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- ESTRUCTURA _PSICOLOGICA Mae del _ MEXICANO ESTRUCTURA PSICOLOGICA del . MEXICANO Estudio desarrollade por el Dr. SANTIAGO RAMIREZ, Profesor de Psicolugia y Pstquintria de la Escuela de Graduados de la U.N. A. dirante_ su CURSO DE PSICOLOGIA, en tos V CURSOS DE INVIERNO DE 1935, en el Auditérium de la Facultad de Jurisprudencia, ESDE hace tiempo, con muy di: ferentes criterios, con diversos enfoques y desde angulos varia- dos, el mexicano y su manera - de ser se han transformado én una preocupacién substancial del propio mexicano. Lo me- jor de nuestra intelectualidad se ha aproximado al proble- ma ‘aportando su sistema de pensamiento y su método de trabajo con el fin de conocer la urdimbre de nuestra esencia y los matices de nuestra ‘caracterologia. Sin embargo, Hama Ta atencién, que salvo excepciones, los psicolégos, psiquia- tras y psicoanalistas han contribuido con muy escasas ob: servaciones a la comprensién del tema. Cabria suponer que el psicélogo, en contacto cotidiano con Jas formas ‘de ex- presién del mexicano, y en labor permanente con el mate- tial que aportan tanto los casos clinicos, como las mani- festaciones inconscientes, seria el més indicado para orien- tarnos acerca de las motivaciones profundas, explicativas de la conducta y de Ja manera de ser de lo nuestro. La mag- nitud del tema sugerido en el titulo de este ensayo, muy frecuentemente nos ha hecho dudar acerca de las propias capacida les para encararlo, sin embargo. Ta metodologia que hoy en dia posee el psicélogo educado en las técni- nicas de la psicologia abisal, ha Itegado a ser tan fruc- tifero que nos ha animado a afrontar el problema a pesar de Ia magnitud del mismo. . -3e En una ciencia joven, el psicoanilis s, de la cual se ha hablado tanto y tan mal, resulta preciso esclarecer con- ceptos y disipar dudas. acerca de “simpatias y diferencias” las mas de las veces derivadas de una simple actitud emo- ciona! enfrente de los restltados obtenidos. Creo que en tanto no podamos definir los conceptos y la terminologia con la cual designamos a las cosas, la posibilidad de hacer luz en nuestra tematica resulta vana. En primer término re- sulta fundamental saber cuales conceptos son bésicos ¢ in- dispensables como herramientas de trabajo en la ardua artesania del psicélago; también es imprescindible desear- tar y hacer a un Jado todas aquellas hipétesis que o bien no estén plenamente comprobadas o son fundamentales en la investigacién. Si las herramientas que utilizamos en un momento dado, nos son de utilidad. bienvenidas, si por el contrario tmicamente resultan formas de lenguaje. que gomplican el problema, nos veremos forzados a descartar- jas. Desde el punto de vista psicoanalitico consideramos al ser humano, como una entidad biolégica que entra en contacto con un ambiente ante el cual su biologia habra de modelarse, de expresarse, de frustrarse o desarrollarse, de acuerdo con las condiciones que esa biologia encuentra en el ambiente que lo rodea. Somos similares en tanto nues- tra biologia es parecida, y diferentes en tanto las condicio- nes ambientales hacen diferir nuestro destino del de nues- tros congéneres. Uilizando Ia terminologia psicoanalitica podemos expresar que el ser humano, no importa la cul- tura en que se desarrolle, nace con un actmulo de mate- tial instintivo, cuyo origen se encuentra en el plasma ger- minal, es decir, cuando nos referimos a una de las carac- terisf s del instinto o sea su origen, podemos afirmar que la biologia y Ia psicologia convergen en un punto comun. in querer hemos ya sefalado una. de las caracteristicas del instinto, a saber su origen. Muy lejos de nosotros el pretender defini el “instinto”; con un criterio menos es- B ran pinoso y m&s modesto nos referimos mejor a sus caracte- tisticas, las cuales pueden individualizarlo. Es légico con- siderar como origen o fuente de Io instintive, a lo biolégico, a lo germinal. Es decir que si nos referimos a una necesi- dad instintiva tal cual es el hambre o el instinto sexual, sin Iugar a dudas tendremos que Jocalizar su origen en la subs- tancia viva: asi, en el caso del hambre, las modificaciones en el contenido de determinadas substancias en el te- treno sanguineo: glucosa, cte.. las contracciones gastricas y finalmente los cambios en ef metabolismo tisular, son ex- plicaciones mas que suficientes para poder en un momento determinado localizar [a fuente o punto de pastida de! ins- tinto. Otra de las caracteristicas del instinto es sv fuerza, no existe un sistema de medicién preciso para valorar en un momento dado Ja fuerza de un instinto. pero si contamos con elementos Iaterales que nos permiten juzgar de la ma- yor 9 menor intensidad de un componente instintivo. Asi es que juzgaremos de la mayor o menor intensidad del ham- re de una persona en funcién de dos elementos de jui- cio. Por una parte, en base a Ia cantidad de obst&culos que esa persona es capaz dc xanjar con el obieto de satisfacer su demanda, por [a otra, por la cantidad de obstaculos, in- hibiciones y consideraciones de indole moral o social, pucs: tas al servicio del bloqueo de Ja exigencia instintiva. Cuan. tos més esfuerzos realice una persona para aplazar Ta satis- faccién, mayor sera la energia contra la cual se erigen los obstéculos. Una tercera carateristica o propiedad del instinto es su finalidad. Todo instinto tiene un fin. El aparato psiqui- co se rige por la ley del placer displacer. En sintesis, po- demos expresar que el incremento de Ia representacién de un instinto en el aparato psiquico es displacentero. La ten- dencia natural, cuando este incremento tiene lugar, es la descarga a través de la accién que especificamente satizfa- -5— ga la necesidad. Las acciones serin especilicas y diversas de acuerdo al instinto de que se trate, pero todas ellas tienen como finalidad aliviar al aparato psiquico de la tensién des- agradable creada por el camulo de representaciones. Para finalizar en esta breve sintesis, una du las pecu- liaridades substanciales del instinto, es el objeto. Designa- mos objeto del instinto a la persona o personas a las cuales se encuentra ligado el instinto en su satisfaccién directa e in- mediata. Asi e! objeto de las necesidades instintivas tanto nu- tritivas, como de aleclo, calor y de ternura, del lactante, se encuentran centradas en la madre. El objeto susceptible de satisfacer las necesidades de identificacin masculina en el nifio varén, serA cl padre. Los objetos que rodean a un nifo. serén los encargados de manejar sus instintos; el manejo ser realizado de acuerdo con los ideales, los patrones, las apetencias y las caracteristicas del grupo familiar. Pense- mos en un caso teérico: Jas necesidades de proteccién y de dependencia de un menor. al ser manejadas por una ma- dre determinada. podran lograr su_satisfaccién en el ca- so de que los ideales y la manera de ser de la madre _res- pondan adecuadamente a las exigencias instintivas del ni- Ho, en cambio, podrén frustrarse, cuando las necesidades del niiio se encuentran en franca oposicién con les intereses. ideales o caracterologia de Ia madre. Existe un ultimo ca- so, en el que Ta necesidad de satisfacer la dependencia y el amor en la madre, sean mayores a las demandas que es- pecificamente hace el menor, en este caso diremos que la madre ha sokreprotegido o sobresatisfecho al menor en una determinada 4rea, en detrimento de otras importantes pa- ra el adecuado desarrollo del niiio. Podemos encontrar distorsiones fundamentales en un individua, en una familia, o en un grupo social, con res- pecto a otros individuos, a otras familias y a otros grupos sociales, derivadas de la forma en la cual han sido mane- jadas sus necesidades bdsicas. A pesar de que en un mo- 6m mento dado parezcamos prolijos, citaremos algunos ejem- plos: Una madre judia, resaca de todas las persecuciones, angustias y desvelos de In Alemania nazi, Iega a un pais americano como inmigrante, al tener a su hijo criollo en el pais que le dié albergue, va a mitigar muchas de sus penas, de sus angustias y de sus temores. en la relacién con el hijo: en primer término dar al hijo satisfacciones en determinadas dreas, muy superiores a las exigidas es- pecificamente por el menor, sera asi como el nijto comerd, no tnicamente lo que biolégicamente necesita, sino en cre- ces. como resultado de Ia relacién con su madre: el nifito recibiré no sélo todo aquello que necesita en esta Area si- no también todo aquello de lo que la madre carecié cuan- do ella era a su vez una nifia, Ser& asi como este. criollo. hijo de una madre judia famélica en su infancia, seré ob- jeto de una sobrealimentacién. Esta misma madre que ha incorporado en su interior la imagen de un mundo perse- guidor y terrible en el que el ser judio ha sido equivalente de afrentas y discriminaciones. proyectara la imagen que ha incorporado en el pais que le ha dado albergue: en estas condiciones trataré de proteger a su hijo de todas las per- secuciones que ella misma sulrié. y que ahora fantaseadas ha proyeclado en su nuevo mundo. En estas condiciones privar& al nifio del contacto con amigos, con juegos, y en general de