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Diego Azqueta
Detalle de la fachada de la Universidad Cisneriana, del edificio que fue sede del Colegio
Mayor San Ildefonso, Universidad de Alcalá (UAH)
Documentos de Trabajo IELAT, Versión Digital, ISSN: 1989‐8819, Nº 148, Julio 2021.
Documentos de Trabajo IELAT, Versión Digital, ISSN: 1989‐8819, Nº 148, Julio 2021.
Diego Azqueta
Diego Azqueta, «Los servicios de los ecosistemas en América Latina: ¿motor de desarrollo? », Documentos de
Trabajo IELAT, Nº 148, Julio 2021.
Documentos de Trabajo IELAT, Versión Digital, ISSN: 1989‐8819, Nº 148, Julio 2021.
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Diego Azqueta, «Los servicios de los ecosistemas en América Latina: ¿motor de desarrollo? »,
Documentos de Trabajo IELAT, Nº 148, Julio 2021.
Diego Azqueta, «Los servicios de los ecosistemas en América Latina: ¿motor de…»
(Documentos de Trabajo IELAT – Nº 148, Julio 2021)
Diego Azqueta1
Resumen
América Latina es una de las regiones más ricas en capital natural del mundo. Los
servicios que proporcionan sus distintos ecosistemas tienen un elevadísimo valor
económico, pero están siendo degradados de forma creciente. Es por ello que su gestión
sostenible está adquiriendo un creciente protagonismo y organizaciones internacionales
como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo defienden no sólo su
conservación, sino el hecho de que pueden convertirse en un verdadero motor de
desarrollo. Con ello, una vez más, la atención se desvía de los problemas fundamentales
de la región. En efecto, las herramientas necesarias para remunerar económicamente la
gestión sostenible del patrimonio natural existen. El problema fundamental para
conseguirlo no es, sin embargo, económico. Radica en dos factores políticos y sociales
íntimamente relacionados: la falta de legitimidad de los poderes públicos, y la
desigualdad y desestructuración social. Es por ello que va a resultar difícil adoptar un
modelo de desarrollo económico satisfactorio y sostenible, sin haber enfrentado los
problemas mencionados.
Abstract
Latin America is one of the richest regions in natural capital in the world. The services
provided by its different ecosystems have a very high economic value, but they are
being increasingly degraded. That is why its sustainable management is gaining
1
Catedrático Emérito del Departamento de Economía de la Universidad de Alcalá (UAH). Correo
electrónico: diego.azqueta@uah.es juliatrellu@gmail.com
Introducción
El propósito de este documento no es otro que el de ofrecer una serie de elementos para
una eventual reflexión crítica sobre un punto que, a la vista de lo anterior, puede tener
cierto interés: ¿va a repetirse la historia, y se va a apostar por una estrategia de
desarrollo sostenible que, concentrando la atención en sus aspectos técnico-financieros,
volverá a pasar por alto las profundas deficiencias sociales y políticas que dificultarán
su implementación? ¿Se volverá a poner el foco en los aspectos técnicos que, se
argumentará, dificultan el camino, cuando los problemas reales de ésta, y de cualquier
otra estrategia de desarrollo económico y social sostenible, son otros?
Con el propósito apuntado, el resto del documento está estructurado como sigue. La
Sección 1 presenta un par de pinceladas sobre la realidad del capital natural en la región.
En la segunda sección se lleva a cabo un somero recuento de los principales
instrumentos existentes para valorar económicamente los servicios de los ecosistemas y
las prácticas ambientalmente amigables, desde los Pagos por Servicios Ambientales
hasta el comercio ecológico, las buenas prácticas y la certificación ambiental. En la
Sección 3 se presentan los principales problemas que, desde el punto de vista de la
legitimidad de los poderes e instituciones públicas, enfrentan estos esquemas. La
Sección 4 se centra en la desigualdad y desestructuración social y sus repercusiones
sobre la sostenibilidad. Finalmente, la Sección 5 concluye.
