín y en
lengúa vulgar catalana 90.
A l ser el villancico la parte que el coro entonaba 91,
se comprende con facilidad que calase más hondo y ter-

88 En H istoria general d e las literaturas hispánicas, I, 1949, pág. 608.


89 Jo sé Romeu F ig u e r a s , E l cósante en la lírica de los Cancioneros
m usicales españoles de los siglos X V y X V I , en Anuario musical, V ,
1950, pág. 25. V id . el excelente estudio de E . ASENSIO, Los cantares
paralelísticos castellanos. Tradición y originalidad, en la R F E , X X X V I I ,
19 53, págs. 130 y sigs., recogido ahora en Poética y realidad en el can'
cicmero peninsular de la E d a d M edia, edic. cit.
90 V éase ISABEL POPE, E l villancico polifónico, al frente de la edic.
del Cancionero de Upsala, ya citada, págs. 32-33.
91 Llam am os villancico a lo que Rengifo, por ejemplo, llamaba “ ca­
beza” , para distinguirlo de la glosa, que él llama “ pies” . “ Villancico
es un género de coplas que solamente se compone para ser cantado...
E n los villancicos h ay cabeza y p ies; la cabeza es una copla de dos, o
tres o cuatro ve rsos... que se suele repetir después de los pies.” (A rte

L X X V II
minase por persistir aislado en la memoria popular y
que muchas veces se em ancipase,. de tal modo que y a
nos parezca hoy un poemita íntegro y con vida propia-
Esto es lo que sucede con los ya citados:
La niña que amores ha,
sola, ¿cóm o dorm irá?

Y a cantan los gallos,


amor mío, y vete,
cata que amanece.

Naturalmente, el éxito de estos villancicos dependía


de su gracia, de su intensidad poética y también de algo
que no conviene o lv id a r: de su tono musical. A lgunos
gozaron de tal éxito que pasaron a convertirse — como-
sucedió con bastantes versos del romancero v ie jo 92—
en refranes o frases hechas. N o hace falta ni siquiera
recurrir al Vocabulario del maestro Correas, tan citada
siempre por los estudiosos: basta con hojear un popular
Refranero español, publicado en una edición baratísima,
para encontrar algunos ejemplos tan perfectos como
éstos:
A la hembra desamorada
a la delfa le sepa el agua.

A la mal casada
déla Dios placer,
que la bien casada
no lo ha m enester93.

poética, cap. X X I X ) . Para los tratadistas anteriores, villancico designaba


sólo la cabeza del poemita, el estribillo.
92 V éase R, M enéndez P id a l, Rom ancero hispánico, II, págs. 184
y sigs.
93 Refranero español, Edics. Ibéricas (prólogo de Jo sé B e rg u a ), M a ­
drid, s. a ., págs. 7 1 y 72. E l primero figura también como cantarcillo
viejo en el Tesoro de CoVARRUBlAS, s. v . adelfa, y el segundo en el
Vocabulario de C o r r e a s .

L X X V III
Por eso afirmaba Correas: “ De refranes se han fun­
dado muchos cantares, y, al contrario, de cantares han
quedado muchos refranes, como todos son estribillos de
Villancicos y Cantarcillos viejos” 94.
Para terminar, y para que esta introducción quede
menos incompleta, deberemos mencionar, aunque muy
brevemente, un aspecto del que todavía nada hemos di­
cho. M e refiero a la versificación de esos villancicos, tan
bien estudiada por Henríquez Ureña en su conocida y
trabajada obra. Como estas cancioncillas obedecen a un
ritmo musical, es lógico que la acentuación no sea tan
rígida como en los casos estrictamente literarios. H en-
ríquez Ureña llama “ versificación acentual” a “ aquella
que deriva su carácter peculiar de acentos y no adop­
ta el principio del número igual de sílabas” 95. A l ser
94 E n su A rte gran de, M adrid, 1903, pág. 258. En el prólogo al
Cancionero llamado “ Flor de enam orados", V alencia, 1954, dicen A . R o -
D R ÍG U EZ-M O Ñ IN O y D a n ie l D e v o to : “ Los refranes andan por la poesía
española desde sus comienzos, tan fundidos con la lírica y con el tea '
tro, que es posible llegar a preguntarse si no habrá mucho de verdad
en la vieja teoría de Joaquín Costa, que consideraba los refranes como
la primera m anifestación de la poesía popular. Sea como fuere, el
refrán — con su viejo sentido de “ estribillo” — nos lleva a considerar el
papel preponderante de la música en toda esta poesía.” (Págs. X L I I '
X L.IV .) Quizá, en efecto, se cantasen algunos refranes. En un Juego
trabado p o r A B C que se halla en el Cancionero de H erberay (edic. de
C . V . AUBRUN, Bordeaux, 19 5 1) termina cada letra con una canción y
un refrán. E n casi todos los casos el refrán es dicho, pero en un caso
(pág. 193 b ) se l e e :
E l refrán es de cantar
ante q u ’el seso refuya
y quien quiera re d a rg u y a :
“ Porfía mata venado,
que no montero cansado” . ■
V éase ahora el estudio de M . F ren k A la T O R R E , Refranes canta-
dos y cantares proverbializados, en la N R F H , X V , 19 6 1, págs. 155
y sigs.
95 Obra cit., pág. 88.

LX X IX
poesía cantada, la dislocación acentual puede llegar has­
ta los últimos límites, como ocurre en la famosa canción
>del baile del “ polvico” :
Pisaré yo el polvico,
atán m enudico;
pisaré yo el polvo,
atán menudo 96. [N .° 423]
Normalmente, el villancico suele constar, por lo me­
nos, de un dístico monorrimo, consonante o asonante,
como en estos ejem plos:
De esa manera ’
seréis panadera.

A la hembra desamorada
a la delfa le sepa el agua. [ N .° 278]

Muchas veces, en cambio, el dístico no rima, como


en este caso:
Am or, no me dejes,
que me moriré. [N.° 338]

En muchísimos casos también el villancico es un tris-


tico, pero raras veces monorrimo, con o sin igualdad de
sílabas en cada verso, asonante o consonante, como en
estos ejem plos:

96 Abundan los ejemplos, como éste [cf. N .° 3 10 ] :


Solía que andaba
el mi molino,
solía que andaba
y ahora no.
(O bras de F. T rillo y Figu eroa, edic.
de A . Gallego M orell, M adrid,
19 5 1, pág. 177.)
Incluso aparece en la más moderna poesía, como en F . GARCÍA LORCA
(O bras completas, II, B. A ires, ed. Losada, pág. 14 4 ):
A rb olé, arbolé,
. seco y verdé.

LXXX
Enem iga le soy, madre,
a aquel caballero y o :
mal enemiga le só. [N.° 66]

Estas noches atán largas


para mí
no solían ser así. [N.° 46]

(Casi siempre es el segundo verso el que rima con


el tercero, como en esos dos ejemplos,)
Y en otros consta de cuatro versillos, como en é ste :
Dentro en el vergel
moriré.
Dentro en el rosal
matarm’ han. [N.° 44]

La glosa del villancico, lo que Rengifo llamaba


“ pies” 97, puede estar en forma de zéjel, es decir, cons­
tar de un trístico monorrimo y un verso que rima con
uno o los dos del villancico, como en los ejemplos apun­
tados. E n muchos casos, las estrofitas glosadoras cons­
tan de cinco versos, rimando abbaa, más un verso con
la rima del estribillo, detrás del cual se repite el último
verso de éste, o los dos, si es un dístico, como en este
caso:
Si la noche hace escura
y tan corto es el camino,
¿cóm o no venís, am igo?

La media noche es pasada


y el que me pena no v ie n e :
mi desdicha lo detiene,
¡ que nascí tan desdichada!
Hácem e vivir penada
' y muéstraseme enemigo.
¿Cóm o no venís, am igo? [N -° ! 39]
97 V id . la nota 9 1.

LXXXI
Este esquema suele ser el más frecuente en las glosas
de tipo culto» pero abundan mucho también esquemas
m uy irregulares, como estos a o s :

A lta estaba la peña,


nace la m alva en ella.
A lta estaba la peña,
riberas del río ;
nace la malva en ella,
y el trébol florido. [N.° 141]

V i los barcos, madre,


vilos y no me valen.
Madre, tres mozuelas,
non de aquesta villa,
en aguas corrientes
lavan sus camisas.
Sus camisas, madre,
vilas y no me valen. [N.° 144]

Las más populares suelen rimar en forma asonante


en los versos pares, iniciando un movimiento parejo al
de los romances:
Puse mis amores
en Femandico.
¡ A y , que era casado !
j Mal me ha mentido !
Digas, marinero
del cuerpo garrido,
¿en cuál de aquellas naves
pasa Fem andico?
¡ A y , que era casado !
i Mal me ha mentido !
Puse mis amores
en Femandico.
¡ A y , que era casado !
¡ M al me ha mentido ! [N.° 93]

En las glosas populares, como ha observado m uy bien


M argit Frenk Alatorre, no es posible separar el villan-

LXXXII
cico de la glosa, puesto que conservan una entrañable
intimidad conceptual y sentim ental; la glosa “ es esclava
fiel del villancico” ; pero anota seguidamente que estas
glosas “ pueden dividirse en dos grandes grupos: i) las
que constituyen una versión ampliada del villancico, y
2) las que constituyen, frente a éste, una unidad aparte.
Lo que llamo 'versión ampliada del villancico’ surge, ya
por un despliegue de éste, cuyos elementos se repiten y
amplían, uno tras otro, ya por un desarrollo que parte
por lo general del primer verso del villancico. ...P ued e
hablarse, en cambio, de ’entidad aparte’ cuando se rompe
el cordón umbilical, o sea la dependencia textual. La glo­
sa puede entonces colocarse en el mismo nivel del villan­
cico y complementarlo, prolongándolo o dialogando con
él, o bien puede enfrentar al villancico una narración que
lo explique” 93. Véanse los siguientes ejem plos:
Dícenme qu’el amor no fiere;
mas a mí muerto me tiene.
Dícenm e qu’ el amor no fiere
■ ni con fierro ni con p a lo ;
mas a m í muerto me tiene
la que traigo de la mano.
Dícenm e que el amor no fiere
ni con palo ni con fierro;
mas a m í muerto me tiene
la que traigo d’este dedo.

Gentil caballero,
dédesme hora un beso,
siquiera por el daño
que me habéis hecho.
Venía el caballero,
venía de S e v illa ;
en huerta de monjas

98 Glosas de tipo popular en la antigua lírica, en la N R F H , X I I .


1958, pág. 307.

L X X X III
limones cogía,
y la prioresa
prendas le pedía : .
siquiera por el daño •
que me habéis hecho. [N.° 87]

En cuanto al número de sílabas de los versos, los


de seis y ocho sílabas son los más frecuentes, pero abun­
dan también los eneasílabos, los llamados endecasílabos
de gaita gallega y versos de medida m uy irregular. De
todos ellos han persistido numerosísimos ejemplos, pero
el metro de la seguidilla va poco a poco buscando la
regularidad que adquiere en el siglo XVI y que dura
ihasta hoy, con ejemplos tan perfectoscomo éste, que
puede cerrar tan bellamente una introducción tan poco
graciosa:
Río de Sevilla,
¡ cuán bien pareces
con galeras blancas
y ramos verdes! [N.° 447]

L X X X IV
A D V E R T E N C IA

Rogamos al lector tenga presente el título que hemo&


puesto a este volu m en : LÍRICA DE TIPO TRADICIONAL.
Con esto queremos indicar que no todos los poemas es­
cogidos son estrictamente tradicionales, aunque sí obe­
decen a una evidente tradicionalidad. Algunos son “ glo­
sas” cultas a canciones viejas. Pero al glosar Camoens o
Lope una cancioncilla, no hacen más que continuar una
fórmula m uy española. Hemos pensado que el Cancio­
nero quedaría incompleto prescindiendo de esas mani­
festaciones cultas o seudotradicionales. Nuestra intención
es parecida a la que ha guiado a tanto colector de nues­
tros romances, que no ha prescindido de un romance de
Góngora, por ejemplo, o de Lope. Por la misma causs
añadimos al final varias endechas y canciones sefardíes.
En cambio, observará el lector la ausencia de la gran
corriente de poesía cortesana (mal llamada “ tradicional ’)
de fines del siglo X V y principios del siglo X V I. Entre
un villancico de Garci Sánchez de Badajoz o del Comen­
dador Escrivá, con su casuística amorosa, y otro de tipo
tradicional, sea de Fernando de Rojas o de Lope de V eg a,

LXXXV
hay unas diferencias abrumadoras; diferencias que pro­
ceden de dos distintas tradiciones: la cancioneril y la
castellana. (Esos villancicos se encontrarán en el segun­
do volumen de esta serie.)
Hemos sido m uy avaros en las anotaciones» lim itán­
donos casi exclusivamente a dar la procedencia de las
distintas canciones. Hemos preferido — dado el destino
de estos volúmenes— sacrificar notas y no textos, ya
que los Cancioneros de tipo tradicional no abundan m u­
cho ni están muy al alcance de los lectores no especia­
listas.
D . A . y J. M . B.

Para esta segunda edición hemos tenido muy pre­


sentes las observaciones hechas por M an u el'A lvar ( R F E ,
X L t .1956, pág. 2 6 1) y por M argit Frenk Alatorre
( N R F H , X III, i9 59 t págs. 360-362) en sus reseñas.
Incluimos al final varias cancioncillas catalanas cuya
relación con las castellanas y gallegas es evidente.

LXXXVI
PO EM A S A N Ó N IM O S
1

V A Y SE meu corachón de m ib,


ya R ab , ¿ si se m e to m arád ?
¡T a n m al meu doler li-l-h a b ib !
E n ferm o yed , ¿cuánd o sanarád?
[M i corazón se me va de mí. Oh Dios, ¿acaso se me tornará? |T a n
fuerte mi dolor por el am ado! Enferm o está, ¿cuándo san ará?]

¿ Q u é faré yo o qué serád de m ib i?


] H ab ib i,
non te tolgas de m ib i!
[A m igo, 1 no te apartes de m í! ¿Q ué haré, qué será de mí si tú
me d e ja s?]

G a r id vos, ay yerm anelas,


¿có m ’ contener é m eu m ali?
S in el habib non vivrey u
ed volarei dem andari.
[D ecid vosotras, oh herm anillas, ¿cóm o refrenaré tni pesar? Sin el
amado, yo no viviré, y volaré a buscarlo.]

3
4

¿Q U É faré, m am m a?
M e U 'l 'h a b i b est’ ad yana.

[•¿Qué haré, m adre? M i amigo está a la puerta.]

E n Cañatañazor
perdió A lm an jor
ell atamor.

6
S e r r a n il l a de la Z arzu ela

Y o me iba, mi madre,
a V illa R e a le :
errara yo el camino
en fuerte lugare.
Siete días anduve
que no comí pane,
cebada mi muía,
carne el gavilán.
Entre la Zarzuela
y Darazután,
alzaba los ojos
hacia do el sol sale ;
viera una cabaña,
della el humo sale.
Picara mi muía,
fuim e para a llá ;
perros del ganado
sálenme a lad rar;
vide una serrana
del bello donaire:
— “ Llegaos, caballero,
vergüenza no h ayad es;
mi padre y mi madre
han ido al lugar,

4
rni carillo Minguillo
es ido por pan,
ni vendrá esta noche
ni mañana a y a n ta r;
comeréis de la leche,
mientras el queso se hace.
Haremos la cama
junto al retam al;
haremos un hijo,
llamarse ha Pascual;
o será arzobispo,
papa o cardenal,
o será porquerizo
de V illa Real.
¡ Bien, por vida mía,
debéis de b u rla r!”

E nd ech as a la m u erte de G u il l e n P e r a z a

L l o r a d las damas, sí Dios os vala,


G uillen Peraza quedó en la Palma,
la flor marchita de la su cara.
N o eres palma, eres retama,
■eres ciprés de triste rama,
*eres desdicha, desdicha mala.
T u s campos rompan tristes volcanes,
n o vean placeres, sino pesares,
«cubran tus flores los arenales.
Guillen Peraza, Guillén Peraza,
^dó está tu escudo, dó está tu lanza?
T o d o lo acaba la malandanza.

8
LOS COMENDADORES

¡ L o s comendadores,
por mi mal os v i !
Y o v i a vosotros,
vosotros a mi.

5
A l comienzo malo
de mis amores,
convidó Fernando
los comendadores
a buenas gallinas,
capones mejores.
Púsome a la mesa
con los señores:
Jorge nunca tira
los ojos de mí.
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !

Turbó con la vista


mi conoscimiento :
de ver en mi cara
tal movimiento,
tomó de hablarme
atrevimiento.
Desque oí cuitada
su pedimiento,
de amores vencida,
le dije que sí.
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !

Los comendadores
de Calatrava
partieron de Sevilla
a hora menguada,
para la cibdad
de Córdoba la llana,
con ricos trotones
y espuelas doradas.
Lindos pajes llevan
delante de sí.
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !

Por la puerta del Rincórt


hicieron su entrada,
y por Santa Marina
la su pasada;

6
'vieron sus amores
a una ventana i
a doña Beatriz
con su criada.
T an amarga vista
fuera para sí.
1 Los comendadores,
por mi mal os v i !

Luego que pasaron


d ’esta manera,
ante que llegasen
a la Corredera,
le vino de presto
la mensajera :
dice que Fernando
estaba en la S ie rra :
q u ’en los quince días
no verná de allí.
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !

D esqu’ellos oyeron
aquella nueva,
la respuesta dieron
d ’esta manera :
— “ Idos, madre mía,
en hora b u en a;
que la noche es larga
y placentera:
cenaremos temprano,
iremos dormir.”
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !

Cenan los señores


y se dan prisa,
llegan donde amores
los atendían. ‘
Acuéstase Jorge
con la su dama,
también el su hermano
con la criad a;

7
y los cuatro gozan
de gustos sin fin.
¡ Los comendadores»
por mi mal os v i !

Entre mil regalos»


Jorge se durm ió;
pero sueño malo
dicen que soñó;
consigo puñaba,
y se dispertó
temiendo la muerte»
que cierta halló.
Cubrióse su rostro
de frío sudor,
guarecerse quiso
de doña Beatriz.
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !

A un la media noche
no era llegada,
ya subía Hernando
por una escala,
y entra m uy feroz
por la ventana,
un arnés vestido
y espada sacada.
— “ Caballeros malos,
¿qué hacéis aq u í?”
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !

Y luego en entrando
solo a una cuadra,
vido con sus ojos
su afrenta clara.
Pasó el pecho a Jorge
de una estocada,
y a Beatriz la mano
dejóla cortada,
y luego furioso
se salió de allí.

8
] Los comendadores,
por mi mal os v i !
Habló el hermano :
— “ A quí me ten éis:
mi señor Hernando,
vos no me m atéis;
a mi hermano Jorge
ya muerto le habéis.
La suya os perdono,
si dejáis a m í.”
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !

Dijo la cuitada
con gran recelo :
— “ Vos, amores míos,
tenedme duelo,
pues ya veis mi mano
per ese suelo.”
La triste, tendida
sobre su velo,
bien junta con Jorge,
degollóla allí.
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i!
Después de haber muerto
cuantos allí son,
anda por la casa
m uy bravo león.
V ido un esclavo
detrás un rin cón :
— “ T ú , perro, supiste
también la traición,
por lo cual, malvado,
morirás aquí.”
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i!

Jueves era, jueves,


día de mercado,
y en Santa Marina -
hacían rebato,

9
que Fem ando, dicen,
el qu’es Veinticuatro,
había muerto a Jorge
y a su hermano,
y a la sin ventura
doña Beatriz.
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !

P u e s m i pena veis,
m iratm e sin saña,
o no m e m iréis.

A mí que soy vuestro


contino amador,
penado d ’amor
más que no demuestro,
quiero qu’os mostrés
alegre sin saña,
o no me mirés.

10

S o y garridilla e pierdo sazón


por mal m aridada;
tengo marido en mi corazón
que a mí agrada.

H a que soy suya bien cinco o seis años,


que nunca dél hube camisa nin pañ os:
azotes, palmadas y muchos susaños
y mal gobernada.

N i quiere que quiera ni quiere querer;


ni quiere que vea ni quiere v e e r;
mas diz el villano que, cuando él s'aduerme,
que esté desvelada.

10
Esto de su miedo la noche despierta,
de día no oso ponerme a la pu erta;
así que, mesquina, viviendo, soy muerta
y no soterrada.

Desd’el día negro que le conocí,


con cuantos servicios y honras que l[ e ] fiz,
amarga me vea si nunca le vi
la cara pagada.

A sí Dios me preste la vida y salut


que nunca un besillo me dio con virtut
en todos los días de mi juventut
que fui desposada.

Que bien que mal, sufro mis tristes pasiones,


aunque me tienten diez mil tentaciones;
mas ya no les puedo sufrir quemazones
a suegra y cuñada.

Mas si yo quisiese trocar mal por mal,


mancebos muy lindos de m uy grand caudal
me darán pelote, mantillo y brial
por enamorada.

Con toda mi cuita, con toda mi fiel,


cuando yo veo mancebo novel,
más peno amarga y fago por él
que Roldán por su espada.

11

D esfech a

Si d ’ésta escapo
sabré qué con tar;
non partiré dell’aldea
mientras viere nevar.

Una mozuela de vil semeiar


fizóme adama de comigo fo lg a r:
non partiré dell’aldea
mientras viere nevar.

11
12

O jos de la mi señora,
¿ y vos, qué h ab e d es?:
¿por qué vos abaxades
cuando m e v eed es?

13

SIEMPRE m ’habéis q u e rid o :


m aldita sea si os olvido .

Mi señor, no arréis de nada;


vos a mí tener pagada,
y segúnt vuestra embajada,
habréis mi cuerpo garrido.

14

L a niña gritillos dar


no es de maravillar.

Mucho grita la cuitada


con la voz desmesurada
por se veer asalteada:
non es de m aravillar.

Am or puro la venció
que a muchas en gañ ó;
si por él se descibió,
no es de maravillar.

Tem prano quiso saber


el trabajo e placer
qu’el amor nos faz h ab er;
non es de m aravillar.

A los diez años complidos


fueron d’ ella conocidos
todos sus cinco sentidos:
non es de maravillar.

12
A los quince ¿qué fará?
Esto notar se debrá
por quien la praticará:
non es de maravillar.

15

L a ira de Dios
agora me levase,
porque non pasase
tal vida por ves.

De tanto deseo,
e tal soledat,
que, ¡ pardiós !, yo creo
morir en verdat,

la causa sois vos.


Mas si me pesase,
agora me levase
la ira de Dios.

16

Y o, madre, yo,
que la flor de la villa me só.

17

L o s cabellos de mi am iga
d ’ oro s o n :
para m í, lanzadas son.

18

j H a g ÁDESME, hagádesm e
m onum ento d ’am ores, e h !

13
19

Si muero en tierras ajenas,


lejos de donde nací,
¿quién habrá dolor de m í?

20
R om ance d e l a b e l l a m a l m a r id a d a

— “ L a bella mal maridada,


” de las lindas que yo vi,
"v é o te triste, enojada,
” la verdad dila tú a mí.
” Si has de tomar amores,
"vid a, no dejes a mí,
” que a tu marido, señora,
"con otra mujer lo vi,
” y besando y abrazando
"m ucho mal dice de ti,
My juraba y perjuraba
"q u e te había de ferir/'
A llí habló la señora,
allí habló, dijo a s í:
— “ Sáquesme tú, el caballero,
” y sacásesme de aquí,
” por las tierras donde fueres
"b ie n te sabré yo servir.”
Ellos en aquesto estando,
su marido veislo aquí.

21

AQUEL caballero, m adre,


tres besicos le m a n d é :
creceré y dárselos he.

Porque fueron los primeros


en mi niña juventud,
prometílos por vertud,
amores tan verd aderos:

14
aunque envíe mensajeros,
otra cosa no d ir é :
creceré y dárselos he.

Señora, si a vos placía


que mi deuda se pagase,
porque luego rematase
el daño que padecía,
y, si en esto consentía,
gran placer recebiré:
creceré y dárselos he.

Los ojos con que le vi


han seído causadores
que sean mantenedores
los votos que prom etí:
la promesa que le di
yo m uy bien la guard aré:
creceré y dárselos he.

22

N iña y viña, peral y habar,


malo es de guardar.

Levantém e, oh madre,
mañanica frida,
fui a cortar la rosa,
[la rosa] florida.
Malo es de guardar.

Levantém e, oh madre,
mañanica clara,
fui cortar la rosa,
la rosa granada.
Malo es de guardar.

Viñadero malo
prenda me p e d ía;
dile yo un cordone,
dile yo mi cinta.
Malo es de guardar.

15
Viñadero malo
prenda me demanda,
dile yo un [cordone,
dile yo una banda.
Malo es de guardar.]

23

P i n g ú e l e , respinguete,
] qué buen San Juan es é ste !

Fuese mi marido
a Seo del A rzobispo;
dejárame un fijo
y fallóm e cinco,
j Qué buen San Juan es é ste !

Dejárame un fijo
y fallóme cinco;
dos hube en el Carmen
y dos en San Francisco.
] Qué buen San Juan es é ste !

24

A lalba venid, buen amigo,


al alba venid.

A m igo el que yo más quería,


venid al alba del día.

A m igo el que yo más amaba,


venid a la luz del alba.

V enid a la luz del día,


non trayáis compañía.

V enid a la luz del alba,


non traigáis gran compaña.

16
25

T R E S m orillas me enam oran


en Ja é n :
A xa y Fátima y Marién.
T res morillas tan garridas
iban a coger olivas,
y hallábanlas cogidas
en Jaén,
A xa y Fátima y Marién.
Y hallábanlas cogidas,
y tornaban desmaídas
y las colores perdidas
en Jaén,
A xa y Fátima y Marién.
T res moricas tan lozanas,
tres moricas tan lozanas,
iban a coger manzanas
a Jaén,
A xa y Fátima y Marién.

26

L a s m is penas, m adre,
de am ores son.
Salid, mi señora,
de s o l naranjale,
que sois tan hermosa,
quemarvos ha el aire,
de amores, sí.

27

MlNNO am or, dexistes “ A y "


venn o a v e f cómo vos vay.
Minno amcr tan , garrido,
finos’ vuestro m an d o ;
venno a ver cómo vos vay.

17
M inno am or tan lozano,
firiós’ vuestro v e la d o ;
venno a v e r cóm o vos vay.

28

MANO a m ano los dos amores,


m ano a m ano.

E l galán y la galana
am bos vu elv en ell agua clara,
m ano a m ano.

29

N iñ a , erguídem e los ojos


que a m í enam orado m ’han.

N o los alces desdeñosos,


sino ledos y am orosos,
que m is torm entos penosos
en verlos descansarán.

D e los m uertos haces vivos


y de los libres c a tiv o s :
n o m e los alces esquivos,
q u ’en vellos m e m atarán.

30

E n t r a m ayo y sale abril,


tan garridico le v i venir.

E n tra m ayo con sus flores,


sale abril con sus am ores,
y los dulces am adores
com ienzan a bien servir.

18
31

] QUIÉN vos había de lle v a r !


¡ O x a lá !
] A y, Fatimá, F atim á!

Fatimá la tan garrida,


levaros he a Sevilla,
teneros he por amiga.
¡ O x a lá !
¡ A y, F atim á!

32

E l l am or que m e bien quiere


agora viene.

Ell am or que m e bien quería


una em presa m e pedía.
A gora viene.

33

— Mi ventura, el caballero,
mi ventura.

— N iñ a de rubios cabellos,
¿quién os trajo a aquestos yerm os?
— Mi ventura, el caballero,
mi ventura.

34

TODOS duerm en, corazón,


todos duerm en, y vos non.

El dolor que habéis cobrado


siempre os terná desvelado:
qu’el corazón lastimado
recuérdale la pasión.

19
35

Dos ánades, madre,


que van por aquí,
mal penan a mí.

D os ánades, madre,
del c a m p ...............................

al campo de flores
iban a dormir.
Mal penan a mí.

36

Si lo dicen, digan,
alma mía,
si lo dicen, digan.

Dicen que vos quiero


y por vos me m u ero :
dicho es verdadero,
alma mía,
si lo dicen, digan.

37

¿QUÉ me queréis, caballero?


Casada soy, marido tengo.

Casada soy, y a mi grado,


con un caballero honrado,
bien dispuesto y bien criado,
que más que a mí yo lo quiero.
Casada soy, marido tengo.

Casada soy por ventura,


mas no ajena de tristura;
pues hice yo tal locura,
de m í misma yo me vengo.
Casada soy, marido tengo.

20
33

. E n Á vila, mis ojos,


dentro en Á vila.

En Á vila del Río


mataron mi amigo,
dentro en Á vila.

39

V u e s t r o s ojos m orenillos,
q u e por m i desdicha v i,
m e hacen v e v ir sin m í.

Unos ojos m uy extraños


que por mis males miré,
si acrecientas en mis daños
mas no menguas en mi fe,
miraron, y vilos yo
de tal suerte, que me vi
siempre muerte para mí.

40

¡ A y , que non era,


mas ay, que non hay
quien de mi pena se d u e la!

M adre, la mi madre,
el mi lindo amigo
moricos de allende
lo llevan c a tiv o ;
cadenas de oro,
candado morisco.
¡ A y , que non era,
mas ay, que non hay
quien de mi pena se duela !

21
41

O jo s morenicos,
irm’he yo a querellar
que me queredes matar.

Quejarm’he de mí
que ansí me vencí,
que desque os vi
me aquejó el pesar
que me queredes matar.

42

A q u e l caballero, m adre,
¿si morirá,
con tanta mala vida como h a ?

Que según su padecer,


su firmeza y su querer,
no me puedo defender,
y vencerme ha
con tanta mala vida como ha.

Porque según su afición,


bien merece galardón,
y en pago de su pasión
se le dará,
con tanta mala vida como ha.

Y de verle con dolor,


con ansias y con amor,
he mancilla y temor
que morirá
con tanta mala vida como ha.

Y el su amor mucho crecido


con que tanto me ha servido,
vencedor, aunque vencido,
le hará
con tanta mala vida como ha.

22
N o daré causa que muera
por tener fe tan entera;
mas todo lo que él espera
acabará
con tanta mala vida como ha.

43

N o puedo apartarme
de los amores, madre,
no puedo apartarme.

Am or tiene aquesto
con su lindo g e sto :
que prende m uy presto
y suelta muy tarde :
no puedo apartarme.
*

44

D e n t r o en el vergel
m oriré.
Dentro en el rosal
m atarm ’ han.

Y o m 'iba, mi madre,
las rosas coger;
hallé mis amores
dentro en el vergel.
Dentro en el rosal
m atarm ’ han.

45

POR vos m al m e viene,


n iñ a, y atendedm e.

Por vos, niña virgo,


prendióme el m erin o:
niña, y atendedme.

23
Prendióme el merino,
tráeme mal h erid o :
niña, y atendedme.

Por vos, niña dalgo,


prendióme el Ju rad o :
niña, y atendedme.

Prendióme el Jurado,
hame lastim ado:
niña, y atendedme.

46

E s t a s noches atán larg as


para m í
no solían ser así.

Solía que reposaba


las noches con alegría,
y el rato que no dormía
en sospiros lo pasaba:
mas peor estó que estab a;
para mí
no solían ser así.

47

ALLÁ se m e ponga el sol


donde tengo el am or.

A llá se me pusiese
do m is am ores viese,
antes que m e m uriese
con este dolor.

A llá se m e aballase
do mi am or topase,
antes que m e finase
con este rencor.

24
48
S e r v ir o s ía, y no o so :
só mozo.

Señora de mi vida,
¿por qué sois desconocida?
Só mozo. •

Mi vida tenéis perdida,


y dello no sois servida.
Só mozo.

Y aborriste de vencida,
y mi muerte ya es v en id a;
y soy mozo.
¿Q ué ganáis, desgradecida,
si mi alma va perdida,
y soy m ozo?

Señora, la mi señora,
que mi fe siempre os adora.
Soy mozo.
Y no viéndo’s cada hora
mi vida se. empeora.
Soy mozo.
Y la tristeza en mí mora,
porque sois peor que mora.
Só mozo.

49

¡ A y , Santa María,
valedme, Señora,
esperanza m ía !

V os sois la que amo,


vos sois la que quiero,
vos sois la que llamo,
vos sois la que espero,
vos sois el lucero
cuya luz nos guía,
esperanza mía.

25
50

N o quiero ser monja, no,


que niña namoradica só.

Dejadme con mi placer,


con mi placer y alegría,
dejadme con mi porfía,
que niña malpenadica só.

51

R o d rig o Martínez
a las ánsares, ¡ ahé !,
pensando qu’eran vacas
silbábalas: ¡ H e !

Rodrigo Martínez,
atán garrido,
los tus ansarinos
liévalos el río, ¡a h é !
Pensando qu’eran vacas
silbábalas : ¡ H e !

Rodrigo Martínez,
atán lozano,
los tus ansarinos
liévalos el vado, ¡a h é !
Pensando qu’ eran vacas
silbábalas: ¡ H e !

52

G r it o s daban en aquella sierra.


I A y , m ad re!, quiérom’ir a ella.

En aquella sierra erguida


gritos daban a Catalina.
¡ A y, madre !, quiérom’ ir a ella.

26
53

So ell encina encina,


so ell encina.

Y o me iba, mi madre,
a la rom ería;
por ir más devota
fu i sin com pañía...
So ell encina.

Por ir más devota


fu i sin com pañía;
tomé otro camino,
dejé el que tenía...
So ell encina.

H allém e perdida
en una m ontm a;
echéme a dormir
al pie dell encina...
So ell encina.

A la media noche
recordé, m ezquina;
halléme en los brazos
del que más quería,
so ell encina.

Pesóme, cuitada,
de que amanecía,
porque yo gozaba
del que más quería
so ell encina.

M uy biendita sía
la tal romería,
so ell encina.

54

S o l sol gi gi A B C,
enamoradico vengo
de la sol fa mi re.

27
Iba a ver, mi madre,
a quien mucho amé,
íbame cantando
lo que os diré :
Sol sol gi gi A B C,
enamoradico vengo
de la sol fa mi re.

55

S e r r a n a del bel mirar,


Dom inguilla, vi lo zan a:
enamoróme su cantar.

Yéndom e por la majada,


do mi ganado tenía,
vi estar una serrana
cantando con gran porfía,
m uy apuesta y m uy galana,
qu’a m í m uy bien parecía.
A sí 1a viera estar,
mirando por su ganado,
y diciendo este can tar:
“ Garridica soy en el yermo,
y ¿para qué,
pues que tan mal me em pleé?

Que en el yermo do me veo


mi tiempo m uy mal em pleo:
si me veo y me deseo
es por qué
mi vida tan mal empleé.”

Desque vi que se quejaba,


fuérame llegando a e lla ;
cuando más cerca llegaba,
relumbraba como estrella;
que no vi en esta montaña
otra serrana tan bella,
que tanto fuese de amar,
mirando por su ganado
y diciendo este can tar:

28
“ Madre, ¿para qué nací
tan garrida,
para tener esta vid a?

De vevir m uy descontenta
mi tristeza se acrecienta;
ell alma siempre lamenta
dolorida,
por tener tan triste vida.”

56

N o pueden dormir mis ojos,


no pueden dormir.

Y soñaba yo, mi madre,


dos horas antes del día,
que me florecía la ro sa :
ell pino so ell agua fr id a :
no pueden dormir.

57

A SO M BR A d e m is c a b e llo s
se a d u r m ió :
¿si le recordaré yo ?
Adurmióse el caballero
en mi regazo acostado;
en verse mi prisionero
m uy dichoso se ha h allad o;
de verse m uy trasportado
se adurmió.
¿ S i le recordaré yo ?

Am or hizo ser vencidos


sus ojos cuando me vieron,
y que fuesen adormidos
con la gloria que sintieron.
Cuando más mirar quisieron
se adurmió.
¿ S i le recordaré yo ?

29
Estando así dudando
por ver si recordaría,
d ijo : — “ Ya estoy descansando,
"dejadm e, señora mía” .
Bien velaba aunque dormía,
pues me oyó.
¿ S i le recordaré yo?

Peleó con el Am or,


de su gran fuego inflam ado;
por su siervo se la ha dado
para siempre en su favor.
Querellando su dolor
se adurmió.
¿ S i le recordaré yo?

58

— D e s c ie n d e al valle, niña.
— N on era de día.

— N iña de rubios cabellos,


desciende a los corderos
que andan por los centenos.
— N on era de día.

59

P o r beber, com adre,


por beber.

Por mal vi, comadre,


tu vino pardillo,
que allá me tenías
mi saya y mantillo,
por beber.

Que allá me tenías


mi saya y m an tillo:
relampaguéame el ojo,
láteme el colodrillo,
por beber.

30
60

B u e n am or, no m e deis guerra,


que esta noche es la prim era.

A sí os vea, caballero,
de la frontera venir,
como toda aquesta noche
vos me la dejéis dormir.

