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Un lugar en paz

Esta es la historia de Arnulfo, él era un sujeto muy rudo, media 1.80 cm, de tez
morena, con una cicatriz en la cara, puede que la primera impresión que daba era
de un sujeto serio, con el cual no podrías pasar un buen rato, pero en realidad, él
era alguien muy agradable, que a pesar de que arrastraba un pasado muy triste y
obscuro, pues había visto morir a sus padres frente a él cuando era muy joven,
pero él siempre estaba sonriendo y tratando de hacer reír a los demás. Arnulfo
tenía una vida relativamente normal, él iba a una universidad cerca de su casa,
donde tenia muchas amigos, sin embargo, tenía dos amigos quienes él
consideraba sus mejores amigos; Pedro, un tipo de baja estatura, pelo castaño y
siempre bien arreglado, con un carácter muy volátil y María; Ella, todo lo contrario
a Pedro, era una persona muy dulce, de tez clara, una sonrisa hermosa y el pelo
obscuro y largo, más largo que el de todas las mujeres de la universidad, siempre
llena de había sido amiga de Arnulfo desde que iban en preescolar.

Un jueves, Arnulfo llegó tarde, pero llegó y su amigo Pedro, con un tono casi de
reclamo le dijo: - ¿Dónde estabas?, ¿Por qué llegaste tarde? – Arnulfo lo miro y le
lanzo una gran sonrisa y contestó: - Tenía que arreglar unas cosas. – Sin
embargo, María que lo conocía mucho mejor que nadie, sabía que algo había
pasado, Arnulfo se veía preocupado, como si algo del pasado hubiese vuelto para
atormentar a Arnulfo, aunque ella decidió darle tiempo y espacio, pensando que
Arnulfo se abriría y le contaría que pasaba. El día siguiente, se repitió la historia, y
una vez más, Arnulfo fue recibido con un Pedro aún más molesto, que esta vez le
dijo: - ¿Y ahora por qué llegaste tare?, no me digas que tenías que arreglar otras
cosas. – Pero algo se veía diferente en Arnulfo, pues en vez de sonreír o
contestarle de una manera amable como era de costumbre, Arnulfo lo miro y con
una mirada vacía le contesto alzando la voz: - ¡No te metas en mi vida enano! –
Pedro, levantando las cejas de impresión no supo hacer nada más que callar. En
la hora donde los tres amigos acostumbraban sentarse a comer llegaron Pedro y
María, pero Arnulfo no. Sentados allí, María dijo: – Estuvo mal la forma en la que
Arnulfo te contestó. – Para sorpresa de María, Pedro contestó sonriendo: - Está
bien, siempre he sido duro con él, a veces no sé ni porque sigue siendo mi amigo,
creo que hoy simplemente no estaba de humor, deberías hablar con él. – María
asintió con la cabeza.

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