La distribución estudia el transporte del fármaco dentro del compartimento sanguíneo y
su posterior penetración en los tejidos.
Transporte de los fármacos en la sangre En la sangre, las moléculas de los fármacos pueden estar disueltas en el plasma o incorporadas a las células (particularmente hematíes), pero también pueden fijarse a las proteínas plasmáticas. Existe un equilibrio dinámico entre estas tres formas de transporte. Es muy frecuente que los fármacos interaccionen con las proteínas del plasma, y esto condiciona sus efectos farmacológicos. La albúmina es la proteína más abundante en el plasma, y es la que tiene mayor superficie y capacidad para fijar sustancias exógenas. Desarrolla interacciones con cationes y con aniones y es capaz de interaccionar con muchos fármacos de naturaleza ácida y con algunos de naturaleza básica. Se reconocen en la albúmina hasta cuatro sitios diferentes para la unión de los fárn1acos. Los ácidos débiles se unen casi exclusivamente a la albúmina, y pueden hacerlo en dos sitios independientes. La unión de los fármacos a las proteínas del plasma puede considerarse un proceso reversible de adsorción a su superficie, que se favorece por la liposolubilidad. Los fármacos unidos a las proteínas plasmáticas no producen efectos biológicos, pero esta unión permite el transporte y almacenamiento del fármaco, y constituye uno de los 1necanisn1os más importantes para el manteni1niento de los niveles plasmáticos y de las acciones farmacológicas. Sólo el fármaco libre difunde a los tejidos diana y a los órganos de metabolismo y excreción, dado que la fracción unida no atraviesa el endotelio capilar con facilidad. El fármaco unido se va liberando paulatinamente para alcanzar un equilibrio con la fracción libre, a medida que ésta va tenie11do acceso a los distintos órganos. En ocasiones, la unión a las proteínas del plasma favorece además la solubilidad de los fármacos allí.
No todos los tejidos son iguales
Después de la absorción o administración sistémica en el torrente sanguíneo, un fármaco se distribuye en los líquidos intersticiales e intracelulares en función de sus propiedades fisicoquímicas, de la velocidad de distribución del fármaco a órganos y compartimentos individuales y de las diferentes capacidades de esas regiones para interactuar con el fármaco. El gasto cardiaco, el flujo sanguíneo regional, la permeabilidad capilar y el volumen del tejido afectan el grado de distribución y la cantidad de fármaco que se distribuye en los tejidos. Inicialmente, hígado, riñón, cerebro y otros órganos bien perfundidos reciben la mayor parte del fármaco; la distribución a músculos, la mayoría de las vísceras y a piel y grasa es más lenta. Esta segunda fase de distribución puede requerir de minutos a varias horas antes de que la concentración del fármaco en el tejido esté en equilibrio con su concentración sanguínea. La segunda fase también implica una fracción mucho mayor de masa corporal (p. ej., muscular) que la fase inicial y generalmente representa la mayor parte de la distribución extravascular. Con excepciones tales como el cerebro, la difusión del fármaco en el líquido intersticial se produce rápidamente debido a la gran naturaleza altamente permeable del endotelio capilar. Por tanto, la distribución del fármaco en los tejidos se determina por la partición de éste entre la sangre y el tejido en particular.