Está en la página 1de 351

Table of Contents

Book Funding Donors:

CHAPTER XIX pp 441-450

CHAPTER XIX pp 450-455


“En mi vida he asesinado a 21 seres humanos. He cometido miles de robos, atracos, hurtos,
incendios y, por ú ltimo, pero no por ello menos importante, he practicado la sodomía a má s
de 1.000 hombres. Por todas estas cosas no me arrepiento lo má s mínimo. No tengo
conciencia, así que eso no me preocupa. No creo en el hombre, ni en Dios, ni en el diablo. Odio
a toda la maldita raza humana, incluido yo mismo". -

Carl Panzram, writing his life story to his friend, Washington D.C. corrections officer Henry
Lesser.

PANZRAM AT LEAVENWORTH

By John Borowski

Waterfront Productions

PANZRAM AT LEAVENWORTH

Copyright ©2020 by John Borowski.

johnborowski.com

All rights reserved.

Published By:

Waterfront Productions

Chicago, IL

U.S.A.

ISBN

978-0-9976140-7-7

Book Consultants: Ken LaMaster and Joel Goodman

Images/Documents courtesy of: Mark Gado, Joel Goodman, Ken LaMaster, and San Diego State
University.
Book Funding Donors:
Thane Ahrens
Natalie Ballard

Jason Cohen

Stephen Giannangelo

Ian Hanslope

Richelle Hildebrand

Steven Isaacs

Kristen Kurek

Wanda Richmond

Cynthia Townsend

Merry VanRyn

Special Thanks:

Fredy Rocha

Dimas Estrada

Lou Rusconi

Andrew Dodge

Renick Wooley

Herlaka Rose

Robert Ray

Angel Eyedealism - angeleyecon.com

Jay Gray/The STD’s - facebook.com/J.Gray666 - facebook.com/The-STDs-123061337744352

Amanda Howard - amandahoward.com.au


Josh Cullen -Etsy.com/shop/heythisguydoesart

THE CARL PANZRAM PAPERS - SDSU

Carl Panzram Papers, Special Collections and University Archives, Library and Information
Access, San Diego State University. The collection was donated by Henry Lesser.

Dedicated to Henry Lesser, who brought Carl Panzram’s story to the world.
CONTENTS
INTRODUCTION
1
A MOST UNUSUAL FRIENDSHIP

ARRIVAL AT LEAVENWORTH

39

THE PRISON LAUNDRY

57

THE MURDER OF WARNKE

89

SEGREGATION AND THE BIRDMAN

125

PHILOSOPHY AND PESSIMISM

151

THE TRIAL

199

EXECUTION DAY

237

AFTERWORD

269
INTRODUCTION

En 2012 mi película, Carl Panzram: El espíritu del odio y la venganza. A lo largo de cinco añ os,
la película me llevó a un viaje de producció n, filmando en varias prisiones, viajando a
numerosos estados americanos, perdiendo imá genes en un disco duro estropeado, y un
traslado de Los Á ngeles a mi ciudad natal de Chicago. El subtítulo de la película está tomado
de los propios escritos de Panzram, en los que se definía a sí mismo como el espíritu del odio
y la venganza personificado mientras se retorcía de dolor en el centro penitenciario de
Clinton, en Dannemora, Nueva York. Tiene razó n en su autoevaluació n. Pero siempre sentí
que Panzram era un enigma, ya que parecía llevar diferentes má scaras, convirtiéndose en
muchos arquetipos como el bufó n, el filó sofo, el intelecto, el hombre fuerte, el maestro, la
musa y muchos má s. Una cosa es segura: La historia de la vida de Panzram es
extremadamente importante de estudiar.

Mientras investigaba para mi película, leí el libro Killer: A Journal of Murder, el ú nico libro, en
ese momento, dedicado completamente a la historia de la vida de Panzram. Killer está repleto
de explicaciones sobre los detalles histó ricos que rodean la vida de Panzram. Pero me
interesaba conocer má s detalles sobre la época de Panzram en Leavenworth.

Me veo como un detective, buscando pistas para localizar documentos, fotografías e


informació n. Al igual que un detective, estoy en la bú squeda de la verdad. ¿Pueden
descubrirse las verdades sobre un caso de principios del siglo XX tanto tiempo después de
que el caso haya terminado? Tal vez no se puedan encontrar las verdades definitivas. Los
testigos principales hace tiempo que desaparecieron. Pero, toda la informació n puede ser
compartida, la gente puede hacerse su propia idea sobre la verdad ú ltima de un caso. Cuando
investigo mis proyectos, empiezo por leer los libros que está n disponibles sobre el caso. He
descubierto que, con el paso del tiempo, puede salir a la luz nueva informació n a la que otros
autores anteriores no han tenido acceso. Al investigar má s a fondo el caso de Panzram, conocí
a Joel Goodman y a Mark Gado. Joel había conocido al funcionario de prisiones Henry Lesser y
tenía los artículos de investigació n de éste. Mark iba a escribir un libro sobre Panzram que
abandonó antes de darme su material de investigació n para utilizarlo en mi película. (Mark
fue uno de los primeros en responder el 11-S y falleció en 2018 de cá ncer por los efectos de
sus esfuerzos de rescate en el World Trade Center). Cuando empecé a reconstruir las
verdades de la vida de Panzram, muchos aspectos no tenían sentido. Al profundizar en el caso,
tuve la precaució n de estudiar la autobiografía y las cartas manuscritas de Panzram, que se
encuentran en el Departamento de Colecciones Especiales de la Universidad Estatal de San
Diego. Así, con la ayuda de los materiales de investigació n que recogí y que me
prestaron/donaron, investigué má s a fondo y descubrí diferentes versiones de los
acontecimientos de la vida de Panzram, especialmente su paso por la penitenciaría de
Leavenworth, en Kansas.
Una gran pieza del rompecabezas que descubrí fue el expediente federal de Panzram. La
informació n del expediente sobre la estancia de Panzram en la USP de Leavenworth era
contraria a la que había leído en mis investigaciones. A medida que el encarcelamiento de
Panzram en Leavenworth continuaba, parecía que el sensacionalismo del caso tenía prioridad
sobre las posibles verdades de lo que ocurrió en la Penitenciaría desde el 1 de febrero de
1929 hasta el 5 de septiembre de 1930. A medida que investigaba, se hizo evidente que
ningú n otro autor/libro tenía en su poder el expediente federal de Panzram, o al menos
ningú n autor o libro hacía referencia a la informació n que descubrí en el expediente. Otra
pieza del rompecabezas que ayudó a esclarecer las razones de Panzram para asesinar a
Warnke, y la ejecució n de Panzram, fue el libro The House of Whispering Hate de Charles
Wharton.

Después de completar y estrenar mi película sobre Panzram, siempre tuve la intenció n de


publicar un libro con los documentos de la época de Panzram en Leavenworth. Los
documentos contenidos en este libro cuentan muchas historias, incluida la importancia
histó rica de una relació n íntima entre un funcionario de prisiones y un recluso, así como los
cambios relativos al castigo corporal en las penitenciarías federales. Al igual que Carl
Panzram no quería que lo declararan loco, yo quería aclarar todo lo que pudiera sobre las
verdades de los incidentes ocurridos mientras Panzram estaba en la USP de Leavenworth.

Cuando lea los documentos, preste mucha atenció n a lo siguiente 1) La(s) razó n(es) por la que
Panzram asesinó a Warnke y 2) las famosas "ú ltimas palabras" de Panzram al ser ejecutado.
He incluido todos los relatos oficiales del asesinato de Warnke y de la ejecució n de Panzram,
incluyendo otros relatos de "testigos" y varios artículos de prensa. Es muy interesante que los
numerosos informes pintan imá genes totalmente diferentes de la ejecució n de Panzram y de
sus llamadas "ú ltimas palabras". Mi objetivo era encontrar las ú ltimas palabras de Panzram,
citadas en el libro Killer, "Sí, ¡date prisa, bastardo Hoosier! Podría colgar a una docena de
hombres mientras tú haces el tonto". Nunca encontré la procedencia de esa cita exacta en
ninguna de mis investigaciones. El verdugo ni siquiera era de Indiana, era el ayudante del
sheriff H.S.

Holliday del condado de Jackson, Missouri. Encontré todas las demá s citas e incluso un
informe de prensa que afirmaba que Panzram no había dicho ni una palabra. ¡USP
Leavenworth Warden White incluso citó a Panzram diciendo que quería cagar en el mundo!
Lo má s cerca que estuve de la famosa cita de la ú ltima palabra fue en los escritos de Robert
Stroud (The Birdman of Alcatraz) sobre Panzram, donde Stroud afirma: "¡Si! Hazlo rá pido,
hoosierfield c___ s___". Stroud no estuvo presente en la ejecució n y escuchó la historia de otros
oficiales de la prisió n. Entonces, ¿cuá les fueron las ú ltimas palabras de Panzram? Tal vez no
dijo nada. Tal vez dijo una combinació n de todas las historias que se contaron sobre su
ejecució n. Si alguien puede localizar la procedencia de las famosas "ú ltimas palabras" de
Panzram, estoy abierto a una nueva discusió n sobre el tema.
Si desea investigar má s el caso de Panzram, le recomiendo encarecidamente que visite el
departamento de Colecciones Especiales de la Universidad Estatal de San Diego. Robert Ray
fue el jefe de la Divisió n de Colecciones Especiales durante algú n tiempo.

Só lo puedo esperar que quienquiera que eventualmente sustituya a Rob se dé cuenta de la


importancia de los escritos de Panzram y los trate con tanto cuidado como lo han hecho
Henry Lesser y Robert Ray. Mientras escribo esto, la SDSU es el principal depó sito de los
escritos de Panzram y otros documents on Panzram’s case. Una vez que completé mi película,
Joel Goodman, Mark Gado y yo donamos todos nuestros materiales de investigació n sobre
Panzram y Lesser a la SDSU, convirtiéndola en la ubicació n de la mayor colecció n de
materiales de investigació n sobre Panzram del mundo. Ademá s de Joel Goodman, Mark Gado
y Robert Ray, otro héroe en la historia de los materiales de archivo es el doctor Thomas
Gitchoff, que comprendió la importancia de la relació n entre Lesser y Panzram e invitó a
Henry Lesser a participar en el proyecto.

Panzram e invitó a Henry Lesser a hablar en la SDSU. Me parece asombroso que después de
que Lesser hablara en las clases de la SDSU, le preguntara a Gitchoff, sin pretenderlo, si a la
SDSU le gustaría albergar los papeles de Panzram. Los papeles de Panzram también pueden
verse en línea en: library.sdsu.edu/scua/new-notable/panzram. También me gustaría dar las
gracias a mis asesores en este libro, Joel Goodman y Ken LaMaster. Al haber hecho carrera en
correccionales, sus aclaraciones sobre muchas cuestiones me resultaron muy ú tiles.

Creo que todos los niñ os deberían leer la historia de Panzram cuando lleguen a la edad de la
adolescencia, probablemente alrededor de los doce o trece añ os. La verdad de la vida de
Panzram no puede cubrirse con gafas de color rosa. Gran parte de su visió n del mundo se
formó a partir de su educació n y de los abusos que sufrió . Hay un concepto budista sobre "la
vida es sufrimiento". Panzram transmite este aspecto al 100% en su historia. Una vez que nos
demos cuenta de dó nde viene todo el odio y el dolor, tal vez un día, como sociedad, podamos
aprender de la historia de Panzram. Por desgracia, creo que a la humanidad le queda mucho
camino por recorrer. Pero, mientras haya gente como Henry Lesser en el mundo, aú n hay
esperanza...

Una nota sobre los materiales: Muchos de estos documentos estaban en un estado
sorprendentemente bueno. He limpiado los documentos lo mejor que he podido. Panzram
escribió su autobiografía y sus cartas a Henry Lesser en papel amarillo. Dado que el interior
de este libro es en blanco y negro, resultó una tarea difícil convertir las cartas a blanco y
negro, y hacer que se vieran bastante decentes y legibles. Las cartas de Panzram aparecen
como fotocopias debido a la conversió n, pero son los documentos originales.

John Borowski, Filmmaker/author

2
PANZRAM’S WASHINGTON D.C. MUGSHOT, 1928
Una carta escrita por Carl Panzram (bajo dos de sus alias) mientras cumplía condena en el
correccional de Clinton en Dannemora, Nueva York.
5
CLI

CL NTON C
NT

OR

ON C

OR ECT

IONAL F

ION

AL F CI

A LI

L TY,

Y DANNE

MOR

ANNE

A,

MOR NY

A,

CLI

CL NTON C

NT

OR

ON C
R

OR ECT

IONAL ISOL

ION

AL ISOL T

A ION CEL

ION CE LS

Box B. Dannemora, N.Y. May 13, 1928

To: Warden O.S.P. Salem, Oregon

Sir,

Le escribo esta carta para notificarle que pronto seré dado de alta de esta prisió n y para
pedirle que retire la orden de arresto que ha presentado contra mí aquí.

Cuando salí de Oregó n en mayo de 1918, me fui inmediatamente a Sudamérica y má s tarde a


Á frica, donde viví y trabajé recta y honestamente durante varios añ os; luego, estando enfermo
y un poco desanimado, tuve la tontería de volver a este país y, poco después de aterrizar en él,
aterricé en esta prisió n.

Muy pronto habré terminado de cumplir mi condena completa de cinco añ os aquí. Recibí esta
sentencia por robo en tercer grado. Nunca he sido má s que un ladró n de poca monta y ahora
quiero dejar de vivir ese tipo de vida y volver a Sudamérica, donde tengo muy buenas
perspectivas para empezar mi vida de nuevo.

Si retira usted la orden de detenció n o no viene a buscarme, le garantizo que, en cuanto me


pongan en libertad, saldré de este país y estaré de vuelta en Sudamérica en un plazo de treinta
días y, una vez allí, me quedaré y no volveré nunca a este país. Cuando la Junta de Control de
la Prisió n Estatal de Oregó n se ocupe de este asunto y en caso de que mi petició n reciba una
consideració n favorable, le ruego que me lo comunique lo antes posible para que pueda
arreglar mis papeles para un pasaporte y el transporte a fin de que pueda ir allí directamente
tan pronto como sea liberado.

Si se niega a concederme esta gran oportunidad de empezar la vida de nuevo, nadie saldrá
ganando, ni usted ni yo, ni el estado de Oregó n ni nadie má s, pero, por otro lado, si ve con
buenos ojos mi petició n, todos saldremos ganando.

Espero recibir pronto una respuesta suya. Me dirijo a usted

Sinceramente y muy sinceramente

John O'Leary 17531

Alias Jefferson Baldwin 7390

P.D. Si recibe esta carta será con el consentimiento y la recomendació n favorable del guardiá n
principal o del alcaide de esta prisió n. John O'Leary 17531
ONE OF PANZRAM’S AUTOBIOGRAPHY PAPERS
A MOST UNUSUAL FRIENDSHIP

Carl Panzram, delincuente de toda la vida, ingresó en la cárcel de Washington D.C. en otoño de
1928. Poco después de su llegada, Panzram y el guardia de la cárcel Henry Lesser se hicieron
amigos y Lesser convenció a Panzram para que escribiera su autobiografía y así otros pudieran
aprender de la historia de la vida de Panzram.

Muchos asesinos en serie y otros cirminales han escrito durante su estancia en cárceles y
prisiones. El protagonista de la película "H.H. Holmes: el primer asesino en serie de Estados
Unidos", el Dr. H.H. Holmes, escribió "La propia historia de Holmes" mientras estaba en la cárcel
a la espera de su juicio. El asesino en serie Dennis Rader, cuyo apodo era B.T.K de Bind, Torture,
and Kill (atar, torturar y matar), escribió "Confesión de un asesino en serie" con Kather-ine
Ramsland, P.H.D, enviándole cartas mientras Rader estaba encarcelado. Uno de los asesinos de
los Moros, Ian Brady, escribió un libro titulado "The Gates of Janus", en el que estudia a otros
asesinos en serie e incluye un capítulo sobre Panzram. Brady escribe:

"No hay duda de que hay que reconocerle a Lesser todo el mérito de las asombrosas revelaciones
que Panzram iba a hacer por escrito. Si Panzram le hubiera odiado tanto como a los otros
guardias de la prisión, no le habría dado a Lesser ni la hora, y mucho menos el privilegio de ser
la primera persona a la que se le contaran los detalles homicidas de su vida".

Carl Panzram es definitivamente único en muchos aspectos, incluyendo el hecho de que sólo
tenía un nivel de educación de sexto grado. En la autobiografía de Panzram, cuenta todos sus
encarcelamientos y los asesinatos de 21 seres humanos. A lo largo de sus viajes por el mundo, su
odio creció en su interior hasta el punto de que no sólo odiaba a toda la raza humana, sino que
también se odiaba a sí mismo.

En palabras del propio Panzram, he aquí una lista de sus encarcelamientos, que han sido
verificados:

Escrito por Carl Panzram

Nov. 3, 1928, District Jail, Washington, D. C.

Born: June 28, 1892, East Grand Forks, Minnesota.


Lista completa de todas las cá rceles, reformatorios, prisiones e instituciones estatales o
gubernamentales en las que he estado. Có mo entré en ellas, Cuá nto tiempo permanecí en
ellas, Có mo salí de ellas.

No. 1. East Grand Forks, Minn. Cargos: incorregibilidad y robo. 1903. Cá rcel del condado.

No. 2. Red Wing, Minn. Esta es la sede de la Escuela de Formació n del Estado de Minnesota.
Allí estuve casi dos añ os.

No. 3. Butte, Mont. Cargo: Robo: tres meses en la cá rcel del condado y luego juzgado en el
tribunal del condado y enviado a la Escuela de Reforma del Estado de Montana en Miles City,
Montana, donde estuve detenido cerca de un añ o y luego me escapé con éxito. Esto fue en
1905 bajo mi nombre correcto, C. P.

No. 5. Me alisté en el Ejército de los Estados Unidos en 1906 en Helena, Montana, con el
nombre de Carl Panzram. Destinado en Fort Harri-son en la 6ª Infantería Regular de los
Estados Unidos en la Compañ ía A. Prá cticamente tan pronto o muy poco después de
incorporarme al ejército me metieron en el calabozo por robar. Estuve varios meses allí y
luego fui juzgado por una Corte Marcial Militar General de los Estados Unidos y condenado a 3
añ os.

No. 6. Enviado a la prisió n militar de EE.UU. en Fort Leavenworth, Kansas, donde cumplí 37
meses. Dado de alta.

No. 7. En algú n momento de 1910 o 1911, bajo el nombre de Jeff Davis, fui arrestado en
Jacksonville, Condado de Cherokee, Texas, la sede del condado, donde fui juzgado por
vagabundeo, siendo el delito que viajaba en un tren de correo en la parte superior, mientras
estaba armado con dos pistolas. Por esto fui enviado a la pandilla de Country Road, donde
cumplí 65 días, y me escapé.

La fecha no la recuerdo, pero la noche siguiente estuve en Houston, Texas, y esa fue la noche
del gran incendio allí. Creo que fue a principios de 1911.
No. 8. Fresno, California, bajo el nombre de Jeff Davis, creo. Cargo: Hurto menor. Condenado a
120 días.

Cumplió 30 y escapó .

No. 9. The Dalles, Oregó n. Nombre, Jack Allen. 1912. Cargo: Robo en la carretera y asalto.
Detenido para esperar la acció n del Gran Jurado. Esperó unos tres meses y escapó .

No. 10. Seattle, Washington. 1912. Nombre: Jeff Davis. Cargo: Hurto menor. Cumplió un mes.
Dado de alta.

No. 11. Moscú , Idaho. 1912. Cargo: Hurto menor y ayuda a la fuga de un prisionero. Treinta
días. Nombre: Jeff Davis.

No. 12. Chinook, Mont. Cargo: Robo. Condenado a un añ o de prisió n estatal con el nombre de
Jeff Davis. 1912.

Cumplió 8 meses y se escapó . Arrestado una semana después en Three Forks, Mont. por robo
bajo el nombre de Jeff Rhodes. Condenado a un añ o en la prisió n estatal de Deer Lodge, Mont.
Cuando me trajeron de vuelta a la prisió n me llevaron al Tribunal del Condado en Deer Lodge
y me dieron 1 añ o por escapar de la prisió n. De estas tres sentencias cumplí dos añ os y fui
liberado.

No. 13. Astoria, Oregó n. 1914. Nombre, Jeff Baldwin, acusado de robo. Condenado a 7 añ os en
la prisió n estatal de Salem, Oregó n. Cumplí un añ o y me escapé. Mientras estaba fuera una
semana robé a un hombre y tuve un tiroteo con un ayudante del sheriff en Eugene, Oregó n.
Por estos dos delitos se me impusieron dos condenas adicionales, una de dos añ os por robo y
otra de 8 añ os por agresió n, lo que hizo que tuviera que cumplir en total 17 añ os, en Oregó n,
pero só lo cumplí un añ o má s y luego me escapé de nuevo. Todavía le debo 14 añ os a Oregó n.
Después de escapar de la prisió n estatal de Salem, Oregó n, en mayo de 1918, cambié mi
nombre por el de John O'Leary, saqué papeles de marinero, pasaportes de pasajero y me fui a
Sudamérica, Europa y Á frica. Durante los siguientes 5 añ os, o sea de 1918 a 1923, estuve en
31

países diferentes, robé y gasté miles de dó lares, cometí muchos asesinatos y robos y otros
delitos y las ú nicas dos veces que estuve en la cá rcel durante esos 5 añ os fue una.

No 14. Estuve 10 días por robo en la prisió n de Barlinnie en Glasgow, Escocia, 1919.

No 15. Y la otra fue en Bridgeport, Connecticut, por robo y portar armas ocultas. Seis meses en
1920

y 1921.

No 16. Mi ú ltimo arresto antes de éste fue en 1923 en Larchmont, N.Y. Enviado desde allí a
White Plains, juzgado en el Tribunal del Condado y enviado a la prisió n de Sing Sing y desde
allí trasladado a la prisió n de Clinton en Dannemora, N.Y., donde cumplí 5 añ os, siendo dado
de alta el 6 de julio de 1928.

No. 17. Arrestado 36 días después en Baltimore, Md., y ese es este caso. Espero que sea el
ú ltimo, ya que estoy bastante cansado. Estos son los principales lugares en los que he
cumplido condena, pero hay unos 100 lugares má s en los que he estado en la cá rcel por
diversos delitos durante períodos de un día a una semana má s o menos. En total, he cumplido
unos veinte añ os de mi vida en la cá rcel y ahora tengo 36 añ os.

EX

ET

X E 10

RIOR D

.C.

IOR D JAI

.C.

L
11
PANZR
P

AM

ANZR

’S FIRST MUGSHO

TS FR

ST MUGSHO

OM BU

TS FR

TTE, MONT

E,

AN

MONT

A,

AN 1905

A,

12
OREGON MUGSHO

OR

T
EGON MUGSHO ,

T 1914

13

14
SING SING PRISON MUGSHO

T/I

ISON MUGSHO

DENT

DE
IFICA

FIC T

A ION CAR

ION C D

AR ,

D 1923

Panzram sufrió muchas torturas a manos de sus captores, que debían vigilar a Panzram y no
incitar las llamas del odio y la ira en él. Es cierto que Panzram no era un ángel. Era un
alborotador. Pero la forma de tratar a los criminales extremos en la primera parte de la historia
de Estados Unidos era mediante palizas y torturas. Esta era la norma.

Panzram describe algunas de las muchas torturas que le infligieron: Durante mis veinte años en
todas las prisiones y cárceles en las que he estado, he sufrido todo tipo de abusos y castigos que
las ingeniosas mentes de muchos hombres podrían idear y, créanme, los hombres seguramente
pueden idear algunas torturas horribles para imponer a otros hombres. Me han azotado con el
látigo, la paleta, la pértiga, el zumbador, la manguera, la chaqueta, me han encadenado de
frente, de espaldas, me han atado y amordazado, me han abierto las piernas, me han curado con
agua, me han matado de hambre, me han golpeado, me han metido en cajas de sudor y me han
dejado medio congelado en las mazmorras. He estado en confinamiento solitario durante años
en los que no podía tener privilegios ni placeres de ningún tipo. Se me ha negado y privado de
todas las cosas de la vida que los hombres consideran valiosas y que hacen que la vida merezca
la pena. He pasado por todas las torturas imaginables que un hombre o un grupo de hombres
pueden imponer a otro hombre. Empecé mi vida disfrutando y sin odiar a nadie. Ahora estoy
terminando de odiar a toda la raza humana, incluyéndome a mí mismo, y no tengo ningún deseo
de seguir viviendo. No tengo ningún deseo de reformarme. Mi único deseo es reformar a la gente
que intenta reformarme a mí. Y creo que la única manera de reformar a la gente es matándola.
Mi lema es: 'Robarlos a todos, violarlos a todos y matarlos a todos'.

Panzram describe cómo asesinó a los marineros en Nueva York:

Fui a New Haven, Connecticut. Allí robé la casa de alguien en ese lugar. Conseguí unos 40.000
dólares

en joyas y bonos de libertad. Estaban firmados y registrados con el nombre de W. H. Taft, y entre
las joyas había un reloj con su nombre, que le había regalado algún congreso o senado mientras
era gobernador general de las Islas Filipinas. Así que sé que era el mismo hombre que me había
dado mis tres años en el U.S.M.P.
cuando era secretario de Guerra, alrededor de 1906. De este robo obtuve 3.000 dólares en
efectivo y me quedé con parte del material. Con ese dinero compré un yate, el Akista. Sus
iniciales y números de registro eran K.N.B.C., 107.296.

En mi yate tenía alojamiento para cinco personas, pero estuve solo durante un tiempo. Entonces
se me ocurrió que sería un buen plan contratar a unos cuantos marineros para que trabajaran
para mí, llevarlos a mi yate, emborracharlos, cometer sodomía con ellos, robarles y luego
matarlos. Esto lo hice. Cada día o dos conseguía mucha bebida robando otros yates allí. El
Barbra II era uno de ellos. Lo robé, y a una docena de otros por allí. En aquella época, yo
también me emborrachaba bastante. Cada día o dos iba a Nueva York y rondaba por el 25 de
South Street y evaluaba a los marineros. Cuando veía a una pareja de mi tamaño y que parecía
tener dinero, la contrataba para trabajar en mi yate. Siempre les prometía una gran paga y un
trabajo fácil. Lo que obtenían era otra cosa. Los llevaba con toda su ropa y equipo a mi yate en
City Island. Allí, beberíamos y cenaríamos y, cuando estuvieran lo suficientemente borrachos, se
irían a la cama. Cuando estuvieran dormidos, tomaría mi pistola automática Colt 45 que había
robado de la casa de Mr.

Taft, y les volaba los sesos. Luego tomaba una cuerda y les ataba una piedra, los ponía en mi
bote de remos y remaba en el canal principal cerca de 1 milla y los dejaba caer al agua. Todavía
están allí, 10 de ellos.

Panzram nunca tuvo una dirección física. Sus lugares de residencia eran vagones, cárceles o
prisiones. Panzram menciona algunos de los tipos de personas que ha encontrado en sus viajes:
He conocido a todo tipo de delincuentes. He trabajado y vivido tanto con ellos como contra ellos.
Los policías igual.

Conozco sus trucos por dentro y por fuera. Me he relacionado con todo tipo, tanto en la cárcel
como en la calle. Ellos, sus obras y sus pensamientos son como un libro abierto para mí. Los
conozco bien para mi dolor. Me he visto envuelto en todo tipo de tratos deshonestos con todo
tipo de delincuentes. Estafadores y pandilleros. Merodeadores y promotores, artistas del atraco,
artistas del abrelatas y, a veces, artistas de la cara, hombres-peter y hombres-caja, colgadores
de papel y colgadores de crape, estafadores y cuatreros, chulos y McGimps, ganchos de la gran
ciudad y ganchos de los palos, peces gordos y piqueros, dinamiteros y sodomitas, fruteros y
maricones, gilipollas y gatitos, hombres-puñal y hombres-arma,
Los que se dedican a bombear agujas y los que esnifan nieve, los que tienen cabeza de lú pulo y
los que tienen cabeza de jarra, los que se dedican al contrabando y los que se dedican al
trá fico de ron, los lobos y los que se dedican a las armas, los que se dedican a las apuestas y
los que se dedican a los juegos de azar, los que se dedican a la lucha contra el alcohol y los que
se dedican a la lucha contra la policía y, por ú ltimo, los que se dedican a la lucha contra el
alcohol. Llevo 35 añ os en el juego de los ganchos y los ladrones. He estado desde arriba hasta
abajo y en todos los puntos intermedios. No hay ningú n á ngulo de este juego que no haya
probado en algú n momento.

En su autobiografía a Henry Lesser, Panzram afirma que asesinó a 21 personas. Estos


asesinatos no pueden ser verificados ni refutados.

Panzram siempre trató de hacerse má s grande que la vida. Sabía que iba a ser condenado a la
Penitenciaría Federal de Leavenworth, su primera en una Penitenciaría Federal, que estaba
llena de verdaderos malos. Lo má s probable es que Panzram creara la historia del asesinato
de 21 personas porque sabía que iba a estar rodeado de otros tipos duros y tenía que forjarse
una reputació n para ser algo má s que un vulgar ladró n.

PANZR

AM

ANZR

’S BAL

’S B T
AL IMORE MUGSHO

IMOR

E MUGSHO ,

T 1928

17

La mejor descripción de esta inusual amistad entre un preso y un carcelero es la del propio
carcelero, donde Lesser escribe cómo conoció a Panzram y cómo convenció al criminal lleno de
odio para que escribiera su autobiografía haciéndose amigo suyo:

Recuerdos de Carl Panzram

Por Henry P. Lesser

Este es un intento de exponer mis recuerdos de Carl Panzram en la época en que estaba preso en
la Cárcel del Distrito, Washington, D., C., en espera de juicio y hasta que entró en las puertas de
la Penitenciaría Federal de Leavenworth, Kansas, con una sentencia de 25 años por un cargo de
allanamiento de morada y hurto mayor.
Panzram estuvo en la cárcel unas semanas antes de que yo le prestara especial atención. Un día,
al pasar por su celda, entablé una conversación con él. Por una u otra razón, pensé que era un
delincuente habitual y empedernido, así que le pregunté, en medio de la conversación, cuál era
su chanchullo. Me dijo: "¿Cómo lo sabes?". Le contesté diplomáticamente diciendo que se me
acababa de ocurrir. Cuando le pregunté por el cargo que se le imputaba, me contestó que estaba
detenido para ser investigado. Me contestó civilmente durante toda la breve conversación.