La región de América Latina y el Caribe comprende a seis de los países biológicamente más
diversos del mundo (Brasil, Colombia, Ecuador, México, Venezuela y Perú), así como el área
más rica de biodiversidad del planeta. Estos países cubren menos del 10 por ciento de la
superficie terrestre, pero contienen aproximadamente el 70 por ciento de las especies de
mamíferos, aves, reptiles, anfibios, plantas e insectos. Sólo América del Sur posee más del 40
por ciento de la biodiversidad de la Tierra y más de la cuarta parte de los bosques. El Arrecife
Mesoamericano es la barrera de coral más grande del hemisferio occidental. América Central, a
pesar de cubrir sólo el 0,5 por ciento de la masa terrestre, contiene el 10 por ciento de su
diversidad biológica. El 50 por ciento de la vida vegetal que se encuentra en el Caribe no se da
en ninguna otra zona del planeta. Estadísticas impresionantes, especialmente cuando se tiene en
cuenta que la región ocupa sólo el 16 por ciento de la masa terrestre del globo y en ella habita
sólo el 10 por ciento de la población mundial. (PNUD, 2010, p. 4).
Este capital natural, sin embargo, se encuentra como es bien sabido, seria y doblemente
amenazado.
Como ya se ha apuntado, no son pocas las medidas que ya pueden adoptarse para
proteger los ecosistemas, sobre todo de las presiones antropogénicas. Podrían agruparse
éstas en dos grandes grupos:
2
El lector interesado en esta herramienta puede consultar los excelentes trabajos pioneros de Sven
Wunder (Wunder, 2006) y Stefano Pagiola (Pagiola y Platais, 2002).
3
Si bien en este segundo caso las empresas tienden a acudir al mercado secundario en el que se
comercializan CER que no han recibido el visto bueno de las autoridades europeas y se venden por tanto
a un precio sustancialmente inferior. Son por ejemplo los créditos asociados a los proyectos LULUCF
(Land Use Land Use Change and Forestry) a los que nos referiremos más adelante.
4
Es muy improbable que la compensación sea equivalente y ésta es una de las mayores críticas al
esquema: normalmente entraña una pérdida neta de diversidad biológica. Ello por dos razones. En primer
lugar, porque para el cálculo del escenario de referencia con el que se compara la pérdida surgida por las
En definitiva, una serie de mecanismos que podrían aportar, en algunos casos, una
financiación exterior muy necesaria a aquellos países que protegen su entorno natural.
Su desempeño, como veremos enseguida, está muy lejos de lo esperado.
operaciones de la empresa se toma en cuenta normalmente el período justo anterior al comienzo de estas
operaciones como representativo de la tasa de deforestación “natural”: la que habría ocurrido en ausencia
de estas operaciones. Pero al hacerlo se pasa por alto el hecho de que el solo anuncio del comienzo de la
actividad económica atrae un flujo de población que propiciará la deforestación consiguiente. En segundo
lugar, aun cuando las inversiones prometidas tuvieran un éxito completo en la preservación del entorno
alternativo, no puede perderse de vista la posibilidad de un efecto desplazamiento: la comunidad que
ahora no puede desarrollar sus actividades en el entorno protegido puede ocupar y degradar otro
alternativo, igualmente rico en biodiversidad (Azqueta y Sotelsek, 2019).
una serie de productos agrícolas (banano, te) y textiles, en los que la cadena de valor es
muy corta, y es fácil identificar a los productores primarios. En el campo de los
servicios encontramos, en este mismo terreno, las certificaciones otorgadas a destinos,
empresas, establecimientos y productos turísticos, tales como la Certificación Biosphere
del Instituto de Turismo Responsable (RTI), o la Green Globe 21.
A un nivel más local existen en América Latina herramientas más modestas, pero
también dignas de mención (PNUD, 2010):
Los esquemas mencionados en el epígrafe anterior tienen que resolver dos dificultades
íntimamente relacionadas:
En primer lugar, la asimetría existente entre los beneficiados y los perjudicados por la
conservación de los ecosistemas o, de forma simétrica, entre los beneficiados y los
perjudicados por la degradación ambiental. Los perjudicados por la conservación son
quienes ven sacrificadas una serie de actividades económicas que les proporcionaban un
rendimiento potencial más o menos elevado: agricultura, silvicultura, minería,
acuicultura, etcétera. Ellos soportan el coste de oportunidad de la conservación. Son, por
un lado, las comunidades directamente afectadas. Pero, por otro, e indirectamente,
también el Gobierno, que ve sacrificada una fuente de empleo, quizá ingresos públicos y
divisas. Los beneficiados por la conservación serán, en muchos casos, y en mayor o en
menor grado, todos los habitantes del planeta.5 Esta asimetría genera dos problemas. En
primer lugar, el hecho de que los beneficios de la degradación, por pequeños que sean,
se reparten entre un colectivo mucho menor que el afectado por los costes de la misma.
