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«Una Iglesia constitutivamente sinodal»

Forma y desafíos del caminar juntos


Marco eclesiológico básico para el proceso sinodal

1. La sinodalidad es una dimensión constitutiva de la Iglesia. Por ello, "hablamos


de Iglesia sinodal evitando considerarla un título entre otros" (Francesco, Discorso ai fedeli della Diocesi
di Roma, 18 de septiembre de 2021), ya que caracteriza la vida y el camino de la Iglesia como Pueblo de
Dios, tal como lo explica el Concilio Vaticano II (LG II). Es a través de la sinodalidad que nos
“constituimos en Pueblo de Dios en camino” (CTI, La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia
[en adelante Sin], 2 de marzo de 2018, 42), convocados a ser sujetos activos en una Iglesia "evangelizada
y evangelizadora" (EN 13-16), "discipular y misionera” (EG 140). La sinodalidad no se reduce a un
procedimiento operativo, sino que es la forma y el estilo de la Iglesia. Ella es la forma peculiar de ser,
vivir y obrar como Pueblo de Dios que se realiza "en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en el
participar activamente de todos sus miembros en su misión evangelizadora" (Sin 6).

2. Sin embargo, el Pueblo de Dios no existe en abstracto, sino sólo "en y desde las Iglesias particulares".
Por eso, todo ejercicio de sinodalidad en la Iglesia comienza siempre en las Iglesias particulares (EC 6).
Éstas, de hecho, "son sujetos comunitarios que realizan de manera original el único Pueblo de Dios en los
diferentes contextos culturales y sociales y comparten sus dones en un intercambio recíproco para
promover vínculos de íntima comunión" (Sin 61), según el principio de la catolicidad del Pueblo de Dios
establecido por el Vaticano II (LG 13). En este proceso, que implica a toda la Iglesia y a todos en la
Iglesia, cada uno según su condición, la Iglesia se realiza como Iglesia de Iglesias que "implica la
comunión en la Tradición viva de la fe de las diversas Iglesias locales entre sí y con la Iglesia de Roma"
(Sin 52).

3. Por ello, la afirmación de que "en las Iglesias particulares y a partir de ellas existe la única Iglesia
católica" (LG 23) constituye el término de referencia fundamental para entender la actual recepción del
Concilio a la luz de la eclesiología del Pueblo de Dios. En efecto, "No existe otro Pueblo de Dios que el
que vive en cada portio Populi Dei. (…) El principio que funda y regula esta comprensión del Pueblo de
Dios ha sido fijado por el Concilio: este Pueblo existe las Iglesias particulares en y a partir de ellas,
porque ‘en ellas y a partir de ellas existe la Iglesia católica, una y única’. Fuera de este principio no se da
la Iglesia" (Card. Mario Grech, «La consulta al Pueblo de Duios en las Iglesias particulares», in R.
Luciani – S. Noceti – C. Schickendantz [eds.], Sinodalidad y reforma. Un desafío eclesial, Madrid 2022,
9). Desde esta perspectiva, que es fundamental para entender la novedad del actual Sínodo, ofrecemos el
siguiente texto para proporcionar un marco eclesiológico básico para el actual proceso sinodal.

I – UNA IGLESIA ATENTA A LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS


Y EN REFORMA PERMANENTE

4. La convocatoria al Sínodo de la sinodalidad se realiza en un contexto de transformaciones epocales y


eclesiales (Documento Preparatorio [en adelante DP], 7 de septiembre de 2021, 4) que interpelan a la
Iglesia a realizar una profunda conversión espiritual, cultural, pastoral e institucional de formas de ejercer
la autoridad que han generado abusos de poder, económicos, de conciencia y sexuales (DP 6). Estamos
llamados a escrutar los signos de los tiempos y dejarnos guiar por el Espíritu como Pueblo de Dios en
camino hacia el Reino. Por ello, el Documento Preparatorio de este Sínodo señaló como cuestión como
fundamental para toda la Iglesia: si "en una Iglesia sinodal, que anuncia el Evangelio, todos “caminan
juntos”: ¿cómo se realiza hoy este “caminar juntos” en la propia Iglesia particular? ¿qué pasos nos invita
a dar el Espíritu para crecer en nuestro “caminar juntos”?" (DP 26).

