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Cosmopolitismo o barbarie.

Por Alfredo Pizano.


Durante la década de los 50´s del siglo pasado la consigna “socialismo o barbarie”,
retomada de Rosa Luxemburgo, fue clave para repensar el orden político vigente. Este
movimiento intelectual representado en dicha revista emergió como una exigencia contra la
burocratización del “socialismo realmente existente” y el capitalismo. Pero el tiempo ha
avanzado y en el siglo XXI la barbarie triunfó sobre el socialismo, desde el aumento de la
desigualdad socioeconómica, el ensimismamiento cultural y la falta de relevancia de lo
político en las sociedades.
El sistema económico ha colonizado el mundo-de-la-vida, la mentalidad de inicios del siglo
XXI se comprende en el espejo de la acumulación de capital. La vía del éxito personal debe
reflejarse en lo económico, desde la “cultura empresarial”, el “coaching”, o las inversiones
“inteligentes” se acceden únicamente desde el oportunismo y “estar en el momento
‘indicado’”. Cuando la sociedad se encuentra tentada por Mammon, demonio asignado a la
codicia, las redes y los lazos de la comunidad se quiebran y desmiembran en los distintos
niveles en que se comprendan las relaciones humanas. Este estadio de la Historia global se
ha denominado neoliberalismo, que lo mismo carece de liberal como de nuevo.
En la compilación de textos que lleva por nombre Sopa de Wuhan (2020) los escritos que
llamaron más la atención fueron los de Byung-Chul Han y de Zizek, El coreano apela por
un ensimismamie1nto heideggeriano que tiene a la biopolítica como garante de legitimidad;
mientras que “el Elvis de la teoría cultural” apela por una solidaridad comunista. Pero
existe un discreto trabajo que tiene una vía por el camino más sinuoso, Markus Gabriel
apuesta por el cosmopolitismo.
El cosmopolitismo es la clave, pues en su versión kantiana las instituciones políticas son las
garantes del estado de derecho. Las instituciones internacionales ya existen (la ONU, OMS,
UNESCO, entre otras) pero sus capacidades judiciales son limitadas o inviables. La
soberanía nacional, arbitraria o legítima, detiene la construcción de un orden cosmopolita.
Si esta crisis sanitaria no activa la posibilidad de comprender a la ONU como una
verdadera federación de estados, incluyendo la facultad ejecutora del orden judicial, la
barbarie del Estado de naturaleza hobbesiano será el mejor de los mundos posibles
porvenir.

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