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Salud elemental: Introducción 6076.

Ulloa

Introducción: Preescrito que se recibió de prologo

Hace ya 50 años que Pichón Riviére (a partir de la experiencia Rosario), marcó el inicio de las practicas
clínicas plurales que yo denomino “de la numerosidad social”, practica de la que también resultó enriquecido
el psicoanálisis, el cual hizo otro tanto en beneficio de los equipos asistenciales y docentes, sobre todo
aquellos que se esfuerzan en las miserias de la marginalidad.

Dos palabras sobre el origen del término numerosidad. Cuenta el dueto analista/analizante, situación
bicorporal y de hecho tripersonal (por la multitud social que no habita y se acrecienta en los procesos
transferenciales) se agregan uno, mas uno (y la suma puede aumentar), sujetos de cuerpos presentes que

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además mantienen su condición de hablante, se constituye el campo de la numerosidad social. Con la
aclaración de que reservo el término numerosidad para designar una intervención psicoanalítica en el campo
sociocultural.

Respecto al termino salud mental, no es vocablo fácil de delimitar, sobre todo cuando la salud resulta
calificada de mental, expresión muy arraigada en el imaginario colectivo.

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Salud proviene del latín sanus, y su derivación española remite a sensato, en el sentido de “estar en sano
juicio”, aproximado a algo que la liga a “salud mental” y, por consiguiente, capaz de un juicio atinado en
cuanto a su lucidez mental. También remite a “buen estado general”. Desde ahí deriva a sanador, esto como
una virtud o don propio de un sujeto (más allá del rol del médico), de antiguo predicamento popular, en el
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sentido de “curador”, así como en el algo peyorativo “curandero”. También, y por contraste, se emparienta con
insano, tanto referido a un ámbito en el amplio sentido de lugar como a los hábitos insanos. Pero si se trata de
un sujeto, ya será cuestión de insania, cuyo exceso arriba a vesania, expresión esta última que nos devuelve
al comienzo de las consideraciones sobre salud mental, en el sentido de “alguien en su sano juicio”, en tanto
vesania remite directamente que a “loco furioso”, en franco sentido antitético respecto de un sujeto juicioso o
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atinado en consejos.

Un recorrido que apunta a dignificar la expresión salud mental, pese a que salud y enfermedad comparten el
mismo apellido, y esto no deja de tener sus consecuencias confundidoras, lo cual justifica que no ocupemos
de ese apellido común: mental.
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Mental: sus raíces latinas lo enlazan, por un lado, con mens, del que derivan mención y mentar, y por otro,
con demens, que dio demente, demencia, amencia, en tanto vehemens (impulsivo, engañoso) conduce a
vehemente, “no siempre juicioso en sus opiniones”.


Por otra parte, en el registro conceptual, tuvo y tiene una gran incidencia en el valor del término mente el
modo según el cual la psicología filosófica elaboro la diferencia entre lo psíquico y lo físico, lo biológico y lo
mental.

Desde esta perspectiva, el concepto mente (o psique) reconoce como un antecedente de peso el vocablo
alma, usado por Freud en algunos pasajes de sus textos. Ya Aristóteles hacia de ella como sustancia, el quid
esencial articulado con el cuerpo humano: “si el ojo fuera un animal, la vista seria su alma, pues la vista es
calidad sustancial del ojo”.

Mucho después, Descartes retomará aquella referencia aristotélica al animal para situar lo propio del espíritu.
Plantea asi principios que darían cuenta de nuestros movimientos. Uno enteramente mecánico y corpóreo,
que depende solo de la fuerza y que compartían el ser humano y los animales. El otro, por completo
incorpóreo, corresponde al espíritu o el alma, sustancia que piensa.

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Autores como Jasper y Gasset se han ocupado de hacer diferencia entre el alma (ligada a los afectos y los
sentimientos) y el espíritu, sede de ciertos actos racionales que permiten formular juicios, al menos
pretendidamente objetivo. De esta distinción derivan otras, como las establecidas entre subjetividad y
objetividad, inmanencia y trascendencia.

La lengua española ha conservado para el vocablo mente connotaciones que se funden, por una u otra vía,
con las de psiquis, espíritu y alma. Se fueron sumando a ellas las que acentúan el aspecto intelectual, en
particular el entendimiento como facultad de comprender.

Salud: el saludo también remite a saludable, en el sentido del ánimo que articula (en una sola unidad) mente y
cuerpo, un entrelazado propio de subjetividad.

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Del fragmento argentino de nuestro Himno (Al gran pueblo argentino salud!), fue surgiendo el núcleo del título:
“Al gran pueblo argentino… salud eleMental”, dicho sea esto connotando precariedad. Lo señalo porque la
idea de sabiduría elemental es uno de los efectos buscados por la filosofía, con un sentido opuesto a esa
precariedad. En realidad, mi intención es apelar a los dos significados de eleMental, el positivo y el negativo.

La precaria salud eleMental condensa, consiste, la búsqueda de esa capacidad tan ligada a la producción
mental.

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Lo anterior conforma la primera parte del título pensado para este libro. Narrare como fue surgiendo el resto,
atento a toda una realidad social que toca a la comunidad toda, y de forma destacada a la excluida del
sistema, víctima de todas las calamidades de la marginación y la miseria. Una verdadera manicomialización
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nacional que cada vez se va extendiendo mas a todo el mundo, países centrales y periféricos.

También alcanza a la comunidad incluida, cuando quienes cuentan con este beneficio están atravesados por
la crueldad indiferente, ante nuestros conciudadanos víctimas de la exclusión, pero los excluidos forman parte
no descartable de la Nación.
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“Con toda la mar detrás”: venia usando esta expresión para aludir a la actitud positiva de los integrantes de un
equipo asistencia, docente o de cualquier naturaleza, que se mostraban propicios a debatir su futuro accionar.
Resultaban acreedores de este elogio, que alude a la fuerza colectiva que los impulsa y respalda. Una
diagramación en escalera, desatancando una producción de Salud Mental que avanza en ascenso, al menos
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para no naufragar en la adversidad.

La búsqueda, como parte de una capacitación, de una producción personalizada en quienes operamos en
esos campos adversos, justifica que la expresión “con toda la mar detrás” sea consecuencia de ese debate
clínico-critico a cuyo impulso es posible trabajar con esa población. Se requiere carisma para hacerlo, carisma


y convicción. Si el foro del debate funcionó, es posible lograr no solo que ambos factores estén presentes en
los operadores, sino también que lleguen a elaborar las decisiones necesarias para que la organización de
esa comunidad sea viable.

Un psicoanalista deberá estar atento a su abstinencia, advirtiendo cuando esta es afectada por la enfermedad
de la indolencia, tan frecuente en nuestro trabajo. La indolencia degrada la regla ética y metodológica central,
para conducir a una labor psicoanalítica en cualquier instancia. Atento también al recaudo en cuanto al hecho
de que, en la numerosidad social, la pertinencia es una variable sofisticada de dichas características y
respetuosa de ellas. Lo ejemplificará así el silencio pertinente de un analista frente a quien lo consulta, pero
que será absurdo ante una numerosa concurrencia que lo convoca pero no lo demanda.

Un psicoanalista que es convocado, tal vez solo tolerado, por su experiencia en la práctica social, nunca es
demandad en su idoneidad interpretativa.

Para asumir su papel analista deberá ajustarse a tres interpretaciones:

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- Primer interpretación: Interpretar su rol en el sentido teatral, vale decir, por lo que no es pertinente
hacer en ese campo (silencio pertinente o impertinente).
- Segunda interpretación: la lectura, no ya de un texto, sino de ese campo, lo que él mismo dice y
contradice, y también lo que no dice, siendo que ello es evidente. Y advertirá sin denunciar el “secreto
a voces” que va intuyendo; se las ingeniará para que alguien denuncie ese secreto, no tal vez el
intuido por él, sino bajo la forma y anécdota de este. Para hacerlo, tomara en cuenta las vacilaciones,
los silencios y otras evitaciones.
- Tercera interpretación: aproximará las palabras pertinentes para decir lo que ha advertido. “Las
palabras pertinentes” es la que más se aproxima a una interpretación psicoanalítica (evidenciando lo
silenciado) para quien no ha sido demandado como analista, pero en quien se reconoce tal condición.
Esto pesa en el hecho de ser convocado, tanto por su presencia como por su experiencia en el campo

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sociocultural, que su condición de analista ha transformado en numerosidad social.

Adquisiciones autobiográficas: el propio análisis resulta una irrenunciable adquisición autobiográfica, producto
de la experiencia; adquisiciones más frecuentes cuando alguien ha arribado a los finales de un análisis, sobre
todo si tiene el habito de abordar por escrito sus obstáculos, para intentar hacer de ellos descubrimientos. En
esto remeda, algo opacamente, el quehacer propio del o de la poeta.

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Debate critico: es fácil entender que todo cuanto habita la atemporalidad inconsciente, donde el tiempo “no
trascurre”, tiene cierto “toque de eternidad”, generador de maneras de ser; esto ocurre tanto en las neurosis
de transferencia como en la numerosidad social.
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Cuando estos contenidos, oriundos del inconsciente, pasan a la temporalidad consciente, donde el tiempo
fluye como fluye el pensamiento, este fluir temporal empieza a mostrar sus efectos y lo “eterno” envejece.

Lo que ha operado con legitimidad es la transferencia intertópica como factor de cura, venciendo la resistencia
formulada por Freud en forma aforística y paradojal del “repetir para no recordar”. Aforística porque el texto lo
evidencia. Paradojal, porque Freud presenta la transferencia intertópica precisamente por el obstáculo que
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llamé aforístico.

Lo anterior (que también ocurre en la neurosis de transferencia) resulta el principal factor de un efecto clínico
psicoanalítico básico en el campo social. Cuando esto se da, toma la forma de ocurrencias (como vector de
una memoria recuperada) en el curso de los debates clínicos/críticos. Es que en el inicio que hace posible las
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ocurrencias, el infantil sujeto ya tenía suficiente estructura psíquica para hacer representaciones memorables,
pasibles mas tarde de represión secundaria.

Las ocurrencias ocurren porque es la palabra, con estatus de palabra, la que activa lo reprimido.


La atemporalidad del inconsciente, sumada a lo inmemorable, les acuerda algo más que cierto “tique eterno;
son consecuentes de las muy tempranas experiencias, aquellas que quedan inscriptas como precarias
huellas, en el temprano psiquismo de un lactante.

Estos toques del ánimo llegan a generar también maneras de ser, a las que se accede en análisis a través de
construcciones conjeturales. Cuando se trata de pacientes jóvenes, es posible que su origen forme parte de
alguna leyenda familiar, que venga a validar la construcción conjetural, sugerida por el analista o tal vez por el
analizante, una vez levantadas las represiones mas tardías, las cuales hacen más factibles las ocurrencias.