todas aquellas areas de participacién social ne- cesarias en un.adecuado desarrollo. Tanto en Jas normas seguidas enfrente de la alimentacién como en las seguidas con el trato social fa madre estar& reparando aquello que su- frié, aquello de lo que se vid privada. Muy frecuentemen- te hemos caracterizado Ia férmula de relacién de esta madre con su hijo con la siguiente frase: “niiio, come, pero no te muevas’. Come por todo lo que yo no comi. por todas las privaciones de mi infancia miserable. por todo aquello que siempre desee y no tuve. No te muevas, no participes no entres en contacto con Jos dem&s porque cl mundo es peli- Broso, cruel y avieso. . ‘ mi? Esta forma especifica de manejar las necesidades ins- tintivas del nifo. trae consigo el que éste incorpore en su interior Ia férmula de la madre, y que sometiéndose a ella la repita una y otra vez. en forma esterotipada. Nos podria- mos preguntar qué es lo que mueve al nifio una vez_adul- to a repetir los patrones que Ic fucron impuestos. Primi- tivamente. el niio sabe que siguiendo las normas impuestas por su madre logra el afecto de ella, sabe que ella le brin- da amor y atencioncs cuando su conductayes eco de sus exigencias. La necesidad de obtener cl amor, de no sen- tirse abandonado emocionalmente, es mayor que la [rustra- in implicita en Ia sobrecarga de determinadas necesida- des y el raquitismo en la satisfaccién de otro grupo de ellas. Mas tarde. cuando el nifio deja de serlo para transformar- se en hombre, Ia madre se ha convertido de una figura exterior en una internalizada, cada vex que en su conduc- ta se realicen las exigencias que la madre impuso, emocio- nalmente se recibiré desde adentro la aprobacién. y cada vez que se destruyan los viejos moldes surgiré la angus- tia ante la desaprobacién y el desamor de Ja imagen in- terna. Este nifio, con esta dinAmica, a quien la madre ha ensefiado a calmar su ansiedad comiendo, a quien la madré ha privado de Ia posibilidad de detivar al exterior las tensiones por medio del movimiento, se transformard en un sujeto obeso, por'un incremento de la carga y por un déficit-en sus posibilidades de descarga. En wun corto y breve ejemplo hemos podido observar cémo las neresi- dades emocionales interactuando en Ia relacién entre ma- dre e hijo. condicionan el destino de una vida o la pauta de una relacién, que si al principio fué simplemente Ja for- ma de ligarse una necesidad del nifio con su objeto funda- mental, Ja madre, mas tarde, al magnificarse el mundo de relaciones del adulto, el modelo se transformar& en prototi- Pico y condicionaré Ia relacién del hombre con sus objetos, su mundo. om Hemos pues tratado de eshozar uno de los postulados basicos de nuestra ciencta, postulado que por otra parte tie- ne hondas semejanzas con los descubiertos, por Ia filosofia existenctal por caminos bien diferentes. Pasemos a otro de nuestros enunciados basicos que nos ayudaran a seguir el escarceo sinuoso y aparcntemen- le complejo de la estructura del mexicano: Ya en varte lo hemos eshozado anteriormente, cl ser humano, ‘objeto de Ja larga dependencia en el seno de Ia familia, unica, si se la compara con las de otras especies, es una entidad que vehementemente busca el amor. Una vez que ha apren- dido la formula especifica a través de la cual lo obtiene, tan pronto ha logrado establecer una transaccién o un me- canismo defensivo entre sus demandas instintivas y la com- placencia de los objetos, estructura lo que denominamos un patron de conducta;: este patrén Io repetira como {ér- mula mégica en el curso de su historia individual. en to- das aquellas circunstancias en que el ambiente demande unn respuesta ante un estimulo determinado. Este repe- tir una y otra vez, lo calificamos como “compulsion a la re- peticién". Muy frecuentemente el hombre no recuerda el matiz especifico de las primitivas relaciones con sus objetos fundamentales, embargo podemos deducir a través de su repetir, la naturaleza de esta relacién: Un hombre estric- tamente apegado al deber. particularmente severo con los que le rodean, juez implacable de su conducta y de la de Ios demas, no puede recordar si las relaciones con su fa- ilia, padre o madre, estuvieron precedidas de igual sig- no, sin embargo su conducta es ef resultado de una repe- ticién o por el contrario de una reaccién enfrente de las exi- gencias del ambiente primitivo, por eso decimos que el repetir es una forma de recordar a través de la conducta. Existen hechos peculiares en la estructura del aparato ani- mice, a saber, pareciera como si el repetir y el recordar fueron Formulas de reaccién en cierto sentido antagénicas. En ocasiones Tepetimos para no recordar y en otras re- -om cordamos para no repetir. Esto puede esclarecerse facilmente a los ojos del lector. Los que trabajamos y dedicamos la ma- yor parte de nuestro tiempo a las lides psicoterapéuticas, en- contrames dos tipos basicos de enfermos, unos ignoran que sus padres fueron violentos con elles 0 amorosos o severos, no recuerdan las caracteristicas del padre a pesar de Ievarlas incorporadas dentro de si: sin embargo, al establecer una re- lacién honda y substancial con su médico. sin que sea de pie para ello, se le atribuyen rasgos de severidad o de violencia o de afecto. que no corresponden a la realidad objetiva del te- rapeuta. En estas circunstancias podemos afirmar que la ima- gen que de nosotros se tiene es una repeticién de las proto imagenes basicas. Por el contrario existen pacientes que re- cuerdan con objetividad Ja manera de ser del padre. de la madre y del ambiente familiar y que a todas luces luchan por mantenerse objetivos enfrente del médico con el obje- to de eludir repetir una imagen que fue traumatica o fras- trante. Esto tiene importancia en el hilo que seguimos porque la conducta de los pueblos muy frecuentemente es una serie sucesiva de repeticiones. que a la postre no son sino casos de historia expresados en la conducta viva, actual y emotiva. Como se ve, nuestra ciencia y nuestra metodologia trata de establecer en primer término, par- tiendo del hecho actual, manera de set, manera de expre- sarse. forma de resolver las urgencias de nuestra instividad, um comtin denominador que pueda aplicarse a las mialti- ples ramificaciones de la conducta. Una vex lograda esta ecuacién, esta teoria de los cuantums, psicolégicos, es preciso formularla, existe tal o cual manera de ser o de reaccionar, enfrente del dolor, de [a angustia, de la inseguridad o de la competencia: el paso siguiente es establecer una rela- cién," una reciprocidad entre Ja actual manera de ser y el esquema condicionado en el pasado. Tal es la técnica que pretendemos seguir para estudiar lo mexicano, aun cuando invertida. Partir de nuestros origenes, de nues- tra infancia histérica, tanto individual como remota y ge- -W- nérica, y detectar de los principios normativos y patrones condicionados por ella, nuestra actual manera de ser; ma- nera de ser que va a adquirir caracterfsticas Iamativas y sobresalientes en todas las Areas de la expresién del ser humano, su patologia- su arte, su cnrdcter, sus aspiracio- nes, sus reivindicaciones, etc, También seré substancial el establecer comparaciones con otras culturas, que al te- ner origenes distintos tienen expresiones caracterolégicas también diferentes. : Antes de abordar un programa tan pretensioso, debe- mos ‘ser légicos con nosotros y aplicar Ia caridad bien en- tendida, o sea aplicar nuestra metodologia en Ia propia ca- sa; ésto desde luego ya nos coloca enfrente de los interro- #antes de las propias motivaciones al emprender el tema de lo mexicano: iQué es lo que ha hecho que el mexicd: no se interese y apasione por lo mexicano? éCuél ha sido el estimulo que mueve y ha actualizado el interés de los intelectuales mexicanos por el ser y por fa esencia de los mexicanos? Podemos partir de algunos hechos y de algu- nas hipétesis individuales. El] mexicano cn las dltimas dé- cadas ha tomado contacto, en condicién de mayoria de edad, con otras culturas, ha tenido que establecer comparacio- nes y contrastes, ha tenido que sufrir la sensacién de “su ser diferente” enfrente de otras culturas. Esta situacién de dife- rencia. no del todo distinta al reconocimiento de nuestros. propios érganos, que los individualizamos en cuanto em: piezan a ser victimas de la dolencia o el sufrimiento. ha conducide a dos maneras o formas de elaboracién, tanto en el presente como en el pasado: una, negar el sentido doloroso de Ia diferencia, negacién que se ha hecho por’ dos cauces distintos, o bien se expresa monda y lironda- mente que somos iguales, para Io cual se provee el sujeto de una miopia peculiar. o bien se niega cl caracter doloroso de Ia diferencia mimetisandose con los patrones culturales ane nos hicieron conscientes del abismo que media entre nuestras formas de expresién cultural y la de los otros: Esta wltima forma muy peculiar en la historia del mexi- cano ha tomado diferentes designaciones, “afrancesamien- to”, “pochismo”, etc., cuyo motor basico es fa técnica del avestruz, negar Ja realidad displaciente pero genuina pa- ra adaptarse a injertos consoladores y falsos. EI segun- do procedimiento es