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ANTOLOGIA DE LA
POESÍA ESPAÑO LA
LÍRICA DE TIPO TRAD ICIO N AL
S E G U N D A ED ICIÓ N CO RREGIDA
por
D á m a so A lo n so
SO BRE LA VALORACIÓN DE
LA PO ESÍA CONTEMPORÁNEA
IX
Pero los juicios sobre la poesía contemporánea carecen
de validez. V ivim os esa poesía, la sentimos, porque esas
misteriosas apetencias se producen también en nosotros.
Nuestros juicios son justos dentro del fanal de la época.
Pero son incomparables con los juicios críticos de lo pre
térito. Son incomparables, sencillamente porque son otra
cosa, porque no son reducibles a la misma unidad.
Si yo doy mi juicio sobre la poesía española del si
glo X X , tengo en seguida que decir — y lo he dicho ya
por escrito alguna vez— que hemos vivido estos años
uno de los períodos áureos de nuestra lírica. ¡ Qué modo
de sucederse las generaciones y los grupos! ¡ Qué m ovi
miento poético! : apenas una ciudad de alguna impor
tancia en España, sin su grupo selecto de poetas atentos
a los avances de la poesía española y muchas veces de la
mundial. ¡ Cuántas revistas, a veces nacidas en los sitios
más inverosímiles; cuántas colecciones de libros de poe
mas, alguna de las cuales ha pasado ampliamente el cen
tenar de volúmenes! Para encontrar algo semejante ten
dríamos que mirar al panorama poético de la España de
principios del siglo XVII. Tam bién allí — si sustituimos
las revistas por las copias manuscritas que circulaban de
mano en mano— ese hervor, esa diseminación por toda
España, ese entusiasmo. '
Y una cosa curiosa : desde la implantación del moder
nismo (con el injerto de Rubén) hasta nuestros días, no
ha habido ningún rompimiento definitivo de la tradición
poética. Cada grupo, cada generación, trae elementos
nuevos, de modo que en cada escalón, la técnica y los
temas se modifican bastante. Pero siempre hay otros ele
mentos que, trasmitidos, aseguran la continuidad. Se pro
duce esto que a primera vista parecería im posible: entre
un poeta de la generación que llamamos modernista o
del 98, según la perspectiva que sigamos, y uno de los
m is jóvenes de los V einte poetas reunidos hace poco en
X
antología, la diferencia es enorme. Sin embargo, no hay
un momento en que se vea producirse el rompimiento.
L o mismo en las opiniones críticas generacionales. Por
ninguna parte (o todo lo más algún poeta aislado) estas
generaciones sucesivas han negado o execrado las inme
diatamente anteriores. ¡ Cuán distinta la conducta del
“ modernismo-noventayocho” con relación a los escritores
de fines del siglo X I X !
Sí, un período áureo, por su abundancia, por la ferti
lidad, por el prurito de acercamiento al centro misterioso
de la actividad poética, por la personalidad de las voces,
este desarrollo de la poesía a lo largo de la primera mitad
del siglo X X , con dos grandes generaciones bien cono
cidas ya en el mundo (en los sectores del mundo que se
interesan por la poesía): la inicial, entre “ modernismo”
y “ 9 8 ” , y la, hoy ya central, de 19 2 7 . Entre las dos,
otros grupos interesantes. Y , después de 19 2 7 , lo menos
tres nuevas generaciones españolas (la mayor todavía a
caballo entre 19 3 6 y 1939), que crecen hoy hacia la fama.
Pero éstas son opiniones de contemporáneo. Dirijamos
ya nuestra mirada en perspectiva histórica.
XI
que era la lírica de España, de la que se conocía apenas un
fragmento de un fragmento, porque se conocía sólo algún
aspecto de la lírica del Siglo de O ro ; fuera de eso, de lo
verdaderamente importante, nada más.
Sólo ahora, gracias a investigaciones y valoraciones
llevadas a cabo por la crítica de estos últimos treinta años»
hemos ganado una visión, por de pronto, mucho más com
pleta, y, además, creo, bastante justa, de lo que fue la
lírica española. Sólo desde nuestros días sabemos qué ad
mirable y completo desenvolvimiento tuvo la lírica espa
ñola del Siglo de Oro, su intensidad, su abrasada tempe
ratura, sus altas metas, su individualizadora variedad. Y
sólo por investigaciones y valoraciones aún más recientes^
de estos veinte últimos años, sabemos hoy qué fue lo-
verdaderamente importante que en lírica se produjo en
España durante el siglo X IX . L a crítica anterior a nues
tra época había sido incomprensiva y en cierto modo des
tructiva, respecto a esos dos panoram as: para el del S ig la
de Oro, porque los dogmatismos estéticos mutilaban el
bello arco de atrevidísimo desarrollo, al negarle algunas
de sus dovelas, y al malcolocarle otras; y para la misma
poesía del siglo X IX , porque la crítica de la segunda,
mitad de esa época, atenta a lo brillante rotundo y formal,
desconoció o sólo reconoció a regañadientes y de un modo-
tardío, la veta de la poesía más pura, íntima, esa vena
temblorosa que comienza a brotar precisamente a media
dos del siglo X IX , y que, a través de Bécquer y de R o
salía de Castro, fluye emocionadamente hacia nosotros-
H e ahí dos reconstrucciones críticas: las de los panora
mas líricos del Siglo de Oro y del siglo X I X : del centro,,
pues, y del final de todo el desarrollo.
Una gran casualidad iba a hacer que también fuerau
los últimos años del siglo X IX y la primera mitad dcL
X X los descubridores del inmenso tesoro de nuestra
poesía de tipo tradicional, enraizada en las entrañas de la
XII
Edad Media. Y , coronamiento, ápice de esa casualidad,
son los hallazgos (procedentes del campo del hebraísmo
y arabismo) que nos revelan hoy un siglo más de la lírica
de España, un siglo más profundo, más metido en la
noche de la Edad M edia, y anterior a cualquier otra lírica
conocida, de Europa.
Estas recientes y fundamentales variaciones de núes-
tra apreciación de las partes central, final e inicial del des
arrollo lírico de España son lo que permite que el crítico,
al ponerse a escribir en marzo de .1956 estas brevísimas
páginas, tenga confianza en que lo que dice es nuevo, y
mucho más completo y mucho más justo que lo dicho
por toda la crítica anterior. N o por mérito suyo, del crí
tico. Sino porque, al escribir, está aprovechando (quizá
por primera vez en una ojeada de conjunto) esos tres
hallazgos recientes.
XIII
moderno. En cierto sentido, el primer poeta moderno
europeo» '
Fondo, paisaje, representación, todo, sin embargo, éra.
aún italiano en Garcilaso de la V ega. Pero el germen
fecundante que había traído iba a producir una gran
trasformación. Entra ahora la nueva poesía italianizante
en el espíritu español* en un espíritu todo contrastes y
extremos. Y primero se siente arrebatada en un sentido-
espiritual. En esa forma italiana vierte Fray Luis su pro
testa contra la injusta y cruel persecución, las angustias
de sus momentos más desesperanzados, su anhelo de unión
con la Divinidad y — aunque siempre como el desterrado
que contempla de lejos— diáfanos, maravillosos “ rompi
mientos” a través de los cuales se columbra la serena v i
sión beatífica. Tam bién está lleno de emoción su senti
miento de la naturaleza real. Y , m uy im portante: el pai
saje, clásico, italianizante aún en Garcilaso, ha desapa
recido; es el humilde paisaje castellano lo que está al
fondo de los versos de Fray L u is : primera valoración es
tética del terruño humilde (el otoño castellano, la tormen
ta súbita del verano en la meseta, la pobre fuentecilla...),
o cuando no, la diáfana profundidad estrellada de las
noches del Sur.
Más arrebato a ú n : y el metro italiano le sirve a San
Juan de la Cruz para describir los misterios de la más
alta unión, y para, a través de la sequedad de las “ no
ches” , desembocar a la belleza de un mundo intacto y
nítido, como esmaltado por pinceles de eternidad. Con
esa belleza — revestida de palabras de hermosa precisión:
las “ ínsulas extrañas” , los “ ríos sonorosos” . . . — , evoca el
alma la hermosura sin límite de su Enamorado. O a v e
ces, en una especie de vuelta o giro veloz, como por gusto
del contraste, el poeta verterá, en coplas a la antigua cas
tellana, nuevos experim entos: porque ya no le basta para
expresar la unión la imaginería erótica en la tradición del*
XIV
Cantar de los C an tares; y en el furor de su anhelo, busca
comparaciones impredecibles, raras imágenes crueles: el
alma tras Dios, es como un halcón que se apodera de la
zahareña g a rz a :
volé tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.
XV
N o menos grande, Quevedo. N o menor artífice de la
palabra. Y en cierto modo más novedoso en cuanto que
la trasmutación no es ya en el sentido del impulso rena
centista (como aún lo era en Góngora aunque éste extre
mase la velocidad y el alcance). E n Quevedo se rompen
muchas convenciones: una fuerza naturalista y popular
quiebra en él muchas cosas. En Quevedo, entre el alto
poeta lírico y el desgarrado troquelador de gracias, hay
muchos trasvases. Siempre, siempre apretando la palabra
y el concepto, que entran como prensados en el cerebro
del lector, para sólo allí libertarse. Pero el lector — y es
muy importante— no resulta así modificado sólo en sen
tido estético (como en el caso de Góngora), sino en su
totalidad humana, porque el arte de Quevedo — con todo
su furor expresivo y mediante la concentración de su
pensamiento— apunta a nuestra esfera moral.
Garcilaso, Fray Luis, San Juan de la Cruz, Góngora,
Q uevedo... Si dejamos aparte el primero — maravilloso
resonador de la melancolía, superación, junto con Ca-
moens, de todo el petrarquismo del siglo XVI— , todos
los demás tienen un desasosiego, un frenesí bien de E s
paña. Todos, extremo, anhelo último de algo. N otable,
cuán diferentes, cuán personales todos. D ovelas del es
pléndido arco de la lírica de España entre los dos arran
ques, siglo XVI, siglo XVII. Y ahora comprendemos que
la imitación italiana, la forma italiana, sirvió sólo de cau
ce por el qué libremente fluyó para buscar su expresión
autoctona, el espíritu español.
Cuando se vuelve la vista a la literatura europea de
esos dos siglos, no se encuentra en ellos nada que se pueda
comparar. E l momento lírico de Italia había pasado ya
(aunque más tarde tendrá un vigoroso renacer). Francia,
constante siempre — que habrá de tener un espléndido
siglo X IX poético— , tiene también una lírica interesante
en esos dos siglos x v i y X V II : es poesía, en general.
XVI
medida, diáfana, contenida. ¡ Cuán distinta de ese pnu
rito, ese variado anhelo de superación, de perforación, de
cima, que da su grandeza a este desarrollo lírico español
del Siglo de O ro! Buscando lírica entre los pueblos eu
ropeos (en esos dos siglos XVI y x v il) sólo colocaría
cerca a Inglaterra: es tema largo.
XVII
gado por aquellos días a empresas de conquista y colo
nización.
A l español que se pone — como yo ahora— a hacer
recuento y resumen del valor de la lírica de España, des
pués del susto inicial (la imitación italiana en el Siglo de
Oro) le esperan aún otros temores. Está tan divulgada
en el mundo la idea de que Castilla es tierra épica, y que
en la península lo lírico es occidental..., etc., que y o no
sé si algún día podremos desterrar tópicos tan vacíos. L o
peor es que los mismos españoles y aun en este mismo
siglo nos hemos dedicado a propagarlos.
N o nos extraña, pues, que en el siglo X IX — tan
atento, repito, a los valores realistas— no hubiera primero
comprensión para la totalidad de nuestra lírica cuando
se desconocía aún ese alto grito — tan español y al mismo
tiempo con tanto anhelo de universalidad— de la poesía
del Siglo de Oro.
X IX
modestia rítmica que prefiere el asonante, con una expre
sividad nueva que sabe el valor de lo indeciso, del tem
bloroso matiz.
Que existía esta dirección heiniana era una cosa co
nocida por la crítica \ N o su continuidad ni su valor.
Después de los estudios más recientes2, sabemos bien
cómo están- en esa línea Eulogio Florentino Sanz, no sólo
con sus versiones, sino también con 'sus poemas originales,
Vicente Sainz Pardo, Selgas, el chileno Guillerm o Blest
G ana, Ferrán y muchos otros; sabemos cómo varios de
esos poetas pueden ser agrupados en torno a la figura de
Bécquer, como prebecquerianos y postbccquerianos; sa
bemos, en fin, que la aparición de esta veta de poesía,
muchas veces breve, siempre menor, ligera, no insistente,
interior, intimista, es un hecho totalmente nuevo, de
tina trascendencia enorme. Y he aquí cómo la atención
d e nuestra mirada al posarse sobre el siglo X IX ha sido
desviada de unas puntas enterizas y bailadoras a las que
antes exclusivamente atendía, hacia este desarrollo de
algo tierno, nuevo, hacia estos deliciosos “ suspirillos ger
mánicos” . La poesía española del siglo X X (Juan Ramón
Jiménez, Antonio Machado), saltándose a don Gaspar
Núñez de Arce, va a empalmar con esta veta de los “ sus
pirillos” . N o es, exactamente, que proceda de ellos. N o :
se trata sólo de afinidad, de una posición parecida ante la
expresión, de un palpitar, un matiz, una nostalgia.
XXI
E l semitista Stern publicó algunas jarchas escritas en len
gua española, si bien con el matiz dialectal mozarabe.
Las jarchas son estrofas finales de las composiciones lla
madas muguasajas, usadas por los moros de España (y a
imitación suya por nuestros judíos). Estas jarchas proce
den, las más antiguas, de la primera mitad del siglo X I.
Es decir, de una época de la que no nos ha llegado poesía
lírica en ninguna otra lengua europea. Estas jarchas se
sitúan a la cabeza de toda la lírica española, y muchas de
ellas parecen ser el más remoto testimonio de esa veta de
tipo tradicional, que se prolonga hasta el Siglo de Oro.
H e aquí, pues, cómo es cierto que la crítica del si
glo X X tiene grandes novedades que contar al público
cuando habla de poesía tradicional.
Lo importante, ahora, es señalar la enorme riqueza
de este tesoro. Podemos asegurar que un conjunto seme
jante al que forman el Romancero y los Cancioneros pen
insulares ninguna otra región europea lo posee.
Y más importante a ú n :
E l valor vivo, la capacidad de mover al hombre del si
glo X X , que tiene esa lírica de tipo tradicional, es enor
me. Esa poesía, blanca, breve, ligera, que toca como un
ala, y se aleja dejándonos estremecidos, que vibra como
un arpa, y su resonancia queda exquisitamente tem blan
do, esa poesía “ popular” , que definían los románticos, y
nuestros postrománticos también, que es la que los poetas
de tendencia intimista buscaban a mediados del siglo
X IX , tiene en la poesía de tipo tradicional castellana una
perfecta realización.
Es un emocionado tesoro. Para mí, el conjunto del
Romancero y el Cancionero de tipo tradicional representa
tanta belleza, tanta emoción humana como todo el con
junto de la gran poesía del Siglo de Oro.
XXII
P O E SÍA C U L T A D E S D E LA EDAD MEDIA
XXIII
lectores del siglo X X palpitan, psicológicamente varían,
es decir, viven, estas criaturas creadas por el arte del XII.
Tras el rostro venerable del Cid — como siglos más tar
de en el Enterramiento del Conde de Orgaz— el friso
de los rostros de sus compañeros: actitudes, modos, ros
tros, almas, diversas, individuales.
Rasgos semejantes debían existir en otros poemas épi
cos, que sólo se nos han conservado prosificados, en las
Crónicas. Esta sobriedad se alteró profundamente en épo
ca tard ía: como lo muestran las Mocedades de Rodngo,
poema que conservamos (aunque en mal estado): en él
dominan la exageración y la desmesura.
T ed a la antigua materia épica va a dar, fragmentada,
a los romances. E l pueblo retuvo así alguno de los epi
sodios más apasionantes de las antiguas gestas; también
hubo romances en que un poeta resumió brevemente todo
el contenido de un antiguo poema extenso.
Junto con esa materia épica de la tradición española
van a dar al romancero temas novelescos tratados ya en
una forma ya en otra en la literatura europea. En el ro
mancero español concurren, pues: i.°) leyendas tradicio
nales españolas; 2.0) narraciones internacionales.
E l gran valor del romancero ha sido reconocido desde
el mismo romanticismo; y no hay absolutamente nada
que rectificar en ese alto aprecio. Las novedades que aquí
aporta el siglo X X son en especial de tipo científico, gra
cias a los rigurosos estudios de Menéndez Pidal (plantea
miento de multitud de problemas técnicos referentes a los
romances: su tradicionalidad hasta hoy, su relación con
las gestas, su fragmentación, su pervivencia en A m éri
ca, etc., determinación de los rasgos que distinguen a
viejos y juglarescos, etc.).
N o podemos olvidar el romancero artístico. T ras los
romances tradicionales, los juglarescos. Y unos y otros se
vierten sobre la gran literatura del Siglo de Oro. Los es
* .
X X IV
critores de esta época, no sólo se impregnan de toda esa
tradición, sino que la prolongan con creaciones originales.
Romancero artístico: garbo y picardía de Lope, lumino
sas y coloreadas visiones de Góngora, malicioso desgarro
y activísima y entrecruzada malicia conceptual de Que
vedo. ..
LA VETA C U L T A ; LA V E
TA DE TIPO TRADICIONAL
XXV
externo seguía una imperiosa pauta interior. Reduzca-
moslo todo a un puro esquema cuasi geom étrico:
Sólo vemos ya dos enormes vetas, y en cada veta
dos ramas.
La primera veta es la de tipo tradicional. T iene dos
ram as: la narrativa (cantares de gesta y romancero) y la
lírica (cancionero de tipo tradicional).
L a veta tradicional penetra (con sus dos ramas) pode
rosamente, en el Siglo de Oro. Las alusiones a elemen
tos de tipo tradicional (sobre todo romances y canción-
cillas) son tan frecuentes en esta época que prueban que
esa poesía estaba en la memoria de todos. E l Siglo de
Oro prolonga — de muchos modos— la poesía de tipo
tradicional (el teatro vuelve a tratar las leyendas de nues
tra historia, o desenvuelve dramáticamente breves can
ciones ; los poetas cultos glosan de nuevo viejos villan
cicos, o los vuelven a lo d ivin o ; o inventan nuevos ro
mances, de tipo morisco, etc.). A través del siglo XVIII,
llegado el romanticismo, la poesía narrativa de tipo tra
dicional se pone de moda entre los eruditos (y así dentro
de esa tradición se producen nuevos poemas y dramas).
L a crítica científica desde fines del siglo X IX y en lo
que va del X X , vuelve a tratar estos temas, y origina
con ello un nuevo reflorecimiento (cancionero y popu-
larismo poético en la generación de 19 2 7 , etc.). Se puede
decir que, en cierto modo, la veta tradicional de nuestra
poesía se prolonga hasta hoy.
La segunda veta es la de la poesía culta. T ien e una
rama épico-narrativa que se manifiesta principalmente en
dos momentos: uno el de los poemas medievales de cle
recía; otro, el de la épica culta. A l innegable interés de
la rama épico-narrativa supera, sin posible duda, el de la
rama lírica. Hemos prescindido, por no tener aún una
visión histórica, de enjuiciar lo contemporáneo (aunque no
-negaremos que nuestra impresión provisional es que la
i
XXVI
lírica española de la primera mitad del siglo X X ha de
tener una importancia extraordinaria en las futuras histo
rias de nuestra poesía). Prescindiendo, pues, de lo contem
poráneo, y registrando el interés de la (hasta hoy poco
valorada) línea intimista del siglo X IX , nuestra atención
entre las distintas épocas de la lírica culta se ve irremisi
blemente atraída por el desarrollo lírico del Siglo de Oro,
y admirada de la grandeza, de la altura e ímpetu del
anhelo, de la intensidad de la fuerza expresiva, de la
portentosa variedad, de la personalidad de cada voz.
XXVII
glo X IX es inferior a la francesa y a la italiana, y a la
inglesa y a la alemana. Pero durante el siglo XV I y XVII^
no hay un desarrollo lírico en Europa que se pueda com
parar al frenesí hacia lo absoluto, a la rotura de límites,
al anhelo espiritual, o al frenesí de vida humana, con el
que España se lanza, una vez más, a su doble alta em
presa : expresarse a sí misma y verterse hacia Dios.
XXVIII
I N T R O D U C C I Ó N
por
Jo s é M a n u e l B l e c u a
Y o fui el primero que abrió tienda de
la lengua latina en España, y todo lo que
en ella se sabe de latín se ha de referir
a mí.
N e b r i ja
XXXI
llanos. Estamos a mediados del siglo X IIIt en pleno apo*
geo de la lírica trovadoresca en Cataluña y de la galaico*
portuguesa. La política de Alfonso no parece satisfacer
mucho a los gallegos; sin embargo, él usará la lengua
gallega para escribir sus cantos mariales y resolverá pro*
blemas de poesía p roven zal2. A su vez, escribirá muchas
de sus cantigas en zéjeles, forma que deriva del mundo
poético arábigo-andaluz.
Compliquemos un poco más el problema y pensemos
con toda lógica que si A lfonso el Sabio tiene que elevar
a lengua historial, jurídica o científica la lengua vulgar
o romance, es porque esa lengua ha llegado ya a su m a
durez, y que los castellanos que hacía más de un siglo que
oían el Poema del C id no cantarían sus penas o sus amo
res en una lengua extraña, que además ignoraban. Sin
embargo, esas cancioncillas de los castellanos no alcanza
ron el fervor cortesano hasta la segunda mitad del si
glo X V , y por esto carecemos de espléndidos cancioneros
como los galaico-portugueses, por ejemplo, en los que se
reúnen más de dos mil cantigas. T a l riqueza ha hecho que
los eruditos dirigiesen su atención hacia esa poesía y des
atendiesen durante muchos años el estudio de la caste
llana, en la que tampoco se podía estudiar gran cosa, puesto
que sólo ncs quedaban dos o tres poemillas y algunas
'referencias en las crónicas o en obras literarias puras. Me-
néndez Pidal ha podido escribir recientemente: “ A prin
cipios del presente siglo dominaba la creencia de que C as
tilla no había tenido lírica p rim itiva: Castilla era el solar
de la poesía épica, mientras la lírica era sólo gallego-por
tuguesa ; las producciones de esta lírica del Noroeste, pe
ninsular durante los siglos XIII y X IV estaban abundante
mente documentadas en los cancioneros, donde, además
XXXIII
conocida con el nombre de zéjel, inventada por Mucád-
dam ben M uafa, el Ciego, que vivía en Cabra a fines del
siglo IX , y utilizada insistentemente por A ben Guzm an
(-j~ en i i 6o), había sido imitada por los poetas proven-
zales, gallego-portugueses, italianos y españoles. Y aun
que estos trabajos de Menéndez Pidal se han divulgado
muchísimo en los últimos años, convendrá que recorde
mos qué es un z é je l5.
X X X IV
Frente a la poesía aristocrática de las casidas árabes,
escrita en una lengua llena de artificios y dificultades 6,
el zéjel se caracteriza por lo contrario: por el uso de la
lengua vulgar, callejera (incluso con la admisión de voces
románicas 7), y por su forma, que constituía una novedad
extraordinaria: una sene de trísticos monorrimos, se
guidos de un verso más cuya rima es igual a la de un
markaz o estribillo inicial, markaz que da también el
tema a desarrollar. H e aquí un ejemplo español, nada
Estribillo | g
a
( A
a copla
Copla < ^
/ A a
. ( B b
Estribillo )
I B
XXXV
menos que de Lope de V ega, uno de los muchos ejemplos
que podrá encontrar el lector en nuestra selección:
¡ A y , F o rtu n a:
cógeme esta aceituna ! Estribillo
. Aceituna lisonjera,
verde y tierna per defuera Mudanza i.a
y por de dentro m ad era:
fru ta dura e im portuna. Vuelta
¡ A y , F o rtu n a:
cógeme esta aceituna!
