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Seminario Internacional

"Los marxistas heterodoxos y las formaciones sociales de América Latina: 1950-1970 Argentina,
Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay"

Asunción, Paraguay, 4-6 de septiembre de 2015

Uruguay
LA POLÉMICA ESTRATÉGICA SOBRE EL CAMINO AL
SOCIALISMO EN EL URUGUAY ENTRE MODELOS,
1954-1973
(
VIVIÁN TRÍAS
ROBERTO ARENS PONS, CARLOS REAL DE AZÚA, CARLOS QUIJANO
RAÚL SENDIC, EDUARDO GALEANO
RAÚL CARIBONI
)

Fernando Moyano
Montevideo, agosto 2015

Tiempos hay para todo. Tiempo para quedar solo también. 
No sería la primera vez. Puede sí que sea la última. Pero  
eso no importa. Otros verán los que nos fue negado, o no  
supimos conquistar. 
CARLOS QUIJANO, 1973
En memoria de Julio Castro

“-Voy a meterle una bala en el maldito cerebro - dijo Sam Parkhil... El cochino cerebro... “
Ray Bradbury. Aunque siga brillando la luna

EDUCADOR, PERIODISTA MILITANTE POLÍTICO . Secuestrado, toturado y muerto en 1977 por la


dictadura militar, siendo detenido desaparecido hasta 2011.

Como educador, desde 1945 y junto a Miguel Soler Roca, lleva adelante las misiones socio-
pedagógicas orientadas a las escuelas rurales, que luego continúa en distintos países de América
Latina y el Caribe, y pasan a ser un modelo de gestión educativa reconocido en 1952 por la
UNESCO. Autor de materiales de investigación y ensayos sobre temas educativos considerados
clásicos. Como sindicalista contribuyó a formar la Federación Uruguaya del Magisterio y militó en
la Asociación de la Prensa Uruguaya.

En 1939, con Carlos Quijano y Arturo Ardao, funda el semanario Marcha del cual será redactor
jefe y director hasta su clausura por la dictadura en 1974.

En plena dictadura actuó como nexo con la embajada de México para conseguir el refugio de
militantes políticos perseguidos. Luego de secuestrarlo y asesinarlo, la dictadura uruguaya divulgó
una supuesta requisitoria como si hubiese salido ilegalmente del país.

Luego, ya en “democracia”, la “Comisión Para la Paz” creada por el presidente Jorge Batlle (2003)
informó que sus restos habrían sido exhumados, incinerados y tirados al Río de la Plata en 1984
(operación militar de ocultamiento de evidencias) por lo cual no serían ubicables. Esa información
resultó falsa, sus restos se encontraron en 2011, enterrados en un predio militar. Había sido
torturado y luego ejecutado por un disparo en el cráneo.

Por este caso la justicia procesó al ex-policía que lo detuvo en 1977, luego fue dejado en libertad.

En cierta manera el disparo de los verdugos a su cerebro puede ser un reconocimiento.


INTRODUCCIÓN: MIRANDO AGUAS ARRIBA
"...para nosotros [la etapa de liberación nacional] siempre fue un requisito determinante y previo. Estoy
más cerca de Marx que de Lenin, porque no creo que una sociedad pobre, intelectualmente sometida y sin
una alta capacitación pueda plantearse la construcción de una sociedad superior. De pretenderlo, se
puede construir un monstruito, como ya ha pasado". José Mujica, reportaje de Carlos Caillabet, julio de
2004.

DICE el historiador inglés Arnold Toynbee que la historia es un río en movimiento, pero el
historiador (¡y el militante político!) no la ve desde la orilla sino desde el mismo río que también lo
arrastra. Los hechos del pasado cobran significado vistos desde el presente, pero el presente también
está en movimiento.

Mujica trae una vieja polémica del Uruguay de los 50-60. Pero el presente ha cambiado, hoy es
diferente al 2004, víspera del primer gobierno de izquierda en Uruguay -en el ascenso del ciclo de
socialdemocracia posneoliberal en el continente-, y ese tiempo era muy diferente a aquel de la
polémica. Es llamativo que Mujica que tome acá la tesis oficial del Partido Comunista Uruguayo, la
ley de hierro de “las condiciones objetivas”, abandonando el voluntarismo foquista de “las
condiciones se crean” de su propia corriente guerrillera de los 60. Y su voz es de primera
importancia para desalentar aspiraciones socialistas inmediatas que pudiesen quedar entre militantes
de base del Frente Amplio, complicando su política de gestión capitalista.

¿Qué significa hoy replantear aquellas discusiones? Hoy, ese ciclo ha comenzado su fase de
declinación. La idea del socialismo ha salido de la escena. En los 50-60 el problema era llegar al
socialismo. Cada alternativa era, en su visión, optimista, y también lo eran los voceros burgueses
sobre el futuro del capitalismo. Ese “socialismo monstruito”, que ya no existe, era visto o bien
como el camino a seguir o, para quienes lo impugnábamos, como una desviación a rectificar.

Con el fracaso del “monstruito” y otros intentos revolucionarios o reformistas, todo es diferente.
Suena raro discutir sobre un camino hacia el socialismo. Nuestro problema es introducir
nuevamente esa alternativa ante el capitalismo. Cuando las contradicciones del capitalismo desatan
la crisis civilizatoria reaparece la idea socialista. Pero apenas se supera la primera línea del combate
ideológico, estamos ante la segunda. Ese argumento de que el socialismo es imposible en nuestros
países periféricos sin una etapa previa de desarrollo capitalista. ¡La vieja polémica!

Mirar aguas arriba y ver a aquellos que miraban aguas arriba nos da la perspectiva del río que
nos arrastró hasta aquí. Tratemos de sacar algo para, empezando otra vez, esta vez hacerlo bien.
EL MARCO: URUGUAY Y SU IZQUIERDA
A. EL PAÍS TAPÓN

LA IMPOSIBILIDAD de existencia separada de Uruguay, su condición de enclave colonial, y que sea


nuestra única redención posible la integración en un proyecto de emancipación continental, es un
concepto desarrollado por lo más destacado de nuestra tradición intelectual, y adquirido por nuestra
cultura de masas.

En cambio, en los voceros de la clase dominante, medios de prensa y algunos intelectuales,


domina un chauvinismo provinciano “nacional”, forma de vasallaje presentado como “identidad
nacional”, ilusión de nacionalismo encubriendo una colonización también ideológica y cultural.

Para Roberto Ares Pons (1921-2000), historiador, ensayista y profesor, de amplia militancia en la
izquierda y en el periodismo, la derrota del proyecto social artiguista inaugura un país escuálido, un
Estado pero no una nación, con vulnerabilidad perpetua, extrovertido y sometido a los centros
imperiales de turno. Esa es la tesis central del ensayo con el que gana un concurso del semanario
Marcha en 1959, publicado bajo el título Uruguay: ¿Provincia o Nación?

El cambio de centro imperial, el desplazamiento del imperialismo británico por el yanqui en la


primera mitad del siglo XX, modificó las cosas. El Uruguay semi-colonia inglesa tenía su función
económica como fuente de materias primas para la industria inglesa y la alimentación de sus
trabajadores y soldados. Pero EEUU no necesita este suministro uruguayo porque se provee a sí
mismo de esos productos que Uruguay exporta. La importancia del Uruguay semi-colonia yanqui es
más política que económica, pasa a ser “proveedor de política”, en gran parte porque no tiene
mucho más que vender; al menos algo diferente a lo que venden otros países de la región.

Carlos Real de Azúa (1916-1977), abogado, profesor, crítico literario, historiador y ensayista, es
considerado el más destacado iniciador de la ciencia política del país. Su análisis señala la debilidad
congénita relativa de la clase dominante (“desunión, floja cohesión, flaqueza de la base
económica”), a partir de allí y en el desarrollo “aceptación por parte de la clase alta del
compromiso político-social con el Estado, la bruocracia, las capas medias y la industria...
estabilidad social y una paz interna...”

Esta es una de las “invariantes” que encuentra en nuestra historia como base de su caracterización
de “sociedad amortiguadora”, relacionando la función de Estado amortiguador entre vecinos (para
lo que fue diseñado) con la amortiguación que se produce hacia el interior de la sociedad, en la que
“los conflictos no llegan nunca a la explosión, de que toda tensión se compone o compromete”.

Los caracteres y la dimensión de la base física nacional y sus efectos en lo social, lo ideológico y
lo económico son otra invariante, la índole fronteriza de la región, el escaso sustento de poder
material, la insuficiencia del mercado para la expansión industrial.

Un sistema bipartidario estable, las estructuras jurídicas, y un elenco político unificado, son otra
invariante. Hay algo notable en esta característica, se ha mantenido aun a través del cambio de sus
protagonistas. Cuando Real de Azúa lo señala (1973) se trataba de los partidos Colorado y
Nacional. Cuarenta años después es un bipartidismo y reparto entre el Frente Amplio y la de los
dos partidos tradicionales, que hoy de hecho son una “concertación”. Real de Azúa incluye en esto
el rol del hipertrofiado sector armado, que el poder político cancela como fuerza independiente y
pone como elemento disuasorio pasivo de la rebelión social; esa característica sin duda no es
absoluta, pasa a rol activo en los estados de excepción como la dictadura militar de 1973 a 1985,
pero también la modelan: “golpe en cámara lenta”, etc.

Otra invariante: relativa debilidad de las estructuras de dependencia, valor estratégico más que
económico, economía con un importante sector nacionalizado, unido a la magra y poco atractiva
dimensión del mercado para una inversión extranjera masiva. Es notable que en la fase neoliberal
que Real de Azúa no llegó a ver, esto se manifieste en la lentitud de las privatizaciones en Uruguay
comparado con otros casos de la región. Ocurren, pero la fase termina sin que hayan quebrado el
predominio de la propiedad estatal en los sectores estratégicos de la economía. Otra más es la
relevancia del aspecto ideológico en el sistema de dominación, su legitimación “racional-legal en
sentido weberiano”. Por último, la capacidad de “amortización” del disenso social y contención de
los sectores precarios, la canalización del conflicto en “a medio conquistas y a medio concesiones”,
hacer menos estentóreas las demandas sociales amenazantes y generar el conformismo.

Esas características de la clase dominante hacen que cuanto más pro-imperialista es una corriente
política en Uruguay, más “nacionalista” (en ese sentido alienado) es su discurso, más vocinglera su
oposición a los vecinos que intenten estrategias de leves regateos o resistencias dentro del orden
imperial. Esta línea programática “políticamente correcta” se extiende hasta el gobierno actual
supuestamente de izquierda del Frente Amplio que ya lleva más de diez años.

La verdadera izquierda uruguaya tuvo siempre vocación latinoamericanista. Carlos Quijano


(1900-1984), abogado, político, ensayista y periodista uruguayo, fundador y director del semanario
Marcha, es otro notorio líder en la formación de la opinión latinoamericanista del Uruguay de la
época: “Uruguay .... no puede seguir su marcha por los carriles de antaño. Los del Uruguay solo.
Los del Uruguay insular. El Uruguay que está muerto. [...]. no tiene posibilidades de un desarrollo
autónomo y cuanto hemos intentado ... y cuanto intentemos, tiene el signo de la precariedad, y está
condenado a la frustración. [...] La integración de los desarrollistas no es la nuestra.... Uruguay no
puede por sí solo industrializarse, y por tanto, por sí solo, adquirir su independencia.”