Puede que pensara que era un delincuente habitual y empedernido por su fisonomía, que no
parecía indicar que fuera tan amable como el obispo retratado por Víctor Hugo en Los
Miserables.

Después de estar en la cárcel unos dos meses, le sorprendieron manipulando los barrotes de la
ventana de su celda. Consiguió arrancar dos de los barrotes. Ese mismo día, una hora antes de
este descubrimiento, todos los guardias se habían reunido en la oficina de W. L. Peak, que estaba
a cargo de la institución, y se les advirtió que vigilaran de cerca a Carl Panzram, ya que se
habían recibido informes de diferentes prisiones que advertían al alcaide del peligroso criminal
que había entre nosotros.

W.L.

WP

.L. EAK, D

EAK, .C.

D JAI

.C.

L
Panzram fue puesto en una celda de castigo inmediatamente y unas horas después, sobre las
19:00, fue escoltado por cuatro guardias de la cá rcel al só tano de la institució n. En el só tano
hay muchos postes que sostienen vigas de hierro que pasan directamente por debajo del
techo. Cada poste tiene una circunferencia de unas 18 pulgadas y una altura de unos 9 pies.

Panzram fue colocado de espaldas a un poste, y sus manos fueron esposadas detrá s de él. Se
pasó una cuerda por las esposas y se ató alrededor del poste a unos metros por encima de su
cabeza para extender sus brazos hacia arriba. Se le mantuvo en esta posició n durante unas 12
horas. Testigos presenciales narraron có mo durante toda la noche gritó , maldijo y blasfemó .
Maldijo a su madre por haberlo traído al mundo y dijo que deseaba tener la oportunidad de
hacerla pedazos. Lanzó los epítetos má s viles a los funcionarios de la prisió n y a algunos
presos que estaban presentes. Expresó su deseo, en términos inequívocos, de matarlos.
Quería arrancarles el corazó n y tirá rselo a la cara. El médico de la cá rcel, el Dr. Harris Berman,
examinó el corazó n de Panzram para asegurarse de que no moriría durante su estancia en el
puesto porque, si eso ocurriera, podría crear un terrible escá ndalo, y tal vez daría lugar a la
destitució n del santurró n alcaide si se descubriera la verdad.

Mientras se realizaba el examen, Panzram se burló del médico con la acusació n de que era
culpable de cometer sodomía en el cuerpo de su asistente, un prisionero. El médico, por
supuesto, se resintió de esta acusació n infundada y ridícula y expresó su extrema
desaprobació n con palabras que no hicieron má s que avivar las llamas del intenso odio que
Panzram sentía por él. A la mañ ana siguiente, el prisionero fue llevado de nuevo a la celda,
que resultó ser una de las del primer nivel del ala sur. Esta celda era una de las seis que hasta
entonces só lo se utilizaban para los hombres que esperaban ser ejecutados. Se le colocó en la
primera celda a la que se llegaba después de entrar en el ala, de modo que pudiera ser
vigilado muy cuidadosamente.
En el transcurso de ese día, llamó "hijo de puta" a uno de los oficiales que lo escoltó al puesto
la noche anterior. Este oficial -que le conocía como yo- debió de alegrarse de la oportunidad
que esto le ofrecía para que se le administrara má s tortura a Panzram en el puesto. Se elaboró
un informe escrito de insubordinació n. El alcaide ordenó que el recalcitrante prisionero fuera
colocado de nuevo en el puesto. Cuatro fornidos guardias, ansiosos y esperando una
oportunidad para usar la violencia física, entraron en la celda para coger a Panzram. La noche
anterior, éste no ofreció ninguna resistencia, sin saber a dó nde iba. Cuando las formas
amenazantes de los guardias se acercaron, supo exactamente lo que se contemplaba. Al
ofrecer resistencia, fue golpeado en la cabeza con una fuerza tremenda por un oficial que
blandía una cachiporra. Testigos presenciales afirman que los otros guardias le dieron
patadas y puñ etazos. Un golpe de amor con una cachiporra es casi LAVADO

INGT

NG ON D

.C.

ON D JAI

.C.

19
20
lo suficiente como para marearlo a uno, así que pueden creer que el prisionero quedó
completamente noqueado. Le pusieron de nuevo en el puesto y estuvo allí toda la noche.
Cuando llegué a trabajar a la mañ ana siguiente, Panzram estaba tirado en un colchó n que
habían colocado en el suelo de la celda.

Me enteré por el jefe de celadores, un prisionero, que estaba a cargo de la celada de los
hombres y de otros trabajos de naturaleza rutinaria, de un relato completo de lo sucedido la
noche anterior. Fue verificado por los guardias que habían presenciado todos los detalles. La
narració n de las brutalidades cometidas contra este hombre indefenso despertó en mí una
fuerte indignació n y un sentimiento de simpatía hacia él. Descubrí que no tenía dinero. Un
hombre con dinero en la cá rcel está en una situació n desesperada; uno sin dinero, es
realmente desafortunado. Le di al jefe de la tienda un dó lar para Panzram. Cuando el jefe le
dijo a Panzram que le había enviado un dó lar, pensó que le estaban gastando una broma.
"¿Qué? ¿Un guardia enviá ndome un dó lar? No intentes engañ arme". Cuando el vigilante le
aseguró que así era, los ojos de Panzram se llenaron de lá grimas.

Aquí, después de haber sido torturado y maltratado por todos, un guardia se interesa por él.
Má s tarde, cuando pasé por su celda, me detuvo y me agradeció profusamente mi regalo. Me
olvidé de mencionar que, cuando el jefe de los guardias dijo que el dó lar era de mi parte,
Panzram preguntó cuá nto tiempo llevaba como oficial en la cá rcel. Cuando el funcionario
respondió que llevaba má s de un añ o, Panzram dijo que con el tiempo me volvería tan cruel y
obtuso como los demá s.
Si no fuera porque me hice amigo de él en ese momento, no creo que hubiera podido ganarme
su respeto, su confianza y su buena voluntad, lo que le llevó a acceder a mi petició n de que
escribiera su autobiografía para mí. Nos hicimos muy amigos y prevaleció entre nosotros un
espíritu de entente cordiale. Hablamos de las nuevas ideas en penología defendidas por
hombres como Sheldon Glueck, Harry Elmer Barnes en este país, el Procesador Lippman en
Alemania y otros. Hablamos de libros, de religió n y de la vida en general.

D.C.

D JAI

.C.

21

L CEL

L CE LS

Lo má s probable es que Panzram cometiera sodomía con otros hombres como forma de
venganza, pero no hay pruebas de que asesinara a las personas que confesó haber matado
cuando entró en la cá rcel de DC.

Aunque Panzram recibió una orden de detenció n por el homicidio de Alaxendar Uzzake
(Uzzoke) en Filadelfia, el fiscal del distrito de DC, Rover, fue lo suficientemente inteligente
como para darse cuenta de que no había pruebas suficientes para acusar a Panzram del
asesinato de Filadelfia. "Su condena se produjo tras una serie de sensacionales confesiones al
mayor William Peak, superintendente de la cá rcel del distrito, en las que declaró que había
matado a un chico en Salem, Massachusetts, y a otro en Filadelfia. Los detalles de las
confesiones fueron enviados a la policia de esas ciudades y los oficiales vinieron aqui para
interrogar a Panzram. En Filadelfia fue acusado y se iniciaron los procedimientos de
extradició n. El fiscal Rover, sin embargo, insistió en que Panzram fuera juzgado aquí primero
por el cargo de allanamiento de morada, ya que las pruebas de los asesinatos no se
consideraban tan concluyentes como las del caso de robo aquí."

-Washington Evening Star, 20 de junio de 1929, p.1. Los relatos de los perió dicos pueden ser
(y suelen ser) inexactos, ya que trabajan con plazos rá pidos para las historias. Como Panzram
era un á vido lector de publicaciones perió dicas, podría haber leído fá cilmente sobre estos
asesinatos en los perió dicos cuando estaba en esas ciudades.

Lo má s probable es que Panzram leyera sobre los asesinatos de niñ os no resueltos y los
recordara, de modo que si alguna vez recibía una condena larga, podría sacarlos de su bolsillo
trasero. Conocía el sistema penitenciario y la ley lo suficientemente bien como para saber que
se enfrentaría a una larga condena en una prisió n federal. La intenció n de Panzram es
exponer definitivamente su propia versió n de los hechos. Pero cuando un lector investiga
todo el caso de Panzram, es fá cil preguntarse qué parte de sus escritos es realidad y cuá l es
ficció n.

Los artículos de los perió dicos hablan de un testigo que vio a Panzram con el niñ o McMahon
en Salem, Massachusetts, pero los testigos han demostrado estar equivocados en muchas
ocasiones. En el caso de Albert Fish, se llevó a cabo un juicio contra Charles Edward Pope, a
quien Delia Budd identificó en una rueda de reconocimiento como el secuestrador de su hija,
Grace Budd. Pope se parecía a Fish, pero no era el secuestrador de Grace Budd, ya que añ os
después la señ ora Budd recibió una carta escrita por Albert Fish en la que describía có mo
había matado y comido a su hija. En su afirmació n de haber asesinado a un niñ o en New
London, Connecticut, la policía declaró : "La policía se inclina hoy por considerar un engañ o la
confesió n hecha por Carl Panzram de que asesinó a un niñ o aquí en 1922, ya que los registros
no muestran ninguna muerte violenta de niñ os durante ese añ o".
Carl Panzram’s booking photo from the Salem Police Department, Mass.
27
28

PANZRAM’S TRIAL FOR HOUSE BREAKING

Note one of the first misspellings of Panzram’s name as PANZRAN.

Could Panzram have given the fake name as an alias, or was it just a mistake?
Recuerdos de Carl Panzram, continuació n - Por Henry P. Lesser Recuerdo que una vez,
mientras lo vigilaba en el bañ o, donde tomaba su ducha semanal, hizo la observació n de que,
aunque era culpable de infligir crueldad a otros prá cticamente toda su vida, le molestaba que
otros lo trataran de la misma manera y se quejaba continuamente de ese trato.

Un día entré en su celda para hacer la inspecció n semanal que incluía la comprobació n de los
barrotes. Se utilizaba un pesado trozo de hierro para probar los barrotes. Cuando me vio
entrar en su celda, se levantó inmediatamente del colchó n que estaba en el suelo. Luego dijo:
"Supongo que está s bien; no me hará s dañ o". Volvió a su posició n anterior.

En otra ocasió n, cuando entré en su celda para inspeccionar los barrotes, estaba de espaldas a
él mientras hacía la inspecció n. Podía haber saltado y haberme liberado, si lo hubiera
deseado, de la barra de hierro con la que podría haber terminado mi carrera penoló gica.
Cuando me dispuse a salir de su celda, me dijo: "¡Caramba! Eres valiente al darme la espalda".
No le contesté en ese momento, pero má s tarde hablé con él. Le dije: "Carl, no te di la espalda
porque fuera valiente. Te di la espalda porque tenía confianza en que no me harías dañ o. Nos
hemos llevado muy bien juntos". Me contestó : "No quiero hacerte dañ o, pero má s vale que
tengas cuidado porque soy tan errá tico que soy capaz de hacer cualquier cosa".

A veces decía que era un discípulo de Schopenhauer, que creía en la filosofía del pesimismo.
Carl era de la opinió n de que todo el mundo era egoísta y buscaba su propio bienestar. Creía
que las personas que eran buenas, amables o generosas no podían actuar de otra manera si lo
deseaban.

Era la víspera de Navidad. Un coro en la rotonda, a poca distancia de Panzram, acababa de


cantar villancicos.

Pasé por delante de su celda y, al mirar dentro, me di cuenta de que Panzram estaba de pie
con la bragueta del pantaló n desabrochada. Su pene estaba a la vista de cualquiera que
mirara. Me contaron muchas veces los presos a los que se les permitía salir en la primera
grada y que podían pasar por delante de la celda de Panzram en el desempeñ o de sus
funciones, que Panzram solía pasearse por la celda, haciendo tintinear algunas monedas
perdidas en su bolsillo y repitiendo todo el tiempo: "Daría todo lo que tengo por un buen
agujero". Mientras hacía esta afirmació n, trabajaba con sus dedos para representar uno.

Se distribuían tarjetas de Navidad a los delincuentes. Z., un preso, las repartía. Quería
divertirse un poco con Carl, así que en lugar de decirle que la Misió n Episcopal de la Ciudad se
la había regalado, le informó a Carl de que era un regalo del Alcaide, Emocionado, Carl la tiró
por la puerta de su celda. Carl estaba muy ansioso por enviar un regalo de Navidad al alcaide
W. L. Peak en forma de piñ a. En aquel momento, al no saber qué significaba una "piñ a", le pedí
que me explicara. Me miró con aire altivo. Me dijo que en la jerga de los delincuentes una
"piñ a*'era una bomba.

Un día, mientras hablaba con Panzram a través de los barrotes de la puerta de la celda, le
llamé la atenció n sobre una hermosa puesta de sol que se veía a través de la ventana de su
celda. Cuando le dije: "Mira allí, Carl", se apartó de un salto de donde estaba y pareció muy
asustado y excitado. Cuando le pregunté el motivo de esta reacció n, me dijo que por el
momento pensó que yo intentaba desviar su atenció n para agredirle con algú n objeto.

Ya estaba acostumbrado a que le desviaran la atenció n en el pasado, por este motivo. Tras
pensarlo mejor, le pedí disculpas por haberle señ alado la hermosa puesta de sol, ya que no
podía estar de humor para apreciarla.

El hermano de Panzram, que vive en el Estado de Washington, contrató un abogado para Carl.
En una carta dirigida a Carl, le decía que en los perió dicos de su país aparecían relatos de sus
actividades delictivas. Imploró a Carl que confiara en Jesucristo y abandonara su carrera
delictiva. Carl le recordó al hermano el momento en que la familia reunió una suma de 75
dó lares con la que Carl debía partir a Sudamérica y tratar de portarse bien. El hermano al que
Carl estaba escribiendo esta respuesta se quedó con el dinero en lugar de enviarlo como se
había acordado. Le recordó al hermano la forma brutal en que fue tratado por él después de
que Carl, cuando era un niñ o de unos 12 añ os, intentara disparar a un predicador alemá n en
venganza por los latigazos que le había administrado. Le dijo a su hermano que había matado
a 21 seres humanos durante su vida y que ademá s había violado todas las leyes del hombre y
de Dios. En la carta se quejaba de que nadie se apiadaba de él. Carl sugirió al hermano que
utilizara los 75 dó lares robados para comprar un arma. Carl dijo: "Como eres un loco de la
religió n como nuestro padre, sal al bosque, lee tu estú pida Biblia y luego vuélvete los sesos".
Terminó la carta pidiendo al hermano que no escribiera má s. 30
31
32
33
34
35
36
Recollections of Carl Panzram, Continued - By Henry P. Lesser

Panzram escribió una carta, en la que pedía su salario, a un hombre para el que había
trabajado como peó n durante un tiempo antes de ser detenido por la acusació n que le llevó a
la cá rcel del distrito. Segú n Carl, el hombre le debía unos 10 dó lares. En cambio, éste le envió
unos 2 dó lares. Panzram le devolvió el giro postal y le sugirió al granjero que comprara
cianuro de potasio con el dinero, que se tragara él mismo la mitad y que enviara el resto al
escritor.

No sé hasta qué punto es cierto, pero me contaron que, cuando Carl estaba en una celda con
otros presos, atendió a uno de ellos, un enfermo, con gran ternura.

Resulta que fui uno de los oficiales nombrados para acompañ ar a 32 prisioneros, entre los que
se encontraba Panzram, a la Penitenciaría Federal de Leavenworth, Kansas. Panzram, al salir
de la cá rcel, se cruzó con el secretario del alcaide, un preso que anotó la confesió n de Carl
sobre el asesinato de tres niñ os. Carl hizo esta confesió n en la segunda noche de su tortura en
el puesto. Carl escupió a este preso. Se oyó a Carl comentar a un preso, mientras se dirigía en
un furgó n policial desde la cá rcel del distrito a Union Station para subir al tren, que intentaría
provocar un choque de trenes. Antes de subir al tren. El alcaide W. L. Peak, que también hizo
el viaje, avisó a las autoridades ferroviarias.
La cuerda de emergencia que corre bajo el techo del vagó n estaba desconectada. Tengo
entendido que si se tiraba de la cuerda mientras el tren iba rá pido, algunos vagones se
saldrían de la vía.

Panzram estaba encadenado y esposado a un preso llamado S. que estaba muy decepcionado
por haber conseguido a Carl como compañ ero. S., como ves, era muy parecido al resto de
nosotros, só lo que le gustaba y robaba keisters (equipajes). Como casi todos los presos del
tren, Carl se pasaba el tiempo jugando a las cartas, por dinero. Cada vez que el alcaide Peak
tenía a la vista a Carl, éste hacía todo tipo de comentarios despectivos de cará cter sexual para
burlarse del alcaide. Miraba fijamente al alcaide, con ojos que ardían de odio, hirviendo de
deseo de matarlo. También reaccionaba así cada vez que veía al Dr. Berman, quien, por cierto,
estuvo toda la noche observando a Panzram de cerca, temiendo irse a la cama por si le ocurría
algo terrible a manos del preso. Como las piernas de Panzram estaban bien encadenadas y sus
manos esposadas, y los guardias lo vigilaban cada segundo, había muy pocas posibilidades de
que algo así sucediera.

Recuerdo que Carl les hizo un gesto de desprecio a los chicos mientras el tren estaba parado
en una de las estaciones del trayecto.

Me hablaba amistosamente y me sonreía de vez en cuando durante el viaje. Cuando salió del
tren, me dio un cá lido apretó n de manos.
ARRIVAL AT LEAVENWORTH

PANZRAM’S LEAVENWORTH PENITENTIARY MUGSHOT

"...cuando llegué aquí, le dije a todo aquel con el que tuve contacto

que seguramente me cargaría al primer tipo que me molestara".

- Carl Panzram

LEA

L VE

EA NW

VE

OR
NW

OR H PENI

E TENT

IARY

IAR ,

Y LEA

L VE

EA NW

VE

OR

NW

OR H, K

H, ANSAS

40
USP LEAVENWORTH GROUNDS AND GATE
41

42
CEL

CE LS AND GAL

LS AND GAL E
LR

EI

R ES - USP L

EA

S - USP L VE

EA NW

VE

OR

NW

OR H

43
TOM WHITE, USP LEAVENWORTH WARDEN, 1926-1931
"Después de la admisió n de Panzram, tuve varias conferencias con el subdirector sobre
Panzram, y le aconsejé al subdirector lo que el mayor Peak me había dicho, y que tratara de
asignarlo a alguna parte de la institució n donde estuviera bajo estrecha supervisió n, y el
subdirector, en consecuencia, lo asignó a la lavandería, casi el mejor lugar que tenemos para
tal supervisió n." -Warden White
45

46
47
48
49
50
Panzram tenía un billete de un dólar en su poder cuando entró en la USP de Leavenworth. El
billete de un dólar puede ser el mismo que le dio Henry Lesser.
52
53
54
55
THE PRISON LAUNDRY
INTERIOR LAUNDRY BUILDING
EXTERIOR LAUNDRY BUILDING
ROBERT WARNKE

Leavenworth’s Prison Laundry Foreman.

60
61
62
El 1 de abril de 1929, Panzram envía su primera carta a Henry Lesser desde la USP de
Leavenworth. Lesser asumió el alias de Henry James, creando una identidad ficticia para que su
posición en la cárcel de Washington DC no se viera comprometida si se descubría que se estaba
carteando con antiguos presos de Washington D.C., especialmente con un preso tan
controvertido como Panzram. Lesser seguramente habría recibido una severa reprimenda,
especialmente bajo el mandato de Peak. Panzram pregunta por la novia de Lesser, que era
Eleanor Trott, la novia de Lesser. La señora Trott pasaba a máquina todas las cartas de
Panzram en formato manuscrito para Lesser.

April 1, 1929

Mr Henry James

c/o Miss Elanor Trott

The Lenmar Apapt. 47

2100 N. St. N.W.

Washington D.C.

Mr. James:

Su carta del 30 de marzo me fue entregada esta tarde y le respondo de inmediato para
agradecerle por ella y su adjunto de un dó lar. Su carta es bastante corta, pero va directamente
al grano, como siempre. He disfrutado leyéndola y espero disfrutar del gasto de su dó lar.
Nunca recibí la tarjeta postal que me envió .

Esta es mi primera carta desde que estoy aquí. Me alegrará igualmente tener noticias tuyas y
siempre te contestaré.

Son muy pocas las noticias que puedo darte porque no hay ninguna que dar hasta donde yo
sé. Llevo aquí 2

meses. Hasta ahora no me ha pasado nada muy raro. No tengo quejas de ningú n tipo. Lo que
me depare el futuro no lo sé ni me importa mucho. Su posdata con respecto a Allen era el
resultado natural que cabía esperar teniendo en cuenta las condiciones y circunstancias en las
que se encontraba. A la larga, él saldrá ganando. Ese tipo de hombre siempre estará al frente
tarde o temprano.

Creo que conoces las normas sobre mi privilegio en la escritura de cartas. Así que, por favor,
no me envíes nunca nada a menos que estés seguro de que lo recibiré. No necesito nada y creo
que puedo arreglá rmelas bien. Mis necesidades son pocas y creo que puedo satisfacerlas. Me
he encontrado aquí con algunos de mis viejos amigos que me conocieron hace añ os. Todavía
tengo mi malhumor perpetuo y no creo que se me pase hasta que me desmaye por completo.
Ese momento no puede llegar demasiado rá pido para mí.

Por el momento, paso el tiempo durmiendo, comiendo, trabajando, leyendo y pensando. Y


esto ú ltimo no es lo mejor.

Me he preguntado varias veces por usted y, desde que leí su carta, se me ha ocurrido pensar
que tal vez esté cuidando la casa o se esté preparando para hacerlo. El nombre suena inglés.
También suena a mú sica. Sin embargo, tenía la esperanza de que a estas alturas te hubieras
encontrado en un trabajo mejor, con un entorno má s agradable y una atmó sfera má s limpia.
Acepta mi consejo y deja ese trabajo como si fuera veneno. Ese no es un trabajo para ti. Está s
hecho para cosas mejores que eso. Có mo se llevan tu amiga y tú al escribir la Biografía del
hombre má s malo que has conocido. He estado pasando el tiempo garabateando un poco de
vez en cuando. Hasta ahora he escrito unas 30 o 40 mil palabras. Si alguna vez llegas a esto y
si te interesa te regalaría con gusto mi pequeñ a contribució n a la peor literatura del mundo.
No me debes nada, pero me considero en cierta manera obligado contigo. Bueno, termino esta
historia de desdicha, diciendo "Hasta la vista" y mis mejores deseos.

I am very truly

Carl Panzram. #31614

Box. 7. Leavenworth.

Kansas.
Henry Lesser escribió a H.L. Mencken, periodista y académico estadounidense, sobre la
publicación de la autobiografía de Panzram.
66
67
68

Leavenworth, Kansas April 23, 1929


Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

Su carta del 18 de abril me llegó hoy. Encontré el dó lar adjunto o, en todo caso, lo tengo en mi
haber aquí en los libros. Muchas gracias por ambas cosas. Só lo hace una hora que tengo su
carta y ya la he leído tres veces y cada vez me ha gustado má s. Es una carta muy bonita y sigue
interesá ndose por mí. Me has preguntado qué tipo de trabajo estoy haciendo. Bueno, a decir
verdad, tengo un trabajo fá cil. No hay mucho que hacer y que poco fá cil. No me importa
mucho pero estoy tratando de conseguir otro trabajo en el que esté má s solo. Quizá s má s
adelante lo consiga. Me hace sentir mejor escuchar que tu autobiografía va a ser leída por un
hombre como Mencken. Si la acepta y la publica, me gustaría suscribirme por 6 meses má s o
menos. ¿Puede gestionar eso por mí? Se me permitirá recibir la revista si viene directamente
del editor. Me pregunta si me gustaría recibir algunos libros. Bueno, sí, me gustaría conseguir
algunos buenos libros, pero los que quiero no los puedo conseguir. Una cosa que me gustaría
tener y que se me permitiera es un diccionario de unas 100.000 palabras. Pero no hay prisa.
Lo podré conseguir muy pronto. Estoy ganando un poco de dinero haciendo algunas cuentas,
collares y curiosidades que le agradezco. El dinero que me enviasteis lo utilicé para comprar
el material que utilicé para hacer estas cosas. Ahora lo que quería preguntarte era esto, si te
envío algunas de las cosas que hago, ¿puedes y quieres venderlas para mí y enviarme el
dinero? Há ganme saber sobre esto, ¿sí? He escrito bastante y hasta la fecha he escrito unas
60.000 palabras. Pero me temo que todo es un esfuerzo inú til, ya que no sé qué hacer con él
ahora que lo he escrito todo. Si alguna vez vienes por aquí y tienes una o dos horas libres, tal
vez puedas hacer que me llamen para una visita. Usa tu propio criterio al respecto.
Probablemente no tenga tiempo, pero si pudiera disponer de una o dos horas, me encantaría
verle y hablar con usted. Llevo aquí unos tres meses y hasta ahora no me he metido en ningú n
lío. Me las estoy arreglando bien, pero sigo siendo bastante hostil y puedo estallar en
cualquier momento. Estoy muy, muy cansado y espero encontrar alguna forma de descansar.
Espero que no haya que esperar demasiado. Será mejor que aceptes mi consejo y abandones
ese asqueroso trabajo que tienes ahora. Hay muchas formas mejores de ganarse la vida.
Bueno, voy a tener que llamar por esta vez, así que... Hasta luego y buena suerte.

I am Carl Panzram

No 31614 Box 7

Leavenworth. Kansas
70
La carta de Panzram del 23 de abril de 1929 a Lesser menciona que quería trabajar solo.
Panzram podría haber querido un cambio de trabajo y tiene sentido ya que era un solitario y
despreciaba a otras personas. Es posible que Panzram pidiera un cambio de trabajo para poder
intentar escapar de otra zona de la prisión.

A mediados de abril, el recluso Louis Kelly fue testigo de un altercado verbal entre Panzram y el
capataz de la lavandería, Robert Warnke, en relación con los pañuelos de blanqueo de Panzram.
La lejía es una sustancia controlada dentro de los centros penitenciarios porque es corrosiva y
cáustica. Es posible que Panzram haya blanqueado pañuelos para otros reclusos con el fin de
obtener dinero extra, cigarrillos u otros artículos. Intercambiar un servicio por algo de valor
está muy prohibido. Las acciones de Panzram parecían pasar por encima de las reglas de
Warnke. Definitivamente había una lucha de poder entre Warnke y Panzram en la lavandería.
El prisionero Louis Kelly relata:

Panzram y el Sr. Warnke tuvieron unas palabras sobre tres pañuelos que Panzram tenía y
estaba lavando en una grada de la lavandería. Warnke le dijo que no se le permitía usar esa
blanqueadora, y que él no era mejor que ninguno de los demás y que a nadie se le permitía usar
esa blanqueadora. Panzram argumentó diciendo que sólo intentaba blanquear tres pañuelos,
pero el Sr. Warnke dijo que no podía dejar que se atropellaran sus reglas y repitió que Panzram
no era mejor que el resto de los presos empleados en la lavandería. Panzram comentó que si
Warnke no le "dejaba en paz" se "cargaría" a Warnke.

18 de mayo de 1929 - Panzram solicita otro cambio de trabajo a un baño. "No hay cambio"
escrito por el subdirector, Fred Zerbst. Puede que a Panzram le resultara más fácil escapar de
Leavenworth trabajando en otro lugar de la prisión.
72
May 19, 1929

Panzram letter to Deputy Warden Zerbst.

Deputy Warden:

Ayer tuve una entrevista con usted. En ese momento me dijiste que te hiciera saber si podía
sugerir algú n trabajo en esta prisió n que pudiera manejar y en el que estuviera solo. Ahora
tengo 3 trabajos diferentes a la vista, cualquiera de los cuales me gustaría tener. Un trabajo es
en el só tano de la Casa de Celdas Q. Manejando el soplador de aire caliente. El hombre que
tiene ese trabajo ahora es un hombre blanco lisiado. Otro trabajo similar es en el só tano de la
Casa de la Celda B. El hombre que tiene ese trabajo ahora se llama Bill, su nú mero es 20725 y
le queda poco tiempo de servicio y luego su puesto quedará vacante. Otro trabajo es en el
cuarto de herramientas del taller de acero. Al hombre que tiene ese trabajo ahora le quedan 8
meses de servicio. Si pudiera elegir en este asunto, preferiría el trabajo en el só tano de la Casa
de la Celda A o B manejando el soplador. In any case I would

como para salir de la lavandería donde estoy ahora.

I am

Carl Panzram

No 31614

Cell 138 D.
Leavenworth, Kansas May 19, 1929
Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

Recibí su ú ltima carta el 23 de abril, y desde entonces he estado esperando impacientemente


otra. Esta es la tercera carta que recibo desde la suya. Tengo bastante tiempo para escribir
cartas, pero supongo que tienes otras cosas que hacer ademá s de preocuparte por mí.

Cuando me escriba de nuevo, me gustaría que me contara todo lo posible sobre la respuesta
del Sr. Menchem. En su ú ltima carta me preguntaba si quería algú n libro o material de lectura
y si se me permitiría recibirlo. El tipo de material de lectura que prefiero es tabú aquí y puedo
arreglá rmelas bastante bien con lo que tengo ahora. Tengo la intenció n de comprarme un
diccionario y una enciclopedia en 6 volú menes como los que aparecen en el catá logo de
Montgomery Ward Co. Cuesta 8 dó lares y si alguna vez reú no esa cantidad de dinero tengo la
intenció n de conseguir uno de esos juegos. Mientras hojeaba un viejo lote de revistas
miscelá neas el otro día, encontré un artículo excepcionalmente interesante en el American
Magazine de la edició n de marzo de 1929. Bú squenlo y díganme qué piensan de él. Su título es
"Mis siete minutos en la eternidad" y fue escrito por Bill Pelley. Creo que será de su interés.