Carente de tales datos, un analista se guía por la respuesta del paciente. Si la construcción no tiene ningún
eco en el, lo más probable es que nada de esto haya ocurrido, por si lo tiene, y el paciente mismo la aprueba
como conjetura, lo más probable es que la conjetura haya sido acertada, originada en lo que llamé captación
esponginaria. Por supuesto, esta hipótesis no solo la hace el analista, cuando entre él y el analizante se
restablece algo de aquella empatía a la que he aludido. Es que la clínica, y no solo la de linaje psicoanalítico,

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por momentos es atravesada por lo que suelo llamar la institución de la ternura, de ser asi, el analista, a la
manera de la madre y el niño, “sabría que le pasa a su paciente”. Un “saber” que solo es válido si se ajusta
con rigor y pertinencia a un comportamiento abstinente. Todas estas sutilezas juegan especialmente cuando
un analista en la numerosidad social promueve, debate crítico mediante, las ocurrencias frente a las cuales su
titular puede exclamar ¡cómo no se me ocurrió antes!; y los toques del ánimo, que si bien no promueven
exclamaciones, dejan la sensación expresada grafica y dubitativamente por un “lo que acabo de saber ya lo
sabía”.

Ambiguo: etimológicamente “concluir desde afuera lo que está en cuestión, sin irrupciones intempestivas, ni
abandono prematuro del campo”.

La definición etimológica del término ambigüedad configura una verdadera situación con valor de proceder

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crítico, útil en toda conducción de un debate, también en un análisis, con el nombre de punto clínico de
facilidad relativa.

En este punto debe colocarse un analista, optimizando su eficacia, sobre todo en situaciones de particular
complejidad. Para nada es una posición fácil, por el contrario, asumir esta posición es un imperativo ético,
respetuoso de la gravedad del conflicto que se enfrenta. En tanto a la etimología de gravedad que utilicé
aludiendo a conflicto, no solo connota una cierta intensidad, sino que también garantiza en el operador clínico

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la necesaria presencia para enfrentarla, con el buen tino de buscar el punto desde el cual será facilitada su
eficiencia.
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Resonancia intima: constituye el primero entre los procederes críticos, necesario para que un pensamiento
emerja, apuntando a futuro.

Cuando el conductor de un debate logra hacer retroceder la intimidación, que tantas veces acompaña a la
confrontación de ideas, ese lugar viene a ser ocupado por esta intimidad resonante. Es a partir de este hecho
que lo que alguien dice resuena en el otro en coincidencia o en disidencia. Esto supone reciprocidad entre
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quien habla y quienes escuchan.

Es obvio que en la primera, en la coincidencia, favorece el necesario eco para consolidar esta resonancia, a
cuyo amparo transcurre el debate de ideas, sin que prevalezcan los enfrentamientos, a veces necesario, pero
siempre aproximando intimidaciones. Sin embargo, es la disidencia la que enriquece el debate.
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Es en este sentido que la resonancia íntima constituye el primer proceder/clínico. Es que la metodología
clínica es en sí misma un proceder crítico.

El acto de habla ante testigos, es decir, mirando, lo tomo del derecho romano, donde no estaba admitido


variar siquiera una letra de ese acto de habla, que tenía valor de promesa, contrato o pacto.

En este campo hecho dispositivo, tanto la mirada como la palabra son en reciprocidad. En consecuencia, toda
palabra implica un actor escuchado por quienes se asumen público.

No obstante, en los debates clínico-críticos, la búsqueda de la verdad es legítima y a la vez meritoria, se trata
de aprender tal vez al costo de desdecirse de lo afirmado precedentemente. Este es el efecto positivo y no
apóstata de lo que denomino resonancia intima.

El segundo es la elección de un analizador suficientemente universal para concitar la atención de la mayoría,


a la par que suficientemente acotado como para que el debate critico lo sea de lo que está en cuestión y no
del universo. Ambos son indispensables para un debate con producción de pensamiento válidamente critico,
apuntando a futuro. Se facilita así la única transferencia con la que resulta legitimo para un psicoanalista
operar en este campo, la intertópica donde lo inconsciente va adviniendo conciencia.

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Esto no implica que en la NS estén ausentes las neurosis de transferencia. Pero no es pertinente para un
psicoanalista operar sobre ellas en esta numerosidad.

En estos ámbitos plurales es necesario tomar decisiones de conducción, es decir, decisiones políticas, por
eso la insistencia en un pensamiento que apunte a futuro. Es cualquier clínica, los diagnósticos se leen o se
conjeturan, pero en los pronósticos se construyen.

Perelaboración: prefijo per, indica intensidad emotiva e intelectiva sostenida en el tiempo. Permanente,
persistente, perpetuo.

Es común que durante un debate critico, dentro del dispositivo de la NS, cuando este efectivamente se ha
transformado en un dispositivo psicoanalítico, alguien sea alcanzado de forma inesperada por un toque del

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ánimo, mostrándose fastidioso, al grado de la irritación o simplemente triste y hasta deprimido. También
podría sentirse alegre, animoso, pero esto depende de cómo le fue en la feria de sus primerísimos tiempos.

También puede ocurrir estos toques de ánimo cuando un analista habla al azar de la memoria y sus
ocurrencias. Quien se expone a ese azar de la memoria es posible que, más que hablar del inconsciente,
hable al inconsciente. Así se forja memoria en el intento de despertar la propia memoria del sujeto.

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Línea clínica: consiste en darle a todo síntoma la condición de un intento de salida, aunque, por su naturaleza
sintomática, esta salida se enreda, se traba sin lograr su objetivo; pero aporta el beneficio de promover de la
pregunta ¿para qué? presente en todo síntoma, complementaria a la del ¿Por qué? diagnóstico. En este
sentido, todo síntoma tiene un carácter prospectivo. Además, esta pregunta no solo dignifica el síntoma, aun
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el mas negativo siempre que no implique una obvia transgresión ética, sino que resulta imposible aliviar el
sufrimiento de un paciente altamente perturbado sin orientarse a partir de ese intento sintomático de cura.

Operadores clínicos: todos aquellos que actúan sobre el escenario de la NS, evitando la injusta dicotomía que
habla solo de profesionales, por un lado, y enfermeros, administrativos y mantenimiento por el otro. Todos son
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operadores clínicos en el intento de producir Salud Mental.

Salud Mental: es una producción cultural, una variable política.

Busco reconceptualizar la SM desde una perspectiva psicoanalítica, pero no solo desde ella. Para entenderlo
basta pensar a un analista que trabaja en el campo social, donde la transferencia intertópica va haciendo
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conciencia, lo cual obliga a tomar en consideración tanto lo propio del sujeto del inconsciente y su tópica como
todo lo referente a la conciencia.

Es que más allá de la sobredeterminación inconsciente de la voluntad, también vale lo que llamo conciencia-
tarea, que no es solo un mero síntoma, en tanto desde ella el sujeto va sabiendo acerca de si mismo. Pero


insisto en que hacer conciencia lo inconsciente no solo ira perfeccionando la capacitación, sino también la
toma de decisiones, cosa necesaria en toda organización que se proponga políticas de acción.

Salud eleMental. Cap. 1. Ficha 6076 Ulloa

Cap. 1: Introducción gradual al concepto de numerosidad social

Numerosidad social: manera de nombrar una intervención clínica psicoanalítica en situaciones plurales.

El termino numerosidad hace referencia a la sumatoria de sujetos que resulta cuando al dueto
analista/analizante se le suma, mas uno, mas uno… y así sucesivamente, hasta el numero lógico de
integrantes de un equipo, en relación con sus objetivos específicos; numerosidad que también esta acotada
en su constitución por el espacio disponible.

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En el campo de la numerosidad social cuenta tanto sujetos de cuerpo presente como sujetos hablantes
cuenta.

El primer cuentan alude a la mirada en reciprocidad, punto de partida de cualquier sujeto en tanto sujeto
social. El segundo cuentan se refiere al discurso, ya que el discurso de un sujeto siempre tiene algo de
singular; en ello radica, básicamente, el inicio de la singularidad de un sujeto, en su condición de pensante.

La tensión dinámica en un sujeto, al mismo tiempo sujeto social y singular, hace propicio el accionar del
psicoanálisis en ese campo de la numerosidad social (NS), que en algún momento será recinto perelaborativo
multiplicador.

Acerca de la perelaboración

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Perelaboración en términos de intensificación con efectos perdurables. Esos efectos se dan en un tratamiento
dentro de los excesos del loquis, propios de la asociación libre: coloquio, circunloquio, interlocutor, locuacidad,
locuela, etc. Se trata de una variabilidad necesaria para que no solo el trabajo interpretativo, sino también y
principalmente lo que se va sintetizando en el analizante como advertencia de si, puede traducirse en el tal
efecto perelaborativo.

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La perelaboración constituye uno de esos recursos curativos propios de la condición humana, previos al
acontecer que marco la irrupción del psicoanálisis. Un acontecer que marco el pasaje de lo inconsciente como
presencia cultural en la civilización, al inconsciente freudiano, ahora articulado a la conciencia del sujeto. el
propio dispositivo psicoanalítico es perelaborativo, en tanto intensifica los procesos resolutivos-curativos,
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posibles en todo sujeto.

El prefijo per indica mayor intensidad de un proceso y, de manera menos explícita, lo que perdura en el
tiempo, lo persistente, lo perdurable.

Formulo este proceso de la siguiente manera: “Me doy cuenta de que siempre supe lo que acabo de saber…
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para volver a olvidarlo”. Un volver a olvidar resultado de la recaptura de aquellos que quizás entrevisto solo
fugazmente.

Para pensar la perelaboración tal como se deduce de los escritos freudianos, es útil establecer su parentesco
con el concepto de trabajo psíquico en términos del proceso por el cual el aparato psíquico elabora los
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estímulos perturbadores, cualquiera sea su origen. Gracias a él, lo reprimido logra en ocasiones abrirse paso,
camino a hacer conciencia. Pese a estar determinada por el inconsciente, este puede no obstante
“aprovechar” la ventaja relativa de ser testigo periférico, para advertir precisamente aquellos propio de la
instancia que la determina.


Freud se ocupa del tema en el contexto del tratamiento de la histeria y en las teorizaciones tempranas del
“proyecto…”. Afirma que una vez identificado el núcleo patógeno o sus proximidades aparecerá una
resistencia en el paciente y la situación perderá transparencia. El tratamiento se estanca y no basta con
nombrar esa resistencia, sino que será necesario identificar el núcleo patógeno. Así, la perelaboración es el
arduo y silencio camino por el que se transfiere (trascurre) lo reprimido entre una y otra tópica del aparato
psíquico. A esta modalidad del transferir se refirió Freud en un comienzo, antes de que el término fuera
explicado de manera prevalente, ahora en un registro intersubjetivo, a la resolución de la neurosis de
transferencia, algo esencial en el proceso de la cura.

Freud destaca que el incremento de la resistencia marca un momento culminante, en el proceso mayor del
trabajo-a-través-de. Señala que “solo en el apogeo de ese proceso se descubren, dentro del trabajo en común
con el paciente, emociones pulsionales reprimidas que lo alimentan y de la cuya existencia y poder se
convence en virtud de tales vivencias”.

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Por mi parte, agrego que este proceso es asi especialmente en ámbitos colectivos, atravesados por los
procederes críticos, sin olvidar que la perelaboración es posibilidad inherente a todo sujeto, más allá del
trabajo psicoanalítico. Tanto este como el accionar critico pueden promoverla; uno y otro se suman en el
campo de la numerosidad social abordada psicoanalíticamente.