Quijano no proviene de los partidos de izquierda sino del Partido Nacional Independiente, del cual
fue diputado. Pero es un marxista. “Si alguna formación tenemos, ella no es otra que la marxista.
A todo lo largo de nuestra vida Marx nos ha ayudado a pensar... Volvemos siempre a él, para
refutarlo, para contradecirlo, para negarlo, pero también para confirmarlo y confirmarnos”.

Veamos en este marco histórico y político-cultural la polémica que nos ocupa, centrada en dos
figuras de los partidos históricos de la izquierda uruguaya, Socialista y Comunista, incluyendo
también derivaciones que trascienden esos partidos. Primero, vamos a los partidos como tales.

B. LOS ORÍGENES. EL CURIOSO CASO DE LOS CUMPLEAÑOS CAMBIADOS

“1. La posesión del poder político de la clase trabajadora. 2. La transformación de la propiedad privada
individual o corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad colectiva, social”. Programa de la
Asociación de Obreros y Albañiles de Mutuo Mejoramiento, 1895.

"Para conseguir la reducción de las fuerzas militares o evitar al menos que su mantenimiento desangre a
los trabajadores éstos deben constituirse en legión organizada como partido de clase a ejercer sus
derechos políticos... " Manifiesto Socialista. El Centro Carlos Marx al Pueblo. 1905

"Incorporar al programa mínimo del partido la jornada de 7 horas para los hombres, de 6 para las
mujeres y jóvenes de 16 a 18 años y de 4 horas para los menores... ". Congreso del PS, 1917

¡LOS VIEJOS TIEMPOS!

El actual Partido Socialista Uruguayo dice haberse fundado en 1910, el Partido Comunista
Uruguayo en 1920. Poner fechas en los procesos históricos siempre es discutible pero en este caso
es claramente falso. Más ajustado a la verdad es intercambiar esas dos fechas

Desde el comienzo de la izquierda uruguaya, “radicales” y “moderados” hubo siempre, y las


polémicas son parecidas. La izquierda surge vinculada a las luchas obreras, con fuerte interés
cultural como en otros países del continente. El trabajo orgánico comienza a fines del Siglo XIX.
Hay gran peso de las ideas de Marx, aunque no es exclusiva. “Anarquistas” y “marxistas”, una
clasificación confusa que a veces oscurece más. Y otra confusión temprana: que en los socialistas
pueda caber un liberal masón. La lucha de clases separaría el agua del aceite… por un tiempo.

Algunas ideas, en aquellos tiempos eran más claras que ahora. Si nos guiamos por la nomenclatura
la aparición del nombre “Partido Socialista” puede ser la novedad. Pero para señalar una fecha en
que este proceso madura como para hablar de formación de un partido político con continuidad,
tomemos el Centro Obrero Socialista en 1904. Un año después se llama Centro Carlos Marx. Eso
señala la tendencia de su evolución pero nada más. En 1910 una alianza electoral con un efímero
“Partido Liberal” permite a los socialistas (que toman aquí la denominación “Partido”) entrar al
parlamento con el primer diputado socialista, Emilio Frugoni.

NO el día en que se organizan los obreros, NO el día en que definen su programa anticapitalista,
NO aquel en que logran al fin una herramienta organizativa madura y con continuidad, sino el día
en que llegan al parlamento, ESE día será el recordado como “fundación”. Esto muestra como la
izquierda uruguaya se ve a sí misma. Lo primero y principal es el lugar institucional.

En 1921 el Partido Socialista tuvo un congreso crucial en el que se discutió la adhesión a la


recién creada Internacional Comunista. La Revolución de Octubre alentaba la esperanza
revolucionaria en todo el mundo. El congreso de divide en dos sectores, la votación final aprueba el
ingreso a la IC por 1007 votos contra 110. En cualquier idioma, eso se llama “ganar por paliza”.

La discusión principal fue sobre las “21 condiciones” que ponía la Internacional para ingreso de
los partidos. Una de las condiciones de la discordia fue la de cambiar o no el nombre del Partido.
Y en ese acto los socialistas uruguayos cambian de nombre, pasan a llamarse “Partido Comunista”.

Cómo quedó claro por la historia posterior esas “21 condiciones” estaban equivocadas en muchos
aspectos, tuvieron consecuencias negativas en el curso de la historia posterior, y reflejaban además
una visión eurocéntrica por parte de los bolcheviques. América Latina (que además era
prácticamente ignorada por ellos) fue uno de los escenarios en que esa orientación tuvo
consecuencias más negativas. Por otra parte, la condición del nombre ni siquiera se cumplió
completamente. Siempre hubo en la IC partidos que no se llamaban “Comunista”.

Aquí nos ocupan los errores de los uruguayos. Pero si vamos a criticar a aquellos revolucionarios
uruguayos del 20 por un error, tengamos presente que otros mucho más grandes, a quienes
admiramos y respetamos, fueron los que comenzaron el error. La crítica es sin menoscabo de nadie.

La minoría que perdió el congreso, capitaneada por Emilio Frugoni, no se oponía al ingreso a la
IC ni a las 21 condiciones, las aceptaban con reparos. Estaban alineados con la “Internacional 2 ½”,
una pequeña organización intermedia entre la Internacional socialdemócrata y la nueva Comunista.
Aceptaban ingresar a la IC a condición de esperar un poco el desarrollo de los acontecimientos. Sin
duda dentro de los 110 que perdieron habría socialdemócratas de derecha para quienes el planteo
conciliador de la “2 ½” era una maniobra oportunista. Y también habría gente bien intencionada con
vacilaciones sinceras. Un mínimo de flexibilidad táctica podría haber fragmentado a esa minoría,
arrastrado a los mejores elementos y reducido la derecha casi a la nada. Pero más importante es que
si se hubiese conservado en nombre “Partido Socialista” esa derecha socialdemócrata no hubiese
tenido ningún espacio político inmediato para su reconstrucción. El dogmatismo de la mayoría les
hizo un regalo que se apuraron a aprovechar.

Quebremos una lanza por aquellos socialdemócratas reformistas. Creían sinceramente que debían
ser “picana de la burguesía”, impulsar el progreso dentro del desarrollo capitalista, lo creían posible
(y en ese tiempo error era un error muy general) y fueron seriamente “progresistas” en el sentido
burgués. Impulsaron la idea de supresión de las fuerzas armadas. A su modo estuvieron del lado de
los trabajadores y de las huelgas obreras. nunca del lado de la represión, de los explotadores, de las
privatizaciones. Eran honestos en sentido político y personal. Al dejar el partido, Frugoni renuncia a
su banca de diputado; volverá al parlamento años más tarde. Era abogado y defendía a los obreros,
nunca a ningún banquero estafador y por eso nunca tuvo que “olvidarse” de avisar que lo hacía,
(como pasó en el gobierno del Frente Amplio con un miembro del PS que fue secretario de la
presidencia y Ministro de Defensa). Y cuando se jubiló, renunció a la escandalosa jubilación de
privilegio para los legisladores que establecía la ley.

Hace 80 años Frugoni estaba en contra de la penalización del aborto y denunciaba sus
consecuencias. Pero en 2010 cuando el parlamento, con el voto de toda la bancada del Frente
Amplio, aprobó la despenalización del aborto, el presidente Tabaré Vázquez (miembro entonces del
PS) la vetó. (La despenalización se aprueba finalmente bajo Mujica).

Vayamos ahora a los que ganaron el congreso, mil a cien, y cambiaron el nombre del partido. Pasó
a llamarse “Partido Comunista”, pero era el mismo partido. Fue un error político coyuntural, y un
error conceptual genérico. Los partidos socialdemócratas europeos habían traicionado la causa
obrera, habían llegado al gobierno en varios países y reprimido en forma sangrienta la rebelión
obrera, gobernando en favor del capital y la guerra imperialista. Separarse de ellos era
imprescindible. Y salvo en Rusia y circunstancialmente en algún otro país, las corrientes reformistas
eran predominantes en clase obrera, los revolucionarios eran minoría. No ganaban los congresos de
los paridos socialistas, y menos en proporción de 10 a 1, eso no pasó ni en Rusia.

En nuestro continente las cosas eran muy distintas. Los partidos socialistas eran partidos obreros
recién creados, en sociedades que iniciaban su desarrollo político moderno. Ninguno de ellos había
cometido traiciones contra la clase obrera, ninguno había llegado al gobierno, apenas habían
conseguido alguna banca en el parlamento… y la estaban usando relativamente bien.

En todos esos partidos socialistas había luchas de tendencias. Pero generalmente la lucha se
inclinaba a favor de las corrientes revolucionarias, y los partidos iban madurando lenta pero
firmemente. Ningún revolucionario sensato puede acusar de reformista o pro-burgués a su partido
si los revolucionarios son allí más del 90%. Lo que correspondía era aprovechar al máximo esa
ventaja excepcional haciendo caudal de la tradición de partidos obreros independientes y avanzar
paso a paso con la clase trabajadora. Y si algún prestigioso revolucionario de otras tierras, algún
Lenin o Trotsky, venía con posiciones erradas, decirle respetuosamente que estaban equivocados
como hicieron algunos. No todos los pro-bolcheviques eran imitadores serviles.

Lo que más importa, sin embargo, es lo que pasó después. ¿Por qué el Partido Comunista, que es
heredero legítimo de ese partido obrero fundado hace más de cien años, que tiene la legitimad que
le da una votación de mil a cien en ese congreso, no reivindica su origen, y en cambio fecha su
fundación 20 años después renunciando a su historia previa? ¿Qué es lo más importante, ser el
partido de la clase trabajadora uruguaya, o sucursal del Partido Comunista de la URSS?

Recordemos que son los hombres los que hacen la historia, pero la hacen dentro de determinadas
condiciones dadas. Algunas de esas condiciones las pueden modificar, otras no. Pero las ideas que
tienen sobre su propia historia, son precisamente cosas que se pueden modificar. Si se hace la
historia con una idea tan falsa de su propia historia, siendo la historia herramienta para hacer la
historia, no nos asombra que la historia haya salido tan mal. Si un partido olvida su propio
nacimiento y reivindica una falsa identidad para poder transpolar una idea falsa venida de otro lado,
si exactamente al revés de lo que quería Mariátegui, “un socialismo que no sea ni calco ni copia”,
se piensa exclusivamente en términos de calco y copia, ¿qué otra cosa se podía esperar?