Si le envío una bolsa de mano de cuentas que he hecho en mi tiempo libre, ¿tendría usted la
bondad de comprarla usted mismo o venderla por mí y enviarme el dinero? El precio lo dejo a
tu elecció n. Lo que usted diga es vá lido.

Eso es todo por esta vez.

Hasta pronto y buena suerte. Yo soy

Carl

Panzram

Leavenworth,

Kansas. 75
76

May 25, 1929 - Leavenworth, Kansas


Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

Recibí su ú ltima carta el 23 de abril, y desde entonces he estado esperando impacientemente


otra. Esta es la tercera carta que recibo desde la suya. Tengo bastante tiempo para escribir
cartas, pero supongo que tienes otras cosas que hacer ademá s de preocuparte por mí.

Cuando me escriba de nuevo, me gustaría que me contara todo lo posible sobre la respuesta
del Sr. Menchem. En su ú ltima carta me preguntaba si quería algú n libro o material de lectura
y si se me permitiría recibirlo. El tipo de material de lectura que prefiero es tabú aquí y puedo
arreglá rmelas bastante bien con lo que tengo ahora. Tengo la intenció n de comprarme un
diccionario y una enciclopedia en 6 volú menes como los que aparecen en el catá logo de
Montgomery Ward Co. Cuesta 8 dó lares y si alguna vez reú no esa cantidad de dinero tengo la
intenció n de conseguir uno de esos juegos. Mientras hojeaba un viejo lote de revistas
miscelá neas el otro día, encontré un artículo excepcionalmente interesante en el American
Magazine de la edició n de marzo de 1929. Bú squenlo y díganme qué piensan de él. Su título es
"Mis siete minutos en la eternidad" y fue escrito por Bill Pelley. Creo que será de su interés.

Si le envío una bolsa de mano de cuentas que he hecho en mi tiempo libre, ¿tendría usted la
bondad de comprarla usted mismo o venderla por mí y enviarme el dinero? El precio lo dejo a
tu elecció n. Lo que usted diga es vá lido.

Eso es todo por esta vez.

Hasta pronto y buena suerte.

Yo soy Carl Panzram

Leavenworth,

Kansas. 31614 Box 7

Leavenworth, Kansas
PHOT
HO O FR

OM

O FR

THE SAT

HE SA URD

UR AY EVE

Y E NIN

VE

G POST

G POS

La foto del "Saturday Evening Post" que aparece en un artículo de la edición del 26 de enero de
1924 donde Panzram afirma que hay una foto suya con trabajadores en África. La persona que
dirige a los nativos africanos en la foto PUEDE ser Panzram, pero es imposible saberlo con
certeza ya que su rostro está oculto en la foto.
80

June 15, 1929


Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

Your letter of June the 8th reached me the other day. That was a pretty nice letter all right.
Full of news, and all of it good. I was a bit surprised to read what Mencken wrote to you. I
didn’t have much faith in the thing being worthwhile, but any one like Mencken says it’s good
I must believe it. You use your own judgement and just do what as you like about it. It’s yours
and what you do with it is O.K. by me. I should like to read the article by The Nation about
Older but that’s out of order here. Send no clippings. I am still on my same job and like it less
each day. I am getting all set for a change. It won’t be long now. I think your out of luck for the
other 75,000 words I wrote here. That’s out of order also. Glad your friend was pleased with
the watch chain and charm. I made it out of an old fiddle bow and a peach-stone. Next month
I'll send you a bead-necklace. That won’t be worth anything either. But the following month I
shall, "if all as usual”, send you a bead hand bag which should be worth something over 15 or
20 bucks. These same sorts of bead bag sell in the stores for around $35.00 and up to $100.00
according to the material used and the quality of the workmanship. On my bag I have a silver
handle which cost $2.75, Lining

.75 and the beads $2.50, that’s not counting such items as the silk thread, bead needles and
wax and my 2 months labor on it. Considering everything I think I should be justified in
looking for at least $15.00 for it. But when you get it, you must use your own judgement.
Whatever you do with it will be OK. by me. The necklace as you will see I put in the initial T so
I guess you’ll know what to do with that. That should be some compensation to her for all of
the work she must have done in deciphering and typing all of my scribbling. Did you take the
trouble to verify any or all of my statements. I think you should. Don’t you? I met an old friend
of mine here by the name of Reynolds, an old, old timer. I wish you knew him and that he
knew you. He sure could spin you some weird yarns. It’s pretty hot here just now. I have been
expecting to see old boy Sneek down here with a new lot of bums. There are a number of
people here who would be glad to see either one or both of ‘em. What’s Allen doing? Why the
heck don’t you take my tip and drop that job your on surely your not going to wait until you
get the same as Allen got. your the same type as him and you must expect the same kind of
deal if you stop in your same line of business. So Long and good Luck.

I am

Carl Panzram
Cuando Panzram escribe: "Creo que no tienes suerte con las otras 75.000 palabras que escribí
aquí. También están fuera de servicio".

¿Significa esto que fueron confiscados? ¿La prisión devolvió esos papeles a Panzram finalmente?
Puede que nunca lo sepamos.

Es muy interesante observar que, incluso en 1929, los reclusos intentaban vender los artículos o
las obras de arte que creaban para poder tener algo de dinero para gastar en el economato de
la prisión.
84
Un ejemplo de infracción se redacta. Cuando los presos cometían una violación de las normas o
una infracción, se les levantaba un acta. El prisionero era escuchado. Pero antes de que
Panzram pudiera tener una audiencia, asesinó al capataz de la lavandería Warnke. Este era
Panzram' no había cometido ninguna infracción en Leavenworth antes del 16 de junio de 1929.
La mejor manera de describir esta forma sería como una multa por exceso de velocidad. Los
oficiales escribían el incidente en estos formularios y lo llevaban junto con el recluso a la oficina
del subdirector, donde se registraba el incidente en el libro de reclusos e infracciones del
subdirector. El subdirector era como el juez de la institución, escuchaba la versión del
funcionario, hacía preguntas al recluso y luego dictaba sentencia. Esta era la única infracción
que constaba en el expediente federal de Panzram. La discrepancia escrita en el expediente
federal figura como 22 de junio, pero la verdadera fecha en que se produjo la ofensa fue el 19 de
junio.

June 19, 1929

Prisoner: Carl Panzran

No: 31614 Employed: Laundry

Offense: trafficking

Especificació n: admitió haber dado 8 paquetes de camellos y 4 bolsas de bull durham a 31750
y que no había comprado ningú n cigarrillo a través de Chief Clerk. Le pregunté de dó nde los
había sacado y me dijo que no le importaba decírmelo.

Guard: Watkins.

Acciones: Este hombre, antes de que se le diera una audiencia sobre el informe anterior, el 20
de junio de 1929, alrededor de las 8 de la mañ ana, asaltó y mató al capataz Warnke en la
lavandería. Debe ser confinado en una celda segregada con una dieta regular hasta que se
tome una decisió n sobre este caso. Signed by Deputy Warden Zerbst
86
Carta confiscada por el alcaide de la USP de Leavenworth - 22 de junio de 1929 - Falta la carta
original escrita a mano. No se sabe si la carta fue escrita por Panzram el 22 de junio o
confiscada el 22 de junio. Lo más probable es que la carta llegara a oídos del alcaide el 22 de
junio, antes de ser enviada por correo, ya que Panzram no hace ninguna mención al asesinato de
Warnke. Panzram empieza a hablar de su propia muerte aquí, ya que empezó a planear la fuga,
la muerte en el intento de fuga o la comisión de un delito que conllevaría una sentencia de
ejecución.

Carta de Carl Panzram a Henry Lesser.

Te escribí el domingo pasado y de nuevo hoy. No espero que escribas tan a menudo como yo.
Tengo un poco más de tiempo libre que tú, de hecho tengo tanto tiempo libre que me cuesta
trabajo pasarlo. Tú, en cambio, supongo que no tienes suficiente tiempo. Bueno, eso tiene
remedio. Pero por qué preocuparse por el tiempo cuando un tipo como Einstein dice que no
existe el tiempo. Sin embargo, no estoy seguro de eso. Tengo mis dudas sobre su teoría. Es un
pájaro bastante astuto, pero cuando dice que no existe el tiempo, medio sospecho que nunca ha
estado en la cárcel. Luego hubo otro pez gordo que escribió que "los muros de piedra y los
barrotes de hierro no hacen una prisión".

Creo que si tuviera que guardar 25 boffos en esta Junta, pronto cantaría una canción diferente.
No cantaría nada, pero si alguna vez lo hiciera sería "The Jail-House Blues". Algunos de estos
escritores lanzan algunas teorías extrañas sobre lo que saben muy poco. Supongo que todo esto
es una bola de gramática, pero supongo que captan lo que estoy tratando de escribir a mi
manera tonta.

El día 26 de este mes será mi cumpleaños, si tengo la desgracia de vivir tanto tiempo. Pero
supongo que para entonces seguiré coleando. Siempre he tenido suerte. Todo lo que quiero, rara
vez lo consigo, pero si no quiero cierta cosa, esa cosa la consigo seguro. Seguro que me gustaría
saber quién o qué es o era mi gafe. No le haría mucho daño ni a él ni a eso. Es decir, no
demasiado. Hace tiempo conocí aquí a un pobre chungo al que le hice esta consulta y su
respuesta fue ofrecerme una biblia y un libro de oraciones. Sí, lo has adivinado, todavía está
vivo, pero sólo porque no traje mis pistolas cuando vine aquí. Debo ser más tonto de lo que creo.
Él y otros como él pueden obtener consuelo y felicidad de cosas que a mí sólo me enfadan más.
He leído todo lo que he podido conseguir y que he podido entender con mi limitada inteligencia
pero sigo tan a oscuras como siempre. Pero en fin, para dejar de lado la palabrería y entrar en lo
que he estado pensando más o menos, es esto. Si me envían dinero, por favor, asegúrense de
enviarlo por correo certificado o en un giro postal y no en efectivo. Pero será mejor que te des
prisa, porque desde que leí aquel artículo de Petty en la American Mag, no he dejado de pensar
en el angelito que voy a hacer. Un arpa de oro, un halo y un par de alas. Nada que hacer más que
batir mis alas y cantar como un gallo. Montar en las nubes en lugar de tener que vivir como

Carl Panzram
THE MURDER OF WARNKE
91
THE F.B.I. INVESTIGATION INTO THE MURDER OF WARNKE

92
93
94
AERIAL OF LEAVENWORTH PENITENTIARY

95
LEAVENWORTH USP POWER HOUSE

LEAVENWORTH USP DINING ROOM

96
97
98
LEAVENWORTH USP #2 TOWER AND EAST GATE

99
100
LEAVENWORTH USP VIEW FROM EAST GATE - FACING WEST

101
102
103
104
105
106
107
108
109
110
111
112
113
114
115
The House of Whispering Hate is regarded as one of the most accurate books on life inside
Leavenworth Penitentiary. Wharton’s account of the hanging of Panzram is the most accurate
and detailed account of an eyewit-ness account of the execution. (Note the misspelling of
Warnke’s name.) 116

THE HOUSE OF WHISPERING HATE


By

Charles S. Wharton

Ex-congressman, ex-lawyer, ex-convict

Edited by

Harry Read

Former City Editor, Chicago American

Madelaine Mendelsohn

Chicago - ©1932

Charles Stuart Wharton (April 22, 1875 – September 4, 1939) was a U.S. Representative from
Illinois.

Born in Aledo, Illinois, Wharton moved to Chicago with his parents in 1878, attending the
public schools. He graduated from the law department of the University of Michigan at Ann
Arbor in 1896. He was admitted to the bar in 1896 and commenced practice in Chicago,
Illinois. He served as prosecuting attorney for the town of Lake in 1899, and was appointed
assistant city attorney of Chicago in 1903.

In 1904, Wharton was elected as a Republican to the Fifty-ninth Congress (March 4, 1905 –
March 3, 1907). He was an unsuccessful candidate for reelection in 1906 to the Sixtieth
Congress. He subsequently resumed the practice of law in Chicago, Illinois.

Wharton served as member of the Board of Exemption and Government Appeal Agent at
Chicago during the First World War and also served as an assistant corporation counsel in
1919. In 1920 he was appointed Assistant State’s Attorney and served in this capacity until
December 1923, when he resigned to resume private practice.

Wharton again resumed the practice of law in Chicago, Illinois, but in 1928, he was convicted
of conspiracy in connection with the robbery of a mail train in Evergreen Park, Illinois, and
was consequently disbarred. He was imprisoned in Leavenworth Prison from 1929 to 1931.
[1]

Wharton later operated a restaurant and was author of several books. He died in Chicago,
Illinois, September 4, 1939. He was interred in Mount Hope Cemetery.

(Source: Wikipedia contributors. (2019, May 15). Charles S. Wharton. In Wikipedia, The Free
Encyclopedia. Retrieved 15:52, May 11, 2020, from https://en.wikipedia.org/w/index.php?
title=Charles_S._Wharton&oldid=897219510) 117
Charles S. Wharton (left) and United States

Deputy Marshall Joseph Spizziri boarding the

train for Leavenworth Penitentiary.


Charles S. Wharton behind bars at Leavenworth.

THE HOUSE OF WHISPERING HATE - Chapter 3 pp 24-25

Nos habíamos apresurado a tomar otro desayuno de comida grasienta e insípida, cuando de
repente se produjo un tremendo alboroto detrá s de nuestra línea, y un momento después los
guardias pasaron corriendo, llevando una camilla. Vislumbré una forma abultada acurrucada
bajo una manta, y entonces casi me fallaron las piernas, pues la parte trasera de la cubierta no
pudo ocultar un crá neo humano peludo y roto del que salía una masa sangrienta y gelatinosa
sobre la sucia lona.

Quise darme la vuelta y volver tambaleá ndome a mi catre, pero la disciplina carcelaria no
tiene en cuenta esas cosas.

Por lo tanto, seguí hasta el comedor, donde la vista de los platos de hojalata sucios y el olor de
la comida descuidada casi consiguieron que me pusiera enfermo.

La noticia del asesinato corrió como un reguero de pó lvora por la prisió n. La víctima era
Warnicke, capataz civil de la lavandería, a quien los convictos consideraban un bruto y un
mató n, que se deleitaba atormentando a sus esclavos de la prisió n. Su diversió n favorita era
burlarse de Panzaran, un convicto asesino, por sus supuestos há bitos morales, pero el día de
su asesinato se había burlado demasiado. Llevado al frenesí, Panzaran cogió una barra de
hierro y, de un solo golpe salvaje, le arrancó la cabeza al capataz.

Durante días, los prisioneros no hablaron de otra cosa, y poco a poco logré superar las
ná useas que el recuerdo del crá neo ensangrentado y maltrecho de Warnicke me había
provocado, hasta que pude hablar del asunto sin estremecerme. Como otra ayuda para el
olvido, me encontré ocupado respondiendo a las preguntas de los curiosos prisioneros.
Formuladas en su propia y peculiar jerga, me proporcionaron algunos interludios fugaces de
diversió n, a pesar de la irritació n que me causaron al principio.
120
121
122
123
SEGREGATION AND THE BIRDMAN

BUILDING 63: DEPUTY WARDEN’S OFFICE & SEGREGATION FIRST FLOOR INTERIOR

( Courtesy of Ken LaMaster)


En esa época había dos celdas de aislamiento en el edificio 63, que tenían puertas só lidas en la
parte delantera de las celdas y los reclusos no podían comunicarse entre sí. Las celdas de
segregació n tenían puertas con barrotes y los reclusos tenían periodos en los que podían
hablar de una celda a otra. Por lo general, colocaban a los reclusos como Panzram en
aislamiento cuando entraban por primera vez en el edificio de segregació n hasta que el
subdirector, el director y el doctor podían evaluarlos. Una vez que se tomaban las
declaraciones iniciales y la investigació n del incidente violento terminaba y se consideraba
que el recluso tenía má s probabilidades de comportarse, se le colocaba en una celda de
segregació n normal. Normalmente, en los minutos siguientes a un asesinato violento o a una
agresió n grave, el recluso sufre un enorme subidó n de adrenalina y algunos tardan en
recuperarse. Esos individuos son colocados en una celda donde no pueden dañ ar al personal o
a otros reclusos y normalmente se les deja allí hasta que se tranquilizan. Muchas veces les
dejamos "dormir la mona" hasta que se despiertan al día siguiente. Só lo he visto a dos
reclusos después de un asesinato que estaban tranquilos, fríos y calmados. La presió n
sanguínea de ambos era normal, ninguno de ellos estaba excitado, ni sudaba, ni nada. Era
como un día má s de trabajo.

Ken LaMaster

Historian/Author

1983 - 2010 USP Leavenworth, Senior Officer Specialist


BUILDING 63 - THE DEPUTY WARDEN/SOCIAL SERVICE & SEGREGATION BUILDING

127

ROBERT STROUD

Robert Stroud es famoso por ser "El hombre pájaro de Alcatraz", aunque Stroud tenía dos celdas
con su pajarera en Leavenworth, NO en Alcatraz. Durante su estancia en Alcatraz, Stroud
escribió un manuscrito sobre la historia del sistema penitenciario, que era una mordaz
acusación de las prácticas de las prisiones y que nunca se publicó. A través de mi investigación,
conocí y entrevisté a Charles Dudley Martin, que era el abogado de Robert Stroud en Springfield,
MO. Dudley tenía todas las páginas manuscritas de los escritos de Roberts Stroud y también
copias mecanografiadas en su poder cuando lo conocí en octubre de 2008. En un esfuerzo por
publicar estas obras, le envié a Dudley una propuesta, que rechazó. En la última conversación
que mantuve con Dudley, me dijo que la empresa que tenía los manuscritos había perdido o
dañado los originales manuscritos o las copias mecanografiadas. No se ha descubierto más
información sobre dónde están estos manuscritos, o si se publicarán alguna vez. Nunca se sabrá
la verdad de los escritos de Stroud sobre Panzram. Stroud parece atribuirse el mérito de algunas
acciones de Panzram e incluso escribe sobre la ejecución de Panzram, que ni siquiera pudo ver
personalmente ya que todas las ventanas habían sido cubiertas en la celda de Stroud. Como
experto en el campo de los crímenes reales, no creo que los escritos de Stroud sobre Panzram
sean verdaderos y creo que deben ser considerados como ficción, ya que hay numerosas
inexactitudes en la narración de los hechos por parte de Stroud. Aunque los escritos de Stroud
sobre Panzram son fascinantes, parece que Stroud quería toda la atención. (Se indican las
secciones de los escritos de Stroud en las que Henry Lesser escribió anotaciones. Nótese también
que Stroud escribió mal el nombre de Warnke).
STROUD’S WRITINGS ON PANZRAM

130

EXTRACT FROM ROBERT STROUD’S PRISON MANUSCRIPT


PART III LOOKING OUTWARD
CHAPTER XIX pp 441-450
Panzeran
The Man Who Over-Played His Hand

Carl Panzeran trabajaba en la lavandería; así que, naturalmente, no era ajeno a los viles
insultos del Kluxer, Robert Warnakey, y al lá piz igualmente vicioso. Había hecho un tramo en
el agujero y había pasado al tercer grado en uno de los informes de Warnakey.

Ahora bien, como regla general, la mayoría de los guardias y capataces no querían que un
hombre volviera a su taller o cuadrilla después de haberlo puesto en Tercer Grado, y cuando
los hombres salían de Tercer Grado, eran enviados a otras cuadrillas o talleres a menos que su
antiguo guardia o capataz lo pidiera. Pero también era una regla general que ningú n hombre
recibiera un cambio de trabajo si su capataz lo pedía. En estos casos, se presumía que el
hombre era un trabajador ú til y que su capataz trataba de ayudarle.

Antiguamente, muchos guardias preguntaban por los hombres que les habían golpeado, no
con la idea de vengarse, sino para ayudar al recluso y eliminar cualquier rastro de amargura
devolviendo bien por mal.

Normalmente, este sistema funcionaba bien. Los capataces no eran responsables de la


disciplina. La mayoría de los capataces no denunciaban ni abusaban de sus hombres. Al
contrario, siempre estaban dispuestos a dar la cara por ellos y a interponerse entre ellos y los
problemas.

Pedían a los hombres que habían trabajado para ellos, cuando salían de grado, para evitar que
los pusieran en trabajos peores.

Sin embargo, Warnakey, que era un completo sá dico, pedía a sus hombres porque no podía
soportar la idea de perder una víctima. Así que, cuando Carl había salido de grado unos días
antes del motín, había vuelto a la Lavandería, había sido uno de los hombres asignados a
destrozar la maquinaria de la lavandería, en lo que había hecho un trabajo bastante completo.

Después del motín lo sacaron, lo llevaron ante Zerbst, le dieron una paliza, en lugar de una
audiencia, y lo llevaron por el largo pasillo principal, por la puerta de la izquierda, a la cabeza
de los escalones, y lo golpearon en la cabeza con una cachiporra. Pero Carl Panzeran era un
hombre de complexió n fuerte, de estatura media, con huesos pesados y un crá neo grueso.

Era de origen alemá n, de unos cuarenta añ os; había sido marinero en los barcos de viento; y
tenía manos y brazos poderosos. No había caído bajo el golpe. Se había girado para
enfrentarse a sus agresores con los brazos extendidos y los dedos tanteando. Y nadie había
querido ponerse al alcance de aquellos dedos gruesos y rechonchos, que tenían fuerza
suficiente para aplastar los huesos de un hombre corriente, así que no hubo má s intentos de
golpearle. Lo habían llevado a Aislamiento y lo habían encadenado a esta puerta, y mientras lo
hacían se había dirigido al hombre que lo había golpeado.

"¡Escucha, Punk!" Panzeran había dicho. "He estrangulado a muchos hombres mejores que tú ,
y si alguna vez os pongo la mano encima a ti o a ese cara de mono de Zerbst, os haré sonar el
cuello como a una gallina. Ese largo y escuá lido cuello tuyo estallará como el tallo de una
pipa". Y Carl centró su ojo azul pá lido en el cuello del guardia, como un conocedor que estudia
una obra de arte extrañ a e interesante, y aunque tenía las manos encadenadas, nadie quiso
golpearle.

A Panzeran lo habían metido en la celda D, y había sido uno de los ú ltimos hombres en salir.

Todo esto había hecho que Carl Panzeran se sintiera muy infeliz, pero había otras cosas que lo
enfurecían aú n má s. Estaba cumpliendo treinta o cuarenta añ os, el escritor había olvidado
cuá l, y no creía que pudiera cumplir su condena. No tenía ninguna intenció n de intentarlo en
condiciones inaceptables para él. Era un yegg. Había sido un pederasta pasivo y activo desde
antes de cumplir los doce añ os, y tras el motín, en lugar de volver a ponerlo con el chico con el
que había estado en la celda antes de ir a Tercero, Freddy lo había obligado a estar solo en la
celda.

Naturalmente, eso había enfadado a Panzeran má s que cualquier otra cosa. Era un hombre
vigoroso y poderoso, todavía en la flor de la vida, y no era precisamente un tonto. Sabía que
ser forzado a celar solo en sus circunstancias, ver la juventud y la pulcritud a su alrededor; sin
embargo, ser negado para siempre, só lo podía conducir a un final: La locura.

Nota: Todas las afirmaciones sobre el razonamiento y los motivos de Panzeran son
puramente teó ricas por parte del escritor. Lo má ximo que habló con Panzeran fue para pasar
el rato. Pero sí escuchó a Panzeran hablar con los guardias que lo vigilaban, durante catorce
horas al día, todos los días, durante casi un añ o, y habiendo pasado toda su edad adulta y la
mayor parte de su juventud en asociació n bastante estrecha con criminales; cree que conoce
la psicología criminal tan bien como cualquier persona que respira, así como conoce la palma
de su propia mano.

Sus conclusiones se basan en sus aná lisis de las conversaciones de Panzeran con sus guardias
a la luz de casi medio siglo de estudio de la mente criminal, incluido el suyo propio.
Panzaran no era el tipo de hombre que va a medias. Toda su vida había tenido la costumbre
de pensar las cosas. Estaba cumpliendo lo que a sus ojos era una cadena perpetua, así que otra
cadena perpetua no significaría nada para él. En Kansas no existía la pena de muerte, y
aunque tres hombres habían sido condenados a muerte, ninguno había sido ejecutado. Si no
ejecutarían a un hombre cuerdo, seguramente no ejecutarían a un hombre demente, y só lo un
demente buscaría su propia ejecució n. Só lo un loco mata sin razó n. No era el tipo de hombre
que podía o quería jugar a los dementes, pero sí que podía seguir un patró n de conducta tal
que hiciera pensar a cualquiera que debía ser demente.

Sin duda, sabía que el caso o la provocació n que podía construir en el caso de Warnakey era
tan fuerte que ningú n jurado lo colgaría, pero Warnakey no era el principal o ú nico hombre
que quería y pretendía matar. El hombre que realmente quería matar era Zerbst, (nota aquí
de Lesser: "Fred Zerbst, alcaide adjunto" y "como sustituto del coronel Peak, tal vez"), pero al
matar también a Warnakey, estaría haciendo un servicio pú blico, librando al mundo de un
miserable sá dico.

Por supuesto, matando a ese babuino con cara de mono estaría haciendo un servicio al
mundo, y en particular a sus compañ eros de prisió n, pero no estaba tan seguro de poder
convencer al pú blico de ello. Esto lo haría muy querido dentro de la prisió n; le daría prestigio
entre la generació n má s joven de reclusos; y si no salía vivo y alguna vez salía del aislamiento,
pasaría mucho tiempo antes de que otro subdirector le negara un compañ ero de celda. Si no
salía adelante, no habría perdido mucho, de todos modos. Probablemente estaría mejor
muerto que estar como estaba, ya que fuera de las pequeñ as alegrías que se pueden encontrar
en la cá rcel, la vida no le deparaba nada.

El escritor, que ha escuchado este razonamiento de labios de cientos de hombres sin


esperanza y que en ocasiones ha razonado él mismo de la misma manera, sabe que es la línea
de razonamiento natural para un hombre en el estado de á nimo de Panzaran. No era el tipo de
hombre que normalmente causa problemas en la cá rcel. Si se le dejaba solo, con un
compañ ero de celda simpá tico, nadie sabría que estaba en la institució n, pero tampoco era del
tipo que se deja mangonear con impu-nidad.

También planeaba matar a cualquier sopló n que se interpusiera en su camino. Eso


aumentaría su prestigio entre los demá s reclusos.

The Killing of Warnakey


Una vez decidido a matar, la siguiente cuestió n era la elecció n de las armas, y es aquí donde
cometió su primer error. Un cuchillo estaba descartado. Un hombre que se desplaza nunca
usa un cuchillo, salvo por accidente de asociació n. Un carnicero que se desploma, con
cuchillos a su alrededor, nunca coge un cuchillo. Siempre coge la cuchilla, porque es natural
que el loco quiera golpear y cortar. No tenía un hacha ni una cuchilla, así que se decidió a usar
una barra de hierro, aunque, en su caso, usar cualquier arma era una tontería. Como le había
dicho al guardia que le golpeó , no necesitaba má s arma que sus manos, y éstas no habrían
llamado la atenció n.

Hubo unos días de coincidencia entre la toma de posesió n del D. B, y el traslado para de los
drogadictos, y fue en este momento cuando Panzeran decidió hacer su movimiento.

Freddy (nota de Lesser: Fred Zerbst, subdirector) solía acudir a su despacho por la mañ ana
mientras la línea salía del comedor, unos cinco minutos antes de que llegara la línea de
llamadas del tribunal. Saliendo de la fila mientras entraba en el comedor, Carl podía
arreglá rselas para estar a la cabeza de la fila cuando ésta salía.

Podía matar a Warnakey antes de que hubiera demasiados convictos alrededor para dar la
alarma, y luego podía ir al despacho de Freddy justo antes de la línea de llamada del tribunal y
acabar con él.

El miércoles por la mañ ana, 2 de octubre de 1929, Panzeran hizo su jugada. Llegó a la
lavandería entre la primera media docena de hombres, se acercó y cogió la palanca que se
utilizaba para abrir cajas y cajones, se acercó a Warnakey y le golpeó en la cabeza con ella.
Rompió el crá neo de Warnakey como una cá scara de huevo, pero le golpeó un par de veces
má s para asegurarse. (Nota de Lesser: "Vogel dijo, creo, que la palanca se utilizó como una
palanca para la má quina de lavado ----".

Varios convictos habían presenciado el asesinato, pero nadie se arrepintió y nadie dio la
alarma.

Panzeran, con la barra en la mano a su lado, salió tranquilamente de la lavandería y se dirigió


al edificio de Aislamiento 132

edificio, a no má s de sesenta pies de distancia. Entró por la puerta y se dirigió al despacho de


Freddy como si fuera el dueñ o del lugar, y nadie le prestó la menor atenció n.

Ballard, el ú nico guardia en el edificio en ese momento, lo vio, pero no notó la barra de hierro,
y era demasiado nuevo en la institució n para darse cuenta de que las acciones de Panzeran
eran inusuales. Había visto a varios otros convictos entrar y dirigirse a la sala de paquetes o a
la oficina trasera, y no se dio cuenta de que Panzeran no debía estar allí.

Pero justo entonces es cuando Panzeran cometió su segundo gran error. La oficina estaba
vacía. Por alguna razó n Zerbst no había llegado, y pensando que la alarma sobre el asesinato
de Warnakey seguramente se había apagado, no pudo quedarse quieto. Si se hubiera puesto
detrá s de la puerta y hubiera permanecido allí durante unos minutos, Freddy seguramente lo
habría sorprendido. Pero suponiendo que la alarma se hubiera apagado, pensó que todo lo
que se propusiera hacer tenía que hacerse rá pido. Así que, en lugar de esperar, Panzeran
cargó hacia la oficina trasera donde los empleados de Freddy iban a trabajar. Pero un convicto
que entraba por una puerta donde se suponía que no había ningú n convicto fue suficiente
para poner a los empleados en guardia.

