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Sendas de democracia: entre la violencia y la globalización*

IGUALDAD DEMOCRÁTICA: ¿UNA CUESTIÓN DE FE?

María Xosé Agra Romero1

Siempre me ha parecido acertada la obser- rio político que lo sustenta está llegando a
vación de Iris M. Young de que estamos en su fin. En consecuencia, teniendo en cuen-
un momento histórico paradójico, pues casi ta los cambios y las nuevas coordenadas,
todo el mundo está a favor de la democra- tras el «corto siglo XX», en expresión de
cia, pero pocos creen que pueda resolver Hobsbawn con el que discute, Quesada re-
algo, es más, dice, «Hoy la noción de que, flexiona sobre la necesidad de un imagina-
con buenas instituciones y buena voluntad, rio social, político-democrático, que insti-
los ciudadanos pueden comprometerse unos tuya un nuevo horizonte de sentido, siguien-
con otros sobre los problemas que tienen al do a Castoriadis, correlato de la «gran
vivir juntos, y elaborar políticas para diri- transformación» que suponen las políticas
girse a esos problemas, con frecuencia en- económicas y la globalización; insistiendo
cuentra una respuesta de desprendido cinis- en esa posición que viene avanzando ya
mo, “Sí, cierto”».2 Para decirlo de otra ma- desde escritos suyos anteriores y que aquí
nera, «vivimos tan inmersos en la supuesta asume como tesis tentativa. Abriendo vías
era de la democracia que su mismo térmi- y dando cuenta de la clausura de otras, in-
no, más que cualquier otro del léxico polí- terpela a los teóricos de la democracia y del
tico, parece estirarse casi hasta romperse».3 liberalismo (Sartori, Macpherson, Rawls,
En Sendas de democracia. Entre la violen- Bobbio...), apunta las derivas excluyentes
cia y la globalización Fernando Quesada de la globalización, arremete contra el rela-
se adentra justamente en el sentido y los tivismo y antiuniversalismo inherente a la
problemas de la democracia hoy, en las ra- tesis del choque de civilizaciones y contra
zones de la desafección y en el supuesto el uso acrítico de la cultura, bajo el telón de
triunfo de la democracia, para ello examina fondo del complejo panorama en que nos
las promesas incumplidas del proyecto po- encontramos tras la caída del Muro de Ber-
lítico-democrático moderno, al propio tiem- lín y el 11 de septiembre. Frente a la ano-
po que rastrea sendas, perdidas y nuevas, mia y la violencia, al estado de excepción y
desde el fundado y argumentado convenci- la guerra, frente a la democracia como la
miento de que dicho proyecto y el imagina- gran perdedora, paradójicamente, como
decía, en la era de la democracia, Quesada
argumenta sopesadamente, y con cierta es-
* F. Quesada: Sendas de democracia: entre la vio-
lencia y la globalización, Edit. Homo Sapiens, Ro- peranza, contra una visión reductiva y jus-
sario (Argentina), 2006. Nueva edición para España: tificadora del statu quo, y lo hace desde el
Edit. Trotta, Madrid, junio de 2008. núcleo de la política democrática, de la po-