Y hoy ya ni la casa matriz existe. ¿Cuál es el mito fundante que sostiene a la sucursal?
Supuestamente, el partido de la clase obrera”. Pero entonces debería revisar su propio mito
fundacional tal como lo fue hasta ahora. Y si se quiere reivindicar la intransigencia de adherir a las
“21 condiciones”, hoy… deberían irse del Frente Amplio, que hoy integran. Porque precisamente
el Frente Amplio es eso que rechazaban los bolcheviques en aquel momento. Más de 80 años no
pasaron en vano, y aquellos partidos socialistas de nuestro continente que entonces no tenían sobre
sus hombros traiciones a la clase obrera, hoy sí las tienen. En vez de reivindicar ritualmente las 21
condiciones que en aquel tiempo eran equivocadas, deberían aplicarlas hoy, cuando sí tienen
sentido. Se equivocan dos veces.

ARISMENDI Y LA TEORÍA CLÁSICA DE LA “REVOLUCIÓN POR ETAPAS”


LA IDEA de que los países periféricos deben transitar por una etapa o fase de libración nacional
antes de acceder al socialismo, es corriente en la izquierda uruguaya, latinoamericana, mundial.
Más allá de si el planteo fue válido en otro tiempo y lugar importa si lo es aquí y ahora a la luz de
las últimas décadas. Pero una discusión seria de este problema debería también retomar las
polémicas pasadas. Los antecedentes del actual panorama de la izquierda uruguaya se constituyen
en el período que va desde mediados de los cincuenta a la dictadura militar.

La crisis del estalinismo trae a mediados de los 50 el “deshielo” de la dictadura burocrática


soviética que resultará en una larga preparación de la restauración capitalista. Muerto Stalin (1953)
ya antes del viraje de Nikita en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética
(1956), comienzan ajustas en la política de los partidos comunistas de occidente. Para salir del
ghetto al llevó el sectarirsmo estalinista, algunos aprovechan en momento de afloje y toman la
delantera. En Uruguay el XVI Congreso del Partido Comunista de 1954 da una forma novedosa,
para la chatura de entonces, a la política de los “frentes populares”. La modernización no rompe con
lo fundamental de del pasado burocrático, plantea una amplia política de alianzas de la clase obrera
en base a un programa de transformaciones dentro de los límites del capitalismo. Esta iniciativa
temprana le dará al PCU una gran relevancia en la izquierda latinoamericana de esos años. Pasa a
primer plano un nuevo líder, Rodney Arismendi. Pese al renombre que adquiriría nunca fue un
verdadero teórico. Se trata más bien de un hábil pragmático que busca una intermediación entre el
dogma oficial del movimiento comunista internacional y la realidad en la que está la izquierda de
nuestros países. Su política no es consecuencia de una teoría, más su teoría es racionalización o
justificación de su política. Veámosla.

1) Uruguay es un país “semifeudal, semicapitalista”, de desarrollo capitalista incompleto, sin


haber llegado al nivel de los países capitalistas centrales (industria desarrollada, autonomía
productiva, estado burgués soberano, etc). Ese desarrollo capitalista “normal” se define por las
leyes del modo de producción. La burguesía lo impulsa por su propia naturaleza y es
históricamente progresivo. La clase obrera debe apoyarla para crear las condiciones objetivas
para el socialismo. Identificamos aquí la típica concepción menchevique para la cual la
Revolución de Octubre fue un error, se debió apoyar un régimen burgués liberal moderno que
sustituyese al zarismo. El estalinismo asumió el corazón de esta concepción. Esto no quiere
decir que no haya sido éste un abordaje estrictamente “leninista”, lo es -como veremos más
adelante- pero del “leninismo” que se abandona a partir de las “Tesis de abril”. Esa
caracterización de “semifeudal” del Uruguay, insostenible, que ya entonces estaba en
contradicción con las investigaciones de historiadores profesionales pertenecientes al PC (L.
Sala de Touron, J. Rodríguez, N. de la Torre). Será abandonado a partir de la “Declaración
Programática” de 1958 y documentos posteriores.

2) Para explicar por qué la realidad se apartaría de la necesidad histórica se aducen dos
deformaciones: a) El latifundio, considerado “resabio feudal” por la apariencia externa de las
relaciones sociales: economía de producción rural, oligarquía terrateniente, supervivencia del
arrendamiento en especie. b) El Imperialismo; la Guerra Fría alinea a los PCs en el
antiimperialismo, pero un nacionalismo burgués: proponen completar la independencia política
-la ruptura de la dominación española- con la independencia económica, liberándose de la
explotación imperialista hacia lo que sería el desarrollo histórico normal del cualquier país, Es el
“paradigma estado-nación”, eje conceptual que no solamente el PC, toda nuestra izquierda, da
por indiscutible.

3) Lleva doce años modernizar el lenguaje (XX Congreso, 1966) llegando a la fórmula clásica
de “revolución democrática antioligárquica y antiimperialista” que se mantiene desde allí. Un
giro conceptual tan grande no tiene consecuencias en el aspecto político y programático, pero se
logra una teoría más presentable. Así es el pragmatismo: es verdad si es útil.

4) Sobre este esquema conceptual se apoya la propuesta estratégica de Arismendi, cuya


relevancia no está en su fundamento teórico sino en su utilidad pragmática para la política que
se proponía. Su idea central es la alianza de la clase obrera con un sector de la burguesía (los
documentos partidarios hablan de la “burguesía nacional, constituida en lo fundamental por
la burguesía media”), contra el sector más pro-imperialista, con un programa democrático de
modernización capitalista: industrialización, protección estatal de la producción capitalista
nacional, reformas moderadas a través de las instituciones parlamentarias. La clase obrera
limitará su política buscando ese aliado que nunca pareció, pero la funcionalidad del planteo está
en justificar ese encarrilamiento. Se trataría de una etapa que completa la revolución burguesa y
remueve los obstáculos para el desarrollo “normal” para lo cual el concurso de la burguesía (o
parte de ella) es imprescindible, y que es previa al socialismo, siendo reiteradamente llamada
“antesala” de éste. Pero al bajar de las abstracciones a la realidad aparecen las contradicciones
del planteo. Por ejemplo, la “Plataforma política inmediata” (1958) caracteriza al gobierno del
“segundo batllismo” instalado en 1946 como “representante de la gran burguesía
conciliadora”, pero es evidente que éste es lo que más se pareció en toda nuestra historia a un
gobierno proteccionista que representase a los burgueses industriales (como veremos a
continuación). El problema es que Arismendi disocia los elementos inherentes al
comportamiento de nuestra burguesía como clase, que hace que el gobierno de Luis Batlle
Berres fuese pro-imperialista y conciliador con el latifundio y al mismo tiempo proteccionista,
estatista, y promotor de una legislación social avanzada. Atribuye esos elementos a una base
social de sectores burgueses distintos (gran burguesía conciliadora vs. burguesía media) e
inventa una estructura social inexistente.

5) Bajo este marco conceptual la contradicción principal sería oligarquía vs. pueblo, planteo que
se extiende a gran parte de la izquierda y se mantiene hasta hoy. La oligarquía estaría formada
por los terratenientes y la gran burguesía financiera. La burguesía industrial oscilaría y su sector
medio se aproximaría al pueblo. Un premeditado margen de ambigüedad se reserva para cubrir
los contrastes con la realidad. Pero resulta vano, porque la lucha de clases real muestra un
agrupamiento de fuerzas bien distinto. Desde entonces hasta ahora, el conflicto permanente de
los trabajadores es contra los sectores burgueses industriales o de servicios, comprendiendo por
igual grandes, medianos, pequeños. Como explica Luis Stolovich, los medianos o pequeños
industriales y comerciantes son tan antiobreros o más que los grandes. Y para defender sus
intereses los grandes terratenientes han recurrido a la alianza corporativa con los medianos e
incluso pequeños productores rurales enfrentándose a otros sectores burgueses por la
distribución del plusvalor, y al mismo tiempo aliándose con ellos contra el pueblo, por una
extracción mayor de plusvalor.

Aclaremos el punto que hemos dejado pendiente. El fin de la Segunda Guerra Mundial trae el
desplazamiento de Inglaterra por Estados Unidos. Las inversiones de Inglaterra se orientaban a
servicios públicos (ferrocarriles, aguas corrientes, tranvías). En cambio, los yanquis instalan
industrias livianas clientes de sus bienes de producción, maquinaria, repuestos y combustibles,
reforzando la dependencia. Al fin de la Segunda Guerra Mundial, Uruguay cuenta con gran reserva
de oro y divisas. Europa aumenta las compras de productos uruguayos pero no puede proveer
productos industrializados, que se debieron sustituir por producción nacional aumentando la
industrialización propia y la demanda de mano de obra. La situación económica favorable se refleja
en lo político y cultural. La bonanza reforzada por la Guerra de Corea y el sentimiento de confianza,
aleja a Uruguay de los países emergentes del Tercer Mundo y al mismo tiempo estimula una
convivencia social sin conflictos agudos y sin que las clases dominantes recurran a gobiernos
autoritarios y golpes de estado: es la “Suiza de América”. Luis Batlle Berres llega a la presidencia
en 1947. El "segundo batllismo" es un retorno parcial con "aggiornamento" de la política de José
Batlle y Ordoñez en las dos primeras décadas del siglo, que forman el Uruguay moderno.
Reconociendo los cambios en curso en su época, "Luisito" habla de "acelerar la evolución" para
"frenar la revolución tironeándola por el saco". El estado tiene un papel importante para moderar
y prever los cambios. Justicia social dentro del orden existente y respeto a la propiedad privada,
amortiguar la lucha de clases por redistribución de ingresos sin afectar la base del sistema social.
Énfasis en el desarrollo industrial con proteccionismo estatal, economía dirigida, y nacionalización
de los servicios públicos en manos de empresas inglesas y prácticamente abandonados; su compra
sobrevaluada es la forma complaciente de cobrar la deuda de Inglaterra con Urugua; amplía también
la esfera de la economía estatal, aumentan los funcionarios públicos que son un colchón social
amortiguador y fuente del clientelismo político. El gobierno, sin embargo, no logra mejorar la
producción agropecuaria. El intento de distribución de la tierra, que se hace “por las buenas”
-comprar latifundios improductivos, dividir y repartir entre colonos- fracasa por oposición de los
propietarios rurales y timidez del gobierno. Estas contradicciones conducen a la crisis de este
modelo de acumulación al llegar el término de la bonanza coyuntural, a fines de los 50.

Lo curioso es que el Partido Comunista de la época es, de hecho, un socio político del gobierno
batllista, con una “distribución de tareas”. La expansión industrial, aun en sus límites, significa un
crecimiento sustantivo de la clase obrera. Y la política del gobierno batllista que incluye avances en
legislación laboral, institucionalización de la negociación salarial y mediación del Estado, fomenta
el desarrollo sindical reformista e incluso una burocracia sindical. La ideología del P. Comunista es
adecuada para usar este espacio político, Así, bajo el discurso de buscar una alianza futura con un
sector imaginario de la burguesía para un desarrollo capitalista independiente, se produce una
alianza de hecho con la burguesía real detrás del lumpendesarrollo capitalista dependiente.

