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La metodología de la primera ola

El comportamiento se entendía como un mediado principalmente por la


asociación entre estímulos y las consecuencias de las respuestas dadas a ellos.
Las terapias aparecidas en esta época se basan pues en el condicionamiento,
trabajándose aspectos como la asociación de estímulos, la habituación o
sensibilización a ellos o la extinción de las reacciones a los estímulos. Se
provocan cambios de primer orden en la conducta, trabajando sobre el
comportamiento directamente observable.

Algunos de los tratamientos pertenecientes a esta primera generación de


terapias de conducta que se siguen aplicando son las terapias de exposición, el
reforzamiento diferencial de conductas, las técnicas aversivas, el moldeamiento,
la desensibilización sistemática o la economía de fichas y el contrato conductual
(si bien en la actualidad se aplican acompañadas de tratamientos más
cognitivos).

Las propuestas de la primera ola de Terapias de Conducta se utilizaban y se


siguen utilizando para el tratamiento de fobias, crear o restablecer patrones
conductuales y/o realizar entrenamientos en personas con capacidades
reducidas.
El modelo conductista fue durante un gran tiempo el paradigma imperante en el
ámbito de la psicología y el tratamiento de determinados trastornos mentales.
Sin embargo, su concepción y utilidad son limitados: estos tratamientos solo
tienen éxito en circunstancias y contextos concretos en los que pueden
manipularse las variables que tienen que ver con la conducta, y tienen poco en
cuenta el efecto de variables psicológicas como la cognición o el afecto.

El principal problema del conductismo es que aunque reconoce la existencia de un elemento


intermedio entre estímulo y respuesta, debido a la falta de datos empíricos este punto era
obviado y considerado una caja negra inexplorable. Por estos motivos, con el tiempo surgió otra
corriente que intentó suplir las carencias de este modelo.

La metodología de la primera ola

El comportamiento se entendía como un mediado principalmente por la asociación entre


estímulos y las consecuencias de las respuestas dadas a ellos. Las terapias aparecidas en esta
época se basan pues en el condicionamiento, trabajándose aspectos como la asociación de
estímulos, la habituación o sensibilización a ellos o la extinción de las reacciones a los estímulos.
Se provocan cambios de primer orden en la conducta, trabajando sobre el comportamiento
directamente observable.

Algunos de los tratamientos pertenecientes a esta primera generación de terapias de conducta


que se siguen aplicando son las terapias de exposición, el reforzamiento diferencial de conductas,
las técnicas aversivas, el moldeamiento, la desensibilización sistemática o la economía de fichas y
el contrato conductual (si bien en la actualidad se aplican acompañadas de tratamientos más
cognitivos).

Las propuestas de la primera ola de Terapias de Conducta se utilizaban y se siguen utilizando para
el tratamiento de fobias, crear o restablecer patrones conductuales y/o realizar entrenamientos
en personas con capacidades reducidas.
El modelo conductista fue durante un gran tiempo el paradigma imperante en el ámbito de la
psicología y el tratamiento de determinados trastornos mentales. Sin embargo, su concepción y
utilidad son limitados: estos tratamientos solo tienen éxito en circunstancias y contextos concretos
en los que pueden manipularse las variables que tienen que ver con la conducta, y tienen poco en
cuenta el efecto de variables psicológicas como la cognición o el afecto.

El principal problema del conductismo es que aunque reconoce la existencia de un elemento


intermedio entre estímulo y respuesta, debido a la falta de datos empíricos este punto era
obviado y considerado una caja negra inexplorable. Por estos motivos, con el tiempo surgió otra
corriente que intentó suplir las carencias de este modelo.

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