61
PASÉISME ahora allá, serrana,
que no m uera yo en esta m ontaña.

Paséisme ahora allende el río,


paséisme ahora allende el río,
que estoy triste, mal herido,
que no muera yo en esta montaña.

62
P e r d í la m i rueca
y el huso non fa llo ;
si vistes a l[lá ]
al tortero andar.

Perdí la mi rueca
llena de lino,
hallé una bota
llena de v in o ;
si vistes a l[lá ]
al tortero andar.

Perdí la mi rueca
llena d ’estopa;
de vino fallara
llena una b o ta ;
si vistes al[lá ]
al tortero andar.
Hinqué mis rodillas,
dile un besillo,
bebí un azumbre

31
más un cuartillo;
si vistes a l[lá ]
al tortero andar.

Hallé yo una bota


llena de v in o ;
dile un tal golpe
y tiróme el tin o :
si vistes a l[lá ]
al tortero andar.

Vino mi marido
y diome en la toca.
¡ A y de mí, mezquina,
y cómo estoy lo c a !
Si vistes a l[lá ]
al tortero andar.

Caíme muerta,
ardióse el estepa,
vino mi marido,
[diome so la ropa.
Si vistes a l[lá ]
al tortero andar.]

63

V u e s t r o s son mis ojos,


Isabel,
vuestros son mis ojos
y mi corazón también.

64

AQUEL pastorcico, m adre,


que no vien e,
algo tiene en el campo
que le duele.

65

E l mi corazón, madre,
robado me le hane.

32
Dos ojos vinieron
y en mi alma llamaron,
los mios los abrieron
y allá los entraron:
señores se alzaron
del corazón, m ad re;
robado me le hane.

N adie que los viera


dexara de abrir
por cierto que fuera
que habia de morir.
Muerte hay que es fiera,
y ésta fuera, madre.
Robado me le hane.

Ell alma, que vio


preso el corazón,
luego se rendió,
y con gran razón.
Porque tal prisión
libertad es, madre,
que robado me le hane.

66

E n e m ig a le soy, m adre,
a aquel caballero y o :
m al enem iga le só.

67

N o oso alzar los ojos


a mirar aquel galán,
porque me lo entenderán.

Si a dicha le salgo a ver


cuando por mi puerta pasa,
luego me riñen en casa,
que se me quieren comer.
Mándanmele no querer;

33
/
yo no puedo, ni podrán,
aunque más me lo entenderán.

68

A d u r m io s e m e m i lin d o am or,
siendo del sueño vencido,
y quedósem e adorm escido
debajo de un cardo corredor.

Adcrm ióse porque pudiese


descansar su gran dolor,
o porqu’el A m or le diese,
en sueños, algún fa v o r :
que, despierto, clamador
no piensa ser socorrido.
Y quedóseme adormescido
debajo de un cardo corredor.

É l durm iendo, velo yo ,


abrasándom e su f u e g o ;
deste velar m e quedó
vid a con poco sosiego.
Su dolor es mi dolor,
su gemir es mi gemido.
Y quedóseme adormescido
debajo de un cardo corredor.

69

— “ D a m e acogida en tu hato,
"z a g a la , de m í te d u e la :
"cata qu’en el monte hiela,
" q u ’ en el monte hiela” — .

•— “ Esta noche en tu majada


"acoge al triste perdido
"q u e viene de amor vencido
"d e aquella su linda am ada;
"acógele en tu cabaña;
"pastora, de m í te d u e la :

34
"cata qu ’en el monte hiela,
" q u ’ en el monte hiela” — .

— “ M i choza no quiero abrir


"esta noche que hace oscuro,
” ni de tus razones curo,
"aunque te viese morir” — .
— “ En el suelo es mi dormir,
” sin colchón, manta ni tela.
"C ata qu’ en el monte hiela,
" q u ’en el monte hiela” .—

— “ Y o no curo de tu cama
"si es de paja o canto o heno,
"m as mira tú cuánto peno
"p o r amores en tu llama” .—
— “ Oh, mi Dios, mi gentil d am a;
"pastora, de mí te d u e la:
"cata qu’ en el monte hiela,
" q u ’en el monte hiela” .—

70

C o r a z ó n , sigue tu v ía,
que yo seguiré la m ía.

Corazón, yo te despido
de cuanto bien te he qu esido;
pésame el que te he servido,
y más del que serviría.
Corazón, sigue tu vía,
que yo seguiré la mía.

Corazón malo y sin arte,


piensa con qué remediarte,
que en m í no tem ás más parte
que el moro en Santa María.
Corazón, sigue tu vía,
que yo seguiré la mía.

Corazón desmesurado,
contra mí te has rebelado;
anda, ve desatinado,

35
busca otra com pañía.
Corazón, sigue tu vía,
que yo seguiré la mía.

Corazón, nunca creyera


que quieras sin que yo quiera,
y que mueras sin que m u era;
anda, ve a la burlería.
Corazón, sigue tu vía,
que yo seguiré la mía.

71

¡ CuÁNT bien habéis entonado,


pajarico p in tad o !

Cantáis tan filosofal,


que habéis tono de metal
y la voz emperial
de gran majestad y estado,
pajarico pintado.

N o cantéis haciendo gestos,


ni deis los pasos tan prestos;
los ojos bajos y honestos
levaldos por fuerza o grado,
pajarico pintado.

En veros tantos colores


parecéis mayo en sus flores,
y tan perdido de amores,
que jamás os veo penado,
pajarico pintado.

72

E n dech as

P a r ió m e m i m adre
una noche escura,

36
cubrióme de luto,
faltóme ventura.

Cuando yo nascí,
era hora menguada,
ni perro se oía,
ni gallo cantaba.

N i gallo cantaba,
ni perro se oía,
sino mi ventura
que me maldecía.
Apartaos de mí,
bien afortunados,
que de sólo verme
seréis desdichados.
Dixeron mis hados,
cuando fui nascido,
si damas amase
fuese aborrecido.
Fui engendrado
en signo nocturno,
remaba Saturno
en curso menguado.
Mi lecho y la cuna
es la dura tie rra;
crióme una perra,
mujer no, ninguna.
Muriendo, mi madre,
con voz de tristura,
púsome por nombre
hijo sin ventura.
Cupido enojado
con sus sofraganos
el arco en las manos
me tiene encarado.
Sobróme l’amor
de vuestra hermosura,
sobróme el dolor,
faltóme ventura.

37
73

P a r t ir quiero yo,
y no del q u e r e r :
que no puede ser.

El triste que quiere


partir y se va,
adonde estuviere
sin sí v iv irá ;
mas que no pomá
en otra el q u ere r:
que no puede ser.

Daqueste partir
sin duda procede,
partiendo, m orir;
la vida bien puede,
mas no que no quede
con voz el q u ere r:
que no puede ser.

Perder yo la vida
podrá ser, por cierto,
mas si sois servida
contatme por m u erto;
mas no ser incierto
de vuestro q u erer:
que no puede ser.

74

D e c id , gentil ald ean a:


¿quién os hizo tan galana?

Es tanta vuestra beldad,


que me espantáis de verdad,
y en tanta graciosidad
no demostráis ser villana.
¿Q uién os hizo tan galana?

38
De mujeres sois la flor,
de los amores l’amor,
de las primores primor,
que todos dolores sana.
¿Q uién os hizo tan galana?

Sois vos la mesma hermosura


y el mesmo placer y holgura,
que en ver yo vuestra figura
todo mi dolor se sana.
¿Q uién os hizo tan galana?

75

D e velar vien e la niña,


de v e lar venía.

— Dígasm e tú, el ermitaño,


así Dios te dé alegría,
si has visto por aquí pasar
las cosas que yo más quería.
D e velar venía.

— Por mi fe, buen caballero,


la verdad yo te d iría :
yo la v i per aquí pasar
tres horas antes del día.
De velar venía.

Lloraba de los sus ojos,


de la su boca d e c ía :
— Mal haya el enamorado
que su fe no mantenía.
D e velar venía.

Y maldito sea aquel hombre


que su palabra rompía,
más que más con las mujeres
a quien más se le debía.
D e v e lar venía.

39
— Mas maldita sea la hembra
que de los hombres se fía,
porque aquella es engañada
la que en palabras confía.
De velar venía.

76

PERDÍME per conoceros,


ojos m orenos,
perdím e por conoceros.

77

C e r v a t ic a , que no m e la vuelvas,
que yo m e la vo lveré.

Cervatica tan garrida,


no enturbies el agua fría,
que he de lavar la camisa
de aquel a quien di mi fe.
Cervatica, que no me la vuelvas,
que yo me la volveré.

Cervatica tan galana,


no enturbies el agua clara,
que he de lavar la delgada
para quien yo me lavé.
Cervatica, que no me la vuelvas,
que yo me la volveré.

78

Y a cantan los gallos,


amor mío, y v e t e :
cata que amanece.

V ete, alma mía,


más tarde no esperes,

40
no descubra el día
los nuestros placeres.
C ata que los gallos,
según m e parece,
dicen que am anece.

79

■ O ju e l o s graciosos,
que os estáis riendo
del que está m uriendo.

Ojos tan herm osos,


doleos de m ín,
no m e deis la fin,
basten mis enojos.
M iradm e, mis ojos,
aunque sea riendo
del q u ’ está m uriendo.

80

L l e v a un pastorcico
cubierto el cuidado
de m u y enam orado.

81

E n v i Ár a m e m i m adre
por agua a la fuen te f r í a :
v e n g o del am or herida.

F u i por agua a tal sazón


que corrió mi triste hado,
traigo el cántaro quebrado
y partido el corazón ;
de dolor y gran pasión
v e n g o toda espavorida,
y v e n g o del am or herida.

41
Dejo el cántaro quebrado,
vengo sin agua corrida;
mi libertad es perdida
y el corazón cativado.
[ A y , qué caro me ha costado
del agua de la fuente fría,
pues de amores ven go h erid a!

82

S o l ía ser bien querido,


que ahora no,
que no soy yo,
que no, n o :
soy sombra del que murió.

Soy ánima que anda en pena,


fuera de [la ] sepultura,
soy una voz que süena
en la noche más escura,
aquel que hubo ventura,
otro que en dicha se vio :
que no soy yo,
que no, no :
sombra soy del que murió.

83

R e y don A lon so,


rey m i señor,
rey de los reyes,
el em perador.

Cuatro monteros
del rey don Alonso,
cuatro monteros
mataron un oso.
R ey don Alonso,
rey mi señor,
rey de los reyes,
el emperador.

42
84

Si tantos halcones
la garza combaten,
por Dios que la maten.

La garza se queja
de ver su ventura
que nunca la deja
gozar del altu ra;
con gozo y tristura
así la combaten :
por Dios que la maten.

85

Y LA m i cinta dorada,
¿ p o r qué m e la tom ó
quien no me la d io ?

La mi cinta de oro fino,


diómela mi lindo am ig o ;
tomómela mi mando.
¿P or qué me la tomó
quien no me la dio?

L a mi cinta de oro claro,


diómela mi lindo am ado;
tomómela mi velado.
¿P or qué me la tomó
quien no me la dio?

86
A r d É, corazón, ardé,
q u e no os puedo yo valer.

87

G e n t il caballero,
dédesm e hora un beso,

43
siquiera por el daño
que m e habéis hecho.

V en ía el caballero,
venía de S e v illa ;
en huerta de m onjas
lim ones cogía,
y la prioresa
prendas le p e d ía :
siquiera por el daño
que m e habéis hecho.

. 88

I s a b e l , Isabel.
perdiste la tu f a j a ;
hela por do v a
nadando p er el agua.
¡Isa b e l, la tan g a r r id a !...

89

N o sé qué m e bulle
en el calcañar,
que no puedo andar.

Y én d o m e y vin ien do
a las mis vacas,
no sé qué m e bulle
entre las faldas,
que no puedo andar.
N o sé qué m e bulle
en el calcañar,
que no puedo andar.

90

N o m e habléis, conde,
d ’ am or en la c a lle :
y
44
catá que os dirá mal.
conde, la mi madre.

Mañana iré, conde,


a lavar al r ío ;
allá me tenéis, conde,
a vuestro servicio.

Catá que os dirá mal,


conde, la mi madre.
N o me habléis, conde,
d ’amor en la calle :
catá que os dirá mal.
conde, la mi madre.

91

A b a ja los ojos, casa d a ;


no mates a quien te m iraba.

Casada, pechos hermosos,


abaja tus ojos graciosos:
no mates a quien te miraba.
Abaja los ojos, casada;
no mates a quien te miraba.

92

P e r d id a traigo la co lo r:
todos me dicen que lo he de amor.

Viniendo de romería
encontré a mi buen am or;
pidiérame tres besicos.
luego perdí la color.
Dicen a mí que lo he de amor.
Perdida traigo la color,
todos me dicen que lo he de amor.

93

P u s e mis amores
én Fem an d ico.

45
J A y, que era casado!
¡ Mal me ha mentido !

Digas, marinero
del cuerpo garrido,
¿en cuál de aquellas naves
pasa Fernandico?
[ A y, que era casado!
{ M al me ha mentido !
Puse mis amores
en Fernandico.
| A y , que era casado!
¡ Mal me ha m en tido!

94

¿ P or qué me besó Perico,


por qué me besó el traidor?

Dijo qu’en Francia se usaba


y por eso me besaba,
y también porque sanaba
con el beso su dolor.
¿Por qué me besó Perico,
por qué me besó el traidor?

95

A l l á me tienes contigo,
serranica de Aragón,
el alma y el corazón.

T u yo soy, no te lo n iego ;
haz lo que por bien tuvieres,
y si el cuerpo no quisieres
mandarás ponelle fuego.
N o sigas al Am or ciego,
guíate por la razón,
pues tienes mi corazón.
A llá me tienes contigo,

46
serranica de Aragón,
el alma y el corazón.

96

D e los álamos ven go , m adre,


de v e r cómo los m enea el aire.

De los álamos de Sevilla


de ver a mi linda amiga,
de ver cómo los menea el aire.

D e los álamos vengo, madre,


de ver cómo los menea el aire.

97

D e l rosal sale la rosa.


¡ Oh qué hermosa !

¡ Qué color saca tan fin o !


Aunque nace del espino,
nac’entera y olorosa.
Nace de nuevo primor
esta flor.
Huele tanto desd’el suelo,
que penetra hasta el cíelo
su fuerza maravillosa.

98

M o r e n ic a m ’era y o ;
dicen que sí, dicen que no.

Unos que bien me quieren


dicen que s í ;
otros que por mí mueren
dicen que no.
Morenica m ’era y o ;
dicen que sí, dicen que no.

47
99

¿ A g o r a que sé d’amor me metéis m onja?


¡A y , Dios, qué grave cosa!

Agora que sé d’ amor de caballero,


agora me metéis monja en el monesteno.
j A y, Dios, qué grave co sa!

100

Q u e yo , m i m adre, yo ,
que la flor de la v illa m ’era yo.

fbame yo, mi madre,


a vender pan a la villa
y todos me d ecían :
— “ ¡ Qué panadera garrida ! ”
Garrida m’ era yo.
Que la flor de la villa m ’ era yo.

101

¿QUÉ razón podéis tener


para no me querer?

U n amigo que yo había


dejóme y fuese a Castilla
para no me querer.
¿Q ué razón podéis tener
para no me querer?

102

CABALLERO, queráism e dejar,


que me dirán m al.

¡ Oh, qué mañanica mañana,


k la mañana de San Juan,

48
cuando la niña y el caballero
ambos se iban a b añ ar!
Que me dirán mal,
caballero, queráisme dejar,
que me dirán mal.

103

O jo s morenos,
¿cuándo nos verem os?

Ojos morenos,
de bonica color,
seis tan graciosos,
que matáis de amor.
De amor, morenos,
¿cuándo nos verem os?

104

Si el pastorcico es nuevo
y anda enamorado,
si se descuida y duerme,
¿quién guardará el ganado?

— Digas, el pastorcico,
galán y tan pulido,
¿cuyas eran las vacas
que pastan par del río?—
— Vuestras son, mi señora,
y mío es el suspiro.—
Si se descuida y duerme,
¿quién guardará el ganado?

105

POR am ores lo m aldijo


la m ala m adre al buen hijo.

49
— ¡ Si pluguiese a Dios del cielo
y a su madre, Santa María,
que no fueses tú mi hijo,
porque yo fuese tu am iga! —
Esto dijo y lo maldijo
la mala madre al buen hijo.
Por amores lo maldijo
la mala madre al buen hijo.

106

DESCENDID al valle, la niña,


que ya es ven id o el día.

Descendid, niña de amor,


que ya es venido el albor;
veréis a vuestro amador
que e* veros se alegraría:
que ya es venido el día.
Descendid al valle, la niña,
que ya es venido el día.

107

A g o r a que soy niña


quiero alegría ;
que no se sirve Dios
de mi monjía.

Agora que soy niña,


niña en cabello,
me queréis meter monja
en el monesterio.
Que no se sirve Dios
de mi monjía.
A gora que soy niña
quiero a le g ría :
que no se sirve Dios
de mi monjía.

50
108

Y a florecen los árboles,


[u a n :
mala seré de guardar.

Y a florecen los almendros


y los amores con ellos,
Ju a n :
mala seré de guardar.
Y a florecen los árboles,
Juan :
m ala seré de guardar.

109

QUIEN amores tiene, ¿cóm o duerme?


Duerme cada cual como puede.

Quien amores tiene de la casada,


¿cóm o duerme la noche ni el alba?
Duerme cada cual como puede..
Quien amores tiene, ¿cóm o duerme?
Duerme cada cual como puede.

110
L in d o s ojos habéis, señora,
de los que se usaban agora.

V os tenéis los ojos bellos


y tenéis lindos cabellos,
que matáis, en sólo vellos,
a quien de vos se namora.
Lindos ojos habéis, señora,
de los que se usaban agora.

m
D e las dos herm anas, dose,
válam e la gala de la m enore.

51
L a mencr es más galana,
más hermosa y más lozan a;
a quien quiere, mata y sa n a :
válame la gala de la menore.
De las dos hermanas, dose,
válame la gala de la menore.

112

S a l g a la luna, el cab allero ;


salga la luna, y vám onos luego.

Caballero aventurero,
salga la luna por entero,
salga la luna, y vámonos luego.
Salga la luna, el caballero,
salga la luna, y vámonos luego.

113 .

— ¡ A h , herm osa,
abrím e, cara de r o s a !

— ¿Q uién sois vos?


— S o y un hom bre.
— Pues decidm e vuestro nom bre.
•— N o puede ser;
n i m e habéis de conocer.
— N unca y no,
que yo en mi casa m’ estó.
¡ A h í os puede am an ecer!
— A cab á y a ;
baja una lumbre acá.
— N o h ay candelas.
— S i fu era mozo de espuelas,
voto a nos,
que luego abriérades vos.
— S i abriera o no,
dentro en m i casa m ’estó.
¡ A hí os puede amanecer !

52
114

S o l e d a d tengo de ti,
tierra m ía do nací.

Si muriere sin ventura,


sepúltenme en alta sierra,
porque no extrañe la tierra
mi cuerpo en la sepultura,
y en sierra de grande altura,
por ver si veré de allí
las tierras a do nací.

115

— D e ja ya tu soledad,
pastor chapado,
pastor garrido.
— ¿Cóm o la podré dejar?
Que estoy llagado,
que estoy herido.

— Deja ya tu soledad,
que vives desesperado.
— Antes vivo descansado
y en ella quejo mi queja.
— Pues deja tanto llorar,
qo pierdas tu buen sentido.
— ¿Cóm o lo podré dejar?
Que estoy llagado,
que estoy herido.

116

— C o b a r d e caballero,
¿de quién habedes miedo?

¿D e quién habedes miedo


durmiendo conm igo?
— D e vos, m i señora.

53
que tenéis otro amigo.
— ¿ Y deso habedes m iedo?
Cobarde caballero,
¿de quién habedes m iedo?

117

P o r m i vid a, m adre,
am ores no m ’engañen.

Burlóme una vez


Am or lisonjero,
de falso y artero
y hecho al revés.
Mi madre, por mi fe,
no m ’engañen amores.
Por mi vida, madre,
amores no m ’engafíen.

118

B u s c a d , buen am or,
con qué me falaguedes,
que m al enojada m e tenedes.

Anoche, amor, os estuve aguardando,


la puerta abierta, candelas quem ando;
y vos, buen amor, ccn otra holgando.
Que mal enojada me tenedes. .

119

¡ Q ué bonica labradora
m atadora!

Su lunar en su mejilla
lindo es a m aravilla;
creo qu’en toda la villa

54
no hay más linda labradora.
| M atadora!

120

L l a m Áis m e v illa n a ;
yo no lo soy.

Casóme mi padre
con un caballero;
a cada palabra
“ H ija de un pechero” .
Y o no lo soy.
Llamáisme v illa n a ;
yo no lo soy.

121

¿ S i me llam an? ¡ A mí llaman


¡ Que cuido que me llaman a mí

En aquella sierra erguida


cuido que me llaman a mí.
Llam an a la más g arrid a:
que cuido que me llaman a mí.
¿ S i me llam an? ¡ A mí llam an!
¡ Que cuido que me llaman a m í!

122

N o me firáis, madre,
yo os lo d iré :
mal d ’amores he.

M adre, un caballero
de casa del rey,
siendo yo m uy niña,
pidióme la f e ;
dísela yo, madre,

55
no lo negaré.
Mal d ’amores he.
N o me firáis, madre,
yo os lo d ir é :
mal d’amores he.

123

¿ D e dónde ven ís, am ores?


Bien sé yo de dónde.

Caballero de mesura,
¿ d o venís la noche escura?
¿D e dónde venís, amores?
Bien sé yo de dónde.

124

N o tengo cabellos, m adre,


mas tengo bonico donaire.

N o tengo cabellos, madre,


que me lleguen a la cin ta;
mas tengo bonico donaire
con que mato a quien me mira.
Mato a quien me mira, madre,
con mi bonico donaire.

125

Q u e no me desnudéis,
amores de mi v id a ;
que no me desnudéis,
que yo me iré en camisa.

Entrastes, mi señora,
en el huerto ajeno,
cogistes tres pericas
del peral del medio,


dejaredes la prenda
d ’amor verdadero.
Que no me desnudéis,
que yo me iré en camisa.

126

D ’AQUEL pastor de la sierra,


dar quiero querella.

D ’aquel pastor tan garrido


que me robó mi sentido,
dar quiero querella.
D ’aquel pastor de la sierra,
dar quiero querella.

127

E n la fuente del rosel,


lavan la niña y el doncel.

En la fuente de agua clara,


con sus manos lavan la cara
él a ella y ella a é l :
lavan la niña y el doncel.
En la fuente del rosel,
lavan la niña y el doncel.

128

¡ N o me llaméis sega la erva,


sino m orena!

U n amigo que yo había


sega la erva me decía.
¡ N o me llaméis sega la erva,
sino m orena!

57
129

P o r vid a de mis ojos,


el caballero,
por vid a de m is ojos,
bien os quiero.

Por vida de mis ojos


y de mi vida,
que por vuestros amores
ando perdida.
Por vida de mis ojos,
el caballero,
por vida de mis ojos,
bien os quiero.

130

Si la noche hace escura


y tan corto es el camino,
¿cóm o no venís, am igo?

La media noche es pasada,


y el que me pena no v ie n e ;
mi ventura lo detiene
porque soy m uy desdichada.
Véom e desam parada;
gran pasión tengo conmigo.
¿Cóm o no venís, am igo?

131

P o r una vez que mis ojos alcé


dicen que yo le m a té ;
ansí vaya, madre, virgo a la vigilia,
como al caballero no le di herida.
Dicen que yo le maté.

58
132

AQUELLAS sierras, m adre,


altas son de su b ir;
corrían los caños,
daban en un toronja.

Madre, aquellas sierras


llenas son de flores,
encima dellas
tengo mis amores.
Corrían los caños,
daban en un toronjil.

133

MALFERIDA iba la garza


enam orada :
sola v a y gritos daba.

Donde la garza hace su nido,


ribericas de aquel río,
sola va y gritos daba.

134

V o s me m atastes,
niña en cabello,
vos m e habéis m uerto.

Riberas de un río
vi moza virgo.
N iña en cabello,
vos me habéis muerto.
N iña en cabello,
vos me matastes,
vos me habéis muerto.

135

Q u ie r o dorm ir y no puedo,
q u ’ el am or m e quita el sueño.

59
Manda pregonar el rey
por Granada y por Sevilla
que todo hombre enamorado
que se case con su a m ig a :
qu’el amor me quita el sueño.

Que se case con su amiga.


¿Qué haré, triste, cuitado,
que era casada la m ía?
Qu’el amor me quita el sueño.

Quiero dormir y no puedo,


qu’el amor me quita el sueño.

136

Si los delfines mueren de amores,


¡ triste de m í!, ¿qué harán los hombres
que tienen tiernos los corazones?
¡T riste de m í! ¿Q ué harán los hom bres?

137

Y DECID, serranicas, ¡ eh !,
deste m al si m oriré.

Porqu’ el remedio y mi mal


nascen de una causa tal,
que me hacen inmortal,
por do morir no podré.
Deste mal si moriré.

Que de ver la serranica


tan graciosa y tan bonica,
mi dolor me certifica
que jamás no san aré:
deste mal si moriré.

138

Q u e todos se pasan en flores,


mis amores.

60
Las flores que han nascido
del tiempo que os he servido,
derribólas vuestro olvido
y disfavores.
Que todos se pasan en flores,
mis amores.

139

Si la noche hace escura


y tan corto es el camino,
¿cóm o no venís, am igo?

La media noche es pasada


y el que me pena no viene :
mi desdicha lo detiene,
¡ que nascí tan desdichada!
Háceme vivir penada
y muéstraseme enemigo.
¿Cóm o no venís, am igo?

140

B e s Ám e y abrazám e,
m arido mío,
y daros h e’n la m añana
cam isón lim pio.

Y o nunca vi hombre vivo


estar tan muerto,
ni hacer el adormido
estando despierto.
A ndad, marido, alerto,
y tened b río ;
y daros he’n la mañana
camisón limpio.

141

A l t a estaba la peña,
nace la m alva en ella.

61
Alta estaba la peña,
riberas del r ío ;
nace la malva en ella,
y el trébol florido.

142

A l z a , la niña, los o jo s:
no para todos.

Álzalos por jubileo,


por matarnos de deseo,
que la fiesta, según veo,
no es para todos.

143

[ A y , luna que reluces,


toda la noche m ’alum bres!

I A y , luna tan bella,


alúmbresme a la sierra,
por do vaya y v e n g a !
I A y , luna que reluces,
toda la noche m ’alumbres !

144

V i los barcos, madre,


vilos y no me valen.

M adre, tres mozuelas,


non de aquesta villa,
en aguas corrientes
lavan sus camisas.
Sus camisas, madre,
vilas y no me valen.

62
145

¿CON qué la lavaré


la flor de la m i cara?
¿C on qué la lavaré,
que vivo mal penada?

Lávanse las casadas


con agua de lim on es:
lavóm e yo, cuitada,
con penas y dolores.
¿C on qué la lavaré,
que vivo mal penada?

146

S o y serranica, .
y vengo d ’Extrem adura.
¡ Si me valerá v en tu ra!

So y lastimada,
en fuego d ’amor me quemo?
soy desamada,
triste de lo que tem o ;
en frío quemo,
y quémome sin mesura.
¡ Si me valerá ventura !

147

Si te vas a bañar, Juanilla,


dime a cuáles baños vas.

Si te entiendes d ’ir callando,


los gemidos que iré dando,
de m í compasión h ab rás:
dime a cuáles baños vas.

148

Falalalan lera,
de la guarda riera.

63
Cuando yo me vengo
de guardar ganado,
todos me lo dicen :
“ Pedro el desposado” .
A la he, sí soy
con la hija de nostram o;
qu’ esta sortijuela
ella me la diera.
Falalalanlera,
de la guarda riera.

Allá rriba, rriba,


en V al de Roncales,
tengo yo mi esca
y mis pedernales,
y mi furronjito
de ciervos cervales;
hago yo mi lumbre,
siéntome doquiera.
Falalalanlera,
de la guarda riera.

Viene la cuaresma,
yo no como n a d a :
ni como sardina,
ni cosa salad a;
de cuanto yo quiero
no se hace n ad a;
migas con aceite
hácenme dentera.
Falalalanlera,
de la guarda riera.

149

Y o me soy la morenica,
yo me soy la morena.

Lo moreno, bien mirado,


fue la culpa del pecado
que en mí nunca fue hallado,
ni jamás se hallará.

64
Soy la sin espina rosa,
que Salomón canta y glosa :
nigra sum sed formosa,
y por mí se cantará.

Y o soy la mata inflamada,


ardiendo sin ser quemada,
ni de aquel fuego tocada
que a las otras tocará.

150

D e c il d e al caballero que non se queje,


qu e yo le d o y m i fe que non le deje.

Decilde al caballero, cuerpo garrido,


que non se queje en ascondido,
que yo le doy mi fe que non le deje.

151

D ic e n a m í que los amores h e :


'con ellos m e vea si tal pensé.

Dicen a mí por la villa


que traigo los amores en la cin ta;
dicen a mí que los amores h e :
con ellos me vea si tal pensé.

152

Sí amores me han de matar,


agora tienen lugar.

A gora que estoy penado


en lugar bien empleado,
si pluguiese a mi cuidado
que me pudiese acabar,
agora tienen lugar.

65
153

CORTEN espadas afiladas


lenguas m alas.

Mañana de San Francisco


levantado me han un d ich o :
que hablé con la niña virgo.
¡ Lenguas m alas!
Corten espadas afiladas
lenguas malas.

Liberame Domine
a labiis iniquis
et a lingua dolosa erue me.
¡ Lenguas m alas!
Corten espadas afiladas
lenguas malas.

154

A l revuelo de una garza


se abatió el fíeblí del cielo,
y por cogella de vu elo
quedó preso en una zarza.

Por las más altas montañas


el neblí Dios descendía
a encerrarse en las entrañas
de la sagrada María.
T an alto gritó la garza
que “ ecce ancilla” llegó al cielo
y el neblí bajó al señuelo
y se prendió en una zarza.

Eran largas las pihuelas


por do el neblí se prendió,
sacadas de aquellas telas
que Adán y E v a tram ó ;
mas la zahareña garza
tan humilde hizo el vuelo,
que al descender Dios del cielo
quedó preso en una zarza.

66
155

GRITOS daba la m orenica


so el olivar,
que las ramas hace temblar.

La niña, cuerpo garrido,


morenica, cuerpo garrido,
lloraba su muerto amigo
so el o liv a r:
que las ramas hace tem blar.

156

ZAGALEJA de lo verde,
graciosica en el m irar,
quédate adiós, v id a m ía,
que m e v o y deste lugar.

Y o me v o y con mi ganado,
zagala, de aqueste ejido;
no me verás en el prado
entre las yerbas tendido;
desde agora me despido
de mis pasados placeres;
mis músicas y tañeres
se vuelven en suspirar.

Zagaleja de lo verde,
graciosica en el mirar,
quédate adiós, vida mía,
que me v o y deste lugar.

157

M ir a , Juan, lo que te dije,


no se te olvide.
Mira, Juan, lo que te dije
en barrio ajeno,
que me cortes una rueca
de aquel ciruelo.

67
De aquel ciruelo te dije,
no se te olvide.

158

V iu d a enamorada,
gentil amigo ten éis:
por Dios, no le maltratéis.

159

D e iglesia en iglesia
me quiero yo andar
por no malmaridar.

160

PARA mí, para mí son penas,


para mí que vivo en ellas.

Estoy tan acostumbrado


a v iv ir siempre penado,
que las penas me han mostrado
a saber vivir con ellas.
Para' mí, para mí son penas.

N unca nadie ha padescido


las penas que yo he sufrido,
mas por ser por quien han sido
yo he por bien de padecellas.
Para mí, para mí son penas.

Aunque viese a mediodía,


y a las cosas de alegría,
ninguna conocería
porque no trato con ellas.
Para mí, para mí son penas.

68
161

¿QUÉ de vos y de m í, señora,


qué de vos y de m í d irán ?

De vos dirán, mi señora,


la merced que me hacéis,
y que cosa justa es
querer a quien os ad o ra;
y que siempre como agora
m uy fuerte y firme os verán.
¿Q ué de vos y de mí, señora,
qué de vos y de m í dirán?

De mí dirán que por vos


todo lo puse en olvido,
y si así no hubiera sido,
que me castigara Dios.
¡ Mi bien ! ¡ De entrambos a dos,
oh cuánta envidia tendrán!
¿Q ué de vos y de mí, señora,
qué de vos y de mí dirán?

De vos dirán cien mil cosas,


si las saben entender;
que son otras tan hermosas,
mas no de tal parecer.
De la más gentil mujer
todos sus votos os dan.
¿Q ué de vos y de mí, señora,
qué de vos y de mí dirán?

De mí dirán que he salido


con ser bienaventurado,
y que bien pagado he sido,
aunque poco he trabajado;
mas que de tan alto estado
malas caídas se dan.
¿Q ué de vos y de mi, señora,
qué de vos y de mí dirán?

69
162

Q u e no quiero amores
en Ingalaterra,
pues otros mejores
tengo yo en mi tierra.

N o quiero ni estimo
ser favorecido;
de amores me eximo,
qu’es tiempo perdido
servir a Cupido
en Ingalaterra,
pues otros mejores
tengo yo en mi tierra.

¿Q ué favores puede
darme la Fortuna,
por mucho que ruede
el sol ni la luna,
ni mujer alguna
en Ingalaterra,
pues otros mejores
tengo yo en mi tierra?

Que cuando allá vaya,


a fe, yo lo fío,
buen galardón haya
del servicio m ío ;
que son desvarío
los de Ingalaterra,
pues otros mejores
tengo yo en mi tierra.

163

¡ A y , ojuelos v erd es;


ay, los mis oju elos!
¡ A y , hagan los cielos
que de m í te acuerdes!

70
E l último día
quedastes m uy tristes,
y os humedecistes
en ver que partía
con el agonía
de tantos pesares.
Cuando te acostares
y cuando recuerdes,
¡ ay, hagan los cielos
que de mí te acuerdes!

T en go confianza
de mis verdes ojos,
que de mis enojos
parte les alcanza.
Ojos de esperanza
y de buen agüero,
por quien amo y quiero
los colores v e rd e s:
¡ ay, hagan los cielos
que de mí te acuerdes!

¡ A y , Dios I ¡ Quién supiese


a qué parte miras,
y cuando sospiras
la causa entendiese;
y si te sintiese
un cierto dolor
de que un servidor
verdadero pierdes!
¡ A y , hagan los cielos
que de mí te acuerdes!

U n solo momento
jamás v iv ir supe,
sin que en ti se ocupe
todo el pensamiento.
Mis ojos, si miento,
Dios me dé el castigo,
y si verdad digo,
mis ojuelos verdes,
¡ ay, hagan los cielos
que de mí te acuerdes!

71
164

B e s á b a l e y enam orábale
la doncella al v illa n c h ó n ;
besábale y enam orábale,
y él m etido en un rincón.

165

C r íe m e en aldea,
hícem e m o re n a :
si en villa m e criara,
más bonica fuera.

166

S a l t e ó m e la serrana
junto a par de la cabaña.

167

E n aquella peña, en aquella,


que no caben en ella.

168

¡ Si queréis com prar rom ero


de lo granado y polido,
q u ’aun agora lo he c o g id o !

169

L o que dem anda


el rom ero, m adre,
lo que dem anda
no se lo dan.

72
170

V eo que todos se quejan :


yo callando moriré.

1 71

Si de vos, mi bien, me aparto,


¿q u é haré?
Triste vida viviré.

172

Y o no entiendo al Am or, m adre;


yo no entiendo, madre, al Am or.

173

ENOJÁSTEOS, señora,
m ucho más os quiero agora.

Enojásteos, señora,
cuando mi pena os decía;
mucho más os quiero agora
que a mi alma y a mi v id a ;
ni a mi vida, ¡ señora!
Mucho más os quiero agora.

Enojásteos, señora,
cuando mi pena os m ostraba;
mucho más os quiero agora
que a mi vida ni a mi alm a;
ni a mi alma, ¡ señora!
Mucho más os quiero agora.

174

M is ojuelos, madre,
valen una ciudade.

73
Mis ojuelos, madre,
tanto son de claros,
cada vez que los alzo
merescen ducados,
ducados, mi m ad re:
valen una ciudade.

Mis ojuelos, madre,


tanto son de veros,
cada vez que los alzo
merescen dineros,
dineros, mi m ad re :
valen una ciudade.

175

Si los pastores han amores,


¿q u é harán los gentiles hom bres?

Si los pastores han amores,


y aun dentro de aquesta villa,
¿q u é harán los gentiles hombres
que tienen favor de amiga,
que tienen favc r de am iga?
¿Q ué harán los gentiles hom bres?

Si los pastores han amores,


y aun dentro de aquesta sala,
¿q u é harán los gentiles hombres
que tienen favor de amada,
que tienen favor de am ada?
¿Q ué harán los gentiles hom bres?

176

O l v id a r quiero m is am ores,
que yo quiérolos o lvidar.