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5. Pero, ¿qué significa caminar juntos? Caminar juntos "puede ser entendido según dos perspectivas
diversas, fuertemente interconectadas. La primera mira a la vida interna de las Iglesias particulares, a las
relaciones entre los sujetos que las constituyen (en primer lugar, la relación entre los fieles y sus pastores,
también a través de los organismos de participación previstos por la disciplina canónica, incluido el
sínodo diocesano) y a las comunidades en las cuales se articulan (en particular las parroquias)" (DP 28).
"La segunda perspectiva considera cómo el Pueblo de Dios camina junto a la entera familia humana" (DP
29). En ambos casos, se trata de una Iglesia que quiere vivir en salida, construir puentes y sanar heridas.

6. Por tanto, el Sínodo de la sinodalidad no se propone discernir un tema más de la vida eclesial y
pastoral, sino el modus vivendi et operandi de la Iglesia hoy. Es un Sínodo eclesiológico. Las palabras del
Papa Francisco a la Diócesis de Roma son iluminadoras (18 de septiembre de 2021): "El tema de la
sinodalidad no es el capítulo de un tratado de eclesiología, y menos aún una moda, no es un slogan o un
nuevo término a usar e instrumentalizar en nuestros encuentros. ¡No! La sinodalidad expresa la naturaleza
de la Iglesia, su forma, su estilo y su misión. Por tanto, hablamos de una Iglesia sinodal, evitando, así,
que consideremos que sea un título entre otros o un modo de pensarla previendo alternativas".

7. Construir una Iglesia sinodal supondrá la conversión de la Iglesia entera (EG 26) “para que las
costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce
adecuado para la evangelización” (EG 27). El Concilio habló de una Ecclesia semper reformanda (UR 6;
cf. también Francisco, Homilía a Santa Marta, 9 de noviembre de 2013; DP 9). Los cambios han de venir
del involucramiento y la contribución de todos, reconociendo a las personas y a los acontecimientos como
mediaciones por medio de las cuales escuchamos lo que el Espíritu pide a las Iglesias hoy. Especialmente
mediante la voz de las mujeres y los pobres, cuyas palabras son muchas veces excluidas del diálogo
eclesial. El Espíritu habla a través de la escucha al Evangelio, la oración y la lectura de los signos de los
tiempos, y nos habilita para escuchar la Palabra de Dios a través de las palabras y gestos humanos. Pero
no olvidemos que también se manifiesta por medio de las diferencias y disonancias, los puntos de vista
distintos u opuestos, e incluso los conflictos.

8. Esta dimensión pneumatológica del caminar juntos supone dejarnos guiar por el Espíritu que nos
habilita a escuchar la Palabra de Dios proclamada a través de las Escrituras. Una Iglesia sinodal se
alimenta de las Escrituras, que nos ayudan a interpretar los signos de los tiempos y nos infunden la
esperanza de "un nuevo impulso de la vida espiritual que brota de la creciente veneración de la palabra de
Dios" (DV 26, cf. 10). Así, la Iglesia que nace del costado herido de Jesús crucificado, y que es el cuerpo
de Cristo, continuará siendo sanada y renovada a medida que Dios envíe su Espíritu Santo a todos
aquellos que abran sus corazones y sus mentes (cf. Sal 104,30).

II – UNA IGLESIA PUEBLO DE DIOS EN CAMINO

9. El actual pontificado da inicio a una nueva recepción del Concilio Vaticano II concediendo centralidad
al capítulo II de Lumen gentium. Recuerda Francisco que "ser Iglesia es ser Pueblo de Dios" (EG 114). Es
una oportunidad para que, lo que signifique ser Iglesia, pueda ser profundizado. La noción de Pueblo de
Dios llevó a comprender a la Iglesia como una totalidad (EG 17) que vive en una "armonía multiforme"
(EG 220). Según el principio de la catolicidad, no sólo todos sus miembros, o christifideles, mujeres y
hombres, están habilitados por el Espíritu para ser sujetos de derecho y acción, cada una según su propio
modo o función en la Iglesia, sino también todas las Iglesias particulares "que gozan de tradiciones
propias, permaneciendo inmutable el primado de la cátedra de Pedro" (LG 13). De esta forma se destaca
la participación y la corresponsabilidad de todos, y se fortalece el vínculo entre la communio fidelium,
episcoporum et ecclesiarum.