Panzeran se abalanzó sobre uno de ellos, pero todos eran jó venes á giles que jugaban al
balonmano todos los días. El oficinista esquivó fá cilmente el golpe, y él y sus compañ eros
salieron corriendo por la puerta, a la calle y se dispersaron.

A continuació n, Panzeran echó a todos los oficinistas de la sala de paquetes, y a uno, un


conocido sopló n, lo persiguió hasta la esquina del comedor, pero no pudo atraparlo. Al volver
a la oficina del adjunto, se encontró con un corredor a punto de entrar en el edificio y lo
persiguió hasta la esquina de la central eléctrica, pero era un hombre pesado; una de sus
piernas se había roto en una ocasió n y era un poco má s corta que la otra; y sus piernas cortas,
gruesas y rechonchas nunca habían sido diseñ adas para correr, de todos modos.

Volvió al Aislamiento, se acercó a la puerta que daba al Aislamiento propiamente dicho y,


dirigiéndose a Dale Ballard, anunció : "Acabo de matar a Warnakey, y he venido para matar a
Zerbst, pero el mono con cara de ___ ___ no ha llegado todavía, así que má s vale que me dejes
entrar". "¡Miller! Pearson!" gritó Ballard, llamando a sus dos ordenanzas que estaban
ocupados lavando los platos del desayuno. A Panzeran le dijo: "¡Nada que hacer! No mientras
tengas esa barra en tus manos".

"¡Oh, diablos! Este debe ser mi día de mala suerte". Panzeran tiró la barra. Ballard abrió la
puerta y le dejó entrar, y estaba en el acto de vestirle cuando Zerbst, con las manos hundidas
en los bolsillos; su cabeza de bala colgando entre sus pesados hombros, como era su
costumbre, entró por la puerta exterior y se dirigió a su despacho, sin mirar a nadie y sin
darse cuenta de la pesada barra de hierro tirada en el suelo.

Por un capricho del destino y su propia incapacidad para darse cuenta de la virtud de
permanecer sentado, Panzeran había perdido su principal presa. Si se hubiera limitado a
esperar en silencio, ya sea en el despacho de Freddy o en el pasillo a la vista de todos, nadie le
habría prestado la menor atenció n y Freddy habría ido directo a sus manos.

Lo que ocurría era que esa mañ ana no había nadie de guardia en el juzgado, y Freddy se había
detenido en el despacho del capitá n para hablar con alguien. Si hubiera llegado a su despacho
a la hora habitual, la historia habría sido diferente.

Es indicativo de lo bien que le caía a Freddy en aquella época el hecho de que nadie le
advirtiera que no entrara en la oficina, a pesar de que todos los empleados que trabajaban en
su despacho y el paquete estaban en la calle y no podían dejar de verle.
Cuando Freddy se dio cuenta de lo cerca que había estado, tuvo otro ataque de supuesta
indigestió n y se pasó tres días en casa, enfermo. Si Panzeran le hubiera pillado en la oficina,
probablemente habría muerto del susto antes de que Panzeran le alcanzara.

A Panzeran lo pusieron en el nú mero 13, justo al lado de la celda de los camilleros, y só lo le


dieron una garrapata en el suelo.

Ballard colocó su silla justo delante de la puerta de Panzeran, y cada vez que tenía que
levantarse, cerraba la puerta de madera de Panzeran. Por aquel entonces, Wren fue enviado a
Santa Isabel y el escritor y Ono fueron los ú nicos que quedaron en Aislamiento. Ballard los
vigilaba tan de cerca que no tenían oportunidad de comunicarse con Panzeran, pero cuando el
escritor, que tiene una buena voz clara, tenía algo que quería que Panzeran supiera,
simplemente se lo decía a Ballard con una voz que sabía que Panzeran no dejaría de escuchar.

El asesinato de Warnakey fue un asesinato muy popular. Al menos el noventa y nueve por
ciento de los reclusos y el cuarenta por ciento de los guardias lo aprobaron completamente.
Sentían que Panzeran había realizado un servicio pú blico, y en ese momento, justo después
del motín, porcentajes casi tan grandes, si no má s grandes, habrían sido igualmente
entusiastas si hubiera matado también a Freddy.

133

Si hubiera optado por defenderse alegando que había sido empujado a actuar por la
persecució n y el maltrato, podría haber conseguido mil testigos que habrían expuesto lo que
había estado ocurriendo en la institució n, y apenas hay una posibilidad entre cien de que
hubiera recibido una sentencia de muerte, pero Panzeran eligió el papel mucho má s peligroso
del maníaco homicida, que mata só lo por matar.

Durante todo el día, día tras día, le contó a Ballard historias de asesinatos de la má s escabrosa
y repugnante variedad. Contó asesinatos en el mar por montones, todos obviamente basados
en el crimen por el que había sido enviado a prisió n, y en los que variaba el nú mero de
víctimas de una a cuarenta y ocho. Habló de cientos de asesinatos en vagones, de chicos que
había conocido en la carretera, inducidos a coger trenes con él, violados, estrangulados y
arrojados a lo largo de la vía.

Era obvio para cualquiera que escuchara y supiera algo de esas cosas que las historias eran
pura ficció n, diseñ adas para convencer a Ballard de que era un maníaco homicida, y los
detalles eran tan vagos que Panzeran pensó que sería imposible comprobarlos.
Ballard, sin embargo, llevó cada uno de los relatos al alcaide White, y éste hizo que cada uno
de ellos fuera comprobado con el mayor cuidado posible, y siendo los asesinatos en el
ferrocarril tan comunes como son, no era de extrañ ar que en algunos casos diera en el clavo
por pura coincidencia. Cuando contaba que se había cometido un asesinato en tal o cual
ferrocarril y en tal o cual divisió n en 1921, o tal vez fuera en 1922 o 1923, no estaba seguro,
no era de extrañ ar que en algú n caso se hubieran encontrado cadá veres a lo largo de la vía
durante un periodo de tiempo tan amplio y en un tramo de vía tan largo. Probablemente hay
pocas divisiones ferroviarias en los Estados Unidos a lo largo de las cuales no se haya
encontrado al menos un cadá ver en cualquier período de tres añ os.

El escritor, que ha escuchado miles de historias de este tipo, está plenamente convencido de
que prá cticamente todas las historias de asesinatos de Panzeran eran puros romances,
contados con el propó sito específico de impresionar a Ballard. También ha escuchado las
historias de muchos asesinatos reales, pero hay una gran diferencia entre la variedad pseudo
y la auténtica. Al contar un asesinato real, el asesino se detiene má s en las acciones de la otra
parte y en sus propios sentimientos subjetivos provocados por esas acciones, ya que no só lo
tiene que racionalizar su conducta para sí mismo, sino que tiene que racionalizarla para su
oyente. Lo que ha hecho se ha resumido en las frases má s cortas posibles. Una historia que
lleva una hora de narració n, puede concluirse con las simples palabras. Así que le dejé
hacerlo. Luego hice tal y tal cosa.

Las historias de Panzeran carecían de esta cualidad. Siempre se trataba de lo que él hacía,
dejando muy vagas las acciones y reacciones de la víctima, y en ningú n caso había un motivo o
una necesidad para el asesinato, y la gente que realmente mata, nunca describe los asesinatos
así. El loco, que realmente mata por pura lujuria, construye los má s complejos sistemas de
racionalizació n, y eso es lo que Panzeran evitó con má s cuidado, tanto en el caso de Warnakey
como en el de los míticos asesinatos que relató en gran nú mero. Sin embargo, fue muy
específico y enfá tico en su razó n para querer matar a Zerbst.

Cuando Panzeran fue a juicio, White y el Fiscal del Estado habían establecido una posible
conexió n entre sus historias y dieciocho cuerpos no identificados. No había ni una sola prueba
que lo conectara directamente con alguno de esos cuerpos. Algunas veces había variaciones
de meses en el tiempo, variaciones de varios cientos de millas en el lugar, y descripciones
totalmente diferentes de la persona asesinada, pero tomadas en grupo, eran demasiado
convincentes.
ROBERT STROUD - THE BIRDMAN OF LEAVENWORTH
USP LEAVENWORTH PRISON CELL INTERIOR
June 28, 1929
Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

Esta será una carta breve, simplemente para hacerle saber que estoy bien, o en todo caso tan
bien como podría esperarse, considerando todas las circunstancias.

Si lee algo muy extrañ o en los perió dicos, no debe dar por sentado que todo es cierto.

No tengo pluma ni tinta en este momento, así que debe disculpar el lá piz y mi escritura
deficiente. Estoy un poco nerviosa en este momento, pero supongo que puedes leer lo que
escribo.

Má s adelante te escribiré y trataré de explicarte algunas cosas que probablemente te estén


desconcertando ahora mismo. Mientras tanto, te desearé buena suerte y esperaré
pacientemente a tener noticias tuyas.

I am.

Carl Panzram.

No.

31614.

Box 7. Leavenworth, Kansas.

143
146

July 2, 1929

Mr. T. B. White

Warden, U.S. Penitentiary,


Leavenworth, Kansas

Dear Warden:

He tenido la oportunidad de leer las declaraciones que me ha enviado en relació n con el


ataque al capataz de la lavandería Warnke por parte del recluso Panzran.

No sé lo que le parece a usted, pero parece que los guardias no mostraron una gran cantidad
de valentía o ingenio en el manejo de este recluso. Parece que les pareció má s importante
apartarse de su camino que evitar que hiciera má s dañ o. De hecho, segú n las declaraciones, no
fue hasta que arrojó voluntariamente su arma cuando finalmente lo detuvieron.

No creo que los testimonios de los guardias y de otros reclusos sobre si este hombre estaba
cuerdo o loco sean importantes; eso es algo que deben determinar los psiquiatras o los
médicos. Es bastante obvio que Panzran colocó a Warnke en una posició n indefensa y acabó
con él de un solo golpe. Si sus oficiales no tenían miedo y estaban alerta, no parece que se le
pudiera dar la oportunidad de agredir a nadie má s.

Varias de estas declaraciones dicen que Panzran era de naturaleza vengativa pero que estaba
cuerdo. Si estaba perfectamente cuerdo, debía haber alguna razó n legítima para que quisiera
vengarse. ¿Había alguna razó n adecuada? ¿Había hecho Warnke algo a este preso que hubiera
sido causa legítima de una venganza como la que finalmente llevó a cabo Panzran? Si no es así,
¿hay alguna prueba tomada, junto con la historia de los hombres y sus cartas, que indique una
cierta anormalidad mental, cuyos resultados deberían haber sido previstos y prevenidos? La
ley no considera necesario ver a lindos dementes, y, aunque este caso fue algo muy terrible y
si el hombre estaba en plena posesió n de sus facultades, ciertamente debería ser castigado, la
institució n no debería mostrar demasiada ansiedad por probar que este recluso estaba
cuerdo. Si los alienistas deciden que estaba cuerdo, la ley seguirá su curso, pero tanto si lo
hacen como si no, debería, por supuesto, mantenerse en un confinamiento tan estrecho que
no pueda hacer má s dañ o.

Me doy cuenta de que es bastante fá cil sentarse aquí y criticar la acció n de sus guardias, y
quiero que entienda que trato de estar en total simpatía con las dificultades que
constantemente enfrentan usted y sus asistentes. Puede ser que sus guardias hayan hecho
todo lo que se podía esperar de los seres humanos, pero no es agradable contemplar la
situació n en la que un hombre con una barra de hierro es capaz de scattore inamtes y
guardias hasta que, segú n una declaració n, uno de los guardias, corriendo delante de él, logró
ponerlo al alcance de una ametralladora.
Le agradezco la rapidez y la franqueza con que nos ha informado de este suceso, y quiero
tener tiempo para hablar de esto con usted en su visita a Washington, así como de muchas
otras cosas.

Yours very truly,

SANFORD BATES,

Superintendent of Prisons
BUNK CELLS USP LEAVENWORTH

PHILOSOPHY AND PESSIMISM


July 12, 1929

Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.


Recibí su carta del 9 de julio, esta tarde, y la respondo de inmediato. Su carta contenía
bastantes noticias. Me alegré de recibirla. He estado un poco desconcertado por el tono
general de sus cartas. Su sobre-escritura, especialmente me ha hecho dudar. El tono
generalmente amistoso en todas sus cartas. Todas ellas. No puedo evitar creer que eres
sincero en tus protestas de amistad hacia mí. Pero lo que me sorprende es có mo un hombre
de tu inteligencia y capacidad, sabiendo tanto de mí como tú , puede seguir siendo amistoso
con una cosa como yo, cuando incluso me desprecio y detesto a mí mismo. Eso es lo que me
desconcierta. Las maravillas nunca cesará n. Así que, Allen se reintegró a las buenas
costumbres de la ley. ¿Có mo es que el derecho salió a flote sobre el poder? No me parece
razonable. Aunque sea la Ley y no sea amigo mío, puedo respetarlo y lo hago, aunque no me
guste. Sí, he leído sobre el fallecimiento de uno de mis antiguos compañ eros Frank Marlow de
Silver Slipper Fame. No es el primero de esa chusma al que le toman el pelo y si conozco algo
de su gente, no será el ú ltimo. É l es uno de los empujones que izó el S.S. Mullhouse por un
milló n de dó lares en boose, hace 8 o 9 añ os. Si sigues leyendo los perió dicos, verá s algú n día
donde se llevará algú n otro de sus chascarrillos. 18 hombres hicieron ese truco de Mullhouse
y ninguno de ellos lo hizo ni un día aunque todo el mundo en Nueva York, incluyendo los
policías lo saben. Son demasiado fuertes para la ley, pero no lo son para seguir peleando entre
ellos y prosperar en ello. No le deseo mala suerte a ninguno de ellos pero espero que todos
salgan como lo hicieron los Killkenmy Cats. Digamos que quiero decirte algo que sabes que en
mis cartas a ti he estado quejá ndome de mi trabajo aquí. No me gustaba y quería un cambio.
Bueno, tengo un cambio, pero tuve que matar a mi jefe para conseguirlo. Ya son 22 o 23 los
que tengo en mi haber. Puedes anotarlo en tu pequeñ o libro de cuentos, y si sigo viviendo
mucho má s tiempo, puede que tenga algunos má s para poner en mi cementerio. Durante las
ú ltimas dos o tres semanas he estado bastante alterado, las cosas me han salido mal. Mis
planes se han ido al traste.

Durante un tiempo pensé que pronto estaría libre o muerto, pero no he tenido suerte en
ninguno de los dos casos. Sigo vivo y má s encerrado que antes. Pero la paciencia hace
maravillas y el tiempo hace que todas las cosas sean iguales. Conozco muchas leyes pero sé
que una cosa es un trabajador seguro. Es la Ley de la Compensació n. Esa seguro que funciona.
En cuanto a las cosas que te iba a enviar, el collar de cuentas y la bolsa de mano de cuentas.
Supongo que no tendrá s suerte con ellos. Los tenía, pero cuando me fui a la guerra hace un
par de semanas, los perdí junto con todo lo que tenía y casi perdí mi vida con ellos. Lá stima
que no lo hice. Pero tal vez pueda perderlo o tirarlo todavía. Tengo esperanzas. Ahora tengo
otra acusació n de asesinato contra mí, ademá s de las de Massachusetts, Pennsylvania y
Connecticut. Estoy destinado a ser juzgado en algú n lugar por asesinato y entonces tal vez la
Ley de Compensació n me alcance y cocine mi ganso. Tal vez la Ley me haga un favor a cambio
de toda la miseria que me ha causado. Espero un asiento en la silla eléctrica o bailar en el
extremo de una cuerda como hacen algunos para su noche de bodas. Bueno, es hora de cortar
esto y de que empiece a caminar por el suelo de mi celda hablando conmigo mismo y tratando
de averiguar la forma má s rá pida y fá cil de salir de este maldito mundo. ¿Có mo te va con tu
novela de diez centavos? ¿No la quiere Hearst? Lo hizo una vez, al menos su editor, Bushbane
lo hizo. Intenta con Older, lo aceptará .

So Long.
Carl Panzram

31614 box 7

Leavenworth, Kansas

153

July 27, 1929

Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

El 9 de julio me escribiste una carta. Esa fue la ú ltima que recibí de ti. Esta es la tercera carta
que te escribo desde entonces. Me he preguntado si recibes todas las cartas que te escribo. No
creo que haya escrito nada en ninguna de mis cartas que no esté permitido aquí. Si no recibes
mis cartas, no tiene mucho sentido que las escriba. Las escribo en tu beneficio y en el mío
propio, no en el de un tercero. Me gustaría seguir manteniendo correspondencia con usted,
pero só lo mientras tenga la seguridad de que recibe las cartas que le escribo. No me importa
que mis cartas sean leídas por otra persona, pero sí espero que usted las reciba
eventualmente. Eso, eso.

Veo por los perió dicos que otra de las predicciones que te hice en Washington, se ha hecho
realidad. Me refiero a la revuelta que ocurrió ú ltimamente en Dannemora. Pero supongo que
olvidó lo que le dije sobre eso.

La noticia ya es vieja. ¿Ha hablado con Allen ú ltimamente? ¿Y con Sinclair y Day? ¿Alguno de
ellos te ha hablado de mí? ¿Has sabido algo má s del Dr. Carl Murchism de Macs? Así que, tu
amiga está viviendo en Chevy Chase ahora. Viví cerca de allí durante un tiempo. En la avenida
St. Elmo. Bethesda, Md. A unas cuadras de donde ella vive ahora. ¿Có mo le va en el negocio de
la poesía? ¿Hay algú n beneficio en la poesía? Algunos tipos, tal vez. ¿Cree que podría
conseguir algunas monedas de cinco y diez centavos para mí? Me gustaría tener lo suficiente
para comprar algunas cerillas y papeles de fumar. Tengo mucho tabaco, pero no tengo forma
de conseguir el resto de lo que necesito para completar una fumada. Un solo dó lar me servirá
para seguir adelante. Probablemente todo el tiempo que lo necesite.

6 meses má s deberían servirme. ¿Ya has dejado ese trabajo? Si no, ¿por qué no? No olvides lo
que te dije. Si te quedas mucho tiempo en ese negocio, no podrá s ir a Hoboken ni a ningú n
otro sitio. Intenta otra cosa antes de que sea demasiado tarde. Bueno, este es un día cá lido y
mi maquinaria de pensamiento no está en buen estado de funcionamiento hoy, así que voy a
salir corriendo.

So long and good luck

I am Carl Panzram
Panzram’s psychiatrist’s report is one of the few documents which has not been located.

156
The FBI conducted an investigation into the murder of Warnke and discovered Lesser’s true
identity.
Aug. 4, 1929
Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

Recibí su carta del 29 de julio todo. DE ACUERDO. Te escribí otras tres desde el 12 de julio.
Ahora escribo una cada semana. Espero que las recibas todas. Creo que recibo todas las tuyas.
Tu ú ltima carta tenía bastantes noticias y, como siempre, todas buenas. Lá stima que todas las
mías no puedan ser también así, pero a estas alturas ya sabes lo suficiente sobre mí que
dondequiera que vaya seguro que habrá mala suerte y tiempos difíciles para alguien y a veces
para todo el mundo. Yo mismo soy el viejo de la mala suerte. La ú ltima vez que me detuve en
algú n lugar el tiempo suficiente para que la gente me conociera bien fue en Dannemora. Allí
tuve un montó n de gente diferente que me preguntó en diferentes momentos quién era yo y
qué bien estaba. Mis respuestas eran siempre las mismas. "Soy el tipo que va por ahí haciendo
el bien a la gente". Me preguntaron qué bien le había hecho a alguien. De nuevo, mis
respuestas eran las mismas para todos. "Saco a la gente de su miseria". No sabían que les
estaba diciendo la verdad. He sacado a mucha gente de su miseria y ahora estoy buscando a
alguien que me saque de la mía. Soy demasiado malo para vivir. Si tus amigos los hermanos
Gleuck de Harvard te expresan alguna vez sus verdaderas opiniones sobre las causas de mi
mal cará cter, me gustaría que me hicieras llegar sus versiones. Así que Menckin sigue
interesado en la autobiografía de Lucky Baldwins. Má s poder para él en ello. Recuerdas que
una vez te dije que había escrito otras 75.000 palabras en esa línea. Pues bien, en la ú ltima
carta que me enviaste, expresaste el deseo de que te gustara tener eso má s. La verdad es que
me temo que no tienes suerte por estas razones. En primer lugar, está en contra de las normas
escribir algo así y también de enviarlo. Cuando lo escribí estaba en una posició n diferente a la
de ahora. Entonces podía ver y hablar con muchas personas, ahora veo muy pocas y hablo con
menos. Entonces tenía mucho tiempo, bolígrafos, tinta y papel. Ahora só lo tengo tiempo. No
tengo ni siquiera un lá piz. El que estoy escribiendo ahora, lo tomé prestado y debo devolverlo.
No tengo dinero para comprar nada. Por otro lado, si tuviera todo lo que necesito, incluido el
permiso de los funcionarios de aquí, entonces con gusto pasaría un mes o dos en poner por
escrito las cosas que sé y también las que creo que sé. Pero no puedo hacer nada por ahora
porque espero ir a juicio el mes que viene y tendría que esperar hasta ver si consigo mi deseo
entonces.

Bueno, hasta luego y Good Luck. From

Carl Panzram.

161

Aug. 20, 1929


Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

Recibí su ú ltima carta el 29 de julio. Esta es mi tercera carta desde entonces.

¿Cuá l es el problema? No recibes todas mis cartas o no te importa contestarlas. Si no quieres


escribirme.

Só lo dilo y no te molestaré má s. Creo que me escribirías bien si recibieras mis cartas pero me
parece que no las recibes todas. Pero lo que no puedo entender es por qué deberías recibir
algunas y no todas. Todas mis cartas son iguales. Escribo exactamente lo que pienso y creo
que obedezco todas las reglas en cuanto a la escritura de cartas. Por supuesto, hay muchas
cosas sobre las que me gustaría escribir y que está n prohibidas aquí, así que só lo escribo lo
que creo que pasará la censura aquí. Tal vez la culpa sea que no sé lo que está bien y lo que
está mal. Siempre he creído, "yo también", que sabía distinguir lo que estaba bien de lo que
estaba mal. Me parece que los demá s no está n de acuerdo conmigo.

Hay algunas personas que realmente creen que estoy un poco loco. Pero no me preocupa eso
porque no me conocen como yo me conozco. Me conozco mucho mejor de lo que nadie me
conoce y estoy firmemente convencido de que no estoy loco. Lo que me hizo empezar a
pensar en esta línea hoy es un artículo que leí en el New Era, el perió dico de la prisió n
publicado aquí. El nú mero de agosto del 29. Se lo envío en una cubierta separada junto con
este sobre. El artículo al que me refiero está en la pá gina 14. El pá rrafo nú mero 1 de la
columna 2 es lo que me ha hecho enfadar. No me menciona por mi nombre, pero es a mí a
quien se refiere. No sé quién lo ha escrito y no me importa, pero sí me importa que él o
cualquier otro piense o diga que estoy loco. Me gustaría que pudieras conseguir un editor
para esa historia mía.

Me gustaría tener una copia cuando vaya a juicio. Espero ir a juicio el mes que viene o quizá s
en octubre. No me importa lo que me hagan para que no intenten demostrar que estoy loco.
No quiero ser parte de eso. Que me cuelguen, me quemen o lo que quieran, pero voy a
procurar que no me molesten. No soy muy bueno para tratar de explicar las cosas hablando,
especialmente en una sala de tribunal. Me enfado y se me va la olla con demasiada facilidad,
pero si puedo conseguir una copia de lo que escribí en Washington D.C. y presentarla en el
tribunal, estoy seguro de que puedo convencer a cualquiera que esté medianamente abierto a
la razó n de que si la ley es correcta, también lo es.

Carl Panzram

Sept. 20, 1929


Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

No veo ninguna razó n para que no recibas esta carta. He recibido su breve carta del 19 de
agosto con el dó lar adjunto. Muchas gracias por ambas cosas. No respondí a esa carta hasta
ahora, porque en una de tus cartas anteriores me pediste que te escribiera má s a menudo y
con mayor extensió n. En ese momento, durante julio y agosto hice lo que me pediste, te
escribí unas 6 u 8 cartas largas. Pero creo que nunca las recibiste, así que pensé que si no
recibías las cartas que te escribía, para qué iba a escribir yo. Por eso esperé tanto tiempo en
contestar la tuya del 19 de agosto. Pero ahora tengo algunas esperanzas de que recibas mis
cartas, ya que ha habido algunos cambios importantes aquí ú ltimamente. No escribiré mucho
en este momento porque quiero esperar y ver si recibes esta carta y mis pró ximas 2 o 3. Si no
tengo noticias tuyas en respuesta a esta carta y a mis pró ximas 2 o 3, só lo puedo concluir que
alguien que no soy yo ha puesto fin a mi correspondencia. Pero si tengo noticias suyas, estaré
encantado de continuar nuestra correspondencia mientras se nos permita hacerlo. Hasta la
vista y buena suerte

De

Carl Panzram
Sept 28, 1929
Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

Ayer por la tarde recibí su carta del 25 de septiembre. En ella me hacía 8 preguntas. Se
necesitarían 10 o 15

pá ginas de papel como esta para responder completamente a todas sus preguntas. Eso no
puede hacerse. Ya debería saber la respuesta a la mayoría de ellas. Vuelva a leer su
manuscrito y lo entenderá . Seguro que conoces los hechos, si es que alguien los conoce aparte
de mí. Si no lo sabe, probablemente nunca lo entenderá . Lo escribí de forma clara y nítida para
que cualquiera lo entendiera. Todo excepto dos de nuestras preguntas. La ú ltima sobre el
asesinato que cometí aquí, puede que no la entiendas. Me preguntaste por qué lo hice y si me
divertí con ello. No tenía una razó n para hacerlo, sino unas 47 razones y cada una de ellas era
una buena razó n. Lo suficientemente buena para mí. Sabes el trato que recibí en la lata de D.C.
de Peake. ¿Creíste que lo olvidaría y perdonaría? Os dije a todos entonces mientras estaba en
mi celda, de nuevo en la sala abierta del tribunal, de nuevo cuando vine aquí, le dije a cada uno
con el que entrara en contacto que seguramente me cargaría al primer tipo que me molestara.
Incluso se lo dije al subdirector de aquí y al hombre que maté.

Les advertí a todos que se alejaran de mí y me dejaran en paz. No me dejaron en paz y maté a
uno e intenté matar a una docena má s. La forma en que entiendo las cosas es así. Si está bien
que la ley me haga las cosas que me ha hecho, entonces está bien que yo le haga lo mismo a la
ley. Peake fue el que esperé 5 meses para conseguir, pero no vino, así que me salí y conseguí
otro igual. Me has preguntado si me divierte matar a la gente. Claro que sí. Si no lo crees, haz
lo que me hicieron a mí 5 o 6 husos grandes entrar en ti y dejarlos, martillarte inconsciente,
luego arrastrarte a un só tano y encadenarte a un poste y trabajarte un poco má s, y luego si te
apetece perdonar y olvidarte de todo, escríbeme y cuéntamelo. Llevo 22 añ os con este tipo de
cosas y lo sabes y sin embargo eres tan tonto como para preguntarte por qué soy lo que soy.
No seas tan tonto. A juzgar por el tono de tu carta crees que soy un bicho de algú n tipo. Un
bicho de fuego o un maníaco homicida. Ahí te equivocas. No soy un bicho, aunque me
diviertan las cosas que tendrían el efecto contrario en ti. Otra cosa, preguntaste sobre el envío
de algunos cigarros. Ahora sabes mejor que eso. Eso es alta traició n. Si vas a enviarme dinero,
todo está bien. Al mismo tiempo puedes hacer que la Haldeman Julius Co me envíe su catá logo
para que pueda comprar algunos de sus libros.

Carl Panzram

165

Oct. 6, 1929
Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

He recibido su carta del 25 de septiembre. La contesté de inmediato, pero no pude responder


completamente a algunas de las preguntas que me hizo. Intentaré responder a algunas de
ellas en esta carta. En cuanto a mi pró ximo juicio, no sé cuá ndo será . Creo que pronto. Pero
probablemente en noviembre o diciembre en el Tribunal Federal en K.C.K.

Rara vez respondes a mis preguntas, pero eso está bien, ya que no hay mucha diferencia. Pero
me gustaría que siempre me hicieras saber si recibes todas mis cartas o cuá ndo. Me has
preguntado por mis motivos para hacer algunas de las cosas que he hecho. Seguramente
sabes que soy muy impulsivo, muy vengativo y absolutamente sin escrú pulos. Esas son
razones suficientes para explicar mis acciones. También sabes por qué siento y soy así. En
cuanto a la patada que me doy. Me refiero en sentido figurado y no literalmente y. Lo que sea
que te haya poseído para pensar que yo o cualquier otra persona tenemos un sentimiento
similar al sexual cuando cometemos un crimen como el asesinato o el incendio. Eso es una
tontería. Yo mismo tengo la inteligencia suficiente para conocer el sentimiento pero no tengo
el conocimiento suficiente para explicarlo de manera que puedas entenderlo. La ú nica forma
que conozco para que descubras qué tipo de placer me produce es que hagas lo que yo he
hecho.