Los mis amores primeros


no me salieron verdaderos,
sino falsos y lisonjeros,
que yo quiérolos o lv id a r.'

74
Mis amores los de antes
no me salieron leales,
sino falsos y con maldades,
que yo quiérolos olvidar.

177

E n cim a del puerto


v id e una se rra n a :
sin duda es galana.

Encim a del puerto,


allá cerca el río,
vide una serrana
del cuerpo garrido :
sin duda es galana.

Encim a del puerto,


allá cerca el vado,
vide una serrana
del cuerpo lozano :
sin duda es galana.

178

A u n q u e m e vedes
m orenica en el agua,
no seré y o fraila.

U na madre que a mí crió


mucho me quiso y mal me guardó;
a los pies de mi cama los canes ató;
atólos ella, desatélos y o ;
metiera, madre, al mi lindo am o r:
no seré yo fraila.
U na madre que a m í. criara
mucho me quiso y mal me guard ara;
a los pies de mi cama los canes ata ra ;
atólos ella, yo los desatara;
metiera, madre, al que más am ab a:
no seré yo fraila.

75
ii
179

D íc e n m e que tengo am iga


y no lo s é :
por sabello m oriré.

D ícenm e que tengo am iga


de dentro de aquesta villa,
y aún que está en esta bailía,
y no lo s é :
por sabello m oriré.

D ícenm e que tengo am ada


de dentro de aquesta plaza,
y que está en esta baila,
y no lo sé :
por sabello m oriré.

180

A Mi puerta nace una f o n t e ;


¿ p o r dó saliré que no m e m o je ?

A m i puerta la garrida
nasce una fonte frid a
donde lavo la m i cam isa
y la de aquel que yo más quería.
¿ P o r dó saliré que no m e m o je ?

181

M o n ta ñ a herm osa,
alegre y m u y leda,
la tu arboleda
cómo es deleitosa.

182

¡ P o r el v a l verdico, m ozas,
vam os a coger ro sa s!

76
183

A n d a , amor, anda,
anda, amor.

La que bien quiero,


anda, amor,
de la mano me la llevo,
anda, amor,
y ¿por qué no me la beso?,
anda, amor,
porque soy mochacho y necio,
y anda, amor.

184

D e l am or ven go yo presa,
presa del amor.

185

E s t e pradico verde,
trillém osle y hollém osle.

186

A g u a m a n o s pide la niña
para lavarse,
aguam anos pide la niña
y no se la dañe.

187

V a m o s a coger verbena,
poleo con hierba-buena.

Vam os juntos como estamos


a coger mirtos y ramos,
y de las damas hagamos

77
una amorosa cadena.
Vam os a coger verbena,
poleo con hierba-buena.

Vam os a coger las flores,


que es insignia de amadores,
porque si saben de ameres
las resciban por estrena.
Vam os a coger verbena,
poleo con hierba-buena.

188

Y a no me porné guirnalda
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.

Y a no me pom é jazmines,
ni guirnalda de azucena;
pornéme crecida pena
por los bosques y jardines.
Aquestos serán mis fines,
como las gentes verán,
pues mis amores se van.

Traeré velo enlutado,


y de amarillo el vestido,
tejido con el olvido,
de mi recelo cercado;
el manto será el cuidado
por vivir siempre en afán,
pues mis amores se van.

189

No paséis, el caballero,
tantas veces por aq u í;
si no, bajaré mis ojos,
juraré que nunca os vi.

78
T engo el marido celoso,
suegra y cuñados conmigo,
sabe Dios, y es buen testigo,
que aun pensar en vos no oso.
Sed vos con esto medroso,
si bien me queréis a m í;
si no, con bajar mis ojos,
juraré que nunca os vi.

¿Q ué aprovecha pasear
tantas veces cada día,
pues no sirve esa porfía
más de para me dañar?
Que yo no os puedo hablar,
vos hacéis hablar de m í;
con tener los ojos bajos,
juraré que nunca os vi.

N o penséis que está el querer


en muchas demostraciones,
que encubiertos corazones
se saben mejcr valer.
Sabeldo vos entender,
y en esto fiaos de m í;
si no, con bajar mis ojos,
juraré que nunca os vi.

190

— METEROS quiero m onja,


hija m ía de mi ccrazón.
■— Que no quiero yo ser m onja, n om

191

A n t e m e beséis
que me d esto q u éis:
que me tocó m i tía.

79
192

¿ A QUIÉN contaré yo mis quejas,


m i lin d o a m o r;
a quién contaré yo mis quejas,
si a vos no?

193

P e r r ic o s de m i señora,
no me m ordades agora.

194

■— Si jugastes anoche, amore.


— N on, señora, none.

195

¿ P a r a qué’s, dama, tanto quereros?


Para perderme y vos perderos;
m uy más valiera no conoceros.

N o cogerá flores del valle,


sino del risco do n’ andó n ad ie ;
porque, aunque tarde, siempre las halle.

196

M is penas son como ondas del mar,


qu’unas se vienen y otras se v a n :
de día y de noche guerra me dan.

197

— D ig a s , m orena garrida,
¿cu án d o serás m i a m ig a?
— Cuando esté florida la peña
de una flor m orena.

80
198

SOÑABA yo que tenía


alegre m i c o raz ó n ;
m as a la fe, m adre m ía,
que los sueños, sueños son.

199

D e una dama y un labrador,


mira qué labor,
mira qué labor.

200

Q u e no hay más fresca ribera


en todo el extrem o
com o aquesta era.

En esta ribera
hay lindos pradales,
son las aguas frías
y m uy especiales,
las hierbas son sanas
a los animales,
y el ganado puede
hartarse a do quiera.

201

VENGÁIS norabuena,
duque mi señor,
pues venís vencedor.

202

T r é b o l , florido trébol,
trébol florido.

81
203

T e r e s i l l a hermana,
de la farira rira,
hermana Teresa.
Periquillo hermano,
de la fariri runfo,
hermano Perico.

204

¡ A l a gala de la panadera,
a la gala della,
a la gala della
y del pan que lle v a !

205

L l u e v e menudico
y hace la noche escura;
el pastorcillo es nuevo,
non iré segura.

206

¡ O r a , amor, ora no m á s:
ora, amor, que me m atáis!

Alegrad, H ijo precioso,


vuestro gesto glorioso,
porque en veros congojoso
mis entrañas traspasáis.

Véoos, H ijo, sin pañales,


en pesebre de animales
y en estos pobres portales
cuán sin mantillas estáis.

H ijo, mi Dios verdadero,


rescién nascido cordero.

82
por el pecado primero
grandes dolores pasáis.
¡O ra, amcr, ora no m ás;
ora, amor, que me m atáis!

207

Otra c a n c ió n a l to n o d e
N o quiero que nada sienta

D e b a jo de la peña nace
la rosa que no quem a el aire.

Debajo de un pobre portal


está un divino rosal,
una reina angelical
de m uy gracioso donaire.

Esta reina tan hermosa


ha producido tal rosa,
tan colorada, olorosa,
cual nunca la vido nadie.

Rosa blanca y colorada,


rosa bendita, sagrada,
rosa para ser quitada
la culpa del primer padre.

E s el rosal que decía


la virgen Santa M aría;
la rosa que producía
es su H ijo, Esposo y Padre.

Lirio fresco entre azucena,


nacido en noche serena
de doncella fresca y buena,
sin partera ni comadre.

De la raíz de Jesé
este lindo rosal fu e ;
la rosa que producié
no hay segundo que la cuadre.

E s rosal por salvación


para nuestra redención,

83
para sacar de prisión
a nuestra primera madre.
[Bajo de la peña nace
ia rosa que no quema el aire.]

208

P e n s ó s e el villan o
que me ad o rm ecía;
tom ó espada en m ano,
fuese a andar por villa.

Pensóse el villano
que me adorm ilaba;
tomó espada en mano,
fuese a andar por plaza.

Fuérame tras ele


por ver donde ib a ;
viérale yo entrare
en cas de su amiga.

Fuérame tras ele


por ver donde en trab a;
viérale yo entrare
en cas de su dama.

209

L a que tiene el m arido pastor


g rave es su dolor.

La que puso su cuidado


en sujeto de la sierra,
bien es que muera en la guerra
de amor tan mal empleado.
Y la que vive en estado
do el morir seria mejor,
grave es su dolor.

84
210

¡ A y , Dios, quién hincase un dardo


en aquel venadico p ard o !

E l amor de la doncella
que fuera discreta y bella,
para el que gozare della
será gustoso, aunque tardo.
¡ A y, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico p ard o !

El amor de la casada
me satisface y agrada,
porque como está encerrada
ni la celo ni la guardo.
¡ A y , Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico p ard o !

E l amor de la viuda
por mi casa y puerta acuda,
que no hay peligro ni duda,
si la pica sólo un cardo.
¡ A y, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico p ard o!

El amor de la beata
es apacible y no mata,
que no pide oro ni plata,
mas secreto y paño pardo.
¡ A y, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico p ard o !

El amor de cualquier monja


que me chupa como esponja
y todo es una lisonja,
y muero, padezco y ardo.
¡ A y, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!

E l amor de la soltera
lo trocaré p o r cualquiera,
aunque vuestro dolor fuera
más que Narciso gallardo.

85
J A y , Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico p ard o!

211

M ir a b a la m ar
la m al casada,
que m iraba la m ar
cómo es ancha y larga.

Descuidos ajenos
y propios gemidos
tienen sus sentidos
de pesares llenos.
Con ojos serenos
la mal casada,
que miraba la mar
cómo es ancha y larga.

M uy ancho es el mar
que miran sus ojos,
aunque a sus enojos
bien puede igualar.
Mas por se alegrar
ia mal casada,
que miraba la mar
cómo es ancha y larga.

212

¡ O x t e , m orenica, oxte,
o xte, m o ren a!

M orena, la tan garrida,


si sos contenta y servid a
que por vos pierda la vid a,
tendrelo por buena e stre n a :
( o x te , m o re n a !

86
213

P or encima de la oliva,
mírame el Am or, mira.

Con el rostro m uy airado


y su cabello dorado
una flecha me ha arrojado
con el arco que las tira;
mírame el Am or, mira.

214

— ¡ S e ñ o r a la de Galgueros,
salga y b a ile !
— Que, ¡ por vida de G alguericos!,
que tal no baile.

— ¡Señ o ra la de Galgueros,
cuerpo garrido,
salga a la plaza y baile
con su m arid o!
— ¡Q u e, ¡p o r vida de G alguericos!,
que tal no baile.

215

M o r e n ic a , dime cuándo
tú serás de mi bando;
¡ ay, dime cuándo, morena,
dejarás de darme pena!

216

Y a nunca verán mis ojos


cosa que les dé placer
hasta volveros a ver.

87
217

O jos que no ven


lo que ver desean,
¿qué verán que vean ?

218

C a m in a d , señora,
si queréis cam inar,
que los gallos cantan,
cerca está el lugar.

Caminad alegre,
no dejéis de andar,
que en la diligencia
la ventura está;
caminad aprisa
para negociar,
que los gallos cantan,
cerca está el lugar.

A dvertid que el tiempo


volando se va,
la ocasión que os busca
nunca la p erd áis:
trabajad ahora
para descansar,
que los gallos cantan,
cerca está el lugar.

219

C o r r id o va el abad
por el cañaveral.

El abad de Oriejo,
viendo que aparejo
tiene la de Alejo

88
para oir su mal
por el cañaveral,

vase allá derecho


en amor deshecho,
le da de su pecho
bastante señal
por el cañaveral.

Ella se lo oía
y le respondía
que le curaría
su llaga mortal
por el cañaveral.

Él, con esperanza,


dentro se abalanza
sin temer mudanza
del mal temporal
por el cañaveral.

Él que se lanzaba
y Alejo que entraba,
que entonces llegaba
de su higueral
por el cañaveral.

Viendo Alejo al zote,


asió de un garrote
y del pie al cogote
le hizo cardenal
por el cañaveral.

[Corrido va el abad
por el cañaveral.]

220

E s t o s mis cabellos, m adre,


dos a dos me los lleva el aire.

N o sé qué pendencia es ésta


del aire con mis cabellos,
o si enamorado dellos

89
les hace regalo y fiesta;
de tal suerte los molesta
que, cogidos al desgaire,
dos a dos me los lleva el aire.

Y si acaso los descojo,


luego el aire los m altrata;
también me los desbarata
cuando los entrezo y cojo;
ora sienta desto enojo,
ora lo lleve en donaire,
dos a dos me los lleva el aire.

221
A q u e l pastorcico, m adre,
que no viene,
algo tiene en el cam po
que le pene.

Recordé, que no dormía,


esperando a quien solía,
y no ha llegado.
Pues el gallo no ha cantado,
y no viene,
algo tenía en el campo
que le pene.

222

R e c o r d a d , m is ojuelos verdes,
que a la m añana dorm iredes.

Recordad al dolorido
que, después que a vos vido,
de amor está h e rid o :
que a la . mañana dormiredes.

223

D e j a r é i s , am or, mis tierras,


y a los m ares queréis i r ; •
quedo yo para m orir.

90
Vaisos vos a Ingalaterra,
quedóme yo en A ra g ó n ;
lleváis vos mi corazón,
conmigo queda la pena.
¡ Oh, qué tristeza es é sta !
En verme de vos partir,
quedo yo para morir.

224

U no tengo al remo
y otro pienso e c h a r :
quier’ m ’ir a la popa
por verlo bogar.

Salen de Sevilla
barquetes nuevos,
de una verde haya
llevan los remos.

225

M a l haya la barca
que acá m e pasó,
que en casa de m i padre
bien m ’estaba yo.

Pues en esta tierra


no tengo a nadie,
aires de la mía,
vení a llevarme.

Pues que en esta tierra


no tengo amor,
aires de la mía,
lleváme al albor.

226

P r e s o me lo llevan
a m i lindo am or,

91
12
por enam orado,
que no por traidor.
Preso me lo llevan,
la causa no s é :
digan lo que debe,
que yo lo pagaré.

227

PlSÁ, am igo, el polvillo,


tan m e n u d illo ;
pisa, am igo, el polvo,
tan m enudo.

Madre mía, el galán,


y no de aquesta villa,
paseaba en la plaza
por la branca niña.
T an menudo.

228

Q u ie n bien hila,
bien se le paresce.

Quien bien hila


y devana aprisa,
bien se le paresce
en la su camisa.
Su camisa
bien se le paresce.

229

N u n c a Dios te dé rencilla,
casadilla.

V ivas con salud entera,


rica, gallarda y herm osa;

92
si tienes suegra celosa,
en la boda se te m u e ra ;
y tu saya dom inguera
no se coma la polilla,
casadilla.

230

N o salgáis de noche a caza, el caballero',,


que hace la noche escura, lindo amor,
y m uérom e de m iedo.

231

N o m e los am e nadie;
a los mis am ores, ] eh ! 'r
no m e los am e nadie,
que yo me los am aré,

232

A ir e s fre sc o s. del Prado,-


fa v o r os pido,
que m e anegan las olas
del m ar de olvido.

233

P a s a s por m i calle,,
no m e quieres v e r :
corazón de acero
debes de tener.

234

N o m e m ires, moreno,
cuando te m iro,
que se encuentran las almas
en el cam ino.

93
235

L a que me robó mi fe
sin tocarme en el vestido,
la morena morenica ha sido,
la morena morenica fue.

— ¿Quién te ha mudado, pastor,


siendo libre y descuidado?
— Sólo un amor disfrazado;
que muda mucho un amor.
— ¿ Y quién fue la que a tu fe
ha derribado y vencido?
— La morena morenica ha sido,
la morena morenica fue.

— ¿Cóm o has podido ofender


tus deseos ofendidos?
— Siempre los más atrevidos
suelen más presto caer.
— Y a de hoy más te llamaré
el vencedor más vencido.
— La morená morenica ha sido,
la morená morenica fue.

236

A r r o jó m e las naranjicas,
con los ram os del blanco aza h ar;
arrojóm elas y arrojéselas,
y volvióm elas a arrojar.

De sus manos hizo un día


la niña tiro de amores,
y de naranjas y flores
balas de su artillería.
Comenzó su batería
contra mí que la m irab a;
yo las balas le tiraba
por doble mosquetería.

94
237

A l cantar de las aves


mi bien se durmió,
j A y , Dios, quién llegara
y le preguntara
qué es lo que soñ ó!

Si el laurel se ha hecho verde


y las flores son plumas
de pabellón,
y entre guijas deshecho
el arroyo va,
¿q u é sueño podrá
decirle de no?

238

N o r a b u e n a vengáis, abril,
abril, abril, vengáis norabuena,
norabuena vengáis, vengáis norabuena,
¡ Qué galán venís, abril,
qué galán venís !,
vengáis norabuena,
¡ qué galán venís !

Los pintados ruiseñores


cantan con más alegría,
más coi re esta fuente fría,
mejor huelen estas flores;
todos os dicen amores,
hermoso estáis y g e n til:
¡ qué galán venís, a b ril!

239

¡ O h, qué bien que baila G il,


con las mozas de Barajas! ;
la chacona a las sonajas
y el villano al tamboril.

95
Fue a Barajas Gil llamado
de las mozas del lugar,
porque dicen qu’en bailar
es hombre m uy afamado.
Gran contento ha dado Gil
a las mozas de Barajas.

240

TENGO unos amores


a discontento;
no le dé Dios a nadie
tan gran tormento.

Casóme, Pascuala,
voluntad ajena,
en hora tan mala
y con tanta pena,
que tenella buena
ni espero ni es justo
forzarme el gusto
triste casamiento.
N o le dé Dios a nadie
tan gran tormento.

De celos me abrasa
sin darle ocasión;
no sale de casa
fingiendo afición.
Mis regalos son
lágrimas, p o rfías;
las noches son días
deste sufrimiento.
N o le dé Dios a nadie
tan gran tormento.

241

L a del abanillo
calor tiene, m adre.

96
A ire, Dios, y aire,
y podrá sufrillo.

El pecho se abrasa,
que es de amor el centro,
por fuera y por dentro
se quema la casa;
pensaba encubrillo,
échalo en donaire.
A ire, Dios, y aire,
y podrá sufrillo.

Su mismo remedio
dobla en padescer,
aire para ver
suele ser buen m edio;
manto de soplillo
la congoja, madre.
A ire, Dios, y aire,
y podrá sufrillo.

Por mostrar la mano


a quien yo me sé,
encendió su fe
con aire liv ia n o ;
no me maravillo
si se abrasa, madre.
A ire, Dios, y aire,
y podrá sufrillo.

242

P o r un pajecillo
del corregidor
peiné yo, m i m adre,
mis cabellos hoy.

Por un pajecillo
de los que más quiero
me puse camisa
labrada de negro,
y peiné, mi madre,

97
mis cabellos hoy,
por un pajecillo
del corregidor.

243

P o r el m ontecico sola,
¿cómo iré, cómo iré?
¡ A y, D io s!, ¿si me perderé?

Soledad me guía,
llévanm e desdenes
tras perdidos bienes
que gozar solía.
Con tan triste compañía,
¿cómo iré, cómo iré?
¡ A y , D io s!, ¿si me perderé?

Deslúmbranme antojos,
que apenas diviso
la tierra que piso
qu’es mar de mis ojos,
a buscar voy los despojos
de mi fe.
¡ A y , D io s!, ¿si me perderé?

244

PARECÉIS m olinero, am or,


y sois m oledor.

Sois mansito y apacible


en guardar vuestro molino,
y para con el vecino,
el cura, m uy convenible,
y para mí tan terrible,
que oíros me da temor,
y sois moledor.

Bien sé, marido, que os place


que el cura os regale a vos,

98
pero sábelo mi Dios
por cuál de los dos lo h ace :
y si a vos os satisface,
a mí me sabe mejor,
y sois moledor.

Si empezáis, estáis riñendo


d la comida y la cena,
y después, si os da otra vena,
toda la noche m oliendo;
yo, con discreción, sufriendo,
aplaco vuestro rigor,
y sois moledor.

Y en cuanto a mi libertad,
tenéis noble condición,
metéisme en conversación
de gente de calidad;
y. por vuestra habilidad,
vendréis a ser gran señor,
y sois moledor.

245

VENTECICO m urm urador,


que lo gozas y andas todo,
hazm e el son con las hojas del olmo,
m ientras duerm e mi lindo amor.

H oy, ventecico süave,


has de dar reposo a quien
sabe desvelar mi bien,
y dormir mi mal no sabe.
Procura tú mi favor,
pues lo gozas y andas todo;
hazme el son con las hojas del olmo,
mientras duerme mi lindo amor.

T ú , que entre las verdes hojas


andas alegre y murmuras,
de mis pasadas venturas,
de mis presentes congojas,

99
fresco, manso y bullidor
que lo gozas y andas todo,
hazme el son con las hojas del olmo,
mientras duerme mi lindo amor.

246

A q u e l pajecito de aquel plum aje,


aguilica sería quien le alcanzase.

A quel pajecito de los airones,


que volando lleva los corazones,
aguilica sería quien le alcanzase.

247

L u n a que reluces,
toda la noche alumbres.

¡ A y , luna que reluces,


blanca y plateada,
toda la noche alumbres
a mi linda enam orada!
Am ada que reluces,
toda la noche alumbres.

248

¿ C u á nd o saldréis, alba galana,


cuándo saldréis, el alba?

Resplandece el día,
crecen los amores,
y en los amadores
aumenta alegría.
¡ Alegría galan a!
¿Cuándo saldréis, el alba?

100
249

T r ÉBOLE, ¡a y , Jesús, cómo huele!


T rébole, ¡a y , Jesús, qué olor!

Trébole de la niña dalgo,


que amaba amor tan lozano,
tan escondido y celado,
sin gozar de su sabor.
Trébole, ¡a y , Jesús, cómo huele!
T rébole, ¡a y , Jesús, qué olor!

250

Q u e no cogeré yo verbena
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.

Que no cogeré yo claveles,


madreselva ni mirabeles,
sino penas tan crueles
cual jamás se cogerán,
pues mis amores se van.

251

A S a l a m a n c a , el escolarillo,
a Salam anca irás.

Irás a do no te vean,
ni te escuchen ni te crean,
pues a las que te desean
tan ingrato pago das.
A Salamanca, el escolarillo,
a Salamanca irás.

252 .

¿ Y o qué la hice, yo qué la hago,


que me da tan ruin pago?

101
¿ Y o qué la hago, yo qué la hice,
que de mí tanto mal dice?

253

N o sois vos para en cámara, Pedro,


no sois vos para en cámara, no.

V enís tan apitonado,


corajudo y enojado,
que temo que habéis cargado
delantero y sin razón.
N o sois vos para en cámara, Pedro,
no sois para en cámara, no.

254

ZAGALEJA del ojo rasgado,


vente a m í, que no soy toro b ravo .
V ente a m í, zagalej a, vente,
que adoro a las damas y mato la gente-

Zagaleja del ojo negro,


vente a mí, que te adoro y qu iero;
dejaré que me tomes el cuerno,
y me lleves, si quieres, al prado.
V ente a mí, que no soy toro bravo.

255

PoiS que M adalena


remedió meu mal,
viva Portugal
e morra Castella.

Seja Am or testigo
de tamanho b en ;
nao chege ninguen
a zombar conmigo,

102
que a espada y rodela
a forneira s a l:
viva Portugal
y morra Castella.

256

E n la cum bre, m adre,


ta l aire me dio,
qu e el am or que tenía
aire se vo lvió .

Madre, allá en la cumbre


de la gentileza
m iré una belleza
fuera de costumbre,
cuya nueva lumbre
ciega me d e jó :
que el amor que tenía
aire se volvió.

Quísolo mi suerte,
fragua de mis males,
que con ansias tales
llegase a la m u erte;
mas un aire fuerte
así me tocó,
que el amor que tenía
aire se volvió.
Dulce ausente mío,
no te alejes tanto,
m ueva ya mi llanto
ese pecho fr ío ;
mas, ¡ a y ! , que un desvío
tal pena me dio,
que el amcr que tenia
aire se volvió.

257

P e n s a m ie n t o s me quitan
e l sueño, m adre,

103
desvelada me dejan,
vuelan y vanse.

Tristes pensamientos
de alegres memorias,
con escuras glorias
y claros tormentos,
vienen por momentos
a verm e, m adre;
desvelada me dejan,
vuelan y vanse.

Cada cual procura


que mi lecho sea
campo a la pelea
y paz mal segura.
Sueños sin ventura
me espantan, m ad re;
desvelada me dejan,
vuelan y vanse.

Mis ojos despiertos,


las noches y días,
lloran mis porfías
por bienes inciertos.
Y a vivos, ya muertos,
mis males, madre,
desvelada me dejan,
vuelan y vanse.

Dichoso el sentido
que, desengañado,
despierta el cuidado
del pecho ofendido.
¡ A y , que me han vencido
desdichas, m ad re !
Desvelada me dejan,
vuelan y vanse.

258

TÁRREGA, por aquí van a M álaga;


T árrega, por aquí van allá.

104
— Dime, Blas, ¿por qué camino
moveré de Gila el pecho?
— T árrega, si fueres hecho,
cual Júpiter, de oro fino.
— ¿ N o ves que Am or es divino
y dádivas no querrá?
— T árrega, por aquí van a M álaga;
Tárrega, por aquí van allá.

— Basta para ser querido


llevar el Am or por guía.
— Harás jornada tardía,
que es mulo cojo Cupido.
— N o es el A m or encogido,
que alas tiene y volará.
— T árrega, por aquí van a M álaga;
Tárrega, por aquí van allá.

— Es, Blas, mi Gila inhumana


y no la aplacan mis dones.
— Muestra señal de pasiones
la fruta amarilla indiana.
— Muéstrame senda más llana,
que aquesta m uy agria está.
— T árrega, por aquí van a M álaga;
Tárrega, por aquí van allá.
— A unque no la dé preseas,
nadie tanto habrá querido.
— Aunque queráis más que Dido
quiso a su troyano Eneas.
— Si a mi bolsa bien deseas
otro remedio le da.
— T árrega, por aquí van a M álaga;
Tárrega, por aquí van allá.
— De gentileza me p ico ;
nadie me iguala en el valle.
— ¿Q ué importa a Gila tu talle?
Más le importa que seas rico.
:— ¿Q ue si oro no le aplico,
nunca mi mal sanará?
— T árrega, por aquí van a M alaga;
T árrega, por aquí van alia.

105
259

H a c e n en el puerto
son apacible
aires de la mar
serenos y humildes.

Parten las galeras


con alegría,
cuando viene el día
tremolan banderas.
Y entre las riberas
un son se fragua,
y hacen en el agua
son apacible
aires de la mar
serenos y humildes.

Guían los remeros


do el norte endereza,
van con ligereza
los marineros.
Muestran los aceros
de su confianza,
Y hacen con bonanza
son apacible
aires de la mar
serenos y humildes.

260

R e c o r d e d e s , niña,
con el albore,
oiredes el canto
del ruiseñore.

N on finquéis dormida,
fembra enamorada,
pues el alborada
a amar nos convida.
Pues sois tan garrida.

106
salí al balcone,
oiredes el canto
del ruiseñore.

Poned vos, señora,


el vuestro briale,
que cuido que iguale
en gracia a la aurora;
fincad a la hora
en el corredore,
oiredes el canto
del ruiseñore.

261

DÉJEME cerner mi h arin a;


no porfíe, dejem é,
q u e le enharinaré.

Déjem e con mi embarazo,


no quiera descomponerme,
que temo que ha de romperme
. la tela de mi cedazo.
N o quiero esperar su abrazo,
aunque me muestra afición,
porque, puesta en ocasión,
lo que las demás haré.
Déjem e cerner mi h arin a;
no porfíe, dejemé,
que le enharinaré.

Es delicada la artesa
y las varillas y todo,
y aunque yo más lo acomodo
se caen los pies de la mesa.
Déjeme, que estoy de priesa,
y el agua tengo en el fuego,
y si no le acudo luego
se verterá por mi fe.
Déjem e cerner la harina;
no porfíe, dejemé,
que le enharinaré,

107
13
Deje que vacie el salvado
para volver a cerner;
no sea tan porfiado;
vaya, busque las de estrado,
las de garvín y copete,
que yo buscaré un bonete
y con él me entenderé.
Déjeme cerner mi harina;
no porfíe, dejemé,
que le enharinaré.

262

V a i [ s ] o s , am ores, de aqueste lugar.


¡T r is te s de mis ojos, y cuándo os v e rá n !

Y o era niña de bonico aseo,


puse yo en vos mi amor el primero,
y agora que os quiero, quereisme dejar.
¡T ristes de mis ojos, y cuándo os verán !

Y [o ] aun bien no sabía de amor y afición


cuando, cuitada, os di el corazón.
Si ausencia y enojos la muerte me dan,
¡ tristes de mis ojos, y cuándo os v e r á n !

263

PUSE m is cabellos
en a lm o n ed a;
como no están peinadosj
no h ay quien los quiera.

Cuando me miraban
unos ojos bellos,
mis rubios cabellos
peinados andaban;
vi que los burlaban
los traidores ojos;
por darles enojos,
venderlos quisiera.

108
I
Como no están peinados,
nó hay quien los quiera.

U n mal caballero
rondó esta v en tan a;
anduve galana
todo un año entero.
Mudóse lig e ro ;
yo, como le amaba,
mis cabellos daba
a quien más me diera.
Como no están peinados,
no hay quien los quiera.

Daba en alaballos
cuando me quería,
y yo, madre mía,
daba en acaballos;
sentí despreciallos,
descuidéme dellos.
¿Quién vio mis cabellos
que tal creyera?
Como no están peinados,
no hay quien los quiera.

264

L a s ondas de la m ar,
¡ cuán menudicas van !

265

TURBIAS van las aguas, m adre,


turbias v a n ;
mas ellas se aclararán.

266

Y a no m ás, queditico, herm anas,


y a no más.

109
267

AUNQUE el cam po se v e florido


con la blanca y la roja flor,
más florido se v e quien ama
con las flores del am or.

Aunque dulces ruiseñores


le den al campo placer,
y en sí contemple correr
los cristales bullidores;
aunque las flores mejores
le den la gloria mayor,
más florido se ve quien ama
con las flores del amcr.

268

E n v i ÁRAME m i m adre
al baile, libre de am or :
cautivástesm e vos, señcr.

Tocaban las campanillas


de señor San Salvador,
día de San Pedro, al alba,
antes que saliese el sol,
cuando trencé mis cabellos
con cintas de resplandor;
de oro, perlas y granates
un pulido apretador.
V ino la tarde, y al baile
salí libre y sin temor :
cautivástesme vos, señor.

2 69

— ¡ H o l a !, lirón, lirón,
¿de dónde venís de andaré?
— ¡H o l a !, lirón, lirón;
de San Pedro el altare.
— ¿Q ué os dijo don Roldane?
— Que no debéis de p a sa re :

110
quebradas son las puentes,
m andadlas adobare.
— N o tenem os dineros.
— N osotros los daremos.
— ¿ D e qué son los dineros?
— D e cáscaras de huevos.
— ¿ E n qué los contarem os?
— E n tablas y tableros.
— ¿Q u é nos daréis en precio?
— U n am or verdadero.

270

Fa lsa m e es la segaderuela,
falsa m e es y llena de m a l;
falsa me es la segaderuela,
falsa m e es y llena de m al.

L a segaderuela ingrata
que con celos fieros m ata
y m il torm entos me da,
falsa m e es la segaderuela,
falsa m e es y llena de m al.

271

A l a b ÁSTEISOS, caballero,
gen tilhom bre a ra g o n é s:
no os alabaréis otra vez.

A labásteisos en S evilla
que teníades linda am iga,
gen tilhom bre aragonés :
no os alabaréis otra vez.

272

— Q u e entrad, el extranjero,
que todo es vuestro.

111
-— Que meted la ropa,
bella española.
— Que entrad, el extranjero,
de allende el mare.
— ¡ A ym é, que soy loco
y esta banda gane!
■— ¡A y , Dios, qué donaire
del extranjero,
que todo es v u e s tr o !

273

RlBERITAS del río


de Manzanares,
lava y tuerce la niña
y enjuga el aire.

274

S ie n t o unos celos
en las pestañas,
que se me azulan
si se m e cuajan.

275

E n la cumbre, madre,
canta el ruiseñor;
si él de amores canta,
yo lloro de amor.

276

V an y vienen las olas, madre,


a las orillas del mar,
mi pena con las que vienen,
mi bien con las que se van.

112
277

Qu e no h ay tal andar
por el verd e olivico,
que no hay tal andar
por el verde olivar.

278

A LA hem bra desam orada


a la delfa le sepa el agua.

279

O r il l ic a s del río
mis amores he,
y debajo de los álamos
me atendé.

28 0

¿CUÁNDO, mas cuándo


llevará cerecicas el cardo?

281

C h a p ir ÓN de la reina,
chapirón del rey.

Mozas de Toledo,
ya se parte el rey,
quedaréis preñadas,
no sabréis de quién.
Chapirón de la reina,
chapirón del rey.

282

A LA gala del zagal


y de su madre doncella :
a la gala dél y della.

113
283

LINDOS ojos ha la garza,


y no los alza.

284

F e r id a s tenéis, am igo,
y d u e le n ó s:
tuviéralas yo, y no vos.

285

T a ñ e n a la q u e d a ,
m i am or no v ie n e :
algo tiene en el cam po
que le detiene.

A la queda tañen,
espadas quitan;
con su esposo cena
quien tiene dicha.
A l salir del día
mi amor no v ie n e ;
algo tiene en el campo
que le detiene.
¡ Qué mal hizo en irse
tan de mañana,
si a la media noche
venir pensaba!
Cena, esposa y cama
no me le v u e lv e n :
algo tiene en el campo
que le detiene.

286

L a niñ a no duerm e
de am ores, m a d re ;

114
dalde sueño, airecillos,
porque descanse,
y responden los ecos
de Manzanares :
“ Muera la niña,
pues matar sabe” .

Y entre tanto las hojas


juegan los aires,
ríense las fuentes,
cantan las aves,
y la niña sola
llora sus males.
¡ A y , Dios, qué de perlas
al aire esparce!

287

¡ A y , que m uero de celos


de aquel a n d a lu z !
¡ H áganm e, si muriere,
la mortaja a z u l!

Sólo a darme guerra


pasó, madre mía,
del Andalucía
mi Morena Sierra.
Fue de Ingalaterra
su fingida f e ;
pero nunca fuese,
que es tan común.
¡ H áganm e, si muriere,
la mortaja a z u l!

Mi amor pagó en hielos,


mi fe con mudanzas,
verdes esperanzas
en azules celos;
si vuelvo a los cielos
a pedir favor,
de su azul color
hace mi inquietud.

115
| H áganm e, si muriere,
la mortaja a z u l!

288

PuÑALITOS dorados
son mis dos luces,
que los m eto en el alma
hasta las cruces.

289

A LA sombra de mis cabellos,


mi querido se adurmió.
¿ S i le recordaré o no?

Peinaba yo mis cabellos


con cuidado cada día,
y el viento los esparcía,
robándome los más bellos;
y a su soplo y sombra dellos,
mi querido se adurmió.
¿ S i le recordaré o no?

Díceme que le da pena


el ser en extremo in g rata;
que le da vida y le mata
esta mi color m orena;
y llamándome sirena,
él junto a mí se adurmió.
¿S i le recordaré o no?

290

Si queréis que os enrame la puerta,


vida mía de mi corazón,
si queréis que os enrame la puerta,
vuestros amores míos son.

116
Si queréis, salid cuando el alba
a alumbrarnos salga,
que si mi esperanza
el sí vuestro alcanza,
por mostrar mi fe,
el sol cubriré
con una enramada
de gran perfición.
Si queréis que os enrame la puerta,
vuestros amores míos son.

Si queréis, poneos de mañana


a vuestra ventana,
veréis cómo arranco
un álamo blanco,
y en vuestro servicio •
lo pongo en el quicio,
tejido ccn hojas
de un verde limón.
S i queréis que os enrame la puerta,
vuestros amores míos son.

Si queréis, pondré un verde pino,


un nevado endrino,
un cermeño lindo,
un camueso, un guindo,
un tosco nogal,
un bello peral,
los unos con fruta,
los otros con flor.
Si queréis que os enrame la puerta,
vuestros ameres míos son.

Si queréis, si vuestra presencia


me diere licencia,
pondré, si os alegro,
un álamo negro,
hermoso y lozano,
con fruta un manzano,
que bese los hierros
de vuestro balcón.
S i queréis que os enrame la puerta,
vuestros amores míos son.

117
Si queréis, pondré m irabeles
y lindos claveles,
la h aya frondosa,
la palm a vistosa,
el cidro cruel,
el sacro laurel,
que siem pre conserva
la verde color.
Si queréis que os enram e la puerta,
vid a m ía de m i corazón,
si queréis que os enram e la puerta,
vuestros am ores m íos son.

291

C o n el aire de la sierra
hícem e m orena.

U n cierzo indign ado,


a vueltas del sol,
cualquier arrebol
dejan eclip sad o ;
ellos y el cuidado
que m i m uerte ordena :
con el aire de la sierra *
hícem e m orena.

