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“Universidad Mesoamericana de San

Agustín”
Licenciatura:

Lic. En Criminalística
Asignatura:

Medios de identificación
PRIMER SEMESTRE

Tarea:

“Biografías”
Alumno:

Moisés Ahmed Hernández Medina


Alphonse Bertillon

Antropólogo francés. Alphonse Bertillon estudió medicina con su padre, el médico,


antropólogo y estadístico Louis-Adolphe Bertillon; también su hermano Jacques Bertillon
destacaría como médico y estadístico. Posteriormente trabajó como preceptor en Escocia
y, a su regreso a Francia, ingresó en la policía de París.

En 1880 creó un sistema de identificación y clasificación de criminales (bertillonnage,


"bertillonaje") que se basaba en mediciones antropométricas de la cabeza y las manos;
aunque inicialmente sus superiores lo rechazaron, el nuevo prefecto, Camescasse, le
permitió probarlo durante tres meses, período durante el cual el sistema demostró su
eficacia. A partir de 1882, la policía parisina lo incluyó en sus métodos, y luego también lo
hicieron las de otros países.

Este mismo año fue nombrado jefe de la oficina de identificación de la Prefectura del
Sena, de la policía de París. Desde ese puesto pudo aplicar con gran éxito su sistema
(ningún error en los primeros 700 reconocimientos), que perfeccionó añadiendo señas
particulares y fotografías. No obstante, el sistema fue criticado por otros criminalistas
contemporáneos, como Francis Galton.

Bertillon identificó al anarquista Ravachol y también trabajó, en esta ocasión como


calígrafo, en el popular «caso Dreyfus»: aseguró que la nota que anunciaba el envío de
documentos secretos había sido escrita por Alfred Dreyfus, lo que implicaba su
culpabilidad; aunque el capitán Dreyfus fue más tarde rehabilitado, Bertillon no modificó
nunca sus conclusiones. Colaboró además en el desarrollo de la técnica de obtención de
huellas digitales en superficies lisas ("dactiloscopia"), con la búsqueda de productos
químicos adecuados.

Su sistema de identificación de criminales, conocido como bertillonaje, partía de la base


de que los huesos de las personas adultas no cambian, y que son diferentes en cada
individuo. Una vez registradas las medidas del preso, era fácil su clasificación e
identificación. Se realizaban cinco mediciones: longitud de la cabeza, anchura de la
cabeza, longitud del dedo medio de la mano izquierda, longitud del pie izquierdo y longitud
del antebrazo izquierdo. Las mediciones de la cabeza se realizaban con un compás: la
longitud, apoyándolo en el entrecejo; y la anchura, de un parietal a otro; la del dedo, con
un calibre, situándose éste en ángulo recto con el resto de la mano; la del pie, también
con el calibre, con el pie descalzo; la del antebrazo, con los brazos en cruz ante un tablero
dividido en centímetros. Según el tamaño de cada medida, se clasificaban en larga, media
o corta. Combinando las cinco mediciones se obtenían 213 clases de personas.

El informe se archivaba adecuadamente. Aunque estas cinco medidas bastaban para


obtener una identificación precisa, podían completarse con otras: talla (la persona se
coloca, descalza, junto a una regla en vertical) y longitud del meñique. También,
señalando algunas características particulares: color del iris, del cabello y de la piel,
rasgos de la nariz, del labio, de las orejas, de las cejas y párpados, de la frente, cicatrices,
lunares, quemaduras, arrugas, señales dejadas por el ejercicio de la profesión. Se
tomaban además dos fotografías: una de frente (de divulgación) y otra de perfil (para el
examen del antropómetra). Cada país tenía variantes del sistema, pero en lo esencial se
aplicaba según lo ideó Bertillon.

Sin embargo, aunque su eficacia era alta, el sistema presentaba inconvenientes: por una
parte, requería numerosas tarjetas de datos con los resultados de las mediciones y
observaciones, y era por tanto de incómodo manejo; por otra, el sistema necesitaba
expertos en mediciones, que había que preocuparse de formar: de hecho, se llegaron a
crear escuelas de antropometría para instruirlos, bien fueran policías o bien funcionarios
de prisión.

