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– Tal vez este hombre es absurdo, pero es menos absurdo que el rey, el vanidoso,
el borracho y el hombre de negocios. Por lo menos su trabajo tiene sentido:
enciende el farol como si encendiera una estrella y lo apaga como si esa estrella
se fuera a dormir. Es hermoso. Y la belleza tiene sentido…
– No comprendo…
– La verdad es que es un trabajo terrible- dijo entonces- Hace tiempo tenía unos
minutos para descansar, pero ahora el planeta gira muy deprisa, y desde que el
día y la noche duran un minuto, no puedo descansar. El día y la noche llegan tan
pronto que no puedo dejar de encender y apagar el farol. Es mi trabajo.
– ¿Un mes?
– Creo que sé cómo puedes hacer para no tener que apagar tan pronto el farol- le
dijo el principito- Como tu planeta es tan pequeño, puedes andar a pasos cortos
buscando el día y así nunca será para ti de noche…
– Eso es no tener suerte– repitió el farolero- Buenos días- Y de nuevo apagó el
farol.
‘Vaya, pensó el principito, este sin duda podría ser mi amigo. Es la única persona
que he conocido cuyo trabajo no es para su propio bien. Pero el planeta es tan
pequeño…’ Y con cierta tristeza, el principito partió hacia otro lugar, pensando en
las mil cuatrocientas cuarenta puestas de sol que podría ver cada día en ese
precioso planeta.