S i blanca nací
y v o lv í m orena,
luto es de la pena
del bien que perdí,
que sufriendo aquí
rigores de ausencia,
con el aire de la sierra
hícem e m orena.

292

A ir e c il l o en los m is cabellos,
y aire en ellos.

118
293

BESÓME el colm enero,


y a la m iel me supo el beso.

294

C a m p a n il l a s de T oledo ,
óigoos y no vos veo.

295

C a s a r chiquitos
y andar rotitos
y henchir la casa
de bordoneritos.

296

— COLORADA estáis, nuestra ama.


- ^ V e n g o del horno y diom e la llama.

297

¡ C u it a d a de la m ora,
en el su m oral tan s o la !

298

— DlME, pajarito que estás en el n id o :


¿ L a dam a besada pierde m arid o ?
— N o , la m i señora, si fue en escondido.

299

E s t á b a m e yo en m i estudio
estudian do la lición,

119
y acordém e de m is a m o re s:
no podía estudiar, non.

300

G u a y de [ la ] m olinera
que al m olinero
el agua le lleva.

301

H a d a s m alas m e hicieron n egra,


que yo blanca [m e ] era.

302

L a s m añanas de abril
dulces son de d o rm ir;
y las de m ayo m ejor,
si no despierta el am or.

303

L e v a n t ó s e un viento
de la m ar salada
y diom e en la cara.
L evan tó se un viento
que de la m ar salía
y alzóm e la fald a
de m i camisa.

304

M ír a m e , M iguel,
cóm o estoy b o n itic a :
saya de buriel,
cam isa de estopica.

305

PÉNAME el am or, m adre,


m al penado m e ha.

120
306
N o m e llam es bien hadada
hasta que m e veas enterrada.

307

P a n d e r o , el m i pandero,
¿q u ién os tañerá si yo m uero?

308

P u e s que m e sacan a desposar,


quiérom e peinar.

309

Q u ie n m e vid o algún tiempo


y m e v e agora,
¿cu á l es el corazón que no llora?

310

S o l ía que andaba
el m i m olino,
mas agora no.

311

TODAS cantan en la boda,


y la n ovia llora.

312

V o z tiene el águila, n iñ a ;
voz tiene el aguililla.

313

E n v ía m e m i ' m adre
por agua, sola :
m irad a qué hora.

121
314
POR una m orenita
corren un tero,
las garrochas de plata,
los clavos de oro.

315

A [ l ] coger am apolas,
m adre, m e p e r d í:
¡ caras am apolas
fueron para m í!

316

A u n q u e soy m orenita un poco,


no se me da n a d a :
que con agua del alcanfor
me lavo la cara.

317

¡ CÓMO lo tuerce y lava


la m on jita el su cab ello ;
cómo lo tuerce y la va,
luego lo tiende al h ie lo !

318

¡ A h , si viese el día,
si viese, ah, si viese
la tristeza m ía
que m ía no fu e s e !

319

Y a n o m á s; queditito, am or,
que me m a ta rá s;
no m ás.

*
122
DE D IV E R S O S AUTO RES
GO N ZALO DE B E R C EO

C a n t ig a

320

1E y a ,velar ! ¡ E ya, v e la r ! ¡ E ya, v e la r !


V elat, aljama de los judíos,
¡e y a , v e la r!,
que non vos furten el Fijo de Dios.
¡ Eya, v e la r !
Ca furtárvoslo querrán,
¡ eya, velar !,
Andrés e Peidro et Iohan.
¡ Eya, v e la r !
N on sabedes tanto descanto,
¡e y a , v e la r!,
que salgades de so el canto.
¡ E ya, v e la r !
Todos son ladronciellos,
¡ eya, velar !,
que assechan por los pestiellos.
¡ E ya, v e la r !
Vuestra lengua tan palabrera^
¡ eya, velar !,
havos dado mala carrera.
¡ E ya, velar ! .
T odos son omnes plegadizos.
¡e y a , v e la r !, .

125
rioaduchos mescladizos.
¡ Eya, v e la r !
Vuestra lengua sin recabdo,
¡ eya, velar ! t
por mal cabo vos ha echado.
¡ Eya, v e la r !
N on sabedes tanto de engaño,
¡ eya, velar !,
que salgades ende este año.
¡ E ya, v e la r !
N on sabedes tanta razón,
¡ eya, velar !,
que salgades de la prisión.
¡ Eya, v e la r!
Tomaseio e Matheo,
¡ eya, v e la r ! ,
de furtarlo han grant deseo.
¡ E ya, v e la r !
E l discípulo lo vendió,
¡ eya, velar ! ,
el Maestro non lo entendió.
¡ E ya, v e la r !
Don Philipo, Simón e ludas,
¡e y a , v e la r!,
por furtar buscan ayudas.
¡ E ya, v e la r !
Si lo quieren acometer,
¡ eya, velar ! ,
¡ oy es día de parescer !
¡ E ya, v e la r !
I E ya, v e la r ! ¡ E ya, v e la r ! ¡ E ya, v e la r !

REY DON D IO N ÍS

321

— D que morredes, filha, a do ccrpo velid o?


e

-Madre, moiro d’amcres, que mi deu meu amigo.


A lva e vai liero.

126
— De que morredes, filha, a do corpo loufano?
Madre, moiro d amores que mi deu meu amado.
A lva e vai liero.

Madre, moiro d amores que mi deu meu amigo,


q liando vej esta cinta que por seu amor cingo.
A lva e vai liero.

Madre, moiro d’ amores que mi deu meu amado,,


quando v e j’ esta cinta que por seu amor trago.
A lva e vai liero.

Quando v e j’ esta cinta que por seu amor cingo


e me nembra, fremosa, como falou comigo.
A lva e vai liero.

Quando v e j’ esta cinta que por seu amor trago


e me nembra, fremosa, como falamos ambos.
A lva e vai liero.

322

— A l flores, ai flores do verde pino,


se sabedes novas do meu am igo?
A i, Deus, e u é?

A i flores, ai flores do verde ramo,


se sabedes novas do meu amado?
A i, Deus, e u é?

Se sabedes novas do meu amigo,


aquel que mentiu do que pos com igo?
A i, Deus, e u é?

Se sabedes novas do meu amado,


aquel que mentiu do que mi a jurado?
A i, Deus, e u é?

— V os me preguntades polo voss’amigo,


e eu ben vos digo que é san’ e vivo.
A i, Deus, e u é?

Vos me preguntades polo voss’amado,


e eu ben vos digo que é v iv ’ e sano.
A i, Deus, e u é?

127
E eu ben vos digo que é san’ e vivo
e seerá vosc’ ant’ o prazo saido.
A i, Deus, e u é?

E eu ben vos digo que é v iv ’ e sano,


e seerá vosc’ ant’ o prazo passado.
A i, Deus, e u é?

• 323

L e V A N T O U -S’ a v e lid a ,
le v a n to u -s ’ a lva
e vai la v a r c am isa s
eno alto :
v a i-la s la v a r alva.

Levantou-s’ a lougana,
levantou-s’ alva
e vai lavar delgadas
eno a lto :
vai-las lavar alva.
V a i lavar cam isas;
levantou-s’ a lv a ;
o vento lh’as desvia
eno alto :
vai-las lavar alva.
E vai lavar delgadas;
levantou-s’ a lv a ;
o vento lh ’as levava
eno alto :
vai-las lavar alva.
O ven to lh ’as d e sv ia ;
le v a n to u -s’ a lv a ;
m eteu -s’ a lva en ira
eno a lto :
v a i-la s la v a r alva.

O ven to l h ’ as le v a v a ;
le v a n to u -s’ a lv a ;
m eteu -s’ a lv a en sanha
eno a lto ;
v a i-la s la v a r alva.

128
NUNO FERN AN D ES TO RN EO L

324

L e v a d ’, amigo, que dormides as manhanas fría s;


todalas aves do mundo d’amor d izian :
leda m ’and’eu.

L evad’, amigo, que dormide-las frias m anhanas;


todalas aves do mundo d ’amor cantavan :
leda m ’and’eu.

Todalas aves do mundo d ’amor dizian;


do meu amor e do voss’en m ent’a v ia n :
leda m’ and’eu.

Todalas aves do mundo d’ amor cantavan;


do meu amor e do voss’ i enmentavan :
leda m ’and’ eu.

Do meu amor e do voss’en m ent’a v ia n ;


/os lhi tolhestes os ramos en que siian :
leda m ’and’ eu.

Do meu amor e do voss’i enm entavan;


vos lhi tolhestes os ramos en que pousavan :
leda m ’and’ eu.

Vos lhi tolhestes os ramos en que siian


e lhi secastes as fontes en que bevian :
leda m ’and’eu.

Vos lhi tolhestes os ramos en que pousavan


e lhi secastes as fontes u se banhavan :
leda m ’ and’eu.

PERO G A R C ÍA BURGALÉS

325

A l, madre, ben vos digo :


m entiu'm i o meu a m ig o :
sanhuda lh’ and’eu.

129
Do que mi ouve jurado,
pois mentiu per seu grado,
sanhuda lh ’and’eu.

N on foi u ir avia,
mais ben des aquel’ dia
sanhuda lh’and’eu.

N on é de mi partido,
mais por que mi á mentido,
sanhuda lh’ and’eu.

M E E N D IÑ O

326

S e d Ía -m ’ e u na ermida de San Simión


e cercaron-nTÍ as ondas que grandes so n :
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu am igo!
Estando na ermida ant’ o altar
cercaronm’í as ondas grandes do m ar:
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu am igo !
E cercaronm’ í as ondas que grandes son,
non e’í barqueiro, nen remador,
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu am ig o !
E cercaronm’í as ondas do alto mar,
non e’ í barqueiro, nen sei remar,
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu am ig o !
N on e’í barqueiro, nen remador,
morrerei fremosa no mar maior :
eu atendend’o meu amigo,
eu atendend’o meu am igo !
N on e’ í barqueiro, nen sei remar,
morrerei fremosa no alto m a r :
eu atendend’ o meu amigo,
eu atendend’o meu am igo !

130
JOAN ZORRO
327

B a il e m o s agora, por Deus, ai velidas,


so aquestas avelaneiras frolidas,
e quem fór velida como nos, velidas,
se amigo amar,
so aquestas avelaneiras frolidas
verrá bailar.

Bailemos agora, por Deus, ai loadas,


so aquestas avelaneiras granadas,
e quem for loada como nos, loadas,
se amigo amar,
so aquestas avelaneiras granadas
verrá bailar.

M A R T ÍN CODAX

328

O n d a s do mar de V igo,
se vistes meu amigo !
e ai Deus, se verrá ced o !

Ondas do mar levado,


se vistes meu am ado!
e ai Deus, se verrá ced o!

Se vistes meu amigo,


o por que eu sospiro !
e ai Deus, se verrá ced o!

Se vistes meu amado,


por que ei gram cuidado!
e ai Deus, se verrá cedo!

329

A l, ondas que eu vin veer,


se me 'saberedes dizer
por que tarda meu amigo
sen m i!

131
A i, ondas que eu vin mirar,
se me saberedes contar
por que tarda meu amigo
sen m i!

JU A N R U IZ

C á n t ic a de S errana
«

330

C e r c a la T ab lad a,
la sierra passada,
fállem e con A ld ara
a la m adrugada.

Encima del puerto


coidé ser muerto
de nieve e de frío
e dese rogío
e de grand helada.

A la decida,
di una corrid a:
fallé una serrana
fermosa, lozana
e bien colorada.

D ixe yo a e lla :
— “ Hom íllom e, bella” .
D iz : — “ T ú que bien corres,
aquí non te engorres :
anda tu jornada” .

Yol* d ix e : — “ Frío tengo,


e por eso vengo
a vos, ferm osura;
quered, por mesura,
hoy darme posada” .

Díxom e la moga :
— “ Pariente, mi choga,
el que en ela posa

132
corrugo desposa
o dame soldada” .

Y o l’ dixe : —'“ De grado,


mas yo soy cassado
aquí en Ferreros;
mas de mis dineros
dar vos he, amada” .

D iz ': — “ Trota comigo” .


Levóm e consigo,
e diom’ buena lumbre,
como es de costumbre
de sierra nevada.

D iom ’ pan de ^enteno,


tiznado, m oreno:
e diom’ vino malo,
agrillo e ralo,
e carne salada.

Diom ’ queso de cabras.


— “ Fidalgo — diz— , abras
ese blago e toma
un canto de soma
que tengo guardada” .

D iz’ : — “ Huésped, almuerza,


e bebe e esfuerza,
caliéntate e paga:
de mal nos’te faga
fasta la tornada” .

“ Quien dones me diere,


cuales yo pediere,
habrá bien de cena
e lechiga buena,
que nol’coste nada.”

— “ Vos, que eso dezides.


¿p o r qué non pedides
la cosa certera?’ \
Ella d iz : — “ Maguera,
¿ e sim’ será d ad a?” .

133
“ Pues dam’ una cinta
bermeja, bien tinta,
e buena camisa,
fecha a mi guisa,
con su collarada/’

“ E dam ’ buenas sartas


de estaño e fartas.
e dame halía
de buena valía,
pelleja delgada."

“ E dam ’ buena toca,


listada de co ta ;
e dame ^apatas
de cuello bien altas,
de piega labrada.”

“ Con aquestas joyas,


quiero que lo oyas,
serás bien venido,
serás mi marido
,e yo tu velada.”

— “ Serrana señora,
tanto algo agora
non trax' per ventura,
mas faré fiadura
para la tornada” .

Díxom e la h e d a :
— “ Do non hay moneda,
non hay merchandía
nin hay tan buen día
nin cara pagada.

“ N on hay mercadero
bueno sin dinero,
e yo non me pago
del que non da algo
nin le dó posada.
“ N unca de homenaje
pagan hostalaje.
Por dinero faze

134
omne cuanto plaze :
cosa es prcvada.”

331

De cóm mo lo s sc o la r es d em a n d a n po r D io s

S e ñ o r e s , dat al escolar
que vos v ie n ’ dem andar.

Dat limosna o ración;


faré per vos oración
que Dios vos dé salvación;
quered por Dios a mí dar.

El bien que por Dios fecierdes,


la limosna que por Él dierdes,
cuando deste mundo salierdes,
esto vos habrá de ayudar.

Cuando a Dios dierdes cuenta


de los algos e de la renta,
escusar vos ha de afruenta
la limosna por Él far.

Por una ración que dedes,


vos ciento de Dios tomedes
e en Paraíso entredes.
¡ A nsí lo quiera Él m an dar!
Catad que el bien fazer
nunca se ha de perder;
poder vos ha estorcer
del infierno, mal lugar.
Señores, dat al escolar
que vos vien’ demandar.

E L A L M IR A N T E D O N D IE G O H U R T A D O D E M E N D O Z A
332

COSAUTE

AQUEL árbol que vu elv e la fo xa


algo se le antoxa.

135
A quel árbol del bel mirar
face de m an i[er]a flores quiere d a r:
algo se le antoxa.

A quel árbol del bel veyer


face de m atii[er]a quiere florecer:
algo se le antoxa.
Face de m an i[er]a flores quiere d a r :
ya se dem uestra; salidlas m irar:
algo se le antoxa.

Face de m an i[er]a quiere florecer:


ya se dem uestra; salidlas a v e r :
algo se le antoxa.

Y a se dem uestra; salidlas mirar.


V engan
c>
las damas la fructa co rtar:
algo se le antoxa.

Y a se dem uestra; salidlas a ver.


V engan las damas la fruta c c x e r :
algo se le antoxa. .

¿M A R Q U É S DE S A N T IL L A N A ?

333

V il l a n c ic o a u n a s t r e s f i ja s s u y a s

POR una gen til floresta


de lindas flores e rosas,
vid e tres dam as ferm osas
que de am ores han recuesta.
Y o , con voluntad m uy presta,
me llegué a conoscellas;
comentó la una de ellas
esta canción tan h on esta:
“ A guardan a m í :
nunca tales guardas v i” .

Por mirar su fermosura


destas tres gentiles damas,

136
yo cobríme con las ramas,
metíme so la verdura.
La otra, con gran tristura,
comentó de sospirar
e dezir este cantar
con muy honesta m esu ra:
“ La niña que amores ha,
sola, ¿cóm o dorm irá?” .

Por non les fazer turbanfa


non quise ir más adelante,
a las que con ordenanza
cantaban tan consonante.
La otra con buen semblante
dixo : — “ Señeras de estado,
pues las dos habéis cantado,
a mí conviene que cante” :
“ Dejatlo al villano pene;
vénguem e Dios delle” .

Desque ya hobieron cantado


estas señoras que digo,
yo salí desconsolado,
como orne sin abrigo.
Ellas dixeron : — “ Am igo,
non sois vos el que buscamos,
mas cantad, pues que cantamos” :
“ Sospirando iba la niña
e non por mí,
que yo bien se lo entendí” .

FERN AN D O DE LA TORRE

334

D esd eñ astesm é,
mas no vos desdeñaré.

N i por más que me digáis


que mucho me desamáis
desto vos no me mudáis,

137
que siempre vos serviré,
mas no vos desdeñaré.

Y vos m uy mucho querida


seredes toda mi vida,
de mí amada y servida
cuanto tiempo viviré,
mas no vos desdeñaré.

Aunque más mostrés crueza


contra mí, gentil belleza,
la m uy loada firmeza
yo siempre la seguiré,
mas no vos desdeñaré.

G Ó M EZ M A N R IQ U E

335

C a n ció n p a r a c a l l a r a l niño

C a l l a d v o s , Señor,
nuestro Redentor,
que vuestro dolor
durará poquito.
Callad, fijo mío chiquito.

Ángeles del cielo,


venid dar consuelo
a este moyuelo
Jesús, tan bonito.
Callad, fijo mío chiquito.

Este fue reparo,


aunquel’ costó caro,
de aquel pueblo amaro,
cativo en Egito.
Callad, fijo mío chiquito.

Este santo dino,


niño tan benino,
per redemir vino
el linaje afiito.
Callad, fijo mío chiquito.

138
Cantemos gozosas,
hermanas graciosas,
pues somos esposas
del Jesú bendito.
Callad, fijo mío chiquito.

JU A N ÁLVAREZ GATO

336

El cantar que dizen : “ Quita allá, que no quiero, / falso enemigo, /


quita alia, que no quiero / que huelgues conmigo” , enderef ado a lo
espiritual y al daño que del mundo viene.

Q u it a allá, que no quiero,


m undo e n e m ig o ;
quita allá, que no quiero
pendencias contigo.

Ya sé lo que quieres,
ya sé tus dulcores;
prometes plazeres,
das cien mili dolores:
de los favoridos,
de tus amadores,
el mejor librado ,
es el más perdido.

N o quiero tus ligas


más en mi posada,
y aunque me persigas
no se me da nada;
que estonces se gana
la gloria doblada,
cuanto más te huyo
y menos te sigo.

Quita allá, que no quiero,


falso enem igo;
quita allá, que no quiero
pendencias contigo.

139
15
337

L etra

V e n id a es, ven id a
al m undo la vid a.

Venida es al suelo
la gracia del cielo
a damos consuelo
y gloria complida.

N acido ha en Belén
el ques nuestro b ie n :
venido es en quien
por Él fue escogida.

En un portal ejo,
con pobre aparejo,
servido d ’un viejo,
su guarda escogida.

L a piedra preciosa,
ni la fresca rosa,
non es tan hermosa
como la parida.

338
AMOR, no me dejes,
que me moriré.

Que en ti só yo vivo,
sin ti só cativo;
si m ’ eres esquivo
perdido seré.

Si mal no me viene,
por ti se detien e;
en ti me sostiene
tu gracia y mi fe.

140
Que el que en ti se ceba,
que truene, que llueva,
no espera ya nueva
que pena le dé.

Que aquel que tú tienes


los males son bienes,
a él vas y vienes :
m uy cierto lo sé.

Am or, no me dejes,
que me moriré.

339

DlME, señora, di,


cuando parta desta tierra,
si te acordarás de mí.

340

S o l Ía d e s venir, am or;
agora non venides, non.

FRAY ÍÑ IG O DE M EN D O ZA

341

E r e s niño y has am or :
¿q u é farás cuando m ayo r?

Pues que en tu natividad


te quema la caridad,
en tu varonil edad
¿quién sufrirá su calor?
Eres niño y has am o r:
¿qué farás cuando m ayor?
Será tan vivo su fuego,
que con importuno ruego,
por salvar el mundo ciego,
te dará mortal dolor.
Eres niño y has am o r:
¿qué farás cuando m ayor?

141
Arderá tanto tu gana,
que por la natura humana
querrás pagar su mangana
con muerte de malhechor.
Eres niño y has am o r:
¿ q u é farás cuando m ayo r?

¡ Oh amor digno de espanto ! t


pues que en este niño santo
has de pregonarte tanto,
cantemos a su lo o r :
Eres niño y has am o r:
¿qué farás cuando m ayor?

FRAY A M BRO SIO M O N T E S IN O

342

N o la debem os dorm ir
la noche santa,
no la debem os dorm ir.
La V irgen a solas piensa
qué hará
cuando al R ey de luz inmensa
parirá,
si de su divina esencia
temblará,
o qué le podrá decir.
N o la debemos dormir
la noche santa,
no la debemos dormir.

FERN AN D O DE R O JA S

343

P a p a g a y o s , ruiseñores,
que cantáis al alborada,
llevad n ueva a m is am ores,
cómo espero aquí asentada.

142
La media noche es pasada
e no v ie n e ;
sabedme si hay otra amada
que lo detiene.

JU A N D EL E N C IN A

344

¿ A QUIÉN debo yo llamar-


v id a m ía,
sino a ti. V irgen M aría?
Todos te deben servir,
V irgen y Madre de Dios,
que siempre ruegas por no?
y tú nos haces vivir.
N unca me verán decir
vida mía,
sino a ti, V irgen María.
Duélete, V irgen, de mí,
mira bien nuestro dolor,
que este mundo pecador
no puede vivir sin ti.
N o llamo desque nací
vida mía,
sino a ti, V irgen María.
T anta fue tu perfeción
y de tanto merecer,
que de ti quiso nacer
quien fue nuestra redención.
N o hay otra consolación,
vida mía,
sino a ti, V irgen María.
E l tesoro divinal
en tu vientre se encerró,
tan precioso, que libró
todo el linaje humanal.
¿ A quién quexaré mi ma!,
vida mía,
sino a ti, V irgen M aría?

143
T ú sellaste nuestra fe
con el sello de la cruz,
tú pariste nuestra luz,
Dios de ti nacido fue.
Nunca jamás llamaré
vida mía
sino a ti, V irgen María.
\ Oh clara virginidad,
fuente de toda virtud,
no ceses de dar salud
a toda la cristiandad!
N o pedimos piedad,
vida mía,
sino a ti, V irgen María.

345

F l o r e c ió tanto mi mal
sin medida,
que hizo secar mi vida.

Floreció mi desventura
y secóse mi esperanza;
floreció mi gran tristura
con mucha desconfianza;
hizo mi bien tal mudanga
sin medida,
que hizo secar mi vida.

Hase mi vid a secado


con sobra de pensam iento;
ha florecido el cuidado,
las pasiones y el tormento.
Fue tanto mi perdimiento
sin medida,
que hizo secar m i vida.

Secóse todo mi bien


con el mal que floreció;
no sé cúyo soy ni quién,
quel placer me despidió;

144
tanto mi pena creció
sin medida,
que hizo secar mi vida.

346

O jos gargos ha la niña :


¿quién ge los nam oraría?
Son tan bellos y tan vivos,
que a todos tienen cativos;
mas muéstralos tan esquivos
que roban ell alegría.
Roban el placer y gloria,
los sentidos y m em oria;
de todos llevan vitoria
con su gentil galanía.
Con su gentil gentileza
ponen fe con más lirmeza,
hacen vivir en tristeza
al que alegre ser solía.
N o hay ninguno que los vea
que su cativo no sea :
todo el mundo los desea
contemplar de noche y día.

347

¡ N o te tardes que me muero,


carcelero,
no te tardes que me m u ero!
Apresura tu venida
porque no pierda la vida,
que la fe no está perdida.
¡ Carcelero,
no te tardes que me m uero!
Bien sabes q u e.la tardanza
trae gran desconfianza :
ven y cumple mi esperanza.

145
¡ Carcelero,
no te tardes que me m uero!

Sácame desta cadena,


que recibo m uy gran pena,
pues tu tardar me condena.
¡ Carcelero,
no te tardes que me m uero!

La primer vez que me viste


sin te vencer me venciste;
suéltame, pues me prendiste.
¡ Carcelero,
no te tardes que me m uero!

La llave para soltarme


ha de ser galardonarme,
proponiendo no olvidarme.
¡ Carcelero,
no te tardes que me m uero!

Y siempre cuanto vivieres


haré lo que tú quisieres,
si merced hacerme quieres.
¡ Carcelero,
no te tardes que me m uero!

348

M o n t e s in a era la garza,
y de m u y alto v o la r :
no h ay quien la pueda tomar.

M i cuidoso pensamiento
ha seguido su guarida,
mas cuanto más es seguida
tiene más defendim iento;
de seguirla soy contento
per de su vista g o z a r:
no hay quien la pueda tomar.

Otros muchos la han seguido


pensando poder tomalla,
y a quien más cerca se halla

146
tiene más puesto en o lv id o ;
harto paga lo servido
en sólo querer m irar:
no hay quien la pueda tomar.

Nunca vi tanta lindeza


ni ave de tal crianza,
mas a quien tiene esperanza
muéstrale mucha esquiveza;
puede bien con su belleza
todo el mundo ca tiv a r:
no hay quien la pueda tomar.

T iene tan gran hermosura


y es tan noble y virtüosa,
que en presencia nadie osa
descubrirle su tristu ra;
es de dichosa ventura
el que sirve en tal lu g a r:
no hay quien la pueda tomar.

E l que más sigue su vuelo,


le parece muy más b e lla :
por sólo gozar de vella
el trabajo le es consuelo;
su mirar pone recelo
porque calle el desear:
no hay quien la pueda tomar.

Si la sigo por halago,


no me cree mi deseo,
y por mal perdidos veo
los servicios que le h a g o ;
quiérole pedir en pago
me dexe suyo llamar :
no hay quien la pueda tomar.

Y pues de tan alta suerte


la hizo Dios en extremo,
de ningún peligro temo
si es contenta con mi m uerte;
puede con su fuerza fuerte
ligeramente m atar;
no hay quien la pueda tomar.

147
N o quiero sino fatiga,
soy contento ser penado,
pues que quiere mi cuidado
que sin descanso la siga;
y que pene y no la diga,
pues es vitoria p e n ar:
no hay quien la pueda tomar.

A sí que por m uy dichoso


me siento por la servir,
aunque sienta mi v iv ir
trabajo m uy trabajoso;
quiero vida sin reposo,
por huir de la enojar.
¡ N o hay quien la pueda tom ar!

349

T a n buen ganadico.
y más en tal valle,
placer es guardalle.

Ganado d’altura,
y más de tal casta,
muy presto se gasta
su mala pastu ra;
y en buena verdura,
y más en tal valle,
placer es guardalle.

A nsí que yo quiero


guardar mi ganado,
por todo este prado
de muy buen ap ero :
con este tempero,
y más en tal valle,
placer es guardalle.

Está m uy vicioso
y siempre callando,
no anda balando

148
ni es enojoso;
antes da reposo
en cualquiera v a lle :
placer es guardalle.

Conviene guardalla
la ccsa preciosa,
que en ser codiciosa
procuran hurtalla.
Ganado sin falla,
y más en tal valle,
placer es guardalle.

Pastor que se encierra


en valle seguro,
los lobos, te juro,
que no le dan guerra.
Ganado de sierra,
traspuesto en tal valle,
placer es guardalle.

Pastor de buen grado


yo siempre sería,
pues tanta alegría
me da este ganado;
y tengo jurado
de nunca dejalle,
mas siempre guardalle.

350

ROMERICO, tú que vienes


de do m i señera está,
las nuevas della m e da.

Dam e nuevas de mi vida,


¡ ansí Dios te de placer!,
porque me puedas hacer
alegre con tu v e n id a ;
que después de mi' partida
de mal en peor me va.
Las nuevas della me da.

149
LU CAS FERN ÁN D EZ

351

E n esta montaña
de gran hermosura
tomemos holgura.

Haremos cabaña
de rosas y flores
en esta montaña
cercada de amores,
y nuestros dolores
y nuestra tristura
tornarse ha en holgura.

Gran gozo y placer


aquí tomaremos,
y amor y querer
aquí nos tememos,
y aquí vivirem os
en grande frescura
en esta verdura.

G IL V IC E N T E

352

D ic e n que me case yo :
no quiero marido, no.

Más quiero vivir segura


n’esta tierra a mi soltura,
que no estar en ventura
si casaré bien o no.
Dicen que me case yo :
no quiero marido, no.

M adre, no seré casada


por no ver vida cansada,
o quizá mal empleada
la gracia que Dios me dio.

150
Dicen que me case yo :
no quiero marido, no.

N o será ni es nacido
tal para ser mi m arido;
y pues que tengo sabido
que la flor yo me la só.
Dicen que me case yo :
no quiero marido, no.

353

¡ S a ñ o s a está la n iñ a !
¡A y , D io s!, ¿quién le hablaría?

En la sierra anda la niña


su ganado a repastar,
hermosa como las flores,
sañosa como la mar.
Sañosa como la mar
está la niña.
¡A y , D io s!, ¿quién le hablaría?

354

M u y graciosa es la doncella,
¡ cómo es bella y herm osa!

Digas tú, el marinero


que en las naves vivías,
si la nave o la vela o la estrella
es tan bella.

Digas tú, el caballero


que las armas vestías,
si el caballo o las armas o la guerra
es tan bella.

Digas tú, el pastorcico


que el ganadico guardas,
si el ganado o los valles o la sierra
es tan bella.

151
355

¡ M a l h a y a quien los en vu elve


los mis am ores,
m alh aya quien los e n v u e lv e !

Los mis amores primeros


en Sevilla quedan presos,
los mis amores,
¡ m alh aya quien los e n v u e lv e !

En Sevilla quedan presos,


por cordón de mis cabellos,
los mis amores,
¡ m alhaya quien los e n v u elv e !

En Sevilla quedan ambos


los mis amores,
¡ m alhaya quien los e n v u elve!

En Sevilla quedan ambos,


sobre ellos armaban bandos,
los mis amores,
¡ m alh aya quien los e n v u e lv e !

356

E n la huerta nasce la ro sa:


quiérome ir allá,
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.

Por las riberas del río


limones coge la virgo :
quiérome ir allá,
por mirar al ruiseñor
cómo cantabá.

Limones cogía la virgo


para dar al su am ig o :
quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantabá.

152
Para dar al su amigo
en un sombrero de sirgo:
quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantabá.

HALCÓN que se atreve


con garza guerrera,
peligros espera.

Halcón que se vuela


con garza a porfía,
cazarla quería
y no la recela.
Mas quien no se vela
de garza guerrera,
peligros espera.

La caza de amor
es de altanería:
trabajos de día,
de noche dolor.
Halcón cazador
con garza tan fiera,
peligros espera.

358

¿ P o r dó pasaré la sierra,
gentil serrana morena?

— “ T u ru ru ru lá. ¿Quién ía pasará?”


— “ T u ru ru ru rú. N o la pases tú” .
— “ T u ru ru ru ré. Y o la pasaré” .
— “ Di, serrana, por tu fe,
si naciste en esta tierra,
¿por dó pasaré la sierra,
gentil serrana m orena?”

153
— “ T i ri ri ri rí. Queda tú aquí” .
— “ T u ru ru ru rú. ¿Q ué me quieres t ú ? ”
— “ T o ro ro ro ró. Que yo sola esto” .

— “ Serrana, no puedo, no,


que otro amor me da guerra.
¿Cóm o pasaré la sierra,
gentil serrana m orena?”

359

D e l rosal ven g o , m i m adre,


vengo del rósale.

A riberas de aquel vado


viera estar rosal granado :
vengo del rósale.

A riberas de aquel río


viera estar rosal florido :
vengo del rósale.

V iera estar rosal florido,


cogí rosas con sospiro :
vengo del rósale.

[V iera estar rosal granado,


cogí rosas con cu id ad o:
vengo del rósale.]

Del rosal vengo, mi madre,


vengo del rósale.

360

¿C u Á L es la niña
que coge las flores
si no tiene am ores?

Cogía la niña
la rosa florid a;
el hortelanico

154
prendas le pedía,
si no tiene amores.

361

V a n s e mis am ores, m adre,


luengas tierras v an m orar :
y o no los puedo olvidar.
¿Q u ién m e los hará tornar,
quién me los hará to m a r?

Y o soñara, madre, un sueño


que me dio en el corazón:
que se iban ios mis amores
a las islas de la mar.
Y o no los puedo olvidar.
¿Quién me los hará tornar,
quién me los hará tornar?

Y o soñara, madre, un sueño


que me dio en el corazón:
que se iban los mis amores
a las tierras de Aragón.
A llí se van a morar.
Y o no los puedo olvidar.
¿Quién me los hará tornar,
quién me los hará tornar?

362

A r r im Ar a m e a ti, rosa,
no m e diste so lo m b ra...

363

B ie n quiere el viejo,
¡ ay, madre m ía !,
bien quiere el viejo
a la n iña...

155
364
M a l herido m e ha la niña.
¡ N o me hacen ju sticia!

D IEG O SÁ N C H EZ DE B A D A JO Z

365

N o me las enseñes más,


que me matarás.

Estábase la monja
en el monesterio,
sus teticas blancas
de so el velo negro.
¡ Más,
que me m atarás!

366

j A LA gala, a la gala
del niño chequito, b o n ito!

Santana, su agüela,
vístele la faju ela;
bonito,
la gala del niño chequito,
bonito.

C R IS T Ó B A L DE C A S T IL L E JO

367

A quí no hay
sino v e r y d e se a r:
aquí no veo
sino m orir con deseo.

M adre, un caballero
qu’ estaba en este corro,

156
a cada vuelta,
hacíame del ojo.
Y o , como era bonica,
teníaselo en poco.

Madre, un escudero
que estaba en esta baila*.
a cada vuelta,
asíame de la manga.
Yo, como era bonica,
teníaselo en nada.

368

G u á r d a m e las v acas,
carillejo, y besarte h e ;
si no, bésam e tú a m í,
que yo te las guardaré..

En el troque que te pido»


Gil, no recibes engaño;
no te muestres tan extraño
por ser de mí requerido.
T an ventajoso partido
no sé yo quién te lo dé ?
si no, bésame tú a mí,
que yo te las guardaré.

Por un poco de cuidado-


ganarás de parte mía
lo que a ninguno daría
sino por don señalado.
N o vale tanto el ganado
como lo que te daré;
si no, dámelo tú a m í,
que yo te las guardaré.

N o tengo necesidad
de hacerte este favor,
sino sola la que Am or
ha puesto en mi voluntad».
Y negarte la verdad

157
n o lo consiente m i f e ;
si no, quiérem e tú a m í,
que yo te las guardaré.

Oh, cuántos me pidirían


lo que yo te pido a ti,
y en alcanzarlo de mí
por dichosos se tendrían.
Tom a lo que ellos querrían,
haz lo que te m an daré;
si no, mándame tú a mí,
que yo te las guardaré.

Mas si tú, Gil, por ventura,


quieres ser tan perezoso,
que precies más tu reposo
que gozar d ’esta dulzura,
yo , por darte a ti holgura,
el cuidado tomaré
que tú me beses a mí,
que yo te las guardaré.

Y o seré más diligente


que tú sin darme pasión,
porque con el galardón
el trabajo no se sien te;
y haré que se contente
mi pena con el porqué
que tú me beses a mí,
que yo te las guardaré.

L U IS M IL Á N

369

P a ja r e r o sois d ’am or,


m i señor,
pajarero sois d’amor.

370

Y en d o y viniendo
voim e enam orando:

158
una vez riendo,
y otra vez llorando.

N ’es la de mi ciego'
voluntad pequeña :
más arde mi fuego
si le añaden leña.

Vánm ela añadiendo,


mis ojos mirando,
una vez riendo,
y otra vez llorando.

371

— “ ¡A y , que m e m a tá is !’ '
— “ Caballero, ¿qué tenéis?”
— “ Señora, muerto m ’habéis."
■— “ Por mi vida que os burláis/'

— “ ¿Cóm o puedo yo burlar


"burlas que son tan de veras,
” pues matáis de mil maneras
” para más enamorar?
"Cruelm ente me matáis.”
— “ Caballero, ¿qué tenéis?”
— “ Señora, muerto m ’habéis.”
— “ Por mi vida que os burláis.”

372

A g u a s de la mar,
m iedo he
que en vosotras moriré.

Ondas turbias saladas,


al mejor de mi dormir,
ensueño que me ha de venir,
por vosotras, malas hadas.
¡ Mil veces os he ensoñadas!
Miedo he
que en vosotras moriré.

159
373

] O h qué fresco y claro día,


si no turban tristes hados
la a le g ría !