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lítica misma, esto es, desde la igualdad, pa- do la racionalidad y normatividad políti-
lanca posibilitadora de una «nueva eleva- ca en aras de una suerte de ética aplicada
ción de conciencia», acorde con la interro- (p. 39). Ante la pérdida de normatividad po-
gación y autorreflexión sobre el presente. lítica se reclama, justamente, más normati-
El referente polémico es la democracia vidad política, ateniéndose a los contextos
liberal representativa, indagando sobre la tan históricos y críticos.
aludida, y para muchos socorrida, desafec- Ni añoranza o vuelta al pasado, ni dejar-
ción a las prácticas democráticas, cuestio- se llevar por los cantos apocalípticos que,
nando el liberalismo y la democracia liberal por otra parte, sí pueden tener un cierto va-
realmente existente como única alternativa, lor heurístico. Se trata de pensar el presen-
nos ofrece en este libro una reflexión sobre te, de arriesgarse, puesto que, como diría
la democracia que discurre combinando el N. Fraser, «volamos sin instrucciones», de
análisis crítico e histórico de las promesas interrogarse sobre la posibilidad y los con-
incumplidas de la democracia con un com- tornos de una democracia post-liberal, post-
prometido intento de pensar la democracia socialista, ante la crisis civilizatoria y el
en un nuevo contexto. Lejos de cualquier sim- agotamiento del paradigma moderno, des-
ple traspaso de la tradición o de una parte de de uno de sus supuestos básicos, esto es,
ella al presente, nos sitúa ante una tarea a desde la razón en tanto que razón situada.
realizar: una democracia en la que los ciuda- De ahí que sostenga que, en un momento
danos no sólo son parte fundamental sino que de crisis del paradigma tradicional, «enten-
«constituye su propia posibilidad de ser li- demos que la ruptura implica que el pre-
bres» (p. 376). Discute así aquellas revitali- sente se hace cargo, recoge y replantea los
zaciones o reconstrucciones, sea de la de- problemas que el pasado nos ha legado sin
mocracia, la ciudadanía o las virtudes, que poder superarlos. Los ideales de la Ilustra-
sirven exclusivamente para constatar la he- ción, en su formulación abstracta, siguen
gemonía del liberalismo, la irrebasabilidad orientando las realizaciones concretas, his-
o inevitabilidad del capitalismo y la globali- tóricas» (p. 282). Es difícil todavía, nos dice,
zación, la derrota del socialismo tras la caí- delimitar un proyecto emancipatorio «plau-
da del Muro; e, igualmente, que el sujeto sible y dotado de la unidad necesaria para
posesivo es el apropiado y que el único hori- su realización», pero no cabe duda de que
zonte es la democracia como mercado. En dicho proyecto se torna imposible si acep-
definitiva que esto es lo que hay, que la polí- tamos la democracia «realmente existente»
tica tiene un estrecho margen, que la demo- y con ella el individualismo liberal, o sim-
cracia tiene una forma restringida, limitada plemente nos instalamos en un universo
—el voto y las elecciones—, que poco tiene posmoderno y voluntarista en el que cada
que ver con el espacio público y el bien co- sujeto o grupo siga su propio juego. Los
mún, y en todo caso el capitalismo es nece- presupuestos de Quesada son claros: los
sariamente el prerrequisito de la democra- ideales de la Ilustración siguen siendo váli-
cia. Frente a ello, a «lo realmente existente», dos, transcender, no negar, la Ilustración es
su aproximación se inscribe en una recons- el reto, «el verdadero sentido del cambio
trucción filosófico-política de la democracia cultural». El nominalismo, el universalismo
que asume como instancia la dimensión crí- democrático y la apuesta por una cultura de
tico-normativa así como un ajuste con aque- razones que responde y respeta las formas
llos modelos normativos que hacen descan- plurales de vida, un universalismo por tan-
sar la racionalidad y la normatividad en la to argumentativo, conforman las otras pie-
universalidad ética, relegando o suplantan- zas esenciales de una racionalidad y nor-

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matividad política que sigue la idea ilustra- A lo largo de nueve capítulos y cerca de
da de una sociedad conformada por indivi- 400 páginas Quesada argumenta críticamen-
duos libremente asociados. La democracia te y aborda la recuperación del sentido de
no responde a una necesidad histórica, el la política, o lo que es lo mismo, de la ciu-
universalismo democrático «se determina dadanía y la democracia. Desde estos pará-
por el ejercicio y el resultado siempre con- metros no debería causar sorpresa que uno
tingente de la deliberación de los “ciudada- de los ejes de sus consideraciones crítico-
nos”» (p. 57), conlleva, eso sí, necesaria- normativas se sitúe en el feminismo y las
mente, la recuperación, no de la comuni- promesas incumplidas de la democracia. No
dad o de la densidad de la vida asociativa, debería causar sorpresa, digo, y no la causa
sino de un espacio público «en sentido fuer- a quienes conocen su trayectoria, pero la
te» que requiere, frente a comunitaristas, realidad es que aún sigue siendo sorpren-
neoconservadores y neoliberales, una con- dente que a estas alturas los teóricos de la
cepción de la ciudadanía y la política parti- democracia, de la ciudadanía, de la políti-
cipativa. Crítico a la vez con un contexto ca, no incorporen en su pensamiento la re-
conservador y neoliberal de hiperrepresen- volución política y democrática, teórica y
tación de la ciudadanía y de loas interesa- práctica, que conlleva el feminismo, lo que
damente anti-políticas a la sociedad civil. implica, obviamente, algo más que indicar
Desde estos presupuestos, pues, se desa- como un dato su importancia como movi-
rrolla una concepción de la democracia, no miento y apenas aludir de pasada a sus lo-
como procedimiento o método (electoral), gros. Supone asumir el compromiso de re-
ni contrafácticamente, ni sobre todo confi- definición de la política y por tanto tam-
nada a la «realmente existente». Democra- bién de la democracia y la ciudadanía.
cia «hace referencia a una forma de vida, a Como bien señala en el prólogo:
un ámbito simbólico-social que configura
la idea de poder, a una “gramática profun- Uno de los problemas mayores que afecta a
da” que condiciona la interpretación y la una nueva concepción de la democracia vie-
ne planteado por un hecho del mayor impac-
pertinencia de unas u otras relaciones polí-
to humano entre los acaecidos, en el siglo
ticas entre los individuos» (p. 52). Demo- XX, en un grupo amplio de Estados. Nos re-
cracia que se compadece con una visión de ferimos a la posibilidad de que, por primera
la política que hunde sus raíces en la cons- vez, mujeres y varones sean sujetos reales de
titución del primer imaginario político-de- la historia. La posibilidad de que la emanci-
mocrático, el que surge en Grecia. Así la pación de las mujeres se convierta en un he-
política remite a la igualdad, a poner en el cho real [...] trasciende la mera propuesta de
centro el poder, un poder que, en consecuen- ampliar el ámbito de las leyes existentes para
cia, está a igual distancia de todos. El ima- que quepamos todos. El problema no es sólo
ginario griego de la democracia responde a de inclusión, con ser de enorme importancia,
un nuevo modo de pensar y de llevar a cabo sino que afecta al orden mismo de la concep-
la política que tiene que ver con el «espacio ción de la política y atañe directamente al
poder y a su ejercicio. Esto último se hace
público», con la isegoría y la isonomía, la
evidente, en una primera aproximación, si
igualdad, entonces, es el principio. Impor- tenemos en cuenta que el lugar de las muje-
tante es en este sentido su especial interés res en el orden privado, en la dimensión pú-
en practicar la distinción entre «la política» blica, en el campo jurídico, etc., ha sido de-
y «lo político».4 La democracia no es ajena, terminado por los hombres. Es decir, las mu-
sino todo lo contrario, a la reflexividad fi- jeres han sido siempre reconocidas como
losófica de la política. mujeres, pero no como personas en posi-