Y a , m utarnani Salbato,
tú 'n hazin iú ’ n penato
tara al-yauna wastato
lam taduq fih luqeym a
O h, mi locuelo Salvado,
til estás triste, tú penado,
verás el día gastado,
sin probar más que un poquito.
XXXVI
Esta fórmula poética se difunde tan poderosamente
por todo el Oriente, que aún hoy se cantan zéjeles reli
giosos escritos nada menos que por Aben Arabi Mohidin
( 116 5 - 12 4 0 ) , el célebre místico de Murcia. De cómo el
zéjel ha podido penetrar en occidente, da abundantes
referencias Menéndez Pidal, a cuyas magistrales páginas
remito al lector interesado en estas cuestiones.
Si los trabajos de un romanista de la talla de Menén
dez Pidal, inclinándose a favor de la tesis de Ribera, obli
garon a rectificar muchas opiniones, un descubrimiento
sensacional vino a confirmar una de sus tesis más que--
rid as: la existencia real de una lírica autóctona anterior*
a los más viejos testimonios conocidos. (En 1 9 1 9 afif;-
maba que tanto la lírica galaico-portuguesa como la cas
tellana debían de tener una misma raíz común — véase
más adelante— , y los descubrimientos posteriores parecen
darle la razón.) Es el famoso hallazgo de las jaryas (es
cribiremos siempre parchas) mozárabes 8. Pero, antes de
seguir adelante, conviene hacer un breve paréntesis.
XXXVII
E n el siglo X V , cierto poeta, que parece ser el M ar
qués de Santillana, escribe un delicioso villancico en el
cual intercala hasta cuatro cantarcúlos de tipo tradicional.
Dice así una estrofa :
Por mirar su fermosura
destas tres gentiles damas,
yo cobríme con las ramas,
metíme so la verdura.
La otra, con gran tristura,
comentó de sospirar
e dezir este cantar
con m uy honesta m esu ra:
“ La niña que amores ha,
sola, ¿cóm o dorm irá?” [ N .° 3 3 3 ]
XXXVIII
Pela ribeyra do río
cantando ia la virgo
d’a m o r:
— Quen amores ha
como dormirá,
¡ ay bela f r o l! 10
Si viniese ahora,
ahora que estoy sola,
ola, que no llega la ola,
ola, que no quiere llegar. (Edic. de I. y J. MilLe,
pág. 237 -)
X X X IX
así canta y así lio ra
entre celos y deseo:
“ N o duermen mis ojos,
madre, ¿qué harán?
Am or los desvela,
¿si se m orirán?” I2.
XL
popular en el mundo arábigo andaluz paralela a la lírica
mozárabe. De ahí el hallazgo de muwassahas con jarchas
no mozárabes 14.) Por otra partet los grandes poetas judeo
españoles imitaron en hebreo la muwassaha árabe. El
extraordinario descubrimiento de muwassahas hebreas
que terminan con jarchas mozárabes hecho por S. M .
Stern ha sido considerado, y con razón, como uno de los
más notables acontecimientos de la erudición contení*
poránea. Las primeras lecturas, m uy defectuosas, de Stern
fueron mejoradas y completadas por arabistas y romanis
tas españoles. Luego García Gómez publicó y descifró
veinticuatro jarchas de muwassahas árabes 14 bis. H o y se
conocen ya hasta medio centenar de estas jarchas, que
comienzan por plantear difíciles problemas filológicos,
puesto que al ser copiadas en lengua árabe o hebrea, su
interpretación no siempre resulta m uy fácil. Con todo,
“ un nuevo día amanece en el campo de la investigación
filológica, tanto literaria como científica” , dice Menéndez
Pidal 15. -
Y no deja también de ser extraordinario el que m u
chas de estas jarchas puedan fecharse con cierta exac
titud. H asta ahora, la más antigua es de un Joseph el
Escriba, el cual celebra en una muwassaha a Samuel ben
Negrella, visir del rey de Granada, y a su hermano Isaac,
muerto en 10 4 2 . (Es decir: el primer poemita lírico es
nada menos que cien años anterior al Poema del C id .)
14 Ib ídem .
14 bis A U A ndalus, X V III, 1952, págs. 57-12 7. Otras jarchas de mu
w assahas árabes fueron publicadas después por Stern (L e s chansons
m ozárabes, Palerm o, 19 5 3, págs. 5 1-5 9 ); pero ni sus transcripciones ni
sus traducciones, llegan sino a unas poquitas palabras evidentes. García
Gómez tiene (en el momento de corregir estas pruebas) a punto de pu
blicarse su libro sobre las jarchas mozárabes de m uwassahas árabes, que
ha de ser de excepcional importancia.
15 Cantos románicos andalusíes, pág. 199.
XLI
V ienen después los dos grandes poetas hebreos, Mosé ben
Ezra ( 10 6 0 ? ' 1 1 4 0 ? ) y Judá L ev í (nacido hacia 10 7 0 .) ,
que no desdeñaron — como harían después un Góngora
y un Lope— las humildes cancioncillas populares.
Y del mismo modo que hemos podido comprobar la
tradicionalidad de un poemita levísimo usado por A íras
Nunes y el Marqués de Santillana (o Suero de Ribera),
con Jas jarchas debió de ocurrir algo semejante, puesto
que un poeta llamado Todros A bulafia ( 12 4 7 -13 0 6 ) ter
mina una muwassaha con una jarcha que siglo y medio
antes ya había copiado Judá L eví, conservando incluso
los profundos arcaísmos.
Este descubrimiento de las jarchas obliga a los es
tudiosos a volver los ojos a la lírica castellana,. ya que la
jarcha de Joseph el Escriba es nada menos que el primer
poemita europeo escrito en una lengua vulgar, y bastante
anterior a los mas viejos poemas provenzales. ^
Pero con ser esto algo ya de por sí extraordinario, lo
interesante es otro hecho : la correspondencia tematica y
formal entre las jarchas y los villancicos castellanos pos
teriores, sobre todo con los que IVIenendez Pidal llamo
“ cantares de amigo” . Y a S. M . Stem observó que casi
todas las jarchas eran lamentaciones amorosas puestas en
boca de una doncella, y las relacionaba con esos cantares
de amigo, parecidos a las famosas “ cantigas de amigo
gallego-portuguesas. Damaso Alonso comprobo inm edia
tamente estas correspondencias. A sí, por ejemplo, com
para la jarcha n.° 9 de Judá L eví,
V ayse meu corachón de mib.
¿ Y a , Rab, sí se me tornarád?
¡ T an mal meu doler li-l-habib !
Enferm o yed, ¿cuándo sanarád? CN -° O
XLIÍ
Vanse mis amores, madre,
luengas tierras van m orar;
yo no los puedo olvidar.
¿Q uién me los hará tomar? 16. [N.° 361]
XLIII
castellanos aparecen claramente como tres ramas de un
mismo tronco enraizado en el suelo de la Península his
pánica. Las tres variedades tienen aire de fam ilia incon- .
fundible, y, sobre todo, las tres tienen su mayor parte,
y la mejor, con un doble carácter diferencial com ún: el
ser canciones puestas en boca de una doncella enamorada,
y el acogerse la doncella, confidentemente, a su madre.
Además se confirma que en’ ese conjunto tripartito la
forma andalusí se asocia más íntimamente con el villan
cico castellano que con la cantiga galaico-portuguesa” 19.
Es decir : una lírica de tipo nacional ha podido servir
de sustrato a dos ramas — la gallego-portuguesa y la cas
tellana— , cuya fortuna ha sido bien diversa. M ientras •
los opulentos Cancioneiros derrochaban lujosamente sus
cantigas y ejercían una influencia considerable hasta bien
entrado el siglo X V , Menéndez Pidal se veía obligado
a reconstruir penosamente toda una lírica. E l gran maes
tro podía encontrar numerosos testimonios en las Cróni
cas que aludían a los cantos con que recibían las ciudades
a los reyes o caudillos triunfadores 20, pero tenía que acu
dir a un modesto auto del siglo X V I o a Lope de V eg a
para dar con un testimonio poético que corroborase la
cita cronística:
Bien vengáis triunfando,
Conde lediadore,
bien vengáis, el Conde. [ N .° 4 4 1]
XLIV
Des cuand mío Cidiello viénid,
í tan buona albischara !,
como rayo de sol éxid
en W adalachyara 21.
XLV
T an viejos como los “ carmina triunfalia", o quizá
más, debieron de ser los plantos, los cantos fúnebres,
cuya difusión es tan extraordinaria, que aún hoy se pue^
den oir entre los gallegos o los sefarditas de T ánger. Me^
néndez Pidal y J. Filgueira V a lv e rd e 24 han recogida
abundantes pruebas de la existencia en los siglos m e '
dios de estos cantos, prohibidos repetidas veces por la
Iglesia española desde el Concilio de Toledo hasta el
siglo pasado. Alfonso X ordenó también que los clérigos
se retirasen de los entierros cuando “ oyessen que dauan
gritos o endechassen” 25. Sin embargo, Filgueira recuera
da a este propósito que en la muerte de San Fernando
(12 5 2 ), plañe o endecha su mismo hijo Alfonso, el que
había de prohibir estas m anifestaciones26. Covarrubias,
bastantes años después — 1 6 1 .1 — testimonia la existencia
XLVI
de estos plantos o endechas: “ Este modo de llorar los
muertos se usaba en toda España, porque iban las mu
jeres detrás del cuerpo del marido, descabelladas, y las
hijas tras el de sus padres, mesándose y dando tantas
voces, que en la iglesia no dejaban hacer el oficio a los
clérigos; y así se les mandó que no fuesen. Pero hasta
que sacan el cuerpo a la calle están en casa lamentando
y se asoman a las ventanas a dar gritos cuando le llevan,
ya que no se les concede ir tras él, y dicen mil imper-
• • t» 27 '
tinencias . *• j u
T od o esto quiere decir que la bellísima endecha que
cantaron las damas canarias a la muerte de Guillén Pe^
raza en 14 4 3 Cn -° 73 responde también a una corriente
de poesía tradicional (de una tradición universal, por otra
parte), aunque por desgracia los plantos que conocemos
sean más literarios, quiero decir cultos, que populares,,
como el Planto por la muerte de la Trotaconventos, por
ejemplo, en el que no es difícil encontrar alguna expre^
sión de tipo tradicional:
¡ A y, mi Trotaconventos, mi leal verdadera!
Muchos te seguían biva, ¡m uerta yases señera!
¿D o te me han levado? ¡N o n sé cosa certera. ^
Nunca torna con nuevas quien anda esta carrera .
XLVII
lüego a par del lecho una que debía de ser mujer del
difunto, cargada de luto, y con ella otras muchas m u
jeres; la cual iba llorando a grandes voces y diciendo :
Marido y señor mío, ¿a dónde os me llevan? ¡ A la
casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y oscura, a la
casa donde nunca comen ni beben! ” 29.
La misma antigüedad y la misma tradición universal
acusan las fiestas primaverales, las marzas y las mayas,
de tan prolongada vida en la cultura europea. Tam poco
se han podido encontrar cancioncillas anteriores al siglo
X V I , pero su existencia es segura. Recuérdese lo que se
afirma en una estrofa del Libro de A lexandre:
Tiem po dulz e sabroso por bastir casamientos,
ca lo tempran las flores e los sabrosos vientos,
cantan las dcncelletas sos mayos a convientos,
facen unas a otras buenos pronunciamientos 30.
X Lvrrr
¿ Y los enamorados? Como es natural, también can'
taban, quizá más que nadie. En la breve Ra¿ón feita
d ’amor, el escolar d ic e :
XLIX
D el siglo XIIl, y aquí sí que caminamos fuera de las
reconstrucciones, se nos ha conservado una muestra de
lo que debieron de ser los cantos de veladores o centine
las. Es el famoso cantar de vela de Berceo:
¡E y a , v elar! ¡ E ya, v elar! ¡ Eya, v elar!
V elat, aljama de los judíos,
¡ eya, v e la r!,
que non vos furten al Fijo de Dios.
¡ E ya, v elar! 32°]
Menéndez Pidal ha relacionado esta técnica de la re
petición coral con otras repeticiones que se encuentran en
cancioncillas de Lope de V ega, como la celebrada canción
de las “ avellanicas” , o esta o tra :
— La V irgen de la Cabeza
— ¡ quién como e lla !,
— hizo gloria aquesta tierra.
— ¡ Quién como e lla !
— Tiene la frente de perlas
— ¡ quién como e lla !
— y de oro fino las hebras.
— ¡Q u ién como e l l a ! . . . 33.
L
Cuando llegue la luna llena
iré a Santiago de Cuba,
iré a Santiago.
En un coche de aguas negras
iré a Santiago.
Cantarán los techos de palmeras»
Iré a Santiago.
LI
que menciona la de C alvi arab\ ( el rrabe gritador con J a
su alta nota: / ¡Calbi garabi! va taniendo la su nota” ),
cantarcillo que todavía recordarían Salinas y otros a fines
del siglo X V I 36. ^
Tendrá que llegar el Humanismo y después el Rena
cim iento con su exaltación de lo N atural para que estos
'cantarcillos sean admirados e imitados por los cortesanos.
S i el Marqués de Santillana calificaba de ínfimos a los
•poetas “ que sin ninguna regla, orden ni cuento hacían
•esos cantares, medio siglo más tarde todo el mundo los
cantaba, los glosaba y los divinizaba. A l mismo tiempo
-que se ensalzaban los refranes, se glosaban los romances
■viejos e interesaban hasta los juegos de niños, la lírica
:popular y tradicional salta de los campos y de las calles
’y se enseñorea de la Corte. Fueron los músicos de la
Corte de los Reyes Católicos los que volvieron de nuevo
los ojos hacia estas breves fórmulas poéticas. T odo pa
rece nacionalizarse de nuevo. E l mejor conocedor de la
música española, H . Anglés, a quien debemos tanto y tan
excelente estudio, ha podido escribir al frente del Cancio
nero musical de Palacio estas palabras: “ D e la música
conservada se deduce, asimismo, que a pesar de que nues
tros compositores conocían el estilo de la escuela franco-
neerlandesa, prefirieron seguir con su tipismo nacional,
el cual tendía siempre al expresivismo dramático, valién
dose de formas musicales simplicísimas. Quizá en el gé-
ñero de la música profana la simplicidad de medios téc
nicos es aún más sorprendente. E l repertorio que hoy
ofrecemos señala que así como el poeta pretendió ex
presar su pensamiento, profundamente amoroso y fina
mente delicado, con verso sencillo, avaro de palabras y
LII
generoso de sentimiento, así el compositor sabe encontrar
efectos de emotividad sorprendente con acordes natura
les, aparentemente arcaicos, que acompañan una melodía
tradicional típicamente hispánica. El sustrato popular que
rezuman tantos villancicos y romances castellanos de la
presente colección, unido a la simplicidad de formas con-
trapuntísticas, es lo que forma contraste con el repertorio
profano de la canción amorosa de las Cortes de Borgoña
y de Francia” 37.
Esta unión tan perfecta de simplicidad musical y
poética es asombrosamente perseguida por los vihuelistas
españoles del siglo X V I , cuyas canciones son tan bellas
que, aun prescindiendo de la parte musical — lo que es
dejar la letra en sus puros huesos— , la poesía es sorpren^-
dente. Por eso afirmó en 1 5 5 4 el ciego Fuenllana: “ F u e
mi intención poner la letra, porque me parece que la letra
es el ánima de cualquier compostura, pues aunque cual
quier obra compuesta de música sea muy buena, faltán
dole la letra parece que carece de verdadero espíritu” 38.
E l famoso Cancionero musical de Palacio, publicado
por primera vez por F. Asenjo B arb ieri39, viene a ser
para nuestra lírica tradicional lo que un Cancioneiro para
la gallego-portuguesa. Aunque muchas de sus 22 5 can
ciones profanas no sean tradicionales, sí, en cambio, se
puede demostrar la tradicionalidad de otras muchas. Pon
dré un solo ejemplo : el delicioso villancico
A quel pastorcico, madre,
que no viene,
algo tiene en el campo
que le duele. [N.° 64]
l iii
D el que podemos ofrecer todas estas n otas:
a) Cinco versiones a lo d iv in o : tres de Fray A m
brosio M ontesino40, una de cierto anónimo autor del
Cancionero de nuestra Señora (Barcelona, 1 5 9 1 ) 41 y otra
de Santa Rosa de Lim a ( 15 8 6 - 16 17 ) , que dice así:
Las doce son dadas,
mi esposo no viene,
¿quién será la dichosa
que lo entretiene? 42.
>
L IV
Si la noche hace escura
y tan corto es el camino,
¿cóm o no venís, am igo?
La media noche es pasada
y el que me pena no v ie n e ;
mi desdicha lo detiene... [ N .° 13 9 ]
LV
f) U n recuerdo literario de Lope de V ega en La
D orotea: B e l . “ Estar triste Dorotea y no ir a los toros...,
algo tiene en el campo que le duele” 44.
g ) Una seguidilla recogida por Rodríguez M arín
que todavía se canta por Andalucía y que reza a s í:
Las ánimas han dado,
mi amor no vien e;
alguna picarona
me lo entretiene 45.
LVI
esas correspondencias, bien conocidas por los estudiosos),
como en este caso, por ejem plo:
A l alba venid, buen amigo,
al alba venid.
LVII
venecieron la exangüe poesía cortesana con el filtro gene
roso de la canción popular, G il Vicente es, sin disputa, el
m ayor de todos” , según Menéndez Pelayo 47. (Por cierto
que no deja de ser curioso el que portugueses o extreme
ños, como veremos, muestren en pleno petrarquismo una
extraordinaria afición a los villancicos castellanos, como
se ve en Sá de M iranda y más tarde en un Andrade
Caminha, Montemayor o Camoens.)
Paralelamente, el gran Cancionero general de 1 5 1 1
lanzará a los cuatro vientos toda una corriente de villan
cicos de tipo cortesano, algunos de los cuales obtendrán
gran éxito popular, puesto que en los pliegos sueltos figu
rarán, al lado de los romances o cancioncillas, numerosos
testimonios de un Sánchez de Badajoz o de un Comen
dador Escrivá, por ejemplo. Estos pliegos sueltos, que
dan entrada, en muchos casos, a una literatura plebeya,
apicarada o procacísima, ayudaron también a divulgar
bellísimas cancioncillas, como las que estudió M argit
Frenk Alatorre en el Cancionero de galanes48, del que
pueden leerse en nuestra selección unos ejemplos tan deli
ciosos como los núms. 1 7 3 - 18 0 .
Pero serán los vihuelistas y polifonistas los que en
pleno Renacimiento contribuirán con más esfuerzos, y con
más ejemplos de extraordinaria belleza, a mantener este
fervor por la cancioncilla de tipo tradicional. H acia 15 5 0
están en pleno vigor tres grandes corrientes poéticas: la
romanceril, la tradicional y la petrarquista. E l famoso
Cancionero de romances de Amberes, los sonetos y villan
cicos del mejor polifonista — Juan Vásquez— y la pri
mera edición de Garcilaso se llevarán muy pocos años de
diferencia49. N o es extraño, pues, que veamos a Camoens
47 Antología de poetas líricos castellanos, III, M adrid, 1944, pág. 389.
45 Valencia, 1952.
49 El Cancionero de romances de A m beres, según M enéndez P i
da!, podría ser de hacia 1547-1549 , las Obras de Boscán y Garcilaso se
*
L V III
glosar el villancico tradicional que comienza “ Irme quie
ro, madre, / a aquella galera” , ni a Montemayor, Andra-
de Caminha y Santa Teresa glosar o convertir a lo divino
el conocido “ Véante mis ojos” [núms. 4 0 1 y 40 7l* ni a
San Juan de la Cruz dar saltos de gozo en una N avidad
cantando “ Si amores me han de matar, / agora tienen lu
gar” , y escribiendo en liras la más alta y arrebatada poe
sía española de todos los tiempos. Los vihuelistas y poli-
fonistas, desde Luis M ilán a Esteban Daza, pasando por
el extraordinario Juan Vásquez, nos dejarán otro bellí
simo Corpus de canciones. A l mismo tiempo, los drama
turgos — como habían hecho los de la generación ante
rior— continuarán la ya vieja costumbre de intercalar can
cioncillas en sus piezas dramáticas, como harán Lope de
Rueda y los anónimos autores de los Autos editados por
L . Rouanet. Costumbre que alcanzará su más alto grado
de expresión en el teatro de Lope de Vega.
LIX
Es la generación de 15 6 0 , tan aficionada al roman
cero, a Garcilaso y a cantar con la vihuela o la guitarra 5(V
la que llevará a sus últimas consecuencias las tres direc
ciones que he señalado anteriormente. En los poemas de
Góngora no ha sido difícil, ni mucho menos, el hallazgo
de ritmos y villancicos tan populares como los siguientes;
Mala noche me diste, casada.
Dios te la dé mala.
LX
otras veces son tradicionales los estribillos o villancicos
(como en la canción del Caballero de Olmedo o la que
principia “ Velador que el castillo velas” , considerada por
Covarrubias en 1 6 1 1 como “ vieja” 53), y las glosas, lo
pescas ; pero en otros casos toda la canción sería tradi
cional, ya que ha sobrevivido en la tradición oral, como
la famosa de las “ avellanicas” , recogida en Salamanca
por Torner y en la Rioja por Sch in d ler:
Las avellanitas, madre,
ya me las varearé,
todas cuatro en un pimpollo,
ayúdamelas a coger.
LXI
del siglo X V I I . H asta los villancicos religiosos seguirán
las nuevas corrientes musicales e irán poco a poco aleján
dose de lo tradicional. A lo sumo conservarán alguna
expresión cercana a las fórmulas viejas, pero nada más.
Basta hojear rápidamente los ejemplos que reúne Cejador
y Frauca en sus volúmenes de L a verdadera poesía caste-
llana para ver qué lejos estamos ya de un Francisco de
Á v ila o de un Lope de V ega 55. A partir de la segunda
mitad del siglo X V I I esta poesía quedará olvidada por los
cultos, hasta llegar al siglo X I X , en que se vuelve de
nuevo los ojos a la poesía popular.
Sin embargo, esto no quiere decir que la canción tra
dicional, una vez perdido el fervor cortesano, desapare
ciese íntegramente, puesto que en ese caso lo tradicional
sería m uy escaso y no existiría. A lo sumo cabría hablar
de una moda tradicionalizante que recreó e inventó nu
merosas cancioncillas desde la segunda mitad del siglo X V
a la primera del siglo X V I I 56. Pero lo cierto es que nadie
LXII
se ha molestado en reunir en un corpus bien organizado
toda esa lírica y cotejarla con las canciones vivas hoy en
distintas regiones españolas. Cuando esto se ha hecho, los
resultados no dejan de ser sorprendentes. E l musicólogo
Eduardo M . T om er, en su índice de a n a lo g ía s...57, ha
demostrado — y trabajando fuera de España y lejos de
importantes fuentes de información— que muchas de
las letras que se cantaron en el siglo X V I pueden oírse
aún en distintas regiones españolas; incluso en algún
caso le ha sido posible reconstruir la letra de alguna can'
ción viejísima, conocida sólo fragmentariamente, como
ésta, por ejem plo:
Rey don Alonso,
rey mi señor,
rey de los reyes,
el emperador.