Rosas de esta pradería,


cogidas V por coger,
bien nos v a con el placer,
pues nos hace c o m p añ ía;
buena v a la m ontería,
si no turban tristes hados
1a alegría.

374

SOSPIRÓ una señora


q u e yo v i.
j O jalá fuese por m í !

Sospiró una señora


y ham e dado a’ntender
q u e sospira por tener
gran pesar de quien lo llora.
Ya yo sé q u ’es burladora,
y aunque así,
J ojalá fuese por m í !

375

A g o r a viniese un viento
q u e m e echase acullá dentro.

A g o ra viniese un vien to ,
tan bueno com o querría,
q u e m e echase acullá dentro
en faldas de m i am iga.
Y m e hiciese tan contento,
q u e m e echase acullá dentro.

160
376

AQUEL caballero, m adre,


que de m í se enam oró,
pena él y m uero yo.

Madre, aquel caballero


que va herido de amores,
también siento sus dolores
porque dellas mismas m u ero;
su amor tan verdadero
merece que diga y o :
pena él y muero yo.

JU A N DE M O L IN A

377

V il l a n c ic o co n s u g l o s a n u e v a

M u e l e , molinico, •
- molinico del amor.
— Que no puedo moler, non.

Molinico m uy penado
de las aguas de amargura,
no sé yo por cuál ventura
tu v iv ir no es acabado,
pues eres tan aquejado
de los ríos de pasión.
— Que no puedo moler, non.

Pues el molino no queda


de moler su gran pasión,
morirá su corazón
porque vos seáis m uy leda.
Cubren tanto ya la rueda
las crecientes del amor,
que no puedo moler, non.

161
A L O N SO DE ALCAU D ETE

378

L l a m á b a l o la doncella,
y dijo el v i l :
— “ A l ganado tengo de ir.” —

Llamábalo : — “ Di, perdido,


” ¿por qué te vas a perder?
” V en acá, desconocido,
" y tómame por m ujer.” —
— “ N o lo puedo eso hacer” — r
dijo el vil.
A l ganado tengo de ir.

— “ ¿D ónde vas descaminado?


” V en acá, simple ovejero,
” deja ahora tu ganado,
"quiérem e, pues que te quiero.” —
— “ Si vos queréis, yo no quiero” — ,
dijo el vil.
A l ganado tengo de ir.

—-“ ¿Iré yo a vuestro mandado,


” y dejaré mi cabaña,
” donde duermo estendijado,
” sin congoja y sin sañ a?;
” el amor me apaña” — ,
dijo el vil.
A l ganado tengo de ir.

— “ Haz lo dicho, pastor;


” no me seas más avieso,
” que estar presa de tu amor,
” yo mesma te lo confieso.” —
— “ N o me cumple nada deso” — ,
dijo el vil. •
A l ganado tengo de ir.

—-“ N o seas más porgado;


"llégate, pastor, a mí,
” que del día que te v i,
” el corazón me has robado.” —

162
— “ N o quiero entrar en cuidado” — ,
dijo el vil.
A l ganado tengo de ir.

F R A N C IS C O SÁ DE M IR A N D A

379

¡ S o l a m e dejaste
en aquel y e r m o !
¡ Villano malo, gallego !

V oim e a do te fuiste,
voim e no sé adonde.
E l valle responde,
¡ tú no respondiste!
Moza, sola y triste,
yo, llorando, cie g o ;
¡ tú pásaslo en juego !

Por yermos ajenos


lloro y grito en v a n o ;
¡ gallego y villano !
¿Qué esperaba yo menos?
Ojos de agua llenos,
pecho de tal fuego,
¿cuándo habréis sosiego?

380

¡ QUIÉN viese aquel día


cuando, cuando, cuando,
saliese m i vid a
ya de tanto b a n d o !
¡ A y , mis tristes o jo s!,
I tan tristes, tan tristes !,
vistes m il enojos,
un placer no v iste s;
vistes añadida
a m i pena pena,
y en tan luenga vida
nunca una hora buena.

163
¡ Si a la suerte mía
pluguiese, ¡ a y ! , pluguiese
que viese ora el día
en que más no v ie s e !

F E L IC IA N O DE S IL V A

381

SEÑORA, pues quiso Dios


haceros hecha de flores,
no me deshagáis de amores.
Hízoos Dios, y tan gentil,
y a mí por vos desdichado;
hízoos Dios el mes de abril,
y a m í el agosto agostado.
Véom e todo ajenado
viendo a vos hecha de flores
y a mí deshecho de amores.

J. F E R N Á N D E Z DE H E R E D IA

382

Q u e las m anos ten go blandas


del b ro slar:
no nací para segar.
¡ Oh manos mías tan bellas,
no para segar nascidas,
si ya no fuesen las vidas
de cuantos osaren vellas!
Sí, para cegar son ellas
en mirar,
pero no para segar.

383

j E l mi corazón, madre,
que robado me lo h a n e !
N o digo que me ha dolido,
antes si me le quería

164
volver, no le tom aría:
tan bien empleado ha sido.
Quiera Dios, ya qu ’es perdido
el mío. quel suyo gane :
que robado me lo hane.

384

POR v id a de mis ojos,


el caballero,
por v id a de mis ojos,
que bien os quiero.

Quiéroos de manera
que fuera mejor
sufrir mi dolor
por más que muriera,
que lo no dijera.
Mas creed que muero
por vida de los vuestros,
del bien qu’os quiero.

S E B A S T IÁ N DE H O RO ZCO

385

S o bre la c a n c ió n v ie ja y m al e n t e n d id a , que d ic e an sí

S e ñ o r Góm ez Arias,
doleos de m í;
soy mochacha y niña
y nunca en tal me vi.

Señor Gómez Arias,


vos me trajistes,
V en tierra de moros
vos me vendistes.
Y o no sé la causa
porque lo hecistes,
que yo sin ventura
no os lo merecí.
Señor Gómez Anas, etc.

165
Si mi triste madre
tal cosa supiese,
con sus mesmas manos
la muerte se diese.
No hay hombre en el mundo
que no se doliese
de la desventura
que vino por mí.
Señor Gómez Arias, etc.
En cas de mi padre
estaba encerrada,
de chicos y grandes
querida y mirada.
Véom e ora triste
e enajenada;
triste fue la hora
en que yo nací.
Señor Gómez Arias, etc.
Señor Gómez Arias,
habed compasión
de la sin ventura
que queda en prisión.
Conmueva mi llanto
vuestro corazón;
no seáis tan cruel
en dejarme así.
Señor Gómez Arias, etc.
Señor Gómez Arias,
si a Córdoba fuerdes,
a mi padre y madre
me encom endedes;
y de mis hermanos
vos os guardedes,
que no os den la muerte
por amor de mí.
Señor Gómez Arias, etc.

386

] A b a l a s , ábalas, hala,
aba la frol y la g a la !

166
A llá arriba arriba,
junto a mi logare,
viera yo serranas
cantar y baxlare,
y entre todas ellas
mi linda zagala.
¡ A ba la frol y la g a la !

D IE G O DE N EGU ERU ELA

387

L a s ovejas se me v a n ;
¿si me aturdirán?

Las ovejas y el ganado


van de collado en collado,
ni las he áballado.
¡ A la h o ! ¡ Que se me v a n !
¿ S i me aturdirán?

BARTO LO M É PA LA U

388

T ib í ribi rabo,
tibi ribi ron,
tib i ribi rabo,
cantaba el ansarón.

El hombre cornudo
siempre va espantado,
y el que está desnudo
no está cobijado,
y el hombre azotado
no ha menester jubón.
T ib i ribi rabo,
tibi ribi ron,
tibi ribi rabo,
cantaba el ansarón.

167
JU A N DE T IM O N E D A

389

P a c e d a vuestro solaz,
la m i ovejica,
pues sois bonica.

Paced a vuestro solaz


en la majada,
catá que no comaz
cosa vedada,
cosa no usada,
grande ni chica,
pues sois bonica.

, 390

E s p o s o y esposa
son clavel y rosa.

Estas flores dos


se han hoy concertado:
el clavel, que es Dios,
con rosa ha juntado.
Cristo desposado
y el alma graciosa
son clavel y rosa.

391

— Z a g a l a , ¿ d ó está tu am ore?
— Y o m e sé adonde.

— S í goces de tu zurrone
y de tu rueca d’ encino,
di, no me tengas mohíno,
¿ d ó está puesta tu aficion e?
— ¿D ó está puesta mi aficione?
Y o me sé adonde.

168
— A l desamado garzone
dale luego despedida,
y declara por tu vida
dónde está tu corazone.
— ¿D ónd'está mi corazone?
Yo me sé adonde.

392

zagala, ¿cuál de los dos


— D lN O S ,
es el tu amado?
— Callad, carillos, andad con D io s:
ya lo he mostrado.

— Ansina goces de tus faldillas


domingueras,
¿a cuál de los dos, sin más rencillas,
amas de veras?
D i con palabra, aquí entre nos,
¿cuál es l’amado?
— Callad, carillos, andad con D io s:
ya lo he mostrado.

— ¿P o r qué al no amado, triste zagal,


das confianza?
¿Porque sustente el bien y el mal
con la esperanza?
Buen padre viejo, rogalde vos
lo proposado.
— Callad, carillos, andad con D ios:
ya lo he mostrado.

393

P u e s todas las aves vuelan,


corazón,
pues todas las aves vuelan,
volad vos.

169
394

N a m o r á r o n s e m is ojos
de vuestra hermosura, ¡a f e ! :
mal enamoráronse.

395

AQUEL si viene o no viene,


aquel si sale o no sale,
en los amores no tiene
contento que se le iguale.

A quel pensar que es amado


el amante, y venturoso,
y tenerse por dichoso
de verse bien em pleado;
si con esto se mantiene,
con el seso no resb ale:
en los amores no tiene
contento que se le iguale.

A quel mirarse de día


ella a él y él a ella,
y esperar la ncche vella
y hablarle como so lía;
aquel cuando se detiene
aguardando quien le vale,
en los amores no tiene
contento que se le iguale.

A quel pensar “ ¿si me ha o íd o?” ,


“ ¿si me ha visto, por ven tu ra?” ,
“ ¿si llegó la hora y postura
que había constituido?” ,
si en esperanza se aviene,
cuando amor con esto sale,
en los amores no tiene
contento que se le iguale.

Aquellas señas que espere


que le señala la dama,
aquel “ ce” con que le llama.

170
aquel decir que le quiere:
aquel sí cuando conviene
que a los dos no desiguale,
en los amores no tiene
contento que se le iguale.

396

V e o las ovejas
orillas del m ar,
no veo el pastor
que me hace penar.

Las ovejas veo


orillas del río.
no ve mi deseo
el dulce amor mío.
Miro en derredor
del fre seo pinar,
no veo el pastor
que me hace penar.

Los perros y el manso


veo, y su bardina;
mi gloria y descanso
no veo, mezquina.
Por bien que el amor
me esfuerza a mirar,
no veo el pastor
que me hace penar.

V eo m uy esenta
su choza sombría,
sin ver quien sustenta
aquesta alma mía.
V eo mi dolor
crescer y menguar,
no veo el pastor
que me hace penar.

171
17
397

S o y garridica
y v iv o penada
por ser m al casada.

Y o soy, no repuno,
hermosa sin cuento,
amada de uno,
querida de ciento.
N o tengo contento
ni valg o y a nada
por ser m al casada.

Con estos cabellos


de bel parecer
haría con ellos
los hombres perder.
Quien los puede haber
no los tiene en nada
por ser mal casada.

LO PE D E R U E D A

398

C an ció n negra

G il a Gonzalé
de la v illa y a m a ;
yo no sé, m adrés,
si m e l’ abriré.

Gila Gonzalé
yam a la torre.
— “ Abrím ela voz,
” fija Yeonore,
"p o rq u e lo cabayo
"m o ja b a falcon e.”
N o sé y o , m adrés,
si me Tabriré.

172
399

M a l a noche me distes,
María de Rión,
con el bimbilindrón.

Mala noche me distes,


Dios os la dé peer,
del bimbilindrón, dron, dron,

400

M im b r e r a , am igo,
so la m im brereta.
Y los dos amigos
idos se son, idos,
so los verdes pinos,
so la m im brereta;
mimbrera, amigo.

Mimbrera, amigo,
so la mimbrereta.
Y los dos amados
idos se son ambos,
so los verdes prados,
so la mimbrereta.

PED RO DE ANDRADE C A M IN H A

401

C a n t ig a a e s t a c a n t ig a v e l h a

V é a n t e mis ojos,
y m uéram e yo luego,
dulce am or mío
y lo que yo más quiero.

Aunque verte temo,


muero por m irarte;

173
todo en ti es extremo,
todo en mí es amarte.
Sin saber desearte
de deseos muero,
dulce amor mío
y lo que yo más quiero.

Cuando veo tus ojos


siento en mí otra suerte :
blandos mis enojos
y dulce mi muerte.
Y a no puedo verte,
y otro bien no espero,
dulce amor mío
y lo que yo más quiero.

ALVAREZ P E R E IR A

402

QUIERO ir m orar al m onte


solo, sin m ás com pañía
que la tierra y su agua fría.

JO R G E D E M O N T E M A Y O R

403

¡ S e a bienven ido, sea,


sea b ie n v e n id o !
E l V erbo hijo del Padre,
¡ sea b ie n v e n id o !
H oy nasció de V irgen madre,
¡sea bien ven id o!,
E l V erbo del padre H ijo,
¡ sea bien ven ido!
H oy nasció con regocijo.
¡ Sea b ien ven id o!

174
L U IS DE CAM O ENS

40 4

IRME quiero, madre,


a aquella galera,
_ con el marinero
a ser marinera.

Madre, si me fuere,
do quiera que vo,
no lo quiero yo,
que el Am or lo quiere.
A quel niño fiero
hace que me mueva
por un marinero
a ser marinera.

Él, que todo puede,


madre, no podrá,
pues el alma va,
que el cuerpo se quede.
Con él, por quien muero,
voy, porque no m u era:
que si es marinero,
seré marinera.

Es tirana ley
del niño señor,
que por un amor
se deseche un rey.
Pues desta manera
quiero irme, quiero,
per un marinero
a ser marinera.

Decid, ondas, ¿cuándo


vistes vos doncella,
siendo tierna y bella,
andar navegando?
Mas ¿qué no se espera
daquel niño fiero?
V ea yo quien quiero:
sea marinera.

175
A N T O N IO DE V IL L E G A S

405

C o plas a u n v il l a n c ic o v ie jo

E n la peña, sobre la peña


duerme la niña, y sueña.

La niña, que amor había,


de amores se trasportaba:
con su amigo se soñaba;
soñaba, mas non dormía,
que -la dama enamorada,
y en la peña,
no duerme, si amores sueña.

E l corazón se le altera
con el sueño en que se v i o :
si no vio lo que soñó,
soñó lo que ver quisiera.
H ace representación,
en la peña,
de todo el sueño que sueña.

Sueños son que, Am or, envías


a los que traes desvelados;
pagas despiertos cuidados
con fingidas alegrías :
quien muere de hambre los días,
las noches manjares sueña
suso en la peña.

JERÓ N IM O DE ARBO LAN CH E

406

C a n t a b a n las aves
con el buen pastor,
herido de am or.

Si en la primavera
canta el ruiseñor,

176
también el pastor
que está en la ribera,
con herida fiera,
con grande dolor,
herido de amor.

Los peces gemidos


dan allá en la hondura:
el viento murmura
en robres crecidos,
los cuales, movidos,
siguen al pastor
herido de amor.

Los claros corrientes,


montes y collados,
praderas y prados,
cristalinas fuentes,
estaban pendientes
oyendo al pastor
herido de amor.

SAN TA TERESA DE JE S Ú S

407

VÉANTE mis ojos,


dulce Jesús b u en o ;
véan te mis ojos,
m uéram e yo luego.

V ea quien quisiere
rosas y jazmines,
que si yo te viere
veré mil jardines.
Flor de serafines,
Jesús Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.

N o quiero contento,
mi Jesús ausente,
que todo es tormento

177
a quien esto sien te;
sólo me sustente
tu amor y deseo.
Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.

DIO GO BERN ARD ES

408

N o enjuguéis, madre mía,


mis ojos con mis cabellos :
arde el alma, llcran ellos.

Para llorar sin sosiego


mi dolor con su dolor,
abren puertas al amor
qu’ en mi alma enciende el fuego.
N o los enjuguéis, os ruego,
que tal ardor sale dellos,
que abrasará mis cabellos.

Dejadllos ir consumiendo,
y no los vais en jugando;
paguen la culpa llorando,
del bien que perdieron viendo.
Lloren tristes, encubriendo
las quejas que tengo dellos,
que son más que mis cabellos.

Hasta llorando cegar,


salgan mis lágrimas fuera,
que si yo no los tuviera,
no tuvieran que llorar;
lloren solos sin secar
el mal que me nasció dellos,
y vos no lloréis por ellos.

178
409
L o s mis pensamientos, madre,
pedírselos quiero al aire.

Es razón que se los pida,


pues los levan sin razón ;
que puesto que vanos son,
son d ’un alma enternecida.
Para respirar mi vida,
a mal no lo tengáis, madre,
que pida el aire al aire.

Vánsem e por él de vuelo,


sin que pueda detenellos;
tal me dejan, que recelo
que vuele el alma tras ellos.
Antes que tal sea, madre,
pedírselos quiero al aire.

PED R O D E P A D IL L A

410

L a sierra es alta
y áspera de so b ir;
los caños corren agua
y dan en el toronjil.

Madre, la mi madre
de cuerpo atán garrido,
por aquella sierra
de aquel lomo erguido
iba una mañana
el mi lindo am ig o ;
llaméle ccn mi toca
y con mis dedos cinco...
Los caños corren agua
y dan en el toronjil.

411

B ie n haya quien hizo


cadenicas, cad en as;

179
bien haya quien hizo
cadenas de am ore.

Todas las zagalas


que tiene la villa,
no tienen que hex,
¡ a y !, con Marinilla.
Bien haya quien hizo
cadenas de amore.

Está un zagalejo
perdido por ella,
tanto que no puede
dejar de querella.
Bien haya quien hizo
cadenas de amore.

JU A N LÓ PEZ DE ÚBEDA

412

V il l a n c ic o a la N a t iv id a d d el S eño r

¿QUIÉN podrá no am aros,


N iño Dios, agora,
que el alma que os ama
a Dios enamora?

¿Q uién no os amará,
Niño R ey del cielo,
si aquí sois consuelo,
y la gloria allá?
Quien al alma os ama,
y por vos hoy llora,
tanto cuanto os ama
a Dios enamora.

Cuanto en ser de Dios


sois uno con Él,
y es quererlo a É!
quereros a v o s ;
que hay entre los dos
tal concierto agora,

180
que el alma que os ama
a Dios enamora.

J. D ÍA Z R E N G IF O

413

V il l a n c ic o a l N iño J e s ú s r e c ié n n acido

S o l e s claros son
tus ojuelos bellos,
oro los cabellos,
fue^o el corazón.

Rayos celestiales
echan tus mejillas,
son tus lagrimillas
perlas orientales,
tus labios corales,
tu llanto es canción,
oro los cabellos,
fuego el corazón.

F R A N C IS C O DE OCAÑA

414

— PASTORCICO, tú que vienes


donde mi Señera está,
di qué nuevas hay allá.

T ú , que fuiste tan dichoso


que te fuese revelado
ser nacido el deseado
H ijo de Dios poderoso;
tú, que vienes tan gozoso
donde la V irgen está,
di qué nuevas hay allá.

— H a y m aravillas de ver,
que perturban el se n tid o ;

181
dígoos que Dios es nacido
esta noche de mujer.
V i cantar y vi tañer
donde la V irgen está;
y estas nuevas hay allá.

V i cánticos celestiales
en el pobre portalejo;
cantan la Madre y el V iejo
con los coros celestiales.
Puesto entre dos animales
todo nuestro bien e stá;
y estas nuevas hay allá.

H ay tantos de musicorrios,
que es para m aravillar;
tanto danzar y bailar,
que parecen desposorios,
y llena de relumbrorios
aquella casilla e stá ;
y estas nuevas hay allá.

Pastores de mil maneras


le van a besar las m an os:
Juan y Mingo y sus hermanos,
y Pabros, el de las eras;
tantas mozas cantaderas,
que placer os tom ará;
y estas nuevas hay allá.

•F R A N C IS C O DE Á V IL A

415

PORTALICO divino,
¡ cuán bien pareces
con el niño chiquito, bonito,
que nos ofreces!

Dulce portalico,
lleno de mil perlas,
¡ quién pudiera haberlas
para quedar ric o !

182
T u s bienes publico,
pues tan bien pareces
con el niño chiquito, bonito,
que nos ofreces.

En tu cuadra bella
yace el claro sol,
que con su arrebol
da gran luz en ella :
con tan clara estrella
cielo pareces,
con el niño chiquito, bonito,
que nos ofreces.
N iño Dios divino
vin o a ti del cielo,
debajo de un velo
raro y peregrino,
y en este camino
el alma enriqueces
con el niño chiquito, bonito,
que nos ofreces.

BA LTA SA R D EL A LCÁ ZAR

416

C o n trah ech as

E n San Julián,
en somo un collado,
si me vieres oyes,
oyes si me vieras,
jugar al callado.

Saliendo al ejido,
topé unas zagalas :
quedé embebescido
mirando sus galas,
y tomando alas,'
que me han levantado,
si me vieres, oyes...

183
Híceles crianza,
solté mi melena
y metíme en danza.
Dios y norabuena.
U n juego se ordena,
de chite, al callado;
oye, si me vieras...
Todas me miraron
y a todas m iré ;
como no hablaron,
yo también callé.
Luego barrunté
ser juego avisad o ;
si me vieres, oyes...
Entre ellas estaba
una zagaleta
hermosa y discreta,
zahareña y brava,
que siempre jugaba
m uy al recatado;
si me vieras, o y e s...
Y o , por no perder,
juguéle un suspiro,
y cogíle un miro
tornándola a ver.
Si se ha de perder,
va el resto envidado
si me vieras, o ye s...
Galán que suspira,
¿q u é tiene de resto?
Corazón dispuesto
amar a quien m ira ;
si ello no es mentira
quédese empezado.
Si me vieras, oyes...
Entre unas zagalas
de valor preciado,
si me vieras, oyes,
oyes, si me vieras,
jugar al callado.

184
M IG U E L D E C E R V A N T E S

417

P or un sevillano,
rufo a lo valón,
tengo socarrado
todo el corazón.

Por un morenico
de color verde,
¿cuál es la fogosa
que no se pierde?

Riñen los amantes,


hácese la p a z :
si el enojo es grande,
es el gusto más.

Detente, enojado,
no me azotes m ás;
que si bien lo miras,
a tus carnes das.

418

M a d r e , la mi madre,
guardas me ponéis,;
que si yo no me guardo,
no me guardaréis.

Dicen que está escrito,


y con gran razón,
ser la privación
causa de ap etito:
crece en infinito
encerrado am or;
por eso es mejor
que no me encerréis,
que si yo no me guardo,
no me guardaréis.

185
Si la voluntad
por sí no se guarda,
no la harán la guarda
miedo o calid ad ;
romperá en verdad
por la misma muerte,
hasta hallar la suerte
que vos no entendéis.
Que si yo no me guardo,
no me guardaréis.

Quien tiene costumbre


de ser amorosa,
como mariposa
se irá tras su lumbre,
aunque muchedumbre
de guardas le pongan,
y aunque más propongan
de hacer lo que hacéis,
que si yo no me guardo,
no me guardaréis.

Es de tal manera
la fuerza amorosa,
que a la más hermosa
la vuelve en quimera :
el pecho de cera,
de fuego la gana,
las manos de lana,
de fieltro los pies.
Que si yo no me guardo,
no me guardaréis.

419

A LA guerra m e lleva
m i n e ce sid a d :
si tuviera dineros
no fuera en verdad.

186
420

CAUTIVÁSTEME el alma, niña,


y tenéisla siempre a llá :
el Am or me vengará.

Vuestros ojos salteadores,


sin ser de nadie impedidos,
se entraron por mis sentidos,
y se hicieron salteadores;
lleváronme los mejores,
y tenéislos siempre allá :
el A m cr me vengará.

421

AUNQUE pensáis que me alegro,


conm igo traigo el dolor.

Aunque mi rostro semeja


que de mi alma se aleja
la pena y libre la deja,
sabed que es notorio error :
conmigo traigo el dolor.

Cúmpleme disimular,
por acabar de acabar,
y porque el mal, con callar,
se hace mucho m aycr :
conmigo traigo el dolor.

422

B a il a n las gitanas,
m íralas el r e y ;
la reina, con celos,
m ándalas prender.

Por Pascua de Reyes


hicieron al rey
un baile gitano
Bélica e Inés.

187
Turbada, Bélica
cayó junto al rey,
y el rey la levanta
de puro cortés;
mas como es Belilla
de tan linda tez,
la reina, celosa,
mándalas prender.

423

P i s a r é y o el polvico,
atán m en u d ico;
pisaré yo el polvo,
atán m enudo.

Pisaré yo la tierra
por más que esté dura,
puesto que me abra en ella
Am or sepultura;
pues ya mi buena ventura
Am or la pisó
atán menudo.

Pisaré yo lozana
el más duro suelo,
si en él acaso pisas
el mal que recelo;
mi bien se ha pasado en vuelo,
y el polvo dejó
atán menudo.

G A B R IE L DE PERALTA

424

I Q u e d i TO ! N o me toquéis,
entrañas m ía s;
que tenéis las manos frías.

Y o os doy mi fe que venís


esta noche tan helado.

188
que si vos no lo sentís,
de sentido estáis privado.
N o toquéis en lo vedado,
entrañas m ía s:
que tenéis las manos frías.

D O N L U IS DE GÓ NGO RA

425

L a s flores del romero,


niña Isabel,
hoy son flores azules,
mañana serán miel.

Celosa estás, la niña,


celosa estás de aquel
dichoso, pues le buscas^
ciego, pues no te ve,
ingrato, pues te enoja,
y confiado, pues
no se disculpa hoy
de lo que hizo ayer.
Enjuguen esperanzas
lo que lloras por é l ;
que celos entre aquellos
que se han querido bien
hoy son flores azules,
mañana serán miel.

Aurora de ti misma,
que cuando a amanecer
a tu placer empiezas,
te eclipsan tu placer,
serénense tus ojos,
y más perlas no des,
porque al sol le está mal
lo que a la aurora bien.
Desata como nieblas
todo lo que no ves :
que sospechas de amantes
y querellas después

189
hoy son flores azules,
m añana serán m iel.

426

P ara d oña M a r ía H u r t a d o , en a u s e n c ia de don G a b r ie l


Z apata, su m arid o

MÁTANME los celos de aquel andaluz :


háganm e, si m uriere, la m ortaja azul.

Perdí la esperanza de ver mi ausente:


háganme, si muriere, la mortaja verde.

Madre, sin ser monja, soy ya descalza,


pues me tiene la ausencia sin mi Zapata.

La mitad del alma me lleva la m a r :


volved, galeritas, per la otra mitad.

Muera yo en tu playa, Nápoles bella,


y serás sepulcro de otra sirena.

Pídenme que cante, canto fo rzad a:


¡ quién lo fuera vuestro, galeras de E sp a ñ a !

Mientras hago treguas ccn mi dolor,


:si descansan los ojos, llore la voz.

LO P E DE VEGA

427

— V e l a d o r que el castillo velas,


vélale bien, y m ira por ti,
que velan do en él m e perdí.

— M ira las cam pañas llenas


de tanto enem igo arm ado.
— Y a estoy, Am or, desvelado
de velar en las almenas.
Y a que las campanas suenas,
toma ejemplo y mira en mí,
que velando en él me perdí.
t

190
428

A LA gala de la madrina,
que nadie la iguala en toda la villa.

Esta graciosa zagala


vence a todas en la gala,
y ella a sí misma se iguala,
porque es de suerte divina,
que nadie la iguala en toda la villa.

Fue tal su valor divino,


que en algún modo convino
que la igualase el padrino,
porque era tan bella y linda,
que nadie la iguala en toda la villa.

429

D ad para la Maya,
gentil caballero :
más vale la honra
que todo el dinero.

430

¡ H o l a !, que m e lleva la ola ;


¡ h o la !, que me lleva la mar.

¡ H o l a ! , que llevarm e dejo


sin orden y sin consejo,
y que del cielo m e alejo,
donde no puedo llegar.
¡H o l a !, que me lleva la ola;
¡h o la !, que me lleva la mar.

431

V ie n e n de San Lúcar,
rompiendo el agua,

191
a la T orre del Oro,
barcos de plata.

¿D ónde te has criado,


la niña bella,
que, sin ir a las Indias,
toda eres perla?

E n estas galeras
viene aquel ángel.
¡ Quién remara a su lado
para lib ralle!

Sevilla y Tríana,
y el río en m ed io :
así es tan de mis gustos
tu ingrato dueño.

432

G a l e r i c a s de España,
sonad los remos,
que os espera en San Lúcar
Guzmán el Bueno.

Barcos enramados
van a Tríana,
el primero de todos
me lleva el alma.

A San Juan de Alfarache


va la morena,
a trocar con la flota
plata por perlas.

43 3

RÍO de Sevilla,
¡ quién te pasase
sin que la mi servilla
se me m ojase!

192
Salí de Sevilla
a buscar mi dueño,
puse al pie pequeño
dorada servilla.
Como estoy a la orilla
mi amor mirando,
digo suspirando :
¡ quién te pasase
sin que la mi servilla
se me m ojase!

434

A LA daña dina,
a la dina daña,
a la daña dina,
Señora divina,
a la dina daña,
reina soberana.

Quienquiera que sea


la que hoy ha nacido,
que el suelo ha vestido
de verde librea,
Egipto la vea,
su bella gitana.
A la dina daña,
reina soberana,
a la daña dina,
Señora divina.

Quienquiera que tiene


tan alto valor,
que a sembrar amor
a la tierra viene,
pues Dios la previene
y el Sol la encamina.
A la daña dina,
Señora divina,
a la dina daña,
reina soberana.

193
435

Canten. ¿ Q u ié n tendrá alegría


sin la blanca n iñ a?

Una vo z• ¿Q uién podrá alegrarse


si tan lejos deja
aquella alba clara
que la tierra alegra,
en casa desierta
del bien que tenía?
¿Q uién tendrá alegría
sin la blanca niña?

436

Y a no cogeré verbena
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.

Y a no cogeré verbena,
que era la hierba amorosa,
ni con la encarnada rosa
pondré la blanca azucena:
prados de tristeza y pena
sus espinos me d arán ;
pues mis amores se van.
Y a no cogeré verbena
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.

437

Uno. NlÑA, guárdate del toro.


Todos. Que a m í mal ferido me ha<
U no. Guárdate del toro, niña.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.

Uno. Es amor que desatina.


Todos. Que a m í mal ferido me ha.
U no. A rm a la frente de lira.

194
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. A l que coge sin guarida,
Todos, que a m í m al ferid o m e ha.
Uno. mata de celos y envidia.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. Niña, guárdate del toro.
rodos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. Guárdate, niña, del toro.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. D a engaños y pide oro.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. Da vueltas al más dichoso.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. A l más cuerdo vuelve loco.
Todos. Y a mí mal ferido me ha.
Uno. Igualarlos quiere a todos.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Guárdate del toro, niña,
que a mí mal ferido me ha.

438

M a ñ a n ic a s floridas
del frío invierno,
recordad a mi Niño,
que duerme al hielo.

Mañanas dichosas
del frío deciembre,
aunque el Cielo os siembre
de flores y rosas,
pues sois rigurosas,
y Dios es tierno,
recordad a mi Niño,
que duerme al hielo.

439

B ie n ven ga el A lcaide,
norabuena ven ga,
Don García Ramírez,

195
venga norabuena,
de vencer los moros,
norabuena v e n g a :
banderas azules,
venga norabuena,
entolden la ermita,
norabuena venga,
de la hermosa V irgen ,
venga norabuena,
que le dio victoria,
norabuena venga.
N o hay dama en M adrid
que esclavo no tenga :
norabuena venga.

440

M o l in it o que m ueles am ores,


pues que m is ojos agua te dan,
no coja desdenes quien siem bra favores,
que, dándom e v id a , m atarm e podrán.

Molinico que mueles mis celos,


pues agua te dieron mis ojos cansados,
muele favores, no muelas cuidados,
pues que te hicieron tan bello los cielos.
S i mis esperanzas te han dado las flores
y ahora mis ojos el agua te dan,
no coja desdenes quien siembra favores,
que, dándome vida, matarme podrán.

441

BlEN ven gáis triunfan d o,


Conde lediadore,
bien vengáis, el Conde.

442

POR aquí daréis la vu elta,


el c ab allero ;

196
per aquí daréis la vuelta,
si no me muero.

U na v o z ■ Aunque os pese, volveréis,


porque libre y preso vais,
pues en mis recles estáis;
cuando más volar penséis,
volveréis, y moriréis
del mal que muero.
Por aquí daréis la vuelta,
el caballero;
per aquí daréis la vuelta,
si no me muero.

443

¡ O h , cuán bien segado habéis,


la segaderueJa!
Segad paso, no os cortéis,
que la hoz es nueva.

Mirá cómo va segando


de vuestros años el trig o ;
tras vos, el tiempo enemigo
v a los manojos atando.
Y ya que segar queréis,
la segaderuela,
segad paso, no os cortéis,
que la hoz es nueva.

444

¿ C u á nd o saliredes, alba,
alba galana,
cuándo saliredes, alba?

U na voz • A lba más bella que el sol.


Todos. A lba galana.
V oz • A lba de las dos estrellas.
T odos. Linda serrana.
V oz • ¿Cuándo verán mis ojos
luces tan claras?

197
Todos. ¿Cuándo saliredes, alba,
alba galana,
cuándo saliredes, alba?

Una voz• ¿Cuándo saldréis a dar v id a ?


Todos. Alba galana.
V o¿. La que en el cielo se afeita.
Todos. De nieve y grana.
VoZ- Despertad, alba divina.
Todos. Que el sol aguarda.
¿Cuándo saliredes, alba,
alba galana,
cuándo saliredes, alba?

445

ÉSTA sí que es siega de v id a ,


ésta sí que es siega de- flor.

H oy, segadores de España,


vení a ver a la Moraña
trigo blanco y sin argaña
que de verlo es bendición.
Ésta sí que es siega de v id a ,
ésta sí que es siega de flor.

Labradores de Castilla,
vení a ver a maravilla
trigo blanco y sin neguilla
que de verlo es bendición.
Ésta sí que es siega de v id a ,
ésta sí que es siega de flor.

446

C am in ito toledano,
j quién te tuviera ya an d ado!

447

RÍO de Sevilla,
] cuán bien pareces

198
con galeras blancas
y ramos v erd es!

448

T r ÉBOLE, j ay, Jesús, cómo huele!


Trébole, ¡ a y , Jesús, qué olor!

Trébole de la casada
que a su esposo quiere b ie n ;
de la doncella también,
entre paredes guardada,
que, fácilmente engañada,
sigue su primero amor.
Trébole, ¡a y , Jesús, cómo huele!
T rébole, ¡a y , Jesús, qué olor!

Trébole de la soltera
que tantos ameres m u d a;
trébole de la viuda
que otra vez casarse espera :
tocas blancas por defuera
.y el faldellín de color.
Trébole, ¡a y , Jesús, cómo huele!
T rébole, ¡a y , Jesús, qué olor!

449

Q u e de noche le m ataron
al caballero,
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.

Sombras le avisaron
que no saliese,
y le aconsejaron
que no se fuese
el caballero,
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.

199
450
Una vo z ■E s t e niño se lleva la flor,
que los otros no.

Este niño atán garrido,


Todos. se lleva la flor,
V oz . que es herm oso y bien n a c id o ;
Todos. se lleva la flor.
V o z• L a dama que le ha parido,
Todos. se lleva la flor.
V oz• Cuando llegue a estar crecido,
ha de ser un gran señor.
Este niño se lleva la flor,
que los otros no.

451

P o r aquí, por aquí, por allí,


anda la n iñ a en el to ro n jil;
por aquí, por allí, por acá,
anda la niña en el azahar.

452

¿ D e dó viene, de dó vien e?
V iene de Panamá.

¿D e dó viene el caballero?
Viene de Panamá.
Trancelín en el sombrero.
V iene de Panamá.
Cadenita de oro al cuello.
V iene de Panamá.
En los brazos el griguiesco.
Viene de Panamá.
Las ligas con rapacejos.
V iene de Panamá.
Zapatos al uso nuevo.
Viene de Panamá.
Sotanilla a lo turquesco.
i

200
Viene de Panamá.
¿D e dó viene, de dó viene?
Viene de ranam a.

¿D e dó viene el hijodalgo?
Viene de Panama.
Corto cueiio y puños largos.
Viene de Panamá.
La daga, en banda, colgando.
Viene de Panamá.
Guante de ámbar adobado.
Viene de Panamá.
Gran jugador de vocablo.
Viene ae Panamá.
N o da dinero y da manos.
Viene de Panamá.
Enfadoso y mal criado.
Viene de Panamá.
Es A m o r : llámase indiano.
V iene de Panamá.
Es chapetón castellano.
Viene de Panamá.
En criollo disfrazado.
Viene de Panamá.
¿D e dó viene, de dó viene?
Viene de Panamá.

