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Hola. De pronto os preguntáis quién soy y porqué os escribo, y es que el destino nos lleva
a dar giros un tanto inesperados; dándonos a entender que aún angustiados puede existir
algo de esperanza en tan sólo unas cuántas líneas en un papel arrugado. A lo mejor os
preguntaréis porqué algo tan sencillo puede ser importante para mí, pero primero que nada
quisiera presentarme: Mi nombre es José Ernesto Lasorsa Array. Soy médico graduado de
la UCV con dos especialidades aprobadas y un grado en cirugía toráxica. No me coloco mi
diminutivo profesional porque concibo que en el sitio donde me encuentro no es necesario
usarlo. Espero podáis leer completo la presente y extender mi testimonio.
Soy venezolano con nacionalidad española. Me crié en Cataluña, España desde los 11
años. Tengo seis hermosos hijos, de los cuales uno de ellos, el 22 de noviembre del 2020
falleció de forma lamentable, mi hijo Henry José de 22 años, pero ese tema quizá lo toque
más adelante. Yo era el tipo de médico que no creía en Dios, pues para mí, esos temas se
trataban un tanto de fanatismo, sin poder concebir lo realmente equivocado que estaba. Sin
embargo, por alguna extraña circunstancia, aunque nos encontremos distantes o no nos
hayamos acercado nunca a Él, llega el momento en que Él te busca. Para algunos como
yo, de una forma misteriosa marcada sin errores, para otros de una forma lacerante e
ineludible.
Fui detenido por el CICPC injustamente con un proceso viciado sin denunciante, en donde
se me imputaron nueve delitos, donde se podía observar ensañamiento. Este sin saberlo
fue el principio de todo, en el cual pude aceptar una herencia que tenía reservada para
encontrar el camino a Dios, donde podría hallar Su consolación para los días de fatalidad
que seguirían, siendo paciente de oncológico con un cáncer que comenzaba a asechar mi
vida como fiera rugiendo. En medio de todo aquello pude entender y darme cuenta que la
maldad existe y que el demonio puede aparecer disfrazado en cualquier expresión, pues la
única persona en la que confié comenzó a perturbar mi psiquis emocional provocándome
miedo, temor, angustia y más frustraciones, emociones que ya arrastraba desde mi
detención.
Sumado a esto se encontraban los maltratos y humillaciones que los funcionarios
realizaban contra mi humanidad a diario. Más aún aquellos días de requisas donde las
torturas se desbordaban en contra de una población sumisa, la cual no ameritaba este tipo
de maltratos considerables como crímenes contra la humanidad misma. A todas esas
adversidades se unía el hecho de no permitir el ingreso a mis calmantes, medicinas, y
alimentos, así como la prohibición hacia los demás detenidos que compartían pasillo
conmigo a que me prestasen apoyo o que simplemente se comunicasen conmigo. La única
persona que podía acercarse a mí o hablarme era aquel demonio que de forma misteriosa
gozaba de ciertos privilegios.
Recuerdo que la soledad comenzó a embargar mi corazón. El no poder conversar con nadie
y el pasar hambre pueden enloquecer a la persona más lúcida y centrada. Empecé a perder
el sentido de la cordura… En realidad, quería morir.
Se preguntarán cuál era la intención de los funcionarios y de ese demonio. Solamente podía
vislumbrar a una persona que podía sacar pleno provecho de todo esto. Sin yo saberlo,
esta persona mantenía una relación con la madre de uno de mis hijos, siendo su objetivo
pleno el interés que tenía por ciertos bienes que yo poseía. De igual forma todos sacaban
provecho, debido a que los demás funcionarios tenían luz verde para los desmanes que ya
mencioné; y el beneficio de ese demonio era simplemente el disfrutar de su sociopatía
sádica de un psicópata congénito, descargando su maldad en mi contra. Éste sería un tema
contradictorio, el cual me llevaría a encontrarme y a conocer a Dios.
Y es que uno debe aprender que las pérdidas pueden convertirse en ganancia. Manifiesto
esto con gran propiedad, pues todos los bienes materiales y el dinero es tiempo perdido
acá en la prisión, en el que muchos dirán que esto era un castigo por parte de Dios, pero
para mí era la única forma donde obtendría un Peniel con Jehová. Me siento en calma y
acepto mi situación junto con esta enfermedad terminal, tan solo me mantengo en oración
pidiendo mi salida de este sitio y poder sucumbir en paz con mi familia.