En cuanto a ese momento apogeo, viene a quedar ilustrado por dos frases imaginarias. La primera proclama:
“Aquí las cosas siempre fueron, son y serán así”. Corresponde al momento inicial de un suceder que viene a
ser interrumpido por un distinto acontecer, con efectos a futuro. Es entonces otra la frase que expresa el
nuevo estado de conciencia: “me doy cuenta de que siempre supe algo de lo que acabo de saber”. Quizás ese
saber solo admita un saber a qué atenerse o quizás habilite un intento de hacer gracias al cual se aprende.

La perelaboración corresponde a ese acontecer que hace al funcionamiento mismo del aparato psíquico, con

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un proceso en cierta forma independiente (nunca del todo) del importante accionar interpretativo en lo que
respecta a la neurosis de transferencia.

No vengo empleando al azar el término acontecer, sino que lo encuentro preciso para hablar del psicoanálisis
como un proceder critico. Así como el vocablo suceder connota lo que sucede a lo anterior, el termino
acontecer no se juega a lo ya existente, sino a los efectos promovidos a futuro inmediato o mediato. Esta idea
corresponde bastante ajustadamente a la reducción de pensamiento crítico; y es que la clínica psicoanalítica

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es un proceder promotor de tal pensamiento.

¿Cómo opera un analista cuando esta despojado funcionalmente de su instrumental interpretativo? Será
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importante para ello ceñirse con rigor a lo que sitúo en términos de las tres interpretaciones, que poco tienen
que ver con lo que entendemos tradicionalmente por interpretación psicoanalítica.

- La primera interpretación que deberá asumir en persona el analista implicará precisamente


representar, sin duda a la manera teatral, a un analista que es convocado sin demanda terapéutica
formulada.
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Doy al término demanda el sentido fuerte que tiene para alguien en busca de un análisis personal.

Dije “a la manera teatral” porque aludir a ese ámbito es el modo más simple de indicar como se encarna un
personaje, sobre la base del no hacer. Este no hacer cobra en el analista connotaciones que remiten a la
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abstinencia atravesada por lo pertinente.

En función de ellas y en ese interpretar de forma actoral a un analista, este pondrá cuidado en no predicar una
teoría psicoanalítica, cualquiera sea, bajo ninguna forma, salvo que este en función de transmisor.

Otro comentario con respecto a la abstinencia propone que ningún analista, por mas habituado que este en


los ámbitos sociales como experto acerca de lo que ahí ocurre, pues estar psicoanalista supone un largo
aprendizaje, sobre todo teniendo en cuenta que en ámbitos colectivos, muchas veces el psicoanálisis solo
pasa por el analista mismo.

Si deberá ser “experto” para procurar que quienes lo convocan o lo demandan (ámbito social o transferencia)
sepan apoderarse de su propio saber.

- La segunda interpretación que le corresponderá asumir al analista resulta más fácil de situar
recurriendo a una analogía, según la cual es cuestión de interpretar la lectura de un texto, aquel del
campo que constituye el objeto mismo de ese análisis; las letras de las que se ocupa esta lectura son
las de las palabras pronunciadas por quienes habitan ese campo. También, pero sin palabras, las
dicen sus actitudes que, como suele ocurrir con las imágenes, valen por muchas palabras.

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El analista en trance de interpretar tal lectura estará atento a lo que ese texto dice y contradice configurando,
por momentos, lo que designo en términos de relaciones insólitas, situándolas como una de las cinco
condiciones de la eficacia clínica. Capacidad de predicción; actitud no normativa; posibilidad de establecer
relaciones insólitas en un discurso; definiciones por lo positivo o por lo que es; coherencia entre teoría y
práctica o entre ser y decir.

Además de ocuparse de lo que el texto dice y de aquello que contradice, esa lectura también prestara
atención a lo que el texto no dice. Esto es algo de particular importancia cuando es no decir cobra matices de
lo secreto, muchas veces un secreto a voces; en otras cosas ocasiones materializado en murmullos que
circulan por los pasillos. Un analista pronto tendrá indicios de tal secreto; los encontrar en las vacilaciones, los
gestos, las miradas significativas y aun en las sonrisas.

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Nada de esto podrá traducirse en un esbozo interpretativo, como tampoco en preguntas que violenten ese
secreto. Pero llegado el momento, el analista habrá de promover todo lo que ha ido conjeturando, de manera
tal que alguien denuncie ese secreto a voces.

Ese secreto a voces puede ser la causa que justifica la presencia de ese analista, a un tiempo convocado y
privado de la información que alguno o muchos conoces.

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- La tercera interpretación. Si el analista se ha mantenido en pertinente abstinencia, con su atención
centrada en los emergentes, el mismo, como también aquellos objetos de ese análisis irán
aproximándose a las palabras más eficaces para decir acerca de lo que ahí ocurre.
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Lo dicho antes acerca de la imbricación entre inconsciente y psicoanálisis, operando uno sobre otro, permite
pensar al psicoanálisis como un oficio próximo a lo que pueden considerarse oficios básicos de la palabra,
formando parte legitima de la condición humana.

El psicoanálisis puede ser ubicado entre la filosofía y la epistemología; en algunos casos corrido a la filosofía
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o quizás a la poética, no tanto como quehacer, sino tomando de ella la penetrante eficacia interactiva de la
subjetividad. En ocasiones, animándose por los caminos de la numerosidad social, aproxima el interés por la
política y la económica para enfrentar el desafío que implican estas cuestiones estructurantes de lo social, con
relación a la salud mental. Esto supone definir la salud mental no en término psicopatológicos, sino en
aquellos que reenvían a la cultura.
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Respecto de los oficios, me importa mencionar brevemente lo que suelo llamar “la angustia hacedora de
oficios”. Todos estos quehaceres básicos, más antiguos que en el psicoanálisis, están ligados de forma
estrecha a la perelaboración de la angustia por parte del aparato psíquico, algo no ajeno a ese trabajar-a-
través-de, que ha ido perfeccionando la condición humana y organizando los quehaceres y su cultura, como


una manera de vivir vocacionalmente, acorde al desarrollo de los complejos procesos de la identidad.

Hay una figura freudiana que oportuno incluir aquí, en tanto inicia este acontecer perelaborativo. Me refiero a
la Novela familiar neurótica (NFN) que además de suponer un periodo de intensa productividad lúdica
ficcional, tiene efectos perdurables entre ellos, la capacidad de conjetura y hasta el humor conjetural, una y
otro heredero de la ficción no renegadora.

La NFN es un momento perelaborativo, gracias al cual el niño enfrenta su derrota edifica, ensayando
subjetividad a través del despliegue de la ficción. La así llamada derrota se acompaña, por lo demás, de un
saber que se va imponiendo al infante como inexorable; se trata de un saber como una cosa en si, por
supuesto sin ningún valor conceptual en ese momento. Entonces el niño advierte como irrecusable realidad
que no es una causa del deseo de sus mayores, básicamente sus padres, sino consecuencia de ese deseo.
Un conocimiento doloroso, para bien de su autonomía, en tanto supere el anhelo de ser el objeto de deseo
prevalente de esos mayores. Si digo para su bien es porque advertí que no es su exclusivo objeto de deseo,

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será un factor decisivo para propiciar la inventiva de su imaginación infantil, tanto en los juegos solitarios como
en aquellos que despliegue con otros “pequeños ciudadanos”, a quienes audazmente propone el clásico
convite de “dale que vos sos… y que yo soy…”, armando la fiesta. Así como ira cobrando forma la familia
novela, otros personajes imaginarios seguirán de manera progresiva en este ensayo de subjetividad,
inventando futuro.

Ese trabajo lúdico será también un trabajo psíquico, a través de circunstancias más propicias o más adversas,
siempre y cuando esa adversidad no lo conduzca a jugarse cada día la vida, en la azarosa perinola de los
distintos significados del vocablo conjetural.

En esta producción del niño podemos considerar dos tipos de ficción: por un lado, la que mantiene la nobleza
del género, en tanto imaginariza más allá de lo real, sin ocultar recusatoriamente los hechos y las restricciones

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con que se encuentra. Esta actividad conlleva la inventiva necesaria para resignificar esos hechos, producción
que ya presente como antecedente del humor conjetural, ese humor perelaborativo que quizás merezca, por
eso mismo, la condensación de “per-humor que conjetura”.

El humor, como forma de la valentía, es un fluido penetrante de las rigideces de lo real. Pero en la NFN
también puede darse una producción ficcional que recusa los limites castratorios presentados al niño por lo
real. Entonces, lo ficticio de esa producción levantar velos fetichistas; el fetiche es un ídolo perversamente

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adorado porque afirma que es lo que no es, y también lo contrario. Se trata de una mentira idealizada, una
patología de la perelaboración relacionada con la perversión y que tiene también posibles efectos perdurables.
Tiempo mas, tiempo menos, la mentira se derrumba, aunque a veces dura demasiado.
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Cuando aludo a la niñez y su condición de novelería, no solo me refiero a un momento evolutivo de todo
sujeto, sino además incluyo a la humanidad en su niñez inicial. Una niñez cultural con modo explicativos
primarios para dar cuenta, en clave de fabula, de un mundo visible pero enigmático en lo aparente, por
entonces mas “ancho y ajeno. Sabido en que en la medida en que el conocimiento sobre ese “aparente”
avanza, más ancho y ajeno aun se torna ese mundo, bajo el modo del socrático “solo sé que no sé nada”.
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Pero también es cierto que el cumulo de conocimientos cada vez seguirá acrecentando más rápido,
perfeccionando esos modos explicativos ordenables en una secuencia de estilos que con el tiempo serán la
base de los oficios ya aludidos. Como ya dije, inicia esta secuencia las explicaciones míticas que pueblas
antropológicamente el firmamento; la épica inventando y narrando dioses, de hecho paganos, con relación a
un modo de conocer la naturaleza, las estaciones, el clima, la experiencia campesina. Campesino y pagano
FI

son términos correlativos en cuanto al endiosamiento de las fuerzas naturales.

Además de esa misma “niñez” de la cultura y su imaginería enlazando lo real, avanzaba lentamente la eficacia
simbólica, miles de años después necesaria para el psicoanálisis, como ya lo había sido desde antiguo para la


poética y toda su producción artística. Por supuesto, la eficacia simbólica, con estilo distinto, también es
esencial en la ciencia.

Es un hecho que lo real no garantiza la verdad, aunque suele presentarse como lo verdadero, sin que enlace
necesariamente a ser cierto. Para que tenga lugar el apoderamiento capaz de dar espesor de verdad a la
subjetividad, será necesario enfrentar la opacidad propia y constitutiva de lo real, apelando por momentos a
ese juego perelaborativo, que partiendo de la imaginación infantil y su producción de novelería o de la adulta y
sus conjeturas, pueden abrir la chance de resignificar aquella opacidad en una producción simbolizante de
paradigmas, con algún sentido de perdurabilidad. Los paradigmas y sus efectos no son perdurables. Los
paradigmas son necesariamente efímeros y esto delata su linaje ficcional, discontinuidad necesaria al saber.

Lo anterior aparenta ser opuesta a la perdurabilidad propia de la perelaboración. Ocurre sin embargo que en
la ciencia lo que perdura no es el saber sino la actitud curiosa por acrecentar ese saber, una actitud por
momentos deconstructora de saberes previos.