10. Uno de los elementos centrales de esta eclesiología está en la teología y la práctica del sensus fidei
fidelium (LG 12). El Espíritu Santo habilita a cada christifidelis para que aporte lo propio a la edificación

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de todo el cuerpo. La voz de los fieles tomada aisladamente o también la del obispo por sí sola no es
suficiente para manifestar la voluntad de Dios (1Tes 2,13; LG 35). Se necesita aprender la dinámica del
consensus omnium fidelium. Por tanto, es necesaria una mayor profundización teológica, pastoral y
canónica de Lumen gentium 12. Especialmente, la relación entre el sensus fidei y el magisterio, entre la
infalibilidad de todo el Pueblo de Dios y la del papa y del colegio episcopal. También es necesario
ampliar la visión del sensus fidei, circunscrito durante demasiado tiempo sólo al ámbito del desarrollo del
dogma, para aplicarlo a la experiencia del Pueblo de Dios. Se trata, en otras palabras, de aclarar los modos
de participación y vinculación de todos los fieles en los procesos de consulta, escucha, discernimiento,
elaboración y toma de decisiones, con el fin de lograr la "maravillosa concordia de pastores y fieles en
conservar, practicar y profesar la fe recibida" (DV 10, cf. DP 13).

III - SITUAR LA COLEGIALIDAD EPISCOPAL EN LA SINODALIDAD ECLESIAL

11. "La renovación en la jerarquía eclesial por sí misma no genera la transformación a la que el Espíritu
Santo nos impulsa" (Francisco, Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Chile, 31 de mayo de 2018). Es
la sinodalidad, la que "nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el mismo
ministerio jerárquico” (Francisco, Conmemoración del 50 Aniversario de la institución del Sínodo de los
Obispos, 17 de octubre de 2015; Sin 9), porque plantea una relación con la colegialidad que supone una
conversión en el modo de concebir y ejercer el ministerio en la Iglesia. Por eso es necesario situar "la
colegialidad episcopal dentro de una Iglesia toda sinodal" (Francisco, Conmemoración del 50
Aniversario), aclarando el vínculo necesario entre sinodalidad, colegialidad y primado, a la luz de dos
principios complementarios señalados por el Concilio Vaticano II: la radical condición de igualdad de
todos los miembros de la Iglesia en virtud del bautismo y la diferencia de funciones en orden a edificar el
cuerpo de Cristo (LG 32).

12. Ser Iglesia Pueblo de Dios supone, de hecho, que todos los fieles son corresponsables de manera
diferenciada según dones, ministerios y carismas. Podemos mencionar al ministerio episcopal.
Episcopalis Communio sostiene que los pastores, como fieles más, pertenecen al mismo pueblo de Dios a
quien sirven (EC 5). Por ello, no sólo caminan delante, sino también en medio y detrás (EG 31). "Un
obispo que vive en medio de sus fieles tiene los oídos abiertos para escuchar ‘lo que el Espíritu dice a las
Iglesias’ (Ap 2,7) y la voz de las ovejas, también a través de los organismos diocesanos que tienen la tarea
de aconsejar al obispo" (EC 5). Como discípulo, el pastor está vinculado a una permanente actitud de
consulta, escucha y constante conversión al tomar consejo de sus fieles (EC 7). Ejerce su oficio episcopal
al interno de una eclesialidad sinodal.

13. En consecuencia, podemos preguntarnos si, en una Iglesia sinodal, caminos todos juntos sólo en
algunos momentos y etapas de la vida eclesial, o si la sinodalidad, como dimensión constitutiva de la
Iglesia, debe inspirar y regular toda la vida de la Comunidad cristiana. En este contexto es necesario
entender también la reforma del Sínodo de los obispos, lugar privilegiado para el ejercicio de la
sinodalidad. Episcopalis Communio, sin dejar de considerar el Sínodo como una institución episcopal,
dice que la función de los obispos se expresa plenamente en el proceso sinodal sólo articulando en unidad
dinámica la consulta al Pueblo de Dios y el discernimiento de los pastores (EC 7). Estos cambios no son
un intento de adaptar la Iglesia a los sistemas sociales y políticos más en boga hoy en día, sino el fruto
maduro de la recepción de la eclesiología conciliar. Las novedades propuestas por la constitución
apostólica necesitan ser profundizadas teológica y canónicamente, y aún puestas en práctica, a la luz del
principio eclesiológico ya señalado, según el cual "la Iglesia existe en y a partir de las Iglesias
particulares" (LG 23).

