Está en la página 1de 4

La educación del niño según la Biblia

Aprendiendo Naturalmente por Kathleen McCurdy


Juan 7:14, 15 NVI. Jesús esperó hasta la mitad de la fiesta para subir al templo y comenzar a enseñar. Los judíos se
admiraban y decían: “¿De dónde sacó éste tantos conocimientos sin haber estudiado?” o según otra versión:
“¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?”
La decisión de educar a mis hijos
Cuando mi primer hijo tenía tan sólo tres meses, ya me preocupaba de cómo debería educarlo. Un día leí el siguiente
párrafo que me impresionó mucho:
Jesús siguió el plan divino relativo a la educación. No buscó las escuelas de su tiempo… . Obtuvo su educación
directamente de las fuentes indicadas por el cielo, del trabajo útil, del estudio de las Escrituras y la naturaleza, y de
las vicisitudes de la vida, que constituyen los libros de Dios, llenos de instrucción para todos los que los buscan con
manos dispuestas, ojos abiertos y corazón comprensivo… .
En su niñez, juventud y virilidad, Jesús estudió las Escrituras. En su infancia, su madre le enseñó diariamente
conocimientos obtenidos de los pergaminos de los profetas. (La educación,  E. G. White, p. 77, 185.)
Decidí que si aprender sin escuela fue suficiente para el Hijo de Dios, tendría que ser lo mejor para mi hijo. Me puse
a leer las biografías de otros grandes hombres de la historia que también aprendieron sin escuela. Traté de
comprender mejor la manera en que esto ocurre. Es decir, qué proceso usó Jesús y otros que aprendieron sin
escuela, que yo podría aplicar a la educación de mi hijo. Analizándolo, encontré lo siguiente:
 Uno puede aprender, haciéndolo. Dios dará sabiduría si se lo pido. Santiago 1:5 Y si alguno de vosotros tiene
falta de sabiduría, pídala (demándela) a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será
dada.
 Estudiando las Escrituras da discernimiento y entendimiento (o inteligencia, en otra versión). Salmo 119:99,
102, 104 (NVI) Tengo más discernimiento que todos mis maestros porque medito en tus estatutos. …No me
desvío de tus juicios porque tú mismo me instruyes. …  De tus preceptos adquiero entendimiento.
 La naturaleza sirve como texto.  1 Corintios 11:14 La naturaleza misma ¿no os enseña…?
Job 12:7, 8 En efecto, pregunta ahora a las bestias, que ellas te enseñarán; y a las aves de los cielos, que ellas te lo
mostrarán; o habla a la tierra, que ella te enseñará; los peces de la mar te lo enseñarán también.
El propósito de la educación
Educar es un verbo transitivo que viene de la palabra latina educare  y significa, según el diccionario: “Formar o
instruir a una persona.” (Nuevo Pequeño Larrousse Ilustrado) Esta definición da la impresión que los niños son trozos
de greda sin forma, y que alguien tiene que amasarlos y luego darles una forma distintiva y, ojalá, útil. Pero algunos
diccionarios se aproximan o aluden a un vocablo latino más antiguo, educere, que significa sacar una cosa de otra, y
usan el ejemplo de asistir en el nacimiento. De ahí, el diccionario de la Academia Española dice que educar significa:
“Dirigir, encaminar…”
Cuando una matrona asiste en el nacimiento, no está dando forma al bebé. Solamente lo dirige o conduce,
ayudándolo a emerger de su madre. De la misma forma, los padres deben pensar en su papel educativo, teniendo en
mente que los hijos nos llegan ya formados en cierto grado. A nosotros nos toca encaminarlos, ayudarlos a emerger
del regazo del hogar a tomar su lugar en la sociedad.
Proverbios 22:6 “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” Pero muchos padres
han asumido que es su deber decidir cual es ese camino. Y después de forzar al niño a caminar en él, se afligen
porque no se mantiene en el camino que el padre escogió. En cambio, si estudiamos al niño y nos empeñamos en
conocer cual es su camino y luego le ayudamos a seguirlo, la promesa es que no se apartará de él.
Formas para obtener la educación