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El proceso de la transferencia intertópica y lo propio de la perelaboración tiene como fin último la instancia
consciente de lo que se ha dado a llamar el aparato psíquico. Estamos en plena primera tópica, conciencia-
preconciente-inconsciente, que permanece vigente a pesar de la formulación de la segunda: ello-yo-superyó.
Una conciencia que cuando es recapturada por su determinante contribuyente a transformar lo inconsciente
en el inconsciente. Es más, el campo metapsicológico, como reflejo de lo inconsciente, constituye en sí una
conciencia calificada, tal vez paradigma de lo que propongo llamar conciencia-tarea merced a la cual el
panorama metapsicológico nacido del proceso transferencial seguirá acrecentando, sea por la práctica del
oficio psicoanalítico o por la vía de lo que propongo como propio análisis, una condición irrenunciable para
todo analista que se ha aproximado a ese logro, de forma abarcativa llamado fin de análisis.

Esa conciencia-tarea implementando creatividad nos introduce a un último aspecto de la perelaboración.

OM
Lo especifico del proceso creativo reside en avanzar desde lo más sutil y fugaz de la inspiración hacia lo más
denso, es decir, lo propio del artefacto todo tal cual supone un verdadero trabajo a-través-de distintos estados
de conciencia, verdaderas estaciones psíquicas con antigua tradición en la cultura.

El artefacto, como momento denso del momento creativo, transparenta lo que desde la sutil inspiración
transporta (metáfora) aumentando así las chances, para quienes contemplan esas obras, de acceder a lo
entrevisto por el inspirado autor que pudo atravesar fugazmente la opacidad de lo real. Sin duda, el término

.C
clave aquí es contemplar. No deja de ser curioso que el más remoto antecedente de la idea de teoría aluda a
decir acerca de lo contemplado en la escena teatral. En el proceso psicoanalítico clínico, la escena que se
contempla es la que el paciente despliega, favorecido por el espacio que le crea abstinencia del terapeuta,
DD
escena acerca de la cual también se puede decir respecto de lo que ahí acontece. Un decir como producción
de pensamiento teórico, primer esbozo de conceptualización de la práctica, esto es, un decir conceptualizador
acerca del otro. A partir de ahí, y ya por fuera de la esencia clínica, el analista y el analizante tal vez inicien la
transpirante tarea de la escritura como un momento privilegiado de la clínica.

¿Cuál es el motor de ese segundo y arduo momento de la teorización? Al menos en la escritura teórica
LA

psicoanalítica, lo impulsa aquello que puede considerarse como básico en la lectura de todo psicoanalista: la
propia gravedad personal. El de advertí ahora, con sentido patológico, la propia gravedad. “gravedad
particular” que se hace productiva frente a la alteridad de lo contemplado en lo real de su paciente. Por esa
vía habrá de adquirir la gravitación para sostener la transferencia, lo cual supone pagar los gravámenes
correspondientes a esta postura, con el rédito de la gravidez que fecunda su propia persona.
FI

La irreductible discontinuidad dada entre un sujeto y otro: una discontinuidad no necesariamente irreductible,
pero que pese a los puentes simbólicos comunicacionales que aproximan el entendimiento, se mantendrá
como tal; ya instalada con el hijo y aun mediando la donación simbólica de la madre, base del lenguaje entre


esta y su niño. Esta discontinuidad habrá de universalizarse como sentimiento de soledad humana, ya que no
solo es cuestión de una discontinuidad intersubjetiva, sino que además integra toda estructura psíquica como
tal. A partir de ella y del sentimiento que genere, surgirán preguntas acerca de quién soy, de donde vengo,
cual es mi destino. Es decir, acerca de la vida y la muerte, maneras de aludir a las puertas de acceso de lo
real. Todo esto importa aquí porque en esa irreductibilidad se funda la perelaboración, trabajo esencialmente
intrapsíquico que, dando espesor a la subjetividad, puede hacer de alguien un sujeto con capacidad de estar
solo sin ser solitario.

La formulación freudiana que alude a la transferencia en términos de un repetir para no recordar puede
alinearse en esta perspectiva mítica. Toda la desmesura que gravita en la historia memoria e inmemorial, así
como la cotidianidad del sujeto, está reflejada en esa sentencia mesurada de Freud. Repetir para no recordar
alude a aquello que no tiene medida: el inconsciente. No cabe duda de que el proceso transferencial situado
por Freud en su forma aforística es una modalidad de perelaboración articulada a ese “para volver a olvidar”

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aquello que, una vez sabido, siempre se supo, y que he presentado como la esencia metapsicológica de la
perelaboración.

Cuando sitúo la transferencia como una forma de perelaboración, no solo aludo al concepto tal como lo
plantea en un primer momento Freud, desde el punto de vista de la estructura intrapsiquica, sino que me
importa poner de relieve ese “repetir para no olvidar” en tanto fenómeno propio del sujeto. De él se vale el
psicoanálisis para organizar la neurosis de transferencia como resultado y eje del dispositivo clínico que hace
posible la eficacia de la interpretación. Pero el fenómeno existía antes y por fuera de ese dispositivo.

La experiencia Rosario como prólogo

Vuelvo a la idea de NS, nombre que reservo para todo recorte sociocultural, abordado desde el psicoanálisis.

OM
La existencia de tal numerosidad, que en su eficacia altera la de aquel dueto donde se originara, fue el
precario fundamento para que en mis comienzos, diese por sentada la intensión psicoanalítica de mi práctica
clínica en campos plurales. Más tarde, me resulto importante buscar razones de mayor consistencia para
validar en ese contexto la naturaleza psicoanalítica de mi clínica.

Fue un importante avance advertir la diferencia entre trabajar en el hospital o hacerlo específicamente con el
hospital. De esta especificidad se desprende el peso que fueron cobrando, a medida que se desplego mi

.C
trabajo con ellos, lo que denomino bancos de prueba, diferenciación que me posibilitó pensar y luego ensayar
una clínica para el abordaje de los espacios socioculturales, clínica que fluctúa entre la que se reconoce como
de linaje medico y otra propia del linaje psicoanalítico.
DD
Ocurre que un análisis dispuesto a trabajar como tal en estos ámbitos, haciendo conciencia para sí y para
quienes asesora, necesariamente tendrá que incluir a la conciencia como parte básica de su trabajo, esa
conciencia que es producto de la importancia que allí cobra la trasferencia intertópica.

Los linajes clínicos


LA

La clínica médica privilegia su condición holística en el sentido que aporta una mirada panorámica. Además,
es clínica de cuidados, consejos y prescripciones farmacológicas. A diferencia de ella, la de linaje
psicoanalítico es clínica del fragmento, pues fragmentarias son las producciones del inconsciente. No es
literalmente una clínica de cuidados, aun cuando los procesos transferenciales los demandan, en su calidad
FI

de atentos y pertinentes. La pertinencia es una forma sofisticada de la abstinencia, que gira en torno de lo que
se debe y no se debe hacer, sea desde una perspectiva ética o metodológica. Finalmente, la clínica de corte
psicoanalítico, procura leer no solo el por qué diagnostico de determinados comportamientos sintomáticos,
sino además el para qué prospectivo del síntoma. Una vertiente según la cual la salida que se debe encontrar
para un conflicto psíquico esta sugerida por ese para que prospectivo, que al menos debe ser tenido en


cuenta en la búsqueda de una solución.

El quehacer capacitante de cualquier equipo, resulta fundamental para estar atento a la producción de Salud
Mental, entendida como un resultado de la trasferencia intertópica, donde el inconsciente va advirtiendo
conciencia.

Es de ese advenimiento de conciencia acrecentando conocimiento que se deciden medidas terapéuticas, pero
también las que atañen a las políticas inherentes a cada institución.

Un analista está en condiciones de aportar sus conocimientos específicos, aun cuando no ponga
explícitamente en juego su instrumental interpretativo. No trabajará como psicoanalista “clandestino”, si está
atento a las producciones del inconsciente. Lo que no debe excluir de ese advenimiento capacitante de la
conciencia, inherente a la transferencia intertópica, es promover la herramienta pertinente. Me refiero al

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debate crítico asistido por procederes críticos. Todo esto es propio del psicoanálisis operando en campos
colectivos que en general lo son en la marginalidad.

En la clínica, en cualquiera de los linajes que consideramos, los diagnósticos se leen pero los pronósticos se
construyen.

El para qué prospectivo permite construir pronósticos, aun en situaciones límites, tan frecuentes en la
marginalidad, donde la muerte ronda. Para lo que no renunciamos, como analistas, a poner en juego nuestro
oficio, ni siquiera en condiciones adversas… y la muerte, como horizonte expectante por próximo, sí
representa una adversidad. No solo una adversidad inmediata, sino a demás esa negada muerte a futuro cuyo
abordaje resulta tarea legitima en un análisis, sobre todo próximo a sus finales, cuando ya está cercana la
despedida transferencial.

OM
Desde Freud que el inconsciente no tiene registro de esa nada que es la muerte. En efecto, la muerte es
conocida solo desde lo social.

En relación al para qué prospectivo, con los psicóticos ocurre algo que debe destacarse. En ocasiones, el
operador clínico logra entrever, el para qué en cuestión. La experiencia propia y ajena me indica que esta
lectura del operador solo resulta legitima cuando algún indicio valida la pista que de tal para qué conjetura el

.C
operador. Si ocurre lo señalado es porque el paciente trasmite la expectativa de un cierto alivio.

El psicoanálisis de la NS social comienza por casa. Para ser mas explicito: por los procesos transferenciales,
tantos los propios de la neurosis de transferencia como los dados en la NS, donde reina con conocimiento la
DD
transferencia intertópica.

En cuanto a las instituciones psicoanalíticas (una forma sofisticada de NS), dicho en términos analógicos,
advierte tres tendencias. Tres modelos que corresponden a la institucionalidad: Iglesia, Escuela o Virtual.

- Tendencia Iglesia: el eje lo constituyen los miembros con funciones didácticas, con el riesgo de instalar
LA

una suerte de clerecía o al menos cierto espíritu corporativista. Riesgo no necesariamente inevitable.

Se expresa habitualmente en un enfrentamiento entre ellos y nosotros o entre nosotros y ellos. El nosotros
corresponde a quienes se quedan y ellos a quienes se van, enfrentados a nosotros.
FI

La experiencia me enseña que no hay debate que produzca pensamiento crítico si no se cuenta con
procederes que lo promueva, y estos suelen brillar por su ausencia en los cismas dando lugar a que las
disidencias restablezcan la más rotunda intimidación, la causa principal y más común del cisma. Si este se
produce, suele ocurrir que en el ellos se integren varios de nosotros, y viceversa. Cuando ni unos ni otros
revisten el carácter de infiltrados sino el de integrantes que representan otras voces, se facilita una nueva


posible integración. No es lo que suele ocurrir, lo cual dificulta las chances de poner explícitamente en juego
las disidencias surgidas en algunos de los grupos, pues “los infiltrados” terminan en silencio, aproximando el
clásico “el que calla otorga”.