aceptar nucstro distingo. con todo lo que de positivo y negativo implica; aceptarlo, es en un cier- to sentido sentirlo como propio, intimar con él y dominar- lo, a través de su estudio y de su génesis. De sobra esta decir que esta forma de apropiarse del hecho traumitico. o para ser més Ilano, esta manera de agarrar al toro por los cuernos, es m&s madura y constructiva: implica el per- dernos el miedo y Ja verguenza que seculermente se nos ha querido echar encima. Cuando un niio teme al doctor. o bien niega su enfermedad, o bien una vez pasado el episodio se apocha y juega al doctor con su muneca; que no otra cosa hacen muchos mexicanos cuando juegan al amcricano o al francés. es indudable. Una forma adulta de alrontar el problema. es conocer Ja causa del dolor y encararce a él con todas sus consecuencias. Creo que nin- gi pais en América ha afrontado “su adquirir conciencia”™ como el nuestro, en ningtin otro existe un movimiento, de introspeccién que tenga alcances paralelos al que en Méxi- co se ha desarrollado. Es evidente que es pauta e indi- ce de madurez que esperamos nos sirva como dijera Alfon- so Reyes a llevar “la x en la frente”. Lo mexicano y el mexicano entran a la historia con signos peculiares: hasta antes de Ia Ilegada de los espa- fioles, el mundo indigena, construide sobre su propia estruc- fura y con sus propios conceptos, seguia un curso que se viéd violentado y paralizado por la Negada de los con- quistadores. No cabe duda que la conquista fué un pro- ceso posible en virtud de Ja estructura del mundo indigena, mucho més que en funcién de las carateristicas militares y estralégicas del fenémeno. Cuando un boxeador teme -1l- a la oscuridad y al abrigo de su panico y fobia es venci- do por un adversario mucho menos fuerte, debemos imputar la derrota acentuadamente sobre la fobia y no en el adversa- rio. La imagen magica, sobrenatural y mitica que el mundo indigena provecté en el conquistader fué lo que hizo posi- ble ese episodio del siglo XVI Podriamos afirmar que lo que conquisté al mundo indigena fué la imagen que el propio indigena proyecté en el conquistador. La imagen idealizada de fuerza, de inmortalidad y de leyenda que el indigena Ilevaba en sus entrafas. fué lo que Ie conquis- t6 al colocarla circunstancialmente en el espafiol. Se en- contraban frente a frente como lo han sefalado diferentes autores, dos mundos distintos, por una parte el aventure- ro y realista del espaiol del XVI y por la otra el mitico ¥ magico de nuestro indigena. Para el uno [a guerra era propiciatoria a intereses estrictamente materiales, para el olro propiciatoria a entidades internas y_espirituales. EI: espafiol segundén en su mayoria, encontraba en la conquis- ta el camino del triunfo y de la adquisicién de un mayo- razgo que el destino le habia negado. En Ia conquista se Te iba el triunfo, o la derrota en su interminable compe- tencia con ef hermano mayor. No busca caminos nuevos, ni aventuras ni gloria aquel que no esté frustrado. El que posee la gloria y el triunfo. en ellos se ‘solaza y con ellos goza, no asi el que, al carecer de ellos; los anhela tanto més cuanto mas privado csté. El ambito cultural le ha- bia ensefiado al espaiiol que lo que no habia obtenido del destino lo podia obtener de [a aventura y Ja hazafia. Su desea de posesién tiene e] tamaho de sus limitaciones en la tierra de origen. Ya las guerras de Reconquista y la expulsion de los judios habian hecho coincidir las glorias y las jerarquins con el espiritu religioso, por eso en sti men- talidad, obtener fama y tiquezas iba aunado a un fuerte proceso religioso. En este pensamiento teligiose no cupo en ningdn momento una posibilidad conciliatoria: por eso a su Iegada barrié con todas las manifestaciones exter- mls nas del anhelo y espiritu religioso indigena. Claro est& que la supervivencia de Ia religion indigena en formas de culto cristiano sigue siendo un fenédmeno presente has- la nuestros dias. La edificacién de Ja iglesia cristiana, la ubicacién de Ia ciudad, etc., fueron fenémenos de afirma- cién mucho mas que de juicio objetivo. Era necesario ba- rrer con el espfritu de Ja coraunidad civil y religiosa del indigena, por eso cuando se edifica el templo se le coloca sobre el antiguo teocali. ‘lamativo en extremo resulta es- te ejemplo en Mitla, allé todavia se encuentran grecas za- potecas en el exterior del templo cristiano, tal vez porque el simbolismo de Ja greca zapoteca no resultaba tan sinies- tro a Jos ojos de los conquistadores como la serpiente em- plumada o Coatlicue. Fn otra serie de manifestaciones externas se observa claramente esta persistencia de las formas indigenas en el culto cristiano. El dia de Ja Virgen de la Soledad, en Oaxaca, e! pueblo después de tomar su bufiuelo en un plato de barro, lo rompe solicitando al mis- mo tiempo en su mente un deseo; a nadie escapa la simili- tud existente .entre la persistencia de esta costumbre y la ruptura de los objetos de barro cuando el fuego nuevo. En Ta actual plaza de Ia Basilica de Guadalupe, en la Mamada Plaza monumental, se han edificado dos basamentos de pir& mide para que los danzantes bailen sus danzas el 12 de D ciembre, es como si cuatro siglos después, los representan- tes del nuevo culto se vieran precisados a erigir lo que ha cuatro siglos destruyeron. Que el convento def Sigle XVI y la actitud del indigena para con él y sus’ religiosos fué Ta misma que para con el calmecac y sus estudiantes y sacerdotes, es indudable. Pero tomemos Ja trama por otro aspecto del problema. Fuera del gran nitimero de castas que se conslituyeron a finales del XVI y principios del XVII, podriamos resumir Ia situacién en tres grandes grupos sociales, por una parte el indigena que tuvo que re- nunciar total y cabalmente a sus antiguas formas de ex- presién, pero cuya homogencidad cultural fué de tal na- eit turaleza que constituyé y constituye, un problema aparte al cual nos referiremos mas adelante. Por otra parte cl mestizo; ol mestizaje en nuestro pais. siempre. salvo rarisimas excep- ciones, se encontré constituido por uniones de varones ¢s- patioles con mujeres indigenas. Los primeros mestizos cran producto de Ia relacién de los conquistadores con mujeres nobles indigenas. Desde cierto punto de vista la unién de estas mujeres con hombres espafoles vino a ser una transculturacién hondamente dramatica. La mujer en es- tas condiciones se incorporaba brusca y violentamente a una cultura, para Ia que no se encontraba formada: por olra parte, su unién la constituia en transfuga de su cultura original. Por tanto el nacimiento de su hijo era la ex; ~ presién de su alejamiento de un mundo pero a la vex no una puerta abierta a otro difirente. El cspatiol dejaba tras de stun mundo de objetos valorizados. Su manera de . sus costumbres, su Jengua, su religién, sus mujeres. etc., eran Io que para él eran valiosos. el mundo que des- cubria no tenia valor en si sino en funcién de que podia hacer accesible todo aquello que su antiguo mundo Je ha- bia negado. Los valores que dejaba tras de si se magnifica- ban a la distancia, Cualquiera de nosotros que ha esta: do Iejos de sus primitivos objetos sabe como crecen y se adornan a la distancia. Imaginemos por un momento, de acuerdo a los medios de transporte, al riesgo de la aven- tura y a Jo azaroso de,la empresa lo distante y magnifica: do de los antiguos valores espafioles. Por eso el conquis- tador era capaz de cambiar toda una fortuna recién adqui- tida por un caballo o por algo que simbolicamente estu- viera ligado a los valores que dejaba a sus espaldas. Las mujeres indigenas en estas circunstancias no resultaban pa- ta él sino objetos devaluados. Si bien es cierto que en un momento dado podian calmar sus necesidades sexuales y sus necesidades de proteccién y ternura. no hay que ol- vidar que los viejos objetos sexuales y amorosos- glorifi- cados a la distanica, eran Ia meta de sus ensuefios e idea- . be les. En estas circunstancias cl mestizo nace a la histo- ria de una mujer infravaluada por el padre. La reaccién del padre espatol ante la mujer indigena, seria la que un adolescente de nuestros dias tiene enfrente de [a sir- viente a quien posee. Por una parte satisface sus necesi- dades sexuales, pero siempre en una condicién desvyalori- zada: existen testimonios de que el padre espafiol pensd en el patrimonio de sus ijos mestizos pero. ello no es prue- ba de lo que venimos diciendo; sabemos que algunos pa- dres pensaban en el patrimonio de los mestizos, en parti- cular de aquellos que por la jeraquia del padre ocupaban un papel preponderante, pero scguramente los mas de los casos nacian con el estigma del desamparo y del abando- no paterno. Es mas atin en aquellos excepcionales casos en los que existia Ia preocupacién por el hiio, ‘el motor debe haber estado dado en gran parte por el sentimento de culpa, Ta que en no poca parte contribuyeron Tos re- ligiosos y_ que al menos hacia posible la supervivencia y la seguridad de fos mestizos. Este sentirse superior en- frente de sus mujeres, en plan de gran sefiores, necesita- dos de obtener los servicios incondicionales de ellas, ha matizado muchos de los aspectos estructurales def