14. Para lograr esta articulación es necesario desarrollar una teología y práctica de la consulta y la toma
de consejos (EC 7). Esto permitirá que la voz de los fieles, mujeres y hombres, en cada Iglesia particular,
sea escuchada y vinculada a la toma de decisiones que corresponda a los pastores en los distintos niveles

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del discernimiento eclesial. Consultar implica tomar consejos y construir consensos al estilo de las viejas
prácticas episcopales del primer milenio, como la de San Cipriano y otros más atestiguados por la
tradición (DP 12). También supone ahondar en la teología de la potestas en la Iglesia, su fuente y su
ejercicio, así como su relación con el liderazgo, la gobernanza y la rendición de cuentas o accountability.
Hay que revisar la vinculación que puede existir entre la consulta y la deliberación, o entre la elaboración
y la toma de decisiones, e incluso imaginar nuevas formas de autoridad compartida en organismos como
los consejos pastorales y otros más. Se trata de aclarar "el vínculo profundo entre el sensus fidei del
Pueblo de Dios y la función del magisterio de los pastores donde se realiza el consenso unánime de toda
la Iglesia en la misma fe, [porque] los obispos son llamados a discernir lo que el Espíritu dice a la Iglesia
no solos, sino escuchando al Pueblo de Dios" (DP 14).

IV - UN NUEVO MODO DE PROCEDER EN LA IGLESIA

15. Todo esto lleva a preguntarnos sobre lo que significa que la sinodalidad sea una dimensión
constitutiva de la Iglesia. Una dimensión que expresa "la específica forma de vivir y obrar (modus vivendi
et operandi) de la Iglesia Pueblo de Dios que manifiesta y realiza en concreto su ser comunión en el
caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en el participar activamente de todos sus miembros en su
misión evangelizadora" (Sin 6). En fin, estamos ante un nuevo modo de proceder en la Iglesia que
supondrá revisar "relaciones y mentalidades" (ser), "dinámicas comunicativas y estructuras" (operar), en
los tres niveles de la communio fidelium, episcoporum et Ecclesiarum, sin olvidar "las relaciones con las
otras Iglesias y Comunidades cristianas, con las que estamos unidos por el único bautismo" (DP 15).

16. En cuanto dimensión constitutiva de toda la Iglesia, la sinodalidad no es un principio abstracto. Ella es
una dinámica que hace Iglesia. Su primer nivel de ejercicio es la Iglesia particular (Sin 77). En razón de
esto, el obispo testimonia la voz de su Iglesia particular, la portio Populi Dei que le ha sido encomendada
(EC 7). Él expresa el sensus Ecclesiae y no su opinión individual. Su ministerio pastoral se realiza en una
localidad y en un tiempo. Por ello, la eclesiología de las Iglesias particulares es el ámbito fundamental
para comprender la actual recepción del Concilio a la luz de la eclesiología del Pueblo de Dios.

17. También esta eclesiología es fundamental para comprender la novedad del actual Sínodo articulado en
las distintas fases del ejercicio de la sinodalidad. Este tema merece una mayor profundización teológico-
cultural y pastoral en el marco de una sana "descentralización" (EG 16). El proceso parte de las Iglesias
particulares con la consulta al Santo Pueblo de Dios y continúa en los distintos niveles del discernimiento
sinodal, en las Conferencias Episcopales nacionales, en las Asambleas continentales, en la Asamblea del
Sínodo, que redactará el Documento final que se presentará al Obispo de Roma.