Con la Revolución Cubana aparece un serio problema, porque no se dieron alianzas con
sectores burgueses ni se respetó la institucionalidad democrático-liberal, y en cambio se abordó el
desarrollo por una vía no capitalista. La habilidad de Arismendi consistió en presentar lo que era
una refutación de sus ideas como una confirmación de ellas. Ello requería cortar grueso. Cuba hace
una reforma agraria y está en contra del imperialismo, luego se alinea junto a la URSS y recibe
ayuda económica y tecnológica: entonces eso es la transición al socialismo. Para poder mantener
este tosco planteo contó con la colaboración objetiva y oportunista de la propia dirección cubana,
que prefirió subordinarse a la burocracia soviética insertando su política dentro de la “división
internacional socialista del trabajo”. Las consecuencias para Cuba de esta nueva dependencia
aceptada terminarían siendo gravísimas al cabo de los años, cuando el colapso de la URSS la
llevaría al llamado “período especial”. Entonces la autocrítica de los cubanos hablará del “copismo”
(el error fue copiar a los soviéticos) evadiendo el fondo de la cuestión. Así, esas dos actitudes
recíprocas de soslayo hicieron que la polémica en la izquierda latinoamericana se centrase en lo que
era la diferencia más evidente entre el camino cubano y el de los PCs prosoviéticos: la disyuntiva
vía pacífica / lucha armada.

Los doce años entre XVI y el XX Congreso sobre los que pasa Arismendi para desembarazarse del
“feudalismo” no son por cierto de desarrollo capitalista ni de desaparición del latifundio. Todo lo
contrario. Hay una profunda crisis capitalista. El estudio de la CIDE (un amplio equipo de
investigadores encabezado por el Cr. Enrique Iglesias) la atribuye al agotamiento del modelo de
acumulación del período: proteccionismo industrial, bonapartismo estatista y sustitución de
importaciones. ¡El mismo programa que levantaba Arismendi como alternativa! Nuestra izquierda
actual hereda ese programa. El Frente Amplio -en su creación, un triunfo táctico de Arismendi-
puede ser visto como un vasto proyecto político arismendiano. Astori es su continuador más
coherente, tomando lo fundamental y adoptando el planteo a los cambios ineludibles. Una burguesía
uruguaya solitaria no es capaz de lograr un desarrollo capitalista. En un primer tramo, (la llegada
del FA al gobierno) ese lugar lo ocuparía en ese planteo la burguesía regional, en particular
brasileña. El Uruguay cede como proyecto capitalista nacional y queda como apéndice de un
proyecto regional. Pero tampoco esta burguesía regional enfrenta realmente al imperialismo ni
desarrolla un capitalismo independiente. Por lo tanto hoy, después de diez años de gobierno, el
llamado realismo político rebaja pretensiones hacia un proyecto capitalista apenas menos
dependiente, no opuesto ya a los intereses imperialistas, aduciendo que en todo caso sería mejor que
lo que hay. El “socialismo de lo posible” es sustituido por el capitalismo de lo posible. Al heredar el
marco conceptual de Arismendi se heredan también sus contradicciones. Esta estrategia traza
nuevos límites a la empresa política del FA, más rebajados aun de lo que suponía Arismendi pero
con su misma lógica, subordinación de los trabajadores a la burguesía, y que el Estado sirva al
desarrollo capitalista.

Aunque en una visión superficial parezca que el gobierno del Frente fuese una etapa histórica de
corte arismendiano, la actual globalización capitalista dio por tierra con los supuestos básicos de su
estrategia, la posibilidad de desarrollo capitalista autónomo en la periferia. Y no contando tampoco
con el “campo socialista”, hoy una estrategia reformista no puede desengancharse del imperialismo.

TRÍAS Y EL VIEJO PLANTEO DE LA IZQUIERDA RADICAL


PARALELAMENTE y aun un poco antes aparece en nuestra izquierda otra visión estratégica. Vivián
Trías fue su expositor principal en sus méritos y sus errores.

Analizamos en conjunto las ideas discutidas en la izquierda uruguaya desde que el modelo
neobatllista entra en crisis a mediados de los 50 hasta que ese instala la dictadura militar en 1973,
con una mirada amplia y abarcando las principales posiciones en disputa. Hacemos centro en la
figura de Trías, y consideramos a los demás en diálogo con él, entendiendo que concentra los
problemas de la época, incluso en sus limitaciones. Abarcamos también el comienzo, al final del
período, de su superación. Eso mismo demuestra la complejidad del problema.

Incluimos citas de sus ensayos: Por un socialismo nacional, 1962 (en adelante SN), La revolución
en las orillas, 1956 (RO), Enigma para Poznam, 1968 , Paz Estensoro, 1952 y otras.

Una influencia principal que debe señalarse es Paul Baran, marxista norteamericano de Monthly
Review. También los latinoamericanos de la teoría de la dependencia. Y como con todos ellos, el
precedente innegable es José Carlos Mariátegui. También está la influencia de León Trotsky
disimulada tal vez por el anatema que aún regía y los problemas políticos de una identificación
explícita. En lenguaje diferente Trías repite a Trotsky y también sus errores que el tiempo
evidenciaría. También tiene un cierto eclecticismo, inspirándose en Arnold Toynbee, en Mao,
Nasser, y el laborista inglés de izquierda Aneurin Bevan. Forma parte de la corriente “revisionismo
histórico”, reivindicando el papel de Juan Manuel de Rosas en la historia del Río de la Plata.

Políticamente, Trías fue siempre hombre del Partido Socialista, que en ese período vive
transformaciones y divisiones. A la crisis social de la época se suma el impacto de la Revolución
Cubana, el conflicto chino-soviético, etc. De allí sale el núcleo de la guerrilla urbana del final del
período, que comienza siendo una fracción que actuaba por dentro y por fuera a la vez, cosa no rara
en el PS. En muchas cosas se adelanta a la Revolución Cubana, por influencia de la frustración de la
Revolución Boliviana de 1952. Expresa, y al principio acompaña, la naciente radicalización y
rechazo de la política socialdemócrata tradicional buscando una alternativa. Frugoni es desplazado
por la nueva generación. Pero Trías siempre fue vacilante e inconsecuente, y no acompañó a los
sectores del ala izquierda del partido. Terminará en posiciones muy cuestionables.

Así lo presenta Carlos Real de Azúa en su Antología del ensayo uruguayo:

Frugoni y los hombres de su generación llegaban a “lo nacional” desde su adscripción a una
ideología universal y no dejaban de mirar las modalidades psicosociales del criollo con un gesto
entre conmiserativo y desdeñoso... de un socialismo que cabría llamar “novecentista”, de
inspiración europea... propensión esencialmente parlamentaria y pacífica, de aceptada radicación
urbana, de vocación educadora... Se podría marcar ahora, desde el nombre de Vivián Trías, otro
tipo de acción política que progresivamente lo reemplazó a medida que nuevas generaciones fueron
adviniendo a los cuadros partidarios y diversas circunstancias fueron empolvando, hasta la
irremediable vetustez, muchos modos, muchas fórmulas... Trías presenta una fidelidad al
marxismo... [dando] una especie de giro copernicano, “desde” lo nacional que se afirma una
voluntad revolucionaria... encontrándose “entonces” en el marxismo el instrumento
interpretativo... no se apura a descalificar con los rótulos de “bárbaro”, “totalitario”,
“caudillesco” o “militarista” el carácter policlasista, y borroso,... que muchos empujes
antioligárquicos y anticoloniales tienden a presentar en América, y otras partes... parece volverse
más a un carril clasista y marxista ... robustecer la aceptación comunista de la “multiplicidad de
caminos” hacia el socialismo, la creciente autonomización de los movimientos de lucha nacionales
y la decisiva importancia asignada a las corrientes pluriclasistas de emancipación social...
También... mayor flexibilidad ideológica [ante]... las disputas de entre los partidos mayores del
mundo comunista...

Su pensamiento tiene una influencia ideológica decisiva en la formación de nuestra izquierda


revolucionaria, en sus fortalezas y en sus debilidades. A diferencia de Arismendi no puede decirse
que haya sido exitoso como dirigente político práctico. Su gran apuesta fue la Unión Popular de
1962, una alianza electoral apresurada con otros grupos que resulta en un fracaso, y el PS pierde
toda su representación parlamentaria. Trías vuelve al parlamento años después, pero ya no tiene la
misma relevancia en la conducción del partido. Es, por lo tanto, un teórico en el sentido “raso” del
término. Veamos esta conclusión de Real de Azúa en 1964, adelantándose a lo que vendría:

Y dígase ahora, antes de seguir, que el traspié electoral de las nuevas maneras políticas que Trías
y su generación contribuyeron a promover [es una] conclusiva advertencia sobre el error de
concentrar todo esfuerzo en planos puramente electorales y parlamentarios... es posible (y tal vez
seguro) que no obligue a revisar lo mucho que de dado, de ya fijado, de irrevocable... [de ese giro].

Nuestro lenguaje es menos elegante pero más llano. La frustración electoral precipitó las cosas
dentro del PS, provocó un giro dentro del giro, una crisis dentro de la crisis, que se extendió más
allá del partido. La nueva generación radicalizada buscó nuevos caminos. La guerrilla fue uno de
ellos.

Raúl Sendic (1925-1989) ingresa al PS a fines de los 50, luego es Secretario General de su
Juventud, comienza a organizar sindicatos de asalariados rurales en 1957, integra el Comité
Ejecutivo en 1959. Es primer suplente de Trías en la lista a Diputados de la UP en las frustrantes
elecciones de 1962. En 1963 impulsa la primera acción armada, el robo de armas en el Club de Tiro
Suizo y pasa a la clandestinidad. En 1966 es el principal fundador del “Movimiento de Liberación
Nacional – Tupamaros”.

En este pasaje de “las armas de la crítica” a “la crítica de las armas” hay una línea de continuidad
que está también en la debilidad de su planteamiento estratégico y militar. En este trabajo
plantearemos la tesis de que esas debilidades teóricas condicionan la acción armada contribuyendo
a su derrota. En esto, cederemos la palabra a Raúl Cariboni, otro protagonista de ese tiempo.

Vayamos ahora a las ideas de Trías y su concepto estratégico de la revolución. En su análisis, Trías
pone en primer lugar la...

...ley del desarrollo desigual y combinado, ley fundamental que rige la transición del capitalismo
al socialismo... es el capitalismo el que promueve las más acusadas desigualdades, el que las
intensifica... el imperialismo nutre su prosperidad del subdesarrollo que él promueve, se alimenta
con y vive de la desigualdad que él organiza... El subdesarrollo es la manifestación del imperio en
la estructura interna de las colonias y semi-colonias. Subdesarrollo colonial y desarrollo imperial
se explican mutua y dialécticamente. (SN, lo mismo las siguientes).

Dicha ley determina:

1) El desarrollo desigual dentro de los países capitalistas industrializados. 2) La expansión


imperialista de aquellos. 3) La división del mundo entre naciones opresoras y naciones oprimidas y
la verdadera significación del subdesarrollo y del colonialismo. 4) Las contradicciones
interimperialistas y, entre ellas, las propias guerras de redivisión. 5) El desarrollo desigual de la
revolución proletaria. 6) La especificidad de la construcción socialista en cada país.

No retrocede ante los problemas teóricos que esto plantea frente al marxismo y la palabra de Marx.