Su fiabilidad no era absoluta, pues estaba sujeta a errores humanos: así ocurrió en la
Penitenciaría Federal de Leavenworth (Estados Unidos) en 1903, cuando al fichar al
recién ingresado Will West se le identificó con otro preso, de nombre y aspecto (y por
tanto, de mediciones) casi idénticos, William West; un examen más detenido y el empleo
del sistema de huellas dactilares demostró que eran dos personas distintas. El caso fue
muy significativo porque puso de relieve las carencias del bertillonaje y señaló las virtudes
del sistema de huellas dactilares; no obstante, el bertillonaje fue todavía utilizado por
algunas agencias criminalistas hasta los años 30, muestra de su gran utilidad a falta de un
sistema mejor.
Juan Vucetich

Nació hace más de un siglo en Croacia, en 1858, y a los 26 años se mudó a Sudamérica,
donde se nacionalizó como argentino. Allí ingresó en el Departamento Central de la
Policía de Buenos Aires y se convirtió en la primera persona en tomarse en serio los
dibujos en relieve que todos tenemos en las yemas de los dedos. Vucetich no fue el
creador de la dactiloscopia, pero sí quién profundizara los estudios y los hiciera
universalizar. Ya los antiguos babilonios y persas, muchos siglos atrás, utilizaban las
huellas dactilares para identificar a los autores de los registros de arcilla. En la misma
época en que Vucetich desarrollaba el tema en la policía bonaerense el francés Alphonse
Bertillon y el inglés Francis Galton trabajaban sobre la identificación de personas en base
a ciertas características únicas de sus cuerpos.

Vucetich, a sus 33 años, logró identificar 101 rasgos, que separó en cuatro grupos: arcos,
presillas internas y externas y verticiclos. A ese sistema lo llamó Icnofalangométrico y
comenzó a aplicarse con las huellas dactilares de 23 procesados el 1 de septiembre de
1891 y luego siguió con todos los detenidos en la cárcel de La Plata. Al año siguiente fue
el turno de todos los aspirantes a agentes de policía. A partir de su método comprobó que
80 tenían antecedentes y había otros que se escondían bajo otra identidad.

En 1892 Quequén se vio conmocionado con el horrible crimen de Felisa y Ponciano, dos
criaturas de 4 y 6 años que habían sido degollados. Su mamá Francisca Rojas tenía una
herida superficial en su cuello y se había empecinado en acusar a un hombre quien juró
su inocencia aun cuando fue violentamente interrogado por la policía. Fue el comisario
inspector Eduardo Alvarez quien cortó dos pedazos de una puerta que tenía manchas de
sangre y se las envió a Vucetich. Este, aplicando su método, comprobó la culpabilidad de
la mujer, quien finalmente confesó que prefirió matar a sus hijos antes que entregárselos
a su marido, de quien estaba separada.

Mientras tanto, Vucetich trabajaba sin parar. Tomaba muestras de los presos y cuando
obtuvo algo más de 3600 registros, la policía terminó adoptando su método en 1894.

Para 1903 ya se disponían de 600 mil fichas y desde comienzos del siglo veinte las
huellas dactilares comenzaron a aparecer en los documentos personales. Y con el
servicio militar obligatorio, cada hombre que se incorporaba se le tomaba el registro
correspondiente.
La fama que tuvo en el país no tiene comparación con la que se había hecho en el
exterior, donde alababan la exactitud de su método. Estuvo en Europa, Asia y Estados
Unidos en una larga recorrida, costeada de su bolsillo, para hacer demostraciones de sus
investigaciones. Hasta el fisco lo aplicó en el Congo Belga, donde sus habitantes hacían
lo imposible por no pagar impuestos: cambiaban de nombre y hasta adoptaban la
identidad de otro. El método de Vucetich fue útil para subir la recaudación.

Lamentablemente, el Registro General de Identificación de Personas que había fundado


el 20 de julio de 1916 duró poco. Al año siguiente lo cerraron, excusándose en la falta de
presupuesto. Pero lo cierto es que “la identificación es de suyo chocante, porque repugna
al espíritu de libertad, pues es el espionaje a las personas llevado a su grado máximo”,
según justificó el interventor bonaerense José Luis Cantilo. Y se cometió la peor
barbaridad: el mismo gobierno mandó destruir el archivo de fichas dactiloscópicas.

Desanimado, se fue a vivir a Dolores, a la casa de su suegro Pedro Flores. Sus años de
investigaciones junto a documentos, objetos y libros los donó a la Universidad Nacional de
La Plata. Tenía 66 años cuando murió de cáncer y tuberculosis. “La decepción que
amargó los últimos años de su vida a causa de la campaña insidiosa de la que fue
víctima”, alguien escribió.

Actualmente, el Sistema Automático de Identificación de Huellas Dactilares permite hacer


lo que descubrió Vucetich de una forma mucho más veloz y eficaz, como en la típica
escena de la serie de televisión CSI: la computadora puede realizar entre 4,000 y 10,000
comparaciones de huellas por segundo. Si no fuera por este sistema informático, la
identificación de huellas entonces tardaría unos 15 años sólo para comparar 1 entre un
millón, y en CSI se harían viejos antes de resolver su primer caso.
Franz Joseph Gall

Franz Joseph Gall nació el 9 de marzo de 1758, en Tiefenbronn, Baden, Alemania. Lo


más interesante de su vida es que el impacto de su teoría continúa siendo importante,
pese a que no logró convertir en ciencia sus supuestos. Para bien o para mal, muy pocos
podían quedar en silencio ante las controvertidas opiniones de Franz Gall, quien
consideró que a cada área del cerebro correspondía una función, y esto serviría para
hacer predicciones a nivel psicológico.