Esto hace que, en la mayoría de los casos, y desde la perspectiva individual de los
afectados, los beneficios superen a los costes, aun cuando desde el punto de vista global,
el montante total de los costes del deterioro ambiental exceda con creces al beneficio
económico derivado de hacerlo. A ello se une, en segundo lugar, la inexistencia en
muchos casos de un mecanismo financiero de compensación a dichos perjudicados por
la conservación de los ecosistemas.
5
En ocasiones estos beneficios se condensan de forma más localizada: por ejemplo, cuando se trata de la
protección que proporcionan a los entornos urbanos costeros y a las infraestructuras los humedales y
manglares frente a eventos marítimos extremos.
Prácticamente todos los esquemas analizados con anterioridad están diseñados para
resolver estos dos problemas. La eficacia con que los abordan, sin embargo, es algo más
discutible.
El camino para resolver este tipo de problemas está pues trazado, y se basa en la
solidaridad internacional y una creciente concienciación con respecto a los problemas
ambientales. Acompaña a lo anterior, como se ha visto, un desarrollo cada vez más
amplio de las instituciones y mecanismos necesarios para remunerar a quienes protegen
y conservan el medio natural, pagando un precio por ello. Lo anterior, sin embargo, aun
siendo necesario no es suficiente, y choca con una dificultad de más hondo calado.
6
Si bien la globalización, al afectar también a las cadenas de valor descomponiéndolas y localizando sus
distintos elementos en diferentes países, dificulta sustancialmente la concesión de estos certificados.
Los esquemas analizados bajo el título de Pago por Servicios Ambientales son
probablemente los más prometedores. En concreto, y como se ha dicho, aquellos que
involucran un pago a los países latinoamericanos por parte de la comunidad
internacional.
Los esquemas de Pago por Servicios Ambientales locales, avalados por el Banco
Mundial y muy frecuentes en la zona, han conocido un desarrollo institucional notable
en algunos países de América Latina: baste con mencionar, por ejemplo, el caso de
Costa Rica y el Fondo Nacional de Financiamiento Forestal (FONAFIFO). Vale la pena
recordar, sin embargo, que como han señalado algunos autores, la protección del bosque
primario puede tener efectos negativos sobre la pobreza de la zona, ya que suele privar a
la comunidad local del acceso a una serie de prácticas económicas ventajosas e impide
la creación del empleo, básicamente no cualificado, que hubiera venido asociada a la
explotación agrícola del bosque ahora protegido.7 Por último, estos Pagos por Servicios
7
La creación de empleo es uno de los beneficios asociados a la conservación y la gestión ambiental
sostenible. Dado que el objetivo de este documento no es el de argumentar sobre los mismos, sino el de
apuntar a las principales dificultades de su implementación, no se abordará aquí este tema. Conviene
recordar, en cualquier caso, que el cómputo del beneficio asociado a la creación de empleo requiere de
varias matizaciones. En primer lugar, es necesario contar con la necesaria financiación para sostener
muchos de dichos empleos, financiación que, en la mayoría de los casos, habrá de ser pública. En
segundo lugar, ha de compararse el número de puestos de trabajo creados de la mano de la conservación
con los que se hubieran creado con la explotación. Finalmente, no ha de confundirse la generación de
empleo en los nuevos sectores productivos asociados a la Economía Verde (energías renovables,
agricultura ecológica, etcétera), con los asociados estrictamente a la conservación del entorno natural.