El sabio Salomón dijo: “Cuando yo era pequeño y vivía con mi padre, cuando era el niño consentido de mi madre, mi
padre me instruyó…”  Proverbios 4:3, 4. Luego escribió lo siguiente para su hijo: “Hijo mío, escucha las correcciones
de tu padre y no abandones las enseñanzas de tu madre. … Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas. … Hijo mío,
obedece el mandamiento de tu padre y no abandones las enseñanzas de tu madre.”  Proverbios 1:8; 3:1; 6:20 NVI.
Por todas las edades los niños han sido educados por sus padres. Siempre existieron escuelas para entregar alguna
profesión o destreza, o para el conocimiento religioso o filosófico, tales como las escuelas rabínicas en el tiempo de
Jesús. Pero esto se trataba de jóvenes ya considerados adultos que querían acercarse a los sabios o maestros para
aprender más de ellos.
La institución escolar para niños no se conoció prácticamente hasta el siglo XVI cuando por primera vez se hizo el
esfuerzo de traducir las Escrituras al lenguaje del pueblo. Martín Lutero fue uno de los que se empeñó en esa tarea.
Pero encontró que la mayoría del pueblo no podía ni siquiera leer! Entonces Lutero habló con los príncipes de su país
y les animó a establecer escuelas donde los niños podrían aprender a leer las recién traducidas Escrituras. Pero antes
de fallecer, Lutero se arrepintió de las escuelas que se habían creado para niños, viendo que ya se habían
corrompido. Aconsejó que nadie colocara a sus hijos en tales instituciones, llegando finalmente a reconocerlas como
peligrosas para la espiritualidad de la juventud.
Así se intenta enseñar en las escuelas
1. Primero se supone que nadie sabe nada a menos que se lo haya enseñado, por eso el profesor está de pie
frente los alumnos y ejerce autoridad sobre ellos.
2. Se tiene que estar quieto y a la vez prestar atención, lo que es especialmente imposible para los niños.
3. Prestar atención es más importante que toda otra actividad; hay que ignorar al cuerpo y sus exigencias.
4. Todos tienen que marcar el mismo paso, no adelantarse o quedar atrás.
5. Es importante que todos aprendan lo mismo, aunque tengan otras aptitudes.
6. Observar no tiene importancia, sólo lo que está escrito en un libro tiene valor.
7. El que hace preguntas aparece como estúpido.
¿Cuáles fueron los métodos educativos que usó Jesús?
Después de llamar, uno por uno, a sus discípulos, Jesús se encaminó por toda Galilea, “enseñando en las sinagogas,
anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia entre la gente.”  Mateo 4:23 NVI.
Aquí está Jesús con su “Colegio de Discípulos” recorriendo toda la región y dictando conferencias en las sinagogas.
Fijémonos que no está enseñando a los discípulos. Ellos simplemente lo acompañan y observan todo.
Pero Jesús no solamente predicaba. También sanaba a toda la gente de sus enfermedades, lo que resultó en que
grandes multitudes lo siguieran. Antes de comenzar a enseñarles, él se preocupó de su salud, de las necesidades del
cuerpo, y sanó “a todos los que padecían de diversas enfermedades, los que sufrían de dolores graves, los
endemoniados, los epilépticos y los paralíticos.” Y no solamente se compadecía del sufrimiento de sus seguidores y
los sanaba, sino a veces solía darles de comer. Y yo les pregunto: ¿cómo puede el niño aprender si tiene hambre,
sed, frío, o si está enfermo, incómodo o desanimado?
Nótese que aunque Jesús usaba las sinagogas para anunciar su reino, no solía quedarse en ellas. A menudo se iba al
campo. Pero la gente quería oír más y lo seguía. Este maestro no era como los otros que se paraban en las sinagogas
y daban discursos eruditos. Observemos algunos de sus métodos.
Mateo 5:1, 2 “Cuando vio a las multitudes, subió a la ladera de una montaña y se sentó.” Es decir, Jesús se acercó al
nivel de la gente. No les habló estando de pie, imponiendo su autoridad y demandando su atención. Se sentó “entre
