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Yo soy 7 (La Vid)

Juan 15:1-8

Introducción: El tema central de la porción es el fruto y la manera en


que se produce. El secreto está en la relación entre el pámpano y la vid.
Se da por aceptado la vida del pámpano, otra indicación más de que la
porción tiene que ver con verdaderos creyentes.
Así como un pámpano da fruto sólo si permanece en la vid, así
también los creyentes producirán fruto espiritual sólo si permanecen
en Cristo. En consecuencia, el mandato que subyace a toda la sección
es Permaneced en mí para que deis fruto abundante. Resulta claro que
ésta es, de hecho, la idea principal por la frecuencia con que ocurren las
palabras dar fruto y permanecer.
¿Alcanzan los pámpanos su unidad en la vid? ¿Los sostiene la vid?
¿Deben su capacidad de dar fruto a la vid? Así también—solo que en un
grado mucho más elevado—encuentra la iglesia su unidad, vida y
fecundidad en Cristo.
El principal punto aquí es la comunión, el compañerismo con Cristo.

I. La Vid verdadera.
a. No fue Israel ni el fruto de la Vid, sino El
b. Esto permite tener unidad por que El es la cabeza
Ser un sarmiento en la Vid significa que estamos unidos a Cristo y
tenemos su vida. Al permanecer en Él, su Vida fluye a través de
nosotros y da fruto. Es posible que el cristiano carnal produzca «obras»,
pero sólo el cristiano espiritual puede llevar fruto que permanece.
II. Mi Padre el labrador. Cada creyente tiene su tarea particular
que desarrollar: arar, sembrar, regar o cosechar; pero es Dios
quien da el crecimiento.
La vida que el pámpano recibe de su progenitor, la vid, es muy
valorada por el propietario de la viña, ya que sin ella no puede
haber cosecha.
La Biblia frecuentemente emplea la metáfora agrícola. Pablo
escribió a la iglesia de corintio: “Vosotros sois labranza [el
campo] de Dios” (I Cor. 3:6–9). En el campo de Dios (la iglesia)
hay sembradores, cultivadores y cosechadores, pero es Dios
en realidad quien da el crecimiento. Los obreros no deben
pelearse sobre su relativa importancia; Dios llama y coloca a
cada uno en el oficio divinamente determinado. Los
trabajadores son indispensables, pero el “labrador” divino da
vida y crecimiento a la vid (Jn. 15:1, 2).

Hay algunas verdades prácticas en esta figura del labrador y el


campo. En primer lugar, un labrador tiene que trabajar. Si se
deja un campo solo, producirá principalmente mala hierba.
Prov 24:30-34.

El Padre es el labrador:

1. Él quita el pámpano que no lleva fruto (verso 2a).


2. Él limpia el pámpano que lleva fruto (verso 2c).

SE TIENE QUE RECORDAR QUE EL CUCHILLO


QUE PODA EL PÁMPANO
ESTÁ EN MANOS DEL LABRADOR DIVINO.

El cuidado del pámpano. Vale la pena repetir que el enfoque no está en


“vida”. “Todo pámpano que en mí no lleva fruto” (v. 2), es decir, “que
no lleva fruto ahora”, nos da esa idea. No dice que “nunca llevaba
fruto”. Es obvio, entonces, que el pámpano representa al creyente,
porque estaba “en mí”; tenía vida. Sin embargo, por alguna razón, no
está llevando fruto ahora.
Entonces el labrador divino empieza a trabajar con ese pámpano. La
palabra no se refiere a cortar ni a destruir, sino a quitar o “levantar” del
lugar en donde está para exponerlo más al sol y la lluvia, colocándolo
en un ambiente más propicio para que produzca fruto.
Para el pámpano que ya está produciendo, también hay atención por
parte del labrador. El que cuidaba la viña, literalmente lavaba y podaba
los pámpanos que producían fruto con el propósito de que produjera
aun más. En manos del labrador divino estaban los instrumentos, tanto
para lavar como para podar, siempre con el propósito de hacer al
creyente más fructífero.
III. cuidado del pampano:
Los dos grupos que se indican.
A. Estos dos grupos son (metafóricamente):
1. Pámpanos que dan fruto (15:2b, 5, 8).
Permanecer en Cristo no significa mantenernos nosotros mismos
salvos.
Significa vivir en su Palabra y orar (v. 7),
obedecer sus mandamientos (v. 10)
y mantener nuestras vidas limpias mediante su Palabra (vv. 3–4).
Nótese que los sarmientos fructíferos son «limpiados» (vv. 2–3) para
que lleven más fruto. Dios nos limpia por medio de la Palabra,
purificándonos para que seamos más fructíferos, lo cual ayuda a
explicar por qué un cristiano dedicado a menudo tiene que
atravesar sufrimiento. A medida que los creyentes avanzan de
producir «fruto» a «más fruto» (v. 2) y a «mucho fruto» (v. 8),
glorifican al Padre.
Las evidencias de la vida que permanece son: un sentido del amor del
Salvador (v. 9), obediencia a su Palabra (v. 10), oración contestada
(v. 7) y gozo (v. 11).
15.7–11 Cuando permanecemos en Cristo nuestras oraciones son
efectivas (v. 7), glorificamos a Dios llevando fruto (v. 8),
evidenciamos nuestra condición de discípulos (vv. 8–10), y
experimentamos la plenitud del gozo al recibir en nuestros
corazones el gozo de Cristo (v. 11).

2. Pámpanos que no dan fruto (15:2a, 6).


p 567 B. Se tratan como sigue:
1. Los pámpanos que dan fruto son limpiados (15:2b).
2. Los pámpanos que no dan fruto son cortados, se dejan secar, se
recogen, se arrojan al fuego, y se queman (15:2a, 6).
El cristiano que no permanece en Cristo se vuelve como un sarmiento
inútil, como la sal que pierde su sabor y no sirve para nada.
1 Corintios 3.15 enseña que nuestras obras serán probadas por fuego.
El cristiano que no usa sus dones y oportunidades que Dios le da
las perderá (Lc 8.18; 2 Jn 8).

Los creyentes son los pámpanos:

1. Tienen que ser limpios por la Palabra de Cristo (verso 3).


2. Tienen que llevar «mucho» fruto.
3. Su permanencia en la vid les da el derecho a pedir (verso 7).
4. Los frutos producidos por los pámpanos glorifican al Padre
(verso 8).
5. Entre los frutos podemos mencionar:

A. El guardar los mandamientos de Cristo (verso 10).


B. Amor permanente (versos 9b, 10b).
C. Gozo cumplido (verso 11).
D. Amistad con Cristo (versos 14, 15).
E. Amor expresado (verso 17).
CONCLUSIÓN: Los verdaderos creyentes del capítulo 15 están
representados por los pámpanos que, permaneciendo siempre en
la vid, dan fruto, más fruto, mucho fruto. ¡Estos nunca perecen!
Reconozco, Señor, que por más esfuerzos humanos que yo haga para
dar frutos, será todo en vano; pero si cual pámpano me mantengo
unido a Ti, la Vida, en mi vida habrán siempre frutos espirituales.
Amén.

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