Esas otras voces, de no encontrar la manera de expresarse, el funcionamiento de una u otra fraccio se hace
difícil, e incluso llegan a darse nuevas fragmentaciones. Todo un conflicto que suele hacer fracasar el intento
de un abordaje psicoanalítico, posible de restablecer el debate critico, verdadero eje instrumental del
psicoanálisis en la NS, algo obvio si pensamos que una comunidad instituida debe conducirse a sí misma en
la búsqueda de consenso entre sus integrantes. Aquí, el objeto del psicoanálisis alude a ambas tópicas, es
decir, también a la conciencia. De no mediar este debate en condiciones no intimidantes, las disidencias
clínicas o políticas dejan de ser toleradas y pueden darse rotundos fracasos.

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El psicoanálisis no es un animal político y se mueve con ciertas dificultades en las acciones de esta
naturaleza. Sucede que es propio de nuestra disciplina promover efectos de subjetividad, y eso implica cierta
libertad de intercambio ideativo, algo no siempre acorde a los estilos, estrategias y tiempos políticos.

- Tendencia escuela: apunta a una organización Escuela. Esta tiene por eje una transferencia fuerte con
un fundador que, como decía Freud a Jung: si usted hace de mi un objeto de culto… cuando deje de
serlo, por efecto mismo del psicoanálisis, es probable que se produzca un cisma entre nosotros.

La verdad es que tanto uno como otro aportaron lo suyo al conflicto, pero las palabras de Freud encerraban
una verdad que se hace presente cuando emergen las disputas entre los que se consideran herederos de
aquel culto. Otro aporte más comprobar que el psicoanálisis de la NS comienza por casa.

OM
- Tendencias virtuales: en ellas no hay pertenencias efectivas, y sus miembros circulan y se integran
siguiendo modalidades episódicas: congresos, jornadas, conferencias. Algo más estable resulta su
permanencia transferencial cuando integran grupos de estudio, ya sea de psicoanálisis o de otras
disciplinas afines, donde ese vinculo transferencial queda establecido respecto de un determinado
saber o de quien lo transmite.

En estos miembros virtuales se advierte cierto nomadismo, no errático sino legitimo, hasta dar con el analista

.C
finalmente elegido. Ellos van en busca de nutricias neurosis de transferencia. Algo semejante sucede con
algunos grupos de estudio.

Al comienzo de mis exploraciones en los ámbitos plurales de la subjetividad, el nexo mantenido entre la
DD
“institución” de la NT (neurosis de transferencia) y las instituciones que integran la NS, formaba parte de mi
intención de ubicar mis nuevas experiencias desde una perspectiva interdisciplinaria, siempre ajustándome,
en cada caso, a lo que resulta pertinente o no hacer.

Aquel nexo que establecí entre la NT y el resto de las instituciones públicas o privadas con las que suelo
LA

trabajar, haciendo de ellas NS, pretendía poner en evidencia el riesgo de una flagrante contradicción en ese
intento de sostenerme psicoanalíticamente en los dos campos.

El accionar de un analista en la NS, sin explicita demanda terapéutica, no le permite utilizar su instrumental
interpretativo para capturar las trasferencias silvestres que en ese campo se dan, tampoco sería pertinente
FI

hacerlo.

A partir de esa “prohibición”, queda establecido un lazo con el psicoanálisis tan importante como elíptico.

Si la NT habilita al analista a jugar la herramienta interpretativa, esto no ocurre en la NS, donde la principal


herramienta psicoanalítica es el debate crítico, asistido por los procederes de igual naturaleza, facilitadores de
la producción de un pensamiento crítico apuntando a futuro.

En la NS, debate critico por medio, se pretende promover y recuperar conciencia, sobre todo la reprimida, a
través de las ocurrencias donde retorna lo reprimido. También retornan los toques de ánimo, cosa más ardua
de ubicar, propios de la represión primaria.

De modo que un analista dispuesto a abordar la NS desde la clínica de su oficio no solo tomará la instancia dl
inconsciente sino también la de la conciencia., aun sabiendo que esta es sobredeterminada desde y por el
inconsciente.

En estas circunstancias, la trasferencia intertópica puede asumir la categoría de conciencia-tarea. Por esta
vía, llega a explorar algo de la trama inconsciente, precisamente a partir de esa conciencia-tarea, a la vez
sobredeterminada y herramienta exploradora.

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En ese marco se despliega un objetivo inherente a la función del psicoanalista, quien buscará allí decir más al
inconsciente que del inconsciente.

Si la reciprocidad entre la mirada y el habla/escucha avanza, esa NS no solo nomina una instancia instituida,
sino que además adquiere el valor de una herramienta clínica plural en la medida que quienes la habitan
conforman un recinto per-elaborativo y multiplicador propicio para una conjugación multiplicadora de
capacitación clínica, psicoanalítica para algunos y no para otros, pero siempre capacitación clínica productora
de Salud Mental.

Esa capacitación en el oficio se traduce en aptitud y actitud. Una y otra funcionales entre sí, pues la aptitud
como eficacia facilita la actitud como disposición, que a su vez, fortalece la eficacia.

OM
Además de connotar lo apto desde esta perspectiva de la eficacia, entiendo la aptitud como disposición hacia
la acción; este recurso es una suerte de adquisición autobiográfica, pertinente a la singularidad del momento.
Un analista lo va alcanzando en su práctica a lo largo de los años, y a él me refiero para establecer la
diferencia entre estar psicoanalista y ser psicoanalista.

Cuando los integrantes de una institución convocan a un analista, sin tomar en cuenta solo tal condición, lo
hacen reconociendo su experiencia en ámbitos colectivos, en general sin desconocer la posibilidad de que en

.C
su proceder tome en cuenta la sobredeterminación inconsciente para su comentario acerca de ese campo.

Aunque en general es una institución la que convoca a intervenir, nombro aquí esos escenarios en términos
de NS. En ese marco, no sería pertinente como analista pretender armar de un principio un recinto
DD
perelaborativo y multiplicador, algo que si puede ocurrir después de varios encuentros.

En esas circunstancias, se habrá de mantener atento a la reciprocidad de la palabra y la mirada, procurando


impulsarla. En función de ella propondrá una distribución en circulo con una, dos, o más ruedas concéntricas,
según las dimensiones del espacio habilitado. De allí surgirá el acto de habla con mirada. Ese acto tiene lugar
LA

cuando cada sujeto queda habilitado para funcionar como actor o como público, según su deseo y la instancia
metodológica que ahí se determine. Sí será necesario que el debate critico este instalado como herramienta
clínica psicoanalítica o que se apunte a instalarlo.

Característica propia de este recinto: las verdaderas paredes no son las materiales, sino las demarcadas por
lo que se dice afuera, en los pasillos, cuando de ello no se habla en el recinto. Además, estas “paredes”
FI

deben ser permeables, no solo para que entren “los pasillos”, sino también para que se repique afuera lo que
adentro se ensaya. Esta permeabilidad aproxima lo que Pichón Riviére conceptualizaba como lo propio de las
técnicas operativas: examinar lo que ahí se discute como un ensayo de lo que, más tarde y afuera, se hará en
la práctica.


Quien escucha en silencio, a la par que se escucha a sí mismo, en algún momento se reunirá con las palabras
pertinentes para decir sobre lo que ahí está aconteciendo, a partir de una concentrada atención acerca de lo
que a sí mismo le acontece. Esto también aporta a aquello de “comenzar por casa”.

Esta versión hablada de lo que se está mirando configura un acto de habla mirado, acto que hace posible una
interpretación en el sentido de leer un texto y tal vez teorizar al respecto. Por otra parte, la palabra
interpretación se aleja del clásico significado psicoanalítico, para adquirir el valor “teatral” de interpretar una
lectura. No solo lectura de lo que ahí ocurre, sino también en cuanto a aquello que impulsa a los integrantes
de esa NS a ser lectores protagónicos de lo que ahí, en esa escena, está aconteciendo. Destaco acontecer
por la significación de novedad respecto de lo que venía sucediendo.

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Hablo de una actitud clínica, para designar una forma de disponerse a la acción, en este caso propia del
terreno clínico. Tal logro es una suerte de adquisición autobiográfica que un analista va alcanzando en su
práctica a lo largo de los años.

No se trata de ser analista, lo que corresponde es estar clínicamente analista. Esto supone pararse frente al
campo en el que se opera, con toda la libertad que se ha logrado conseguir. Una libertad solo acortada por el
recurso ético y metodológico de la abstinencia, afirmando que la libertad posible se traduce y expresa en
hacer lo pertinente, con ética y método clínico. La neutralidad abstinente protegerá al operador de ser sujeto
neutralizado y le permitirá evitar el carácter psicoanalítico, verdadero síntoma en el oficio, que se da con
bastante frecuencia.

Diferencias y articulaciones entre el dispositivo terapéutico y las técnicas operativas.

OM
La tradición sostiene que en el derecho romano el acto de habla pronunciado ante testigos cobraba valor de
pacto inmodificable en cualquiera de sus términos. Algo de ese rigor se corresponde con quien intenta
investigar, en un análisis, como fueron históricamente los hechos a los que se refiere la situación sobre la que
actúa el psicoanálisis.

Recordemos que de referir proviene relato. Sin embargo, es muy distinto lo que acontece en el intercambio

.C
narrativo cuando apunta a una intervención genuina, en procura de llegar a la solución de un conflicto o tal vez
a establecer el acierto de un concepto. Aquí, el compromiso no es con la palabra, ya que esta puede ser
contradicha por boca del propio narrador o por los eventuales interlocutores. El compromiso es con la siempre
DD
esquiva verdad. Por eso mismo, sin obviar momentos de relato rigurosos, lo especifico de la clínica
psicoanalítica es la narración, mucho más aun cuando, como ocurre en la NS en tanto dispositivo clínico
incide a la ambigüedad (su etimología remite a conducir dese afuera lo que está en cuestión)

El analista deberá estar eficaz en el intento de aproximar al analizante a su propio saber.


LA

Un analista que escucha a quien pide ser escuchado, con demanda analítica o sin ella, tiene la obligación
ética de ubicarse en el lugar propicio para tal eficacia. Acostumbro a nombrar ese lugar como punto clínico de
facilidad relativa, algo así como estar en el margen del texto, pero no excluido, sino en condición de testigo,
tan próximo como sea posible, para decir desde ahí algo impensado acerca de lo advertido.
FI

Desde allí podrá aportar su mejor y más oportuna palabra, con la intención de desopacar el pensamiento de
quien o quienes soporten algún grado de encerrona, leve, mediana o grave por trágica, ya que la tragedia es
siempre inherente al campo psicoanalítico. Ese testimonio y el beneficio de que él se desprende suponen la
obligación ética de incluir en él lo que hasta entonces, eran sus impensados, solo así se llegará a despejar el
pensamiento hasta entonces atrapado. Un testigo no indiferente crea la necesaria terceridad a esa encerrona,


que por definición se compone de dos lugares, victima y victimario.

La expresión solo psíquico suma dos generalidades,: dolor y psiquismo, no obstante adquiere el valor de una
entidad clínica especifica en la conceptualización de las encerronas trágicas. De ahí que el como si dramático
apunte a una versión del en si trágico. Este apartamiento restablece la capacidad pensante. Por eso hablo de
conducir desde afuera, dese el punto clínico de facilidad relativa, buscando mejores chances de eficacia
clínica.

Si los diagnósticos se leen, los pronósticos se conjeturan, y busca entonces también interrogarse acerca del
para que prospectivo de un síntoma.