Experimenta; ve a comprarte una caja de cerillas, o coge un hacha y dale un golpe en la nuca a
algú n tipo. Es fá cil cuando sabes có mo hacerlo. Ademá s, los sacas de su miseria cuando los
golpeas. Ahora bien, en cuanto a tu pregunta sobre mis ideas de los sueñ os que he tenido y sus
efectos en mí. Claro que tengo sueñ os, pero no tienen ningú n efecto en mis acciones durante
mis momentos de vigilia. Lo que te hizo pensar en eso fue probablemente mis preguntas
sobre el artículo de Bill Pel ys en el American Mag de marzo del '29. Olvídalo, probablemente
ya lo has hecho; porque nunca respondiste a mi pregunta. Desde que lo leí, he leído má s
escritos suyos y he llegado a la conclusió n de que es una especie de bicho o, má s
probablemente, un cabeza de lú pulo. Yo no soy ninguna de las dos cosas. Puedo razonar las
cosas de forma tan ló gica y clara como cualquiera. Puedo ver la verdad y puedo admitirla
donde muchas otras personas son incapaces de ver la verdad y no está n dispuestas a
admitirla aunque la vean. Bueno, eso es suficiente de mi filosofía por esta vez. Ahora sobre
usted. Me gustaría saber cuá ndo, si es que alguna vez, vas a dejar ese pésimo trabajo y
conseguir uno de verdad. Ese trabajo no te hace ningú n bien. Te hace dañ o. Si te quedas con él
mucho tiempo será s tan malo como ese gran criminó logo que estudió su materia durante 28
añ os y luego pensó "todavía lo hace" que lo sabe todo . Si no lo crees pregú ntale a él ya sabes a
quién me refiero. Ese gran héroe cristiano y militar. El Mayor. Ahora bien, en cuanto al dinero
y los puros que me prometiste, olvídalo o espera a que vendas tu manuscrito y entonces si
consigues un verdadero bank-roll, "Dona", a

Carl Panzram
Oct. 11, 1929
Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

He escrito dos cartas en respuesta a la suya del 20 de septiembre. Esta es la tercera y aú n no


he tenido espacio para responder a la mitad de las preguntas que me hiciste en tu carta de esa
fecha. Pero antes de hacerlo, quiero preguntarte algo. ¿Recuerdas lo que te dije y las
predicciones que te hice en cuanto a las condiciones y los resultados probables y las
consecuencias de ello en el Estado de Nueva York. Especialmente en Dannemora y Auburn.
Ahora sabes que lo que dije que ocurriría, ha ocurrido. También sabes por qué. Pero eso es
só lo el principio y no el final. Lo peor está por llegar. Colorado no fue una sorpresa para mí.
Tampoco lo habría sido para cualquier otra persona que haya vigilado ese lugar desde y
durante el régimen del alcaide Tynar. Aquí hay otro pequeñ o consejo para ti. La historia se
repite.

Só lo mantén tus ojos en Texas, Rusk y Huntsville. Ambos está n a punto de estallar. Lo mismo
para Eastern y Western en Pa. Baltimore se debe a un atasco y también muchos otros. Cuando
Jeff City y Lansing se desgarran Ioose donde el ruido y el olor suficiente para que la gente
debe ver y escuchar la verdad les guste o no. Los poderes fá cticos está n empezando a recibir
en el cuello lo mismo que cualquier otro ladró n. Las cá rceles de todo el país está n empezando
a cerrar sus puertas a los oficiales, Jefes de Policía, Sheriffs, Abogados, Jueces, Gobernadores y
un buen nú mero de otros que hacen las leyes y los que se supone que las hacen cumplir. La
gente que ha estado dormida durante una generació n o má s está empezando a despertar al
hecho de que las leyes está n hechas para ser obedecidas por todos y no por todos excepto por
aquellos que las hicieron o las hacen cumplir a otros. Yo sí que me divertía, "antes de entrar
en mi ú ltima Jamb,"

cuando podía sentarme en el comedor aquí, justo al lado de algú n otro tipo de policía.
Créanme, nunca perdí la oportunidad de decirles lo que pensaba. Ese es un privilegio que
seguramente disfruté y aproveché al má ximo. Pero ya no puedo hacerlo. Ahora no tengo a
nadie con quien hablar, excepto a mí mismo. Pero eso me gusta. Puedo decirme a mí mismo lo
que quiero sin miedo a que me contradigan o a que me quiten la razó n. Así que ya ves que
todo tiene sus ventajas. Incluso la incomunicació n. Estoy tan contento ahora como siempre lo
he estado o espero estarlo. Tengo una celda grande, limpia y ventilada, con mucha comida y
muy buena, mucho mejor que la que he tenido antes en cualquier cá rcel. Tengo una cama para
dormir, revistas y perió dicos para leer. Dos veces a la semana un buen barbero me da un buen
afeitado, un buen bañ o de ducha caliente y fría cada semana con una limpieza de las sá banas,
mucho tabaco para masticar y fumar. No hay trabajo que hacer, ni nadie que me moleste y
nadie me molesta de ninguna manera, al menos no todavía. Pero aú n no estoy satisfecho. Hay
una cosa que todavía me falta y es una bonita y có moda tumba en la que ser arrojado. Cuando
consiga eso estaré plenamente satisfecho.

Carl Panzram

Oct. 20, 1929


Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

Recibí tu carta del 9 de octubre. Me alegra saber que recibiste las dos mías del 25 de
septiembre y del 6 de octubre. Me alegro de que no te hayas ofendido por mis cartas
malhumoradas. Eres un tipo bastante sensato y sabes que siempre estoy de mal humor como
un perro rabioso. Aú n así, durante un rato después de recibir tu ú ltima carta, me sentí
bastante bien. Casi humano. Sí, he leído en los perió dicos lo de Allen y su revuelta allí. Es un
tipo bastante inteligente para ser joven, pero está luchando contra un grupo que no só lo es
inteligente, sino también muy poco escrupuloso. En ese sentido le llevan ventaja. Allen tiene
principios y escrú pulos, mientras que sus oponentes carecen de ellos. Así que má s vale que
tenga cuidado o algú n zorrillo como yo, "hay muchos" má s que pueden ser contratados por
una nota C o menos para liquidarlo. Ahora bien, sobre su envío de dinero. Me parece bien,
pero no estoy necesitado de nada, así que no te pongas en evidencia. Todavía no he recibido el
catá logo de Little blue book pero tengo un anuncio de una revista y voy a intentar enviar un
pedido de 40 little blue books. Puede que no se me permita tenerlos pero lo intentaré de todas
formas. No hay nada malo en intentarlo. Si no puedo tenerlos, me compraré unos Royal
Bergals y me fumaré una buena hierba.

Me preguntaste sobre mis días de escuela. Intentaré explicarlo brevemente. Empecé a ir a la


escuela a la edad de 5 añ os y asistí regularmente hasta los 11 añ os. En ese tiempo, terminé el
sexto grado. No me gustaba la escuela. Era bastante tonto, pero seguía el ritmo de los demá s
en mis clases. A los 11 añ os me enviaron al reformatorio. Allí estuve casi dos añ os. Durante
todo el tiempo que estuve allí fui a la escuela pero nunca aprendí nada. De hecho, estaba en el
5º grado de la escuela cuando salí de allí. Así que, ya ves que después de 2 añ os en el Reform
School estaba má s atrasado que cuando empecé allí. Desde ese día hasta hoy nunca he
avanzado má s en la escuela de lo que estaba antes de ir a mi primer R.S. Puede que no haya
logrado mucho en el aspecto académico mientras estuve allí, pero aprendí a ser un mentiroso
e hipó crita de primera clase y los comienzos de la degeneració n. También aprendí a cantar
himnos, a rezar y a leer la biblia. Aprendí tanto sobre la religió n cristiana que finalmente
llegué a detestar, despreciar y odiar todo y a todos los relacionados con ella. Todavía lo hago.
Me has preguntado por mis padres y por mi primera educació n. Tuve poco de ambos. Mi
padre no era bueno y mi madre era muy poco mejor. Mi padre se quitó la carga cuando yo
tenía 7 u 8 añ os, así que ya ves que sé poco de él y nada bueno. Madre era demasiado tonta
para saber algo bueno para enseñ arme. Hubo poco amor perdido. Al principio me gustaba y la
respetaba. Mis sentimientos fueron pasando de eso a la desconfianza, la antipatía, el asco y de
ahí fue muy sencillo que mis sentimientos se convirtieran en odio positivo hacia ella.

Carl Panzram
172
173
Panzram’s requests to purchase books.

174
THE LEAVENWORTH USP LIBRARY

175
Una de las cartas más importantes de Carl Panzram, si no LA, en la que habla de las torturas que
sufrió en el pasado a manos de sus captores y del hecho de que si le hubieran tratado de forma
humana en el pasado, quizá no se habría convertido en la persona llena de odio que es. Puede
que Panzram haya reflexionado sobre su suerte en la vida mientras pasaba de una institución a
otra, pero se volvió muy introspectivo justo antes de su muerte. Oct. 31, 1929

Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

He recibido su carta del 9 de octubre. Le escribí dos veces desde entonces. El domingo pasado
pedí 40 libritos azules con los 2 dó lares que me enviaste, pero desde entonces me he enterado
de que no se puede hacer. No está n permitidos aquí así que todavía tengo el dinero. Ahora
intentaré encontrar otra forma de gastarlo. Pensé en escribirte una carta hoy porque me
siento bastante bien ahora. De hecho, me siento casi humano. Por varias razones diferentes,
aquí está n algunas. Hace tanto tiempo que no me golpean, ni me dan patadas, ni me
encadenan, ni me derriban, que casi he olvidado lo que se siente, pero no del todo. Todavía lo
recuerdo. Otra razó n es que acabo de terminar mi cena y, hombre, qué comida.

He empezado con bacon y huevos, boniatos confitados, pan con mantequilla, ciruelas pasas
guisadas y 4 peras frescas. Esa es una muestra de las comidas que reunimos todos los días,
ú ltimamente. Cuando terminé de echarme este pienso, me senté a fumar y a leer el perió dico
del día. En paz, tranquilidad y comodidad. Ahora tal vez sepas por qué esta carta es un poco
diferente de otras que te he escrito. Este es sin duda un viejo mundo extrañ o. Aquí estoy
envejeciendo después de vagar por todo el mundo, después de cumplir má s de 20 añ os en las
cá rceles y en algunas de ellas recibí muchos abusos por muy poco. En una de ellas, la ú ltima
en N.Y., me encerraron en Aislamiento durante má s de 2 añ os y allí me trataron peor de lo que
tú y mucha otra gente trataría a un perro rabioso. Ese trato lo recibí, no por lo que había
hecho sino por lo que otros pensaban que podría hacer. Allí no hice nada para merecer todo el
maltrato que recibí. Ahora fíjate en el contraste. Vengo aquí esperando recibir má s del mismo
tipo de trato, pero decidido a que esta vez no lo reciba por nada.

Esta vez soy hostil y no me importan las consecuencias. Esta vez me imagino que les ganaré, a
ello. Hago un intento de escapar. Fracaso pero no me atrapan, inmediatamente empiezo a
prepararme para volver a intentarlo en otro lugar. Pero antes de poder organizarme bien, me
meto en un pequeñ o lío, lo que hace suponer, a juzgar por las actuaciones anteriores en otras
prisiones, que me va a tocar otra patada. Así que para evitarlo, me hago con una barra de
hierro de 10

barra de hierro de estanque y me pongo a dar guerra. Antes de terminar, mato a un hombre e
intento matar a una docena má s. Después de hacer todas estas cosas, entro en una celda
esperando que me encadenen y me maten a golpes. Pero lo que sucede. Todo lo contrario.
Nadie me pone una mano encima. Nadie abusa de mí de ninguna manera. Así es como las
cosas han sido durante los ú ltimos 3
o 4 meses tratando de entenderlo y he llegado a la conclusió n de que, si al principio me
hubieran tratado como lo hago ahora, entonces no habría habido tanta gente en este mundo
que ha sido robada, violada y asesinada y quizá s también muy probablemente yo no estaría
donde estoy hoy. Sin embargo, tal vez me equivoque. Soy demasiado tonto para saber lo que
podría haber sido, pero no soy tan tonto como para no poder ver un poco el futuro. No muy
lejos, pero lo suficiente para ver el final de Carl Panzram

“No tengo el menor deseo de reformar.”

-Carl Panzram

Nov. 13, 1929

Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

Su carta del 7 de noviembre me llegó esta noche. Qué gusto me dio leerla. Lo tienes todo
pensado, Eh. Lo tienes todo calculado: si me dieran hoy mi libertad, la independencia
econó mica, el apoyo moral y la ayuda de gente poderosa y todo lo necesario para ayudarme a
reformarme y llevar una buena y limpia vida cristiana, eso es todo lo que se necesitaría. Te
imaginas que me lanzaría a ello y estaría todo reformado hasta el minuto de llegar a la puerta
de entrada. Que sueñ o, estas todo mojado. Despierta chico, está s teniendo una pesadilla. Yo
mismo puedo soñ ar mejores sueñ os que ese. Si existiera la má s mínima posibilidad de que tu
idea se convirtiera en un hecho, entonces me pondría manos a la obra. Sería el mejor "sí" que
jamá s hayas visto. Puede que no me creas, pero si me importara, podría ser tan buen
mentiroso e hipó crita como cualquier cristiano que hayas visto u oído contar, y todos ellos
son expertos. Pero sucede que no me interesa mentir en este momento. No voy a tratar de
engañ arte y tampoco voy a engañ arme a mí mismo. Me conozco a mí mismo y a mi propio
estado de á nimo mucho mejor de lo que tú o cualquier otra persona me conoce y cuanto má s
miro en el fondo de mi propio ser, menos bueno puedo ver. Parece que piensas que todo lo
que tiene que hacer una persona cuando quiere cambiar su modo de vida es simplemente
cambiar y ya está . Todo reformado sin má s.

Así de fá cil es en teoría. Pero la realidad es muy diferente cuando se tienen en cuenta todos
los hechos. La verdad del asunto es que no tengo el menor deseo de reformarme. La verdad es
má s bien lo contrario. No me reformaría ni aunque me abrieran la puerta de entrada ahora
mismo y me dieran un milló n de dolares al salir. No tengo ningú n deseo de hacer el bien o de
ser bueno. Soy tan malo ahora como puedo serlo, y la ú nica razó n por la que no soy peor es
porque me faltan el poder y las oportunidades adecuadas para la maldad. Si tuviera el poder y
las oportunidades, pronto te mostraría lo que es la verdadera maldad. Pasas por alto el hecho
de que la ley y un gran nú mero de personas llevan 25 añ os haciendo todo lo posible por
reformarme. Estoy cansado de que la gente intente reformarme. Lo que quiero hacer es
reformarlos a ellos y creo que la mejor manera de reformarlos es sacarlos de su miseria. He
tardado 38 añ os en ser como soy ahora, entonces có mo te imaginas que podría, si quisiera,
cambiar de negro a blanco en un abrir y cerrar de ojos.
¿Tienes algú n tipo de fó rmula secreta, algú n mumbo jumbo, o hocus-pocus que podría causar
este gran cambio. Si sabes algo así, dá melo y lo probaré con alguien para ver có mo funciona.
Tengo un buen sujeto aquí con el que me gustaría probarlo. É l es casi un mal zorrillo como yo.
Aunque no del todo. Ahora bien, para responder a algunas má s de sus preguntas. Los
pequeñ os libros azules no está n permitidos a nadie aquí pero los libros de cualquier otra
Editorial está n permitidos aquí por qué es eso no lo sé. Es una norma de aquí, es todo lo que
sé al respecto. Nunca he leído el libro de Jack Black, "You Can't Win". Las revistas Harpers o
Scribners parecen ser populares aquí. Hay muchas revistas buenas aquí, pero no consigo
muchas buenas. Pero supongo que eso es porque no amo a Jesú s o tal vez quieren llevarme
por caminos de rectitud entregá ndome revistas como The Argosy y thrillers del Oeste. No hay
nada que puedas hacer por mí, a menos que tu tío rico abra su corazó n y su cartera. En ese
caso, podrías, si quieres, enviar estos dos libros, directamente de la editorial a Carl Panzram
Nov. 19, 1929

Carta de Carl Panzram a Henry Lesser.

Recibí su carta del 7 de noviembre, que respondí el mismo día que la recibí. Tuve que tachar las
dos o tres últimas líneas de esa carta porque quería adjuntar un pequeño recorte de un anuncio
de una revista. Pero después de escribir la carta me enteré de una nueva norma de la que no
sabía nada. No está permitido enviar recortes ni dentro ni fuera de aquí. No hay ninguna
diferencia, así que olvídalo. Los libros que quería conseguir eran los Ensayos de Schopenhauer y
la Crítica de la razón pura de Kant. Estaban a un dólar cada uno en el anuncio que vi en la
revista. Tengo los dos dólares que me enviaste y creo que los usaré para conseguir estos dos
libros más adelante. Ahora no porque espero salir a juicio muy pronto. Supongo que será en
algún momento de diciembre. Entonces ya veré. Todo depende de cómo me vaya en mi juicio
entonces.

Ahora bien, sobre esa autobiografía. No tengo más interés en ella. Es tuya y lo que hagas con ella
no me importará. Mi único motivo para escribirla fue expresarme y exponer mis creencias de
forma plena y veraz. No me importa lo que usted o cualquier otro piense, diga o haga al
respecto. La cuestión de cuál podría ser el resultado me interesaba sólo mientras existiera una
pequeña esperanza de que pudiera sacar provecho de ello en la medida en que pudiera
beneficiarme consiguiendo algunos buenos libros que he estado deseando leer durante mucho
tiempo. Pero ahora, que, esa posibilidad está fuera de lugar, es mejor que me olvide de ella.
Además es muy poco probable que viva lo suficiente como para poder hacer mucha lectura de
cualquier tipo. Eso será todo por esta vez. Tal vez me sienta más como un ser humano a estas
alturas de la semana que viene, si es así, escribiré entonces, pero ahora mismo me siento más
como un perro
Leavenworth, Kansas Nov. 28, 1929 - Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.
He recibido su carta del 7 de noviembre. Le escribí dos en respuesta y ahora ésta es la tercera.
En su ú ltima carta me pidió que considerara seriamente su propuesta desde todos los
á ngulos. Es decir, si se me concediera una conmutació n de la pena o un indulto ahora y luego
se me diera la libertad con respaldo financiero, qué haría con ella. ¿Podría y querría
reformarme? En mis otras dos cartas le dije que no creía que pudiera reformarme aunque
tuviera la oportunidad de hacerlo y lo quisiera. Sigo siendo de la misma opinió n. En primer
lugar, dudo mucho que exista la má s remota posibilidad de que usted o cualquier otra
persona tenga el poder suficiente para conseguir mi libertad. En segundo lugar, no tengo
ningú n deseo de reformarme en las condiciones que me exigirían las leyes actuales de este
país. En tercer lugar, no me interesa seguir viviendo si tengo que hacerlo en la cá rcel.
Preferiría mucho má s morir e ir al infierno si es allí donde la gente como yo va después de la
muerte. He reflexionado muy a fondo sobre este asunto y le aseguro que lo que digo ahora es
la verdad.

Mi primera razó n para no estar de acuerdo con usted es que creo que es absolutamente
imposible que consiga mi libertad de forma legal porque tengo demasiadas cosas en contra y
demasiada gente desea mi muerte. He confesado 23 asesinatos diferentes a sangre fría y
premeditados, cientos de casos de incendios provocados, robos, atracos, violaciones y otros
delitos.

La ley ya los ha investigado y ha verificado la veracidad de mis distintas confesiones. Se me


busca en docenas de estados diferentes y en otros países por todos los delitos del calendario,
desde pequeñ os hurtos hasta asesinatos. Espero ir a juicio aquí el mes que viene por el ú ltimo
asesinato que he cometido. En ese momento espero que me declaren culpable de asesinato en
primer grado y me condenen a ser colgado por el cuello hasta que esté muerto como un dodo
por el hombre que maté aquí el pasado mes de junio.

Y puede usted creerme, que ninguno de los dos estará nunca má s muerto de lo que está ahora.
Esta razó n debería ser suficiente para responder a su pregunta. Pero en caso de que aú n no
estés convencido de que tu sueñ o es imposible de cumplir te daré mi segunda razó n y es que
no podría reformarme aunque quisiera. Me ha costado toda mi vida hasta ahora, 38 añ os de
ella para llegar a mi actual estado de á nimo. En ese tiempo he adquirido algunos há bitos. Me
llevó toda una vida formar estos há bitos y creo que me llevaría má s de otra vida deshacerme
de estos mismos há bitos aunque quisiera. Mi filosofía de vida es tal que muy pocas personas
la consiguen y está tan profundamente arraigada y grabada en mí que no creo que pueda
cambiar nunca mis creencias. Las cosas que me han hecho los demá s y las que yo les he hecho
a ellos, nunca podrá n ser olvidadas o perdonadas ni por mí ni por los demá s. No puedo
olvidar y no quiero perdonar. No podría aunque quisiera. La ley está en la misma situació n.
Esas son dos muy buenas razones por las que tu proposició n no es feasi-ble. Es só lo un sueñ o
por tu parte, pero no me hago ilusiones sobre su viabilidad.
Mi tercera razó n para no estar de acuerdo con tus sugerencias es que prefiero la muerte antes
de pasar má s añ os en prisió n.

Creo que la vida sin libertad no merece la pena. Si la ley no me mata, me suicidaré. Soy
plenamente consciente de que no soy apto para vivir entre la gente en una comunidad
civilizada. No tengo ningú n deseo de hacerlo. Si tuviera alguna opció n para seguir viviendo, la
ú nica forma en la que consentiría hacerlo sería salir y alejarme de toda la gente civilizada. Si
pudiera conseguir mi libertad y unos pocos cientos de dó lares de las necesidades de la vida,
como ropa, medicinas, herramientas, semillas, aparejos de pesca y caza y algunos libros y
materiales de escritura, y con estas cosas un par de perros y luego irme a alguna isla solitaria
y lejana. Entonces estaría contento. Nadie me molestaría y yo no molestaría a nadie má s. Allí
podría tener la vida, la libertad y la bú squeda de la felicidad. Conozco un lugar así, una
pequeñ a isla frente a la costa de San Blas en Panamá .

Ya he estado allí antes, hace añ os. La isla tenía unos cientos de cocoteros y un manantial de
agua dulce. Las tortugas marinas vienen allí a poner sus huevos. Hay muchos peces, algunos
plá tanos, algunos mangos y tilos. El suelo hace crecer cualquier cosa que se plante. Esta isla
está a unas 40 o 50 millas de los arrecifes directamente al este por el norte de un lugar
llamado Isla Peters que está al este de Chucumbally que está en la tierra principal y al sur de
Povamella donde el gobierno panameñ o ha estacionado su puerto de entrada para los
comerciantes en la costa de San Blass. Yo era un comerciante y patró n, y propietario de una
pequeñ a balandra allí en 1919

en 1919 y 20, así que sé de lo que estoy hablando. Esta isla es propiedad de los indios de San
Blass y la visitan una o dos veces para cosechar los cocos y recoger los huevos de las tortugas
marinas, por lo demá s nadie va nunca allí. Eso es lo que me gustaría hacer y es la ú nica forma
en que se me ocurriría vivir mi vida natural. Allí podría vivir como quisiera y no necesitaría la
comodidad de las normas establecidas por otras personas en la civilizació n. Estoy tan metido
en mis costumbres que no puedo adaptarme a las de otras personas, así que la ú nica manera
de hacerlo sería vivir por mi cuenta sin ninguna compañ ía humana. Me gustaría probarlo así.
Eso es todo por esta vez. Ahora contéstame una pregunta. ¿Qué opinas al respecto? Supongo
que para cuando contestes a esta carta, ya habré sido juzgado, declarado culpable y
condenado a muerte, o tal vez ya esté en la tumba. Hasta la vista- Carl Panzram183

Dec. 20, 1929


Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

Recibí su carta del 7 de diciembre, hace varios días, pero me demoré en responderla hasta
ahora, porque deseaba pensar bien el asunto antes de llegar a la decisió n que he tomado. Hace
tiempo que pienso que no vale la pena continuar nuestra correspondencia. No hace ningú n
dañ o a nadie, pero tampoco me hace ningú n bien a mí. Llevo escribiéndote desde hace un añ o
o má s y ahora, después de hacer una revisió n, descubro que de ti recibo má s promesas que
otra cosa. No puedo gastar sus promesas, así que no pierda su tiempo y el mío enviando má s
de ellas. Usted me ha escrito varias veces que disfrutaba y que puede que en el futuro obtenga
algú n beneficio de mis cartas. Por favor, tenga en cuenta que no tengo futuro. Puede que me
lleven a juicio cualquier día, hace só lo unos días leí en el K.C. Paper que el Gran Jurado Federal
me ha acusado de asesinato en primer grado y que el jinete había declarado que pedirá la
pena de muerte para mí. Por mí está bien. En cualquier caso tengo los medios a mi disposició n
y la determinació n de usarlos para acabar con las cosas. Ya estoy listo para salir. Ya sea de una
forma u otra. Mientras tanto, es muy poco lo que usted o cualquier otra persona puede hacer
por mí. Todo lo que quiero y que podrías conseguir para mí si quisieras es algo má s de
material de lectura. Si has sido y sigues siendo sincero en las promesas que me has hecho,
creo que ya es hora de que las cumplas. Si no puedes o no quieres hacer lo poco que te pido
entonces no pierdas tu tiempo y el mío en cortesías y diplomacia. La direcció n de la editorial
Co. que publica los dos libros a los que me he referido, Crítica de la razó n pura de Kants y
Ensayos de Schopenhauers por un dó lar cada uno Schultes Bookstore

No 80 Fourth Ave and 10th St.

New York City

También me gustaría tener una suscripció n de 6 meses al Saturday Evening Post. Ademá s, si
es posible que lo consiga, me gustaría tener una suscripció n de tres "3" meses a un perió dico
de Nueva York. Ya sea el Evening Journal o el Graphic.

Creo que eso me mantendrá mientras pueda leer. No conozco a Pat Crowe. Só lo sé de él. Lleva
mucho tiempo diciendo y pensando en cambiar su línea de trabajo. Creo que ya es hora de que
lo haga en lugar de limitarse a pensarlo.

No estoy de muy buen humor desde hace una semana por razones distintas a las que he
mencionado aquí, pero no te interesarían aunque te las contara. Por lo demá s, todo es
encantador. Me estoy poniendo gordo y grasiento, pésimo y perezoso y no creo que pase
mucho tiempo. Me refiero al tiempo no a mi cuello. Creo que mi tiempo se está acortando pero
mi cuello pronto será má s largo. Má s verdad que poesía tal vez, pero en cualquier caso mi
direcció n sigue siendo Carl Panzram
Jan. 14, 1930
Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

He recibido su ú ltima carta del 7 de diciembre. La contesté el 20 de diciembre. Desde


entonces, no he escrito hasta ahora. He estado esperando que me escribas. En lugar de que me
escribas una carta he recibido un diario. El N.Y. Evening Journal que te pedí. Ahora te
explicaré algunas cosas que me rondan por la cabeza desde hace tiempo pero de las que no he
dicho nada. Ya sabes lo desconfiado que soy con todo el mundo. Nunca creo nada de lo que me
dicen. Siempre pienso lo peor de todos. Incluso cuando alguien me hace un favor, siempre le
imputo los peores motivos para hacerlo. Odio creer algo bueno de alguien. Me resulta muy
difícil creer en cosas como la amistad altruista. Yo mismo no puedo creer en ella y me resulta
prá cticamente imposible creer que alguien má s pueda hacerlo.

Pero te conozco desde hace algú n tiempo y nunca he sabido de ti que fueras una doble cara o
una egoísta. Siempre has sido muy franco conmigo en todos los sentidos. Nunca has tratado
de llenarme de tonterías. Nunca me has halagado ni has intentado ganar nada de mí. Has sido
bastante decente conmigo y ahora estoy empezando a creer que tu ú nico motivo para
escribirme es ser mi amigo y hacer por mí todo el bien que puedas. Me doy cuenta de que no
está s en condiciones de hacer mucho por mí. No lo espero de ti. El tiempo es muy corto y
pronto estaré donde no necesite nada de nadie. Mis problemas pronto terminará n. Pero antes
de dejar este mundo por completo hay algunas cosas que puedo hacer por ti. Puedo darte
algunas ideas sobre cosas que puedo hacer por ti. Puedo darte algunas ideas sobre cosas que
algú n día pueden ser de gran valor para ti. No te pido nada a cambio de lo que te voy a dar. Te
habría dado estos inventos o ideas mucho antes, pero he estado esperando a ver si cumplías
las promesas que me has hecho. Ahora que veo que eres sincero y que lo que dices va en serio,
intentaré corresponderte haciéndote algunos favores. Sabes que la ú ltima vez que te vi te dije
que tenía algunas ideas para nuevos inventos. Algunas te las mostré, otras me las reservé.
Ahora te las voy a contar.

Puedes hacer lo que quieras con ellas. Puedes ser inteligente y hacerte con un montó n de
dinero o puedes ser un bobo y tirarlas o regalarlas o dejar que alguien te las robe. Sé que estas
ideas mías son muy valiosas si las maneja el hombre adecuado de la manera correcta. Una de
mis invenciones, de la que te hablé y a la que no le diste ningú n uso, se la he contado a otro
hombre de aquí. Me dio 5 dó lares. É l, a su vez, ha elaborado los planos de las cajas de 5, 6 y 7
compartimentos. Se los ha enviado a sus padres y ellos, a su vez, han invertido un poco de
dinero en hacer varios modelos y han solicitado la patente. Ganará n dinero con ello. Tú y yo
no ganaremos nada. Esto es simplemente porque usted no tiene la imaginació n para ver las
posibilidades y yo porque no tengo las oportunidades. Ahora bien, en estas pró ximas cartas
mías para ti. Quiero que consigas una direcció n permanente y guardes todas mis cartas para
futuras referencias. Hazme saber todas y cada una de las cartas que recibas en adelante de
Carl Panzram

Jan. 26, 1930


Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

He recibido su carta del 15 de enero. Desde el 11 de enero recibo todos los días el Evening
Journal de Nueva York. También recibí la Crítica de la razó n pura de Kant. Así que ya ves que
todo va bien. Ahora estoy bastante bien preparado para la lectura. Esta es la tercera carta que
le envío en lo que va de mes. Espero que hayas recibido las otras dos.

En mi ú ltima carta le expliqué una idea para un invento. No era nada para entusiasmarse. No
le hará millonario si tiene éxito. Era só lo una idea que nunca he llevado a término. Pero en
esta carta le daré una idea que no só lo es plausible, sino también posible. Porque he
experimentado y demostrado de forma concluyente que se puede hacer y se ha hecho y que lo
que se ha hecho antes se puede volver a hacer.