Cuatro monteros
del rey don Alonso,
cuatro monteros
mataron un oso.
Rey don Alonso,
rey mi señor,
rey de los reyes,
el emperador 58. 8^]
L X III
meros, que, con su música correspondiente, figuran en el
famoso tratado D e Música del ciego Salinas 59, el amigo
de Fray Luis de León, y los vv . 5-8, que aparecen así en
E l Cortesano de Luis M ilá n :
Tres monteros
matan el oso,
monteros son
del rey don A lo n so 60.
LXIV
U no.— N o hay tal andar como andar a las dos
y veréis al hijo de Dios
que por nos salvar a nos
sangre quiso derramar.
Y que a Góngora se atribuye también una letrilla que com ien za:
LX V
con la misma le tr a 64. Y debo advertir que el citado
Vocabulario permaneció, inédito hasta bien entrado el
siglo actual, por lo cual no es posible pensar en una fuente
escrita.
Y del mismo modo que los romances emigraron con
los españoles, estas cancioncillas debieron de sufrir la
misma suerte. F. López de Gomara, el célebre historiador,
cuenta en su H istoria de las Indias 65 que en los apuros
de Pizarro en el Perú, y cuando le abandonaban los prin
cipales de su ejército, “ cantaba Francisco de C a rv a ja l:
LXVI
Caminad, señora, Camina, María,
si queréis caminar, si puedes andar,
que los gallos cantan, ya los gallos cantan,
cerca está el lugar. cerca está el lugar 69.
[ N .° 2 18 ]
69 Obra cit., pág. 66. T o d avía se canta por Castilla esta copla?
— A rrea, calesero.
— N o quiero arrear.
Cuando los gallos cantan
cerca está el lugar.
LXVII
¡ Pásesme, por Dios, barquero,
de esotra parte del r ío ;
duélete del dolor mío ! 7I.
L X V III
no podemos hacer otra cosa que resumir brevemente es
tos trabajos, que deberá siempre consultar el lector inte
resado en estas cuestiones.
L a protagonista será siempre la doncella enamorada,
con todo el cortejo de sentimientos comunes, de confiden
cias a la m ad re75, encelada o desdeñada, que pasa las
noches en vela, como aquella que exclam a:
Estas noches atan largas
para mí
no solían ser así. [N.° 46],
LXIX
N i son menos frecuentes las quejas de las niñas more-
nitas, ni las de las' malcasadas, o las protestas de las que
n o quieren malmaridar, como la de G il V ic e n te :
Dicen que me case y o :
no quiero marido, no. [N .° 352]
LXX
(Lo que más diferencia estos villancicos de amigo de
las cantigas gallego-portuguesas es la casi total ausencia
del paisaje. N o interviene con tanta frecuencia ni con
tan maravilloso poder, pero tampoco podemos decir que
no se puedan encontrar algunos paisajes sirviendo de fon
do a tanta queja :
De los álamos vengo, madre, .
de ver cómo los menea el aire. [N.° 96]
Dejadm e llorar
a orillas del m a r 77.)
LXXI
Frecuentes fueron también las canciones de “ m oli
no” , con ejemplos m uy graciosos y finos, y tampoco de
bemos olvidar la calidad lírica de algunos pregones:
¡ Si queréis comprar romero
de lo granado y polido,
qu’aun agora lo he cogido! [N .° 168]
L X X III
Caído se le ha un clavel
hoy a la Aurora del seno.
¡ Qué glorioso que está el heno
porque ha caído sobre é l!
Bartola y su amigo
bailan el d o m in go;
al drongolondrán 83.
L X X IV
n an por el uso de tradicional y popidar), pero esto no nos
incumbe ahora 8S. Sí, en cambio, señalar el acierto de
Romeu Figueras al agrupar y clasificar un buen número
•de estas cancioncillas. De haber extendido su estudio a
los pliegos sueltos, hubiera podido escribir un capítulo
■extraordinario para la historia de la poesía española. De
todas formas lo conseguido es suficiente, ya que ha des
lindado muy bien un campo de otro. Porque es evidente
que una canción tabernaria y tan procaz como la que
principia “ Dale si le das” , del Cancionero musical de Pa
lacio, o la que nosotros incluimos como muestra en la
■selección “ Por beber, comadre, / por beber” [N .° 59 ] no
presenta las mismas características internas que la llama
da canción tradicional. Con todo, yo no me atrevería a
afirm ar que no fueran creaciones como las otras y que no
se divulgasen entre medios m uy cortesanos y hasta muy
religiosos (recuérdese lo dicho a propósito de ciertos “ to
nos” procaces), puesto que Fray Ambrosio Montesino sa
bía m uy bien la que comenzaba
La zorrilla con el gallo
mal han barajado 86.
LXXV
siónt de una graciosa monotonía, se remansa en continuas
repeticiones” , como en este ejemplo tan b ello :
L evad’, amigo, que dormides as manhanas fr ía s ;
todalas aves do mundo d’amor d izian :
leda m ’ and’eu.
87 L a prim itiva poesía lírica española, ed. cit., pág. 260. V éa se tam
bién L a poética del paralelism o, de E . A se n sio , incluida en Poética y
realidad en el cancionero peninsular de la E d a d M edia, M adrid, 19 57,
págs. 75 y sigs., y J. Romeu F ig u e r a s , E l cantar paralelístico en Cata
luña, en Anuario m usical, t. I X , i9 £?4.
*
LXXVI
de versos» y otro que responde, variándolo, bien con un
riguroso paralelismo, bien por el simple encadenamiento
de tomar como primer verso el último oíd o; proceso que
exige aptitud de improvisación, o, por lo menos, de varia
ción en los cantores, y que tiene su paralelo coreográfico
en el “ coger puntos” de la danza. En cambio, el sistema
castellano sólo exige del coro que repita periódicamente,
sin variación alguna, el estribillo, encomendando a una
personalidad aislada su glosa” 88.
En efecto, si se observa bien la bella canción galaico-
portuguesa que hemos copiado, se notará que su parale
lismo obedece a un ritmo de danza. Son, en realidad,
canciones de danza llamadas bailadas encadenadas. “ La
danza, pues, fue uno de los elementos más decisivos en
la formación del paralelismo verbal perfecto del cósante
culto” 89; lo que no sucedió con los villancicos, aunque
también se bailaron, como algunos que aparecen en el
célebre L libre V erm ell del siglo X I V , que contiene can
ciones de peregrinos y danzas religiosas en latín y en
lengúa vulgar catalana 90.
A l ser el villancico la parte que el coro entonaba 91,
se comprende con facilidad que calase más hondo y ter-
L X X V II
minase por persistir aislado en la memoria popular y
que muchas veces se em ancipase,. de tal modo que y a
nos parezca hoy un poemita íntegro y con vida propia-
Esto es lo que sucede con los ya citados:
La niña que amores ha,
sola, ¿cóm o dorm irá?
A la mal casada
déla Dios placer,
que la bien casada
no lo ha m enester93.
L X X V III
Por eso afirmaba Correas: “ De refranes se han fun
dado muchos cantares, y, al contrario, de cantares han
quedado muchos refranes, como todos son estribillos de
Villancicos y Cantarcillos viejos” 94.
Para terminar, y para que esta introducción quede
menos incompleta, deberemos mencionar, aunque muy
brevemente, un aspecto del que todavía nada hemos di
cho. M e refiero a la versificación de esos villancicos, tan
bien estudiada por Henríquez Ureña en su conocida y
trabajada obra. Como estas cancioncillas obedecen a un
ritmo musical, es lógico que la acentuación no sea tan
rígida como en los casos estrictamente literarios. H en-
ríquez Ureña llama “ versificación acentual” a “ aquella
que deriva su carácter peculiar de acentos y no adop
ta el principio del número igual de sílabas” 95. A l ser
94 E n su A rte gran de, M adrid, 1903, pág. 258. En el prólogo al
Cancionero llamado “ Flor de enam orados", V alencia, 1954, dicen A . R o -
D R ÍG U EZ-M O Ñ IN O y D a n ie l D e v o to : “ Los refranes andan por la poesía
española desde sus comienzos, tan fundidos con la lírica y con el tea '
tro, que es posible llegar a preguntarse si no habrá mucho de verdad
en la vieja teoría de Joaquín Costa, que consideraba los refranes como
la primera m anifestación de la poesía popular. Sea como fuere, el
refrán — con su viejo sentido de “ estribillo” — nos lleva a considerar el
papel preponderante de la música en toda esta poesía.” (Págs. X L I I '
X L.IV .) Quizá, en efecto, se cantasen algunos refranes. En un Juego
trabado p o r A B C que se halla en el Cancionero de H erberay (edic. de
C . V . AUBRUN, Bordeaux, 19 5 1) termina cada letra con una canción y
un refrán. E n casi todos los casos el refrán es dicho, pero en un caso
(pág. 193 b ) se l e e :
E l refrán es de cantar
ante q u ’el seso refuya
y quien quiera re d a rg u y a :
“ Porfía mata venado,
que no montero cansado” . ■
V éase ahora el estudio de M . F ren k A la T O R R E , Refranes canta-
dos y cantares proverbializados, en la N R F H , X V , 19 6 1, págs. 155
y sigs.
95 Obra cit., pág. 88.
LX X IX
poesía cantada, la dislocación acentual puede llegar has
ta los últimos límites, como ocurre en la famosa canción
>del baile del “ polvico” :
Pisaré yo el polvico,
atán m enudico;
pisaré yo el polvo,
atán menudo 96. [N .° 423]
Normalmente, el villancico suele constar, por lo me
nos, de un dístico monorrimo, consonante o asonante,
como en estos ejem plos:
De esa manera ’
seréis panadera.
A la hembra desamorada
a la delfa le sepa el agua. [ N .° 278]
LXXX
Enem iga le soy, madre,
a aquel caballero y o :
mal enemiga le só. [N.° 66]
LXXXI
Este esquema suele ser el más frecuente en las glosas
de tipo culto» pero abundan mucho también esquemas
m uy irregulares, como estos a o s :
LXXXII
cico de la glosa, puesto que conservan una entrañable
intimidad conceptual y sentim ental; la glosa “ es esclava
fiel del villancico” ; pero anota seguidamente que estas
glosas “ pueden dividirse en dos grandes grupos: i) las
que constituyen una versión ampliada del villancico, y
2) las que constituyen, frente a éste, una unidad aparte.
Lo que llamo 'versión ampliada del villancico’ surge, ya
por un despliegue de éste, cuyos elementos se repiten y
amplían, uno tras otro, ya por un desarrollo que parte
por lo general del primer verso del villancico. ...P ued e
hablarse, en cambio, de ’entidad aparte’ cuando se rompe
el cordón umbilical, o sea la dependencia textual. La glo
sa puede entonces colocarse en el mismo nivel del villan
cico y complementarlo, prolongándolo o dialogando con
él, o bien puede enfrentar al villancico una narración que
lo explique” 93. Véanse los siguientes ejem plos:
Dícenme qu’el amor no fiere;
mas a mí muerto me tiene.
Dícenm e qu’ el amor no fiere
■ ni con fierro ni con p a lo ;
mas a m í muerto me tiene
la que traigo de la mano.
Dícenm e que el amor no fiere
ni con palo ni con fierro;
mas a m í muerto me tiene
la que traigo d’este dedo.
Gentil caballero,
dédesme hora un beso,
siquiera por el daño
que me habéis hecho.
Venía el caballero,
venía de S e v illa ;
en huerta de monjas
L X X X III
limones cogía,
y la prioresa
prendas le pedía : .
siquiera por el daño •
que me habéis hecho. [N.° 87]
L X X X IV
A D V E R T E N C IA
LXXXV
hay unas diferencias abrumadoras; diferencias que pro
ceden de dos distintas tradiciones: la cancioneril y la
castellana. (Esos villancicos se encontrarán en el segun
do volumen de esta serie.)
Hemos sido m uy avaros en las anotaciones» lim itán
donos casi exclusivamente a dar la procedencia de las
distintas canciones. Hemos preferido — dado el destino
de estos volúmenes— sacrificar notas y no textos, ya
que los Cancioneros de tipo tradicional no abundan m u
cho ni están muy al alcance de los lectores no especia
listas.
D . A . y J. M . B.
LXXXVI
PO EM A S A N Ó N IM O S
1
3
4
¿Q U É faré, m am m a?
M e U 'l 'h a b i b est’ ad yana.
E n Cañatañazor
perdió A lm an jor
ell atamor.
6
S e r r a n il l a de la Z arzu ela
Y o me iba, mi madre,
a V illa R e a le :
errara yo el camino
en fuerte lugare.
Siete días anduve
que no comí pane,
cebada mi muía,
carne el gavilán.
Entre la Zarzuela
y Darazután,
alzaba los ojos
hacia do el sol sale ;
viera una cabaña,
della el humo sale.
Picara mi muía,
fuim e para a llá ;
perros del ganado
sálenme a lad rar;
vide una serrana
del bello donaire:
— “ Llegaos, caballero,
vergüenza no h ayad es;
mi padre y mi madre
han ido al lugar,
4
rni carillo Minguillo
es ido por pan,
ni vendrá esta noche
ni mañana a y a n ta r;
comeréis de la leche,
mientras el queso se hace.
Haremos la cama
junto al retam al;
haremos un hijo,
llamarse ha Pascual;
o será arzobispo,
papa o cardenal,
o será porquerizo
de V illa Real.
¡ Bien, por vida mía,
debéis de b u rla r!”
E nd ech as a la m u erte de G u il l e n P e r a z a
8
LOS COMENDADORES
¡ L o s comendadores,
por mi mal os v i !
Y o v i a vosotros,
vosotros a mi.
5
A l comienzo malo
de mis amores,
convidó Fernando
los comendadores
a buenas gallinas,
capones mejores.
Púsome a la mesa
con los señores:
Jorge nunca tira
los ojos de mí.
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !
Los comendadores
de Calatrava
partieron de Sevilla
a hora menguada,
para la cibdad
de Córdoba la llana,
con ricos trotones
y espuelas doradas.
Lindos pajes llevan
delante de sí.
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !
6
'vieron sus amores
a una ventana i
a doña Beatriz
con su criada.
T an amarga vista
fuera para sí.
1 Los comendadores,
por mi mal os v i !
D esqu’ellos oyeron
aquella nueva,
la respuesta dieron
d ’esta manera :
— “ Idos, madre mía,
en hora b u en a;
que la noche es larga
y placentera:
cenaremos temprano,
iremos dormir.”
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !
7
y los cuatro gozan
de gustos sin fin.
¡ Los comendadores»
por mi mal os v i !
A un la media noche
no era llegada,
ya subía Hernando
por una escala,
y entra m uy feroz
por la ventana,
un arnés vestido
y espada sacada.
— “ Caballeros malos,
¿qué hacéis aq u í?”
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !
Y luego en entrando
solo a una cuadra,
vido con sus ojos
su afrenta clara.
Pasó el pecho a Jorge
de una estocada,
y a Beatriz la mano
dejóla cortada,
y luego furioso
se salió de allí.
8
] Los comendadores,
por mi mal os v i !
Habló el hermano :
— “ A quí me ten éis:
mi señor Hernando,
vos no me m atéis;
a mi hermano Jorge
ya muerto le habéis.
La suya os perdono,
si dejáis a m í.”
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !
Dijo la cuitada
con gran recelo :
— “ Vos, amores míos,
tenedme duelo,
pues ya veis mi mano
per ese suelo.”
La triste, tendida
sobre su velo,
bien junta con Jorge,
degollóla allí.
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i!
Después de haber muerto
cuantos allí son,
anda por la casa
m uy bravo león.
V ido un esclavo
detrás un rin cón :
— “ T ú , perro, supiste
también la traición,
por lo cual, malvado,
morirás aquí.”
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i!
9
que Fem ando, dicen,
el qu’es Veinticuatro,
había muerto a Jorge
y a su hermano,
y a la sin ventura
doña Beatriz.
¡ Los comendadores,
por mi mal os v i !
P u e s m i pena veis,
m iratm e sin saña,
o no m e m iréis.
10
10
Esto de su miedo la noche despierta,
de día no oso ponerme a la pu erta;
así que, mesquina, viviendo, soy muerta
y no soterrada.
11
D esfech a
Si d ’ésta escapo
sabré qué con tar;
non partiré dell’aldea
mientras viere nevar.
11
12
O jos de la mi señora,
¿ y vos, qué h ab e d es?:
¿por qué vos abaxades
cuando m e v eed es?
13
14
Am or puro la venció
que a muchas en gañ ó;
si por él se descibió,
no es de maravillar.
12
A los quince ¿qué fará?
Esto notar se debrá
por quien la praticará:
non es de maravillar.
15
L a ira de Dios
agora me levase,
porque non pasase
tal vida por ves.
De tanto deseo,
e tal soledat,
que, ¡ pardiós !, yo creo
morir en verdat,
16
Y o, madre, yo,
que la flor de la villa me só.
17
L o s cabellos de mi am iga
d ’ oro s o n :
para m í, lanzadas son.
18
j H a g ÁDESME, hagádesm e
m onum ento d ’am ores, e h !
13
19
20
R om ance d e l a b e l l a m a l m a r id a d a
21
14
aunque envíe mensajeros,
otra cosa no d ir é :
creceré y dárselos he.
22
Levantém e, oh madre,
mañanica frida,
fui a cortar la rosa,
[la rosa] florida.
Malo es de guardar.
Levantém e, oh madre,
mañanica clara,
fui cortar la rosa,
la rosa granada.
Malo es de guardar.
Viñadero malo
prenda me p e d ía;
dile yo un cordone,
dile yo mi cinta.
Malo es de guardar.
15
Viñadero malo
prenda me demanda,
dile yo un [cordone,
dile yo una banda.
Malo es de guardar.]
23
P i n g ú e l e , respinguete,
] qué buen San Juan es é ste !
Fuese mi marido
a Seo del A rzobispo;
dejárame un fijo
y fallóm e cinco,
j Qué buen San Juan es é ste !
Dejárame un fijo
y fallóme cinco;
dos hube en el Carmen
y dos en San Francisco.
] Qué buen San Juan es é ste !
24
16
25
26
L a s m is penas, m adre,
de am ores son.
Salid, mi señora,
de s o l naranjale,
que sois tan hermosa,
quemarvos ha el aire,
de amores, sí.
27
17
M inno am or tan lozano,
firiós’ vuestro v e la d o ;
venno a v e r cóm o vos vay.
28
E l galán y la galana
am bos vu elv en ell agua clara,
m ano a m ano.
29
30
18
31
32
33
— Mi ventura, el caballero,
mi ventura.
— N iñ a de rubios cabellos,
¿quién os trajo a aquestos yerm os?
— Mi ventura, el caballero,
mi ventura.
34
19
35
D os ánades, madre,
del c a m p ...............................
al campo de flores
iban a dormir.
Mal penan a mí.
36
Si lo dicen, digan,
alma mía,
si lo dicen, digan.
37
20
33
39
V u e s t r o s ojos m orenillos,
q u e por m i desdicha v i,
m e hacen v e v ir sin m í.
40
M adre, la mi madre,
el mi lindo amigo
moricos de allende
lo llevan c a tiv o ;
cadenas de oro,
candado morisco.
¡ A y , que non era,
mas ay, que non hay
quien de mi pena se duela !
21
41
O jo s morenicos,
irm’he yo a querellar
que me queredes matar.
Quejarm’he de mí
que ansí me vencí,
que desque os vi
me aquejó el pesar
que me queredes matar.
42
A q u e l caballero, m adre,
¿si morirá,
con tanta mala vida como h a ?
22
N o daré causa que muera
por tener fe tan entera;
mas todo lo que él espera
acabará
con tanta mala vida como ha.
43
N o puedo apartarme
de los amores, madre,
no puedo apartarme.
Am or tiene aquesto
con su lindo g e sto :
que prende m uy presto
y suelta muy tarde :
no puedo apartarme.
*
44
D e n t r o en el vergel
m oriré.
Dentro en el rosal
m atarm ’ han.
Y o m 'iba, mi madre,
las rosas coger;
hallé mis amores
dentro en el vergel.
Dentro en el rosal
m atarm ’ han.
45
23
Prendióme el merino,
tráeme mal h erid o :
niña, y atendedme.
Prendióme el Jurado,
hame lastim ado:
niña, y atendedme.
46
47
A llá se me pusiese
do m is am ores viese,
antes que m e m uriese
con este dolor.
A llá se m e aballase
do mi am or topase,
antes que m e finase
con este rencor.
24
48
S e r v ir o s ía, y no o so :
só mozo.
Señora de mi vida,
¿por qué sois desconocida?
Só mozo. •
Y aborriste de vencida,
y mi muerte ya es v en id a;
y soy mozo.
¿Q ué ganáis, desgradecida,
si mi alma va perdida,
y soy m ozo?
Señora, la mi señora,
que mi fe siempre os adora.
Soy mozo.
Y no viéndo’s cada hora
mi vida se. empeora.
Soy mozo.
Y la tristeza en mí mora,
porque sois peor que mora.
Só mozo.
49
¡ A y , Santa María,
valedme, Señora,
esperanza m ía !
25
50
51
R o d rig o Martínez
a las ánsares, ¡ ahé !,
pensando qu’eran vacas
silbábalas: ¡ H e !
Rodrigo Martínez,
atán garrido,
los tus ansarinos
liévalos el río, ¡a h é !
Pensando qu’eran vacas
silbábalas : ¡ H e !
Rodrigo Martínez,
atán lozano,
los tus ansarinos
liévalos el vado, ¡a h é !
Pensando qu’ eran vacas
silbábalas: ¡ H e !
52
26
53
Y o me iba, mi madre,
a la rom ería;
por ir más devota
fu i sin com pañía...
So ell encina.
H allém e perdida
en una m ontm a;
echéme a dormir
al pie dell encina...
So ell encina.
A la media noche
recordé, m ezquina;
halléme en los brazos
del que más quería,
so ell encina.
Pesóme, cuitada,
de que amanecía,
porque yo gozaba
del que más quería
so ell encina.
M uy biendita sía
la tal romería,
so ell encina.
54
S o l sol gi gi A B C,
enamoradico vengo
de la sol fa mi re.
27
Iba a ver, mi madre,
a quien mucho amé,
íbame cantando
lo que os diré :
Sol sol gi gi A B C,
enamoradico vengo
de la sol fa mi re.
55
28
“ Madre, ¿para qué nací
tan garrida,
para tener esta vid a?
De vevir m uy descontenta
mi tristeza se acrecienta;
ell alma siempre lamenta
dolorida,
por tener tan triste vida.”
56
57
A SO M BR A d e m is c a b e llo s
se a d u r m ió :
¿si le recordaré yo ?
Adurmióse el caballero
en mi regazo acostado;
en verse mi prisionero
m uy dichoso se ha h allad o;
de verse m uy trasportado
se adurmió.
¿ S i le recordaré yo ?
29
Estando así dudando
por ver si recordaría,
d ijo : — “ Ya estoy descansando,
"dejadm e, señora mía” .
Bien velaba aunque dormía,
pues me oyó.
¿ S i le recordaré yo?
58
— D e s c ie n d e al valle, niña.
— N on era de día.
59
30
60
A sí os vea, caballero,
de la frontera venir,
como toda aquesta noche
vos me la dejéis dormir.
61
PASÉISME ahora allá, serrana,
que no m uera yo en esta m ontaña.
62
P e r d í la m i rueca
y el huso non fa llo ;
si vistes a l[lá ]
al tortero andar.
Perdí la mi rueca
llena de lino,
hallé una bota
llena de v in o ;
si vistes a l[lá ]
al tortero andar.
