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Cualquier trozo de piel sirve para distraer la vista.

!Estamos en el gran Santiago de Chile, la cuenca del río Mapocho!

En los primeros años de la demos gracias, como dijo la prima.

Que se extiende de las alturas cordilleranas hasta algún lugar del poniente, pasando

por donde sale el sol, llegando hasta la chimba santiaguina, tomas de terreno.

Hoy poblaciones construidas en los bordes del río lleno de sauces, sauces que hoy

no existen.

Ahora puedes ver las playas del río convertido en parques, un gran parque

construido en ambas laderas del rio, plazas con juegos infantiles, maquinas para

hacer ejercicios que rara vez son utilizados, antes nada de esto existía, era un motel

a cielo abierto o un vertedero en medio del río, por donde pasaba la caca

santiaguina.

Los desechos de las personas o más de un cuerpo sin vida.

Después de una dictadura no hay tiempo para poner pasto.

No hay tiempo juegos.

No hay tiempo para la infancia.

Después de una dictadura se celebra.

Se amanece cantando.

Se

Un poco más de diez años hemos dado (demos) gracias.

Ahí está, todo el club deportivo.

Un club deportivo en claro oscuro.

Los de la población vecina son los rojo azul.

En estas latitudes las pareces son así. Entre negros y blancos. Azules y rojos.
Más de alguna vez vi un chuncho en el hombre de un cacique.

Por favor. Ponte mirando hacia la cordillera.

Ahora: Mira con la guata.

(Mirarás con la guata: cuando la boca del estómago la sientas en la garganta).

Ya que estás mirando de esa manera, piensa que estás entrando a uno de estos

pasajes del poniente.

Imagina que vas entrando a esa calle, ves las rejas, no todas las casas tienen reja y

las que sí tienen, son maderas recicladas sin pintar ni barnizar.

Mientras vas entrando lo que pensabas que era cemento, deberás pensarlo como

tierra, no te adelantes en el tiempo, antes las calles eran de barro.

Y ahí en los comienzos del cambio del siglo, en ese pasaje, se improvisa una

cancha de baby fútbol, nunca fútbol, solo alcanza para algo diminuto.

!Pooobre fútbol!

Para veintidós jugadores no existen.

Solo son cinco por lado, cada equipo está compuesto por cinco jóvenes famélicos.

Los del pasaje del fondo, con los del bajo, en una pichanga dominical.

Los cabros que ganen se llevan una jaba de pilsener.

Entre arengas, chiflidos y gritos al aire.


Las y los pobladores liberan la tensión.

Los mocosos improvisan una cancha al final del pasaje.

Y él ahí, esperando que nunca termine el partido.

Él espera el momento en que una de esas piernas tonificadas, morenas y peludas

meta un gol, y con el ánimo de triunfador se saque la polera.

Cada domingo, no solo las piernas de los jóvenes del poniente.

Cualquier trozo de piel sirve para distraer la vista.

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