Franz Gall, fallecido en París en 1828. Fue un anatomista y fisiólogo alemán que dio
origen a la frenología, un conjunto de saberes que nunca pudo obtener el sello de ciencia,
sino que, hasta hoy día, es considerado una pseudociencia o posición incorrecta respecto
a las funciones verdaderas del cerebro. Por medio de la frenología, Franz Gall pretendía
hacer predicciones sobre la personalidad de los individuos, su comportamiento e intelecto,
estudiando solo la forma de su cerebro.

En 1796 Gall comenzó a dar charlas en torno a su hipótesis de que el tamaño y la forma
de las distintas áreas del cerebro se pueden determinar inspeccionando el cráneo, y que
esta información revela la personalidad y las aptitudes intelectuales. Su colaborador
Johann Gaspar Spurzheim dio a la disciplina el nombre de “frenología”, aunque Gall la
consideraba neuroanatomía.

A grandes rasgos, Franz Joseph Gall afirmaba que a cada área cerebral le corresponde
una determinada función mental, y que se puede estudiar la asociación entre anatomía y
comportamiento a través del análisis de la forma de la parte del cráneo que cubre unas u
otras regiones del cerebro.

De forma más particular, el método de Gall y sus seguidores consistía en examinar las
irregularidades, las protuberancias y las hendiduras de la parte externa del cráneo
utilizando sus dedos, además de instrumentos como cintas métricas y el célebre
craneómetro, un calibrador creado específicamente para evaluar la morfología del cráneo.

La frenología fue popular durante la primera mitad del siglo XIX. Las ideas de Gall se
expandieron por Europa desde su núcleo en Edimburgo, y desde el viejo continente
llegaron a América y a África al coincidir en el tiempo con la colonización y la conquista de
estos territorios por parte de los países europeos.
No obstante, y a pesar de que Gall inspiró a un gran número de discípulos y de teóricos y
de que sigue influyendo de forma puntual determinados planteamientos en la actualidad,
la fuerte oposición de la comunidad científica a la frenología hizo que esta pseudociencia
quedara desacreditada unos 40 años después de que Gall empezara a propagar sus
hipótesis.

la frenología de Gall constituyó un paso importante en el desarrollo de la neuroanatomía


porque solidificó la idea de la localización de funciones mentales en áreas concretas del
cerebro. Descubrimientos como los de Broca y Wernicke sobre las regiones cerebrales
asociadas al lenguaje siguieron de forma aproximada la línea de investigación de Gall.

En la actualidad las explicaciones neuropsicológicas de carácter localizacionista han


perdido vigencia a causa del aumento del conocimiento en torno al funcionamiento real de
las vías cerebrales y del auge de la perspectiva de las redes neurales, tanto en la
neuroanatomía como en la psicología de corte cognitivista.

Por otra parte, el trabajo neuroanatómico de Gall favoreció el progreso de las técnicas de
disección debido a que contribuyó a la popularización del método de separar las fibras del
cerebro una a una en lugar de cortar porciones de tejido de forma arbitraria. También
inspiró las inquietantes hipótesis de Cesare Lombroso sobre la influencia de la anatomía
en la criminalidad.
Eugene Francois Vidocq

Eugene-François Vidocq, vivió sus primeros años como desertor y ladrón en los tiempos
de la Revolución Francesa. Decidió colaborar con la policía y fue el primer investigador
moderno. Una vida plagada de aventuras que derivó en material literario.

Nacido en Francia el 24 de julio de 1775, en la ciudad norteña de Arras, hijo de un


panadero, su vida de delincuente comenzó a los 13 años, cuando robó la platería de su
hogar. La policía lo detuvo y su padre dejó que pasara dos semanas en una celda como
escarmiento. Poco después estalló la Revolución Francesa. A los 16 años, Vidocq se
enroló en el Ejército.

Cuando estalló la guerra con Austria, Vidocq participó de la batalla de Valmy. A fines de
1792 lo ascendieron a cabo, y allí comenzaron sus problemas. Desafió a duelo a un oficial
superior, que se negó. Entonces, el cabo Vidocq lo golpeó y huyó ante el riesgo de una
condena a muerte.

Para 1795, ya frecuentaba a delincuentes y comenzó a ganarse la vida con fraudes. Al


tiempo se unió al “Ejército Errante”, un grupo de forajidos que se dedicaba a robar en los
caminos, vestidos con uniformes. Muchos eran desertores. Su vida amorosa era intensa:
sedujo a una viuda rica en Bruselas y en París conoció a Francine Longuet, que poco
después lo dejó por un soldado. Vidocq los golpeó a ambos y fue a prisión por primera
vez en su vida.