ellos” según una versión. Se puede decir que conversó con ellos. “Sus discípulos se le acercaron, y tomando él la
palabra, comenzó a enseñarles diciendo: Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les
pertenece.”    Noten especialmente que las bienaventuranzas no fueron presentadas como reglas de conducta para
aprender. Jesús está dando elogios.
La aprobación es más efectiva que la crítica
En todo ese gentío habían unas cuantas personas que eran “pobres en espíritu”. El término griego significa “alma
mendigante”, es decir, una persona sumamente pobre, la que la gente más va a despreciar. De ellos es el reino de
los cielos y, según Jesús, se deben sentir dichosos.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.  ¡Cuántos padres tratan de callar a sus hijos cuando lloran!
Pero Jesús dice que son dichosos los que lloran, porque serán consolados.
Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra por herencia.  Por cierto había gente humilde en esa multitud. La
palabra “manso” usada en la antigua versión significa benigno, es decir benévolo, no bravo. Aquí se les promete una
valiosa herencia.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Israel, en el tiempo de Cristo, estaba
plagado de movimientos políticos. Indudablemente todos buscaban justicia y de ser liberados de la opresión romana.
Sin embargo, Jesús se refiere más bien a los que están hambrientos y sedientos por ser justificados, es decir, las
personas que anhelaban ser vindicados ante sus enemigos, y los que de todo corazón deseaban ser rectos. ¡Cuántas
veces nuestros hijos tratan de disculparse, de convencernos que nuestro desagrado con ellos es inmerecido! ¡Cuán
importante es que obremos para saciarles! Entonces serán dichosos.
Y Jesús sigue con sus bienaventuranzas, aprobando grupo por grupo a sus oyentes, cada uno escuchando
atentamente a ver si se lo va a incluir entre los dichosos y bendecidos.
Jesús dejó para cada uno su lugar
Entre los alumnos o discípulos de Jesús había una variedad de aptitudes. Y es notable que Jesús no los trataba
siempre de manera igual. Parece que Mateo y Judas eran los matemáticos del grupo; sabían manejar el dinero. A
Pedro le gustaba las preguntas y Jesús se las daba. De ves en cuando se lucía con sus respuestas y Jesús lo elogiaba.
A veces nuestros hijos son así, anhelando nuestra aprobación, y debemos preocuparnos de ello.
Yo he conocido hermanos, tales como Juan y Jacobo. Hijos del trueno se llamaban, siempre argumentando. Juan era
curioso y preguntón. Los demás discípulos le pedían que hiciera las preguntas que ellos no se atrevían hacer. Jesús
pacientemente se las contestaba y lo invitaba a éste, el más joven de sus discípulos, y a los otros a usar su propio
razonamiento para comprender las cosas. Mateo 18:12 ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le
extravía una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en las colinas para ir en busca de la extraviada?  Jesús no sólo
respetaba las diferencias entre sus alumnos, pero buscaba oportunidades para aprovechar la individualidad de cada
uno.
Su autoridad es basada en la lógica
Mateo 7:28, 29 Cuando Jesús terminó de decir estas cosas, las multitudes se asombraron de su enseñanza, porque les
enseñaba como quien tenía autoridad, y no como los maestros de la ley.  ¿Qué significa esto? ¿En qué sentido se notó
la autoridad de Cristo, que hasta las multitudes se asombraban? La manera acostumbrada que usaban los maestros
de la ley consistía en acudir a los padres, los antepasados, a Moisés. Entonces Jesús les dijo: Ustedes han oído que se
dijo a sus antepasados: “No mates, y todo el que mate quedará sujeto al juicio del tribunal.” Pero yo les digo que
todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su
hermano quedará sujeto al juicio del Consejo  (o Sanedrín, compuesto de los mismos maestros de la ley). Y
cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al juicio del infierno.  Mat. 5:21, 22.
