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Quinientas palabras (o menos) – Tercera época

Mis ganas de decir que no (i):


El embarazo adolescente no es un
problema objetivo, es subjetivo
Esta serie trata sobre posiciones políticamente incorrectas. Cuestionar lo que se repite a
diario. Frases dichas hasta el hartazgo, naturalizadas. Así, inicio una pesquisa, no
exhaustiva ni sistemática, de puntos de vista que me parecen, a lo menos, discutibles.
Me rebela escuchar sobre embarazo adolescente. Quizás por deformación profesional veo
un contrasentido: lo que la biología permite, la cultura normativamente lo sanciona, lo
discute y lo cuestiona en ánimo de desincentivarlo.
La procreación como acto central en la reproducción de la especie es puesta sospecha
fuertemente y desplazada temporalmente por la necesidad económica de crear productores
de bienes y servicios más calificados y de consumidores más pudientes y diversificados.
En el moderno pasado reciente la moratoria juvenil, en ese período vital posterior a la
infancia y previo a la inserción en el mundo del trabajo la adolescencia, con sus deberes y
derechos –entre otros el derecho a la sexualidad y el deber de la maternidad– se reemplaza
el derecho a la autonomía adulta por la formación y, por tanto, por la extensión de la
sujeción a la familia y al estado. Todo se fundamenta en el ideal de la emancipación a
través de la educación que también provee de mano de obra más calificada acorde a los
nuevos requerimientos y crea nuevos contingentes de consumidores.
Sin embargo, la subjetividad adolescente, ese sujeto surgido en la modernidad industrial y
de masas se rebela ante la sujeción familiar-estatal, pero ya no en versión colectiva como en
los pasados sesenta sino en su versión individualista y hedonista. Siendo discutida la
promesa de la industria o el banco, la familia, el trabajo y la casa para toda la vida, tenemos
la necesidad de identidad del aquí y ahora, de la excitación de los sentidos, el cambio del
discurso por la imagen, en el marco del sin sentido debido a un futuro probablemente peor
que el presente. En ese contexto, la sexualidad y el deseo subordinado a un proyecto de
vida por el que vale la pena esforzarse carece de poder coercitivo. Tampoco tenemos la
pobreza de los migrantes, de los sin casa, de los sin pan ni trabajo; por el contrario tenemos
una asistencia por derecho heredada, amenazada pero heredada, de la solución política a la
cuestión social.
Así, no se trata de embarazos que inician una escalada de diez hermanos. Son hijos para
ser, no para hacer. Ante la nada y el vacío de la cultura, ante nuevas incertidumbres,
Quinientas palabras (o menos) – Tercera época

siempre quedará algo propio: el cuerpo y su biología, los que siempre han estado allí. En
consecuencia debe cambiarse el marco interpretativo para las políticas públicas preventivas
del embarazo ‘precoz’: de infeliz interrupción de un proyecto al inicio alternativo de una
existencia caracterizada por el corto plazo. Nada más difícil de cambiar es el conservador
estado, pero deberá entender que el sujeto adolescente autónomo no requiere emancipación
porque bien puede ser ni-ni con ‘guagua’.

Pablo Cortés Espejo

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