453

P o r el m ontecico sola,
¿có m o iré?
¡ A y, Dios, si me perderé!

¿Cóm o iré, triste, cuitada,


de aquel ingrato dejada?
Sola, triste, enamorada,
¿dónde iré?
¡ A y , D ios, si me perderé !

454 .

D e ja las avellanicas, m oro,


que yo me las varearé.

201
Tres y cuatro en un pimpollo,
que yo me las varearé.
A l agua de Dinadámar,
que yo me las varearé,
allí estaba una cristiana,
que yo me las varearé;
cogiendo estaba avellanas;
que yo me las varearé.
El moro llegó a ayudarla,
que yo me las varearé.
Y respondióle en ojad a:
“ Que yo me las v are aré ;
deja las avellanicas, moro,
que yo me las varearé.
Tres y cuatro en un pimpollo,
que yo me las varearé” .
Era el árbol tan famoso,
que yo me las varearé,
que las ramas eran de oro,
que yo me las varearé,
de plata tenía el tronco,
que yo me las v are aré ;
hojas que le cubren todo,
que yo me las varearé,
eran de rubíes ro jo s;
que yo me las varearé.
Puso el moro en él los ojos,
que yo me las varearé,
quisiera gozarle so lo ;
que yo me las varearé.
Mas díjole con e n o jo :
“ Que yo me las vare aré ;
deja las avellanicas, moro,
que yo me las varearé.
Tres y cuatro en un pimpollo,
que yo me las varearé” .

455

¡ A y , F o rtu n a:
cógeme esta aceituna!

202
Aceituna lisonjera,
verde y tierna por defuera
y por de dentro m ad era:
fruta dura e importuna.
1 A y, F o rtu n a:
cógeme esta aceituna!

Fruta en madurar tan larga,


que sin aderezo am arga;
y aunque se coja una carga
se ha de comer sola una.
¡ A y, F o rtu n a:
cógeme esta aceituna!

JO SÉ DE V A L D IV IE L S O

456

U n o s ojos bellos
adoro, m a d r e :
téngolos ausentes,
verélos tarde.

Unos ojos bellos,


que son de paloma,
donde Am or se asoma
a dar vida en ellos;
no hay, madre, sin vellos,
bien que no me fa lte :
téngolos ausentes,
verélos tarde.

Son dignos de amar,


pues podéis creer
que no hay más que ver
ni que desear:
hícelos llorar,
y llorar me h acen :
téngolos ausentes,
verélos tarde.

N o sé qué me vi
cuando los miré,

203
que en ellos me hallé
y en mí me perdí.
Y a no vivo en mí,
sino en ellos, m ad re:
téngolos ausentes,
verélos tarde.

457

L etra a l n iño Je s ú s

E n t r a m ayo y sale a b ril:


¡ cuán garridico me le vi venu 1

Hízose mayo encarnado


el niño Jesús que adoro,
y entre el pelo rizo de oro,
de hermosas flores cercado,
como un mayo enamorado,
al alma viene a servir.
¡C u án garridico me le v i ven ir!

Hecho ya un florido mayo,


por si su Esposa despierta,
quiere plantarse a su puerta
por dar vida a su desm ayo;
estrecho le venia el sayo,
y en Belén se le hizo abrir.
¡ Cuán garridico me le vi v e n ir!

Por servir a sus amores,


ciñe sus sienes hermosas
de jazmines y de rosas,
que son de su amor colores.
Mas ¡ ay, D io s!, que, tras las flores,
espinas le han de salir.
¡ Cuán garridico me le vi ven ir!

Entra mayo y sale abril;


¡ cuán garridico me le vi v e n ir!

204
458
L a m alva morenica, y va,
la malva morená.

459

N o me engañarás más,
el escolarillo :
no me engañarás más.

Con adormideras
mis desvelos b u rlas;
das bienes de burlas,
y males de v e ra s:
con gustos esperas,
y pesares das :
no me engañarás más.

460

FLORECICAS azules,
el verd e rom ero,
prado de m i gusto,
color de m i cielo.

Romerito verde,
que verde os estáis,
viendo que se os pasa
la flor de la edad,
mis puertas entrad,
el verde romero,
prado de mi gusto,
color de mi cielo.

T IR SO DE M O L IN A

461

P a s t o r c ic o nuevo,
de color de azor,

205
bueno sois, vida mía,
para labrador.

Pastor de la oveja
que buscáis perdida,
y ya, reducida,
viles pastos d e ja ;
aunque vuelta abeja,
pace vuestras flores;
si sembráis amores
y cogéis sudor,
bueno sois, vida mía,
para labrador.

462

Músicos. Q u e el clavel y la rosa,


¿cuál era más hermosa?

Uno. El clavel, lindo en color,


y la rosa, toda am or;
el jazmín de honesto olor,
la azucena religiosa.
Músicos. ¿C uál es la más hermosa?

Uno. La violeta enamorada,


la retama encaramada,
la madreselva mezclada,
la flor de lino celosa.
Músicos. ¿C u ál es más hermosa?
Que el clavel y la rosa,
¿cuál era más hermosa?

463

Todos. S e g a d o r e s , afuera, afuera,


dejen llegar a la espigaderuela.

[U n o .] ¡ Quién espiga se tomara,


costara lo oue costara,
porque en sus manos gozara

206
las rosas que hacen su cara
por agosto prim avera!
Todos. Segadores, afuera, afuera,
dejen llegar a la espigaderuela.
[U n o .] Si en las manos que bendigo
fuera yo espiga de trigo,
que me hiciera harina, digo,
y luego torta o bodigo,
porque luego me comiera.
Todos. Segadores, afuera, afuera,
dejen llegar a la espigaderuela.

464

Todos. A l a s puertas de nuesos amos


vam os, vam os,
vam os a poner ramos.

Uno. A Absalón el bello,


alamico negro,
cinamomo y cedro
y palma ofrezcamos.
Todos. Vam os, vamos,
vamos a poner ramos.
Otro. A l mozo Adonías
de las maravillas,
rosa y clavellinas,
guirnaldas tejamos.
Todos. Vam os, vamos,
vamos a poner ramos.

Uno. A l Príncipe nueso


de ciprés funesto
y taray espeso
coronas tejamos.
Todos. Vam os, vamos,
vamos a poner ramos.
Otro. Salomón prudente
ceñirá su frente
del laurel valiente
que alegres cortamos.

207
Todos. Vam os, vamos,
vamos a poner ramos.

465

POR Morales van a Toro,


por Tagarabuena y todo.

Si a ver iban sus amores


por Morales los pastores,
las zagalas cogen flores
del Duero entre arenas de oro.
Por Tagarabuena y todo.

466

HILANDERA era la ald ean a:


más come que gana,
más come que gana.
¡ A y !, que hilando estaba Gila :
más bebe que hila,
más bebe que hila.

467

T odos. E n t r a mayo y sale a b ril:


¡ cuán garridico le v i v e n ir !

Uno. Entra mayo coronado


de rosas y de claveles,
dando alfombras y doseles,
en que duerma Am or, al p rad o ;
de trébol viene adornado,
de retama y toronjil.
Todos. Entra mayo y sale a b r il :
¡ cuán garridico le v i v e n ir !

468

Mus. i.° ¡ A y , que a las velas de Casilda santa,


Quintana de Bureba se lleva la g a la !
\

203
Mús. 2.° ¡ A y, que a la vela de la ermita nueva,
Rojas y Galbarros la gala se lle v a n !

Mús. 3 .0 ¡ A y, que a la vela de los lagos nuesos,


a todos se la gana la gaita de Bueso!

469

A n d a , niño, anda,
que Dios te lo manda
y Santa María
que andes en un d ía ;
señor San Andrés
que andes en un m e s;
señor San Bernardo
que andes en un año,
sin hacerte daño
en esta demanda.
Anda, niño, anda,
que Dios te lo manda.

470

Músicos. Q ue si viene la noche,


presto saldrá el solé.

Uno. Que si viene la noche


con la alegre luna,
presto saldrá el solé
de vuestra hermosura.
Todos. El día y la noche,
presto saldrá el solé.

L U IS Q U IÑ O N E S DE BENAVENTE

471

QUE se caiga la torre


de Valladolid,

209
como a m í no m e coja,
¿q u é se m e da a m í?

Si me pide una dama,


¿qué se me da a m í?
Si lo paga su fama,
¿qué se m e'd a a m í?
Si es el lance apretado,
¿qué se me da a m í?
Si me llama apocado,
¿qué se me da a m í?
Si amenaza nublado
de lama o tabí,
como a mí no me coja,
¿qué se me da a m í?

472

D io s me libre, madre,
de las mozuelás,
que a mí preso me tienen,
y a mí muerto me han,

G A SPA R DE A G U IL A R

473

L á s t im a tengo de veros,
la blanca niña,
pues el cielo os ha guardado
tal desdicha.

M al haya quien os casó


con tal velado,
pues en él tan m al se em plean
vuestros años.

M al lograda mocedad,
y sin ventura,
si ha de entregarse a la tierra
esa hermosura.

210
¡ A y , cara de rosa,
ay, niña hermosa,
la desgraciada,
la mal lograda,
viuda os vea yo
a la m ad rugada!

L U IS V É L E Z DE GU EVARA

474

¡ Q u ié n como ella,
la serrana de la V e ra !

A dar flores sale al prado


la serrana de la Vera,
bizarra puesta a caballo
la serrana de la Vera.
En crenchas lleva el tocado
la serrana de la V e ra ;
ojos hermosos rasgados,
la serrana de la V e ra ;
lisa frente, rojos labios,
la serrana de la V e ra ;
pelo de ámbar, blancas manos,
la serrana de la V e ra ;
cuerpo genzcr y adamado,
la serrana de la Vera. '
¡ Quién como ella,
la serrana de la V e ra !

A dar flores sale al valle


la serrana de la V e ra ;
genzor cuerpo, hermoso talle,
la serrana de la Vera.
Su belleza y su donaire,
la serrana de la Vera,
viene enamorando el aire,
la serrana de la Vera.
Sus ojos negros y graves,
la serrana de la Vera,
no hay quien mire que no adame

211
la serrana de la Vera.
Dios mil años mos la guarde
la serrana de la Vera,
y la dé un galán amante,
la serrana de la Vera,
para que con ella case
la serrana de la Vera,
y para a los Doce Pares
la serrana de la V era.
¡ Quién como ella,
la serrana de la V e ra !

475

S a l t e ó m e la serrana
juntico al pie de la cabaña.

Serrana, cuerpo garrido,


manos blancas, ojos bellidos,
salteóme en escondido,
juntico al pie de la cabaña.
Salteóme la serrana
juntico al pie de la cabaña.

Serrana, cuerpo lozano,


ojos negros, blancas manos,
salteóme en escampado,
juntico al pie de la cabaña.
Salteóme la serrana
juntico al pie de la cabaña.

476
#
¡ A y !, que desde Vienes
a Cantillana
hay una legüecita
de tierra llana.

477

L a luna de la «sierra
linda es y morena.

212
CALDERÓN DE LA BARCA

478

Q u ie r o , y no saben que quiero


y o sólo sé que m e m uero.

479

S u b ie r a Morales
en el su caballo,
la espuela de melcocha ,
y el freno de esparto.
Luneta,
átala allá de la sonsoneta.

E n la calle nueva
está enam orado;
por mirar arriba '
cayera en un charco.
Luneta,
átala allá de la sonsoneta.

Sogas y maromas
tiran a sacarlo :
sácanle una asadura
que habia merendado.
Luneta,
átala allá de la sonsoneta.

M O R ET O

480

C o ja m o s la rosa
de la edad veloz
antes que el invierno
m archite su flor.
D áb ale con el azadoncito,
dábale con el azadón.

213
De su primavera
todos gocen h o y :
que a los verdes años
el tiempo es traidor.
Dábale con el azadoncito,
dábale con el azadón.

F. DE R O JA S Z O R R IL L A

481
E n Valladolid, damas,
juega el rey las cañas.

El rey don Alfonso, cuerpo garrido,


hoy las cañas juega.
Galán y lindo, galán y lindo,
damas,
juega el rey las cañas.

IN C Ó G N IT O

482

A q u e l zagalito
de aquel pesebre
bien se le conoce
que am ores tiene.

Quéjase a los vientos


con su tierno llanto
y sirve de encanto
a los elem entos;
pasa mil tormentos
por verse al hielo,
y en cielo y suelo
su mal se sien te:
bien se le conoce
que amores tiene.

A unque están llorando


sus niñas hermosas,

214
ccn perlas preciosas
están convidando;
y de cuando en cuando,
porque solloza,
cantan en su choza
cantos aleg res:
bien se le conoce
que amores tiene.
|

DON F R A N C IS C O DE BO RJA

483

MÁS quiero yo el invierno


qu e cam pos sin f lo r ;
pues cuando enriquecen,
los abrasa el sol.

Campos que estuvieron


cubiertos de flores,
y agora He trigos
son selvas y montes,
. aun que a tantos soles
tan lucidos son,
m ás quiero yo el invierno
q ue campos sin flor.

484

L la m o con suspiros
al bien que pierdo,
y las galerillas
baten los remos.

485

¿PARA qué quiero, m adre,


flores y esperanzas,
si se pierden unas
y otras se en gañ an ?

215
Madre, la mi madre,
¿para qué queréis
que fíe en un tiempo
mudable y sin fe,
y penas me den
flores y esperanzas,
si se pierden unas
y otras se engañan?

486

A i r e c i l l o s del puerto
que sopláis tan fríos,
apostad que os abraso
con mis suspiros.

Aires de la sierra
que en la helada cama
os acuesta enero
y mayo os levanta,
cuando más airada
vuestra fuerza os miro,
apostad que os abraso
con mis suspiros.

DON D IE G O DE S IL V A Y M EN DO ZA

487

A r d e d , corazón, a rd e d :
que yo no os puedo valer.

Este fuego desigual


ningún remedio recibe,
que como en el alma vive
tiene dolor inmortal.
La gloria de vuestro mal
consiste en el padecer.
Arded, corazón, a rd e d :
que yo no os puedo valer.

216
¿Cóm o podrá ya la fuerza
y el vivo ardor que os ofende,
si la hermosura le enciende
y la honestidad le esfuerza?
Vuestro valor no se tuerza,
pues que sufrís merecer.
A rded, corazón, arded :
que yo no os puedo valer.
Considerad la ocasión
de tan penoso cuidado,
y veréis que estáis pagado
con sola vuestra pasión.
La pena es el galardón,
no hay que esperar más merced.
Arded, corazón, arded :
que yo no os puedo valer.

488
P e n s a m ie n t o , ¿d ó n d e has estado,
que tan m ala noche m e has d ado?
T odo ha sido imaginar
en mil glorias ya pasadas,
cuando sólo imaginadas
no las merecí gozar.
Y si por ver malograr
mis pasados pensamientos
quieres borrar mis intentos,
es en vano tu cuidado.
¿D ón de has estado,
que tan mala noche me has dado?
Todo ha sido atormentarme
y apartarme de mi cielo,
y entender que trae consuelo
cuando sólo es de matarme.
N ada puede consolarme
fuera del bien que pretendo :
que v iv ir aquí muriendo
quiero más que allá pagado.
¿D ónde has estado,
que tan mala noche me has dado?

217
fU A N DE S A L IN A S

489

PÚSOSEME el sol,
salióm e la lu n a ;
más quisiera, m adre,
ver la noche oscura.

El que yo quería,
madre, no me quiere,
y por mí se muere
el que aborrecía.
Sin mi luz y guía
no quiere otra alguna :
más me vale, madre,
ver la noche oscura.

Pues da tan menguada


luz mi avara suerte,
más quiero la muerte,
que es noche cerrada.
Que viendo acabada
luz tan clara y pura,
más me vale, madre,
ver la noche oscura.

F R A N C ISC O DE T R IL L O Y F IG U E R O A

490

¡VÁLGAME Dios, que los ánsares vuelan !


¡V álgam e Dios, que saben v o lar!

Andando en el suelo
vide un ánsar chico,
y alzando su pico
vino a m í de v u e lo ;
diome un gran consuelo
de verlo alear.

218
¡ Válgam e Dios, que los ánsares vu elan !
¡ Válgam e Dios, que saben volar !
E l ánsar gracioso
comenzó a picarme,
y aun a enamorarme
su pico am oroso;
mas, como alevoso,
volvióm e a dejar.
¡V álgam e Dios, que los ánsares vuelan!
1 Válgam e Dios, que saben volar!
Era tan bonico
que me dejó en calma,
dando gusto al alma
su agraciado pico.
Pues era, aunque chico,
grande en el picar.
¡V álgam e Dios, que los ánsares vuelan!
¡ Válgam e Dios, que saben v o la r !
Más quisiera yo
nunca haberle visto,
pues dulce le asisto
y cruel se huyó :
. sólo me dejó
que sentir y amar.
¡ Válgam e Dios, que los ánsares vu e lan !
¡ Válgam e Dios, que saben v o la r!
¡ A y, Am or cruel,
cuando quieres paces,
qué de halagos haces;
cuando no, qué in fiel!
¿D ónde iré tras él,
que no sé volar?
¡V álgam e Dios, que los ánsares vuelan!
¡V álgam e Dios, que saben v o lar!

A N T O N IO SÁ N C H EZ TO RTO LÉS

491

L l e n a v a de flores
la blanca niña,

219
t

llena va de flores :
Dios la bendiga.

Sale coronando
el prado y ribera,
cual la primavera
la tierra alegran do;
mil colores dando
al lirio y la rosa,
tan bella y hermosa
que el cielo se admira.
Llena va de flores
la blanca niña,
llena va de flores :
Dios la bendiga.

A l mundo enamora
el aspecto grave
y el olor suave
desta nueva Flora,
que excede a la Aurora
cuando más compuesta
sale, haciendo fiesta,
el Sol que la mira.
Llena va de flores
la blanca niña,
llena va de flores :
Dios la bendiga.

492

E m b a r c ó s e mi am ad o:
yo iré a buscarle
por el mar de mis ojos,
si faltan mares.

E l mar proceloso
tengo de pasar,
que no teme el mar
un pecho amoroso,
y si, de .envidioso,
su agua me anega,

220
como loca y ciega,
yo iré a buscarle
por el mar de mis ojos,
si faltan mares.

Quien tiene tal fuego,


bien es vaya al mar
para mitigar
su desasosiego;
partir quiero luego,
que si ausencia dura,
la fe más segura
suele en fin mudarse.
Yo iré a buscarle
por el mar de mis ojos,.
si faltan mares.

N o me dan temor
mudanzas del mar
por ir a estorbar
mudanzas de am o r;
que de su furor
y ciego alboroto,
Am or, que es piloto,
sabrá sacarme.
Y o iré a buscarle
por el mar de mis ojos,
si faltan mares.

221
C A N C IO N E S JU D E O -E S P A Ñ O L A S

493

M a l o g r a d o m uere,
m alogrado ya se m oría,
m aique 1 a todos duele
cuando se guardan de la luz del día.

M alogrado muere
de hermosa frente,
maique a todos duele
cuando no aljadra 2 nadie de su gente.

Malogrado muere
de ojos pintados,
maique a todos duele
cuando no se casa y deja un deseado.

Malogrado muere
de cara pintada,
maique a todcs duele
cuando no trae la novia a su casa.

Y a limpié sus ojos


con su ajuar y su alaría 3 ;

1 m aique, aunque.
2 aljadrar, presentar.
3 alaría, ¿griterío?
*
222
corren desmandadas,
cuando se guardan de las alegrías.

Y ayujo y ayujo 4,
y ande el sol no salía,
y ande el aguíla negra
sus voces a todos daría,
las vcces de mancebos y argasbas 5.

¡ Quién me diera las uñas


de un g a v ila n e !
i Desque se ha muerto mi hijo,
yo viviendo en pesare!
Y i ay los nidarales !
Yo me era de las bien casadas :
no era de envidiarme.

494

Y a am anece, ya am an ecía;
los que los pica la m uerte
• no s’adorm ían.

Y a amanece en ese campo,


levantaivos, las quemadas 6, N
y a hacer llanto.

Y a amanece, ya amanecía,
ya amanece, y con mucho pesare;
levantad, los maridos buenos,
para estar en sus lugares.

Y a amanece con mucha mancilla,


se van los maridos chicos
y no hacen alegría.
Levantai por la mañana,
levantai con mucho sospiro,
se van mancebos y anasbas:
ni jupa 7 ni cirios.

4 ayujo, ¡ o h !
5 argasbas, doncellas.
6 quem adas, ¿viu d as?
7 jupa, nupcias.

223
495

H á g a n l e , le hagan
vestidos con m ucho pesare,
que h o y se departe
de su casa y su lugare.

H áganle, le hagan
vestidos con muchas oínas 8 : -
para el golpe rabioso
no halló cura ni melecina.

H áganle, le hagan
vestidos con mucho sospiro :
se van los novios chiquitos
y no crían a sus hijos.

Háganle, le hagan
vestidos con mucha alear ja 9 :
se van los novios chiquitos
y vácian su casa.

496

N o me echéis de la tierra
sobre su hermosa frente,
que hoy se desparte
de su casa y de su gente.

N o me echéis de la tierra
sobre sus ojos pintados:
se van los novios chiquitos,
no crían sus deseados.

497

L a novia, vuestros cabellos,


y atan lindos y atán bellos,
¡ quién me diera un cordón dellos
para mi lindo co llar!

8 oínas, endechas.
9 alear ja, pena.
*
224
498

F u ÉRAME a bañar
a orías del río,
ai encontrí, m adre,
a m i lindo a m ig o :
él m e dio un abrazo,
yo le di sinco.

Fuérame a bañar
a oría del claro,
ai encontrí, madre,
a mi lindo am ad o:
él me dio un abrazo,
yo le di cuatro.

499

D e b a jo del lim ón
dorm ía la niña,
y sus pies en el agua fría.
Su amor por ai v en d ría:
— “ ¿Q ué hases, mi novia garrida?”
— “ Asperando a vos, mi vida,
lavando vuestra camisa
con xabón y lexía” .
Debajo del limón, la niña,
sus pies en el agua fría
su amor por ai vendría.

500

DECILDE a m i am or,
si bien m e am a,
que traiga la m uía
ande cabalga,
que yo no puedo
ir a piedé, .
que yu e v e m enudito
y m e m ojaré.

225
Que los mis ojos,
que morenita y o ;
esilde que no puedo ir,
que se me arrastró
el chapí.

Que los mis ojos, .


que morenita y o ;
aquí se me arrimó
así a la cama,
a ver las almohadas
si eran de lana,
y a ver a nuestra novia
si era galana.

Que yueve menudito


y me mojaré.
Que los mis ojos,
que morenita yo.

501

Y a traem os a la vaca
con los cuernos de albahaca
para bodas.
¡ A y qué lindas y qué b o d a s!

Y a traemos el carnero
y con los cuernos d ’acero
para bodas.
¡ A y qué lindas y qué b o d as!

Y a traemos a la vaca
con los cuernos de oro y plata
para bodas.
¡ A y qué lindas y qué b o d as!
C A N C IO N E S CATALAN AS

502

N o puch dormir soleta, no.


Q ué'm faré, lassa,
si no m i’s passa?
T an t mi turmenta l’am or!

A y, amich, mon dolg amich


somiat vos he esta nit.
Que-m faré, lassa?

A y, amat, mon dolg am at!,


anit vos he somiat.
Que-m faré, lassa?

A nit vos he somiat


que-us tenia en mon brag.
Que-m faré, lassa?

503

U na senyora que agí ha,


jo l’auré o m costara.

U na senyora del cors gentil,


una senyora del cors gentil

227
sens pietat me fa morir.
Jo l’auré o-m costara.

'U n a senyora del cors galant,


una senyora del cors galant
sens pietat me fa penar.
Jo l’auré o-m costará.

504

S e n y o r a , cors m agn iffich ,


pus bella sou que no-us dic.

Vostre disposició
té tanta perfecció,
que, sens dir-vos ficció,
pus bella sou que no-us dic.

505

E n clavell, sí-m ajut Déu,


tan belles olors a v e u !

En clavell vert y florit,


ma señora-us collit.
T an belles olors a v e u !

En clavell vert y granat,


ma señora-us segat.
T an belles olors a v e u !

506

No-US cal per a$í passar


ni pendre ayre,
que la que vos tant amau
no-us prehe gayre.

No-us .y cal per a^í venir,


ni a las nines escarnir,
ni pendre ayre,

228
que la que vos tant aymau
no-us prehe gayre.

No-us cal per agí passar,


ni a las nines motejar,
ni pendre ayre,
que la que vos tant aymau
no-us prehe gayre.

229
N O T A S

1-4. T e xto s y versión de Dám aso Alonso en Cancioncillas “ de am i-


g o ” m ozárabes, en R F E , X X X I I I , 1949, págs. 3 1 1 , 3 15 , 3 19 y 320. (La
prim era se encuentra en una m uwassaha del célebre Judá L e v í, que usa­
rá más tarde T odros A bulafia, de cuyas m uwassahas proceden las tres
siguientes.)
5. T e x to de la Crónica del Tudense que trae M enéndez Pidal en
D e prim itiva lírica española (en De prim itiva Urica española y antigua
épica, Colee. A ustral, pág. 12 1).
6. E sta famosa serranilla (quizá anterior a 1420, porque el nombre
de Ciudad Real aparece como V illa Real) fue m uy popular en los si­
glos XV al XVII. (H ay citas de versos en el tratado De M úsica, de
Salin as, en el Cancionero de López de Ü beda, en Lope de V ega, en
V ald ivielso (A uto del peregrin o) y hasta en el Tesoro de Covarrubias.
N u estro texto procede del publicado por M enéndez Pidal en Poesía
árabe y poesía europea, págs. 125-128.)
7. Endechas cantadas en Canarias a la muerte de Guillén Peraza
(1443). L as recogió de la tradición oral en 1632 A breu Galindo (M. Pe-
layo, A ntología de poetas líricos, X , 229). Seguim os el texto en trísticos
monorrim os según aparece en José Pérez V id al, Endechas populares en
trísticos m onorrim os, L a Laguna, 1952, pág. 38, donde puede encontrar
el lector la bibliografía referente a este bellísimo poema.
8. E sta canción debió de escribirse poco después del suceso a que
se refiere, ocurrido en 1448. Su popularidad fue considerable. H a y una
referencia en La loZana andaluza, de Francisco Delicado (mamotreto X V ) ;
otra burlesca en Lope de Rueda, Coloquio de T im bria (“ L as comendado­
ras / de Casa la v a ...” ) ; en la O ctava parte del Romancero General

231
figuran cuatro romances con L a trágica y lam entable historia de los
com endadores, y venganza de don Fernando (edic. de A . González Pa-
lencia, M adrid, 1947, núms. 634-638). Finalm ente, Lope de V eg a basa'
en este cantar su drama de Los com endadores de Córdoba (edic. A ca d .,
X I , prologada por M . M enéndez Pelayo). Gallardo, E n sayo, III, col. 392,
atribuye la glosa a Pedro de Lerm a, pero no es atribución segura.
(Texto según D urán, R ivad eneyra, X V I , 697.)
9 -15 . D el Cancionero de H erb era y, posterior a 1458. (Edic. de C. V .
A ub ru n , Bordeaux, 19 5 1, págs. 39, 4 1, 42, 43, 44, 58, 92.)
16 . Se halla en un “ juego trobado que hizo (Pinar) a la reyna doña
Isabel” , hacia 1495. (Cancionero castellano del siglo X V , N B A E , X X I I ,
pág. 560. V éase también un estribillo parecido én la canción núm . 100.)
17 -19 . Del Cancionero G eneral de H ernando del Castillo. (Edic. de
Bibls. Españoles, vol. II, págs. 427, 555 y 6 17 . E l prim ero y el último
están calificados de “ viejos” .)
20. V ersión del Cancionero d e Juan de M olina, Salam anca, 1527,
reeditado por Eugenio A sensio, V alencia, 19 52, pág. 34. E n la glosa
aparece el verso 15 , que no figura en el texto del romance. L o s cuatro
primeros versos de este romance se convirtieron en la canción más
glosada durante el siglo XVI, hasta el punto de poder afirm ar Barbierí
que era fácil escribir todo un libro. Llegó a convertirse a lo divino
(Ocaña, Cancionero, en Gallardo, E n sa yo, III, col. 1009) y hasta Lo pe de
V ega escribiría su comedia de La bella m alm aridada. E n el C a n d o '
ñero general (n.° 287 del A péndice, ed . de A m beres), se encuentra ya
una protesta contra los numerosos glo sad ores:

¡ Oh bella m alm aridada,


a qué manos has venido,
mal casada y mal trobada,
de los poetas tratada
peor que de tu m arid o !

(Otro texto del mismo romance en D urán, Rom ancero, II, 450, n.° 1459,
posterior al de Molina.)
2 1. T e xto en D er Spanische Cancionero des British M useum , ed. de
H . Rennert en Rom anische Forschungen, X , 35.
22-23. D e un precioso cancionero musical de la Biblioteca Colombina
de Sevilla, fols. 72V y 86.
24-64. Proceden todas estas bellas canciones del fam oso Cancionero
musical de los siglos X V y X V I , publicado por F . A sen jo Barbieri, y
después por H iginio A nglés, La m úsica en la Corte de los R eyes C ató'
licos, II, Barcelona, 1947, donde se anuncia un tercer vo l. Por esta

v
232
causa seguimos aún la edic. de Barbieri, donde encontrará el lector
algunas notas a diversas canciones (núms. 6, 17 , 48, 50, 53, 58, 6 1, 85,
98, 103, 1 1 3 , 1 1 5 , 12 7 , 1 3 1 , 143, 15 7 , 1 7 1 , 17 5 , 227, 234, 237, 245,
258, 259, 263, 304, 398, 400, 4 0 1, 402, 404, 408, 410, 4 16 , 423, 424,
427, 434, 438). Para la corrección al[lá~] en el n .° 62, comp. : “ Si vistes
allá el tortero andando, que perdí la rueca y el huso no hallo” , Correas,
Vocabulario de refranes, pág. 462.
65-68. D el ms. 5593 de la B ib l.a Nacional de M adrid, de principios
del siglo XVI, fols. 72, 74, 76 y 98. E l n .° 65 se glosó también en el
Rom ancero general de 1600 (ed. cit., n.° 270). El n .° 66 figura como de
J. Fernández de H eredia en la impresión de sus obras de 1562. V éase
Rafael Ferreres, Juan Fernández de H eredia. Obras, Espasa-Calpe, M a­
drid, 1955.
69. Publicado por R. Foulché-Delbosc, U n “ villancico” retrouvé,
en R e v . H is p ., 1905, p. 2 8 1.
70-75. D el Cancionero llamado “ Flor de enam orados” de Juan de L i­
nares (Barcelona, 1562, reedic. de A . Rodríguez-M oñino y D . D evoto,
V alencia, 1954, fols. 6, 23, 63, 92V, 97V, y 99). Las endechas, n .° 72,
se hicieron m uy populares. L as imitó A ndrade Carmnha, y las recordó
Lope en Las famosas asturianas (edic. A cad ., V II, pág. 207). Covarru-
bias, T eso ro , s. v . endecha, copia los cuatro primeros versos. Una
versión ligeram ente distinta se divulgó en pliegos sueltos. (V id. la Co­
lección de pliegos sueltos... de V . Castañeda y A . H uarte, M adrid,
1929, pág. 3 1 , . y en los Cancionerillos de Praga, en R e v . H isp ., L X I ,
pág. 395, com ienzan: “ N o lloréis, mi madre, / que me dais gran
pena, / bástame la mía / sin sentir la ajena.” )
76. E n Coplas hechas p o r D iego García. Pliego suelto, s. a ., en
Gallardo, E n sayo, III, col. 14.
77. D e Poesías de antaño, en R e v . H isp ., X X X I , pág. 525.
78-80. T exto s de O cancioneiro musical e poético da Biblioteca P ii-
blia H ortensia, edic. de M . Joaquim , Coim bra, 1950, págs. 89, 96 y 178.
(Otra glosa del villancico 78 puede verse en el Cancionero musical de
Palacio, edic. cit., n .° 4 13 , glosa mucho más extensa. El villancico 80
continúa sólo con dos versos, que hemos su p rim id o : V ase este pas­
tor / a ver su p a stora...” )
81-82. Del Cancioneiro d ’ E vo ra , publicado por Victor E . H ardung,
Lisb oa, 1875, págs. 50 y 68.
83. E n E . M . T o rn er, ín dice de analogías..., n .° 154. (V id. In tro '
ducción, pág. L X III.)
84-86. En Luis de N arváez, Los seis libros del D elphin de M usu
c a ..., Valladolid, 1538 , reedición de E . Pujol, Barcelona, 1945, núms. 37­
39, 40-45 y 48. Tenem os presentes las observaciones de M . Frenk

233
Alatorre en la N R F H , V I, 1952, págs. 36 y sigs., donde el lector en­
contrará abundantes referencias a las distintas glosas de estos villan­
cicos tan famosos. El n .° 86 aparece en la ed. de E . Pujol con cuatro
versos procedentes de una glosa muy culta. V éase otra glosa del Conde
de Salinas en el n .° 487.
87-88. En Alonso M udarra, T res libros de música en cifra para v i­
huela, Sevilla, 1546, reedición de E . Pujol, Barcelona, 1949, núm s. 72
y 73. (M. Frenk A latorre, art. cit., cree que el último verso del
n .° 88 — “ ¡Isab el, la tan g a rrid a !” — es el comienzo de alguna glosa
perdida, hipótesis que parece muy acertada.)
89-97. De Juan V ásquez, Villancicos y canciones... a tres y a qua-
tro, Osuna, 15 5 1. (En Gallardo, E n sayo, IV , cois. 922-926.) En el n .° 93
usamos la forma “ Fem andico” , tal como está en Fuenllana.
98-129. De Juan V ásquez, Recopilación de sonetos y villancicos a
quatro y cinco, Sevilla, 1560, reed. de H . A n glés, Barcelona, 1946,
págs. 29-47. Recomendamos al lector interesado en estas canciones las
notas del gran musicólogo A nglés. A llí encontrará abundantes referencias.
La 120 se sigue cantando hoy entre los sefarditas de T etu án . Para el
n .° 10 3, comp. M . Frenk A latorre, N R F H , X I I, 1958, pág. 3 16 , n. 18.
13 0 -13 3 . Del L ibro de m úsica de vih u ela , de D iego Pisador, Sala­
manca, 1552, fols. 9, 12 , 13 y 14 . (Véase otra glosa a A quellas sierras,
m adre, en el n.° 4 10 . L a cancioncilla 133 se rehace de acuerdo con la
versión que da Gil V icente en la Farsa de Inés P ereira, O bras, 1562,
f. 2 17 . La alteración afecta a los tres prim eros versos.)
134-136. D e M . de Fuenllana, L ibro de m vsica para vih u ela , in ti­
tulado O rphenica lyra, 15 5 4 , fols. 13 3 V , 137V , 16 9. (La n .° 1 3 4 puede
verse en Pedrell, Catalech, II, 149, con música de Flecha.)
13 7 -15 2 . Del famoso Cancionero de U psala (V illancicos de diuersos
autores a dos y a tres y a quatro y a cinco boZes, agora nuevam ente
corregidos), V enecia, 1556. Seguim os la ed. de Méjico de 1944, donde el
lector encontrará las notas de R . M itjana a diversas canciones. V id .
también L a poesía d el Cancionero de U ppsala de L . Querol Roso en
A nales de la U niversidad de V alencia, X , 1929-1930, págs. 6 3-179 , don­
de se estudian canción por canción los antecedentes de cada una. San
Juan de la Cruz conocía la canción n .° 15 2 y le daba un sentido divino.
(Comp. D . Alonso, Poesía española, M adrid, 1952, págs. 251-252.)
15 3 . D e la S ilva de syrenas, de A . de V alderrábano. (La copiamos del
Cancionero musical de la Casa de M edinaceli, ed. de M iguel Querol,
Barcelona, 1949, pág. 52.)
154. Del L ib ro de cifra n u eva para tecla, harpa y vih u ela, por Luis
V en egas, A lcalá, 15 57 , f. 73.
\.
234
I 55' I 57- Del L ibro de música en cifras para vihu ela, intitulado el
Parnaso, por Esteban D aza, V alladolid, 1576, fols. 102 v .°, 104 y 109 v .°
1 58-159 . D e las Ensaladas de F lech a ..., Praga, 15 8 1. (Las hemos
copiado del Catalech de Pedrell, vol. 11, pág. 18 1.)
160. D el ms. 373 (fondo español) de la Biblioteca Nacional de Pa­
rís, f. 138V.
16 1 -16 3. Del Cancionero general de H . del Castillo, edic. cit. A p én ­
dice, núm s. 279, 299 y 3 1 7 . La canción 162 es de 1554» cuando Felipe II
pasó a Inglaterra.
164-169. D el Cancionero de Sebastián de HoroZco, ed. de los Bibls.
Andaluces, Sevilla, 1874, págs. 65, 108, 13 2 , 13 3 , 13 5 , 139.
17 0 -17 2 . Glosados como villancicos viejos por P . de Andrade Ca-
m inha, Poesías inéditas, H alle, 1898, págs. 229, 258 y 454.
17 3 -18 0 . D e un precioso pliego suelto titulado Cantares de diversas
sonadas con sus deshechas m uy graciosas ansí para bailar como para
tañer, s. a ., estudiado por M argit Fren k Alatorre en el Cancionero de
galanes, V alencia, 1952, págs. 60, 63, 64, 66 y 74. ■
18 1-18 6 . De la Silva de varios rom ances, Barcelona, 15 6 1. Reim ­
presión de A . Rodríguez-M oñino, V alencia, 19 5 3 , fols. 189-190. (Están
dentro de una “ ensalada” . La cancioncilla 18 1 figura también en A utos,
fa rsa s..., ed. de L . Rouanet, 11, pág. 22, y ya la convierte a lo divino
F r. A . M ontesino, Cancionero, Rivadeneyra, X X X V , pág. 464.)
187-188. D el Cancionero llamado Dan.Za de galan es..., recopilado por
D iego de Vera-, Barcelona, 1625. E dic. de A . Rodríguez-M oñino, V a­
lencia, 1949, fols. C9V y C ío .
189. Del ms. 506 de la B ibl.a Provincial de Toledo, f. 390. Se halla
tam bién en el Cancionero de T u rín , Poesie spagnole del seicento, ed. por
G . M . Bertini, T orino, 1946, pág. 38. E l estribillo se cantaba ya antes
de 1502, puesto que Lucrecia Borgia, cuando casó con Alfonso de Este,
llevaba consigo* “ un libro sentó a manno de canzone spagnole da diversi
autori” y una de las canciones comenzaba precisamente “ N o passedes
escudero” , según nota del mismo Bertini, que remite a G . Bertoni, R om a'
nische Forschungen, X X , I 9 ° 7 > P^SS- 321 Y s ig s< (Sobre el cambio de
escudero por caballero vid . R . Menéndez Pidal, S obre un arcaísmo léxico
en la poesía tradicional, en D e prim itiva lírica española..., Colección
A u stral, pág. 138.) .
190-194. Del libro D e M úsica Itbrt septem , de Salinas, Salamanca,
15 77 , págs. 302, 3 2 1 , 326, 356 y 422. (El lindo villancico “ ¿ A quién
contaré mis quejas” se encuentra ya al final de un poema del M arques
de A storga en el Cancionero general, según vio R . M enéndez Pidal (L a
p rim itiva poesía, pág. 243), que lo relacionaba con la canción del rey
don Dionís : “ se a vos non for dizer... a quem direi o meu pesar? .