matri- monio mexicano. Seguramente ya en la organizacién pre- hispanica existia una supremacia del varén en la organiza- cién familiar, pero esta supremacia no tenia la tonalidad de Ta nueva, m&s atin cuando se establecié ¢l fenémeno de contraste entre los matrimonios mestizos y los criollos. Electivamente, una vez fincados en Ia tierra, muchos de los espamtoles solicitaron Ia presencia de mujeres espafo- las, esperandolas con el mismo anhelo con el que busca- han el aceite de olivo o el vino peninsular; el trato que ltenian para con ellas.y la actitud en sus relaciones inter- personales era bien distinta; se trataba de mujeres anhela- das espiritualmente, en Tas cuales se proyectaban todos los sentimientos tiernos e idealizados, presentes en el -inte- rior del conquistador, Independientemente de sus mereci- 164 . mientos objetivos ef espafol las revestia con todas aque- Ilas caracteristicas de los objetos primitives. Muy fre- cuentemente estas mujeres se hacian ayudar en el cuida- do de sus hijos criollos por mujeres indigenas que hacian. las veces de nifieras, la voz de “nana”. quiere decir ma- dre en otomi: cs decir que el nifto criollo, también se en- contré en presencia de dos objetos infantiles: por una par- te una mujer altamente valorizada, pero distante, barroca- mente refinada, ocupada en festividades religiosas y ci les. ¥ por otra parte a la mujer indigena que le daba ca- lor y que culturalmente era considerada como un objeto mercenario; sin embargo y a pesar del aspecto externo mercantil, las Hamadas Marias de a peso. asi con mayds- cula, fueron Ta fuente de seguridad, calor y afecto del hi- jo criollo. He aqui una de las situaciones de contradic- cién del criollo mexicano. la mujer que alimenté el instin- to es devaluada por la cultura en que vive, por el contra- rio la mujer fria y distante. la que nunca calmé el Ilanto. la que nunca fué regazo, ni calor, ni rebozo, es la que es apreciada y estimada por la cultura. Mas adelante vere- mos, cuando hablemos del desdoblamiento de objeto del mexicano, en qué medida podemos utilizar estos datos pa- ra explicar Ia conducta sexual y sentimental del hombre en nuestra cultura. Sintetizando, nos encontramos en pre- sencia de dos tipos de hombre: el criollo y el mestizo, hom- bres que se encuentran a horcajadas en el Lomo de un conflicto; por motivos diversos, ambos se encuentran con que la mujer que les ha dado calor y afecto en la infan- cia, es un ser devaluado. Sin embargo el destino de uno y otro seré diverso. EI padre criollo se enorgullece de! hijo y trata de darle lodo aquello de lo que carccié: la ropa, el lujo, las como- didades, etc. que le brinda, reparan toda la historia de ~ frustaciones del pasado conquistador. El padre lucha pa- za que, los privilegios por él obtenidos pasen a sus descen- dientes y pugna y lucha contra los reyes ibéricos que quieren -ite limitar [a exltensién de Ia cncomienda; pareciera como si to- dala acumulacién de peticiones y litigios tuviera como ba- st: el conflicto existente entre cl punto de vista del conquis- dor y sus descendientes y el, punto de vista de las autor dades peninsulares; los conquistadores expresaran: “dejen que reparemos en nuestros descendientes y en nuestras ge- neraciones aquello de Jo que careciamos”, y Ia respuesta espafiola seria una sistem&tica negacién a esta necesidad separativa. Fs decir. que el padre cspafol tuvo enfrente de su hijo criollo una actitud acogedora y cordial en la que prevalecia la autorizacion explicita de la identificacién, de la semejanza: “puedes y debes ser semejante a mi, y a lo que yo he lograde”. Es decir, el criollo siempre tuvo ante sus ojos a un padre, figura fucrte que lo impulsaba a de- fender y a identificarse con fos privilegios obtenidos y no solamente Io impulsaba a ser lo que ¢f habia sido sino par- licularmente a ser lo que para el conquistador constituia el galardén de la hidalauia y del buen vivir. Ya otros au- tores se han ocupado de cémo esta necesidad de ser Hlegé a tener manifestactones inclusive jocosas: el exagerady uso del don, la fanfarroneria, el barroquismo, el exhibicionismo de Jos hienes poseidos, etc., eran caracteristicas sobresalien- tes del hombre espaiiol del sigho XVI. Este hombre, el nuevo rica del XVI en buena parte fué cl que dié el as- pecto externo de gran ciudad al México del siglo. Las ne- cesidades de magnificencia del segundén crearon un estilo arquitecténico seforial y ostentoso, rapidamente [a ciudad fué una expresi6n fenomenolégica de las instancias psiqui- cas del cuadro de la época. Las grandezas de la tierra, la excelencia de sus mercados, etc., son descritas por los cro: nistas tanto por Ia realidad externa, cuanto por Ja_necesi- dad de afirmacién de Ia nueva posesién y forma de vida. Siempre en las comparaciones tiene que surgir irremedia- blemente Ja vieja Espaiia, tanto al referirse a las dimensio- nes cde la plaza mayor, cuanto al expresar las caracteristi- cas de un mercado.’ . “1m Todo lo indigena. lo devaluado a los ojos-del espaiiol, traté de ser borrado, los antiguos nombres fueron substitui- dos, stempre haciéndolos anteceder por la particula de la Nueva: Nueva Galicia, Nueva Espafia, ete. Aqui la pala- ra renovar, con su asociada reparar, cobran toda la fuerza dé su filologia. En este marco como es de esperarse no cabe ninguno de los valores previos. No hay sitio ni para la ar- quitectura prehispénica ni para las ideas’ cosmolégicas y cosmograficas, ni para los estilos de vida previos. Si que- rian sobrevivir deherian esconderse, dislrazarse, adoptar for- mas nuevas y rebuscadas. No se piense que el conquis- lador que quiso darle a Ja ciudad el aspecto que mas tarde habia de cantar Balbuena fué un fenémeno esporddico, dia a dia somos conquistades y cada uno de los conquistado- res trata de magnificar Ja ciudad, asi surgen las nuevas -co- Tonias ostentosas y suntuosas, en que el despliegue de Tujo es el resultado de la inseguridad basica y de [a necesidad de demostrarse a los propies ojos la nueva grandeza. Es ast como cuando el nuevo conquistador. inmigrante de la Europa Oriental, pobre de solemnidad en su lugar de origen, adqui ere esplendor y necesita afirmarlo con to- da la incertidumbre del nuevo rico, todavia no totalmen- te convencide en ef interior de su psiquismo, de las nue- vas condiciones. Asi nace una arquitectura que podria- mos calificar de “obesa”. siguiendo la linea del pensa- miento que expresamos al iniciar este ensayo. Para se- wuir con las metaforas también veremos que la estructura cor- poral del hijo del inmigrante, criollo muy frecuentemente, es la def obeso. Weamos los jardines piblicos donde prevalece Ia asistencia de inmigrantes; cada uno de ellos va a competir con sus connacionales en ostentacién. ropa, automéviles, ‘hijos, etc. Con sus vecinos, trataré de pre- valecer en Ios nifios Io excesivo: exceso en juguctes, en grasa, en ropa, en todas las formas de expresién. Y ca- da uno de esos nifos seré un monumento churrigueres- co en cuanto a las manifestaciones externas de la super- 19 alimentacién. También veremos que en estos nifos crio- flos, cuando Ja madre adquiere una jerarquia social y econémica de importancia: la nana es inevitable; ella se- r4 la madre substituta que calmara y satisfaceré las ne- cesidades basicas al lado de ella el nifio se desarrollaré y expresara, la otra, la valuada, viviré compitiendo con las amigas en las formas més diversas de competencia so- cial, el juego de cartas, las labores intelectuales o Tas obras de benelicio social. Este criollo, tendré en su psi- quismo todos los conflictos derivades de esta situacién. Sus identificaciones primarias. le Ilevaran a querer ju- gar, competir y participar con Io nativo, tanto en comida, como en otras mil formas de convivencia social, pero por otra parte sus padres trataran de sobrevalorar un pasado con el cual el pequefo criollo no tuvo contacto. Asi és- te se vera ante el conflicto de lealtades, tipico del crio- Ilo, por una parte si se asimila de acuerdo a sus necesi- dades, encuentra el rechazo de los padres, si por el con- trario acata a los padres y se mantiene ais lado de las nuevas formas de vida, encontraré Ia bua que el am- hiente hace de él. Si lo tratamos de ejemplificar nos en- contraremos con el pequefio que tiene que usar Ia ropa que Ja madre le impone en la escuela ptblica, si la usa sin rehelarse, encontrara el amor de Jos padres, pero Ja bur- la del ambiente: si se rebela contra los padres e impone la nueva modalidad. seré aceptado por cl ambiente pero lo re- sultante seré el desamor de sus progenitores. El mexicano tanto criollo como mestizo. se encuentra en Ja imagen con- flicto agudo de identificaciones multiples y complejas. vic- timas de contradicciones de signo contrario que necesaria- mente dejarén insatisfecha una forma de la personalidad. Esa necesidad del inmigrante, de reeditar las for- mas de expresién de la cultura de la que procede, son Tas que han condicionado un mimetismo totalmente bi- zarro: el estilo francés, el californiano o cualesquier otro no han sido sino manifestaciones de esta necesidad de 20 reconstruir lo pretérito. En culturas tipicamente criollas, corio la