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ción de equipotencia. La nueva situación de su ejercicio. Aunque los proyectos críticos


igualdad de varones y mujeres nos obliga- feministas son, como no podía ser de otra
ría, igualmente, a una redefinición del con- manera, plurales, sin embargo, coincidirán
cepto de ciudadanía [p. 24]. en la necesidad de cuestionar la subjetivi-
Tras esta concisa exposición introducto- dad, la individualidad y la ciudadanía, so-
ria que nos sirve de marco, en lo que sigue bre todo si de lo que se quiere hablar es de
voy a detenerme en la cuestión de feminis- política democrática. Especial relevancia
mo y democracia, en tanto sustantiva en el tienen en este sentido las páginas que Que-
entramado de Quesada —y, a mi juicio, in- sada dedica en el apartado del capítulo 5:
eludible e imprescindible en cualquier in- «Procesos de cambio. Sobre individualidad
tento serio de pensar sobre la política, la y ciudadanía», en donde aborda el proble-
democracia y la ciudadanía hoy—, a la que ma roussouniano de la libertad del sujeto y
dedica además el capítulo 7: «Feminismo y su dimensión de ciudadano, contrastándo-
Democracia: entre el prejuicio y la razón». lo o, mejor, replanteándolo desde la defini-
Mi comentario va a centrarse en tres pun- ción hegeliana de «la individualidad como
tos: el primero referido al feminismo, la fi- subjetividad autovinculante». Dicha subje-
losofía política y la política; el segundo a la tividad conlleva una visión de la libertad
relación entre liberalismo, democracia libe- subjetiva «como momento constituyente
ral y feminismo; el tercero sobre la demo- tanto de la autorreferencialidad primaria, li-
cracia, los dos grandes imaginarios y las bertad negativa, como de su dimensión re-
posibilidades de uno nuevo. ferencial a los otros» (p. 244) y está en la
base de las dinámicas y procesos sociales
1) En lo que respecta al primer punto, que dan lugar, como los movimientos de
Quesada parte del reconocimiento del fe- los obreros, los negros, las mujeres o los
minismo «como una de las corrientes de «sin papeles» ponen de manifiesto, a una
pensamiento más innovadoras y de mayor ampliación del espacio y del imaginario po-
alcance filosófico-político» (p. 285). Bien lítico, «intentando marcar quién y qué es
es cierto que una de las innovaciones más político o no» y, en consecuencia, negán-
importantes del feminismo tiene que ver, dose a verse reducidos al espacio privado,
frente a la tradición y el canon filosófico- a verse condenados a no-lugares, al exilio
político,5 con la afirmación de las mujeres social. La naturalización de lo privado y
como sujetos políticos y el cuestionamien- lo público, la despolitización de los asun-
to sobre lo que es o no es político, baste tos públicos y el establecimiento de lo que
recordar una vez más el eslogan de «lo per- es y no es legítimamente político, respon-
sonal es político» y las críticas a la dicoto- den a relaciones jerárquicas y de poder, son
mía público/privado. El feminismo dirige operaciones teóricas y prácticas contra las
sus críticas a las interpretaciones canónicas, que el feminismo ha venido desplegando
a las distintas concepciones políticas, pero sus críticas y sus luchas por la igualdad y la
lo hace con un claro interés transformador, democracia, reclamando cambios y redefi-
es decir, como señala Quesada, no se trata niciones, transformaciones, no simplemen-
de «incluir» o «añadir» a las mujeres. Se te inclusiones. La cuestión está, pues, en que
impone la necesidad de repensar, de redefi- el género, la diferencia sexual —como la
nir críticamente los conceptos fundamenta- raza y la clase— es constitutiva de la políti-
les de la filosofía política, una tarea que se ca. La desigualdad sexual, afirma Quesa-
orienta a la consecución de nuevas formas da, «está inserta en la propia gramática pro-
de pensar la política, que afecta al poder y a funda del pensamiento de los teóricos mo-