235
Pero A dolfo Salazar (Poesía y m úsica..., en R e v .a de Filosofía y Letras,
M éxico, n.° 8, 1942, pág. 301) encuentra más parecido con un cantar
fran cés: “ cui lirai ge mes amours / amie, se a vos n o n ? ". Una pro­
caz glosa a la canción 19 1 figura en el ms. 3618 de la B. Nacional.)
19 5-19 7. D e Odarum (quas vulgo m adrigales appelam us), de P . A .
V ila, Barcelona, 1571» pero nosotros las copiamos del Catalech de Pe-
drell, II, pág. 17 2 . (La 195 se halla también en D iego Pisador, f. 6,
como “ endechas canarias” . La m uy bella canción 197 continúa en Pedrell
con unos versos que nada tienen que ver con ella.)
198. Del ms. 3924 de la B ibl.a N acional de M adrid, f. 27V. (Figura
también en el Vocabulario de Correas, pág. 466, y fue glosada en dé­
cimas por Villam ediana, Antología poética, M adrid, 19 44, págs. 357-8.)
199-204. De diversos autos publicados por L . Rouanet en A utos,
farsas..., vol. I, págs. 120, 326 y 4 2 2; vol. II, pág. 5 16 , y vol. III,
pág. 256.
205. De la Com edia intitulada Tesorin a, de Jaime de H uete, ed. de
U . Cronam en Teatro español del siglo X V I , M adrid, 19 13 , pág. 196.
(Canción que ya figuraba en el Cancionero m usical de los siglos X V y
X V I , donde sólo queda el prim er verso.)
206-207. Figuran en el Cancionero de N uestra Señora, Barcelona,
15 9 1, reedic. de A . Pérez Gómez, V alencia, 1952, págs. 7 y 75. (La 207
se encuentra también en Villancicos para cantar en la N a tiv id a d de
nuestro Señor Jesucristo, hechos por Esteban de Zafra, Toledo, 1595,
4 .a hoja. L a versión que nosotros editamos tiene dos estrofas m ás, la 5 .a
y la 6 .a, pero en la cuarta se repiten los dos últimos versos de la tercera,
que copiamos de Zafra.)
208. Figura en la C om edia de la Zarzuela y elección del M aestre de
Santiago, de R eyes M ejía de la Cerda (ms. 4 1 1 7 de la B ib l.a N acional,
f. 156V). La damos como anónima porque ya la cita Salinas en D e
M úsica, pág. 3 0 6 :

Pensó el villano
que yo que dorm ía;
tomó espada en mano,
fuese andar por villa.

Se sigue cantando hoy entre los sefardíes de T etuán .


209-214. Del ms. 3924 de la B ib l.a Nacional de M adrid, fols. 65V,
66, 67 y 67V. (La 2 1 1 se hizo m uy popular y abundan las glosas hasta
el siglo XVII.)
2 15 -2 17 . Aparecen dentro de una “ ensalada” de Pedro de Padilla,
Rom ancero, M adrid, 1880, págs. 496 y sigs.
*
236
218.D e una “ ensalada" que comienza Entre dos claros arroyos, del
ms. 3 9 1 3 de la B ib l.a Nacional de M adrid, f. 64V. (Esta misma “ ensa­
lada” se atribuye a P. Liñán de Riaza en las Rimas, Zaragoza, 18 76,
pág. 1 5 1 . Pero la canción era ya muy vieja a mediados del siglo XVI.
V id . Introducción, pág. L X V I .)
2 19 -2 2 0 . Del ms. 3 9 1 5 de nuestra B ibl.a Nacional, fols. 69V y 70V.
(La 220 era una canción vieja a fines del XVI, puesto que aparece en
las Cortes de Jú piter de Gil V icente y en El Cortesano de Luis M ilán,
pág. 209, y la cantaba ya Francisco de C arvajal en el Perú, según
F. López de Gom ara, H istoria de ¡as Indias, Rivadeneyra, X X I I , pá­
gina 268 b. V éase aquí Introducción, pág. L X V I .)
221-226 . Proceden de los Cartapacios literarios salmantinos, editados
por R . M enéndez Pidal, Boletín de la A cad. de la Lengua, 19 14 , pá­
ginas 304, 3 1 1 y 3 1 3 . (Incluimos la 2 2 1, ya editada anteriormente bajo
el n .° 64, porque aquí lleva una pequeña glosa.)
227-229. Proceden de la edic. de un ms. hecha por el P . L . G. A lon ­
so Getino en Anales salm antinos, vol. II, Salam anca, 1929, págs. 352-354.
(La 227 guarda relación con la canción tan famosa de C ervantes. V id .
n .° 4 2 3 -)
230-234. Del m s. 3890 de nuestra B ibl.a N acional, fols. 14 y 4 1.
235. De un m s. de nuestra B ibl.a Nacional extractado por Gallardo
en su E n sayo, vol. I, col. 1043.
236-240. D e los T onos castellanos, ms. de la Bibl.a de M edinaceli,
ed. de Paz y M elia, Series de los más im portantes docum entos..., M a­
drid, 1922, págs. 145* Y 147- (^-a canción de las naranjicas se hizo
muy popular. V id . E . M . T orn er, índice de analogías, n .° 33. T od avía
se canta hoy en M onteherm oso (Cáceres) y en Hoyocasero (Ávila) en
esta form a, que para T orres Villarroel (O bras, V III, pág. 339) ^*a ci®11
años / nueva se llam aba” :
A rrojóm e la portuguesilla
naranjillas de su naranjal:
arrojómelas y arrójeselas
y volvióm elas a arrojar.

V id . también P. H enriquez U reña, obra cit., pag. 195*)


24 1-243. D e un Rom ancero de la Biblioteca Brancacctana, publ. por
R . Foulché-Delbosc, R e v . H isp ., L X V , págs. 356, 366 y 378. (La 241 fue
glosada también por Lope. En Lope, el 4 .0 verso del estribillo es “ ¿si
podrá” . V id . el n .° 453.)
244-261. Del Rom ancero general, ed. de A. González Palencia,
núm s. 150, 577, 670, 7 2 1, 790, 9 0 1/ 942, 994, 1001 y 1287. (Los más bre­
ves aparecen en "ensaladillas” y son los que ofrecen más encanto y sabor

237
tradicional. La n .° 247 figura con otra glosa en el n .° 143.) En el
n .° 2 6 1, el 7 .0 verso dice “ mi em barazo” : hacemos la corrección (“ ce­
dazo” ) que parece evidente.
262-263. Proceden del Cancionero de T u rín , edic. de G . M . B er­
tini, Poesie spagnole del seicento, T orino, 1946, págs. 45 y 49. (El estri­
billo de la 262 se publicó en la R e v . H isp ., 19 19 , X L V , pág. 537.)
264. De la Ensalada de la Flota de H . González de E slava. La
copiamos de los Poetas n o vo 'h ispanos, de A lfonso M éndez Planearte,
vol. I, M éxico, 1942, pág. 49.
265-266. Figuran dentro de un “ romance-ensalada” de Góngora que
principia “ A la fuente va del olmo” , ed. de I. y }. M illé, págs. 238-239.
(Las dos cancioncillas fueron bastante populares y abundan las refe­
rencias.)
267-274. Proceden de distintos bailes del siglo XVII publicados por
E . Cotarelo en su Colección de entrem eses, loas, bailes, jácaras y m o ji'
gangas, N B A E , vol. 18, págs. 477, 4 8 1, 485, 486 y 495.
275-277. De los Chansonniers espagnols du X V I I e siécle, edic. de
C . V . A ubrun en el Bulletin H ispa niqu e, t. L I, 1949, págs. 278, 288
y 364. (La glosa de la 277 es m uy extensa y sin ningún interés poético.)
278-284. Las pone como ejemplos de distintas voces Sebastián de
C ovarrubias en su Tesoro de la lengua castellana o española, M adrid,
1 6 1 1 . (Reed. de M artín de Riquer, Barcelona, 1943, págs. 42, 16 3 , 409,
432, 629, 674 y 683.) E n el n .° 279, 2 .0 verso, la grafía original es “ e” ;
puede dudarse entre nuestra interpretación o la que sugiere M . Frenk
A la to rre : “ mis amores, ¡ e h l ” ( N R F H , X III, 1959, pág. 3 6 1, n. 3).
285-288. Del Cancionero de Claudio de la Sablonara, pág. 294 (B A E ,
I V , 19 17) y págs. 308, 309 y 3 19 (B A E , V , 19 18 ). Pero la 285 está mal
transcrita. Seguim os el facsím il que publica L . Pfandl en su Introducción
al Siglo de Oro, Barcelona, 1929, pág. 340.
289. Publicada en la Prim avera y flor de rom ances, de A rias Pérez,
M adrid, 16 22, f. 58V.0
290-291. Del Laberinto am oroso, Zaragoza, 1638. R eed . de J. M . Ble-
cua, V alencia, 1953, págs. 47 y 12 7 . (La canción “ Si queréis que os en­
trame la puerta” fue m uy popular e n el siglo XVII y su vitalidad llega
h asta hoy, ya que E . M . T orn er en su Cancionero asturiano recoge una
versión m uy parecida, n .° 64. V id . su ín dice de analogías, n .° 163,
«donde se encontrarán otros ejemplos.)
29 2-312. Proceden del célebre Vocabulario de refranes del maestro
Gonzalo Correas, M adrid, 1924. E n muchos casos con la indicación de
fue cantar . (Págs. 19 , 82, 10 3, 109, 1 1 5 , 144, 15 7 , 2 1 1 , 226, 232, 260
263- 3 ! 5' 339> 356, 38°» 4 I 2 > 423, 464, 480 y 510.)
*
. 238
3 i 3 '3 i 6 . T am bién proceden del maestro Correas, pero de su A rte
g ran de, M adrid, 1903, págs. 2 7 1, 275, 280.
3 17 - 3 18 . D e S egu idilles anciennes, publicadas por Foulché-Delbosc
en la R e v . H ispa n iqu e, V lll, núms. 307 y ^66.
3 19 . D e las M aravillas del Parnaso, de J. Pinto de M orales, L is­
boa, 16 37. Reed. de la “ Colee. Cisneros” , M adrid, 1943, pág. 7 1. (Es el
estribillo de una letrilla.)
320. Cantar de veladores incluido en El dueln de la V irgen (Riva-
den eyra, V II, 117 ). Seguim os el texto vulgar en vista de que los estu­
diosos no se ponen de acuerdo en la ordenación. V id . L . Spitzer, Sobre
la cantica "E y a v ela r” , en N R F H , año IV , 1950, I, págs. 50 y sigs., y
J. B. T re n d , Sobre el “ E ya vela r” de Berceo, en N R F H , año V , 19 5 1, 2,
págs. 226 y sigs. V éase también, Germ án Orduña, La estructura del
Duelo de la V irgen y la cantica “ E ya velar” , en R evista de la facultad de
Filosofía y letras (Tucum án), IV , n .° 10, 1958, págs. 75 y sigs.
3 21-3 29 . Hemos tenido a la vista los textos de la ed. diplomática de
M onaci (II canZoniere... della... Vaticana, H alle, 1875, núms. 17 0 -17 2 ,
242, 250, 438, 7 6 1, 884 y 890), y también el de las Cantigas d'am igo,
editadas por José Joaquim N u nes, vol. II, Coim bra, 1926, págs. 18, 19 ,
2 1 , 7 1, 77, 229, 353, 441 y 4 4 6 : pero no seguimos a N unes en la su­
presión de -»- (que él lleva a cabo), y en algún otro pormenor.
33° ' 33I - Seguim os la edición de Ducam in, Toulouse, 19 0 1. En la de
Cejador y Frauca, más asequible, Clás. C ast., vol. 17 , págs. 60 y 265.
3 32 . E l alm irante don D iego H urtado de Mendoza, padre del m ar­
qués de Santillana, murió en 1404. E n el Cancionero de Palacio (edic. de
Francisca V en d rell, M adrid, 1945) figuran algunos poemas suyos (el que
editam os, en la pág. 137). E ste delicioso poema es una alegoría del árbol
del amor y por su estructura guarda íntimas relaciones con la poesía
galaico-portuguesa. (Sobre la voz cosaute, vid . el excelente estudio de
E ugenio A sensio, L os cantares paralelísticos castellanos. Tradición y
originalidad, en la R F E , X X X V I I , 19 53, págs. 130 y sigs.)
3 33 . T e x to según la edic. de las Obras hecha por J. Am ador de
los Ríos, M adrid, 1852, pág. 4 6 1. (Pero debemos advertir que en eli
Cancionero de Palacio citado más arriba figura el poemita atribuido a
Suero de Ribera, pág. 1 8 1 . L as cancioncillas intercaladas tienen un tono
más arcaizante y algunas variantes de interés :

L a ninnya que los amores ha


¿cóm o dormirá solá?
D exadlo al villano, i p e n e;
vengarm ’ ha Dios d'ele.
Sospirando va la ninya

239
e non por mí,
que yo bien gelo entendí.)

334. Del Cancionero de Fernando de la T o rre (1450), publicado


por A . Paz y Melia en G eseilschaft fü r rom anische L ite r ., X V I , 1907,
pág. 149. (El epígrafe reza : “ Coplas de mossen Fernando en este cantar
viejo” . E s, por tanto, el cantarcillo glosado más viejo que conocemos.
H em os corregido m udáis en vez de m andáys, v . 5, siguiendo a R . M e-
néndez Pidal, De prim itiva lírica..., pág. 124, nota.)
335 . Del Cancionero castellano del siglo X V , N B A E , vol. 22, pá­
gina 56. (Obsérvese el intento de aproxim arse a la lírica tradicional por
el tema — una canción de cuna— y por la form a, ya que se trata de
un zéjel.)
336-340. Juan Á lvarez Gato (m. en 1509) inicia en la poesía española
el tratam iento de temas profanos a lo divino. Incluimos tres m uestras
"vu eltas a lo divino” y otras dos cancioncillas sin la glosa. (Edic. de las
Obras com pletas hecha por Jenaro A rtiles, M adrid, 1928, págs. 142, 15 3 ,
13 8 y 15 1.)
3 4 1. Figura como ‘‘desfecha” de un romance. (Edic. del Cancionero
castellano del siglo X V , N B A E , vol. 19, pág. 15.) El cantarcillo original
profano pervivía aún un siglo después, y de ello h ay varios testimonios
(D. A lonso, Poesía española, Ensayo de m étodos y lim ites estilísticos,
M adrid, 1952, pág. 231).
342. E n el Cancionero de fray Am brosio M ontesino reim preso en
R ivad en eyra, X X X V , pag. 43^, se edita en forma distinta. Nosotros
hem os seguido la que presenta Isabel Pope en su estudio sobre el
villancico que figura al frente de la ed. mejicana del Cancionero de
U psala, pág. 38.
343. E s la conocida canción del acto X I X de La C elestina. (V id.
Introducción, págs. LU I y sigs.)
34 4 -35°. D el Cancionero de Juan del E n cina, ed. facsím il de la de
1496, fols. L X X X V I I l v .0, X C I V v .0, X C V , X C V v .° (Pero la 349 procede
del Cancionero m usical, n .° 393» Y 35° del Cancioneiro da Biblioteca
P ú b lia H ortensia, pág. 9 1. Figura también en el citado Cancionero m u -
sical, n .° 240, pero con cinco estrofas m ás. Para la fortuna de este
villancico véanse las referencias que aduce M argit Fren k A latorre en el
Cancionero de galanes, V alencia, 19 5 2 » P^gs. X X L X X I I 1.)
3 5 1. D e las Farsas y églogas, ed. facsím il, M adrid, 1929, f. A 11.
352-364. D e las Obras de Gil V icen te, Lisboa, 156 2. Pero las co­
piamos de la ed. hecha por uno de nosotros en la revista Cru£ y Raya,
n .° 10, 1934, págs. 1 2 1 , 149, donde el lector encontrará las referencias
*
240
I
a cada canción. (Allí se advierte que no todas estas cancioncillas, tan
bellas, son de Gil V icente, sino que eran ya canciones viejas castellanas.)
365-366. Diego Sánchez de Badajoz parece que desarrolla su acti­
vidad literaria entre 1525 y 1547. Su Recopilación en m etro apareció
en 15 5 4 , muerto ya el autor. (De la Farsa del juego de cañas en la R e­
copilación en m etro, vol. II, M adrid, 1886, págs. 279 y 284.)
367-368. Obras, ed. de Domínguez Bordona, Clds. Casts., vol. 79,
págs. 60 y 14 1 . (N o podemos asegurar que fuese Castillejo el inventor
de la famosa canción “ Guárdam e las vacas, carillejo, y besarte h e ...’ ’ ,
una de las más divulgadas en el siglo XVI.)
369-376. Las cinco prim eras proceden de E l Cortesano, impreso en
15 6 1, pero muchos años después de morir su autor. (Reed. de la Co­
lección d e libros raros o curiosos, M adrid, 1874, págs. 9 1, 119 , 175» 177»
220 y 224.) Las tres últimas se hallan en el L ibro de música de vihuela
d e mano intitulado E l M aestro, 15 3 5, reimpreso por Leo Schrade, L e ip ­
zig, págs. 73, 74 y 17 3 .
377. Del Cancionero, Salam anca, 1527, según la reimpresión de
E . A sen sio, V alencia, 19 52, pág. 49. (En el prólogo a este Cancionero
encontrará el lector los datos biográficos del bachiller Juan de M olina,
m uy discreto poeta.)
378. D e un pliego suelto titulado Glossa sobre el romance que dtZen
" T r e s cortes armara el R ey , Todas tres en una safcon . N u evam en te
com puesta por Alonso de A lcau dete, natural de la m uy noble cibdad de
R on da. C on otras m uchas glosas y villancicos. Reimpreso numerosas
veces a lo largo del siglo XVI. El villancico fue m uy popular y se gloso
repetidas veces. T od avía lo oyó cantar G allard o : “ Este villancico se canta
todavía en E xtrem ad u ra; oíselo cantar en San Francisco de Badajoz a fray
A ntonio, el organista, el año de 1809” . ( E n sayo, I, col. 72.) Contaminado
con el romance que comienza “ Estáse la gentil dama también se canta
h o y . V id . E . M . T orn er, Indice de analogías..., n.° 118 .
379-380. De las Poesías de Sá de M iranda editadas por C . Michaelis
de Vasconcelos, H alle, 1885, núms. 60 y 136. (El estribillo de la primera
figura ya en Cancionero musical de los siglos X V y X V I y fue muy
glosado. L a 380 obtuvo también mucho éxito, a juzgar por las imita­
ciones que se hicieron después.)
3 8 1. D e la cuarta cena de la Segunda Celestina, cuya edic. más an ­
tigua es la de 1534, impresa en M edina del Cam po. (Hemos utilizado
la reimpresión de la edic. veneciana de 1536 hecha en la Colee, de
libros españoles raros o curiosos.) Aunque Feliciano de Silva no fue un
prosista muy afortunado, el poemita es m uy bello y, como observara
el lector, muy culto.

241
382-384. Juan Fernández de H eredia (n. h . 1485 y m. en 1562) gustó
mucho de glosar villancicos tradicionales. Sus obras poéticas aparecieron
en Valencia en 19 13 en una bella y curiosa ed. de M artí G rajales. (La
canción 382 figura como anónima en el ms. 5593, f. 73, de nuestra
B ib l.a Nacional y el villancico de la 383 era todavía popular a fines del
siglo XVI, puesto que figura como cabeza de una letra del Rom ancero
general, ed. cit., n .° 270.)
385-386. Cancionero de Sebastián de H orozco, Sevilla, 1874, págs. 68
y 16 7. S . de Horozco (i5 io ? -i5 8 o ) fue muy aficionado a glosar canción-
cillas tradicionales (véanse los núm s. 164-169, que proceden también de
su Cancionero). La vitalidad de la canción de la niña de Gómez A rias fue
extraordinaria. Consúltese el artículo de Ram ón Rozzel, T h e scmg and
legend of GómeZ A rias, en la H ispanic R e v ie w , X X , 1952, págs. 91
y siguientes.
387. D e la Farsa llamada A rtem isa, edic. de L . Rouanet, Barcelona-
M adrid, 1900.
388. D e la obra dramática Caída y ruina d el im perio visigótico es -
pañol, ed. de A . Fernández-Guerra, M adrid, 1883, pág. 170.
389-397. Todas parecen ser creaciones personales de Juan de Tim o-
neda, muy aficionado a la lírica popular y tradicional. Los núm s. 389­
394» l ° s copiamos de las Obras, edic. de E . Juliá en B ibls. E spañoles,
vol. II, M adrid, 1948, págs. 17 , 206, 255, y vol. III, págs. 168 y 188.
L a 395, del Cancionero llamado E n red o de am or, de 15 7 3 , reim preso por
A . Rodríguez-M oñino, V alencia, I 951 » £• v 'ij v . ° ; las 396-397 pro­
ceden del Sarao de A m o r, V alencia, 15 6 1, fols. 22 y 52.
398-400. D e las Obras, M adrid, 1908, vol. I, pág. 77, y vol. II, pá­
ginas 195 y 359. L a 398 se apoya en una cancioncilla tradicional, regis­
trada por Correas en su V ocabulario, con algunas variantes y una e x ­
plicación :
Gil González D ávila lla m a ;
no sé, mi m adre, si me le abra.
Gil González llama a la ald ab a;
no sé, mi m adre, si me le abra.
Gil González llama a la aldaba.
— M i fee, hija, ya no llama.

Y e x p lic a : Gil González D ávila fue enam orado, y por él hicieron coplas,
y cuando era viejo y las oía cantar, d e cía : ‘ M i fee, hija, ya no llam a’ ,
y parece podían ser palabras de la madre cuando él cesó de acudir como
antes” .
En el verso 7, “ voz” es evidentem ente el pronombre “ vos” .

242
4 0 1. D e las Poesías inéditas, H alle, 1898,pág. 228. (Véase más ade­
lante, n .° 407, la glosa a lo divino de esta misma canción vieja escrita
por Santa Teresa.)
402. Se encuentra glosada por A ndrade Cam inha en sus Poesías in é '
ditas, pág. 397.
403. D el Cancionero, ed. de A . González Palencia en Bibls. Espa­
ñoles, M adrid, 19 32, pág. 266. Es una canción de bienvenida, a lo
divino. Recuérdese la canción de bienvenida en Fuenteovejuna, de
Lope :
Sea bienvenido,
el Comendadore.
(Rivadeneyra, X L I , pág. 636.)

V éan se también nuestros núms. 439 y 441.


404. D e la L írica de Cam oes, ed. de J. M . Rodrigues y A . Lopes
V ie ira , Coim bra, 19 32, pág. 19. (Todavía en la primera mitad del siglo
XVII se cantaba el villancico de “ Irme quiero, madre” , puesto que figura
en los C hansonniers espagnols editados por C . V . A ubrun en el Bulletin
H isp a n iqu e, L II, 1950, pág. 380, con la variante “ a la galera nueva” .)
405. Del Inventario de Antonio de V illegas, Medina del Campo,
156 5, £. L X V I I .
' 406. D e Los N u e v e L ibros de las H abidas, Zaragoza, 1566, según
Gallardo, E nsayo, I, col. 26 1.
407. De la ed. de R ivad en eyra, LU I, pág. 5 10 .
408-409. De las Obras com pletas, ed. de M arques Braga, t. I, L is­
boa, 1945, págs. 15 7 y 220. (El villancico segundo, según reza, es “ ajeno”
y parece viejo.)
4 10 - 4 11. La primera procede del Thesoro de varias poesías, M adrid,
1580, £. 403, y la segunda del Rom ancero, ed. de Bibls. Españoles, M a­
drid, 1880, pág. 403. (Los dos villancicos son viejos y populares. V id .
el 132.)
4 12 . D el Cancionero y V ergel de plantas divinas, Alcalá de H ena­
res, 1588. (En R ivad eneyra, t. X X X V , pág. 194.)
4 13 . Del A rte poética española, Salam anca, 1592. (Rivadeneyra, t.
X X X V , pág. 194.)
4 14 . Del Cancionero para cantar la noche de N a v id a d ..., Alcalá,
16 0 3, edic. de A . Pérez Gómez (Valencia, 1957), pág. 37. (El villancico
es el mismo glosado ya por Juan del Encina, n .° 350.)
4 15 . Villancicos y coplas curiosas, A lcalá, 1606. Pliego suelto.
4 16 . Inédito. D el m s. 506 de la Bibl.a Provincial de Toledo, f. 3 7 1.
417-423. La prim era procede de Rinconete y Cortadillo •, la segunda,
de E l celoso extrem eñ o ; la 419 del Quijote, II, 24 ; la 420, de L a casa

243
de los celos, act. II; la 4 2 1, de Los baños de A rg el, act. II; la siguiente,
de P edro de 'U rdem alas, act. III, y la 423 del entremés L a elección de
los alcaldes de DaganZo.
424. D el ms. 4072 de nuestra B ibl.a N acional, f. 10. G abriel de
Peralta falleció el 10 de septiem bre de 1625, según se dice en el ms.
(Figuraba ya en Gallardo, E n sa yo , III, col. 114 2 .) Peralta puede no ser
el autor, ya que el m s. es una antología de diversos autores, Monte-
m ayor, Lope, Góngora, etc.
425-426. Por excepción „ incluimos el lindo romancillo de Góngora,
y a que parece apoyarse en una canción popular. Correas asegura (en su
V ocabulario, 15 3 , y en el A rte grande, 443) haber oído cantar en
Salam an ca;
L a flor del romero,
niña Isabel,
h oy es flor azul
y m añana será miel.

Lope de Vega encabeza en L os pastores de B elén (16 12) un villancico


con la siguiente vuelta a lo divino :

L as pajas del pesebre,


N iño de Belén,
hoy son flores y rosas,
mañana serán hiel.

Y en la Rioja (Argentina) se canta (según J. A . Carrizo, Cancionero


Popular de la Rioja, t. I, Buenos A ires, 1942, pág. 18 0 ) :

Las pajas que abrigan


- al N iño de Belén
son hoy flores rosas :
después serán hiel.

En cuanto a las seguidillas también obtuvieron cierto éxito . Por lo


menos, fueron parodiadas por A ntoñita, la hija menor de Lo pe, según
refiere su padre en una carta (Epistolario, ed. de A . G . de A m ezúa, IV ,
pág. 10 4 ) : “ T en go salud y la tienen las criadas de V e x .a, ahijadas y
madre. Escriuieron con A gu ilar, que se ofreció a traherles azeyte de
Andaluzia para la quaresm a, y assi, una dellas, viendo que no viene,
ha vuelto la letra de don Luis de Góngora que dize :

A y , que muero de zelos de aquel a n d a lu z :


háganme si muriere la m ortaja azul,
*
. 244
desta suerte :
¡ A y , que al Duque le pido
azeyte an d alu z!
Pues que no me le embia,
penare sin luz.

Mire V e x .a si Antoñica puede ya desafiar las m usas.”


(T extos según la ed. de I. y J. M illé, Obras completas, ed. A guilar,
págs. 145 y 4 2 1. V id . el n.° 287.)
427-455. N o podemos decir que todas estas cancioncillas de Lope
sean tradicionales o populares, pero tampoco podríamos afirmar que sean
totalm ente del F én ix, ya que sabemos que muchos estribillos eran viejos
en su época, como el de la canción de “ V eladores", según afirmaba
en 1 6 1 1 el gran Covarrubias en su Tesoro. L a canción del Caballero de
O lm edo se halla entre las “ diferencias" del maestro Cabezón y se can­
taba hasta hace pocos años, lo mismo que la de las “ avellanicas” .
N .° 427, de Las almenas de T oro (J. F. M ontesinos, Poesías líricas, I,
pág. 1 3 3 ; el estribillo en E l sol parado, A cad ., t. 9, pág. 50). N .° 428,
A m o res de A lban ia y Ism enia, A cad ., t. I, pág. 5. N .° 429, de La
M aya, A ca d ., t. 2, pág. 48. N .° 430, de El viaje del alma, A cad ., t. 2,
pág. 12 . N .° 4 3 1, de E l amante agradecido, A cad. N u eva serie, t. 3,
pág. 136 . N .° 432, de A m ar, servir y esperar, ibid., pág. 227. N .° 433,
ibidem , pág. 236. E n Poesie spagnole del seicento, pág. 36, figuran a s í :

Río de Sevilla,
] quién te pasase
sin que la mi servilla
se me m o jase!
Río de Sevilla, de barcos lleno,
he pasado el alma y no puede el cuerpo.
¡Q uién te pasase...
R ío de Sevilla, de arenas d ’oro,
desa parte tienes al bien que adoro.
¡Q uién te pasase...
Río de Sevilla, rico de olivas,
por ti lloran mis ojos lágrimas vivas. _
¡Q u ién te pasase...

N ú m s. 434-435, de L a m adre de la m ejor, A cad., t. 3. págs. 369 Y 382.


N ú m s. 436-437, de L a burgalesa de Lerm a, A cad ., nueva sene, t. 4.
págs. 67 y 68. N .° 438, de E l cardenal de B elén, A cad., t. 4, pag. 18 1.
N ú m s. 439-440, de La ju ven tu d de san Isidro, ibidem, págs. 533 y 564.

245
N ú m s. 441-442, de E l Conde Fernán González, A cad ., t. 7, págs. 424 y
4 30 -1. N .° 443, de L os B en avides, ibidem, pág. 533. N .° 444, de La-
locura por la honra, A cad ., nueva serie, t. 7, pág. 300. N .° 445, de
E l vaquero de M orana, A cad., t. 7, pág. 566. N .° 446, de Las dos
bandoleras, A cad ., t. 9, pág. 32. N .° 447, de Lo cierto p o r lo dudoso ,
ibid., pág. 369. N .° 448, de PeribáñeZ y el C om endador de Ocaña,
A cad ., t. 10 , pág. 126. N .° 449, de E l caballero de O lm edo, ib id., pá--
gina 1 8 1 . Otra versión de la Canción del Caballero ha publicado M argit
Frenk Alatorre (N R F H , X I I, 1958, pág. 316) procedente de un ma­
nuscrito de A . Rodríguez-M oruno:

Esta noche le mataron


al caballero,
a la vuelta de M edina,
la flor de Olmedo.
Esta noche le mataron
los seis traidores :
bien es, señora mía,
la muerte llores
del caballero,
a la [vuelta de M edina,
la flor de O lm edo].
Esta noche le mataron
con emboscada,
con escopetas fieras,
no con espadas,
al caballero, etc.

N .° 450, de E l piadoso aragonés, ibid., pág. 262. N .° 4 5 1, de L a c a r'


bonera, ibid., pág. 7 3 1. N .° 452, de L a dam a boba, A ca d ., nueva
serie, t. 1 1 , págs. 620-621. N úm s. 453-455, de E l villano en su rincón ,
A cad ., t. 15 , págs. 290 y 300.
456-460. Los números 456-459 proceden del Rom ancero espiritual,
M adrid, 1880, págs. 116 , 227, 1 1 5 y 138 (los dos últimos dentro de una
“ ensaladilla” ); el n .° 460 se halla en el auto titulado E l p eregrin o (Ri-
vadeneyra, 58, pág. 207).
461-470. Después de Lope de V e g a , T irso de M olina fue el autor
dramático más aficionado a la lírica de tipo tradicional. N .° 4 6 1, de
E l colmenero d iv in o , R ivad en eyra, t. 58, pág. 285. N .° 462, de E l wie-
lancolico, en N B A E , t. IV , Com edias de T irso de M olina, t. I, pág. 67.
N .° 463, de L a m ejor espigadera, ibid., págs. 336-7. N .° 464, de La
venganza de T am ar, ibid., pág. 453. N ú m s. 465-466, de A n ton a García,

246
ib id ., págs. 619 y 620. N .° 467, de La peña de Francia, ibid., pág. 665.
N . ° 468, de Los lagos de San V icen te, t. II, pág. 53. N .° 469, de La
S a n ta Juana, ibid., pág. 286. N .° 470, de L a ninfa del cielo, ibid., pá­
gina 4 4 1. '
47x' 472 * La 4 7 1, del entremés de La Capeadora, y la siguiente, del
E n trem é s de los órganos (N B A E , vol. 18, págs. 554 y 653. E l estribillo
<3e la prim era canción era popular, y lo repite Rojas Zorrilla en Lo
q u e son las m ujeres, R ivad en eyra, t. L I V , pág. 210).
473. D el Baile de la boda de Fuencarral, Rivadeneyra, X L III, pág.
164. (La segunda parte guarda íntima relación con las endechas o plantos
judeo-españoles. V id . M anuel A lv a r, E ndechas judeo'españolas, G rana­
d a , 1953.)
474' 477- Las dos prim eras proceden de La serrana de la V era (ed. de
R . M enéndez Pidal y M . Goyri de M . Pidal, M adrid, 19 16 , págs. 10 y
1 5 1 . V id . en esa edic. las notas sobre el tema de la serrana en las
canciones populares, págs. 1 5 1 y sigs.). N .° 476, de E l diablo está en
C antillana, Rivadeneyra, vol. X L V , pág. 160. N .° 477, de La luna de
la Sierra, ibid., pág. 188.
478-479. L a prim era, de E l acaso y el error (Rivadeneyra, t. IX ,
pág* 3)> y Ia 479» de E l alcaide de sí m ismo (ibid., pág. 5 15).
480. De La m ism a conciencia acusa (Rivadeneyra, t. X L I X , pági­
na 103).
4 8 1. De la comedia D on P edro M iago (Rivadeneyra, L I V , pág. 542).
482. D e las Rim as d el Incógnito, R ev. H isp ., 19 16 . (En Cejador,
n .° 2246.)
483-486. De Las obras en verso, A m beres, 1654, págs. 477, 437,
488 y 507.
487-488. E l Conde de Salinas (1564-1630), gran amigo de Góngora y
L o p e, era un exquisito poeta que a ratos gustaba de recordar las viejas
canciones. L as dos glosas que publicamos son quizá las más cultas de
toda esta selección. (Gallardo, E nsayo, I, col. 151-2 .) V id . los núme­
ros 86 y 257.
489. T e x to de E l doctor Juan de Salinas (15 5 9 -16 4 3 ), ed. de T . H er­
nández Redondo, G ranada, 19 32, págs. 156-7. Otras glosas de esa can­
ción en el Rom ancero de la B ib l.a Brancacciana, R ev. H isp ., L X V , n .° 53,
y en el Rom ancero general, ed. cit., n .° 409. Lope de V ega escribió una
com edia titulada Púsosem e el sol, salióme la luna, Acad., IX , donde se
canta :
Púsoseme el sol,
salióme la lu n a ;
¿quién creyera, N atalio,
tan gran ventu ra?