Argentina, en fa que los valores teluricos propios son casi nulos. lo que estamos expresando se ve con una claridad meridiana, En la Argentina. pais de tres mi- llones de kilémetros cuadrados, Ia Ciudad esté edifica- da a las orillas del Rio. Pero no es esto todo, va que se podria objetar que como dad nacié del mercado con Europa y en la actualidad, a pesar de que hay muchos _ miles de kilémetros entre el Mar de Solis y los Andes, las autoridades se preocupan de ganarle tierra al ri6. me- diante cesfuerzos improbos. Es en realidad una necesi- dad del inmigrante de estar cerca de Ia lejana y admira- da Europa. En Argentina todo aquello que lleva el se- Ilo emocional de Ja importacién es lo que vale, tanto en musica, como en pintura, como en estilo de vida, la ne- cesidad de reecitar Europa es particular, En ocasiones esta necesidad dé repetir alcanza aspectos ridiculos si no dramaticos. Hemos tenido oportunidad de convivir en Ta cultura criolla de la Argentina, hemos visto muy de cerca sus problemas emocionales y estructurales; auto- res interiorizados en el tema han descrito la gran frecuen- cia de la obesidad como mecanismo de expresién en el criollo Argentino. Es pues una cultura que sin lugar a dudas podemos calificar de “reparativa”. Podemos ex- presar en forma sintetica que Ja caracteristica fundamen- tal de Ja cultura criolla es la necesidad de “reparar’; que el mecanismo estructural substancial bajo el cual nace el criollo es Ia reparacién. Sin embargo, el problema se hace més complejo cuando nos damas cuenta que el ser criollo no es sim- plemente un problema “genético”. Efectivamente, cuan- do un mestizo se transcultura y adquiere formas de expre- sién diversas a los patrones de los cuales procede, podria- mos decir que se “acriolla’, valga el término, adquiriendo los ideales y patrones culturales de Ia clase social a la que se incorpora. Sin embargo su forma ce ser con respec- ~ the to a la cultura de Ja que procede es diferente, ya que la trata de ocultar y desvalorizar; todo aquello que le re- cuerda su punto de partida le resulta siniestro, a dife- rencia del verdadero criollo que exalta sus antiguas for- mas de vida, éste las trata de ocultar y de negar, el pa- sado le averguenza, y en su necesidad compulsiva de re- finarse y mostrarse distinto, hay temor y ansiedad de ser descubierto; tal vez por ello su aversién a todo lo pasa- do, por eso su hestilidad a su antiguos compafieros de cultura, por eso su crueldad para con todo Jo que le ha- ce verse proyectado y reflejado, Estamos en presencia de la crueldad del cacique transculturado: pero no sélo, sino que también su inseguridad interna con respecto .al bando al que recientemente se ha afiliado. le hace ser servil y rastrero para con su nueva clase. Todo lo que proceda de esta clase es valuado. todo lo que procede de la antigua es ridiculizado-y negado. La literatura mexi- cana se encuentra plena de estos personajes, en ocasiones pintorescos y risibles, pero las mas de las veces tragicos. Este sujeto tiene necesidad de “reparar” por partida do- ble. no solamente aquello de Jo que carecié, sino tam- bién Ta cultura de la que procede. Por eso este “acrio- Mado” resulta m&s ostentoso y compulsive que el verda- cero, desprecia Ia obra macstra de artesania indigena pa- ra admirar la manufactura en serie de Ja nueva clase so- cial a Ia que pertenece. Parece que ya hemos aludido a suficientes caracte- risticas psicolégicas en el criollo, pensamos que con ellas podremos individualizarle para comprender muchas de sus maneras de ser, retomaremos el tema una vez que carac- terizado el -mestizo, podramos establecer analogias y dife- rencias. EI mestizo, como dijimos al principio, nacié produc- to de una conjuncién dificil Su padre es un hombre fuerte, su cultura y forma de vida prevalece, contempla -2~ a su hijo, m&s como ef producto inevitable de una nece- sidad sexual que como el anhelo de prevalecer y perpetuar- se. La participacién del padre en el hogar es limitada, se trata mas bien de un ser ausente, ‘que cuando even- tualmente se presénta es para ser servida. admirada y con; siderada. Los contactos emocionales con la madre son minimos al igtal que con el hijo, su presencia va acom- paiiada, las mas de las veces, de violencia en la forma a en el modo; se le ha de atender como a un sefor, se le dehen toda clase de consideraciones sin que él tenga nin- guna para con el ambiente que le rodea, frecuentemente se embriaga y abandona el hogar sin tener en conside- racién a los hijos y a la madre; ésta acepta pasiva y abne- gadamente la conducta del padre: considera que su sino es servirle y responder a sus necesidades y muy frecuentemente rehace ella el peso econémico del hogar. Cuando el pa- dre se vincula eventualmente con la esposa o con los hi- jos, mas Io hace por culpa que por amor y la caracteris- lica fundamental de este hogar cs su padre ausente que aparece eventualmente con violencia y una madre abne- gada y pasiva. La imagen que el nifio mestizo se forma de Ia relacién familiar es peculiar, por una parte el pa+ dre mantiene poco contacto con él, por Ja otra le niega lag indentificaciones masculinas a las que el nifio aspira: cuan- do el ‘nifto trata de manifestar hostilidad hacia el padre, éste la Teprime con violencia y con un magico y pretendiso “principio de autoridad”. A la mujer se le exige fideli- dad, y abiertamente se acepta la infedelidad del espos: éste frecuentemente tuvo dos casas, aquella en que tenia a sus hijos criollos, en donde habia una madre valuada y unos hijos productos del amor y de Ia necesidad de perpe- tuarse, y-ésta en Ia cual la mujer le ha. calmado necesida- des instintivas. pero a Ia cual considera que le ha hecho un servicio al poseerla. Los hijos de este hogar en el me- jor de los-casos son contemplados con un sentimiento de culpa del cual trata. de deshacerse con expresiones hos- ee tiles. El anhelo del nifio mestizo por ser tan fuerte y gran- de cotren paralelos con Ia hostilidad reprimida que para con él tiene. Al crecer este mestizo no encuentra acomo- do; si por razones “genéticas” y econémicas contintiia en su posicién de mestizo, estar en un conilicto permanen- te, ya no pertenece a un mundo indigena en el que aun cuando sojuzgado habia seguridad y posibilidad del logro de indentificactones primarias, por otra parte tampoco se Je da cabida en ese nuevo mundo criolle al que él en su profundidad aspira. En su interior se rebela contra su origen indio que Je ha privado de pertenecer al lugar y sitio de sus anhelos, por otra parte estaré cargado de hostilidad manifiesta hacia el padre violento y extran- jero. En esta situacién psicolégica siempre pronta a es- tallar se desarrollan Jos primeros impulsos y emociones del nifio mestizo. cuando grande trata a la esposa siguien- do la pauta creada en Ia contemplacién del padre, aun- que ésta sea tan mestiza como él, se habra hecho a Ia idea de la superioridad substancial del hombre sobre !a mujer. lo indigena y lo femenino se habran_transformado en una ecuacién inconsciente; como sus identificaciones masculinas son substancialmente pobres, hard alarde de hombria, alarde compulsivo que adquiriré caracteristicas de machismo y el machismo del mexicano no sera en ‘el fondo sino la inseguridad de su propia masculinidad. Co- mo bAsicamente las identificaciones que prevalecen por ser las m&s constantes y permanentes son las femeninas. rehuiré todo aquello que pucda hacer alusién a la escasa paternidad introyectada. Sus grupos de amigos seran siempre mas- culinos, sus aliciones y juegos seran de “maches”, de su mundo social y emocional excluiré a la mujer: sus Ties- tas sus placeres y sus diversiones excluirén a la mujer: ha- r& una vida social prevalentemente masculina. Los con- tactos con la mujer siempre afirmaraén la superioridad del hombre. los sentimientos delicados serén rehuidos como caracteristicas, de femenidad o de amaneramiento. Asi sur- mda gira un tipo peculiar de caractcrologia que puede seguirse hasta nuestros dias y que gran parte ha invadido ya no solamente al mestizo sino a todas las clases sociales. El hombre gastaré sus ingresos o la mayor parte de ellos en destocar su posicién masculina, sera terriblemente aficio- nado a todas aquellas prendas de vestir simbélicas de lo masculino: ¢l sombrero, ya sea el de charro 9 el borsalino: la pistola, el caballo ‘o ef automévil seran su lujo y orgu- Tlo, seran manifestaciones externas a las que compulsiva- mente recurriré para afirmar una fortaleza de la que in- teriormente carece. En su lenguaje recurriré a formas pro- caces considerandolas como “lenguaje de hombres”, hard alarde de Ia sumisién que las mujeres tiencn para con él; su conversacién y en sus expresiones actuaré en forma muy similar a la del inseguro adolescente que fantasea con todo aquello que le produce ansiedad, sobre todo en ‘ma- teria sexual, Sin embargo. esa figura tan vehemente anhelada que es ef padre, siempre esta pronta a ser victima de la hosti- lidad, todo aquello que en una u otra forma represente la masculinidad ausente y fantaseadamente potente del pa- dre sera abjeto de agresion. Se atacara lo gachupin o lo gringo, a la vez que se