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dernos» (p. 299). Lo que se requiere es una y, a su vez, indicador también de por dónde
nueva forma de pensar la política que dé van los tiros a la hora de afrontar un cam-
cuenta del pleno reconocimiento de relacio- bio de imaginario político. Las líneas arri-
nes entre iguales. ba apuntadas están en el núcleo de su aproxi-
También es cierto que en su ajuste con la mación más desarrollada en el capítulo 7.
tradición el feminismo ha sido especialmen- Aquí se pone de relieve la moderna radica-
te crítico con el liberalismo y la democra- lidad del feminismo en su demandas de
cia liberal. En este sentido, sin negar la com- igualdad, entendida ésta como «la igualdad
plejidad y profundidad de las relaciones valorativa y la equipotencia de los indivi-
entre feminismo y democracia, Quesada duos» (p. 288) y de ahí su defensa del no-
remite a las críticas feministas de Susan minalismo y la racionalidad universal liga-
Mendus, Carole Pateman y Susan Moller da a la competencia hermenéutica de los
Okin al liberalismo en general y, en par- individuos y la discusión política, y «no
ticular, al de J. Rawls, así como a la de- meramente social», de la diferencia, sin te-
mocracia liberal. Destacan dos líneas argu- ner que abrazar ningún esencialismo, más
mentativas en su análisis, la primera, que el bien hay que asumir la politización necesa-
límite al liberalismo se sitúa en la igualdad ria de la diferencia en orden a conseguir el
y, por tanto, en el derecho a la subjetividad, reconocimiento de la igualdad. Igualdad,
a la individualidad y a la ciudadanía de las pues, que no se solapa ni con identidad, ni
mujeres frente al individualismo abstracto, con uniformidad, sino con competencia
patriarcal, liberal que condensa en buena hermenéutica y equipotencia y sus dimen-
medida las promesas incumplidas. El pro- siones relacionales y colectivas. De nuevo
blema no se cifra, entonces, en una incor- vuelve Quesada, de la mano de Susan Men-
poración más lenta y tardía de las mujeres a dus, sobre la persistencia de relaciones asi-
la vida política o en cierto maltrato sino que métricas, sobre el incumplimiento de la de-
afecta a sus propios presupuestos. La se- mocracia liberal de las demandas de igual-
gunda, y no menos importante, refiere a la dad del feminismo, demandas que no podrá
privatización y usurpación de la memoria cumplir a menos que sea capaz de revisar
colectiva, de los referentes emancipatorios, críticamente sus presupuestos, lo que no se
en este caso de las mujeres y del feminis- considera factible en la medida en que con-
mo, como forma de legitimación del poder. duciría a rebasar los propios límites defini-
De ahí que coincida con Pateman en que «una dores del liberalismo. La igualdad, había ya
vez que se ha contado la historia» y mostra- apuntado, marca los límites: «universalizar
do la génesis política moderna no sólo ya el liberalismo es tanto como cuestionar el
nada es igual sino que hay que cambiar de liberalismo mismo», en todo caso hay que
registro, es decir, de imaginario político. El universalizar el feminismo. O, dicho de otro
problema roussoniano de la libertad y la ciu- modo, ante el déficit de inclusión en el pro-
dadanía se complica con la génesis y la na- ceso constituyente de la democracia moder-
rrativa del contrato social-sexual. na, el feminismo responde radicalizando el
proyecto ilustrado y «Se constituye, de este
2) Desde esta perspectiva entramos ya, modo, en una corriente esencial para recom-
de la mano del autor, en la cuestión de la re- poner el sentido de la “universalidad” en la
lación entre feminismo y liberalismo, con- diferencia y, por tanto, de la solidaridad, más
siderada como uno de los indicadores de allá del etnos o la naturaleza» (pp. 290-291).
las limitaciones difícilmente rebasables de El feminismo deviene imprescindible a la
la articulación de liberalismo y democracia hora de encarar programas emancipatorios.