Perdí la mi rueca
llena d ’estopa;
de vino fallara
llena una b o ta ;
si vistes al[lá ]
al tortero andar.
Hinqué mis rodillas,
dile un besillo,
bebí un azumbre
31
más un cuartillo;
si vistes a l[lá ]
al tortero andar.
Vino mi marido
y diome en la toca.
¡ A y de mí, mezquina,
y cómo estoy lo c a !
Si vistes a l[lá ]
al tortero andar.
Caíme muerta,
ardióse el estepa,
vino mi marido,
[diome so la ropa.
Si vistes a l[lá ]
al tortero andar.]
63
64
65
E l mi corazón, madre,
robado me le hane.
32
Dos ojos vinieron
y en mi alma llamaron,
los mios los abrieron
y allá los entraron:
señores se alzaron
del corazón, m ad re;
robado me le hane.
66
E n e m ig a le soy, m adre,
a aquel caballero y o :
m al enem iga le só.
67
33
/
yo no puedo, ni podrán,
aunque más me lo entenderán.
68
A d u r m io s e m e m i lin d o am or,
siendo del sueño vencido,
y quedósem e adorm escido
debajo de un cardo corredor.
69
— “ D a m e acogida en tu hato,
"z a g a la , de m í te d u e la :
"cata qu’en el monte hiela,
" q u ’ en el monte hiela” — .
34
"cata qu ’en el monte hiela,
" q u ’ en el monte hiela” — .
— “ Y o no curo de tu cama
"si es de paja o canto o heno,
"m as mira tú cuánto peno
"p o r amores en tu llama” .—
— “ Oh, mi Dios, mi gentil d am a;
"pastora, de mí te d u e la:
"cata qu’ en el monte hiela,
" q u ’en el monte hiela” .—
70
C o r a z ó n , sigue tu v ía,
que yo seguiré la m ía.
Corazón, yo te despido
de cuanto bien te he qu esido;
pésame el que te he servido,
y más del que serviría.
Corazón, sigue tu vía,
que yo seguiré la mía.
Corazón desmesurado,
contra mí te has rebelado;
anda, ve desatinado,
35
busca otra com pañía.
Corazón, sigue tu vía,
que yo seguiré la mía.
71
72
E n dech as
P a r ió m e m i m adre
una noche escura,
36
cubrióme de luto,
faltóme ventura.
Cuando yo nascí,
era hora menguada,
ni perro se oía,
ni gallo cantaba.
N i gallo cantaba,
ni perro se oía,
sino mi ventura
que me maldecía.
Apartaos de mí,
bien afortunados,
que de sólo verme
seréis desdichados.
Dixeron mis hados,
cuando fui nascido,
si damas amase
fuese aborrecido.
Fui engendrado
en signo nocturno,
remaba Saturno
en curso menguado.
Mi lecho y la cuna
es la dura tie rra;
crióme una perra,
mujer no, ninguna.
Muriendo, mi madre,
con voz de tristura,
púsome por nombre
hijo sin ventura.
Cupido enojado
con sus sofraganos
el arco en las manos
me tiene encarado.
Sobróme l’amor
de vuestra hermosura,
sobróme el dolor,
faltóme ventura.
37
73
P a r t ir quiero yo,
y no del q u e r e r :
que no puede ser.
Daqueste partir
sin duda procede,
partiendo, m orir;
la vida bien puede,
mas no que no quede
con voz el q u ere r:
que no puede ser.
Perder yo la vida
podrá ser, por cierto,
mas si sois servida
contatme por m u erto;
mas no ser incierto
de vuestro q u erer:
que no puede ser.
74
38
De mujeres sois la flor,
de los amores l’amor,
de las primores primor,
que todos dolores sana.
¿Q uién os hizo tan galana?
75
39
— Mas maldita sea la hembra
que de los hombres se fía,
porque aquella es engañada
la que en palabras confía.
De velar venía.
76
77
C e r v a t ic a , que no m e la vuelvas,
que yo m e la vo lveré.
78
40
no descubra el día
los nuestros placeres.
C ata que los gallos,
según m e parece,
dicen que am anece.
79
■ O ju e l o s graciosos,
que os estáis riendo
del que está m uriendo.
80
L l e v a un pastorcico
cubierto el cuidado
de m u y enam orado.
81
E n v i Ár a m e m i m adre
por agua a la fuen te f r í a :
v e n g o del am or herida.
41
Dejo el cántaro quebrado,
vengo sin agua corrida;
mi libertad es perdida
y el corazón cativado.
[ A y , qué caro me ha costado
del agua de la fuente fría,
pues de amores ven go h erid a!
82
83
Cuatro monteros
del rey don Alonso,
cuatro monteros
mataron un oso.
R ey don Alonso,
rey mi señor,
rey de los reyes,
el emperador.
42
84
Si tantos halcones
la garza combaten,
por Dios que la maten.
La garza se queja
de ver su ventura
que nunca la deja
gozar del altu ra;
con gozo y tristura
así la combaten :
por Dios que la maten.
85
Y LA m i cinta dorada,
¿ p o r qué m e la tom ó
quien no me la d io ?
86
A r d É, corazón, ardé,
q u e no os puedo yo valer.
87
G e n t il caballero,
dédesm e hora un beso,
43
siquiera por el daño
que m e habéis hecho.
V en ía el caballero,
venía de S e v illa ;
en huerta de m onjas
lim ones cogía,
y la prioresa
prendas le p e d ía :
siquiera por el daño
que m e habéis hecho.
. 88
I s a b e l , Isabel.
perdiste la tu f a j a ;
hela por do v a
nadando p er el agua.
¡Isa b e l, la tan g a r r id a !...
89
N o sé qué m e bulle
en el calcañar,
que no puedo andar.
Y én d o m e y vin ien do
a las mis vacas,
no sé qué m e bulle
entre las faldas,
que no puedo andar.
N o sé qué m e bulle
en el calcañar,
que no puedo andar.
90
N o m e habléis, conde,
d ’ am or en la c a lle :
y
44
catá que os dirá mal.
conde, la mi madre.
91
92
P e r d id a traigo la co lo r:
todos me dicen que lo he de amor.
Viniendo de romería
encontré a mi buen am or;
pidiérame tres besicos.
luego perdí la color.
Dicen a mí que lo he de amor.
Perdida traigo la color,
todos me dicen que lo he de amor.
93
P u s e mis amores
én Fem an d ico.
45
J A y, que era casado!
¡ Mal me ha mentido !
Digas, marinero
del cuerpo garrido,
¿en cuál de aquellas naves
pasa Fernandico?
[ A y, que era casado!
{ M al me ha mentido !
Puse mis amores
en Fernandico.
| A y , que era casado!
¡ Mal me ha m en tido!
94
95
A l l á me tienes contigo,
serranica de Aragón,
el alma y el corazón.
T u yo soy, no te lo n iego ;
haz lo que por bien tuvieres,
y si el cuerpo no quisieres
mandarás ponelle fuego.
N o sigas al Am or ciego,
guíate por la razón,
pues tienes mi corazón.
A llá me tienes contigo,
46
serranica de Aragón,
el alma y el corazón.
96
97
98
M o r e n ic a m ’era y o ;
dicen que sí, dicen que no.
47
99
100
Q u e yo , m i m adre, yo ,
que la flor de la v illa m ’era yo.
101
102
48
cuando la niña y el caballero
ambos se iban a b añ ar!
Que me dirán mal,
caballero, queráisme dejar,
que me dirán mal.
103
O jo s morenos,
¿cuándo nos verem os?
Ojos morenos,
de bonica color,
seis tan graciosos,
que matáis de amor.
De amor, morenos,
¿cuándo nos verem os?
104
Si el pastorcico es nuevo
y anda enamorado,
si se descuida y duerme,
¿quién guardará el ganado?
— Digas, el pastorcico,
galán y tan pulido,
¿cuyas eran las vacas
que pastan par del río?—
— Vuestras son, mi señora,
y mío es el suspiro.—
Si se descuida y duerme,
¿quién guardará el ganado?
105
49
— ¡ Si pluguiese a Dios del cielo
y a su madre, Santa María,
que no fueses tú mi hijo,
porque yo fuese tu am iga! —
Esto dijo y lo maldijo
la mala madre al buen hijo.
Por amores lo maldijo
la mala madre al buen hijo.
106
107
50
108
109
110
L in d o s ojos habéis, señora,
de los que se usaban agora.
m
D e las dos herm anas, dose,
válam e la gala de la m enore.
51
L a mencr es más galana,
más hermosa y más lozan a;
a quien quiere, mata y sa n a :
válame la gala de la menore.
De las dos hermanas, dose,
válame la gala de la menore.
112
Caballero aventurero,
salga la luna por entero,
salga la luna, y vámonos luego.
Salga la luna, el caballero,
salga la luna, y vámonos luego.
113 .
— ¡ A h , herm osa,
abrím e, cara de r o s a !
52
114
S o l e d a d tengo de ti,
tierra m ía do nací.
115
— D e ja ya tu soledad,
pastor chapado,
pastor garrido.
— ¿Cóm o la podré dejar?
Que estoy llagado,
que estoy herido.
— Deja ya tu soledad,
que vives desesperado.
— Antes vivo descansado
y en ella quejo mi queja.
— Pues deja tanto llorar,
qo pierdas tu buen sentido.
— ¿Cóm o lo podré dejar?
Que estoy llagado,
que estoy herido.
116
— C o b a r d e caballero,
¿de quién habedes miedo?
53
que tenéis otro amigo.
— ¿ Y deso habedes m iedo?
Cobarde caballero,
¿de quién habedes m iedo?
117
P o r m i vid a, m adre,
am ores no m ’engañen.
118
B u s c a d , buen am or,
con qué me falaguedes,
que m al enojada m e tenedes.
119
¡ Q ué bonica labradora
m atadora!
Su lunar en su mejilla
lindo es a m aravilla;
creo qu’en toda la villa
54
no hay más linda labradora.
| M atadora!
120
L l a m Áis m e v illa n a ;
yo no lo soy.
Casóme mi padre
con un caballero;
a cada palabra
“ H ija de un pechero” .
Y o no lo soy.
Llamáisme v illa n a ;
yo no lo soy.
121
122
N o me firáis, madre,
yo os lo d iré :
mal d ’amores he.
M adre, un caballero
de casa del rey,
siendo yo m uy niña,
pidióme la f e ;
dísela yo, madre,
55
no lo negaré.
Mal d ’amores he.
N o me firáis, madre,
yo os lo d ir é :
mal d’amores he.
123
Caballero de mesura,
¿ d o venís la noche escura?
¿D e dónde venís, amores?
Bien sé yo de dónde.
124
125
Q u e no me desnudéis,
amores de mi v id a ;
que no me desnudéis,
que yo me iré en camisa.
Entrastes, mi señora,
en el huerto ajeno,
cogistes tres pericas
del peral del medio,
5ó
dejaredes la prenda
d ’amor verdadero.
Que no me desnudéis,
que yo me iré en camisa.
126
127
128
57
129
130
131
58
132
133
134
V o s me m atastes,
niña en cabello,
vos m e habéis m uerto.
Riberas de un río
vi moza virgo.
N iña en cabello,
vos me habéis muerto.
N iña en cabello,
vos me matastes,
vos me habéis muerto.
135
Q u ie r o dorm ir y no puedo,
q u ’ el am or m e quita el sueño.
59
Manda pregonar el rey
por Granada y por Sevilla
que todo hombre enamorado
que se case con su a m ig a :
qu’el amor me quita el sueño.
136
137
Y DECID, serranicas, ¡ eh !,
deste m al si m oriré.
138
60
Las flores que han nascido
del tiempo que os he servido,
derribólas vuestro olvido
y disfavores.
Que todos se pasan en flores,
mis amores.
139
140
B e s Ám e y abrazám e,
m arido mío,
y daros h e’n la m añana
cam isón lim pio.
141
A l t a estaba la peña,
nace la m alva en ella.
61
Alta estaba la peña,
riberas del r ío ;
nace la malva en ella,
y el trébol florido.
142
A l z a , la niña, los o jo s:
no para todos.
143
144
62
145
146
S o y serranica, .
y vengo d ’Extrem adura.
¡ Si me valerá v en tu ra!
So y lastimada,
en fuego d ’amor me quemo?
soy desamada,
triste de lo que tem o ;
en frío quemo,
y quémome sin mesura.
¡ Si me valerá ventura !
147
148
Falalalan lera,
de la guarda riera.
63
Cuando yo me vengo
de guardar ganado,
todos me lo dicen :
“ Pedro el desposado” .
A la he, sí soy
con la hija de nostram o;
qu’ esta sortijuela
ella me la diera.
Falalalanlera,
de la guarda riera.
Viene la cuaresma,
yo no como n a d a :
ni como sardina,
ni cosa salad a;
de cuanto yo quiero
no se hace n ad a;
migas con aceite
hácenme dentera.
Falalalanlera,
de la guarda riera.
149
Y o me soy la morenica,
yo me soy la morena.
64
Soy la sin espina rosa,
que Salomón canta y glosa :
nigra sum sed formosa,
y por mí se cantará.
150
151
152
65
153
Liberame Domine
a labiis iniquis
et a lingua dolosa erue me.
¡ Lenguas m alas!
Corten espadas afiladas
lenguas malas.
154
66
155
156
ZAGALEJA de lo verde,
graciosica en el m irar,
quédate adiós, v id a m ía,
que m e v o y deste lugar.
Y o me v o y con mi ganado,
zagala, de aqueste ejido;
no me verás en el prado
entre las yerbas tendido;
desde agora me despido
de mis pasados placeres;
mis músicas y tañeres
se vuelven en suspirar.
Zagaleja de lo verde,
graciosica en el mirar,
quédate adiós, vida mía,
que me v o y deste lugar.
157
67
De aquel ciruelo te dije,
no se te olvide.
158
V iu d a enamorada,
gentil amigo ten éis:
por Dios, no le maltratéis.
159
D e iglesia en iglesia
me quiero yo andar
por no malmaridar.
160
68
161
69
162
Q u e no quiero amores
en Ingalaterra,
pues otros mejores
tengo yo en mi tierra.
N o quiero ni estimo
ser favorecido;
de amores me eximo,
qu’es tiempo perdido
servir a Cupido
en Ingalaterra,
pues otros mejores
tengo yo en mi tierra.
¿Q ué favores puede
darme la Fortuna,
por mucho que ruede
el sol ni la luna,
ni mujer alguna
en Ingalaterra,
pues otros mejores
tengo yo en mi tierra?
163
70
E l último día
quedastes m uy tristes,
y os humedecistes
en ver que partía
con el agonía
de tantos pesares.
Cuando te acostares
y cuando recuerdes,
¡ ay, hagan los cielos
que de mí te acuerdes!
T en go confianza
de mis verdes ojos,
que de mis enojos
parte les alcanza.
Ojos de esperanza
y de buen agüero,
por quien amo y quiero
los colores v e rd e s:
¡ ay, hagan los cielos
que de mí te acuerdes!
U n solo momento
jamás v iv ir supe,
sin que en ti se ocupe
todo el pensamiento.
Mis ojos, si miento,
Dios me dé el castigo,
y si verdad digo,
mis ojuelos verdes,
¡ ay, hagan los cielos
que de mí te acuerdes!
71
164
B e s á b a l e y enam orábale
la doncella al v illa n c h ó n ;
besábale y enam orábale,
y él m etido en un rincón.
165
C r íe m e en aldea,
hícem e m o re n a :
si en villa m e criara,
más bonica fuera.
166
S a l t e ó m e la serrana
junto a par de la cabaña.
167
168
169
72
170
1 71
172
173
ENOJÁSTEOS, señora,
m ucho más os quiero agora.
Enojásteos, señora,
cuando mi pena os decía;
mucho más os quiero agora
que a mi alma y a mi v id a ;
ni a mi vida, ¡ señora!
Mucho más os quiero agora.
Enojásteos, señora,
cuando mi pena os m ostraba;
mucho más os quiero agora
que a mi vida ni a mi alm a;
ni a mi alma, ¡ señora!
Mucho más os quiero agora.
174
M is ojuelos, madre,
valen una ciudade.
73
Mis ojuelos, madre,
tanto son de claros,
cada vez que los alzo
merescen ducados,
ducados, mi m ad re:
valen una ciudade.
175
176
O l v id a r quiero m is am ores,
que yo quiérolos o lvidar.
74
Mis amores los de antes
no me salieron leales,
sino falsos y con maldades,
que yo quiérolos olvidar.
177
178
A u n q u e m e vedes
m orenica en el agua,
no seré y o fraila.
75
ii
179
180
A m i puerta la garrida
nasce una fonte frid a
donde lavo la m i cam isa
y la de aquel que yo más quería.
¿ P o r dó saliré que no m e m o je ?
181
M o n ta ñ a herm osa,
alegre y m u y leda,
la tu arboleda
cómo es deleitosa.
182
¡ P o r el v a l verdico, m ozas,
vam os a coger ro sa s!
76
183
A n d a , amor, anda,
anda, amor.
184
D e l am or ven go yo presa,
presa del amor.
185
E s t e pradico verde,
trillém osle y hollém osle.
186
A g u a m a n o s pide la niña
para lavarse,
aguam anos pide la niña
y no se la dañe.
187
V a m o s a coger verbena,
poleo con hierba-buena.
77
una amorosa cadena.
Vam os a coger verbena,
poleo con hierba-buena.
188
Y a no me porné guirnalda
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.
Y a no me pom é jazmines,
ni guirnalda de azucena;
pornéme crecida pena
por los bosques y jardines.
Aquestos serán mis fines,
como las gentes verán,
pues mis amores se van.
189
No paséis, el caballero,
tantas veces por aq u í;
si no, bajaré mis ojos,
juraré que nunca os vi.
78
T engo el marido celoso,
suegra y cuñados conmigo,
sabe Dios, y es buen testigo,
que aun pensar en vos no oso.
Sed vos con esto medroso,
si bien me queréis a m í;
si no, con bajar mis ojos,
juraré que nunca os vi.
¿Q ué aprovecha pasear
tantas veces cada día,
pues no sirve esa porfía
más de para me dañar?
Que yo no os puedo hablar,
vos hacéis hablar de m í;
con tener los ojos bajos,
juraré que nunca os vi.
190
191
A n t e m e beséis
que me d esto q u éis:
que me tocó m i tía.
79
192
193
P e r r ic o s de m i señora,
no me m ordades agora.
194
195
196
197
— D ig a s , m orena garrida,
¿cu án d o serás m i a m ig a?
— Cuando esté florida la peña
de una flor m orena.
80
198
199
200
En esta ribera
hay lindos pradales,
son las aguas frías
y m uy especiales,
las hierbas son sanas
a los animales,
y el ganado puede
hartarse a do quiera.
201
VENGÁIS norabuena,
duque mi señor,
pues venís vencedor.
202
T r é b o l , florido trébol,
trébol florido.
81
203
T e r e s i l l a hermana,
de la farira rira,
hermana Teresa.
Periquillo hermano,
de la fariri runfo,
hermano Perico.
204
¡ A l a gala de la panadera,
a la gala della,
a la gala della
y del pan que lle v a !
205
L l u e v e menudico
y hace la noche escura;
el pastorcillo es nuevo,
non iré segura.
206
¡ O r a , amor, ora no m á s:
ora, amor, que me m atáis!
82
por el pecado primero
grandes dolores pasáis.
¡O ra, amcr, ora no m ás;
ora, amor, que me m atáis!
207
Otra c a n c ió n a l to n o d e
N o quiero que nada sienta
D e b a jo de la peña nace
la rosa que no quem a el aire.
De la raíz de Jesé
este lindo rosal fu e ;
la rosa que producié
no hay segundo que la cuadre.
83
para sacar de prisión
a nuestra primera madre.
[Bajo de la peña nace
ia rosa que no quema el aire.]
208
P e n s ó s e el villan o
que me ad o rm ecía;
tom ó espada en m ano,
fuese a andar por villa.
Pensóse el villano
que me adorm ilaba;
tomó espada en mano,
fuese a andar por plaza.
209
84
210
E l amor de la doncella
que fuera discreta y bella,
para el que gozare della
será gustoso, aunque tardo.
¡ A y, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico p ard o !
El amor de la casada
me satisface y agrada,
porque como está encerrada
ni la celo ni la guardo.
¡ A y , Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico p ard o !
E l amor de la viuda
por mi casa y puerta acuda,
que no hay peligro ni duda,
si la pica sólo un cardo.
¡ A y, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico p ard o!
El amor de la beata
es apacible y no mata,
que no pide oro ni plata,
mas secreto y paño pardo.
¡ A y, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico p ard o !
E l amor de la soltera
lo trocaré p o r cualquiera,
aunque vuestro dolor fuera
más que Narciso gallardo.
85
J A y , Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico p ard o!
211
M ir a b a la m ar
la m al casada,
que m iraba la m ar
cómo es ancha y larga.
Descuidos ajenos
y propios gemidos
tienen sus sentidos
de pesares llenos.
Con ojos serenos
la mal casada,
que miraba la mar
cómo es ancha y larga.
M uy ancho es el mar
que miran sus ojos,
aunque a sus enojos
bien puede igualar.
Mas por se alegrar
ia mal casada,
que miraba la mar
cómo es ancha y larga.
212
¡ O x t e , m orenica, oxte,
o xte, m o ren a!
86
213
P or encima de la oliva,
mírame el Am or, mira.
214
— ¡ S e ñ o r a la de Galgueros,
salga y b a ile !
— Que, ¡ por vida de G alguericos!,
que tal no baile.
— ¡Señ o ra la de Galgueros,
cuerpo garrido,
salga a la plaza y baile
con su m arid o!
— ¡Q u e, ¡p o r vida de G alguericos!,
que tal no baile.
215
M o r e n ic a , dime cuándo
tú serás de mi bando;
¡ ay, dime cuándo, morena,
dejarás de darme pena!
216
87
217
218
C a m in a d , señora,
si queréis cam inar,
que los gallos cantan,
cerca está el lugar.
Caminad alegre,
no dejéis de andar,
que en la diligencia
la ventura está;
caminad aprisa
para negociar,
que los gallos cantan,
cerca está el lugar.
219
C o r r id o va el abad
por el cañaveral.
El abad de Oriejo,
viendo que aparejo
tiene la de Alejo
88
para oir su mal
por el cañaveral,
Ella se lo oía
y le respondía
que le curaría
su llaga mortal
por el cañaveral.
Él que se lanzaba
y Alejo que entraba,
que entonces llegaba
de su higueral
por el cañaveral.
[Corrido va el abad
por el cañaveral.]
220
89
les hace regalo y fiesta;
de tal suerte los molesta
que, cogidos al desgaire,
dos a dos me los lleva el aire.
221
A q u e l pastorcico, m adre,
que no viene,
algo tiene en el cam po
que le pene.
222
R e c o r d a d , m is ojuelos verdes,
que a la m añana dorm iredes.
Recordad al dolorido
que, después que a vos vido,
de amor está h e rid o :
que a la . mañana dormiredes.
223
90
Vaisos vos a Ingalaterra,
quedóme yo en A ra g ó n ;
lleváis vos mi corazón,
conmigo queda la pena.
¡ Oh, qué tristeza es é sta !
En verme de vos partir,
quedo yo para morir.
224
U no tengo al remo
y otro pienso e c h a r :
quier’ m ’ir a la popa
por verlo bogar.
Salen de Sevilla
barquetes nuevos,
de una verde haya
llevan los remos.
225
M a l haya la barca
que acá m e pasó,
que en casa de m i padre
bien m ’estaba yo.
226
P r e s o me lo llevan
a m i lindo am or,
91
12
por enam orado,
que no por traidor.