le admiraré y anhelaré. Por una parte se hart burla de ello y objeto de desprecio. y por fa otra internamente se tratarA de alcanzarlo. Cuando el mestizo domina y monta el caballo de los conquistadores se transforma en un magnifico jinete. cuando usa su arma de fuego y logra dominarla ser& un experto en tiro. Pau- Jatinamente, con vehemencia se har&- poseedor de aque- Tlo que eva del conquistador, para dominarlo y ser macs- tro en ello. Las modas del conquistador seran sus modas, pero siempre matizandolas y dandoles un sesgo nuevo y original derivado de su origen indigena y de su ambiva- lencia peculiar. Todo aquello que se ponga o que use Jo mexicanizaré, la comida adoptaré un gusto particular, su arquitectura y sus. medios de expresién indicaraén esta -BH corriente de doble orientacién: anhelo y hostilidad. El mestizo permanentemente reivindica con respecto a su ori- gen, a diferencia del criollo que nace bajo cl signo de la reparacién él viene a la vida con la reinvindicacién a cucs- tas. Reinvindica de su pasado, de la injusticia, de las cosas y de los hombres, de su destino, de sus autoridades, le su familia, etc., en [a reinvidicacién encuentra el mo- tor de su conducta: teltiricamente se encuentra arraiga- do a la tierra pero reinvindica de ella ya en su interior, ya en su exterior, es en parte de su persona indio, se sa- be indio y reniega y reivindica contra lo indigena. cua do insulta dice: “indio cuatro orejas o indie desgraciado En otra parte de su persona se sabe cspafol y también reivindica contra lo espafiol expresande: “gachupin des- graciado o mueran los gachupines’. En conflicto perma- nente con su historia, en angustia y tensién perennes, ten- dré que producir obras maravillosas de arte, de dolor y de alegria; Ia angustia es uno de los grandes motores que mueven al scr humano y a la cultura, por eso ser rico cuando se exprese. cuando Ilore o cuando compulsi- vamente busque una alegria que desde siempre le fué ne- gada.~ Este niio mestizo, pelado, cuando [a_terminologia derive de razones sociales ¥ no genéticas. desarrolla_me- canismos defensivos que le preservan del dolor de su con- dicién basica. Una manera de defenderse del propio do- lor y de Ia critica de los demds es adelantandose y zahe- riéndose de si antes de ser atacado por el otro. Asi se vuelve burlén de si. mismo: aguza el ingenio y compulsi- vamente busca Ia defensa y la manera de injuriar al pré- jimo; ocasionalmente se aisla en el “importa madrismo”. porque el que Jas cosas Ic importen significaria dolor y Ilanto. Sin embargo cabrian algunos distinges, algunos ya los hemos hecho tanto entre las diferencias culturales co- —~26— mo geograficas de algunas de las formas de ser del mexi- cano. Evidentemente no es Io mismo Io indigena, mes- tizo o criollo, pese a que las tres entidades son tipicamen- mente mexicanas. La estructura familiar del indigena, es bastante ho- mogenea, las condiciones de trauma derivadas de un am- biente hostil, en actuacién permanente han homogeneiza- de a la familia y Ia han unido hondamente como medio y técnica de defensa enfrente de Ins condiciones adversas. EI otomi, el chamula o cualesquicr otro tipo de gru- po indigena, vive en intensa unién dentro del seno de su familia ya que el medio hostil lo impulsa a ello. Las diferencias culturales entre Jos sexos, cuentan poco, en todo caso en Ia distribucién del trabajo, asi la mujer ato- mi seré la encargada del acarreo de agua. en tanto que el hombre ser& quien corte los productos de los cuales des- pués del raspado derivaré el ixtle. EI nifio desde los pri- meros afios de edad su comida tendra que ser la del adul- to y su periodo de dependencia con respecto a las figu- ras significativas de su hogar ser4 corto. La cultura en la cual _vivimos ha alaraado considerablemente Ja dependen- cia del hijo a los padres. Tienen que pasar muchos afos antes de que el adolescente pueda satisfacer sus necesida- des basicas.. Muchos avios después de haber alcanzado su madurez bioldgica, podré ser maduro social y econé- micamente, En un sentido la cultura se encuentra en ple- na discordancia con respecto a la biologia del ser huma- no: discordancia que cada vez se hace més aguda conforme la cultura va evolucionando. No solamente en el campo de Ja depedencia, también acontece en otras areas, por ejem- plo en la de Jas funciones procreativas de la mujer. La mujer hiolégicamente se encuentra preparada’ para tener un namero de hijos muy superior al que las condiciones culturales prevalentes realmente le permite tener. En to- das aquellas ocasiones en las que las necesidades de Ja ore cultura y de la biologia corren en sentido opuesto en con- traremos el nucleo de un conflicto. De aqui la creciente cilra de esterilidad psicogénica de Ia mujer, la alactia en muchas de ellas los conflictos intrapsiquicos y culturales que derivan de la posisién femenina enfrente de la vida. Re- tomando nuestro tema: la posibilidad de satisfacer determi- nado numero de posibilidades instintivas basicas, union sexual. independencia familiar, posibilidad procreativa, etc, Por otra parte la unién de la familia derivada del impac- to que un medio hostil establece permamentemente sobre su organizacion, hacen que la urdimbre familiar tenga de- terminadas caractcristicas. En Ja organizaci6én familiar in- digena, el padre no es una figura ausente, como lo he- mes seiialadg en el caso del mestizo- la madre no esta des- valorizada. ya que al lado del padre comparte penurias y alegrias a la vez que es un factor desisivo en el manteni- miento del hogar; el niito por su parte desde temprana edad se ve impulsado por las necesicdades econdémicas a estable- cer indentificaciones tempranas con su padre. Su mascu linidad nunca se ve puesta en duda por un rechazo del padre. Se trata pues de una familia que pasivamente ha aceptado el impacto del' medio y que abnegadamente Tu. cha dentro de su limitado ambiente. El trauma que la conquista le imprimié al indigena fué de tal magnitud, que sus posibilidades de lucha de la nueva cultura se anula- ron; su mecanismo de delensa es aceptar lo que tiene. des- confiar de todo aquello que el espatol, el criollo o el mes- tizo Iadino Je pueden ofrecer. A través de varios siglos de historia sabe que nada bueno le pueden oftecer, ya que si realmente fuera hueno los otros grupos culturales lo tomarian para si. Elude el conflicto con los elementos cultureles que se encuentren por encima de él, Ilamense benefactores o agresores, en sintesis, en su aislamiento se encuentra la defensa substancial de su manera de ser. Vi- ve adherido a los paupérrimos patrones culturales en. los cuales ha encontrado un margen de seguridad interior, acep- 8 ta al resgatén porque ello le da posibilidad de comparti: Ja vida social de su grupo en el tianguis v no se rebela ante la. pobreza porque gracias a ella ha podido conser- var un cierto grado de independencia. En las contadas ocasiones en que Ja hija ha emigrado a la Ciudad para ocuparse como sirvienta enim anhelo de transculturarse, o bien es victima sexual de sus amos, o bien se olvida de la clase de la que procede aceptando una situacién de so- metimiento total que la aniquila a pesar de que su nivel de vida aumente en Jo formal. En milliples ocasiones hemos tratado de comparar la actitud del indigena con [a del mestizo en el siguiente ejem- plo: cargando en su espalda el producto del trabajo de varius meses, camina por Ia carretera un indigena alfare- to, un vehiculo, quiza de ultimo modelo, Io atropella rom- piendo todo su trabajo. tmica ‘forma de alimentarse en va- rios meses. El transculturado mestizo. nuevo conquistador en ruta de asfalto, le increpa diciéndole: “indio imbécil”, cl indigena agobiado por la injusticia. trata de limpiar el raspado del vehiculo y exclama: “dispense patconcito”. Cuando el sumiso chamula o huichole se quiso trancultu- rar ante la cerrazén y agobio de su mundo, se encontré con la tienda de Taya, con el patrén inicuo ¥ lo vinico que atin le quedaba, su libertad. la vié perdida. El mes- tizo. tecibié a lo largo de los siglos un impacto. del cual qued6 sensibilizado a diferencia del indigena. Claro que si su reaccién fué diferente a la del indigena, es que la fuerza del impacto fué menor. En una actitud recelosa nuestro mestizo camina por la carretera y a cada momento voltea la cabeza ante un imaginario coche que aun no pa- sa y ante el cual lanza sus denuestos pot que piensa que Te quieren atropellar. Reivindica desconfiado y paranoi- de contra cualquier amenaza del destino y es mas las po- sibles afrentas imaginarias las convierte en reales y actda de acuerdo a esa vigencia. 