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EL SURREALISMO EN LORCA

AMARA TORRES ORTEGA

En las siguientes líneas voy a abordar la incursión de Federico García Lorca en las
tendencias de vanguardia, en concreto su expresión -pura e inconfundible- dentro de la
corriente surrealista. Como advertencia metodológica, y dado el carácter ensayístico del
presente trabajo, dejo constancia de antemano de que voy a seguir la fórmula filológica
del espíritu, en virtud de la cual, aun atendiendo al rigor bibliográfico, impera en mayor
medida un criterio personal fundamentado en la propia experiencia como lectora activa
del célebre escritor de Fuente Vaqueros.

Antes de nada, es igualmente conveniente explicar qué se entiende por surrealismo,


intentando acotar su definición. Existen múltiples definiciones en manuales de teoría
literaria, pero por tener en cuenta aquí la más genérica, diré que se trata de una
expresión pictórica y literaria que da cabida al factor onírico e irracional, recursos con
los cuales se pretende señalar “el otro lado de las cosas”1. Es bien sabido que García
Lorca se inicia como escritor por medio de una voz que defiende lo tradicional, lo
folklórico, lo autóctono. Y a esa primera dialéctica corresponden, entre otras muchas
manifestaciones, los cantes jondos. No obstante, esa primera etapa del poeta se ve
encorsetada por los esquemas archiconocidos del propio canon tradicional. Resulta
posible suponer que en esos parámetros bien definidos el pulso cosmopolita de Lorca se
veía resentido.
De hecho, la incursión del poeta de Fuente Vaqueros en el surrealismo debe mucho a
Dalí, artista del que incluso se enamoró, aun cuando este ya estaba en firme
compromiso con Gala. Ello prueba la cercanía entre ambos. Sea como fuere, y como
resultado de dicha cercanía y confianza, Dalí le sugiere al genio granadino, en numeroso
material de correspondencia, que se atreva con las nuevas expresiones que estaban en
auge tras la Primera Guerra Mundial, esto es, con el surrealismo; puesto que la tradición

1 Julio Cortázar, en una entrevista con Joaquín Soler Serrano para el programa televisivo A fondo,
explica que por medio del surrealismo intenta alcanzar los intersticios de la realidad, ese otro lado de
las cosas en las que ocurren sucesos que ignoramos pero que pueden ser presenciados dando rienda
suelta a todo el aparato sensitivo del que disponemos como individuos vivos.

encorsetaba un campo semántico a un color costumbrista que no tenía la suficiente


sustancia capaz de trascender a su tiempo. Así, atendiendo al manifiesto surrealista2, en
la infinita posibilidad de opciones es donde el poema cobra un carácter unánime y
universal, y en el plano de la exégesis adquiere mayor dimensión la interpretación del
contenido operativo en el poema, por toda lógica non sequitur que da unidad al cuerpo
lírico y, a la vez, lo sublima hacia una conclusión que no se deduce: he ahí, a mi juicio,
el afán lorquiano con Poeta en Nueva York: querer conquistar la simultaneidad de las
formas, y para ello, consecuentemente, viaja a la gran ciudad estadounidense, que le
deja un hálito de asombro y un desasosiego de magnitud sin fin.
Recordemos que nuestro autor también fue dramaturgo. Digo esto pensando que del
mismo modo que la tragedia, por el consuelo metafísico que le es connatural, señala
hacia lo eterno, con la poesía surrealista propone Lorca acceder a una transformación
exaltada, a una deconstrucción de las apariencias, a un coro de sátiros, a una imitación
hiperbólica de la condición humana. En consecuencia, en la poesía surrealista de Lorca
hay un componente trágico que da uniformidad, en última instancia, a su obra completa.
Aunque le puedan tildar de inmoralista, como así hicieron los amigos del también
asesinado José María Hinojosa, el brillo de la grandeza surrealista está en no disimular
la búsqueda total, es decir, ese “otro lado de las cosas” antes aludido.