Sé que esta idea es muy valiosa, pero có mo, quién, cuá ndo o dó nde, se puede ganar dinero con
ella, es algo que no sé. Eso depende de ti, pero sí sé que se puede hacer. Yo lo he hecho. He
descubierto un nuevo tipo de alimento, o má s bien es un tipo de alimento muy antiguo pero
con una nueva forma de utilizarlo. Este alimento es ahora de uso comú n para toda la gente del
mundo. Pero só lo se utiliza de una manera. Es decir, se come crudo en su estado natural. La
forma en que se consume ahora só lo puede comerse así mientras está fresca y madura. He
descubierto una forma de conservar este alimento indefinidamente sin que pierda su valor. El
valor aumentaría porque se podría preparar, en su origen y a muy bajo coste. Só lo crece en los
tró picos, donde la mano de obra y la tierra son baratas. Hoy el alimento puede transportarse
en cualquier tipo de barco. Necesita muy poca publicidad porque ya es conocido en todo el
mundo. Para comerlo no es necesario cocinarlo. Se puede comer solo o se puede ayudar con
cualquiera o todos los alimentos del desayuno, que ahora está n en el mercado, como la avena,
los copos de maíz, el arroz, los hot-cakes o se puede añ adir a la harina para hornear pasteles o
poner en casi cualquier tipo de pudín o postre.

Ahora espero que puedas ver las grandes posibilidades de esta nueva idea mía. Creo que
puedes vender la idea por sí sola, pero si sigues mi consejo, te pondrá s a trabajar y a
experimentar hasta que, mediante pruebas positivas, obtengas un buen resultado, tomará s
ese resultado y conseguirá s una patente a tu nombre. Si haces esto entonces tienes algo que
debería hacerte millonario muchas veces. Ahora querrá s saber de qué se trata. Si has hecho lo
que te dije que hicieras, obtener del Departamento de Agricultura algunos tratados y
documentos sobre el tema de la Deshidratació n de frutas y verduras, entonces todo lo que
necesitará s hacer es ir a la tienda de comestibles má s cercana y comprar un cuarto de galó n
de plá tanos maduros. Eso es todo lo que necesitas. Deshidrá talos hasta que estén bien secos y
luego muele el resultado hasta convertirlo en harina fina.

Después, có metela. Verá s que es muy buena. Yo mismo lo he hecho y lo sé: ¿has comido
alguna vez avena con plá tanos picados? Es una cosa muy buena para comer, pero es mucho
mejor cuando se arregla como sugieres.

Carl Panzram
Feb. 2, 1930
Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

La carta que usted escribió el 29 de enero la recibí ayer. En tu carta dices que só lo has
recibido dos cartas mías en enero. Mira si no ha habido un error. Sí ha habido un error, pero
no lo hemos cometido ni tú ni yo. Te escribí tres "3" cartas en enero. Por lo tanto, una de mis
cartas nunca te llegó . Có mo o dó nde se produjo este error, no lo sé. Só lo puedo sospechar.
Pero sé que no volveré a cometer el mismo error. En adelante, tomaré má s precauciones. No
escribiré nada que el censor pueda objetar.

Espero que lo entiendas sin entrar en má s explicaciones. Só lo recuerde que otros, al igual que
usted o yo, pueden ver un dó lar tan lejos y tan rá pido como cualquiera. Me alegro mucho de
que, aunque haya perdido una de mis cartas, haya recibido la ú ltima del 26 de enero. Al
enviarla, te hiciste una muy buena idea, pero si puedes o no hacer algo con ella, aú n está por
verse. Es tuyo para hacer lo que quieras o puedas. No me debes nada. Por supuesto, só lo te he
dado el esbozo de la idea, pero si la manejas bien, es todo lo que necesitas. Me alegra saber
que tienes un amigo poderoso e inteligente en el Departamento de Agricultura que crees que
es honesto. Pero sigue mi consejo y no pongas demasiada fe en los demá s sin proteger
primero tus propios intereses. También le aconsejo que en sus futuras cartas a mí no diga
nada que pueda beneficiar a algú n otro y a su propia desventaja. No es necesario que yo sepa
todo lo que has hecho o está s haciendo.

En su carta me dice que en la primera oportunidad que se le presente tiene la intenció n de


enviarme el libro Ensayos de Schopenhauer. Por favor, no se preocupe por eso y tampoco por
enviarme dinero, porque ahora estoy bastante bien en cuanto a materia de lectura. Al menos
hasta el 11 de abril, y para entonces espero que mi juicio haya terminado. Al menos eso
espero. Cuando mi juicio haya terminado, espero que yo también lo haga. En cualquier caso,
estoy seguro de que no pasará mucho tiempo. Mientras tanto, te daré de vez en cuando
algunas otras ideas para que las desarrolles, si te preocupas por ellas. Pero primero quiero
asegurarme de que las recibas tú y no otra persona. Aunque ahora no lo entiendas del todo, lo
hará s má s adelante, así que ten paciencia. La Crítica de Kant me resulta bastante difícil de leer
y de entender, pero estoy escarbando en ella y disfruto y creo todo lo que soy capaz de
entender de ella. En la carta que se perdió le expliqué un invento totalmente diferente, pero
ahora no tiene sentido repetírselo.

Pero quizá s má s adelante pueda explicarte ese y otros que tengo en mente. Mientras tanto,
puedes concentrarte en el producto alimenticio. Ese es fá cil de elaborar para ti y es muy
bueno si puedes manejarlo, tengo otros igual de buenos o mejores. Pero antes quiero
asegurarme de que recibes todas las cartas que te escribo. En caso de que recibas una opinió n
desfavorable del producto alimenticio, por parte del químico del Dpto. de Agricultura, no
pierdas la esperanza porque ni él ni tú saben todo lo que tengo en mente. Hasta pronto y
suerte para usted de parte de Carl Panzram
Feb. 9, 1930

Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

Recibí su ú ltima carta del 29 de enero, a la que respondí el domingo 2 de febrero. Ayer recibí
un paquete de literatura de usted que trata de las patentes. Le escribí tres cartas en enero.
Una de ellas no la recibiste.

No sé por qué. Só lo puedo adivinar. Es inú til hacer alguna queja al respecto. Simplemente
olvídalo. La carta que se perdió era buena y quería que la recibieras. Escribí 2 pá ginas dobles
y no pensé cuando la escribí que pusiera nada que fuera contrario a las normas de allí. Pero
tal vez lo hice. De todos modos no voy a escribir nada má s como eso o algo que algú n huevo
sabio piense que puede hacer un dó lar con eso. Varias veces desde que estoy aquí he
intentado explicar lo de mis privilegios de correo. Creo que nunca me habéis entendido.
Seguramente, si se detiene a pensar un poco, comprenderá que, estando yo en la posició n en
la que me encuentro ahora como convicto, no tengo ningú n derecho, salvo los que se me
conceden, o los que puedo tomar. Y te aseguro que puedo tomar muy, muy poco y todo lo que
tome tendré que pagarlo y ademá s pagar un precio muy alto por ello. Así que no me arriesgo.
Espero tener mi juicio en algú n momento de la ú ltima parte de este mes o la primera del
siguiente. Entonces veremos qué es lo que veremos. De una forma u otra, me dará n cuerda y
todo. Mientras tanto, me deslizaré de la manera má s fá cil que pueda. No escribiré nada que
crea que pueda hacer un bien a alguien má s o un mal a mí. Usted, por su experiencia en el
trabajo que está haciendo, seguramente debe conocer el funcionamiento interno de este tipo
de lugares. Es inú til que intente explicarle má s. Los documentos que usted envió de la Oficina
de Patentes de los Estados Unidos fueron una lectura interesante, pero todo eso ya lo sabía.
Sabía que existían tales má quinas y patentes, pero ninguna de las que me enviaste tiene mi
idea. Hice lo mismo que te he contado y no tenía ninguna complicació n ni maquinaria cara
para hacerlo. La ú nica maquinaria que tenía era un pequeñ o molinillo de café para moler el
producto seco en harina.

Lo ú nico que utilicé fue la luz del sol y algunos pequeñ os cachivaches como algunos trozos de
alambre, cajas de madera con tapas de cristal y aire fresco. Ya sabes que te dije que una vez
trabajé en la United Fruit Co. en su divisió n de Costa Rica. En esa parte del mundo só lo hay
dos estaciones, la lluviosa y la seca. Usted sabe que no soy químico y que no tengo ninguna
capacidad técnica, por lo que no sé nada de los detalles que se explican en los documentos que
me envió . Todo lo que sé es que he secado el producto alimenticio, lo he molido en harina y lo
he comido y lo he encontrado bueno. Lo que yo hice lo puede hacer cualquier otra persona. No
tengo ninguna duda, pero lo que otras personas han tenido la misma idea en mente. Algunos
han desarrollado la idea mucho má s lejos que yo, pero ninguno ha hecho nada que valga la
pena con ella.
El producto terminado no está en el mercado. Ahí es donde debe estar y no simplemente
guardado en la mente de alguien en un estante de un almacén. Si puedes o no hacer esto, no lo
sé. Eso depende de usted. No me gusta mucho escribir cartas y me gusta menos cuando me
tomo la molestia y el tiempo de escribirte y luego haces que otra persona se beneficie de lo
que te escribo, privá ndote así de para quién lo escribo. No falta mucho para que sea el fin de

Carl Panzram
Feb. 16, 1930

Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

no perderé mucho tiempo en escribir esta carta porque no sé si la recibirá s o no. Algunas de
mis otras cartas que me tomaron mucho tiempo y problemas para escribirte, nunca las
recibiste. Te escribí tres, "3" cartas en enero y esta es la tercera de este mes, las otras dos las
escribí el 2 y el 9 de febrero. La ú ltima carta que recibí de ti fue el 29 de enero.

29 de enero. Pero recibí un paquete de literatura con respecto a las patentes de usted.

Mi juicio se acerca y mientras tanto estoy tratando de no hacer, decir o escribir nada que
pueda ser usado como evidencia para condenarme por locura. Sé que hay quienes no querrían
otra cosa que enviarme al manicomio. Esto no lo quiero porque prefiero estar muerto. Hay
gente aquí, como en otros lugares, que cree sinceramente que soy un loco, pero hay otros que
saben que no estoy loco pero que quieren que se me declare loco. No quiero dar a esta gente
má s razones para creer que soy un bicho. Usted sabe que uno de los muchos tipos de locura es
el bicho de la invenció n. Hay personas en este mundo que son demasiado estú pidas para
inventar algo nuevo por sí mismas y cuando ven a otra persona que tiene la inteligencia y el
ingenio suficientes para descubrir una nueva idea, enseguida dicen que está loca, pero ellos
mismos no dejan de robar la misma idea y sacar provecho de ella. También tengo otras
razones por las que en este momento y lugar no me interesa escribir mucho. En primer lugar,
esperaré a que termine mi juicio. Cualquiera que sea el resultado, entonces en el tiempo
suficiente para continuar explicando algunas de mis otras ideas a usted. Mientras tanto sigan
teniendo paciencia como yo. Carl Panzram.

March 2, 1930

Carta de Carl Panzram a Henry Lesser.

Su última carta fue recibida por mí el 29 de enero. En enero te escribí tres cartas.

En febrero le escribí cuatro cartas.

En esta carta le envío tres pequeñas cadenas de reloj que he hecho con una cuerda. No son
buenas tal como están. Sólo te las envío para que veas cómo son.

Si tuviera media docena de carretes de hilo de seda de diferentes colores, haría una o dos
docenas de estas baratijas y se las enviaría.

Sólo para pasar el tiempo. Yo soy

Carl Panzram

Esto será todo hasta que tenga noticias tuyas.


195
March 9, 1930

Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

Esta tarde he recibido su carta del 6 de marzo. También un acuse de recibo de la oficina de
correos con respecto a la cadena de reloj de cuerda que hice y le envié. Espero recibir el Sat.
Eve. Post pronto. Me alegraré de recibirlo. Porque me gusta leer y todo lo que tengo para leer
ahora es el perió dico que me enviaste y el que pedí con los 2 dó lares que me enviaste. Ya no
recibo libros ni revistas. Estuve recibiendo ambos durante un tiempo, pero hacia el final no
pude conseguir el tipo que quería, así que me negué a aceptar los que me ofrecían, así que
ahora no recibo ninguno. El libro que me enviaste, Crítica de Kants, lo leí durante un mes pero
es demasiado profundo para mí. La mayor parte pasó por encima de mi cabeza. Al final me dio
tanto asco y desá nimo que me entró una rabieta y en un arrebato de locura, lo rompí en
10.000 pedazos y lo eché por la puerta. Eso me dejó con mis papeles de remolque solamente y
esos no los he estado leyendo mucho porque durante el ú ltimo mes he estado bastante hostil.
De todos modos, siempre estoy enfadado como un perro rabioso, pero a veces me cabreo un
poco má s que en otras ocasiones, y esos son los momentos en los que es má s probable que me
pase cualquier cosa a mí o a cualquiera que esté cerca de mí. Como sabes, aquí estoy
confinado en el aislamiento, pero hasta ahora todo va bien, nadie me ha molestado ni ha
abusado de mí. Hay hombres aquí que hablarían conmigo si los escuchara y si me importara
hablar con ellos, pero no haré ninguna de las dos cosas. No hay nadie aquí con quien me
interese hablar o que me hable. Durante un tiempo aquí hubo un hombre con el que solía
hablar y escuchar de vez en cuando, pero finalmente rompí las relaciones diplomá ticas con él
y acepté no estar de acuerdo. Ú ltimamente ha habido otro hombre aquí que ha tratado de ser
diplomá tico y civilizado conmigo durante la ú ltima semana o 10 días. Por lo que parece, no
só lo está dispuesto a hablar conmigo, sino que está ansioso por que yo hable con él. Pero ya
sabes có mo soy, no creo que nadie tenga buenas intenciones conmigo. Creo lo malo de todos y
lo bueno de nadie. Un hombre debe ser un hombre de verdad o un hombre y medio antes de
que yo crea algo bueno de él, e incluso entonces debe convencerme de que tiene buenas
intenciones conmigo antes de que yo crea algo bueno de él. Y créeme que esto requiere
algunas pruebas antes de convencerme. Ahora entiendo que no seré juzgado en K.C. Kansas
este mes. Seré juzgado aquí en la ciudad de Leavenworth, Kansas, a principios del mes que
viene. Eso es siempre y cuando yo consienta en esperar ese tiempo. He esperado durante 8
meses y estoy bastante cansado de esperar. Cuanto má s he esperado, má s me he enfadado,
hasta que ahora estoy tan acalorado que puedo explotar y salir por completo, no só lo de la
prisió n, sino también de este mundo. Durante esta ú ltima semana he escrito algo. Hasta ahora
he escrito unas 25.000 palabras. En la misma línea del tema que te interesa. Te lo enviaría si
se me permitiera, pero no creo que se me permita. Así que considero tratar de enviá rselo al
Sr. MacCormick, el asistente del supervisor de prisiones. Ni siquiera sé si podré hacer eso.
Creo que lo conoces, ¿no? Si no lo hace, debería hacerlo. Es un buen hombre para conocer.
Hasta la vista Carl Panzram

THE TRIAL

EXTRACT FROM ROBERT STROUD’S PRISON MANUSCRIPT

PART III LOOKING OUTWARD


CHAPTER XIX pp 450-455
Panzeran
The Man Who Over-Played His Hand

The Trail

Panzeran trató de declararse culpable y rechazó los servicios de un abogado, pero, aunque es
perfectamente legal que un juez federal imponga una sentencia de muerte tras declararse
culpable de asesinato en primer grado, la prá ctica es ilegal en muchos estados y suele
considerarse de muy mala educació n, y en muchos estados, incluso cuando se puede aceptar
dicha declaració n, el cuerpo del delito debe probarse con testigos. En ese momento, la
prá ctica estatal en tales asuntos era controlable en los tribunales federales.

Así pues, el juez se negó a aceptar la declaració n de Panzeran y nombró abogados para que lo
defendieran. Panzeran se negó a cooperar con los abogados designados. Declaró en audiencia
pú blica que había matado a Warnakey sin ningú n motivo ni razó n, y pidió tanto al Jurado
como al tribunal que lo colgaran.

El abogado presentó una buena defensa de locura. Carl Menninger ofreció sus servicios sin
cobrar, compareció como testigo de la defensa y juró que Panzeran era un maníaco homicida
y totalmente irresponsable de su conducta, pero aceptó la autenticidad de todos los relatos de
Panzeran a Ballard.

Nota: Menninger discute este caso en Man Against Himself, una obra que trata del complejo
del suicida, pero el escritor está convencido de que se le escapó por completo la motivació n
de la conducta de Panzeran.

Sin embargo, la imagen que el fiscal de los Estados Unidos fue capaz de dibujar era tan
repugnante que la cuestió n de si Panzeran estaba realmente loco o cuerdo nunca fue
realmente considerada por el jurado. Só lo tardaron unos minutos en declarar a Panzeran
culpable y fijar la pena de muerte.

Panzeran nunca se apartó de la postura de que quería ser ahorcado. Se negó a firmar una
petició n de clemencia; siguió contando a Ballard sus viles y desgarradoras historias de
asesinatos, pero a medida que pasaban los días y las semanas y se acercaba el día de su
ejecució n, los comentarios sobre la ejecució n de los dementes se deslizaban cada vez má s en
su conversació n. Por supuesto, estos tomaban la forma de expresiones de temor de que no lo
ejecutaran, pero se hizo evidente que él nunca había creído que lo harían, que había apostado
su vida sobre una premisa falsa y había perdido, aunque hay que decir de él que no se volvió
lloró n, como tantos hombres han hecho. Cuando se dio cuenta de que iba a la horca, empezó a
hablar cada vez má s de autodestrucció n. Si tuviera los medios y conociera una forma segura
de hacerlo, les quitaría la satisfacció n de ahorcarlo.
Esa era la charla que el escritor había estado esperando muchos meses para escuchar. É l y
Ono habían luchado largo y tendido para evitar que se rompiera el precedente de no ahorcar
en Kansas. Ambos habían estado dispuestos a destruirse a sí mismos, si era necesario, para
evitar que se rompiera, y el escritor había llegado a tres días del límite que se había fijado. No
querían que se rompiera ahora.

El escritor empezó a hablar del suicidio con una voz que sabía que Panzeran no podía evitar
escuchar. No podía hablar con Panzeran, pero sí con Ono, con Ballard, con los camilleros, y
con la muerte colgando sobre la casa, todos eran buenos oyentes.

Una y otra vez, el escritor explicaba lo sencillo e indoloro que es hacer un buen trabajo: basta
con presionar con dos dedos en la ingle hasta que se sienta el latido de la gran arteria del
fémur; trabajar con los dedos hacia adelante y hacia atrá s hasta que la arteria se lleve contra
la piel; entonces cortarla. Só lo un pequeñ o corte, que no tiene que ser má s de un cuarto de
pulgada de largo y no má s profundo que eso. Un hombre decidido podría desgarrar esa gruesa
piel y pellizcar la arteria en dos con la uñ a del pulgar. Podría arañ ar la piel con un lá piz de
plomo, la punta de un bolígrafo, una aguja, casi cualquier cosa. Si un hombre tuviera un
pequeñ o trozo de hoja de afeitar, sería muy sencillo; corta un lado y estaría muerto en diez
minutos; corta ambos lados y estaría muerto en cinco minutos.

El escritor explicó con detalle có mo es que la arteria del fémur es la ú nica del cuerpo a la que
se puede llegar con facilidad, y sin embargo no se puede atar. Si se corta la garganta de un
hombre, si só lo se corta una caró tida, se puede atar y el hombre vivirá . Si se corta un fémur, el
extremo se desliza hacia el abdomen, donde no se puede alcanzar con una pinza hemostá tica.
Sin embargo, incluso si esto no ocurriera, el fémur no se ataría, ya que la pierna no tiene
circulació n colateral, y el hombre moriría, de todos modos.

El escritor repitió una y otra vez estos simples hechos, hasta que estuvo seguro de que
Panzeran debía entenderlos. Mencionó un método alternativo que es igualmente efectivo, el
cual consiste en hacer un pequeñ o edredó n de papel, luego abrir una vena grande en el brazo,
insertar el edredó n, luego soplar en el edredó n o meterlo en un tazó n de agua, y hacer correr
agua corriente en el torrente sanguíneo.

Cada vez que el escritor iba a bañ arse, llevaba una cuchilla de afeitar en la mano, y un viernes,
unas tres semanas antes de que colgaran a Panzeran, el escritor tuvo la oportunidad de lanzar
la cuchilla en la celda de Panzeran.

Otra persona, probablemente Ono, que trabajaba de forma independiente, había hecho lo
mismo.

Panzeran también tuvo su propia idea. Había guardado un cuenco de judías hasta que
estuvieron muy podridas. Entonces hizo su intento. Se comió esas judías podridas y se hizo un
corte de unos quince centímetros de largo en la parte carnosa de la pierna, en ningú n lugar
cercano a la arteria. Probablemente no perdió má s de dos onzas de sangre, pero los frijoles lo
enfermaron, y al vomitar, expuso su pierna. El guardia vio sangre, llamó al médico y mandó
cerrar la herida y hacer un lavado de estó mago a Panzeran.

Naturalmente, registraron la celda de Pan y encontraron las dos cuchillas.

El escritor como para ser atado. A la mañ ana siguiente le preguntó a Ballard qué había
pasado, aunque ya lo sabía, y cuando Ballard se lo contó , se puso a cien.

"Por qué, el maldito estú pido c___s___, el imbécil___ ___", gritó el escritor. "¿Por qué el maldito
imbécil no se cortó la arteria de la ingle? ¿No sabía que ningú n médico podía curar eso? ¿Por
qué no echó un poco de aceite mineral encima de esos frijoles para que no entrara el aire, y
luego observó si había burbujas de gas? Si tenía gas bajo ese aceite, una cucharadita sería
suficiente, pero la ingle era la apuesta má s segura. Ningú n médico podría arreglar eso'

"Esas eran cuchillas Gillette. Tal vez se las diste tú ". Dijo Ballard. "Tú usas una Gillette".

"¿Y qué? No se las he dado só lo porque no he tenido ninguna oportunidad, pero si creyera que
el estú pido c___s___ tuviera el suficiente sentido comú n para hacerlo bien, seguro que me
encargaría de que recibiera una".

El escritor sabía que tendría una oportunidad má s, pero todavía tenía una buena apuesta.
Escribió las instrucciones completas en un trozo de papel, partió en dos una cuchilla Gillette
nueva y envolvió con el papel las mitades superiores de la cuchilla rota, desenterró un viejo
tubo de acuarela negra y pintó el paquete del mismo color que el suelo de hormigó n.

La radio (Parte III Capítulo XXII) había sido instalada, pero los reclusos tenían que comprar
sus propios auriculares. Había un compañ ero nuevo, un chico mulato que só lo cumplía una
corta condena, que había sido nombrado recientemente ordenanza en Aislamiento, y que no
tenía auriculares.

El escritor lo llamó .

"¿Te gustaría usar un par de auriculares?"

"¡Caramba! Te lo agradecería!", dijo el chico con entusiasmo.

"¡ESTÁ BIEN! Sé có mo puedes conseguir un juego, pero tendrá s que hacer algo por mí, y
tendrá s que mantener la boca cerrada. Tengo los teléfonos aquí mismo y te los prestaré ahora,
pero si quieres quedarte con él o con un pellejo entero, lanzará s esto a la celda de Pan la
primera vez que Ballard gire la cabeza. Si lo haces, me dará una señ al diciendo cierta cosa a
Ballard. En cuanto oiga esa señ al, los teléfonos será n tuyos".
"Lo haré cuando lo alimente este mediodía".

"¡Bien!"

No eran má s de las doce y media cuando Pan empezó a contarle a Ballard la historia del tipo
que dejó caer en el puente de Budapest. Esa fue la señ al. Pan había estado en la mayoría de las
ciudades portuarias, pero nunca había estado en Budapest y no sabía que hubiera puentes.

Alrededor de las cuatro, el escritor escuchó a Panzeran decir a Ballard:

"Supongo que van a tener que colgarme después de todo. Puedo matar a otros, pero no tengo
las agallas para matarme a mí mismo, así que mejor te doy esto".

"¿De dó nde los has sacado?" Preguntó Ballard al ver los trozos de hoja. "No es de tu
incumbencia".
202
16 de marzo de 1930

Carta de Carl Panzram a Henry Lesser.

Le escribo esta breve carta para intentar comunicarle que he recibido el primer nú mero del
Saturday Evening Post.

También que he recibido una carta tuya con fecha 29 de enero y otra con fecha 6 de marzo.
Eso es todo.

Te escribí tres cartas en enero, 4 en febrero y esta es la tercera que te escribo en lo que va de
mes.

No sé si recibirá s esto o no, así que no perderé má s tiempo escribiendo. Escribiría mucho má s
si tuviera la seguridad de que recibirá s todas mis cartas. Pero por alguna misteriosa razó n,
cuando me tomo el tiempo y la molestia de escribirte cartas largas, nunca las recibes. Hay
muchas cosas que me gustaría escribirte y contarte porque estoy seguro de que te
interesarían y muy posiblemente algunas podrían resultar también valiosas. Pero en las
circunstancias actuales es inú til que escriba todo lo que tengo en mi mente, Bueno, hasta
luego por esta vez

Todavía soy

Carl Panzram

23 de marzo de 1930

Carta de Carl Panzram a Henry Lesser.

He recibido sus cartas del 6 y 15 de marzo. Te escribí el 16, 18 y hoy 23 de marzo. La ú nica
noticia que tengo que podría interesarte es que se ha fijado la fecha del 20 de abril de 1930
como el momento en que seré juzgado y el lugar fijado como Topeka, Kansas, en el Tribunal
Federal de los Estados Unidos bajo la jurisdicció n del juez Hopkins y el juez Pollock.

No sé por qué debe haber dos jueces ni por qué el lugar elegido para el juicio debe ser Topeka,
tampoco lo sé y me importa menos. La ú nica parte que me interesa es cuá l será el resultado y
ya sé cuá l será .
Tal vez le convenga obtener una suscripció n para su propio uso de un perió dico de Topeka o
de Leavenworth para el mes de abril pró ximo. De ese modo, aprenderá má s sobre mi caso de
lo que yo podría contarle en mis cartas. Pero al leer los perió dicos debes recordar que debes
usar tu propio juicio sobre lo que se imprime sobre mí, porque los perió dicos só lo está n
interesados en imprimir lo que creen que sus suscriptores quieren leer. La verdad tiene muy
poco atractivo para ellos.

Mis dos perió dicos se agotará n el 11 de abril, pero no quiero que se renueven las
suscripciones, ninguna de ellas.

El poco tiempo que me quedará después del 11 del mes que viene. No me importará gastarlo
en leer un montó n de mentiras y palabrería que los perió dicos publicará n sobre mí.

Hoy no tengo muchas ganas de seguir garabateando, así que lo corto aquí.

Yo soy

Carl Panzram.
204
March 30, 1930

Carta de Carl Panzram a Henry Lesser.

He recibido sus dos últimas cartas del 6 y 15 de marzo. Te escribí el 16, 18 y 23 de marzo y ahora
el 30. En tu última carta me pediste que siguiera escribiendo mis ideas porque te gustaría
recibirlas. Actualmente no escribo nada, simplemente porque no me interesa. Hay muchas cosas
que me gustaría escribir, algunas de las cuales creo que tienen un valor considerable, y todas
ellas me parecen veraces e interesantes, pero en la actualidad, en las condiciones existentes,
sería más que inútil que escribiera. Si las condiciones cambiaran de tal manera que lo que
escribiera no me perjudicara, sino que me hiciera bien y perjudicara a mis enemigos, entonces
estaría encantado de expresarme por escrito.

También me has preguntado si hay algo que puedas hacer por mí. Sí, lo hay. Puedes, si quieres,
suscribirte al Christian Science Monitor, un periódico de Boston, para mí por meses. Un mes cada
vez, mientras esté vivo para leerlo, que creo que no serán más de 3 meses como máximo y
probablemente 2 meses, pero posiblemente sólo un mes.

En la actualidad recibo dos periódicos diarios, pero ambos se agotan en una semana o 10 días y
no quiero que se renueve ninguna de esas suscripciones. Pronto los periódicos me escribirán y
me pondrán en la sartén. Publicarán un montón de palabrería sobre mí y no me importa mucho
leer las cosas desde el punto de vista de otra persona. El Monitor es un periódico bastante bueno
porque no publica muchas tonterías ni mentiras y no publica noticias criminales.

Lo que imprime se puede confiar en la veracidad y la mayor parte de lo que imprime es sobre
temas que me interesan, asuntos mundiales. Este periódico no le interesa a la mayoría de la
gente, pero a mí sí. Sé que tu cuenta bancaria no es muy gorda, pero esto no te romperá,
supongo. ¿Qué hay de ese hilo de seda que me ibas a enviar? Cuando lo envíes, asegúrate de que
sea de rayón o de imitación, como el que te envié.
No sé si recibiste todas mis otras cartas o no, pero creo que no, pero creo que recibirás esta bien
porque nadie puede objetar nada de lo que he escrito aquí. Ahora voy a cancelar esta carta
antes de que escriba algo que no esté de acuerdo con las leyes de John L. Sullivan o algún otro
Dios todopoderoso.

So Long

Carl Panzram
206
207
208

April 2, 1930

Carta de Carl Panzram a Henry Lesser.

Recibí tus últimas 2 cartas o el 6 y 15 de marzo.

Te escribí cuatro cartas desde entonces. El 16, 18, 23 y 30 de marzo.

Lo único nuevo que puedo decirte es que la fecha de mi juicio ha sido definitivamente fijada para
algún momento de este mes, probablemente alrededor del 14 en Topeka, Kansas en la Corte de
los Estados Unidos bajo la Jurisdicción del Juez Hopkins.

He recibido una carta suya en la que afirma que ya ha designado un abogado para defenderme.
Su nombre es Capitán Ralph O'Neil de Topeka.

Hasta pronto

Carl Panzram

5 de abril de 1930

Carta de Carl Panzram a Henry Lesser.

Recibí su carta del 2 de abril, en la que afirma que no ha recibido todas las cartas que le escribí.

Ya lo sospechaba.

Los funcionarios de aquí saben quién y qué eres y sabiendo eso también saben que no eres el tipo
de hombre que hace algo malo en la correspondencia conmigo.