29, Ocasionalmente tanto el mestizo como el criollo se transculturan y en su posicién ‘recién adquirida actaan de acuerdo a las im&genes internas. Ven en el recién some- tide toda la agresién que ellos mismos tuvieron cuando eran sometidos; saben captar todo el dolor y la rabia del humi- Ilado percibiéndola antes atin de que se exprese, en es- tas circunstancias atacan y son violentos y caciques. de mucho mayor crueldad que el que siempre lo fué, justa- menle porque atacan en el siervo al humillado que hay dentro de ellos mismos y que tratan de reprimir ahora pro- yectado en Ja victima de sus iniquidades. Deciamos al principio de este capitulo que ‘no sola- mente existen diferencias de tipo cultural sino también geogr4ficas en cuanto a lo mexicano se‘refiere. Efectiva- mente, a ninguno le pasa desanercibida Ja diferencia exis- lente entre el hombre del altiplano, la costa y el norte. Quiz& donde mas agudamente se observan os razgos de lo mexicano es en el altiplano ya que fue alli, en virtud de [a cultura fuerte y recia encontrada por los espafioles, donde el choque de mundos fué mas violento. Por olra parte la aridez y erosién de Ia montana. la dificultad de la vida y otras condiciones hicieron que‘los patrones a los cuales aludimos fueran mas intensos. El hombre del nor- te aunque mexicano, es un inmigrante en su propia pa- tria. mexicano que ha podido reparar en su propia patria, acuello que el pasado le negé. Las poblaciones del norte han crecido por corrientes migratorias del centro. y alli, estos mexicanos desterrados por el dolor del altiplano han podido darles a sus hijos nuevos cauces y derroteros. Les llamamos progresistas, porque el mexicano es capaz de reparar, como cualesquier otro hombre en cuanto encuentra condiciones propicias para hacerlo. El hombre del norte hace civilizacién mas que cultura, dado que Ta vida le permite expresarse sin dolor, por eso alli no encontramos las elaboradas formas ~~ de artesania con las cuales se expresa'el hombre del al- tiplano. En el altiplano cl hombre mestizo o indigena tienen que derivar su tensién, su angustia, su hostildad. en formas de artesania o de folklore a veces maravillosas © en ocasiones ristbles. Risibles ‘cuando la agresién se desvirlia y transforma para mutarse en miniaturista, en detallista; tal el caso de-las pulgas vestidas 0 de los chan- guitos labrados en cascara de nuez. El hombre de la costa ha encontrado dos circunstancias. por una parte un ambito menos dificil dentro de la exhuberancia tropical y por la otra medios de desbordarse en un paisaje que faci- lita la proyeccién y extraversién. Hagamos una breve excursién a través de las formas de Ia vida del mexicano actual. Las clases que ven de Io popular a Io medio alto nos seran de gran utilidad para enfrentar el problema. Desde su infancia el mexicano tiene que enfrentarse con una vida bien caracteristica, muy cercano a su madre en los primeros afios de la vida, cercania tierna y célida. que hace que el nifio la acom- pafie en todas Tas Iabores de las cuales en ningun mo- mento ha de poder excluirse a pesar de su maternidad, es su carga habitual ya en Ia espalda o en el regazo, en el mercado y en fa faena doméstica,. Ia alimentacién del nifie carece de horario, vive en un mundo calido en el- cual sus demandas se satisfacen plenamente desde el mo- mento mismo en que su Hanto lo solicita. Junto a él se encuentra un pecho pronto a calmarle, a pesar de cual- quier consideracién de orden social o moral y Ia leche blanca del calido seno moreno le calmaré por igual en Ia casa que en el mercado, que en la feria o que en Ia igle- sia. Cuando sus movimientos se hacen més amplios pasa del rebozo de la madre a la improvisada cuna claborada con un cajén de jabén de “La luz del dia’. Su cerca- nia con Ia madre, relacién ‘mica en Ja historia del me- xicano, se ve interrumpida cuando su lugar es ocupado por el hermano que ha de suplantarle en el pecho, en el -s1— tebozo y en el cajén, mas adelante veremos que este pa- trén, de substitucién traumdtica dramatica, tendr& reper- cusiones de importancia en la vida del mexicano. Pasa del mundo cdlido del regazo, al hostil externo de un ambiente externo en que es preciso luchar y dura- mente para subsistir. El indice del dramatismo de esta si- tuacién puede ser valorizado en la circunstancia médica de que con frecuencia el pediatra se ve forzade a mantener la lactancia al seno materno porque ella constituye la dnica fuente de proteinas con la cual contaré el menor, Mas no sélo bastaraé que contemplemos una calle de barriada para darnos cuenta de que el nifio mexicano tiene que enfrentar- se precozmente a todos los riesgos del mundo que le rodea. Una vez perdida Ja proteccién que Ia madre le daba se en- cuentra totalmente desolado y a campo abierto contra to- das las inclemencias del exterior; su escuela es la calle. ta figura del padre brilla por su ausencia: figura eventual y trangitoria, aparece en el hogar para ser obedecido o cuando Ta penusia de una borrachera de varios dias le hace anclar en el puerto de su hogar. En el mundo cn que vivimos, la fi- gura de! padre, primitivamente exterior se va incorporando posteriormente y cobra actualidad en la de la autoridad, las instituciones sociales, etc. El nifio mexicano desde tempra- no aprender, las técnicas que le puedan ser tiles para bur- lar a ese padre violento, agresivo, esporddico y arbitrario. Asi rApidamente se organizar&n las precoces pandillas en las que el muchacho en compaiiia de sus amigos de edad: se de- dicaré a hostilizar y zaherir a Jas figuras paternales de su ambiente: es asi como toma principio la psicopatia comin y corriente del mexicano. Privado de las identificaciones masculinas fuertes y constantes y seguras, que otro nifio de su edad deberia tener. tiene que verse precisado a hacer alarce de elfas, empieza asi a surgir el olarde de masculini- dad: “machismo”, que matizard toda la vida ulterior del me- xicano. Cualquier duda. acerea de la hombria. acerca de la calidad masculina, serA tina afrenta terrible y honda. El “= mexicano surge a la vida con Ia necesidad de expresar que él “es muy hombre”. La imagen de Ia madre es visualizada ambivalentemen- te, por una parte se le adoraré, tanto en lo particular, como en las formas de lenguaje y de religiosidad, por Ja otra se Ta hostilizara y odiaré en virtud de un doble tipo de hechos. Se la acusa_por no haberle dado un padre fuerte y por otra parte por haber colocado al hijo ante la terrible situacién de pasar del paraiso del afecto al infiemo del abandono. La si- tuacién basica es el terrible anhelo de madre, que hace emer- dencia a través de [a conducta cotidiana y religiosa del me- xicano: su alcaholismo y su guadalupanismo. Ya hemos se- Ralado con anterioridad que uno de los mecanismos de de- fensa del mexicano es Ja negacién; niega todo aquello que verdaderamente le importa, transformando el signo del si im- portar en un “no me importa”. El “importamadrismo” del mexicano es una mentira con Ja cual tapa a los ojos de su conciencia el dolor del abandono, la angustia o la depresién. Una de las cosas que més importan en la vida del mexicano es su relacién con la madre: usandola como estandarte y sim- holo se rebelar& contra ef padre y ohtendra st afirmacién en la gesta de independencta: usdndola como simbelo ficl que le acomparia y siguc. la soldadera, gestaré la Revolucion contra Ja arbitrariedad del padre cruel y distante: la Dicta- . dura, Cuando ef mexicano dice: “me importa madre”, esté negando su realidad profunda. ésa que si se expresa cuan- do afirma: “me dicron en toda la madre”. Estas contradicciones aparentes que van desde el “pu ra madre” hasta ef “a toda madre”, siempre se encuentran presentes en el consciente, pero en el mexicano afloran al lenguaje y a la conducta en funcién de la fuerza drama- tica que las hizo nacer. ‘ Algtnos de estos nifios, abandonados y pobres de so- lemnidad, han sido seguidos por nosotros en el curso de nuestras investigaciones dinimicas. Tuvimos oportunidad -35m de conocer hacé algunos afios a toda una palomilla de pequefios, que abandonados, habian formado un pequefio grupo: este grupo: permamentemente perseguido por la co- treccional y por las instituciones de beneficio social, fué objeto de nuestra atencién, porque uno de sus miem- bros de apodo “El huesitos”, en forma sistemdtica. cuan- ‘do el mundo se le cerraba se acercaba al Hospital Infantil. En ocasiones Ia “cerrazén’ era el resultado del hambre, pe- ro en otras de la persecucién policial. Cuando seguimos su pista descubrimos que en Repdblica del Salvador, en una casa ya no habitable por Ia inseguridad que represcn- taha y no pudiéndose demoler por ser monumento Nacio- nal, vivian un grupo de nifios cuyas edades oscilaban de los seis a los doce. Vivian en una de las vecindades desha- bitadas de la casa de referencia; en el cuarto en que dor- mian tnicamente habia papeles que les hacian menos du- ro el suelo, las paredes totalmente ocupadas por versos y procacidades que los mismos chicos hacian de su situacién y del mundo que les circundaba; sin embargo en un rin- cén de la pieza, sostenida en culto permanente con el exi- guo dinero con que los chicos contaban, habia una imagen ge Ta Virgen de Guadalupe ante la cual nunca faltaba Ia ve- adora. Estos chicos se dedicaban en Ia noche a asaltar a fos transeuntes alcohélicos que eventualmente encontraban, ré- plica del. padre que les habia abandonado, y mantenian un culto permamente a Ia imagen que desde el rincén de’ su miseria constituia una réplica de la madre, Hemos aludido al mecanismo de defensa de negacién y al de burla acerca de Ja propia situacién, adelantandose al ataque y la burla del agresor. Estos chicos se