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Conviene observar que la crítica de Que- que por la participación. Phillips se centra
sada afecta igualmente al liberalismo, in- en la democracia liberal y sostiene que el
cluso en sus mejores formulaciones (Mac- problema «no reside tanto en que sea in-
pherson, Rawls) y no sólo a la democracia trínsecamente incapaz de ampliar formas de
liberal, tesis que yo comparto aunque con- participación ciudadana, como en la auto-
sidero necesaria alguna matización respec- complacencia con la que afirma haber sa-
to de la relación entre feminismo y libera- tisfecho todas las aspiraciones democráti-
lismo teniendo en cuenta que autoras como cas legítimas».8 Esta autocomplacencia, el
Susan Moller Okin o Martha Nussbaum han considerar que la democracia liberal «ha
desarrollado fuertes críticas internas al li- ganado todas las batallas políticas» está tam-
beralismo político, apuntando al carácter bién en la base de la crítica de Quesada,
estructural del género, contra la naturaliza- para ambos se trata de un obstáculo a una
ción o visión pre-política de la familia pero, mayor democratización y para ambos, ni en
sin embargo, siguen defendiendo el libera- la teoría ni en la práctica, ha conseguido
lismo. No así Carole Pateman, quien pre- dar respuesta a la igualdad sexual. Phillips
senta una crítica radical desde su concepción hace hincapié en que es importante no per-
de la democracia participativa y su crítica der el ideal feminista de una democracia
del contractualismo moderno y contempo- asamblearia, que se practicó en el movi-
ráneo. Habría que aclarar en todo caso cuá- miento feminista de los setenta, en aras de
les son los presupuestos definidores del li- la consecución de una democracia «mejor
beralismo en general y del liberalismo de- y más plena», de ahí que critique el desvío
mocrático en particular, o si, en realidad, de la cuestión de la participación a la de la
más que de liberalismo, habría que hablar ciudadanía. Con Quesada vemos así mis-
de postliberalismo en el caso de estas teóri- mo, como ya he indicado, que la ciudada-
cas feministas6 que sostienen la posibilidad nía está hiperrepresentada y que aboga por
de una alianza entre feminismo y liberalis- una ciudadanía activa y una democracia
mo. En última instancia lo que está en jue- participativa, tampoco hace una defensa de
go son distintas compresiones y articulacio- la democracia totalmente directa. En últi-
nes de la libertad y la igualdad, de justicia y ma instancia, frente a la autocomplacencia
democracia. liberal se trata de buscar alternativas y en el
Otra forma de verlo es la que plantea en feminismo, para ambos, se encuentra un
un conocido artículo Anne Phillips,7 donde buen potencial.
nos sitúa en el conflicto y las tensiones en- Ahora bien, aun estando de acuerdo en
tre feminismo y democracia liberal, tenien- las críticas feministas a la democracia libe-
do en cuenta las dos dimensiones de la de- ral Phillips ve problemático o difícil diso-
mocracia, esto es, la participación y la re- ciar los orígenes históricos de su esencia
presentación. Señala que el liberalismo ha constitutiva, afirmando que «los orígenes
sido objeto de las críticas feministas aun- no configuran todos los avances posterio-
que también ha sido fuente de inspiración, res, por lo que establecer asociaciones his-
al contrario que la democracia liberal, que tóricas o contemporáneas —como hacen las
la democracia realmente existente, que no feministas— entre la democracia liberal y
nos sirve, dice, de mucha inspiración. En la desigualdad sexual no demuestra que
efecto, hay que reconocer que el liberalis- exista una conexión necesaria o intrínseca
mo ha incidido en el desarrollo histórico del entre una y otra. El amplio marco que pre-
feminismo, también hay que reconocer que supone la democracia liberal puede dar ca-
se ha decantado por la representación más bida a una democracia más rica e igualita-