Salud ele-Mental: Ulloa 2826

Cap. 2: La produccion de Salud Mental

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Una reconceptualización desde la perspectiva psicoanalítica

Encuentro oportuno introducir el concepto de Salud Mental reportándolo al prefijo per y a una de sus valiosas
conceptualizaciones, la de intensidad emotivo-intelectiva en el tiempo. Este valor queda evidenciado por
términos tales como permanente, persistente, perpetuo e incluso perjudicial, por solo nombrar los más
habituales.

Si en la práctica clínica, los diagnósticos se leen, es necesario tomar en cuenta que los pronósticos
terapéuticos se construyen.

Hablo de las teorías tomando en cuenta el posible origen histórico del termino teorizar, por tiempos de la
tragedia griega. Por entonces, teorizar aludía a decir acerca de lo que se vio en la escena trágica. Este

OM
teorizar decidor suele connotar presencia, memorable o no, en los procesos perelaborativos. En ello cuenta el
afecto-per, relacionado con el pensamiento afectivo-intelectivo (pensamiento afectivo), cobra especial
importancia en la perelaboración propia de todo análisis, tanto más cuenta este en el campo de la NS.

La idea de contrapoder que orienta mi búsqueda en este campo deriva de una antigua lectura de Nietzsche.
No es el filósofo quien emplee este término, sino que lo deduzco a partir de alguna de sus afirmaciones.
Considerado desde allí, el contrapoder se perfila como un poder hacer y en absoluto alude a la toma de poder

.C
o a su ejercicio en el gobierno. Aun así, convengamos que son soluciones políticas las que pueden producir
los necesarios cambios en las adversidades que abordaremos, cambios que son tales cuando habilitan a
operar la clínica en cualquiera de sus linajes.
DD
Nietzsche escribió: “El hombre no busca la felicidad, busca el poder”. Curiosamente la concepción del poder
traza una propuesta de felicidad, la de vencer los obstáculos personales, que impiden quererse a sí mismo, un
poder que no resulta opresivo ni para sí, ni para el otro.

Lo que importa señalar, es que el comentario del filósofo se refiere a una voluntad de hacer y de trascender
LA

que no encuentro demasiado alejado de mi propuesta en cuanto a la tensióndinámica hechura/hacedor como


motor social, con la fuerza suficiente para ser considerada contrapoder, siempre en sentido de poder hacer lo
inmediato, mas allá de lo que habitualmente se conoce como la toma de poder, algo por lo demás totalmente
legitimo en política, cuando esta acredita esa misma legalidad, es decir, cuando apunta a una organización
social democrática que, además, sea cierta.
FI

Ese operador actua, “con toda la mar detrás”, valga esto por lo que en la NS se fue produciendo en cada
sujeto singular, y de hecho contextuado, pero alienado en el mismo proyecto. Desde ahí podra intervenir el
contrapoder sufiente para operar “mientras tanto”.


Muchos siglos antes Aristóteles ya se había ocupado de la felicidad, aquella descartada por Nietzsche. Según
Aristóteles, la felicidad es el despliegue de todas las potencialidades del alma (hoy diríamos sujeto) sin que
aparezcan obstáculos. Como quiera que sea, para definir el poder y la felicidad, ambos filósofos recurren a la
misma palabra: obstáculos, en el caso de Nietzsche, le acuerda un sustento específico cuando identifica a
estos obstáculos como personales.

Pronto arribe a la siguiente conjetura: la crueldad como producción cultural a la vez antitética y
contemporánea de la ternura, desde los inicios de la civilización, reviste distintas categoríasútiles para orientar
esta investigación. Una de ellas es la disposición universal hacia la crueldad, en grados y ocasiones distintas.

Es así que pienso que los obstáculos personales por vencer a los que aluden ambos no son ajenos a esa
disposición a la crueldad cuando este se ha activado también contra el propio sujeto, pues esto es lo que
señala Nietzsche en cuanto al poder y Aristóteles, en cuanto a la felicidad.

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Quizá aclare más lo anterior si hago una distinción entre saber curioso y saber cruel (y por ende, saber
canalla).

Saber cruel: Puede tratarse de un saber cruel, activado frente a lo distinto, por ejemplo, una pauta cultural.
Ese saber, respecto de esa pauta cultural distinta, perturba algún saber establecido en el conjunto cruel, tal
vez poniendo en actividad aquello de la disposición universal. Ese saber perturbador cobra, además de un
valor absoluto, algo realmente grotesco, de donde se infiere que el saber cruel es saber ignorante. A partir de
allí, el saber cruel y quien lo sostiene procurara, en primer término, discriminar al portador de esa pauta
cultural distinta. Al mismo tiempo mostrara fastidio frente a quien sostiene una cultura extraña o un saber que
niega lo que para el cruel es un canon establecido. Finalmente, si las condiciones lo permiten, traducirá lo
anterior en una supresión, ya sea de la condición del prójimo, de ciudadano, o bien de la vida.

OM
Saber curioso: también tiene sus vicisitudes frente a otro saber o quizás otra cultura, en la medida en que
pueden suscitarse allí ciertaconfusión, sobre todo si algo se presenta como radicalmente distinto. Sin
embargo, y a diferencia del saber cruel, no por eso se apaga su intento de avanzar hacia lo ignorado ocurre
que la curiosidad es el motor del saber, motor anulado o enajenado por la crueldad, al menos en su forma
epistémica.

De no activarse este motor, la tentaciónserá “colonizar” lo nuevo, imprimiendo en el los puntos de

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concordancia con el propio saber.

Esta disposición que supone la posible convivencia frente al sufrimiento de los otros y suelo caracterizar lo
DD
cruel, bajo una forma neutralizada por el artículo que precede al adjetivo, pero como latente presencia que a
veces hace costumbre. Lo cruel habita cualquier esquina de la ciudad, y sus múltiples variaciones siempre
remiten a la muerte. Cobra una importancia mayor considerarloasí cuando se trabaja con sujetos en quienes
la indigencia determina una muerte ya instalada.

Convivir indiferente ante las penurias de grandes sectores sociales supone una convivencia con la crueldad.
LA

Este término de convivencia tiene dos significados. Uno de ellos remite al conocido “ojos que no ven, corazón
que no siente”, en tanto el otro redobla la apuesta; la crueldad es entonces guiño cómplice, con un triste
referente en nuestra historia próxima, el canallesco “por algo será”.

La crueldad como sociopatia, la vera crueldad, no se limita a la tortura. Puede muy bien reportarse a un padre
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de familia arrasador, a un sistema político, a la precariedad de determinadas condiciones de trabajo como las
que se dan, por ejemplo, en el gremio de la construcción. Algunas de esas muchas formas están socialmente
encubiertas y procuran cierto provecho económico; se genera allí el saber canalla, discriminador propio del
vera cruel, aquel que pretende saber toda la verdad sobre la verdad y discrimina todo otro saber que no
coincida con el suyo. Esa discriminación excluye, odia, y elimina; eliminación que a su vez reconoce diferentes


grados: puede ir desde matar con la indiferencia a un sujeto hasta desecharlo como semejante por no
pertenecer a la misma clase, o negarle la condición humana, deshumanizarlo (por ejemplo, las víctimas de la
represión).

Estos dos rasgos, la prevención de impunidad y el saber canalla, hacen imposible, en sus formas mayores,
que un sujeto de esta calaña se analice o acceda a algún tipo de auxilio psicoterapéutico. En efecto, mal
puede alguien que rechaza toda la ley aceptar las leyes del oficio. La primera de ellas, en cuanto a la clínica,
supone establecer como fueron los hechos para después ir a buscar la verdad personal.

No cabe dudas que el psicoanálisis es particularmenteidóneo para explorar la crueldad, en especial, en lo


relacionado a la represión y de lo que Freud situó como las dos versiones de la pulsión de muerte: una
mortífera y otra sutil. Llegue a conceptualizar así el humor conjetural como requisito propicio para vencer la
resistencia del psicoanálisis, clínica y teórica, en lo que hace al trabajo con la crueldad.

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La idea de malestar de la cultura es un valioso concepto, aunque Freud desarrollo bajo este título otro: el
malestar hecho cultura. El malestar de la cultura puede comprenderse como una tensión dinámica dada en
cada sujeto integrante de la cultura, en la medida en que es a un tiempo sofisticada “hechura” y “hacedor” de
ella. Es hechura en tanto posterga, demora parte de su libertad (y de ahí el malestar), comprometido con el
bien común de su comunidad; esa demora de su propio juego libre va construyendo en el (y por sumatoria
también en la comunidad) una ética de compromiso cultural. Esta renuncia que demora parte de la propia
libertad, legitima su condición de protagónico “hacedor” de esa cultura. No situó esta renuncia en términos de
sacrificio, sino de estructura, de hecho social, que posterga algo de las propias pulsiones, tal como puede
entenderse desde el psicoanálisis. Una estructura de demora específica, donde incluyo el per-humor que
conjetura futuro.

Al respecto de decisiones y sus consecuentes acciones, HannaArendt decía que solo se puede consignar de

OM
ella la fecha en que se tomaron. Sostenía, y acuerdo con su afirmación, que las acciones tienden a seguir
cualquier rumbo, no necesariamente el marcado por sus objetivos. De lo anterior se deduce una definición de
la política: política es un accionar sobre las acciones. También vale para el accionar clínico. Toda una
cuestión ardua cuando se reconoce que cualquier modalidad de salud tiene al menos dos vertientes: la clínica
(responsabilidad de los clínicos) y la política, de hecho, responsabilidad ciudadana.

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Las anteriores consideraciones me permiten señalar que en este intento de reconceptualizar la salud mental,
los mayores fracasos (obstáculos), aparecen cuando se pasa de la movilización en sede clínica a la
movilización política, ya en el ámbito de la sociedad. Lo anterior es necesario si se quiere inscribir plenamente
la salud mental en el campo de la cultura.
DD
Cuando se trata de situaciones colectivas, tal vez haya que abordar desde un principio las que designo como
arbitrariedades intrínsecas, propias del resorte resolutivo de esa misma comunidad. Pero tambiénserá
necesario ocuparse de las arbitrariedades extrínsecas, resorte de otras instancias de gobierno; pues una
vez que ellas han sido identificadas, se impone entonces el ejercicio de un derecho constitucional, el de
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peticionar a las autoridades. Esto último implica que una comunidad, analista incluido, precisa confrontar con
las instancias de gobierno, tal vez las que conducen ese hospital o incluso instancias superiores en el plano
organigramatico. Claro que el analista será cauteloso en no confundir su discurso clínico con el político, pero
no por eso dejara de ser un ciudadano psicoanalista, tocado por la política. Si bien la abstinencia puede ser
una forma de la neutralidad, esta nunca alcanzara el grado de neutralizar al sujeto psicoanalista.
FI

Ya en la resolución de las arbitrariedades intrínsecas, este analista se encontrara con algo poco o nada
habitual en el ámbito de la neurosis de transferencia como lo es el debate crítico, donde un analizante y un
analista asumiendo sus respectivas funciones constituyen un dueto bastante ajeno a todo debate. Sin
embargo, la situación es distinta en el campo social, siempre desde la perspectiva de un proceder


psicoanalítico, donde necesariamente el debate se impone, y quien se avenga a conducir una experiencia que
no desmienta el psicoanálisisdeberá estar habituado a los procederescríticos, sin los cuales no hay ninguna
producción de pensamiento de esta naturaleza.

