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Lee atentamente el siguiente texto y desarrolla las actividades propuestas.

El fabricante de deudas
Sala de la gran residencia que ocupan Luciano Obedot y su familia. Suena el timbre de calle.
Jacinto, el mayordomo acude a abrir. A los pocos segundos, arrollándolo, se precipita al
interior David Cash.
Cash.- (Vociferante.) ¡Dile al señor que quiero hablarle! ¡Que esta vez no admito ninguna excusa!
¡Qué voy a acudir a la justicia!
Jacinto.- (Sereno y ceremonioso.) Tenga el señor la bondad de tomar asiento.
Cash.- (irritado.) ¡Déjate de protocolos! Avísale a tu patrón que estoy aquí.
Jacinto.- En seguida, señor. Con su permiso. (Sale.)
Cash.- (Al público.) Disculpen esta entrada en escena, señoras y señores, pero no podía haber
sido de otro modo. ¿Ven ustedes todo esto? (Alude a la casa.) Es la sala de un hermoso chalet
de dos plantas, rodeado por un jardín digno de un maharajá…
(Confidencial.) El inquilino, desde hace seis años, es don Luciano Obedot. Me debe tres meses de
arrendamiento, pero estoy decidido a desalojarlo, aunque sea un señorón. Sin pizca de remordimiento,
lo pondré de patitas en la calle.
Obedot.- (Que ingresa sigiloso). Lo he oído todo, mi querido Cash. ¿Será usted capaz de hacerle esa
canallada a uno de sus semejantes?
Cash.- (Reaccionando vivamente). ¡Alto! ¡Usted no es mi semejante! Usted vive en un mar de deudas,
yo no tengo acreedores, usted es el inquilino remiso de esta casa, yo el propietario; usted es un
Obedot que aparece en las páginas sociales de los diarios, yo apenas un Cash a quien de nada le ha
valido invertir sus pocos ahorros en bienes raíces. ¡No somos, pues, semejantes!
Obedot.- (Obligándolo a dejar los oídos libres.) ¡Atiéndame! ¡No se inhumano!
Cash.- (Vencido y suplicante.) No me cuente otro cuento más, se lo ruego. Ya no hay quien crea en sus
historias.
Obedot.- Le pido que espere. Que espere un poco. Hay algo que vendrá a salvarme y a salvarlo a usted
muy pronto.
Cash.- ¿Y quién me espera a mí? El gobierno cobra puntualmente los impuestos y al gobierno no le
puedo decir
que el señor Obedot me pagará pronto porque hay algo que vendrá a salvarlo… (Recuperando sus
bríos.) ¡Debo
actuar con rigor! ¡O me paga usted ahora mismo los tres meses de arrendamiento que me debe, o lo
hago desalojar
esta misma tarde!
Obedot.- (Sereno.) Calma, por favor. Debe usted saber en qué consiste ese algo que nos
salvará. Es su derecho.
(Pausa.) ¿Leyó usted que mi hija está a punto de comprometerse? Déjeme consumar ese
maravilloso matrimonio.
Obedot.- Un poquito más de piedad aún, amigo Cash… (Pausa.) ¿A noventa días?
Cash.- ¡No! ¡No! ¡Es mucho plazo noventa días!
Obedot.- Así es, hijita. Te vas a casa. Eso, en los días negros que corren, es algo que testimonia
la existencia de Dios.
Pitusa.- (Con voz dulce.) Entonces, ¿ya te habló el joven Castro?
Obedot.- ¿El joven Castro? ¿Quién es? ¿Castro qué?
Pitusa.- Ángel Castro, papá. Una vez fui con él a una fiesta. ¿Recuerdas?
Obedot.- ¿Un tipejo paliducho?
Pitusa.- ¡Un muchacho delicado, papá!
Obedot.- ¿Y por qué habría de hablarme el joven Castro?
Pitusa.- Para pedirte mi mano, papá. Queremos casarnos.
Socorro.- ¿Qué? ¿Estás enamorada de él?
Pitusa.- Sí, mamá.
Obedot.- ¿Y el de ti?
Pitusa.- Sí, papá.
Obedot mira a Socorro, Socorro a Obedot, totalmente desconcertados ambos.
Obedot.- (Sin saber qué hacer ni qué decir.) ¿Y qué pruebas tienes de que ese individuo te
quiere?
Pitusa.- (Con naturalidad.) Me siento amada.
Obedot.- (Exasperado.) ¡Qué pruebas, pregunto! ¡Qué pruebas!
Pitusa.- Quiere casarse conmigo.
Pausa. Hay desorientación entre los padres.
Socorro.- (Con ternura.) ¿Y cuándo te ha dicho que quiere casarse contigo?
Pitusa.- Todas las tardes.
Socorro.- ¿Todas las tardes? ¿Te ves con él todas las tardes? ¿Dónde?
Pitusa.- En el jardín. Ahí nos reunimos diariamente.
Obedot.- (Conteniendo la cólera.) ¿Y por qué no nos lo has dicho antes?
Pitusa.- Nunca ustedes me lo preguntaron.
Obedot.- (Estallando.) ¡Pero quién es él! ¡Cuál es su familia! ¡Con qué cuenta para casarse!
Pitusa.- (Natural.) Se llama Ángel Castro. Estudia en la Universidad. Es huérfano.
Obedot.- (Desesperado ya.) ¡Huérfano! ¡Estudiante! ¡Castro! ¡Nada! (Al público.) Ahí tienen
ustedes una muestra de lo que son estos absurdos tiempos. Un jovenzuelo que no tiene dónde
caerse muerto y que debería pasarse los días y las noches con la cabeza metida en los libros,
que no ha salido prácticamente del cascarón, ya quiere casarse… (A su hija) ¡Pitusa!
Pitusa.- Sí, Papá
Obedot.- (Tratando de exponer un razonamiento convincente.) Escúchame, criatura.
Bueno, te casas con el tal Ángel. (Pitusa sonríe complacida.) ¡Tú no tienes un real! ¡Él
tampoco! Al día siguiente de la boda, ¿qué comen? ¿Lo han pensado?
Pitusa.- Sí, papá.
Socorro.- (Emocionada.) ¡Oh, mi hijita está enamorada!
Obedot.- (Grita.) ¿Qué comen?, pregunto.
Pitusa.- Lo que haya. Un pan, una papa, un vaso de agua. ¡Y nos querremos más!