247
V élez de G uevara, en L a ¡una de la sierra (Rivadeneyra, X L V , pág. 189),
la transform a en :

En los olivares de junto a Osuna,


púsoseme el sol, salióme la luna.

490. D e las Obras de Francisco de T rillo y Figueroa, ed. de A . G a­


llego M orell, M adrid, 19 5 1, pág. 125.
491-492. De E l E n tretenido, por Antonio Sánchez T o rtoles, Z a ra ­
goza, 17 0 1, págs. 207 y 2 15 .
493-495. En M anuel A lv a r, E n dechas judeo-españolas, G ranada, 1953*
págs. 55, 65, 67 y 8 1.
496-501. En M anuel A lv a r, Cantos de boda ju d e o e sp a ñ o le s de M a-
rruecos, C lüvileno, año V I, 1955’ n ,°36, págs. 14 -17 , encontrara el
lector referencias a estas canciones que nosotros podemos publicar ín­
tegras por la generosidad de M . A lv a r, a quien damos las gracias. V éan se
otras en Canciones rituales hispano-judías de Arcadio de Larrea Pala-
cín, M adrid, 1954.
502-506. E n José Romeu Figueras, E l cantar paralelistico en Cataluña.
Sus relaciones con el de Galicia y Portugal y el de Castilla, en A nuario
musical, I X , 1954, págs. 46 y sigs.

248
ÍN D IC E DE P R IM E R O S V ERSO S

Números

A la daña dina [Lope de V e g a ] ........................................................ 434


¡ A la gala, a la gala [D iego Sánchez de Badajoz] .......................... 366
A la gala de la m adrina [Lope deV e g a ] .......................................... 428
¡A la gala de la panadera ...................................................................... 204
A la gala del zagal ....................................................................................... 282
A la guerra me lleva [M iguel deC ervantes] .................................... 419
A la hembra desam orada .......................................................................... 278
A la sombra de mis cabellos ................................................................... 289
A las puertas de nuesos amos [T irso deM olina] ........................... 464
A mi puerta nace una fonte ................................................................... 180
¿ A quién contaré yo mis quejas ............................................................ 192
¿ A quién debo yo llamar [Juan del Encina] ..................................... 344
A Salam anca, el escolarillo ........................................................................ 25r
A sombra de mis cabellos ......................................................................... 57
A baja los ojos, casada .................................................................................... 91
¡ A balas, ábalas, h a la ! [Sebastián de Horozco] .......................... 386
Adurm iósem e mi lindo amor .................................................................... 68
¿A go ra que sé d ’amor me metéis monja? ....................................... 99
A gora que soy niña ....................................................................................... 107
A gora viniese un viento [L u is M ilán] ............................................... 375
Aguam anos pide la niña ............................................................................... *86
A guas de la mar [L u is M ilán] ................................................................. 372
— jA h , hermosa .............................................................................................. IT3
jA h , si viese el día ....................................................................................... 3^
— A i flores, ai flores do verde pino [R ey Don D ionís] ................ 322
A i, madre, ben vos digo [Pero García Burgalés] ......................... 3 25
A i, ondas que eu vin veer [M artin C odax] ..................................... 329
A irecillo en los mis cabellos ..................................................................... 292.

249
Números

Airecillos del puerto [Francisco de B orja] .......................................... 486


A ires frescos del Prado ..................................................................................... 232
A l alba venid, buen amigo .......................................................................... 24
A l cantar de las aves ...................................................................................... 237
A l coger amapolas ............................................................................................... 3 15
A l revuelo de una garza ............................................................................... 154
Alabásteisos, caballero .................................................................................... 271
A lta estaba la peña ......................................................................................... 14 1
A lza, la niña, los ojos .................................................................................. 142
A llá me tienes contigo .................................................................................. 95
A llá se me ponga el sol ................................................................................ 47
A m o r, no me dejes [Juan Á lvarez G ato] .............................................. 338
Anda, amor, anda ............................................................................................ 183
A n d a, niño, anda [T irso de M olina] ................................................. 469
A n te me beséis ................................................................................................... 19 1
A q u el árbol que. vuelve lafoxa [Diego H urtado de M endoza]. 332
A q u el caballero, madre ................................................................................ 21
Aquel caballero, madre ................................................................................. 42
A q u el caballero, madre [Lu is M ilán] ........................................................ 376
A q u el pajecito de aquel plumaje ................................................................ 246
A quel pastorcico, m a d r e ................................................................................. 64
A q u el pastorcico, madre ................................................................................ 221
A quel si viene o no viene [Juan de T im oneda] ......................... 395
A q u e l zagalito [Incógnito] ........................................................................... 482
A quellas sierras, madre .................................................................................. 132
A q u í no hay [Cristóbal de C astillejo] ................................................ 367
A rdé, corazón, ardé .......................................................................................... 86
A rd ed , corazón, arded [Conde de Salinas] ....................................... 487
A rrim áram e a ti, rosa [G il V icen te] ..................................................... 362
A rrojóm e las naranjicas ................................................................................... 236
A unque el campo se ve florido ................................................................. 267
A unque me vedes ......................................... ................................................... xy8
A un q u e pensáis que me alegro [M iguel de C ervan tes] .............. 421
A un qu e soy morenita un poco ..................................................................... 3x6
¡A y , D ios, quién hincase un dardo ...................................................... 210
¡ A y , Fortuna [Lop e de V e g a ] .................................................................. 455
¡ A y , luna que reluces ................................................................................... 1¿j3
¡ A y , ojuelos verdes ......................................................................................... ¡6^
¡ A y , que a las velas de Casilda santa [T irso de M olina] .......... 460
¡Ay!, que desde V ien es [L u is Vélez de G u evara] .................. 476
*
250
Números

" ¡ A y , que me m a tá isI” [L u is M ilán] ............................................ 371


¡ A y , que muero de celos ......................................................................... 2g-,
] A y , que non era ...................................................................................
1 A y , Santa María ...............................................................................

Bailan las gitanas [M iguel de C ervantes] ......................................... 422


Bailem os agora, por D eus, ai velidas [Joan Zorro] ......................... 327
Besábale y enamorábale ................................................................................ ¡64
Besám e y abrazám e ........................................................................................ 1¿j0
Besóm e el colmenero ...................................................................................... 293
Bien haya quien hizo [Pedro dePadilla] ............................................... 4 II
Bien quiere el viejo [G il V icen te] ................................................ 363
Bien venga el Alcaide [Lope de V e g a ] ...................................... 439
Bien vengáis triunfando [Lop e de V e g a ] ................................................ 44!
Buen amor, no me deis guerra .......................................................... 60
Buscad, buen amor ......................................................................................... u8

C aballero, queráisme dejar .......................................................................... I02


C alladvos, Señor [Góm ez M anrique] ..................................................... 335
Cam inad, señora ............................................................................................... 218
Cam inito toledano [Lope de V e g a ] ...................................................... 446
Cam panillas de' Toledo ................................................................................. 294
Cantaban las aves [Jerónim o de A rbolanche] ................................... 406
C asar chiquitos ................................................................................................. 295
C autivástem e el alm a, niña [M iguel de C ervantes] .................. 420
Cerca la Tab lada [Juan R u iz] .................................................................. 330
C ervatica, que no me la vuelvas ......................................................... 77
— Cobarde caballero ........................................................................................ 116
Cojam os la rosa [M oreto] .......................................................................... 480
— Colorada estáis, nuestra ama ................................................................. 296
¡ Cómo lo tuerce y lava ............................................................................... 3 17
Con el aire de la sierra ............................................................................... 291
¿C on qué la lavaré ................................................... .................................... 145
Corazón, sigue tu vía .................................................................................. 70
Corten espadas afiladas ................................................................................. 153
Corrido va el abad ........................................................................................... 219
Criém e en aldea ............................................................................................... 165
¿C u á l es la niña [G il V icente] ................................................................ 360
¿C u án d o, mas cuándo .................................................................................. 280
¿C u ánd o saldréis, alba galana ................................................................... 248

251
Números

¿C uándo saliredes, alba [Lope de V e g a ] ............................................. 444


¡ Cuánt bien habéis e n to n a d o ...................................................................... 71
J Cuitada de la mora ....................................................................................... 297

Chapirón de la reina ....................................................................................... 281

D ’ aquel pastor de la sierra .......................................................................... 126


D ad para la M aya [L o p e de V e g a ] ...................................................... 429
— “ Dam e acogida en tu h a t o ....................................................................... 69
¿D e dó viene, de dó viene? [Lope de V e g a ] ................................ 452
¿D e dónde venís, am ores? .......................................................................... 123
D e iglesia en iglesia ........................................................................................ 159
De las dos herm anas, dose ......................................................................... m
D e los álamos vengo, madre ...................... : ............................................. 96
— D e que m orredes, filha, a do corpo velido? [R e y D on D io n ís]. 321
De una dama y un labrador .................................................................... 199
De velar viene la niña .................................................................................. 75
D ebajo de la peña nace ................................................................................ 207
D ebajo del limón ............................................................................................... 499
Decid, gentil aldeana ..................................................................................... 74
Decilde a mi a m o r ............................................................................................ 500
Decilde al caballero que non se queje .................................................... 150
D eja las avellanicas, moro [Lope de V e g a ] ....................................... 454
— Deja ya tu soledad ...................................................................................... 115
D ejaréis, amor, mis tierras .......................................................................... 223
Déjem e cerner mi harina ............................................................................. 261
Del amor vengo yo presa ........................................................................... 184
D el rosal sale la rosa .................................................................................... 97
D el rosal vengo, mi madre [G il V icen te] ........................................ 359
D entro en el vergel ........................................................................................ 44
Descendid al valle, la niña .......................................................................... 106
— Desciende al valle, niña ........................................................................... 58
Desdeñastesm é [Fernando de la T o rre ] .................................... ... 334
Dicen a mí que los amores he ............................................................... 15 1
Dicen que me case yo [G il V icen te] .................................................... 352
Dícenme que tengo amiga ........................................................................... 179
— D igas, morena garrida ................................................................................ 197
— D im e, pajarito que estás en el nido ................................................... 298
D im e, señora, di [Juan Á lvarez G ato] ............................................... 339
— D inos, zagala, ¿cuál de los dos [Juan de T im oneda] ................ 392

252
Número*

Dios me libre, madre [L u is Quiñones de Benavente] ................. 472


Dos ánades, madre ........................................................................................... 35,

E l mi corazón, madre ................................................................................... 65,


1 El mi corazón, madre [J. Fernández de H eredia] ........................ 383.
E ll amor que me bien quiere ................................................................... 32:
Em barcóse mi amado [ A . Sánchez T ortoles] ................................... 492:
En aquella peña, en aquella ..................................................................... 167'
En Á v ila , mis ojos ......................................................................................... 3^'
E n Cañatañazor ................................................................................................ 5-
En clavell, s ím ajut Déu ...................................................... 505,
En esta montaña [Lu cas Fernández] .................................................... 351
En la cumbre, madre .................................................................................... 256'
En la cumbre, madre .................................................................................... 275;
En la fuente del rosel .................................................................................. 127;
En la huerta nasce la rosa [G il V icente] .............................................. 35&1
En la peña, sobre la peña [Antonio de V illegas] ............................... 4° 5’
En San Julián [Baltasar del A lcázar] ..................................................... 4*6'
En V alladolid, damas [F . de Rojas Zorrilla] .................................. 481
Encim a del .puerto ..........................................................................................
Enem iga le soy, madre ............................................................................... 66-
Enojásteos, señora ........................................................................................... J 73-
E ntra m ayo y sale abril ............................................................................ 3o ’
E ntra m ayo y sale abril [V ald ivielso ] ............................................... 457
Entra mayo y sale abril [T irso de M olina] ...................................... 467"
E nvíam e mi madre ....................................................................................... 31 ?
Enviáram e mi madre .................................................................................... 81
Enviáram e mi madre ....................................................................................
E res niño y has amor [F ra y Iñigo de M endoza] ......................... 341
Esposo y esposa [Juan de Tim oneda] ............................................... 39°'
Ésta sí que es siega de vida [Lope de V e g a ] ............................... 445-
Estábam e yo en mi estudio ..................................................................... 299-
Estas noches atán largas ........................................................................ 4&-
Este niño se lleva la flor[Lope de V eg a] .......................................... 45°
Este pradico verde .........................................................................................
Estos mis cabellos, madre ........................................................................... 220
jE y a , velar!' ¡E y a , velar 1 ¡E y a , velar 1 [Gonzalo de Berceo]. 320

Falalalanlera .........................................................................................................
Falsa me es la segaderuela ......................................................................... 2 7°"

253
Números

Ferídas tenéis, amigo ..................................................................................... 284


Florecicas azules [José de V ald ivielso ] ................................................ 460
Floreció tanto mi mal [Juan del E ncina] ......................................... 345
Fuéram e a bañar .............................................................................................. 498

Galericas de España [Lope de V e g a ] .................................................... 432


Garid vos, ay yerm anelas ............................................................................ 3
Gentil caballero .................................................................................................. 87
Gila Gonzalé [Lope de Rueda] .................................................................. 398
Gritos daba la morenica .............................................................................. 155
Gritos daban en aquella sierra ................................................................... 52
Guárdame las vacas [Cristóbal de C astillejo] .................................. 368
G uay de la molinera ....................................................................................... ^od

Hacen en el puerto ........................ ’ ........................................................... 259


H adas malas me hicieron negra ............................................................. 301
| H agádesm e, hagádesm e ............................................................................. 18
H áganle, le hagan ........................................................................................... 495
H alcón que se atreve [G il V icen te] .................................................. 357
H ilandera era la aldeana [T irso de M olina] ...................................... 466
— ¡H o la !, lirón, lirón .................................................................................... 269
I H o la ! , que me lleva la ola [Lope de V e g a ] ............................... 430

Irme quiero, madre [L u is de Cam oens] ........................................... 404


Isabel, Isabel ........................................................................................................ gg

— “ L a bella mal maridada ............................................................................ 20


L a del abanillo ................................................................................................... 241
La ira de Dios ...................................................... ' ..........................................
L a luna de la sierra [L u is Vélez de G u evara] .......................... 477
L a m alva morenica, y va [V ald ivielso ] ............................................... 458
L a niña gritillos dar ........................................................................................ j4
L a niña no duerme ......................................................................................... 2g6
La novia, vuestros cabellos ........................................................................ 497
L a que me robó mi fe .................................................................................. 235
L a que tiene el marido pastor ................................................................... 209
L a sierra es alta [P edro de P ad illa] ..................................................... 4 I0
Las flores del romero [L u is de G óngora] ............................................ 425
Las m añanas de abril ........................................................................ ^0 -,
i ............................ ”

254
Números

Las mis penas, madre ...


L a s ondas de la mar ........
L a s ovejas se me van [D iego de N egueruela] ... ... ... ... . 387
Lastim a tengo de veros [G aspar de A gu ilar] .............................. 473
L e v a d ’ , amigo, que dormides as manhanas frias [Fernandes
T o rn eo l] ..................................
Levan tóse un viento ............................ .......... ^2^
L evan to u -s’ a velida [R ey Don D ionís] .......... ... ..7 ... ... 7 323
Lin dos ojos ha la garza ....................... g
Lindos ojos habéis, s e ñ o r a ............. '
Lo que demanda ................................. ^
Los cabellos de mi amiga ...............
¡ Lo s comendadores .............................. g
Lo s mis pensamientos, madre [D iogo Bernardes] ......................... 409,
Luna que reluces ..
...................................................................... 247
Llam ábalo la doncella [A lonso de A lcaudete] ................
Llam áism e villana .
j . . .... ; .....................................
Llam o con suspiros [Francisco de Borja] .................
120
48^
Llena va de flores [A . Sánchez T ortolés] ....................................... 4^j
L leva un pastorcico .................................................. go
Llorad las damas, sí Dios os v a l a ......................................... y
L lu ev e menudico ... .
................................................................................ 205

M adre, la mi madre [M iguel de C ervantes] ..................................... 4 Ig


M alferida iba la garza .............................................................
M alhaya la barca ......................................................................... 22r
¡ M alhaya quien los envuelve [G il V icen te] ..................................... 355
M al herido me ha la niña [G il V icente] .......................................... 364
M ala noche me distes [L o p e de Rueda] ............................................. 3 gg
M alogrado muere ................................................................................
Mano a mano los dos amores ............................................................... 2g
M añanicas floridas [Lop e de V e g a ] ...................................................... 438
M ás quiero yo el invierno [Francisco de Borja] .............................. 483
M átanm e los celos de aquel andaluz [L u is de Góngora] .......... 426
— M eteros quiero monja ................................................................................ jg C
— M i ventura, el caballero ......................... .............................................. 33
M im brera, amigo [Lop e de Rueda] ...................................................... 400
M inno amor, dexistes “ A y ” ........................................................................ 2y
M ira, Juan, lo que te dije ..........................................................................

255
Números

M iraba la mar ...................................................................................................... "


M íram e, Miguel .................................................................................................. ^ ^
Mis ojuelos, madre ..........................................................................................
M is penas son como ondas del mar .................................................... r9
M olinito que mueles am ores [L o p e de V e g a ] ............................... 44°
M ontaña hermosa ............................................................................................. 1
'M ontesina era la garza [Juan del E ncina] ............................................ 34
.M orenica, dime cuándo ................................................................................... 215
M orenica m ’era yo ..........................................................................................
M uele, molinico [Juan de M olina] ........................................................... 377
M u y graciosa es la doncella [G il V icen te] ........................................ 354

N am oráronse mis ojos [Juan de T im oneda] ....................................... 394


N iñ a, erguídem e los ojos ...............................................................................
N iñ a, guárdate del toro [Lope de V e g a ] ............................................. 437
N iñ a y viña, peral y habar .........................................................................
N o enjuguéis, madre mía [Diogo Bernardes] ................................. 4 °^
N o la debemos dormir [F ra y Am brosio M ontesino] .................. 34^-
N o me echéis de la tierra .......................................................................... 49^
N o me engañarás más [V ald ivielso ] .................................................. 459
N o me firáis, madre ...................................................................................... 12 2
N o me habléis, c o n d e ....................................................................................
N o me las enseñes más [D iego Sánchez de Badajoz] .................... 3^5
N o me los ame n a d i e .................................................................................... 23r
N o me llames bien hadada ......................................................................... 3°6
j N o me llaméis sega la erva .................................................................... I2 ^
N o me mires, moreno ............... . ................................................................. 234
N o oso alzar los ojos .......................................................................................
N o paséis, el caballero .................................................................................... T^9
N o puch dormir soleta, n o ........................................................................... 5o2
N o pueden dormir mis ojos .................................................................... 5^
N o puedo apartarm e ......................................................................................... 43
N o quiero ser m onja, no ............................................................................... 5o
N o salgáis de noche a caza, elcaballero .................................................. 23°
N o sé qué me bulle .......................................................................................... ^9
N o sois vos para en cámara, Pedro ........................................................ 253
N o te tardes que me muero [Juan del E ncina] ..................................... 347
N o tengo cabellos, m a d r e .............................................................................. I24
N orabuena vengáis, abril ........................................................................ z3^
N o-us cal *per agí passar ................................................................................ 5°6

256
Números

N unca Dios te dé rencilla ........................................................................... 229

1 O h, cuán bien segado habéis [Lope de V eg a] ......................... 443


| Oh qué bien que baila G il ....................................................................... 239
1Oh qué fresco y claro día [L u is M ilán] ....................................... 373
Ojos de la mi señora ...................................................................................... I2
Ojos gargos ha la niña [Juan del Encina] ........................................... 346
Ojos morenicos ...................................................................................................
Ojos morenos ...................................................................................................... io ^
Ojos que no ven ................................................................................................. 217
Ojuelos graciosos ............................................................................................... 79
O lvidar quiero mis amores ......................................................................... 176
Ondas do mar de V igo [M artín C odax] ............................................. 328
¡ Ora, amor, ora no más .............................................................................. 206
Orillicas del río ................................................................................................. 279
¡O x te , morenica, oxte .................................................................................. 2 12

Paced a vuestro solaz [Juan de Tim oneda] ...................................... 389


Pajarero sois d ’ amor [L u is M ilán] .......................................................... 369
Pandero, el mi pandero ................................................................................ 307
Papagayos, ruiseñores [Fem ando de R ojas] ........................................ 343
Para mí, para mí son penas ....................................................................... 160
¿P a ra qué quiero, madre [Francisco de Borja] .............................. 485
¿P ara q u é’s, dama, tanto quereros? ................................................ 195
Parecéis molinero, amor ................................................................................ 244
Parióm e mi madre ............................................................................................ 72
P artir quiero yo ................................................................................................. 73
Pasas por mi calle ............................................................................................ 233
Paséism e ahora allá, serrana ....................................................................... 61
Pastorcico nuevo [T irso de M olina] ........................................................ 461
•— Pastorcico, tú que vienes [Francisco de Ocaña] ............................ 414
Pénam e el amor, madre ................................................................................ 305
Pensam iento, ¿dónde has estado [Conde de Salinas] ................. 488
Pensam ientos me quitan ............................................................................... 257
Pensóse el v illa n o .............................................................................................. 208
Perdí la mi rueca ............................................................................................. 62
Perdida traigo la color ................................................................................... 92
Perdím e por conoceros .................................................................................. 76
Perricos de mi señora ..................................................................................... 193
Pingúele, respinguete ...................................................................................... 23

257
Números

Pisá, amigo, el polvillo .................................................................................. 227


Pisaré yo el polvico [M iguel de C ervantes] ....................................... 423
Pois que M adalena ............................................................................................ 255
Por amores lo maldijo .............................................................................. 105
Por aquí daréis la vuelta [Lop e de V e g a ] ............................................. 442
Por aquí, por aquí, por allí [Lop e de V e g a ] .................................... 451
Por beber, c o m a d r e .......................................................................................... 59
¿P o r dó pasaré la sierra [G il V icen te] .................................................. 358
Por el montecico sola .................................................................................... 243
Por el montecico sola [Lope de V e g a ] .................................. 453
¡P o r el val verdico, mozas ......................................................................... 18 2
Por encima de la oliva ................................................................................. 2 13
Por M orales van a Toro [T irso de M olina] ...................................... 465
Por mi vida, madre ........................................................................................ 117
¿P o r qué me besó Perico .............................. , .......................................... 94
Por un pajecillo .................................................................................................. 242
Por un sevillano [M iguel de C ervan tes] .............................................. 4 17
Por una gentil floresta [¿M arq u és de San tillan a?] ................... 333
Por una morenita .............................................................................................. 3 14
Por una vez que mis ojos alcé ....................................................... 13 1
Por vida de mis ojos ................................................................................ 129
Por vida de mis ojos [J. Fernández de H eredia] ................... 384
Por vos mal me viene ..................................................................... 45
Portalico divino [Francisco de Á v ila ] .................................................... 4 15
Preso me lo llevan ........................................................................................... 226
Pues mi pena veis ............................................................................................ 9
Pues que me sacan a desposar ............................................................... 308
Pues todas las aves vuelan [Juan de T im oneda] ......................... 393
Puñalitos dorados .............................................................................................. 288
Puse mis amores ............. ‘.................................................................................. 93
Puse mis cabellos .............................................................................................. 263
Púsosem e el sol [Juan de Salinas] .......................................................... 489

¡ Qué bonica labradora .................................................................................. 119


Que de noche le mataron [Lope de V eg a] ....................................... 449
¿Q ué de vos y de mí, señora ..................................................................... 16 1
Que el clavel y la rosa [T irso de M olina] ........................................... 462
— Que entrad, el e x t r a n je r o ....................................................................272
¿Q ué faré, m am m a? ....................................................................................... 4
¿Q ué faré ^yo o qué serád de m ibi? ..................................................... 2

258
Números

Que las manos tengo blandas [J. Fernández de H eredia] .......... 382
¿Q ué me queréis, caballero? .■................................................................... 37
Que no cogeré yo verbena .......................................................... 250
Que no h ay más fresca ribera ........................................................................ 200
Que no h ay tal andar ..................................................................................... 277
Que no me desnudéis ...................................................................................... 125
Que no quiero amores ................................................................................ 162
¿Q ué razón podéis tener .............................................................................. 10 1
Que se caiga la torre [Lu is Quiñones de Benavente] ....................... 471
Que si viene la noche [T irso de M olina] .............................................. 470
Que todos se pasan en flores ................................................................... 138
Que yo, mi madre, yo ................................................................................. 100
¡ Q u edito! N o me toquéis [G abriel de Peralta] .............................. 424
Quien amores tiene, ¿cóm o duerm e? .................................................... 109
Quien bien hila .................................................................................................. 228
1 Quién como ella [L u is V élez de G u evara] ..................................... 474
Quien me vido algún tiempo ................................................................... 3°9
¡Q uién vos había de llevar ........................................................................ 31
¿Q uién podrá no amaros [López de Ü beda] ..................................... 412
¿Q uién podrá alegrarse [Lope de V e g a ] .............................................. 435
[Quién viese aquel día [Francisco Sá de M iranda] ........................ 380
Quiero dormir y no puedo ......................................................................... 135
Quiero ir morar al monte [Á lvarez P ereira] ...................................... 4o2
Quiero, y no saben que quiero [Calderón de la Barca] ................ 478
Quita allá, que no quiero [Juan Á lvarez G ato] .............................. 33^

Recordad, mis ojuelos verdes .................................................................... 222


Recordedes, niña ............................................................................................... 2^ °
R e y don Alonso ................................................................................................. ^3
Riberitas del río ................................................................................................ 273
Río de Sevilla [Lop e de V e g a ] ............................................... 433
Río de Sevilla [Lop e de V e g a ] ... , ............................................... 447
Rodrigo M artínez .............................................................................................. 51
Rom erico, tú que vienes [Juan del Encina] ...................................... 35°

Salga la luna, el caballero ............................................................................. 112


Salteóm e la serrana ......................................'.................................................. ^
Salteóm e la serrana [L u is Vélez de G u evara] .................................... 475
i Sañosa está la n iñ a ! [G il V icen te] ....................................................... 353

259
Números

¡ Sea bienvenido, sea [Jorge de M ontem ayor] ................................ 403


Sedia-m ’ eu na ermida de San Sim ión [M eendiño] ......................... 326
Segadores, afuera, afuera [T irso de M olina] ...................................... 463
Senyora, cors magniffich ................................................................................ 504
Señor Gómez A rias [Sebastián de H orozco] ...................................... 385
— ¡S eñ ora la de Galgueros .......................................................................... 214
Señora, pues quiso Dios [Feliciano de S ilv a ] ..................................... 381
Señores, dat al escolar [Juan Ruiz] .......................................................... 331
Serviros ía, y no oso ...................................................................................... 48
Serrana del bel mirar ...................................................................................... 55
Si amores me han de matar ........................................................................ 152
Si d ’ésta e s c a p o .................................................................................................. n
Si de vos, mi bien, me aparto .................................................................. 17 1
Si el pastorcico es nuevo ............................................................................ 104
— Si jugastes anoche, amore ........................................................................ 194
Si la noche hace escura ................................................................................. 130
Si la noche hace escura .................................................................................
Si lo dicen, digan ............................................................................................. 36
Si los delfines mueren de amores .............................................................. 136
Si los pastores han a m o r e s ........................................................................... 175
¿S i me llaman? ¡ A mí llam an! ............................................................. I2 i
Si muero en tierras a je n a s ............................................................................. 1g
¡S i queréis comprar romero ......................................................................... x68
Si queréis que os enrame la puerta ......................................................... 290
Si tantos h a lc o n e s .............................................................................................. 84
Si te vas a bañar, Juanilla .............................................................................
Siem pre m ’habéis querido .......................................................................... 23
Siento unos celos ........................................................................ 2^4
So ell encina encina .................................................................... ^
Sol sol gi gi A B C ........................................................................................
¡S o la me dejaste [Francisco Sá de M iranda] ..................................... 379
Soledad tengo de ti '................................................................................ II¿j
Soles claros son [J. Díaz R en gifo] ........................................................... 4x3
Solía que andaba ......................................................................... ^ IO
Solía ser bien querido .............................................................. g2
Solíades venir, amor [Juan Á lvarez G ato] ........................................ 340
Soñaba yo que tenía .......................................................................
Sospiró una señora [L u is M ilán] ............................................................... 374
Soy garridica [Juan de Tim oneda] ....................................................... 3g7
Soy garridilla e pierdo sazón ................................................. IO

260
Números

S o y s e r r a n ic a ................. . 146
Su b iera M orales [Calderón de la Barca] ................. .. 479

T a n buen ganadico [Juan del E n cin a] ..................................... , 349


T a ñ en a la queda ............................................................................................. 285
T á rre g a , por aquí van a M álaga ............................................................... 258
¡T e n e d m e los ojos quedos ......................................................................... 66
Ten go unos amores ........................................................................................ 240
T eresilla hermana ............................................................................................. 203
T ib i ribi rabo [Bartolom é Palau] ............................................................ 3^8
T o d as cantan en la boda ........................................................................... 31 1
T o d o s duermen, corazón .............................................................................. 34
T réb ol, florido trébol .................................................................................... 202
T réb ole, ¡ a y , Jesús, cómo huele 1 ........................................................ 249
T réb o le, ¡ a y , Jesús, cómo huele! [L o p e de V eg a] .................. 448
T re s morillas me enamoran ........................................................................ 25
T u rb ia s van las aguas, madre ..................................................................... 265

U n a senyora que ací ha ............................................................................. 5°3


U n o tengo al remo ......................................................................................... 224
U n os ojos bellos [V ald ivielso ] .................................................................. 45^

V a iso s. amores, de aqueste lugar ............................................................ 26j


¡V á lg a m e Dios, que los ánsares vuelan [F . de Trillo y Fi-
gueroa] ............................................................................................................ 49°
V am o s a coger verbena ................................................................................ *^7
V a n y vienen las olas .................................................................................. 2^
V a n se mis amores, madre [G il V icen te] ............................................ 3^1
V a y se meu corachón de mib ...................................................................... 1
V éan te mis ojos [Pedro de A ndrade Cam inha] .......................... 4o1
V éan te mis ojos [Santa Teresa de Jesús] ........................................ 4°7
— V elador que el castillo velas [Lope de V e g a ] ......................... 427
V en gáis norabuena .......................................................................................... 201
V en go de tan lejos ...........................................................................................
V en ida es, venida [Juan Á lvarez G ato] ............................................. 337
Ventecico m urmurador ................................................................................... 2^
V eo las ovejas [Juan de T im oneda] ..................................................... 39
, • .............. 170
V eo que todos se quejan ............................................................. '
j ’ 144
V i los barcos, madre ...................................................................................
V ienen de San Lucar [Lope de V eg a] .............................................. 43

261
N úm eros

V iuda enamorada ................................................ ........... j^g


V o s me m atastes ......................................................................................
V oz tiene el águila, niña .......................................................................... ^ I2
V uestros ojos morenillos ........................................................ ^g
Vuestros son mis ojos ................................................................................. 5^

Y decid, serranicas, ¡ e h ! ....................................... I 3 _,


Y la mi cinta dorada .............................................................. g^
Y a amanece, ya amanecía ....................... '......................................... ^g^
Y a cantan los gallos ................................................................
Ya florecen los árboles ................................................................ I0 g
Ya no cogeré verbena [Lope de V e g a ] ........................................... 436,
Y a no más, queditico, hermanas .............................................. 265
Y a no m ás; queditito, amor ..........................................................
Ya no me porné guirnalda .................................................... 2gg
Y a nunca verán mis ojos .................................. ................. 2 I¿
Y a traemos a la vaca ...................................................
Y endo y viniendo [L u is M ilán] .............................................................. 37(>
Y o , m adre, yo .................................................. ^
Y o me iba, mi madre .............................................. ^
Y o me soy la morenica ............................................. ^
Y o no entiendo al A m or, madre .................................................. I7 2
CYo qué la hice, yo qué la hago ........................................................ 2 ?2

— Zagala, ¿dó está tu am ore? [Juan de T im oneda] ........... 39 r


Zagaleja de lo verde ..................................... ^
Zagaleja del ojo rajgado ........................................

262
ÍN D IC E GEN ERAL

Págs.

En el pó rtico A ntología de la P o esía


de una
e s p a ñ o la , por Dámaso Alonso ................................ IX
In tr o d u c c ió n , por José Manuel Blecua ........................ XXXI
A d v e r t e n c ia ............................................ ................................ LXXXV
P o em as anónimos (núms. 1-3 19 ) .................................. 3

De d iv e r so s a u t o r e s ......................................................... 12 5

Gonzalo de Berceo (n.° 320) .............................................. 125


R ey Don Dionís (321 -323) ................................................... 126
N uno Fernandes Torneol (324) ....................................... 129
Pero García Burgalés (325) .................................................. 129
Meendiño (326) ........................................................................ 13 0
Joan Zorro (327) ...................................................................... 13 1
M artín Codax (328-329) ...................................................... 13 1
Juan Ruiz (330 -331) .............................................................. 13 2
Alm irante Don Diego Hurtado de Mendoza (332) ... ¡3 5
¿M arqués de Santillana? (333) ........................................ 136
Fernando de la T orre (334) .............................................. 1 37
Góm ez M anrique (335) ....................................................... 138
Juan Álvarez Gato (336-340) ............................................. 13 9
Fray íñigo de Mendoza (341) ............................................ 14 1
F ray Ambrosio Montesino (342) ....................................... 142

263
Págs.

Fernando de Rojas (343) ...................................................... I 42


Juan del Encina ( 3 4 4 - 3 5 0 ) .................................................... 14 3
Lucas Fernández (351) ........................................................... iS 0
Gil Vicente (352-364) ............................................................ J 50,
D iego Sánchez de Badajoz (365-366) ............................... 15 6
Cristóbal de Castillejo (367-368) ....................................... 15 6
Luis Milán ( 3 6 9 -3 7 6 )............................................................... 158*
Juan de Molina (377) ............................................................ *61
Alonso de Alcaudete (378) ................................................... 16 2
Francisco Sá de Miranda (3 7 9 -3 8 0 ).................................... 16 3
Feliciano de Silva (381) ....................................................... 16 4
J. Fernández de Heredia (382-384) ................................ 16 4
Sebastián de Horozco (385-386) ....................................... 16 5
D iego de Negueruela (387) ................................................ 16 7
Bartolomé Palau (388) ........................................................... 16 7
Juan de Tim oneda (389-397) .............................................. 16 8
Lope de Rueda (398-400) .................................................... 17 2
Pedro de Andrade Caminha (401) ..................................... 17 3
Álvarez Pereira (402) ............................................................. 17 4
Jorge de Montemayor (403) ..............................-................... 17 4
Luis de Camoens (404) .......................................................... 17 5
Antonio de Villegas (405) .................................................... 17 6
Jerónimo de Arbolanche (406) ......................................... 17 6
Santa Teresa de Jesús (407) ............................................... 17 7
Diogo Bernardes (408-409) ................................................... 17 8
Pedro de Padilla ( 4 1 0 - 4 1 1 ) ................................................... 17 9
Juan López de Úbeda (412) .............................................. 18 0
J. Díaz Rengifo (413) ............................................................ 18 1
Francisco de Ocaña (414) ..................................................... 18 1
Francisco de Á vila ( 4 1 5 ) ........................................................ 18 2
Baltasar del Alcázar (416) ................................................. 18 3
Miguel de Cervantes (417-423) ........................................ 18 5
Gabriel de Peralta (424) ......................................................... 18 8

264
Págs.

Don Luis de Góngora (425-426) ...................................... 389


Lope de V ega (427-455) .......... ....................................... 190
José de Valdivielso (456-460) ............................................. 203
Tirso de Molina (461-470) ................................................... 205
Luis Quiñones de Benavente (471-472) ........................ 209
Gaspar de A guilar (473) ..................................................... 2 10
Luis Vélez de Guevara (4 7 4 -4 7 7 )..................................... 2 11
Calderón de la Barca (478-479) ....................................... 2 13
Moreto (480) .............................................................................. 2 13
F. de Rojas Zorrilla ( 4 8 1 ) .................................................... 2 14
Incógnito (482) ......................................................................... 2 14
Don Francisco de Borja (483-486) ................................. 2 15
Don D iego de Silva y Mendoza (487-488) ................. 2 16
Juan de Salinas (489) ............................................................ 2.18
Francisco de T rillo y Figueroa (490) .............................. 2 18
Antonio Sánchez Tortoles (491-492) ............................... 2,19

C a n cio n es ju d eo -e s p a ñ o l a s (493-501) ........................ 222

C a n cio n es c a ta la n a s (502-506) ..................................... 227

N o t a s .......................................................................................... 23 x
ÍNDICE DE PRIMEROS VERSOS ............................................. 249

265

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