Aquí y en otros pasajes similares Jesús se burla de las autoridades en quienes tanto confiaban los judíos. Es como si
dijera: Ustedes amenazan a los asesinos con el juicio de los romanos, pero yo les digo que todo el que se enoje con
su hermano debería estar sujeto a ese juicio porque entonces no llegaría a ser asesino; y el que insulta a su
hermano, ustedes mismos deberían juzgarlo; sin embargo, el que maldice a su hermano padecerá ante el juicio de
Dios.
Jesús, en sus lecciones, llamaba a considerar la lógica de lo que proponía. Por ejemplo: Un árbol bueno no puede dar
fruto malo, y un árbol malo no puede dar fruto bueno. … Así que por sus frutos los conocerán.  Mat. 7:18, 20. El
pueblo pudo reconocer el sentido de sus palabras y hacían el contraste con las palabras vacías e ilógicas de los
maestros o profesores de la ley. Por eso decían que Jesús enseñaba con autoridad, como alguien que sabe de lo que
está diciendo.
Esperaba y provocaba preguntas
Cuando Dios quiso que los israelitas recordaran algo importante, les dijo que levantara un monumento. Josué 4: 6,
7 En el futuro, cuando sus hijos les pregunten: “¿Por qué están estas piedras aquí?” , ustedes les responderán: …  con
la historia del arca que cruzó el río en seco, por ejemplo. Jesús también usó este sistema de crear curiosidad. Un día
salió con sus discípulos muy temprano, sin desayunar. Y cuando iban por el camino hacia Jerusalén, vio en la
distancia una higuera. Se encaminó a ella y buscó entre sus hojas pero no halló ningún higo. “¡Nunca más vuelvas a
dar fruto!”—le dijo al árbol. La próxima mañana volvieron a pasar junto a la higuera, que mientras tanto se había
secado desde la raíz. Los discípulos se asombraron al ver esto. –¿Cómo es que se secó la higuera tan pronto?—
preguntaron ellos.  (Mat. 21:18, 19.) Ahora estaban listos para escuchar la lección. Habían preguntado, y Jesús les
explicó el sentido de lo que había hecho. Se trata de crear oportunidades para las preguntas, las cuales señalan el
momento cuando la mente está lista para absorber más eficientemente la información.
También hubo ocasiones cuando Jesús tuvo que tomar en cuenta la condición de sus alumnos. Él quería hablarles en
cuanto al sacrificio de su vida que estaba por hacer. Pero ellos estaban preocupados del reino que se imaginaban
había venido a establecer, y discutían quienes iban a ser los principales funcionarios. No sacaba nada con
desilusionarlos. Dijo simplemente: Muchas cosas me quedan aún por decirles, que por ahora no podrían
soportar.  (Juan 16:12.) Cuando lavó los pies de Pedro, éste se opuso. Juan 13: 7  –Ahora no entiendes lo que estoy
haciendo –le respondió Jesús–, pero lo entenderás más tarde.  Podríamos decir que pocas lecciones bien aprendidas
valen más que muchos estudios prontamente olvidados.
Lecciones tomadas del diario vivir
Jesús se aprovechó de cada oportunidad para grabar en la mente de sus alumnos las lecciones que les ayudaría en su
diario vivir. Y las oportunidades eran muchas, como todavía lo son hoy si las buscamos. Aquí hay algunas de las que
usó Jesús:

Ilustración Lección

Un grano de mostaza La fe

La levadura El reino de los cielos; la hipocresía

La red El juicio final

Los lirios El cuidado de Dios

La sal La influencia del evangelio

El aceite El don del Espíritu

El vino La sangre expiatoria

Por medio de historias, como la del buen samaritano, y a través de las escenas que presenciaban (la ofrenda de la
viuda), Jesús deleitaba a sus oyentes y a la vez lograba que aprendieran importantes lecciones para la vida. Al
caminar por los caminos de Judea o al visitar en los hogares de sus amigos, en las calles de Jerusalén y hasta en la
oscuridad de la noche, Jesús seguía impartiendo conocimiento de las buenas nuevas y los principios de su reino a
quienes se acercaban a escucharle. En todas estas lecciones les invitaba a observar y pensar.

También podría gustarte