V - NUEVAS DINÁMICAS COMUNICATIVAS EN CLAVE SINODAL

18. Un nuevo modo de proceder en una Iglesia sinodal supone desarrollar una antropología del pueblo de
Dios en marcha, capaz de acoger la diversidad de sus miembros, especialmente los olvidados, alejados o
excluidos. Una antropología del "caminar juntos" que responda a nuevas formas de comunicarnos, tanto
personal como organizacionalmente, a partir de dinámicas comunicativas como la escucha, el diálogo y el
discernimiento comunitario. El estudio y la práctica de estas dinámicas ha de ser incorporado en los
itinerarios formativos a todo nivel, desde las parroquias y los consejos pastorales, hasta los seminarios y
las universidades, así como en todas las instancias de participación, toma de decisiones y rendición de
cuentas. Ellas inciden en la vivencia espiritual, la reflexión teológica, las prácticas pastorales y los
reglamentos canónicos.

19. Francisco define a una Iglesia sinodal a la luz de estas dinámicas: “una Iglesia sinodal es una Iglesia
de la escucha (...). Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender (...). Es escucha
de Dios, hasta escuchar con él el clamor del pueblo; y es escucha del pueblo, hasta respirar en él la

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voluntad a la que Dios nos llama" (Conmemoración del 50 Aniversario). Por una parte, a través de la
escucha se reconoce la identidad propia de cada sujeto eclesial — laicos, personas consagradas, diáconos,
presbíteros, obispos, papa — erradicada en la igualdad que emana de la dignidad bautismal y en la
participación en el sacerdocio común de todos los fieles (LG 10). Por otra parte, cada sujeto eclesial tiene
algo propio que aportar y también que aprender (AA 29), especialmente a través de dones, servicios,
ministerios y carismas. Con especial atención a la necesidad de crear nuevos ministerios en una Iglesia
sinodal.

20. La reciprocidad es propia de una participación corresponsable de todos. Permite superar un modelo de
relaciones asimétricas —caracterizadas por superioridad y subordinación—, y asumir el principio de
complementariedad mutua entre todos los sujetos eclesiales (LG 32). Podemos decir que la escucha
cualifica a una eclesiología sinodal porque ser escuchados es un derecho de cada persona en la Iglesia.
Asimismo, es un deber para los pastores tomar consejos a partir de lo escuchado para luego decidir lo que
corresponda en función de la misión de la Iglesia. Es necesario estudiar y articular estas dinámicas
comunicativas propias de una eclesialidad sinodal.

21. Pero la escucha no es un fin en sí misma. Ella se realiza en el marco de un proceso mayor que
involucra a otras dinámicas comunicativas como son: "orar, escuchar, analizar, dialogar y aconsejar" (Sin
68). La finalidad de un camino sinodal no es simplemente encontrarnos, oírnos y conocernos mejor, sino
discernir en conjunto "para que se tomen decisiones pastorales". Este es uno de los aspectos que definen
la naturaleza de una Iglesia sinodal, por lo que no debemos separar la práctica de estas dinámicas de
acuerdo a sujetos eclesiales o a etapas del camino.

22. En una Iglesia sinodal todas las dinámicas mencionadas se viven en el marco de un discernimiento
comunitario. No hay escucha sin diálogo, pero no hay escucha y diálogo sin discernimiento. Este es uno
de los aspectos más importantes de un nuevo modelo institucional sinodal, pues se busca la voluntad del
Señor por medio del discernimiento comunitario entre todos los fieles y no solamente el discernimiento
individual. Es importante desarrollar teológica, pastoral y canónicamente estas dinámicas, cuyo
fundamento está en el diálogo de Dios con la humanidad (DV 2). La práctica de estas dinámicas es
esencial a una nueva cultura del consenso eclesial sobre la base del consensus omnium fidelium, porque
"en un estilo sinodal se decide por discernimiento, sobre la base de un consenso que nace de la común
obediencia al Espíritu" (DP 30, IX).

23. En conclusión, estamos llamados a vivir un proceso de conversión, de búsqueda y construcción de un


nuevo modelo eclesial institucional en clave sinodal, porque "el camino de la sinodalidad es el camino
que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio" (Francisco, Conmemoración del 50 Aniversario). Pero
tengamos en mente que "si no se encarna en estructuras y procesos, el estilo de la sinodalidad fácilmente
decae del plano de las intenciones y de los deseos al de la retórica, mientras los procesos y eventos, si no
están animados por un estilo adecuado, resultan una formalidad vacía" (DP 27). Mucho se espera de
nosotros y nosotras.

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