Preso me lo llevan,
la causa no s é :
digan lo que debe,
que yo lo pagaré.
227
228
Q u ie n bien hila,
bien se le paresce.
229
N u n c a Dios te dé rencilla,
casadilla.
92
si tienes suegra celosa,
en la boda se te m u e ra ;
y tu saya dom inguera
no se coma la polilla,
casadilla.
230
231
N o m e los am e nadie;
a los mis am ores, ] eh ! 'r
no m e los am e nadie,
que yo me los am aré,
232
233
P a s a s por m i calle,,
no m e quieres v e r :
corazón de acero
debes de tener.
234
N o m e m ires, moreno,
cuando te m iro,
que se encuentran las almas
en el cam ino.
93
235
L a que me robó mi fe
sin tocarme en el vestido,
la morena morenica ha sido,
la morena morenica fue.
236
A r r o jó m e las naranjicas,
con los ram os del blanco aza h ar;
arrojóm elas y arrojéselas,
y volvióm elas a arrojar.
94
237
238
N o r a b u e n a vengáis, abril,
abril, abril, vengáis norabuena,
norabuena vengáis, vengáis norabuena,
¡ Qué galán venís, abril,
qué galán venís !,
vengáis norabuena,
¡ qué galán venís !
239
95
Fue a Barajas Gil llamado
de las mozas del lugar,
porque dicen qu’en bailar
es hombre m uy afamado.
Gran contento ha dado Gil
a las mozas de Barajas.
240
Casóme, Pascuala,
voluntad ajena,
en hora tan mala
y con tanta pena,
que tenella buena
ni espero ni es justo
forzarme el gusto
triste casamiento.
N o le dé Dios a nadie
tan gran tormento.
De celos me abrasa
sin darle ocasión;
no sale de casa
fingiendo afición.
Mis regalos son
lágrimas, p o rfías;
las noches son días
deste sufrimiento.
N o le dé Dios a nadie
tan gran tormento.
241
L a del abanillo
calor tiene, m adre.
96
A ire, Dios, y aire,
y podrá sufrillo.
El pecho se abrasa,
que es de amor el centro,
por fuera y por dentro
se quema la casa;
pensaba encubrillo,
échalo en donaire.
A ire, Dios, y aire,
y podrá sufrillo.
Su mismo remedio
dobla en padescer,
aire para ver
suele ser buen m edio;
manto de soplillo
la congoja, madre.
A ire, Dios, y aire,
y podrá sufrillo.
242
P o r un pajecillo
del corregidor
peiné yo, m i m adre,
mis cabellos hoy.
Por un pajecillo
de los que más quiero
me puse camisa
labrada de negro,
y peiné, mi madre,
97
mis cabellos hoy,
por un pajecillo
del corregidor.
243
P o r el m ontecico sola,
¿cómo iré, cómo iré?
¡ A y, D io s!, ¿si me perderé?
Soledad me guía,
llévanm e desdenes
tras perdidos bienes
que gozar solía.
Con tan triste compañía,
¿cómo iré, cómo iré?
¡ A y , D io s!, ¿si me perderé?
Deslúmbranme antojos,
que apenas diviso
la tierra que piso
qu’es mar de mis ojos,
a buscar voy los despojos
de mi fe.
¡ A y , D io s!, ¿si me perderé?
244
98
pero sábelo mi Dios
por cuál de los dos lo h ace :
y si a vos os satisface,
a mí me sabe mejor,
y sois moledor.
Y en cuanto a mi libertad,
tenéis noble condición,
metéisme en conversación
de gente de calidad;
y. por vuestra habilidad,
vendréis a ser gran señor,
y sois moledor.
245
99
fresco, manso y bullidor
que lo gozas y andas todo,
hazme el son con las hojas del olmo,
mientras duerme mi lindo amor.
246
247
L u n a que reluces,
toda la noche alumbres.
248
Resplandece el día,
crecen los amores,
y en los amadores
aumenta alegría.
¡ Alegría galan a!
¿Cuándo saldréis, el alba?
100
249
250
Q u e no cogeré yo verbena
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.
251
A S a l a m a n c a , el escolarillo,
a Salam anca irás.
Irás a do no te vean,
ni te escuchen ni te crean,
pues a las que te desean
tan ingrato pago das.
A Salamanca, el escolarillo,
a Salamanca irás.
252 .
101
¿ Y o qué la hago, yo qué la hice,
que de mí tanto mal dice?
253
254
255
Seja Am or testigo
de tamanho b en ;
nao chege ninguen
a zombar conmigo,
102
que a espada y rodela
a forneira s a l:
viva Portugal
y morra Castella.
256
Quísolo mi suerte,
fragua de mis males,
que con ansias tales
llegase a la m u erte;
mas un aire fuerte
así me tocó,
que el amor que tenía
aire se volvió.
Dulce ausente mío,
no te alejes tanto,
m ueva ya mi llanto
ese pecho fr ío ;
mas, ¡ a y ! , que un desvío
tal pena me dio,
que el amcr que tenia
aire se volvió.
257
P e n s a m ie n t o s me quitan
e l sueño, m adre,
103
desvelada me dejan,
vuelan y vanse.
Tristes pensamientos
de alegres memorias,
con escuras glorias
y claros tormentos,
vienen por momentos
a verm e, m adre;
desvelada me dejan,
vuelan y vanse.
Dichoso el sentido
que, desengañado,
despierta el cuidado
del pecho ofendido.
¡ A y , que me han vencido
desdichas, m ad re !
Desvelada me dejan,
vuelan y vanse.
258
104
— Dime, Blas, ¿por qué camino
moveré de Gila el pecho?
— T árrega, si fueres hecho,
cual Júpiter, de oro fino.
— ¿ N o ves que Am or es divino
y dádivas no querrá?
— T árrega, por aquí van a M álaga;
Tárrega, por aquí van allá.
105
259
H a c e n en el puerto
son apacible
aires de la mar
serenos y humildes.
260
R e c o r d e d e s , niña,
con el albore,
oiredes el canto
del ruiseñore.
N on finquéis dormida,
fembra enamorada,
pues el alborada
a amar nos convida.
Pues sois tan garrida.
106
salí al balcone,
oiredes el canto
del ruiseñore.
261
Es delicada la artesa
y las varillas y todo,
y aunque yo más lo acomodo
se caen los pies de la mesa.
Déjeme, que estoy de priesa,
y el agua tengo en el fuego,
y si no le acudo luego
se verterá por mi fe.
Déjem e cerner la harina;
no porfíe, dejemé,
que le enharinaré,
107
13
Deje que vacie el salvado
para volver a cerner;
no sea tan porfiado;
vaya, busque las de estrado,
las de garvín y copete,
que yo buscaré un bonete
y con él me entenderé.
Déjeme cerner mi harina;
no porfíe, dejemé,
que le enharinaré.
262
263
PUSE m is cabellos
en a lm o n ed a;
como no están peinadosj
no h ay quien los quiera.
Cuando me miraban
unos ojos bellos,
mis rubios cabellos
peinados andaban;
vi que los burlaban
los traidores ojos;
por darles enojos,
venderlos quisiera.
108
I
Como no están peinados,
nó hay quien los quiera.
U n mal caballero
rondó esta v en tan a;
anduve galana
todo un año entero.
Mudóse lig e ro ;
yo, como le amaba,
mis cabellos daba
a quien más me diera.
Como no están peinados,
no hay quien los quiera.
Daba en alaballos
cuando me quería,
y yo, madre mía,
daba en acaballos;
sentí despreciallos,
descuidéme dellos.
¿Quién vio mis cabellos
que tal creyera?
Como no están peinados,
no hay quien los quiera.
264
L a s ondas de la m ar,
¡ cuán menudicas van !
265
266
109
267
268
E n v i ÁRAME m i m adre
al baile, libre de am or :
cautivástesm e vos, señcr.
2 69
— ¡ H o l a !, lirón, lirón,
¿de dónde venís de andaré?
— ¡H o l a !, lirón, lirón;
de San Pedro el altare.
— ¿Q ué os dijo don Roldane?
— Que no debéis de p a sa re :
110
quebradas son las puentes,
m andadlas adobare.
— N o tenem os dineros.
— N osotros los daremos.
— ¿ D e qué son los dineros?
— D e cáscaras de huevos.
— ¿ E n qué los contarem os?
— E n tablas y tableros.
— ¿Q u é nos daréis en precio?
— U n am or verdadero.
270
Fa lsa m e es la segaderuela,
falsa m e es y llena de m a l;
falsa me es la segaderuela,
falsa m e es y llena de m al.
L a segaderuela ingrata
que con celos fieros m ata
y m il torm entos me da,
falsa m e es la segaderuela,
falsa m e es y llena de m al.
271
A l a b ÁSTEISOS, caballero,
gen tilhom bre a ra g o n é s:
no os alabaréis otra vez.
A labásteisos en S evilla
que teníades linda am iga,
gen tilhom bre aragonés :
no os alabaréis otra vez.
272
— Q u e entrad, el extranjero,
que todo es vuestro.
111
-— Que meted la ropa,
bella española.
— Que entrad, el extranjero,
de allende el mare.
— ¡ A ym é, que soy loco
y esta banda gane!
■— ¡A y , Dios, qué donaire
del extranjero,
que todo es v u e s tr o !
273
274
S ie n t o unos celos
en las pestañas,
que se me azulan
si se m e cuajan.
275
E n la cumbre, madre,
canta el ruiseñor;
si él de amores canta,
yo lloro de amor.
276
112
277
Qu e no h ay tal andar
por el verd e olivico,
que no hay tal andar
por el verde olivar.
278
279
O r il l ic a s del río
mis amores he,
y debajo de los álamos
me atendé.
28 0
281
C h a p ir ÓN de la reina,
chapirón del rey.
Mozas de Toledo,
ya se parte el rey,
quedaréis preñadas,
no sabréis de quién.
Chapirón de la reina,
chapirón del rey.
282
113
283
284
F e r id a s tenéis, am igo,
y d u e le n ó s:
tuviéralas yo, y no vos.
285
T a ñ e n a la q u e d a ,
m i am or no v ie n e :
algo tiene en el cam po
que le detiene.
A la queda tañen,
espadas quitan;
con su esposo cena
quien tiene dicha.
A l salir del día
mi amor no v ie n e ;
algo tiene en el campo
que le detiene.
¡ Qué mal hizo en irse
tan de mañana,
si a la media noche
venir pensaba!
Cena, esposa y cama
no me le v u e lv e n :
algo tiene en el campo
que le detiene.
286
L a niñ a no duerm e
de am ores, m a d re ;
114
dalde sueño, airecillos,
porque descanse,
y responden los ecos
de Manzanares :
“ Muera la niña,
pues matar sabe” .
287
115
| H áganm e, si muriere,
la mortaja a z u l!
288
PuÑALITOS dorados
son mis dos luces,
que los m eto en el alma
hasta las cruces.
289
290
116
Si queréis, salid cuando el alba
a alumbrarnos salga,
que si mi esperanza
el sí vuestro alcanza,
por mostrar mi fe,
el sol cubriré
con una enramada
de gran perfición.
Si queréis que os enrame la puerta,
vuestros amores míos son.
117
Si queréis, pondré m irabeles
y lindos claveles,
la h aya frondosa,
la palm a vistosa,
el cidro cruel,
el sacro laurel,
que siem pre conserva
la verde color.
Si queréis que os enram e la puerta,
vid a m ía de m i corazón,
si queréis que os enram e la puerta,
vuestros am ores m íos son.
291
C o n el aire de la sierra
hícem e m orena.
S i blanca nací
y v o lv í m orena,
luto es de la pena
del bien que perdí,
que sufriendo aquí
rigores de ausencia,
con el aire de la sierra
hícem e m orena.
292
A ir e c il l o en los m is cabellos,
y aire en ellos.
118
293
294
C a m p a n il l a s de T oledo ,
óigoos y no vos veo.
295
C a s a r chiquitos
y andar rotitos
y henchir la casa
de bordoneritos.
296
297
¡ C u it a d a de la m ora,
en el su m oral tan s o la !
298
299
E s t á b a m e yo en m i estudio
estudian do la lición,
119
y acordém e de m is a m o re s:
no podía estudiar, non.
300
G u a y de [ la ] m olinera
que al m olinero
el agua le lleva.
301
302
L a s m añanas de abril
dulces son de d o rm ir;
y las de m ayo m ejor,
si no despierta el am or.
303
L e v a n t ó s e un viento
de la m ar salada
y diom e en la cara.
L evan tó se un viento
que de la m ar salía
y alzóm e la fald a
de m i camisa.
304
M ír a m e , M iguel,
cóm o estoy b o n itic a :
saya de buriel,
cam isa de estopica.
305
120
306
N o m e llam es bien hadada
hasta que m e veas enterrada.
307
P a n d e r o , el m i pandero,
¿q u ién os tañerá si yo m uero?
308
309
310
S o l ía que andaba
el m i m olino,
mas agora no.
311
312
V o z tiene el águila, n iñ a ;
voz tiene el aguililla.
313
E n v ía m e m i ' m adre
por agua, sola :
m irad a qué hora.
121
314
POR una m orenita
corren un tero,
las garrochas de plata,
los clavos de oro.
315
A [ l ] coger am apolas,
m adre, m e p e r d í:
¡ caras am apolas
fueron para m í!
316
317
318
¡ A h , si viese el día,
si viese, ah, si viese
la tristeza m ía
que m ía no fu e s e !
319
Y a n o m á s; queditito, am or,
que me m a ta rá s;
no m ás.
*
122
DE D IV E R S O S AUTO RES
GO N ZALO DE B E R C EO
C a n t ig a
320
125
rioaduchos mescladizos.
¡ Eya, v e la r !
Vuestra lengua sin recabdo,
¡ eya, velar ! t
por mal cabo vos ha echado.
¡ Eya, v e la r !
N on sabedes tanto de engaño,
¡ eya, velar !,
que salgades ende este año.
¡ E ya, v e la r !
N on sabedes tanta razón,
¡ eya, velar !,
que salgades de la prisión.
¡ Eya, v e la r!
Tomaseio e Matheo,
¡ eya, v e la r ! ,
de furtarlo han grant deseo.
¡ E ya, v e la r !
E l discípulo lo vendió,
¡ eya, velar ! ,
el Maestro non lo entendió.
¡ E ya, v e la r !
Don Philipo, Simón e ludas,
¡e y a , v e la r!,
por furtar buscan ayudas.
¡ E ya, v e la r !
Si lo quieren acometer,
¡ eya, velar ! ,
¡ oy es día de parescer !
¡ E ya, v e la r !
I E ya, v e la r ! ¡ E ya, v e la r ! ¡ E ya, v e la r !
REY DON D IO N ÍS
321
126
— De que morredes, filha, a do corpo loufano?
Madre, moiro d amores que mi deu meu amado.
A lva e vai liero.
322
127
E eu ben vos digo que é san’ e vivo
e seerá vosc’ ant’ o prazo saido.
A i, Deus, e u é?
• 323
L e V A N T O U -S’ a v e lid a ,
le v a n to u -s ’ a lva
e vai la v a r c am isa s
eno alto :
v a i-la s la v a r alva.
Levantou-s’ a lougana,
levantou-s’ alva
e vai lavar delgadas
eno a lto :
vai-las lavar alva.
V a i lavar cam isas;
levantou-s’ a lv a ;
o vento lh’as desvia
eno alto :
vai-las lavar alva.
E vai lavar delgadas;
levantou-s’ a lv a ;
o vento lh ’as levava
eno alto :
vai-las lavar alva.
O ven to lh ’as d e sv ia ;
le v a n to u -s’ a lv a ;
m eteu -s’ a lva en ira
eno a lto :
v a i-la s la v a r alva.
O ven to l h ’ as le v a v a ;
le v a n to u -s’ a lv a ;
m eteu -s’ a lv a en sanha
eno a lto ;
v a i-la s la v a r alva.
128
NUNO FERN AN D ES TO RN EO L
324
PERO G A R C ÍA BURGALÉS
325
129
Do que mi ouve jurado,
pois mentiu per seu grado,
sanhuda lh ’and’eu.
N on foi u ir avia,
mais ben des aquel’ dia
sanhuda lh’and’eu.
N on é de mi partido,
mais por que mi á mentido,
sanhuda lh’ and’eu.
M E E N D IÑ O
326
130
JOAN ZORRO
327
M A R T ÍN CODAX
328
O n d a s do mar de V igo,
se vistes meu amigo !
e ai Deus, se verrá ced o !
329
131
A i, ondas que eu vin mirar,
se me saberedes contar
por que tarda meu amigo
sen m i!
JU A N R U IZ
C á n t ic a de S errana
«
330
C e r c a la T ab lad a,
la sierra passada,
fállem e con A ld ara
a la m adrugada.
A la decida,
di una corrid a:
fallé una serrana
fermosa, lozana
e bien colorada.
D ixe yo a e lla :
— “ Hom íllom e, bella” .
D iz : — “ T ú que bien corres,
aquí non te engorres :
anda tu jornada” .
Díxom e la moga :
— “ Pariente, mi choga,
el que en ela posa
132
corrugo desposa
o dame soldada” .
133
“ Pues dam’ una cinta
bermeja, bien tinta,
e buena camisa,
fecha a mi guisa,
con su collarada/’
— “ Serrana señora,
tanto algo agora
non trax' per ventura,
mas faré fiadura
para la tornada” .
Díxom e la h e d a :
— “ Do non hay moneda,
non hay merchandía
nin hay tan buen día
nin cara pagada.
“ N on hay mercadero
bueno sin dinero,
e yo non me pago
del que non da algo
nin le dó posada.
“ N unca de homenaje
pagan hostalaje.
Por dinero faze
134
omne cuanto plaze :
cosa es prcvada.”
331
De cóm mo lo s sc o la r es d em a n d a n po r D io s
S e ñ o r e s , dat al escolar
que vos v ie n ’ dem andar.
E L A L M IR A N T E D O N D IE G O H U R T A D O D E M E N D O Z A
332
COSAUTE
135
A quel árbol del bel mirar
face de m an i[er]a flores quiere d a r:
algo se le antoxa.
¿M A R Q U É S DE S A N T IL L A N A ?
333
V il l a n c ic o a u n a s t r e s f i ja s s u y a s
136
yo cobríme con las ramas,
metíme so la verdura.
La otra, con gran tristura,
comentó de sospirar
e dezir este cantar
con muy honesta m esu ra:
“ La niña que amores ha,
sola, ¿cóm o dorm irá?” .
FERN AN D O DE LA TORRE
334
D esd eñ astesm é,
mas no vos desdeñaré.
137
que siempre vos serviré,
mas no vos desdeñaré.
G Ó M EZ M A N R IQ U E
335
C a n ció n p a r a c a l l a r a l niño
C a l l a d v o s , Señor,
nuestro Redentor,
que vuestro dolor
durará poquito.
Callad, fijo mío chiquito.
138
Cantemos gozosas,
hermanas graciosas,
pues somos esposas
del Jesú bendito.
Callad, fijo mío chiquito.
JU A N ÁLVAREZ GATO
336
Ya sé lo que quieres,
ya sé tus dulcores;
prometes plazeres,
das cien mili dolores:
de los favoridos,
de tus amadores,
el mejor librado ,
es el más perdido.
139
15
337
L etra
V e n id a es, ven id a
al m undo la vid a.
Venida es al suelo
la gracia del cielo
a damos consuelo
y gloria complida.
N acido ha en Belén
el ques nuestro b ie n :
venido es en quien
por Él fue escogida.
En un portal ejo,
con pobre aparejo,
servido d ’un viejo,
su guarda escogida.
L a piedra preciosa,
ni la fresca rosa,
non es tan hermosa
como la parida.
338
AMOR, no me dejes,
que me moriré.
Que en ti só yo vivo,
sin ti só cativo;
si m ’ eres esquivo
perdido seré.
Si mal no me viene,
por ti se detien e;
en ti me sostiene
tu gracia y mi fe.
140
Que el que en ti se ceba,
que truene, que llueva,
no espera ya nueva
que pena le dé.
Am or, no me dejes,
que me moriré.
339
340
S o l Ía d e s venir, am or;
agora non venides, non.
FRAY ÍÑ IG O DE M EN D O ZA
341
E r e s niño y has am or :
¿q u é farás cuando m ayo r?
141
Arderá tanto tu gana,
que por la natura humana
querrás pagar su mangana
con muerte de malhechor.
Eres niño y has am o r:
¿ q u é farás cuando m ayo r?
342
N o la debem os dorm ir
la noche santa,
no la debem os dorm ir.
La V irgen a solas piensa
qué hará
cuando al R ey de luz inmensa
parirá,
si de su divina esencia
temblará,
o qué le podrá decir.
N o la debemos dormir
la noche santa,
no la debemos dormir.
FERN AN D O DE R O JA S
343
P a p a g a y o s , ruiseñores,
que cantáis al alborada,
llevad n ueva a m is am ores,
cómo espero aquí asentada.
142
La media noche es pasada
e no v ie n e ;
sabedme si hay otra amada
que lo detiene.
JU A N D EL E N C IN A
344
143
T ú sellaste nuestra fe
con el sello de la cruz,
tú pariste nuestra luz,
Dios de ti nacido fue.
Nunca jamás llamaré
vida mía
sino a ti, V irgen María.
\ Oh clara virginidad,
fuente de toda virtud,
no ceses de dar salud
a toda la cristiandad!
N o pedimos piedad,
vida mía,
sino a ti, V irgen María.
345
F l o r e c ió tanto mi mal
sin medida,
que hizo secar mi vida.
Floreció mi desventura
y secóse mi esperanza;
floreció mi gran tristura
con mucha desconfianza;
hizo mi bien tal mudanga
sin medida,
que hizo secar mi vida.
144
tanto mi pena creció
sin medida,
que hizo secar mi vida.
346
347
145
¡ Carcelero,
no te tardes que me m uero!
348
M o n t e s in a era la garza,
y de m u y alto v o la r :
no h ay quien la pueda tomar.
M i cuidoso pensamiento
ha seguido su guarida,
mas cuanto más es seguida
tiene más defendim iento;
de seguirla soy contento
per de su vista g o z a r:
no hay quien la pueda tomar.
146
tiene más puesto en o lv id o ;
harto paga lo servido
en sólo querer m irar:
no hay quien la pueda tomar.
147
N o quiero sino fatiga,
soy contento ser penado,
pues que quiere mi cuidado
que sin descanso la siga;
y que pene y no la diga,
pues es vitoria p e n ar:
no hay quien la pueda tomar.
349
T a n buen ganadico.
y más en tal valle,
placer es guardalle.
Ganado d’altura,
y más de tal casta,
muy presto se gasta
su mala pastu ra;
y en buena verdura,
y más en tal valle,
placer es guardalle.
Está m uy vicioso
y siempre callando,
no anda balando
148
ni es enojoso;
antes da reposo
en cualquiera v a lle :
placer es guardalle.
Conviene guardalla
la ccsa preciosa,
que en ser codiciosa
procuran hurtalla.
Ganado sin falla,
y más en tal valle,
placer es guardalle.
350
149
LU CAS FERN ÁN D EZ
351
E n esta montaña
de gran hermosura
tomemos holgura.
Haremos cabaña
de rosas y flores
en esta montaña
cercada de amores,
y nuestros dolores
y nuestra tristura
tornarse ha en holgura.
G IL V IC E N T E
352
D ic e n que me case yo :
no quiero marido, no.
150
Dicen que me case yo :
no quiero marido, no.
N o será ni es nacido
tal para ser mi m arido;
y pues que tengo sabido
que la flor yo me la só.
Dicen que me case yo :
no quiero marido, no.