Lo habían condenado a tres meses en la Torre de Saint-Pierre, en Lille. Su condena se


extendió. A los pocos días de haber entablado relación, llegó un decreto de indulto para
ese preso. Apenas fue liberado, se descubrió que el documento era falsificado por Vidocq.
A fines de 1796, Vidocq recibió ocho años de condena por el documento de indulto que
había fraguado en la cárcel de Lille.

Un año más tarde fracasó en un intento de fuga, pero pudo huir en febrero de 1798,
cuando lo trasladaban a Brest. Vidocq regresó a Arras, donde había muerto su padre.
Cuando lo reconocieron, se hizo pasar por austríaco, Pero su pasado lo perseguía: lo
arrestaron y supo que había sido condenado a muerte en ausencia. Apeló y pasó cinco
meses en prisión, mientras la viuda lo abandonaba y reaparecía Anne Marie, su esposa,
para pedirle el divorcio. Se escapó en noviembre de 1805.
El 1º de julio de 1809, Vidocq volvió a prisión. En ese momento cambió su vida. Decidió
convertirse en informante de la policía. Cuatro días antes de cumplir 34 años fue enviado
a la prisión de Bicêtre. A los tres meses ya estaba en la cárcel de La Force. En ambos
penales recabó información sobre identidades falsas de los presos y crímenes sin
resolver. Su pareja, Annette, era el enlace con la policía.

A instancia del jefe de policía de París, Vidocq fue liberado en marzo de 1811. Se fraguó
una fuga para evitar sospechas entre los presos. En la calle actuó como espía, bajo el
disfraz de un convicto que se había escapado. Pudo conocer de primera mano los robos
que se planeaban e identificar a quienes los cometían. Cuando despertaba sospechas,
cambiaba de identidad.

Para fines de 1811, ya había organizado la llamada Brigada de Seguridad, un grupo de


agentes civiles que logró rango oficial en octubre de 1812 con el nacimiento formal de la
Sûreté Nationale (“Seguridad Nacional”), el antecedente directo de la moderna policía
francesa. Vidocq entrenó a sus agentes en materia de disfraces y espionaje. La cantidad
de delitos bajó de manera sostenida en la década siguiente.

En 1824, con diferencia de meses, Vidocq perdió primero a su esposa y luego a su


madre. Y en 1833 vio el nacimiento de la Oficina de Información, la agencia privada de
Vidocq. Resultó ser la primera organización detectivesca privada de la que haya noticias.
Se especializó en perseguir a estafadores. Hacia 1837 ya tenía choques con la policía,
que cuestionaba su accionar y afirmaba que se superponía a los oficiales del Estado. Ese
año lo detuvieron y le requisaron un archivo de 3500 documentos. Quedó libre en febrero
de 1838.

Cuatro años más tarde, la policía lo arrestó por una investigación en un caso de desfalco.
Le cuestionaron sus prácticas y se ventilaron los casos de su agencia. Sus finanzas
habían quedado dañadas y ni siquiera halló un comprador para la agencia, pero poco
después de enviudar, volvió a la acción. Cayó el rey Luis Felipe y Vidocq ofreció sus
servicios al nuevo gobierno. Pasó a vigilar a opositores, como Luis Bonaparte, el sobrino
de Napoleón, que se convirtió en presidente de la Segunda República y desistió de contar
con Vidocq.

El novelista Alexandre Dumas dejó el registro de un caso que muestra cómo Vidocq fue
un precursor en materia de balística. En 1822 el detective pudo resolver un caso de
homicidio con arma de fuego a la esposa de un conde, comparando las armas del conde y
del amante de la esposa pudo halló al culpable. Eugène-François Vidocq, padre de la
criminalística moderna, que sentó las bases de la investigación detectivesca, sobrevivió a
un ataque de cólera en 1854 y murió el 11 de mayo de 1857.

Bibliografia

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/bertillon.htm

https://marcelobonelli.cienradios.com/quien-fue-juan-vucetich-clave-en-el-diseno-del-
sistema-de-identificacion-de-huellas-dactilares/

https://www.infobae.com/sociedad/2021/09/01/vucetich-y-las-huellas-dactilares-el-hombre-
bueno-y-cordial-que-revoluciono-el-sistema-de-identificacion-de-las-personas/
#:~:text=Vucetich%2C%20a%20sus%2033%20a%C3%B1os,1%20de%20septiembre
%20de%201891.

https://www.psicoactiva.com/biografias/franz-gall/

https://psicologiaymente.com/biografias/franz-joseph-gall

https://www.pagina12.com.ar/387995-monsieur-vidocq-el-curioso-delincuente-que-se-
convirtio-en-e

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