“DE TE FABULA NARRATUR! [¡A TI SE REFIERE LA HISTORIA!]... EL PAÍS INDUSTRIALMENTE MÁS

DESARROLLADO NO HACE SINO MOSTRAR AL MENOS DESARROLLADO LA IMAGEN DE SU PROPIO


FUTURO”. Al formular este vaticinio, que los hechos no confirmaron, Marx tiene en cuenta lo que el
desarrollo histórico tiene de igual, pero no lo que tiene de desigual... Lo mismo ocurre con su
previsión de que la revolución socialista triunfará primeramente en las naciones más
industrializadas...

En base a estas ideas, y siguiendo la estructura conceptual de Mao en “Sobre la Contradicción”,


Trías considera que la contradicción fundamental de nuestro tiempo es entre capitalismo y
socialismo, y se manifiesta a través de la contradicción”principal, cuya existencia y desarrollo
determina o influye en la existencia y desarrollo de las demás contradicciones” (SN), es entre el
imperialismo y los pueblos oprimidos de la periferia capitalista. En ello pone la clave de nuestra
época: Los suburbios de la tierra no quieren seguir siendo suburbios (RO).

Vayamos ahora a las diferencias concretas con Arismendi.

1) Uruguay no es semifeudal sino capitalista dependiente. Aunque no adopta de entrada una


fórmula tan clara, la termina conformando. La forma de explotación y la estructura social
responden al modo de producción capitalista, y se subordinan al imperialismo que succiona
el “excedente económico” (concepto que toma de Baran). El imperialismo impide el
desarrollo capitalista autónomo en la periferia. Su análisis parte del capitalismo
mundializado. Un desarrollo como el de las naciones europeas en los siglos XVI a XIX ya no
puede repetirse. La burguesía uruguaya es socia menor del imperialismo, con
contradicciones secundarias pero alineada con él. No tiene sectores enfrentados -un sector
industrial desarrollista contra terratenientes y financistas- sino imbricados entre sí.

2) Esta burguesía no puede cumplir el papel del modelo clásico de revolución burguesa,
que Trías supone agotado en Uruguay en el ciclo del primer batllismo (1903-1915). Pero esas
“tareas históricas” las define según el modelo de la revoluciones burguesas europeas:
reforma de las estructuras agrarias, desarrollo industrial, democracia política, y “realización
de la nacionalidad”. Para Trías esas tareas históricas caen sobre los hombros del
proletariado y sus aliados cercanos. A diferencia de Arismendi, no aboga por la alianza con
sectores burgueses. Su esquema “tipo revolución permanente” incluye una inspiración
maoísta y del concepto leninista de las “Tesis de Abril”. Existiría una fase nacional y
popular, antiimperialista y no capitalista, de transición. Trías sí puede invocar a su favor,
con razón, el caso cubano donde la burguesía está contra la revolución y el curso
revolucionario es un proceso único que no comenzó explícitamente como socialista: partió
de un programa mucho más limitado que se fue profundizando por imperio de las
circunstancias y desemboca en lo que Trías y los cubanos consideraban socialismo, cosa que
pondremos a discusión.
3) Y cuando aquella izquierda hablaba de “nacional” no se refería estrictamente a Uruguay
sino a la llamada “Patria Grande”, proyecto de alcance latinoamericano.

Importa ver los argumentos con los que Trías rechaza la posición de Arismendi, sin nombrarlo.

Una solución fue propuesta y ensayada como primer intento: la realización de la propia
revolución capitalista, de la propia revolución democrático-burguesa. Consiste en desenvolver los
factores del capitalismo nacional, en contradicción con las estructuras imperialistas y feudales, y
convertirlas de formación subordinada en formación subordinante... un proceso de desarrollo
capitalista al estilo de las que en el Siglo XIX, dieron lugar a las naciones capitalistas
industrializadas... ¿puede repetirse el mismo fenómeno en las condiciones históricas de nuestra
época? (SN).

Trías argumenta así contra esa posibilidad: El capitalismo europeo emergió sobre un proceso de
acumulación capitalista primitiva, que no surge de la extracción de plusvalor como en el
capitalismo maduro, sino de: a) La expansión colonial de Europa y el saqueo de las riquezas de las
zonas conquistadas. b) La intensa explotación de la fuerza de trabajo, propia de la revolución
industrial. No tiene sentido esperar una repetición de esas condiciones en América Latina.

Por otra parte, hay diferencias insuperables entre aquella Europa y esta América Latina. 1) Europa
contó con una burguesía “madura” -así dice Trías, nosotros preferimos hablar de burguesía
“autocentrada” en el sentido que plantea Samir Amin-. En AL la burguesía es socia y cómplice del
imperialismo. 2) El despegue de Europa fue posible en la época del capitalismo competitivo; AL
se encuentra con el capitalismo monopolista. 3) Para la reforma de la propiedad agraria, Europa
debió vencer a una forma económico-social inferior, el feudalismo. Nos detendremos en este
tema.

A fines del siglo XVIII, había en Francia propiedades inmensas, eclesiásticas, de la corona y los
nobles; tenían además el 80% de los bosques, praderas, lagos etc., cultivaban solo un 15%, no
pagaban impuestos. Las producciones rurales eran concesiones en usufructo al Tercer Estado, con
gran carga impositiva. Durante la Revolución Francesa se produjo la transformación de la propiedad
agraria, tomando forma la propiedad privada capitalista, plasmada en el Código Napoleónico. Se
suprimen las formas de servidumbre y todos pagan impuestos, Las propiedades pueden ser de muy
distinto tamaño pero lo fundamental es que se orienten a la actividad productiva en forma
capitalista.

En este esquema se han basado todas las propuestas de transformación agraria con distribución de
la tierra vinculadas a revoluciones burguesas. Esas reformas distributivas fueron posibles en la
medida en que eso era coherente con el desarrollo del modo de producción capitalista.
Pero respecto de las estructuras agrarias en Uruguay, Trías tiene una visión muy diferente. Más que
un resabio feudal que sería removido por el desarrollo capitalista, Trías opina lo contrario, son
formas “congeladas” dentro de la economía capitalista. Por eso su propuesta es también diferente.

"No podremos empujar nuestro desarrollo económico, conjugando producción social con
propiedad individual: (...) nuestra fórmula es producción social y propiedad social...La clase
obrera, vanguardia de las clases populares, conducirá la transformación revolucionaria de nuestra
economía, cubriendo las etapas inconclusas de la revolución burguesa frustrada; pero con otra
orientación, bajo otro signo (porque) la Revolución Nacional no se hace en beneficio de la
burguesía, sino de las masas populares cuya vanguardia es el proletariado industrial. Su
culminación tendrá como consecuencia la aparición de las condiciones económico-sociales
convenientes para la realización de la revolución socialista”. Reforma agraria, industrialización y
Revolución Nacional, 1959

Los límites en esta concepción, dados en el concepto “nacional”, es algo que veremos más
adelante. Veamos ahora lo que dijeron los hechos, la evolución en la propiedad de la tierra en estos
cincuenta años. En tiempos de Trías el campo se dividía en casi 87.000 predios rurales. Mil
docientas estancias acaparaban el 35% del territorio nacional, unas 6.000.000 de hectáreas. Hoy el
60% de la tierra (unos 10 millones de hectáreas) está en manos de un 10% de productores (unos
4.000 propietarios). Comparemos los censos agropecuarios de 1961 y 2011.

1961 2011 Variación porcentual


Totales
Predios 87000 45000 -48
Sup.explotada 1170000 16230000 +38
Menos de 100 há
Predios 65000 25000 -62
Sup.explotada 1490000 735000 -51
Más de 1000 há
Predios 4000 4100 +2.5
Sup.explotada 9900000 10030000 +1.3

En esos cincuenta años la superficie explotada ha aumentado en forma importante, coherentemente


con el desarrollo del modo de producción capitalista. Y esto se produce junto con una marcada
concentración de la propiedad de la tierra. La cantidad de predios cae a la mitad. En los predios de
más de 1000 há hay una leve tendencia ascendente, mientras hay una caída brutal en número de
predios y superficie explotada en unidades de menos de 100 há. Los predios en manos de uruguayos
pasaron del 96% al 84% del total, en superficie cae del 90% al 54%.

Los hechos dan la razón a Trías.

Aunque este planteo político está muy por encima del arismendiano son necesarias algunas
observaciones. Pero antes veamos algo sobre la influencia del pensamiento político de Trías.
EDUARDO GALEANO, CONTINUADOR DE TRÍAS
Los muchos autores uruguayos de la época que consideramos, que entran en la corriente del
pensamiento marxista contestatario de la “ortodoxia” de entonces, son, en general, muy poco
conocidos fuera de nuestro país. La excepción obvia es Eduardo Galeano,

Su ensayo mundialmente conocido “Las venas abiertas de América Latina” (1971) es una hermosa
y brillante exposición de ese pensamiento, pero no es un águila solitaria. Podemos enumerar los
muchos vínculos de Galeano con Trías: el Partido Socialista, los semanarios Marcha y El Sol, el
diario Época. Pero es mejor la palabra de Galeano, (Prologo al tomo 12 de las obras de Trías). No
agregaremos nada.

Yo fui alumno de Vivián: en el Partido Socialista y también en el café de la esquina, el café de


Alfredo, y en su casa de Las Piedras, adonde el tren me llevaba a través de la noche y hasta el alba
lo encontraba siempre despierto y trabajando, y en mi minúsculo apartamento del barrio Palermo,
tan chico que uno tenía que salir cuando el sol entraba, y donde él gustaba de sentarse en el suelo
y fumar y charlar.

Él me enseñó a pensar el socialismo con cabeza propia y me enseñó que la historia no era un
museo sino una tragedia y una fiesta. Escuchándolo, yo descubrí que el tiempo pasado estaba vivo
y enterrado por error o infamia.

Pocos creyeron tanto como él en esta tierra de libres. Pocos la conocieron tanto, y tanto la
quisieron. Vivián Trías llegó al fondo de nuestras raíces, que tan breves son y sin embargo tan
profundas, y por las raíces nos adivinó el destino.

Escribiendo, hablando, peleando, Vivián nos contagió la fe en el fulgor de ese destino, nacido
desde adentro y desde abajo, que es la contracara del jodido destino que nos han impuesto desde
afuera y desde arriba.

No tiene el hombre mejor manera de quedarse cuando se va.

REVISEMOS A TRÍAS Y LOS LÍMITES DE SU CONCEPCIÓN


› TRÍAS repite una versión embellecida de la revolución burguesa del modelo francés
jacobino, sin Napoleón. Otorga a la burguesía tareas históricas propias, la democracia, el
estado-nación, etc. Esto será revisado por una nueva generación marxista. En realidad la
“tarea histórica” de la burguesía fue garantizar políticamente el desarrollo del modo
capitalista de producción. Para ello necesitó o no una revolución, una nación, o una
industria, según los casos. Para llevar adelante estos objetivos, convocó a veces un amplio
frente social (caso de la Revolución Francesa) levantando banderas programáticas
universales (los “derechos del ciudadano”) pero eso no quiere decir (como supone Trías
junto con muchos otros) que esas banderas sean realmente tareas históricas que le
corresponden a la burguesía como clase.

