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El Aleph

Una mañana Beatriz Viterbo murió, el hecho me dolió bastante pues comprendí que el
vasto universo se había apartado de ella, el mundo cambió, pero yo con melancólica
vanidad no cambiaré, pensé que cada 30 de abril para su cumpleaños visitaría la casa de la
calle Garay donde vivía su padre y su primo hermano Carlos Argentino Daneri, seria un
acto cortes y como siempre esperaría el crepúsculo en la abarrotada salita, donde observaría
las circunstancias de los retratos de Beatriz, en su comunión, con antifaz en los carnavales
de 1921, en su boda y poco después de su divorcio; así que ya no tendría que justificar mía
visitas con ofrendas de libros que aprendí a cortar sus hojas para darme cuenta tiempo de
pues que estaban intactos, Beatriz murió en 1929 desde entonces no deje de pasar el 30 de
abril por su casa, llegaba a las siete y cuarto y me quedaba unos veinticinco minutos, en
1933 me favoreció una tormenta así que me invitaron a cenar y yo no desaproveché la
oportunidad; para 1934 llegue a las 8 y con toda naturalidad me quede a cenar, así que en
los aniversarios melancólicos y vanamente eróticos recibía confidencias de Carlos Daneri.
Beatriz era alta y frágil y digamos tenía una cierta torpeza, Carlos Daneri era rosado de
rasgo finos, ejerce no sé qué cargo de subalterno en una biblioteca, es autoritario, pero
también ineficaz; aprovechaba las noches y las fiestas para no salir de casa. El 30 de abril
de 1941 me permití añadir al alfajor una botella de coñac, Carlos lo provo y lo juzgo
interesantemente, unas copas después emprendieron una vindicación del hombre moderno,
observó que par aun hombre así de facultado era inútil viajar, nuestro siglo XX había
trasformado la fábula de Mahoma y las montañas, ahora las montañas convergían al
rededor del moderno Mahoma. Le rogué que me leyera un pasaje, aunque fuera breve, saco
del cajón de su escritorio un legajo de hojas con el membrete de la biblioteca donde
trabajaba y leyó con sonora satisfacción, me parecieron tan ineptas, tan pomposas y tan
vastas que la relacioné con la literatura y le propuse que las escribiera, me dijo que ya lo
había hecho y que pertenecían al canto-prólogo de n poema que venía trabajando ya hacía
muchos años. El poema se titulaba la tierra, se trataba de una descripción de la tierra donde
no faltaban, la pintoresca digresión ni el gallardo apostrofe.
Muchas otras estofas me leyeron que también tuvieron su aprobación, nada memorable
había en ella, ni siquiera juzgue, en su poesía habían colaborado la resignación y el azar.
Comprendí que el trabajo del poeta no era la poesía sino en inventar razones para que la
poesía sea admirable, lo seguí escuchando y hacia la media noche me despedí. Dos
domingos después Daneri me invito que nos reuniéramos a las cuatro a tomar juntos la
leche en el contiguo salón-bar, acepte con resignación más que con entusiasmo. Nos fue
difícil encontrar mesa y me dijo: mal de tu agrado será reconocer que este lugar se
parangona con los más encopetados; me releyó cuatro o cinco páginas del poema, había
hecho unas correcciones según un depravado principio de ostentación verbal. Me cometo
que quería publicar los cantos iniciales de su poema, en ese momento comprendí que su
invitación era para que yo prorrogara su pedantesco fárrago, Daneri quería que Álvaro
Melian prologara el poema, le dije que hablaría con él el jueves.
A finales de octubre Carlos me llamó alterado me comentó desesperadamente que iban
demoler su casa, luego me confeso que en el sótano de esa casa había un Aleph, aclaro que
un Aleph es uno de los puntos del espacio que contienen todos los puntos. Me explico que
lo descubrió cuando era niño, por la memoria de Beatriz estaba de acuerdo que la casa no
podía demolerse, pero mas que eso me llenaba de intriga conocer el Aleph, llegue a la casa
espero a Carlos mientras tanto observaba los cuadros de Beatriz le hablo y le digo que soy
yo Borges, Carlos bajo y me saludo con voz seca y entendí que lo unió que le preocupaba
era la perdida del Aleph, me dirigió hasta el sótano y pude ver el Aleph era una pequeña
circunferencia de dos o tres centímetros que le permite ver todo, ahí se esconde un
microcosmos donde a pesar de su tamaño no se escapa nada, se observa cada luna, cada
cosa existente en el universo, sentí infinita veneración, Carlos me dijo: es formidable lo que
acabas de ver, ni en un siglo lograrás pagarme lo que te acabo de revelar, agradecí a Daneri
su hospitalidad, le recomendé que después de la demolición fuera al campo pues el campo y
su tranquilidad es una gran medicina, salí de su casa, pensaba si alguna vez podrá volver a
impresionarme de algo.
Seis meses de la demolición del inmueble la editorial Procusto publico el extenso poema de
Carlos titulado “trozos argentinos” con el que gano el segundo premio nacional de
literatura, increíblemente mi obra los naipes de tahúr no recibió ni un solo premio, no volví
a encontrarme con Daneri, dicen que prontamente sacar un nuevo volumen ya no
entorpecido por el Aleph. Finalmente, solo me queda reflexionar sobre la existencia del
Aleph ¿Lo he visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa
para el olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los años,
los rasgos de Beatriz.

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