Los pagos de las empresas farmacéuticas para poder investigar en terrenos ricos en
diversidad biológica han sido controvertidos desde sus inicios. Dos han sido los
principales puntos de fricción en este contexto. Por un lado, la asimetría de poder
negociador entre la institución responsable del país receptor y la multinacional
farmacéutica. Asimetría que, en el caso del convenio Merck-INBio, ya mencionado, se
ha traducido en un rendimiento francamente decepcionante para este último. El
segundo, es el relativo a la problemática relacionada con la supuesta biopiratería y el
desconocimiento de los derechos de las comunidades indígenas (Fitzmaurice, 2018).
gobierno cambiar de opinión y permitir su tala. Es este segundo punto el que resulta de
interés en este sentido: una desconfianza con respecto a la fiabilidad de los
compromisos adquiridos.
Los Proyectos REDD+ se mueven en una dirección parecida: remuneran los esfuerzos
para detener una pérdida de depósitos de carbono. En este caso, premian los esfuerzos
para frenar la deforestación o degradación de masas forestales. Su historia no ha estado
exenta de altibajos. Aparecieron en la Conferencia de las Partes de la UNFCCC
celebrada en 2005 con la presentación de una propuesta en este sentido por Costa Rica y
Papúa Nueva Guinea, pero no fue hasta 2013 cuando ésta adquirió una estructura
definida en el denominado “Marco de Varsovia”. Si bien su desarrollo institucional
puede considerarse prácticamente completado, no puede decirse los mismo de su
desempeño en la práctica (Hein et al., 2018). En efecto, la incidencia de esta iniciativa
ha sido muy limitada. Ciertamente una parte de este pobre desempeño es debido a los
mismos problemas que frenaron y dificultaron la aprobación de las propuestas de MDL:
el cálculo de la línea de base (el volumen de emisiones de GEI que se produciría en
ausencia del proyecto presentado para su evaluación, sistemáticamente exagerado por
los proponentes,) y la cláusula de adicionalidad requerida. Sin embargo, y sin olvidar la
imperdonable hipocresía de los países desarrollados al respecto,8 es muy probable que
otro elemento haya jugado también un papel no desdeñable: la desconfianza con
respecto al comportamiento del gobierno del país receptor.
8
Son en este sentido reveladoras las posturas de Alan García, presidente en su momento del Perú, en su
artículo “El síndrome del perro del hortelano” (publicado en El Comercio de Lima, el 28 de octubre de
2007: https://indigenasdelperu.files.wordpress.com/2015/09/26539211-alan-garcia-perez-y-el-perro-del-
hortelano.pdf), y Cristovan Buarque, respetado intelectual y ministro de educación en el gobierno de
Henrique Cardoso, en su respuesta a la pregunta de un joven estudiante norteamericano sobre la
internacionalización de la Amazonía, en octubre de 2000 (https://ciudadseva.com/texto/la-
internacionalizacion-de-la-amazonia/).
(Corporación Latinobarómetro (2018).9 Esta sensación de fractura social va más allá del
gobierno y se extiende en general a las distintas instituciones: más de la mitad de los
encuestados creen que los presidentes del país y “todos o casi todos” los parlamentarios
están involucrados en actos de corrupción, mientras que casi la mitad (un 47%) cree que
lo están los concejales y el gobierno local. Sólo la Iglesia merece una confianza superior
al 50%, mientras que el resto de las instituciones públicas caen por debajo, algunas de
ellas, muy por debajo: las Fuerzas Armadas (44%), la policía (35%), la institución
electoral (28%), el poder judicial (24%), el gobierno (22%), el congreso (21%) y los
partidos políticos (13%). No es de extrañar por tanto que esta desconfianza repercuta
sobre la valoración de la propia democracia produciendo lo que los autores del informe
denominan la diabetes democrática: el apoyo a la democracia sólo alcanza un 48% en
2018, y más del 70% de los encuestados se manifiesta insatisfecho con su
funcionamiento. Al mismo tiempo, y en consonancia con la creciente deslegitimación
de los partidos políticos, el funcionamiento de la democracia se hace cada vez más
inestable e impredecible: no sólo el 28% de los ciudadanos se declara indiferente con
respecto al tipo de régimen político, sino que casi un 60% declara no votar por ningún
partido. Como señalan los propios autores del informe:
Este contingente de desafectados de los gobiernos, las ideologías y la democracia son la fuente
mayor en el surgimiento de populismos en la región, no son una novedad y hace años que se
observa su crecimiento. Este indicador nos muestra un declive por indiferencia. Son estos
indiferentes que votan los que están produciendo los cambios políticos, sin lealtad ideológica ni
partidaria y con volatilidad (p. 14).