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ria».9 En este sentido, pienso, puede enten- lítico constitutivo de la modernidad? ¿Dón-
derse que la ley de paridad, por ejemplo, de se sitúan históricamente las mujeres en
permite una mayor democratización. Ha- esta narrativa? ¿Cuál ha sido su aportación
ciendo una llamada a la prudencia pues, nos a los problemas de las crisis sociales de le-
dice, el mundo está plagado de cadáveres gitimación? ¿Cuál es su puesto en el nuevo
de «alternativas» a la democracia liberal, orden socio-político advenido? ¿Por qué, a
Phillips reclama más democracia asamblea- la postre, han sido excluidas como teóricas
ria pero sin abandonar la democracia libe- y agentes prácticos en la configuración de
ral, es el feminismo, no obstante el que «con- la ciudadanía y la democracia modernas?»
tinuará alentando e inspirando una demo- (p. 296). La respuesta es que se ha privati-
cracia más sustancial que la que actualmente zado la memoria colectiva, han desapareci-
se nos ofrece».10 La cuestión es, diremos do las mujeres de la narración, se produce
entonces, desde la igualdad cómo articular un rapto de la memoria, la razón de ello se
representación y participación. Sin embar- sitúa en la «gramática profunda» de la de-
go la argumentación de Quesada nos lleva, mocracia moderna. Esta desposesión con-
justamente, por aquellos derroteros que tra- lleva que las mujeres no son reconocidas
tan de pensar en una alternativa que des- como iguales sino simplemente como «mu-
cansa en las posibilidades de un nuevo ima- jeres», la democracia moderna excluye ex-
ginario político-democrático a partir de una plícitamente a las mujeres, de ahí la pérdi-
crítica de las insuficiencias del imaginario da de fe, indica, en la democracia actual por
moderno y de un diagnóstico de los cam- parte de las teóricas feministas. Frente a ello
bios, quiebras y bifurcaciones de un nuevo no cabe sino la reconceptualización de la
contexto. De ahí que la segunda línea de su política, no basta con la inclusión, con la
argumentación, señalada antes, adquiera una extensión de derechos. Lo que se sigue de
dimensión crucial: «el origen marca las se- aquí es que las virtualidades de la demo-
ñas de identidad de los que son verdadera- cracia liberal no pueden desligarse de su
mente sujetos políticos y configura la red conformación histórica y, por tanto, tam-
conceptual que permite escribir la historia, poco de su relación con la propiedad y el
un tipo concreto de historia. Esta red con- mercado, con la asimétrica jerarquía de la
ceptual, en definitiva, es lo que posibilita sociedad patriarcal y la división sexual del
“ver” la realidad, las personas o las cosas trabajo. No hay retorno a un origen o recu-
que son relevantes tanto en el orden de los perar lo perdido, ni mucho menos reivindi-
significados como en los aspectos normati- car una esencia, lo que está en juego es la
vos» (p. 295). La crítica al liberalismo, a la plena participación como iguales en los pro-
democracia liberal y a los teóricos de la cesos «constitutivos y contextualizadores de
democracia viene marcada por el cuestio- un imaginario social compartido», se trata
namiento de una «narrativa», de una genea- de esto, tarea ardua nos dice, no de mode-
logía de la democracia actual, que «obliga los originarios. En definitiva el problema
a plantearse el lugar de las mujeres en este es político y requiere más democracia. Bajo
tipo de democracia». este prisma no sólo la democracia liberal es
Tal narrativa conlleva la invisibilización susceptible de crítica sino también, como
de las mujeres como agentes políticos y, muestra Quesada, el liberalismo, económi-
volviendo sobre lo apuntado en el capítulo co y político y, matizaría yo, también la
5, formula ahora las preguntas pertinentes alianza entre feminismo y liberalismo hoy,
o, según se mire, impertinentes: «¿qué ha sin menoscabo del reconocimiento de su
sucedido con las mujeres en el proceso po- contribución y que ha sido fuente de inspi-