Obedot.- ¡Eso es pura fantasía!
Pitusa.- Hemos decidido alquilar un pequeño departamento en las afueras. Yo seré su
sirvienta y él mi sirviente. Cocinaremos juntos, lavaremos los platos juntos, pasearemos
juntos, leeremos juntos. Enseñaré inglés en mis horas libres. Él, cuando sus estudios se lo
permitan, hará trabajos de mecanografías. El amor nos ayudará a vencer todos los
obstáculos.
Obedot.- ¿Pero ese insensato alimenta alguna ambición en la vida?
Pitusa.- Es inteligente y voluntad no le falta. Llegará a ser por lo menos embajador.
Obedot.- Mira, hija. En estos tiempos, embajador es cualquiera. No se necesita mucho ingenio
para llegar a serlo.
(Pausa.) ¿Qué estudia tu galán?
Pitusa.- (Muy orgullosa.) Antropología.
Obetot.- (En el colmo de la perplejidad.) ¿Antropología? ¿Y para qué sirve eso?
Pitusa.- El mundo futuro necesitará de los antropólogos.
Obedot.- Y mientras esperamos que venga de no sé dónde ese mundo futuro, ¿cómo se las
arreglarán ustedes dos?
Pitusa.- Todo lo solucionará nuestro cariño, nuestra unión. A él le sacrificamos, por eso, todo.
Socorro.- (con intensión.) ¿Todo? ¿Inclusive tu padre y tu madre?
Pitusa.- ¡Oh, no! Quise decir que… (Vacila.)
Obedot.- ¿Tu angelito conoce la situación económica por la que atravesamos?
Pitusa.- (En son de protesta.) Nunca hemos hablado de dinero.
Obedot.- (Insidioso.) ¿Te cree rica, entonces?
Pitusa.- (Cándida.) Me sabe buena.
Obedot.- (Triunfal.) ¡Ahora comprendo!
Socorro.- (A Pitusa.) ¿No te parece?...
Obedot.- (Deteniéndola.) Nada, nada. Escucha, hijita le vas a decir a ese niño que venga a
hablar conmigo esta tarde. ¿Puedes citarlo?
Pitusa.- (Alegre.) ¡Claro, papacito!
Obedot.- A las cinco lo espero. (Didáctico.) Atiéndeme bien ahora. Hace unos días, en la fiesta
de las hermanas Corominas, conociste a un distinguido joven español, el Marqués de
Rondavieja.
Pitusa.- ¡Oh, sí! Un pesado que me molestó toda la noche.
OBEDOT: (frío y cortés) Asiento, por favor. (señala una silla)
PITUSA: ¿Puedo quedarme, papá?
OBEDOT: Prefiero hablar a solas con el caballero. Será una conversación de hombre a
hombre. (mira significativamente a Castro. Este asiente con la cabeza)
(repentinamente) ¡Así que ama usted a mi hija!
CASTRO: (seguro) Sí, señor.
OBEDOT: A mis años, como usted podrá comprender, se tienen ideas muy prosaicas acerca
del amor y el matrimonio. Ideas que, como es natural, los jóvenes rechazan airados. Sé que
Pitusa no es una belleza de concurso y que, en consecuencia, carece de los atractivos capaces
de encender esas pasiones que los literarios encuadernan.
CASTRO: (rápido) Lamento decirle que se equivoca. El amor embellece a Pitusa hasta
convertirla en un ser sobrenatural.
OBEDOT: (en pie y salido de sí) ¡Huérfano, pobre… y socialista! ¡Es el colmo! (procurando
calmarse) (pausa) Pero seguramente no ignora usted que la vida exige ciertas condiciones
materiales previas si se aspira a vivir con éxito. Voy a confiarle, jovencito, un secreto del cual
depende el honor de mi familia. ¡Estoy en la ruina!
La pobre pitusa no lleva dote y no heredará sino papeletas de pignoración y avisos de letras
vencidas… (espera ansioso la reacción de Castro)
CASTRO: Tu padre me acaba de confesar que está en la
bancarrota y que necesita un yerno millonario. Entonces, he fingido ceder a su presión. (pausa) ¿Sabes
el marido que te destina?
PITUSA: Sí. El marqués de Rondavieja. Hoy cenará aquí.
JOBITA: Enseguida, señora. (Sale). (Suena el timbre. Aparece Jacinto)
JACINTO: ¿Abro, señora?
CASH: ¿Cómo? Eso no puede ser.
OBEDOT. En el jardín está el novio de mi hija, el acaudalado marqués de Rondavieja. Verá
usted al pretendiente y juzgará por sí mismo el éxito de mi laborioso trabajo de
recuperación económica. Lo presentaré como mi socio. ¿De acuerdo? Voy por él… (Sale)
Aparece en escena el Marqués, que advierte la presencia de Cash, se detiene paralizado, intenta
huir. Ante la imposibilidad de hacerlo, trata de pasar desapercibido.
CASH: (vociferando y persiguiendo por toda la estancia al Marqués) ¡Ladrón! ¡Tramposo!
¡Sinvergüenza!
OBEDOT: ¡Cash, qué expresiones son esas!
CASH: (que ha pescado al Marqués por el cuello) ¡Las que este pillo se merece!
OBEDOT: ¿Cómo dice usted?
CASH: Su Marqués, señor Obedot, no es otro que un tal Desiderio Lobo, que le debe a todo el
mundo.
OBEDOT: ¡Con que no era Marqués ni cosa parecida!
MARQUÉS: (a Obedot) ¡Tan Marqués como usted millonario! (a Cash) ¡Suélteme que me está
estropeando el único traje elegante que me queda! (Cash no lo suelta)
CASH: ¿Y ahora? ¿Cómo hacemos con las deudas?
OBEDOT: (sentándose en una silla) ¡Haga usted lo que quiera!
OBEDOT: (que resignado se sienta en el suelo) Es más cómodo…
CASH: Mañana a mediodía no debe quedar ni siquiera un papel suyo en la casa. Por favor.
(sale)
CASTRO: Yo le ayudaré, señor Obedot. Iniciará usted una nueva vida.
OBEDOT: (serio) Yo amo mi vida tal cual es, es tal como ha sido siempre. Así fue para mí,
desde la cuna, la vida.