Todas las consideraciones anteriores se facilitaran cuando el colectivo del que se trata hayan alcanzado un
nivel de “inagotable capacidad de inventiva” que confiere al operador la valentía suficiente para intentar
restablecer el contentamiento a través de acciones elegidas, incluso acciones transgresoras, cuando ello es
necesario para romper lo que hasta el momento se presentaba como resignado padecimiento, ya sea en la
cultura de la mortificación o en el síndrome de padecimiento y el trípticosintomático que lo compone: la
perdida de coraje, la lucidez y de contentamiento del cuerpo. La idea de una salud mental en el espacio
público-político, como una producción compatible con la capacitación de los equipos que operan en ese
espacio.

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La complementa el propósito de reconcepualizar el estado actual de la Salud Mental. Siendo este un tema de
fuerte arraigo en el imaginario social sepresenta, sobre todo en el nivel conceptual, un tanto farragoso, entre
otras cosas, porque induce a confundir esta modalidad de la salud con la enfermedad del mismo apellido.
Toda una confusión a partir del parentesco.

Muchas veces, ese apellido en común tiende a presentar la Salud Mental como lo contrario, en realidad, de
toda enfermedad, ya que una dolencia tiene siempre efectos ya afectos mentales. Mal podría ser lo contrario,
cuando esta modalidad de salud constituye un recurso que optimiza cualquier proceder clínico. Para
verificarlo, basta tomar en cuenta como nos comienza a curar o agravar la actitud de quien nos está
atendiendo, cualquiera sea su especialidad o jerarquía profesional. Ocurre que en todos los oficios la actitud
forma parte de esa Salud Mental; másaún si a esa actitud se suma la aptitud que connota eficacia.

OM
Las condiciones deshilachadas en la que se encuentra la Salud Mental acrecientan mi empeño de llegar a
producirla dentro mismo de los equipos asistenciales o docentes de instituciones públicas; privilegiando, en
general, aquellas que funcionan en plena marginalidad.

Cuando hablo de marginalidad, tomo en cuenta tanto la causada por la pobreza como por la propia de la
marginación manicomial, que también soporta, con frecuencia, sus pobrezas específicas, pues las
presupuestarias suelen sumarse la de los operadores quienes a menudo resultan “contagiados” por aquellas y

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devalúan sus funciones.

Acabo de situar una de las tantas brechas por donde se filtra lo manicomial, siempre al acecho. Entiendo que
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la movilidad política, fuera de los ámbitosclínicos, es imprescindible para inscribir la Salud Mental como
producción cultural y como contrapoder, es decir, en términos de importante variable política, ya que en ese
registro la Salud Mental coincide con una comunidad formada en serio de forma democrática. Es allí donde el
psicoanálisis suele poner en evidencia que no es precisamente un “animal político”, sin que esto lo conduzca
de manera inevitable a las animalidades.
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La indigencia. Este sindrome al que aludo da cuenta del quiebre de un sujeto, convertido en puro objeto de
padecer. La muerte en esas condiciones, además de injusticia mayor y presentificacion del propio cadáver
como muerte ya instalada, implica de por sí, un último tormento.

Tampoco la muerte es siempre una injusticia ni una necesaria tortura, pero esos son los valores que cobra
FI

para quienes, en su marginalidad, resultan víctimas de una compleja y generalizada corrupción. Me refiero
aquí a la marginalidad provocada por la miseria, distinta de la manicomial, que por lo común encuentra origen
en su propia condición y puede resultar empobrecedora del pensamiento de quienes operan en ella.

El tormento del indigente preanuncia el cadáver y al hacerlo va prolongando esa tortura. Esos cuerpos copian,


para el caso “en muerte y endirecto”. Siniestra burla esta ecuación de la indigencia en una sociedad que se
proclama civilizada. Una burla que suma a esa última tortura el oprobio de una muerte injusta.

El psicoanálisis tiene sus políticas, pero muchas veces retrocede ante la Política con mayúscula. Con
frecuencia se enreda con mezquindades de entrecasa, en sus propias instituciones.

De cada analista depende tanto la opción de poner su disciplina al servicio de las causas perdidas para la
política como la de elegir campos de acción sin duda adversos, en la medida en que ellos se extrema la
evidencia sintomática, resultando frecuente de la arbitrariedad política. Por mi parte considero especialmente
importante en el terreno de la Salud Mental la naturaleza paradigmática de su acuerdo con el ejercicio de la
democracia.

El conjunto de estos argumentos, legitima mi elección de trabajar en esos campos. He puesto entre
interrogantes el término política porque son múltiples las motivaciones que determinan una elección.

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Me entusiasma poner en juego la condición política en mi práctica clínica y plural como psicoanalista. La
condición política es, en efecto, propia de todo sujeto humano, lo sepa o no lo sepa. De no saberlo, corre el
riesgo de ser convertido en mero objeto del juego político, algo que aun en la prosperidad aproxima la
indigencia, al menos en cuanto a la conciencia de la situación.

Humor conjetural y re significación

En la novela familiar neurótica, Freud señala que los niños toman aquellas cosas que más quieren de sus
padres y con ellas construyen sus personajes imaginarios, que nada tienen que ver con sus progenitores,
hasta se diría que llevan adelante esa construcción al margen de ellos.

La niñez es un periodo de intensa producciónlúdico-ficcional que puede alcanzar efectos per-durables, entre

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ellos, el humor conjetural, heredero de una ficción que se propone no renegar los hechos de la realidad. La
“nobleza” de esta ficción infantil, que no niega los hechos, será el antecedente que habilite al adulto, toda vez
que pretenda no expulsar de su percepción el registro de lo real. Pero no toda ficción infantil se ajusta a esta
recusación de lo real, ya que necesariamente la invalidez natural de un niño lo obliga a construir ficciones
recusatorias de lo insuperable. Por consiguiente, no se trata de un problema moral que hace buenos o malos
a los niños; ambas modalidades de ficción son universales, y lo que cuenta es en que contexto cultural y ético

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va creciendo ese niño.

Esta actividad imaginaria conlleva el grado de inventiva que supone resignificar estos hechos, humor
conjetural mediante. El humor, como una forma de valentía, es un fluido capaz de penetrar las rigideces de lo
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real. Desde este punto de vista, la cólera viene a situarse como un humor auspicioso y hasta imprescindible
para la salud mental. Un honor nacido legitimante del odio ético capaz de decir “no” o exclamar “basta!”,
necesario para desarrollar las inventivas propias de ese accionar quijotezco. En esa perspectiva vino a
situarse, por lo que hace a nuestra cotidianeidad, la esforzada iniciativa de las Madres o las Abuelas que en
su momento dio origen a los acontecimientos de trascendencia nacional, así como, más recientemente, el
accionar piquetero.
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Por otra parte, conviene tener en cuenta que la etimología del término con el que vengo calificando ese humor
“conjetural”, tiene una complejidad y polisemia que se las trae. En efecto, proviene de eyectar, eyección, y por
allí se refiere a todo cuando sale lanzado por el solo hecho de accionar un mecanismo. Cuando el
lanzamiento propulsa hacia abajo, connota bajezas o por lo menos aproxima ese significado; en término, de
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eyección y todas las variaciones evocables al respecto; así mismo, alienados con la bajeza, se ubican los
significados de abyecto y abyección. Admitamos que hay rumores excrementicios, muchas veces puestas en
evidencia, evidencia que en algunos casos delata al autor de tales humores como responsable de infligir
crueles sentimientos.


Otra variable, más frecuente que en las victimas que en los victimarios, es la que suelo llamar “humor del
carajo”, término que viene a connotar, no tanto a una grosería sin más, como un dolor enojado cuyo trasfondo
es un sentimiento de impotencia para superar esa situación.

Por el contrario, si la eyección es hacia futuro y hacia arriba, pone en juego el campo semántico del
“proyecto”. Esta es la perspectiva auspiciosa que me conduce a desplegar, como lo hago, la idea de humor
conjetural.

Convengamos esto en una sociedad como la nuestra, literalmente partida por el medio, por el propio eje,
donde una parte aparece excluida de raíz de los beneficios más elementales y sumergida en la mayor cultura
de mortificación, por completo antitética de la producción cultural que llamamos Salud Mental que supone el
marco de una cultura democrática. La otra mitad, apenas separada de la anterior por el débil y perverso
eufemismo de la línea de pobreza, es mitad, más que incluida, recluida; mitad embrutecida que condena a
vivir una vida brutal a sus integrantes. No solo recluida por el medio que crece al amparo de la egoísta

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indiferencia, sino también por el inexorable embrutecimiento que infiltra tal indiferencia. En esas condiciones,
se despliegan todos los significados polisémicos de la palabra conjetural sobre todo a la que me he referido,
sobre todo aquel que reenvía lo eyectado “por debajo”.

Cuando un equipo asistencial se hace fuerte en el per-humor que conjetura salidas, promuebe la salud mental
como producción cultural capaz de decidir acciones y, a su vez, de accionar sobre ella, en sentido per-
sistente, con una intensidad sostenida con el tiempo.

Diseñar una Clínica de la Salud Mental, teniendo en cuenta la figura psicopatológica del síndrome de
padecimiento, apunta en primer término a recuperar el desadueñado contentamiento del cuerpo, en efecto,
despojado de su placer e inhabilitado para moverse según su deseo o su necesidad, al punto de disponer tan
solo de movimientos reflejos, y aun cuando no llegue al extremo de un sobreviviente será alcanzado por la

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calificación de idiota. Frente a él, la perspectiva de la salud mental será aquella donde encuentre su expresión
la posibilidad de elegir un movimiento de resistencia y lucha.

La primera significación de connnivencia: la indiferencia, brutalmente embrutecedora, destacando la crueldad,


propia de poderosos e indiferentes respecto de susvíctimas, sumidas en la indigencia o amenazadas por ellas.

Los ámbitos de la NS constituyen un ejemplo de “esos enclaves del mas allá”, dentro mismo de las

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instituciones. Es preciso crearlos ahí para habilitar el accionar transformador del psicoanálisis y lograr
instaurarlo en el propio seno de lo instituido. Un instituido que intimida, tal vez disimulado como falta de
interés; aquella que suelen encarar quienes antes llame “funcionarios impersonalizados”. En esos enclaves es
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preciso y posible hacer retroceder la intimidación, cualquiera sea la forma que cobre, dando lugar a la
resonancia íntima y según las características propias de un colectivo que ha recuperado su creatividad.

En la NS, la fe secular y trascendente reside en luchar contra el poder arbitrario, que con frecuencia se
enseñora como cultura de a mortificación en los ámbitos institucionales. Mi duda es si esa fe secular no
corresponde más a la esperanza, que cuando se hace delirio se configura, aquella que puede encontrar sus
LA

razones según la gravedad de la crisis que se presenta.

Nombrar una movilización que agrupe a gente de todas las clases sociales y de condiciones culturales
diversas supone responder a una pregunta que no es solo aquella que se interroga: ¿Por qué se reúne esa
multitud? La no respuesta a esa pregunta hace que esa multitud no tenga nombre ni tampoco meta, y menos
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aún la posibilidad de descubrir los caminos para alcanzarlos.