En cuanto a mí, no podría aunque quisiera. Aún así mis cartas se detienen y no se me da ninguna
razón. Nunca sé cuándo una carta mía será retenida por el censor de aquí. El censor en este caso
es el director. Tiene el poder de hacer lo que le plazca con mi correo y parece que le gusta
detener algunas de mis cartas de vez en cuando.
No puedo impedirle que lo haga, pero lo que sí puedo hacer y haré es dejar de escribir cartas.

No le escribiré más en las circunstancias actuales.

Cuando si alguna vez se produce un cambio, entonces consideraré renovar nuestra


correspondencia.

Soy Carl Panzram


210
211
THE GALLOWS
214
17 de abril de 1930 - Carta de Carl Panzram a Henry Lesser.

Te conozco desde hace casi dos añ os. Durante ese tiempo nos hemos carteado continuamente
con só lo unas breves interrupciones. Pero ahora, las circunstancias son tales que creo que ha
llegado el momento de que nuestra correspondencia termine.

Por lo tanto, escribo esta carta que creo que será la ú ltima que le escriba a usted o a cualquier
otra persona. Me esforzaré por explicarle una serie de cosas que creo que le gustaría saber, y
estas explicaciones son las ú ltimas que tengo intenció n de hacerle a usted o a cualquier otra
persona. Hace diez meses maté a un hombre aquí en esta prisió n, ayer fui llevado al tribunal,
se me sometió a un juicio legal, se me declaró culpable del crimen que se me imputaba y luego
se me condenó a muerte. Esta ejecució n tendrá lugar en esta prisió n el 5 de septiembre de
1930 entre las 5 y las 9 de la mañ ana.

A.M.

Estoy perfectamente satisfecho con mi juicio y la sentencia del tribunal, aunque he creído
todo el tiempo y sigo creyendo que la intenció n del tribunal y de la mayoría de las personas
relacionadas con él era darme todo el beneficio de la ley, pero no un juicio justo e imparcial.
Lograron darme un juicio legal y entre estos dos hay alguna diferencia, pero esta diferencia es
a mi favor. Prefiero que las cosas sean como son ahora. Creo que la intenció n de las personas
que me juzgaron fue la de perpetrar una parodia de justicia, no la de darme un juicio justo e
imparcial sino la de darme un juicio legal. Los resultados reales conseguidos son que no só lo
me dieron lo que la gente quería darme, sino lo que yo también quería que me dieran. Me
dieron justicia. Este es el ú nico caso que conozco en el que derecho y justicia fueron
sinó nimos. Creo que sé lo que es la justicia y la justicia es lo que he estado deseando y
tratando de conseguir toda mi vida, pero lo que nunca he conseguido hasta ahora, y no lo
consigo hasta el 5 de septiembre pró ximo.

Eso es lo que quería contarles primero, pero hay otras cosas que también quería contarles.

Durante mi estancia en esta prisió n he recibido un trato muy justo en todos los sentidos. Se
me ha tratado mucho mejor de lo que he tratado a otros y mucho mejor de lo que merecía y
también mejor de lo que yo daría a otros si tuviera el poder que ellos tienen, si estuviera en su
lugar y ellos en mi posició n. No merezco muchas de las cosas buenas de este mundo. Espero
muy poco y pido muy poco. Entre las cosas a las que creo que tengo derecho y que me
gustaría tener es suficiente material de lectura para ocupar mi mente y mi tiempo durante el
resto de mi vida, que es muy corta. En este momento todo el material de lectura que tengo es
só lo una revista, y esa es el Saturday Evening Post que usted tuvo la bondad de enviarme. Esto
no es suficiente para mí. Quiero má s. Me doy cuenta de que no puedo tener todo lo que quiero,
pero quiero muy poco y ese poco quiero elegirlo yo misma. No quiero leer lo que otros
quieren que lea. Ahora esto es lo que quiero que hagas si quieres. Quiero que elijas de la
siguiente lista una serie de revistas y un perió dico. El diario Christian Science Monitor que me
gustaría leer, es decir, las primeras 4 pá ginas y la pá gina editorial. El resto del perió dico creo
que es todo basura y no vale la pena leerlo. Ese es el ú nico perió dico que me interesa leer. Las
revistas que me gustaría leer son el Mercury, The Forum, Time, The Atlantic Monthly, Colliers
Weekly, Liberty, The Pathfinder y la Psychiatrists Review. No las quiero todas porque no
podría leerlas todas y sería demasiado gasto para ti. Me gustaría que te suscribieras a algunos
de estos por 3 meses para mí. Eso es todo lo que quiero de usted. Creo que recibirá s esta carta
y, si lo haces, quiero que accedas a esta, mi ú ltima petició n para ti, y quiero que lo hagas ahora
y no esperes a que esté muerto y entonces me envíes material de lectura. Quiero leer ahora y
no en algú n momento del pró ximo añ o.

También quiero decirte que el hilo de seda que me enviaste llegó aquí bien, pero no se me
permite tenerlo. Hoy voy a pedirle al subdirector que te lo devuelva. También voy a pedirle
que le envíe los collares de cuentas que hice y prometí enviarle hace casi un añ o, pero que me
fueron quitados cuando entré en esta jamba. Si recibes esta carta no tienes que contestarla,
salvo suscribiendo algú n material de lectura para mí. Eso será suficiente.

Usted es uno de los pocos hombres de este mundo que conozco y al que no deseo perjudicar, y
no le deseo mala suerte, pero sí le deseo toda la suerte a la que tiene derecho, y en mi opinió n
se merece bastante suerte. Eso es todo lo que quiero decirle ahora. Este será el fin de esta
carta y dentro de 89 días será mi fin.

Copper John II

Carl Panzram.

23 de mayo de 1930

Cartas de Carl Panzram a la Sociedad para la Abolició n del Castigo en el Capitolio. (Nunca se
envió por correo.) Sede nacional

Washington D.C.

Yo, Carl Panzram, nú mero 31614 de la Penitenciaría de los Estados Unidos en Leavenworth,
Kansas, escribo esta declaració n por mi propia voluntad sin ningú n consejo o sugerencia de
nadie.

En el añ o 1928 en Washington, D.C., fui acusado y juzgado por los delitos de robo y hurto
mayor.
Aunque era culpable de ambos delitos, me presenté al juicio y me declaré inocente, pero el
jurado me declaró culpable de ambos cargos y el juez me condenó inmediatamente a la pena
de 25 añ os.

El 1 de febrero de 1929 comencé a cumplir esta sentencia en la Penitenciaría de los Estados


Unidos en Leavenworth, Kansas.

El 25 de junio de 1929, asesiné a un hombre, un empleado civil de la prisió n, de nombre


Warneke, y en el mismo momento y lugar también intenté asesinar a una docena de otros
hombres, tanto guardias como convictos. La ú nica razó n por la que no los maté también fue
porque no pude atraparlos.

Por este crimen fui acusado por un Gran Jurado de los Estados Unidos y el 15 y 16 de abril fui
juzgado en la Corte de los Estados Unidos en Topeka Kansas. Este tribunal fue llamado y se
sentó bajo la jurisdicció n del juez Hopkins.

En este juicio me declaré inocente y fui juzgado de inmediato por el delito de asesinato en
primer grado. Por lo que sé, se me dio un juicio legal y no se me privó de ninguno de mis
derechos constitucionales. El jurado me declaró culpable de lo que se me imputaba en la
acusació n. El juez pronunció entonces una sentencia contra mí y la sentencia fue que debía ser
colgado por el cuello hasta que muriera. Esta sentencia tendrá efecto entre las 6 y las 9 de la
mañ ana.

en la Penitenciaría de Leavenworth, Kansas en la fecha del 5 de septiembre de 1930.

Las conclusiones del Tribunal y la sentencia del juez cuentan con mi aprobació n y estoy
perfectamente satisfecho de que la sentencia se ejecute sin ninguna otra interferencia de
nadie. No deseo que se celebre otro juicio y no deseo que se modifique la sentencia de
ninguna manera.

Si se me da otro juicio o si la sentencia de muerte se conmuta por cadena perpetua, ya sea en


una penitenciaría o en un manicomio, será en contra de mi voluntad.

Ahora llego a la razó n por la que he escrito esta carta.

He sido informado de que su organizació n, o en todo caso algunos de sus miembros, han
hecho o está n haciendo un intento de cambiar mi sentencia a cadena perpetua en
confinamiento solitario en una prisió n o en un manicomio.
Esto lo está n haciendo sin mi consentimiento y absolutamente en contra de mi voluntad.

Nunca le concederé voluntariamente mi permiso para que me haga esto.

Para su informació n y orientació n, voy a informarle de algunos hechos que creo que
desconoce en este momento.

May 24, 1930

Creo que sus razones para intentar anular la sentencia de muerte en mi caso son que piensa
que esta pena no es una forma humana de justicia. Es sincero en su creencia de que es una
forma de castigo bá rbara e inhumana.

Otra de sus razones es que se empeñ an en creer que estoy loco y que, por lo tanto, no soy
responsable de mis actos.

Ahora, voy a intentar demostrarle que esta sentencia de muerte es absolutamente justa y
también que se llevará a cabo de una manera muy humana y también trataré de convencerle
de que estoy en plena posesió n de mis facultades y que estoy ahora y siempre he estado
perfectamente cuerdo y, por lo tanto, soy plenamente responsable de todo lo que he hecho.

En primer lugar, trataré de convencerte de que estoy bastante cuerdo en este momento. Creo
que cualquier persona sobria y cuerda que no sea ciega y que sea capaz de leer y comprender
el idioma inglés tal como lo estoy escribiendo aquí, debería convencerse sin tanto, soy
responsa má s argumentos de que estoy perfectamente cuerdo en todos los sentidos y que, por
lo soy responsable por mis actos.
217
En este momento tengo 38 añ os, soy un hombre grande y poderoso, fuerte de cuerpo y mente.
Mi estado físico no es bueno, como lo fue en su día, pero mis facultades mentales no está n
mermadas en absoluto. Nunca he consumido drogas de ningú n tipo en ningú n momento. Soy y
siempre he sido un bebedor muy moderado de licor. Prá cticamente un abstemio total. Nunca
he padecido ninguna enfermedad de ningú n tipo que pudiera debilitar mi intelecto. Nunca he
sido adicto a ningú n há bito de excesos sexuales de ningú n tipo sobre los que no tuviera un
completo control sobre mí mismo.

Que yo sepa, ninguno de mis parientes o antepasados ha estado nunca en ningú n tipo de
institució n para deficientes mentales.

Yo, por mi parte, he sido examinado en numerosas ocasiones por varios médicos debidamente
cualificados, capaces e imparciales en cuanto a mi cordura, y hasta donde yo sé, nunca he sido
declarado demente o incapaz o irresponsable por mis actos.

Nunca he pasado un solo día de mi vida en ninguna institució n para dementes.

Pero he pasado 22 añ os de mi vida en varias instituciones penales.

Empecé a cumplir condena a los 11 añ os y desde entonces no he hecho prá cticamente nada
má s. El tiempo que no he estado en la cá rcel lo he pasado saliendo o entrando de nuevo.

Durante este tiempo he estado en todos los tipos de instituciones penales que hay en este país
y en algunas de otros países.

Por lo tanto, me considero bastante bien cualificado para saber cuá les son las condiciones de
los presos, de las cá rceles, de la policía, de los tribunales, de los guardias de prisiones, de los
funcionarios de prisiones y las condiciones existentes en las instituciones penales hoy, aquí y
ahora.

Conociendo los hechos reales como los conozco por experiencia prá ctica, y sabiendo también
que só lo hay una posibilidad entre mil de que consiga mi libertad y sabiendo también que yo,
como todos los demá s hombres, debo morir algú n día, he hecho mi elecció n deliberada e
intencionadamente.

Elijo morir aquí y ahora siendo colgado por el cuello hasta morir.

Prefiero morir de esa manera, y si tengo un alma y si esa alma debe arder en el infierno
durante un milló n de añ os, todavía prefiero eso a una muerte persistente y agonizante en
algú n calabozo de la prisió n o en una celda acolchada en un manicomio.

Ahora, quiero saber, si esto no es una buena ló gica y razó n, entonces ¿qué demonios es?

Ahora bien, les daré mi segunda razó n por la cual esta sentencia debe ser llevada a cabo. No
creo que ser colgado por el cuello hasta morir sea un castigo bá rbaro o inhumano. Lo veo
como un verdadero placer y un gran alivio para mí. No me siento mal o infeliz por ello de
ninguna manera. Todos los días desde que recibí esa sentencia me he sentido bastante bien.
Ahora mismo me siento bien y creo que cuando llegue mi ú ltima hora saldré bailando de mi
calabozo hacia el cadalso con una sonrisa en la cara y felicidad en el corazó n.

Otra razó n por la que creo que esta sentencia debe ser ejecutada es porque creo que es
justicia y soy muy sincero cuando digo que esta es la primera y ú nica vez en toda mi vida de
lucha con la ley que he obtenido justicia de la ley.

Ahora, ustedes que no me conocen ni conocen mis deseos, deciden sin consultarme de
ninguna manera; empiezan a tratar de revocar la sentencia de un tribunal legalmente
constituido y la sentencia que se dictó sobre mí.

Otra cosa que le voy a decir antes de terminar esta carta y es la siguiente;. el ú nico
agradecimiento que usted o los suyos recibirá n de mí por sus esfuerzos en mi favor es que
desearía que todos ustedes tuvieran un solo cuello y que yo tuviera mis manos en él, seguro
que los sacaría de su miseria, igual que he hecho con muchas otras personas.

No tengo ningú n deseo de reformarme. Mi ú nico deseo es reformar a la gente que intenta
reformarme a mí. Y creo que la ú nica manera de reformar a la gente es matá ndola.

Mi lema es: "Robarlos a todos, violarlos a todos y matarlos a todos".

Le saluda atentamente

Firmado

Copper John II

Carl Panzram

No. 31614, Box 7

Leavenworth,

Kansas

218
219
May 30, 1930

Carta de Carl Panzram al Presidente Herbert Hoover. (Nunca enviada.) c/o Attorney General Mitchell,

Washington, D.C.

Le escribo esta carta para notificarle que he sido juzgado en el Tribunal de los Estados Unidos por el delito
de asesinato en primer grado; he sido declarado culpable y condenado a ser colgado por el cuello hasta
que muera.

Por la presente le notifico que estoy perfectamente satisfecho con mi juicio y la sentencia. No quiero otro
juicio.

Tampoco quiero que se modifique la sentencia de ninguna manera.

La única manera de cambiar esta sentencia es por la acción directa del Presidente de los Estados Unidos.
Creo que estoy dentro de mis derechos constitucionales cuando me niego a aceptar un indulto o una
conmutación de la pena de muerte por una sentencia de cadena perpetua, ya sea en una prisión o en un
manicomio.

Me niego rotundamente a aceptar el indulto o la conmutación en caso de que se me ofrezca uno u otro.

Firmado

Carl Panzram

220
221
June 5th, 1930

Carta de Carl Panzram a Henry Lesser.

Adjunto a esta carta le envío varias cartas y artículos que he escrito desde mi juicio del 15 y 16
de abril. Puedes hacer lo que quieras con todos ellos. Dentro de los documentos legales, las
anotaciones del diario y la copia certificada de mi acusación, encontrará los nombres y las
direcciones de casi todos los hombres que tuvieron algo que ver con mi juicio. Entre ellos
encontrará los nombres de los médicos que fueron nombrados y se sentaron como una comisión
para investigar mi cordura y que me declararon demente, o insano, como verá. Según el
Secretario de los Tribunales de los Estados Unidos, copia certificada de las anotaciones del
diario. Creo que este veredicto fue injusto y también creo que si usted les enviara a cada uno de
ellos, o a todos ellos, una copia del libro de la historia de mi vida, que escribí y les di a ustedes,
estarían bastante convencidos de que su veredicto de locura contra mí era y es insano y no mi
mente la que es insana.

Para cuando usted o ellos reciban esta carta yo estaré muy muy muerto, así que a mí no me
servirá de nada, pero puede que a otra persona sí.

(Firmado)

Carl Panzram, 31614

P.D. Las otras dos cartas, una al presidente de los EE.UU. y la otra a la Sociedad para la
Abolición del Castigo en el Capitolio, las escribí pero no las envié por correo, porque después de
escribirlas me di cuenta de que no era necesario enviarlas por correo a quienes las escribí, así
que se las envío para que hagan lo que quieran. Probablemente los tiren a su cesto de basura,
pero de todos modos, les ayudarán a hacerse una idea de mi estado de ánimo y de mis razones..

C.P.

222

5 de junio de 1930

Carta de Carl Panzram a Henry Lesser.

Estoy escribiendo esta carta hoy, 5 de junio, pero no espero que te la envíen hasta el 6 de
septiembre de 1939, porque ese día estaré muerto y enterrado.

Hay muchas cosas que me gustaría decirte o escribirte, pero como no sé si recibirá s o no esta
carta, la acorto un poco.

En primer lugar, quiero decirte que, hasta ahora, he estado recibiendo las lecturas a las que
tuviste la bondad de suscribirte para mí, entre las que se incluyen

El Saturday Evening Post

The Christian Science Monitor

The Forum

Time

The Pathfinder

Y también el American Mercury, recién recibido.

También quiero decirle que he disfrutado leyéndolos todos. No hay nada que pueda hacer por
usted para devolverle los muchos favores que me ha hecho, salvo agradecerle y desearle
buena suerte. Me gustaría poder decirle sinceramente que se lo agradezco, pero no puedo
hacerlo, sencillamente porque ya no existe la gratitud en mí.

Lo hubo en un tiempo, pero ese tiempo ya pasó . La gratitud es una de las muchas cosas que
han sido expulsadas de mí. Puedo desearte, y de hecho lo hago, buena suerte, toda la que te
mereces, y soy de la opinió n de que eres uno de los pocos hombres que he conocido que
realmente merecen buena suerte en este mundo. Te mereces lo que yo he echado de menos en
la vida: felicidad, paz y satisfacció n.
En cuanto a mí, pronto estaré en paz. Nunca he tenido la suerte de encontrarla en vida, así que
espero encontrarla en la muerte. Así lo espero y lo creo.

A algunas personas les parecerá que mi muerte llegará de forma horrible, pero a mí me
parece una forma muy fá cil de morir. La espero como un placer y un alivio.

Es una muerte mucho má s fá cil que la que he dado a algunas de las personas que he matado.
No podría y no pido una forma má s fá cil de morir.

Esta será probablemente la ú ltima vez que escriba a alguien, porque en só lo 90 días má s me
colgará n del cuello hasta que muera. Pero me siento bien y cada día me siento mejor a medida
que el tiempo se acorta.

Tengo la intenció n de dejar este mundo tal y como lo he vivido. Espero ser un rebelde hasta
mi ú ltimo momento en la tierra.

Con mi ú ltimo aliento pretendo maldecir al mundo y a toda la humanidad. Pretendo escupir
en los ojos del alcaide o de quien me ponga la soga al cuello cuando esté en el patíbulo.
Siempre he querido escupir en los ojos de un policía y también de un predicador o sacerdote.
Ese será todo el agradecimiento que recibirá n de mí. No sé qué es lo que má s desprecio y
detesto, si a un poli o a un cura. Supongo que el salvador de almas se lleva la palma. Só lo he
conocido a un cura al que he sentido que podía respetar, pero he conocido a bastantes policías
a los que podía, hacía y sigue haciendo respetar. Usted es uno de ellos. Nunca me ha gustado
ninguno de ellos, pero los he respetado, cuando se lo han merecido - y algunos lo hacen - no
muchos, pero algunos de todos modos.

June 20, 1930

Letter from Carl Panzram to Henry Lesser.

La otra mitad de esta carta la escribí hace 20 días. Desde entonces las condiciones aquí han
cambiado un poco. No mucho, pero lo suficiente para que me suicide esta noche en lugar de
esperar hasta el 5 de septiembre para ser colgado legalmente.

Así que si tengo éxito en mi esfuerzo por suicidarme esta noche, seguro que ésta será la ú ltima
que diga o escriba en esta tierra.

La elecció n es mía y soy plenamente consciente de lo que estoy haciendo. I would like to have
it known just why I do this. I had no choice about coming into this world and nearly all of my
38 añ os en ella han tenido muy poco que decir y hacer sobre có mo debo vivir mi vida. La
gente me ha llevado a hacer todo lo que he hecho. Ahora ha llegado el momento en que me
niego a que me lleven má s lejos.

Esta noche muero y mañ ana voy a una tumba má s lejos de la que ningú n hombre puede
llevarme Estoy seguro de que me alegro de dejar este mundo pésimo y la gente má s pésima de
este mundo; pero de toda la gente pésima de este mundo creo que soy el má s pésimo de

de todos ellos.

Hoy estoy sucio, pero mañ ana seré só lo sucio.


225
226
227
228
229
La siguiente es la única carta de Henry Lesser a Carl Panzram que ha sobrevivido. Panzram
devolvió la carta a Lesser con el escrito de Panzram en el reverso de la carta, incluyendo
instrucciones sobre la publicación y venta de su autobiografía.

Henry P. Lesser, guardia

c/o Penitenciaría de Atlanta, Atlanta, Georgia,


August 4th, 1930

Mr. Carl Panzram, #31614,

P.O. Box #7

Leavenworth, Kan.

Dear Carl:

Quiero agradecerle muy sinceramente las cartas que le pidió a Austin McCormick, subdirector
de la Oficina de Prisiones, que me entregara. É l me informó de su intento de suicidio. Creo que
tiene usted la impresió n de que el Sr. McCormick no recibió el material que usted le envió
hace algú n tiempo y que trataba de sus puntos de vista sobre el crimen y los criminales. Sé
con certeza que lo recibió y estoy seguro de que debió acusar recibo, aunque usted no lo haya
recibido.

Me pidió que enviara una copia de su autobiografía a los psiquiatras que le declararon insano
aunque consciente de la diferencia entre el bien y el mal, lo que le hizo legalmente
responsable de su acto.

Ya he enviado al Dr. Carl Menninger, al que ya has conocido, una copia de tu historia. Usted
dice que le gustaría escribirme sobre ciertas cosas. Si todavía le interesa, estaré encantado de
que me escriba. No veo ninguna razó n por la que sus cartas no me lleguen, aunque me las
envíe directamente a mí. Parece que la historia de tu vida se publicará en breve tal y como fue
escrita, para que la sociedad conozca tu versió n. Te lo digo porque siempre parecías ansioso
de que se explicara tu versió n de las cosas.

Si, como me has escrito en numerosas ocasiones, está s deseando que yo reciba las
recompensas econó micas, si las hay, como resultado de la publicació n de la obra, me gustaría
que lo volvieras a manifestar en tu pró xima carta. Quiero que sepa que haré cualquier
disposició n del dinero que me interese. Su carta a la Sociedad para la Abolició n del Castigo en
el Capitolio era como usted pensaba, muy ló gica. No veo có mo podrían tener otro punto de
vista. Ahora cerraré esta carta con la esperanza de tener noticias suyas en breve. Si hay algo
que pueda hacer, no dude en notificá rmelo. Quiero agradecerle mucho sus amables
expresiones de buena voluntad y su confianza en mis deseos en el pasado de hacer todo lo
posible por usted. Con mis má s cordiales saludos personales, quedo,

Afectuosamente, Henry P. Lesser


232
Esto fue escrito en el reverso de la carta de Lesser del 4 de agosto de 1930 a Panzram: H.P.
Lesser-Screw

c/o Penitenciaría de Atlanta

Atlanta

Ga.

He leído esta carta y en respuesta escribo que no hay nada más que pueda hacer por mí.
También que en cuanto a cualquier (palabras ilegibles) financiero de la publicación y venta de
mi Autobiografía son para ir a usted para hacer lo que considere oportuno.

Firmado

Carl Panzram
234
235
236

EXECUTION DAY

237
El dormitorio de la Penitenciaría de Leavenworth, donde Charles S. Wharton y otros convictos
presenciaron el ahorcamiento de Panzram.

LA CASA DEL ODIO SUSURRANDO - Capítulo 21, pp. 228-230

EL AHORCAMIENTO DE PANZARAN

3 DE SEPTIEMBRE. Esta mañ ana, muy temprano, un camió n llegó a la puerta cargado de
madera. No tuvo que esperar, se le esperaba; la oficialidad lo admitió de inmediato. El alcaide,
los ayudantes, el capellá n y los guardias corrían de un lado a otro, empeñ ados en misteriosas
diligencias. Hubo consultas susurradas, llamadas telefó nicas, ceñ os fruncidos y excitació n
reprimida.

Pero lo sabíamos. Antes de que el camió n entrara por la puerta, la cadena de la prisió n había
telegrafiado el mensaje: "Aquí viene la horca para Panzaran". Los guardias se apresuraron a
llevar las vigas al pequeñ o patio amurallado detrá s de Solitario, el mismo patio donde
Panzaran ha tenido su breve hora de paseo de un lado a otro estos ú ltimos meses.

Lo sabíamos. Vimos a los carpinteros llegar desde el exterior para encajar esas vigas.

Es de noche mientras escribo, y ya se ha completado la horca. Se eleva a quince metro de


donde estoy sentada; puedo verla a través de una ventana -la plataforma, las escaleras y los
travesañ os- y es muy visible en la penumbra.
4 de septiembre. La autoridad tuvo un tiempo infeliz hoy. Pintó las ventanas de nuestra sala
de libertad condicional con Bon Ami para que no viéramos el espectá culo. La autoridad estaba
nerviosa; má s nerviosa que Panzaran que, segú n oí, estaba sentado leyendo en su celda,
indiferente al sonido del martillo y la sierra.

Pero la autoridad no tenía por qué preocuparse. Su poder era mayor de lo que sabía, pues es
lo suficientemente fuerte como para matar todo lo que hay en el pecho de los hombres,
excepto el egoísmo y la crueldad.

Los convictos se han mostrado apá ticos ante lo que está sucediendo. Pocos de ellos no tirarían
con gusto de la gota que colma el vaso para enviar a Panzaran a la tumba si con ello pudieran
obtener mejor comida durante treinta días o añ adir tres días de buen tiempo para acortar sus
propias condiciones de encarcelamiento. Por lo que puedo juzgar, el destino de Panzaran
inspira mucha menos compasió n que las sucias bromas en las celdas y salas de libertad
condicional.

5 de septiembre. Hoy, a las seis de la tarde, sucedió . Ayer, guardias y funcionarios se


reunieron en torno a la puerta del pabelló n de aislamiento donde Panzaran estaba
encadenado en su celda. Me dijeron que eran un grupo preocupado, con rostros solemnes y
aprensivos.

Se tomaron infinidad de precauciones para evitar que ningú n preso presenciara el final del
asesino. Anoche, en Libertad Condicional Uno, sacaron los catres del lado de los dormitorios
que da al patio y los colocaron en fila por el pasillo interior, de modo que veinte hombres
durmieron uno al lado del otro después de cerrar las puertas.

Pero se olvidaron de una ventana. No daba directamente al patio, pero permitía una vista
oblicua. A través de ella podíamos ver la horca y el comienzo de la espantosa marcha de la
muerte.

Cuando salió por la puerta trasera lo vimos, doscientos kilos de carne que só lo poseían una
virtud: el valor bruto. Era menos digno de compasió n que los funcionarios de rostro
ceniciento que se encogían ante la tarea que tenían entre manos, aterrorizados por la
posibilidad de que algunos convictos lanzaran gritos de protesta.

El hombre mismo no se acobardó . Me han dicho que anoche comió cada bocado del banquete
de sacrificio preparado para un condenado. Después de todo, ¿por qué no habría de hacerlo?

Sería arrojado a la eternidad odiando, como odiando había vivido. Sus manos estaban rojas
con la sangre de una veintena de víctimas; nunca había mostrado piedad, nunca la había
pedido.

No vaciló en su paso mientras salía por la puerta hacia el patio abierto. Entonces, de repente,
gritó "¡BOO!" y se dio la vuelta para disfrutar del miedo que inspiraba, con una sonrisa
espantosa que se extendía por su cara mientras todos empezaban a 239
El patio detrás del solitario donde se construyó la horca para la ejecución de Panzram.

alarmado por el sonido. Al parecer, esto no fue suficiente para satisfacer al bruto que había en
él, ya que, al desaparecer de nuestra vista, le vi girar de nuevo y escupir de lleno en la cara del
capitá n de la guardia.

Así terminó Panzaran. Así quedó expiado el asesinato de Warnicke.

Para mi sorpresa, sin embargo, poco se dijo después de que Panzaran se convirtiera en un
cadá ver con el cuello roto, pues tan pronto como salió de la escena de la prisió n, ninguno de
los hombres se interesó má s por su crimen, su castigo o las repugnantes historias que se
contaban sobre sus há bitos morales.

Una hora después de haber sido ahorcado esa mañ ana, encontré a mis compañ eros de prisió n
murmurando siniestramente sobre la comida que probablemente iban a tomar en el comedor
temprano y sobre las viles comidas que nos habían servido sin descanso durante toda la
semana anterior. La tragedia de Panzaran se había vuelto tan remota como las guerras
pú nicas.

Cuando aquella noche salí del comedor, esperaba que los hombres que me rodeaban no
hablaran de otra cosa que de la ejecució n; en cambio, el que estaba a mi lado refunfuñ ó
ferozmente: "¡Chuletas de ternera! ¡De dó nde sacan su maldito valor! Yo lo llamo granizado de
cerdo". 241
EXCERPT FROM:

TOM WHITE

The Life of a Lawman

By

Verdon Adams

Texas Western Press

The University of Texas at El Paso

1972

242

TOM WHITE: THE LIFE OF A LAWMAN pp 101-105

Y luego estaba Carl Panzran. Este hombre, al que Tom describe como el ser humano má s
despiadado que ha conocido, tuvo la dudosa distinció n de ser la primera persona ejecutada en
una prisió n federal de Estados Unidos.