Si los datos anteriores ya son de por sí preocupantes, más lo es todavía el hecho de que
el apoyo a la democracia como sistema disminuye con la edad: los jóvenes están menos
comprometidos con la democracia que sus mayores.
La experiencia reciente de América Latina ofrece sobrados elementos que explican esta
creciente y profunda desconfianza con respecto al sistema político y sus instituciones.
Sin pretender revisar la historia de la región, cosa fuera del alcance de quien esto
escribe, sí vale la pena quizá señalar algunos hitos de esta experiencia con posterioridad
a la II Guerra Mundial, siendo conscientes de los peligros que entraña una
simplificación y generalización excesivas:
9
Es de señalar que este Latinobarómetro se ha realizado con anterioridad a la gravísima crisis asociada a
la pandemia del Covid-19, por lo que con toda probabilidad las opiniones actuales serían mucho más
negativas.
10
Las contingencias experimentadas por Juan Bosch, ganador de las elecciones de 1962 en la República
Dominicana, y derrocado a los siete meses de su toma de posesión por un golpe militar, rozaría lo
esperpéntico sino fuera por lo trágico de algunos de sus episodios: con él se utilizaron todas las formas
posibles para impedir su llegada a la presidencia. Dos años más tarde de su deposición, en 1965, una
revuelta militar encabezada por el coronel Caamaño intentó devolverle el poder que le había sido
usurpado, pero Estados Unidos simplemente invadió la isla. Finalmente, y cuando Juan Bosch volvió a
presentarse a las elecciones (en 1978, 1982, 1986, 1990 y 1994), parece ser que el fraude electoral le
privó de la victoria en 1990. No fue el único. También tienen algo de esperpéntico las peripecias de José
María Velasco Ibarra, cinco veces presidente del Ecuador (cuatro de ellas tras vencer en las elecciones), y
cuatro veces depuesto, así como las de Arnulfo Arias, tres veces elegido presidente de Panamá, y tres
veces derrocado. Irónicamente, y ya fallecido, su esposa Mireya Moscoso alcanzó la presidencia en 1999
derrotando en las elecciones a Martín Torrijos, hijo de quien había depuesto a su marido en 1968: Omar
Torrijos. Trascendiendo el campo de lo anecdótico, el lector encontrará un buen análisis de la
trascendencia de ambos líderes en De La Torre (1994), para el caso de Velasco Ibarra, y en Blackman
(1985) para el de Arias.
f) Es obligado reseñar, finalmente, la ruptura que han supuesto los regímenes del
denominado Socialismo del Siglo XXI.11 La gran diferencia con respecto a los
anteriores estriba en el hecho de que, esta vez, los beneficios asociados a las
exportaciones de productos primarios (básicamente energéticos: petróleo y gas
natural), en un contexto de altos precios de los mismos, se han repartido de forma
que ha llegado a grandes sectores de la población tradicionalmente marginada. Más
allá del surgimiento de una nueva élite, también salpicada en algunos casos de
corrupción, el gran problema de estos nuevos sistemas estriba en el hecho de que no
utilizaron los cuantiosos recursos financieros que el boom de las materias primas les
proporcionaba en poner las bases de una estructura económica más sólida y
diversificada, que permitiera generar un flujo de rentas sostenible en el largo plazo.
Esta es una tarea ciertamente compleja y que necesita tiempo. Mientras tanto,
distribuir asistencialmente el producto de las exportaciones de petróleo o gas natural
ciertamente alivia problemas sociales inaplazables, pero cuando los precios de estos
productos bajan o las reservas se agotan, esta política social se hace insostenible, la
legitimidad del gobierno se erosiona, y la polarización social crece.