Por mantener el libérrimo criterio filológico del espíritu que mencioné en la


introducción, voy a seleccionar a continuación algunos versos de Poeta en Nueva York
que dan buena cuenta de todo lo expuesto hasta ahora, para finalizar con un comentario
sobre un poema completo de esta misma obra. No obstante, antes quiero hacer algunas
consideraciones acerca de la técnica compositiva del surrealismo. Aparentemente, la
escritura automática consiste en dejar fluir la conciencia y, por consiguiente, prescinde
de cualquier cauce métrico conocido. Pero en el detenido análisis de un poema
surrealista de García Lorca se observa que las palabras están muy bien escogidas y que
interaccionan dentro de una sintaxis reflexionada, creando una amplia red de
identificaciones, por lo que el componente racional se mantiene operativo en el proceso

2 Aunque encuentra su antecedente en el dadaísmo, Guillaume Apollinaire acuña el término


‘surrealismo’, y André Breton confecciona el Manifiesto que sienta las bases de tal corriente; entre
ellas, destaca la “aprehensión de lo irreal”, algo así como una doma de lo imposible.

creativo lorquiano. Decía Borges al respecto que es más fácil escribir, por ejemplo, en
endecasílabos o heptasílabos, porque hay que verter sobre un esquema ya definido un
conjunto de contenidos literarios; por el contrario, en el verso libre, aparente práctica
lorquiana surrealista, la música y la cadencia depende de la pericia y el oído de uno
mismo, no de un patrón matemático ya dado. Por tanto, en el caso de Lorca, considero
que la escritura automática no es tal, sino una apariencia de caos controlado, diseñado a
partir de la combinación insólita reflexionada.

En el poema “Paisaje de la multitud que orina”, declara el poeta que: “Es inútil buscar
el recodo / donde la noche olvida su viaje / y acechar un silencio que no tenga / trajes
rotos, y cáscaras y llanto, / porque tan solo el diminuto banquete de la araña / basta para
romper el equilibrio de todo el cielo”. En esta sucesión de poética decadente retrata
Lorca a la sociedad capitalista del momento, de manera que el surrealismo opera en él
como denuncia social y como compromiso ideológico. Se observan las insólitas
combinaciones que despiertan interés por su extraña mezcolanza dentro del dispositivo
mayor: el poema. El sintagma “banquete de la araña” podría hacer referencia a la noche
como un terrorífico insecto que teje en su dominio la decadencia y el declive de quienes
en ella habitan, y así se observa, a modo de desfile, “trajes rotos, y cáscaras y llanto”,
una triada de semántica de la fealdad. En la fragmentación del poema completo radica el
aparente automatismo técnico, como ya Buñuel, amigo de Dalí, también recomendase,
pero Lorca elige la imagen poética comprendiendo nuevas ilaciones, no de forma
distendida, al revés, otorgando al poema la propiedad de ser parte de otras partes, como
una cadena de eslabones en donde cada junta formara una imagen de esa ciudad soñada,
Nueva York, que retrata Lorca a partir de la crueldad del desengaño.
Por último y siguiendo la línea de la temática y con el fin de seguir mostrando lo
surrealista en la obra del autor, he seleccionado el poema completo “La aurora” uno de
los más célebres y reconocidos de este poemario. He aquí la composición en cuestión:

La aurora

La aurora de Nueva York tiene


cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprueban con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

En esta descripción de la ciudad y quienes habitan en ella por parte del poeta se
emplean recursos con tintes claramente surrealistas, destacando en primer lugar el verso
libre que ya había mencionado. Existe, además, una rehumanización propia de esta
corriente que podemos ver en el verso 12: “taladran y devoran abandonados niños”,
viéndose que los niños, en este caso, son considerados seres despersonalizados. Por el
contrario, la aurora se ve tratada mediante atribuciones propiamente humanas: “La
aurora de Nueva York tiene” , “La aurora de Nueva York gime”... esta aurora se
contrapone a la sensación de oscuridad y desesperanza que el autor nos quiere
transmitir, pues cuando llega el amanecer nadie le presta atención: “La aurora llega y
nadie la recibe en su boca” (v.9). Este contraste se refuerza con la antítesis entre la
aurora y las columnas de cieno. Como carácter surrealista también aparece lo ilógico e

irracional con imágenes de este talante: “buscando entre las aristas / nardos de angustia
dibujada” (v. 7-8), que podrían ciertamente recordarnos al cubismo. Oportuno es
mencionar que existen bimembrismos que dotan de ritmo al poema. Recapitulando, este
poema aúna la maestría y técnica del poeta para mostrar el elemento surrealista.

Podemos concluir que el estilo de Lorca es transversal en tanto en cuanto que aúna en
su poesía diferentes perspectivas de lo que debería ser el compromiso social e
ideológico. Así, con esta tesis como signo identitario, resulta justo defender su
universalidad en la historia de la literatura.

BIBLIOGRAFÍA:

GARCÍA LORCA, F. (2006). Poeta en Nueva York (14.a ed.). Cátedra. Universitario.

GARCÍA LORCA, F. (2006). Poeta en Nueva York (14.a ed.). Cátedra. Universitario.El
surrealismo en la obra de Lorca. (s. f.). Angelfire.com. https://www.angelfire.com/id/
ssims/surrealismocom.html

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