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ración del feminismo.11 Pero conviene de- democrático es que las mujeres no sean ni
tenerse algo más en las promesas incumpli- trabajadoras ni ciudadanas. No pretendo
das y en los imaginarios. examinar ni resumir la genealogía que pre-
senta esta autora, me interesa traerla a cola-
3) En su examen de las promesas incum- ción a propósito de dos cuestiones que me
plidas de la democracia liberal representa- parecen importantes: la primera en relación
tiva resulta muy adecuada la referencia a con los dos grandes imaginarios y la exclu-
N. Bobbio para observar los problemas de sión de las mujeres; la segunda relativa a
conjunción de liberalismo y democracia, los dos gobiernos: al gobierno doméstico,
para señalar que uno de los indicadores de a la familia, y al gobierno político.
la democracia es la democratización social En Sendas de democracia se hace hin-
y económica, y que lo que importa ahora, capié en la igualdad y la democracia en los
como dice Bobbio, es el «dónde» se vota, dos grandes imaginarios y en la no realiza-
no ya «quién vota», llegando a la conclu- ción de los elementos emancipatorios hu-
sión de que la democracia se ha detenido a manos enunciados en ellos. El griego, como
las puertas de las fábricas. Por lo mismo vimos, está en la base de la concepción po-
cabe decir que no sólo se ha detenido ahí, lítico-democrática de Quesada, pero nada
también se ha detenido a las puertas de la nos dice respecto de la exclusión de las
casa, protegiendo a la familia del contagio mujeres, quizás por sabido, que quedan fue-
democrático y al vínculo sexual de la igual- ra, a las puertas del ágora. Pero también es
dad democrática, como bien precisa G. obvio que se ocupa de la exclusión de las
Fraisse. Esta autora desarrolla una recons- mujeres en el imaginario moderno porque
trucción genealógica del vínculo entre los con la modernidad y la Ilustración surge
sexos a través de los textos fundamentales propiamente el feminismo y la interpelación
de los dos siglos de historia democrática y a la igualdad, la ciudadanía y la democra-
de constitución republicana, tomando como cia. El feminismo está enraizado en el pro-
referente fundacional El contrato social de pio proyecto de la modernidad y «este pro-
Rousseau, puesto que, dice, nadie escribió yecto conlleva el nacimiento fundacional del
El contrato sexual, entre otras razones por- imaginario simbólico perteneciente a “una
que «el hombre y la mujer no hacen socie- nueva aetas” de la democracia, herencia del
dad».12 Su reconstrucción parte de la trans- innovador sentido de la cultura alumbrado
formación «radical y fundamental» que in- por el mundo griego» (p. 286). Cabría ad-
troduce Rousseau —y esto es subversivo, vertir, no obstante, ciertas diferencias en la
dice— al disociar lo doméstico y lo políti- exclusión de las mujeres entre un imagina-
co, la familia y la ciudad, rompiendo con la rio y otro. Los análisis de N. Loraux y de
analogía entre familia y Estado. A partir de Ana Iriarte14 para el imaginario griego son
aquí y de la Revolución lo que nos encon- esclarecedores para ver los mecanismos por
tramos no es una historia sencilla de sepa- los que la democracia ateniense es exclu-
ración de las esferas pública y privada, tal yente para las mujeres (y no sólo para ellas).
separación es más bien «el indicio de una G. Fraisse está de acuerdo con Loraux pero
circulación ineludible entre los dos lugares. marca una diferencia, apunta la especifici-
La analogía de los poderes deja paso, en el dad de la exclusión moderna:
imaginario político, a una tensión subterrá- La democracia es exclusiva, no excluyente,
nea de las libertades».13 A través de los tex- porque no enuncia las reglas de la exclu-
tos fundamentales y de la realidad histórica sión. Produce la exclusión por una serie de
va mostrando cómo el sueño del hombre impedimentos reales e imaginarios, jurídi-

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DEBATE

cos y médicos, literarios y filosóficos. Por imaginario social y político compartido sin
lo tanto, no hay enunciado de la exclusión la participación de las mujeres en los pro-
de las mujeres, como tampoco había texto cesos constitutivos y contextualizadores. Y
fundacional de un contrato sexual. No hay con esto conectamos con la segunda cues-
enunciado de la exclusión porque se produ- tión, la del gobierno doméstico y el gobier-
ciría una contradicción demasiado grande
con los principios de la democracia moder-
no político.
na. Es entonces cuando hay que marcar las La ruptura que marca Rousseau, siguien-
diferencias con la democracia clásica. Ni- do a Fraisse, es que la familia ya no sirve de
cole Loraux explica que la democracia clá- modelo del poder político, se invierte el
sica se basa en la exclusión de las mujeres, movimiento: «la imagen del gobierno demo-
derrota de las mujeres reales compensada crático viene a contaminar el microcos-
por una apropiación de lo femenino a tra- mos doméstico».17 Los intentos por mos-
vés del pensamiento. La exterioridad de los trar la familia como un lugar heterogéneo
excluidos, entre ellos las mujeres, queda al vínculo social y político y, por tanto, de
marcada con fronteras estrictas. Está claro que la exigencia democrática no llegue a la
que la democracia moderna no deja a las familia, que se detenga a las puertas de la
mujeres a las puertas del ágora. [...]. Las mu-
jeres están en la calle y fundan clubes, como
casa, es también una cuestión política de
ocurre a partir de la Revolución. Si se les primer orden que no puede dejarse de lado.
pide que vuelvan a sus casas y que se ca- Si convenimos con Fraisse en que hay una
llen, es precisamente porque puede existir circularidad ineludible entre los dos luga-
la otra posibilidad.15 res o, para decirlo con Pateman, el espacio
privado y el espacio público no son esferas
La diferencia está en que pese a todos separadas, tendremos que convenir también
los obstáculos e impedimentos las mujeres que es preciso debatir sobre el gobierno do-
están en la Ciudad, dando lugar a una situa- méstico y el político, sobre su articulación.
ción paradójica y de ahí también las pro- Las posibilidades de un nuevo imaginario
mesas incumplidas. La democracia exclu- descansan en buena parte en las posibilida-
siva, dice, no fue «un sistema deliberado de des de una nueva o diferente articulación
exclusión, sino una dinámica en la que la de ambos gobiernos, la democracia no pue-
selección de los hombres y la omisión de de detenerse a las puertas de la casa en tan-
las mujeres ocurrían en nombre de lo uni- to que afecta directamente a la política de-
versal».16 No es momento ahora de entrar mocrática, a la representación y a la parti-
en lo que implica esta diferencia entre la cipación, al trabajo, la propiedad y al
democracia clásica y la moderna, creo sin mercado, por eso como sostiene Quesada
embargo que los contrastes o las diferen- no se trata de una cuestión de inclusión. En
cias deben ser tomadas en consideración no un contexto como el actual, en una econo-
sólo porque nos permiten una mejor com- mía globalizada esto es, si cabe, más nece-
prensión de los problemas de la democra- sario ante los cambios y los rumbos que se
cia y de la ciudadanía sino también porque están operando o se pueden operar, lo que
nos debe poner en guardia —y esto lo mues- está en juego es la igualdad de hombres y
tra bien Quesada en este libro— a la hora mujeres y la posibilidad de «vivir juntos con
de plantearse la construcción de un nuevo nuestras diferencias».
imaginario y de encarar programas eman- Finalmente, por más que Quesada alude
cipatorios, ya no para que una vez más no a la pérdida de fe, a las pruebas de fe del
sean las mujeres lo que está en juego, sino feminismo respecto de la democracia —si-
sobre todo porque ya no es posible ningún guiendo a Mendus—, es obvio que es una