Como puede comprobarse, en cualquier caso, son escasísimas las formas de tratar de
acceder y ejercer el poder que no se han experimentado en la región, con frutos más
bien decepcionantes. Tras todos estos cambios políticos, algunos de ellos ciertamente
profundos, existe una realidad que, curiosamente, permanece constante: América Latina
11
García-Bryce (2019) considera estos movimientos como una segunda versión, esta vez más radical y de
izquierdas, de los populismos posteriores a la II Guerra Mundial.
sigue siendo la región más desigual del mundo, y sigue teniendo un sistema fiscal
insuficiente e ineficiente desde el punto de vista de esta desigualdad. La insuficiencia
queda reflejada en el hecho de que, como recordaba Ignacio Fariza en un reciente
reportaje, los países latinoamericanos apenas recaudan en impuestos un 23% de su PIB,
mientras que la media de los países de la OCDE es de un 34%. En países como Perú y
México esta cifra no llega al 17%, y en varios países centroamericanos y Paraguay ni
siquiera al 14% (Fariza, 2021). Con respecto a la ineficiencia distributiva, baste con
señalar que “en 16 países de América Latina, los impuestos directos y las transferencias
monetarias reducen la desigualdad en solo un 4,7%, en promedio, mientras que en una
muestra de países desarrollados la disminución es del 38%” (Izquierdo et al., 2018, cap.
4). A la vista de todo lo anterior, ¿extrañará que, según un estudio del Boston
Consulting Group, más del 75% de los grandes patrimonios de la región estuvieran
depositados en jurisdicciones offshore, cuatro veces más que en el caso de Europa
Occidental y 27 veces más que en el de los EE UU y Canadá? (Fariza, 2021).
El resultado de todo lo anterior es que cada vez más personajes que se reclaman como
fuera del sistema, y con muy escasa o nula experiencia de gestión, se hacen con el poder
a través de las elecciones. Más que por la esperanza de un futuro mejor, la motivación
que ha llevado a votarles es el rechazo frontal a lo existente. Esperar que estos cambios
se traduzcan en las profundas transformaciones económicas, políticas y sociales que
estos países reclaman es, probablemente, utópico. Lo que sí parece cierto es que todos
estos procesos profundizan la polarización social y la brecha existente entre la mayoría
de la población, desfavorecida y marginada, y las élites.
12
Véase, por ejemplo, el World Uncertainty Index elaborado por el Fondo Monetario Internacional (Ahir
et al., 2018).
Analicemos ahora las dificultades que encaran los esquemas de protección de los
activos naturales que se basan en la cooperación entre productores y demandantes a
través de la certificación y remuneración de buenas prácticas. Son esquemas, como se
ha apuntado, muy prometedores en tanto en cuanto se basan en la cooperación y la
solidaridad: en otras palabras, en una forma muy concreta de capital social.
Desgraciadamente, el entorno en el que se enmarcan y tratan de desarrollarse no es el
más propicio, y los resultados, de nuevo, han quedado lejos de lo esperado. Al igual que
en el caso anterior, y salvo contadas excepciones, estos instrumentos han tenido un
desarrollo muy limitado y no siempre satisfactorio. Las cifras referentes a las tasas de
deforestación de la Amazonía, así como al desarrollo de la minería ilegal en estos
países, por mencionar los ejemplos aludidos más arriba, muestran a las claras su escasa
incidencia. En el caso de Brasil, por ejemplo, la deforestación ha continuado incluso a
ritmo creciente y, según recientes denuncias, a pesar de las moratorias mencionadas, el
20% de las exportaciones de soja a la Unión Europea, y el 17% de las de carne,
provienen de terrenos ilegalmente deforestados (Rajão et al., 2020). Con respecto al
ICMS Ecológico, Romero et al. (2017) muestran cómo muchos de los municipios
afectados no han cumplido satisfactoriamente su parte. Finalmente, valer la pena señalar
con respecto a su incidencia práctica, que de acuerdo a Catalina Cock, fundadora de la
Corporación Oro Verde, los mineros asociados a la corporación sólo logran producir 6
kilos de oro al año, una cantidad prácticamente irrelevante.