353
¡ S a ñ o s a está la n iñ a !
¡A y , D io s!, ¿quién le hablaría?
354
M u y graciosa es la doncella,
¡ cómo es bella y herm osa!
151
355
356
152
Para dar al su amigo
en un sombrero de sirgo:
quiérome ir allá,
para ver al ruiseñor
cómo cantabá.
La caza de amor
es de altanería:
trabajos de día,
de noche dolor.
Halcón cazador
con garza tan fiera,
peligros espera.
358
¿ P o r dó pasaré la sierra,
gentil serrana morena?
153
— “ T i ri ri ri rí. Queda tú aquí” .
— “ T u ru ru ru rú. ¿Q ué me quieres t ú ? ”
— “ T o ro ro ro ró. Que yo sola esto” .
359
360
¿C u Á L es la niña
que coge las flores
si no tiene am ores?
Cogía la niña
la rosa florid a;
el hortelanico
154
prendas le pedía,
si no tiene amores.
361
362
A r r im Ar a m e a ti, rosa,
no m e diste so lo m b ra...
363
B ie n quiere el viejo,
¡ ay, madre m ía !,
bien quiere el viejo
a la n iña...
155
364
M a l herido m e ha la niña.
¡ N o me hacen ju sticia!
D IEG O SÁ N C H EZ DE B A D A JO Z
365
Estábase la monja
en el monesterio,
sus teticas blancas
de so el velo negro.
¡ Más,
que me m atarás!
366
j A LA gala, a la gala
del niño chequito, b o n ito!
Santana, su agüela,
vístele la faju ela;
bonito,
la gala del niño chequito,
bonito.
C R IS T Ó B A L DE C A S T IL L E JO
367
A quí no hay
sino v e r y d e se a r:
aquí no veo
sino m orir con deseo.
M adre, un caballero
qu’ estaba en este corro,
156
a cada vuelta,
hacíame del ojo.
Y o , como era bonica,
teníaselo en poco.
Madre, un escudero
que estaba en esta baila*.
a cada vuelta,
asíame de la manga.
Yo, como era bonica,
teníaselo en nada.
368
G u á r d a m e las v acas,
carillejo, y besarte h e ;
si no, bésam e tú a m í,
que yo te las guardaré..
N o tengo necesidad
de hacerte este favor,
sino sola la que Am or
ha puesto en mi voluntad».
Y negarte la verdad
157
n o lo consiente m i f e ;
si no, quiérem e tú a m í,
que yo te las guardaré.
L U IS M IL Á N
369
370
Y en d o y viniendo
voim e enam orando:
158
una vez riendo,
y otra vez llorando.
N ’es la de mi ciego'
voluntad pequeña :
más arde mi fuego
si le añaden leña.
371
— “ ¡A y , que m e m a tá is !’ '
— “ Caballero, ¿qué tenéis?”
— “ Señora, muerto m ’habéis."
■— “ Por mi vida que os burláis/'
372
A g u a s de la mar,
m iedo he
que en vosotras moriré.
159
373
374
375
A g o r a viniese un viento
q u e m e echase acullá dentro.
A g o ra viniese un vien to ,
tan bueno com o querría,
q u e m e echase acullá dentro
en faldas de m i am iga.
Y m e hiciese tan contento,
q u e m e echase acullá dentro.
160
376
JU A N DE M O L IN A
377
V il l a n c ic o co n s u g l o s a n u e v a
M u e l e , molinico, •
- molinico del amor.
— Que no puedo moler, non.
Molinico m uy penado
de las aguas de amargura,
no sé yo por cuál ventura
tu v iv ir no es acabado,
pues eres tan aquejado
de los ríos de pasión.
— Que no puedo moler, non.
161
A L O N SO DE ALCAU D ETE
378
L l a m á b a l o la doncella,
y dijo el v i l :
— “ A l ganado tengo de ir.” —
162
— “ N o quiero entrar en cuidado” — ,
dijo el vil.
A l ganado tengo de ir.
F R A N C IS C O SÁ DE M IR A N D A
379
¡ S o l a m e dejaste
en aquel y e r m o !
¡ Villano malo, gallego !
V oim e a do te fuiste,
voim e no sé adonde.
E l valle responde,
¡ tú no respondiste!
Moza, sola y triste,
yo, llorando, cie g o ;
¡ tú pásaslo en juego !
380
163
¡ Si a la suerte mía
pluguiese, ¡ a y ! , pluguiese
que viese ora el día
en que más no v ie s e !
F E L IC IA N O DE S IL V A
381
J. F E R N Á N D E Z DE H E R E D IA
382
383
j E l mi corazón, madre,
que robado me lo h a n e !
N o digo que me ha dolido,
antes si me le quería
164
volver, no le tom aría:
tan bien empleado ha sido.
Quiera Dios, ya qu ’es perdido
el mío. quel suyo gane :
que robado me lo hane.
384
Quiéroos de manera
que fuera mejor
sufrir mi dolor
por más que muriera,
que lo no dijera.
Mas creed que muero
por vida de los vuestros,
del bien qu’os quiero.
S E B A S T IÁ N DE H O RO ZCO
385
S o bre la c a n c ió n v ie ja y m al e n t e n d id a , que d ic e an sí
S e ñ o r Góm ez Arias,
doleos de m í;
soy mochacha y niña
y nunca en tal me vi.
165
Si mi triste madre
tal cosa supiese,
con sus mesmas manos
la muerte se diese.
No hay hombre en el mundo
que no se doliese
de la desventura
que vino por mí.
Señor Gómez Arias, etc.
En cas de mi padre
estaba encerrada,
de chicos y grandes
querida y mirada.
Véom e ora triste
e enajenada;
triste fue la hora
en que yo nací.
Señor Gómez Arias, etc.
Señor Gómez Arias,
habed compasión
de la sin ventura
que queda en prisión.
Conmueva mi llanto
vuestro corazón;
no seáis tan cruel
en dejarme así.
Señor Gómez Arias, etc.
Señor Gómez Arias,
si a Córdoba fuerdes,
a mi padre y madre
me encom endedes;
y de mis hermanos
vos os guardedes,
que no os den la muerte
por amor de mí.
Señor Gómez Arias, etc.
386
] A b a l a s , ábalas, hala,
aba la frol y la g a la !
166
A llá arriba arriba,
junto a mi logare,
viera yo serranas
cantar y baxlare,
y entre todas ellas
mi linda zagala.
¡ A ba la frol y la g a la !
387
L a s ovejas se me v a n ;
¿si me aturdirán?
BARTO LO M É PA LA U
388
T ib í ribi rabo,
tibi ribi ron,
tib i ribi rabo,
cantaba el ansarón.
El hombre cornudo
siempre va espantado,
y el que está desnudo
no está cobijado,
y el hombre azotado
no ha menester jubón.
T ib i ribi rabo,
tibi ribi ron,
tibi ribi rabo,
cantaba el ansarón.
167
JU A N DE T IM O N E D A
389
P a c e d a vuestro solaz,
la m i ovejica,
pues sois bonica.
, 390
E s p o s o y esposa
son clavel y rosa.
391
— Z a g a l a , ¿ d ó está tu am ore?
— Y o m e sé adonde.
— S í goces de tu zurrone
y de tu rueca d’ encino,
di, no me tengas mohíno,
¿ d ó está puesta tu aficion e?
— ¿D ó está puesta mi aficione?
Y o me sé adonde.
168
— A l desamado garzone
dale luego despedida,
y declara por tu vida
dónde está tu corazone.
— ¿D ónd'está mi corazone?
Yo me sé adonde.
392
393
169
394
N a m o r á r o n s e m is ojos
de vuestra hermosura, ¡a f e ! :
mal enamoráronse.
395
170
aquel decir que le quiere:
aquel sí cuando conviene
que a los dos no desiguale,
en los amores no tiene
contento que se le iguale.
396
V e o las ovejas
orillas del m ar,
no veo el pastor
que me hace penar.
V eo m uy esenta
su choza sombría,
sin ver quien sustenta
aquesta alma mía.
V eo mi dolor
crescer y menguar,
no veo el pastor
que me hace penar.
171
17
397
S o y garridica
y v iv o penada
por ser m al casada.
Y o soy, no repuno,
hermosa sin cuento,
amada de uno,
querida de ciento.
N o tengo contento
ni valg o y a nada
por ser m al casada.
LO PE D E R U E D A
398
C an ció n negra
G il a Gonzalé
de la v illa y a m a ;
yo no sé, m adrés,
si m e l’ abriré.
Gila Gonzalé
yam a la torre.
— “ Abrím ela voz,
” fija Yeonore,
"p o rq u e lo cabayo
"m o ja b a falcon e.”
N o sé y o , m adrés,
si me Tabriré.
172
399
M a l a noche me distes,
María de Rión,
con el bimbilindrón.
400
M im b r e r a , am igo,
so la m im brereta.
Y los dos amigos
idos se son, idos,
so los verdes pinos,
so la m im brereta;
mimbrera, amigo.
Mimbrera, amigo,
so la mimbrereta.
Y los dos amados
idos se son ambos,
so los verdes prados,
so la mimbrereta.
PED RO DE ANDRADE C A M IN H A
401
C a n t ig a a e s t a c a n t ig a v e l h a
V é a n t e mis ojos,
y m uéram e yo luego,
dulce am or mío
y lo que yo más quiero.
173
todo en ti es extremo,
todo en mí es amarte.
Sin saber desearte
de deseos muero,
dulce amor mío
y lo que yo más quiero.
ALVAREZ P E R E IR A
402
JO R G E D E M O N T E M A Y O R
403
174
L U IS DE CAM O ENS
40 4
Madre, si me fuere,
do quiera que vo,
no lo quiero yo,
que el Am or lo quiere.
A quel niño fiero
hace que me mueva
por un marinero
a ser marinera.
Es tirana ley
del niño señor,
que por un amor
se deseche un rey.
Pues desta manera
quiero irme, quiero,
per un marinero
a ser marinera.
175
A N T O N IO DE V IL L E G A S
405
C o plas a u n v il l a n c ic o v ie jo
E l corazón se le altera
con el sueño en que se v i o :
si no vio lo que soñó,
soñó lo que ver quisiera.
H ace representación,
en la peña,
de todo el sueño que sueña.
406
C a n t a b a n las aves
con el buen pastor,
herido de am or.
Si en la primavera
canta el ruiseñor,
176
también el pastor
que está en la ribera,
con herida fiera,
con grande dolor,
herido de amor.
SAN TA TERESA DE JE S Ú S
407
V ea quien quisiere
rosas y jazmines,
que si yo te viere
veré mil jardines.
Flor de serafines,
Jesús Nazareno,
véante mis ojos,
muérame yo luego.
N o quiero contento,
mi Jesús ausente,
que todo es tormento
177
a quien esto sien te;
sólo me sustente
tu amor y deseo.
Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno;
véante mis ojos,
muérame yo luego.
408
Dejadllos ir consumiendo,
y no los vais en jugando;
paguen la culpa llorando,
del bien que perdieron viendo.
Lloren tristes, encubriendo
las quejas que tengo dellos,
que son más que mis cabellos.
178
409
L o s mis pensamientos, madre,
pedírselos quiero al aire.
PED R O D E P A D IL L A
410
L a sierra es alta
y áspera de so b ir;
los caños corren agua
y dan en el toronjil.
Madre, la mi madre
de cuerpo atán garrido,
por aquella sierra
de aquel lomo erguido
iba una mañana
el mi lindo am ig o ;
llaméle ccn mi toca
y con mis dedos cinco...
Los caños corren agua
y dan en el toronjil.
411
179
bien haya quien hizo
cadenas de am ore.
Está un zagalejo
perdido por ella,
tanto que no puede
dejar de querella.
Bien haya quien hizo
cadenas de amore.
JU A N LÓ PEZ DE ÚBEDA
412
V il l a n c ic o a la N a t iv id a d d el S eño r
¿Q uién no os amará,
Niño R ey del cielo,
si aquí sois consuelo,
y la gloria allá?
Quien al alma os ama,
y por vos hoy llora,
tanto cuanto os ama
a Dios enamora.
180
que el alma que os ama
a Dios enamora.
J. D ÍA Z R E N G IF O
413
V il l a n c ic o a l N iño J e s ú s r e c ié n n acido
S o l e s claros son
tus ojuelos bellos,
oro los cabellos,
fue^o el corazón.
Rayos celestiales
echan tus mejillas,
son tus lagrimillas
perlas orientales,
tus labios corales,
tu llanto es canción,
oro los cabellos,
fuego el corazón.
F R A N C IS C O DE OCAÑA
414
— H a y m aravillas de ver,
que perturban el se n tid o ;
181
dígoos que Dios es nacido
esta noche de mujer.
V i cantar y vi tañer
donde la V irgen está;
y estas nuevas hay allá.
V i cánticos celestiales
en el pobre portalejo;
cantan la Madre y el V iejo
con los coros celestiales.
Puesto entre dos animales
todo nuestro bien e stá;
y estas nuevas hay allá.
H ay tantos de musicorrios,
que es para m aravillar;
tanto danzar y bailar,
que parecen desposorios,
y llena de relumbrorios
aquella casilla e stá ;
y estas nuevas hay allá.
•F R A N C IS C O DE Á V IL A
415
PORTALICO divino,
¡ cuán bien pareces
con el niño chiquito, bonito,
que nos ofreces!
Dulce portalico,
lleno de mil perlas,
¡ quién pudiera haberlas
para quedar ric o !
182
T u s bienes publico,
pues tan bien pareces
con el niño chiquito, bonito,
que nos ofreces.
En tu cuadra bella
yace el claro sol,
que con su arrebol
da gran luz en ella :
con tan clara estrella
cielo pareces,
con el niño chiquito, bonito,
que nos ofreces.
N iño Dios divino
vin o a ti del cielo,
debajo de un velo
raro y peregrino,
y en este camino
el alma enriqueces
con el niño chiquito, bonito,
que nos ofreces.
416
C o n trah ech as
E n San Julián,
en somo un collado,
si me vieres oyes,
oyes si me vieras,
jugar al callado.
Saliendo al ejido,
topé unas zagalas :
quedé embebescido
mirando sus galas,
y tomando alas,'
que me han levantado,
si me vieres, oyes...
183
Híceles crianza,
solté mi melena
y metíme en danza.
Dios y norabuena.
U n juego se ordena,
de chite, al callado;
oye, si me vieras...
Todas me miraron
y a todas m iré ;
como no hablaron,
yo también callé.
Luego barrunté
ser juego avisad o ;
si me vieres, oyes...
Entre ellas estaba
una zagaleta
hermosa y discreta,
zahareña y brava,
que siempre jugaba
m uy al recatado;
si me vieras, o y e s...
Y o , por no perder,
juguéle un suspiro,
y cogíle un miro
tornándola a ver.
Si se ha de perder,
va el resto envidado
si me vieras, o ye s...
Galán que suspira,
¿q u é tiene de resto?
Corazón dispuesto
amar a quien m ira ;
si ello no es mentira
quédese empezado.
Si me vieras, oyes...
Entre unas zagalas
de valor preciado,
si me vieras, oyes,
oyes, si me vieras,
jugar al callado.
184
M IG U E L D E C E R V A N T E S
417
P or un sevillano,
rufo a lo valón,
tengo socarrado
todo el corazón.
Por un morenico
de color verde,
¿cuál es la fogosa
que no se pierde?
Detente, enojado,
no me azotes m ás;
que si bien lo miras,
a tus carnes das.
418
M a d r e , la mi madre,
guardas me ponéis,;
que si yo no me guardo,
no me guardaréis.
185
Si la voluntad
por sí no se guarda,
no la harán la guarda
miedo o calid ad ;
romperá en verdad
por la misma muerte,
hasta hallar la suerte
que vos no entendéis.
Que si yo no me guardo,
no me guardaréis.
Es de tal manera
la fuerza amorosa,
que a la más hermosa
la vuelve en quimera :
el pecho de cera,
de fuego la gana,
las manos de lana,
de fieltro los pies.
Que si yo no me guardo,
no me guardaréis.
419
A LA guerra m e lleva
m i n e ce sid a d :
si tuviera dineros
no fuera en verdad.
186
420
421
Cúmpleme disimular,
por acabar de acabar,
y porque el mal, con callar,
se hace mucho m aycr :
conmigo traigo el dolor.
422
B a il a n las gitanas,
m íralas el r e y ;
la reina, con celos,
m ándalas prender.
187
Turbada, Bélica
cayó junto al rey,
y el rey la levanta
de puro cortés;
mas como es Belilla
de tan linda tez,
la reina, celosa,
mándalas prender.
423
P i s a r é y o el polvico,
atán m en u d ico;
pisaré yo el polvo,
atán m enudo.
Pisaré yo la tierra
por más que esté dura,
puesto que me abra en ella
Am or sepultura;
pues ya mi buena ventura
Am or la pisó
atán menudo.
Pisaré yo lozana
el más duro suelo,
si en él acaso pisas
el mal que recelo;
mi bien se ha pasado en vuelo,
y el polvo dejó
atán menudo.
G A B R IE L DE PERALTA
424
I Q u e d i TO ! N o me toquéis,
entrañas m ía s;
que tenéis las manos frías.
188
que si vos no lo sentís,
de sentido estáis privado.
N o toquéis en lo vedado,
entrañas m ía s:
que tenéis las manos frías.
D O N L U IS DE GÓ NGO RA
425
Aurora de ti misma,
que cuando a amanecer
a tu placer empiezas,
te eclipsan tu placer,
serénense tus ojos,
y más perlas no des,
porque al sol le está mal
lo que a la aurora bien.
Desata como nieblas
todo lo que no ves :
que sospechas de amantes
y querellas después
189
hoy son flores azules,
m añana serán m iel.
426
LO P E DE VEGA
427
190
428
A LA gala de la madrina,
que nadie la iguala en toda la villa.
429
D ad para la Maya,
gentil caballero :
más vale la honra
que todo el dinero.
430
431
V ie n e n de San Lúcar,
rompiendo el agua,
191
a la T orre del Oro,
barcos de plata.
E n estas galeras
viene aquel ángel.
¡ Quién remara a su lado
para lib ralle!
Sevilla y Tríana,
y el río en m ed io :
así es tan de mis gustos
tu ingrato dueño.
432
G a l e r i c a s de España,
sonad los remos,
que os espera en San Lúcar
Guzmán el Bueno.
Barcos enramados
van a Tríana,
el primero de todos
me lleva el alma.
43 3
RÍO de Sevilla,
¡ quién te pasase
sin que la mi servilla
se me m ojase!
192
Salí de Sevilla
a buscar mi dueño,
puse al pie pequeño
dorada servilla.
Como estoy a la orilla
mi amor mirando,
digo suspirando :
¡ quién te pasase
sin que la mi servilla
se me m ojase!
434
A LA daña dina,
a la dina daña,
a la daña dina,
Señora divina,
a la dina daña,
reina soberana.
193
435
436
Y a no cogeré verbena
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.
Y a no cogeré verbena,
que era la hierba amorosa,
ni con la encarnada rosa
pondré la blanca azucena:
prados de tristeza y pena
sus espinos me d arán ;
pues mis amores se van.
Y a no cogeré verbena
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.
437
194
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. A l que coge sin guarida,
Todos, que a m í m al ferid o m e ha.
Uno. mata de celos y envidia.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. Niña, guárdate del toro.
rodos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. Guárdate, niña, del toro.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. D a engaños y pide oro.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. Da vueltas al más dichoso.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Uno. A l más cuerdo vuelve loco.
Todos. Y a mí mal ferido me ha.
Uno. Igualarlos quiere a todos.
Todos. Que a mí mal ferido me ha.
Guárdate del toro, niña,
que a mí mal ferido me ha.
438
M a ñ a n ic a s floridas
del frío invierno,
recordad a mi Niño,
que duerme al hielo.
Mañanas dichosas
del frío deciembre,
aunque el Cielo os siembre
de flores y rosas,
pues sois rigurosas,
y Dios es tierno,
recordad a mi Niño,
que duerme al hielo.
439
B ie n ven ga el A lcaide,
norabuena ven ga,
Don García Ramírez,
195
venga norabuena,
de vencer los moros,
norabuena v e n g a :
banderas azules,
venga norabuena,
entolden la ermita,
norabuena venga,
de la hermosa V irgen ,
venga norabuena,
que le dio victoria,
norabuena venga.
N o hay dama en M adrid
que esclavo no tenga :
norabuena venga.
440
441
442
196
per aquí daréis la vuelta,
si no me muero.
443
444
¿ C u á nd o saliredes, alba,
alba galana,
cuándo saliredes, alba?
197
Todos. ¿Cuándo saliredes, alba,
alba galana,
cuándo saliredes, alba?
445
Labradores de Castilla,
vení a ver a maravilla
trigo blanco y sin neguilla
que de verlo es bendición.
Ésta sí que es siega de v id a ,
ésta sí que es siega de flor.
446
C am in ito toledano,
j quién te tuviera ya an d ado!
447
RÍO de Sevilla,
] cuán bien pareces
198
con galeras blancas
y ramos v erd es!
448
Trébole de la casada
que a su esposo quiere b ie n ;
de la doncella también,
entre paredes guardada,
que, fácilmente engañada,
sigue su primero amor.
Trébole, ¡a y , Jesús, cómo huele!
T rébole, ¡a y , Jesús, qué olor!
Trébole de la soltera
que tantos ameres m u d a;
trébole de la viuda
que otra vez casarse espera :
tocas blancas por defuera
.y el faldellín de color.
Trébole, ¡a y , Jesús, cómo huele!
T rébole, ¡a y , Jesús, qué olor!
449
Q u e de noche le m ataron
al caballero,
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.
Sombras le avisaron
que no saliese,
y le aconsejaron
que no se fuese
el caballero,
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.
199
450
Una vo z ■E s t e niño se lleva la flor,
que los otros no.
451
452
¿ D e dó viene, de dó vien e?
V iene de Panamá.
¿D e dó viene el caballero?
Viene de Panamá.
Trancelín en el sombrero.
V iene de Panamá.
Cadenita de oro al cuello.
V iene de Panamá.
En los brazos el griguiesco.
Viene de Panamá.
Las ligas con rapacejos.
V iene de Panamá.
Zapatos al uso nuevo.
Viene de Panamá.
Sotanilla a lo turquesco.
i
200
Viene de Panamá.
¿D e dó viene, de dó viene?
Viene de ranam a.
¿D e dó viene el hijodalgo?
Viene de Panama.
Corto cueiio y puños largos.
Viene de Panamá.
La daga, en banda, colgando.
Viene de Panamá.
Guante de ámbar adobado.
Viene de Panamá.
Gran jugador de vocablo.
Viene ae Panamá.
N o da dinero y da manos.
Viene de Panamá.
Enfadoso y mal criado.
Viene de Panamá.
Es A m o r : llámase indiano.
V iene de Panamá.
Es chapetón castellano.
Viene de Panamá.
En criollo disfrazado.
Viene de Panamá.
¿D e dó viene, de dó viene?
Viene de Panamá.
453
P o r el m ontecico sola,
¿có m o iré?
¡ A y, Dios, si me perderé!
454 .
201
Tres y cuatro en un pimpollo,
que yo me las varearé.
A l agua de Dinadámar,
que yo me las varearé,
allí estaba una cristiana,
que yo me las varearé;
cogiendo estaba avellanas;
que yo me las varearé.
El moro llegó a ayudarla,
que yo me las varearé.
Y respondióle en ojad a:
“ Que yo me las v are aré ;
deja las avellanicas, moro,
que yo me las varearé.
Tres y cuatro en un pimpollo,
que yo me las varearé” .