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Sendas de democracia: entre la violencia y la globalización

forma de expresar el problema y que Sen- cia, de su «gramática profunda», dado que
das de democracia pone de manifiesto que no hay autonomía ni igualdad «otorgada»
aquellas visiones del triunfo de la democra- —como bien saben las mujeres y el femi-
cia tras la caída del Muro de Berlín, o la nismo—, lo que podemos esperar depende
inevitabilidad del capitalismo global, sí se de las luchas políticas por la igualdad, de
sustentan en la fe y no en la política demo- las luchas democráticas y, por tanto, ni nin-
crática. Quesada, con todo, sugiere en al- gún Dios nos salvará, ni ninguna necesidad
gún momento que hay que «aprender la es- histórica nos la traerá: la igualdad demo-
peranza». Pero aun concediendo esto, como crática es una tarea que puede tener nuevos
se desprende de las raíces de la democra- comienzos pero no puede tener fin.

NOTAS

1. M.ª Xosé Agra es catedrática de Filosofía Polí- cal Theory. Oxford, Oxford University Press, 2006,
tica. Universidad de Santiago. cap. 5, pp. 106-124.
2. Inclusión and Democracy, Oxford University 6. De una aproximación a estas cuestiones me he
Press, 2000, p. 4. ocupado en «Liberalismo político y Feminismo»
3. Ph. Resnick: La democracia del siglo XXI. Bar- (2002).
celona, Anthropos, 2007, p. 149. 7. Me refiero a «¿Deben las feministas abandonar
4. Quesada establece así la distinción: «Entiendo la democracia liberal?», en C. Castells (comp.): Pers-
por “lo político” las diversas formas que han revesti- pectivas feministas en teoría política. Barcelona,
do, a lo largo de la historia, el ejercicio del poder y sus Paidós, 1996, pp. 79-97.
instituciones sobre un grupo humano. Lo político ha 8. Ibíd., p. 91.
existido siempre en las sociedades humanas mínima- 9. Ibíd., p. 96.
mente complejas. La política, por el contrario, tiene 10. Ibíd., p. 97.
su acta de nacimiento en el proceso por el cual la ra- 11. Como señala A. Jaggar, quien es muy crítica
zón hace acto de presencia en el mundo cultural grie- con la alianza de feminismo y liberalismo, el femi-
go. Ni ha existido siempre ni es coextensiva con las nismo debe mucho al liberalismo, «debe tanto que
demás culturas o civilizaciones. Se encuentra ligada a algunos marxistas caracterizaron al feminismo como
la capacidad de la razón, a la posibilidad central de un fenómeno esencialmente burgués». Feminist Po-
autorreflexión crítica con respecto al mundo en que se litics and Human Nature (1983).
instituye» (p. 222). Sería pertinente aquí una reflexión 12. G. Fraisse: Los dos gobiernos: la familia y la
sobre si la política así entendida supone asumir las ciudad. Madrid, Cátedra, 2003, p. 15.
tesis del excepcionalismo europeo y de la democracia 13. Ibíd., p. 17.
como concepción exclusivamente occidental, o no. 14. Véase, Ana Iriarte: De Amazonas a Ciudada-
Sobre estas cuestiones puede verse A. Sen: El valor de nos. Pretexto ginecocrático y patriarcado en la Gre-
la democracia. El viejo topo, 2006. cia antigua. Madrid, Akal, 2002.
5. Véase, Linda Zerilli: «Feminist Theory and The 15. Ibíd., p. 54.
Canon of Political Thought», en J.S. Dryzek / B. 16. Ibíd., p. 83.
Honig / A. Phillips: The Oxford Handbook of Politi- 17. Ibíd., p. 30.

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