Numerosas son las definiciones que se han propuesto con respecto al concepto de
capital social, aunque todas ellas giran alrededor de dos componentes esenciales: la red
de relaciones interpersonales a la que tiene acceso una persona, y el conjunto de valores
compartidos por los miembros de dicha red, entre los que destaca la lealtad. Dos
componentes que pueden ser diferenciados a efectos de análisis: el estructural y el
cognitivo. Mientras que el primero se presenta en el marco de las relaciones
interpersonales (estructura y organización social), el segundo encuentra su espacio
dentro de la mente de cada persona (valores), convirtiéndose en capital social cuando se
comparte (Uphoff, 2003, p. 125). El capital social, por otro lado, puede adoptar distintas
formas (Robison et al., 2003):
Somos la región del mundo más desconfiada de la tierra y por segundo año consecutivo tenemos
mínimo histórico de confianza interpersonal. Brasil no tiene confianza interpersonal, registra 4%
en 2018, en Venezuela alcanza sólo 8%, y Costa Rica 10%. Los países que tiene más confianza
interpersonal en la región son Colombia, Uruguay y Guatemala con 20%, le siguen Argentina y
México con 18%. La confianza interpersonal en países que tienen sus clivajes principales
solucionados alcanza hasta el 70%. (Corporación Latinobarómetro, 2018, p. 46).
Lo anterior viene acompañado, sin embargo, por una movilización social creciente,
aunque desestructurada:
La movilización social está adquiriendo niveles sin precedentes. Ella es una expresión ciudadana
cuando las personas no encuentran respuesta a sus problemas por la vía institucional, son
postergados, excluidos y las personas no perciben respaldo de los gobiernos. Y está cambiando
de forma. De la movilización encabezada por organizaciones sociales bien estructuradas y líderes
13
(https://www.bbc.com/mundo/noticias-56155540).
14
Véase, por ejemplo, los enfrentamientos del presidente Correa con las comunidades indígenas en
relación con la ya mencionada explotación de petróleo en el Yasuní, o el del presidente Evo Morales,
también con las comunidades indígenas, con respecto a la carretera del TIPNIS, Territorio Indígena y
Parque Nacional Isiboro Sécure (Laing, 2015). La evolución de los movimientos indígenas, que daría por
sí sola ciertamente para una investigación completa, no deja de presentar aspectos preocupantes desde el
punto de vista de la cohesión social.
Las implicaciones que esta tendencia ha tenido y tiene para el buen funcionamiento de
la sociedad no pueden pasarse por alto. Como se apuntaba más arriba, las buenas
prácticas ambientales, el Biocomercio y el Comercio Justo, así como la certificación
ambiental tienen su caldo de cultivo en unas colectividades cohesionadas y solidarias,
conscientes de las repercusiones que su actividad tiene en el otro, incluyendo las
generaciones futuras. Apoyar y fomentar en la medida de lo posible estas iniciativas no
sólo será beneficioso para el medio ambiente, sino que puede jugar un papel esencial en
la lucha por revertir este creciente individualismo, desapego y desmoralización social
que se observa en la realidad latinoamericana. Desgraciadamente, la evolución del
entorno social no es la más propicia para su desarrollo y consolidación. Tampoco lo es
el político-económico: más allá del espacio que se pueda conceder a un pintoresco foco
de ecologismo que incluso ayuda a legitimar el ordenamiento existente, la apuesta
seguirá siendo, con toda probabilidad, por una aproximación cortoplacista y
extractivista con respecto al medio natural. Va a ser difícil pues que, en este contexto,
aquellos esquemas de sostenibilidad ambiental que se basan en la solidaridad se abran
paso de forma significativa. No imposible, pero sí muy difícil.
6. Conclusión
Resulta paradójico observar cómo, una región que estableció las bases de su desarrollo
económico y social con posterioridad a la II Guerra Mundial en el rechazo a una
división internacional del trabajo que la relegaba al papel de exportadora de productos
15
Una buena muestra de esta ausencia de involucración en los esquemas de desarrollo sostenible lo
proporciona la falta de participación de las comunidades locales en el Mecanismo de Desarrollo Limpio
(Benites-Lazaro and Mello-Théry, 2019).
Revertir esta presión depredadora sobre los recursos naturales, y transformarla en una
estrategia de desarrollo basada en la conservación del entorno natural y la valoración de
los servicios de los ecosistemas, es una posibilidad teórica y prácticamente factible, y
como tal ha sido enfatizada por distintas instituciones y organismos internacionales.