burlaban de su miseria y de su condicién negandola en versos plenos de ingenio. A la entrada de Ia que podriamos lamar su casa. decia: “Rogelio es doctor y llega a fas 15”. En esta frase se dramatiza el no ser de Rogelio y Ia burla del pro- 34a pio Rogelio hacia si-mismo; ademas se elige [a figura so- cialmente valorizada del médico, padre para ef inconscien- te que es justamente la imagen de Ja que se carece interna- mente. Estos chicos como deciamos tiencn para con teda imagen simbélica de la paternidad una actitud hostil. To- dos sus ingresos provenian de alcohéticos a los que desva- lijaban en las calles en el curso de Ia madrugada: en el fondo estaban desvalijando al padre alcohélico que los ha- bia_dafiado y maltratado en el hogar. Cuando entraban al Tribunal para Menores, repetian para las autoridades del tribunal Ia misma dindémica de hostilidad, que por otra parte se veia justificada por la actitud real de las personas que entraban en contacto con ellos. Existe un corrido, for- ma lestiva de cantar Ta tragedia en el mexicano de estos ghicos abandonados que por su interés psicolégico trancri- ir: Estos eran tres muchachos que venian de trabajar, como no tenian dinero se tiraron a robar. Cargaban su dinamita y su buena bateria para volarse los cambios y los fierros del tranvia. Un 16 de Septiembre, ni me quisiera acordar, me correteé la patrulla la policia judicial. Tan, tan, tocan las puertas iMi Jefe va sé quien son, son unos dos, tres muchachos que vienen a declarar! —Muchachos épor qué vinieron? Mi jefe, no sé por qué, 3s por unos dos, tres pesitos que me queria nahualiar. Pasaron los 8 dias, me mandaron a fa correccional donde trabajan los hombres por un pedazo de pan. Pasaron los 8 meses, me mandaron a Hamar, Ppasamos a las oficines toditos a declarar. Pasaran los 8 afios me dieron mi libertad. adiés Tlalpan, Escucla Correccional. Aqui se acaban cantando los versos del tribunal. Sigamos estos versos en todo su dramatismo cuyo to- no festivo es incapaz de encubrir, en ellos se expresa que a pesar de los esfuerzos que se realizan el mundo es injus- to y es preciso robar. Basicamente estos chicos estan alu- diendo Ja inutilidad de cualquier actividad socialmente acep- tada. a la ineficacia de los medios licitos y aceptados: por eso a pesar de trabajar, es preciso robar. Roban mediante ingenio y engafio tanto los cambios como los tornillos o focos de un tranvia. La Compafia de tranvias no hace atin muchos aiies hacia poner este sello en los focos de sus carros “Robado a Ja Compaiia de Tranvias” y con este se- Ilo pretendia evitar cl robo, ya que el sello estigmatizaba a toda aquella persona que pudiera hacer uso de él. Son estos chicos que se suben de “mosca” en el tranvia y que se solazan en burlarse del policia que no puede aprehen- derlos o del motorista que se desespera: finalmente caen victimas de Ia patrulla, de la policta Judicial, y expresan en sus versos que en realidad ni quisicran acordarse de ello; después viene la historia juridica de los nifios que ~ 36 tienen que pagar con 8 afios de internado, previa espera de 8 meses de declaracién por dos o tres, pesos que se querian nahualiar. Siguiendo el tema de la ausencia del padre en este ni- fio mexicano, citaremos el resultado de una investigacién realizada hace varios afios. Se trataba de investigar la naturaleza de la.organizacién familiar existente en los cuar- teles y alrededores, se investigaron las familias de las sol- daderas del cuartel de “La Soledad”, encontramos, claro esté. que Ia organizacién familiar econémicamente misera- ble, giraba alrededor de la madre, ella mediante trabajos ex- haustivos podia sostener y Ilevar a cuestas el hogar. Ha- bitualmente lavaban ropa ajena o planchaban, y mediante estos ingresos sotenian sus hijos. Cada uno de estos ni Rios répidamente tenia que desenvolverse Porque la eco- nomia familiar no les permitia un largo periédo de depen- dencia. Para cada hogar constituido por una madre y un nitmero x de hijos habia un promedio de 2, 3 padres, es decir que con gran frecuencia el padre se habia conforma- do con gestar al hijo y vivir un corto tiempo con Ia mujer para después abandonarla; més tarde surgia otro padre era el responsable del nacimiento del siguiente hijo y que ul- teriormente seguta la misma linea de conducta que ef an- terior: es decir que estos nifios tras de haber carecido de un padre presente, constante y protector, tenfan que cargar en ocasiones con un eventual padrastro que no venia sino a ratificur Jas caracteristicas negativas del padre verdadero. Piénsese cn el drama de este nifio que en diferentes proporciones cuantitativas se da en diferentes clases socia- les: una madre que tiene que cargar con una fecundidad ex: huberante a una serie de hijos. los cuales no tuvieron mas proteccién reat que Ia esporddica y duradern en tanto tue. ron lactantes. Estos nifios, reivindicarin contra todo acuue- Ila que simbolice al padre; estos “pelados” robaran la Have del agua de la casa del “decente”, 0 rayaran el automévil -3To del “roto”, 0 romperdn Jos vidrios en el barrio fine. Mucho se ha hablado acerca del origen econémico de estas peque- fas raterfas: pensamos que més que razones econdémicas de- tivadas de los pocos centavos que se obtienen del acto de- lictuoso, se encuentra una motivacién fundamentalmente psi. colégica: son actos psicopatolégicos presentes en la vida co- tidiana del mexicano a través de los cuales se desquita con- tra el padre cruel e inhumano que Te tocd padecer.. Por eso cuando el nifio mexicano se hace hombre tan sélu encuentra seguridad repitiendo por una parte Ia conducta de su padre, en la relacién con su propia madre ¢ hijos por Ja otra agrediendo contra todo aquello que simbolice su interaccién primitiva en relacién a su progenitor. Como di- jimos, en todo momento afirmard sus identificaciones mascn- linas. y ya que en el fondo carece de ellas, har alarde de una hombria que, ante cualquier duda, surge Ia agresién y el delito. En sus relaciones con Jos demas elude a la mu- jer, los actos que las simbolizan. los sentimientos que las re- presentan; cuando nos acercamos a un centro nocturno del bajo mundo nos encontramos para nuestra sorpresa la esca- sa relacién existente entre el hombre y la mujer, cl acerva- miento tan sdlo seré fisico en el momento de la danza, tan pronto ésta termine las parejas se scpararan para de nuevo ocupar sus respectivos sitios en su respectivo bande. El in- tercambio de ideas, de sentimientos y de pareceres es nulo. Actiia el mexicano en este orden de ideas como el nifio de 10 0 12 aftos que dnicamente se organiza en grupos de “hom- bres” y que cuando corre en compaiia de sus amigos dice: “vieja el ultimo”. Ser vieja es un vejamen, ya la propia ex- presién alude a lo inferior que es ser mujer en un momento dado. A este mexicano se le puede Nevar a cualquier sitio a través del “ser muy macho”; profundamente agresivo en sus relaciones con los demds hombres es manifiestamente edu- cade y suave, busea el medio tono al que aluden los auto- res al referirse a la poesia de Lépez Velarde: en su hostili- dad no existe alarde a menes que se encuentre borracho, -3- fuera de esta circunstancia es atento y delicado: “Usted, dis- pense’, “Usted, perdone™, hard uso excesive del diminutive inclusive en sus mas apasionados arrebatos de hostilidad: mataraé en medio tono y con suavidad, cuando entierre un cuchillo en el vientre de su adversario dulcemente expresa- té: “guérdame este fierrito”, La medida de Ia hostilidad implicita en relacién padre hijo, queda plenamente expresa- da en el insulto de. “soy tu padre”. Ser amigo, hermano o cualquier otro tipo de vinculo no es insulto pero ser padre de alguien es motor de rifia y de discordia y en ocastones de muerte. No todo es negativo en este adherirse a [a figura pater- na inexistente y cruel, en funcién de la avidez de una figura paterna fuerte y vigorosa el mexicano crea al caudillo y al héroe; también en funcién de esta avidez es capaz de mimeti- zarse con una facilidad e ingenios sorprendentes. Facilmen- te aprenderé idiomas, ciencia y arte, porque es una tierra dri- la a la espera de un maestro o de cualesquier otra figura sig- nificativa susceptible de mutar la imagen interna que, aden- tro Ileva. La necesidad del mexicano de hacerse valer, de alitmar su posicién, hacen que pueda ser erudito, magnifico pintor, esplendoroso cémico, hombre suave’ y profundo. Tiene un motor para buscar la afirmacién que dificilmente otros pue; blos tienen. A fuerza de compatar sus posibilidades con las de otros paulatinamente va aprendiendo Ia potencialidad de sus propias capacidades. Si pintor, incorpora la técnica ex- tranjera como el mejor, para después, una vez adquirida esa seguridad, esa-posibilidad de identificacién con lo cultural- mente considerado como fuerte. expresar su sentimiento y su ilea: cuando hombre de ciencia, una vez asimilados los co- nocimientos del exterior y sabedor de sus capacidades expre- sar su propia sabiduria. Cuando las clases sociales y Jos estratos culturales as- cienden desde cstos nifios abandonados hasta familias inte- —30e

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