PITUSA: (a Castro) Vamos al jardín. Veamos por última vez nuestro rincón.
CASTRO: Nuestro refugio…. Vamos. (salen tomados de la mano)
OBEDOT: (a su mujer) Antes de que se lleven el escritorio, saca de allí una carpeta
amarilla. (Socorro sale) Hay que encontrar la salida y la encontré
SOCORRO: ¿Te harán caso, Luciano?
OBEDOT: ¡Claro que sí! ¡Yo soy fabricante y ellos lo saben!
SOCORRO: ¿Tú, fabricante?
OBEDOT: ¡Fabricante de deudas!
SOCORRO: Primera noticia. (al público) ¡No tiene remedio este hombre! (a Obedot) ¡Voy a
ver dónde andan los chicos! (sale)
OBEDOT: ¡Fabricante de deudas! Es decir, fabricante de dinero y de riqueza. (Avanza hacia el
público) No lo duden ustedes. Señoras y señores, ustedes son mis cómplices. (hace un signo
de silencio. Socorro lo imita) Silencio.
Buenas noches tengan ustedes.
Actividades

1. Investiga y completa:

Autor: Sebastián Salazar Bondy


Corriente literaria: Generación del 50
Tema: sobre la sociedad criolla desde clase media y alta
Género: dramatico
Especie: comedia

2. ¿Cuáles son los prejuicios que obligan a cometer estos errores?

Los prejuicios sobre la clase, alta y media, el clasismo.

3. ¿Actualmente la(o)s adolescentes tienen este prejuicio o piensan diferente?


¿Cómo se piensa ahora?

Aunque ahora no es tantas veces aun hay, pensamos diferente, aunque ahora los
adolescentes pensamos diferente, ya no lo hacemos para daar, solo hacemos los
prejuicios en broma y pocas veces para dañar a los demas, ademas que solo lo
hacemos con amigo cercanos.

4. ¿Cuál es la crítica que haces a la sociedad de esos tiempos?

Hemos mejorado como sociedad, ya que ahora el clasismo no es tan normal como
antes.

5. ¿Qué harías en el lugar de Pitusa?

Tratar de entender a sus padres, de un momento a otro no se debería de casar tan


de repente.

6. Como en toda familia seguro en la tuya hay prejuicios. ¿Cuáles son? Explica

En mi casa hay algo de clasismo, y machismo, por lo cual sus prejuicios son demasiados, como
el porque los hombres no deben juntarse mucho con las mujeres, etc

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