Que finalmente se lleve a la práctica de forma generalizada y pase a ser algo más que
una anécdota limitada a unos pocos ejemplos que simplemente sirven para legitimar un
estado de cosas inaceptable requiere, en nuestra opinión, de unas condiciones que la
región está lejos de cumplir. Requiere enfrentar de forma decidida el problema que
desde siempre ha lastrado los esfuerzos por encontrar un sendero de desarrollo
económico y social aceptable: el problema de la desigualdad y de la marginación de una
gran parte de la sociedad.
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internacional que edita el Instituto Universitario de Investigación en Estudios Latinoamericanos (IELAT).
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Relaciones Internacionales, Integración Regional y Derechos Humanos, y Relaciones Laborales y
Protección Social. No obstante, cualquier tema objeto de especial interés y atención en el mundo
académico puede ser publicado en la Serie. DT del IELAT es especialmente sensible a los trabajos con
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en el texto, sino comillas. En ningún caso se utilizarán subrayados. Irán en cursiva todas las palabras
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7. Párrafos: dos opciones: 1) a espacio de uno y medio, con separación entre párrafos de 12 puntos; 2)
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del párrafo anterior.
8. Notas a pie de página: deberán numerarse consecutivamente a lo largo de todo el documento, con
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justificarse a izquierda y derecha, con interlineado sencillo y sin espacio entre párrafos ni entre notas.
Las llamadas a pie de página se colocarán antes de los signos de puntuación.
9. Los cuadros, tablas, gráficos y el material gráfico en general se numerarán de forma consecutiva en
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debiéndose incluir información innecesaria o irrelevante. Siempre se deberá adjuntar los datos
numéricos que sirven de base para la elaboración de las representaciones gráficas. Las expresiones
matemáticas deberán aparecer numeradas de forma correlativa a lo largo del texto y con
alineamiento al margen derecho. Se especificará siempre la fuente de la que procedan.
10. Las referencias a la literatura académica-científica invocadas en el trabajo figurarán trasel último
apartado del trabajo y bajo la rúbrica Referencias bibliográficas. Se detallarán por orden alfabético de
autores (no numerada). Su correcta verificación es responsabilidad del autor. Las citas aparecerán en
el texto según el formato "autor-fecha", distinguiendo mediante letras minúsculas consecutivas si
existen coincidencias de autor y año. Las referencias en el texto que incluyan hasta dos autores
deben ser completas, usándose la fórmula et al., en caso de un mayor número de autores.
En el texto. En notas a pie de página. Se pondrá la llamada al pie tras la cita textual o intertextual,
antes del signo de puntuación en caso de que lo haya. Al pie, se pondrá el apellido o apellidos del
autor y el título completo de la obra citada. A continuación, es obligatorio poner el/los número/s de
página/s de la referencia tomada si es cita textual y si es intertextual es también conveniente ponerlo.
Puede utilizarse Ibid o Ibídem si las citas son consecutivas, pero nunca Op cit.
En la bibliografía final.
Libro:
Apellido(s), Nombre. Título del libro, Lugar de edición: Editorial, año de publicación.
Ejemplo:
Laval, Christian y Dardot, Pierre. La nueva razón del mundo, 2ª edición, Barcelona: Gedisa, 2015.
Capítulo de libro:
Ejemplo:
Castro Orellana, Rodrigo. «Neoliberalismo y gobierno de la vida», en Sonia Arribas et al. (Coords.),
Hacer vivir, dejar morir. Biopolítica y capitalismo, pp. 63-84. Madrid: CSIC, 2010.
Artículo de revista:
Apellido(s), Nombre (segundos y terceros autores Nombre Apellidos). «Título del artículo», Nombre
de la revista, volumen, número (año de publicación): páginas.
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Pérez Herrero, Pedro. «Chile y México en perspectiva comparada (1988-2006)», Quórum: revista de
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Páginas web:
Autor/a (si lo hay) o institución. «Título», año. Disponible en: URL, fecha de última consulta: fecha.
Ejemplo:
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Tesis y tesinas:
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