Describir la importancia de esta pregunta capaz de construir pronósticosinterrogándome acerca del ¿para
qué? prospectivo de los delirios psicóticos. Si la respuesta solo encamina conjeturas, resulta importante
cuando el titular del delirio nos advierte acerca de su experiencia de una vida mejor. La respuesta de ese para


que no solo implicaría la esperanza de una vida más digna y consistente, acordaríaademás una
consistenciabatalladora, ya que el delirio de un paciente o de una multitud siempre está tocado por la batalla.

Cuando la pasión se ajusta a lo que llamo “las tres maneras de estar afectado”, hacen de la pasión un
instrumento útil a una comunidad desorganizada y sumida en la resignación.

En esto radica la conducciónpolítica, un “accionar sobre las acciones”, atento no solo a lo que HannaArendt
llama “la autonomía de las acciones en relación con los objetivos a los que se destina”. Puede ser que esa
tendencia de las acciones se justifiquen y sean los objetivos erróneos. Aquel que surge del debate de ideas en
toda conducción “supone una interesante complejidad política”.

Ulloa. 2826 Capitulo 3 el síndrome de padecimiento.

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Síndrome de padecimiento: perdida de coraje, de lucidez y de contentamiento del cuerpo. ¿Por dónde
empezar?. Si se recupera el contentamiento se restablecerá el coraje es decir el ánimo, el ánimo es una
síntesis resultante del contentamiento y el coraje.
Actitud y aptitud, disposición hacia la acción y eficacia lograda por el operador.
Estados manicomiales suelen ser la consecuencia extrema del deterioro de la actitud y de la aptitud, si bien
este estado puede darse en cualquier organización lo hace con preferencia donde domina la mortificación
cultural.
Mortificación alude al dolor psíquico, tiene un matiz mortecino, aquel que propicia los estados de alienación
en los que el sujeto zozobra en la costumbre por efectos de a renegación, siguiendo a Freud sería negar que
se niega. Deteriora la capacidad perceptual. Algo de esto puede ocurrir a aquel que se enfrente con una
encerrona trágica, situándose en dos lugares: víctima y victimario, sin tercero de apelación que intervenga. El

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paradigma de la encerrona trágica es la tortura, crueldad, Derrida dirá “sufrir cruelmente”.
Es importante para el psicoanalista levantar de la capacitación analítica los escotomas1 que impiden advertir
lo cruel (o que lo evitan sin saberlo), desde esta perspectiva la perversidad del guiño complica es incompatible
con el accionar del psicoanálisis.
En individuos singulares la resignación que impide luchar frente a lo adverso desemboca en Síndrome de
Padecimiento.
el padecimiento también lo representa el sufrimiento ocasionado por algún maltrato cruel, la trata en su forma

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de distrato cruel, todo lo opuesto al “buen trato”. De este buen trato/ternura deriva el término tratamiento, en
todos los sentidos, en la manera en que se trata la materia con la que se trabaja y también sus herramientas.
De tratamiento proviene contrato que preside toda relación humana.
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Freud dice “dado que el sujeto humano puede ser explotado en su condición sexual o en su fuerza de trabajo,
también esta forma parte de la cultura como producción para nada sublimada”. Estoy proponiendo como
aporte a tal sublimación un accionar específico del psicoanálisis en ámbitos colectivos.
Comenzamos por el contentamiento como efecto de acciones elegidas y el coraje por sostener esas acciones.
Luego es cuestión de ubicar al sujeto según la índole de su padecer, en el terreno mismo de la clínica
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específica a su situación.
Pongo a la salud mental como un recurso que optimiza cualquier proceder clínico.
El padecimiento re-enferma al sujeto enfermo.
Respecto de la lucidez entiendo que resulta de un largo proceso, en el cual la clínica de la salud mental
tiene la responsabilidad de hacer posible recuperar contentamiento y coraje. , es decir el ánimo hundido en el
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sufrir hecho costumbre.


La lucidez depende de procederes técnicos específicos, requiere de un clínico especializado, pero los
resultados que él pueda alcanzar dependerán de la ayuda de ese entorno tocado por la clínica del bienestar,
tan propia de la salud mental.
Freud se propuso negarse a aceptar todo aquello que niegue la realidad de los hechos. Pienso que Freud


alude así a la cultura humana como un fracaso de la sublimación frente al triunfo de las mociones pulsionales.
Mi disidencia con el planteo freudiano reside en que no existe un pulsión desexualizada o destanatizada, pues
de ser así perdería su carácter propio de pulsión. Pienso en una pulsión postergada en su fin último, lo llamare
estructura de demora, base de la sublimación. La abstinencia y la pertinencia son otras postergaciones
pulsionales.
La postergación que en función del bien común un sujeto hace de su deseo y de la consiguiente libertad de
este pone en juego su voluntad. Así comienza una transformación sofisticada que hace del sujeto hechura de
su cultura, alguien del todo distinto de quien se mantiene en una relación de dependencia respecto de causas
que coartan su libertad. Esta tensión dinámica entre hechura y hacedor es un equivalente antitético del
malestar. Y lo sitúo en el síndrome de padecimiento.
Ese sujeto hechura singular se asume desde su esencia ética.

1
Estocoma: Se refiere a un déficit del campo visual.

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El tema del que vengo ocupándome está representado en torno al malestar de la cultura por los dos aspectos
que hacen al sujeto hechura y hacedor. Alude a la cultura en donde las pulsiones han retrocedido en beneficio
de la sublimación. Yo lo situó como estructura de demora.
Se trata del modo en el cual vienen a confrontarse los dos factores considerados por Freud. Por un lado, la
ética, siempre articulada a la sublimación y, por otro, la pulsión, estructura esencial del humano pero que de
no estar sujeta a la estructura de demora, produce estragos en los logros sublimados.
Tres son las modalidades que puede adoptar el escenario definido por la dupla que constituyen la cultura de la
mortificación y el síndrome de padecimiento, donde opera la que postulo como una clínica de la salud
mental.

1- Los múltiples infortunios de la vida cotidiana.


2- Los múltiples rostros de la enfermedad

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3- La mediata o inmediata muerte, destino inexorable de cualquier ser vivo, pero presente en el hombre
como horizonte pensado.

No es lo mismo vivir hasta la muerte que vivir hacia la muerte con la muerte ya instalada.
En cuanto al segundo desanudamiento, están implicados en el dos polos: por una lado la resignación que
padece, por otro la resistencia apasionada.

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Existe una disposición universal a lo cruel en todo sujeto humano, la cual supone una posible connivencia
frente al sufrimiento de los otros. El término connivencia admite dos significados: el primero reenvía a
escotomas como ojos ciegos a lo real, el segundo alude al guiño cómplice donde se trueca en directa
crueldad.
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Frente al sufrimiento hay dos respuestas: en un polo la resignación que conduce al padecimiento (síndrome
de padecimiento), en el otro polo, la resistencia al sufrimiento que implica una lucha no ajena a la pasión. El
punto por alcanzar es recuperar la pasión.
La pasión que resiste y lucha no necesariamente conduce a buen destino; para alcanzarlo es preciso
trabajarla desde las operaciones que llamo las tres maneras de estar afectado maneras que hacen de la
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pasión un instrumento útil para organizar una comunidad rota en su activismo:

1- Ser afecto, en el sentido vocacional.


2- Estar involucrado e incluso contagiado. La pasión va haciéndose estructura de un oficio. Donde la
actitud es recíprocamente funcional a la aptitud.
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3- Estar afectado a las normas: en este caso las del oficio clínico, aunque si es necesario se pueden
transgredir, siempre con el examen y la discusión critica previa privilegiando siempre el debate
colectivo. Se trata de advertir si entre lo transgredido y la trasgresión atraviesa una legítima solución o
solo una arbitrariedad al servicio de enmascarar como transgresión algo que solo constituye una
infracción. La diferencia es que mientras la infracción suele implicar una actitud ventajera del infractor,


la transgresión cuando es legítima, es en esencia fundadora; en primer término de la toma de


conciencia y en la teoría revolucionaria.

Las condiciones habilitadas por la transgresión son las necesarias para superar el síndrome de padecimiento.
Cuando el síndrome de padecimiento se instala su primer efecto es el acobardamiento, donde hecho
costumbre zozobra todo coraje. En estas condiciones prevalece la renegación donde primero se niega y luego
se niega que se ha negado.
Una buena manera de resolver el padecer del psicoanalista jugando de visitante es trocarlo en pasión.
Lo propio de la cultura de la mortificación incluye el padecer resignado de los sectores poblacionales
pequeños, medianos, o grandes.
Destacar la chance de que un sujeto sea sujeto social, como aquello que lo preserva, al menos en calidad de
chance, de los riesgos a los que se ve expuesto, entre los cuales el primero es el de ser no ya un sujeto
singular, sino sujeto aislado de su entorno social.

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Ya descrito el segundo desanudamiento en términos de actitudes frente a ese sufrir especifico del síndrome
de padecimiento, pasamos al tercero, el de una clínica de la salud mental desanudada de la clínica médica,
pero a la vez recurso de primera magnitud para cualquier de sus prácticas.
Lo esencial de la cultura de la mortificación: en ella prevalece la queja que no llega a la protesta y las
infracciones que no se tornan transgresiones y no tienen el carácter en general, fundador de estas últimas.
Desde la perspectiva del accionar clínico, el comienzo es por el principio: se trata de recuperar la valentía.
Todavía no la del paciente sino la de un clínico sostenido en una capacitación colectiva que de suficiente
contrapoder para trabajar en condiciones adversas. Esto es la construcción colectiva de una funcionalidad
intelectual pública.
La salud mental, ahora designando una producción cultural, una variable política y sobre todo un contrapoder
para trabajar en condiciones adversas, supone que una vez cumplida esa movilización dada en sede clínica

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será imprescindible impulsar, para consolidarla, el pasaje a otra movilización que la inscriba en el campo
político-cultural.
Es en ese pasaje donde encuentro las mayores dificultades para que un psicoanalista que hace del campo
social su objeto enfrente a su tiempo los niveles de gobierno.

TRES DESANUDAMIENTOS PARA ENCAMINAR EL BOSQUEJO DE UNA CLINICA DE LA SALUD


MENTAL.

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Clínica de la salud mental: una modalidad del proceder clínico destinada a producir la salud mental.
La salud mental no solo es tributaria de los clínicos sino de todo el quehacer cultural.
Freud: cultura es todo el quehacer y saber puestos en juego por el hombre, para extraer de la naturaleza los
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bienes necesarios a su supervivencia; la distribución justa o arbitraria de estos bienes también hace a la
cultura.
Una sociedad organizada democráticamente concuerda con el paradigma de la salud mental pública y la
arbitrariedad distributiva forma parte, desde un punto de vista crítico, tanto de la cultura como de la salud en el
más amplio sentido.
LA

Salud mental esta entrelazado con justicia social.


Cuando se logra ubicar el núcleo esencial del estado de sufrimiento podemos encontrarnos con la sorpresa de
que, al nombrar ese matiz, convocamos al sujeto titular de la angustia, a la par que promovemos un dialogo
hasta ese momento inexistente. Se facilita así dar con la pista que conduce hasta el origen de su padecer.
Es importante interrogarse acerca del “para que” de un síntoma.
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