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I. Culpabilidad y responsabilidad
El término responsabilidad es utilizado en diversos sentidos en el 1553
ámbito del derecho. Con mucha frecuencia se emplea en derecho
procesal penal para indicar que se ha comprobado que el procesado
es el autor del delito y que debe, por lo tanto, ser condenado. También
se utiliza para señalar que el autor de una infracción es capaz de
actuar penalmente y ser sometido a una pena. Además, un sector de
la doctrinal recurre a él para concretar una categoría penal que complementa
la enumeración de las condiciones que deben comprobarse
antes de poder someter a una persona a una sanción penal.
En las últimas propuestas planteadas tendientes a perfeccionar y completar la teoría del
delito, el vocablo responsabilidad ha sido empleado
para renovar los criterios de la imputación subjetiva del hecho
punible. Pero, a pesar de los esfuerzos realizados, la noción de responsabilidad
no ha ganado en precisión, pues las definiciones dadas
han estado estrechamente relacionadas con las concepciones dogmáticas
que han servido de punto de partida a sus autores. Tampoco
ha sido fijada su función, ni en la sistemática de la teoría del delito,
ni a nivel de la política criminal. Sin embargo, el análisis de los diferentes
planteamientos que ofrece la doctrina permite comprobar que,
como casi siempre sucede, el objetivo buscado es el de dar una solución
más conveniente a algunos casos que no son tratados de manera
coherente por el esquema conceptual aceptado. Mediante la noción
de responsabilidad se trata, en efecto, de esclarecer por qué, en ciertas
circunstancias, no se pena al agente a pesar de que éste ha actuado
culpablemente, en la medida en que el mismo puede seguir el
mandato de la norma de comportarse conforme al derecho.
Agresión
La legítima defensa supone una agresión; es decir, un comportamiento
dirigido a lesionar o poner en peligro un bien (lato sensu) legalmente
protegido. La agresión debe ser la obra de una persona física,
siendo irrelevante que actúe por comisión u omisión. No puede
tratarse de una persona jurídica o del Estado. En estos casos la
legítima defensa sólo es posible en relación con las personas que constituyen
sus órganos (por ejemplo, directores, funcionarios, policías,
militares...) y que cometen la agresión ilícita. Además, siendo ésta
una acción, no es posible concebir la legítima defensa respecto al
peligro que proviene de un animal (salvo que sea utilizado como
instrumento por el agresor), ni de un evento no constitutivo de una
acción en sentido jurídico penal (por ejemplo, un hecho producido
en estado de inconsciencia debido al consumo de alcohol u otra droga).
En estos casos, se trataría más bien de un estado de necesidad.
Si bien no se discute respecto a si la agresión puede consistir en una
omisión impropiada, existen dudas respecto a la omisión propia. En el primer caso,
quien omite tiene el deber de garante /, por lo tanto,
la obligación de evitar el resultado. En consecuencia, es posible
obligarlo a intervenir. Pero la defensa puede consistir también en
evitar de modo directo el resultado que el obligado no quiere descartar.
Las dudas respecto a la omisión propia no se justifican cuando la
ley, mediante los diversos elementos del tipo legal, impone el deber
de ejecutar la acción esperada. Por ejemplo, en el caso del conductor
de un automóvil que no auxilia al peatón que ha atropellado y que
está en grave e inminente peligro de muerte (art. 126), se planea la
cuestión de saber si se le puede obligar a hacerlo mediante violencia o
privársele de su vehículo para auxiliar a la víctima. Según nuestro derecho,
la respuesta debe ser afirmativa, pues la omisión propia representa
la violación de un deber sancionado jurídicamentea3. Sin embargo,
hay que tener en cuenta el tipo legal específico. Así, en relación con el
previsto en el art. 159, el inquilino que permanece en el bien inmueble
al vencimiento del contrato de alquiler no comete violación de
domicilio. Por lo tanto, el propietario no puede desalojarlo por la
fuerza alegando la legítima defensa. Además, el orden jurídico le ofrece
medios legales para lograr la desocupación de su bien.