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Séptima Entrega 1º Año
Séptima Entrega 1º Año
CURSO: 1º AÑO
El relato de terror
Los relatos de terror son narraciones que presentan un marco narrativo donde las
situaciones, lugares y personajes provocan desconcierto, temor y espanto.
El protagonista (muchas veces vulnerable o frágil) suele quedar atrapado o paralizado por el
elemento que provoca terror. También pueden aparecer personajes sobrenaturales como
monstruos, espectros, vampiros, hombres lobo.
Una gota, tal vez la última savia, cae de un árbol y apaga la vela central. Anabel,
conocedora de los mensajes del castillo, apura el paso. La cola de su vestido
plateado roza apenas el suelo mientras atraviesa una puerta que hay en el
extremo del patio y se pierde en la oscuridad.
Hace décadas que Anabel está sola en el castillo. Los últimos habitantes
huyeron, aterrados, una noche de invierno. La pequeña Anabel, dormida en un
rincón de la cocina, quedó olvidada para siempre.
Anabel nunca había salido del castillo. No conocía las tierras que lo rodeaban,
y menos lo que pudiera haber más allá. Estaba obligada a quedarse. Estudió el
libro y llevó cuenta detallada de los días. Así, se fue preparando para las
calamidades anunciadas.
Primero fue un rayo que sacudió el castillo hasta los cimientos. Anabel lo esperó
en lo más profundo de las catacumbas, donde la electricidad no podía alcanzarla.
Tras el rayo, en vez de un trueno se oyeron risas de espanto.
Tiempo después llegó el caballero sin cuerpo. Su armadura negra, vacía, buscó
a los habitantes inexistentes. Pero debió limitar su odio a las pocas ratas que se
le cruzaron. Se fue sin haber visto a Anabel, oculta en el tronco hueco de un árbol
del patio.
Anabel ya conocía el castillo más que los arquitectos que lo habían construido.
De día, cualquier rayo de luz bastaba para guiarla por el laberinto de pasillos. De
noche caminaba murmurando con suavidad, y el eco de los murmullos le decía
dónde estaba cada pared, cada pozo, cada trampa.
Los años trajeron plagas de arañas, langostas, cucarachas. Las alimañas
convertían el suelo de los salones en lagos vivientes y el de las galerías en ríos
caudalosos.
Un día, del suelo del salón principal surgió una criatura sin forma que reptó en
dirección a la torre más alta, trepó hasta la cima, y se lanzó al vacío con el alarido
más horripilante que se había oído en muchos siglos.
Otra vez, los propios muros del castillo se inclinaron unos sobre otros hasta
tocarse, las torres se curvaron y, como cabezas de serpientes, buscaron de aquí
para allá rastros de vida que pudieran aterrorizar.
Y así, año tras año, Anabel se hacía cada vez más experta en evitar los ataques
y contrarrestar la magia.
Cada acontecimiento fue especial, único. Pero ninguno como el de hoy, por el
que Anabel lleva esperando muchos años.
Tras atravesar el patio, Anabel llega a una escalera caracol que se hunde en las
profundidades. Desciende. No necesita las velas para saber dónde están los
peldaños. Como quien abandona toda esperanza, Anabel se deja llevar por los
giros de la escalera, cada vez más profunda.
Mientras los otros sólo contienen huesos secos, en ese ataúd yace el vampiro.
Anabel sonríe y cierra los ojos. Espera sentir la mordida en la curva delicada del
cuello, y para recibirla inclina la cabeza a un lado.
Anabel abre los ojos y ve al vampiro que, dominado por el terror, alcanza la
escalera, tira el candelabro de un puntapié y se pierde peldaños arriba.
Desolada, Anabel se echa a llorar. Es inútil. Hasta los vampiros tienen miedo de
un fantasma.