Al escuchar a Tom White recordar a los criminales que ha conocido y con los que ha trabajado
durante má s de cincuenta añ os de trabajo policial, está cada vez má s convencido de que no
son muy diferentes del resto de la humanidad. Parecen tener la misma mezcla de "buenos" y
"malos" que el resto de la gente. Puede que haya un poco má s de maldad en ellos, como se
suele definir el término, o puede que simplemente no hayan tenido tanta suerte como algunos
de nosotros. Afortunadamente, la mayoría de los que está n encerrados se lo merecen, segú n
nuestras leyes, pero sería un imprudente quien dijera que no hay muchos en el exterior que
no se lo merecen tanto o má s. Ciertamente, no hay características distintivas propias de la
constitució n física del delincuente. Los hay de todos los tamañ os, formas y colores. De hecho,
la capacidad de mantener la apariencia y el comportamiento de un ciudadano honesto y
respetuoso con la ley es el primer requisito para tener éxito en muchos campos del crimen.

Pero Panzran era diferente. Tom recuerda muy bien el día en que lo trajeron a la Gran L. Al
verlo a través de su puerta abierta mientras se procesaba al recién llegado, sintió que estaba
ante el arquetipo de lo que la gente se refiere cuando habla de un asesino "típico", aunque no
exista tal cosa. Se trataba de un hombre que personificaba, por su aspecto y sus modales, las
cualidades de la vileza y la crueldad. Tom preguntó por él y se enteró de que se creía que el
nuevo preso había matado a varias personas, y que finalmente había sido condenado por
asesinato premeditado. Entre sus víctimas había una mujer a la que no só lo había matado a
golpes, sino que la había convertido en una pulpa irreconocible. Má s tarde, mientras cumplía
su condena en Leavenworth, mató a un empleado de la prisió n. Por razones que só lo él conoce
(si es que las conocía), cogió un trozo de tubo de hierro y rompió el crá neo del capataz de la
lavandería mientras éste se inclinaba sobre una bañ era para inspeccionar el trabajo. Por este
asesinato fue condenado a la horca.

La ley exigía que Panzran fuera ejecutado por el Gobierno Federal, ya que el asesinato por el
que fue condenado fue cometido en una prisió n federal. Se construyó un andamio en los
terrenos de la penitenciaría y el U.S. Marshal se puso de acuerdo con una empresa de Kansas
City para llevar a cabo la ejecució n. Como un aspecto secundario de este asunto, Tom recibió
instrucciones para cortar el extremo de la cuerda, incluyendo el lazo, después de que hubiera
cumplido su propó sito, y enviarlo a Washington. Así lo hizo y, en un viaje posterior a la
capital, vio este recuerdo expuesto en el edificio de su cuartel general como un tétrico
recuerdo del suceso.

La historia oficial de la Penitenciaría de Leavenworth ofrece el siguiente relato del ú ltimo


asesinato de Panzran y de su propia ejecució n: Fue poco después de esto (el motín del 1 de
agosto ya relatado) que una de las historias criminales má s extrañ as de todos los tiempos vio
su final en el cadalso detrá s del edificio de la lavandería. Fue el caso de Carl Panzran.

Los añ os treinta fueron un periodo en el que los criminales y la actividad delictiva


probablemente recibieron má s atenció n que en ningú n otro momento de la historia del país.
Leavenworth tuvo su cuota de publicidad -no deseada-.

En la noche del 19 de junio de 1929, la ú ltima brisa primaveral fluyó suavemente a través de
las ventanas abiertas de la celda "D

y se movía suavemente sobre el cuerpo dormido de la celda 130. En la penumbra de la noche


de la prisió n, el prisionero se giró en su sueñ o, murmuró y se volvió a girar. La brisa fluyó
hacia otra ventana abierta. Fluyó con la misma suavidad y caricia sobre la forma de otro
hombre que dormía en la ciudad de Leavenworth, pero éste dormía profundamente y no daba
vueltas en la cama. No estaba planeando el asesinato.

A las seis de la mañ ana del 20 de junio, estos dos hombres se levantaron y se prepararon para
el día. El preso nú mero 31614, que para variar cumplía condena con su nombre legal de Carl
Panzran, salió de su celda y se unió a la fila azul que marchaba en silencio hacia el comedor
para desayunar. Después de comer, volvió a dar los ú ltimos retoques a su celda y esperó tenso
a que sonara la campana de trabajo.

En la ciudad, R. G. Warnke, capataz de la lavandería de la Penitenciaría de los Estados Unidos,


también se sentó a desayunar. Comió tranquilamente y luego subió a su coche para el corto
trayecto hasta la prisió n. Al llegar a la puerta principal, recogió las llaves y se dirigió a su lugar
de trabajo. Eran alrededor de las 7:30 cuando entró en la sala principal de la lavandería y
retomó sus tareas diarias.
Panzran también llegó al trabajo a las 7:30, pero estaba má s interesado en encontrar la barra
de un metro que había visto en la tienda poco antes. Tras localizarla y ponerla al alcance de la
mano, esperó su momento y aguardó su momento. Nadie sabe lo que pasó por su mente
durante los siguientes veinte minutos, pero posiblemente estaba pensando en las muchas
condenas que había cumplido en la cá rcel, y rumiando el trato que había recibido.
Posiblemente estaba pensando en el momento en que, só lo dos meses antes, había intentado
blanquear tres de sus pañ uelos en la bañ era de blanqueo. El capataz Warnke le había pillado y
le había dicho que no podía utilizar la lejía para sus cosas personales. Panzran se había
indignado y había pedido un cambio de trabajo, que le fue denegado. Sea como sea, vio su
oportunidad a las 7:49.

El capataz Warnke había hecho una ronda por la lavandería y se había detenido a revisar
algunas prendas en la enjuagadora.

Se inclinó para sacar algunas de ellas, y Panzran agarró su barra de hierro y dio un paso hacia
él. Levantando la barra por encima de su cabeza, Panzran midió la posició n de la cabeza de
Warnke y la hizo caer con toda su fuerza. Inconsciente, Warnke cayó sobre el bulto de ropa
que había estado inspeccionando, y Panzran volvió a golpearlo.

A poca distancia, un preso llamado Kelly agarró a otro preso y le dijo: "Dios mío, mira ahí".

Panzran lo oyó y se dirigió hacia los dos hombres, blandiendo su garrote de hierro. Los
prisioneros huyeron ante él y el asesino volvió junto al capataz caído. "Aquí hay otro", gritó ,
haciendo caer la barra por tercera vez.

Seguro de que el hombre estaba muerto, Panzran corrió entonces hacia la oficina del
subdirector, con la intenció n de matarlo también. Prisioneros y guardias huyeron ante él
mientras entraba y salía del edificio que albergaba el despacho del subdirector. Uno de los
guardias trató de atraerlo a un lugar abierto donde el guardia de la torre pudiera dispararle,
pero el astuto Panzran se escondió detrá s de unos vagones y se dirigió hacia la lavandería.

Para entonces, el cuerpo de guardia estaba alertado y había empezado a reunir a los hombres
en sus celdas para que fuera seguro llevar las armas al interior de los muros. Panzran se dio
cuenta de que só lo disponía de unos instantes y, tras un ú ltimo e inú til intento de atrapar a un
prisionero, se acercó al guardia Holtgrave y le arrojó el arma homicida. "Supongo que esto es
todo lo que puedo conseguir" le dijo al guardia: "Puede hacer lo que quiera conmigo".
Holtgrave lo llevó inmediatamente al edificio de segregació n, donde el guardia Edmonds lo
metió en una celda y lo encerró con seguridad.
En su juicio por el asesinato, Panzran se mostró desafiante y se jactó de haber matado a
veintidó s personas en su vida.

Cuando se le preguntó si tenía algo que decir antes de que se dictara la sentencia, dijo al juez:
"Ojalá toda la humanidad tuviera un solo cuello para poder estrangularla".

Fue sentenciado a ser colgado en la Penitenciaria de los Estados Unidos, teniendo así la
iró nica distinció n de ser el primer hombre colgado en la prisió n y el primer colgado
legalmente (sic) en el Estado de Kansas desde 1888.

En la mañ ana del 5 de septiembre de 1930, vestido con un pulcro traje azul, subió al cadalso
que se había construido en Kansas City y que se levantó detrá s del edificio de segregació n.
Parecía no tener miedo y, aparte de soltar un abucheo y escupir a los guardias que rodeaban
el patíbulo, no dijo ninguna palabra. Dos minutos después de subir a la horca, su cuerpo inerte
se balanceaba de la cuerda del verdugo.

Como uno de los protagonistas de este horrible drama, el alcaide White puede añ adir algunos
detalles al relato oficial y corregirlo en un pequeñ o aspecto. Nos dice que, cuando se acercaba
la hora de la ejecució n de Panzran, preguntó al condenado si había algo que pudiera hacer por
él. Só lo le hizo una petició n concreta. No quería que ninguno de esos malditos capellanes
estuviera presente en su ahorcamiento. No era de su incumbencia, no le servían de nada y
quería que se mantuvieran alejados. Tom no dijo ni que sí ni que no y, sin hacer especial
hincapié en ello, optó por ignorar esta petició n. Cuando llegó el momento de llevar a cabo la
ejecució n, tuvo a mano tanto a los capellanes protestantes como a los cató licos. Minutos antes
de la hora fijada para hacer saltar la trampa, los guardias informaron de que Panzran se
negaba a salir de su celda. Le preguntaron si debían utilizar la fuerza. Tom contestó que se
encargaría él mismo (¡incluso como habría hecho su padre!), y se dirigió a la celda del
condenado. Le dijo que había llegado su hora y que tendría que presentarse. El preso, con su
habitual lenguaje profano, se negó . Tom le dijo entonces: "Esta es tu fiesta y tienes que estar
allí. Tienes dos opciones. Puedes salir como un hombre o puedes dejar que te lleve a mi
manera". Panzran dijo entonces: "Te dije que no quería a esos malditos capellanes ahí fuera.
Iré tan pronto como los saques de ahí". Cuando quedó claro que hablaba en serio y que no
quería en absoluto la presencia de los clérigos, Tom les mandó decir que se fueran. Cuando se
fueron, el prisionero acompañ ó a Tom al cadalso sin má s protestas.

Cualquiera que hubiera esperado una señ al de arrepentimiento de ú ltima hora de este
hombre estaba condenado a la decepció n. Mientras estaba de pie en la plataforma, esperando
que le ajustaran la capucha y el lazo, miró fijamente al médico y a los demá s funcionarios y
testigos y murmuró : "Muy bien, hijos de puta, habéis venido a ver un espectá culo y ahora lo
vais a ver. Me dicen que cuando baje y llegue al final de esta cuerda me voy a cagar en los
pantalones. Ojalá pudiera quitá rmelos para cagarme encima de vosotros, sucios bastardos".
Esas fueron las ú ltimas palabras del hombre conocido como el convicto nú mero 31614.

EXTRACT FROM ROBERT STROUD’S PRISON MANUSCRIPT

PART III LOOKING OUTWARD

CHAPTER XIX pp 455, 458-461

El ahorcamiento

Si la memoria del escritor no le falla, Panzeran fue ahorcado poco después de las seis de la
mañ ana del 22 de agosto de 1930. Se le rompió el cuello y se le declaró muerto y degollado
dieciséis minutos después de pasar por la trampa.

Naturalmente, ningú n convicto estuvo presente para presenciar la ejecució n, que se llevó a
cabo en el pequeñ o patio cerrado detrá s del edificio de Aislamiento, donde los hombres de
Aislamiento se ejercitaban y jugaban al balonmano, pero ocho añ os má s tarde el escritor tuvo
un asiento de primera fila en el ahorcamiento de Applegate y Seuy (?) en el mismo pequeñ o
patio. Su autoridad para lo que ocurrió en el caso Panzeran es Dale Ballard, que asistió al
ahorcado.

Durante toda la noche de aquel día, Panzeran se paseó por el suelo de su celda, cantando una
pequeñ a canció n pornográ fica que él mismo había compuesto. No era una gran canció n, ni
desde el punto de vista de la melodía ni de la letra, pero sin duda expresaba en términos no
demasiado amables el anhelo má s profundo de su corazó n. El tema principal era:

"¡Oh, có mo amo mi ojo de buey!"

Poco antes de las seis de la mañ ana se abrió la puerta principal del edificio de aislamiento y
unas doscientas personas: Perió dicos, testigos oficiales, funcionarios y meros curiosos
morbosos que habían podido conseguir pases, se agolparon en el pasillo de Aislamiento y se
agruparon frente a la celda de Panzeran, brillantemente iluminada, como una multitud de
espectadores curiosos en el zooló gico. (Nota: Esto, o algú n suceso similar, hizo que un
convicto escribiera un poema bastante sarcá stico titulado. El zooló gico de Leavenworth, cuya
primera línea decía: "¿Has estado alguna vez en el zoo de Leavenworth que dirige el Tío
Sam?". Es una lá stima que la mayoría de los versos sean inimprimibles y que una versió n
expurgada perdería demasiado del sabor original).

Panzeran llamó a White a su puerta:

"¿Hay algú n c___s___ de la Biblia aquí?"


"¡Capellá n tal y cual!"

"¡Aquí mismo, alcaide! Este es el reverendo fulano, al que he traído, ya que nunca ha
presenciado una ejecució n y está muy ansioso por ver una."

"¡Saquen a la c___ s___! ¡No quiero a ningú n hipó crita apoyado por la Biblia en mi funeral! No
me importa que me ahorquen, pero no quiero a ningú n predicador en mi ahorcamiento.
Há ganlos salir, y yo saldré por mis propios medios. No será necesario que nadie me ponga la
mano encima. No quiero causar ningú n problema, ya que estoy tan ansioso por acabar con
esto como tú , pero si no echas a esos bíblicos, te va a costar mucho sacarme de esta celda, y
vas a tener que luchar en cada paso del camino. No puedo ganar, pero tampoco tengo nada
que perder. Cada hombre al que le ponga las manos encima irá a un hospital".

"Oigan lo que dice", dijo White, dirigiéndose a los ministros. "¡Tendrá n que irse!"

"¡Oh, Alcaide!" protestó el Capellá n. "Estamos tan ansiosos por verlo. El reverendo tal y tal
vino desde ____ por invitació n mía". El capellá n nombró un pequeñ o pueblo en el oeste de
Kansas.

"Eso no tiene nada que ver. Este hombre va a morir, pero todavía tiene el derecho legal de
prohibir que cualquier persona personalmente odiosa para él presencie su ejecució n, es decir,
cualquiera que no sea absolutamente esencial para la funció n.

Estoy aquí no porque quiera, sino porque es parte de mi deber ver que todo se haga de la
manera adecuada. Si él afirmara que mi presencia le resultaría odiosa, estaría moral y
legalmente obligado a delegar 245

mi autoridad en otra persona y cumplir con su petició n. El guardia los dejará salir".

En cuanto los predicadores salieron del edificio, Panzeran dijo:

"¡Muy bien! ¡Pongá monos en marcha! ¿Qué demonios estamos demorando?"


Ballard, con las pesadas correas colgando sobre su brazo izquierdo, metió la llave en la
cerradura y le dio la vuelta.

"Puedes olvidarte de las correas hasta que lleguemos a la horca. Te dije que no causaría
ningú n problema".

"Muy bien", dijo White.

Cuando Panzeran salió por la puerta, Ballard se abrazó a él por un lado y al verdugo por el
otro. Ambos eran hombres que medían má s de dos metros y medio.

"¡Vamos!", dijo Panzeran, dirigiendo la procesió n por el pasillo, casi arrastrando a sus
ayudantes de piernas má s largas, como un toro con correa.

Subió el escaló n de la horca de dos en dos y ocupó su lugar en la trampa sin dudar un instante.

Justo antes de que le pusieran la capucha negra sobre la cabeza, el verdugo le preguntó si
tenía algo que decir.

"¡Sí! Hazlo rá pido, hoosierfield c___ s___" y Panzeran escupió en la cara del verdugo.

Así pues, puede que Carl Panzern sí quisiera morir, después de todo; puede que ése haya sido
su propó sito todo el tiempo, pero el escritor, que se ha enfrentado al mismo problema, no
podía pensar así. Un hecho no menor para forzarlo a su conclusió n fue el tono de la voz de
Carl mientras caminaba por el piso y cantaba su cancioncita, una y otra vez, durante toda la
noche. Como ven, el que escribe ha caminado por el suelo y ha cantado también.

En cualquier caso, muchos convictos lamentaron, lamentaron que Freddy llegara tarde a su
oficina esa mañ ana en particular.
247
248
249
250
Entrance to the Leavenworth USP

Prisoner Cemetery.

Panzram’s grave at Leavenworth USP.


The name plate on the top of the grave-

stone is missing. Only a blank stone

remains.

LEAVENWORTH PRISON CEMETERY


253

The hood, eye band, and noose used in Panzram’s execution on display at the J.M. Davis Arms &
Historical Museum.

254
255
256
Restraints possibly worn by Carl Panzram during his execution. (J.M. Davis Arms Museum) 257
258
259
262
263
264
265
266
Panzram’s last will and testament has never been located.

267
268

AFTERWORD

Sobre Henry Lesser y Carl Panzram

La mayoría se incorpora a la profesió n penitenciaria porque las oportunidades está n cerca de


casa, con buenos beneficios y una jubilació n en el sector pú blico. Yo no. La curiosidad fue mi
ú nica motivació n para dedicarme a esta fascinante profesió n. Viajé mucho para ejercerla y
llevo má s de cuatro décadas dedicá ndome a ella.

Era un inadaptado y me aburría en la escuela durante el octavo grado. En 1967 o 1968 saqué
de la biblioteca del instituto un ejemplar del libro de Thomas E. Gaddis, Birdman of Alcatraz,
publicado en 1955. Me cautivó .

También durante mi juventud, en los suburbios de San Luis durante la década de 1960, mis
padres estaban suscritos al St. Louis Post-Dispatch. Louis Post-Dispatch. Gran parte de las
noticias trataban sobre el crimen y yo desarrollé una curiosidad insaciable por saber qué
pasaba con los condenados a prisió n.
Tras graduarme en el instituto en 1972, me matriculé en la Universidad de Missouri en St.
Louis (UMSL) con aspiraciones a convertirme en contable pú blico. A las pocas semanas de
empezar mi primer curso de matemá ticas en la universidad, supe que ser contable no era una
carrera viable. Cambié mi especialidad por Administració n de Justicia y seguí mi fascinació n
por las prisiones.

Deseaba experimentar la vida universitaria tradicional (¡divertida!) y en el semestre de


primavera de 1974 me trasladé al campus principal de la Universidad de Missouri en
Columbia. Allí, con 19 y 20 añ os, hice unas prá cticas en el departamento de planificació n del
Departamento de Prisiones de Missouri (DOC) en Jefferson City. Después de trazar la
composició n racial de cada unidad de alojamiento de las prisiones recientemente integradas,
pregunté si podía obtener experiencia dentro de la Penitenciaría Estatal de Missouri (MSP).
La MSP era la prisió n má s antigua al oeste del río Mississippi y el final de la línea del DOC de
Missouri. Yo no lo sabía entonces, pero tres añ os antes la revista Time describió la MSP como
los "47 acres má s sangrientos de América". Mi inusual solicitud fue aprobada y, sin ningú n
tipo de formació n y con una mínima supervisió n, entré en el MSP los fines de semana y recibí
una educació n poco convencional sobre las realidades de la vida dentro de una penitenciaría
estatal de má xima seguridad.

También durante ese semestre de 1974, un sá bado de primavera por la mañ ana entré en una
tienda de cigarros en el centro de Columbia, Missouri. No recuerdo por qué entré, ya que no
fumaba, pero en su estantería de metal rojo giratorio estaba la edició n en rú stica de Killer: A
Journal of Murder, de Thomas E. Gaddis y James O. Long (la edició n en tapa dura se publicó en
1970). Mi fascinació n por las prisiones comenzó de niñ o y no dudé en comprarlo. Lo consulté
ampliamente en numerosas clases universitarias.

Tal y como se detallaba en el libro, a finales de la década de 1920, Henry Lesser era
funcionario de la cá rcel de Washington D.C. cuando el recluso Carl Panzram fue arrestado y
detenido por un delito de allanamiento de morada. El oficial Lesser intuyó que Panzram era
un detenido atípico. Días después de su encarcelamiento, los guardias de la cá rcel golpearon
brutalmente a Panzram por una infracció n de conducta. Eso indignó a Henry y le llevó a
comunicarse con Panzram. Posteriormente, Henry animó a Panzram a escribir su historia y
esa biografía escrita a lá piz constituyó la base del libro de Gaddis y Long de 1970.

Al final de ese divertido semestre de la primavera de 1974 regresé a San Luis y retomé los
estudios en la UMSL. Un añ o después, durante la primavera de 1975, visité la Oficina de
Colocació n de la UMSL en busca de un trabajo de almacén a tiempo parcial. La directora de
colocació n estaba grapando un anuncio de trabajo en un tabló n de anuncios de corcho para
unas prá cticas administrativas remuneradas en el gobierno del condado de San Luis. Nunca
había hablado con ella, pero me dijo que era una gran oportunidad. Presenté mi solicitud y me
invitaron a una entrevista, la primera. En la zona de recepció n también esperaba su entrevista
el mejor alumno de mi instituto del añ o anterior a mi graduació n.
269

Pensé que con una competencia de ese calibre no tendría ninguna posibilidad de ser
seleccionado para las prá cticas. Pero los dos entrevistadores quedaron fascinados por mi
inusual experiencia dentro de MSP. Me contrataron y al valedictorian no.

Durante el verano de 1975, realicé las prá cticas para el Comisionado del Departamento de
Servicios de Justicia del Condado de St. Hice investigaciones sobre los varios componentes de
la agencia que incluyen el Procesamiento de Prisioneros, la Cá rcel, el Departamento de
Libertad Condicional y la Institució n Correccional de Adultos. Conocí al coordinador de
formació n de la agencia y me recomendó que, si deseaba dedicarme a esta profesió n, debía
trabajar para el Departamento de Justicia de los Estados Unidos - Oficina de Prisiones (BOP).

Seguí su consejo. En abril de 1976, después de completar los requisitos del título de la UMSL,
me contrataron como funcionario de prisiones en la nueva Institució n Correccional Federal de
Butner, Carolina del Norte. No asistí a la ceremonia de graduació n de la UMSL, ya que el
lanzamiento de mi carrera era prioritario.
La BOP me contrató justo después de cumplir 22 añ os. Mi experiencia con el Departamento
Correccional de Missouri y el sistema de justicia del condado de St.

Louis y con el sistema judicial del condado de San Luis me sirvió de base só lida. Mi fascinació n
por la historia de las prisiones me permitió conectar en un plano sofisticado con los convictos
má s antiguos y mi naturaleza curiosa contribuyó a desarrollar una relació n con el personal
experimentado.

Desde el principio tuve grandes aspiraciones profesionales y tenía la habilidad de superar las
distracciones burocrá ticas mediante la resolució n creativa de problemas. Pero para avanzar
en el BOP durante esa época era necesario obtener un má ster.

A principios de 1978, renuncié a mi puesto en la BOP y conduje 2.500 millas hacia el oeste
para cursar un má ster en Administració n de Justicia Penal en la Universidad Estatal de San
Diego (SDSU). Fui a la escuela a tiempo completo (era la primera vez que asistía a la
universidad mientras no trabajaba) hasta septiembre de 1978, cuando el BOP me reincorporó
como oficial superior en el Centro Correccional Metropolitano del centro de San Diego.
Terminé mi licenciatura mientras giraba llaves, principalmente en el turno de medianoche a
8:00 a.m.

A finales de 1978 o principios de 1979, el profesor de justicia penal de la SDSU, G. Thomas


Gitchoff, se enteró de que Henry Lesser estaba viviendo en Los Á ngeles y lo invitamos al
campus. El 9 de mayo de 1979, Henry vino a la SDSU y habló con los estudiantes, el
profesorado, los profesionales de la justicia penal y la comunidad local. press.

HENRY LESSER AT SDSU


Henry Lesser with students at SDSU.

271

Henry Lesser, a sus 77 añ os, era un distinguido caballero bien vestido. Era de complexió n
delgada, tenía el pelo gris y llevaba gafas. Era modesto y no se sentía có modo con la atenció n
que recibía. Henry estaba en el punto de mira por sus acciones de medio siglo antes, cuando
fue má s allá de los límites normativos para los funcionarios de la cá rcel y trató con
humanidad a un preso vicioso.

Durante 40 añ os, desde 1930 hasta 1970, Henry llevó el manuscrito de Panzram y mantuvo
correspondencia con renombrados criminó logos y escritores con la singular misió n de
conseguir que se contara la historia. Tras la presentació n de la clase, los profesores Gitchoff,
Ron Boostrom y yo grabamos en vídeo una entrevista con Henry (era mi primera vez ante la
cá mara y se nota).

Henry era un espíritu afín. Al igual que él, tengo una curiosidad inusual y deseo de mejorar el
sistema penitenciario. En 1979, me encontraba recorriendo una cá rcel federal de forma
similar a lo que Henry hizo 50 añ os antes en la cá rcel de Washington D.C.

Henry hablaba con una gran autoridad sobre las tendencias criminoló gicas actuales. Los
demá s estudiantes y observadores estaban cautivados con el hombre reflexivo que medio
siglo antes desafiaba las normas brutales de otros funcionarios de prisiones y trataba a
Panzram con compasió n.

En el San Diego Union se publicó un artículo sobre la visita de Henry a la SDSU. Fue el primer
reconocimiento pú blico que recibió por su enorme contribució n a la criminología.
En septiembre de 1980, Henry regresó a la SDSU y donó el manuscrito original de Panzram al
Departamento de Colecciones Especiales y Archivos Universitarios de la Biblioteca de la SDSU.
Al mismo tiempo me dio cajas de su correspondencia y una colecció n de libros histó ricos de
criminología.

En 2012 doné todo el material histó rico restante a la Biblioteca de la SDSU.

Los archivos completos de Carl Panzram /

Henry Lesser está n disponibles en el sitio web de la SDSU:


https://library.sdsu.edu/scua/new-notable/panzram Estos materiales son los má s accesibles
de los vastos fondos de las Colecciones Especiales de la SDSU. Personas de todo el mundo han
visto estos raros documentos histó ricos y la entrevista en vídeo a Henry Lesser.

El BOP me trasladó de San Diego a San Luis en 1980. Me mantuve en contacto con Henry por
correo (aú n no se habían inventado los ordenadores ni el correo electró nico) hasta que
falleció en 1983. Entonces escribí a su mujer, Esther, que má s tarde se trasladó a Israel para
estar cerca de su hijo. Sus cartas está n en la colecció n de la SDSU.

El guionista de Hollywood, Tim Metcalfe, me llamó en 1991. Consiguió mi nú mero en la SDSU


y escribió el guió n y posteriormente dirigió el largometraje de 1996, Killer: A Journal of
Murder. Tim y yo mantuvimos correspondencia y me invitó al plató de la película en Groton
CT (otras escenas se rodaron en una penitenciaría estatal de Rhode Island).

La magnífica película de Tim se proyectó en cines de seis ciudades y se editó en DVD.

HENRY LESSER AND JOEL GOODMAN

272

En 2007, John Borowski llamó . También consiguió mi nú mero de la SDSU (llá malos si quieres
localizarme) y dijo que iba a hacer otra película sobre esta saga. Le presté a John todo el
material que Henry me dio 27 añ os antes. John los diseccionó e hizo una intensa investigació n
adicional que incluyó la visita a las instituciones donde Panzram estuvo encarcelado.

La SDSU tiró la cinta maestra de nuestra entrevista de 1979 con Henry. Yo tenía la ú nica copia
conocida en VHS que constituyó la base del perspicaz documental de John.

John tardó cinco añ os en completar la fascinante película Carl Panzram: El espíritu del odio y
la venganza. Se estrenó en el Teatro Portage de Chicago en 2012, y posteriormente se vio
cientos de miles de veces en vídeo de transmisió n por Internet.

Este libro, con una investigació n exhaustiva, es el complemento de la impactante película de


John Borowski de 2012. Henry Lesser no toleraba el maltrato a los presos. Esa norma
profesional fue un tema general de mi carrera en el BOP y de mis casos como testigo experto
tras mi jubilació n del gobierno en 2008.

La Constitució n de EE.UU. no só lo prohíbe el abuso de los prisioneros, sino que el sentido


comú n dicta que es incorrecto en todos los niveles. Este extracto de la carta de Carl Panzram a
Henry el 31 de octubre de 1929, desde la Penitenciaría de Estados Unidos en Leavenworth, es
una ilustració n conmovedora:

"Pero antes de organizarme bien me meto en un pequeñ o lío; esto hizo que uno se imaginara,
a juzgar por las actuaciones anteriores en otras prisiones, que me iban a dar otra patada, así
que para adelantarme a todo eso, me agarro una barra de hierro de 10 libras y me pongo en
pie de guerra. Antes de terminar, mato a un hombre e intento matar a una docena má s.
Después de hacer todo esto, entro en una celda esperando que me encadenen y me maten a
golpes. Pero lo que sucede. Todo lo contrario.

Nadie me pone una mano encima. Nadie abusa de mí de ninguna manera. Así es como las
cosas han sido durante los ú ltimos 3 o 4 meses. He estado tratando de entenderlo y he llegado
a la conclusió n de que, si al principio me hubieran tratado como lo hago ahora, entonces no
habría habido tanta gente en este mundo que ha sido robada, violada y asesinada, y quizá s
también muy probablemente yo no estaría donde estoy hoy."

Pocos en mi profesió n tienen aprecio por la historia de las prisiones o suscriben la filosofía de
George Santyana: "Aquellos que no pueden recordar el pasado está n condenados a repetirlo".
Los recientes incidentes de malestar comunitario y violencia en las prisiones parecen ser una
nueva tendencia, pero la historia demuestra que se trata de una nueva versió n de una antigua
disfunció n.

Al igual que Henry llevó el manuscrito de Panzram durante 40 añ os hasta que se incluyó en el
libro de 1970, con este volumen John Borowski vuelve a avanzar en esta historia intemporal.
En este libro meticulosamente investigado y revelador, John subraya la importancia crítica de
tratar a los encarcelados con dignidad. Como nos enseñ ó Henry Lesser, conectar con un solo
preso de forma humana puede reportar enormes dividendos.

Joel Goodman

Centennial Colorado

May 16, 2020

También podría gustarte