Era el árbol tan famoso,
que yo me las varearé,
que las ramas eran de oro,
que yo me las varearé,
de plata tenía el tronco,
que yo me las v are aré ;
hojas que le cubren todo,
que yo me las varearé,
eran de rubíes ro jo s;
que yo me las varearé.
Puso el moro en él los ojos,
que yo me las varearé,
quisiera gozarle so lo ;
que yo me las varearé.
Mas díjole con e n o jo :
“ Que yo me las vare aré ;
deja las avellanicas, moro,
que yo me las varearé.
Tres y cuatro en un pimpollo,
que yo me las varearé” .
455
¡ A y , F o rtu n a:
cógeme esta aceituna!
202
Aceituna lisonjera,
verde y tierna por defuera
y por de dentro m ad era:
fruta dura e importuna.
1 A y, F o rtu n a:
cógeme esta aceituna!
JO SÉ DE V A L D IV IE L S O
456
U n o s ojos bellos
adoro, m a d r e :
téngolos ausentes,
verélos tarde.
N o sé qué me vi
cuando los miré,
203
que en ellos me hallé
y en mí me perdí.
Y a no vivo en mí,
sino en ellos, m ad re:
téngolos ausentes,
verélos tarde.
457
L etra a l n iño Je s ú s
204
458
L a m alva morenica, y va,
la malva morená.
459
N o me engañarás más,
el escolarillo :
no me engañarás más.
Con adormideras
mis desvelos b u rlas;
das bienes de burlas,
y males de v e ra s:
con gustos esperas,
y pesares das :
no me engañarás más.
460
FLORECICAS azules,
el verd e rom ero,
prado de m i gusto,
color de m i cielo.
Romerito verde,
que verde os estáis,
viendo que se os pasa
la flor de la edad,
mis puertas entrad,
el verde romero,
prado de mi gusto,
color de mi cielo.
T IR SO DE M O L IN A
461
P a s t o r c ic o nuevo,
de color de azor,
205
bueno sois, vida mía,
para labrador.
Pastor de la oveja
que buscáis perdida,
y ya, reducida,
viles pastos d e ja ;
aunque vuelta abeja,
pace vuestras flores;
si sembráis amores
y cogéis sudor,
bueno sois, vida mía,
para labrador.
462
463
206
las rosas que hacen su cara
por agosto prim avera!
Todos. Segadores, afuera, afuera,
dejen llegar a la espigaderuela.
[U n o .] Si en las manos que bendigo
fuera yo espiga de trigo,
que me hiciera harina, digo,
y luego torta o bodigo,
porque luego me comiera.
Todos. Segadores, afuera, afuera,
dejen llegar a la espigaderuela.
464
207
Todos. Vam os, vamos,
vamos a poner ramos.
465
466
467
468
203
Mús. 2.° ¡ A y, que a la vela de la ermita nueva,
Rojas y Galbarros la gala se lle v a n !
469
A n d a , niño, anda,
que Dios te lo manda
y Santa María
que andes en un d ía ;
señor San Andrés
que andes en un m e s;
señor San Bernardo
que andes en un año,
sin hacerte daño
en esta demanda.
Anda, niño, anda,
que Dios te lo manda.
470
L U IS Q U IÑ O N E S DE BENAVENTE
471
209
como a m í no m e coja,
¿q u é se m e da a m í?
472
D io s me libre, madre,
de las mozuelás,
que a mí preso me tienen,
y a mí muerto me han,
G A SPA R DE A G U IL A R
473
L á s t im a tengo de veros,
la blanca niña,
pues el cielo os ha guardado
tal desdicha.
M al lograda mocedad,
y sin ventura,
si ha de entregarse a la tierra
esa hermosura.
210
¡ A y , cara de rosa,
ay, niña hermosa,
la desgraciada,
la mal lograda,
viuda os vea yo
a la m ad rugada!
L U IS V É L E Z DE GU EVARA
474
¡ Q u ié n como ella,
la serrana de la V e ra !
211
la serrana de la Vera.
Dios mil años mos la guarde
la serrana de la Vera,
y la dé un galán amante,
la serrana de la Vera,
para que con ella case
la serrana de la Vera,
y para a los Doce Pares
la serrana de la V era.
¡ Quién como ella,
la serrana de la V e ra !
475
S a l t e ó m e la serrana
juntico al pie de la cabaña.
476
#
¡ A y !, que desde Vienes
a Cantillana
hay una legüecita
de tierra llana.
477
L a luna de la «sierra
linda es y morena.
212
CALDERÓN DE LA BARCA
478
479
S u b ie r a Morales
en el su caballo,
la espuela de melcocha ,
y el freno de esparto.
Luneta,
átala allá de la sonsoneta.
E n la calle nueva
está enam orado;
por mirar arriba '
cayera en un charco.
Luneta,
átala allá de la sonsoneta.
Sogas y maromas
tiran a sacarlo :
sácanle una asadura
que habia merendado.
Luneta,
átala allá de la sonsoneta.
M O R ET O
480
C o ja m o s la rosa
de la edad veloz
antes que el invierno
m archite su flor.
D áb ale con el azadoncito,
dábale con el azadón.
213
De su primavera
todos gocen h o y :
que a los verdes años
el tiempo es traidor.
Dábale con el azadoncito,
dábale con el azadón.
F. DE R O JA S Z O R R IL L A
481
E n Valladolid, damas,
juega el rey las cañas.
IN C Ó G N IT O
482
A q u e l zagalito
de aquel pesebre
bien se le conoce
que am ores tiene.
214
ccn perlas preciosas
están convidando;
y de cuando en cuando,
porque solloza,
cantan en su choza
cantos aleg res:
bien se le conoce
que amores tiene.
|
DON F R A N C IS C O DE BO RJA
483
484
L la m o con suspiros
al bien que pierdo,
y las galerillas
baten los remos.
485
215
Madre, la mi madre,
¿para qué queréis
que fíe en un tiempo
mudable y sin fe,
y penas me den
flores y esperanzas,
si se pierden unas
y otras se engañan?
486
A i r e c i l l o s del puerto
que sopláis tan fríos,
apostad que os abraso
con mis suspiros.
Aires de la sierra
que en la helada cama
os acuesta enero
y mayo os levanta,
cuando más airada
vuestra fuerza os miro,
apostad que os abraso
con mis suspiros.
DON D IE G O DE S IL V A Y M EN DO ZA
487
A r d e d , corazón, a rd e d :
que yo no os puedo valer.
216
¿Cóm o podrá ya la fuerza
y el vivo ardor que os ofende,
si la hermosura le enciende
y la honestidad le esfuerza?
Vuestro valor no se tuerza,
pues que sufrís merecer.
A rded, corazón, arded :
que yo no os puedo valer.
Considerad la ocasión
de tan penoso cuidado,
y veréis que estáis pagado
con sola vuestra pasión.
La pena es el galardón,
no hay que esperar más merced.
Arded, corazón, arded :
que yo no os puedo valer.
488
P e n s a m ie n t o , ¿d ó n d e has estado,
que tan m ala noche m e has d ado?
T odo ha sido imaginar
en mil glorias ya pasadas,
cuando sólo imaginadas
no las merecí gozar.
Y si por ver malograr
mis pasados pensamientos
quieres borrar mis intentos,
es en vano tu cuidado.
¿D ón de has estado,
que tan mala noche me has dado?
Todo ha sido atormentarme
y apartarme de mi cielo,
y entender que trae consuelo
cuando sólo es de matarme.
N ada puede consolarme
fuera del bien que pretendo :
que v iv ir aquí muriendo
quiero más que allá pagado.
¿D ónde has estado,
que tan mala noche me has dado?
217
fU A N DE S A L IN A S
489
PÚSOSEME el sol,
salióm e la lu n a ;
más quisiera, m adre,
ver la noche oscura.
El que yo quería,
madre, no me quiere,
y por mí se muere
el que aborrecía.
Sin mi luz y guía
no quiere otra alguna :
más me vale, madre,
ver la noche oscura.
F R A N C ISC O DE T R IL L O Y F IG U E R O A
490
Andando en el suelo
vide un ánsar chico,
y alzando su pico
vino a m í de v u e lo ;
diome un gran consuelo
de verlo alear.
218
¡ Válgam e Dios, que los ánsares vu elan !
¡ Válgam e Dios, que saben volar !
E l ánsar gracioso
comenzó a picarme,
y aun a enamorarme
su pico am oroso;
mas, como alevoso,
volvióm e a dejar.
¡V álgam e Dios, que los ánsares vuelan!
1 Válgam e Dios, que saben volar!
Era tan bonico
que me dejó en calma,
dando gusto al alma
su agraciado pico.
Pues era, aunque chico,
grande en el picar.
¡V álgam e Dios, que los ánsares vuelan!
¡ Válgam e Dios, que saben v o la r !
Más quisiera yo
nunca haberle visto,
pues dulce le asisto
y cruel se huyó :
. sólo me dejó
que sentir y amar.
¡ Válgam e Dios, que los ánsares vu e lan !
¡ Válgam e Dios, que saben v o la r!
¡ A y, Am or cruel,
cuando quieres paces,
qué de halagos haces;
cuando no, qué in fiel!
¿D ónde iré tras él,
que no sé volar?
¡V álgam e Dios, que los ánsares vuelan!
¡V álgam e Dios, que saben v o lar!
A N T O N IO SÁ N C H EZ TO RTO LÉS
491
L l e n a v a de flores
la blanca niña,
219
t
llena va de flores :
Dios la bendiga.
Sale coronando
el prado y ribera,
cual la primavera
la tierra alegran do;
mil colores dando
al lirio y la rosa,
tan bella y hermosa
que el cielo se admira.
Llena va de flores
la blanca niña,
llena va de flores :
Dios la bendiga.
A l mundo enamora
el aspecto grave
y el olor suave
desta nueva Flora,
que excede a la Aurora
cuando más compuesta
sale, haciendo fiesta,
el Sol que la mira.
Llena va de flores
la blanca niña,
llena va de flores :
Dios la bendiga.
492
E m b a r c ó s e mi am ad o:
yo iré a buscarle
por el mar de mis ojos,
si faltan mares.
E l mar proceloso
tengo de pasar,
que no teme el mar
un pecho amoroso,
y si, de .envidioso,
su agua me anega,
220
como loca y ciega,
yo iré a buscarle
por el mar de mis ojos,
si faltan mares.
N o me dan temor
mudanzas del mar
por ir a estorbar
mudanzas de am o r;
que de su furor
y ciego alboroto,
Am or, que es piloto,
sabrá sacarme.
Y o iré a buscarle
por el mar de mis ojos,
si faltan mares.
221
C A N C IO N E S JU D E O -E S P A Ñ O L A S
493
M a l o g r a d o m uere,
m alogrado ya se m oría,
m aique 1 a todos duele
cuando se guardan de la luz del día.
M alogrado muere
de hermosa frente,
maique a todos duele
cuando no aljadra 2 nadie de su gente.
Malogrado muere
de ojos pintados,
maique a todos duele
cuando no se casa y deja un deseado.
Malogrado muere
de cara pintada,
maique a todcs duele
cuando no trae la novia a su casa.
1 m aique, aunque.
2 aljadrar, presentar.
3 alaría, ¿griterío?
*
222
corren desmandadas,
cuando se guardan de las alegrías.
Y ayujo y ayujo 4,
y ande el sol no salía,
y ande el aguíla negra
sus voces a todos daría,
las vcces de mancebos y argasbas 5.
494
Y a am anece, ya am an ecía;
los que los pica la m uerte
• no s’adorm ían.
Y a amanece, ya amanecía,
ya amanece, y con mucho pesare;
levantad, los maridos buenos,
para estar en sus lugares.
4 ayujo, ¡ o h !
5 argasbas, doncellas.
6 quem adas, ¿viu d as?
7 jupa, nupcias.
223
495
H á g a n l e , le hagan
vestidos con m ucho pesare,
que h o y se departe
de su casa y su lugare.
H áganle, le hagan
vestidos con muchas oínas 8 : -
para el golpe rabioso
no halló cura ni melecina.
H áganle, le hagan
vestidos con mucho sospiro :
se van los novios chiquitos
y no crían a sus hijos.
Háganle, le hagan
vestidos con mucha alear ja 9 :
se van los novios chiquitos
y vácian su casa.
496
N o me echéis de la tierra
sobre su hermosa frente,
que hoy se desparte
de su casa y de su gente.
N o me echéis de la tierra
sobre sus ojos pintados:
se van los novios chiquitos,
no crían sus deseados.
497
8 oínas, endechas.
9 alear ja, pena.
*
224
498
F u ÉRAME a bañar
a orías del río,
ai encontrí, m adre,
a m i lindo a m ig o :
él m e dio un abrazo,
yo le di sinco.
Fuérame a bañar
a oría del claro,
ai encontrí, madre,
a mi lindo am ad o:
él me dio un abrazo,
yo le di cuatro.
499
D e b a jo del lim ón
dorm ía la niña,
y sus pies en el agua fría.
Su amor por ai v en d ría:
— “ ¿Q ué hases, mi novia garrida?”
— “ Asperando a vos, mi vida,
lavando vuestra camisa
con xabón y lexía” .
Debajo del limón, la niña,
sus pies en el agua fría
su amor por ai vendría.
500
DECILDE a m i am or,
si bien m e am a,
que traiga la m uía
ande cabalga,
que yo no puedo
ir a piedé, .
que yu e v e m enudito
y m e m ojaré.
225
Que los mis ojos,
que morenita y o ;
esilde que no puedo ir,
que se me arrastró
el chapí.
501
Y a traem os a la vaca
con los cuernos de albahaca
para bodas.
¡ A y qué lindas y qué b o d a s!
Y a traemos el carnero
y con los cuernos d ’acero
para bodas.
¡ A y qué lindas y qué b o d as!
Y a traemos a la vaca
con los cuernos de oro y plata
para bodas.
¡ A y qué lindas y qué b o d as!
C A N C IO N E S CATALAN AS
502
503
227
sens pietat me fa morir.
Jo l’auré o-m costara.
504
Vostre disposició
té tanta perfecció,
que, sens dir-vos ficció,
pus bella sou que no-us dic.
505
506
228
que la que vos tant aymau
no-us prehe gayre.
229
N O T A S
231
figuran cuatro romances con L a trágica y lam entable historia de los
com endadores, y venganza de don Fernando (edic. de A . González Pa-
lencia, M adrid, 1947, núms. 634-638). Finalm ente, Lope de V eg a basa'
en este cantar su drama de Los com endadores de Córdoba (edic. A ca d .,
X I , prologada por M . M enéndez Pelayo). Gallardo, E n sayo, III, col. 392,
atribuye la glosa a Pedro de Lerm a, pero no es atribución segura.
(Texto según D urán, R ivad eneyra, X V I , 697.)
9 -15 . D el Cancionero de H erb era y, posterior a 1458. (Edic. de C. V .
A ub ru n , Bordeaux, 19 5 1, págs. 39, 4 1, 42, 43, 44, 58, 92.)
16 . Se halla en un “ juego trobado que hizo (Pinar) a la reyna doña
Isabel” , hacia 1495. (Cancionero castellano del siglo X V , N B A E , X X I I ,
pág. 560. V éase también un estribillo parecido én la canción núm . 100.)
17 -19 . Del Cancionero G eneral de H ernando del Castillo. (Edic. de
Bibls. Españoles, vol. II, págs. 427, 555 y 6 17 . E l prim ero y el último
están calificados de “ viejos” .)
20. V ersión del Cancionero d e Juan de M olina, Salam anca, 1527,
reeditado por Eugenio A sensio, V alencia, 19 52, pág. 34. E n la glosa
aparece el verso 15 , que no figura en el texto del romance. L o s cuatro
primeros versos de este romance se convirtieron en la canción más
glosada durante el siglo XVI, hasta el punto de poder afirm ar Barbierí
que era fácil escribir todo un libro. Llegó a convertirse a lo divino
(Ocaña, Cancionero, en Gallardo, E n sa yo, III, col. 1009) y hasta Lo pe de
V ega escribiría su comedia de La bella m alm aridada. E n el C a n d o '
ñero general (n.° 287 del A péndice, ed . de A m beres), se encuentra ya
una protesta contra los numerosos glo sad ores:
(Otro texto del mismo romance en D urán, Rom ancero, II, 450, n.° 1459,
posterior al de Molina.)
2 1. T e xto en D er Spanische Cancionero des British M useum , ed. de
H . Rennert en Rom anische Forschungen, X , 35.
22-23. D e un precioso cancionero musical de la Biblioteca Colombina
de Sevilla, fols. 72V y 86.
24-64. Proceden todas estas bellas canciones del fam oso Cancionero
musical de los siglos X V y X V I , publicado por F . A sen jo Barbieri, y
después por H iginio A nglés, La m úsica en la Corte de los R eyes C ató'
licos, II, Barcelona, 1947, donde se anuncia un tercer vo l. Por esta
v
232
causa seguimos aún la edic. de Barbieri, donde encontrará el lector
algunas notas a diversas canciones (núms. 6, 17 , 48, 50, 53, 58, 6 1, 85,
98, 103, 1 1 3 , 1 1 5 , 12 7 , 1 3 1 , 143, 15 7 , 1 7 1 , 17 5 , 227, 234, 237, 245,
258, 259, 263, 304, 398, 400, 4 0 1, 402, 404, 408, 410, 4 16 , 423, 424,
427, 434, 438). Para la corrección al[lá~] en el n .° 62, comp. : “ Si vistes
allá el tortero andando, que perdí la rueca y el huso no hallo” , Correas,
Vocabulario de refranes, pág. 462.
65-68. D el ms. 5593 de la B ib l.a Nacional de M adrid, de principios
del siglo XVI, fols. 72, 74, 76 y 98. E l n .° 65 se glosó también en el
Rom ancero general de 1600 (ed. cit., n.° 270). El n .° 66 figura como de
J. Fernández de H eredia en la impresión de sus obras de 1562. V éase
Rafael Ferreres, Juan Fernández de H eredia. Obras, Espasa-Calpe, M a
drid, 1955.
69. Publicado por R. Foulché-Delbosc, U n “ villancico” retrouvé,
en R e v . H is p ., 1905, p. 2 8 1.
70-75. D el Cancionero llamado “ Flor de enam orados” de Juan de L i
nares (Barcelona, 1562, reedic. de A . Rodríguez-M oñino y D . D evoto,
V alencia, 1954, fols. 6, 23, 63, 92V, 97V, y 99). Las endechas, n .° 72,
se hicieron m uy populares. L as imitó A ndrade Carmnha, y las recordó
Lope en Las famosas asturianas (edic. A cad ., V II, pág. 207). Covarru-
bias, T eso ro , s. v . endecha, copia los cuatro primeros versos. Una
versión ligeram ente distinta se divulgó en pliegos sueltos. (V id. la Co
lección de pliegos sueltos... de V . Castañeda y A . H uarte, M adrid,
1929, pág. 3 1 , . y en los Cancionerillos de Praga, en R e v . H isp ., L X I ,
pág. 395, com ienzan: “ N o lloréis, mi madre, / que me dais gran
pena, / bástame la mía / sin sentir la ajena.” )
76. E n Coplas hechas p o r D iego García. Pliego suelto, s. a ., en
Gallardo, E n sayo, III, col. 14.
77. D e Poesías de antaño, en R e v . H isp ., X X X I , pág. 525.
78-80. T exto s de O cancioneiro musical e poético da Biblioteca P ii-
blia H ortensia, edic. de M . Joaquim , Coim bra, 1950, págs. 89, 96 y 178.
(Otra glosa del villancico 78 puede verse en el Cancionero musical de
Palacio, edic. cit., n .° 4 13 , glosa mucho más extensa. El villancico 80
continúa sólo con dos versos, que hemos su p rim id o : V ase este pas
tor / a ver su p a stora...” )
81-82. Del Cancioneiro d ’ E vo ra , publicado por Victor E . H ardung,
Lisb oa, 1875, págs. 50 y 68.
83. E n E . M . T o rn er, ín dice de analogías..., n .° 154. (V id. In tro '
ducción, pág. L X III.)
84-86. En Luis de N arváez, Los seis libros del D elphin de M usu
c a ..., Valladolid, 1538 , reedición de E . Pujol, Barcelona, 1945, núms. 37
39, 40-45 y 48. Tenem os presentes las observaciones de M . Frenk
233
Alatorre en la N R F H , V I, 1952, págs. 36 y sigs., donde el lector en
contrará abundantes referencias a las distintas glosas de estos villan
cicos tan famosos. El n .° 86 aparece en la ed. de E . Pujol con cuatro
versos procedentes de una glosa muy culta. V éase otra glosa del Conde
de Salinas en el n .° 487.
87-88. En Alonso M udarra, T res libros de música en cifra para v i
huela, Sevilla, 1546, reedición de E . Pujol, Barcelona, 1949, núm s. 72
y 73. (M. Frenk A latorre, art. cit., cree que el último verso del
n .° 88 — “ ¡Isab el, la tan g a rrid a !” — es el comienzo de alguna glosa
perdida, hipótesis que parece muy acertada.)
89-97. De Juan V ásquez, Villancicos y canciones... a tres y a qua-
tro, Osuna, 15 5 1. (En Gallardo, E n sayo, IV , cois. 922-926.) En el n .° 93
usamos la forma “ Fem andico” , tal como está en Fuenllana.
98-129. De Juan V ásquez, Recopilación de sonetos y villancicos a
quatro y cinco, Sevilla, 1560, reed. de H . A n glés, Barcelona, 1946,
págs. 29-47. Recomendamos al lector interesado en estas canciones las
notas del gran musicólogo A nglés. A llí encontrará abundantes referencias.
La 120 se sigue cantando hoy entre los sefarditas de T etu án . Para el
n .° 10 3, comp. M . Frenk A latorre, N R F H , X I I, 1958, pág. 3 16 , n. 18.
13 0 -13 3 . Del L ibro de m úsica de vih u ela , de D iego Pisador, Sala
manca, 1552, fols. 9, 12 , 13 y 14 . (Véase otra glosa a A quellas sierras,
m adre, en el n.° 4 10 . L a cancioncilla 133 se rehace de acuerdo con la
versión que da Gil V icente en la Farsa de Inés P ereira, O bras, 1562,
f. 2 17 . La alteración afecta a los tres prim eros versos.)
134-136. D e M . de Fuenllana, L ibro de m vsica para vih u ela , in ti
tulado O rphenica lyra, 15 5 4 , fols. 13 3 V , 137V , 16 9. (La n .° 1 3 4 puede
verse en Pedrell, Catalech, II, 149, con música de Flecha.)
13 7 -15 2 . Del famoso Cancionero de U psala (V illancicos de diuersos
autores a dos y a tres y a quatro y a cinco boZes, agora nuevam ente
corregidos), V enecia, 1556. Seguim os la ed. de Méjico de 1944, donde el
lector encontrará las notas de R . M itjana a diversas canciones. V id .
también L a poesía d el Cancionero de U ppsala de L . Querol Roso en
A nales de la U niversidad de V alencia, X , 1929-1930, págs. 6 3-179 , don
de se estudian canción por canción los antecedentes de cada una. San
Juan de la Cruz conocía la canción n .° 15 2 y le daba un sentido divino.
(Comp. D . Alonso, Poesía española, M adrid, 1952, págs. 251-252.)
15 3 . D e la S ilva de syrenas, de A . de V alderrábano. (La copiamos del
Cancionero musical de la Casa de M edinaceli, ed. de M iguel Querol,
Barcelona, 1949, pág. 52.)
154. Del L ib ro de cifra n u eva para tecla, harpa y vih u ela, por Luis
V en egas, A lcalá, 15 57 , f. 73.
\.