› ¿Y por qué la clase obrera debería realizar las “tareas inconclusas de la burguesía”,
ateniéndose a la definición burguesa de las mismas? Este extraño enunciado no fue nunca
cuestionado en su tiempo porque las “tareas” referidas, desarrollo económico y soberanía
nacional, eran consideradas obvias. Trías las ve como neutras, supraclasistas. Sólo más
recientemente aparece el cuestionamiento al concepto eurocéntrico de la modernidad,

› Discutiremos más adelante el planteo de una fase de transición al socialismo. Pese a estar
muy difundido se basa en una confusión sobre la historia de la Revolución de Octubre.

› Trías mantiene intocado el paradigma del estado-nación, ata pueblo a nación como destino
natural de cada pueblo en su desarrollo. Su idea es: Por un socialismo nacional, el
socialismo hereda la causa nacional. Y además ata nación a estado-nación, un dispositivo de
ciertas burguesías en ciertas coyunturas. Pero la “revolución burguesa uruguaya” (si puede
hablarse así) no quedó trunca ni inconclusa, se concluyó cabalmente con la instalación del
estado capitalista dependiente heredado del esquema de dominación colonial, porque ese
fue el objetivo de la burguesía uruguaya, o lo que pueda caber bajo esa denominación.

› Viendo en la independencia de estos países una revolución burguesa truncada, reivindica


“libertadores” opresores. Pero la independencia fue el reajuste modernizador capitalista de la
dominación colonial. Su resultado fue desplazar el colonialismo burocrático hispano-
portugués por el colonialismo mercantil inglés. La clases dominantes locales se reinsertan
como colonias prescindiendo de las viejas clases dominantes metropolitanas sin alterar la
naturaleza del sistema social, con una feroz guerra civil para aplastar los movimientos
sociales progresivos de masas como el artiguismo, o cualquier forma de resistencia social
del signo que sea. Trías comprende el sentido progresista y democrático del proceso
artiguista frente a las corrientes oligárquicas predominantes en los regímenes
independentistas. Pero no ve que el programa económico de Artigas (parcelación de tierras,
proteccionismo comercial) es propio de sus condiciones históricas y actores sociales, no
puede trasladarse fuera de su tiempo. Así, cuando bonapartismos populistas posteriores
levantan medidas parecidas, cree estar ante la continuidad de esa “revolución truncada”
como si fuese una revolución burguesa sin burguesía.

› Su concepto “revolución de las orillas” adopta la sistematización de Mao: la contradicción


principal y antagónica opone los pueblos explotados del Tercer Mundo al imperialismo, y a
través de ella se resuelve la lucha capitalismo/socialismo. Eso parecía ser así en ese
momento (Cuba, Argelia, Vietnam... ) pero también implicaba una esperanza de que desatar
ese nudo sería suficiente para inclinar la balanza. De ahí su expectativa en procesos
nacionalistas bonapartistas (Nasser, Perón, etc.). Pero el ciclo del “tercerismo” mostró sus
límites, no fue ni quiso ser parte de la revolución socialista mundial, y sucumbió ante el
imperialismo.

› Y Trías le cree a la burocracia soviética. “Eso” es socialismo. Detengámonos en este punto.

En 1956 frente a los sucesos de Polonia, publica un artículo notable para la época pese a sus
limitaciones, “Enigma para Poznam”. Es de sus pocos trabajos accesibles en Internet
(http://elsocialismoesposible.blogspot.com/2008/10/enigma-para-poznan.html).

Trías ve las dificultades en varios países “socialistas” de Europa del Este, que provocan malestar,
disturbios e incluso rebeliones, “en una política económica que pone el peso de las energías de la
nación en el desarrollo de la industria pesada. Ello ha desquiciado a la economía... traído el
subconsumo y la miseria para sus masas populares”. La raíz está en “un imperialismo sui
generis... un imperio soviético.... “, definiendo imperialismo en forma genérica: “explotación que
una nación fuerte y rica hace en su propio beneficio de un pueblo débil”.

Y aquí debe ir más atrás, al proceso de la URSS. “Acosada y cercada la URSS llevó a cabo la
capitalización imprescindible para industrializarse, sobre la base del ahorro y subconsumo de su
pueblo. Ello exigía la dictadura y el aislamiento. Vino entonces la deformación del socialismo...” y
como consecuencia superestructural “la deformación de la ideología... la tergiversación del
marxismo en cuyo nombre se había hecho la revolución. Tres hechos jalonan esta deformación
doctrinaria: a) El absurdo "socialismo para un solo país"; b) los partidos comunistas como
agentes de los intereses soviéticos... c) la monstruosa falacia de que la revolución proletaria
mundial será la consecuencia del triunfo militar y del dominio universal de la Unión Soviética”.
“... nació un nuevo tipo de realidad colonial, con... beneficios para la metrópoli... la necesidad de
convivir en paz con el mundo capitalista [lleva a] abandonar la intransigencia...".

Pero Trías basa todo su razonamiento en la ley del desarrollo desigual y combinado, y lo que
reclama es el camino particular e independiente de cada pueblo hacia el socialismo. Bajo esa lupa
interpreta, por ejemplo, el conflicto chino-soviético. La deformación burocrática de la URSS, por lo
tanto, sigue siendo una consecuencia del contexto histórico, circunstancia inevitable. Junto con
eso, forma parte de quienes consideran que la propiedad estatal de los medios de producción es
lo que define al socialismo, aunque también dice que la URSS “se asemeja más al capitalismo de
Estado que al socialismo marxista”.
Y no va más allá de la posición de Trotsky, para quien la deformación burocrática es producto de
las condiciones de escasez (ejemplo de la panadería en La revolución traicionada), es una
“excrescencia temporaria”, “desgraciado incidente” en el camino al socialismo, que será
superado en el futuro, en tanto la propiedad estatal de los medios de producción sigue siendo lo que
define el modo de producción de la URSS. Pero Trotsky al menos abre la posibilidad de que no sea
así. En 1939, “La URSS en guerra”, dice que la guerra precipitará la caída del estalinismo, pero si
así no fuese “tendremos que replantearnos nuestra concepción”. Es decir, habría que pensar la
sociedad burocrática de la URSS como un nuevo modo de producción históricamente estable.

Pero Trías, que escribe en 1956, tiene ante sus ojos hecha realidad esa coyuntura que para Trotsky
era una hipótesis, tal vez retórica. Y en ese momento esa realidad ya no se puede ignorar.

---

Apoyada en estas ideas, la naciente izquierda revolucionaria de entonces cuestiona al reformismo.


Pero sus limitaciones tienen consecuencias profundas, no solo en Trías: No denunciar el populismo
y bonapartismo de algunos procesos latinoamericanos, depositar ilusiones en los “militares
nacionalistas”, etc.. Entre las graves actitudes oportunistas de Trías están la actitud conciliadora con
el golpe de Onganía al suponer que expresa a un sector de la burguesía argentina nacionalista; el
ensalzamiento al golpe “perunista” de Velazco Alvarado (1968) que realiza por vía autoritaria
algunas reformas superficiales de corta duración; su falsa teoría sobre una naturaleza policlasista y
nacional de las FFAA ayudando así a la confusión política cuando los “Comunicados 4 y 7” de
febrero de 1973 preparan el golpe de estado. Y como dijimos, el fracaso de la Unión Popular de
1962 no es un problema instrumental sino la realización concreta del planteo de Trías, mostrando
sus debilidades.

LA VARIANTE OLVIDADA DE CARIBONI


LAS TEORÍAS de Trías (que no eran solamente de él) no eran simples teorías, tampoco sus errores
teóricos quedan en ese plano. La concepción de “revolución nacional” implica una estrategia, una
estrategia implica una metodología, y esto a su vez un tipo de acción, las acciones tienen
consecuencias. En vez de limitarnos a discutir una teoría en el plano teórico, lo que también
debemos hacer, veamos sus consecuencias en la acción.

Como dijimos, esta discusión teórica se trasladó a los hechos. Uno de estos hechos fue la guerrilla,
pero un determinado tipo de guerrilla. Podemos discutir esto “post festum”, pero sería injusto.
Poco útiles son también las críticas al foquismo que en ese tiempo se hicieron por fuera de la acción
armada Vamos a recuperar aquí la primer crítica marxista hecha en Uruguay a la estrategia de lucha
armada basada en el concepto de revolución nacional, que fue contemporánea a la guerrilla misma.

En 1972, Raúl Cariboni, dirigente de la “Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales”


presenta un documento interno de crítica a la guerrilla tupamara y al foquismo. Circuló
clandestinamente dentro de esa organización, y tuvo muy poca difusión. En Uruguay salió a luz una
versión resumida en Alfaguara Nros. 12 y 14., pero ahora está en Internet:
http://federacionanarquistauruguaya.com.uy/2011/04/27/copei-1a-parte-documentos-de-fau-1972/ y
http://federacionanarquistauruguaya.com.uy/2011/04/27/copei-2a-parte-documentos-de-fau-1972/

La OPR-33 es un afluente menor casi olvidado de nuestra izquierda radical actual. No


cuestionaremos aquí que su crítica al foquismo fuese hecha desde una organización que repetía los
errores que criticaba, más bien tomaremos de esto la ventaja de sus conclusiones en el plano militar.
Nos interesa más que nada su original enfoque de la cuestión nacional.

Cariboni aborda el tema dentro de un análisis más amplio de la lucha de clases en Latinoamérica y
la estrategia revolucionaria. Para él, Cuba es un caso excepcional y no repetible, un proceso
reformista pequeñoburgués como otros en el continente controlados luego por el imperialismo,
como el boliviano que lo precede. Trías ve ahí una revolución nacional frustrada, Cariboni el
destino normal de estos procesos. Pero por una coyuntura particular, Cuba desborda esos límites. A
partir de allí el imperialismo reajusta su aparato de dominación para que no vuelva a ocurrir. Por lo
tanto no puede tomarse por modelo, el intento de copia (el caso de varios de los focos guerrilleros
posteriores) contribuye al fracaso de las luchas en la década siguiente. Cariboni no critica la
guerrilla tupamara en tanto opción armada, sino su naturaleza política que determina su naturaleza
militar. Considera que esos fundamentos están transpolados de la guerrilla anticolonial o
antidictatorial, que no implican la destrucción del régimen burgués sino un recambio dentro de sus
límites. Pero la lucha revolucionaria latinoamericana debe implicar, para Cariboni, la destrucción
del aparato represivo, y esto significa una dimensión de trabajo ideológico, propagandística,
organizativo, de masas, que es cualitativamente distinta a la de la lucha anticolonial. Traza así un
tajo entre la lucha de liberación nacional anticolonialista (burguesa) y la lucha socialista
anticapitalista (obrera). Frentes sociales distintos, bases ideológicas y exigencias políticas,
organizativas, y (por ende) militares también distintas. Concluyendo, es imposible ganar a las
masas para la lucha revolucionaria con una propaganda meramente nacionalista o vagamente
contestataria. Solo un trabajo político profundo y definidamente socialista desde el principio
quebrará la hegemonía de la ideología burguesa.

