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MEMORIAS
1897-1936
Edición digital: C. Carretero
http://www.solidaridadobrera.org/ateneo_nacho/biblioteca.html
CONTENIDO
I. 1897-1913
DE LA EDAD MEDIA A LA ERA DEL VAPOR Y LA ELECTRICIDAD
II. 1913-1918
EN LA ESPAÑA MONÁRQUICA
III. 1918-1922
POR SEGUNDA VEZ EN LA ARGENTINA
IV. 1922-1926
EN LA ALEMANIA SOCIALDEMÓCRATA Y PRENAZI
V. 1926-1933
POR TERCERA VEZ EN LA ARGENTINA
VI. 1934-1936
EN LA ESPAÑA REPUBLICANA
ACERCA DEL AUTOR
I. 1897-1913
Las cucarachas, las pulgas y los piojos, a los pocos días, eran
nuevamente dueños del lugar. La higiene de los emigrantes se
hacía al terminar el viaje, pero en tierra.
1910. Embarque de emigrantes en el puerto de Barcelona
—¿A qué?...
—A estudiar...
Me miró despectivamente.
EN LA ESPAÑA MONÁRQUICA
En Madrid
La generación de 1915-1916
«Los Ciegos»
El año 1916
El bolchevismo ruso
La agitación obrera,
las organizaciones sindicales
La huelga de La Forestal
La huelga de la Patagonia
Francesco Ghezzi
Una tarde visitaba a Yartchuk y a su compañera en su
buhardilla, el refugio qur se había encontrado para su
alojamiento; ya había divulgado sus escritos sobre la matanza
de Kronstadt por León Trotsky y su Ejército rojo. Nos habíamos
sentido ligados por espontánea amistad y compañerismo desde
el primer encuentro y en la medida de las posibilidades solía
llevarle alguna ayuda. Me planteó aquella pareja un dilema en
su estrechez económica: Si podía llevarles algo para comer y
fumar, bien; si los recursos no daban para todo, preferían que
no les dejase sin cigarrillos. El matrimonio Yartchuk, desplazado
de su ambiente, de la esfera de su lengua propia y de sus
luchas sociales por la libertad, tenían en el tabaco algo como
una droga. Mientras conversábamos apareció otro visitante, un
compañero italiano, Francesco Ghezzi, fugitivo de las hordas
fascistas y reclamado por el gobierno de Italia como vinculado
a hechos resonantes de la juventud antifascista rebelde de
Milán y otros centros de la península italiana. Bastaron pocos
segundos para que nos considerásemos como conocidos y
amigos de toda la vida.
Acontecimientos penosos
Trabajo y lucha
Remembranzas
Un ofrecimiento inesperado
En Holanda y en Francia
¿Qué tenía yo que ver con eso? No debía nada a Francia. Pedí
la devolución de mis papeles y renuncié a la inscripción en el
curso recomendado.
Alegrías y amarguras
Un día tuve que pasar por alto los miramientos que había
tenido para no herir susceptibilidades entre los que causaron o
silenciaron sus sentimientos ante el hecho del alejamiento de
Barrera por las razones que he señalado. Se proyectaba un
alzamiento en armas en el Paraguay contra la dictadura
imperante en aquel país entonces, una de las muchas
dictaduras que soportó, y en ese alzamiento proyectado
intervenían amigos nuestros, que me anunciaban su llegada a
Buenos Aires en busca de la ayuda posible que pudiesen
recibir, naturalmente en armamento. Habían calculado que
Barrera, por sus antecedentes, podría ayudarles, y me pidieron
que sirviese de mediador; sabían con seguridad que en el diario
Crítica no faltaban armas largas, pistolas y municiones para
eventualidades posibles de defensa en aquellos años. Y esas
armas para la defensa no podían estar en manos más seguras
que en las de Barrera.
Realizaciones y disgustos
De la teoría a la acción
El refrán que dice que Dios ciega a los que quiere perder, se
cumplió esta vez exactamente. Ya en la Casa de Gobierno los
vencedores, sin más que una pequeña confusión en la plaza del
Congreso, donde sonaron algunos disparos y hubo algunas
bajas, todavía quedaba en pie el arsenal, a cargo del general
Severo Toranzo.
Una derrota sin lucha, más vergonzosa que una derrota tras
la lucha; pudo ser un gran triunfo y salvar con él a un país de
una larga etapa histórica regresiva e inestable.
Intermezzo en España
—Al fin y al cabo, ese hombre no hace otra cosa que cumplir
con su deber —dijo.
Aventuras y riesgos
Había que descartar el plan del cruce del río con ayuda de
los amigos de Salto y arriesgarse a tomar la ruta pública de la
comunicación entre las dos ciudades vecinas, Salto y
Concordia. Y eso hice. Un joven compañero de Salto iría detrás
de mí para informar de cualquier novedad imprevista que me
ocurriese. Llegué al puesto de vigilancia y control fronterizos,
como agente librero; llevaba una cédula de identidad en la que
no figuraba el nombre entonces calificado de peligroso. Como
en la lista no figuraba el nombre del titular de la cédula de
identidad, que consultaron los funcionarios, pasé sin tropiezo y
entré en Concordia libremente. Pero no puedo negar que viví
momentos de angustia y de inseguridad y que me veía camino
del presidio de Ushuaia o peor si llegaban los radicales antes de
alejarme de allí.
Fue un golpe duro, muy sensible para mí. Antes que Adolfo
Hitler hubiese dispuesto o tolerado los incendios de libros en
las plazas públicas de Alemania, había sufrido en carne propia
ese acto de barbarie en Buenos Aires.
Pensé que ese atentado podía tener que ver con los gritos
que había escuchado días atrás como de alguien a quien
torturasen, y hasta imaginé por dónde pudo llegar la represalia.
Pero había tanto que hacer que todo aquello lo olvidé a las
pocas horas.
Los gestores del movimiento juzgaron que les sobraba con las
unidades de escamots, de los nacionalistas y somatenes
republicanos, sin experiencia, sin combatividad. Para lo único
que sirvieron fue para obstruir toda intervención confederal y
faísta. Se calculó que había en poder de esas formaciones
paramilitares improvisadas unas 30 000 armas largas, que
luego desaparecieron, y los vencedores imaginaron que
muchas de ellas habían pasado a manos de nuestros
compañeros, pero la verdad que sólo pasaron en cantidad
mínima.
»Pero sin ser adeptos de los «frentes únicos», con los que
se han producido tantas escisiones revolucionarias en los
últimos quince años —hablábamos en febrero de 1935—,
podemos comprender y sentir la necesidad de acciones
comunes de fuerzas sociales no siempre concordes, sobre
la base de un mutuo respeto, de un reconocimiento pleno
del derecho de cada uno a manifestarse, a vivir conforme a
las propias interpretaciones.»
El gobierno en la vorágine
Y terminaba así: