El conocimiento filosófico es aquel que nace de observar, leer, estudiar,
investigar y analizar diferentes fenómenos del entorno, así como otros tipos de conocimientos. Se trata de una rama de la filosofía basada en estudiar las cuestiones más destacadas de la misma.
Este tipo de conocimiento también se origina gracias a nuestra capacidad de
reflexión, que nos permite reflexionar sobre la realidad y sobre reflexiones previas de otras personas. Es decir, no se basa estrictamente en la ciencia ni en la experiencia (aunque hay algunos tipos que sí, como veremos más adelante), sino en la propia capacidad de reflexión. El objetivo del conocimiento filosófico es la creación de nuevas ideas y conceptos que, a su vez, permitan desarrollar nuevos conocimientos. Además, también permite entender cómo han aparecido ciertas ideas y reflexiones, es decir, de dónde han surgido y por qué.
Esta comprensión que permite el conocimiento filosófico nos ayuda a
determinar erradas, contradicciones, repeticiones, etc., del propio conocimiento (o discurso) filosófico. Es decir, como adelantábamos, se trata de estudiar el propio conocimiento, sus bases y estructura. Además, el conocimiento filosófico tiene otra función: llegar a conocer la realidad de la forma lo más verdadera posible, y además, entenderla.
Posibilidades del conocimiento
La posibilidad del conocimiento es un problema filosófico sin solución definitiva
que enfrentamos todos aquellos que tratamos de explorar, describir, explicar, interpretar o comprender cualquier realidad. Dicho problema se puede resolver, con conocimiento o desconocimiento del hecho, utilizando distintos supuestos filosóficos (dogmatismo, escepticismo, subjetivismo, relativismo, pragmatismo y criticismo) que dependen de la facultad o facultades (la razón y/o los sentidos) que el sujeto cognoscente ponga en práctica cuando pretenda conocer determinado fenómeno. La facultad o facultades (razón y/o sentidos) que el sujeto ponga en juego, cuando pretenda problematizar un objeto de estudio, dependerá o dependerán, a su vez, de los intereses ontológicos del investigador. Dichos intereses se refieren, en el ámbito filosófico, a pretender que la realidad se mueva (subjetivismo, relativismo y pragmatismo), que esté inmóvil o en estados intermitentes entre el movimiento y la quietud