No es una mera diferencia teórica. Equivocado o no, Cariboni ve una relación causal que termina
en la derrota de la guerrilla. El fundamento de la estrategia de propaganda armada está en el
concepto de revolución nacional, que se privilegia sobre el de revolución social. De allí el
menoscabo del trabajo político orgánico y de masas, la dependencia de la guerrilla de la táctica del
“impacto psicológico” de las acciones, y la acción en la ausencia de condiciones para un
enfrentamiento armado generalizado. No se cuenta con bases para un repliegue cuando la guerra lo
requiere, y en los hechos la cuerda se corta por lo más delgado, que según Cariboni es la
incapacidad de reponer los locales que caen.

Cariboni da aun un paso más, invierte la sucesión temporal de Trías. Para éste se comienza una
revolución nacional y se termina construyendo el socialismo; para Cariboni se comienza una
revolución socialista, esa lucha es intevitablemente internacional y se debe asumir la defensa
nacional de la revolución. Modificando así el orden, pone primero lo que era la “segunda fase”, y
después y como consecuencia lo que se suponía primero. No es un detalle lateral o semántico, el
ordenamiento cronológico (tanto en Trías como en Arismendi) está fundamentado en la necesidad
de llegar a ciertas condiciones históricas previas sin las cuales el socialismo no es posible. ¿Y a
quién le da la razón la experiencia histórica? En Cuba, la lucha del 26 de Julio y la toma del poder
fue aceptada por el imperialismo y las burguesías latinoamericanas. Fidel fue recibido en
Montevideo como héroe por los medios burgueses, incluyendo un extenso y panegírico reportaje en
TV. Pero luego Cuba fue bloqueada, asediada y agredida por el imperialismo, no por su
nacionalismo sino por las reformas sociales más profundas de lo que el imperio toleraba. La
revolución social condujo a la necesidad de la defensa nacional. Los hechos le dan la razón a
Cariboni.

YENDO A LAS FUENTES


NUESTRA IZQUIERDA es tributaria de la Revolución de Octubre, y es normal que en sus
discusiones teóricas se invoque a los bolcheviques. Para completar, entonces, despejemos algunos
aspectos.

A) LA POLÉMICA SOBRE LA TRANSICIÓN AL SOCIALISMO

Los bolcheviques fueron modificando sus ideas sobre la revolución rusa durante su curso, sin
terminar de ponerse de acuerdo sobre muchos temas. Antes, la mayoría de sus cuadros fue
exterminada por la dictadura estalinista. También Lenin muere a los pocos años de Octubre, fue
formando y modificando sobre la marcha sus opiniones sobre los problemas ulteriores a la toma del
poder, y no llegó a una concepción definitiva ni pudo ser testigo del desenlace. Sus textos
contradictorios fueron usados por distintas fracciones bolcheviques apoyando posturas divergentes.

Esto no disminuye el valor del debate entre los bolcheviques, que continua el de los
revolucionarios rusos del siglo anterior sobre la revolución social en un país atrasado, que habían
consultado expresamente a Marx. Y si los bolcheviques no completaron una teoría, tomaron sí la
idea propuesta por Marx: esa revolución es posible sí -y solo sí- se inserta en un proceso
revolucionario proletario internacional. Esa fue su única “teoría de la transición”.

Y el esperado auge revolucionario en Europa sobrevino, pero fue derrotado. Devino así una
situación imprevista: la revolución rusa solitaria y aislada. Como verdaderos revolucionarios, los
bolcheviques buscaron una salida. En la compleja discusión que comienza (Lenin, Trotsky,
Preobrashensky, Bujarin, Smirnov, Kollontay) aparecen ideas totalmente nuevas para la teoría
revolucionaria: ley de acumulación socialista primitiva, sociedad de transición, vigencia relativa de
la ley del valor, y otras igualmente fecundas que se deben contextualizar en la coyuntura a la que
estaban referidas.

Para distinguir su proyecto revolucionario de aquello que la realidad les obligaba a hacer,
hablaron de “sociedad de transición” como cosa distinta de “socialismo”; no como un plan
preconcebido de una revolución en un país atrasado sino como resultado de la lucha por la
supervivencia. Solo así puede entenderse. Para Marx la revolución obrera inicia una larga transición
hacia la sociedad sin clases (comunismo) comenzando con la abolición inmediata de la explotación
del trabajo. Recurre, obviamente, a las formas que permitan el desarrollo objetivo de las fuerzas
productivas, pero rompiendo las relaciones de producción capitalistas. Marx lo llamó “estadio
inferior del comunismo” y los bolcheviques “socialismo”. Aunque el camino concreto pueda ser
muy distinto según las condiciones, en ningún lado supone Marx -ni tendría sentido- una revolución
“de transición hacia la transición”. Esta confusión surge de la falsificación burocrática del
socialismo para justificar la sociedad congelada que no evoluciona hacia la sociedad sin clases, que
mantiene y acentúa las desigualdades y reproduce la explotación. Así se empieza a hablar de
socialismo como sociedad estable, modo de producción. Y en la estructura jerárquica del “campo
socialista” habría países que están en “condiciones objetivas” de construir el socialismo, y países
que tienen que “transitar a”. Pero para Marx, para los bolcheviques, para el Che discutiendo con
Bethelheim sobre el “cálculo económico”, la condición para el socialismo es el capitalismo como
sistema mundial.

En la concepción bolchevique no tiene sentido hablar de “etapa nacional de la revolución”, una


revolución que solo puede triunfar internacionalizándose es lo opuesto a una revolución nacional.

B) EL DERECHO DE AUTO-DETERMINACIÓN Y LA LUCHA ANTIIMPERIALISTA

La defensa de Lenin del derecho de auto-determinación de los pueblos también ha sido vista como
una estrategia nacionalista. Incluso prestigiosos marxistas, Howbsbawn y Wallerstein, muy distintos
entre sí, hablan del “paradigma wilsoniano-leninista”. Pero el planteo leninista era una táctica de la
revolución socialista mundial. También en esto continúa a Marx. Al reivindicar los vínculos libres y
democráticos entre pueblos emancipados removiendo la opresión colonial, Lenin no proponía un
mosaico fragmentado de estados de base étnica o cultural sino una unión fraterna de pueblos. La
Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas no suponía el desgajamiento nacional ni siquiera
como camino al socialismo. La URSS fue luego desvirtuada y transformada en “cárcel de pueblos”;
no por ello la fragmentación nacional es una alternativa progresista, como lo muestra el panorama
actual del Este europeo donde las causas nacionales sirven a objetivos bárbaros y reaccionarios.
Yugoslavia con Tito, aun con limitaciones, fue un enorme paso hacia las relaciones democráticas y
fraternas entre distintos pueblos, no la “nación yugoslava” porque Yugoslavia no era una nación ni
un estado nacional sino lo contrario, un estado plurinacional y pluricultural, confluencia de distintos
pueblos en un proyecto superior, como fue siempre la mira de los marxistas revolucionarios.

En los primeros años de la Internacional Comunista los bolcheviques y otros comunistas prestan
atención a los movimientos de liberación nacional en los países oprimidos por el imperialismo,
aunque en forma imprecisa. En el Segundo Congreso, a propuesta del comunista indio Manabendra
Nath Roy, se afina algo el planteo: apoyarlos solo en tanto sean verdaderamente revolucionarios. La
razón es evidente: el Tercer Mundo está lleno de antiimperialistas reaccionarios, nacionalistas
burgueses, militares bonapartistas, resabios de clases dominantes precapitalistas, populismos,
fundamentalismos fanáticos, o piezas sueltas y descontroladas del aparato de dominación
imperialista. No cualquiera que se oponga coyunturalmente al imperialismo es aliado de la causa
socialista. La historia de la izquierda en Latinoamérica y el Tercer Mundo registra una larga lista de
aventurerismo político, y la saga no ha terminado. Como decía Mariátegui en su polémica con el
APRA peruana, no somos simplemente antiimperialistas, somos antiimperialistas en la medida en
que somos socialistas.

Esto no agota el tema, sin embargo.

C) LOS LÍMITES DEL LENINISMO.

La teoría de la revolución por etapas en los países de desarrollo capitalista “incompleto·” no es


una mera falsificación del pensamiento leninista. Es el punto de partida no solo de Lenin sino de
casi todo el marxismo de ese tiempo. Lo veremos mejor visto desde el final.

Poco antes de su muerte, en 1922 en “Notas de un publicista” y a propósito de una polémica del
momento, Lenin enumera los “errores de Rosa Luxemburgo” (en realidad, las discrepancias que
tuvo con ella), entre ellos el problema de la independencia de Polonia. En 1903 el POSDR se
pronunció a favor, pero a Rosa le pareció que estando el territorio polaco fragmentado en varios
imperios y con una mezcla de varios pueblos, sin una burguesía nacional que pudiese cumplir un
papel progresista, esa consigna no tenía ningún valor para los socialistas revolucionarios. Lenin se
retrotrae a esa discusión. Y curiosamente pasa por alto la guerra de 1920 en que el Ejército Rojo de
la Rusia bolchevique invade Polonia, y resulta derrotado por el ejército polaco de Pilsudski, un
“socialista” que, formalmente, estaría cumpliendo con eso que el POSDR había resuelto en 1903.

El planteo de Lenin sobre el tema está ampliamente desarrollado en “El derecho de las naciones a
la autodeterminación”, de 1914. Allí, expresamente y con toda claridad, Lenin le pega a Rosa con
los argumentos de Kautsky.

”La base económica [de] los movimientos nacionales... estriba en que, para la victoria completa
de la producción mercantil, es necesario que la burguesía conquiste el mercado interior... con
población de un solo idioma [para...] una circulación mercantil realmente libre y amplia,
correspondiente al capitalismo moderno... la tendencia de todo movimiento nacional es formar
Estados nacionales, que son los que mejor cumplen estas exigencias del capitalismo
contemporáneo... “.

Kautsky: "El Estado nacional es la forma de Estado que mejor corresponde a las condiciones
modernas", Lenin: “es decir, a las condiciones capitalistas civilizadas, progresivas en el aspecto
económico”; Kautsky: “los Estados de composición nacional heterogénea”, Lenin: “Estados
multinacionales a diferencia de los Estados nacionales” [son] Kautsky: "siempre Estados cuya
estructura interna es, por tales a cuales razones, anormal o subdesarrollada", Lenin: “atrasada”.

La posición de Lenin es clara y explícita: en los países en que el capitalismo no ha “completado”


su desarrollo (modelo: Europa occidental y EEUU) los socialistas proletarios deben apostar a ese
desarrollo capitalista (eso es precisamente la teoría de la revolución por etapas), y el Estado-nación
es una consecuencia de esa política. Por supuesto, en tanto es una táctica y no un principio
absoluto, en cada caso su aplicación se subordina a la causa del socialismo.