234
I 55' I 57- Del L ibro de música en cifras para vihu ela, intitulado el
Parnaso, por Esteban D aza, V alladolid, 1576, fols. 102 v .°, 104 y 109 v .°
1 58-159 . D e las Ensaladas de F lech a ..., Praga, 15 8 1. (Las hemos
copiado del Catalech de Pedrell, vol. 11, pág. 18 1.)
160. D el ms. 373 (fondo español) de la Biblioteca Nacional de Pa
rís, f. 138V.
16 1 -16 3. Del Cancionero general de H . del Castillo, edic. cit. A p én
dice, núm s. 279, 299 y 3 1 7 . La canción 162 es de 1554» cuando Felipe II
pasó a Inglaterra.
164-169. D el Cancionero de Sebastián de HoroZco, ed. de los Bibls.
Andaluces, Sevilla, 1874, págs. 65, 108, 13 2 , 13 3 , 13 5 , 139.
17 0 -17 2 . Glosados como villancicos viejos por P . de Andrade Ca-
m inha, Poesías inéditas, H alle, 1898, págs. 229, 258 y 454.
17 3 -18 0 . D e un precioso pliego suelto titulado Cantares de diversas
sonadas con sus deshechas m uy graciosas ansí para bailar como para
tañer, s. a ., estudiado por M argit Fren k Alatorre en el Cancionero de
galanes, V alencia, 1952, págs. 60, 63, 64, 66 y 74. ■
18 1-18 6 . De la Silva de varios rom ances, Barcelona, 15 6 1. Reim
presión de A . Rodríguez-M oñino, V alencia, 19 5 3 , fols. 189-190. (Están
dentro de una “ ensalada” . La cancioncilla 18 1 figura también en A utos,
fa rsa s..., ed. de L . Rouanet, 11, pág. 22, y ya la convierte a lo divino
F r. A . M ontesino, Cancionero, Rivadeneyra, X X X V , pág. 464.)
187-188. D el Cancionero llamado Dan.Za de galan es..., recopilado por
D iego de Vera-, Barcelona, 1625. E dic. de A . Rodríguez-M oñino, V a
lencia, 1949, fols. C9V y C ío .
189. Del ms. 506 de la B ibl.a Provincial de Toledo, f. 390. Se halla
tam bién en el Cancionero de T u rín , Poesie spagnole del seicento, ed. por
G . M . Bertini, T orino, 1946, pág. 38. E l estribillo se cantaba ya antes
de 1502, puesto que Lucrecia Borgia, cuando casó con Alfonso de Este,
llevaba consigo* “ un libro sentó a manno de canzone spagnole da diversi
autori” y una de las canciones comenzaba precisamente “ N o passedes
escudero” , según nota del mismo Bertini, que remite a G . Bertoni, R om a'
nische Forschungen, X X , I 9 ° 7 > P^SS- 321 Y s ig s< (Sobre el cambio de
escudero por caballero vid . R . Menéndez Pidal, S obre un arcaísmo léxico
en la poesía tradicional, en D e prim itiva lírica española..., Colección
A u stral, pág. 138.) .
190-194. Del libro D e M úsica Itbrt septem , de Salinas, Salamanca,
15 77 , págs. 302, 3 2 1 , 326, 356 y 422. (El lindo villancico “ ¿ A quién
contaré mis quejas” se encuentra ya al final de un poema del M arques
de A storga en el Cancionero general, según vio R . M enéndez Pidal (L a
p rim itiva poesía, pág. 243), que lo relacionaba con la canción del rey
don Dionís : “ se a vos non for dizer... a quem direi o meu pesar? .
235
Pero A dolfo Salazar (Poesía y m úsica..., en R e v .a de Filosofía y Letras,
M éxico, n.° 8, 1942, pág. 301) encuentra más parecido con un cantar
fran cés: “ cui lirai ge mes amours / amie, se a vos n o n ? ". Una pro
caz glosa a la canción 19 1 figura en el ms. 3618 de la B. Nacional.)
19 5-19 7. D e Odarum (quas vulgo m adrigales appelam us), de P . A .
V ila, Barcelona, 1571» pero nosotros las copiamos del Catalech de Pe-
drell, II, pág. 17 2 . (La 195 se halla también en D iego Pisador, f. 6,
como “ endechas canarias” . La m uy bella canción 197 continúa en Pedrell
con unos versos que nada tienen que ver con ella.)
198. Del ms. 3924 de la B ibl.a N acional de M adrid, f. 27V. (Figura
también en el Vocabulario de Correas, pág. 466, y fue glosada en dé
cimas por Villam ediana, Antología poética, M adrid, 19 44, págs. 357-8.)
199-204. De diversos autos publicados por L . Rouanet en A utos,
farsas..., vol. I, págs. 120, 326 y 4 2 2; vol. II, pág. 5 16 , y vol. III,
pág. 256.
205. De la Com edia intitulada Tesorin a, de Jaime de H uete, ed. de
U . Cronam en Teatro español del siglo X V I , M adrid, 19 13 , pág. 196.
(Canción que ya figuraba en el Cancionero m usical de los siglos X V y
X V I , donde sólo queda el prim er verso.)
206-207. Figuran en el Cancionero de N uestra Señora, Barcelona,
15 9 1, reedic. de A . Pérez Gómez, V alencia, 1952, págs. 7 y 75. (La 207
se encuentra también en Villancicos para cantar en la N a tiv id a d de
nuestro Señor Jesucristo, hechos por Esteban de Zafra, Toledo, 1595,
4 .a hoja. L a versión que nosotros editamos tiene dos estrofas m ás, la 5 .a
y la 6 .a, pero en la cuarta se repiten los dos últimos versos de la tercera,
que copiamos de Zafra.)
208. Figura en la C om edia de la Zarzuela y elección del M aestre de
Santiago, de R eyes M ejía de la Cerda (ms. 4 1 1 7 de la B ib l.a N acional,
f. 156V). La damos como anónima porque ya la cita Salinas en D e
M úsica, pág. 3 0 6 :
Pensó el villano
que yo que dorm ía;
tomó espada en mano,
fuese andar por villa.
237
tradicional. La n .° 247 figura con otra glosa en el n .° 143.) En el
n .° 2 6 1, el 7 .0 verso dice “ mi em barazo” : hacemos la corrección (“ ce
dazo” ) que parece evidente.
262-263. Proceden del Cancionero de T u rín , edic. de G . M . B er
tini, Poesie spagnole del seicento, T orino, 1946, págs. 45 y 49. (El estri
billo de la 262 se publicó en la R e v . H isp ., 19 19 , X L V , pág. 537.)
264. De la Ensalada de la Flota de H . González de E slava. La
copiamos de los Poetas n o vo 'h ispanos, de A lfonso M éndez Planearte,
vol. I, M éxico, 1942, pág. 49.
265-266. Figuran dentro de un “ romance-ensalada” de Góngora que
principia “ A la fuente va del olmo” , ed. de I. y }. M illé, págs. 238-239.
(Las dos cancioncillas fueron bastante populares y abundan las refe
rencias.)
267-274. Proceden de distintos bailes del siglo XVII publicados por
E . Cotarelo en su Colección de entrem eses, loas, bailes, jácaras y m o ji'
gangas, N B A E , vol. 18, págs. 477, 4 8 1, 485, 486 y 495.
275-277. De los Chansonniers espagnols du X V I I e siécle, edic. de
C . V . A ubrun en el Bulletin H ispa niqu e, t. L I, 1949, págs. 278, 288
y 364. (La glosa de la 277 es m uy extensa y sin ningún interés poético.)
278-284. Las pone como ejemplos de distintas voces Sebastián de
C ovarrubias en su Tesoro de la lengua castellana o española, M adrid,
1 6 1 1 . (Reed. de M artín de Riquer, Barcelona, 1943, págs. 42, 16 3 , 409,
432, 629, 674 y 683.) E n el n .° 279, 2 .0 verso, la grafía original es “ e” ;
puede dudarse entre nuestra interpretación o la que sugiere M . Frenk
A la to rre : “ mis amores, ¡ e h l ” ( N R F H , X III, 1959, pág. 3 6 1, n. 3).
285-288. Del Cancionero de Claudio de la Sablonara, pág. 294 (B A E ,
I V , 19 17) y págs. 308, 309 y 3 19 (B A E , V , 19 18 ). Pero la 285 está mal
transcrita. Seguim os el facsím il que publica L . Pfandl en su Introducción
al Siglo de Oro, Barcelona, 1929, pág. 340.
289. Publicada en la Prim avera y flor de rom ances, de A rias Pérez,
M adrid, 16 22, f. 58V.0
290-291. Del Laberinto am oroso, Zaragoza, 1638. R eed . de J. M . Ble-
cua, V alencia, 1953, págs. 47 y 12 7 . (La canción “ Si queréis que os en
trame la puerta” fue m uy popular e n el siglo XVII y su vitalidad llega
h asta hoy, ya que E . M . T orn er en su Cancionero asturiano recoge una
versión m uy parecida, n .° 64. V id . su ín dice de analogías, n .° 163,
«donde se encontrarán otros ejemplos.)
29 2-312. Proceden del célebre Vocabulario de refranes del maestro
Gonzalo Correas, M adrid, 1924. E n muchos casos con la indicación de
fue cantar . (Págs. 19 , 82, 10 3, 109, 1 1 5 , 144, 15 7 , 2 1 1 , 226, 232, 260
263- 3 ! 5' 339> 356, 38°» 4 I 2 > 423, 464, 480 y 510.)
*
. 238
3 i 3 '3 i 6 . T am bién proceden del maestro Correas, pero de su A rte
g ran de, M adrid, 1903, págs. 2 7 1, 275, 280.
3 17 - 3 18 . D e S egu idilles anciennes, publicadas por Foulché-Delbosc
en la R e v . H ispa n iqu e, V lll, núms. 307 y ^66.
3 19 . D e las M aravillas del Parnaso, de J. Pinto de M orales, L is
boa, 16 37. Reed. de la “ Colee. Cisneros” , M adrid, 1943, pág. 7 1. (Es el
estribillo de una letrilla.)
320. Cantar de veladores incluido en El dueln de la V irgen (Riva-
den eyra, V II, 117 ). Seguim os el texto vulgar en vista de que los estu
diosos no se ponen de acuerdo en la ordenación. V id . L . Spitzer, Sobre
la cantica "E y a v ela r” , en N R F H , año IV , 1950, I, págs. 50 y sigs., y
J. B. T re n d , Sobre el “ E ya vela r” de Berceo, en N R F H , año V , 19 5 1, 2,
págs. 226 y sigs. V éase también, Germ án Orduña, La estructura del
Duelo de la V irgen y la cantica “ E ya velar” , en R evista de la facultad de
Filosofía y letras (Tucum án), IV , n .° 10, 1958, págs. 75 y sigs.
3 21-3 29 . Hemos tenido a la vista los textos de la ed. diplomática de
M onaci (II canZoniere... della... Vaticana, H alle, 1875, núms. 17 0 -17 2 ,
242, 250, 438, 7 6 1, 884 y 890), y también el de las Cantigas d'am igo,
editadas por José Joaquim N u nes, vol. II, Coim bra, 1926, págs. 18, 19 ,
2 1 , 7 1, 77, 229, 353, 441 y 4 4 6 : pero no seguimos a N unes en la su
presión de -»- (que él lleva a cabo), y en algún otro pormenor.
33° ' 33I - Seguim os la edición de Ducam in, Toulouse, 19 0 1. En la de
Cejador y Frauca, más asequible, Clás. C ast., vol. 17 , págs. 60 y 265.
3 32 . E l alm irante don D iego H urtado de Mendoza, padre del m ar
qués de Santillana, murió en 1404. E n el Cancionero de Palacio (edic. de
Francisca V en d rell, M adrid, 1945) figuran algunos poemas suyos (el que
editam os, en la pág. 137). E ste delicioso poema es una alegoría del árbol
del amor y por su estructura guarda íntimas relaciones con la poesía
galaico-portuguesa. (Sobre la voz cosaute, vid . el excelente estudio de
E ugenio A sensio, L os cantares paralelísticos castellanos. Tradición y
originalidad, en la R F E , X X X V I I , 19 53, págs. 130 y sigs.)
3 33 . T e x to según la edic. de las Obras hecha por J. Am ador de
los Ríos, M adrid, 1852, pág. 4 6 1. (Pero debemos advertir que en eli
Cancionero de Palacio citado más arriba figura el poemita atribuido a
Suero de Ribera, pág. 1 8 1 . L as cancioncillas intercaladas tienen un tono
más arcaizante y algunas variantes de interés :
239
e non por mí,
que yo bien gelo entendí.)
241
382-384. Juan Fernández de H eredia (n. h . 1485 y m. en 1562) gustó
mucho de glosar villancicos tradicionales. Sus obras poéticas aparecieron
en Valencia en 19 13 en una bella y curiosa ed. de M artí G rajales. (La
canción 382 figura como anónima en el ms. 5593, f. 73, de nuestra
B ib l.a Nacional y el villancico de la 383 era todavía popular a fines del
siglo XVI, puesto que figura como cabeza de una letra del Rom ancero
general, ed. cit., n .° 270.)
385-386. Cancionero de Sebastián de H orozco, Sevilla, 1874, págs. 68
y 16 7. S . de Horozco (i5 io ? -i5 8 o ) fue muy aficionado a glosar canción-
cillas tradicionales (véanse los núm s. 164-169, que proceden también de
su Cancionero). La vitalidad de la canción de la niña de Gómez A rias fue
extraordinaria. Consúltese el artículo de Ram ón Rozzel, T h e scmg and
legend of GómeZ A rias, en la H ispanic R e v ie w , X X , 1952, págs. 91
y siguientes.
387. D e la Farsa llamada A rtem isa, edic. de L . Rouanet, Barcelona-
M adrid, 1900.
388. D e la obra dramática Caída y ruina d el im perio visigótico es -
pañol, ed. de A . Fernández-Guerra, M adrid, 1883, pág. 170.
389-397. Todas parecen ser creaciones personales de Juan de Tim o-
neda, muy aficionado a la lírica popular y tradicional. Los núm s. 389
394» l ° s copiamos de las Obras, edic. de E . Juliá en B ibls. E spañoles,
vol. II, M adrid, 1948, págs. 17 , 206, 255, y vol. III, págs. 168 y 188.
L a 395, del Cancionero llamado E n red o de am or, de 15 7 3 , reim preso por
A . Rodríguez-M oñino, V alencia, I 951 » £• v 'ij v . ° ; las 396-397 pro
ceden del Sarao de A m o r, V alencia, 15 6 1, fols. 22 y 52.
398-400. D e las Obras, M adrid, 1908, vol. I, pág. 77, y vol. II, pá
ginas 195 y 359. L a 398 se apoya en una cancioncilla tradicional, regis
trada por Correas en su V ocabulario, con algunas variantes y una e x
plicación :
Gil González D ávila lla m a ;
no sé, mi m adre, si me le abra.
Gil González llama a la ald ab a;
no sé, mi m adre, si me le abra.
Gil González llama a la aldaba.
— M i fee, hija, ya no llama.
Y e x p lic a : Gil González D ávila fue enam orado, y por él hicieron coplas,
y cuando era viejo y las oía cantar, d e cía : ‘ M i fee, hija, ya no llam a’ ,
y parece podían ser palabras de la madre cuando él cesó de acudir como
antes” .
En el verso 7, “ voz” es evidentem ente el pronombre “ vos” .
242
4 0 1. D e las Poesías inéditas, H alle, 1898,pág. 228. (Véase más ade
lante, n .° 407, la glosa a lo divino de esta misma canción vieja escrita
por Santa Teresa.)
402. Se encuentra glosada por A ndrade Cam inha en sus Poesías in é '
ditas, pág. 397.
403. D el Cancionero, ed. de A . González Palencia en Bibls. Espa
ñoles, M adrid, 19 32, pág. 266. Es una canción de bienvenida, a lo
divino. Recuérdese la canción de bienvenida en Fuenteovejuna, de
Lope :
Sea bienvenido,
el Comendadore.
(Rivadeneyra, X L I , pág. 636.)
243
de los celos, act. II; la 4 2 1, de Los baños de A rg el, act. II; la siguiente,
de P edro de 'U rdem alas, act. III, y la 423 del entremés L a elección de
los alcaldes de DaganZo.
424. D el ms. 4072 de nuestra B ibl.a N acional, f. 10. G abriel de
Peralta falleció el 10 de septiem bre de 1625, según se dice en el ms.
(Figuraba ya en Gallardo, E n sa yo , III, col. 114 2 .) Peralta puede no ser
el autor, ya que el m s. es una antología de diversos autores, Monte-
m ayor, Lope, Góngora, etc.
425-426. Por excepción „ incluimos el lindo romancillo de Góngora,
y a que parece apoyarse en una canción popular. Correas asegura (en su
V ocabulario, 15 3 , y en el A rte grande, 443) haber oído cantar en
Salam an ca;
L a flor del romero,
niña Isabel,
h oy es flor azul
y m añana será miel.
Río de Sevilla,
] quién te pasase
sin que la mi servilla
se me m o jase!
Río de Sevilla, de barcos lleno,
he pasado el alma y no puede el cuerpo.
¡Q uién te pasase...
R ío de Sevilla, de arenas d ’oro,
desa parte tienes al bien que adoro.
¡Q uién te pasase...
Río de Sevilla, rico de olivas,
por ti lloran mis ojos lágrimas vivas. _
¡Q u ién te pasase...
245
N ú m s. 441-442, de E l Conde Fernán González, A cad ., t. 7, págs. 424 y
4 30 -1. N .° 443, de L os B en avides, ibidem, pág. 533. N .° 444, de La-
locura por la honra, A cad ., nueva serie, t. 7, pág. 300. N .° 445, de
E l vaquero de M orana, A cad., t. 7, pág. 566. N .° 446, de Las dos
bandoleras, A cad ., t. 9, pág. 32. N .° 447, de Lo cierto p o r lo dudoso ,
ibid., pág. 369. N .° 448, de PeribáñeZ y el C om endador de Ocaña,
A cad ., t. 10 , pág. 126. N .° 449, de E l caballero de O lm edo, ib id., pá--
gina 1 8 1 . Otra versión de la Canción del Caballero ha publicado M argit
Frenk Alatorre (N R F H , X I I, 1958, pág. 316) procedente de un ma
nuscrito de A . Rodríguez-M oruno:
246
ib id ., págs. 619 y 620. N .° 467, de La peña de Francia, ibid., pág. 665.
N . ° 468, de Los lagos de San V icen te, t. II, pág. 53. N .° 469, de La
S a n ta Juana, ibid., pág. 286. N .° 470, de L a ninfa del cielo, ibid., pá
gina 4 4 1. '
47x' 472 * La 4 7 1, del entremés de La Capeadora, y la siguiente, del
E n trem é s de los órganos (N B A E , vol. 18, págs. 554 y 653. E l estribillo
<3e la prim era canción era popular, y lo repite Rojas Zorrilla en Lo
q u e son las m ujeres, R ivad en eyra, t. L I V , pág. 210).
473. D el Baile de la boda de Fuencarral, Rivadeneyra, X L III, pág.
164. (La segunda parte guarda íntima relación con las endechas o plantos
judeo-españoles. V id . M anuel A lv a r, E ndechas judeo'españolas, G rana
d a , 1953.)
474' 477- Las dos prim eras proceden de La serrana de la V era (ed. de
R . M enéndez Pidal y M . Goyri de M . Pidal, M adrid, 19 16 , págs. 10 y
1 5 1 . V id . en esa edic. las notas sobre el tema de la serrana en las
canciones populares, págs. 1 5 1 y sigs.). N .° 476, de E l diablo está en
C antillana, Rivadeneyra, vol. X L V , pág. 160. N .° 477, de La luna de
la Sierra, ibid., pág. 188.
478-479. L a prim era, de E l acaso y el error (Rivadeneyra, t. IX ,
pág* 3)> y Ia 479» de E l alcaide de sí m ismo (ibid., pág. 5 15).
480. De La m ism a conciencia acusa (Rivadeneyra, t. X L I X , pági
na 103).
4 8 1. De la comedia D on P edro M iago (Rivadeneyra, L I V , pág. 542).
482. D e las Rim as d el Incógnito, R ev. H isp ., 19 16 . (En Cejador,
n .° 2246.)
483-486. De Las obras en verso, A m beres, 1654, págs. 477, 437,
488 y 507.
487-488. E l Conde de Salinas (1564-1630), gran amigo de Góngora y
L o p e, era un exquisito poeta que a ratos gustaba de recordar las viejas
canciones. L as dos glosas que publicamos son quizá las más cultas de
toda esta selección. (Gallardo, E nsayo, I, col. 151-2 .) V id . los núme
ros 86 y 257.
489. T e x to de E l doctor Juan de Salinas (15 5 9 -16 4 3 ), ed. de T . H er
nández Redondo, G ranada, 19 32, págs. 156-7. Otras glosas de esa can
ción en el Rom ancero de la B ib l.a Brancacciana, R ev. H isp ., L X V , n .° 53,
y en el Rom ancero general, ed. cit., n .° 409. Lope de V ega escribió una
com edia titulada Púsosem e el sol, salióme la luna, Acad., IX , donde se
canta :
Púsoseme el sol,
salióme la lu n a ;
¿quién creyera, N atalio,
tan gran ventu ra?
247
V élez de G uevara, en L a ¡una de la sierra (Rivadeneyra, X L V , pág. 189),
la transform a en :
248
ÍN D IC E DE P R IM E R O S V ERSO S
Números
249
Números
251
Números
252
Número*
Falalalanlera .........................................................................................................
Falsa me es la segaderuela ......................................................................... 2 7°"
253
Números
254
Números
255
Números
256
Números
257
Números
258
Números
Que las manos tengo blandas [J. Fernández de H eredia] .......... 382
¿Q ué me queréis, caballero? .■................................................................... 37
Que no cogeré yo verbena .......................................................... 250
Que no h ay más fresca ribera ........................................................................ 200
Que no h ay tal andar ..................................................................................... 277
Que no me desnudéis ...................................................................................... 125
Que no quiero amores ................................................................................ 162
¿Q ué razón podéis tener .............................................................................. 10 1
Que se caiga la torre [Lu is Quiñones de Benavente] ....................... 471
Que si viene la noche [T irso de M olina] .............................................. 470
Que todos se pasan en flores ................................................................... 138
Que yo, mi madre, yo ................................................................................. 100
¡ Q u edito! N o me toquéis [G abriel de Peralta] .............................. 424
Quien amores tiene, ¿cóm o duerm e? .................................................... 109
Quien bien hila .................................................................................................. 228
1 Quién como ella [L u is V élez de G u evara] ..................................... 474
Quien me vido algún tiempo ................................................................... 3°9
¡Q uién vos había de llevar ........................................................................ 31
¿Q uién podrá no amaros [López de Ü beda] ..................................... 412
¿Q uién podrá alegrarse [Lope de V e g a ] .............................................. 435
[Quién viese aquel día [Francisco Sá de M iranda] ........................ 380
Quiero dormir y no puedo ......................................................................... 135
Quiero ir morar al monte [Á lvarez P ereira] ...................................... 4o2
Quiero, y no saben que quiero [Calderón de la Barca] ................ 478
Quita allá, que no quiero [Juan Á lvarez G ato] .............................. 33^
259
Números
260
Números
S o y s e r r a n ic a ................. . 146
Su b iera M orales [Calderón de la Barca] ................. .. 479
261
N úm eros
262
ÍN D IC E GEN ERAL
Págs.
De d iv e r so s a u t o r e s ......................................................... 12 5
263
Págs.
264
Págs.
N o t a s .......................................................................................... 23 x
ÍNDICE DE PRIMEROS VERSOS ............................................. 249
265