En 1916 -habiendo roto con Kautsky- es aun más claro; en “La revolución socialista y el derecho
de las naciones a la autodeterminación” distingue “tres tipos de países”: capitalistas adelantados,
Este de Europa, y países semicoloniales. Es en estos últimos que “los socialistas deben apoyar de
la manera más decidida a los elementos más revolucionarios de los movimientos democrático-
burgueses de liberación nacional... y ayudar a su rebelión... contra las potencias imperialistas”.
Esto es absolutamente coherente con lo anterior.

Más claro aun es “Democracia y populismo en China”, 1912, sobre la revolución de Sun Yat Sen
a quien luego de gran elogios califica de “populista ruso”, narodrnik, que pese a ser “socialista
subjetivo” no lo es realmente pues se deja llevar por la ilusión -reaccionaria- de “eludir” el
capitalismo en China.

Lenin va rompiendo con este pensamiento a partir de los hechos. En 1916 rompe con Kautsky
merced a la guerra imperialista, en abril del 17 rompe con la teoría kautskiana de la revolución por
etapas, pero para Rusia.

Le sigue pareciendo absurda la posición de Rosa: "¿Puede acaso hablarse en serio de la


"autodeterminación" de los montenegrinos, serbios, búlgaros, rumanos, griegos... “. Le contesta:
“El ejemplo de los Estados balcánicos habla también contra ella, porque cualquiera puede ver
ahora que precisamente a medida que se crean en esa península Estados nacionales independientes
se va dando las condiciones más favorables para el desarrollo del capitalismo.... “. Lenin solo
llegó a ver las primeras escenas de la película.

En 1920 a propuesta de Roy el Segundo Congreso de la IC modificó en algo esa posición, para
Asia. Pero Roy no representaba allí a la India sino al Partido Comunista de México. En los Cuatro
Primeros Congresos de la IC ni se menciona a América Latina y el Caribe. Los bolcheviques no se
dieron por enterados que muy poco antes de su revolución hubo una en México. Y en 1920 el PC de
México apoyaba al gobierno regresivo de Venustiano Carranza.

Hoy, la idea leninista de reivindicar el Estado-nación en los países periféricos como marco de
desarrollo capitalista progresivo es insostenible. Solo lo defiende gente como Mujica. Un balance
realista de estos cien años en que el curso de la historia modifica nuestra visión de la historia, dice
que ese papel progresivo no lo desempeño nunca en nuestros países. Mas allá de algún intento
parcial y fracasado (como el tiempo de Bandung con Nasser, Sukarno, etc.) queda claro que no nos
aportó nada, y por supuesto, hoy no es el camino. De modo que ¿qué queda para nosotros del
Estado-nación?

RECAPITULANDO
EL ESTADO-NACIÓN es un programa político de la burguesía: desarrollar un instrumento de
dominación para garantizar el modo de producción capitalista. El marco nacional fue el escenario
que requería el grado de desarrollo de la acumulación capitalista en la época histórica de las
revoluciones burguesas. Hoy, al cambiar la forma de acumulación, el nuevo programa burgués
promueve la liquidación parcial de los estados nacionales en la periferia. Las nuevas formas
políticas transnacionales están en contradicción con las formas anteriores. No por ello los
revolucionarios socialistas debemos asumir la idea burguesa de la nación. El nacionalismo es un
marco ideológico de justificación del estado-nación con el que la clase dominante busca enmascarar
su dominio, pretendiendo que el estado defiende intereses “comunes” a toda la nación. Las naciones
no originaron los nacionalismos, los nacionalismos crearon las naciones, Esa es la conclusión de
Eric Hobsbawm en “Naciones y nacionalismos desde 1870”.

Hoy, la ideología burguesa de la globalización justifica las nuevas formas de dominio por la
superación de los estados nacionales y la dominación directa del capital internacional. Pero si la
izquierda asume los mitos de la ideología burguesa de la época anterior, es porque reivindica su
papel reformista en el estatus pasado de colaboración de clases. La izquierda reformista uruguaya
levanta, frente a la globalización capitalista, un “keynesianismo en un solo país” adornado de
nacionalismo. Propone un “pacto social” entre capital y trabajo que no llena la necesidad de
ninguna de las partes. Ni de la burguesía, empeñada en una ofensiva contra los trabajadores y no en
un pacto, ni de los trabajadores, que necesitan defenderse, reagrupar sus filas, y ponerse en
condiciones de lanzar su propia ofensiva. La ilusión en un pacto social solo profundiza el retroceso.

La polémica que vimos en los 50/60 sobre aliarse o no con un ala de la burguesía, arranca mucho
más atrás en la historia de nuestro movimiento obrero, y se prolonga aún hasta nuestros días. Es
determinante de la estrategia general de la izquierda. Sin embargo no fue la más importante en
aquella coyuntura. Cedió ese lugar a la polémica sobre “las vías” (armada o pacífica). Y aunque las
polémicas se superponen y los alineamientos se polarizan en paralelo, no coinciden entre sí.

Ese desplazamiento ocurre por varias causas. Una, el ascendente de la Revolución Cubana y la
opción política de su dirección. Otras están en nuestra propia situación. La organización más
importante de ese tiempo es el P. Comunista. El recién nacido Movimiento de Liberación Nacional
pasó rápidamente a ser la segunda fuerza, pero menor. La frontera “vía pacífica/vía armada” pasaba
entre ambas, pero la polémica sobre las alianzas con sectores burgueses dividía también al sector
combativo ya que un ala de él compartía la visión estratégica etapista del P. Comunista. No es
casualidad, el núcleo fundante del movimiento tupamaro arranca del Partido Socialista influido
ideológicamente por Trías, pero la metodología y táctica del foquismo se basa en la acumulación
rápida por la acción dejando en segundo plano los fundamentos ideológicos. Eso también es
explicable. En vísperas de la dictadura terrorista la izquierda más lúcida asume que el movimiento
popular está inerme por la hegemonía reformista. Ante esto, la polémica sobre las vías fue un
parteaguas, dejando en la sombra otros temas. Además, el gran desarrollo del MLN ocurre después
de la coyuntura 68-69 en que se pierde la oportunidad de revertir esa hegemonía reformista,
sellando la suerte de los años venideros, incluida la huelga general del 73.

Vengamos a los años recientes. El problema teórico de los caminos posibles para la conquista del
poder es distinto al tema de las formas de lucha en la agenda del día. Una cosa es discutir sobre el
futuro posible de la lucha revolucionaria, y otra cosa son las opciones políticas que se levantan para
la lucha presente. La profunda derrota que significó la dictadura instaló una nueva correlación de
fuerzas que eliminó temporalmente de la agenda el tema de la lucha armada. Con la reinstalación
formal de las instituciones democrático-burguesas, los sectores políticos con un pasado armado
reciclaron su actividad política hacia formas de lucha legal. Lo mismo ocurre en otras partes de
América Latina con variados destinos para muchos ex-guerrilleros y conocidas “autocríticas” e
incluso pedidos de perdón. Poco tiempo después se produce el colapso del llamado “socialismo
real” que provoca consecuencias parecidas en los partidos comunistas (también “autocríticas”,
pedidos de perdón... ). Sin lucha armada ni campo socialista las diferencias políticas prácticas entre
el PC y el MLN se difuman, al perder ambos los factores convocantes tradicionales que los
diferenciaban entre sí. Deberían pasar al primer plano los fundamentos clasistas de sus estrategias,
pero allí estaban sus puntos débiles. Esto profundiza la crisis que la nueva coyuntura trae en ambas
organizaciones, y resultan desplazadas por otras que eran más reformistas en el período anterior al
golpe. Una de ellas es el actual Partido Socialista, que ha desandado aquel distanciamiento de la
socialdemocracia que recorrió Trías. Ambos partidos, el Socialista y el Comunista, revisan sus
planteos clásicos introduciendo nuevos “escalones previos” (democracia sobre nuevas bases,
democracia avanzada, avanzar en democracia) para expresar su adaptación a una política
circunscrita al marco de la actual dominación burguesa.

Pero la modificación política no queda exclusivamente en ese costado de la izquierda. En filas de


la izquierda combativa hay también un ala que compartió la estrategia arismendiana de aliarse con
un sector de la burguesía y subordinar a ello las luchas populares. Eso es una consecuencia de como
se dio el proceso de formación de dicho sector de la izquierda. Y aunque aquella estrategia de
“reformismo armado” tuviese en el momento de su formulación un eco parcialmente combativo que
hoy ya no puede tener por las nuevas circunstancias, su revisión exigía saldar cuentas profundas. La
oportunidad de la izquierda radical en este último período hubiese estado en comenzar un profundo
proceso de redefinición ideológica, aprovechando la crisis inevitable de los oportunistas tanto fuera
como dentro de nuestras propias filas. Pero la debilidad ideológica y la fragmentación extrema que
padecemos fueron obstáculos para ello.

Vengamos a los años más recientes todavía. Esto ha dejado de ser una mera “cuestión teórica”,
además, porque el P. Comunista, el P. Socialista, el MLN, están hoy en el gobierno. José Mujica (y
los otros también) usa el “requisito determinante y previo” para negar que “pueda plantearse la
construcción de una sociedad superior”. Todos los días, con todo detalle, y en cada medida del
gobierno.

Aquel país al que nos referimos en este trabajo, ya no existe. No es el mismo el nivel de lucha, ni
el nivel de pensamiento, ni audacia intelectual. Pero de algún lado habrá que sacar las fuerzas.
Repasar estas viejas polémicas puede ser un insumo.

Solo quiero agregar un detalle personal.

Cuando comencé a militar en política, Vivián Trías era una referencia, un maestro ineludible.
Luego, sus posiciones políticas oportunistas lo desprestigiaron, y dejó de serlo. Pero había muchas
riquezas en su pensamiento complejo, y también confusiones que el tiempo desbrozaría.

Trías era un leninista, y un leninista que tomaba lo mejor de Lenin. Pero si sería muy tonto e
injusto pretender que la teoría Lenin diese cuenta de los hechos que en su tiempo aún no habían
ocurrido, ese tiempo ya no es nuestro tiempo. Nosotros no tenemos esa excusa. Trías tuvo el enorme
mérito entre nosotros de trazar un tajo conceptual, dejando atrás la teoría de la revolución por
etapas. Pero su apego al paradigma del Estado-nación era, pese a todo, un resabio de eso que se
dejaba atrás.

Somos antiimperialistas, reivindicamos la integración latinoamericana socialista y también la


forma federal artiguista, igual que Trías. Ese resabio ¿es un problema de lenguaje?

El lenguaje es central en política, hace la propaganda, define los conceptos y la estrategia, prepara
la acción y la justifica. Ya hemos visto los ejemplos.

Durante años llevamos en nuestra mochila el concepto de “revolución nacional anti-imperialista”,


suponiendo que este nacionalismo era compatible con el internacionalismo, porque seguíamos este
pensamiento de Trías: El nacionalismo del pueblo opresor es reaccionario, el nacionalismo del
pueblo oprimido es progresista.

Hasta que un día “los montenegrinos, serbios... “ hicieron que nos preguntásemos: ¿Dónde están
los progresistas?

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